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Asignatura

Constitución Política

Artículo de opinión

Colombia: un ordenamiento territorial disperso y temeroso de la autonomía

territorial.

Presenta

Andrea Romero Bonilla

Docente

Carlos Andrey Galindo Lozano

Ibagué- Colombia 16 de julio del 2018


Colombia: un ordenamiento territorial disperso y temeroso de la autonomía
territorial.
Introducción

Colombia tiene un ordenamiento territorial regido por la Constitución de 1991


bajo la figura de un Estado Unitario, descentralizado, regional y autonómico.
Dicho ordenamiento del territorio se hace para hacer más viable, más
gobernable y más cercano al ciudadano, el accionar del Estado y del Gobierno
Nacional.
De tiempo atrás y por los efectos de la violencia y el régimen político del llamado
Frente Nacional, pacto que se firmó entre los partidos Liberal y Conservador para paliar
y poner fin a la violencia partidista que se desato en forma generalizada con la muerte
y asesinato del líder popular Jorge Eliecer Gaitán, situación que venía agravándose por
la disputa entre rojos y azules desde principios del siglo xx en especial frenando las
reformas radicales que proponían ciertos sectores políticos sobre la propiedad de la
tierra y los derechos civiles como el aborto, el divorcio y matrimonio civil, reducción del
papel de la iglesia en la injerencia que esta tenía en la conducción del Estado.
Este régimen impuesto no por la voluntad del electorado sino por la elite política,
degenero en un centralismo avasallador y un Presidencialismo que colocaba
funcionarios en todos los niveles de la gestión pública y los servicios al ciudadano no
llegaban de forma directa sino indirecta a través del clientelismo regional que solicitaba
auxilios parlamentarios, recursos que se quedaban en la red política del clientelismo
local y regional. A partir de esta situación y la quiebra casi absoluta de los municipios,
se desato en la década de los setenta y ochenta una serie de protestas conocida como
los paros cívicos, empujo a ciertas reformas del régimen administrativo y político que
empezó con el gobierno de Belisario Betancur conocida como la revolución
municipalista, que otorgo la elección popular de Alcaldes y reformo las rentas
nacionales a través de reformas fiscales que le devolvió funciones al municipio y otorgo
recursos directos para su cumplimiento y abrió un espacio para la participación de la
población en sus destinos locales ( ver en Santana Rodriguez, 1983).
El desarrollo del movimiento descentralista

Este movimiento descentralista y participativo, desemboca luego de la muerte y


asesinato de cuatro candidatos presidenciales en un movimiento conocido como la
séptima papeleta, que convoco a una Asamblea nacional Constituyente, hecho que se
realizó en 1991 y expidió una nueva carta constitucional.
Esta constitución, la del 91, devuelve la soberanía al pueblo, al poder
constituyente primario y reordena política, jurídica y administrativamente a la nación.
Mantiene la figura del Estado central unificado, pero descentraliza política,
administrativa y financieramente a las entidades territoriales otorgándoles una
autonomía en su territorio y en su manejo fiscal, sin que por ello puedan legislar sobre
la cosa pública nacional; solo le otorgó una función co-administrativa, pero con plenas
facultades para gobernar sin que el gobierno central pueda revocar actos que no le
sean de su agrado.
A partir de la expedición de la Constitución de 1991 el país quedó organizado en
tres clases de entidades territoriales, de las cuales dos siguen siendo de nivel local:
municipios y distritos, y los departamentos. Adicionalmente, la carta constitucional abrió
la posibilidad para la creación de nuevas tipologías de entidades territoriales, al
introducir las regiones, las provincias y las entidades territoriales indígenas, como
alternativas que dependían de la expedición de la Ley Orgánica de Ordenamiento
Territorial (LOOT) igual que la creación de nuevos departamentos.
Resurgió así el Municipio con autoridad propia y recursos propios como la célula
principal del estado, se elevó a “departamentos” los llamados territorios nacionales
(intendencias y comisarias) para un total de 32 departamentos y más 1100 municipios.
Le otorgo calidad de entidad territorial a los llamados territorios indígenas y los
llamo ETIS, entidades territoriales indígenas; a las comunidades afro, también se les
otorgo el mismo status, quedando su funcionamiento a cargo de una ley conocida como
Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial, ley que solo hasta 2011, se expide pero de
una manera recortada, porque dichas entidades, incluidas las llamadas provincias y
regiones, quedaron solo con el criterio de entidades de planificación sin recursos
propios y autoridades propias como lo tienen municipios y departamentos.
Amplio, el reconocimiento a ciertos municipios especiales similares a Bogotá
(como distrito capital) y los llamo “Distritos” con régimen especial, para casos como
Cartagena distrito Histórico y Barranquilla y Santa Marta como distritos turísticos. A su
vez, reconoció, entidades intermedias, pero de carácter administrativo especifico, como
las Asociaciones de Municipios para manejar funciones comunes como por ejemplo el
aseo y disposición de basuras, etc.
Elevo a entidad territorial, las Áreas Metropolitanas, unión de municipios que
comparten varios municipios y las dejo a criterio de una ley para su creación y
funcionamiento, a condición que se disolviera los municipios conurbanos o
circunvecinos que hicieran parte de ella. Esta figura está solo en términos de
asimilación y reglamentación sobre la base de la experiencia de Bogotá que absorbió
municipios como Usaquén y Fontibón pero que no ha podido resolver problemas con el
vecino Soacha.
Conclusiones
La tendencia de descentralización como vía para intervenir y gobernar el
territorio, el desarrollo espacial y las finanzas públicas, es una salida ante el reclamo
popular de mejorar los servicios públicos, la prestación de salud y educación
adecuadas y de calidad y acceder a una vivienda digna, estrategia de reforma
institucional que solo se implementó de manera parcial y temerosa de caer en una
fragmentación del estado Unitario y se redujo a manejo y transferencias de recursos y
reglamentación de la elección de autoridades locales, que ahora son de elección
popular, alcaldes, concejales, diputados y Gobernadores.
Una verdadera descentralización está pendiente y como lo destaca el maestro
tolimense Augusto Trujillo muñoz, lo que se establece en Colombia es una
implementación de herramientas normativas y de consensos políticos para hacer de la
descentralización un proceso, que le reste peso a un cambio de régimen político ( en
manos de la elite política, que no quiere abrir espacios a otros partidos y movimientos),
negociar con las organizaciones sociales y civiles como expresión de la nueva
sociedad civil, limitándole su impacto y peso a sus agendas para no poner en peligro la
gobernabilidad del régimen político colombiano, que se niega a asumir una reforma
política profunda, amplia y que derrote a la corrupción [ CITATION Tru01 \l 9226 ]
La descentralización mantiene el principio de las competencias autónomas
funcionales y la participación ciudadana y comunitaria, pero se introduce normas
orientadas a la reconcentración de las transferencias, se practica la consulta popular,
pero se le niega el principio de soberanía en especial para asuntos medioambientales y
de extractivismo.
La mercantilización de los servicios de salud, la quiebra del sistema nacional de
seguridad social, la reorientación de la educación hacia el mercado de la acreditación
globalizada y la reducción del rol de la educación superior pública, la venta del
patrimonio nacional, hecho con base a grandes sumas de deuda externa, deja sin
poder de maniobra a grandes sectores de la sociedad y al mismo Estado local y
regional frente al manejo de aguas, telefonía, comunicaciones, informática, vías y
energía.
El país nacional y el país político, está por encontrarse. Persiste su separación.
A la economía ( la de los empresarios y transnacionales, les va bien, pero al conjunto
de la población le va mal y las finanzas cotidianas, se ven mermadas. Las pensiones
son un sueño incompleto, los fondos privados han estafado a los afiliados haciéndoles
creer que el seguro social, los iba a robar sus cotizaciones y en fin, todo un arsenal de
servicios vueltos nuevamente a centralizarse, caen en las manos de una corruptela
inmensa que ahora desemboca en una gran consulta ciudadana contra la corrupción.
Tanto el proceso de descentralización iniciado en la década de los ochenta y el
proceso constituyente del Estado social de derecho del 91, mirado por la vía de abajo
hacia arriba, tienden no solo a revisar una nueva gobernabilidad, sino a romper con el
viejo régimen bipartidista y presidencialista, que hoy con un discurso postmoderno de la
democracia, de la autoridad y seguridad, sueña con el viejo régimen Hacendatario.
El problema de la democracia, es espacio, recursos, reconocimiento y sentido
ético. Se hace necesario radicalizar el proceso de descentralización y ser creativo
frente a la reforma del estado y el régimen político. No todo lo que brilla es oro y la vida
está en juego, en especial en esta etapa de fin de conflicto armado que comienza a
recorrer Colombia.
Los departamentos deben desaparecer y pasar a formas de gobierno regional.
Darle nueva vida a las viejas provincias que unificaron la vida nacional en la época de
independencia y llegado el siglo xx, como la provincia de Vélez, en Santander y la de
García Rovira en Boyacá, para que, con autoridades similares a los alcaldes menores,
ejerzan funciones de defensa del territorio y permitan una mejor vida a los pobladores.
Referencias

Santana Rodriguez, P. (1983). Desarrollo regional y paros civicos en colombia. En P.

Santana Rodriguez, Desarrollo regional y paros civicos en colombia (pág. 207).

Santa Fe de Bogota: Cinep.

Trujillo Muñoz , A. (2001). Descentralizacion, regionalizacion y autonomia local. En A.

Trujillo Muñoz, Descentralizacion, regionalizacion y autonomia local (pág. 234).

Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho, Ciencias Política y

Sociales, 2001.

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