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La primera cuestión que surge aquí, y que corresponde a una de las grandes
premisas de la fenomenología, es que tenemos que ir a “las cosas mismas”. Es
decir, en el caso anteriormente mencionado, no tendría sentido centrarnos en un
comentario póstumo sobre la vida de Michel Foucault, no tendría sentido volver
sobre su vida misma, el contexto político en el que creció, etc., etc., etc., para
anular el valor de su obra literaria. Esto, en tanto que para hallar la objetividad del
objeto debemos centrarnos en el objeto en sí.
Ahora bien, normalmente, cuando nos acercamos a una obra, sea del tipo que
sea, como ejercicio pedagógico, tratamos de contextualizar a esa obra para hallar
mayor riqueza conceptual e incluso emocional. Por ejemplo, cuando nos
acercamos a un film, como El niño de la Pijama de Rayas, tratamos de indagar
sobre la situación socio-política en la que se desarrollan los hechos, buscar el
nombre del autor y mirar en que época vivía, las corrientes ideológicas a su
alrededor, sus estudios, etc., etc., etc., todo con la finalidad de sacar mayor
provecho de esa obra. No obstante, y aunque parece un ejercicio digno, desde el
estudio fenomenológico esta separación (autor-obra) es imperativa realizarla para
poder apreciar al fenómeno como fenómeno en sí.