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FACOLTÀ DI STORIA

E BENI CULTURALI DELLA CHIESA

PRIMO CICLO

Elaborato finale

Arnaldo Ezequiel Fernández

El esfuerzo de la libertad.
Las Provincias Unidas del Sud y la Diplomacia
Pontificia entre 1810 y 1823.

Direttore
Prof. Dr. Roberto Regoli

2017/2018
1

Introducción

Partamos con una afirmación: el proceso de emancipación en América


Latina, durante la primera mitad del siglo XIX, es un evento con rasgos
religiosos porque la identidad de los protagonistas era una identidad
religiosa. El trabajo que tenemos en mano intenta ser una expresión de este
proceso de independencia que conjugó distintos factores sociales, religiosos
e ideológicos de cara a relaciones diplomáticas con la Sede Apostólica.
Durante el tiempo de la revolución no se desarrollaron solo eventos que
supusieron rebeldía a un soberano a un orden establecido, sino que además
se evidencia el paso a nuevas configuraciones de gobiernos, donde conviven
posturas que se contraponen o posiciones que podrían interpretarse como
incongruentes, pero que en el fondo perseguían el deseo de una mayor
libertad para los pueblos de América.
Para este trabajo, el escenario será la colonia española en el extremo más
austral de América, en el Virreinato del Río de la Plata, que empiezan su
proceso de emancipación después de la deposición de Fernando VII en 1808,
debido al avance napoleónico en gran parte de Europa. El viejo continente
estaba expuesto en debilidad, el orden que siempre fue se desmoronaba por
un nuevo giro, y esto fue una oportunidad para la América que recibía ya
noticias e ideas de ese extremo del mundo.
Pero ¿qué importancia puede tener que la identidad de las tierras en
proceso revolucionarios sean tierras cristianas? Esto se define sobre todo
mirando que los territorios ocupados por la corona española fueron parte del
llamado Patronato Regio, que constituía un todo de gobierno y
evangelización por parte de la Iglesia católica romana que confiaba en estos
soberanos la misión y la custodia de la fe. La gente, las costumbres y los
ritmos de vida en las poblaciones se entendían desde este ser cristiano, y de
este modo se consolidaba una identidad y hasta cierta uniformidad.
Entre los hombres y mujeres patriotas de estas gestas emancipadoras el
componente religioso católico era una constante, a veces con practicas de
2

ferviente piedad, sea en lo personal como en lo estratégico para fomentar


ideas de libertad. Una observación es necesaria en este punto, porque desde
la mentalidad europea, española, también la fe católica constituye un rasgo
identitario. El tiempo de revolución involucró las instituciones de la Religión
religiosos, sacerdotes y obispos que alzan sus voces a favor o en contra del
proceso revolucionario; entran en escena pública con discursos, sermones o
incluso la participación activa en asambleas gubernativas.
Este mosaico, ligado por lo católico como común denominador, nos
importa como punto de referencia al hacer este estudio sobre el esfuerzo por
alcanzar libertad y estabilidad independiente de las potencias europeas.
Sobre esto es posible agregar un elemento de obligada referencia: la Iglesia
católica se entiende en una estructura mayor y en una jerarquía diversa,
espiritual y temporal, figurada en la Sede Apostólica. Si bien se piensa una
independencia del viejo continente y de su Ancien Régime, no se pueden
olvidar las relaciones diplomáticas que ayuden a este orden nuevo y a su
autonomía: hay un deseo de comunión.
La Iglesia, bajo el pontificado de Pio VII, hará también su interpretación
de los eventos americanos, y será éste el comienzo de una diplomacia que
deviene a momentos conflictiva o poco clara, con emisión de documentos,
intercambio de informes y una visita para poder confirmar lo informado. Es
claro que esta sospecha eclesiástica se fundaba en los esquemas
interpretativos que tenía más a mano: la presencia de Napoleón, el arresto
del papa, la deposición de los reyes, y una configuración europea carente de
estabilidad hacían que la barca de Pedro tuviera que navegar entre tormentas
y con la esperanza de una paz orgánicamente duradera. Para la curia romana,
y tal vez para el pontífice mismo, América era «una extensión de la agitación
revolucionaria que observaban en Europa»1 debido a los procesos iniciados
en 1789, por lo cual era mejor estar atentos y prevenir cualquier desgracia.
En fin de cuentas, las siguientes páginas pretenden conjugar todos estos
elementos mencionados, mirando a este sur que parece lejano, pero que
desea acercarse, a veces con diplomacia, a veces con devoción. No debemos
olvidar que a la historia no la entendemos como una consecución de hechos
y sus consecuencias, sino que nos arriesgamos a interpretaciones que puedan
hacer sonar distintas voces, distintos temores y esperanzas, porque la historia
se conjuga en plural.

1
J. LYNCH, Dios en el Nuevo Mundo: una historia religiosa de América Latina,
Barcelona, Crítica, 2012, 167.
3

Capítulo I

El despertar de una autonomía

El camino de la independencia desencadenado en la primera mitad del


siglo XIX en América Latina consideró muchos senderos existentes previos
a los acontecimientos significativos de organización y gestión gubernativa.
Recorrían el continente diversos aires que inflamaban a los diversos
componentes de la sociedad, desde el más letrados hasta el más sencillo,
desde aquellos que hacia parte de un orden religioso a otros que solo
pensaban en las problemáticas civiles. En algunas oportunidades el esfuerzo
por construir un pensamiento sin mezclar conceptos no resultaba del todo
efectivo. Nos sirve como ejemplo el citar un texto catequético:
¿Qué títulos se han alegado para mantener esta dependencia [de América
de España]? – Tres: a saber, la donación del Papa, la conquista, y la
prolongación de la religión cristiana.
¿La donación del Papa no ha sido un título legítimo? – No, porque el vicario
de Jesú Cristo no puede dar ni ceder lo que no ha sido jamás suyo, mucho
menos en calidad de Papa o sucesor de S. Pedro que no tiene autoridad ni
dominio temporal […]
¿Y la conquista no es un motivo de justicia para dominar a la América? –
La conquista no es otra cosa que el derecho que da la fuerza contra el débil.
[…]
¿Qué deberemos decir de la propagación de la religión cristiana? ¿será ésta
un título justo de dependencia? – Es injurioso a la misma religión el pensar
solo, que ha sido publicada entre nosotros para subyugarnos. […]
Resulta de tanto cuanto se ha dicho en esta lección que la anterior
dependencia no ha tenido un fundamento legítimo de justicia […] por
4

consiguiente que es justa y santa la declaración de nuestra independencia y por


ello la guerra que sostenemos para conservarla2.

El texto del Juan Fernández de Sotomayor que acabamos de citar, nos hace
ver el entrecruzamiento de los pensamientos independentistas en la
enseñanza religiosa; el objetivo del texto era «respaldar la Independencia
declarada por Mompóx el 6 de agosto de 1810, y de paso minimizar la
influencia del clero realista que predicaba en contra de tales eventos»3. Con
esto podemos sostener la gran importancia de los discursos que tejen el
periodo de independencias, pues no se trata de un proceso puro de orden
político, gubernamental o diplomático entre la corona española y sus
colonias, sino que más bien estamos en frente a una construcción de
relaciones entre sistemas que conviven en una realidad compleja pero abierta
a los cambios producidos por las interacción de estos sistemas4.

1.1 Antecedentes de un tiempo revolucionario en América hispana


Para nuestro trabajo nos sirve hacer una distinción que a la vez es
delimitación. Nos referiremos a los acontecimientos acaecidos en la América
hispana, es decir, dependientes de la corona española, para distinguir de las
colonias pertenecientes a la corona portuguesa o a la francesa que también
vivieron sus procesos de emancipación, pero no siempre en los mismos
tiempos o con los mismos procedimientos.
La América de los procesos revolucionarios iniciados en 1810 cuenta con
una geografía organizada en virreinatos y capitanías, a saber: Virreinato de
la Nueva España, Virreinato del Perú, Virreinato de Nueva Granada,

2
J. FERNÁNDEZ DE SOTOMAYOR, Catecismo o instrucción popular, Cartagena de Indias,
1814, 7-29 en K. KOSCHORKE – F. LUDWIG – M. DELGADO (ed.), Historia del cristianismo
en sus fuentes. Asia, África, América Latina (1450-1990), Madrid, Trotta, 2012, 374-375.
3
P. CARDONA ZULUAGA, Creer en la Independencia. El catecismo o Instrucción popular
de Juan Fernández de Sotomayor, en «Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía,
Política y Humanidades» 34 (2015), 400.
4
Esta afirmación sobre una interacción de sistemas sociales que convergen para la
creación de realidad, donde «hay que satisfacer las necesidades materiales, asegurar la
producción y formular un concepto de mundo», nos viene dada por la propuesta de Niklas
Luhmann que nos orienta hacia una complejidad necesaria en cada acontecimiento. Cfr.
F. BECKER – E. REINHARDT-BECKER, Teoría de sistemas. Una introducción para las
ciencias históricas y las humanidades, México, Universidad Iberoamericana, 2016, 30-
38.
5

Virreinato del Río de la Plata, Capitanía de Guatemala, Capitanía General de


Caracas y la Capitanía General de Chile5.
Haciendo una mirada más focalizada, según nuestro interés, el Virreinato
del Río de la Plata, fundado en 1776, hacia 1810 contaba con una extensión
de 2.600.000 kilómetros cuadraros donde la población se calcula en
aproximadamente «cuatrocientas mil personas bajo jurisdicción española, de
las cuales el 53 por ciento vivía en las provincias andinas y el 47 por ciento
en las grandes llanuras del litoral»6. Esta población contaba con fuertes
diferenciaciones de orden jerárquico dentro de la organización social. Los
más desaventajados eran la mala raza de los esclavos, donde se contaba a
una población considerable de negros que, empero, tenían entrecruzamientos
con los sectores más altos de los blancos o casi blancos. En el medio
encontramos a los criollos, nacidos en territorio del Virreinato pero con
ascendencias españolas. Un porcentaje también importante de la población
virreinal era el compuesto por los salvajes, en el que se incluía a los mal
llamados indios que en realidad eran las poblaciones aborígenes
concentradas en la Pampa, en el Chaco salvaje o en las regiones
guaraníticas7.
Para dar un orden temporal, es necesario decir que el proceso
revolucionario de mayo de 1810 «tiene como punto de partida el año 1808,
cuando la presencia militar francesa en la península ibérica desencadena una
crisis dinástica en España que desata el proceso de ruptura»8. Estos episodios
franceses en Europa definieron el panorama americano y configuraron, de
un modo convulsivo, la organización de las coronas y sus colonias. En el
continente se saben de los acontecimientos de Haití, que declaró su
independencia en 18049 después de un largo proceso, no menos cruento,
iniciado en 1791, eco de la Revolución que abrió las puertas al deseo de
igualdad en 1789.
Para 1810 también encontramos la presencia de algunos migrantes
llegados por la fuerza al territorio del Río de la Plata: los ingleses. En junio
de 1806 una flota inglesa de 1500 hombres bajo el mando de William Carr
Beresford arriba a las costas platenses para atacar Buenos Aires, que era la

5
Ver el apéndice 1
6
J. LYNCH, Las Revoluciones hispanoamericanas 1808-1816, 5 ed., Barcelona, Ariel,
2014, 47.
7
Cfr. Ibid., 47-48.
8
P. GONÁLEZ BERNALDO DE QUIRÓS, El largo siglo XIX, en P. YANKELEVICH (ed.),
Historia mínima de Argentina, Madrid, El Colegio de México – Turner, 2014, 143.
9
El Documento de la declaración de Independencia de Haití puede leerse en «Historia
Caribe» 18 (2011), 189-194.
6

capital virreinal. El objetivo era ampliar los dominios comerciales del Reino
Unido, consecuencia de la expansión napoleónica que acaecía en Europa. Se
desencadena un enfrentamiento que cuenta con la estrategia de los diversos
sectores: el campo, la ciudad, los humildes y los letrados. Se destaca el
accionar del francés Santiago de Liniers que, estando al servicio de España,
organiza la población para hacer frente a la invasión. La rendición inglesa
llega el 12 de agosto, pero no será la última vez que esta bandera flamee en
costas del Virreinato, porque una revancha tendrá lugar un año después, pero
también fue reducida10.

1.2 Un Papa ausente y los movimientos en el continente


Habiendo enmarcado someramente algunos elementos socio-políticos
previos a la revolución de mayo de 1810, nos cabe también hacer una mirada
a lo que sucedía en el continente europeo, especialmente lo referido a la
figura del Pontífice y la situación de la Santa Sede.
El acontecimiento Napoleón había tomado forma y poder con la
autocoronación imperial del 2 de diciembre de 1804 y posterior coronación
de Josefina, donde el papa es un espectador según muestra la obra pictórica
de Jacques-Louis David. La llegada a la proclamación imperial, tuvo sus
inicios en 1799 con el golpe de Estado donde el entonces general Napoleón
Bonaparte es proclamado Primer Cónsul, flanqueado por otros dos pares11.
Nos importa decir que la escena europea cuenta también con otros
personajes notables, de los cuales destacamos la persona de Pio VII, que
ocupaba la Cátedra de Pedro desde el 14 de marzo de 180012. Este papa
inicia su ministerio en tierras venecianas, ya que la amenaza de ocupación
liderada por el Cónsul Bonaparte avanzaba por tierras italianas. El arribo a
la Ciudad Eterna se hará esperar hasta el 3 de julio de 1800, cuando las tropas
napoleónicas dejan la ciudad. El papa Chiaramonti en 1801 hace parte, por
medio de plenipotenciarios, en el Concordato con la Republica francesa13
para morigerar las relaciones y proteger de alguna manera la continuidad de

10
Cfr. R. MANDRINI, Tiempos prehispánicos, en P. YANKELEVICH (ed.), Historia mínima
de Argentina, 137-141.
11
Para un estudio sintético y datado de este proceso referimos al estudio de G. SALE, La
ascesa al potere del Generale Bonaparte. Il colpo di Stato del 18 brumaio, en «La Civiltà
Cattolica» 3588 (1999), 570-583.
12
Cfr. P. BOUTRY, Pio VII, en Dizionario biografico degli italiani, LXXXIV, Roma,
Istituto della Enciclopedia Italiana, 2015
13
E. LORA (ed.), Enchiridion dei Concordati. Due secoli di storia dei rapporti Chiesa-
Stato, Bologna, EDB, 2003, 2-9.
7

la religión católica en tierras galicanas, donde «religionem catholicam,


apostolicam, romanam eam esse religionem quam longe máxima pars
civium Gallicanae reipublicae profitetur»14.
Este Concordato abrió las puertas a relaciones no menos tormentosas entre
el Cónsul y el Papa; si bien la libertad de culto que permitida en Francia y
las posibilidades de intervenir del papa serán posibles, llegado el 2 de
diciembre de 1804, cuando se produce la coronación de Emperador
Napoleón, el sucesor de Pedro es solo un elemento decorativo, que con su
bendición acompaña la escena. Nos puede servir un comentario del Cardenal
Pacca en sus Memorias:
[Napoleone] fatto imperadore desiderò che Pio VII si trasferisse a Parigi per
la solenne funzione della sua incoronazione, ed il Papa al cominciar
dell’inverno dell’anno 1804 partì da Roma, e più da corriere che da principe e
da Sommo Pontefice facendo il viaggio, si trovò a Parigi ai 2 di dicembre […]
Ma Napoleone, dopo avere ottenuto il suo intento di riconciliazione della
Francia colla Chiesa Romana e dopo la sua solenne incoronazione, voleva
dare esecuzione anche ad un altro progetto tenuto fin allora segreto in sua
mente, ed era di occupare i Dominj della Santa Sede, e di trasportare la
residenza de’ Papi in Francia per averli ligi e dipendenti da’suoi cenni […]
Con sua una lettera in data dei 13 febbraio 1806, intimò al Santo Padre, che
l’Italia doveva essere in tutto sottomessa alle sue leggi; ch’egli avrebbe
rispettata l’indipendenza della Chiesa […] Fa d’uopo sapere che l’Imperadore
era stato sempre persuaso che Gregorio Barnaba Chiaramonti fosse uomo di
scarso talento, poco versato nelle scienze e di carattere assai debole e timido,
onde tutte quelle azioni nelle quali aveva mostrato coraggio, vigore e
fermezza, non ad esso ma ai Ministri che gli erano intorno15.

Estas líneas del cardenal nos ponen en evidencia al menos dos cosas: el deseo
de Napoleón en la extensión de su territorio y el imaginario, que según el
religioso, tenía el Emperador sobre el Pontífice16. Es también la puerta al
evento de la noche del 8 al 9 de julio de 1809, cuando el Papa viene tomado
prisionero y llevado fuera de la Urbe. Inicia aquí un tiempo de ausencia del

14
Ibid., 2.
15
B. PACCA, Napoleone contro Pio VII, Roma, Editoriale Romana, 1944, 350-352.
16
Estas apreciaciones se sostienen en que «[Napoléon] à critiquer ouvertement la
souveraineté temporelle du pontife romain et l’inefficacité de son administration [c’est
pourquoi] en mai 1809 il déclare officiellement la fin du pouvoir temporel du pape sur
les États romains, en les annexant à l’Empire» como afirma V. GRANATA, Rome sans
Pape (1809-1814). La capitale de la catholicité contre la Ville de César, en J. O. BOUDON
– R. H. DE LACOTTE, La crise concordataire. Catholiques français et italiens entre Pie
VII et Napoléon 1808-1814, Paris, Éditions SPM, 2016, 134.
8

Obispo de Roma, que durará hasta finales de marzo de 1813 y tendrá claras
consecuencias en la administración de toda la Iglesia.
Es de notar que hacia 1809 el Pontífice no es el único prisionero noto de
Napoleón. En marzo del año anterior el recién asumido rey de España
Fernando VII se encaminó a Bayona donde, con un engaño del Emperador,
abdicó y cayó prisionero al cruzar la frontera francesa17.
Estas dos ausencias en las cabeceras europeas definen la geografía
administrativa de la Europa ya que Napoleón consolida sus ambiciones
expansionistas y gana territorios. Las repercusiones serán también
considerables ya que, a lo que nos importa en nuestro tema, las colonias en
Hispanoamérica tendrán una vía libre para su actuar; con esto resulta
menester hacer una distinción: antes las preguntas ¿quién gobierna América?
¿A quién hay que obedecer? Se puede responder que «la caída del Estado
borbónico fue una oportunidad más que la causa de esos acontecimientos»18
desencadenados en las colonias. Si esto se dice en relación a la caída de la
corona borbónica ¿qué se puede decir en relación a la Iglesia? ¿Cómo se vive
en la administración eclesiástica local la ausencia del Vicario de Cristo?
¿Cuáles son las interpretaciones religiosas que se desgranan ante los
acontecimientos revolucionarios? Para dar repuestas a estos interrogantes,
agregaremos otras piezas al engranaje.

1.3. La situación eclesiástica en el Río de la Plata


Los procesos revolucionarios que inician en 1810 en el Río de la Plata
serán la puerta de acceso a un largo anhelo: la independencia. Cabe hacer
esta distinción porque suele hacer parte de una confusión frecuente, donde
se cree que el mayo de 1810 fue la declaración de independencia, cosa que
no sucede sino hasta el 9 de julio de 1816. Lo que sucede en el Cabildo
Abierto de mayo es la constitución de una Junta de Gobierno formado por
criollos, civiles y eclesiásticos, que miran hacia una futura emancipación del
dominio español.
Definir ahora la realidad eclesiástica del Río de la Plata resulta necesario,
sobre todo para poder entender después el accionar de los eclesiásticos en
los diversos puntos del territorio virreinal.
En lo que respecta a la demarcación geográfica, conviven tres
jurisdicciones episcopales: la Arquidiócesis de Charcas (con sede en La

17
Cfr. R. SÁNCHEZ MONTERO, Fernando VII, Madrid, Arlanza, 2001, 73.
18
J. LYNCH, Dios en el Nuevo Mundo: una historia religiosa de América Latina,
Barcelona, Crítica, 2012, 149.
9

Plata), de la que eran sufragáneas la Diócesis de Paraguay, Diócesis de


Tucumán, Diócesis de La Paz y la Diócesis de Santa Cruz de la Sierra. El 27
de marzo de 1806 se crea la Diócesis de Salta por medio de la bula Regalium
Principum19, en el norte del Virreinato, con territorios tomados de la sede
cordobesa. La nueva diócesis supone una reorganización de la Diócesis de
Córdoba, a la que vienen anexados los territorios de Cuyo que tenían su sede
episcopal en Capitanía transandina de Chile20.
Ahora un paso más para conocer la situación eclesiástica del Río de la
Plata será dar un esbozo de la realidad administrativa. Haciendo parte de las
colonias bajo el dominio de la corona española, estas tierras servían para la
ejecución del llamado Patronato Regio que los reyes ostentaban sobre estos
dominios donados por el pontífice. Estas donaciones, que nos remiten a una
primera bulla de Alejandro VI, se fundaban en que «Dios todopoderoso,
Señor absoluto del Universo había escogido a España entre las naciones de
la cristiandad para llevar el don de la fe católica a los naturales del Nuevo
Mundo»21, y con esto se hacia una alianza evangelizadora entre el papa
donante y la corona española que sacaba provecho de la donación. Cabe decir
también que entre los muchos deberes de la evangelización está la
civilización de los nativos mediante el uso del dinero, de la agricultura y la
vida de comunidades formadas; cuestiones que hablan del desconocimiento
sobre los pueblos originarios que no respondían a un modelo europeo, pero
que contaban con un alto nivel de organización civil. Otro punto
administrativo del Patronato, debido a una bula de 1508 dada por Julio II,
era el actuar «como Vicario del Romano Pontífice y como Condenstable del
exército de Dios y de los predicadores de su divina palabra»22 por lo cual
estaba a su cargo el nominar a los prelados y predicadores en todo el territorio
de las Indias, a los cuales el Pontífice confirmaba dando la investidura
canónica. Tema no nuevo este de las investiduras y el de las alianzas entre el
trono y el papado, y causa de numerosos acuerdos durante la edad moderna,
será un punto de fuerte discusión cuando lleguemos a los intereses en juego
que se ponen en la mesa de las revoluciones independentistas. Nos queda
claro si que «la suprema autoridad de las Iglesias de Indias es un seglar, el

19
PIO VII, Regalium principum, in Bullarii romani continuatio summorum pontificum, v.
7.1, Prati, Typographia Aldina, 1840-1856, 810-812.
20
Cfr. R. DI STEFANO – L. ZANATTA, Historia de la Iglesia argentina. De la conquista a
finales del siglo XX, Buenos Aires, Sudamericana, 2009, 199.
21
D. BRADING, Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla, 1492-
1867, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1991, 242.
22
Ibid., 249.
10

rey de España, y seglares eran buena parte de los miembros del Consejo de
Indias»23.
Al comenzar el capítulo hicimos mención a un catecismo de tiempos
revolucionarios, y es justamente en este punto del Patronato Real donde
apoya sus criticas al sistema colonial de dominios y prácticas
evangelizadoras para subyugar a los pueblos, según leímos. Sin embargo es
de notar que este sistema de gobierno, por medio del cual la corona
usufructuaba de los bienes coloniales, trajo a las tierras hispanas algunos
beneficios, sobre todo en el ámbito eclesiásticos. El cuidado de la educación,
en universidades y escuelas, la administración de justicia y sacramentos, el
control de nacimientos y defunciones, entre otros oficios, estaban a cargo de
las instituciones religiosas y para poder ejercer su trabajo percibían un
beneficio de quien custodiaba las tierras; tomar el camino de las
independencias suponía también emprender un proceso nada fácil de gestión
y administración económica que sostuviese numerosas obras que iban desde
la construcción de una capilla al mantenimiento de un hospital, sin olvidar al
personal eclesiástico que tendrían sus dietas en peligro.

1.4. El difícil acompañar de la Iglesia en tiempos de revolución


Hacia 1810 contamos con una población religiosa que sostiene la vida
eclesial y en donde se hacen sentir voces diversas en relación a este rey
distante y ausente que vigila sobre estas tierras del fin del mundo. Tomemos
como ejemplo de situación un escrito del abogado Francisco Bruno de
Rivarola, que escribe al virrey lo siguiente:
«Desde el establecimiento de la Iglesia de Jesucristo casi no hay herejía que
no haya tenido por patrono, autor y defensor a algún presbítero; y vea aquí V.
M. Cómo de la influencia de los pastores depende en cierto modo la religión y
la fidelidad»24.

Es efectivamente en los movimientos revolucionarios donde se pone en


juego el actuar de la Iglesia en tierras hispanas. Sin entrar en detalles sobre
los acontecimientos del mayo de 1810 en el Río de la Plata, diremos que el
papel de los eclesiásticos es de suma importancia, dentro y fuera del Cabildo
Abierto, en el centro y en las periferias del vasto territorio virreinal.

23
R. DI STEFANO, La Iglesia católica y la revolución de independencia rioplatense, entre
la historia y el mito, en J. I. SARANYANA – J. B. BOSCO, Política y religión en la
independencia de la América hispana, Madrid, BAC, 2011, 172.
24
F. B. DE RIVAROLA, Religión y fidelidad argentina, 1809 citado en R. DI STEFANO, La
Iglesia católica y la revolución de independencia rioplatense, 167.
11

Después de las invasiones inglesas de 1806 y 1807, los criollos del sur
supieron que contaban con las fuerzas necesarias para organizarse y
protegerse del enemigo; si bien sus estrategas eran defensores de la presencia
real, esto no impidió que comenzase a gestarse la idea de una administración
local para gestionar una autonomía emancipada. Las noticias de la ocupación
napoleónica en la Península llegaron en julio de 1808, y en agosto el Virrey
Liniers, héroe de la defensa contra los ingleses, pidió a los intendentes la jura
de fidelidad a Fernando VII, ausente ya en el trono. El juramento se hizo, y
de este modo el virrey recibió apoyo también a su gestión. Sin embargo esta
fidelidad no duró mucho, y por debajo corrían los rumores de una revolución
no violenta que tenía como primer paso la destitución del Virrey. Los ánimos
se caldeaban y, ante una aparente pasividad, los sectores nobles de la ciudad
de Buenos Aires inician un complot para formar una nueva España
americana para continuar con el ejercicio de dominio y poder, según como
se venía haciendo. Un golpe fallido de estas esferas de poder el 1 de enero
de 1809 y el corte de comunicaciones con España, contando además que las
fuerzas de resistencia militar peninsular era menor a la criolla (371 hombres
contra 2979, respectivamente), llevaron a que la junta central de Buenos
Aires depusiera de su cargo a Liniers y nombró en su lugar a Baltasar
Hidalgo de Cisneros. Éste arribó a tierras rioplatenses en julio de 180925.
Caben ahora algunas palabras sobre los protagonistas de este escenario
revolucionario, donde confluyen múltiples pertenencias ya que «aunque el
poder de los criollos residía en su capacidad militar, también disponían de
fuertes recursos ideológicos […] un grupo de intelectuales, graduados,
abogados, doctores, oficinistas y sacerdotes»26. En este último grupo se
cuentan nombres como Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Mariano
Moreno y los eclesiásticos Manuel Alberti y Gregorio Funes. Así también
están los opositores al movimiento revolucionario, bajo la nomina de
realistas en múltiples espacios de la sociedad.
El 13 de mayo de 1810 llegan las noticias de que las tropas de Napoleón
han ocupado Andalucía y habían entrado a Sevilla, lo que significaba que
gran parte de la península Ibérica se encontraba bajo control francés. Esto
llevó a que el jefe de Patricios, Cornelio Saavedra, hiciera petición al Virrey
Cisneros de un Cabildo Abierto, medida que fue acompañada de la prisión
domiciliaria impuesta por el primero al segundo. El 21 de mayo se convocó
un congreso general que abrió sesiones el martes 22 con la clara intención
de deponer el virrey y dar un nuevo gobierno al sur del continente. Una

25
Cfr. J. LYNCH, Las Revoluciones hispanoamericanas 1808-1816, 51-59.
26
Ibid., 53-54.
12

panorámica del evento, en el mosaico de pertenencias, nos la otorga John


Lynch al describir los asistentes:
al congreso fueron invitados 450 personas; de ellas 251 aceptaron y
asistieron realmente […] todos eran ciudadanos importantes, como los propios
criollos decían orgullosamente. Había 70 funcionarios y eclesiásticos, 25
abogados y profesionales, 59 comerciantes, 59 militares y 21 ciudadanos
ordinarios27.

Como vemos, el interés por de un gobierno propio, que encaminase la


definitiva emancipación de España, reunía a ciudadanos de todas las esferas
sociales. Sin embargo, como es de imaginar, los humores no eran los mismos
dentro de la asamblea: estaban quienes apoyaban esta conformación gestión
criolla y estaban aquellos que defendían el poder real, apoyando al virrey.
En este ultimo sector son elocuentes las palabras del obispo Benito de Lué y
Riega, que respaldaba la soberanía del virrey y la dependencia de España.
Entre las discusiones estaban en juego, empero, algunas verdades que
contaban con vocales y defensores como el abogado Castelli o el obispo de
la ciudad de Buenos Aires: el poder de España había caído y el dominio de
las colonias hacia parte de tal precipitación, ahora quedaba en manos del
pueblo el decidir cómo seguir con un gobierno de gestión criolla28. El
resultado fue que el 25 de mayo cesaron los poderes del virrey Cisneros y se
constituyó la Primera Junta de gobierno patrio con Cornelio Saavedra a la
cabeza, los vocales Belgrano, Castelli, Azcuénaga, Alberti, Matheu, Larrea
y los secretarios Juan José Paso y Mariano Moreno29.
La discusión del congreso atravesó las paredes del cabildo porteño, y en
las calles y púlpitos de los distintos puntos del ahora ex Virreinato los aires
de la revolución comenzaban a soplar. Nos centraremos en los siguientes
párrafos en dos casos emblemáticos de oposición en el interior rioplatense
que bien pueden prepararnos para saber qué noticias recibía Roma de estos
acontecimientos independentistas.
El primer caso de oposición sucederá en una convulsionada Córdoba,
donde el vive el ex virrey Liniers que cuenta con la complicidad del obispo

27
Ibid., 61.
28
Cfr. R. ZORRAQUÍN BECÚ, La doctrina jurídica de la Revolución de mayo, en «Revista
del Instituto de Historia del Derecho» 11 (1960), 47-68.
29
Lynch nos dice que las votaciones para la formación del gobierno fueron reñidas y con
diferencia dentro de los mismos bloques presentes en la asamblea. El clero, por ejemplo,
tenía al obispo y seis religiosos que votaron por la continuidad del virrey en contra de
dieciséis sacerdotes dieron su apoyo al nuevo gobierno. Cfr. J. LYNCH, Las Revoluciones
hispanoamericanas 1808-1816, 62.
13

Rodrigo de Orrellana. Sobre el primer personaje hemos mencionado su rol


en la defensa de los ingleses, lo cual le permitió el ascenso al puesto de virrey
hasta 1809, cuando se retiró a Córdoba preparándose para partir a España.
Sobre el obispo conviene dar algunas nociones que se verán útiles cuando
avancemos en este trabajo. Rodrigo Antonio de Orellana era un religioso
español de la orden premostratense. Llegó a Córdoba en 1809 para ocupar la
sede episcopal vacante desde 1804. Durante esta ausencia de obispo, el
gobierno eclesiástico estuvo en manos del deán Gregorio Funes30, hombre
importante en el camino independentista. Si bien éste deseaba la mitra
cordobesa, «pese a sus denodados esfuerzos y a una argumentación
inmejorable, que ponía énfasis en las insuficientes rentas del obispado y en
su escaso desarrollo»31 sólo consiguió la administración temporal de la
diócesis. Orellana, se encamina en la diócesis como un obispo de Trento,
formado por la regla premostratense para la cura animarum, pero no es ajeno
a los sucesos revolucionarios. Fiel defensor de los derechos reales, aliado
con Liniers y Gutiérrez de la Concha organizan un ataque al gobierno de
Buenos Aires, que con poco éxito termina con la condena a muerte y
ejecución de los dos civiles. El obispo salva su vida en respeto a la
investidura, y a una intervención del Deán Funes, pero queda en prisión,
destituido de la diócesis y desterrado hasta 1812 cuando vuelve a la sede,
pidiendo la ciudadanía de las Provincias Unidas, pero con altas sospechas de
parte del gobierno revolucionario32. Su nombre dará más que hablar en líneas
sucesivas.
Otro caso emblemático será el del primer obispo de la joven diócesis de
Salta del Tucumán, Nicolás Videla del Pino. Este eclesiástico criollo nacido
en Córdoba, llegó a Salta después de ser obispo en Asunción del Paraguay;
con la fama de hombre letrado en un primer momento muestra simpatía las
movidas revolucionarias. Sin embargo hacia 1812 se sospecha que este

30
Resulta oportuno dar alguna información sobre Gregorio Funes, proveniente de las
notables familias de Córdoba se educó en el colegio Monserrat, de inspiración jesuítica,
y luego en la Universidad de Alcalá. Durante el periodo previo a la revolución, la familia
Funes se identificaba con el partido jesuítico que en Córdoba era opuesto a la facción del
gobernador y luego virrey Sobremonte. Cfr. R. DI STEFANO, La Iglesia católica y la
revolución de independencia rioplatense, entre la historia y el mito, 178-179.
31
V. AYROLO, Los deberes del Obispo Orellana. Entre la pastoral y la patria, 1810-1817,
en G. VIDAL – J. BLANCO (ed.), Catolicismo y política en Córdoba, siglos XIX y XX,
Córdoba, Ferreyra Editor, 2010, 21.
32
Cfr. V. AYROLO, Una nueva lectura de los informes de la misión Muzi: la Santa Sede
y la Iglesia de las Provincias Unidas, en «Boletín del Instituto de Historia Argentina y
Americana Dr. Emilio Ravignani» 14 (1996), 34-35.
14

prelado, nombrado por el destronado régimen hispánico, mantiene


correspondencia con el enemigo33, razón por la cual el Gral. Manuel
Belgrano decide su destierro y declara la sede vacante en Salta, sabiendo «el
dolor [y] las perjudiciales consecuencias que este procedimiento puede traer
al honor de su Señoría Ilustrísima, y no menos al gobierno de su santa Iglesia,
y a la cura de las almas de sus feligreses»34.
Estos dos casos nos ponen en evidencia un modo de proceder de este
primer gobierno patrio. Por un lado el cuidado de la autonomía apenas
ganada haciendo frente a los posibles levantamientos o movimientos contra
revolucionarios que surgen a lo largo y ancho del ex Virreinato. Se
desencadenarán también de esto las batallas que desarrollarán las estrategias
de defensas contra los realistas que actúan a favor de un rey Fernando VII
que al volver al trono, después de 1814 tiene deseo de reconquistar las tierras
perdidas en el continente americano.
Por otra parte, este modo de ejercer el gobierno, ha conferido muchos de
los antiguos poderes del Patronato a la Primera Junta, entre ellos el que
refiere a la administración eclesiástica y esto se puede deber en parte a que
«la revolución nació en el seno de un régimen de cristiandad, de una
comunidad humana que en gran medida se pensaba así misma desde lo
religioso»35. En los dos casos anteriores se suceden las deposiciones de los
prelados y la declaración de sede vacante, sin una intervención de Roma,
sino en ejercicio de un poder adquirido. Llama la atención en esto lo que
refiere al Gral. Belgrano que, siendo un hombre de inspiración católica y
gran devoción, no escatima en eliminar enemigos al proceso revolucionario,
al punto de ejerce un poder de patronato. Cosa similar podría verse en un
Gral. San Martín que propone leyes que cuiden a los prelados y castiguen a
quienes le ofendiesen36, debido a que el ámbito militar «era un espacio
problemático para la religión [y] lo confirman los episodios de violencia

33
Cfr. R. DI STEFANO – L. ZANATTA, Historia de la Iglesia argentina. De la conquista a
finales del siglo XX, 205.
34
AGN, Carta de Belgrano al Doctor Luis Bernardo Echenique, Sala X, 4-7-2, Cuartel
General de Campo Santo, 26 de abril de 1812 citado por E. SÁNCHEZ PÉREZ, El obispo
Nicolás Videla y el General Belgrano, en «Historia Sacra» 133 (2014), 149.
35
R. DI STEFANO – L. ZANATTA, Historia de la Iglesia argentina. De la conquista a
finales del siglo XX, 208.
36
Cfr. R. DI STEFANO – J. ZANCA, El anticlericalismo argentino, en R. DI STEFANO – J.
ZANCA (ed.), Pasiones anticlericales. Un recorrido iberoamericano, Buenos Aires,
Universidad Nacional de Quilmes, 2013, 292-293.
15

verbal o física contra personas, símbolos y espacios sagrados […] apenas la


revolución se puso en marcha»37.
Cerrando este capitulo son posibles algunas apreciaciones que nos lleven
a descubrir la pertinencia de posibles relaciones de los movimientos
continentales con la Revolución francesa, visto que muchos ideólogos y
libertadores se formaron mientras ésta sucedía en Europa. Ante el proceso
emancipador ¿Cuál es la apreciación que hay en Europa? Sobre los
acontecimientos eclesiásticos ¿Qué fuente de comunicación llega a Roma,
donde el Papa está ausente? ¿Cuáles son los temores que pueden surgir en
una posible emancipación de las tierras donadas por un pontífice? Estas
preguntas, entre otras, buscarán ser respondidas en las siguientes páginas que
nos lleva analizar los hilos de comunicación entre el viejo continente y las
nacientes autonomías.

37
R. DI STEFANO, Ovejas negras. Historia de los anticlericales argentinos, Buenos Aires,
Sudamericana, 2010, 83.
16
17

Capítulo II

Roma y las noticias de América

Los acontecimientos del mayo de 1810 dieron paso un ciclo de sucesos


enmarcados en el gran camino de la emancipación. La sociedad, que
someramente hemos descrito en el capítulo anterior, es el escenario de las
revueltas, en la gran ciudad de Buenos Aires y en los alrededores; a esta
sociedad la componen rostros concretos con ideas e ideales definidos por los
usos y costumbres que empezaban a caldearse con la gestión de esta Primera
Junta de gobierno que nació en el cabildo abierto. Ahora bien ¿Cómo se ve
implicado en este proceso el rol de la Iglesia? ¿Tiene importancia hablar de
la Iglesia en medio de estos tiempos revueltos?
Las respuestas a las preguntas anteriores pueden ser bien respondidas por
el planteo de Roberto di Stefano, historiador de la iglesia en Argentina que,
al adentrarse en los estudios de esta etapa, no deja de lado el elemento
religioso identitario. La justificación de las relaciones, y el necesario interés
de ver el rol de la Iglesia en estos tiempos, di Stefano lo toma desde las
lecturas de Bourdieu y llega a la afirmación que nos abre este segundo
apartado:
la Iglesia colonial, si no la confundimos restrictivamente con el clero o con
las instituciones eclesiásticas, no es otra cosa que la sociedad misma, desde el
momento en que los individuos que componen la primera son simultáneamente
quienes conforman la segunda38.

38
R. DI STEFANO, De la cristiandad colonial a la Iglesia nacional. Perspectivas de
investigación en historia religiosa de los siglos XVIII y XIX, en «Andes. Antropologia e
Historia» 11 (2000), 84.
18

Es por esto entonces que este vínculo con Roma nos importa, sobre todo al
momento de presumir posibles intuiciones que motivaron las respuestas
posteriores de diplomacia eclesiástica son relación a las independencias.

2.1. Las primeras noticias


En lo que continua como desarrollo, serán de valiosa utilidad los aportes
que llegan a nuestros días basados en las investigaciones del jesuita Pedro de
Leturia; es su labor archivística sobre todo lo que nos permite gozar de
fuentes para sostener una investigación.
La revolución de mayo ya había desparramado sus vientos de cambio por
gran parte del continente, y una gran agitación se sienten en los distintos
puntos donde hombres y mujeres gestan estrategias para la resistencia. La
situación de Europa es conocida: Napoleón avanza sobre las coronas y los
territorios del viejo continente, pero esto más allá de ser una oportunidad, es
una gran incertidumbre, porque un ataque sobre estas tierras también puede
estar en la mira del emperador.
De parte de la Iglesia el panorama no es mucho más alentador. Papa Pio
VII es prisionero del imperio, sus territorios están ocupados y la gestión de
la Iglesia, dentro de la Ciudad Eterna, se juega cartas de fidelidad en un
momento en que las autoridades la reclaman para si de parte de clérigos en
altos puestos y aquellos que llevan el labor parroquial39.
Pese a esta situación, el 28 de abril de 1813 viene presentado un plan por
parte de Luis Depech y Manuel Palacio Fajardo que entablan las primeras
tratativas con la otra riba del Atlántico partiendo desde el mando venezolano.
En esta presentación habían plasmado dos intereses: obtener beneficios
materiales y técnicos, en instrumentos de técnica militar; otro de naturaleza
espiritual para la «provisión de obispados y concesión de privilegios
pontificios»40. Estos privilegios pontificios están vinculados al primero, y
vemos, como si fuese un espiral, volvemos a un giro sobre la nomina de los
obispos.
Si bien el contacto con el papa pudiese resultar quimérico, al decir de
Leturia, los revolucionarios no cesan en sus pretensiones: se desea una Bula
que concediera privilegios de no comer carne los días de abstinencia por diez
años, así también una Bula donde se le otorgasen los privilegios de la
Cruzada y si es necesario el envío de un gran patriarca, que fornido de
39
Cfr. V. GRANATA, Rome sans Pape (1809-1814). La capitale de la catholicité contre
la Ville de César, 141.
40
G. FURLONG, La Santa Sede y la emancipación hispanoamericana, Buenos Aires,
Theoria, 1957, 34.
19

poderes, y siendo fiel a Napoleón, pudiese ejercer sobre los territorios de las
nacientes autonomías41.
Dado que la liberación del sucesor de Pedro fue eminente, y que el imperio
empezaba a ver su ocaso, la misión pidiendo un reconocimiento para
América veía difícil un buen final. A oídos del pontífice, los pedidos podían
sonar a música ya oída: los concordatos con el Cónsul Bonaparte o incluso
las acciones de su tiempo cardenalicio. Los memoriales que llegan a París
no llevaban la clara intención de anoticiar los acontecimientos de las Indias,
sino que habrá que esperar para informes más detallados por lo menos seis o
siete años más, y tal puede ser el poco éxito de sus resultados. Frente a esto
los revolucionarios, sin dar brazo a torcer y ocupando sus saberes, buscan
aprobar con palabras la revolución. Para esto se valieron de un breve de Pio
VI de 179642 donde éste exhortaba a los franceses a obedecer al nuevo
gobierno que entraba en vigor ya que «si esto pudo hacerse en la Francia de
la revolución, cuánto más debe repetirse en un reino católico como el
nuestro»43.
Los pedidos de 1813 acarrean grandes compromisos canónicos para Santa
Sede, y se veían también los riesgos políticos de esta doble finalidad
religiosa, en una preocupación por la atención pastoral de los pueblos, y en
la bendición que se buscan para los movimientos revolucionarios44. Era
necesario establecer vínculos para dar validez a los caminos democráticos y
autónomos de las naciones emergentes; Leturia nos da un ejemplo con la
constitución de Cundinamarca (Colombia) del 30 de marzo de 1811:
A fin de evitar el cisma y sus funestas consecuencias, se encargará a quien
corresponda que a la mayor brevedad posible y con preferencia a cualquiera
negociación diplomática, se trate de establecer correspondencia con la Silla

41
Cfr. Ibid.
42
Los revolucionarios se apoyaron sobre todo en las líneas que rezan: «Nostri amati figli,
Noi [il papa] vi esortiamo, nel nome di Nosotro Signore Gesù Cristo, di impiegnarvi con
tutte le vostre forze a testimoniare la vostra sottomissione a coloro che vi comandono»
refiriéndose al Directorio que comenzaba su gestión en el territorio francés. La cita
completa y un comentario pueden verse en J. LEFLON, La crisi rivoluzionaria (1789 -
1815), in FLICHE, A. – MARTIN, V., Storia della Chiesa, XX/1, Torino, Editrice S.A.I.E,
1971, 202-204.
43
G. FURLONG, La Santa Sede y la emancipación hispanoamericana, 41-42.
44
Cfr. R. M. MARTÍNEZ DE CODES, La Iglesia católica en la América independiente,
Madrid, Mapfre, 1992, 42.
20

Apostólica, con el objeto de negociar un Concordato y la continuación del


patronato, que el Gobierno tiene sobre las Iglesias de estos dominios45.

Con estos intereses podemos dar por iniciadas las tratativas diplomáticas con
la Silla Apostólica, sabiendo empero que en ambas orillas el panorama no se
presentaba con muchas facilidades.
¿Qué sucedió entonces con estas sedes que no obtuvieron nombramientos
y que estuvieron vacantes durante el largo silencio de diplomacia efectiva?
Muchas sedes continuaron vacantes, bajo la administración de los cabildos
locales o con el nombramiento de una cabeza por parte de las juntas de
gobierno. Las guerras se extendían en gran parte del continente y «la
revolución engendró más revolución, y la independencia se alimentó así
misma», como afirma Lynch46. Los protagonistas son diversos, desde
caudillos federales organizados, hasta lideres defensores de un ideal por
necesidades y urgencias como Juana Azurduy en la resistencia norteña.
Dentro del territorio rioplatense se tensan las relaciones internas por la
declarada soberanía que ostentaba Buenos Aires sobre las otras provincias,
será el periodo de lucha entre federales y unitarios que continuarán por gran
parte del siglo XIX. A la vez, los territorios que excedían a la aún inexistente
Argentina tenían sus deseos de autonomía, y es así que se llevan a cabo los
esfuerzos independentistas de Uruguay, de Paraguay y la guerra de guerrillas
en el Alto Perú.
A partir de 1814, una vez establecido el proceso de restauración en
Europa, algunas sedes episcopales comienzan a tener sus titulares, sin
excepción de conflictos porque, si bien la mayoría de los nuevos obispos son
criollos, estos confesaban una clara «adicción al rey»47. Por su parte el
monarca genera estrategias para estas tierras que el cree tener todavía sobre
sus dominios, y queriendo despejar lo que pudo ser una consecuencia de su
ausencia, adopta políticas que portasen a una «vuelta a la legitimidad
absoluta, con Inquisición inclusive, y máxima unión con la Santa Sede»48
que había sufrido al ya vencido emperador.

45
P. DE LETURIA, El ocaso del patronato real en la América española: la acción
diplomática de Bolivar ante Pio VII (1820-1823) a la luz del Archivo Vaticano, Madrid,
Razón y Fe, 1925, 41.
46
J. LYNCH, Las Revoluciones hispanoamericanas 1808-1816, 95.
47
G. FURLONG, La Santa Sede y la emancipación hispanoamericana, Buenos Aires,
Theoria, 1957, 67.
48
P. DE LETURIA, Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, II v., Caracas,
Sociedad Bolivariana de Venezuela, 1959, 88.
21

Con este panorama, no hemos de olvidar que la revolución se hace


también en las calles, en el día a día. La difusión de la prensa es importante,
por ejemplo la labor de Mariano Moreno en el Río de la Plata con la
fundación de la Gaceta de Buenos Ayres; pero, usando una imagen de
Roberto di Stefano, la independencia tenía mucho que hacer en las plazas y
en los púlpitos49. Consideremos que el clero de a pie, sobre todo el secular,
contaba con gran numero de criollos y entre ellos había una gran
diferenciación de procedencias marcadas por los capitales económicos,
formativos y de pertenencias sociales50. Si bien tenemos eclesiásticos en gran
parte de los organismos de gobierno, los eventos que siguen a 1810 se leen
como una ilustración de la gesta del Éxodo bíblico y esto es porque «el
ejemplo de Israel, por otra parte, remitía al proceso de constitución política
de sus instituciones y a la defensa a la vez de un territorio y de una identidad
cultural y religiosa»51.
Dicho esto, estamos en un panorama de relaciones que buscan a
comunicar en múltiples direcciones: con la Europa que se encuentra en
proceso de reorganización y amanece con las noticias de la revueltas
trasatlánticas; y dentro del mismo territorio en la formación y delimitación
de las propias autonomías. En ambas dos direcciones, la revolución que fuese
considerada pecaminosa busca una diplomática respuesta de aceptación y
bendición.

2.2. Algunas preocupaciones romanas sobre las independencia


Cuando Pio VII logra su libertad, y aún habiendo corrido riesgos con la
vuelta de Napoleón en el imperio de los cien días, empieza un interés por las
tierras lejanas del fin del mundo. No quiere decir que antes no estuviera, el
papa estaba enterado de los eventos y contamos con el encuentro de 1813
antes mencionado.
Dicho esto, podemos aventurar los posibles temores o reacciones en torno
al proceso revolucionario de América. Desde Roma, pensando que estas
revueltas eran una consecuencia explicita de un eco francés de 1789 como
ya de hecho lo había sido la proclamación de la primera independencia

49
Remitimos en esto a una obra de gran valor: R. DI STEFANO, El púlpito y la plaza.
Clero, sociedad y política de la monarquía católica a la república rosista, Buenos Aires,
Siglo XXI, 2004.
50
Cfr. J. LYNCH, Dios en el Nuevo Mundo: una historia religiosa de América Latina,
162.
51
R. DI STEFANO, Lecturas políticas de la Biblia en la revolución rioplatense (1810-
1835), en «Anuario de Historia de la Iglesia» 12 (2003), 209.
22

americana de Haití en 180452, podían ver peligros similares a los acecidos en


Europa, sobre todo los más tocantes al tema religioso: el galicanismo, la
perdida de pueblos cristianos, la perdida de territorios/dominios.
Sobre la posibilidad de un galicanismo americano, hay elementos que
pueden guiar este temor hacia una realidad, sobre todo en lo tocante a la
definición del papado en un territorio en proceso de emancipación. Al
respecto nos remitimos a dos ideas ya esbozadas en este trabajo, una más
catequística, y teológica tal vez, como es aquello que afirmaba Fernández de
Sotomayor en el Catecismo donde se ponen un interrogante sobre el papa
dueño del mundo capaz de disponer de tierras que nunca le pertenecieron; la
otra es la que refiere a los nombramientos de obispos, tema no menor y de
gran densidad histórica. En relación a este último punto, papa Pio VII ya
contaba con cierta experiencia, porque en el Concordato de 1801, en un
contexto francés no menos pacífico, acepta que el nombramiento de obispos
será un asunto consensuado entre el gobierno civil y su persona en rol de
autoridad del catolicismo53. Así mismo, la intervención del gobierno civil
incluirá distintas influencias sobre el modo de organizar las diócesis y las
prácticas discursivas, sobre todo en los sermones, en los confesionarios y en
la plegaria por la «santa causa de la liberación»54. El panorama americano
no parecía muy amigable con el actuar del papado, visto desde Roma, pero
en realidad lo que se buscaba en los ex virreinatos era una aprobación, porque
nunca se desestimó un vínculo con la Silla Apostólica y esto puede
sintetizarse con la formula «en comunión con Roma sí, sujetos a Roma no»55.
Con este panorama, el clima de la revolución creo un terreno fértil para ideas
galicanas y tardojansenistas lo cual llevó la aparición de obispos electos
gobernaban diócesis sin contar con la investidura canónica; Roma necesitaba
dar solución a esto, la diplomacia sería un instrumento eficaz, pero a la vez

52
Cfr. A. MCFARLANE, El contexto internacional de las independencias
hispanoamericanas, en P. GONZÁLEZ BERNALDO DE QUIRÓS (ed.), Independencias
iberoamericanas. Nuevos problemas y aproximaciones, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 2015, 109-111.
53
E. LORA (ed.), Enchiridion dei Concordati, due secoli di storia dei rapporti Chiesa-
Stato, Bologna, EDB, 2003, 2-9.
54
Cfr. R. DI STEFANO, Ovejas negras. Historia de los anticlericales argentinos, Buenos
Aires, Sudamericana, 2010, 112-113.
55
R. DI STEFANO – L. ZANATTA, Historia de la Iglesia argentina. De la conquista a
finales del siglo XX, 220.
23

se debían de tener en cuenta los puntos teológicos56 que brotaban en la


América independiente del Ancien Régime.
Otro punto que hemos señalado como alarmante para Roma es la pérdida
de feligresía cristiana en las tierras emancipadas. La comunión que existía
entre la monarquía española y la Santa Sede bien extendían sus raíces a las
lejanas donaciones alejandrinas y a las licencias otorgadas por los sucesores
del papa Borja. Hacia finales del siglo XVIII también las bulas de las
Cruzadas que confirmaban los derechos otorgados por el papado al monarca
español dejaban entrever que había un deseo de conservación de la fe en esos
pueblos que eran infieles todavía y sobre los cuales se ejercía un gobierno
que aportaba a la propia salvación.
En el Río de la Plata debemos hacer una consideración importante,
tomando parte de un episodio ya explicitado. Las invasiones inglesas de
1806 y 1807 llevaban en sus banderas la gran voluntad inglesa de establecer
nuevas rutas de comercio, ocupando, si fuese necesario, aquellas ya
existentes o pertenecientes a otros reinos. No se escatiman esfuerzos para
defenderse de estas amenazas, pero después de un giro insospechado, las
flotas enemigas se tornaron protectoras de las entradas comerciales de los
puertos rioplatenses, cuando Inglaterra viendo la amenaza francesa se
convierte en aliada férrea de España. Esto llevó a que creciera la simpatía
por este pueblo inglés que, con sus costumbres y modos de hacer,
prontamente empezó a inmiscuirse en la aristocracia porteña. Los temas
políticos favorecían encuentros y tertulias, donde el tema religioso ocupó
también su espacio, y ahí empieza a caminar un conocido enemigo de la
romana iglesia católica: el anglicanismo. La revolución de 1810 se había
propuesto una emancipación que contaba en sus líneas con ideólogos
formados en el iluminismo, y con esto daba paso a la disidencia que rompiese
con las hegemonías de control donde «dentro de un complejo -y poco
homogéneo- entramado ideológico emergía la noción de individuo y de sus
derechos»57. Así es que la Asamblea del Año XIII reconoce la libertad de
cultos «en forma privada» en vistas a favorecer los buenos tratos comerciales
y laborales de los nuevos habitantes del territorio autónomo; esto benefició
tantos a los ingleses con sus prácticas anglicanas como a los judíos que
empezaron a tener más visibilidad social. El corolario fue que la misma
Asamblea abolió la Inquisición y dispuso la quema de todos los elementos

56
Cfr. J. I. SARANYANA, Debates teológicos latinoamericanos en los comienzos de la era
republicana (1810-1830), en «Anuario de Historia de la Iglesia» 17 (2008), 240-242.
57
S. BIANCHI, Historia de las religiones en la Argentina. Las minorías religiosas, Buenos
Aires, Sudamericana, 2009, 24.
24

de tortura58. Esto a Roma no le sonó a buena música, porque ya con los


Concordatos del primer decenio del XIX buscaba que la religión católica
fuese reconocida como única en los territorios franceses e italianos, con
América no podía permitir que la mezcla diese lugar a la perdida.
El tercer punto tiene que ver con algo, si se quiere, más pedestre pero no
menos importante y bien conectado con los puntos precedentes. Con la
perdida de las ahora ex colonias, los beneficios que se percibían en el
Antiguo Régimen venían a menos sobre todo en cuotas de economía. Si en
los territorios emancipados no se seguía con una oficina del diezmo, como la
presente en el gobierno del patronato, la disminución de las arcas sería
considerable y esto afectaría a los propios cristianos del terreno y a los
monarcas que ejercían poder en tiempos pretéritos. Si bien con el tiempo se
ve que el estilo de patronato recayó sobre los nuevos gobiernos, el tema
financiero ocupará todavía la atención en la gestión de las nuevas
autonomías; como la revolución francesa aportó más que ideologías, a los
estados nacientes le tocará pactar con el cotidiano, religioso y temporal, para
sostenerse en el tiempo.

2.3. La respuesta del Papa


Comienza ahora un episodio importante en este camino diplomático y
tiene que ver con el Breve de Pio VII emitido el 30 de enero de 181659. Será
bueno en un primer momento diferencias a los personajes que intervienen en
esta escritura de la historia.
España dispone su futuro en las manos del embajador presente en Roma,
don Antonio de Vargas Laguna. Hombre de letras, a decir de Pedro de
Leturia, no hubo diplomático español más preclaro por las estrategias bien
definidas dentro de la corte de Pio VII. Con la vuelta de Pio VII a Roma,
Vargas Laguna encuentra un lugar privilegiado al lado del papa, y es sobre
todo depositario de confianza de otros dos personajes curiales que cierran la
triada diplomática en lo que a nosotros refiere: Ercole Consalvi y Bartolomeo
Pacca, secretario y pro-secretario de Estado60 respectivamente. Con la
amenaza de un posible ataque en el Imperio de 100 días, el diplomático
español estuvo a cargo de la protección del pontífice y esto le valió un alta
estima en la corte papal.

58
Cfr. Ibid., 26.
59
En el apéndice 2 se encuentra la versión presente en los estudios de Pedro de Leturia.
60
El Cardenal Pacca fue pro-secretario de Estado hasta el retorno de Consalvi el 2 de
julio de 1815.
25

Hacia enero de 1815, el encargado de correos en la posta spagnola de


Roma recibe la encomienda de llevar a cabo un plan para contrarrestar los
movimientos americanos, hablamos de Francisco Badán. El pedido de una
bula o un breve de parte del pontífice impulsó a Badán a crear un contacto
directo con el católico rey Fernando VII, que dio su visto bueno, pero no
contaba con que el hombre de la posta no contaba más que con su persona
para gestar todo en un secretismo absoluto. Esto llevó a un confronto poco
feliz con Vargas Laguna que no veía oportuna la intervención papal para
apoyar obispos del continente americano, ya que no convencería a los
rebeldes, motivo por el cual aguó todo intento de gestión y condujo a la ruina
el plan de Badán61.
Habiendo despejado esta intervención, no quedaba descartada la idea de
un comunicado pontificio que beneficiase a Fernando VII y donde exhortase
a la América a una pacificación volviendo al viejo Régime. Sin mucho
tiempo para desperdiciar, el ministro secretario de la corona, Pedro Cevallos,
dirige una misiva a Vargas Laguna para que nombre del rey pueda «persuadir
al santo padre a que dirija un exhortatorio a los obispos y clero de América,
convidándoles a la obediencia al rey y a la tranquilidad y a la concordia»62.
Con el pedido antes mencionado, el embajador pone manos a la obra y en
comunicados con el cardenal Consalvi se acuerda que la redacción estará a
cargo de monseñor Domingo Testa, abbreviator Curiae y secretario de las
cartas a los príncipes. Es bueno seguir una aclaración de Leturia, y es que
estos breves no los promulgaba directamente la Santa Sede sino que lo hacía
por medio de una copia que el soberano publicaba. Recopilando, el breve
Etsi longissimo fue promulgado el 30 de enero de 1816, recibido y aprobado
por el Consejo de Indias para su publicación el 12 de abril63.
El texto se dirigía a los obispos y a los clérigos, y entre sus máximas
podemos destacar el llamado a que éstos exhortasen al pueblo para que
mirasen con «justo y firme odio» todo este proceso revolucionario de manera
que fuese posible «desarraigar y destruir completamente la funesta cizaña de
alborotos y sediciones que el hombre enemigo sembró en esos países». A la
vez la vuelta al monarca era una cosa clara y necesaria para el orden, y en
esto arguye la solícita atención que éste hizo a favor de «la Religión y la
felicidad de sus súbditos».
61
Sobre Francisco Badán y su participación en otros eventos de la corona española,
podemos dirigirnos a P. DE LETURIA, Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica,
II v., 100-106.
62
Carta del 30 de diciembre de 1815 en P. DE LETURIA, Relaciones entre la Santa Sede e
Hispanoamérica, III v., 424-425.
63
P. DE LETURIA, Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, II v., 110.
26

La crítica historiográfica nos porta a ver la importancia de este documento,


del cual no se hacen grandes menciones sino hasta 1874 cuando Miguel Luis
Amunátegui64, por casualidad, encuentra una referencia al documento en una
carta pastoral de 1820 escrita por el obispo de Cuzco. Leturia por su parte
toma distancia de una posible causante del Breve en la una presión para
tener un acercamiento con la corona española, como defiende el historiador
jesuita Rubén Vargas Ugarte65.
Nos puede quedar en claro que con el pedido de obediencia de Pio VII
hacia el monarca, él mismo vuelve a posicionarse como autoridad que vela
por la paz en orbe cristiano. Hay una jugada de poder difuminado que toca
la moralidad y determina un actuar preciso para redimir, como diría John
Lynch, la «revolución pecaminosa»66.
Llama la atención que Vargas Laguna en un promedio de cuatro meses
haya logrado la circulación de este breve, siendo que con diferencia de diez
meses anteriores a diciembre de 1815 había desestimado que fuese oportuno
un comunicado a los rebeldes, y esto más que un desinterés se convirtió en
una premonición no aceptada por su empeño diplomático, pero vivido como
respuesta en la recepción americana.
En lo que a este trabajo compete, diremos que en el Río de la Plata las
repercusiones del breve gozaron de un profundo silencio. El 9 de julio de
1816 las ahora Provincias Unidas de Sud América declaraban formalmente
su independencia definitiva de España con un acta en el Congreso de
Tucumán, y en este tiempo no se registran mayores comunicados ni por la
prensa ni en otro tipo de literatura. Sólo Videla del Pino, aquel obispo
desplazado por Belgrano, cuenta con algunas pequeñas referencias en sus
epístolas67. En lo que respecta a una diplomacia directa con la Silla
Apostólica, un largo tiempo se abre para establecer un canal regular pero
mientras tanto el Congreso sanciona el 13 de agosto el envío de un delegado
a Roma para «todos los objetos relativos al bien espiritual del Estado»68. Sin
embargo, el breve podía confirmar si cabe una sospecha de los

64
Pedro de Leturia hace una referencia a este descubrimiento de Amunategui en
Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, II v., 97-98.
65
Este historiador, disonando de otras posturas, defiende que Pio VII accede «presionado
por la Santa Alianza y las instancias del embajador español en Roma» según cita de
Leturia en Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, II v., 99.
66
Tal es el título otorgado al capítulo dedicado al proceso de independencias en Dios en
el Nuevo Mundo: una historia religiosa de América Latina, 149-175.
67
Cfr. P. DE LETURIA, Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, II v., 120-121.
68
Ibid.121.
27

independientes del sur: el papa está más del lado monárquico que de las
emancipaciones.
Consecuencias jurídicas de esto es la epiqueya para regir un orden sobre
las jurisdicciones eclesiásticas vacantes de titular y otros negocios que
requerían la presencia de la ausente Roma.
Para finalizar este capítulo, en tiempos de Pio VII todavía no aparece en
escena lo que será un conflicto de pares, porque al no reconocer la
autonomías se supone un independencia incompleta todavía en una minoría
de edad, ocupando conceptos kantianos69; será después «cuando la situación
cambia y aquellos conatos emancipadores evolucionan en movimientos
nacionalistas, los pontífices romanos tendrán ante sí un problema de alta
política»70.

69
Cfr. I. KANT, ¿Qué es la Ilustración?, en Filosofía de la Historia, México, FCE, 1981,
25.
70
R. M. MARTÍNEZ DE CODES, La Iglesia católica en la América independiente, 50.
28
29

Capítulo III

Los efectos diplomáticos hacia 1820

Hasta este punto hemos explicitado lo que fue el camino para llegar a la
publicación del breve pontificio Etsi longissimo. Al finalizar el capítulo
anterior, sobre todo refiriéndonos a las Provincias Unidas del Río de la Plata,
se dijo lo poco difundido que estuvo el escrito y por ende las pocas
consecuencias prácticas que tuvo, con la sola precaución de querer enviar un
delegado para atender las necesidades de la religión en el Estado. Preocupaba
si, en el periodo posterior a la declaración de la independencia, el modo de
gobernar que adoptaría este nuevo territorio: por un lado estaban los
republicanos que veían un nuevo gesto de autonomía en esta posibilidad de
administración, y por otro corría la posibilidad de una monarquía
constitucional, que en línea con el Congreso de Viena, concedería a la
naciente nación un status de igualdad con las potencias europeas. Las
propuestas de esta última opción se ramificaron para encontrar un posible
monarca, y las posibilidades oscilaban entre alguien de nobleza europea
hasta la restauración de una dinastía inca71, según defendía Manuel
Belgrano72.
No deben aislarse otras tratativas de este nuevo gobierno, entre ellas las
relaciones diplomáticas más estables y de igualdad, razón por la cual
Bernardino Rivadavia gestiona nuevas rutas de encuentro que desembocarán

71
Cfr. P. GONZÁLEZ BERNALDO DE QUIRÓS (ed.), Independencias iberoamericanas.
Nuevos problemas y aproximaciones, 152.
72
En caso que el nombre de Manuel Belgrano suene desconocido, vale decir que fue uno
de los mayores mentores del proceso revolucionario. Formado en Europa, desarrolló su
genio intelectual y militar en tiempos de la revolución, formando parte del primer
gobierno patrio de 1810 y adquirió notoriedad con la defensa del Norte de las Provincias
Unidas contra las tropas realistas.
30

en reformas para la gestión de bienes donde entra también el patrimonio


eclesiástico.
En el campo religioso resurgen otros personajes que desde antes de las
revolución dan una nota de color realista a todo este tiempo de
postrevolución. Hablamos de modo particular del obispo Rodrigo de
Orellana al que sumamos la gestión de otro personaje importante: el fraile
franciscano Pedro Luis Pacheco. A este punto entonces, estaríamos en grado
de decir que las Provincias Unidas comienzan su camino de relaciones
bilaterales con argumentos matizados en los argumentos de los diversos
informantes, lo cual trajo consecuencias para la gestión del territorio.

3.1. Los informantes y sus informes.


La decisión del Congreso de Tucumán en agosto de 1816 para establecer
diálogos con la Sede Apostólica era acompañada de al menos dos
provocaciones: la primera era la necesidad de nombramientos episcopales,
porque si bien el gobierno había dispuesto el cese de funciones a más de un
prelado, esto no estaba en miras a una política cismática sino más bien, como
ya se dijo, a un ejercicio de poder sobre las nominas pero en consonancia
con Roma; otra motivación era la expresada por el Director Supremo Juan
Martín de Pueyrredón al decir que preocupaba «la circunstancia de la
religión y las costumbres de los ingleses que no se avienen con las
nuestras»74. Si el diálogo hubiese sido más fluido entre las dos orillas, éstas
que son preocupaciones del sur bien podían haber tenido un correlato con los
temores de Roma, pero no fue posible este diálogo. Otro empeño que el
Congreso de Tucumán se proponía era el aclarar el estilo de gobierno que
elegirían para regir estas tierras del sur y, tal como lo expresamos en líneas
superiores, algunas miras se orientaban para el nombramiento de una
monarquía donde incluso un miembro de la casa Borbón pudiese ocupar el
puesto. Para tratar estos temas en tierras europeas, se encomienda la misión
de cruzar el Atlántico al canónico Valentín Gómez, de modo que hiciera lo
que estuviese a su alcance para conseguir respuestas, desde París, con España
y Roma75.
Gómez poco consigue en sus contactos, en Roma se las tiene que ver
todavía con la barrera de Vargas Laguna en la corte pontificia que tiene un
estrecho vínculo con el cardenal secretario de Estado, Ercole Consalvi. Hacia

74
P. DE LETURIA, El ocaso del patronato real en la América española, 51.
75
Cfr. Ibid., 42-54.
31

finales de 1820 vuelve al sur americano sin respuestas y con el fracaso de


una misión que no pudo ser.
No es así, sin embargo, la suerte de otro protagonista de esta tarea
informante, el obispo Rodrigo de Orellana. Este obispo es el mismo que en
1810 no fue fusilado con Liniers, salvando su vida gracias a la investidura,
y que luego pasó al destierro hasta que solicitó la ciudadanía de las
Provincias Unidas para retornar a su sede en 1813. Aparece nuevamente en
la escena ya que por diversas polémicas había sido separado definitivamente
de la sede cordobesa en 1815 y continuaba declarándose acérrimo defensor
de la soberanía española. Sobre la suerte del prelado, después de estas
separaciones y destierros, recibimos noticias gracias la Crónica Santafecina
del acaudalado Manuel Ignacio Díez de Andino que nos cuenta sobre el paso
de Orellana por Paraná, Paraguay, volvió al puerto platense de Goya y de ahí
se embarcó para Brasil desde donde emprendió el regreso a su patria76.
Es en la llegada a España donde empiezan las acciones mediáticas de
Orellana, sobre todo con la carta, a modo de informe, que firma el 30 de
enero de 1819. En este escrito el obispo desterrado, pero ya con sede en
Ávila, declara que:
son muchos los sacerdotes que han tomado parte de los horrores de la
revuelta, y han acompañado a ésta los escándalos, terribles persecuciones,
homicidios e impiedades que nacen siempre de la anarquía77.

Este documento es considerado el primer informe oficial sobre la situación


revolucionaria del Río de la Plata, y sirve para que desde aquí empiecen a
tejerse los primeros contactos e intereses de parte de la diplomacia pontificia.
Después de esto Orellana tendrá un protagonismo solapado pero no menor
desde su diócesis española, ya que sirvió como referencia autorizada, aunque
ciertamente poco objetiva, de los eventos americanos sobre todo al momento
de pensar las nuevas nominas de obispos. En efecto, hacia 1822, el mismo
cardenal Consalvi, en una misiva al Nuncio en Madrid Mons. Giustiniani,
pide que Orellana sea consultado para el nombramiento de las sedes vacantes
en el sur78.

76
Cfr. P. DE LETURIA, La emancipación hispanoamericana en los informes episcopales a
Pio VII: copia y extractos del Archivo Vaticano, Buenos Aires, Imprenta de la
Universidad, 1935, 9.
77
P. DE LETURIA, Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, II v., 158. El
documento original no ha sido encontrado, se cuenta al día de hoy con una reconstrucción
hecha por Pedro de Leturia, según las respuestas que se emitieron a dicho informe.
78
Cfr. P. DE LETURIA, La emancipación hispanoamericana en los informes episcopales a
Pio VII, 28-30.
32

Hacia 1820 en Roma se produce el cese de actividades diplomáticas del


recordado Antonio de Vargas Laguna, y esto abre una nueva etapa para las
relaciones del sur con la sede petrina. Hasta ahora los informes que llegan
son o bien por medio de la pluma española y sus representaes, o por aquellos
que estando en el continente han mantenido fidelidad al monarca, pero, como
hicimos alusión en líneas precedentes, llega el turno de otro personaje
importante para las noticias americanas en la Ciudad Eterna: fray Pedro
Pacheco.
Este fraile franciscano, a nombre propio emprende su camino a Roma con
la clara intención de velar por la paz y el orden en las tierras americanas. Su
misión, o su automisión como dice Leturia, comienza en las voces populares
y ante la emergencia que él percibe por las numerosas sedes vacantes en el
territorio platense. Un rumor también se corre por el norte, porque en 1819
ha muerto Videla del Pino, el último obispo del Antiguo Régimen, y suena
el nombre de Pacheco para esta mitra; él se empeña por descubrir la
veracidad de estos rumores viniendo a Roma para encontrarse con Pio VII
en persona.
Partido de Buenos Aires en febrero de 1821, sin ninguna cédula oficial,
arribó a las puertas de Roma el 3 de septiembre del mismo año. Desde ahí se
disponen a cumplir su objetivo de informante y mediador para las sedes
solitarias de las Provincias Unidas. De su informe fechado el 2 de abril de
182279, destacamos lo siguiente: una presentación de su objetivo diciendo
que es para «evitar tantos males […] me presenté a dar gritos en esta ciudad
[…] representando el miserabilísimo estado de aquellas Iglesias, anegadas
ya por la ola de la tempestad». Así mismo, solicita la atención del papa para
este sur del mundo, puesto que Dios no se olvida de su gente «¿podrá ser que
el Pastor Romano, que le representa, deje de consolar a millón y medio de
ellas [las ovejas] que invocan su auxilio?». Los pedidos son concretos: un
Vicario Apostólico «revestido con la dignidad y honor arzobispales para que
así los respeten los Magistrados y lo estime mucho el pueblo», y para esto se
apoya en el conocimiento que tiene de sus paisanos; pide también la creación
de «dos o tres Obispos in partibus, porque la extensión de aquellas
provincias es enorme»; para mejorar las relaciones diplomáticas, Pacheco
quiere que «se nombren uno o dos Notarios Apostólicos [para…] avisarse al
Sumo Pontífice». A esto expuesto se suma también un pedido para controlar
a los canónigos intrusos, los confesores aprobados, los Vicarios Generales

79
Texto original en latín y traducción castellana en P. DE LETURIA, La emancipación
hispanoamericana en los informes episcopales a Pio VII, 12-17.
33

aprobados sin acción oficial; en pocas palabras requiere una intervención


legislativa para controlar administrativamente el territorio eclesiástico.
Un punto en común con Orellana será que Fray Pedro el Americano, como
le conocieron en la corte pontificia, solicita la prontitud de acción con
respecto a los nombramientos para las sedes vacantes porque teme que se
recurra a la obligación de consagrar, sin pontificia autorización, a los obispos
electos por el gobierno de turno80. Para terminar su misiva, Pacheco pone en
confrontación el accionar del monarca español que «niega auxilios
espirituales» ante lo cual la Santa Sede debe responder por el bien de un
pueblo que no puede estar sin pastores por esperar a la vez servir a dos
señores. Una ultima mención será el temor de la masonería que amenaza
«manchar con errores», pero sobre esto no se extiende más que en una
referencia.
Como vemos entonces, los informes que Orellana y Pacheco, sumados a
aquellas noticias que llegan de otras latitudes de la gran América, ponen ya
de sobre aviso a la Sede Apostólica. Las acciones diplomáticas de Consalvi
buscan tener más seriedad, o severidad incluso, y el resultado será que en
abril de 1823, de parte de Congregación de Asuntos eclesiásticos
extraordinarios, se enviase la llamada Misión Muzi, que es el envío de un
delegado al terreno de los conflictos y toma su nombre del titular Giovanni
Muzi, a quien se le suma el joven canónigo Giovanni Maria Mastai Ferretti,
futuro Pio IX, y Giuseppe Sallusti como secretario. El objetivo de esta
misión se aprecia en un breve de Pio VII, donde se explicita que no hay
carácter político, de modo que queden tranquilas las dos orillas del Atlántico,
ergo, era una «naturaleza meramente espiritual […] y dentro de
espiritualidad, amplísimo, cual convenía a las necesidades de América y a la
incomunicación con la curia»81 en la que se hallaba este sur.
El 20 de agosto de 1823 la muerte de Pio VII, en el continente americano
la noticia llega en los primeros días de septiembre. Unas líneas del Deán
Funes de Córdoba rezan: « [Pio VII] inaccesible a toda pretensión que lo
desviase de la senda que siguieron sus más santos predecesores, jamás fue

80
Sobre este punto de los «obispos electos» sabemos que fue un tema que se fue
acentuando durante la década de 1820, y esto es porque en el fondo corrían también
algunos argumentos teológicos que ponían en juego el rol del papado en estas tierras
emancipadas. Para ampliar los fundamentos nos remitimos al estudio de J. I. SARANYANA,
Debates teológicos latinoamericanos en los comienzos de la era republicana (1810-
1830), en «Anuario de Historia de la Iglesia» 17 (2008), 240-242.
81
P. DE LETURIA, Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, II v., 201-202.
34

seducido por las caricias ni atemorizado por los infortunios»82. Buenos Aires
y la Republica reciben con frialdad la noticia, hay algunos actos religiosos
en las catedrales, pero en un respeto que no ve en el pontífice un enemigo de
las causas revolucionarias, pero si en cambio un hombre causa del centro de
la fe y la doctrina83.

3.2. Una política religiosa en las Provincias Unidas


Después de la muerte de Pio VII, la misión Muzi partió bajo el pontificado
de León XII y arribó al Río de la Plata en los primeros días de enero de 1824.
El panorama con el que se encontró era el efecto de algunas disposiciones
políticas que buscaban reorganizar los temas de la religión en el territorio, y
sobre esto versan las siguientes líneas.
En la administración de la naciente Nación se descubre que se deben
atender muchos frentes que componen el mosaico del territorio, y en la
agenda se llega a la conclusión de que «la existencia de la Iglesia es
inevitable o imprescindible para garantizar el orden social [y] la necesidad
de introducir reformas en el régimen eclesiástico goza de bastante
consenso»84. Esto que decimos se veía respaldado por un creciente
descontento que brotaba de las diferenciaciones sociales que se iban
instalando dentro del organigrama social, donde el mismo clero tenía sus
profundas diferencias entre los intelectuales y los más populares, los
regulares pierden autonomía y mientras tanto la misión de cura animarum
en la campaña carece de pastores.
El ejercicio de la religión se abría camino como práctica privada y, como
ya mencionamos, empieza a tener un espacio de tolerancia la convivencia
con otras formas de fe distintas de la católica romana; los fundamentos
doctrinales, ya desde 1810, iban acompañados por el deseo «de la ilustración
del pueblo como requisito del progreso político» y tuvo como corolario la
distribución del Contrato social de Rousseau suprimiendo los ataques
religiosos85.
Todo este movimiento encuentra su ápice con la llegada al poder de
Bernardino Rivadavia que en 1820 asume como ministro de Gobierno y

82
L. R. ALTAMIRA, El Deán Funes y el Papa Pio VII, Córdoba, Imprenta de la
Universidad, 1952, 10.
83
Cfr. Ibid., 47.
84
R. DI STEFANO – L. ZANATTA, Historia de la Iglesia argentina. De la conquista a
finales del siglo XX, 217.
85
J. C. CHIARAMONTE, La Ilustración en el Río de la Plata. Cultura eclesiástica y cultura
laica durante el Virreinato, Buenos Aires, Sudamericana, 2007, 83.
35

Relaciones Exteriores, y propone una serie de reformas para la


administración en sus múltiples facetas, tocando especialmente lo
económico y el ámbito religioso, muy de la mano ambos caminos tomados.
Por un lado la reforma de religiosa tiene su inició con el pedido del 4 de
agosto de 1821, cuando el gobierno por medio de Rivadavia, solicita la
Cabildo Eclesiástico un detallado informe de estado y disciplina eclesiástica
en el territorio, lo cual llevó también a una acercamiento a las ordenes
religiosas que debieron declarar propiedades y estadísticas de miembros.
Este último punto alteró el orden de las casas regulares y debido a algunos
inconvenientes en el capítulo de los mercedarios, éstos fueron los primeros
en terminar fuera de un autogobierno cuando el gobierno en diciembre de
1821 decretó el cese de los provinciales y la dependencia directa del
ordinario del lugar para su organización. Lo mismos sucedió luego con
algunas ordenes de frailes menores86.
La intromisión en asuntos administrativos internos fue más allá cuando
los clérigos pasaron a ser parte de un derecho común, cesando así el fuero
personal del clero. La reforma fue más adelante y con la supresión del fuero
eclesiástico vino también una supresión del diezmo, de modo que el Estado
se hacia cargo de las imposiciones del diezmo y de los seminarios. El punto
donde hubo más tensión fue en la supresión de algunas órdenes religiosas, la
confiscación de sus propiedades y el control de las reglas internas para la
cantidad de miembros por convento, como así también se establece la edad
mínima de profesión en 25 años, con previa autorización del ordinario87.
Como vemos, la intervención en las legislaciones internas de las casas
religiosas acarreó grandes problemas y favoreció por otra parte el
abastecimiento del clero diocesano porque se facilitó la secularización
mediante el aumento de poder del ordinario y del Cabildo Eclesiástico. Se
presume entonces que la «nueva arquitectura [está] basada en las columnas
del ideario tardojansenista y galicano, que ahora encuentra pocos escollos
para materializarse institucionalmente»88.
Ahora bien, la adquisición de nuevos terrenos expropiados a las órdenes
y la creación de proyectos para usufructuarlos, apuntaban al gran plan de la
reforma económica que Rivadavia proponía para sostener a las Provincias
Unidas. Para el pensamiento de liberal del ministro, influenciado por Jeremy

86
Cfr. F. URQUIZA, La Reforma Eclesiástica de Rivadavia: viejos datos y una nueva
interpretación, en «Anuario IEHS» 13 (1998), 241.
87
R. DI STEFANO – L. ZANATTA, Historia de la Iglesia argentina. De la conquista a
finales del siglo XX, 218.
88
Ibid., 219.
36

Bentham, «el Estado se limitaba a proporcionar las condiciones dentro de las


cuales los individuos podrían perseguir sus propios intereses, que eran
también considerados como intereses del Estado»89 y esto la religión no
podía quedar fuera. A partir de las reformas, las rutas comerciales del extinto
Virreinato se abrieron hacia el mundo, y en 1822 el viejo enemigo inglés,
que quince años antes amenazaba, abrió sus puertos de navíos y funcionaron
como anticipo de las relaciones diplomáticas.
Pensando más en profundidad ¿qué nos sirve tener estas nociones de la
reformas emprendidas pro Rivadavia? Si se fuese más allá, en un estudio
profundo de los efectos inmediatos de la reforma90, la respuesta primera es
para saber cuál es el panorama que Muzi encuentra en Río de la Plata, y se
da razón, por ejemplo, al rechazo percibido o las estrategias llevadas a cabo
con la secularización de clérigos regulares, que tenía tantas demandas en los
territorios visitados91.
Una ultima consideración nos lleva a ver cómo la diplomacia pontificia
tuvo que verse, hacia el final de pontificado de Pio VII, con unas
organizaciones nacionales que se ponían a la par, con estrategias y formas
de gobiernos claras donde no faltaron las incomprensiones de unos
conservadores que vieron un ataque a la sacralidad eclesiástica y por otro
lado están quienes vieron una justa distribución administrativa y judicial que
comenzando por el clero sirvió de ejemplo a una equidad imitable en el orden
civil. En pocas palabras, la religión resultó ser también la amiga necesaria,
como diría Napoleón Bonaparte, para un orden social que no dejaba de ser
profundamente religioso y gozaba de una libertad conquistada en muchos
años de lucha.

89
J. LYNCH, Las Revoluciones hispanoamericanas 1808-1816, 79.
90
Es recomendable en este caso el estudio de N. CALVO, “Cuando se trata de la
civilización del clero”. Principios y motivaciones sobre el debate de la Reforma
Eclesiastica porteña de 1822, en «Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana
Dr. Emilio Ravignani» 24 (2001), 73-103.
91
Cfr. V. AYROLO, Una nueva lectura de los informes de la misión Muzi: la Santa Sede
y la Iglesia de las Provincias Unidas.
37

Conclusión

El manto de la Inmaculada Concepción ondeaba en las orillas del Paraná


el día que Manuel Belgrano izó por primera vez el símbolo patrio de la
naciente Argentina en 1811. Ciertamente no era un manto, era una bandera
con los mismos colores de la devoción mariana, en la que también puede
interpretarse una reminiscencia borbónica: la ambigüedad se hace presente.
Otro episodio con los mismos personajes: el 24 de septiembre de 1812 una
batalla pone en marcha las tácticas militares de Belgrano en Tucumán, son
1.300 soldados bajo su mando enfrentando a 3.000 del frente realista; la
batalla es una victoria para las minorías, y para Belgrano un signo de
intervención divina en el día de la Merced92. Lo religioso está presente en la
vida del prócer, y por esto su gesta patriótica tiene también una lectura que
toca lo sobrenatural, una misión que nace desde el deseo de liberar, como el
Dios del Éxodo.
Los eventos patrióticos que se sucedieron al mayo de 1810 gozan de la
tensión constante de una emancipación naciente y de un vínculo religioso
siempre presente. Como dijimos en algunas líneas anteriores, los
protagonistas de este tiempo, en altos mandos o en lo cotidiano del vivir,
tiene una profunda pertenencia religiosa que les impide pensarse fuera de
una comunión estrecha con el Vicario de Cristo. Este vínculo con la Sede
Apostólica motivo las estrategias para un acercamiento verdadero entre las
dos orillas, entre las autonomías nacientes y la Europa que mira con
sospechas todos estos movimientos.
Hemos citado un catecismo al inicio del trabajo porque nos parecía que
reflejaba un modo claro de cómo un mismo instrumento religioso que
pervive en los años puede esbozar un sentido y un significado distinto según
quién lo auspicie y divulgue; además es menester recordar que los

92
Cfr. C. BRUNO, Historia Argentina, Buenos Aires, Editorial Don Bosco, 1977, 298-
307.
38

catecismos políticos «constituyeron una de las formas fundamentales a


través de las cuales trascendieron hacia la sociedad las ideas y conceptos»93
que fomentaban la revolución, la comprensión del hombre y el ejercicio de
la libertad.
Otra nota tiene a Simón Bolívar como protagonista, en Roma, en el verano
de 1805 cuando se encontró con Pio VII; después de este encuentro,
conjugando las enseñanzas francesas con regimen colonial, sobre el Monte
Sacro, juró la independencia para su América como un acto religioso y un
deber con sus antepasados94. A este punto entonces, ¿cómo se explica que el
deseo de libertad, hecha por hombres religiosos, haya decantado en
revolución, con guerras y malentendidos tan marcados?
La revolución portaba en sí la seriedad de la independencia, porque lo que
se deseaba era la conformación de Estados que pudieran responder desde la
autonomía, una adultez de frente al mundo. Fueron procesos que tuvieron
distintos desenlaces, en el caso de la actual Argentina el inicio fue 1810 pero
la independencia recién viene declarada en 1816, es decir que hubo al menos
seis años en los que la idea de completa libertad se fue madurando no sin
problemas y mal entendidos entre los mismos patriotas. Los intereses
económicos no están ausentes y un giro potente en las estrategias empleadas
durante el tiempo de independencia; lo religioso se toca lateralmente con
estos asuntos del César, porque perder las colonias suponía una derrota
económica considerable.
Ahora bien, a más de doscientos años de los procesos revolucionarios,
volver a mirar estos eventos supone descubrir cómo las instituciones
religiosas hicieron parte de la consolidación de las independencias, y aquí el
actuar de la diplomacia pontificia comienza a tener un trato de iguales, y esto
se aviene un cambio en más de un paradigma, incluso teológicos.
Las bases de esta diplomacia pontificia se forjaron en el conflicto y la
duda, y no será menos pantanoso el camino durante muchos años en el que
la Iglesia tuvo que hacer su historia en el otro lado del Atlántico. Desde aquel
1810 partieron caminos de libertad y la Iglesia hizo el suyo de un modo que
supone mucho más que el trato con autoridades civiles, teniendo hasta
nuestros días intervenciones que influyen en lo cotidiano de los bautizados.
Para Roma las relaciones con América, en la medida en que ésta dejó de ser
la desconocida, supuso redescubrir una tierra de misión y confrontar con una
tierra que comienza a protagonizar la historia del mundo.

93
R. SAGREDO BAEZA, Actores políticos en los catecismos patriotas y republicanos
americanos, 1810-1827, en «Historia Mexicana» 179 (1996), 502.
94
Cfr. P. DE LETURIA, Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, II v., 17-18.
39

Apéndices

1. Mapas del territorio

Fuente:
P. YANKELEVICH, Historia mínima de Argentina, Madrid, El Colegio de México – Turner,
2014, 118.153.
40

2. Encíclica Etsi longissimo de Pio VII, 30 de enero de 1816.

A los Venerables [Hermanos], Arzobispos y Obispos y a los queridos hijos del Clero
de la América sujeta al Rey Católico de las Españas.

PIO VII, PAPA

Venerables hermanos e hijos Hijo en Jesucristo Fernando, Vuestro


queridos, salud y Nuestra Apotólica Rey Católico, para quien nada hay más
Bendición. Aunque inmensos espacios precioso que la Religión y la felicidad de
de tierras y de mates nos separan, bien sus súbditos; y finalmente, si les pone a
conocida Nos es vuestra piedad y vuestro la vista los sublimes e inmortales
celo en la práctica y predicación de la ejemplos que han dado a la Europa los
santísima Religión que profesamos. españoles que despreciaron vidas y
Y como sea uno de sus hermosos y bienes para demostrar su invencible
principales preceptos el que prescribe la adhesión a la fe y su lealtad hacia el
sumisión a las Autoridades superiores, Soberano.
no dudamos que las conmociones de Procurad, pues, Venerables
esos países, que tan amargas han sido Hermanos e Hijos queridos,
para Nuestro Corazón, no habréis cesado corresponder gustosos a Nuestras
de inspirar a vuestra grey el justo y firme paternales exhortaciones y deseos,
odio con que debe mirarlas. recomendando con el mayor ahínco la
Sin embargo, por cuanto hacemos en fidelidad y obediencia debidas a vuestro
este mundo las veces del que es Dios de Monarca; haced el mayor servicio a los
paz, y que al nacer para redimir al género pueblos que están a vuestro cuidado;
humano de la tiranía de los demonios acrecentad el afecto a vuestro Soberano
quiso anunciarla a los hombres por y Nos os profesamos; y vuestros afanes
medio de sus ángeles, hemos creído y trabajos lograrán por último en el cielo
propio de las Apostólicas funciones que, la recompensa prometida por aquel que
aunque sin merecerlo, Nos competen, el llama bienaventurados e hijos de Dios a
excitaros más con esta carta a no los pacíficos.
personar esfuerzo para desarraigar y Entre tanto, Venerables Hermanos e
destruir completamente la funesta cizaña Hijos queridos, asegurándoos el éxito
de alborotos y sediciones que el hombre más completo en tan ilustre fructuoso
enemigo sembró en esos países. empeño, os damos con el mayor amor
Fácilmente lograréis tan santo objeto Nuestra Apostólica Bendición.
si cada uno de vosotros demuestra a sus Dado en Roma en Santa María la
ovejas con todo el celo que pueda los Mayor, con el sello del Pescador; el día
terribles y gravísimos perjuicios de la treinta de enero de mil ochocientos diez
rebelión, si presenta las ilustres y y seis, de Nuestro Pontificado el décimo
singulares virtudes de Nuestro carísimo sexto.

Fuente:
P. DE LETURIA, Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, II v., Caracas,
Sociedad Bolivariana de Venezuela, 1959, 110-113.
41

Bibliografía

Fuentes
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Índice de nombres

Alberti, Manuel: 11,12. Mastai Ferretti, Giovanni Maria:


Alejandro VI, papa: 9. 33.
Azurduy, Juana: 20. Moreno, Mariano: 11-12, 21.
Badán, Francisco: 24. Muzi, Giovanni: 32-34, 37.
Belgrano, Manuel: 11-14, 27-29, Orellana, Rodrigo Antonio de: 13,
37. 30-31, 33.
Beresford, William Carr: 5. Pacca, Bartolomeo: 7, 24.
Bonaparte, Napoleón: 2, 6-8, 11, Pacheco, Pedro Luis: 30, 32-33.
18-19, 21, 35. Palacio Fajardo, Manuel: 18.
Castelli, Juan José: 11-12. Paso, Juan José: 12.
Cisneros, Baltazar Hidalgo de: 11- Pio VI, papa: 19.
12. Pio VII, papa: 2, 6-7, 18, 21-22, 24,
Consalvi, Ercole: 24-25, 30-31, 33. 26-27, 32-34, 36, 38, 40.
Depech, Luis: 18. Pueyrredón, Juan Martín: 30.
Díez de Andino, Manuel Ignacio: Rivadavia, Bernardino: 28, 34-36.
31. Saavedra, Cornelio: 11-12.
Fernández de Sotomayor, Juan: 4, San Martín, José de: 14.
22. Testa, Domingo: 25.
Fernando VII, rey: 1, 8, 14, 25, 40. Vargas Laguna, Antonio: 24-26,
Funes, Gregorio: 11, 13, 33. 30-32.
Gómez, Valentín: 30. Videla del Pino, Nicolás: 13, 26,
Julio II, papa: 9. 32.
Liniers, Santiago de: 6, 11-13, 31.
48
49

Índice General

Introducción ................................................................................................................. 1
Capítulo I: El despertar de una autonomía ................................................................... 3
1.1 Antecedentes de un tiempo revolucionario en América hispana........................... 4
1.2 Un Papa ausente y los movimientos en el continente ........................................... 6
1.3. La situación eclesiástica en el Río de la Plata ..................................................... 8
1.4. El difícil acompañar de la Iglesia en tiempos de revolución.............................. 10
Capítulo II: Roma y las noticias de América ............................................................... 17
2.1. Las primeras noticias ....................................................................................... 18
2.2. Algunas preocupaciones romanas sobre las independencia ............................... 21
2.3. La respuesta del Papa ....................................................................................... 24
Capítulo III: Los efectos diplomáticos hacia 1820....................................................... 29
3.1. Los informantes y sus informes. ....................................................................... 30
3.2. Una política religiosa en las Provincias Unidas ................................................ 34
Conclusión ................................................................................................................. 37
Apéndices ................................................................................................................... 39
1. Mapas del territorio............................................................................................. 39
2. Encíclica Etsi longissimo de Pio VII, 30 de enero de 1816. ................................. 40
Bibliografía ................................................................................................................ 41
Índice de nombres ...................................................................................................... 47
Índice General ............................................................................................................ 49

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