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EL RECONOCIMIENTO DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS DE MÉXICO,

ATISBOS DEL COSMOPOLITISMO EN EL LABERINTO DE LA SOLEDAD

Br. José Antonio Cruz Alcántara


antonio-cruz.93@hotmail.com

Introducción

En su obra El laberinto de la soledad, Octavio Paz deja entrever algunas ideas que él

tiene acerca de la relación de México con el mundo, en especial con los países más

desarrollados. Y no solo de México, sino de los países que se encuentran en desigualdad

económica y social y, por lo tanto, están en vías de desarrollo. No obstante, estas ideas

referidas también han abierto un camino a las culturas indígenas para que igualmente sean

escuchadas. No se limitan solo a los aspectos antes dichos, sino también, y no menos

importante, al diálogo con las diferentes expresiones culturales. Es verdad que este

pensador mexicano no nos está proponiendo algo de su propia invención, pero sí como

respuesta a la situación que el país estaba atravesando, todavía con ciertos elementos de la

Revolución que no se terminaban de concretar, uno de ellos: el reconocimiento de los

pueblos originarios de México.

El laberinto de la soledad, ensayo de la mexicanidad

Este ensayo, brevemente resumido, podría dividirse en cuatro grandes partes: los

primeros cuatro capítulos se centran en la descripción del mexicano, desde el pachuco y su

rebeldía ante la sociedad norteamericana y el rechazo a sus raíces. Las máscaras que el

mexicano usa para relacionarse con los demás y no mostrar su intimidad, sus miedos, no

“rajarse”. Las fiestas como situaciones para desenmascararnos, pero colectivamente, de

manera que no nos reconocemos unos entre otros. Y el desconocimiento que tenemos de

nuestras raíces, un desconocimiento intencional. La segunda parte comprende de los


capítulos quinto y sexto, donde se hace un repaso histórico de por qué el mexicano actúa así

y cómo, inclusive desde antes de la conquista, se ha visto abandonado, solitario, ante la

tremenda situación que se le venía; además del brutal y sistemático corte su pasado, con las

raíces de sus ancestros, sobre todo en tres grandes momentos: la Conquista, la

Independencia y la Revolución.

Los capítulos séptimo y octavo conforman la tercera parte, que son una exposición del

México actual (del siglo XX), donde se habla de los intelectuales mexicanos y su función

en la sociedad; la situación económica, política y social del país y su relación con el mundo.

Y, la última parte, es la propuesta de Paz para salir del laberinto en el que está metido el

hombre. Sostiene que la soledad del hombre no es un rasgo constitutivo solo del mexicano,

sino de todos los hombres. Todos se sienten solos y, efectivamente, están solos.

Precisamente por este sentimiento de soledad es que el hombre es el único ser que siempre

está en busca de otro, como si su naturaleza encontrara su plena realización en otro, es

decir, en buscar establecer una relación de comunión con los otros que no son él mismo.

(Paz, 2005: 82) Sin embargo, la obra pareciera que termina sosteniendo que el hombre está

condenado a permanecer en este laberinto, solo consigo mismo. Aún así, resulta interesante

la propuesta que plantea el pensador mexicano para lograr salir de esta situación.

Asomos del cosmopolitismo en la obra de Paz

La cultura es una palabra que se ha entendido muchas veces como un determinado

conjunto de conocimientos, habilidades, expresiones artísticas, una sensibilidad

determinada ante las expresiones artísticas, etc. Para acceder o entrar en estos parámetros es

necesario un proceso de “educación” u homogeneización (imposición), la variedad no está

considerada en esta concepción del término cultura. Ante esta idea, alguien “culto” es aquél
que posee dichos conocimientos, mientras que las personas “incultas” son las que carecen

de ellos; esto se agrava cuando se generaliza todavía más, señalando que hay pueblos que

son “cultos” y otros “incultos”. (Bonfil Batalla, 1999: 20) Esta idea resulta complicada,

porque refiere directamente a que la cultura se reduce a unos pocos, los que la poseen,

mientras que los demás deben ascender hasta ella, o, en su defecto, llevar la cultura o

civilización al pueblo imponiéndola, no teniendo en cuenta que la cultura es una realidad

orgánica, presente en el pueblo mismo.

En los últimos postulados que hace Octavio Paz en su ensayo se evidencia, por razones

obvias, su rechazo hacia los afanes imperialistas y universalistas, sobre todo porque con

estos se realizaron las empresas colonizadoras de los países europeos para expandir sus

reinados, lo que mutiló y obnubiló las culturas y civilizaciones que estaban presentes en las

tierras que fueron sometidas, haciéndolas girar sobre los paradigmas de los dominadores,

como ocurrió en México. (Paz, 2005: 73)

En esta misma línea, hablando de las Naciones Unidas, y su supuesta función de apoyar

al desarrollo económico y social de las naciones que se encuentran en condiciones de

desigualdad en relación con los “grandes”, Paz crítica a las grandes potencias por utilizar la

mayoría de sus recursos económicos para lograr sus propósitos, egoístas en la mayoría de

las ocasiones, como aumentar su armamento y fuerzas militares para ganar la guerra o tratar

de llegar a la luna, en vez de bajar la mirada y ver lo que está sucediendo en la tierra, los

pueblos, la gente que está siendo desplazada e ignorada. (Paz, 2005: 77)

Con respecto a esto, Gerardo Ramírez Vidal, refiriéndose a Heródoto, afirma que la

manera de reaccionar del hombre frente a otros ajenos a su comunidad es de desacuerdo o

indiferencia, en el sentido de que no se hace el esfuerzo por tratar de comprender al otro o

reconocerlo. Al contrario, se cae en actitudes que van desde el rechazo a las diversas
expresiones culturales que no sean las propias, hasta la asunción de que la propia cultura

ocupa un lugar preponderante con respecto de las demás manifestaciones culturales,

derivando todo ello en la concepción de sí mismo, la cultura propia, como superior a los

demás que no comparten su cultura. De esta manera, el mundo occidental ha inventado una

palabra para referirse a aquellos que no comparten la cultura “dominante”: el bárbaro.

(Ramírez Vida, 1998: 37)

Una de las ideas principales en el primer capítulo de El laberinto de la soledad,

precisamente por evitar las miradas de rechazo por parte de los “cultos”, el pachuco hace

negación de sus raíces, particularmente sus antecedentes indígenas; trata de emular los

comportamientos de los gringos con la intención de ser incluido en la “verdadera” sociedad,

lo que no es bajo o miserable, aunque también pretende ser un detractor de dicha sociedad

en la que pretende encajar.

Para combatir esta idea errada de considerarse superior o inferior a otras sociedades o

culturas, es necesaria una actitud no de dominio sino apertura al otro, una disposición al

diálogo con la pluralidad. Esta apertura a la pluralidad se basa en la concepción de que una

sociedad que se encierra en la uniformidad está condenada al estancamiento y la muerte del

espíritu, porque la vida como tal es pluralidad; si se pretende homogeneizar al mundo bajo

una sola perspectiva del mundo, el hombre (la humanidad) se mutila a sí mismo, favorece

la muerte propia en lugar de su vida. (Wojcieszak, 2006: 490)

Por ello, es necesario abrirnos al exterior, desenmascararnos, encarar al temor que

tenemos de dejarnos conocer; solo de esta manera se puede afirmar que comenzaremos a

vivir y a pensar de verdad. No hay que engañarnos, habrá un momento de desnudez y

desamparo, que es lo que precisamente el mexicano trata de evitar, pero es precisamente en

esa situación de vulnerabilidad donde alcanzaremos nuestra trascendencia, al descubrir


cómo los otros, que son solitarios al igual que nosotros, nos tienden la mano y nosotros

tendemos la mano a otros, nos hacemos contemporáneos los unos de los otros. (Paz, 2005:

81)

Este llamado a la apertura del mexicano, a tomar una actitud cosmopolita frente al

mundo, debe considerarse no solo como algo en beneficio propio, sino como un primer

paso para poder ayudar a muchos otros pueblos que se encuentran todavía sometidos a estos

ideales homogeneizantes; de ahí la afirmación de Paz: “Hemos olvidado que hay muchos

como nosotros, dispersos y aislado. A los mexicanos nos hace falta una nueva sensibilidad

frente a la América Latina.” (Paz, 2005: 81)

En la medida en que más nos abramos hacia los demás, más podremos encontrarnos a

nosotros mismos como humanidad, pues para conocernos lo más posible necesitamos

vernos desde distintas perspectivas y no limitarnos a un solo espejo, nuestra visión del

mundo, pretendiendo conocernos completamente mirándonos solo por un lado.

“Es importante resaltar, por otro lado, que el afán por conocerse a sí mismo, por ahondar en la esencia
misma de la condición humana y del mundo en derredor −siendo una facultad connatural al ser humano−
(…) Para el autor mexicano −Octavio Paz− la persecución del espacio interior, la equivalente búsqueda de
la sustancia de mi ser, tiene que pasar irremediablemente por el tamiz de la Otredad.” (Wojcieszak, 2006:
486)

Esto implica que, para poder descubrirnos como seres humanos, es necesario recurrir al

otro o lo otro. Esta apretura no implica dejar de ser quienes somos, el temor de muchas

culturas, sino que más nos descubrimos como humanidad en la medida que nos abrimos a la

relación con los otros, pues se nos revelan aspectos que desconocemos por nosotros

mismos. El hombre, en general, es capaz de descubrirse a sí mismo lo más posible en la

medida en que se abre al diálogo con la otredad, y no solo entre los hombres, sino también

con la naturaleza misma.


Así, “Octavio Paz finaliza El laberinto de la soledad con una crítica a la razón moderna.

Indica que esta ha llevado a construir, desde el insomnio racionalista, atroces pesadillas.

Por ello, postula no reducirse en lo racional sino abrirse a otras formas de conocimiento.”

(García Chávarri, 2003: 281) Abrirse al diálogo con otras formas de comunicarse con el

mundo, de relacionarse con él. De esta manera, el cosmopolitismo de Paz no se puede

reducir únicamente a los aspectos económicos, políticos y sociales, como pareciera

limitarse en la última parte del ensayo, sino, también, puede ampliarse a una apertura

cultural y, con ello, abrirse también a las diferentes expresiones literarias y valorarlas y

estudiarlas con el mismo ahínco y rigor con que se estudian las “grandes” literaturas.

Inclusión y aporte de las literaturas indígenas

Una de las principales dificultades que se ve en la actualidad, y no solo en el contexto de

Paz, es que esta imposición de las relaciones entre sujetos, pero principalmente con el

mundo, ha traído un desgaste considerable del mismo, una explotación brutal de los

recursos naturales sin reparar en los daños que ello pueda conllevar en detrimento de la

misma humanidad. “El dominio de las leyes intransigentes del mercado constituye una

amenaza enorme para la convivencia del hombre con la Naturaleza, con el cosmos.”

(Wojcieszak, 2006: 488)

Es precisamente esta actitud de dominio sobre la Naturaleza, derivada del pensamiento

moderno pragmático, lo que impide al hombre un desarrollo que va más allá de lo

tecnológico y científico, que es su propio desarrollo espiritual, por así decirlo, una relación

de intimidad con el mundo que trasciende toda relación utilitarista de este pensamiento

consumista, pasando a ser una relación de correspondencia, el hombre que pertenece a la


naturaleza y que, por consiguiente, si este se quiere y respeta verdaderamente, tiene la

obligación de cuidar de ella, por ser parte de la misma.

Como ya mencioné anteriormente, en México:

“Tanto la Independencia como la Revolución mexicana no presentaron grandes beneficios para los
pueblos indígenas; nunca fueron integrados a la nación, sino que siempre permanecieron al margen, en
una tolerancia que a veces es olvido (…) Estos han sido desplazados desde la Conquista y nunca
reintegrados a la nación mexicana (…) los pueblos nativos no han tenido opción para revalorar su
identidad y reivindicar sus derechos.” (García Chávarri, 2003: 281)

Llegó el momento en que los pueblos originarios hagan escuchar su voz; México, como

depositario de una diversidad cultural vasta, tiene mucho que decir al mundo y a sí mismo.

Por ello, es inconcebible hablar de una identidad cerrada y delimitada, empobreciéndola en

el intento de hacerlo.

Para hacer resonar la voz de los pueblos indígenas, no sin tropiezos y un largo recorrido

en el reconocimiento de la enorme riqueza que la diversidad cultural representa para

México, surge la literatura indígena −que no debe confundirse con la literatura indigenista,

que es aquella que tiene como propósito desvelar las culturas, pero siempre a través de un

mediador, que no pertenece a la cultura de la que habla, como si ellas no pudieran hablar

por sí mismas−. La literatura indígena o de los pueblos originarios es la manifestación de la

misma gente que conforma o pertenece a dichas culturas, sin necesidad de mediadores.

Con la intención de llevar a los diversos espacios sociales como literarios, se crea en

1993 la Asociación Nacional de Escritores en Lenguas Indígenas A.C. (ANELI), la cual

estableció en el Distrito Federal, la actual Ciudad de México, su cede: la Casa del Escritor

Indígena. El 1996 se funda la revista La palabra florida, donde, en palabras del primer

presidente de la Asociación, Natalio Hernández, literato náhuatl, se expresa el deseo de

varios autores de una verdadera inclusión, reconocimiento y respeto de las expresiones


artísticas y literarias de los pueblos originarios, y no solo de ellas, sino de la misma

diversidad lingüística y cultural que ellas representan. (Hernández, 1997: 2) En esta revista,

actualmente bajo el nombre de Nuni, se dio a la tarea de publicar los trabajos de escritores e

intelectuales en lenguas indígenas y en español. Es interesante, porque por medio de la

literatura indígena se abre el paso a una verdadera convivencia entre los pueblos, pues la

convivencia de distintas culturas en una misma publicación es manifestación del respeto a

la diversidad, es cumplir esta apertura al conocimiento de los unos con los otros.

Juan Gregorio Regino sostiene que los pueblos originarios de América han sabido

“evolucionar”, en el sentido de que no se han encerrado en sus propias costumbres,

negando tajantemente lo ajeno. (Regino, 1997: 4) Si, incluso los indígenas han sabido, más

por necesidad, abrirse al diálogo con otras culturas, es preciso que las culturas que se han

impuesto a lo largo de los siglos también se abran a dicho diálogo. La importancia de

escuchar una palabra que no sea la propia es trascendental, sobre todo por lo que esta

palabra tiene para decirnos. El mismo escritor mazateco menciona la importancia de la

palabra, sobre todo por lo que ella revela, y el por qué es preciso hacerla suya y recrearla,

ya que con ello el hombre se pone en comunión con la naturaleza y el universo. Además,

puntualiza que la naturaleza toda siempre está pronunciando una palabra, y hay que

aprender a escucharla. También sostiene que la literatura indígena no es un simple folclor o

una moda; es el diálogo entre identidades, civilizaciones, lenguas. (Regino, 1997: 3) Así

como Juan, hay varios escritores indígenas que han puesto de manifiesto lo que su cultura

tiene para decir al mundo.

Conclusión
El mayor de los problemas hablando de las relaciones entre culturas, e incluso del

hombre con la naturaleza, es tomar una actitud de superioridad respecto del otro, coartando

así la libertad de los diversos pueblos de decir al mundo lo que tienen que decir. Es por ello

que el mexicano se ha configurado como un ser solitario, puesto que se ha visto privado de

sus propias raíces hasta el punto de avergonzarse de ellas y ver los ideales que ofrece el

mundo occidental como el verdadero camino a seguir. De una manera muy coloquial,

podemos decir que preferimos importar nuestro pensamiento y dejamos de consumir el

producto nacional. Los mismos acontecimientos a nivel mundial desvelaron el mal que

hace este pensamiento uniformador, lo que permitió abrirse a una nueva forma de

establecer relaciones. El cosmopolitismo, como país, no es una actitud solamente para

mirar hacia afuera, sino también, y creo que sobre todo, para volver la vista hacia nosotros

mismos, lo que nosotros tenemos como pluralidad cultural, y que ello puede beneficiarnos

no solo en las relaciones interpersonales, sino en la preservación de un mundo que cada vez

más se está agotando, un mundo que si se va, nos vamos con él.

Bibliografía

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20 de mayo de 2020, en Revista de la Universidad de México en: https://go.aws/3d1W0tk

Bonfil Batalla, Guillermo (1999) “Nuestro patrimonio cultural: un laberinto de

significados”, consultado el 20 de mayo de 2020, en Academia.edu en:

https://bit.ly/2Ack4Ld

“Editorial” (1997) en Hernández, Natalio (director): La palabra florida, 2, México, D.F.,

Praxis: 2.
García Chávarri, M. Abraham (2003) “Laberinto y soledad. Los pueblos indígenas desde

la obra de Octavio Paz y el Derecho Internacional de los Derechos Humanos”, consultado

el 20 de mayo de 2020, en Foro Jurídico en: https://bit.ly/2WSj5Jd

Paz, Octavio (2005) El laberinto de la soledad, consultado el 20 de mayo de 2020, en

Centro Universitario de Ciudad Juárez, en: https://bit.ly/2TvDsJW

Regino, Juan Gregorio (1997) “Habla el poeta, la montaña canta…”, en Hernández,

Natalio (director): La palabra florida, 2, México, D.F., Praxis: 3-4.

Ramírez Vidal, Gerardo (1998) Humanismo y cosmopolitismo en Antifonte, consultado

el 20 de mayo de 2020, en Depósito de Investigación de la Universidad de Sevilla, en:

https://bit.ly/2ypf1Xl

Wojcieszak, Janusz (2006) “El cosmopolitismo literario-cultural de Octavio Paz”,

revisado el 20 de mayo de 2020, en Interlitteraria en: https://bit.ly/36rp5M3

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