Explora Libros electrónicos
Categorías
Explora Audiolibros
Categorías
Explora Revistas
Categorías
Explora Documentos
Categorías
EL AUTOR
Como narrador publica dos novelas: Los cuartos oscuros (1976), por la
que obtiene los premios Club de los XII y el Primer Premio Municipal de
Novela en el mismo año y el Primer Premio Nacional de Literatura, en
1980, y Cuerpos presentes (1982).
Personajes
ROSA
NATALIO
CARMELO
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
NATALIO (se toma su tiempo). Más o menos. (Pausa. Se miran.) Quiero decir
que todo el día estuvo nublado.
(Pausa.)
ROSA- Ah. (Pausa. Después de hacer memoria.) ¿Así que estuvo nublado?
(Pausa.)
NATALIO (cansadamente, mirando hacia las paredes, como queriendo ver a través de
ellas).- Ahora es de noche. Ya no se puede ver. (Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
NATALIO (la mira) - Más o menos. ¿No entendés lo que quiere decir más
o menos?
(Pausa.)
NATALIO. Por lo menos yo hoy al sol no lo vi. Así que no debe haber
salido.
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
NATALIO.- Ah.
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
NATALIO (piensa).- Eso cuando uno mira lo que se dice el sol. De frente.
(Señala arriba.)
(Pausa.)
(Pausa.)
(Pausa.)
ROSA - Claro que no. Porque eso no es el sol. (Natalio la mira.) Eso es el
reflejo del sol.
(Pausa.)
(Se oyen golpes que llegan de afuera. Los dos se conmueven. Pausa larga. Ya no
hablarán con pausas entre frase y frase. Ambos se muestran ansiosos pero todavía no
han perdido su actitud anterior. Después de esta última larga pausa.)
ROSA - Sí. (Con cierta emoción.) ¡Y ya deben ser cerca de las diez!
NATALIO - ¿Y qué tiene que ver que sean cerca de las diez? ¿Acaso
esperás a alguien?
ROSA - No. ¿A quién querés que espere? Pero esos golpes así, de
repente, sonaron tan raros...
ROSA - Ah. Eso sí. (Se oyen dos nuevos golpes. Rosa se pone de pie mientras
crece su ansiedad.)
NATALIO (poniéndose también de pie) - Bueno, abramos entonces.
CARMELO - Hola.
ROSA - ¿Carmelo! ¡Así que eras vos! ¡Al fin viniste! Porque sos
Carmelo, ¿no es cierto?
NATALIO (a Rosa). - ¿Viste, Rosa? ¡Yo sabía que uno de estos años
Carmelito iba a volver! ¡Uno no se puede ir así nomás de... de la vida!
Uno siempre vuelve. De un modo o de otro, por aquí o por allá, pero
uno siempre vuelve. ¿No es cierto, Carmelito?
ROSA.- Sí, sentate. (Natalio lo obliga a sentarse a la mesa, de frente. Rosa pone las
flores en el florero mientras Natalio mete la botella dentro del mueble y saca otra botella
parecida ya empezada y tres copitas).
CARMELO (entretanto, algo extrañado, desde la mesa).- Mirá lo que son las
cosas. ¿Y cuándo fue que se acordaron de mí?
NATALIO (mientras trae todo a la mesa).- Ah. Qué sé yo. Fue uno de estos
inviernos. No sé cuándo. Pero invierno seguro que era. Porque me
acuerdo que hacía frío. Fue en un invierno, ¿no, Rosa?
NATALIO - ¿Cómo?
NATALIO.- ¡Ah, sí, claro que se puede saber! ¡Pero no vamos a perder
tiempo hablando de eso ahora! Ahora hablemos de esta casualidad.
¡Porque mirá que es casualidad, eh! ¡Uno habla de vos, y... ¡zas!... de
repente aparecés! Es de no creer, ¿no te parece?
NATALIO (quiere oír otra cosa). - Y bueno, la vida es así, qué le vamos a
hacer: está llena de estos misterios que uno no puede entender. Pero
no nos compliquemos ahora, y brindemos. (Ya está en un costado de la mesa y
muestra la botella.) Tomemos de ésta, que está empezada. A la otra mejor
la guardo sin abrir, de recuerdo. Porque no sé cuándo vas a aparecer
otra vez. De eso vamos a tener que hablar. Tenemos toda la noche por
delante. Y una cosa: vamos a ver si cambiaste. Es un test. (Muestra otra
vez la botella, que está a medio llenar.) Qué ves. ¿Una botella medio llena... o
una botella medio vacía?
ROSA (de repente, impidiendo que Carmelo continúe, levantando su copa) - ¡Por
Carmelo! ¡Brindemos por Carmelo!
ROSA - Vos sos el dueño de casa, Natalio. Cómo vamos a brindar por
vos.
CARMELO - Sí, por qué no. Por Natalio también, aunque sea el dueño
de casa. No vaya a ser que por culpa nuestra lo pise un tren. (Ríe cordial.)
NATALIO (a Rosa) - ¡Ahí está! ¿No te dije? ¡No cambió nada! ¡El mismo
chistoso de siempre también! "¡Qué por culpa nuestra lo pise un tren!"
Ja. ¡Un romántico realista... y además chistoso! (A Carmelo, serio.) Porque
vos me entendiste, lo que yo dije fue... cómo puedo explicar... un modo
de decir. Eso. Una frase hecha. No es para tomarla al pie de la letra.
CARMELO - Lo mío también fue una frase hecha. La hice yo. (Ríe otra
vez.)
NATALIO (serio. Le cuesta).- Sí, pero sobre la base de una frase hecha que
dije yo.
CARMELO - Eso sí.
ROSA Y CARMELO - Por los tres. (Beben. Natalio golpea el vaso vacío al
dejarlo sobre la mesa y exclama satisfecho.)
NATALIO - ¡Ya está! (Los tres están alrededor de la mesa. Carmelo sentado de
frente y Rosa y Natalio de pie en ambos costados. Se produce un silencio. Se miran sin
saber qué hacer. Al fin.)
NATALIO - ¿Cómo?
ROSA (rápido). - No, por favor. Claro que vos no sos ninguna visita. No
fuiste, no sos ni serás nunca una visita en esta casa. Por lo menos
mientras yo viva. Y vos, Natalio, decile también que para vos no es
ninguna visita.
ROSA - Claro que sí. Porque aquí somos todos amigos. Además, vos,
Carmi, cómo te vas a ir ahora, si recién acabás de llegar.
ROSA (a Natalio). - Bueno: entonces los tres estamos así que ahora
podemos esperar tranquilos.
ROSA - Sí: esperemos. (Pausa. Los tres quedan un instante quietos en silencio,
"esperando".)
ROSA - ¿Cómo?
CARMELO - Bastante.
ROSA - Veintinueve.
NATALIO - ¿Cómo?
CARMELO - No, yo no. Yo habría jurado que hacía más de veinte años
que... Pero como yo con el tiempo no me llevo bien... Y a propósito del
tiempo... (Mira y señala el antiguo reloj que está sobre el mueble.)
CARMELO - Y eso qué tiene que ver. Ya te digo que habría jurado que
pasaron mucho más de veinte años desde...
NATALIO (interrumpe otra vez). - Cómo "qué tiene que ver". Siempre es
el que se va el que se la pasa contando el tiempo... los días que
pasan... En fin, esas cosas. Como los presos.
NATALIO (a Carmelo) - Pero vos cierta cara de preso tenés, eh. Y ahora
vas a contarnos qué hiciste todo este tiempo. Porque tu palidez... todo
eso: no te ofendas, pero estás bastante cambiado de lo que eras antes
a lo que sos ahora... Uf... Hay una diferencia bárbara. Seguro que no la
pasaste nada bien. Yo te reconocí enseguida, no lo voy a negar; apenas
te vi parado ahí en la puerta, me dije: éste es Carmelito. Pero que estás
cambiado... estás cambiado, hermano, Todo. No solo la cara. El
cuerpo... todo. Estás más avejentado, más... No te enojes, pero entre
amigos tenemos que decirnos la verdad. Seguramente yo también
estoy más viejo. Y Rosa también. Lo que pasa es que como uno se
mira todos los días en el espejo, no se da cuenta de todo lo que va
cambiando. Pero vos pensarás lo mismo de nosotros. Decime la
verdad: si vos me hubieras visto, no en el espejo sino por ahí, lejos de
esta casa... ¿Me habrías reconocido? ¿Y a Rosa? ¿La habrías
reconocido a Rosa? ¿Eh? (Se queda mirándolo, con intención, esperando la
respuesta.)
CARMELO - De veras.
CARMELO (se señala con precisión) - Sí, pero ésta, ésta, la más grande.
NATALIO - Perfectamente.
NATALIO - Ella es mujer. Y con palabras muy finas le dijiste que estaba
hecha una vieja de mierda.
NATALIO - Claro. ¿En qué país estuviste metido todo este tiempo?
NATALIO (tiempo. Lo mira fijamente) - ¿Qué querés decir? ¿Que ella "antes"
tuvo que ser muy comprensiva para poder casarse conmigo?
CARMELO - Yo dije lo que dijeron mis palabras, nada más. No
empecemos como antes, haciendo interpretaciones interesadas de lo
que uno...
NATALIO - ¿Cómo?
CARMELO - Que no discuto más. Con vos nunca se pudo discutir y veo
que ahora tampoco. Vos sí que no cambiaste nada.
CARMELO (no aguanta más. Fuerte) - ¡Me volví lacónico un carajo! ¡Voy a
hablar cuando estemos los tres! ¡Porque éste es un asunto que nos
interesa a los tres!
NATALIO (también fuerte) - ¡Está bien! ¡Pero... eso no quiere decir que no
podamos conversar! ¡Conversar sin discutir! ¿O vos no podés conversar
sin discutir?
NATALIO (sigue gritando) - ¡Yo no estoy discutiendo nada! ¡Lo único que
yo quiero saber es con qué idea viniste! ¡Por qué tuviste que aparecer
después de tanto tiempo, después de...
(Aparece Rosa y su aparición hace callar a los dos hombres, quienes la miran inmóviles,
sorprendidos. Rosa viene cambiada. Se puso una llamativa peluca rubia, se pintó
exageradamente, se puso unos zapatos llamativos de taco muy alto y se colocó sobre el
vestido viejo un sacón también llamativo. Habla detenida en la puerta, como
exhibiéndose.)
ROSA (con una sonrisa. Hasta habla distinto) - Después de diecinueve años,
once meses y veintinueve días. Y todavía siguen peleándose, como si
el tiempo no hubiera pasado.
CARMELO - Bárbaro.
ROSA (descolocada) - Con eso querés decir que está bien. ¿No?
ROSA - Ah.
ROSA - ¡Pero Natalio! ¿Qué querés decir? ¿Qué por veinte años
miserables que Carmi estuvo lejos... ya no es más de confianza?
NATALIO - Veinte años, doscientos años, un año... No importa cuántos
años fueron, sino cómo fueron esos años. Y vos recién acabás de decir
que fueron veinte años miserables. Miserables. Vos lo dijiste.
ROSA - Quise decir que eran unos pocos, pobrecitos, miserables años.
Sería distinto si hubieran sido cincuenta, sesenta... ¡setental Entonces
habrían sido... no sé, importantes, pero no miserables.
NATALIO - ¡No! ¡Ahora no! ¡No vas a empezar a hablar cuando a vos
se te antoje! ¡Ahora soy yo quien tiene que ir al baño! (A Rosa.) Yo comí
lo mismo que vos. No sé qué habrá sido lo que nos hizo mal, pero...
Después vuelvo. (Se va rápido. Tiempo. Quedan Rosa y Carmelo mirándose.)
CARMELO - ¿Ah, sí? ¿Y por qué iba a tener miedo de lo que yo iba a
decir?
ROSA (interrumpe, cada vez más teatral) - Vamos, Carmi, por favor. Vos y yo
sabemos por qué viniste. No sé si Natalio lo sabe, pobre. Aunque algo
debe intuir. Pero vos y yo sí lo sabemos. Y en cuanto a él... qué querés
que te diga: es mejor que no esté aquí ahora. Porque yo te quería pedir,
Carmi, por favor, y no lo tomes a mal, yo sé que para vos puede ser un
golpe fuerte... pero por favor te pido que olvides todo lo que pasó entre
nosotros. Transcurrió mucho tiempo desde el día que te fuiste y las
cosas ahora son distintas, y...
ROSA - ¡Porque no puede ser! ¡No puede ser, Carmi, no puede ser! ¡Yo
no puedo dejar ahora a Natalio solo en la vida! ¡Él no tiene quien vele
por él!
CARMELO - Pero escuchame, Rosita. ¿Qué fue "lo que pasó entre
nosotros" antes de que yo me fuera para que ahora me digas todo eso?
¿Por qué tenés que dejarlo a Natalio solo en la vida? Explicame un
poco porque ya...
ROSA (continuando, sin oír a Carmelo).- ¡Yo aquella noche fui fiel conmigo
misma porque elegí lo que creía que me ordenaba mi amor, porque
seguí los dictados de mi corazón! Pero después la vida continuó con su
rutina, imperturbable, con sus verdades cotidianas, crueles... y yo
empecé a compararlos. A él y a vos, Carmi. Claro, él estaba junto a mí
en todo momento y vos no estabas aquí, estabas lejos, quizá viviendo
como un potentado, o como un sultán, llevando una vida plena de
aventuras. Y yo sin saber a qué lugar remoto de la tierra te habían
encaminado tus pasos.
ROSA (estalla en llanto) - ¡No hables de mí, por favor! ¡Si no pensaste en
mí durante todos estos años... ya es tarde para arrepentirte! ¡Ya te dije
que ahora jamás yo podría abandonar a Natalio! ¡Jamás! (Llora
desconsoladamente, más teatral que nunca.) ¡Jamás!
ROSA - ¡No me hables de Natalio, por favor! ¡Ya te dije que nunca
podría separarme de él!
ROSA - ¡Te digo que nunca podría separarme de Natalio, por favor, no
insistas, Carmelo!
ROSA (interponiéndose entre los dos). - ¡Qué te pasa, Natalio! ¡Pará un poco,
querés! ¿Se puede saber qué fue lo que interpretaste?
ROSA - ¡Vos fuiste quien no paró nunca de hablarme de él! Y para que
sepas... cuando él se fue, todo lo que yo hice fue respirar. Porque ya el
aire era irrespirable en medio de ustedes dos, siempre peleándose por
cualquier cosa.
NATALIO - ¡Claro! ¡Y fue por esa razón que después de veinte años la
viniste a buscar!
CARMELO - Dije que menos mal. Porque lo más triste que le puede
pasar a un ser humano es ser testigo de la separación de una pareja. Y
peor ser causante de esa separación. Y más si ellos dos son amigos.
Eso sería lo último que le puede pasar a uno en la vida. ¡Si, señor! ¡Lo
último!
NATALIO - ¿Ah, no? (A Rosa, otra vez desesperado.) ¿Viste que dice que no?
¡Es un cínico!
NATALIO - ¿Cómo?
ROSA (furibunda) - ¡Pero Carmi! ¿Cómo podés decir eso ahora, cuando
en aquel momento, me acuerdo muy bien junto a ese reloj, aseguraste
que un día...
ROSA - Dejalo, Natalio, dejalo. Dejá que se lleve ese reloj. Si lo único
que él quería era ese reloj...
NATALIO (fuerte). - ¡No, señora! ¡No se va a llevar ese reloj ni nada que
se le parezca!
CARMELO (aprieta el reloj entre sus brazos, defendiéndolo de Natalio). ¡Claro que
me lo llevo! ¿Qué te pensás? ¡Ya sabía yo que iba a pasar esto cuando
llegara el momento de llevármelo!
NATALIO (lo persigue por todo el ámbito) - ¡No! ¡No te vas a llevar nada de
esta casa! ¡Nada! ¡Porque no hay nada tuyo en esta casa! ¡No hay
ningún documento que diga que ese reloj es tuyo! ¡Yo tengo un
documento que dice que Rosa es mía! ¡Pero vos no tenés ningún
documento que diga que ese reloj es tuyo!
NATALIO - ¡Treinta y siete años! ¡Con razón estás tan cambiado! ¡Por
eso cuando llegaste casi no te reconocí!
ROSA - Pero yo.. yo no sé cómo pude engañarme con eso de los veinte
años... Ese Gardel tiene la culpa. Porque eso fue lo que me dijiste
aquella vez, Carmi: "A lo mejor pasan veinte años antes de venir a
buscarlo. Total, veinte años no es nada." Eso fue lo que me quedó. Y
además después agregaste eso de febril la mirada y qué sé yo cuántas
cosas más.
CARMELO - Está bien; yo pude haber dicho todo eso. Pero que quede
claro: yo no te iba a venir a buscar a vos. Yo iba a venir a buscar el
reloj.
CARMELO - Sí, eso pasa, sí. (Quedan pensativos unos segundos pero enseguida
reacciona.) Por eso conviene aclarar las cosas. Yo vine a buscar el reloj.
ROSA (quien desde su última intervención estaba abstraída en sus pensamientos, casi
para sí) - Cómo es el tiempo, ¿no? Pasa y...y todo parece lo mismo:
uno... veinte... treinta y siete...
NATALIO (quiere volver a ser el mismo) - ¡Sí, pero por lo menos nosotros
podemos contarla! ¿No, Carmelito? En cambio el Colorado... ¿Eh?
NATALIO (señala el reloj que Carmelo tiene en sus brazos). - ¿No querés que te
lo envuelva?
ROSA - Sí, claro que sí. (Se abraza también a sí misma.) Adiós, Carmi.
ROSA - Se fue.
(Empiezan a moverse lentamente. Rosa queda frente al lugar donde estuvo el reloj. Lo
mira.)
(Los dos están quietos y lejos uno del otro. Rosa se quita la peluca que aprieta contra su
pecho. Al fin.)