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Bice Mortara Garavelli . Gok? . ot, CORP. tel Cento ‘i ae BIBLIOT=C* Manual de retorica SEGUNDA EDICION | | | | | | CATEDRA | - IRYFICA Y ESTUDIOS LITERARIOS |! hon Tilo original dela obra: Manuate dt retorica yando Preliminares Han pasado ya treinta afios desde la publicacién del Traié de Panwnentation de Peselman y Olbrechts-Tyteca, obra decisiva para el renacimiento de la retética. Sobre esta antigua disciplina recayee | ron sueesivas condenas capitales durante los siglos xix y 3x (aun: {que las sentencias nunca liegaron a ejecutarse verdaderamente). Se deseaba atacar la parte nociva de las doctrinas y de las pricticas re- {6ricas, la preceptiva desprovista de razones aparentes, la repeticion acritica de esquemas y modelos vulgarizados y vulgares, a vaciedad DREN. aes ficatoria, en una preceptiva pedante y pervertida, superada por el * pied ain atuténtico ejrcicio de hablar y de escribir, en un alarde de porsposi- Ingres en Grae Varna dad huera en las plazas, en los enibunales, en las sedes del poder po- Potigase “#1 Monialic” pares 48 1 Mon Iitico, en las iglesias. Retirca como declamacién, frialdad, excesos ostentacién y engatio, degeneracion del estilo. Extrafio destino el de las palabras: mientras que etl (tout court, sin caliicativos) tiene una carga positiva (tener estilo” significa po- seer una elegancia particular, tal vez innaia, dé comportamiento), retirica y sus derwvados (‘perderse ea retéricas’, un discurso ret6ri- co’, ‘expresarse retSricatnente’) manifiestan, de ordinasio, juicios negativos. De este modo, ilustres figuras como la hipérbole o el én- fasis se usan tinicamente, sin ulterior calificacién, para designar sus peores caracteristicas, sus usos mis degradados: la desmesure y Ia hhinchazon El primer diccionario que recoge el empleo consolidado de nuestro término en su peor sentido es el Tomrnaseo-Bellini, de Ia segunda mitad del siglo xix. Manzoni, que pertenecia a la mejor tea- dicién, habia asimiado “retorica’ y ‘arte (técnica, actificio y orna~ mento) de la expresion’ —ocasién, como cualquier otra actividad, de excelencia o de torpeza— cuando escribia @ propésito del «des- colorido y raysdon manuserito sobre el que finge fundar sa novela Lat Nevte: een todos los pasajes que requieren, si, un poco de ret6ri- a, pero una retérica disczeta,refinada, de buen gusto, el buen hom- bre (el supuesto antor del siglo xvi nunca deja de emplear la suya del procmion’ En la lines de las condenas romanticas, se llog6 a hablar de la antigua ciencia del discurso —conjunto de poética y oratoris, co- leccidn de doctrinas y preceptos— sélo para demunciar su degene- sacién y sus abusos: retiaca se convittié en sin6nimo de mala refirica, la eepidemia del siglo». Pero la crisis de la disciplina, como han de- mostrado saficientemente los investigadores que han recorrido su historia, tenia origenes mas antiguos: en Ia escisidn, en Ie época del Renacimiento, de la teoria y técnica de la argumentacién, por una parte, y de la normativa del estilo, de los ‘ornamentos’ del discurso, porotra. Y en la contraposicién entre ciencia y bumanae ltterae, nla disociacin de las ‘dos culturas’. Hay que llegar hasta Leopardi, aunque la suya es una posicién aislada, para ois afirmar la Wecesidad de una convivencia del intelecto (pensamiento racional, ciencia) y Ja imaginaci6n, en Ie que la retérica, como teoria literatia, desem- pefa un papel fundamentador. El racionalismo dieciochesco y, mas recientemente, la moderna filosotia de la ciencia excluyen la retori- a, porque las ‘verdades’ de la razén y la evidencia de las demostra~ ciones cientificas no necesitan de las técnieas de persuasién. La in- © * Tend de M+ Nieves Matin, Lar Nevin Madd, Cited, pigs 69-70 8 tolerancia de la literatura hacia a retérica coincide en la misma re- probacidn, aunque difiere en los motivos, ya fuera porque se refu- giase en el mito de la espontaneidad, porque se liberase destructiva- mente de la “esclavitud de las palabras hermosas’ o porque alentase la pretensién, tipica de los distintos naturalismos y realismos, de re- producir ‘fielmente’ Ia realidad fisica y psiquica. En Italia, el ealdo de caltivo propicio pata el crecimiento del sentido peyorativo de retiricay sus afines se encontraba precisamen- te dentto de la tradicién lingtistico-literaria: en la wexcesiva preo- cupacién pot la formar que Ascoli, el fundador de la dialectologia italiana, denunciaba (en 1873) conio uno de los obstéculos para la difusion ce una lengua y civilizacion waitarias. Asi, podia conceder 4 Manzoni cl alto ménito de haber logeado «eon la potencia infinita ddc una mano que parece no tener nervios, extirpar de las letras ita- lianas [..]¢l antiquisimo cancer de la retdrican, Cuando se dlice «retéricay, se habla de dos cosas mutuamente dependientes pero muy distintas. La una ¢s la prictica y la técnica ‘communicativa, y también el modo en que nos expresamos (persuasi- vo, apropiado, elegante, adornado...: y, al degenerar, falso, redun- dante, huero, pomposo etc.): como acabamos de ver, de ello hablan, con distiato tono ¢ intencién, Manzoni y Ascoli. La otra cosa que recibe el nombre de ret6rica es una disciplina, y, por tanto, un con junto articulado de doctrinas: es Ia cieacia del discarso (lugar de tcorias filos6ficas), el conjunto de las reglas que describen su (buen) fancionamiento. Los rétores, desde la Antigtiedad hasta el siglo xax, y atin despué, han organizado la disciplina como una precepi= ia: la preceptiva del ehablar bien», esto es, de la elocuencia; la ‘dcompata, como veremos, la gramitica o conjunto de normas pars shablar correctamentes. Retiree, pues, quiere decir epricticas y «teorian elocucacia y sis- temas de normas que han de respetarse para set ‘elocuentes’ y que son objeto de estudio sistemético. A la primera nocidn se reficre cl escultor Fausto Melotti cuando escribe: {La reiroe, que se recanoce de inmediato en ls obra iteracasy mus cas escits para el gran public, se mans en lacs plies en Ie pereaa de fos nomen, en la faa trompeteria dela aguas] La reabrca, en el fondo, es oxeataion. Y nose signe de ello que una "mujer hesmnoxa que se presenta con osentacin sa tens ella Pere ioeg> no le sieve als Vis embadacradas Esto vapor le notlcoe Nita las aolescenes esrbiea. Esto va por Ia trompeteria (Cine, 58) Y de la segunda habla Baudelaire: Jest évident que les shétoriques et les prosodic ne sot pas des ran nica invenées abitariement, ais une collection de segie clamées par organisation méme deere piel. Er naa les prosodic lex Thtorigues ont cmpéche Poriginalite de se produte ditioctement Leconte, tavoe qu'elle on aidéPetonon de original scat intent plas va. (Selon de 1859, 1083) Ambas (el ejercicio y Ia teorfa) pueden entenderse conjunta- mente, con un uso ambivalente del término. Melotti, de nuevo: Exist también una cetdrca fin: vive del complacencia poe bs pala- has aan 9 dichas (Lines, 28) Dos sentidas, pues, y un abanico de acepciones ¥ de juicios dife- renies para una sola palabra. Ea un momento de su historia, desig 1nd el ecincer, es deeir, el mal por excelencia de todas las literatu- 1as, de todos los modos de hablar que se reducen a una eéscara hue- ca y se consagran a la insignificancia. Es verdad que este mal tiene muy poco en comiin —sélo el nombre— con el antiguo arte del discurso persuasivo. O, en otros trminos, con lo que todos tene- mos que haces a veces: «indagar en una tesis y sostenerla, acusar y defendernos». Si esto se hace con un método preciso es porque nos servims de I efacultad de descubrir en eadn argumento lo que ede persuadity, de fa retériea, precisamente, tal y como fue defi- Mids por Artotles, ‘AristSicles, al que Perelman se xemite, habia centeado en el an- divorig Tas teenicas de la persuasia, La relacién con los otros imn- plica conocimiento; el encontrar el modo mas adecuado para ha- cerse entender implica participacién, la adecacién del discurso su detnatasio (tema que Perelman ba indagado incansablement) requuiere simpatia humana, capacidad de adoptar el punto de vista cidad de callar. En la moderna eivilizacién de la palabra escrita y pronunciada y de los mensajes icénicos a los que el discurso propor-

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