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EL FLAUTISTA DE HAMELIN EN LOS ANDES CENTRO-SUR:

APROXIMACIONES A LA “ARQUEOLOGÍA DE LA INFANCIA” A TRAVÉS DEL


ESTUDIO DE PUNTAS DE PROYECTIL
Por: María Soledad Fernández Murilloℜ
Resumen
En el presente trabajo se propone una nueva forma de interpretar el registro arqueológico compuesto,
principalmente, por material lítico. A través del estudio de puntas de proyectil reportadas en la literatura
arqueológica de los Andes centro-sur –principalmente en el trabajo de Klink y Aldenderfer (2005)- se
pretende visibilizar la actividad infantil y estudiarla como agente activo en la generación del registro
arqueológico. Así, a través de la re-evaluación de las categorías morfológicas de tamaño (largo y ancho),
largo de hoja, ancho de enmanganamiento y/o ancho de cuello y la aplicación de criterios de estandarización
como la simetría bilateral y la modificación intencionada de la hoja se propone que algunos tipos de puntas
de proyectil registradas para el Período Arcaico (10.000- 4000 AP) y el Período Formativo (1000 a.C.- 400
d.C.) en realidad conforman un conjunto de artefactos utilizados por niños. Asimismo, para complementar
muchos de estas propuestas se utilizan datos etnográficos de los grupos de cazadores de las planicies
norteamericanas donde la actividad infantil está satisfactoriamente registrada.

1. Introducción
En 1842, Robert Browning publicó una pequeña narración titulada “El Flautista de
Hamelin”, en la cual planteó, con una simplicidad envidiable y de manera exacta, el dilema
epistemológico y metodológico al que la ciencia arqueológica se enfrentaría un siglo más tarde. En
su relato, Browning cuenta la historia de 130 niños que siguen a un misterioso flautista y después
desaparecen, convirtiendo al pueblo germánico de Hamelin en un poblado sin niños. En este relato
tan corto, este poeta británico, ha plasmado una de las preguntas de investigación más importantes
de las ciencias antropológicas en las últimas décadas: ¿dónde están los niños?
Con el advenimiento del postprocesualismo, y en particular de la arqueología de género, se
ha apoyado la construcción de una nueva arqueología social más inclusiva. Sin embargo,
actualmente, se reconoce que tanto la (pre)historia americana como la del viejo mundo, se ha
construido sobre la base de un registro histórico y arqueológico asumido como el resultado de la
actividad únicamente de adultos e interpretada esencialmente desde una perspectiva androcéntrica
(Jackson 2005). Así, la producción material de los niños, como la de las mujeres, no ha sido
habitualmente considerada en el análisis del registro arqueológico, a pesar de que los datos
etnográficos muestran que los niños son generadores importantes de cultura material,
especialmente, en los contextos domésticos (e.g. campamentos permanentes o áreas residenciales)
(Politis 1999).
Como parte de una reacción en contra de esta manera de concebir el pasado se ha iniciado
una serie de trabajos arqueológicos y etnoarqueológicos que señalan que los niños no sólo son
usuarios de cultura material sino, también productores y, por tanto agentes activos en la formación
del registro arqueológico (Dawe 1997; Lillehammer 1989; Politis 1999; Sofaer-Derevenski 1994


Programa de Doctorado en Antropología de la UTA- UCN, Chile. E-mail: solefernandez2000@yahoo.es. Casilla Postal 2509 La Paz-
Bolivia.
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Aproximaciones a la “Arqueología de la Infancia” a través del estudio de puntas de proyectil

entre otros). Dentro de este marco conceptual se sitúa a los niños como agentes socio-culturales,
usuarios y productores de cultura material y se acepta que, también, a través de ellos se producen y
reproducen las condiciones de vida y se interactúa social y simbólicamente con los distintos agentes
de la realidad social (Jackson 2005). Metodológicamente, dentro de esta corriente de investigación,
se discuten las implicancias derivadas de investigar la presencia de niños en el registro
arqueológico, en relación a los procesos de formación de sitios, diversidad material y funcional de
los contextos arqueológicos, etc.
Inserto dentro de esta nueva corriente teórica y metodológica, el presente trabajo intenta
secundar el desarrollo de una nueva forma de arqueología social. Así, mediante la re-examinación
de material arqueológico lítico registrado para los Andes centro-sur se pretende visibilizar la cultura
material representativa de la infancia. Se propone que la presencia de tipos de puntas de proyectil de
tamaño pequeño, elaboradas pobremente y de contextos permanentes o semipermanente, estaría
reflejando la presencia de niños. De igual manera, a través de la ayuda del dato etnográfico se
sugiere que muchas de estas puntas no son tipos morfo-funcionales distintos sino que pudieron
haber funcionado como juguetes para entrenamiento y diversión.

2. Hacia una arqueología de los juguetes.

La niñez ha sido definida como el período de aprendizaje de las normas culturales y de


los comportamientos específicos, en resumen un “proceso de enseñanza social” (Derevenski
1994:11). Durante este período, el niño no sólo es enculturado para poder vivir en la sociedad sino
que, también, es moldeado a las necesidades físicas y ambientales de su entorno. Lillehammer
(1989) destaca tres tipos de relaciones, que las personas entablan durante su infancia: (a) la relación
con el medio ambiente, (b) la relación con el mundo de los adultos y (c) la relación con otros niños.
Cada una de estas relaciones logra su expresión máxima, tanto social como material, en el juego. Esta
actividad funciona como mediador entre el mundo de los adultos y el de los niños y generalmente,
promueve que los niños asimilen las propiedades simbólicas o físicas de los objetos, asimismo,
los compañeros y equipos de juegos durante la infancia conforman las bases principales para la
amistad durante la madurez (Ibíd.). Foley (1962) afirma que no existe una marcada diferencia
entre lo que los niños aprenden y lo que juegan. Uno de los objetos que ayudan en este proceso de
enseñanza son los juguetes, que se han conceptualizados como “objetos destinados al
entretenimiento infantil con fines didácticos y/o meramente recreativos y que ayudan al
desarrollo emocional, social, mental y físico de los niños” (Montessori 1912:23). Los juguetes
pueden ser considerados como el punto de inicio del aprendizaje y ser utilizados para que los
niños asimilen y practiquen tocar, probar, oler, sentir, venerar o temer (Sofaer-Derevenski 1994).
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No obstante, es necesario aclarar que los juguetes no son los únicos materiales a través de los
cuales los niños interactúan con el mundo, de hecho los niños modernos constantemente
interactúan con los objetos cotidianos que los rodean como las cucharas, vasos, computadoras,
etc. Por lo tanto, asumir que los juguetes son la única cultura material asociada a la infancia es
sobrestimar la importancia de su interacción general con otros aspectos de la cultura.

En el área de investigación arqueológica, uno de los principales caminos para lograr la


visibilización de las actividades infantiles es el estudio de la asociación de los niños con los
juguetes (Lillehammer 1989; Sofaer-Derevenski 1994). Éstos son, a menudo, el principal criterio
para distinguir a los niños en la investigación arqueológica aunque aún pocos son los trabajos que
se han centrado en ellos y como consecuencia, la construcción de la cotidianidad del mundo
infantil y la reconstrucción de la posición de los niños en la sociedad marcha a paso lento
(Lillehammer 1989). Entre las investigaciones destacadas se puede citar los trabajos de Dawe
(1997), Larsonn (1986) y Weber (1982) entre otros, que han causado un impacto positivo al
centrar la atención en los niños, aunque todavía existe una obvia dificultad en identificar juguetes
específicos en el registro arqueológico, particularmente en la prehistoria. Esto se debe,
principalmente, a que la idea de juguete tiene una poderosa asociación, en nuestra cultura, con la
idea de diversión y ocio. Así, generalmente, los juguetes son conceptualizados como objetos sin
uso aparente o sin material referente alguno e implican per se separar a los niños de la interacción
del mundo material “más serio” de los adultos (Sofaer-Derevenski 1994).

Los juguetes fueron, tradicionalmente, elaborados de materiales orgánicos y simples y a


menudo, fueron descartados con rapidez (Svensson 1933, citado en Lillehammer 1989). Sin
embargo, pese a su aparente naturaleza perecedera, la lista de objetos identificados como juguetes en
contextos arqueológicos es impresionante. En la arqueología escandinava, los objetos que han sido
identificados como juguetes han sido clasificados en: (a) objetos musicales (e.g. sonajeros y
cascabeles), (b) objetos de trabajo cotidiano (e.g. vasijas miniatura para cocinar, ruedas de hilar,
botes de madera), (c) exclusivamente de juego (e.g. peonzas, conchas y caparazones) y (d) de
educación física y deportes (balones hechos de cuero, armas de metal y madera) (Lillehammer
1989). Cada uno de estos objetos refleja la capacidad y la necesidad de los niños de adaptarse
socialmente, imitando el mundo de los adultos.

En la mayoría de los ejemplos arqueológicos, los juguetes han sido identificados por su
tamaño, tipo y forma. La clasificación ha sido hecha acordando con los elementos asociados al
juego y casi siempre, subjetivamente, recordando las experiencias infantiles. Así, se han
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identificado juguetes a través de las diferencias entre artefactos y/o al tamaño asociado a cada
etapa de desarrollo físico y social. Dicho de otra manera, los artefactos pequeños y pobremente
elaborados son considerados juguetes utilizados por niños, mientras que los instrumentos más
grandes y con más calidad en la elaboración han sido asociados con las actividades de los adultos.
Sin embargo, pese a que esta ecuación se cumple la gran mayoría de las veces, se reconoce que
estas características no son necesariamente universales (Dawe 1997; Lillehammer 1989).

Otra de las categorías analíticas que han sido utilizadas para distinguir los juguetes en el
registro arqueológico ha sido el contexto cultural de su registro. El trabajo etnoarqueológico de
Politis (1999) entre los Nukak, señala que como los niños pasan la mayor parte del tiempo dentro
y en la inmediaciones de los campamentos residenciales, por lo tanto es esperable que sea en los
contextos domésticos o en las bases residenciales donde se recuperen las evidencias de su
presencia.

2.1 ¿Pueden los Arcos - flechas y estólica- dardo ser usados por los niños?
La idea de que las puntas de proyectil pequeñas halladas en contextos arqueológicos
podrían indicar la presencia de los niños no es nueva. En el Viejo Mundo, pequeñas puntas de
proyectil asociadas a tecnología de estólica-dardo fueron excavadas en entierros de niños del
Período Mesolítico en el sitio Skateholm, en Suecia (Larsson 1986). En sus trabajos, los
investigadores suecos señalaron que las puntas de proyectil asociadas a la actividad infantil eran
menos elaboradas que las puntas de tamaño normal halladas, frecuentemente, en los contextos
asociados con adultos.
En América, Arthur (1962, citado por Dawe 1997) en su trabajo en Montana, interpretó las
puntas de proyectil muy pequeñas como puntas utilizadas para cazar aves carroñeras o
alternativamente para irritar a los bisontes y crear estampidas. Según Frison (1970, citado por Dawe
1997) este tipo de actividades fue parte de las actividades de los niños. De igual manera, Dawe
(1997) realiza un interesante estudio en el sitio de Head-Smashed-In en las llanuras de Canadá
donde a través de la comparación de calidad de la elaboración y las medidas morfológicas distingue
un conjunto de puntas de proyectil como juguetes.
Aunque el uso de datos etnográfico para interpretar conjuntos de materiales arqueológicos
identificados como juguetes aún no es muy común, el potencial de estos datos no debe ser ignorado.
Así, dentro de este tipo de registro existe una extensa bibliografía que hace referencia al uso de
arcos y flechas de juguetes para el entrenamiento y la educación de los niños y jóvenes. Una
revisión de la etnografía de llanuras norteamericanas sugiere que los niños casi siempre poseían
arcos y flechas a su escala que utilizaban para practicar sus habilidades en la arquería (Figura 1).
Grinnell (1923:114 citado en Dawe 1997:306) observó que los Cheyenne a muy temprana edad eran
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“capaces de cazar fácilmente y pequeños arcos y flechas eran elaborados para ellos”. La primera
presa cazada era mostrada con orgullo y el joven cazador era tratado con reverencia y en algunos
casos se realizaban fiestas en su honor. De igual manera, Bushnell (1922, citado en Dawe 1997)
describe como los niños Pawnee practican su puntería con arcos y flechas apropiadas a su tamaño
mientras cuidan a los caballos de la tribu. Swanton (1911, citado en Dawe 1997) nota que cuando
los niños nativos del valle bajo de Mississippi cumplían 12 años un arco y una flecha
proporcionados a su tamaño eran elaborado para ellos y a medida que el niño iba creciendo un
equipo de arquería adecuado a su tamaño le era provisto.

Figura 1: Grupo de niños Pies negros con arcos y flechas de juguete (Dawe 1997:Fig.2)

Así, se puede considerar que las dimensiones del arco y la flecha y el tamaño de la punta de
proyectil son directamente proporcionales al tamaño del arquero, generalmente, definido por su
edad. Siguiendo estos planteamientos, es razonable pensar que, generalmente, las puntas de
proyectil fueron equiparables al tamaño de los arqueros y, por lo tanto las puntas pequeñas debieron
ser utilizadas por arqueros pequeños durante los procesos de aprendizaje asociados a la infancia. La
relación directa entre el tamaño del arquero y el equipo ha sido formalizada en varias fórmulas
bastante satisfactorias. El Capitán John Bourke (1891:72) de la armada norteamericana observa que
tanto el arco y la flecha fueron construidos “acordando medidas estándar que dependían del peso del
arquero”. Densmore (1918:438) describe el promedio para determinar el largo de una flecha óptima
para cada persona como: la distancia del extremo de su brazo desde el codo hasta el final del tercer
dedo más la longitud de su mano, desde la muñeca hasta el nudillo del tercer dedo.
Así, sí se acepta que los niños fueron activos usuarios de artefactos de guerra y caza
fabricados en relación a su tamaño, es lógico aceptar que puntas de proyectil de juguete deben
aparecer en el registro arqueológico, sin embargo casi nunca son identificadas. Esta situación se ha
producido debido a la falta de una re-evaluación crítica y específicamente enfocada a visualizar a
los niños. A continuación, se presentan algunas consideraciones básicas acerca de las posibilidades
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de revertir esta situación haciendo una re-examinación de categorías clásicas de clasificación de


artefactos líticos.

3. Algunas consideraciones acerca de las puntas de proyectil.


Actualmente, existen variadas investigaciones etnográficas (Cattelian 1997; Ellis 1997;
Hughes 1998) y arqueológicas (Shott 1997; Thomas 1978) que brindan información empírica sobre
los atributos característicos de las diferentes tecnologías de proyectil. Estas investigaciones han
permitido establecer parámetros morfológicos dentro de los cuales una punta es más eficiente.
Asimismo, señalan que, si bien en los distintos grupos humanos existe una significativa variabilidad
en los diseños de las diferentes tecnologías de proyectil, existen ciertos patrones generales que
parecen ser casi universales para evaluar la eficiencia de los proyectiles, entre los que destaca el
tamaño (largo y ancho) y el peso (masa).
Los trabajos centrados en diferenciar las distintas tecnologías de proyectil1 (De Souza 2004;
Hughes 1998; Shott 1997; Thomas 1978) concuerdan en señalar que para lograr eficiencia y certeza
en la caza las flechas deben presentar un tamaño óptimo, una marcada tendencia a ser más pequeñas
que los dardos. Shott (1997), trabajando con una colección lítica de 132 puntas de flecha y 39
puntas-dardo, calculó un tamaño óptimo promedio de flechas de 31.1 mm. de largo y 14.7 mm. de
ancho de hombros, y un tamaño promedio para dardos de 51.7 mm. de largo y 23,1 mm. de ancho
de hombros.
De manera complementaria, trabajos etnoarqueológicos como los de Hughes (1998) o
arqueológicos como los de De Souza (2004) resaltan la importancia de la relación masa-tamaño de
las puntas para probar la eficiencia los proyectiles. Este último planteó que la distribución de la
masa a lo largo del proyectil es esencial para otorgarle un adecuado balance, sin el cual la
trayectoria puede verse desviada. Así, los dardos, en su gran mayoría, son más pesados y largos que
las flechas, ya que requieren de puntas más pesadas y largas a fin de otorgar un adecuado balance al
proyectil.
Para piezas pedunculadas, una de las proporciones morfológicas utilizadas para evaluar la
funcionalidad de los proyectiles es el ancho del cuello, considerado como la "operacionalización
del área de enmangue" (Corliss 1972, en Thomas 1978). Aunque, los estudios de Thomas (1978) y
Shott (1998) han desacreditaron el valor del ancho del cuello como variable discriminante de
tecnologías de proyectil, algunos autores la han seguido utilizando con éxito en algunos contextos
específicos (Bettinger y Eerkens 1999). Actualmente, el ancho del cuello de una pieza
(necesariamente pedunculada) se considera un indicador casi directo del diámetro del astil y por lo
tanto, de su tamaño.
Muchos de los datos de análisis líticos en los Andes centro-sur han ayudado a confirmar las
observaciones etnográficas de Shott (1997) y han sido utilizados para crear secuencias evolutivas
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y/o cronológicas de las tecnologías líticas utilizadas en la región. Por ejemplo, en la tipología
publicada por Klink y Aldenderfer (2006) para las puntas de proyectil de los Andes centro-sur, se
puede observar que las categorías tamaño (length) y el ancho (width) son importantes marcadores
cronológicos, similares a categorías como el ángulo de los hombros, ángulo de enmangue o tipo de
modificación de la hoja. Así, pese a las diferencias cronológicas y funcionales de las distintas
puntas de proyectil casi siempre existen rangos de tamaños óptimos que reflejan la estandarización
y eficiencia esperada de estos artefactos para cada período. Por ejemplo, el trabajo de Lizarraga
(2004) en el sitio de Viscachani, Bolivia del Período Arcaico Medio (8000-6000 AP), en base a
1194 especimenes, señala tamaños promedio óptimos para las puntas de proyectil foliáceas simples
(largo 30-60 mm/ancho 20-40 mm) y puntas triangulares (largo 50 mm/ancho 30 mm). Por su parte
Paz (2006), en los trabajos para el valle alto de Tiwanaku, señala tamaños promedio óptimos de
puntas de proyectil para el Período Formativo (800 a.C. – 400 d.C.) de 2.9 mm. de largo y 1.7 mm.
de largo, mientras que para el Período Tiwanaku (400- 1100 d-C) los tamaños de 2.1 mm. de largo y
1.6 mm. de ancho.
De manera complementaria, la idea de un rango de tamaño óptimo se encuentra muy
relacionada a la idea de estandarización. Para el Período Arcaico, Klink y Aldenderfer (2005)
señalan un alto grado de homogeneidad al interior de los distintos estilos de las puntas de proyectil
en la región de los Andes centro-sur. Asimismo, De Souza (2004) propone marcada estandarización
de estilos de puntas de proyectil durante el Período Formativo de la cuenca del río Loa en el Norte
de Chile, que responde a una intención condicionada por necesidades funcionales renovadas en el
marco de los nuevos contextos de producción asociados a este período. Para ambos autores, la
estandarización entre estilos de tecnologías de proyectil permitió la homogeneidad de capacidades
funcionales y de procesos de producción. Así, el criterio de estandarización permitió vincular cada
uno de los diseños de estos artefactos, tanto con la caza como con el conflicto humano y la guerra.
El registro etnográfico de principios del S. XX hace constante referencia a la preocupación
de los grupos de cazadores por la homogenización de sus herramientas de caza. Acordando con los
etnógrafos de los grupos tribales de las planicies norteamericanas, para lograr un alto grado de
estandarización, la construcción de los arcos y las flechas fue llevada a cabo por especialistas
artesanos. Según las recopilaciones de Dawe (1997), los Sioux, Pawee, Arapaho y Cheyenne
confiaban en las habilidades de los especialistas para producir varios componentes de las flechas o
bien conjuntos de flechas enteras. Grinnell (1923:178, citado en Dawe 1997:306) señala que los
“especialistas más experimentados de flechas elaboraban estos ítems por decenas y cada decena
era muy similar”.
Los conceptos de estandarización y/o homogenización han sido operacionalizados a través
de distintas proporciones morfológicas. Una de ellas es la simetría bilateral definida por Lizarraga
(2004), quien con el fin de registrar adecuadamente las diferentes formas de puntas de proyectil,
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utilizaron dos líneas, que se extienden de manera perpendicular una con otra y que forman una
especie de sistema de coordenadas. La línea horizontal abarca la parte más ancha de la punta, la
vertical la parte más larga (Fig. 2). Por medio de dichas líneas de orientación en forma de cruz, es
posible efectuar una determinación de las diversas formas de estos instrumentos y registrar su
simetría, es decir, la correspondencia de posición, forma y dimensión de las parte del cuerpo del
artefacto, a uno y otro lado de un plano trasversal.

Figura 2: Ejes diametrales para registrar largo, ancho y simetría bilateral (Lizarraga 2004:Fig.45)

Unido al concepto de estandarización se encuentra la noción de inversión de trabajo,


referida al costo de la manufactura y reflejada en el tiempo requerido para producir un objeto
(Costin y Hagstrum 1995). Andrefsky (1998) sugiere que una manera de ver el grado de inversión
de labor en piezas líticas es distinguir la presencia de retoques, es decir la modificación intencional
del borde de un artefacto ya sea por presión o percusión. Así, un artefacto con retoque (ya sea
marginal o ultramarginal) refleja mayor inversión de labor que uno sin modificación. En resumen,
se puede concluir que es improbable que puntas de proyectil pobremente elaboradas (sin retoque) o
asimétricas, sean un componente común en el conjunto normal y óptimo de herramientas de caza.

4. Hacia la visibilizanción a los niños en los Andes centro-sur: Re-evaluado secuencias


tipológicas.

En un esfuerzo por sintetizar datos y crear una cronología de puntas de proyectil de la


región de los Andes centro sur, Klink y Aldenderfer (2005) elaboraron un estudio tipológico con el
material recolectado de las excavaciones estratigráficas de los sitios Asana, Quelcatani, Haquenasa
(Aldenderfer 1998), Caru (Ravines 1967) y Toquepala (Ravines 1972) en Perú, Patapatane y Las
Cuevas en Chile (Núñez y Santoro 1988) y del material de superficie de los ríos Ilave y Huenque en
el sur peruano (Klink 1998, citada en Klink y Aldenderfer 2005). Basándose en categorías como
proporción largo/ancho, modificación de la hoja, ángulo de los hombros, ángulo de enmangamiento,
etc. ambos autores presentan una interesante alternativa para subsanar las falencias en la
interpretación de hallazgos de material lítico, especialmente en colecciones de superficie (Pérez
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2006). Asimismo, debido al origen de muchos de sus materiales -sitios con una ocupación principal
del Período Precerámico- muchos de sus datos no son concluyentes para períodos más tardíos.

Tabla 1: Tipología planteada por Klink y Aldenderfer (2005)


TAMAÑO
SERIE TIPO CRONOLOGÍA
(LENGTH)
10.000-8000 AP.
1 A (Diamante-Foliácea) 38-36 mm.
(Arcaico Temprano)
Hombros en forma de espina
10.000-8000 AP.
1B (Pentagonal) 27-35 mm.
(Arcaico Temprano)
9000- 7000 AP
2A (Foliácea) (Transición Arcaico Temprano- 32-46 mm.
Medio)
Hombros de forma angular a
7000-6000 AP
redondeada 2B (Diamante a Romboide) 17-26 mm.
(Arcaico Medio)
8000-6000 AP
2C (Pentagonal) 28-32 mm.
(Arcaico Medio)
Sin medidas
3A (Enmangamiento amplio
10000-6000 AP (Todos las
con ángulo contraído y con la
(Arcaico Temprano-Medio) muestras
base recta)
fragmentadas)
3B (Forma foliácea con
bordes modificados y con 8000-6000 AP
32-61 mm.
enmangamiento de ángulo (Arcaico Medio)
Sin pedúnculo, sin hombros y recto a contraído)
de forma foliácea 3C (Forma foliácea con 10000 -3600 APΨ
30-44 mm.
enmangamiento expandido) (Período Arcaico)
3D (Forma foliácea sin
modificación de borde y 10000 -3600 APΨ
39-53 mm
enmangamiento de lados (Período Arcaico)
paralelos a contraídos)
3F (Forma lanceolada y base 6000-4400 AP
60 mm
cóncava) (Arcaico Tardío)
4A (Formas de hoja
10000-8000 AP
triangular, pedúnculo amplio, 28-35 mm
(Arcaico Temprano)
con mango contraído)
4B (Forma pequeña y
10000-8000 AP
delgada, pedúnculo amplio 29 mm.
(Arcaico Temprano)
con mango contraído)
4C (Forma con pedúnculo
3600-3000 AP.
delgado y con mango 26-27 mm.
Formativo Temprano
contraído)
Formas con pedúnculo
4D (Forma larga con
6000-4400 AP
pedúnculo delgado y con 35-37 mm.
(Arcaico Tardío)
mango de lados paralelos)
4E (Forma alargada con 500-1100 d.C.
pedúnculo delgado y con (Tiwanaku IV-V) 14-35 mm.
hombros – púas)
4F (Forma pequeña con
5000-3600 AP
pedúnculo amplio y con 25-30 mm.
(Arcaico Terminal)
hombros de lados paralelos)
4400-3600 AP
5A (Ovo –triangular) 20-28 mm.
(Arcaico Terminal)
2400 a.C. -1100 d.C.Ψ
5B (Base directa a convexa) (Desde el Arcaico Terminal a 11-44 mm.
Formas triangulares, sin
Tiwanaku V)
pedúnculo y sin hombros
2400 a.C.-500 d.C.
5C (Base cóncava) 30-35 mm.
(Arcaico Terminal-Formativo Tardío)
5D (Forma pequeña con base 2400 a.C.-500 d.C.
16-26 mm.
cóncava) (Arcaico Terminal-Formativo Tardío)

Ψ
Según Klink y Aldenderfer (2005) este tipo es considerado diagnóstico a un nivel muy general debido a que
está presente durante todo el Período Arcaico.
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Las propuestas principales de este trabajo se encuentran resumidas en la Tabla 1 y, aunque


no se menciona en la investigación, todos los datos de puntas de proyectil utilizados en la propuesta
tipológica son intrínsecamente asumidos como consecuencia de la actividad de adultos e
interpretada esencialmente desde una perspectiva androcéntrica.
Entre los resultados centrales de Klink y Aldenderfer (2005) destaca una división
cronológica entre series y tipos basada en las proporciones de tamaño de las puntas de proyectil.
Así, se observa de manera general que durante el Período Arcaico (10000-4000 AP) los tipos y las
series tienden hacer más grandes, con un tamaño promedio de 36.49 mm. de largo y 18.16 mm. de
ancho de hombros, mientras que para el Período Tiwanaku (400-1100 d.C.) presentan un tamaño
promedio de 23,50 mm. de largo y 11,33 mm. de ancho (Fig. 1 y Tabla 2).

100

80 29
28

60 27

40

20
Tamaño (Lenght)

0 Ancho (Wide)
N= 14 14 16 16 17 17 2 2 6 6 23 23
Arcaico Tardio

Formativo
Arcaico Temprano

Arcaico Medio

Tiwanaku

Formativo-Tiwanaku

Figura 3: Diagrama de caja señalando la diferencia de tamaños por Períodos Culturales


(Basado en Klink y Aldenderfer 2006)

La explicación más común para esta diferencia de tamaños entre períodos propone que la
gran mayoría de los proyectiles del Período Arcaico representan la utilización de tecnologías de
dardo y que los valores extremos hacia el límite superior pudieran ser puntas de lanzas y
eventualmente cuchillos simétricos. Siguiendo estos planteamientos, se formula que en los períodos
más tardíos (Período Formativo y Tiwanaku) la tecnología más frecuente fue el arco y flecha,
aunque manteniendo minoritariamente la utilización de tecnología de estólica- dardo (De Souza
2004; Klink y Aldenderfer 2005; Lizarraga 2004).
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Tabla 2: Comparación de tamaños de puntas de proyectil por períodos cronológicos


(Basado en Klink y Aldenderfer 2005)

PERÍODO TAMAÑO
N ANCHO MEDIA DESV. TÍP.
CULTURAL (LENGHT)
Mínimo Máximo Mínimo Máximo Tamaño Ancho Tamaño Ancho
Período
59 17 78 11 27 37,4915 18,1695 11,67280 3,67260
Arcaico
Período
Formativo- 25 11 44 9 34 24,9200 18,3600 7,78845 6,49282
Tiwanaku
Período
6 14 35 8 13 23,5000 11,3333 8,16701 2,25093
Tiwanaku

Aunque esta propuesta explica los valores extremos hacia el límite superior, no explica la
presencia de valores extremos hacia el límite inferior. Así, en una revisión más detallada de las
categorías de tamaño (largo y ancho) de las puntas de proyectil se observa que existe un conjunto de
materiales cuyos tamaños caen por debajo de los promedios establecidos para cada período
cronológico y muchas veces este conjunto de materiales conforma un tipo específico dentro de una
serie (e. g. Tipo 2B serie 2, Tipo 4F serie 4, Tipo 5A y 5B serie 5). Esta diferencia ha sido advertida
por Klink y Aldenderfer (Ibíd.) quienes caracterizan a algunos de estos conjuntos –específicamente
los Tipos 5B y 5D- como miniaturas (puntas de tamaño menor a 20 mm. de largo) y para el caso del
Período Arcaico su presencia es explicada como el reflejo de una introducción temprana – a finales
del Arcaico Terminal (4400-3600 AP)- del arco y la flecha. Sin embargo, existen otros tipos como
2B, 4F, 5A, que también comparten el rango de tamaño establecido para los tipos miniatura y para
los cuales no se ha esbozado una explicación exitosa.
Generalmente, varios de los tipos miniatura (e. g. 2B, 4F o 5B) son definidos en función a
un tipo análogo ya sea en la misma serie o en otra distinta. Es decir, los tipos miniaturas comparten
casi todas las características formales –excepto proporciones de tamaño- con otro conjunto de
materiales, por ejemplo el Tipo 2B de la serie 2 tiene su análogo en el Tipo 2C de la misma serie,
mientras que el Tipo 5B de la serie 5 tiene su análogo en el Tipo 3C de una serie diferente, la serie
3. Asimismo, las miniaturas y sus tipos análogos, generalmente, comparten los mismos contextos
culturales y cronológicos, es decir, que ambos fueron encontrados en los mismos sitios y durante el
mismo período cultural
Estas características inducen a hipotetizar que muchos de estos artefactos no fueron parte
del conjunto de artefactos utilizados por adultos, sino parte del mundo material de los niños quienes
los utilizaban como parte de su proceso de enculturamiento a sus respectivas sociedades. Así, se
sugiere que debido a las limitaciones teóricas acerca de los agentes activos que conformaron las
sociedades prehispánicas y a las restricciones metodológicas del análisis tipológico muchos de los
materiales que reflejan la actividad infantil fueron invisibilizados e ignorados.

4.1 Período Arcaico (10.000-4000 AP)


El Flautista de Hamelin en los Andes Centro-Sur: - 12 -
Aproximaciones a la “Arqueología de la Infancia” a través del estudio de puntas de proyectil

Debido a la naturaleza del material en el cual la secuencia tipológica de Klink y Aldenderfer


(2005) está basada, 18 de los 20 tipos identificados son característicos o se encuentran presentes
durante el Período Arcaico. En consecuencia, los datos más interesantes acerca del conjunto de
materiales con rangos de tamaño más pequeños a los rangos “óptimos” pertenecen al Período
Arcaico Medio (8000-6000 AP) y al Arcaico Tardío (6000-4000 AP). En el caso del Período
Arcaico Temprano (10.000- 8000 AP) se pueden observar que, aunque existen tamaños muy por
debajo de lo establecido, no se cuentan con especimenes extremadamente alejados de los rangos
promedio que puedan ser conceptualizados como miniaturas (Figura 4).

100

80 29

28

60 27

40

20

Tamaño (Lenght)

0 Ancho (Wide)
N= 14 14 16 16 17 17

Arcaico Temprano Arcaico Tardio


Arcaico Medio

Figura 4: Diagrama de caja señalando la diferencia de tamaños en el Período Arcaico


(Basado en Klink y Aldenderfer 2006)

(a) Período Arcaico Medio (ca. 8000 – 6000 AP.)


Para este período sólo un tipo dentro de la serie 2 (puntas de proyectil con hombros de
forma angular a redondeada) cae muy por debajo de los tamaños establecidos como estándares.
Tipo 2B, se caracteriza por su tamaño pequeño de 17-26 mm. de largo, 11-14 mm. de ancho, su
hoja corta (7-9 mm.) sin modificación en el borde y su base estrecha de 1-2 mm. (Klink y
Aldenderfer 2005). El tipo análogo a 2B es 2C que se encuentra en la misma serie y se caracteriza
por su forma pentagonal y su tamaño de 28-32 mm. de largo y 15-17 mm. con una ancho basal de 4-
5 mm. (Ibíd.) (Figura 5). Los especimenes sobre los cuales se definieron ambos tipos provienen del
sitio de Quelcatani de los niveles ca. 7000-6000 AP.
El Flautista de Hamelin en los Andes Centro-Sur: - 13 -
Aproximaciones a la “Arqueología de la Infancia” a través del estudio de puntas de proyectil

Figura 5: Comparación de las formas análogas del Tipo 2C (tamaño estándar) y 2B (miniaturas)
(Modificado de Klink y Aldenderfer 2005: Fig. 3.3)

Así, estamos frente a dos tipos análogos que provienen del mismo contexto cultural y
cronológico, pero que difieren en tamaño (largo y ancho) y ancho basal. Si se sigue los postulados
de Thomas (1978) que plantean que el largo, el ancho y el ancho del cuello (en este caso tal medida
no corresponde) están estrechamente relacionados al diámetro del mango y a la longitud, se observa
que el diámetro del astil del Tipo 2B es similar al ancho de la hoja (blade width) y por lo tanto no es
mayor que 10-13 mm., mientras que el diámetro del astil de 2C es de 15-17 mm. Esta diferencia
estaría indicando que no sólo la punta de proyectil 2B fue más pequeña que 2C sino también, el
diámetro y el largo del astil. Así, si se acepta que el tamaño del proyectil estuvo directamente
proporcionado al tamaño del usuario, esta situación posiblemente este reflejando un usuario más
pequeño y joven.
Complementariamente, una revisión de la simetría bilateral de los dos especimenes
dibujados en el trabajo de Klink y Aldenderfer (2005) señalan claramente que son artefactos
asimétricos, es decir no existe correspondencia de posición, forma y dimensión de las parte del
cuerpo, a uno y otro lado de un plano trasversal (Figura 6). De igual manera, Klink y Aldendefer
(2005) señalan que este tipo de artefactos no presentan retoque en el borde, situación que estaría
reflejando una baja inversión de labor durante su confección.

Figura 6: Ejes diametrales que indican la asimetría bilateral del Tipo 2B, recuperados en (a) Quelcatani nivel WXXXI y (b)
Quelcatani nivel WXXXI (Modificado de Klink y Aldenderfer 2005: Fig. 3.3)
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Aproximaciones a la “Arqueología de la Infancia” a través del estudio de puntas de proyectil

(b) Arcaico Tardío (6000 – 4000 AP.)


Para este período sólo dos tipos dentro de las series 4 (forma con pedúnculo) y 5 (formas
triangulares, sin pedúnculo y sin hombros) caen por debajo de los rangos establecidos como
óptimos.
Tipo 4F, fue definido con ejemplos de los sitios de Asana en el nivel VIII ca 4600 AP y Haquenasa
de los estratos datados ca. 4400 AP y se caracteriza por (a) un pedúnculo amplio, (b) tamaño
pequeño y (c) hombros de lados paralelos. La mayoría presenta bases convexas y es una forma muy
similar a 4D difiriendo, principalmente, en tamaño ya que 4F presenta hojas muy cortas (16-22
mm.) y enmangamientos más pequeños (7-10 mm.) (Figuras 7 y 8).

Figura 7: Tipo 4F a) Asana, nivel VIII, b) Asana nivel VIII y c) Hakenasa


(Modificado de Klink y Aldenderfer 2005: Fig. 3.5)

Al igual que el Tipo 2B, 4F presenta un rango de ancho de enmangamiento (o ancho de


cuello) menor que el tipo análogo (4F=8-12 mm. /4D=10-15 mm.), que no sólo refleja que el
proyectil Tipo 4F fue más pequeño que 4D, sino que también, su diámetro y largo del astil. Así, sí
se mantiene la lógica que el tamaño del proyectil está proporcionado al tamaño del usuario, esta
situación posiblemente, también, este reflejando un arquero mucho más joven, que el que uso el
Tipo 4D.

40
35
30
Tipo 4D
25 (Length)
mm.

20 Tipo 4F
(Length)
15 Tipo 4D
10 (Width)
Tipo 4F
5 (Width)
0
Muestras de Klink y Aldenderfer (2005)

Figura 8: Comparación de Tamaños (largo y ancho) entre los especimenes clasificados como Tipos 4F y 4D
El Flautista de Hamelin en los Andes Centro-Sur: - 15 -
Aproximaciones a la “Arqueología de la Infancia” a través del estudio de puntas de proyectil

Klink y Aldenderfer (2006), indican que muy pocas puntas de este tipo presentan
modificación en la hoja, señalando una poca inversión de labor y poca regularidad en la
manufactura. Asimismo, la revisión de la simetría bilateral de los especimenes dibujados por Klink
y Aldenderfer (2005) señala claramente que son artefactos asimétricos (Figura 9)

Figura 9: Ejes diametrales que indican la asimetría bilateral del Tipo 2B, recuperados en a) Asana, nivel VIII y (b) Hakenasa
(Modificado de Klink y Aldenderfer 2005: Fig. 3.5)

Tipo 5A, definido en base a muestras del sitio Hakenasa. Sus características diagnósticas son su
tamaño pequeño (menos de 30 mm.) y forma ovo-triangular gruesa. Presentan bases convexas que
les dan una apariencia ovoide (Figura 10). Ninguna de las muestras utilizadas por Klink y
Aldenderfer (2005) muestran modificación en el borde de la hoja, lo que indica poca inversión de
labor. Asimismo, el reconocimiento de la simetría bilateral señala que las piezas- tipo son
asimétricas.

Figura 10: Ejes diametrales que indican la asimetría bilateral del Tipo 2B, recuperados en (a), (b) y (c) Hakenasa
(Modificado de Klink y Aldenderfer 2005: Fig. 3.6)

(c) Del Arcaico Tardío a Tiwanaku (400-1100 d.C.)


Algunas de las series y tipos de la secuencia de Klink y Aldenderfer (Ibíd.) están presentes a
través de varios períodos culturales y aunque su frecuencia de popularidad va fluctuando a través
del tiempo no se puede asociar estos artefactos a un período cultural y/o cronológico específico.
El Flautista de Hamelin en los Andes Centro-Sur: - 16 -
Aproximaciones a la “Arqueología de la Infancia” a través del estudio de puntas de proyectil

Tipo 5B, se caracteriza por una forma triangular y una base convexa. Presenta minoritariamente un
borde de hoja (blade edge) dentado o aserrado. Como Klink y Aldenderfer (2006) notan, este tipo es
muy similar al Tipo 3C que también posee una apariencia triangular. La diferencia principal es que
5B es más pequeña que 3C que presenta una forma más alongada con una proporción tamaño/ancho
de 1.56-2.32 mm., mientras que 5B presenta una proporción tamaño/ancho de 1.09-1.43
mm.(Figuras 11 y 12)

Figura 11: Comparación de las formas análogas del Tipo 3C (tamaño estándar) y 5B (miniaturas)
(Modificado de Klink y Aldenderfer 2005: Fig. 3.3)

50
45
Tipo 3C
40 (Lenght)
35
Tipo 5B
30
(Lenght)
mm.

25
20 Tipo 3C
(Width)
15
10 Tipo 5B
5 (Width)
0
Muestras de Klink y Aldenderfer (2005)

Figura 12: Comparación de Tamaños (largo y ancho) entre los especimenes clasificados como Tipos 3C y 5B

Tipo 5D, definido por dos ejemplos de Hakenasa (4400 AP), 3 de Asana y 345 (4300-3600 AP) de
Quelcatani (4400-4000 AP). Tienen forma triangular, base cóncava y tamaño pequeño (menos de 30
mm.) modificación en la hoja puede o no estar presente (Figura 13). La mayoría (85%) datan del
período Formativo, durante el Arcaico Terminal 6%, Tiwanaku 6%, Período Intermedio Tardío 2%
y un 1% en el Horizonte Tardío.
El Flautista de Hamelin en los Andes Centro-Sur: - 17 -
Aproximaciones a la “Arqueología de la Infancia” a través del estudio de puntas de proyectil

Figura 13: Comparación de las formas análogas del Tipo 5C (tamaño estándar) y 5D (miniaturas)
(Modificado de Klink y Aldenderfer 2005: Fig. 3.3)

Klink y Aldenderfer (2005) proponen dos variantes de este tipo: pequeñas (20-29.99 mm.
de largo) y las miniaturas (menos de 20 mm. de largo). La distribución de las puntas miniaturas 5D
de contextos seguros excavados en Quelcatani es casi la misma que aparece para todas las puntas
5D. Una minoría notable (11%) se encontraron en niveles Arcaico Terminal (ca. 4400/4000 y 3700
AP). Los niveles Formativo fueron los que más presentaron este tipo de artefactos con 85% siendo
las concentraciones más altas las pertenecientes al Formativo Tardío (ca. 900 a. C - 500 d.C.). Muy
pocos datos registrados para contextos Tiwanaku (3%) o el Horizonte Tardío (1%).

Figura 14: Ejes diametrales que indican la asimetría bilateral del Tipo 5D, recuperados en (a) Asana , nivel II b, (b) Asana nivel
II a, (c) Asana nivel IIa, (d) Quelcatani nivel WXVIII y (e) Quelcatani nivel WXVIII
(Modificado de Klink y Aldenderfer 2005: Fig. 3.6)

La revisión de ambas formas señala que se la mayoría de las piezas son asimétricas (Figura
14), asimismo, como no todas los especimenes pertenecientes a estos tipos presentan modificación
en el borde lo que indica que a comparación de las formas análogas, éstas tienen menos inversión de
labor.

Consideraciones Finales
Las puntas de proyectil pequeñas y pobremente elaboradas (sin retoque y asimétricas) son
artefactos relativamente comunes en muchos de los conjuntos líticos de varios períodos y regiones
en los Andes centro-sur. La morfología de muchas de estas puntas de proyectil es similar a la de
varios conjuntos de proyectiles de dimensiones mayores. De igual manera, aunque la mayoría de
El Flautista de Hamelin en los Andes Centro-Sur: - 18 -
Aproximaciones a la “Arqueología de la Infancia” a través del estudio de puntas de proyectil

estos grupos de artefactos tienen referentes morfológicos similares, no se distinguen de ellos sólo
por sus proporciones en tamaño sino, también, por la calidad de la manufactura. Sin embargo, se
reconoce que las categorías de análisis lítico aplicadas para lograr la visibilización de los niños no
deben ser consideradas exclusivas y/o excluyentes.
A través, de la aplicación de categorías morfológicas de tamaño (largo y ancho) y de
estandarización e inversión de labor se ha sugerido que varios de estos artefactos podrían ser
interpretados como juguetes y estar reflejando actividad infantil. Las bases sobre las cuales se ha
considerado estas afirmaciones son que (a) normalmente, los juguetes infantiles tienen su referente
en el mundo de los adultos, (b) los juguetes ayudan al niño a incorporarse a la vida social y por lo
tanto, la mayoría de las veces, replican actividades de la vida diaria y (c) debido a su esencia lúdica,
los juguetes son fabricados de manera expeditiva y no presentan gran inversión de labor.
Asimismo, muchos de los contextos de los que provienen son campamentos residenciales y
permanentes que han sido lugares propicios para el desarrollo de las actividades infantiles. Por
ejemplo, Hakenasa ha sido interpretado como un campamento temporal que podía estar ocupado en
cualquier época de aprovechaba el refugio cerrado de la cueva y los recursos estables de los
bofedales (Nuñez y Santoro 1988). Por su parte, Asana, también ha sido categorizado como un
campamento expuesto semipermanente (Aldenderfer 1998).
Para finalizar, se espera que la conjunción de estos datos no sólo sugiera una manera de
interpretación alternativa sino que provoque una discusión en la cual los distintos actores del pasado
prehispánico logren ser tomados en cuenta en sus diferentes dimensiones. Asimismo, se reconoce
que este trabajo está elaborado aún con ideas y planteamientos preliminares, pero aspira a ser una
llamada de atención hacia las clasificaciones inapropiadas y la inclusión de los juguetes en los
análisis estadísticos de los artefactos líticos.
El Flautista de Hamelin en los Andes Centro-Sur: 19
Aproximaciones a la “Arqueología de la Infancia” a través del estudio de puntas de proyectil

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Notas
1 Las tecnologías de proyectil prehistóricas comprenden cuatro tipos principales: la lanza no arrojadiza, la lanza arrojadiza, el sistema estólica-dardo y el
sistema arco-flecha. Las dos primeras constituyen las tecnologías más sencillas y seguramente las más antiguas, existiendo tal vez desde el Paleolítico Medio
(Shea 1997, citado en De Souza 2004) mientras que el sistema estólica-dardo y el sistema arco-flecha parecen ser mucho más recientes, con evidencias
directas que se remontan aproximadamente al 11.000 AP. en el Viejo Mundo y al 3.000-1.500 AP en América (Cattelian 1997).

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