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Sin duda, una afirmación que hay que matizar, pues es verdad que la sociedad medieval era
predominantemente masculina y que la mujer estaba sometida a la autoridad del hombre.
En lo que se refiere a la concepción de la mujer en la Edad Media, hay que diferenciar entre
la imagen dada por el ámbito eclesiástico y el ámbito popular/literario.
Ámbito eclesiástico
Se trata de una visión que obedece a los criterios de la cultura monástica, por tanto de una
minoría que veía a la mujer de una forma negativa, en parte porque estaban sometidos al
celibato. Por ello, dentro de esta visión, negativa, destacaron autores como:
San Agustín: defendía la idea de que la mujer debía ser un individuo subordinado,
quedando reducida a tres papeles: el de tentadora como instrumento del diablo, el de esposa
como instrumento del marido y el de madre como instrumento de Dios.
Santo Tomás de Aquino: se apoyó en la idea que difundió Aristóteles en De
Generatione Animalium (De la generación de los animales), en la que afirmaba lo
siguiente: “La mujer es como un varón impotente”.
Igualmente, en este ámbito la imagen de la mujer se dividía en virtudes y vicios, aspectos que
quedan reflejados en dos personajes de la Biblia.
Así, desde esta concepción eclesiástica, la mayoría de las mujeres serían Eva y no María,
entre otras cosas porque la perfección no existe y la Virgen encarna esa perfección que solo
estaría en un tipo de mujer, las monjas. “…Es imposible que un estudioso hable bien de las
mujeres, excepto cuando se trate de santas del santoral; no hay ciertamente otra clase de
mujeres…” G.Chaucer, Cuentos de Canterbury
Por otro lado, dentro de este ámbito, existían mujeres satanizadas, como Eva (antes citada)
y Lilith mujeres que simbolizan la tentación, seducción y el engaño hacia el hombre (también
relacionadas con la serpiente). Estas, durante la Edad Media estarían representadas en las
brujas y retratadas en algunos de los libros escritos por los inquisidores, como el Malleus
Malleficarum de E.Kramer y J. Sprenger “… Si pisáis la cola de una serpiente, no sería tan
cruel ni la mitad de insensato que hacerlo con una mujer encolerizada de venganza…”
Ámbito Popular/Literario
Esta concepción, parecida a la anterior, obedecía más a la realidad. Una realidad, que nos
presenta a una mujer que rara vez llegaba virgen al matrimonio ó que era fiel…Así lo
muestran obras como: Decamerón ó Los cuentos de Canterbury. “…Yo no tengo vecina que
intacta haya ido a sus bodas; aún de las que ya casaron yo sé bien cuántos y cuales engaños
hacen a sus maridos; y este simple me quiere mostrar como son los hombres, como si yo
fuese nacida ayer…” G. Boccaccio, Decamerón
Por otro lado, dentro de la literatura medieval también hay que hacer alusión a cierta
concepción negativa de la mujer. Plasmada, en algunos personajes femeninos muy famosos,
como:
Igualmente, Morgana también es la creadora del “Valle de los falsos amantes”, un enclave
mágico en el que todo caballero que penetra es encantado y atrapado de por vida. Dentro de
este, los hombres son hechizados, sometidos a los deseos mujeres y castigados por sus
infidelidades.
Cuando hablamos de la mujer, debemos insertarla dentro de la sociedad feudal. La cual, se
caracterizaba por ser un sistema social muy rígido, marcado por el nacimiento y que
establecía la clase social a la que se pertenecía. Así, en lo que respecta a la mujer, tenemos
distintos tipos, dependiendo la clase a la que perteneciese:
La prostituta
Pero, a pesar de ello, según J.Rossiaud, durante del S.XV “…la prostitución en el sureste de
Francia tiene la función social de conservar el orden y la paz social, canalizando las
agresiones sexua-les y protegiendo de esta manera el matrimonio…”. De ahí, que ésta
estuviera institucionalizada y que, en cierta forma, fuera aceptada por la sociedad porque
era una forma de proteger el matrimonio y evitar agresiones a damas jóvenes.
Por lo general, las mujeres que acababan ejerciendo la prostitución eran viudas pobres con
hijos o mujeres violadas que habían sido repudiadas por su propia familia. Y todas ella podían
ofrecer servicios en burdeles, tabernas, baños públicos o en la calle.
La mujer campesina/ urbana
Debía de organizar la casa (en todos los sentidos: cocina, limpieza…) y estar al cuidado de
los hijos. Además de trabajar en el campo o en la ciudad, contribuyendo a la economía
familiar.
Eran muy pocas las que trabajaban fuera del ámbito familiar, de forma independiente. No
obstante, hay constancia de que en Córdoba las mujeres podían aprender un oficio artesano,
de que en Sevilla existían telares dirigidos por mujeres o que en ciudades como Cuenca/
Palencia no se prohibía a la mujer la práctica de algún oficio.
La monja
Este tipo de mujer dejaba toda su vida para dedicársela enteramente a Dios. Aunque no
todas ingresaban en un monasterio con este fin, sino movidas por otros objetivos: tener una
mayor libertad (escapar de un matrimonio pactado…), encontrar un techo y comida, obtener
el perdón por pecados cometidos o por ser viudas (este caso muy dado entre nobles y
reinas).
Motivaciones aparte, lo que sí sabemos es que estamos ante un grupo de mujeres muy
valorado, diverso y culto. Pues, sabían leer, escribir y varios idiomas (latín, griego…).
La noble
Este grupo estaba formado princesas reales casadas con nobles, condesas, duquesas y
marquesas. Por tanto, un tipo de mujer que por la clase social a la que pertenecía podía
llegar alcanzar mayores reconocimientos.
Entre sus tareas cabe destacaban: Organización y control al servicio que trabaja en el hogar,
cuidado y educación de los hijos, estar pendiente de la economía de la familia en ausencia
del marido, que generalmente estaba en la guerra…
Todas estas funciones se multiplicaban cuando la mujer se quedaba viuda, pues era cuando
asumía el control de todo: las posesiones, contabilidad, empleados… Una situación que se
reafirmaba cuando había de por medio un heredero menor, pues esto provocaba que estas
llegaran a adquirir un gran poder social.
En definitiva, que el día a día de una mujer noble podía llegar a ser muy activo, pero no hay
que olvidar que su principal función era dar hijos y que su matrimonio obedecía a cuestiones
políticas para sellar pactos entre familias poderosas. Algo que socialmente podía llegar a
beneficiar en muchas ocasiones a esta mujer porque podía adquirir mayor poder
(posesiones) y mejorar su rango social.
Igualmente, la posición social marcaba la educación [2] que recibían las mujeres. Así la mujer
perteneciente a las clases más bajas aprendía a las labores de la casa, el negocio familiar o
las labores agrícolas/ganaderas y en lo que se refiere a la cultura eran en su mayoría
analfabetas. Al igual que los hombres.
Por el contrario, la mujer noble además de aprender a hilar, buenos modales y a saber llevar
un hogar. Se la educaba en otros aspectos y aprendía a: leer, escribir, el salterio, gramática,
Sagradas Escrituras, tocar diferentes instrumentos musicales, cantar, idiomas…
La reina
Eran las mujeres que se encontraban en lo más alto de la escala social, una posición que, por
un lado les daba privilegios y que por otro, provocaba que fueran centro de todas las miradas.
Motivo por el cual se las instaba a ser perfectas.
Esta idea se recogía en obras como la del franciscano Durand de Champagne, Specculum
Dominarum (Espejo de las mujeres) que dedicó a la reina Juana “La Loca”. En sus páginas el
monje le recordaba que una reina siempre debía ser un ejemplo a seguir: “…La reina no es
solo una mujer, sino también ejemplo de santidad…espejo d honestidad…”.
Pero, ¿Cuáles eran las mujeres que tenían como referencia para llegar a ser ese modelo de
perfección que se les exigía? La respuesta a esta cuestión es muy sencilla, se fijaron en
modelos ya construidos que aparecían en la Biblia, ese modelo de mujer establecido para la
reina, determinaba cual debía ser el lugar, el papel, los deberes a desempeñar y las
cualidades que tenía que reunir. Todo ello se recoge en el tratado escrito en 1325 por el
dominico Jacobo de Cessolis “El solaz de juego de ajedrez”, en este el monje nos explica
cómo debe ser la reina, como debe de actuar, cuáles son sus deberes… A través de los
movimientos de las fichas que componen el ajedrez.
Por tanto, de acuerdo con las normas de este juego la reina o lo que es lo mismo la dama,
una de las piezas más importantes tenía derecho a pasar por delante de los alfiles (jueces),
de las torres (caballeros y funcionarios) y de los peones (los trabajadores).Igualmente, se
establecía que no debía participar en las batallas ni usurpar el lugar de los caballos y que
debía permanecer dentro de las fortalezas.
Por otro lado, Jacobo de Cessolis exponía cuales debían ser las características que debía
reunir la reina. Así, convenía que la reina fuera prudente, discreta, honesta, capaz de guardar
secretos sobre asuntos de la corte, ocuparse de la educación de sus hijos y pertenecer a la
realeza para transmitir la sangre real a su heredero, sumar posesiones territoriales y
seguidores.
En definitiva, esta obra gozó de gran importancia en su época pero hay que tener presente
que nos transmite un ideal de reina, pues en realidad existieron reinas que gozaban un gran
poder y una fuerte personalidad que marcaron su tiempo. Como por ejemplo:
Durante toda su vida se caracterizó por ser una mujer de fuerte, que dirigió su propia vida y
que intervino en los asuntos políticos y culturales de su época: gobernó personalmente el
Ducado de Aquitania, tramitó la nulidad de su primer matrimonio alegando consanguinidad,
luchó por los intereses de sus hijos (apoyó la rebelión que llevaron contra su padre Enrique II
y se encargó de asegurarles el trono), tramitó el matrimonio de una de sus nietas castellanas
(Blanca de Castilla), fue una gran defensora y propulsora de la cultura a través del
mecenazgo…
Bueno Domínguez, Mª.L., Miradas Medievales. Más allá del hombre y de la mujer, ed. Dilex, Madrid, 2006
Fuente, Mª.J., Reinas medievales en los reinos hispánicos, Las esfera de los libros, Madrid, 2003.
[1] Según la tradición hebrea Lilith fue la primera mujer de Adán (anterior a Eva) que se
reveló y abandonó el Edén, para instalarse en el Mar Rojo. En dónde se unió a varios
demonios, como Samael.
[2] Cuando nos referimos a la educación debemos referirnos al primer tratado pedagógico
medieval: “Manual para mi hijo” escrito por la noble francesa Dhuoda (mediados del S.IX
d.C.).
[3] Su título exacto era: Libro de las costumbres humanas y de los oficios nobles, a la
manera del juego del ajedrez.
[4] Hay que tener en cuenta que para ganar la partida de ajedrez la dama es imprescindible,
ya que gana quien toma la reina.