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Las Revoluciones Burguesas Eric Hobsbawm Pagina 96 de 180 poor las manufacturas inglesas o de otros paises de la Europa occidental. " . No seria aquélla la primera nila tltima vez en el siglo xtx en due los cafiones occidentales «abrieran> un pais al comercio, es decir, a la competencia superior del sector industrialzado del mundo. ¢Quién, que viera a Egipto en la época del protectorado briténico a finales de ese siglo, habria re-conocido al pais que cincuenta afios antes —y para disgusto de Richard Cobden'— fue el primer Estado no blanco que buscara el camino moderno para salir de su anticuada economia? De todas las consecuencias econémicas de la era de la dable revolucién, la més profunda y duradera fue aquella division entre paises . Las sociedades construidas sobre una carrera individual acagen ustosas esas visibles y tradicionales marcas del éxito. Napoleén, incluso, creé una nueva nobleza que se Uuniria 2 los viejos aristécratas supervivientes después de 1815. El fin de una sociedad aristocrética no significa el fin de la influencia atistocratica. Las clases que se elevan tienden naturalmente a ver los simbolos. de su riqueza y poderio en los términas que las anteriores grupos superiores establecieron como modelos de elegancia, lujo y comodidad. Las mujeres de los entiquecidos pafieros del Cheshire querian convettise en «ladies», instruidas por los numerosos libros de etiqueta y vida elegante que se multiplicaron en los afios, 1840, por la misiva razén que los especuladores de las querras napolednicas apreciaban un titulo de barén, 0 poor las que los salones burgueses se llenaban de . ZQuién més orgulloso que aquel banquero fanfarrén, salido cualquiera sabe de dénde, que decia una vez: «Cuando aparezco en mi palco en el teatro, todos los gemelos se vuelven hacia mi, y recibo tuna ovacién casi regia>?’ Por otra parte, una cultura tan profundamente formada por la Corte y la aristocracia como la francesa no perderia sus huellas. Asi, la marcada preocupacién de la prosa literaria francesa por sutiles andlisis Psicolégicos de las relaciones personales (procedente de los escitores aristocrSticos del siglo xvi) o el patrén dieciochesco de las relaciones sexuales entre amantes y queridas, se convirtieran en parte esencial de la civlizaciénburguesa parisina, Antiguamente, los reyes tenian favoritas oficiales; ahora las tenian los ‘acauddlados hombres de negocios. Las cortesanas concedian sus bien pagados favores para pregonar el Sato de los banqueros, quienes gastaban su dinero con ellas como los jévenes aristcratas que antafio se artuinaban por sus amantes. En algunos aspectos la Revolucion conservé las caracteristicas aristocréticas de la cultura francesa con una pureza excepcional, por la misma razén que la Revolucién rusa ha conservado ‘on singular fidelidad el «ballet» clasico y la tipica actitud burguesa decimonénica respecto a la —especie inventada durante la Restauracién y propagada por el Almanaque de las Gourmand’ de Brillat-Savarin des-de 1817— ya iba al Café Inglés 0 al Café de Paris para celebrar comidas no presididas por due‘ias de casa. E En Inglaterra la prensa era todavia un vehiculo de instruccién, invectiva y presién politica. Fue en Francia en donde Emile Girardin (1836) fundé el periédico moderno —La Presse>—poltico pero barato, que apuntaba a la acumulacién de ingresos por publicidad, pero atractivo para sus lectores por su chismorreo, sus folletines y sus pasatiempos (La primacia de los franceses en estos indecisos campos se recuerda todavia en el idioma ingles por las palabras «journalism» y «publicity», y en el alem4n por los vocablos «Reklame> y «Annonce>.) La moda, los grandes amacenes, los escaparates publicos cantados por Balzac " fueron invenciones francesas, productos de la década 1820-1830. La revolucién abrié otra brillante carrera a las gentes de talento, el teatro, en la y no un que servia de puente entre los estamentos superiores inferiores. (El concepto actual de muy poco a su nacimiento, su familia o su educacién. (Como el Mr. Bounderby de Tiempos aifcles de Dickens, no se negaban a reconocerio.) Eran ricos y aumentaban sus riquezas de afio en afio. Y, sobre todo, estaban imbuidos del feroz y dindmico orgullo de aquellos a quienes sus fabulosas carreras les demuestran que la divina Providencia, la ciencia y la historia, se han puesto de acuerdo para presentarles en bandeja toda la tierra. La «economia politica» traducida en unas simples proposiciones dogmaticas por improvisados petiodistas Y publicistas que cantaban las virtudes del capitalismo —Edward Baines del (1773-1848), John Edward Taylor del «Manchester Guardian (1791-1844), Archibald Prentice del «Manchester Times» (1792-1857), Samuel Smiles (1812-1904)— les dio cierta seguridad intelectual. La disidencia protestante de los duros independientes, unitatios, baptistas y cuSqueros mas bien que al tipo emocional metodista, les dio cierta seguridad espiritual y cierto desprecio por los initles aristécratas. Ni el temor, ni la célera, ni siquiera Las Revoluciones Burguesas Eric Hobsbawm Pagina 99 de 180 la compasién movian al patrono que de-cia a sus obreros: EI Dios de la Naturdleza establecié una ley justa y equitativa que el hombre no tiene derecho a volar; cuando se aventura a hacerlo siempre es seguro que, més tarde 0 mas temprano, encontraré el correspondiente castigo... Asi, cuando los amos creen audazmente que por una unién de fuerzas pueden ‘oprimir mas a sus criados, insultan con tal acto a la majestad del Gelo y atraen sobre ellos la maldicion de Dios, y, por el contrario, cuando los sirvientes se unen para quitar a sus patronos la parte de beneficio que legitima-mente pertenece al amo, violan también las leyes de la equidad> " Habia un orden en el universo, pero ya no era el orden del pasado. Habia un solo dios cuyo nombre era vapor y que hablaba con la voz de Malthus, de McCulloch 0 de cualquier otro que uiiizase las m aquinas. El grupo de intelectuales agnésticos del siglo XVIII y de seudoerucitos y escrtores que hablaban por ellos, no coscurecia el hecho de que en su mayor parte estuvieran demasiado ocupados en ganar dinero para molestarse por algo ajeno a este propésito. Estimaban a sus intelectuales, incluso cuando, como Richard Cobden (1804-1865), no fueran afortunades como hombres de negocios, pero evitaban las ideas poco practicas 0 excesiva-mente sofisticadas, pues eran hombres cuya falta de instruccién les hacia sospechar de todo lo que no fuera empitico. El cientifico Charles Babbage (1792-1871) les propuso en vano sus métodos cientficos. Sir Henry Cole, el precursor de la planificacién industrial, la foimacién técnica y la racionalizacion ddl transporte, les proporcioné (con la inestimable ayuda del principe consorte) el mas brillante monumento de sus esfuerzos, la Gran Ex-posicién de 1851. A pesar de lo cual fue apartado de la vida publica como un fentrometido aficionado a la burocracia, la cual ~como toda interferencia gubemativa— era detestada por ‘aquéllos cuando no ayudaba directamente a sus beneficios. George Stephenson, un minero que habia progresado por su propio esfuerzo, dominé los nuevos Ferrocarriles imponiéndoles el patrén de los antiguos carruajes a caballo —nunca pens6 en otra cosa—mucho més que el imaginativo, sofisticado e intrépido ingeniero Isambard Kingdom Brunei, quien no tiene mas monumento en el pantedn de los ingenieros construide por Samuel Smiles, que la infamante frase: «A juzgar por los resultados practicos y provechosos, los Stephenson eran in-dscutiblemente los hombres a quienes habia que seguir’. Los fildsofos racicales hicieron todo lo posible por crear una red de «institutes de mecénica» —libres de los errores politicamente ddesastrosos que los operarios -insistian, contra natura, en oi en tales sitios— para adestrar a los técnicos de las nuevas industrias basadas cientificamente. En 1848, la mayor parte de ellos estaban moribundos a causa de la opinién general de que la instruccién técnica ensefiaria a los ingleses (como si fueran distintos de los alemanes 0 los franceses) cosas inttiles. Desde luego, habia algunos Fabricantes inteligentes, expertos y cultos que acudian a las reuniones de la recién creada Asoclacién britanica para el avance de la ciencia, pero setia erté-neo suponer que representaban al conjunto de su clase, Una generacién de estos hombres se formé en los afios comprendidos entre Trafalgar y la Gran Exposicion, Sus predecesores, criados en la escuela soci de comerclantes provincianos cultos y ra- Cionalistas y ministros disidentes, y apoyados en la amazén intelectual del siglo «nhig>, eran quiza menos baxbaros: al alfarero Josiah Wedgwood (1730-1795) era miembro de la Sociedad Real, de la Sociedad de ‘Arquediogos y de la Sociedad Lunar, con Matthew Boulton, su socio James Watt y a quimico y revolucionario Priestley. (Su hijo Thomas, experto en Fotografia, edité periédicos cientificos y subvencioné al poeta Colcridge.) El Fabricante del siglo XVIIT construia naturalmente sus Fabricas con arreglo a los libros de los arquitectas georgianos. Sus sucesores, si no mas cultos, eran al menos mas prodigos, pues en la década 1840-1850 habian ganado suficiente dinero para gastarlo alegremente en residencias seudoavisto- craticas, en ayuntamientos seudogsticos y seudorrenaccntistas y en reconstruir en estilo perpendicular sus capillas modestas, uilitarias o clasicas. Pero entre la era georgiana y la victoriana hubo la que se llamé con razén la fria era de la burguesia y de las clases trabajadoras, cuyos rasgos fijé Dickens para la etemidad en Tiempos dfs. Un protestantismo pietista, rigido, Faisaico, ant-intelectua, con la obsesién de la moralidad puritana hasta 1 punto de que la hipocresia era su compafiera automatica, dominaba aquella época desolada. «La virtud — dice G, M. Young— avanzaba sobre un ancho frente invencible»; y pisoteaba al no virtuoso, al débil, a pecador (es decir, a aquellos que ni hacian dinero ni eran capaces de dominar sus gastos emacionales Financieros) sobre el fango al que pertenecian, ya que a lo sumo sélo merecian la caridad de los mejores. En ello habia cierto sentido economico capitaista. Los pequefios empresarios tenian que volver a invertir en sus negocios gran parte de sus beneficios si querian llegar a ser grandes empresarios. Las masas de nuevos proletarios tenian que someterse al ritmo industrial del trabajo y a la mas draconiana disciplina laboral o ppudirse sino quetian aceptatla. Y, sin embargo, todavia hoy se contrae el corazén a la vista del paisaje construido por aquella generacién * « " Esta desvaida devocién al utilitaismo burgués que los evangelistas y los puritanos compartian con los ‘2anésticos «filésofos radicales» del siglo XVIII, quienes la ponian en palabras légicas para ellos, producia Su propia belleza funcional en lineas de ferrocarril, puentes y amacenes y su roméntico horror en las interminables hileras de casitas gtises 0 rojizas, que, ennegrecidas por el humo, se extendian en tomo ala fortaleza de la Fabrica. Lejos de alla vivian los nuevos burgueses (si habian acumulado al dinero suficiente para mudarse), distibuyendo dinero a los misioneros que 12 Chr. Léon Faucher: Manchester in 1884, 184, ndginas 24-25: "La ciudad realiza en cierta medida la utopia de Bentham. Todo esta previsto en sus resultados por los patrones de utlidad; y si lo BELLO, lo GRANDE y lo NOBLE llegaran a aragar en Manchester, se desarrollaian de acuerdo con esos ppatrones."se esforzaban en proporcionar recursos, educacién moral y asistencia a los pobres negios idélatras. Estos hombres personficaban el capital que de-mostraba su derecho a gobernar al mundo; sus ‘mujeres, privadas por el dinero de sus maridos hasta de la satisfaccién de dedicarse a las tareas domésticas, personificaban las virtudes de su clase: estupidas («ser una chica dulce y buena sin preocuparse de mas»), ma educadas, nada précticas, tedricamente asexuales, sin bienes propios y protegidas. Eran el Unico Iujo ‘que aquella épaca de sobriedad y ahorro se permitia, Lafburguesfa Fabrilinglesa era el ejemplo mas caracteristico de su clase, pero por todo el continente existian equefios grupos de la misma condicion: catdicos en los distritos textles del Norte de Francia y Cataluria, calvinistas en Alsacia, pietistas luteranos en Renenia, judios por toda Euro-pa central y oriental. Raras veces ‘eran tan rigides como en Inglaterra, pues no se habian apartado completamente de las viejas tradciones de vida urbana y paternalismo. A pesar de su liberalismo doctrinal, Léon Faucher se vio penosamente sor- pprendido por el aspecto de Manchester en los afios 1840, como le hubiera ocuttido a cualquier otro ‘observador continental. Pero también compattian con los ingleses la confianza que inspira el constante fenriquecimiento —entre 1830 y 1856 las dotes mattimoniales de la familia Dansette de Lille ascendieron de 15.000 a 50.000 francos "—, la absoluta fe en el liberalismo econémico y la repudiacién de las actividades no ‘econémicas. Las dinastias tejedoras de sLille mantuvieron su tatal desprecio por la carrera de las armas hasta la primera guerra mundial. Los Dollfus de Mulhousc disuadieran a su joven Federico Engel de ingresar en el fFamoso Poltécrico, temerosos de que ello pudiera atraerle mas a la carrera militar que a la de los negocios. La aristocracia y los arboles genedlégicos no les tentaban demasiado al principio: como los mariscales de Napoleén, ellos mismos eran sus antepasados. 0 Puede afirmarse que el resultado més importan’ te de las dos revoluciones fue, por tanto, el de que . Habia que pagar un portazgo pata emprender esos caminos: sin algunos recursos iniciales resultaba casi imposible dar los primeros pasos hacia el éxito. Ese portazgo era indudablemente demasiado ‘alto tanto para los que emprendian el camino de los estudios como el de los negocios, pues aun en los paises {que tenian un sistema educativo piiblico, la instruccién primaria estaba en general muy descuidada; e incluso fen donde existia se imitaba, por razones politicas, a un minimo de gramatica, aritmética y formacién moral. Sin embargo, paradgjicamente a primera vista, el camino de los estudios parecia mas atractivo que el de los negocios. Ello se debia sin duda a que requeria una revolucién més pequefia en las costumbres y la manera de vivir de los hombres. ‘La sabiduria, aunque sélo en forma de sabiduria clerical, tenia un puesto respetable en la sociedad tradicional; de hecho, un lugar mas emineiate que en la sociedad burguesa. Tener un sacerdote, ministro 0 rabino en la Familia, era quizé el mayor honor al que las gentes modestas podian aspirar y vaia la pena hacer los mas titgnicos esfuerzos para conseguirlo. Esta admiracicn social pudo transfetirse, una vez que talles carreras se abrieron para todos, a las profesiones seculares, funcionarios o maestros, 0 en los mas ‘maravillosos casos, abogados 0 médicos. Ademés, la sabiduria no era tan antisocial como patecian setlo los negocios. El hombre culto no cambiaba ni se separaba automSticamente de los de-mas como el egoista mercader o empresario. Con frecuencia, sobre todo si era profesor, ayudaba a sus semejantes a salir de la ignorancia y oscuridad que parecian culpables de sus desventuras. Era mas facil crear una sed general de instruccién que una sed general de éitos individuales en los negocios, y la cutura mas Fécil de adquirir que el dificil arte de ganar dinero. Las comunidades compuestas casi exclusivamente —como las de Gales—de pequefios campesinos, pequefios comerciantes y proletarios, sentian al mismo tiempo el afan de elevar a sus hijos al magisterio y al lero y un amargo resentimiento contra la riqueza y los negocios, No obstante, en cierto sentido, la instruccién representaba la competencia individualista, la «carrera abierta al talento» y el triunfo del mérito sobre el nacimiento y el parentesco casi de manera tan efectiva como los negocios, y ello 2 través del expediente de los exémenes y concursos. Como de costumbre, la Revolucién francesa fue la que ledaria su mas légica expresién: las jerarquias paralelas de los exdmenes que iban seleccionando progresivamente de entre el cuerpo nacional de estudiantes victoriosos la minotia intelectual ca-paz de administrar e instruir al pueblo francés. La ciencia y la competencia en los exémenes eran también el ideal de la escuela de pensadores ingleses mas conscientemente burguesa, los filésofos radicales benthamitas, que con el tiempo —pero no antes del final de nuestro petiodo— las impusieron en tuna forma de suma pureza en los més altos centros gubernamentales de la Gran Bretafia y en los servicios civlles de la India, a pesar de la encarnizada resistencia de la aristocracia. La seleccién de mérites, probada fen exémenes u otras pruebas, acabé por aceptarse como ideal en todas pattes, excepto en los servicios, padblicos més arcaicos de Europa (como los Asuntos Exteriores papales o de la Gran Bretafia), o en los mas de libre competencia en los negocios sino la «sociedad cerrada> de la burocracia; pero ambas, en sus diferentes formas, fueron insttuciones caracteristicas de la era burguesa y liberal. El «ethos» de los mas altos servicios civiles’ del siglo xix era fundamentamente el de la Ilustracién del siglo xviiz: masénico y ‘; unos 17.000 médicos y cirujanos y 3.500 estudiantes y ayudan-tes de medicina, menos de 3.000 arquitectos y unos 1.300 «editores y escritores>. (El término francés en si mismo, rechazando cualquier paso fuera de sus rigidas ortodovias Como apostasia y traicin. Los precursores de {a liberalizacion de los judios en Alemania y Austria en el silo XVI, sobre todo Moses Mendelssohn (1729-1766), fueron calficados de deserts yateos por sus correligionarios. Las Revoluciones Burguesas Eric Hobsbawm, Pagina 104 de 180 La gran masa judia que habitaba en los crecientes «ghettos» de Ia parte otiental del antiguo reino de Polonia y Lituania continuaba viviendo su vida recatada y recelosa entre los campesinos hostiles, dividida sélo en su fideidad entre los eruditos rabinos intelectuales de la ortadoxia ituana y los estaticas y pobres Chassidim. Es caractetistico que de cuarenta y seis revolucionatios detenidos por las autoridades austriacas sélo uno fuera judio Pero en las comunidades mas pequefias del Oeste, los judias aprovechaban con ambas manos sus nuevas. oportunidades, aun cuando el precio que hubiesen de pagar por ellas fuese un bautismo nominal que se requetia todavia en algunos paises semi-emancipados para desempefiar cargos oficiales. Los hombres de negocios no lo necesitaban. Los Rothschild, reyes del judaismo internacional, no solo fueron ricos. Esto también podian haberlo sido antes, aunque los cambios politicos y milit-res ‘del periodo proporcionaban oportunidades sin precedentes para las finanzas internacionales. Ahora podia vérseles ocupar también una Posicién proporcionada a su riqueza e incluso aspirar ala nobleza que los principes europeos empezaron a con-cederles en 1816. (En 1823 serian promovidos barones heteditatios por los Habsburgos.) Mas sorprendente que ta riqueza judia fue el florecimiento del talento de los judios en las artes, las Ciencias y las profesiones. En comparacién con el siglo xx era modesto todavia, aunque ya en 1848 habian llegado a la madurez la mayor inteligencia judia y el mAs afortunado politico judio de! siglo XDK: Catlos Marx (1818-1883) y Benjamin Disraeli (1804-1881), No habia grandes cientificos judios y sélo algunos matematicas de altura, pero no de suprema eminencia, Tampoco Meyerbecr (1791-1846) y Mendelssohn- Battholdy (1809-1847) eran compositores de la talla de otros contemporsneos, aunque entre los postas, Enrique Heine (1797-1856) pueda figurar junto a los mejores de su tiempo. Tampoco habia pintores judios cde importancia ni grandes intérpretes o directores musicales, En el teatro sélo contaban con una gran figura: la actriz Rachel (1821-1858). Pero la verdad es que la emancipacién de un pueblo no se mide por la pro- dducci6n de genios sino més bien por la subita abundancia de judios menos eminentes participan-tes en la cultura y la vida publica de la Europa occidental, especialmente en Francia y sobre todo en los Estados alemanes, que proporcionaban el lenguaje y la ideologia que poco a poco sdvaban el hueco entre medievalismo y el siglo xix para los judios inmigrantes del . La doble revolucién proporcioné a los judios lo mas parecido a la igualdad que nunca habian gozado bajo 4 cristianismo, Los que aprovecharon la oportunidad no podian desear nada mejor que ser «asimilados> la nueva sociedad, y sus simpatias estaban, por obvias razones, del lado liberal. Sin embargo, su situacién cera incierta e incémoda, aunque el endémico antisemitismo de las masas explotadas, que con frecuencia identificaria a los judios con los ', no era utilizado muy en setio por los politicos demagogos. En Francia y Alemania occidental (pero no en otras partes), algunos judios jévenes sofiaban con una sociedad més perfecta todavia: hubo un marcado elemento judio en el saint-simnismo francés (Olinde Rodrigues, los hermanos Pereire, Léon Halévy, dEichthal) y un poco menos en el comunismo alem an (Moisés Hess, el poeta Heine, y naturalmente Marx, quien, no obstante, mostraba una indiferencia total por sus origenes y conexiones judaicas). La situacién de los judios los hacia excepciona-mente aptos para ser asimilados por la sociedad burguesa. Eran una minotia. Ya estaban completamente urbanizados, hasta el punto de encontrarse inmunizados contra las dolencias urbanas, Su baja motbilidad y mortalidad en las ciudades ya fue advertida por los estadisticos. Eran hombres cultos y al margen de la agricultura, Una gran pro-porcién de ellos se dedicaba a comercio o a las profesiones libres. Su posicién los obligeba constantemente a considera las. ‘nuevas situaciones e ideas, aunque sélo fuera para detectar la amenaza latente que pudietan llevar implicita Por otra par-te, la gran masa de los pueblos del mundo traba mucho més dificil ajustarse a la nueva so- ciedad Esto se debia en parte a que la férrea coraza de la costumbre casi los imposibiitaba para en-tender lo ue se esperaba de ellos; como los jévenes sefiores argelinos,llevados a Paris para adquirir una educacién europea en los afios 1840, que se sorprendian al descubrir que habian sido invitados a la capital real para ‘lgo que no era el trato social con el rey y la nobleza, que sabian que constituia su deber. Ademas, la nueva sociedad no hacia Facile ajuste. Los que aceptaban los evidentes beneficios de la cvilizacién y los moda-les. dela clase media podian disfrutarlos ibre-mente; los que los rechazaban o no eran capaces de obtenerlos simplemente no contaban. Habia més que un sesgo metamente politico en la insistencia sobre la libre propiedad que caracterizaba a los gobiernos moderadamenteliberales de 1830; el hombre que no mostraba hablidad para llegar a propietario de algo no era un hombre completo y, por tanto, dificimente seria un completo ciudadano. Esta actitud llegaba a su extremo donde la clase media europea, puesta en contacto con los infieles iddlatras, trataba de convertilos, a través de inexpertos misioneros, a las verdades del tistianismo, de convencerlos para comerciar o llevar pantalones (entre lo cual no habia mucha diferencia), © imponerles las verdades de la legislacién liberal. Si aceptaban todo ello, el liberalismo (si se trataba del revolucionario francés) estaba dspuesto a concedetles la plena ciudadania can todas sus derechos, o (si se trataba del inglés) la esperanza de llegar a ser un dia casi tan buenos como los ingleses. Tal actitud se Las Revoluciones Burguesas Eric Hobsbawm, Pagina 105 de 180 Iefieja perfectamente en el senadbconsulto de Napoleén Il, que poco después de nuestro periodo, pero todavia dentro de su espititu, abria las puertas de la ciudaclania francesa a los argelinos: «lf peut, sur sn demande, ée admis 4 jour des daits de ctoyen /rutidais; dans ce cas i! est régi par les lots civiles et palitques dela France» En efecto, todo lo que tenia que hacer ea renunciar al Islam; sino queria hacerlo —y pocos Io hicieron— seguiria siendo un sibdito y no un ciudadano, EI absolute desprecio de los «civllzados* por los «barbaros> (entre los que se incluia a la masa de trabajadores pobres del pais)" descansaba so’ bre este sentimiento de superioridad demostrada, El mundo de la clase media estaba abierto para todos. Los que no lograban cruzar sus umbrales demostraban una falta de inteligencia personal, de fuerza moral o de energia que automaticamente los condenaba; o en el mejor de los ‘2505, una herencia histérica o radical que deberia invaldarles eternamente, como si ya hubieran hecho uso para siempre de sus oportunidades. El periodo que culminé a mediados del siglo xx fue, por tanto, una épaca de dureza sin igual, no sdlo porque la pobreza que rodeaba a la respetabilidad de la clase media era tan fespantosa que los nativos ricos preferian no verla, dejando que sus horrores causaran impacto sélo en los visitantes extranjeros (como hoy los horrares de los suburbios indios), sino también porque los pobres, como los bérbaros del exterior, eran tratados como sino fueran seres humanos. Si su destino era ser obreros indus- triales, no pasaban de ser una masa que artojar en el molde de la discilina por la pura coaccién, que ‘aumentaba con la ayuda del Estado la ya draconiana discplina de la Fabrica. (Es caracteristico que la opinién de la clase media contemporanea no viese la incompatibilidad entre el principio de la iqualdad ante la ley y los deliberademente dscrimina torios cédigos laborales, que, como en el inglés de amo y ctiado de 1823, castigaba con prisién a los obreros que infringieran el contrato y a los patronos con modestas multas, si 2280) Debian estar constantemente al borde dela indigencia, pues de otra manera no trabajarian, y ser inaccesibles 2 los motivos «humanos», ,, Sin embargo, habia demasiados pobres, ‘aunque se esperaba que los efectos de a ley de Malthus eliminarian a bastantes de ellos permitiendo establecer un maximum viable; a menos que «per absurdum> los pobres llegaran a imponer un limite racional ala poblacién refrenando sus excesivas complacen’cias en la procreacién. ‘Sélo habia un paso desde tal actitud al reconocimiento formal de la desigualdad que, como afirmé Henri Baudillatt en su conferencia inaugural en el Colegio de Francia, en 1853, era uno de los tres pilares de la sociedad humana (los otros dos eran la propiedad y la herencia) °. Asi, pues, la sociedad jerarquica se reconstruyé sobre los cimientos de la igualdad oficial, Pero habia perdido lo que la hacia tolerable en otros dias: la conviccién social general de que los hombres tenian obligaciones y derechos, de que la vitud no era sencillamente ‘el equivalente del dinero y de que los miembros de! orden mas bajo, aunque bajo, tenian derecho a vivir sus madestas vicias en la condicion social a que Dios los habia liam ado. capiTULO XI EL TRABAJADOR POBRE Cada indkstial vive en su fatvica como los plantadores colorvales en medio de sus esdlaves, uno conta dento, y la subversidn de Lyon es una especie de insurreccich de Santo Domingo... Los bérbaros que amenazan a la sociedad no estén ni en el Cducaso ren las estepas de Tartarla; estin en Jes suburbios de ruestas cludades industiales... La clase meda debe reconocer fancamente la rnaturaleza dela situacicny debe saber en conde est SAINT-MARC GIRARDIN en e! "Journal des Débats", 8 de diciembre de 1831 Pour gouverner i! faut avo -manteau ait rubans en saute (bis) ‘Nous en tissons pou vous, grands de la terre, et nous, pauvtes canuits, satis abap on nous entarre, Cest nous les canuts ‘nous somries out rus (bs). Mais quand note régre arrive qualid votre régne fina, alors nous tsserons le linceul dit vieux mande car on entend okié la revalte qui grande, Cest

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