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. LA RANA Y LA GALLINA Criarte) : Desde su charco una parlera rana . oy6 cacarear a una gallina. 8 “Vaya, le dijo: no creyera, hermana, que fueras tan incémoda vecina. Y con toda esa bulla, 4 qué hay de nuevo?” “Nada, sino anunciar que pongo un huevo.” “Un huevo solo? iY alborotas tanto!” “Un huevo solo; si, sefiora mia. éTe espantas de eso cuando no me espanto de ofrte e6mo graznas noche y dia? Yo, porque sirvo de algo, lo publico; ti, que de nada sirves, calla el pico.” Puede perdonarse a quien realiza algo util, que lo pregone; el que nada hace debe callar. 28 it 1 Oo / Le ‘ i See | Un leon hambriento, viendo que no le era facil subir a los ris- cos en que pastaba una cabra, se fue acercando poco a poco. Pronto se dio cuenta que le seria imposible llegar hasta la ca- brita y entonces, le dirigié carifiosas frases invitandola a pastar jun- tos la fresca y aromatica hierba de la pradera. —jDeja estas pefias estériles —le dijo— y baja a los prados donde yo habito, amiga mia! —Tienes razon, asi lo haré —replicé la cabra—, pero cuando estés muy lejos de este lugar. No escuches del enemigo el consejo, sino quieres perder el pellejo. Al pernito curioso Erase un perrito muy curioso y preocupado por las cosas que eresaban a su amo. Cierta vez, el perrito escucho ruidos extrafos que llamaron su atencidn. Sigilosamente fué al lugar de sus sospechas y descubrié a varios ratones dandose un gran festin. —A mi no me vienen con vivezas —penso. Aldar un salto tropez6 con una trampa para ratones que aprisioné ja de sus patas, arrancandole fuertes aullidos de dolor. —jVean al cazador, cazado! —grit6 un pericote. —jPor favor, saquenme de este apuro, —suplicaba el perro—, que pueden confiar en mi. Los ratones, que en el fondo eran buenos, liberaron a su oca- sional perseguidor, diciéndole: —Esto te sucede por hacer de gato. No cumpias las funciones, para las que no tienes condiciones. yw.FabulasAnimadas.com La sirvienta de una casa, por descuido, derramé buena canti- lad de miel sobre el piso. —Aqui esta la fuente de vida eterna —pensaron las mos- que, guiadas por el olfato, se abalanzaron sobre el dulce TCO. Ocurrié que al posarse sobre la miel quedaron de patas y alas pegadas, sin poder volar. —iAy, pobres de nosotras que, por misera golosina, en- contramos la muerte!—, asi se lamentaban en la agonia. ) Y, aunque parezca exageracién, miles de moscas murieron como las primeras. Placeres en exceso, males en proceso, 29 Ol lobo y el ae: pewce Debido a la avaricia de un rico hacendado, el perro, que cuida- ba el rebafio de ovejas, estaba famélico y un lobo, al notario, le dijo: —Amigo, que flaco estas, {no te dan de comer? Escucha mi consejo y te daran abundante comida. —Si es para mi provecho, venga tu consejo. Ante el entusiasmo del can, el lobo dijo: —Me dejas entrar al rebafio y me llevo una oveja. Tu me persi- gues, mas, en el camino te caes. Los pastores diran a tu amo que te caiste por flaco y ordenara te den excelente alimentacion: El perro “pisd el palito” y todo salié de acuerdo al plan del lobo. El amo dispuso darle mucha carne y pan de buena harina y el perro fue recobrando cames y mejor figura. —Amigo, {bueno fue mi consejo? —pregunt6 el lobo. (continua) ww.FabulasAnimadas.com www. FabulasAnimadas.com oC Gleane y a cere Cierto cuervo, de los feos el peor, hurté un queso y fué a saborearlo en la copa de un arbol, En esa circunstancia lo vio un Zorro que, con la intencidn de quitarselo, comenzé a adularlo de esta manera: —Ciertamente, hermosa ave, no hay entre los pdjaros otro que tenga la brillantez de tus plumas nitu gallardia y donaire. Tu voz es tan fascinante que juzgo no habré quien te iguale en perfeccion. El cuervo, envanecido por el elogio, quiso demostrar al astuto zorro lo argentina de su voz y comenzo a graznar, dejando caer el queso que tenia en el pico. ; El ladino zorro, que no deseaba otra cosa, cagié entre sus | dientes el suculento bocado y, dejando burlado al cuervo, lo devoré bajo la fresca sombra de un arbol. Quien te envanece y engrie de tu necedad se rie. 35 ‘aie | Ol hombre y la hormiga Al hundirse una nave con todos sus pasajeros, un hombre, que presencio el naufragio desde la orilla, dijo para si: —jQué injusto castigo manda el cielo, pues, por sancionar a un pecador, hace perecer a numerosos inocentes! Mientras asi pensaba, una hormiga le pico en la pierna y él, para vengarse de ella, exterminé a todas las demas que por alli ha- bian. Al poco rato se le presento un angel y, tocandole el hombro, le interrog6 de esta manera: —{Aceptaras, ahora, que el cielo juzgue a los hombres como. td alas hormigas? Adora a la Providencia que cuida de tu existencia. 68 TZ gallina de los huevos de ovo Habia en un corral una gallina que ponia huevos de oro. Su duefio, que todas las mafianas los recogia y vendia a buen ‘precio, dijose entonces: —Si los huevos de la gallina son de oro, las entrafias, donde forman, deben contener oro en abundancia. Acto seguido, maté a la gallina creyendo hacerse rico en poco ‘tiempo; pero al comprobar que las entranas eran como las de todas las gallinas, comprendié que habia cometido un irreparable error. —jBien merecido tengo el chasco, pues feliz estaba con mi linita viva que me daba un huevo todos los dias! —exclam6 el am- bicioso, presa de honda frustracién. La codicia es mala consejera, y hace tu fortuna pasajera. nn ww.FabulasAnimadas.com r kta vavateles El hijo de un pescador fué a los acantilados para proveerse de unos caracoles. i Cuando tuvo algunos, encendié una fogata y comenzé a asar- _ los, pues tenia hambre. ? Los infelices comenzaron a rechinar sobre el fuego enlenta , agonia. Al escucharlos, el adolescente exclam6: —jDiablos de animales! Los estoy quemando vivos y ellos "se ponen a cantar. El pequefio pescador, sin salir de su asombro, relaté a su pa- dre lo ocurrido, y este le respondio: i —No te extrafies, hijo mio. En la vida, muchos se sacrifican _ porel bien de los demas. B Nada en la vida da mds paz, que hacer bien alos demas. RMN rabuiecAnimadas com > Ol asno Yy la ZOVVAaA Un asno y una zorra caminaban por la pradera, cuando de pron- to aparecié6 un ledn con intenciones nada benévolas, desde luego. La zorra, jactandose de ser amiga del Rey de la Selva, se adelanto para decirle al oido. —Si me dejas libre veras que el torpe burro caera de inme- diato en tus garras. Y volviéndose junto al asno se expreso: —Nada tienes que temer si no te apartas de mi lado—. Y, lle- vandolo de un lugar a otro, le hizo caer en las redes de una trampa. El leén, consciente de que el asno estaba seguro, dijo, mientras hundia garras y dientes en la zorra: —Ahora te como mientras el asno espera su turno. Traicién bajo amistad, es doble maldad. Ve / FabulasAnimadas.com ss (Nh Ol ben y el asno Cierto dia un famélico ledn tuvo el capricho de cazar en com- pafifa de un asno, a quien ordeno: —Te esconderas en la selva y rebuznaras fuerte. EI Rey de la Selva examiné el panorama y afiadié: —Yo me colocaré en aque! boquete de salida. Cuando los animales, asustados de tu estrépito, pretendan huir, los iré cazando uno tras otro. El ardid surtid sus propésitos y, cuando el le6n se hubo harta- do de carne, dispuso que el burro saliera de su escondrijo. —iQué tal lo hice, majestad? —pregunté con disimulado or- gullo el orejudo borrico. —No pudiste hacerlo mejor —respondié el leén—, pues yo mismo hubiera tenido espanto de no saber que eras un pobre asno. El miedo no te llega, a0 si sabes de dénde viene. i Ol asno y el lobo y Cierto asno, viendo que se le acercaba un lobo y que no po- | dia escapar de él, simuld encontrarse cojo. El lobo, acercandose, le pregunté la causa de su cojera. El borrico le respondié que se le habia introducido una espina en una de sus patas. Y afadié: —AQuiteme, por favor, esa espina, sefior lobo y devéreme cuando le plazca, sin temor de lastimarse la boca. El lobo se dejé convencer mansamente; pero, al levantar la pata del asno, recibié tan terrible coz que se quedo sin un solo dien- te en las mandibulas. —Bien merecido lo tengo, porque siendo mi oficio carnicero, gpor qué me meti a curandero? —dijo el lobo. No cambies de oficio, sino recibes beneficio. Ol leviador y el bosque Un lefiador, talando arboles del bosque, no daba descanso a sus brazos. De su empefio no escapaban abetos ni encinas, has- a que se rompid el mango de su hacha. —jOh, Dios, por fin habra paz y tranquilidad en mi mundo! exclam6 el bosque. Transcurridos los dias, el lefador, humildemente, rogo al bos- que: —Déjame tomar una rama de este abeto para mango de mi hacha, y te prometo irme a otro bosque. La arboleda, conmovida por el ruego, accedid al pedido, pero tan pronto el lefiador tuvo lista su hacha, comenz6 a destrozar a sus bienhechores. —jEs asi como agradeces el bien que te hice? —dijo adolo- rido el bosque—. Has cambiado el favor en instrumento de extermi- nio. El hombre ingrato hace mai al rato. \www.FabulasAnimadas.com www.FabulasAnimadas.com Ol lobo y a carnevo Un perro, exterminador de lobos, murié en cruenta pelea mo- tivando el llanto del amo. ___ —Cértame los cuernos y cubreme con el cuero del mastin — le dijo un vigoroso carnero al ver la pena del pastor—. Los lobos creeran que Soy el perro. El pastor, acogiendo la idea, la puso en practica. A poco, un lobo hambriento ingres6 al redil, tom6 un corderillo y huy6. El falso perro, al advertir lo ocurrido, inicié la persecucion y al pasar por un matorral se desprendié el cuero y el engafio quedo al descubierto. —éQuién eres? —exclam6 el lobo, incrédulo. —Un carnero leal a su amo —respondio. —Amigo, aunque uses ropas ajenas, igual sera tu destino —contest6 el lobo y se comié al carnero. Aunque cambies de vestido, 24 igual se cumple tu destino. ‘abulasAnimadas.com al edn, la vaca, i epee y be oveja Un leon, una vaca, una cabra y una oveja hicieron pacto para cazar en los montes y repartirse en paz cuanto atrapasen. Unatierna cierva fue la primera pieza que cobraron. El leén, des- pués de dividirla en cuatro partes iguales, argumento: —La primera de estas partes es para mi porque me llamo leon; también me comeré la segunda, porque soy el mas fuerte; la tercera también la tomo y, mirando con ojos amenazadores a los tres socios, concluy6: —jEI que toque la cuarta parte, que vaya haciendo su testa- mento, pues me lo comeré! Cuando se es honrado como la vaca, inocente como lacabra y manso cual la oveja, no se debe andar con leones. Tratos sobre caudales, hazlos con tus iguales. 50 Ol asno vestido con piel de leén Bib/, un jumento de Asnolandia, se vistio cierta vez con la piel de un le6n que encontré en el camino. Los demas animales, al verlo, se asustaron y huyeron des- Pavoridos, de suerte que el terror se apoderé de toda la comarca. Bibi, feliz de saberse temido, paseabase campante por pra- dos y montes. Su amo, echandole de menos, fue en su busca; mas, al encontrar a ledn tan raro, se asust6 sobremanera y huy6. Poco tiempo después, al reparar el amo en las descomunales orejas que asomaban Por entre la piel del leén, se dio cuenta de la farsa. Se le acercé entonces, le quitd el disfraz, y lo molié a palos. Quien engafar pretende, con el castigo aprende. os kdgrimeas del ni sas ldgrimas del rico Un grupo de mujeres plafiideras, a quienes se les habia pa- gado, lloraban la muerte de una de las hijas de un acaudala- do padre. La otra hija, sorprendida, se acercé a su madre y le pre- gunto: —Madre mia, 4como, nosotras que sufrimos la desgracia en carne propia, apenas si lloramos? Mira como esas lloronas, que nunca conocieron a la difunta, se deshacen en lastimeros llantos. La madre contests: —No te extrafies, hija mia: esas mujeres no lloran lagrimas, sino dinero. No olvides que las monedas son las lagrimas del rico. Con el dinero conviertes, a sanos en sufrientes. Tateioe GritaeAnimaciaccom www.FabulasAnimadas.com, / loro Yy la babras amugas Cc © En un hermoso prado, un toro y tres cabras jugaban muy contentos y se hicieron buenos amigos. A lolejos, eran observados por un perro va- gabundo, que no aleanzaba a comprender y pens6: —Qué hace ese robusto y enorme toro, viviendo con esas cabras, tan flacas y feas como un esternén. Un dia, que el toro se encontraba solo, el perro le hizo conocer lo que pensaba y le dijo: —TU, tan fuerte, al lado de esas flacas cabras, creeran los demas que tu eres débil Reflexionando el toro, se alejé de sus ami- gas. Pasando largo tiempo en soledad, dijo para si: —Si yo con ellas tanto me divertia, gpor qué hice caso a un sucio y envidioso perro, a quien no conocia? Asi pudo reencontrarse con sus amigas. Al dis- culparse, les prometio una eterna amistad. A laamistad la aleja, quien con envidia aconseja. www.FabulasAnimadas.com fa ol oso Yy a led Un leon y un oso hambrientos se pusieron de comun acuerdo para cazar un cervatillo que asom6 la cabeza por entre el verde follaje. Al iniciar el festin cada cual reclam6 su derecho y se trabaron en feroz contienda para determinar quién tenia la preferencia sobre el cervatillo _ Una zorra que merodeaba por el lugar observ6 con vehe- mencia el episodio y se dijo: —jExcelente oportunidad para saciar mi hambre! Acompaiiando las palabras a la accién, arrastré al cerva- tillo hasta su madriguera. Cuando el ledn y el oso se dieron cuenta, pusieron el grito en el cielo y vociferaron: —jPobres de nosotros! Mientras nos peleabamos como dos tontos llegé la zorra y sacd provecho. Quien disputa y no comparte, perderd toda su parte. ie, Legitha lopo y el lirén Una familia de topos vivia cerca de la guarida de un lirén, a cuya puerta llam6 un topito para decir: —Buenos dias, sefior lirén. Dice mi mama que le pres- te un kilo de harina para preparar una torta. El lirén dio de mala gana cuanto le pedia, no obstante deberle favores a dofia topo. Al rato volvieron a llamar. Era el topito que esta vez solicité medio kilo de aztcar. El liron, molesto por la im- pertinencia, le entrego medio kilo de sal. Horas mas tarde se presentaron en casa del lirén, mama topo y su familia, para abrazarlo: —jFeliz cumpleafos, vecino! Acepta esta torta. Allirén casi le dio un patatus, pues al comerla advirtio que la torta era salada. Quien imita al que engafa, se venga y no agravia. www. FabulasAnimadas.com Ol hombre Yy la culebra / Un hombre, con falsas promesas, captur6 una culebra y la me- ti6 en un saco, condenandola a morir. —Ser bueno con los malos es estupidez le musit6— jSimbo- le la ingratitud! Voy a hacerte pedazos. Asi nitu célera ni tus dientes ran hacerme dafio. 3 —Si te juzgas leal, acepta que el simbolo de la ingratitud eres (G —alego el reptil—, pues lo que llamas justicia se basa en tus conve- niencias. Mi vida esta en tus manos; matame, si ese es tu deseo. Impresionado el hombre por la acusacion, replicé: p —Por derecho me corresponde decidir de tu vida, sin embar- go someteré el juicio aun tercero. ' Y, acto seguido, llamé a una vaca exponiéndole el caso. Esta, 2 titubear, le argumento: —Para mi, el caso no ofrece dudas, pues la culebra tiene ra- . Miamo me cuid6 mientras pude serle util; ahora que soy vieja, me ne atada en el establo y casi sin alimento. (continda) 31 Ol mono y el dellin Un hombre que se hizo a la mar, siguiendo una costumbre, adquirid un mono para distraerse mientras viajaba. Cuando Ilegaba el barco al puerto se desencaden6 una vio- lenta tempestad que hizo naufragar a la fragil nave, y la tripulacién, con grandes esfuerzos, se salv6 a nado. Entretanto el mono, que luchaba con las olas, fue visto por un delfin, el cual, tomandolo por un hombre, se desliz6 debajo de él y lo transporté a la costa. Cuando ya llegaba al litoral, el delfin pregunto al mono si era ateniense, y éste, por darse tono, le dijo que si y que tenia muchos parientes ilustres all. Luego el delfin le pregunt6 si conocia el puerto. El mono, cre- yendo que se trataba de una persona, le contest6 que no sdlo lo co- nocia sino que era un buen amigo. Entonces el delfin, dandose cuenta que el mono mentia, se zambullé en el agua y el farsante se ahogé. Para mentir y comer pescado, hay que tener mucho cuidado. /www.FabulasAnimadas.com .FabulasAnimadas.com Ol eervanle curioso Mientras paseaba en la floresta, en un tibio dia de sol, un cer- vatillo, que iba detras del ciervo, admiraba el magnifico aplomo y se- forio de su padre. Sin poder contener su curiosidad, el pequefio hablo al ciervo de este modo. —Padre, veo que luces fina estampa y eres mas agil que los perros; ademas, llevas fuerte cornamenta para defenderte, zpor qué huyes cuando ves uno de ellos? El ciervo, luego de escuchar a su crio, le replicé sonriente: —Todo cuanto dices, hijo mio, es cierto; pero yo mismo no puedo explicarme la razon; pues, tan pronto escucho el ladrido de un Perro, se me escarapela el cuerpo y me faltan patas para echarme- las, rapido y lejos. Ni buscar la muerte es valentia ni huirla es cobardia. Mies aaeles ine des cor) ) : Jt 7 mona y is montulos Una mona tenia dos hijos. A uno de ellos cuidaba con predi- leccién, mientras que al otro lo dejaba a su suerte. Cierto dia un perro que pasaba por alli, persiguié ala madre _ con la intencién de atraparla. —Te salvaré a como de lugar —decia al hijo amado, estre- " chandolo entre sus brazos maternales. Entre tanto, el otro monito, aterrado de espanto, se afe- , ‘taba al rabo de la mona. En laconfusi6n de la huida, la mona chocé con un roble, estrellan- dola cabeza del hijo predilecto, que murié instantaneamente. La mona chillaba de dolor por su desgracia, mientras que el hijo aborrecido, jugueteando sano y salvo, se balanceaba en las ra- mas de los arboles. No siempre el predilecto, 4 conserva vida y afecto. EL BURRO Y EL PERRITO (Esepe) El amo tenja en su casa un pe- rrito faldero ¥ un borrico. Muchas veces se entretenia el hombre jugan- do con el cachorrito, que saltaba a su alrededor, haciéndole mil fiestas. Cuando el duefio salia, el perrito es- peraba impaciente su regreso, y al verlo venir corria dichoso a su en- cuentro. Desde luego, siempre traia el amo algo para su mimado, una golosina que le arrojaba al verlo acercarse moviendo la cola, y que el animalito atrapaba de un salto. E] burro empezé a sentir celos. Queriendo también caer en gracia, se acerc6 al amo dando brincos y le dio tremenda patada. Enfurecido, mandé el hombre que lo ataran en el establo. Desarrollemos nuestras propias condiciones, sin ponernos a imitar sin ton ni son, las de los demés. LA LIEBRE Y LA TORTUGA (La Fontaine) Conversaban un dia la liebre y la tortuga, y se le ocurrié de pron- to a ésta hacerle una rara apuesta. —Estoy segura de poder ganarte una carrera—le dijo. —2A mi?—pregunté, asombrada, la liebre. —Pues si, a ti. Pongamos nuestras apuestas en aquella piedra y veamos quién gana la carrera. La liebre, muy divertida, acepté. Confiada en su ligereza, dejé partir a la tortuga y se quedé remoloneando. iVaya si le sobraba el tiempo para’ ganarle a tan lerda criatura! Pasito a pasito, y tan ligero como pudo, la tortuga siguié el cami- no. La liebre se habfa quedado dormida, jtan tranquila se sential Desperté de pronto, y comprendié que el tiempo habfa pasado sin sen- tirlo; la tortuga debfa estar ya lejos. Entonces eché a correr con su acostumbrada ligereza, pero era demasiado tarde: la tortuga atra- vesaba en ese momento la Ifnea de Ilegada. Habia ganado la apuesta. No confiemos en nuestra superioridad sobre los demas para al- canzar una meta; sin dedicacién. seremos derrotadns EL LEON Y EL RATON (Samaniego) Estaba un ratoncillo aprisionado en las garras'de un le6n: el desdichado en la tal ratonera no fue preso por ladrén de tocino ni de queso, sino porque con otros molestaba al leén, que en su retiro descansaba. Pide perdén, lorando su insolencia. Al ofr implorar 1a real clemencia, responde el rey en majestuoso tono (no dijera més Tito): “iTe perdono!” Poco después, cazando el leén, tropieza en una red oculta en la maleza. Quiere salir; mas queda prisionero. Atronando la selva, ruge fiero. El libre ratoncillo, que lo siente, corriendo llega, roe diligente los nudos de la red, de'tal manera que al fin rompié los grillos de la fiera. Conviene al poderoso para los infelices ser piadoso. Tal vez se puede ver necesitado del auxilio de aquel mds desdichado. LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO (La Fontaine) Un granjero tenfa una gallina extraordinaria: todos los dias po- nfa un hueyo de oro. Durante un tiempo el granjero se sintié feliz con aquella rara fortuna, pero un dia pens6 que no tenia porqué espe- rar tanto para hacerse con un teso- ro verdadero, y decidié matarla pa- va apoderarse de una vez por to- das del oro. éY qué sucedié? Pues que al abrirla, hall6 que por dentro su ga- llina maravillosa era igual a cual- quier otra. No habia en su interior ningin tesoro. Pero ahora, muerta la gallina ya no tendria siquiera el huevito de oro que todos los dias le oftecta. Elambicioso que quiere enrique- cerse de la noche a la mafiana, sue- le encontrar su castigo perdiendo los bienes que posee. 7 EL PERRO DORMIDO Y EL LOBO (Esopo) Un perro mal cuidado, flaco y hambriento, dormia tranquilamen- te delante de la puerta de la casa de su amo, cuando acert6 a pasar por aquel lugar el lobo. Ver al perro y pensar que podia hacerse con él una buena comilona, fue todo uno. Asi es que se lanzé sobre el des- dichado animalito, que se desperté con el susto que es de imaginarse. —Lobo — dijo entonces — .g De qué podria servirte comerme aho- ra? Dentro de unos dias celebraraén mis amos su boda con grandes fiestas. Entonces comeré a cuatro carrillos, me pondré gordo y cuando ta vuelvas a pasar por aqui, te encontrarés con un manjar sabroso. El lobo lo pensé un poco, y mirando al perro cuyas costillas se dibujaban debajo de la piel, decidié que le convenia esperar. Y sin decir mds que “jHasta la vuelta!”, se retiré. Al cabo de un tiempo regresé el Jobo. Pero ya no hallé al perro dormido en el umbral de la casa, sino que lo vio en el altillo del gra- nero. Entonces le record6é su promesa y le pidié que bajara. —Lobo — repuso el perro—, si otra vez me sorprendieras, ino esperes a las bodas! Si somos prudentes, una vez que escapamos de un peligro nos cui- daremos muy bien de volver a caer en el mismo. LA CIGARRA Y LA HORMIGA (Esope) El sol del verano ardia sobre el campo. La cigarra cantaba a toda you en las largas horas de la siesta, tranquilamente sentada en una rama. Comia cuando se le antojaba y no tenia preocupaciones, Entretanto, allé abajo, las hormigas trabajaban Ievando la car- ga de alimentos al hormiguero. Termin6 el verano, quedaron desnudos los Arboles y el viento comenzé6 a soplar con fuerza. La cigarra sintié frio y hambre. No te- nia nada para comer y se helaba. Entonces fue a pedir auxilio a sus vecinas, las hormiga. Llamé a la puerta del abrigado hormiguero y una hormiga acudié. La cigarra le pidié comida. —4é Por qué no guardaste en el verano cuando abundaba? ¢ Qué hiciste? — le pregunté la hormiga. . —Cantaba...— respondié la cigarra. : —é Mientras yo trabajaba? iPues ahora baila! — dijo la hormi- ga dAndole con la puerta en las narices, Debemos ser prevenidos y pensar en el futuro, para no vernos luego en dificultades. 44 EL ASNO QUE LLEVABA SAL. (Esopo) Junto a la orilla de un rio cami- naba un asno al que su amo ha- bia cargado con dos grandes bol- sas de sal. De pronto, pis6 mal, resbalé en e] pasto mojado y cayé al agua. El agua penetré en las bolsas y des- hizo la sal. El asno, asi aliviado de su car- ga, salié r4pidamente del rio muy contento de sentirse tan ligero y liviano. Poco tiempo después, el mis- mo asno llevaba sobre su lomo una carga de esponjas. Caminaba tran- quilamente cuando de pronto vio interrumpido su camino por otra corriente de agua. Entonces el asno se dijo convencido de que su razonamiento era muy inteligente: 34 —Esta carga pesa bastante. Siv me meto en el rfo, ocurriré lo mis- mo que la vez pasada y yo saldré mucho mas liviano que cuando entré. Se hundié a propésito en el agua, pero en esta ocasin las es- ponjas absorbieron el Iiquido y la carga fue tan pesada que por més esfuerzos que hizo, no pudo salir a flote y murié ahogado. Aunque sean parecidas las si- tuaciones, no siempre debe obrarse del mismo modo. EL PAVO REAL Y EL GRAJO (La Fontaine) Siempre que el pavo real se paseaba por el prado, el grajo lo con- templab@ con admiracién y envidia. Aquella cola de tonos verdes, azules y dorados lo dejaban boquiabierto. Lleg6 la época en que las aves cambian sus plumas, y el pavo xeal empezé a perder las suyas para reemplazarlas por otras nuevas. El grajo vio entonces su oportunidad. Recogié las plumas caidas y con gran cuidado las mezclé entre las suyas. Asi adornado se presenté muy orondo entre los pavos reales, convencido de que no habia nin- guna diferencia entre él y estas aves. Los pavos reales lo miraron primero con curiosidad y luego con enojo. Hasta que por fin se lanzaron sobre 61 y a picotazos le fueron arrancando sus plumas falsas y hasta algunas verdaderas. Maltrecho y dolorido corrié a refugiarse entre sus hermanos, los grajos. Pero éstos, ofendidos por el desprecio que les habia hecho al querer vestirse con otras plumas, le volvieron la espalda. Ast pasa con aquellos que se dan tono con cosas que pertenecen a otros, queriendo hacer creer que son suyas. 16 EL MONO Y LOS PESCADORES (Esopo) En lo alto de un drbol, a la orilla de urtaje, contemplaba un mono a unos pescadores. Vio cémo arrojaban las redes con destreza y las sacaban repletas de peces que luego metian en sus canastos. - Llegé la hora del almuerzo y los pescadores se fueron a comer a la sombra de unos drboles cercanos. El mono quedé solo, ‘y muy des- pacito se descolgé del arbol. Como todos los monos del mundo, tenia el don de imitar y no se le ocurrié otra cosa que hacer lo mismo que habia visto a los pescadores. Estaba convencido de que él también podia pescar. Tomé una red con ambas manos, la eché hacia atrés para tomar impulso, y la arrojé luego al agua. Pero con tan poca ha- bilidad, que él mismo quedé atrapado dentro de la red y cayé con ella al rio. - Ya perdido y a punto de morir ahogado, se lamenté amargamente de haber pretendido pescar sin antes aprender. ‘Muchas personas se meten en asuntos que no entienden y s6lo consiguen perjudicarse. 14 LA ZORRA Y EL:CUERVO. (La Fontaine) Sobre la rama de un Arbol, des- cansaba @1 cugrvo con un sabroso queso en el pico: En eso estaba, cuando pas6 la zorra, y ansiosa de robarle el manjar, se acercé a ha- blarle: —Amigo cuervo, iqué plumaje tan bello tienes! Supongo que si tu canto es tan hermoso como las plu- mas de tu cuerpo, nadie se atreveré a decir que no eres el rey del bos- que. Canta un poco, te lo suplico, para que yo escuche la melodia de tu voz. El cuervo se sintié muy hala- gado ante aquellos célidos elogios y suponiendo que realmente la zorra lo veia hermoso y que la dejaria admirada con su voz, abrié el pico para cantar y con esto cayé el queso * justamente en la bocaza preparada de la zorra que desde abajo no de- jaba de mirarlo. —Muchas gracias, amigo cuer- vo. Esto era lo que esperaba—agra- decié la astuta zorra. Y asi diciendo, se marché tan campante. Muchas veces los que nos elo- gian, s6lo buscan sacar provecho de las alabanzas que nos prodigan. EL CIERVO, EL MANANTIAL Y EL LEON (Esopo) Cierto dia de mucho calor, vagaba un ciervo por el bosque. De pronto sintié mucha sed-y corrié en busca de un manantial que alli cerca habfa. Una vez que bebié y calmé su sed, se quedé contemplan- do su figura reflejada en el agua limpia, —iQué hermosos cuernos! — exclam6 —. Parecen ramas erguidas. En cambio, mis pobres patas, tan finas como palillos, no lucen nada. En eso estaba, cuando un crujido en el sendero le hizo volverse y vio avanzar un leén. No lo pens6 mas. Valiéndose de sus giles pa- tas eché a correr poniendo cada vez mds distancia entre 61 y su cruel perseguidor. Pero de pronto, el sendero se hizo mas angosto, y sus hermosos cuernos se enredaron en las ramas de los Arboles. Alli que- d6 prisionero y el leén no tardé en aleanzarlo. El ciervo herido bajo los zarpazos de la fiera, sintié que se moria. —iQué tonto he sido!— murmuré—. Mis patas, que me pare- cian tan despreciables, me hubieran salvado la vida, en tanto que los cuernos, cuya hermosura me llenaba de orgullo, han servido sélo para perderme. Asi ocurre muchas veces que equivocamos el valor de las cosas: confiamos en lo que no vale y dejamos de lado lo que es util. EL RATON Y LA RANA (La Fontaine) Un feliz rat6n estaba sentado a la orilla de una charca, cuando asomé la cabeza una astuta rana que lo invité a visitar sus dominios. E] ratén dudé un poco, pero ella supo convencerlo. Le daria, dijo, no s6lo una exquisita comida sino que podria ver con sus propios ojos todas las maravillas que encerraba la charea. —No lo pienses més — agregé la rana—.iUn dia te alegrarés de poder contar todo lo que has visto a tus nietos! El ratén se decidié pero necesitaba ayuda para andar por el agua. Desde luego, la rana se ofrecié en seguida. Até la pata del ratén a la suya y lo arrastré al fondo del estanque. Entonces advirtié el ra- t6n el peligro, mas ya era demasiado tarde y por mucho que suplicé, la rana siguié su camino. Pero desde lo alto los vio un milano, y pen- sando en lo bien que Je venfa aquella presa, se lanz6 sobre ellos. Co- mo tenfan las patas atadas, se llevé juntos al rat6n y a la rana para devorarlos. El dano que alguna vez se quiere hacer a los demés, cae siempre sobre uno mismo. LA ZORRA Y LAS UVAS (Expo) Paseaba una zorra terriblemen- te hambrienta por el campo, y al llegar a una huerta, vio un hermo- so parral que trepaba por sus sos- tenes junto a la casa. ‘Los jugosos racimos colgaban en lo alto. Verlos y hacérsele agua Ja boca fue todo uno. Se acercé nues- tra zorra y dio un salto para alcan- zax las uvas. No lo consiguié y vol- vié a intentarlo. Asi una vez, y otra, y otra, Todo en vano: los sabrosos ra- cimos estaban fuera de su alcance. Cansada ya la zorra de sus es- fuerzos, y comprendiendo que no le seria posible morder ni una uva, mir6 desdefiosamente a la parra y dijo: —En verdad, no comerfa esas uvas por nada del mundo. iEstan muy verdes! Muchos incapaces, cuando no pueden obtener lo que desean, fin- gen. no tener interés en poseerlo. EL LABRADOR Y SUS HIJOS (Esopo) Un campesino cultivaba sus vi- fias que rendian excelente fruto. Te- nia varios hijos, bastante haraga- nes, y esto lo preocupaba mucho. se morfa, los llamé y les —Me voy sin remedio. Cuando yo muera, busquen lo que escondi en la vifas y no les faltaré nada. Los hijos no eran malos. Llora- ron a su padre y cuando se secaron sus lagrimas, corrieron a buscar he- rramientas para remover la tierra, en busca del tesoro que, segtin supo- nian, habia enterrado el campesino. Durante varios dias se dedica- ron afanosamente a la tarea. Por fin hartos de buscar el tesoro, aban- donaron desilusionados. Pero aquel afio las vides dieron frutos mejores y mAs abundantes que nunea, y los muchachos obtuvieron muy buenos precios por su cosecha. &Qué habia sucedido? Algo muy sencillo: la tierra que habia sido tan trabajada habia favorecido a las plantas con sus jugos nu- tritivos. —Papa no nos éngaiié — dijo uno de los hijos — al decir que nada nos faltaria buscando en la tierra de las vifias. La labor que hicimos nos ha dado mucho dinero. No hay mayor tesoro que el trabajo. 37 EL ZAPATERO METIDO A MEDICO (Fedro) Aquel zapatero se morfa de hambre. No tenfa clientes ni por consiguiente dinero, Desesperado, se le ocurrié hacerse pasar por médico y se puso a vender un remedio que segiin aseguraba, curaba el envenenamiento. Como era muy charlatén, consiguié hacerse fama. Sucedié que lo Hamaron a palacio para atender al rey pero el mo- narca quiso saber si aquel hombre era tan sabio como detian todos. Para ello, se hizo alcanzar una copa con agua y fingié que echaba en ella un veneno al que mezcl6 el remedio del supuesto médico. —Témalo también ti — le dijo—, y te daré una recompensa. Facil es imaginar el susto que se llev6 el pobre hombre. Tanto, que se animé a confesarle al soberano que se habia hecho famoso porque la gente era tonta y no porque é] fuera inteligente. Y asf su- cedia que los mismos que no le entregaban como zapatero el cuidado de sus pies, ponfan sus cabezas en manos del falso médico. iCudntas veces aprovechan los sinvergiienzas la ignorancia de los demas para hacer sus pillerias! 60 EL ASNO CON LA PIEL DE LEON (Esope) Hallé un asno la piel de un leén en la selva. Se la puso y como era tonto y vanidoso, sintié mucho or- gullo al ver que los demas animali- tos hufan aterrorizados al verlo. Esto le causaba un gran placer, y cuantas veces tenia ocasién, los asustaba, Asi se pase6 un tiempo hasta que un dia vio venir a la zo- rra, a quien también se propuso en- gaiiar. Pero la zorra habia aleanzado a ofr su rebuzno bajo la piel falsa, de manera que con gran sorpresa del asno, ni se movié al yerlo, esperén- dolo con toda serenidad. —No te asombres — dijo enton ces la zorra—. También yo me hu biera asustado al verte. jPero of tu voz y no me dejé engaiiar! Si pretendemos vestirnos con falsas cualidades nuestro engano acabaré por ponernos al descubierto. 48 EL CABRITO Y EL LOBO FLAUTISTA (Esopo) Al caer la tarde, un pastor Ilevaba de vuelta su ganado a través del campo. Entre los animales del rebafio habia un cabrito distrafdo que siempre se quedaba retrasado. En un momento en que qued6 muy alejado de sus compafieros, vio el cabrito que el astuto lobo aso- maba su hocico por entre unas matas. Miré hacia adelante y apenas si alcanz6 a ver el rabo blando del tltimo cabrito que se alejaba. Nuestro pobre pequefio no tenfa salyacién. —Sefior lobo — dijo entonces —. Sé que estoy perdido y que he de morir entre sus dientes. Pero le pido un favor. Quiero morir como un valiente. Le ruego que toque la flauta y yo bailaré para que se- pan que no he tenido miedo. El lobo no tuvo inconveniente en hacer lo que le pedfa, tan se- guro estaba de su presa. As{ es que se puso a tocar la flauta airosa- mente, mientras el cabrito daba brincos y mas brincos mirando a lo lejos. Y sucedié.que los perros del rebaiio oyeron la misica y volvie- ron a todo correr poniendo en fuga al lobo. Quien procede con inteligencia, puede vencer a los poderosos. EL LEON VIEJO Y LA ZORRA (Exepe) Ya no tenia el leén la fuerza de antes ni sus garras eran tan po- derosas para atrapar a los animalitos del bosque y comérselos como hacia en otros tiempos. Entonces pens6 que faltdndole el vigor, debia emplear la astucia. Pensado y hecho, puso en practica su plan. Se tendié el sefior Jeén delante de la entrada de una caverna y ~ alli se estuvo quietecito, fingiéndose enfermo. Los animales que pa- aban se compadecfan de él y se le acercaban para atenderlo. Ese era el momento que aprovechaba el le6én para atraparlos, llevarlos al in- terior de la cueva y comérselos sin ceremonias. Pasé un dia la zorra y desde lejos le pregunté cémo estaba, con- testando a esto el leén que muy enfermo y a punto de morir. —éPor qué no entras y te quedas un rato a hacerme compaiifa? —la invit6 con voz doliente. —Pues porque veo las huellas de los que entran a tu casa, pero no las de los que salen — respondié rapida la zorra. Es conveniente descubrir el peligro ala menor senal y evitar prudencia y decision. A : « LA ZORRA, EL LOBO Y EL CABALLO (La Fontaine) Una zorra pequefia vio un dia, por vez primera, un caballo. Le caus6 tanta sorpresa, que corrié a darle la gran noticia al lobo. —No puedo contarte lo que he visto — le dijo—. Es un animal asombroso. Tienes que verlo. El lobo se rio de la agitacién de la zorra y pidié que se lo descri- biera. Por fin logré ésta convencerlo de que fuera juntos adonde estaba el animal. El caballo los miré con desconfianza y ae le dijeron que sentian curiosidad por saber su nombre, el noble animal respondié: —Si se acercan mas, podran leerlo en las suelas de mis zapatos. La zorra dud6 y confes6é que jamas habia ido a la escuela. —Pero mi amigo el lobo — agreg6— es muy instruido, porque sus padres, grandes sefiores, le han dado muy buena educacién. El lo leera. El lobo, inflado de vanidad, se agerc6 a mirar los cascos del ca- ballo. Una tremenda coz, bien aplicada, lo arrojé por los aires con tres dientes de menos. Después de lo cual, el caballo se alejé al galo- pe, con un relincho burlén. Por lo que entendemos que vale puio ser prudentes ante lo die desconocemos, 55 EL CABALLO Y EL ASNO (Esepe) Un campesino tenia un caballo y un asno y utilizaba a los dos para la carga. Pero en tanto que el caballo era un animal fuerte y hermoso, el asno se vefa flacuchento y débil. Un dia que iban los dos con mucha carga sobre los lomos, el asno se sintié muy agobiado y suplicé a su compaiiero: . —Por favor, te ruego que me alivies un poco el peso. Quitame parte de lo que llevo porque temo que no podré seguir mas. El caballo volvié la cabeza y siguié andando como si no hubiera ofdo nada. iBonita gracia la del asno! iY crefa que él iba a cargar con parte de su peso! No iba a soportar mas obligaciones de las que debia s6lo porque a.aquel asno miserable le diera por no ocuparse de las suyas propias. Asi pensaba el caballo cuando de pronto el asno, no pudiendo resistir més, cay6 muerto en el camino. Entonces el amo sacé los far- dos que llevaba encima y los cargé sobre el caballo, tras de lo cual, eché también sobre su lomo la piel del asno. Si nos ayudamos los unos a los otros, todos saldremos ganando. 22 : EL PERRO, EL GALLO 'Y LA ZORRA (Esopo) Se conocieron un dia un gallo y un perro y pronto Se hicieron muy amigos. Convencidos que les convenia andar juntos por el mundo, hicieron sociedad y se largaron por esos caminos. Cuando cayé la noche se detuvie- ron en el bosque. El gallo trepé a lo alto de un 4rbol y el perro se acomodé en un hueco del tronco, que le ofrecia abrigado refugio. Al poco rato dormian los dos. Pero sucedié que el gallo, segan su vieja costumbre de madrugador, se despert6é muy temprano, y antes de que el sol asomara lanzé al aire su agudo canto. Al oir sus notas, aparecié la zorra que, relamiéndose, le pidié que bajara para darle las gracias por tan bella cancion. Ni tonto ni perezoso le dijo el ga- llo que primero deb{a llamar al porte- ro que dormia al pie del Arbol. La zo- rra, que sélo pensaba en el banquete que iba a darse con el gallo, no advir- tié la treta. Se acercé al hueco del ar- bol y Hamé a grandes voces. Con ello despert6 al perro quien sin ninguna ce- remonia se eché sobre la zorra y la mo- 1i6 a palos. De nada vale la astucia si no va acompanada de la prudencia. Ol borracho su mujer ¥ a Cierto borrachito visitaba una y otra cantina, dejando en ellas Su salud, inteligencia y fortuna. Un dia de tantos, al volver a casa, satura- do de alcohol dej6, como de costumbre, el juicio en el fondo de las copas. Su mujer, colmada la paciencia, metié al borrachito en un ataud. Al despertar, el beodo se crey6 muerto. —¢Qué hago aqui? ¢Qued6 viuda mi mujer? La mujer, enmascarada y vestida de ne- gro, se aproxim6 con un potaje infernal. —éQuién eres? —pregunt6 el borracho. —Soy la despensera del infierno, encar- gada de llevar comida para los condenados. El borracho, sintiéndose en las profundi- dades del infierno, volvié a preguntar: — No traes algo que beber? Dey borracho empedernido »siempre serd lo que ha sido.

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