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Dedicado a ti, que este libro sea de bendición de Dios para tu vida

Copyright

Copyright edición en español © 2019 por Hachette Book Group, Inc.


Publicado en inglés por FaithWords bajo el título Beyond Blessed, Copyright © 2019 por Robert Morris, copyright
del prólogo © 2019 por Dave L. Ramsey III

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Foto de portada por Amy Headington
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Primera edición: enero 2019

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Traducción y edición en español por LM Editorial Services | lydia@lmeditorial.com, con la colaboración de


Belmonte Traductores.

ISBN: 978-1-5460-3533-6 (tapa blanda) | E-ISBN: 978-1-5460-3572-5 (ebook)

E3-20181110-JV-NF-ORI
ÍNDICE

Cubierta
Página del Título
Derechos de Autor
Dedicación
Prólogo por Dave Ramsey
¡Comenzamos aquí!

Capítulo 1: Máximo impacto, mínimo estrés


Capítulo 2: Más que un presupuesto
Capítulo 3: Su perspectiva de provisión
Capítulo 4: El director financiero de “Usted, Inc.”
Capítulo 5: Lo primero es lo primero
Capítulo 6: Humildemente agradecido, no lloronamente detestable
Capítulo 7: Corazón feliz, hogar feliz
Capítulo 8: Hay suficiente
Capítulo 9: Gran ganancia
Capítulo 10: El estrado del testigo
Capítulo 11: Apuntar antes de disparar
Capítulo 12: Los coches fúnebres no jalan vehículos de transporte
Capítulo 13: Hola, Sr. Presupuesto
Capítulo 14: Tener deudas, o no tener deudas
Capítulo 15: Bendecido para ser una bendición

Reconocimientos
Acerca del autor
Notas
Boletines informativos
Quiero dedicar este libro a mi esposa Debbie.
Por causa de ti, ¡mi vida ha estado verdaderamente
Más allá de toda bendición!
PRÓLOGO

por Dave Ramsey

Me gusta decir que tuve un encuentro con Dios en mi camino de ascenso, pero en realidad llegué a conocerlo en el
camino de descenso. Se debe a que me convertí en creyente antes que mi esposa, Sharon, y me declaré en
bancarrota. Pero los primeros tiempos de mi caminar con Dios tuvieron lugar en el interior del crisol de ese desastre
financiero.
Y como tengo el don del escepticismo, cuestioné todo acerca de mi nueva fe, incluyendo por qué parecía que mi
iglesia no dejaba de hablar de dinero. Por fortuna, Dios fue realmente paciente con este joven. Él me enseñó que mi
pastor hablaba mucho de dinero porque la Biblia hablaba mucho de dinero. Él también me expuso a algunos líderes
cristianos respetados y estupendos, quienes moldearon mi postura sobre las maneras que Dios tiene de manejar el
dinero. Absorbí todo lo que podía encontrar de maestros como Larry Burkett, Ron Blue y Howard Dayton.
También me crucé en el camino con un pastor de Texas llamado Robert Morris.
A lo largo de los años, el pastor Robert y yo nos hemos hecho buenos amigos. Él ha hablado a mi equipo en
Ramsey Solutions, y he tenido el privilegio de hablar ante su asombrosa congregación de la Iglesia Gateway.
Además, Dios ha usado su primer libro, Una vida de bendición, para fortalecer mi comprensión de cosas como el
dar, la generosidad y el contentamiento. Sinceramente, casi cada día de mi vida utilizo algo que he aprendido de
Robert Morris.
Y por eso me emociona tanto el libro que usted tiene en sus manos.
Mire, cada día en la radio hablo con personas que sufren. Las conozco personalmente en nuestros eventos en
directo. Las veo en su peor momento, cuando están tan asustadas que les cuesta respirar y cuando sus matrimonios
penden de un hilo. Para ellas, dar donativos y la generosidad parecen ser cosas que están en su lista de deseos:
sueños que podrían convertirse en realidad “uno de estos días”.
Mientras tanto, simplemente están peleando para mantenerse vivos. Como muchos otros, viven de salario en
salario, ahogándose en un mar de préstamos de estudios, préstamos de auto y deudas de tarjetas de crédito. Son
básicamente buenas personas; no son tacañas ni están en rebelión contra Dios. Sencillamente no tienen el margen
para vivir.
Y eso es lo que hace que sea tan importante el mensaje de este libro.
El pastor Robert compara ser sabio con el dinero con una persona que se apoya sobre dos patas. Una vida de
bendición explicó la importancia de una de esas patas: dar con generosidad. Sin embargo, Más allá de toda
bendición se enfoca en la otra pata: la mayordomía bíblica.
De las dos, el dar es la más fácil de entender; pero la mayordomía es igualmente importante.
La Biblia enseña claramente que Dios lo posee todo. No solo una décima parte de nuestros ingresos, o una
ofrenda de amor ocasional, o una promesa hacia una campaña capital. Todo le pertenece a Él. Es el dueño de los
animales que hay sobre mil colinas, ¡pero también posee las colinas!
Y aún más, Él nos ha dado a cada uno una parte de sus cosas para que las manejemos sabiamente. De eso se trata
realmente la mayordomía. Es dejar que Dios sea el jefe de todo lo que está en nuestras manos. Es utilizar sus
bendiciones a su manera y para su gloria.
Ahora bien, eso no es fácil en este mundo. Nuestra cultura pasa de un extremo que dice que la riqueza es mala, al
otro extremo que dice que la riqueza es una señal segura del amor de Dios. Pero como nos recuerda el pastor Robert,
ninguno de los dos extremos es la verdad.
Más allá de toda bendición le ayuda a recorrer los temas del dinero, la riqueza y la generosidad desde una
perspectiva bíblica. Le enseña las cosas tácticas que a mí me encantan como presupuestar, ahorrar y salir de la
deuda; pero también le muestra por qué todo eso hay que hacerlo con un espíritu de contentamiento y dependencia
absoluta de Dios.
En palabras sencillas, el pastor Robert nos enseña cómo sostenernos sobre las dos patas de las finanzas sabias y
bíblicas. Nos muestra cómo ser mayordomos estupendos para así poder convertirnos en dadores extravagantemente
generosos.
Con el paso de los años he tenido la bendición de relacionarme con algunos líderes asombrosos, pero nunca he
conocido a nadie que entienda la mayordomía bíblica y el dar generosamente mejor que Robert Morris. Además, él
no solo conoce estas cosas, sino que también las vive cada día. Su ejemplo me inspira a reflejar a Jesús con mayor
claridad mediante mi vida y mi dinero.
Creo que a usted también le inspirará.
¡COMENZAMOS AQUÍ!

No lo vi llegar. ¿Cómo iba a verlo? Aunque han pasado muchos años, me sigue asombrando y es aleccionador ver lo
que Dios hizo, y sigue haciendo, con ese pequeño y humilde esfuerzo.
En el año 2001 nunca se me ocurrió que una sencilla respuesta a una petición de un querido amigo y mentor
pondría en movimiento un fenómeno editorial que aquí, todos estos años después, seguiría extendiéndose por todo el
mundo tocando corazones e impactando vidas. En otras palabras, a nadie le sorprende más que a mí que el primer
libro que escribí, el cual era una colección de cosas que Dios me había enseñado sobre la generosidad, sea un éxito
de ventas perenne entre los libros cristianos.
Mientras escribo estas palabras, Una vida de bendición ha sido reeditado decenas de veces en decenas de
idiomas. Por todo el mundo circulan de una mano a otra millones de ejemplares hechos jirones y con hojas dobladas.
Me dicen que una parte no tan insignificante de las sólidas ventas anuales del libro llegan ahora en forma de órdenes
al por mayor, cuando pastores de iglesias grandes y pequeñas compran un ejemplar para cada hogar de sus
congregaciones. Entre estos pastores están hombres como Craig Groeschel, pastor de una de las redes de iglesias
más grande de Estados Unidos, Life Church; Max Lucado; Rick Warren; Chris Hodges; Joel Osteen; y Brian
Houston.
Por favor, entienda que no digo esto porque quiera impresionarle. Por el contrario, como dije al comienzo, nadie
está más asombrado que yo mismo por el éxito de ese libro. No, le digo esto por una sencilla razón. Para entender el
poder, propósito y potencial del libro que ahora sostiene en sus manos debe entender lo que yo quería que Una vida
de bendición impartiera, e igualmente importante, lo que no fue creado para enseñar. Aquí, en las páginas de inicio
de este libro, es vital que usted entienda el notable origen de la historia del hermano mayor de este libro; mi
primogénito, por así decirlo. Solamente entonces será capaz de beneficiarse plenamente de lo que sigue.
En el año 2001 yo era un joven… bueno, jovencito… está bien, pastor de cuarenta años de edad de una pequeña
iglesia que daba sus primeros pasos. Habíamos lanzado Gateway Church con una decena de personas en una sala de
estar aproximadamente un año y medio antes, pero había crecido rápidamente. De hecho, acabábamos de
trasladarnos a unas instalaciones rentadas, que antes eran una iglesia pero operaban como centro de cuidado de día.
Como resultado, disfrutábamos del lujo tan extravagante de no tener que montar y desmontar nuestro sistema de
sonido y el proyector cada sábado en la noche. ¡Podíamos montar todo el equipo y dejarlo ahí! Eso también nos
permitía añadir servicios los domingos en la mañana, mientras que habíamos estado limitados solamente a un
servicio la noche del sábado en el lugar anterior.
Ese movimiento aceleró nuestro crecimiento hasta el punto de que nos encontramos rápidamente ministrando a
más de quinientas personas o más el fin de semana. Aunque eso nos parecía una inmensa multitud en aquel
momento, la realidad era que Gateway no era ni siquiera una de las iglesias más grandes en nuestra calle, y mucho
menos una de las más grandes en Norteamérica. Fue en este periodo cuando un amigo acudió a mí con una petición
sorprendente en nombre de James Robison.
En el improbable caso de que no sepa quién es James, necesita saber que es un maravilloso hombre de Dios a
quien el Señor ha utilizado poderosamente durante las últimas cinco décadas para impactar positivamente las vidas
de personas en todo el mundo y avanzar el reino de Dios de diversas maneras. Como yo, él comenzó su ministerio
como evangelista itinerante bautista, y Dios lo usó para introducir a cientos de miles de personas a una vida nueva
en Jesucristo.
En el punto álgido de su influencia y notoriedad, James tuvo un encuentro transformador con el Espíritu Santo
que los situó a él y a su ministerio en una trayectoria nueva. Durante los últimos veinticinco años, James ha
ministrado a millones de personas mediante su programa diario de televisión Life Today (Vida hoy), usándolo para
financiar esfuerzos humanitarios que han salvado y mejorado incontables vidas en todo el mundo.
Poco tiempo después de haber entregado mi vida a Cristo cuando tenía diecinueve años y haber sentido un
llamado al ministerio a tiempo completo, fui a trabajar a la oficina de correspondencia y centro de oración telefónica
del ministerio de James, Life Outreach International. No es necesario decir que él ha sido un estupendo modelo a
seguir, mentor y amigo para mí a lo largo de los años.
Dos décadas después, me encontré como pastor de una iglesia joven y en crecimiento con James Robison como
un miembro de mi congregación. (Si no le parece que eso era un poco intimidatorio, ¡debería probarlo!). Fue
entonces cuando él presentó la petición que puso todo esto en movimiento.
James me escuchó hablar sobre cómo cultivar un corazón y un estilo de vida de generosidad, hacia Dios y hacia
los demás, y se identificó poderosamente con eso porque había llegado a preocuparse por la prevalencia de un
mensaje de “dar para conseguir” que se proclamaba desde muchos púlpitos y ministerios. Ese mensaje parecía
sugerir que la motivación principal para que los creyentes sean generosos es la expectativa de recibir incluso más a
cambio. Como contraste, yo defendía una motivación en el corazón de “dar para vivir” y “dar para amar” para el
pueblo de Dios. En otras palabras, yo enseñaba a nuestra congregación que los creyentes deberían ser las personas
más generosas de la tierra simplemente porque nuestros corazones están rebosantes de gratitud hacia Dios por sus
dones extravagantes y misericordiosos de la salvación y la vida eterna. Yo enseñaba que damos a Dios y a los demás
por el mero gozo de dar y porque Dios es un dador; por lo tanto, como hijos e hijas de Él deberíamos imitar a
nuestro Padre de modo natural. En lugar de un mensaje de “dar para conseguir”, yo predico un mensaje de
“conseguir para dar”.

Los creyentes deberían ser las personas más generosas de la tierra simplemente porque nuestros
corazones están rebosantes de gratitud hacia Dios.

James creía que ese tipo de enseñanza tenía que ser difundida a una audiencia más grande, de modo que me
presentó un reto unido a una oportunidad. Si yo desarrollaba los mensajes en forma de libro, él ofrecería el libro en
su programa de televisión y me llevaría para que hablase al respecto.
Representaba un reto intrigante. Por un lado, yo era un pastor más que ocupado de una iglesia que prácticamente
estaba explotando en crecimiento, y me encontraba yendo y viniendo varias veces en una semana normal y corriente.
La idea de encontrar tiempo para escribir un libro, algo que nunca antes había hecho, parecía imposible. Por otro
lado, estaba totalmente de acuerdo con James en que el Cuerpo de Cristo necesitaba recibir esta revelación de dar
generosamente desde una motivación más elevada. Lo más importante, yo sentía que esta invitación no provenía en
última instancia de James Robison; era Dios quien estaba abriendo esa puerta, porque Él quiere que todo su pueblo
experimente el gozo que resulta de ser un dador alegre y extravagante. Sentí que el Espíritu de Dios me impulsaba a
decir sí a esa invitación, y a confiar en Él para la tarea de ponerme realmente a escribir el libro. Por lo tanto, eso
hice.
Finalmente, la redacción de Una vida de bendición demostró ser mucho menos dolorosa de lo que había
imaginado que sería. He aprendido por los años de caminar con Dios que siempre nos empodera de modo
sobrenatural para hacer lo que Él pide de nosotros si damos un paso de fe y confianza. Comencé retirándome
durante un largo fin de semana con un montón de notas garabateadas y una grabadora de voz. Tras algún tiempo de
oración y comunión con Dios, organicé mis notas, prendí esa grabadora, y comencé a plasmar mi corazón y mis
pensamientos sobre vivir un estilo de vida de generosidad.
Las palabras fluían mucho más libremente de lo que pensé que fuera posible. Historias e incidentes olvidados por
mucho tiempo llegaron a mi memoria. ¡Dije cosas que ni siquiera sabía que conocía! Cuando terminó mi tiempo de
retiro, tenía horas y horas grabadas de enseñanza. Mi siguiente paso era que esas grabaciones fueran transcritas. Pasé
algún tiempo refinándolas, y después las entregué a un buen editor que resultó ser miembro de la Iglesia Gateway y
entendía a un nivel profundo las verdades y principios que yo quería transmitir. Él limpió y pulió aún más la obra
emergente, y poco después teníamos un manuscrito confiable y listo para su impresión. El resto, como dicen, es
historia.
La tirada inicial de treinta mil ejemplares se agotó rápidamente, de modo que siguieron más ediciones. Poco
después, importantes editoriales comenzaron a expresar interés en tomar Una vida de bendición como uno de sus
libros publicados. Dije sí a una de ellas, ¡y pronto el libro se estaba vendiendo en todas partes!
Ahora bien, en aquel entonces yo era un novato en el mundo editorial. No conocía lo suficiente al respecto para
saber lo que era normal en la industria de los libros cristianos. Desde entonces he aprendido que la mayoría de los
libros, si tienen éxito, experimentan un aumento inicial de ventas que se va desvaneciendo con bastante rapidez;
pero eso no sucedió con Una vida de bendición. Parecía seguir aumentando con el paso de cada año, impulsado por
los comentarios de quienes habían sido tocados y ayudados por el libro. De hecho, en la actualidad sigue empujando
con fuerza.
Por lo tanto, ¿por qué una “secuela” todos estos años después? Bien, en realidad es algo más parecido a una
precuela, y entenderá por qué en un momento.
Se necesitan dos patas

Tengo un vago recuerdo de la niñez de ver un episodio de dibujos animados en el que un personaje tiene un pie
clavado al piso. Corre con todas sus fuerzas, pero solamente puede ir en círculos. Es cómico ver a un personaje de
dibujos animados en esa horrible situación; pero no hay nada divertido en ver a mis compañeros cristianos vivir de
ese modo. Voy a explicarlo.
Desde que escribí Una vida de bendición, he escuchado incontables testimonios de individuos, parejas y familias
que lo leyeron, aceptaron su mensaje, y experimentaron resultados maravillosos y transformadores. Respondieron a
su reto de cultivar un estilo de vida de generosidad y comenzaron a dar con gozo y liberalidad; incluso de modo
extravagante. Al hacerlo, descubrieron lo que mi esposa Debbie y yo descubrimos hace mucho tiempo, es decir, que
no podemos superar a Dios en dar, y que bendecir a otros tal como nos indique el Espíritu Santo es la mayor
diversión que cualquier ser humano puede tener. Ellos aprendieron que poner a Dios en primer lugar en sus finanzas
y reconocer que igualmente todo le pertenece a Él trae como resultado libertad, paz y gozo en cada área de sus vidas.
Esto es sin duda una vida de bendición.

No podemos superar a Dios en dar.

Pero ese no es el único tipo de testimonio que he escuchado a lo largo de los años. Otro tema menos alentador
emergió de algunos que lo leyeron e intentaron seguir el mensaje central del libro acerca de dar. De vez en cuando
alguien se ha acercado a mí por la calle o en una conferencia, y me ha dicho algo parecido a lo siguiente: “Lo probé,
pero no funcionó”.
Desde luego, mi respuesta usual era: “Intentó ¿qué?”.
“Dar. Mi cónyuge y yo comenzamos a dar como usted sugería en su libro, pero aún seguimos atrapados en
deudas de tarjetas de crédito”.
Al principio me desconcertaban ese tipo de comentarios. No conectaba los puntos porque, en mi mente, no
estaban relacionados con el tema del que realmente hablaba el libro. Después de todo, no escribí un libro titulado La
chequera bendecida o La hoja de balance bendecida. Compartí verdades y perspectivas espirituales para
experimentar la bendición de Dios sobre toda nuestra existencia, lo cual engloba salud, emociones, relaciones y, sí,
finanzas.
Gradualmente comencé a entender que había construido el mensaje de Una vida de bendición sobre una
suposición. Si pensamos del mensaje de ese libro como una casa, entonces hay una suposición subyacente que sirve
como el cimiento de la casa. Esa suposición subyacente es esta:
Tenemos que vivir dentro de nuestras posibilidades.
Dicho de otro modo: usted no puede gastar (o dar) más de lo que tiene. Ahora bien, sé que no hay nada
particularmente profundo en esa afirmación. Es un concepto tan sencillo que un niño puede entenderlo. Sin duda, yo
mismo aprendí desde temprano este principio de mis padres sabios y frugales.
Mi padre era y es uno de los hombres más generosos que jamás haya conocido. A lo largo de los años le he visto
donar miles de dólares para el reino y bendecir a personas que batallaban, ¡con autos e incluso casas! Él ha hecho
préstamos personales a parejas jóvenes para que pudieran pagar el anticipo de su primera casa, a familias que se
estaban recuperando de desastres financieros, a personas que habían perdido sus empleos, y a viudas que
necesitaban un medio de transporte fiable. Y lo sigue haciendo.
Él no le da una gran importancia a la benevolencia económica de un hombre que ha estado haciéndolo durante
décadas. Por el contrario, su generosidad pasa desapercibida para la mayoría de las personas que lo conocen. Pero sí
una vez me mostró el pequeño librito negro de contabilidad que contenía todos los préstamos personales que estaban
aún pendientes. Haciendo la cuenta rápidamente en mi cabeza, ¡llegué a más de 350 000 dólares! Uno de ellos era
un préstamo de 20 000 dólares a una viuda anciana que necesitaba un auto. Mi papá le había dicho que pagara lo que
pudiera, y ella le fue pagando fielmente a un ritmo de veinte dólares al mes. Mi mente matemática entendió
rápidamente que el préstamo nunca recuperaría ni siquiera una fracción de esa cantidad de dinero. Desde luego, a él
eso no le inquietaba lo más mínimo. Mientras hojeaba las páginas, me di cuenta de que la mayoría de los préstamos
eran como ese.
“¿Tienes alguna garantía para estos préstamos?”, le pregunté a mi padre.
“No, solamente la palabra de ellos”, me respondió.
“Bueno, ¿y si no te lo devuelven?”, le dije.
Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras intentaba pronunciar las palabras.
“Bueno, entonces… ¡conseguí bendecirlos!”.
No cabe ninguna duda de que mi padre es uno de los mayores dadores que he conocido jamás. No es una
coincidencia que él sea también uno de los mayordomos más estupendos que jamás haya conocido, y estas dos
realidades están relacionadas. Piénselo: ¿cómo podemos dar con generosidad a otros si no tenemos nada para dar?
Papá es ingeniero civil de profesión, e incluso fue el dueño de su propia empresa por muchos años. Me han dicho
más de una vez que él es un genio de las matemáticas. Hace sumas en su mente sin ningún esfuerzo. Por lo tanto, si
va a ayudar a alguien con un préstamo de cinco mil dólares, y tiene un salario y gastos mensuales que cubrir, ¡tiene
que ser capaz de vivir con un presupuesto que le permita satisfacer todas sus obligaciones y ser extremadamente
generoso! Mi papá, sin ninguna duda, ha sido un ejemplo de administración sabia, frugal y prudente.
Yo llevé esa ética a mi matrimonio. Debbie y yo nos casamos jóvenes, y en muchas cosas yo no sabía nada y era
un ingenuo en aquel momento de mi vida, pero entender las matemáticas básicas e implacables de ingresos y gastos
no era una de ellas. Yo sabía que no se puede gastar más de lo que se gana. En aquella época yo no ganaba mucho
dinero, y tengo la sospecha de que según la definición oficial del gobierno, éramos literalmente pobres. Sin
embargo, sí teníamos lo necesario para vivir con menos de lo que yo ganaba. Y cuando entregué totalmente mi vida
a Jesús y experimenté el don extravagante de Dios del perdón y la sanidad, hacerlo incluía manejar nuestras finanzas
de tal modo que pudiéramos diezmar fielmente y dar generosamente siempre que el Espíritu nos impulsara a hacerlo.
Yo suponía sinceramente que la mayoría de los creyentes, si no todos, entendían esto; por lo tanto, no lo abordé
en Una vida de bendición. Me parecía obvio que ser una persona generosa implicaba redirigir el dinero que se gasta
discrecionalmente, lo cual a su vez requería… ya sabe… tener realmente dinero para gastar discrecionalmente.
Además, la administración sabia del dinero, por importante que sea ese tema, sencillamente no era de lo que James
Robison me pidió que escribiera. Él me pidió que explicara mi enfoque bíblico sobre dar, uno que estaba y está en
claro contraste con la filosofía generalizada de “dar para conseguir”.
El hecho es que una vida de verdadera bendición camina sobre dos patas. Una de esas patas, el enfoque de mi
primer libro, es la generosidad. Es totalmente necesario ser generoso para experimentar la medida plena de la
bendición de Dios; sin embargo, la primera pata vital es administrar los recursos financieros con sabiduría y
prudencia para así poder ser generoso. Ese es el enfoque del libro que sostiene usted ahora en sus manos. Por eso
dije que, en cierto sentido, es tanto una precuela como una secuela de Una vida de bendición. Por eso también me
recordó ese personaje de los dibujos animados con un pie clavado al piso. Intentar ser más generoso sin ser también
un administrador prudente de los recursos (especialmente el dinero) es como intentar correr con un pie clavado al
piso. Será agotador, frustrante e inútil. Esto es precisamente lo que vi en los rostros de esas personas que acudían a
mí diciendo cosas como: “Pastor Robert, he comenzado a dar pero sigo atrapado en deudas de tarjetas de crédito”.

La capacidad de administrar sabiamente la riqueza y las posesiones materiales no es un talento con el


cual somos dotados al nacer. Es una habilidad.

Tengo noticias maravillosas. La capacidad de administrar sabiamente la riqueza y las posesiones materiales no es
un talento con el cual somos dotados al nacer. Es una habilidad, y eso significa que puede ser enseñado y aprendido.
Es una forma de sabiduría, y el libro de Proverbios no nos alentaría a adquirir sabiduría (4:7) si no estuviera a
disposición de todo aquel con la humildad suficiente para recibirla.
Hay una palabra bíblica para esta habilidad, pero soy casi reacio a utilizarla aquí porque ha obtenido una mala
reputación mediante el mal uso y el abuso. Demasiados cristianos tienen un concepto equivocado de lo que denota
esta palabra; de todos modos, ahí va. Estoy hablando de… ¡ mayordomía!
Muchas personas que llevan en la iglesia la mayor parte de su vida han llegado a relacionar la palabra
mayordomía únicamente con dar a la iglesia; han sido condicionadas a considerar la palabra mayordomía como un
código que se refiere a dar ofrendas o diezmar. Esto es comprensible porque ese es precisamente el contexto donde
se utiliza con mucha frecuencia. Si una iglesia tiene una semana de “énfasis en la mayordomía”, invariablemente
significa una semana en la cual se exhorta a todos a dar con más generosidad. Una “campaña de mayordomía” es
con frecuencia la etiqueta que se aplica a una iniciativa para recaudar fondos para un nuevo edificio. Con el tiempo,
hemos sido entrenados para escuchar la palabra mayordomía y pensar en “dar más”; pero no es eso a lo que me
refiero cuando uso ese término en Gateway, porque ese no es el modo en que se usa en la Biblia.
El hecho es que mayordomía se trata simplemente de ser un administrador o mayordomo sabio, prudente y
diestro de todos los recursos que Dios ha puesto en nuestras manos. Por lo tanto, ¿qué es un mayordomo?
Examinaremos esta pregunta con mayor profundidad en los capítulos que siguen, pero por ahora voy a ofrecer una
rápida definición práctica. Una de las definiciones principales para mayordomo en el diccionario Oxford English es
“una persona empleada para manejar las propiedades de otro, especialmente una casa grande o terrenos”. Tal como
se usa en la Biblia, se refiere a una persona a quien se deja a cargo de los bienes de otra persona. A un mayordomo
se le confía proteger, mantener, desarrollar, o hacer crecer cosas, como un negocio, una granja, una casa o ciertos
fondos, que pertenecen a otra persona.
Dios hizo a Adán y Eva (y a su descendencia por extensión) mayordomos de toda la tierra. Dejó a su cuidado el
huerto “para que lo labrara y lo guardase” (Génesis 2:15), y les dio instrucciones para maximizar su potencial,
diciendo: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread” (Génesis 1:28). De modo similar,
Dios confía muchas cosas a cada uno de nosotros. Como el Creador de todo, incluidos nosotros, todo le pertenece a
Él, y sin embargo deja bajo nuestro cuidado bienes como tiempo, talentos, relaciones y, sí, riqueza. Manejar
prudentemente estos preciosos bienes nos califica para la bendición; y para el privilegio de que nos confíe más
cosas.
Numerosas parábolas de Jesús presentan a mayordomos, tanto buenos como malos. En los capítulos siguientes
examinaremos esas parábolas y profundizaremos para obtener sabiduría y perspectiva divinas. Por ahora, sepa que
en las siguientes páginas bosquejaré los principios, preceptos y patrones que le convierten en alguien que maneja
con sensatez y destreza todo lo que Dios le ha confiado. Nos enfocaremos en la riqueza, pero los principios se
trasladan a cada categoría de recursos y bienes.
Todo esto incluirá habilidades prácticas como presupuestar, manejar la deuda, y la planificación financiera. De
hecho, estas habilidades son tan vitales que nuestra iglesia estableció todo un ministerio al que llamamos
Mayordomía Gateway a fin de ayudar a que nuestros miembros las aprendan. Como dije, la realidad de que
cualquier creyente puede aprender las claves prácticas para convertirse en un mayordomo sabio es una noticia
maravillosa, y debería darle esperanza al comenzar este viaje.
Y tengo noticias aún mejores. Como con todo lo demás en la vida cristiana, cuando usted da un paso en fe y
obediencia para convertirse en un mayordomo más bíblico de lo que Dios le ha confiado, ¡Él correrá a su encuentro
y le ayudará! El poder sobrenatural del cielo está listo y a la espera de proporcionarle ayuda milagrosa a medida que
usted se propone llegar a ser un mayordomo sabio. Sé que esto es cierto porque Debbie y yo lo hemos
experimentado una y otra vez; pero nosotros no somos especiales o poco comunes. En las páginas siguientes
encontrará decenas de testimonios de la vida real de creyentes comunes que son como usted y que deseaban poner
en consonancia sus vidas financieras con la sabiduría de la Biblia. (He cambiado u omitido sus nombres para
proteger su privacidad, pero sus historias son muy reales). Infaliblemente, descubrieron que no estaban solos en su
búsqueda de llegar a ser mejores mayordomos. Cuando dieron el paso, descubrieron un potente viento celestial tras
ellos, acelerando su progreso a medida que Dios honró su decisión de hacer las cosas a la manera de Él.

Cuando usted da un paso en fe y obediencia para convertirse en un mayordomo más bíblico de lo que
Dios le ha confiado, ¡Él correrá a su encuentro y le ayudará!

Por favor, entienda lo siguiente: Dios bendice, ayuda y recompensa los esfuerzos sinceros que usted hace para ser
un mejor mayordomo.
Escribí este libro como compañero de Una vida de bendición porque Dios quiere bendecirle. Su naturaleza y su
deseo es hacerlo, pero es difícil para Él si usted no es un mayordomo sabio y un dador generoso. Ciertamente, lo
primero permite lo segundo. La generosidad es la meta. La mayordomía sabia es el medio vital para alcanzar esa
meta.
Sí, una vida de bendición avanza sobre dos patas. Estoy aquí para ayudarle a poner en su lugar esa primera pata
vital y trabajar con fuerza. Entonces, y solamente entonces, será usted libre para ser un dador generoso y gozoso. Y
con esas dos patas puestas en su sitio en su vida, le llevarán a un lugar “más allá de toda bendición”.
CAPÍTULO 1

MÁXIMO IMPACTO, MÍNIMO ESTRÉS

Quiero invitarlo a que sueñe despierto un poco. No, no estoy sugiriendo que se cierre mentalmente y se dirija al
campo de golf o a la playa en su imaginación. Le estoy pidiendo que pause por un momento e imagine, tan
gráficamente y con tanto detalle como pueda, cómo sería vivir sin presión financiera.
Imagine que siempre le sobra dinero al final del mes, en lugar de que le sobre demasiados días del mes sin
dinero. Estoy hablando de la vida en la cual usted ha olvidado lo que es tener preocupación o estrés con respecto a
sus finanzas. Cuando se ve confrontado con una decisión de compra, su primer pensamiento es: “Señor, ¿debería
comprar esto?”, en lugar de: “¿Cómo puedo permitirme esto?”. Imagine una vida de paz diaria, pudiendo reposar su
cabeza sobre la almohada en la noche con un alma satisfecha y dormir como un bebé. Si está casado, usted y su
cónyuge oran regularmente con respecto a prioridades de gasto, pero nunca se pelean por dinero.
Imagine una vida en la que puede bendecir a otros siempre que el Espíritu le mueve a hacerlo. Esta vida está
cargada de energía, propósito y satisfacción porque puede invertir regularmente en las personas y las causas que más
significan para usted. En esta existencia imaginada, vive usted con la seguridad de que, según las palabras de Jesús,
está haciéndose tesoros en los cielos (Mateo 6:19-21). Pero mientras tanto, lo está pasando estupendamente bien
aquí en la tierra. ¡Qué divertida es esta vida!
Lo destacado de un día normal y corriente podría ser observar a la joven madre que parece agotada en el pasillo
del supermercado comparando precios de las marcas más baratas de mantequilla de cacahuate a la vez que utiliza su
teléfono como calculadora y reprime las lágrimas. Usted se acerca a ella, le entrega un billete de cinco dólares, dice
tranquilamente que Dios quiere que ella sepa que Él la ama y se interesa por ella, y simplemente se aleja.
Ciertamente, usted pasa los días buscando oportunidades de ser una respuesta a la oración susurrada de alguna
persona desesperada, teniendo regularmente el privilegio de servir como una manifestación viva y tangible del amor
de Dios por él o ella.
Imagine no tener un nudo repentino en el estómago cuando piensa en sus años de jubilación o su ancianidad.
Igual que la mujer sabia y prudente de Proverbios 31, que se ríe del futuro (v. 25).
Imagine todo esto, y cualquier otro aspecto que llegue a su mente de una vida libre del estrés financiero. De
manera tan clara y gráfica como pueda, imagínese a usted mismo, su familia, su casa, y su carrera profesional en
instantáneas e imágenes de video sobre cómo podría ser. Imagine ser libre para seguir al máximo la aventura que
Dios quiere vivir al lado de usted.

Véase a usted mismo experimentando una vida de máximo impacto y mínimo estrés financiero.

Véase a usted mismo experimentando una vida de máximo impacto y mínimo estrés financiero.

Bien, ¿qué piensa? ¿Le parece atractiva ese tipo de vida? ¿Gratificante? ¿Pacífica? Desde luego que lo es. Sin
embargo, no quiero que se haga una idea equivocada. Lo que acaba de imaginar no era necesariamente la vida de
una persona rica. De hecho, muchas personas muy pobres emplean igual o más tiempo que cualquiera
preocupándose, batallando, obsesionados y estresados con respecto al dinero. Los ricos tienen más probabilidades de
tomar medicamentos antidepresivos o ansiolíticos que las personas promedio de la clase trabajadora. Los millonarios
y multimillonarios cometen suicidio con una regularidad asombrosa.
Tampoco le alenté a que fantaseara con ganar la lotería. Un artículo del 2016 en la revista Time señalaba que
muchas personas que ganan premios inmensos “terminan infelices o terminan en bancarrota”.1 Como señaló un
experto citado en ese artículo: “Cerca del setenta por ciento de las personas que reciben repentinamente una cantidad
inmensa de dinero en efectivo, lo perderán en unos pocos años”.2 Un artículo del 2013 en la revista Forbes titulado
“Por qué los ganadores de la lotería se desmoronan tras una gran ganancia”,3 citaba un estudio realizado a ganadores
de la lotería en Florida que descubrió que más del cinco por ciento de ellos estaban en bancarrota solamente cinco
años después de haber obtenido su gran “ganancia”. El autor entrevistó a numerosos ganadores de la lotería y
descubrió que un asombroso número de ellos eran desgraciados y estaban aislados de todas las personas que les
importaban. Una mujer se refirió al dinero que habían ganado ella y su esposo como “una maldición”.4 Otro estudio
revelaba que la “riqueza repentina” tampoco quitaba la presión de los matrimonios. De hecho, en realidad
aumentaba la probabilidad de divorcio para parejas casadas.5
El maravilloso hecho es que la verdadera “vida de bendición” que acaba de imaginar está a disposición de
cualquier persona, independientemente de cuáles sean sus ingresos o estatus social. Usted puede tener esa vida.
Cualquiera puede tenerla. Requiere una sola cosa: vivir regularmente dentro de sus posibilidades. Esa es la verdad.
Desde luego, solo porque sea sencillo no significa que sea fácil o que salga de modo natural. Si vivir dentro de sus
posibilidades fuera fácil, no sería una cosa tan poco común en nuestra cultura. (A propósito, no era extraño hace
algunas generaciones atrás. De hecho, era la norma. Hemos perdido una virtud fundamental en algún lugar del
camino).
Dondequiera que esté usted en este momento, por muy mal equipado que pueda sentirse, a pesar de cuán
abrumadores puedan parecer sus desafíos, puede dar los primeros pasos fundamentales hoy, y después seguir
adelante durante todo el camino hacia una vida “más allá de toda bendición”.
No es demasiado tarde. Usted no ha llegado demasiado lejos como para no poder corregir el rumbo. No está
descalificado de ningún modo debido a algo que haya hecho, no haya hecho, o haya sufrido. No tiene que tener
ningún talento o aptitud concretos. No tiene que llegar con otra cosa que no sea un corazón humilde y entregado y
una disposición a aceptar la sabiduría bíblica. Y puede comenzar en este momento. (De hecho, ¡al escoger este libro
ya ha comenzado!).
Sé todo eso no porque le conozca a usted, sino porque he visto que los preceptos y las prácticas que estoy a punto
de presentarle han funcionado para una asombrosa variedad de personas desde cualquier punto de comienzo
imaginable. He recibido miles de cartas de lectores cuyas vidas fueron cambiadas por Una vida de bendición, pero
una carta especial me tocó de manera particularmente significativa.
Era de una señora que recibió el libro cuando no era creyente y estaba en medio de un divorcio. Lo leyó y Dios lo
utilizó para transformar su vida en diferentes aspectos. Ella obtuvo una vislumbre de la realidad de que Dios es
bueno y que le ama, de modo que entregó su vida a Cristo. Enseguida pidió al que pronto sería su exesposo que lo
leyera también. Él lo hizo, y aunque nunca tuvo intención de ser un libro evangelístico, él también fue salvo. Como
resultado, su matrimonio también fue salvado, y sus vidas cambiaron radicalmente cuando ellos comenzaron a poner
a Dios en primer lugar en sus vidas.
Pero eso es solamente la “historia secundaria” que ella compartió en su carta. Esta mujer continuó describiendo
una visita a la Iglesia Gateway. Con ganas de compartir su emoción, contó su historia a la primera persona con la
que se encontró: nuestra recepcionista, que estaba sola en el vestíbulo de la iglesia, a excepción de un ujier cercano
que estaba sacando la basura y que escuchó la conversación. Después de terminar su historia sobre cómo Una vida
de bendición había impactado su vida, preguntó dónde podía encontrar la librería de la iglesia. Esperaba comprar
diez ejemplares del libro para sus amigos y familiares. La recepcionista la dirigió a nuestra librería que estaba a la
vuelta de la esquina. Cuando esta mujer llegó allí unos minutos después, descubrió que ya había diez ejemplares
preparados para ella. Preguntó cuánto costarían, sin estar segura de que si podía permitirse comprarlos, y la persona
a cargo sonrió y dijo: “No cuestan nada. ¡Son suyos! ¡El precio ya ha sido pagado!”.
Asombrada, la visitante pidió a nuestra colaboradora que repitiera lo que había dicho. “Alguien pagó los libros.
Son de usted. ¡Que tenga un bendecido día”. La mujer se quedó confusa y pidió más aclaraciones a la persona. La
ayudante en la librería se inclinó y sonrió. “Cuando usted hablaba con la recepcionista”, le dijo, “¿pudo ver al joven
que estaba trabajando a sus espaldas?”. La visitante apenas lo recordaba.
“¿Se refiere al ujier que estaba sacando la basura?”.
“Sí. Seguro que escuchó su historia”, continuó la ayudante, “porque vino corriendo hasta aquí y compró para
usted estos libros”.
La visitante no podía creerlo. Llena de gratitud y asombro, agarró dos bolsas llenas de los libros Una vida de
bendición y se preparó para irse. Mientras lo hacía, la ayudante le ofreció algo más de información acerca de la
bendición: “A propósito, ese ujier es el hijo del pastor Robert”.
Sí, era mi hijo James, que era estudiante y trabajaba a media jornada en el departamento de mantenimiento del
edificio de la iglesia en aquel entonces. Fue él quien escuchó el testimonio de esa señora y fue rápidamente por el
pasillo para tener el privilegio de bendecirla, suponiendo que su nombre se mantendría anónimo. No comparto esta
historia únicamente porque soy un papá orgulloso, aunque será mejor que crea que me bendijo inmensamente leer
aquella carta. Lo comparto para alentarle a usted con respecto a que cuando una mamá y un papá comienzan en el
camino de vivir sabiamente a fin de vivir generosamente, sus vidas no son las únicas cambiadas. Ojos más jóvenes
están observando, aprendiendo mucho más de lo que usted hace que de lo que dice. Mire, uno de los muchos
beneficios de vivir la vida de bendición es establecer un legado. Ver a sus hijos convertirse en adultos que saben
cómo ser mayordomos sabios y que entienden el gozo de la generosidad es una de las cosas más gratificantes que se
puede experimentar como padre o madre.
A propósito, actualmente James dirige ahora el departamento de mayordomía de la Iglesia Gateway, donde él y
un equipo ofrecen formación financiera a quienes la solicitan. Comparten los principios y procesos que estoy a
punto de bosquejar para usted.
Es mi esperanza ahora poder ayudarle a usted también no solo a que pueda experimentar una vida de máximo
impacto, sino también que pueda ser ejemplo de ella para las personas más importantes que hay en su vida. Sí, sé
que estos preceptos le ayudarán. He ocupado un asiento en primera fila para observar cómo funcionan en las vidas
de mis hijos a medida que se han hecho adultos y han establecido sus propios hogares.
Voy a parafrasear algo que escribió una vez Henry David Thoreau: Si ha construido un castillo en el aire, está
bien; simplemente ponga debajo un cimiento. El castillo de esa vida sin presión financiera que imaginamos juntos
hace un momento puede parecer que está por encima de su cabeza más allá de su alcance, de modo que vamos a
construir debajo un cimiento. Ese cimiento es la mayordomía. Desde luego, establecer un cimiento requiere un
esfuerzo; por lo tanto, comencemos a construir su vida más allá de toda bendición.

Si ha construido un castillo en el aire, está bien; simplemente ponga debajo un cimiento.


Zanjar la cuestión de la posesión

Por lo tanto, ¿dónde comienza este proceso?, se pregunta usted. ¿Cómo comienzo el viaje hacia ser un mayordomo
sabio y fiel?
Para construir un fundamento para su nueva vida de impacto maximizado, vamos a tener que cavar hasta la base
de cómo entendemos a Dios y sus caminos. Eso significa llegar hasta un par de preguntas sencillas pero
fundamentales.
¿De quién soy? O dicho de otro modo: ¿A quién pertenezco?
Si usted es verdaderamente nacido de nuevo, la respuesta es fácil.
¡Le pertenezco a Dios, desde luego!
Esa es la respuesta correcta. Después de todo, la mayoría de nosotros hemos escuchado y leído muchas veces las
palabras de 1 Corintios 6:19-20: “¿O ignoráis… que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio”.
Decir sí a Jesús y seguirlo significa entregar nuestras vidas y rendirle todo por completo a Él. Como Jesús dijo una
vez a sus discípulos: “Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará” (Lucas
17:33).
No hay duda de que nosotros obtenemos el lado mejor de ese trato. En el gran intercambio en la cruz, somos
librados de una vida quebrantada, manchada por el pecado y llena de culpabilidad y un futuro eterno en el infierno.
A cambio obtenemos sanidad, paz y una conciencia limpia, significado y propósito en esta vida, y eternidad en los
cielos, ¡para comenzar!
Existe un principio más amplio integrado en la advertencia de Jesús: es decir, que invariablemente perdemos las
cosas a las que nosotros, por egoísmo, inseguridad o avaricia, intentamos aferrarnos. Pero las cosas que le
entregamos a Él en confianza y amor regresan a nosotros invariablemente muchas más veces.
Una vez que resolvamos el asunto de que le pertenecemos a Dios, hay una pregunta sobre la posesión que
debemos zanjar en nuestro corazón y nuestra mente. Una cosa es reconocer que le pertenecemos a Dios, pero ¿qué
acerca de todas las cosas? ¿Quién posee este mundo y todo lo que contiene? O para llevar esta pregunta a un nivel
más personal, ¿quién posee las cosas suyas? ¿Quién posee el dinero, la casa, los autos, los muebles, los
electrodomésticos, la ropa y todos los bienes materiales que usted de modo rutinario y casual denomina como
“míos”?
La respuesta a esta pregunta representa el asunto fundamental y la base de una mayordomía exitosa, y por lo
tanto, de vivir una vida de bendición. No hay ningún camino hacia la verdadera bendición que no comience con
zanjar esta pregunta totalmente y profundamente en nuestros corazones, una vez y para siempre. Esta pregunta
también parece tener una respuesta obvia. Desde luego, es Dios quien lo posee todo. En otro versículo bastante
familiar, la Palabra declara abiertamente:

La tierra es del Señor y todo lo que hay en ella; el mundo y todos sus habitantes le pertenecen. (Salmos 24:1,
NTV)

Está bastante claro, ¿no cree? Sin embargo, Dios mismo es incluso más directo y específico cuando, de su propia
boca, escuchamos:

Pues todos los animales del bosque son míos,


y soy dueño del ganado de mil colinas.
Conozco a cada pájaro de las montañas,
y todos los animales del campo me pertenecen.
Si tuviera hambre, no te lo diría a ti,
porque mío es el mundo entero y todo lo que hay en él. (Salmos 50:10-12, NTV)

Dios nos dice a usted, a mí y a toda la humanidad: “¿Ven a esa manada de leones que está allí? Es mía. ¿Ven a
ese ganado? Mío. ¿Saben cuántas aves hay en aquellas colinas? ¿No? Bueno, yo lo sé. Si tuviera antojo de comer
pollo frito, no necesitaría pedir permiso a nadie y tampoco notificarlo a nadie antes de agarrar una freidora. El
mundo y todo lo que contiene son legalmente míos porque yo los creé”.
Si usted tiene un anillo de diamante, ese diamante salió de la mina de Dios y fue formado bajo una presión
tremenda en el corazón de la tierra de Dios. Si usted lleva aretes de perlas, salieron de las ostras de Dios. El papel
moneda que lleva en su bolsillo salió de uno de los árboles de Dios. ¿Y el metal formado para construir el auto que
usted conduce? ¿La madera y la piedra que forman su casa? No hay nada en su vida que no provenga de la creación
de Dios.
Por supuesto que Dios no es codicioso. Por el contrario, es extravagantemente generoso. Él es el autor y la fuente
del amor ágape, el tipo de amor que da sacrificialmente. El mayor gozo de Dios es otorgar dones y bendecir. Esa es
su naturaleza.

El mayor gozo de Dios es otorgar dones y bendecir.

Esto está en claro contraste con la naturaleza caída con la que nacimos usted y yo. Parece que una de las primeras
palabras que cualquier niño aprende a decir, después de pa-pá, es “¡mío!”. Si usted ha tenido hijos, sabe que esto es
cierto. De hecho, pueden demostrarlo incluso antes de poder decirlo. ¡Mío! Todos nacemos con un espíritu
quebrantado, temeroso y egoísta. Con un temor a no tener suficiente, o a quedarnos sin nada, o el cielo no lo quiera,
a que otra persona tenga más.
Por lo tanto, la pregunta más fundamental que cada creyente debe hacer es: ¿de quién es válida la declaración de
“mío”, de usted o de Dios? Las dos no pueden ser válidas.
La primera pregunta que hicimos y respondimos debería zanjar esto. ¿A quién pertenezco? Como pertenezco a
Dios, entonces no hay duda de que todo lo que yo poseo es de Él en última instancia. La lógica es ineludible. Si Dios
le posee a usted, entonces usted no es su propio dueño. De nuevo, en palabras de Pablo:

¿No se dan cuenta de que su cuerpo es el templo del Espíritu Santo, quien vive en ustedes y les fue dado por
Dios? Ustedes no se pertenecen a sí mismos, porque Dios los compró a un alto precio. Por lo tanto, honren a
Dios con su cuerpo. (1 Corintios 6:19-20, NTV)

Pablo deja claro aquí que si somos nacidos de nuevo, deberíamos considerar nuestros cuerpos como un préstamo
que Dios nos ha hecho. Es de usted para que viva en él como un cuidador durante ochenta a cien años, pero su
espíritu está ocupando la casa de Dios.
Sí, todo le pertenece a Dios. Al principio en mi caminar con Dios establecí esta cuestión definitivamente en mi
corazón, y quizá por eso batallé menos con este asunto de la mayordomía que lo que algunos creyentes batallan
claramente. Entender que Dios posee y nosotros administramos es la comprensión más vital que usted debe aceptar
para comenzar este viaje. Una palabra más de moda para “comprensión” es paradigma. Pasar de un modo de ver el
mundo que dice “todas estas cosas son mías” a otro que dice “todas las cosas son de Dios” requiere un cambio de
paradigma. Profundizaremos mucho más en las implicaciones de este paradigma, y cómo transforma su enfoque y su
actitud hacia literalmente todo, en los capítulos siguientes. Pero por ahora, entienda y acepte esta verdad
fundamental. Usted no es un dueño. Es usted un mayordomo de muchas cosas que un Dios amoroso y generoso ha
confiado a su cuidado. Esto, por supuesto, nos conduce a otra pregunta:
Si soy un mayordomo, ¿qué tipo de mayordomo soy?
Cargas contra bendiciones

La vida de un mayordomo sabio es una vida buena. Una vida feliz. Una vida de bendición.
Como sugería su ejercicio de soñar despierto al principio de este capítulo, es una vida libre de la presión
agobiante y aplastante de preocupación por el dinero, la deuda o la carencia. Una vida en gran parte sin temor a lo
inesperado.
¡Cuán poco común es eso en nuestra época! Un sondeo del 2014 a 3068 adultos realizado por la empresa Harris
Poll reveló que el setenta y dos por ciento de los estadounidenses reportaron sentirse estresados por el dinero al
menos parte del tiempo durante el último mes.6 El veintidós por ciento dijo que experimentó un estrés extremo por
el dinero durante el mes previo. Hace unos años atrás, un estudio de una empresa bancaria reveló que el setenta y
seis por ciento de los hogares estadounidenses viven de salario en salario. La mitad de nosotros hemos ahorrado
menos de un colchón de tres meses de gastos para vivir. Casi una cuarta parte de todos los estadounidenses no tienen
ningún ahorro. Una asombrosa cifra de personas están a distancia de uno o dos salarios perdidos de estar en una
crisis declarada.7
Sin embargo, los costos de la mayordomía insensata llegan mucho más allá del ámbito de nuestras finanzas.
Resulta que el estrés financiero a largo plazo puede afectar gravemente la salud. Se ha relacionado con migrañas,
enfermedades cardiovasculares, absentismo laboral, insomnio, y problemas de salud mental, incluyendo depresión y
otros trastornos del estado de ánimo. Eleva el riesgo de síndrome metabólico y diabetes. Puede predisponerle a
conductas adictivas poco sanas cuando usted intenta “automedicarse” para sentir alivio del dolor del estrés. Toda esa
destrucción y desgracia resultan de un problema totalmente prevenible.
Trágicamente, estas estadísticas no distinguen entre seguidores de Cristo y todos los demás. Y en mi experiencia
como pastor, los creyentes tienen la misma probabilidad de sufrir en estos aspectos. Eso significa que esta epidemia
está absorbiendo una cantidad increíble de dinero, tiempo y energía emocional que podrían haberse dirigido a
avanzar la obra del reino de Dios.
Toda esta infelicidad y sufrimiento están arraigados en una mala mayordomía, lo cual a su vez está arraigado
finalmente en no reconocer que todo lo que tenemos le pertenece a Dios. Y cuando no sabemos en lo profundo de
nuestro ser que nosotros mismos y todo lo que tenemos es realmente del Señor, es muy difícil ponerlo a Él en primer
lugar en nuestra vida. Ahora bien, hay un término del Antiguo Testamento para tener otra cosa que no es Dios en
primer lugar en nuestra vida. Idolatría. Sin embargo, este no es un problema solamente del Antiguo Testamento. El
apóstol Juan concluyó su primera carta a creyentes con estas palabras:

Hijitos, guardaos de los ídolos. (1 Juan 5:21)


Si poner a Dios primero en nuestras finanzas produce tantos beneficios, ¿por qué es tan difícil hacerlo? ¿Por qué
supone una batalla aflojar nuestro firme agarre de nuestro dinero y sostenerlo en cambio con las manos abiertas?
¿Por qué resistimos con tanta fiereza las instrucciones de Dios buenas, benevolentes y para nuestro propio bien
sobre diezmos, ofrendas, generosidad y sumisión a Él en nuestras decisiones de gasto? Yo creo que la respuesta es
doble:

1. Temor
2. Una mentalidad de escasez

Cuando no tenemos una revelación de la fidelidad y el amor de Dios, nos sentimos personalmente y únicamente
los responsables de estar atentos a los peligros y amenazas. Cuando no entendemos que Dios es el Creador que
produce multiplicación, aumento y abundancia sobrenaturales, es fácil vivir con la suposición constante de que
cualquier cosa que tenemos es realmente todo lo que hay.
En claro contraste, poner a Dios primero y reconocer que todo le pertenece a Él nos libera del temor a la pérdida
y la insuficiencia. Piénselo. Cuando posee una casa, las reparaciones y el mantenimiento son únicamente su
responsabilidad; pero cuando es un inquilino, la responsabilidad final de la propiedad es del propietario. Los dueños
puede que estén despiertos toda la noche preocupándose por si el tejado necesita reparaciones, pero los inquilinos
duermen. Si existe un problema potencial, sencillamente levantan el teléfono y dicen: “Hola, ¡creo que quizá tiene
usted un problema con el tejado! Tal vez quiera revisarlo”.

Poner a Dios primero y reconocer que todo le pertenece a Él nos libera del temor a la pérdida y la
insuficiencia.

En un sentido muy real, esta es la realidad diaria con la administración de las posesiones de Dios. Por eso,
sustituir nuestra mentalidad de posesión por el paradigma de la mayordomía es tan liberador. Esto va mucho más
allá de solamente el dinero, e incluye todo lo que está bajo nuestro control, nuestros hijos incluidos.
Recuerdo escuchar el testimonio de una mujer que asistió a nuestra serie de clases sobre mayordomía en
Gateway. Esta dulce mujer estaba casada y tenía tres hijos. Tal como ella lo relata, desde el día en que dio a luz a su
primer hijo se encontró consumida por el temor por la seguridad y el bienestar del niño. Esos temores se
multiplicaron a medida que se fueron añadiendo otros pequeños a su familia. Ella se preocupaba de manera obsesiva
por su seguridad y, como resultado, era renuente a dejarles hacer cualquiera de las cosas que hacen normalmente la
mayoría de los niños. Actividades, deportes, viajes escolares, e incluso jugar fuera con los amiguitos la llenaban de
un sentimiento de temor.
Ella compartió que esa preocupación y estrés constantes estaban pasando factura a su salud. Tenía problemas
para respirar y con frecuencia no podía dormir en la noche. También estaba afectando su matrimonio. En medio de
todo eso, ella y su esposo decidieron asistir a nuestras clases de mayordomía dirigidas por mi hijo James.
La primera sesión cubre gran parte del mismo terreno que hemos examinado en este capítulo, particularmente la
verdad de que Dios es el verdadero dueño y nosotros somos simplemente mayordomos de sus cosas. James también
destaca que la posesión de Dios se extiende a todo lo que está bajo nuestro cuidado, incluyendo nuestro propio
cuerpo y nuestros hijos. Al final de cada una de las sesiones, James dirige a la clase en un tiempo de introspección
en silencio y en oración. Se alienta a los participantes a preguntar a Dios qué les está diciendo Él mediante la
enseñanza que acaban de escuchar.
En esos momentos de quietud, Dios lanzó una luz amorosa sobre los temores constantes y debilitantes de esta
querida mujer con respecto a sus hijos. Lo oyó decir de manera amable pero firme que ella no es dueña de sus
propios hijos; Él es el dueño. “Yo los creé y te los confié a ti como mi mayordomo”, escuchó decir al Señor. “Pero
finalmente es mi tarea protegerlos y proveer para ellos. ¿No estás de acuerdo en que yo estoy en una posición mucho
mejor para cuidarlos de la que tú estarás nunca? ¡Descansa!”.
Ella nos dijo que entregó sus hijos a Dios aquella noche, y por primera vez desde el nacimiento de su primer hijo
durmió profundamente y en paz. Dice que entendió que si ella quería lo mejor para sus hijos, ¿cuánto más un Dios
bueno y fiel que quiere lo mismo? Después de todo, entendió, es el mismo Dios que, en amor, entregó a su Hijo
amado para que sus hijos y ella pudieran experimentar vida eterna.
Un sencillo cambio de paradigma, de posesión a mayordomía, transformó su vida y cambió radicalmente la
atmósfera en su hogar. Este es su testimonio, y también puede ser su testimonio.
Cuando usted reconoce verdaderamente y en lo profundo de su ser que todo es de Dios, sentirá que sus dedos
espirituales sueltan su garra de hierro de las cosas. Finalmente experimentará liberación de la aplastante carga de
pensar que usted tiene que amontonar todo lo que llega a su camino.
Finalmente no le corresponde a usted. Ahora puede soltar.
Cuando lo haga, experimentará nuevas dimensiones en su relación con Dios a medida que descansa en su
fidelidad. Y al haber soltado la posesión de usted mismo y de lo que tiene, puede dar un paso atrás y observar a Dios
obrar los milagros de los que ha escuchado. Puede experimentar la increíble provisión e intervención de las que
otros testifican. Cuando cede a Él la posesión de todo lo que usted es, y de todo lo que hace, y de todo lo que posee,
se reorienta hacia una alineación adecuada con la realidad espiritual. Áreas de su vida que nunca supo que estaban
descentradas se situarán en su lugar. Partes de su caminar con Dios, incluyendo su vida de oración, su sensación de
su presencia, su pasión en la adoración, mejorarán bajo la rendición repentina a Dios de territorio disputado.
Cuando usted le devuelve a Dios lo que ya es de Él, fija una convicción en lo más profundo de su ser de que Dios
es totalmente, definitivamente y al cien por ciento real y activo en su vida. Su fe en Él tiene de repente, como dice la
frase: “riesgo en el juego”. Ahora usted ha puesto su dinero donde está su corazón.
Este es el fundamento de llegar a ser un buen mayordomo. Esto es lo que usted querrá ser porque la dura, dura
verdad es que Dios no puede bendecir a un mal mayordomo. Su bondad y su amor lo evitan. Sus bendiciones sobre
un mal mayordomo destruirán a la persona y harán daño a otros. Los mayordomos sabios, por otro lado, descubren
que se han desplegado todo el poder y los recursos del cielo para ayudarlos.
¿Está usted preparado para construir sobre ese fundamento? El primer elemento era espiritual en naturaleza. El
siguiente es inmensamente práctico. Sigamos adelante.
CAPÍTULO 2

MÁS QUE UN PRESUPUESTO

Era una sensación muy extraña. Sencillamente no se sentía exactamente… correcto en cierto modo. Girar la llave,
abrir la puerta, y traspasar el umbral del hogar de otras personas cuando ellos no estaban allí daba la sensación de ser
como allanamiento, si no meterse por la fuerza. Debbie y yo atravesamos la sala y vimos fotografías enmarcadas de
los hijos y nietos de otras personas sonriendo desde el final de la mesa. Cuando encendimos algunas luces, yo casi
esperaba oír a alguien gritar: “Oigan, ¿qué creen que están haciendo?”.
En mi cabeza sabía que era correcto que estuviéramos allí. Éramos huéspedes invitados. Unos buenos amigos nos
habían cedido el uso de una casa de vacaciones que ellos poseían para que no tuviéramos que quedarnos en un hotel
mientras estábamos en un viaje ministerial. Estaban emocionados de que pudiéramos utilizar su casa, y les había
agradado mucho darnos las llaves, diciéndonos dónde estaba todo, y alentándonos con calidez a sentirnos como en
nuestra propia casa.
Ciertamente fue una bendición estar allí. Y sin ninguna duda, estábamos mucho más cómodos de lo que
habríamos estado en una habitación de hotel. Pero a pesar del aliento de nuestros anfitriones, no había modo alguno
de que yo fuera a sentirme completamente “en casa”. Tenía cuidado con todo lo que tocaba; tenía cuidado extra para
evitar desordenar las cosas, y limpiaba meticulosamente después de haber usado algo. (¡Debbie lo notó!
Probablemente se preguntaba: “¿Dónde está ese tipo en nuestra casa?”). Prácticamente yo caminaba de puntillas por
ese lugar.
¿Por qué? Porque era extremadamente consciente de que yo era un invitado en esa casa. Ni por un momento
olvidé que la casa no me pertenecía. Ahora bien, para cualquiera que nos viera desde afuera, habría parecido que
éramos los dueños del lugar. Nos sentábamos en las sillas, preparábamos comida en la cocina, y dormíamos en la
cama; sin embargo, reconocíamos que pertenecía a otras personas. Sabíamos que nos habían confiado algo valioso
que era la propiedad de otra familia. Yo estaba agradecido por poder utilizarla, recibí ayuda y bendición por ello, y
lo disfruté mucho; sin embargo, también tenía una fuerte sensación de obligación de tratar el lugar con respeto y
cuidado.
Desde luego, lo que se sentía como una rareza en aquel entonces es ahora muy común. De hecho, se ha
convertido en un modelo de negocio global gigantesco. El negocio tiene nombres como Airbnb, HomeAway y
VRBO. Vivimos en una época en la que es cada vez más común que las personas abran sus hogares a desconocidos
o la entreguen totalmente. Sin embargo, sigue habiendo una expectativa básica de que si la rentamos, la trataremos
mejor de lo que podríamos tratarla si fuéramos el dueño. Si no lo hacemos, probablemente recibiremos una mala
puntuación en línea por parte de los dueños y nos resultará difícil conseguir propiedades en esa red en el futuro. En
otras palabras, los buenos inquilinos descubren que sus opciones aumentan debido a una buena reputación entre los
propietarios. Los malos inquilinos descubren que sus opciones menguan. Los inquilinos realmente malos pierden
todas sus opciones.
Esta es la esencia de la mayordomía. En el sentido más fundamental, la mayordomía es vivir la vida con un
reconocimiento en el corazón de que su dinero, sus posesiones, incluso su cuerpo, no le pertenecen a usted. Como
señalé en el capítulo anterior, la mayordomía sabia y diligente es la clave para vivir una vida más allá de toda
bendición. También destaqué que muchas personas piensan erróneamente que mayordomía es sinónimo de ofrendar;
otras piensan equivocadamente que ser un buen mayordomo significa poco más que vivir según un presupuesto.
Ahora bien, no me malentienda, pues hacer presupuestos es muy importante. Es tan importante, de hecho, que le
daré algunas claves prácticas para hacerlo bien en un capítulo posterior. Pero la mayordomía verdaderamente sabia
implica mucho más que solamente seguir un presupuesto. Por ahora, acepte la verdad de que la buena mayordomía
es el camino hacia experimentar la medida plena de las bendiciones, la libertad y el propósito de Dios en su vida.

La mayordomía es vivir la vida con un reconocimiento en el corazón de que su dinero, sus posesiones,
incluso su cuerpo, no le pertenecen a usted.

Dicho con bastante sencillez, no puede esperar que Dios le colme de más recursos si aún sigue manejando mal
los que Él ya le ha dado. Esto puede parecer duro, pero en realidad es la misericordia de Dios en acción. Hay
muchos creyentes a los que Dios simplemente no puede bendecir con una gran riqueza porque sabe que eso los
destruiría. Pocas personas entienden que la abundancia es una prueba de carácter mucho más dura que la pobreza.
¿Cómo sabemos que Dios busca una mayordomía fiel antes de otorgar más recursos? Esta verdad está en el
centro de una de las parábolas de Jesús más extensas y más detalladas.
Una parábola aleccionadora

Si estamos buscando la perspectiva de Dios de la mayordomía, un lugar lógico donde comenzar es el capítulo 25 del
libro de Mateo. Ahí encontramos a Jesús dando a sus discípulos una ilustración gráfica sobre cómo opera el reino de
Dios. Jesús llenó esta historia de detalles fascinantes, así que vamos a verla en su totalidad antes de comenzar a
examinarla para obtener perspectiva:

Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus
bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se
fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos.
Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la
tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló
cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor,
cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien,
buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he
ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre
mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que
siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en
la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego
donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al
venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez
talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y
al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. (Mateo 25:14-30)

Ahora bien, quizá haya notado que las palabras mayordomo o mayordomía no aparecían en la parábola de Jesús;
sin embargo, el concepto está en ella de comienzo a fin. Recordará que una de las definiciones de mayordomo en el
diccionario Oxford English es “una persona empleada para manejar las propiedades de otro”. En este caso, el dueño
de la propiedad escogió a tres siervos y confió a cada uno de ellos una suma de dinero para que la manejara mientras
él estaba “lejos”. No fue un regalo. El dinero no pasó a ser de ellos cuando él se lo entregó. Como deja claro la
parábola, el dinero nunca dejó de ser la propiedad del dueño original. Y él no solo esperaba que le devolvieran todo
el dinero cuando regresara “después de mucho tiempo”, sino que también esperaba beneficio o aumento sobre cada
“talento” que había confiado a esos hombres. Esta es la definición misma de mayordomía.
Comencemos entendiendo lo que representaba un “talento” en tiempos de Jesús. (Pista: ¡no es la habilidad para
tocar el piano o pintar!). No, un talento era una medida de peso, que se utilizaba normalmente en la era romana para
designar una cantidad grande y concreta de plata, pero a veces de oro. Un talento era equivalente a diez mil denarios
de plata, y un denario de plata era el salario de un día para un obrero. Ahora bien, si hacemos la cuenta sobre eso y
suponemos una semana laboral de seis días sin semanas de vacaciones, un talento de plata es lo que un obrero
ganaría en unos treinta y dos años de trabajo. Tenemos que quedarnos aquí con que eran grandes sumas de dinero
que el hombre estaba dejando al cuidado de aquellos siervos.
Lo siguiente que observamos es que no otorgó la misma cantidad a cada siervo. A uno le confió cinco talentos de
plata, otro recibió dos talentos, y el otro solamente uno. Un observador moderno en nuestro tiempo políticamente
correcto podría tomar nota de esta discrepancia y declarar: “¡Qué injusto!”; “¡Trato preferencial!”; “¡Hay
favoritismo!”. Pero no tenemos que preguntarnos por qué el hombre decidió hacer eso: Jesús explica por qué
justamente aquí en su historia. El hombre dio “a cada uno conforme a su capacidad” (v. 15). En otras palabras, estos
tres siervos ya tenían un historial sobre cuán diestramente habían manejado y cuidado las cosas que el hombre les
había confiado previamente. Y la cantidad que se les dio para que la administraran estuvo determinada por la
percepción que tenía el hombre de cuánto podían manejar ellos. En otras palabras, un historial de cómo habían
manejado cantidades más pequeñas y más sencillas en el pasado dirigió la confianza del hombre en su habilidad para
manejar exitosamente una mayor cantidad. Aquí tenemos una perspectiva para usted y para mí. Quizá la razón por la
que no ha recibido más es que Dios sabe que usted aún no puede manejarlo.

Quizá la razón por la que no ha recibido más es que Dios sabe que usted aún no puede manejarlo.

Por eso precisamente este libro es tan importante para su futuro. Le estoy dando claves bíblicas y prácticas para
llegar a ser un administrador más sabio y más diestro de las cosas del Maestro. A medida que lo haga, se le confiará
más. Siempre les sucede eso a los mayordomos fieles.
Por favor, notemos que a cada uno de los siervos en la parábola de Jesús se le confió parte de los recursos del
hombre. Eso conlleva una implicación para nosotros hoy.
Usted ya es un mayordomo

Usted no decide convertirse en un mayordomo; ya lo es. Dios le ha confiado una riqueza de recursos preciosos, sea
que usted haya reconocido o aceptado el papel o no. Como ya hemos visto, todo lo que tenemos le pertenece a Dios
realmente. La única pregunta no respondida es: ¿qué tipo de mayordomo es usted? La meta es ser un buen
mayordomo.
Quizá en este momento usted no se considera rico, aunque si está viviendo en Estados Unidos, casi con toda
seguridad es rico según los estándares globales. El punto es que usted tiene cierta riqueza material. Recordemos
también que es usted un mayordomo de mucho más que dinero o posesiones materiales. Dios, como mínimo, le ha
confiado un “paquete de comienzo” de regalos no monetarios cuyo valor supera todo el valor material del mundo. Él
le ha confiado un alma preciosa, con un cuerpo humano notablemente creado, y un número concreto de días
preciosos en los cuales utilizarlos, conocido como una vida, y talentos y dones distintivos, y una mente
notablemente poderosa.
Observemos que algunas de las cosas que Dios ha puesto en nuestras manos son cosas externas, como dinero,
posesiones y relaciones. Pero muchas de ellas están en nuestro interior: nuestra alma, nuestro cuerpo, nuestra mente.
En el ejemplo que más se pasa por alto, Él nos ha creado para ser portadores de su imagen, y eso significa que
somos creados a su semejanza santa, y llevamos con nosotros esa huella sagrada en cada momento como un
estandarte regio que se eleva alto en la batalla.
Piense en eso por un momento. Si usted ha nacido de nuevo, Dios realmente le confió su semejanza, viviendo
dentro de usted. Lo hizo mediante el acto más asombroso que se podría imaginar: rebajándose a existir como uno de
nosotros, y después muriendo para pagar por nuestra propia rebelión. Mediante su Espíritu Santo, Él sopló su aliento
de vida en su espíritu muerto, haciendo que esté espiritualmente vivo en Él. ¡Qué privilegio tan extraordinario! Pero
ese honor es también una responsabilidad.
En más aspectos de los que usted podría imaginar nunca, es un cuidador de la propiedad de Él. Eso le convierte
en un mayordomo. Y eso nos lleva de nuevo a la pregunta clave: ¿qué tipo de mayordomo es usted? ¿Uno bueno o
uno malo? ¿Uno fiel o uno infiel? ¿Sabio o necio?
Los mayordomos protegen y amplían

Muchas personas evalúan la calidad de su mayordomía basándose únicamente en su disciplina presupuestaria y sus
niveles de deuda. Sin duda es cierto que los buenos mayordomos viven según un presupuesto y son prudentes en su
uso de la deuda; pero ser un mayordomo sabio de un gran rey en realidad significa producir aumento en el reino de
ese gobernante, tal como hizo el mayordomo de los cinco talentos en la parábola de Jesús. Mire, en definitiva,
aunque daremos cuentas de cómo vivimos nuestra vida, al final no se tratará de dinero; se tratará de almas, se tratará
de vidas impactadas. El dinero importa porque los malos mayordomos de todo lo que Dios les ha confiado no
producen aumento para el reino de su Señor.
El día antes de enviar a las tribus israelitas a la tierra de la promesa para tomar posesión de ella, Moisés le dijo al
pueblo: “Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su
pacto que juró a tus padres, como en este día” (Deuteronomio 8:18). Lo mismo es cierto para usted y para mí en la
actualidad. Dios da el poder para hacer las riquezas para que Él pueda establecer su nuevo pacto de salvación en
Jesucristo. La riqueza es para llevar almas a su reino del nuevo pacto.
Usted no puede ser generoso con su iglesia o con organizaciones misioneras, o con grupos humanitarios
cristianos, o con su prójimo que sufre, si está ahogado en deudas y viviendo de salario en salario. Al mismo tiempo,
una mala mayordomía de su tiempo, dones y relaciones limitará también su impacto e influencia en el reino.
Los buenos mayordomos protegen y amplían los recursos de otro. Por eso precisamente llevamos el dinero a los
bancos. Un banco solamente puede tener éxito si se gana y mantiene nuestra confianza para (1) mantener seguros
nuestros depósitos, y (2) aumentarlos de modo fiable. Como ahorrador sabio, usted puede que tenga depósitos en
varios bancos distintos, pero si un banco mina su confianza, bien puede usted dirigir depósitos adicionales hacia el
banco que ha validado su confianza.
En un sentido muy real, usted y yo somos bancos de Dios. Él pone cosas (y personas) como depósitos en nuestras
vidas, con la doble expectativa de que esas cosas (y personas) se mantengan seguras y crezcan. Hablaremos mucho
sobre dinero a medida que avancemos, pero voy a detenerme por un momento y pedirle que considere la realidad de
que Dios le ha dado también a personas para que las administre, particularmente si es usted padre o madre, o
empleador.
Mayordomos de personas

Sí, Dios nos confía a personas. Eso significa también que en varios momentos en su vida, usted fue confiado a otra
persona como una responsabilidad de mayordomía. Sus padres o tutores adultos se ocuparon de usted durante
muchos años. En momentos clave en su vida, maestros, entrenadores, mentores y empleadores también se ocuparon
de usted. Es de esperar que todas las personas a quienes usted fue confiado fueran mayordomos excelentes de… ¡
usted! Sin embargo, es muy probable que algunos de ellos no lo fueran. Muchos de nosotros, en cierto momento en
nuestra vida, hemos caído bajo la autoridad de un mal mayordomo.
Cuando yo era un joven recién casado trabajé poco tiempo como asistente itinerante para un hombre, un
evangelista, que demostró ser un mayordomo muy malo de mí mismo y mi familia. Yo sentí un llamado al
ministerio, y en cierto sentido me coloqué de aprendiz de este hombre para así poder aprender y crecer.
Tras una semana típica de viajes sin parar con él, extrañaba muchísimo a mi dulce esposa, y ella estaba
igualmente emocionada por poder tener un par de días conmigo después de haber estado sola toda la semana. Justo
cuando llegábamos a casa bien avanzada la noche de un viernes, él dijo casualmente: “Oye, a propósito, quiero que
enceres mi avión este fin de semana. Haz un buen trabajo”. Y entonces se metió en su auto y se alejó.
Yo me quedé asombrado, y aborrecía tener que decirle a Debbie a mi llegada a casa aquella noche que no
pasaríamos mucho tiempo juntos durante el fin de semana. Como había anticipado, a ella le molestó mucho aquello.
Creía (correctamente, a propósito) que no estaba bien que ese hombre nos privara del tiempo que necesitábamos
para mantener fuerte nuestra relación, dado el hecho de que el trabajo tendía a mantenerme fuera de casa durante
toda la semana. De hecho, ella me alentó a dimitir. Yo entendía sus sentimientos, pero no sentía que Dios me
hubiera dado aún la libertad para hacer eso.
Por lo tanto, el sábado en la mañana me presenté responsablemente y comencé a encerar el aeroplano de este
hombre. Necesité todo el sábado, hasta la noche, y la mayor parte del domingo. Fueron dos días preciosos que
podrían haberse empleado, y así debió haber sido, en reconectar con mi joven esposa. Para añadir insulto a la herida,
el caballero me dijo el lunes entre risas: “A propósito, en realidad no era necesario encerar el avión. Hice que lo
hicieras para edificar tu carácter”.
En mi interior, todas mis alarmas espirituales comenzaron a sonar cuando dijo eso. Yo sabía que ese no era el
modo en que Dios quería que se dirigiera cualquier organización, y menos aún un ministerio. Y aunque no lo
expresé en estos términos en su momento, sabía que este hombre estaba siendo un mal mayordomo de mí. Yo me
había puesto a mí mismo (y a mi familia, por extensión) en sus manos. Él era un banco y yo era un depósito. Ante
los ojos de Dios, él era responsable y tenía que dar cuentas de mi protección y mi crecimiento; pero en sus manos
insensatas, yo ni estaba seguro ni estaba creciendo. Tristemente, él terminó al final perdiendo a su propia familia. Su
matrimonio se desmoronó y sus relaciones con sus hijos se volvieron tóxicas. Al final, él no fue un buen mayordomo
de su familia ni de la mía.

Puede utilizar ese dolor como combustible para alimentar su propósito de ser un mayordomo sabio de
las vidas que han sido puestas bajo su cuidado.

Si usted ha estado en manos de un mayordomo insensato, lo siento, pues es doloroso, especialmente cuando ese
mal mayordomo es un padre o una madre. Pero es posible romper ese círculo. Puede utilizar ese dolor como
combustible para alimentar su propósito de ser un mayordomo sabio de las vidas que han sido puestas bajo su
cuidado.
Recuerde que, al final, todo le pertenece a Dios. Como dijo Jesús con respecto a otra de sus parábolas sobre el
dinero: “Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” (Lucas 16:12). Quizá quiera tener
algún día su propio negocio, o convertir en una fuente de ingresos un negocio auxiliar beneficioso que se convierta
en un pasatiempo o pasión. Tal vez quiera ser un líder algún día, o quizá simplemente quiere recibir un ascenso. La
mayordomía sabia es su camino hacia todas esas cosas buenas. Dios no puede ascender a los malos mayordomos. Si
usted no puede manejar a ningún empleado, no puede manejar a uno. Si no puede manejar a uno, obviamente no
puede manejar a cien.
Quien es fiel en lo poco es a quien al final más se le confía. Esto es tan cierto de las personas como lo es del
dinero y las posesiones.
Arreglar cuentas

No se equivoque, pues finalmente llegará un día de arreglar cuentas para todos los mayordomos. Recuerde: en la
parábola de Jesús, el hombre se fue por “mucho tiempo”.

Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. (Mateo 25:19,
énfasis añadido)

Estoy seguro de que los mayordomos en la parábola de Jesús habrían sido tentados a preguntarse si quizá el señor
no regresaría nunca. Habría sido fácil preguntarse si quizá no habría ningún día de “arreglar cuentas”. O incluso
comenzar a pensar que los recursos que les habían confiado eran en realidad de ellos por defecto. Lo que sí sabemos
es que finalmente el señor regresó e hizo un examen detallado de cuánto beneficio se había obtenido durante su
ausencia. Usted y yo estamos en una situación parecida. Nadie sabe cuánto tiempo tiene en esta vida, y tampoco
sabemos cuándo regresará Jesús para reunir a sus seguidores. Pero la Biblia deja claro que cuando termine nuestro
tiempo en la tierra, daremos cuentas a nuestro Rey de cuánto aumento hemos producido en su dominio y cómo
hemos cuidado las cosas puestas bajo nuestro control. Pablo les recordó a los creyentes en Roma el futuro día de
rendir cuentas:

¿Por qué, entonces, juzgas a otro creyente? ¿Por qué menosprecias a otro creyente? Recuerda que todos
estaremos delante del tribunal de Dios. Pues dicen las Escrituras:
«Tan cierto como que yo vivo—dice el Señor—, toda rodilla se doblará ante mí,
y toda lengua declarará lealtad a Dios».
Es cierto, cada uno de nosotros tendrá que responder por sí mismo ante Dios. (Romanos 14:10-12, NTV)

El día de nuestro encuentro cara a cara con nuestro Maestro podría llegar en cualquier momento. Su llegada no
está planeada ni es predecible. Lo único que sé es que cuando llegue ese día, yo quiero escuchar las mismas palabras
que llegaron a los oídos de ese mayordomo de los cinco talentos:

Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. (Mateo
25:23)

Qué maravillosas palabras para que un Rey tan misericordioso, bueno y maravilloso como nuestro Señor Jesús
las pronuncie sobre nuestra vida. Por otro lado, sin duda no quiero oír nunca nada como lo que le dijo el señor en la
parábola al mayordomo que tenía un talento. Sé que usted tampoco querrá oírlo. Es tan aleccionador que soy
reticente incluso a repetir esas palabras. Sin embargo, Jesús las declaró, y el Espíritu Santo se encargó de que
quedaran registradas fielmente en la Palabra de Dios. Aquí están en nuestras Biblias con letra roja:

Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.


Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. (Mateo 25:28-30)

Como dije, las implicaciones personales de la mala mayordomía son aleccionadoras, tanto para esta vida como
para la eternidad. A los malos mayordomos en esta vida no les confían más de los recursos de Dios, ni tampoco
experimentan la paz que se produce al vivir sin estrés y presión innecesarios, por no mencionar el mero gozo que
resulta de poder bendecir a otros libremente y generosamente. Ese es realmente el estilo de vida más divertido y más
gratificante que está disponible hoy día en el planeta Tierra. Aún mejor, vivir de ese modo ahora nos prepara para
recompensas en el cielo. Mire, ser un mal mayordomo no le dejará fuera del cielo, pero la Biblia deja claro que allí
hay diferentes recompensas. Por eso Jesús nos alentó: “haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín
corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan” (Mateo 6:20).
Estoy seguro de que habrá oído de un vehículo de inversión llamado IRA. El acrónimo, por sus siglas en ingles,
significa cuenta individual de jubilación. Quizá usted tiene una. Si es así, ¡bien por usted! Es un sabio movimiento
financiero hacer depósitos regularmente en su IRA o Roth IRA. Pero ¿cuál es el estado de su ERA? ¿Sabía incluso
que usted tiene una ERA? Significa cuenta eterna de jubilación, y es el almacén celestial donde usted acumula
tesoros cuando pone en primer lugar a Dios y el avance de su reino.
Solamente puede hacer depósitos en su ERA mientras esté aquí en la tierra. Algunos creyentes estarían en
problemas si murieran hoy, porque los depósitos que han hecho son muy escasos. Las personas que comienzan a
hacer aportaciones a una IRA tarde en la vida tienen que recorrer el doble de camino. De manera similar, algunas
personas necesitan duplicar sus depósitos en su ERA.
Tengo noticias maravillosas. Sin importar qué tipo de mayordomo haya sido usted hasta este punto en su vida, un
mayordomo de un talento, de dos talentos o de cinco talentos, no está estancado en esa categoría. ¡Puede ascender!
Comience a ser fiel con lo que tiene actualmente, ¡y puede estar seguro de que se le confiará más!
Desde luego, si queremos evitar el destino del mayordomo que tenía un talento, necesitamos hacernos una
pregunta: ¿por qué el mayordomo de un talento falló en la prueba de la mayordomía? ¿Qué había en la mentalidad o
actitud de ese hombre que hizo que simplemente enterrara el talento que se le había confiado en lugar de, como
mínimo, meterlo en el banco para obtener intereses?
La respuesta está en el relato notablemente detallado de Jesús de la conversación entre el señor y el mal
mayordomo en su parábola. Escuchemos la explicación que el hombre da el día de rendir cuentas:

Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que
siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en
la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. (Mateo 25:24-25)

“Tuve miedo”, dijo. Un enfoque de Dios dirigido por el temor, contrariamente a un enfoque dirigido por la fe y
por el amor, nunca es un buen lugar donde comenzar. “Te conocía que eres hombre duro”, le dijo. Sin embargo,
Dios es bueno, amable, misericordioso y generoso. De hecho, precisamente la oportunidad de ser su mayordomo y
experimentar las recompensas de serlo es un producto de su bondad y generosidad. El mayordomo de un solo talento
le dijo a su señor que él segaba donde no había sembrado, esencialmente acusándolo de beneficiarse injustamente
del trabajo de otros. Sin embargo, ¿cómo puede alguien que lo posee todo segar donde no sembró?
Esencialmente, hace una acusación de egoísmo contra la persona misma que está dando generosamente a
personas que no poseen nada una oportunidad de participar en la abundancia de él. Eso no es bueno. ¡No es extraño
que su excusa provocara una respuesta tan dura por parte del señor que regresó!
Una perspectiva equivocada de Dios invariablemente nos conducirá a un enfoque equivocado de la mayordomía
de las cosas que Él nos ha confiado. Para muchos en el pueblo de Dios, la raíz de su incapacidad para manejar
dinero y posesiones materiales como mayordomos en lugar de como dueños es una simple falta de confianza en
Dios. No creen verdaderamente en lo más profundo de su alma que Él es bueno y que tiene en su corazón el mejor
interés para ellos. Realmente creen que ellos harán un mejor trabajo al cuidar de sus intereses que el Creador
todopoderoso y que todo lo sabe, y que los amó tanto que envió a su único Hijo a morir en su lugar.
En otras palabras, son como el siervo de un solo talento, operando bajo la suposición de que su señor es duro,
injusto e insensible.

Examine su corazón para hallar la verdad sobre cómo ve usted a Dios.

Y ¿qué de usted? Examine su corazón para hallar la verdad sobre cómo ve usted a Dios. Para muchas personas,
haber crecido con un padre terrenal quebrantado y con defectos que era duro, demandante, o simplemente no estaba
disponible, ha hecho que sea difícil entender cuán verdaderamente maravilloso es su Padre celestial.
Lo único que necesitamos hacer es mirar otra parábola de Jesús para obtener una vislumbre de quién es
realmente nuestro Padre celestial. Leamos la historia de Jesús del hijo pródigo, aunque realmente debería llamarse la
parábola del padre maravilloso. En ella vemos a un padre que les da a sus hijos la libertad para escoger estar con él o
alejarse. Un padre que está siempre observando y esperando a que su hijo descarriado regrese; y cuando ese hijo
vuelve, sale corriendo a recibirlo, lo abraza, y le devuelve la comunión íntima.
Dios no es duro. Él sembró algo precioso en usted y no demanda cierto conjunto o índice desorbitante de
beneficio. Tan solo le pide que reconozca que usted es de Él, y que sea fiel. Eso significa ejercitar la fe.
Confíele a Él sus finanzas y su vida. Él es digno de confianza.
CAPÍTULO 3

SU PERSPECTIVA DE PROVISIÓN

En inglés, oficialmente tiene el nombre de Old Yungas Road. Muchos lo consideran el tramo más peligroso de
autopista en el planeta Tierra.
Bien, utilizar el término autopista es ser generoso. La ruta de 40 millas (64 kilómetros) que une la capital de
Bolivia (La Paz) con la ciudad montañosa de Coroico en los Andes es básicamente una carretera de grava que no es
más ancha que un solo auto en muchos puntos. La ruta, frecuentemente mojada y enlodada por las lluvias tropicales,
abraza las laderas montañosas con precipicios al otro lado que caen muchos cientos, a veces miles, de pies hacia
abajo. ¿Mencioné que no hay guardarraíles? El sendero desmoronado se ha ganado un apodo por parte de los
lugareños. Estrada da Morte; es decir, Camino de la muerte. Y por un buen motivo. Como promedio, más de
doscientas personas mueren al caer en camiones, autos y autobuses públicos cada año en esta carretera.
La sección más terrible, y basándome en el video que he visto eso es decir algo, presenta barrancos a ambos
lados de la estrecha carretera, en lugar de solo uno. En este tramo increíblemente peligroso, el más mínimo error de
conducción en cada lado, izquierdo o derecho, conlleva consecuencias fatales. Lo cual me lleva al porqué estoy
mencionando Old Yungas Road en un libro sobre administrar recursos.
Cuando se trata de dinero y riqueza, el camino saludable y bíblico que conduce a una vida de bendición e
impacto tiene una zanja peligrosa a cada lado. El impacable enemigo de Dios, que quiere evitar que usted tenga un
gran impacto para su reino, hará todo lo que pueda para conseguir desviar su pensamiento y sus actitudes sobre el
dinero hacia una de esas dos zanjas. En realidad, a él no le importa cuál de ellas elija usted, porque ambas evitarán
que considere y maneje la riqueza de manera sana. Por favor, observe que dije “zanjas” y no precipicios. No
mantenernos en esta carretera no es fatal. Contrariamente a un giro equivocado en los Andes bolivianos, este no es
un viaje de un solo sentido. Puede recuperarse y regresar a la carretera de la mayordomía saludable.

No mantenernos en esta carretera no es fatal. Puede recuperarse y regresar a la carretera de la


mayordomía saludable.

Estas dos zanjas tienen el nombre de Mentalidad de Pobreza y Mentalidad de Prosperidad Materialista. Tras
ambos errores hay un espíritu común: un espíritu demoniaco antiguo e insidioso, para ser preciso. Nombraremos y
avergonzaremos a ese espíritu más adelante en este capítulo, pero por ahora examinemos estos dos peligros para
poder identificar si usted está o no está atascado en uno de ellos.
La Mentalidad de Pobreza

El proverbial “voto de pobreza”. Tiene un largo historial entre los cristianos. El hecho es que los cristianos han
estado prometiendo a Dios permanecer pobres casi por tanto tiempo como ha habido iglesias; y por razones
comprensibles. Después de todo, ¿acaso no enseñó Jesús mismo al joven rico que lo vendiera todo si quería heredar
la vida eterna (Marcos 10:17-22)? ¿No dijo que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que un
rico entrara al cielo (Marcos 10:25)?
Sin duda, lo dijo.
¿Y no dijo también “bienaventurados los pobres”? ¿Y “el dinero es la raíz de toda maldad”?
Bueno, no, en realidad no. Pero abordaremos esas citas erróneas en un momento. Sigue siendo cierto que muchos
creyentes están convencidos de que es inapropiado, de hecho claramente impío, que un cristiano tenga mucho en el
camino del éxito o las posesiones materiales en este mundo. Ciertamente, muchos están convencidos de que están
ganando puntos ante Dios al vivir en pobreza. Pero ¿son ciertas esas suposiciones? ¿Son bíblicas?
Vamos a llamarlo la mentalidad de pobreza, aunque en los libros de texto de historia de la Iglesia se conoce bajo
el nombre más sofisticado de ascetismo.
En un sentido muy real, la Iglesia nació el día de Pentecostés alrededor del año 30 d. C. Unos 150 años después,
el padre de la iglesia primitiva, Tertuliano, escribía cosas favorables sobre los cristianos egipcios que habían
renunciado a su derecho a todas las posesiones terrenales y se dirigían al desierto egipcio para vivir en cuevas.
Historiadores de la Iglesia están de acuerdo en que la tradición monástica entre los cristianos nació allí en Egipto en
torno a esa época. En la actualidad, los desiertos egipcios están salpicados de los restos antiguos de los monasterios
y enclaves de aquellos cristianos que vivían en cuevas. Aún permanecen algunos monasterios activos allí hasta la
fecha.
Unos mil años después, Francisco de Asís llevó la teología del ascetismo al siguiente nivel. Francisco enseñaba
que realmente era una “virtud” ser pobre. En uno de sus escritos titulado “El intercambio sagrado entre San
Francisco y la señora Pobreza”, Francisco declara que quiere casarse con “la señora Pobreza”. En él escribe:

Santa pobreza… es el fundamento y el guardián de todas las virtudes… hemos oído que usted [Pobreza] es la
reina de las virtudes y, hasta cierto punto, hemos aprendido eso por experiencia.1

Francisco finalmente fundó la orden monástica que lleva su nombre, y hasta la fecha, para unirse a los
franciscanos se requiere hacer el voto de pobreza. Esta mentalidad está arraigada en la suposición de que las
posesiones materiales son inherentemente malas, o al menos su capacidad de cautivarnos es tan seductora y
poderosa que es imposible poseer nada sin ser corrompido por ello. Esta creencia no está demasiado alejada de la
antigua herejía llamada gnosticismo, que era una filosofía “dualista”, queriendo decir que consideraba que toda la
materia era mala y que solamente el espíritu era bueno. Desde luego, esto condujo a los gnósticos a rechazar la
afirmación de que Jesús era simultáneamente Dios y hombre. Según su perspectiva, Él no podía serlo porque la
materia es mala. Ahora bien, no estoy sugiriendo que Francisco y sus seguidores sean gnósticos, pero sí estoy
sugiriendo que si usted cae presa de la mentalidad de pobreza, el salto desde donde está usted ahora hasta el
gnosticismo no es muy grande.
Martín Lutero, el sacerdote medieval que se convirtió en el padre de la Reforma protestante, finalmente fue
liberado de una mentalidad de pobreza. Después de entrar por primera vez en el sacerdocio, Lutero se metió de lleno
en el ascetismo, sujetándose a sí mismo a una disciplina severa, incluso flagelándose para abstenerse de cosas que le
habían enseñado que eran maldad. Pronto se dio cuenta de que todo eso era ineficaz, salió del monasterio, y
comenzó a crecer en su conocimiento de Dios y de su Palabra. Al final, Lutero escribió: “Si la plata y el oro son
cosas malas en sí mismas, entonces quienes se alejan de ellas merecen ser alabados. Pero si son buenas criaturas de
Dios, que pueden utilizarse para las necesidades de nuestro prójimo y también para la gloria de Dios, ¿acaso no es
una persona necia, sí, incluso desagradecida a Dios, si se refrena de ellas como si fueran maldad?”.2
Otro aspecto de esta mentalidad es la elevación de los pobres del mundo hasta cierto tipo de estado de santidad.
No es un mero interés y compasión por los pobres, lo cual debería mostrar todo creyente. Es una extensión de la
exaltación religiosa de la pobreza que hacía Francisco de Asís como una virtud santa.
Una cosa es creer que una persona pobre puede ser virtuosa (esto es obviamente cierto), pero otra cosa es
considerar a alguien virtuoso porque es pobre. Dicho de otro modo, una cosa es creer que las personas pobres
poseen dignidad humana y valor (¡así es!), pero va mucho más allá creer que hay un nivel más elevado de dignidad
humana y valor que solamente los pobres poseen. Sin embargo, esto es esencialmente lo que enseña el ascetismo
religioso.
Hoy día, muchos cristianos han absorbido parte, si no la totalidad, de la suposición de los ascéticos que dice que
hay “virtud” en ser pobre; en otras palabras, que uno gana puntos ante Dios al no tener nada. El otro lado de esta
creencia es que uno pierde puntos ante Dios si acumula cualquier riqueza. Esta es la “zanja” de la mentalidad de
pobreza.
¿Es extraño que muchos entre el pueblo de Dios tengan sentimientos encontrados en cuanto al dinero, el éxito, el
logro y el ascenso? Pero ¿es esto realmente lo que la Biblia enseña? ¿Indican las instrucciones de Jesús al joven rico
su expectativa para todo creyente? Y si es así, ¿por qué no registra la Biblia que Él dio la misma indicación a otros
seguidores acomodados como Nicodemo y José de Arimatea?
A propósito, Jesús no dijo “bienaventurados los pobres”. En el Sermón del Monte, dijo: “Bienaventurados los
pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). En otras palabras, quienes reconocen su
bancarrota espiritual y su necesidad de Dios llegarán a ser bienaventurados (dichosos) ¡porque Dios los enriquecerá
consigo mismo! El dinero no tiene nada que ver con eso.

La identidad del creyente está arraigada en ser un hijo de Dios, y somos importantes porque Dios nos
amó y envió a Jesús para redimirnos y restaurarnos.

Es ciertamente verdad que no debemos amar este mundo ni las cosas de este mundo. La Biblia es muy clara con
respecto a eso. No debemos obtener nuestro sentimiento de significado o de identidad en las posesiones. En cambio,
la identidad del creyente está arraigada en ser un hijo de Dios, y somos importantes porque Dios nos amó y envió a
Jesús para redimirnos y restaurarnos. Tampoco debemos arraigar nuestra esperanza o seguridad en un balance
bancario o una carpeta de inversiones. Nuestra seguridad surge de la bondad y fidelidad de Dios, y de nada más.
Esta es precisamente la razón por la cual Pablo exhortó a Timoteo a alentar a los creyentes ricos a mantener en
perspectiva su riqueza:

A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las políticas, las cuales son
inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. (1 Timoteo
6:17)

Notemos la última parte de la enseñanza de Pablo. Debemos poner nuestra confianza en el Dios que hace ¿qué?
“Nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos”. Dios quiere que disfrutemos de su creación
mientras recordemos el principio principal y más fundamental de la mayordomía, es decir, que es creación de Él.
Disfrutamos de las cosas sin “amarlas” o elevarlas a un lugar más elevado del que les pertenece. Piénselo. Si usted le
hace un regalo a su hijo, no querrá que el niño comience a amar ese regalo más que a usted. No querrá que el niño
ponga su regalo por delante de su relación con usted, o del futuro que usted intenta darle, pero sin duda quiere que
ese niño lo disfrute. ¡Quedaría defraudado si no lo hiciera! Y en la mayoría de los casos, así es como los niños
interactúan con sus regalos: se ríen y disfrutan de ellos, pero no hasta el punto de ponerlos por delante de su amor
por usted.
Es así como Dios quiere que enfoquemos los regalos materiales que Él nos hace. Son verdaderamente regalos, y
quiere que los disfrutemos al máximo; pero no quiere que derivemos de ellos nuestra identidad o sentido de
significado. Eso es probablemente lo que Jesús identificó en el joven rico. Percibió, por el Espíritu, que el
sentimiento de identidad de aquel hombre estaba profundamente unido a su estatus y su importancia como persona
rica. Jesús le pidió que se librara de esa falsa identidad, para que así Él pudiera mostrarle cómo lo creó Dios
realmente. A Dios no le importa que tengamos cosas, pero nunca quiere que las cosas nos tengan a nosotros.
El ascetismo lleva este “punto medio feliz” equilibrado hasta un extremo infeliz. Va mucho más allá de
reconocer los beneficios de “ayunar” de ciertos lujos de vez en cuando, o sentirnos guiados a soltar algo porque ha
comenzado a ocupar un lugar demasiado elevado en el corazón. Va mucho más allá de regalar algo precioso en
confianza y fe porque el Espíritu de Dios lo impulsó. No, es una perspectiva distorsionada de la vida en Dios que
impulsa a quien tiene cosas a un nivel de abnegación que le priva de todo excepto las necesidades básicas de la vida.
Con frecuencia, en la raíz de este impulso está realmente una forma de orgullo religioso; y en la raíz de esa raíz
encontraremos un espíritu: el espíritu de pobreza.
Los síntomas de la mentalidad de pobreza

¿Cómo podemos saber si estamos dentro, o al menos nos dirigimos, a la zanja de una mentalidad de pobreza? La
respuesta es la siguiente: usted oirá al espíritu de pobreza susurrar ciertos mensajes en su mente. Si está usted en esa
zanja, habrá aceptado e interiorizado varios de estos mensajes interrelacionados:

El espíritu de pobreza nos dice que las cosas vienen del diablo.

Esto es simplemente la versión moderna y actualizada de la herejía gnóstica. Es una mentira, y sin embargo
muchos creyentes operan como si el dinero y las cosas materiales fueran inherentemente malas y contaminantes. El
hecho es que son neutrales. Adoptan las características de la persona que los controla. Ya hemos visto que toda la
creación pertenece legítimamente a Dios. En las manos de uno de sus hijos, operando como un mayordomo fiel, la
riqueza y los recursos se convierten en activos en su reino. Sin embargo, si las cosas vienen del diablo, entonces
todo aumento, beneficio o crecimiento en esta área debe provenir también de él, lo cual nos conduce a nuestro
siguiente síntoma:

El espíritu de pobreza nos dice que nos avergoncemos de las cosas que tenemos.

Somos básicamente criaturas lógicas; por lo tanto, si comenzamos con una suposición que dice que toda riqueza,
aumento y posesiones materiales son intrínsecamente malas y provienen del diablo, o del sistema del diablo, se
deduce lógicamente que cualquier cristiano que tenga conciencia sentiría una sensación de vergüenza por tener
cualquiera de esas cosas. Y ciertamente muchos la sienten.
Muchos creyentes, y de hecho sospecho que la mayoría, no llegan a estar lo bastante convencidos por el espíritu
de pobreza para donarlo todo e irse a vivir a un monasterio; sin embargo, están convencidos lo suficiente como para
sentirse avergonzados de cualquiera de las cosas buenas que llega a su camino. Lo cual nos conduce a este siguiente
síntoma:

El espíritu de pobreza intenta hacernos pensar que pagamos menos de lo que realmente pagamos.

Cuando un amigo le elogia por un nuevo producto, y podría ser cualquier cosa, desde una camisa nueva hasta un
auto, ¿siente al instante la necesidad de minimizar lo que costó ese objeto? Cuando oye las palabras: “Vaya, ¡bonito
reloj!”, ¿se sonroja y siente instantáneamente la necesidad de explicar que obtuvo un precio muy bueno por él o que
fue un regalo de otra persona? Si tiende a sentir un espasmo reflexivo de vergüenza cuando alguien observa algo
bonito que usted posee, probablemente haya aceptado parte o todo el engaño del espíritu de pobreza. De manera
similar…

El espíritu de pobreza nos hace sentir la necesidad de justificar todas nuestras compras.

“Necesitaba un auto más bonito porque frecuentemente tengo que transportar a clientes; de otro modo, estaría
perfectamente contento con uno más viejo”.
“Se rompió la correa de mi viejo bolso, así que finalmente tuve que ceder y comprar otro”.
“Realmente no queríamos comprar una casa más grande, pero sentimos que teníamos que tener más espacio para
estudios bíblicos y grupos pequeños”.
Si alguna de estas cosas le resulta familiar, entonces probablemente también esté familiarizado con este síntoma
relacionado:

El espíritu de pobreza intenta hacernos sentir culpables por las bendiciones de Dios.

“Oye, me enteré de tu ascenso. ¡Felicidades!”.


“Ah, bueno… mira… fue solamente… gracias”.
El hecho es que nuestro Dios es un Dios de crecimiento y aumento. Como ya hemos visto, sus órdenes de marcha
iniciales para Adán y Eva fueron “fructificad y multiplicaos” (Génesis 1:28) y cultivar el huerto, lo cual causaría que
diera más fruto. Y como vimos en la parábola de los mayordomos, Él espera que sus mayordomos multipliquen lo
que Él les ha confiado. Además, hacer las cosas a la manera de Dios, aplicando principios bíblicos y sabiduría divina
a cada aspecto de la vida y el trabajo, invariablemente da como resultado aumento y crecimiento. Las cosas
sencillamente van mejor cuando las hacemos a la manera de Dios. Sin embargo, el espíritu de pobreza quiere
hacernos ver este aumento con sospecha e incluso con culpabilidad.
La simplificación no es ascetismo

Antes de seguir avanzando, voy a afirmar enfáticamente que para muchos creyentes, especialmente en lugares como
Estados Unidos, una importante “limpieza de la casa” y desprenderse de “cosas” puede ser más importante para salir
de la otra zanja: la mentalidad de prosperidad y materialismo, que examinaremos en breve. La zanja de una
mentalidad de pobreza es algo muy diferente al deseo saludable de simplificar la vida, de librarnos de vínculos
materiales poco sanos, o “ayunar” temporalmente de algunos lujos para enfocarnos en Dios.
Francamente, muchos de nosotros nos estamos ahogando en cosas, y podríamos beneficiarnos mucho de una
mayor simplicidad en nuestra vida y en nuestros hogares. Saber cómo simplificar y hacer más con menos es también
vital cuando estamos saliendo de la deuda o comenzando a vivir dentro de nuestras posibilidades.
Como veremos pronto en nuestro examen del materialismo, es vital que rechacemos la obsesión idólatra de
nuestra cultura con acumular cosas. Contrariamente a lo que sugiere la pegatina para autos, quien gana no es “quien
muere con más juguetes”. Los ganadores eternos son quienes entran al cielo habiendo sido mayordomos fieles de lo
que Dios puso bajo su cuidado.

Es vital que rechacemos la obsesión idólatra de nuestra cultura con acumular cosas.

Dios nos diseñó para habitar en un cuerpo físico maravillosamente creado que vive en un mundo
sorprendentemente hermoso. Y Él nos invita a disfrutarlo todo en un espíritu de gratitud y gozo. Aunque no somos
creados para adorar o invertir amor supremo en las cosas que tocamos, gustamos, vemos, oímos y olemos, sí hemos
de disfrutarlas plenamente como regalos generosos de nuestro Padre.
La mentalidad de prosperidad y materialismo

Como ya sabe, el camino de relacionarnos correctamente con el dinero y las cosas tiene también una zanja a cada
lado. No es solamente el error de la mentalidad de pobreza el que tenemos que evitar. Hemos visto que el otro
peligro es dar al dinero y las cosas materiales un lugar en nuestro corazón que solamente Dios debe ocupar. El
materialismo toma algo bueno que Dios nos da y lo convierte en algo supremo. Del mismo modo que muchos
cristianos han aceptado una mentalidad de pobreza, muchos cristianos han aceptado una mentalidad materialista
conocida como el “evangelio de la prosperidad”.
Esta segunda trampa es una filosofía que dice: “Necesito acumular tanto dinero y cosas como pueda sin importar
el costo”. Está insertado y reflejado en nuestra cultura popular en forma de frases como: Solo se vive una vez, y
Consigue todo lo que puedas conseguir. Y como ya hemos mencionado: ¡Gana quien muere con más juguetes!
Voy a compartir algunas citas de algunas figuras históricas:

1. “He ganado muchos millones pero no me han producido felicidad”.


2. “El cuidado de 200 millones es suficiente para matar a cualquiera. No hay ningún placer en ello”.
3. “Soy el hombre más desgraciado de la tierra”.
4. “Era más feliz cuando tenía un empleo como mecánico”.
5. “Los millonarios raras veces sonríen”.

Ahora, identifiquemos la cita con el hombre que la pronunció:

1. John D. Rockefeller: fundador de Standard Oil; la persona más rica de la historia.


2. W. H. Vanderbilt: magnate del ferrocarril; el hombre más rico del mundo en 1877.
3. John Jacob Astor: el primer multimillonario de América.
4. Henry Ford: fundador de Ford Motor Company.
5. Andrew Carnegie: industrialista; el segundo hombre más rico de la historia.

Es asombroso contemplar que los hombres más ricos de los siglos XIX y XX testificaron que la riqueza no puede
proporcionar ninguna de las cosas que dan significado y gozo a la vida. Sin embargo, millones de personas siguen
siendo seducidas por la rutilante atracción del materialismo.
En muchos aspectos, es la imagen en el espejo de la mentalidad de pobreza. Mientras que el espíritu de pobreza
nos dice que las cosas vienen del diablo, el materialismo nos convence de que nos lo hemos ganado y nos lo
merecemos. Mientras que el espíritu de pobreza nos dice que debemos avergonzarnos de lo que tenemos, el
materialismo dice que estemos orgullosos de ello y presumamos. Y mientras que el espíritu de pobreza intenta hacer
pensar a las personas que pagaron menos de lo que realmente pagaron, el materialismo quiere que otros piensen que
gastamos más.
Esta mentalidad está muy unida a lo que Jesús, en su parábola de los distintos terrenos llamó “el engaño de las
riquezas” (Marcos 4:19). Algo que es un “engaño” cuenta mentiras. ¿Sobre qué mienten las riquezas? El espíritu de
materialismo susurra constantemente falsedades como las siguientes:

“El significado y la seguridad provienen de tener más dinero y cosas bonitas”.


“Si tuvieras un poco más de dinero, finalmente serías feliz”.
“Te estás quedando atrás. A otros les va mejor que a ti”.
“Más dinero resolvería tus problemas”.
“Tu trabajo duro, astucia e iniciativa son los únicos responsables de tu éxito”.

Ninguna de esas afirmaciones es verdad, y sin embargo están incuestionablemente integradas en el pensamiento
y el sistema de creencias de incontables cristianos. Pero ¿por qué? ¿Qué alimenta estas falsedades? Tengo algunas
ideas al respecto.
El combustible del materialismo

No hace mucho leí los resultados de un estudio de investigación que calculaba que a la edad de veinte años, el joven
estadounidense promedio ya ha estado expuesto a más de un millón de mensajes comerciales. La inmensa mayoría
de esos mensajes estaban creados diestramente para comunicar una o más de las numerosas y seductoras mentiras
del materialismo. Entre esas mentiras se incluyen las siguientes:

Necesitas más.
Te mereces más.
Estás incompleto a menos que obtengas más.
Serías más feliz si tuvieras más.

La Biblia tiene tres términos especiales para describir los oscuros sentimientos e impulsos que suscitan esos
mensajes. Juan advirtió con firmeza a los creyentes sobre ellos cuando escribió: “Porque todo lo que hay en el
mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del
mundo” (1 Juan 2:16).
¿Lo captó? Los tres eran (1) los deseos de la carne, (2) los deseos de los ojos, y (3) la vanagloria de la vida. Las
agencias de publicidad ganan sus miles de millones cada año inculcando estos tres deseos oscuros en las almas de
espectadores y oyentes que no son conscientes de ello. Y la era de las redes sociales solamente ha añadido otra
potente arma al arsenal del espíritu de materialismo. Pase un poco de tiempo en cualquiera de las plataformas de
redes sociales populares, y pronto se convencerá de que todo el mundo tiene una vida mejor que la de usted; es vivir
en una casa mejor que usted, con habitaciones que parecen haber sido sacadas de las páginas de una revista; es
comer en mejores restaurantes que usted; y es tener mejores vacaciones que usted. La realidad es que usted solo está
viendo lo mejor de lo mejor en las redes sociales. Las vidas de otras personas son mucho menos ideales en la
realidad.
El materialismo toma una cosa buena que Dios nos da y hace que sea una cosa suprema. Vincula nuestra
autoestima a nuestro valor neto. En realidad entorpece e incluso destruye nuestra vida espiritual. Aparta
violentamente nuestro enfoque de Dios y lo sitúa en objetos; nos ciega a las maldiciones de la riqueza, e
invariablemente termina en futilidad. Nunca conducirá al gozo y la satisfacción verdaderos. Las verdaderas
bendiciones solo pueden provenir de una relación con Dios y de llegar a ser la persona que Dios creó que usted fuera
para sus propósitos.

Las verdaderas bendiciones solo pueden provenir de una relación con Dios y de llegar a ser la persona
que Dios creó que usted fuera para sus propósitos.

El espíritu del materialismo nos deja desgraciados, aislados de los demás, y separados de Dios; solos en todos los
aspectos.
El vínculo común

Dos zanjas. Dos formas idénticas de engaño. Al enemigo de nuestra alma realmente no le importa cuál de ellas
escojamos, mientras pueda hacer que nos desviemos del camino de la mayordomía fiel. Ambas nos atrapan en un
enfoque destructivo sobre las cosas. Garantizado: hacen eso mediante proposiciones opuestas, pero el efecto neto es
el mismo. En lugar de seguir su entrega a Cristo y su relación con Él, estas dos trampas apartan sus ojos de Él y los
sitúan en las cosas. Una lo hace mediante valorarlas muy poco, y la otra lo hace mediante valorarlas demasiado.
En cualquiera de ellas, usted ha dado al dinero un lugar en su vida que no debería tener. En cualquiera de ellas, le
robarán toda la paz, el contentamiento y la diversión que Dios quiere que usted disfrute; y robarán al reino de Dios
el impacto que usted había de marcar en el mundo.
Estas dos mentalidades torcidas tienen más en común de lo que podríamos imaginar. En la raíz de ambas está una
única fuerza espiritual maligna. Sí, es correcto; estoy hablando de un espíritu demoníaco. Jesús mismo identificó
este espíritu por nombre. Lo llamó “Mamón”.
En una de las declaraciones relevantes de Jesús sobre el dinero en Mateo 6:24, Él dice: “Ninguno puede servir a
dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir
a Dios y a las riquezas [Mamón]”.
Es notable que Jesús utilice la palabra griega mammonas aquí, que es una transliteración de la palabra aramea
que significa “tesoro” o “riquezas”. Esta palabra para riquezas es completamente diferente a la que Él usó en Marcos
4:19 cuando advirtió sobre “el engaño de las riquezas”. Ahí, la palabra para riquezas es ploutos. La razón se
esclarece cuando entendemos que Mamón era también el nombre de un “dios de las riquezas” caldeo. Está claro por
la declaración de Jesús que Mamón quiere ser servido como un falso dios. (Si regresamos hasta el huerto del Edén,
el diablo y su cómplice siempre han querido apartar nuestra adoración del único lugar donde pertenece
verdaderamente). Mamón es un espíritu real que ha estado explotando la codicia, la envidia y el temor a la carencia
desde el principio de la historia.
Tengamos en mente que el nombre Babilonia se deriva de Babel, como en la antigua torre que los seres humanos
construyeron para elevarse ellos mismos hasta el nivel de Dios. El espíritu que está detrás de Babel es en realidad
igual que el impulso central que está detrás de Mamón. Los constructores de Babel se dijeron: “No necesitamos a
Dios. Podemos ser como Él. Autosuficientes. Independientes”. Como quizá recuerde, este impulso estaba en el
corazón del engaño original que causó la caída de la humanidad y la creación al principio (véase Génesis 3:5).
Ahora bien, sé que muchos de nosotros ponemos la palabra dinero ahí en lugar de mamón cuando citamos ese
versículo, pero ciertamente, si Jesús hubiera querido decir dinero, lo habría dicho. Él utilizó la palabra mamón
porque incluso el pueblo judío había sucumbido a servir a este falso dios caldeo. Jesús conocía la dinámica espiritual
invisible que obraba entre bambalinas.
Mamón está buscando siervos intentando ocupar el lugar de Dios. Nos promete todo lo que solamente Dios
puede darnos. Mamón dice: Si tuvieras más dinero, la gente te escucharía. Si tuvieras más dinero, tendrías
importancia en el mundo. Si tuvieras más dinero, podrías vivir una vida mejor y serías más feliz. Si tuvieras más
dinero, tendrías seguridad.
Sí, Mamón promete cosas que solamente Dios puede proveer. En otras palabras, Mamón quiere ocupar el lugar
de Dios.
Por lo tanto, en un sentido muy real, Mamón es realmente un espíritu de anticristo. ¿Por qué hago una
declaración tan osada? Porque cuando el libro de Apocalipsis habla sobre “la bestia” (el anticristo), advierte que su
fuente de poder y control es económica en lugar de militar. Él no gobierna mediante la amenaza de guerra nuclear,
sino mediante la amenaza de no poder comprar o vender (véase Apocalipsis 13). En otras palabras, gobierna
mediante la amenaza del control del dinero. Esa amenaza solo tiene poder sobre personas que aman y desean el
dinero más de lo que aman y veneran a Dios.
El espíritu de Mamón lucha para usurpar el lugar de Dios en nuestras vidas prometiendo cosas que solamente
Dios puede proveer verdaderamente: cosas como seguridad, provisión, y propósito supremo en la vida. Por eso la
codicia es una de las manifestaciones de Mamón más común y más destructiva. Cuando definimos el amor de Dios
por nosotros en términos financieros, cuando sospechamos que Dios nos ama más cuando tenemos más dinero, y nos
preguntamos si Él nos ama menos cuando nuestra cuenta bancaria es escasa, estamos sirviendo a Mamón en lugar de
servirlo a Él. Recordemos que Jesús lo dejó totalmente claro: no podemos servir a ambos. Tenemos que escoger.
Cuando definimos el amor de Dios por nosotros en términos financieros, cuando sospechamos que Dios
nos ama más cuando tenemos más dinero, y nos preguntamos si Él nos ama menos cuando nuestra
cuenta bancaria es escasa, estamos sirviendo a Mamón en lugar de servirlo a Él.

Nuestro enemigo intenta confundirnos constantemente en este punto. Siempre está susurrando a nuestro oído que
nos movamos hacia una mentalidad de pobreza o de materialismo. Podría ser un mensaje como:

Da un paso y sitúa la búsqueda de riqueza en primer lugar en tu vida en este momento. Cuando seas rico
mediante tus propios esfuerzos, entonces serás libre para poner en primer lugar los planes de Dios. Tu riqueza
será una señal de que Dios se agrada de ti.

O podría ser como esto:

Dios no quiere que sus hijos tengan nada en esta vida. Todas tus recompensas están en los cielos. ¿Ves a
todos aquellos cristianos ricos? Son traidores. Hacen concesiones. Tú eres un mejor cristiano que ellos.

El hecho es que por cada manera en que podemos servir a Dios hay una manera falsa de servir a Mamón. El
evangelio de la prosperidad y también el evangelio de la pobreza son falsificaciones, y ambos sirven a Mamón
apartando nuestros ojos de Dios y situando nuestra confianza y nuestro enfoque en nosotros mismos y en las cosas
materiales.
Si usted enseña a sus hijos que el dinero es la respuesta a todos sus problemas, crecerán para servir al dinero;
literalmente, para servir a Mamón. Y según Jesús mismo, como resultado no servirán a Dios. ¿Por qué? Porque Él
declaró claramente que no se puede servir a ambos.
De nuevo, ¡Mamón discurre sin interrupción entre el materialismo y el ascetismo! El espíritu de
codicia/materialismo nos dice que las cosas lo significan todo; nos dice que estemos orgullosos de nuestras cosas.
¡El espíritu de pobreza intenta hacernos sentir culpables por las bendiciones de Dios! Nos dice que las cosas
materiales provienen del diablo, y que deberíamos avergonzarnos de cualquier cosa que tengamos.
En cualquiera de los casos, mantiene nuestros ojos, nuestra atención y nuestro corazón firmemente arraigados en
cómo manejamos las cosas.
El medio del camino: vivir “en una misión”

Por lo tanto, ¿cuál es la respuesta? ¿Cómo quiere Dios que pensemos en la riqueza y las posesiones materiales y nos
relacionemos con ellas? Dicho de otro modo, ¿cómo nos mantenemos en el “camino de la mayordomía”?
Comienza con la asunción fundamental que establecimos en el capítulo 1, es decir, que Dios es el dueño de todo.
Toda la creación le pertenece a Él.
Aquí tenemos la mayordomía resumida hasta su esencia más pura:

• Pongo a Dios primero en todo porque Él me ama y me redimió.


• Recibo con gratitud todo lo que Dios pone en mis manos.
• Soy mayordomo fielmente de lo que Él me ha confiado.
• Agarro sus bendiciones con una mano abierta, preparado para darlas o distribuirlas tal como Él me dirija, sin
olvidar nunca que son de Él, y que yo soy de Él.

¡Eso es! Ese es el camino de la mayordomía. Eso es vivir libre de la fea influencia de Mamón.
Dios quiere bendecirlo. Es su naturaleza como un Padre bueno, pero sus bendiciones se extienden mucho más
lejos de su chequera. Él desea que usted prospere y le vaya bien en cada área de la vida: espíritu, alma y cuerpo.
Ahora bien, el término común para ir bien en cada área de la vida es prosperidad, pero se ha convertido en un
término cargado y mal entendido en círculos cristianos, y por eso intento evitarlo.
En la economía de Dios, desde el punto de vista aventajado de la eternidad, la bendición no se mide en cosas
materiales. Su bendición no se cuenta en dólares. La prosperidad piadosa realmente significa tener el viento del
Espíritu de Dios en nuestras velas a medida que avanzamos en la vida. Es tenerlo a Él a nuestras espaldas: para
impulsarnos. Significa crecer o aumentar. Avanzar.
Sobre todo, el mayordomo fiel nunca olvida que la riqueza suprema, y la bendición suprema, es Él. La presencia
de Dios, su favor y su amor son realmente más preciosos que cualquier sustancia material. Sé que usted oye esto
muchas veces en círculos cristianos, con tanta frecuencia que puede sonar a cliché. Sin embargo, la mayor
recompensa de ser un creyente, con mucha diferencia, es la relación con Dios.
Sin duda, algunas cosas son tan preciosas que su valor no es solamente imposible de medir, sino también
externamente invisibles y aparentemente inexistentes. El amor de Dios, por ejemplo, no se considera valioso en un
mundo que solamente mide lo que podemos ver y medir visiblemente. Desde el punto de vista de la eternidad, sin
embargo, la esfera invisible donde no existe la carne y el espíritu ya no es invisible, su presencia es valiosa por
encima de todo cálculo. Aquí, ninguna de las cosas que la gente en este mundo caído considera preciosas significa
nada. En el cielo, el oro es simplemente material de pavimento para las calles.
En Marcos 10:21-22, Jesús le dijo al joven rico: “Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste,
porque tenía muchas posesiones”. Estaba triste porque, ante los ojos de Jesús, él no tenía cosas, sino que sus cosas lo
tenían a él.
No es la voluntad de Dios para nosotros que seamos pobres, ni tampoco es necesariamente la voluntad de Dios
que todos sus hijos sean ricos (signifique eso lo que sea; he estado en aldeas en otras partes del mundo donde ser
“rico” significaba tener una vaca y una cabra). La voluntad de Dios para nosotros es que seamos bendecidos para
que podamos ser una bendición. Él quiere que tengamos todas nuestras necesidades cubiertas y que nos quede
mucho para ayudar a otros. La voluntad de Dios es ver a más personas tener una relación con Él.
Mire, contrariamente a lo que muchos querrían hacernos creer, el evangelio no es un evangelio de pobreza ni
tampoco, como algunos predicadores y maestros querrían hacernos pensar, es un evangelio de prosperidad. No, las
buenas nuevas de vida en Jesucristo es un evangelio de provisión. Esto nos libera para vivir un estilo de vida de
generosidad en el que experimentamos “teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente” para que así
abundemos “para toda buena obra” (2 Corintios 9:8).
Yo creo que la Biblia nos llama a vivir nuestra vida en una misión. Vivir en una misión significa que no nos
centramos en nosotros mismos y nuestros deseos sino en lo que Dios está haciendo en el mundo y cómo podemos
colaborar con su obra. No significa una vida sin gozo, o un disfrute de las bendiciones materiales que Él nos da. Sí
significa vivir con una conciencia de que el cielo es nuestro hogar, y que somos solamente peregrinos que pasan por
este mundo.
Dicho de modo tan sencillo como sé hacerlo… las cosas son cosas. Dios no está interesado en las cosas; Dios se
interesa en los corazones. La clave de la mayordomía es no poner el enfoque en obtener más; tampoco es un enfoque
en tener menos. La meta es enfocarnos en Dios con gratitud y gozo en el privilegio de conocerlo a Él. Al mismo
tiempo, nuestro modo de pensar sobre el dinero y las cosas materiales sí expone el verdadero estado de nuestro
corazón.

Los buenos mayordomos son libres para estar enfocados en lo exterior porque tienen confianza en la
provisión y la protección de Dios.

Los buenos mayordomos son libres para estar enfocados en lo exterior porque tienen confianza en la provisión y
la protección de Dios. Podemos estar enfocados en los planes de Dios porque tenemos confianza en su amor,
cuidado y fidelidad. David Livingstone, el famoso misionero pionero en África, entendía esto. Él escribió en una
ocasión:

No le doy ningún valor a nada que yo tenga o pueda poseer, excepto en relación con el reino de Dios. Si algo
avanzará los intereses del reino, será donado o guardado, solamente si por donarlo o guardarlo promoveré aún
más la gloria de Aquel a quien le debo todas mis esperanzas en el tiempo o la eternidad.3

Ese es el camino de la mayordomía.


CAPÍTULO 4

EL DIRECTOR FINANCIERO DE “USTED, INC.”

Comencemos con una parábola; pero antes deje que le revele el final (¡alerta de spoiler!). Es una ilustración de cómo
y por qué es usted el director financiero de una subsidiaria de propiedad absoluta del mayor proyecto del universo.
Usted es la estrella en esta película, de modo que vamos a comenzar con un poco del trasfondo de la historia.
Imagine que usted se crió como un fugitivo: solo, vagando, aislado y enojado, totalmente empobrecido. Cuando
era adolescente, hervía con tanto resentimiento y rebelión que con frecuencia se metía en los terrenos cercanos de las
propiedades de su rey y vandalizaba sus instalaciones y jardines hermosos y bien cuidados. Usted dormía en su
granero; robaba comida de su almacén; pasó a lanzar piedras contra las ventanas y pintar grafiti en sus paredes.
Finalmente, fue usted atrapado y arrestado. Con todo el poder del rey, y tantos daños causados, fácilmente él
podría haber hecho que lo ejecutaran. Pero para su asombro, en lugar de presentar cargos…
Él pagó su defensa. Él pagó sus multas.
Él le perdonó.
No solo le salvó la vida, sino que también compró su libertad y se la devolvió, sin ningún compromiso por su
parte.
Entonces él aumentó su compasión y generosidad hasta un nivel aún mayor. ¡En realidad lo adoptó en su familia!
El rey se convirtió en su padre.
Su nuevo papá tampoco le trató como si fuera usted descendencia de segunda clase. Él le dio un lugar cerca de la
cabecera de la mesa y le trató en todos los aspectos como a sus otros hijos. Cumplió lo que dijo incluso cambiando
su testamento para que usted fuera coheredero pleno junto a sus otros hijos de su inmensa fortuna (más de lo que
usted podría gastar nunca).
Cuando usted crece, él lo lleva un paso más allá, un paso que es el punto de esta historia. Él le incluye en su
negocio familiar.
Este padre sabe que es vital que sus hijos aprendan a administrar, manejar y gobernar, porque su dominio
siempre crece y se expande. Además, ¡a él le gusta trabajar con sus hijos! Por lo tanto, no le da a usted un empleo
insignificante, sino que realmente le confía responsabilidad gerencial de una de sus empresas subsidiarias más
pequeña. Pero no se limita a lanzarlo a lo profundo de la piscina esperando que usted sepa cómo salir nadando; le da
un libro lleno de sabiduría y perspectiva sobre cómo debería dirigirse un proyecto. Además, él está siempre a
distancia de una llamada telefónica para responder una pregunta o proporcionar consejo. Pero él está interesado
principalmente en ver lo que usted hace con esta oportunidad, de modo que no le fuerza a seguir su sabiduría. Él
respeta su capacidad de toma de decisiones.
A medida que usted comienza a ser exitoso, y él define el éxito como servir bien a sus clientes y ampliar la
misión del proyecto, él es increíblemente generoso con su paquete de compensaciones. Resulta que él ama
verdaderamente colmar de cosas buenas a sus hijos.
¿Le resulta familiar? Debería. Esta es una historia muy paralela a la parábola de Jesús de los tres mayordomos
que examinamos en el capítulo 2. También espero que plantee varias preguntas importantes en su mente. La verdad
es que usted es el director financiero de “Usted, Inc.”, una subsidiaria de propiedad absoluta dentro del holding
universal de empresas de Dios llamado El Reino.

Usted es el director financiero de “Usted, Inc.”, una subsidiaria de propiedad absoluta dentro del
holding universal de empresas de Dios llamado El Reino.
Usted tiene muchos títulos en el reino de Dios. Hijo o hija, hijo o hija de Dios, heredero, amado, tesoro, amigo.
Desde luego, el título de director financiero es totalmente moderno, pero aun así es uno de sus títulos.
Quizá esté pensando: “¿Está seguro, Robert? Muéstreme eso en la Palabra”. Me parece justo. El hecho es que
veremos este concepto discurriendo como un tema recurrente desde Génesis hasta Apocalipsis, pero hay un pasaje
en particular que quiero destacar antes de ahondar en los detalles de este papel.
En 1 Corintios 9:17 el apóstol Pablo, tal como lo expresa la Reina Valera Antigua, dice:

Por lo cual, si lo hago de voluntad, premio tendré; mas si por fuerza, la dispensación me ha sido encargada
(énfasis añadido).

Tras esa palabra antigua, dispensación, en este versículo está la palabra griega oikonomia, la raíz de nuestras
palabras economía y económico. El léxico Strong’s del griego del Nuevo Testamento define oikonomia como “la
administración de una casa o de los asuntos específicos de una casa, la administración, supervisión, administración
de la propiedad de otro”. Es precisamente la palabra que los griegos antiguos habrían utilizado para describir a una
persona dejada a cargo de la administración y operación de un rancho, granja, tienda o proyecto de negocio.
¿No es interesante que Pablo escogiera usar esta palabra en particular al describir lo que Dios le había llamado a
hacer? Él dijo que se le había dado una “dispensación” (del evangelio). La Reina-Valera 1960 expresa esta frase
como “la comisión [mayordomía] me ha sido encomendada”. Y no esta la única ocasión en la que Pablo describió el
trabajo de su vida como iokonomia. En Efesios 3:2 dijo que se le había dado “la administración de la gracia de
Dios”. Y en Colosenses 1:25 Pablo escribe:

De la cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que
anuncie cumplidamente la palabra de Dios.

Sin ninguna duda, Pablo consideraba su vida y su llamado en términos de administrar un proyecto de negocio
espiritual que Dios le había confiado. A la luz de esto y de numerosas parábolas de Jesús sobre la mayordomía, ¿no
deberíamos hacerlo nosotros también?
Puede que lea estas palabras y piense: Pero a mí no se me dan bien las finanzas de un negocio. Este no es mi
conjunto de capacidades. O incluso: ¡Soy malo para las matemáticas! Relájese. Las finanzas no tienen que ser su
traje principal, porque esto está lejos de ser su posición común como director financiero. Los principios de la
mayordomía son sencillos y claros. Además, como ya hemos notado, cuando usted se lanza en fe a hacer cosas que
están en consonancia con los caminos y la sabiduría de Dios, encontrará un viento celestial sobrenatural a sus
espaldas. Jesús no llamó “el Ayudador” al Espíritu Santo sin motivo.
Además, usted no se reporta ante un típico presidente de la junta directiva.
Su jefe

Una cosa que las personas no entienden sobre Dios es que a Él le encanta delegar autoridad y responsabilidad a su
pueblo. Desde el principio, Dios invitó a sus primeros hijo e hija creados a su trabajo más elevado. Recordemos que
la tarea original de la humanidad era cuidar del huerto y ampliarlo por todo el planeta Tierra. Lo que era cierto en el
huerto seguía siendo cierto cuando Jesús anunció el lanzamiento del programa de Dios de restaurar lo que la Caída
había quebrantado. Tal como Dios les había dicho a Adán y Eva que fueran fructíferos, se multiplicaran, y
extendieran su dominio por todas partes, Jesús, después de su resurrección esencialmente les dijo lo mismo a sus
discípulos:

Desde el principio, Dios invitó a sus primeros hijo e hija creados a su trabajo más elevado.

Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las
cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mateo
28:18-20)

Notemos que, en la Gran Comisión, Jesús delega su autoridad a sus seguidores. Él podría haber ganado el mundo
por sí solo, pero decide invitarnos a acompañarlo. Él alcanza sus metas por medio de nosotros para que podamos
experimentar el gozo, significado y recompensas con Él.
Lo que todo esto dice sobre Dios es verdaderamente asombroso. Nuestro Padre celestial no hace esto por
inseguridad, por falta de conocimiento o una incapacidad para hacerlo todo Él solo. Lo hace como un maestro y jefe
bueno que practica el aprendizaje práctico. También lo hace como un Padre amoroso que considera el aprendizaje y
el crecimiento de sus hijos igualmente importante que el “trabajo a la mano” oficial.
Lo mejor de todo, creo que Él hace esto no solo como un “Padre”, sino como un “Papá” que realmente se deleita
en la compañía de sus hijos, especialmente cuando los hijos han decidido regresar a casa y estar con Él, y hacer que
lo que es importante para Él sea importante para ellos.
Tengo una noticia de última hora: su Papá celestial no solo le ama, ¡sino también se deleita de su compañía! Él
disfruta de verlo a usted caminar, crecer y estirar sus habilidades emergentes tan profundamente como a nosotros
nos encanta ver a nuestros hijos dar sus primeros pasos a tropezones. Dios se deleita en confiarle a usted otros
tesoros que Él ha creado, y verlo disfrutar de las bendiciones que producen en su vida. Le hace sonreír verlo
colaborar con Él en la gran obra de redención que Él está llevando a cabo en el mundo.
Aunque Él es el dueño de todo lo que usted es y todo lo que usted toca, lo ha puesto todo ello en sus manos para
que lo guarde y lo haga crecer. Incluso le ha dado un ambiente de trabajo increíble: su hermosa creación del mundo
natural.
No hay realmente modo de evitarlo. Su vida es un proyecto, y usted es realmente un director financiero. Eso
significa que es usted el único responsable de cómo se maneja el dinero en su propia iokonomia personal. Aquí está
la pregunta potencialmente incómoda o dolorosa que también debe plantearse: si en este momento tuviera que
recibir una evaluación de rendimiento, ¿estaría anticipando un ascenso? ¿Una degradación? ¿Una rescisión?
Se lo pregunto no para avergonzarlo o para hacerle sentir mal. Pero como le diría cualquiera que haya pasado
exitosamente por un programa de doce pasos para romper una adicción, el proceso del cambio real solamente puede
comenzar con una evaluación sincera, sin temor y valiente de sus caminos. La maravillosa noticia es que,
comenzando desde hoy, puede llegar a ser un director financiero sobresaliente. El tipo de gerente cuya mayordomía
sabia le califica continuamente para niveles cada vez mayores de responsabilidad e impacto en el proyecto global. Y
aquí llegan más noticias buenas.
Su jefe es increíblemente paciente, amable y misericordioso. Él hace que sea fácil tener éxito. Usted fracasa en
este empleo principalmente al negarse a obedecer o reconocerlo. Como con casi todo en Dios, se trata de su corazón.
Desde luego, como cualquier jefe bueno, Él tiende a que usted comience despacio. A usted no le gustaría que le
lanzaran a la tarea de dirigir una empresa multinacional en su primer día de trabajo, ¿no es cierto? Quizá se dirija
directamente a lo más alto, tal vez rebose de aptitud y diligencia, pero incluso los ganadores tienen que ascender
trabajando. En este caso, piense que Dios le ha dado el control principal de una pequeña rama del negocio. Recuerde
que en cualquier proyecto pequeño, el gerente desempeña muchas funciones. A veces, él o ella sirve a los clientes,
limpia y organiza la tienda, hace entregas, e incluso fabrica el producto. Este es el reto de los primeros días.
Los buenos jefes hacen evaluaciones de rendimiento

Recordemos Lucas 16:10: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es
injusto, también en lo más es injusto”. Cantidades grandes o pequeñas pueden probar su corazón con igual rigor
porque, de nuevo, se trata de su corazón y no de las cantidades. Se trata de si está siendo “fiel”; literalmente si está
actuando por fe y confianza en Él, o si lo hace por otra cosas: temor, codicia o incluso resentimiento. ¿Recuerda al
mayordomo infiel en parábola de los talentos, que reaccionó por temor que nacía de la desconfianza y el
resentimiento hacia el dueño? Acusó al dueño de ser un hombro duro e injusto. Y no puedo declarar esto con mayor
énfasis…
Dios no es ni duro ni injusto. Nunca.

Dios no es ni duro ni injusto. Nunca.

Su ira contra el pecado puede ser feroz, precisamente porque Él sabe los horribles estragos que el pecado causa
en las personas que Él ama. Pero Él nunca es desagradable. Él es amor. Y Él es la personificación misma de la
justicia, el referente contra el cual la justicia define su propia existencia. Injusticia es el contrario de la naturaleza de
Dios.
Por lo tanto, ¿no es irónico que el enemigo de su Padre celestial lo acuse de ser injusto? Lo que el diablo insinuó
a Eva fue lo que causó la catastrófica caída de la humanidad. Dios te está reteniendo algo. Él te está ocultando algo.
Y eso es exactamente lo que él susurra a su oído y le insta a que crea. El enemigo más amargo de Dios, y de usted,
es el padre de mentiras. Y quizá la mayor mentira de todas las edades es la calumnia de que Dios es injusto. Parcial.
Desagradable.
La verdad es que Dios es infinitamente justo y amable. Sin embargo, como hemos visto, a todos nos llegará el día
de arreglar cuentas. En otras palabras, en su papel como el director financiero de Usted, Inc., tiene por delante, al
final de su vida, una evaluación de rendimiento final, pero hasta entonces, la calidad de su mayordomía está siendo
monitoreada constantemente por un presidente de la junta directiva que es un Padre-Dios amoroso. La calidad de esa
mayordomía determina si su cartera es ampliada o reducida.
Por favor, entienda que cuando los recursos que se le confían a un mal mayordomo son reducidos, no es que Dios
sea mezquino o duro. Es su reino en operación. Aumentar los recursos disponibles para un mal mayordomo dañaría
al mayordomo y también obstruiría el progreso vital de la actividad del reino de Dios en la tierra. Esa actividad es
redentora. Los destinos eternos de miles de millones de almas están en la balanza. El reino de Dios en la tierra es una
empresa creada para compartir el evangelio con toda persona.
El amor apasionado de Dios por la gente lo impulsa a redirigir recursos hacia las manos de quienes colaborarán
con Él en la causa más importante en la tierra. Esta es una causa tan querida para Él que estuvo dispuesto a sacrificar
a su propio Hijo amado a fin de hacerla posible.
No sé de usted, pero saber que mi mayordomía está siendo examinada desde el cielo me hace querer examinarla
yo mismo. Después de todo, los buenos gerentes evalúan constantemente la salud de sus propias empresas.
¿Y qué de su tiempo? Sí, los mayordomos buenos y fieles son gerentes sabios del único recurso verdaderamente
escaso en el planeta Tierra: el tiempo. La riqueza se puede crear. Ciertamente, la riqueza se crea y se extiende todo
el tiempo. Sin embargo, hay solamente 1440 minutos en un día. Usted, yo, Bill Gates, Warren Buffett… todos
tenemos la misma cifra cada día y ni un minuto más.

Los mayordomos buenos y fieles son gerentes sabios del único recurso verdaderamente escaso en el
planeta Tierra: el tiempo.
Ninguna recompensa por el mantenimiento

¿Han sido bien manejados los otros bienes que Dios le ha confiado: su cuerpo, su alma, su vida, sus relaciones, su
familia, sus dones naturales, sus posesiones? ¿Están creciendo esos activos, o al menos produciendo un impacto
creciente en el reino de Dios? Recordará que en la parábola de los tres mayordomos, el mayordomo infiel devolvió
todo el dinero del dueño, pero él no consideró aceptable simplemente haber mantenido o guardado sus bienes. Por el
contrario, el dueño castigó al mayordomo que tenía un solo talento de la manera más dura posible. Toda esa
situación resulta bastante asombrosa para nuestro modo de pensar moderno y democrático.
Recuerdo que en una ocasión leí este pasaje y pensé: “Vaya, Señor. ¿Acaso el dueño no podía al menos haber
elogiado al pobre hombre por no perder nada del dinero? Después de todo, conozco a muchos inversores
profesionales inteligentes y administradores de dinero que perdieron gran parte de los activos de sus clientes en la
crisis del dot.com del año 2000 y en la crisis financiera global en 2008. ¿No podía al menos haber obtenido algún
premio de consolación por no perder terreno? Quizá simplemente un ‘trofeo por participar’, o algo así?”.
Pero no es eso lo que dice la parábola, ¿verdad? Dos de los mayordomos produjeron beneficios a los bienes del
dueño. Uno de ellos se limitó a mantener lo que se le había confiado. La lección de la parábola de Jesús es que el
Señor no considera que mantener sea fidelidad. El mantenimiento no es recompensado. Solamente el aumento,
tomar nuevo terreno, es elogiado como “bueno y fiel”.
Tras haber arreglado cuentas, el dueño reprende al mayordomo tímido, temeroso y perezoso por no haber, como
mínimo, llevado su dinero a un banco donde podría producir intereses. La dureza de la condenación recibida por el
señor Mantenedor es bastante asombrosa por sí sola, pero me resulta aún más asombroso lo que el hombre hace a
continuación. Como hemos visto, agarra entonces el único talento que tenía el siervo, ¡y se lo entrega al que ya tiene
diez talentos! En ese punto en la historia de Jesús, el dueño explica su notable acción: “Porque al que tiene, le será
dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado” (Mateo 25:29). A mi mente natural, eso le
resulta muy sorprendente.
Ahora bien, a primera vista esto puede parecer que confirma firmemente la vieja frase, cínica y resentida, sobre
que el rico se hace más rico y el pobre se hace más pobre. Eso es ciertamente lo que parece. Desde luego, es todo lo
contrario al modo en que la mayoría de nosotros, personas modernas, de mentalidad igualitaria, sensibles, habría
manejado la situación. Piénselo. Aquí está ese tipo que no es tan competente y que tiene un solo talento que
administrar, y el dueño se lo arrebata… ¡y se lo da al señor Diez Talentos! Al menos podría habérselo dado al que
tenía cuatro talentos (quien supongo que representa a la clase media en esta clase de economía). Pero no, parece que
el dueño se lo quita al pobre, se salta a la clase media, y se lo da al rico. ¡Es el anti Robin Hood!
Estoy bromeando, por supuesto. Ese no es el mensaje de esta parábola. La lección aquí no tiene absolutamente
nada que ver con ricos y pobres. Recordará que al principio se dio recursos a cada mayordomo según la capacidad
de administración que habían demostrado en el pasado. Y en la parábola, cada uno de ellos tuvo una nueva
oportunidad de elevar el nivel de su mayordomía. La lección sencilla pero difícil que hay que aprender aquí es que
los a los buenos mayordomos se les confía más y a los malos mayordomos se les confía menos.
A propósito, la Biblia es clara en que el corazón de Dios está muy cerca de los pobres. De hecho, la Palabra de
Dios deja claro de principio a fin que si queremos captar la atención de Dios, mostremos generosidad y compasión
por tres grupos especiales de personas: los pobres, los huérfanos y las viudas. Todo aquel que, con un corazón puro,
se esfuerza por mostrar compasión e interés al “más pequeño de estos” descubrirá que Dios le sonríe. Es una buena
idea tener en mente que Dios se toma muy en serio la mala situación de viudas y huérfanos.

Todo aquel que, con un corazón puro, se esfuerza por mostrar compasión e interés al “más pequeño de
estos” descubrirá que Dios le sonríe.

Recuerdo claramente una ocasión en la cual el Espíritu de Dios nos recordó a Debbie y a mí este principio.
Estábamos buscando casa, y encontramos una que sentíamos que el Señor quería que compráramos. Ahora bien,
cualquiera que me conoce le dirá que yo soy un cazador de buenos tratos. En realidad, creo que una parte clave de
mi responsabilidad de mayordomía es evitar pagar en exceso por cosas que compramos. Así que cuando
encontramos una casa que ambos sentíamos paz en comprar, yo estaba a punto de indicar a nuestro agente de bienes
raíces que hiciera una oferta agresivamente baja para conseguir comenzar las negociaciones. Cuando lo comenté con
Debbie, ella dijo: “Robert, será mejor que compruebes y te asegures de que el dueño de la casa no sea una viuda”.
¡Qué esposa tan sabia me ha dado Dios! Sabiendo lo que Dios siente por la situación de viudas y huérfanos, lo
último que queríamos ninguno de los dos era ser parte de estar aprovechándonos de una viuda que estaba en una
situación difícil.
Por lo tanto, llamé a nuestro agente y dije: “Bien, tengo lo que puede parecer una pregunta inusual. Sé que a
ustedes les enseñan que mantengan lo más lejos posible a compradores y vendedores, pero necesito saber si quien
vende la casa es una viuda”. Quizá contuve un poco la respiración mientras esperaba la respuesta. ¿Por qué? Porque
Debbie y yo sabíamos que si la respuesta era un sí, entonces íbamos a ofrecer un precio de oferta más elevado. El
agente dijo: “No, es un hombre de mediana edad”. Creo que mi respuesta fue: “¡Uf!”. Entonces mi agente me
preguntó por qué quería saberlo. Yo dije: “Porque si fuera una viuda, estaríamos dispuestos a pagar más por esa
casa. No tratamos injustamente a las viudas. ¡Dios las respalda!”.
No, la lección de la parábola de Jesús de los tres mayordomos no es que Dios les quita a los pobres y se lo da a
los ricos. Claramente, está declarando que Dios les quita a los malos mayordomos y se lo da a los buenos
mayordomos. Lo siento si eso le parece duro, pero piénselo. ¿Por qué iba a dirigir Dios influencia, riqueza, tesoro y
oportunidad a alguien que Él sabe que va a malgastarlos? Cuando mira desde los cielos, ¿qué está buscando? Él
busca buenos mayordomos. Él busca siervos a los que pueda bendecir. ¿Por qué?
¡Porque Dios es también un buen mayordomo! ¡Él quiere administrar fielmente el inmenso sacrificio de su Hijo!
Jesús derramó voluntariamente su sangre inocente para llevar a los perdidos de nuevo a una relación con un Dios
Padre amoroso; por lo tanto, Dios busca maximizar la enorme inversión de Jesús. Lo hace dirigiendo más recursos a
sus hijos que manejan sus finanzas de tal modo que siempre les queda mucho para dar a su iglesia local y a otras
organizaciones que están llegando a los no alcanzados. También, como ya hemos visto, el corazón de Dios está con
el pobre, el huérfano y la viuda. Su corazón está con las personas que están en circunstancias desesperadas; por lo
tanto, Él busca individuos y familias fieles y obedientes a los que pueda bendecir y que reflejarán su corazón de
compasión por esas personas.
En otras palabras, Dios no recompensa a los buenos mayordomos para que sean mezquinos o duros. ¡Dios busca
buenos mayordomos porque Él ama a la gente!

¡Dios busca buenos mayordomos porque Él ama a la gente!

Para ampliar la perspectiva, volvamos a Lucas 16:10-12. Jesús dijo:

El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo
más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo
ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?

Ahora, voy a darle la Versión Parafraseada y Condensada Robert Morris (VPCRM) de estos tres primeros
versículos: “Si Dios no puede confiarle lo muy poco, no puede confiarle lo mucho”. Eso es esencialmente lo que
Jesús está diciendo en el versículo 10.
Somos muy buenos para engañarnos a nosotros mismos. La mayoría de los malos mayordomos se dicen a sí
mismos que si tan solo tuvieran un poco más de dinero, entonces serían prudentes, generosos, y pondrían a Dios
primero en sus finanzas. “Si me fuera mejor, sería un mejor mayordomo”, piensan. Pero sencillamente eso no es
cierto. Jesús sabía y afirmó claramente que si no somos un buen mayordomo en lo poco, no seremos un buen
mayordomo en lo mucho. Y nunca se le confiará mucho a usted hasta que aprenda a administrar lo que ya tiene.
Nunca.
Aquí está la VPCRM del versículo 11, que habla sobre “riquezas injustas” y “riquezas verdaderas”: “Si no puedo
confiarles mero dinero (que perecerá), sin duda no puedo confiarles ministerio (que es mucho más importante
porque es eterno)”. ¿Qué son las riquezas verdaderas? Las riquezas verdaderas son ministrar a personas, ayudar a
personas, amar a personas. Dios dice: “¡Por todos los cielos, si no puedo confiarles un billete de dólar, sin duda no
puedo confiarles un alma que no tiene precio!”.
Hasta que aprendamos a administrar esta parte muy injusta de nuestras vidas (el dinero), no seremos
mayordomos fiables de la parte más santa y sagrada de nuestra misión y llamado aquí en la tierra (cosas del reino).
Finalmente, en el versículo 12 Jesús dice básicamente: “Si no son fieles con lo que otra persona les confía, lo
siento pero yo no puedo darles lo que es de ustedes”. En otras palabras, si no es usted un buen empleado, no sería un
buen empleador.

Si no es usted un buen empleado, no sería un buen empleador.

¿Está comenzando a comprender la idea de que ser un buen mayordomo es una cosa importante ante los ojos de
Dios? ¿Está quedando claro que este es un conjunto vital de habilidades, hábitos y valores que hay que poseer si
quiere ser y hacer todo lo que Dios le ha llamado a ser y hacer? Eso espero. En la siguiente parte del libro
llegaremos a los detalles de cómo hacer eso, pero por ahora déjeme decirle algo que he aprendido sobre los buenos
mayordomos. He conocido a muchos mayordomos sobresalientes y exitosos en el reino de Dios a lo largo de los
años. He observado atentamente sus vidas y disciplinas porque quería aprender de ellos, y en el proceso he
descubierto que todos los buenos mayordomos hacen tres cosas:

• Gastan sabiamente.
• Ahorran diligentemente.
• Dan generosamente.

Es realmente así de sencillo. Desde luego, hay muchos detalles, estrategia y sabiduría a desarrollar dentro de cada
uno de esos tres puntos, y haremos precisamente eso en las páginas siguientes. Pero por ahora, concluyamos este
capítulo repasando, para asegurarnos de que entendemos una verdad vital.
Usted es el único director financiero que tiene Usted, Inc.

Usted es el director financiero de la única vida que tiene. Si está casado, usted y su cónyuge tienen ese puesto
conjuntamente para su casa. Su pequeña empresa es una parte importante de un conglomerado mucho más grande.
Según Colosenses 1:13, cuando Dios le salvó, le rescató del dominio de las tinieblas y le ha trasladado al reino de su
amado Hijo. Lo complicado de ser un subsidiario en este reino es que es ampliamente invisible. Es espiritual;
celestial. Y un Dios invisible está entronado a la cabeza de una mesa muy larga de conferencias.
Su Fundador y Presidente de la junta directiva quizá no sea visible de modo natural para usted, quizá no le hable
con voz audible, y puede que no ejecute físicamente el arreglar cuentas. Pero uno de los errores más comunes y más
desastrosos de la humanidad es pensar que solo porque no vemos a Dios, Él no está presente. A pesar de su
invisibilidad, Dios es más real que cualquier objeto físico que podamos ver, tocar, gustar, oír u oler. Ese día de
arreglar cuentas en el cual Él evalúa los resultados de nuestra mayordomía de sus dones es también muy real.
Esto representa uno de los retos principales de ser un creyente humano: lidiar con el hecho de que nuestra
relación más importante es con alguien a quien no podemos ver con nuestros ojos naturales. Por eso la moneda
principal de la vida cristiana es la fe. La fe percibe lo que no podemos ver naturalmente. Como nos recuerda
Hebreos 11:1: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (énfasis añadido).
Esto significa que uno de los retos principales de ser un mayordomo exitoso significa recordar que somos
responsables del cuidado de lo que un Dueño invisible e intangible nos ha confiado.

La moneda principal de la vida cristiana es la fe.

Yo soy un poco fanático de la gramática. Sé que en la frase “Usted es un mayordomo o administrador”, la


palabra mayordomo es un sustantivo. Sin embargo, en este libro también he usado una palabra sinónima como
verbo, como en: “Necesito administrar bien mis recursos”. Y como todos sabemos, los verbos son palabras de
acción. Usted puede ser pasivo si no le importa ser un mal mayordomo, pero una buena mayordomía requiere
acción. Examinaremos una de las acciones más importantes que debemos emprender en el capítulo siguiente, pero
por ahora voy a recordarle qué privilegio tan extraordinario es que nos confíen algunas cosas cuyo dueño es el Dios
y Creador del universo.
Mi familia tiene la bendición de tener un rancho que contiene varias colinas que se erigen sobre el horizonte
cuando nos acercamos a ellas. Un día, cuando divisé esas cumbres comencé a formar el pensamiento: Dios, gracias
por permitirme poseer este terreno. Pero incluso mientras se formaban en mi mente esas palabras, se chocaron
contra un muro, y solamente pude pensar: Dios, ¡gracias por permitirme administrar este terreno!
Administrar. Funciona incluso mejor como verbo, porque no administramos las bendiciones de Dios metiéndolas
en una caja y enterrándolas; las administramos dejándolas vivir y respirar con nosotros, y alimentándolas con
diligencia e intención para que crezcan. Es un proceso activo.
No hay modo de evitarlo. Usted es un director financiero. Ahora, arremanguémonos y entremos en los detalles de
lo que se necesita para ser un director financiero estupendo.
CAPÍTULO 5

LO PRIMERO ES LO PRIMERO

Con muchas esperanzas y un nudo en el estómago, David abrió el correo electrónico.


“Gracias por su solicitud, pero…”.
No necesitaba leer más. Claramente, era uno más en una larga serie de rechazos decepcionantes por parte de
posibles empleadores. Sus continuados intentos de conseguir un empleo nuevo y mejor habían demostrado ser
inútiles y frustrantes. Su empleo actual, trabajando en el turno de noche seis o siete noches por semana en una
empresa tecnológica, evitaba que viera mucho a su esposa, Julia, y a sus dos hijos en edad universitaria. Lo que era
aún peor: la compensación no era estupenda.
Julia, siempre positiva, tenía un don para ver el vaso medio lleno. Es lo que se podría esperar de una mujer que
había visto a su hija luchar y finalmente vencer un neuroblastoma (una forma de cáncer que se encuentra más
comúnmente en niños) a una corta edad. Frugal por naturaleza, Julia había demostrado una asombrosa habilidad
para hacer mucho con solo un poco a lo largo de sus veintidós años de matrimonio. Con la bendición de David, ella
desempeñaba el papel de gerente financiero familiar, y dirigía un barco difícil. Ambos acordaron que sencillamente
no podían gastar dinero en cosas no esenciales como comer fuera de casa, televisión por cable, o teléfonos celulares.
O en diezmar.
En torno a esa misma época, David y Julia (no son sus nombres reales) se hicieron miembros de la Iglesia
Gateway y comenzaron a escucharme enseñar sobre el poder de poner a Dios primero en sus finanzas.
“Por mucho tiempo yo había estado completamente en contra de diezmar como regla general”, recuerda David.
“Era como pensar: si Dios necesitara el dinero, entonces lo obtendría. Él no necesita mi dinero”. La pareja había
estado recortando lentamente su deuda durante un poco más de tres años; sin embargo, parecía que no podían
conseguir el avance financiero por el que trabajaban tan duro. La familia estaba en un punto bajo, pero todo eso
estaba a punto de cambiar.
Un día de camino al trabajo, David decidió escuchar un CD de un sermón que yo titulé “El Motel de Jack”. En él
compartía la historia de cómo Dios transformó mi vida en un instante. Él no lo sabía, pero David estaba a punto de
experimentar lo mismo. Al final de ese mensaje, yo pregunté a la congregación sobre su salvación. Cuando David
oyó esa pregunta, no podía decir realmente con certeza que él había experimentado nuevo nacimiento en Jesucristo.
“No podía decir con certeza que yo era salvo”, recuerda David. “Así que entregué mi vida a Cristo allí mismo en mi
auto. Al instante sentí un cambio, y estallé en llanto”.
El mes siguiente David fue bautizado, y la pareja se sumergió de cabeza en todo lo que Gateway tenía para
ofrecer, lo cual incluía apuntarse a algunas de las clases de desarrollo espiritual que ofrecemos periódicamente. La
pareja recientemente vigorizada quería aprender todo lo posible y tan rápidamente como fuera posible, así que
decidieron dividir y conquistar. Él asistía a una clase y Julia asistía a nuestro curso de mayordomía.
Tras la primera sesión, que cubría los puntos básicos de la administración, incluyendo el diezmo, Julia se acercó
al instructor y le explicó su situación financiera. Él le guió a algunos de los versículos que estamos a punto de
examinar, y le aseguró que si ellos confiaban en Dios y lo honraban devolviéndole lo que es de Él, comenzarían a
ver a Dios obrando en su situación financiera. Más avanzada esa tarde, Julia compartió con David todo lo que había
aprendido.
En ese momento, esta pareja estaba en un punto importante de decisión. Estaban en una bifurcación en el camino.
Habían batallado financieramente durante la mayor parte de sus más de dos décadas de matrimonio. Uno de los
caminos significaba seguir haciendo las cosas del mismo modo que las habían estado haciendo en el pasado y
esperar mejores resultados. El otro camino implicaba un salto de fe. Significaba hacer algo que no tenía sentido para
sus mentes naturales; es decir, tomar el diez por ciento de unos ingresos que ya estiraban mucho más de lo que
podían y redirigirlo a Dios mediante la iglesia donde estaban siendo alimentados espiritualmente.
Tras orar juntos, David y Julia estaban de acuerdo. Ya sabían que Dios podía hacer milagros en el área de la
salud física, pues su hija llevaba más de una década libre de cáncer. Eso los alentó a dar el paso y confiarle a Él su
salud fiscal. “Tan solo necesitamos ir en serio y comenzar a diezmar”, David recuerda que dijo. Y así lo hicieron.
El día de su siguiente salario, y David aún recuerda la fecha exacta, 28 de febrero de 2013, Julia entró en la
página web de nuestra iglesia y diezmó por primera vez como el primer gasto de ese periodo de pago. Dios era
primero. Ellos habían confiado en Él para que les ayudara a solucionar el resto.
Menos de veinticuatros horas después, David estaba en su computadora revisando otra vez el correo electrónico.
Esta vez había un mensaje de una empresa en la cual él ni siquiera había solicitado un empleo. De algún modo, el
director de una compañía de cable local se había encontrado con el currículum de David en una página de listados de
empleo. ¡Le ofrecía un empleo a David! No solo el horario de trabajo era mucho mejor, sino que el salario era más
de lo que David había esperado, y también había beneficios sanitarios. Con gratitud y fe, continuaron su nuevo estilo
de vida de poner a Dios primero en sus finanzas.
Julia mira atrás ahora y dice: “Inmediatamente, nuestras finanzas dieron un giro total”. Hoy, además de la
hipoteca de su casa, están totalmente libres de deudas. Además de pagar más de treinta mil dólares de deuda
personal, vieron un monte aparentemente inamovible de deudas hospitalarias ser desarraigado y lanzado al mar.

Es notable lo que sucederá cuando un individuo o una pareja toma una decisión firme de comenzar a
poner a Dios primero.

Es notable lo que sucederá cuando un individuo o una pareja toma una decisión firme de comenzar a poner a
Dios primero. Hablando de primero… esa es la esencia del primer mandamiento que Dios le dio a Moisés para que
se lo diera a su pueblo. Examinemos un poco más ese concepto.
Cuestión de prioridades

Lo primero es lo primero. Es un cliché familiar, y es también el título de un libro de 1995 de Stephen Covey sobre la
administración del tiempo. En él, Covey, autor del mega éxito de ventas Los 7 hábitos de la gente altamente
efectiva, ofrecía consejos y estrategias para establecer prioridades en la vida. Una de las perspectivas clave en el
libro es que, en nuestras vidas cotidianas, no todo lo que parece urgente es verdaderamente importante; y no todo lo
que es genuinamente importante parece urgente en el momento. De hecho, él destacaba que con frecuencia las cosas
más importantes de todas no gritan de urgencia, ni gritan reclamando atención. Se quedan ahí tranquilamente, siendo
descuidadas o pasadas por alto.
Covey señalaba que en nuestro mundo rápido y siempre conectado es muy fácil vivir nuestra vida gobernados
por “la tiranía de lo urgente”. Podemos terminar constantemente corriendo de crisis a crisis, de un fuego a otro, y sin
abordar nunca las cosas no urgentes pero vitalmente importantes que en realidad contribuirán al éxito a largo plazo.
Como resultado, ordenamos mal nuestras prioridades. Hay mucha sabiduría en esa observación.
Quizá por eso nuestro Dios misericordioso se tomó tanto esfuerzo para ayudarnos a priorizar adecuadamente las
cosas; para ayudarnos a que “lo primero es lo primero”.
Lo hizo para Adán y Eva en el huerto. Dijo con toda claridad: “Pueden comer de cualquier árbol del huerto;
excepto de este. Manténgase alejados de este; no es para ustedes. Disfruten de todos los demás como mis
bendiciones y regalos”. Lo único que aquella primera pareja humana tenía que hacer era poner a Dios primero
manteniéndose alejados de aquello que Él dijo que le pertenecía a Él. Desde luego, sabemos cómo termina esta
historia.
Él volvió a hablar claramente cuando sacó a los israelitas de Egipto para ser su pueblo del pacto. En el monte
Sinaí, Él dio a Moisés diez mandamientos para que se los diera al pueblo. Él mismo los escribió en tablas de piedra.
¿Recuerda cuál era el primero de esos mandamientos? En caso de que no lo recuerde en este momento, la respuesta
es: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3).
Eso es. El primer mandamiento es Dios diciendo claramente que Él debe ocupar el primer lugar en nuestras
vidas.
Pero en nuestra época es muy fácil encogerse de hombros y suponer que ese mandamiento habla solamente sobre
idolatría en el Antiguo Testamento y, por lo tanto, no es relevante para nosotros. Probablemente usted nunca haya
sido tentado a construir un becerro de oro en el salón de su casa o a construir un altar a Baal en su patio. Sin
embargo, puedo asegurarle que la idolatría está viva y coleando en el planeta Tierra. Sigue habiendo muchas cosas
que compiten por ocupar el primer lugar en su lista de prioridades. Nuestro mundo está lleno de candidatos
atractivos y seductores que piden su adoración y su sacrificio. Con un buen motivo el apóstol Juan concluyó su carta
que llamamos el libro de 1 Juan con estas palabras:

Queridos hijos, apártense de los ídolos. (5:21, NVI)

Ese fue un consejo estupendo entonces, y es un consejo estupendo ahora. Sencillamente no hay modo de eludirlo.
Si quiere vivir una vida más allá de toda bendición, Dios debe estar en primer lugar. Eso no es para beneficio de Él,
sino para el de usted. Y no estoy hablando solo de ponerlo a Él primero en sus finanzas, aunque eso es sin duda parte
de todo ello. Significa hacer que Él sea una prioridad en cada aspecto de su vida.
Pero ¿cómo puede saber si está poniendo a Dios primero o si, en cambio, está adorando a un dios falso, un ídolo?
En otras palabras, ¿cómo puede saber lo que está adorando verdaderamente? Aquí tenemos una guía sencilla. Lo que
usted adora es cualquier cosa que le proporciona su sentimiento de identidad. Lo que usted adora es lo que le da un
sentimiento de seguridad. Es el lugar donde usted acude en un momento de problemas; es aquello a lo cual es más
propenso a dar su tiempo y atención. Cualquier cosa que usted busque primero, eso es lo que adora.

Cualquier cosa que usted busque primero, eso es lo que adora.

El testimonio coherente de la Escritura, de principio a fin, es que si nuestras vidas han de estar adecuadamente
ordenadas y ser “bendecibles”, Dios debe ser primero. ¿Por qué? Porque Él es primero. Antes de que fuera nada,
Dios era. Él creó todo, incluidos usted y yo.
Sin embargo, hay otro modo en que la Palabra de Dios nos ayuda a entender cómo mantener correctamente
nuestras prioridades y poner a Dios primero. Estoy hablando del principio bíblico de las primicias.
Honrar a Dios como el primero llevándole lo primero

Cuando Dios liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto, uno de las primeras cosas que hizo fue instruirlos
sobre cómo tener una relación con Él. Si usted ha participado alguna vez en un plan o programa de leer toda la
Biblia en un año, quizá le haya resultado difícil leer pasajes en los libros de Levítico y Números. Ciertamente
contienen muchas instrucciones detalladas que pueden resultar bastante desafiantes para leer. Admitiré que por lo
general no son las partes más emocionantes de la Biblia. ¡El libro de Éxodo es más fácil porque al menos suceden
cosas en Éxodo!
Sin embargo, en todos estos libros encontramos algo muy importante: Dios dando al pueblo al que amaba claves
para ser posesión de Él y para tener éxito en la tierra de la promesa en la que están a punto de entrar. Y una de las
más importantes era el principio y la práctica de la ofrenda de las primicias. Era una ofrenda en el tiempo de la
cosecha en la cual los agricultores llevaban a los sacerdotes del Tabernáculo ofrendas de las primeras cosechas que
habían obtenido. Dos veces, en Éxodo 23:19 y 35:26, Dios, por medio de Moisés, establece y ordena la ofrenda de
las primicias diciendo: “Las primicias de los primeros frutos de tu tierra traerás a la casa de Jehová tu Dios”.
¿Observó que no son solo los primeros frutos lo que Dios debe recibir aquí, sino más bien las primicias de esos
primeros frutos? Como estamos a punto de ver, las primeras cosas son muy importantes para Dios. Por eso vemos
paralelismos con el principio de las primicias en la Escritura en forma del principio del primogénito y, desde luego,
del diezmo. Todas estas ofrendas y actos santos de adoración son sencillamente hilos de la misma cuerda de verdad:
que poner y mantener a Dios en primer lugar es la clave para una vida de fruto en el reino de Dios. Está en todas
partes.
Por ejemplo, en el capítulo 13 de Éxodo, Dios está a punto de hacer su gran milagro de sacar de Egipto a los
israelitas. La noche de la primera Pascua, Dios dice:

Conságrame todo primogénito. Cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como
de los animales, mío es. (Éxodo 13:2)

Por favor, observemos que Dios declara con toda claridad que el primogénito le pertenece a Él. “Mío es”. Esta no
es la única ocasión en que lo hace. Dieciséis veces en la Escritura, Dios reclama al primogénito. ¿Por qué es tan
importante este concepto para Dios? ¡Porque es el principio espiritual mediante el cual finalmente nos reconcilió
consigo mismo! El único modo de restaurar lo que Adán había perdido y de volver a darnos una conexión eterna
consigo mismo que da vida era ofrecer a su primogénito inocente y sin tacha. Jesús fue la ofrenda de primicias de
Dios.
Profundicé mucho más con respecto al maravilloso significado del principio de las primicias y del primogénito
en mi libro anterior, Una vida de bendición, de modo que no repetiré todo eso aquí. Recomiendo que lo consiga y lo
lea, ya que es en gran parte el compañero complementario de este libro. (Recuerde: ¡una vida de bendición camina
sobre dos patas!). Por ahora, por favor entienda que la Biblia no podría ser más clara con respecto a la necesidad de
que pongamos y mantengamos a Dios en primer lugar en todo. Hay un enorme poder espiritual y significado en ello.
Eso significa ponerlo a Él primero en la administración de nuestro tiempo, nuestras relaciones y, sí, nuestro
gasto.
Primicias en las finanzas

Claramente, Dios debe ser primero en cada área de nuestra vida, y eso sin duda incluye el área de las finanzas. Sin
embargo, es precisamente el área en la cual muchas personas parecen batallar más. Ya hemos visto uno de los
importantes motivos por el cual sucede.
El espíritu de Mamón se une al dinero y quiere ser adorado. Y señalé que cualquier cosa que usted permita que
proporcione su identidad y seguridad es el verdadero objeto de su adoración. Incontables millones de personas miran
al dinero para que les proporcione ambas cosas. También demostré que el verdadero objeto de nuestra adoración es
aquello a lo cual le damos enseguida tiempo y atención. De nuevo, pocas cosas en este mundo reciben más tiempo y
atención que las cuestiones financieras. Las personas se obsesionan interminablemente por el estado de su balance
bancario o su cartera de inversiones. En la actualidad, los teléfonos inteligentes nos permiten supervisar los ascensos
y descensos de los mercados mundiales minuto a minuto.
Para muchos de nosotros, cuando no estamos enfocados en el dinero nos obsesionamos por las cosas que el
dinero puede comprar. Brillantes revistas, programas de remodelación de casas en la televisión, y páginas en el
Internet nos proporcionan una corriente constante de cosas hermosas que desear: casas, autos, ropa,
electrodomésticos y viajes.
Sí, Mamón quiere su adoración, pero esa adoración pertenece únicamente a Dios. Por lo tanto, ¿cómo pone usted
a Dios en primer lugar en sus finanzas? La respuesta es sencilla y a la vez parece muy difícil para muchos. El
diezmo.
La palabra diezmo significa sencillamente “décimo”, como en la fracción un décimo. Igual que Dios declaró que
el primogénito de los rebaños de los israelitas era de Él, y lo primero de la cosecha era de Él, así también declara que
igualmente es suyo el diezmo. Sin duda, la mayoría de nosotros ya no nos ganamos la vida mediante la agricultura; e
incluso los agricultores ahora convierten sus cosechas en dinero en efectivo en lugar de almacenarlas en graneros.
Eso significa que su diezmo u ofrenda de primicias casi siempre será en forma de dinero. Y el principio bíblico es
dar una décima parte de sus “frutos”:

Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con
abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto. (Proverbios 3:9-10, énfasis añadido)

Primero. Primogénito. Primicias. Vemos este patrón celestial para la adoración repetido a lo largo de la Escritura.
¿Por qué? ¿Es porque Dios es codicioso o está necesitado? ¿Es Él inseguro o demandante? ¿Por qué un Dios que lo
posee todo iba a pedirle el diez por ciento de sus ingresos en cada periodo de salario?

Dios en realidad no está interesado en su dinero. Está interesado en su corazón.

La respuesta es que Dios en realidad no está interesado en su dinero. Está interesado en su corazón. Las cosas de
Dios siempre se resumen en el estado y las motivaciones de su corazón. Él quiere ayudarle a mantener su corazón
fijo y enfocado en Él porque ese es el único modo en que puede experimentar toda la bondad en esta vida que Él
quiere que usted experimente y, más importante aún, causar el mayor impacto eterno para su reino.
Diezmar no es legalismo. Es vida. Es vida espiritual. Es difícil exagerar demasiado esto. La práctica
administrativa de diezmar fielmente no es ni para Él ni se trata de Él. Es para usted. Se trata de usted. Por eso,
aunque algunos lo denominan adecuadamente el principio del diezmo, a mí me gusta llamarlo el principio de poner a
Dios primero.
El diezmo existe a la vez como recordatorio y como prueba. Es un recordatorio de que Dios realmente es el
dueño de todo; y es una prueba para ver si Dios está o no verdaderamente en la posición de primer lugar en su vida.
También es una prueba porque se necesitan fe y confianza en la bondad y fidelidad de Dios para devolverle a Él su
diez por ciento primero, antes de comenzar a abordar las demás necesidades físicas. No implica nada de fe si usted
espera hasta que todas sus otras facturas están pagadas para devolverle a Dios su diezmo. ¿Qué dice sobre nuestras
prioridades cuando primero pagamos diligentemente a todo el mundo y después vemos si queda suficiente para darle
a Dios su parte?
Sin embargo, el diezmo es mucho más que una prueba. Es realmente una puerta espiritual para que Dios
intervenga en sus circunstancias y ponga su bendición sobre el noventa por ciento restante de sus ingresos. Esto
surge del principio espiritual poco entendido de que una ofrenda de primicias redime toda la parte restante. La
primera parte, cuando se ofrece, conlleva la capacidad de redimir el resto. Esta es la esencia del mensaje de Pablo en
Romanos 11:16:

Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz esta santa, también lo son las ramas.

Esto es muy importante para usted. Al intentar navegar por los mares financieros actuales tan caóticos, volátiles e
inseguros, ¿qué preferiría tener: (a) el cien por ciento de sus ingresos sin ninguna bendición sobre ellos, o (b) el
noventa por ciento de sus ingresos con toda la bendición sobrenatural de Dios sobre ellos? Déjeme decirle que yo
mismo y muchos otros hemos probado ambas maneras, ¡y cada persona que es fiel en el diezmo le dirá que la opción
b es mucho mejor! Una y otra vez he visto la parte redimida del noventa por ciento estirarse mucho milagrosamente,
similar al almuerzo de aquel muchacho que dio de comer a miles de personas después de que Jesús lo bendijo
(Marcos 6:30-44). También he visto en repetidas ocasiones un cien por ciento no redimido terminarse debido a
gastos y reparaciones inesperados casi antes de poder llegar a la cuenta bancaria.
La primera parte es la parte que redime el resto. (Vuelvo a decir que encontrará un examen más profundo de este
poderoso principio espiritual en Una vida de bendición). La primera parte lleva la bendición; por eso no querrá dar
la primer parte a la hipoteca, a la financiera o al proveedor de cable. Esas entidades no tienen ninguna capacidad de
redimir y bendecir sus fondos restantes. Por desgracia, parece que muchos cristianos reverencian a Hacienda y la
empresa hipotecaria más de lo que reverencian a Dios. El principio de poner a Dios primero dice: “Sí, tengo aquí
una pila de facturas, pero voy a darle a Dios primero y a confiar en que Él bendiga el resto de mi ‘montón’ de
ingresos”.
Su Biblia está literalmente saturada de este concepto. Ya lo hemos visto en Proverbios 3:9-10 donde el sabio
Salomón nos aconseja que honremos al Señor con lo primero de todos nuestros frutos. También lo vemos en Génesis
donde Dios aceptó la ofrenda de Abel porque representaba lo primero, pero no la de Caín porque no era lo primero
(Génesis 4). Lo vemos en la conquista israelita de Canaán, cuando Dios declara suya Jericó, la primera ciudad que
conquistaron (Josué 6). Se les mandó solemnemente no tocar nada del botín de esa ciudad cuando cayera. Lo vemos
cuando Dios le pide a Abraham que entregue a Isaac porque era su primogénito (Génesis 22). Pero este principio no
está limitado al Antiguo Testamento.
Lo encontramos en el Sermón del Monte de Jesús. En él, Jesús les dice a sus discípulos: “buscad primeramente el
reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Notemos la situación de la palabra
primeramente. El contexto más amplio de la declaración de Jesús es nuestra necesidad muy real de alimento, vestido
y techo. Aquí, Jesús mismo nos asegura que si ponemos a Dios primero, podemos tener confianza en que Dios se
ocupará de esas necesidades materiales.
Sí, son solo cosas. Pero si usted no pone a Dios primero cuando se trata de meras cosas, eso está revelando un
problema mucho más profundo en su corazón. Es muy posible que el espíritu de Mamón esté atrincherado y
arraigado ahí. Diezmar hará pedazos esa tenaza.
Hay una ilustración maravillosa y gráfica de esta verdad en el Antiguo Testamento, en el primer libro de los
Reyes. ¿Recuerda la historia de Elías y la viuda en 1 Reyes 17?
Durante un periodo de sequía y hambruna en Israel, Elías había estado viviendo en el desierto. Durante un
tiempo experimentó allí una provisión milagrosa. Tenía agua de un arroyo que de algún modo no se había secado, y
cada día unos cuervos le llevaban comida. Finalmente, sin embargo, el arroyo se fue secando, y al mismo tiempo los
cuervos dejaron de llegar. Elías sabía que aquello era una señal de que Dios quería que se reubicara. De hecho, Dios
le dijo a Elías que se fuera a la ciudad de Sarepta, donde había indicado a una viuda allí que le proveyera.
Cuando Elías se acercaba a la puerta de esa ciudad, divisó a una mujer que estaba recogiendo leña. Se preguntó si
sería la viuda que Dios había mencionado, así que le hizo una pequeña prueba a la mujer. Le pidió que le diera un
poco de agua. Recordemos que esto se produce en medio de una grave sequía, de modo que el agua es un bien
precioso. Aún más, la persona que hacía la petición era un desconocido para ella. Sin embargo, ella estuvo de
acuerdo inmediatamente y comenzó a hacer lo que él le pidió, pero cuando se iba, él le hizo una petición adicional.
Estoy parafraseando, pero Elías básicamente dijo: “Ah, ¿y puedes traerme un pedazo de pan también?”.
Ella se gira hacia el profeta y dice: “Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de
harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para
mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir” (1 Reyes 17:12). En otras palabras, le dijo a Elías que
le había interrumpido en el proceso de preparar su última comida para ella y su hijo. Morir de hambre esperaba al
otro lado de esta última cena, sencilla y final.
Esta sombría revelación no pareció inquietar lo más mínimo a Elías. Él respondió: “¡No tengas miedo! Sigue
adelante y haz exactamente lo que acabas de decir, pero primero cocina un poco de pan para mí. Luego, con lo que
te sobre, prepara la comida para ti y tu hijo. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no
escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra” (NTV,
énfasis añadido).
Esta viuda dio un paso de fe y le dio primero al hombre de Dios; y Dios milagrosamente bendijo el resto de su
escasa provisión. ¿Sabe cuánto tiempo pasó hasta que el Señor envió lluvia? ¡Tres años y seis meses! En todo ese
tiempo, la harina no escaseó y el aceite no disminuyó.
¿Por qué? Porque ella le dio a Dios primero.
Métase en sus zapatos (o sandalias), y verá cuán fácil habría sido para ella justificar el decir no a la petición de
Elías. Debió de haber pensado: “¡Elías ha estado en el desierto demasiado tiempo! Apenas tengo suficiente para una
comida más, y sin embargo este bromista quiere que le dé parte a él. Y quiere que le dé a él primero. ¡Elías está
loco!”.
A veces, cuando enseño sobre dar el primer diez por ciento de sus ingresos a Dios, puedo sentir que algunas de
las personas que están sentadas escuchándome, buenas personas, personas que aman a Dios pero no pueden pagar
sus facturas, están pensando precisamente lo mismo de mí. “El pastor Robert debe de estar loco. Ni siquiera puedo
pagar mis facturas o sostener a mi familia, ¿y él quiere que dé el diez por ciento, el primero, al Creador invisible del
universo mediante mi iglesia local?”.
Si eso le describiría a usted, entonces esta historia le plantea una pregunta fascinante. ¿Por qué, en medio de una
sequía y hambruna, enviaría Dios a su profeta a una viuda pobre? ¿No cree que Dios podría haber enviado a Elías a
un hombre rico en Sarepta que podría haber ayudado a Elías con mucha más facilidad y sin apreturas? ¿Por qué
enviarlo a una madre viuda que estaba a punto de morir de hambre?
Creo que hay una razón sencilla y poderosa.

Dios no envió a Elías a la viuda para proveer para Elías; envió a Elías a proveer para la viuda.

Dios no envió a Elías a la viuda para proveer para Elías; envió a Elías a proveer para la viuda.
Repito: diezmar no es para el beneficio de Dios; es para el suyo. Él ya había enviado cuervos para alimentar a
Elías, y ciertamente podría haber seguido haciéndolo. Y efectivamente, podría haber enviado a un ángel del cielo
para hacerle un pastel: el primer Pastel de Ángel (lo siento, no pude resistirme).
Entonces, ¿por qué escoger en cambio una fuente de ayuda tan difícil e ineficiente? Porque allí había una viuda
que necesitaba provisión, que iba a morir. Como ya hemos observado, la terrible situación de viudas y huérfanos
tiene un lugar muy especial en el corazón de Dios. Dios se interesaba tanto por ella que envió a un hombre de Dios
para responder sus oraciones; pero Dios sabía que mucho más que pan o incluso esperanza, esta mujer necesitaba
una relación correcta con Él mismo; por lo tanto, envió a un hombre de Dios que le dijo: “Dame a mí primero. Dale
a Dios primero, y entonces observa lo que les sucede a tus provisiones”. Él envió a alguien a probar la disposición
que ella tenía a poner a Dios primero incluso cuando era doloroso, y notemos, a propósito, que ella era plenamente
consciente de quién era Elías y a quién representaba, tal como se muestra por su respuesta: “vive Jehová tu Dios”.
Ella sabía que él no era un vagabundo al azar que había vagado por el desierto. Fue una verdadera prueba de su fe en
el Dios de Israel.
De nuevo, Dios no envió a Elías a la viuda para proveer para Elías; envió a Elías a la viuda porque se interesaba
por ella. Pero no hay modo alguno de eludir el principio espiritual de las primicias. Para obtener la bendición de la
multiplicación de su diminuta reserva de aceite y harina, ella tenía que tomar parte de eso y darlo a Dios… primero.
Solamente entonces el resto del “montón” podría ser bendecido.
A propósito, no se trataba solamente de finanzas, al igual que sus diezmos no solo afectan su dinero. También se
trata de sus seres queridos. Si sigue leyendo la historia, sabrá que más adelante el hijo de la viuda enferma y muere,
y Elías lo resucita de la muerte. ¿Cree que Dios sabía que su hijo iba a enfermarse? Claro que lo sabía. Él conoce el
futuro. Él envió a Elías allí no solo para proveer para ella, sino también para bendecirla. Ella ya había perdido a su
esposo, y ahora su único hijo, el que se ocuparía de ella en su vejez, estaba a punto de enfermarse y morir; por lo
tanto, Dios envió a un hombre de Dios a su vida.
Sin embargo, toda la bendición y provisión dependían de que ella estuviera dispuesta a respetar el principio de
poner a Dios primero.
¿Y qué de usted?

Deje que le pregunte algo. ¿Y si Dios se presentara ante usted en persona, como se apareció a Abraham y Moisés, y
le dijera: “Si diezmas, si me entregas el primer diez por ciento de tus ingresos, yo haré dos cosas por ti. En primer
lugar, me quedaré a la puerta de tu casa y mantendré alejado al diablo. Lo mantendré alejado de ut matrimonio, lo
mantendré alejado de tus hijos adolescentes, y lo mantendré alejado de tu salud. En segundo lugar, te bendeciré tanto
que realmente tendrás más de lo que ganas actualmente”?
Si Él se apareciera, en toda su gloria, y le prometiera eso cara a cara, ¿le tomaría la palabra y le daría el primer
diez por ciento de sus ingresos? Bueno, Él ha hecho poco menos que precisamente eso. En su Palabra santa e
infalible, Dios dice lo siguiente:

Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los
ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que
sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra
vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos. (Malaquías 3:10-11)

¿No sería usted un necio si no aceptara ese trato? ¿Qué persona en sus cabales diría no a esa oferta? Sin embargo,
millones y millones de creyentes dicen no a eso un mes tras otro.
Querido lector, el hecho de que se haya quedado conmigo hasta tan lejos en este libro revela que verdaderamente
quiere aplicar sabiduría bíblica a sus finanzas y experimentar una vida más allá de toda bendición. Bueno, no hay
ninguna clave más vital o más importante que esta. Dios debe ser primero. Cuando pone a Dios primero en sus
finanzas entregándole a Él el primer diez por ciento de todos sus ingresos, algo notable y significativo sucede en su
corazón.

Cuando pone a Dios primero en sus finanzas entregándole a Él el primer diez por ciento de todos sus
ingresos, algo notable y significativo sucede.

Aún más, al hacerlo, usted activa el principio espiritual de las primicias, abriendo una puerta de acceso a Dios
para que redima, obre, bendiga y multiplique cada área de su vida.
Lo primero es lo primero.
CAPÍTULO 6

HUMILDEMENTE AGRADECIDO, NO LLORONAMENTE DETESTABLE

Por un momento, Andy no estaba seguro de si se había bajado de un Boeing 747 o de un cohete interestelar. Sin
duda, se vio tentado a preguntarse si acababa de aterrizar en un planeta alienígena.
En realidad, Andy, miembro de la Iglesia Gateway por mucho tiempo, acababa de llegar a Luanda, la capital de
Angola, como voluntario con un equipo del ministerio de James Robison, Life Outreach International. Estaban allí
para documentar los esfuerzos continuados de LOI por salvar las vidas de niños desnutridos en una de las naciones
más pobres de la tierra. Tras casi veinticuatro horas seguidas de viaje sin hacer paradas, el grupo se había bajado del
avión, se había metido en un autobús de enlace, y ahora se encontraba en el hotel donde pasarían la noche, antes de
dirigirse a la mañana siguiente a la zona rural de Angola.
No es posible que sea aquí donde vamos a quedarnos, pensó Andy para sí al estar delante del hotel con su bolsa
de lana gruesa en una mano y una mochila sobre su espalda.
Y agravaba el jet lag un ataque desorientador a sus cinco sentidos. Visualmente, la calle parecía sacada de una
película posapocalíptica. Autos abandonados cubiertos por una gruesa capa de tierra marrón estaban alineados en la
calle sin pavimentar y llena de basura. Muchos de los autos y edificios estaban cubiertos de grafiti. Perros flacos,
sarnosos y perdidos vagaban en medio de la basura mientras algunos grupos de hombres angoleños miraban al grupo
y conversaban en un idioma que él no entendía. Pero lo que más le sorprendió fue el olor. Sus ojos vidriosos,
mirando para buscar de dónde provenía, lo identificaron rápidamente. Una zanja de la misma longitud de la calle
directamente enfrente del hotel era una cañería abierta. El hotel mismo se veía igualmente lúgubre.
Andy era un acompañante invitado en este viaje, y no iba a cuestionar nada ni a quejarse. Sabía que no se había
apuntado a ir a un centro vacacional; y finalmente se enteró de que aquel era realmente un hotel bastante caro,
incluso según los estándares estadounidenses. Años de guerra civil y gobierno marxista habían convertido Luanda
en una de las ciudades más caras de la tierra en la cual vivir o visitar. LOI, siempre consciente de la necesidad de ser
frugales con los fondos donados, había gastado el mínimo necesario en las habitaciones de hotel, y sin embargo el
costo de una noche en ese hotel habría conseguido una habitación bonita en un Hyatt o un Hilton en cualquier
ciudad estadounidense importante. Andy se estremeció al pensar cómo sería allí un hotel “barato”.
Al día siguiente, el equipo empacó y se dirigió hacia el sur saliendo de la capital a un punto en el corazón rural
de la nación, una zona que sería su base de operaciones durante la semana siguiente mientras supervisaban lo que los
colaboradores del ministerio estaban haciendo mediante varias clínicas para niños desnutridos. La acampada era
como un picnic comparada con Luanda. Sin embargo, nada podría haber preparado a Andy para lo que se encontró
en esas clínicas. Angola tiene de forma perenne uno de los índices de mortalidad infantil más elevado del mundo, y
las clínicas allí estaban llenas de madres desesperadas que, en muchos casos, habían caminado durante días para
llevar a la clínica a sus niños desgarradoramente débiles. A la conmoción se añadía el hecho de que aquellas madres
con frecuencia esperaban hasta que la situación de sus bebés era crítica antes ni siquiera de comenzar el viaje.
Como resultado, Andy pudo ver el sufrimiento causado por la pobreza y miseria dondequiera que miraba en
aquel lugar. Una fila aparentemente interminable de niños esqueléticos que apenas se aferraban a la vida, y sus
doloridas madres, llenaban cada día. Visitó una aldea tras otra donde no existía el agua potable, y el baño común
para toda la comunidad era simplemente un punto en una zona de tierra con límites marcados con cuerdas. Todo
aquello habría sido estremecedor y desorientador en cualquier momento para cualquier persona que no estuviera
acostumbrada a ver una necesidad desesperada; pero para Andy, el viaje tuvo un impacto doble debido a la batalla
que recientemente se había producido en su corazón cuando estaba en su país.
Andy vivía en un modesto suburbio de clase trabajadora en Fort Worth; tenía una pequeña casa muy bonita en un
barrio tranquilo y amigable; dos autos buenos y fiables que ya estaban pagados por completo; disfrutaba de citas
nocturnas con su esposa en buenos restaurantes un par de veces al mes; y cada tres o cuatro años hacían un bonito
viaje de vacaciones. Sin embargo, llevaba ya algún tiempo en el que había comenzado a tener cada vez más la
sensación de que la vida y Dios le habían devuelto de menos. Un goteo lento pero constante de amargura tóxica se
había estado colando en su corazón, y él ni siquiera era realmente consciente de ello.
El problema es que el barrio de Andy resultaba ser adyacente a dos de los códigos postales de más afluencia en
todo Texas. Aún más, su viaje diario al trabajo le hacía atravesar una de esas comunidades lujosas y le llevaba al
centro de la otra. Su viaje diario le hacía pasar por delante de decenas de barrios cercados y llenos de casas
espectaculares. Al conducir cada día al lado de las enormes casas con jardines muy bien cuidados, se preguntaba:
¿Qué hace esta gente? ¿De dónde sale exactamente todo este dinero?
En el almuerzo cada día, las calles que rodeaban su oficina parecían ser un desfile de automóviles de lujo. No era
solamente que la mayoría de los autos parecían ser de marcas como Mercedes, Lexus, BMW, Jaguar, Porsche y
Audi. Esos eran los tipos “pobres” en esa parte de la ciudad. Cada vez con mayor frecuencia veía también
Lamborghinis, Maseratis y Bentleys. ¡Eran autos que costaban tanto o más que su casa! Con cada día que pasaba,
Andy había comenzado a sentir que su vehículo fiable y común que tenía ya seis años no era otra cosa sino un
anuncio rodante de que a él no le iba tan bien como a todos los demás.
Claramente, él sabía a cierto nivel intelectual que lo que estaba viendo no era el promedio o la normalidad,
incluso en el próspero Estados Unidos. Aun así, inmerso cada día en esa situación, además de la corriente constante
a su teléfono inteligente de anuncios en redes sociales que hacían parecer que las vidas de todo el mundo se veían
divertidas y fabulosas, Andy se había estado sintiendo cada vez más resentido y desgraciado. Había comenzado a
aborrecer su casa, su barrio, su auto… a su esposa.
Quería más. Quería cosas mejores. Sentía que se merecía más y mejor. Sin darse cuenta, Andy se había
convertido lentamente y gradualmente en un conjunto andante de envidia, resentimiento, insatisfacción y
descontento. Casi de modo imperceptible, su vida se había vuelto sombría y sin alegría a medida que comenzó a
dedicar cada vez más tiempo y atención a las maneras en que podría ganar más dinero o, como mínimo, parecer que
ganaba más. En algún lugar del camino había perdido cualquier sensación de gratitud por la larga lista de cosas
buenas que había en su vida, entre las que se incluían una relación estupenda con su esposa; hijos adultos que eran
salvos todos, servían a Dios y les iba bien en la vida; una salud robusta; y un círculo de buenos amigos que lo
amaban y respetaban.
Y entonces de algún modo se encontró en Angola y descubrió que toda su perspectiva de su vida sufría un
inmenso y estremecedor reajuste. De repente, estaba viendo su estilo de vida con unos lentes muy distintos.
El factor decisivo llegó uno de sus últimos días en África. Estaba de pie bajo la sombra de un árbol en los límites
de una aldea diminuta y remota en el corazón del país. En ese momento de tranquilidad divisó a un muchacho joven,
desgarbado y descalzo de unos ocho años de edad que iba galopando a máxima velocidad. El niño tenía un palo de
unos dos pies de largo y lo utilizaba para hacer rodar un armazón viejo y oxidado de una rueda de bicicleta,
haciendo girar el metal delante de él a la vez que corría. Eso es lo que este pobre niño tiene como juguete, pensó,
sintiendo una nueva ráfaga de lástima por las personas de ese lugar. Entonces captó una vislumbre de la cara del
muchacho. Tenía una expresión de puro deleite. Gozo. Libertad.
En ese momento, el Espíritu de Dios habló al corazón de Andy de manera nueva y poderosa. Una oleada de
profundo arrepentimiento lo cubrió como si fuera una ola del océano.
Dios de los cielos, lo siento mucho. ¡Cuán ingrato he sido!
Esa imagen, junto con muchas otras menos felices, se grabaron en la memoria de Andy en esa semana
transformadora. En más de una ocasión en los días después de regresar a su casa, Andy repetía a Dios un voto
solemne: “Señor, no puedo creer cuán estupenda es mi vida. Nunca volveré a quejarme de mis circunstancias.
¡Gracias!”. Poco había cambiado en su vida cotidiana, y sin embargo su disfrute de ella y, lo más importante, su
gozo en su relación con Dios, regresaron a un nivel más alto que nunca antes.
Andy descubrió que hay enorme poder en el sencillo corazón de gratitud. Yo quiero ayudarle a usted a descubrir
también ese poder. Es más importante de lo que puede imaginar. Vamos a profundizar y explicaré por qué.

Hay enorme poder en el sencillo corazón de gratitud.


Una epidemia de ingratitud

Vivimos en tiempos enojados. ¿Lo ha notado? Todo el mundo parece estar al límite. Irritable. Resentido y seco. Y
no es solamente cuando estamos en la autopistas y hay mucho tráfico. Sí, el Internet tiene mucho que ver con eso.
Como nación, nos hemos polarizado como nunca antes, pero es más profundo que eso. Creo que una causa de
nuestro clima actual de enojo es la ingratitud, junto con sus constantes compañeros: envidia, resentimiento y
descontento. La Biblia realmente valida esa idea.

¿De dónde surgen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que luchan
dentro de ustedes mismos? Desean algo y no lo consiguen. Matan y sienten envidia, y no pueden obtener lo
que quieren. Riñen y se hacen la guerra. No tienen, porque no piden. Y, cuando piden, no reciben porque
piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones. (Santiago 4:1-3, NVI)

Cuando permitimos que se desarrolle en nuestro interior un corazón desagradecido, nos encontramos enojados
con todo el mundo y todo lo que nos rodea. La ingratitud por las bendiciones que tenemos nos hace ver las
bendiciones de otros con resentimiento en lugar de estar genuinamente contentos por ellos. Lo que es peor, ese
corazón desagradecido realmente nos aleja de la bondad adicional que Dios quiere traer a nuestras vidas. El
materialismo y el espíritu de Mamón han inundado nuestra cultura, y a medida que lo han hecho, ingratitud,
descontento y enojo han aumentado en consonancia.
Una clave importante para una mayordomía exitosa y una vida de bendición es sencillamente mantener un
corazón agradecido. En otras palabras, sea agradecido por el nivel de vida que Dios ha provisto para usted. Hay
muchos versículos que nos señalan en esa dirección. Por ejemplo, 1 Tesalonicenses 5:18 dice: “Dad gracias en todo,
porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. No se puede ser más claro que eso. La
voluntad de Dios es que mantengamos una postura agradecida en toda circunstancia. El Salmo 100 dice que la
gratitud y la acción de gracias tienen que ser una parte central al acercarnos al trono de Dios:

Sea agradecido por el nivel de vida que Dios ha provisto para usted.

Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre. (v. 4)

El hecho es que siempre tenemos mucho por lo cual estar agradecidos a Dios; sin embargo, no escucharía decir
eso al cristiano estadounidense promedio en la típica iglesia estadounidense. Estamos viviendo mejor que cuatro
quintas partes del mundo y aun así somos desagradecidos por el nivel de vida que Dios ha provisto para nosotros. El
típico estadounidense de clase trabajadora disfruta de un estilo de vida que los reyes medievales de Europa habrían
envidiado. Nunca ha habido una época mejor en el planeta Tierra para estar vivos, y sin embargo, muchos en el
pueblo de Dios viven como Andy antes de que Dios lo sacara de su niebla de ingratitud y descontento en Angola.
Están tan ocupados codiciando lo que otros tienen, y conscientes de lo que ellos no tienen, que pierden de vista
totalmente todo lo que Dios ha hecho por ellos.
Por eso hay tantos que son atraídos hacia un mensaje del “evangelio de la prosperidad” que les asegura que no
solo pueden tener más y mejor de todo, sino que también deberían tener más y mejor de todo. Ahora bien, no me
malentienda. No hay nada de malo en tener una casa más bonita o conducir un buen auto. Ya hemos visto el
inconveniente que es la mentalidad de pobreza para los mayordomos fieles. Dios recompensa a los buenos
mayordomos con más para administrar. Lo que quiero decir es que un corazón hacia una mayordomía fiel comienza
estando agradecidos genuinamente por el estilo de vida y el nivel de vida que tenemos ahora.
Cierre la puerta

Por favor, entienda: la ingratitud crónica abre la puerta a todo tipo de maldad en su vida. Esta es una verdad muy
importante. La ingratitud hacia Dios literalmente abre una puerta al enemigo en su vida, mediante la cual él puede
traer toda una letanía de cosas malas.

La ingratitud crónica abre la puerta a todo tipo de maldad en su vida.

¿Le gustaría ver evidencia bíblica para eso? La encontrará en el primer capítulo de Romanos, donde Pablo
escribe:

Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se
envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron
necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves,
de cuadrúpedos y de reptiles.
Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo
que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y
dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. (Romanos 1:21-25,
énfasis añadido)

Pablo está hablando sobre un grupo de personas que comenzaron simplemente a ser desagradecidas hacia Dios y
a negarse a reconocerlo a Él en su bondad. Pero la imagen que dibuja Pablo es de una firme espiral descendente
desde ahí. Por ejemplo, cuando dice: “y su necio corazón fue entenebrecido”, quiere decir que avanzaron hacia un
gran engaño. Este engaño condujo a idolatría manifiesta y, si leemos el resto del capítulo, incluso a más depravación
y a una lista prácticamente de todo tipo imaginable de impiedad y maldad. Sin embargo, todo comenzó con la clara
y vieja ingratitud.
La ingratitud a Dios está también en otra lista de cosas horribles, creada por Pablo en su carta a Timoteo. En 2
Timoteo 3:1-5, Pablo escribe:

También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres
amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos,
impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno,
traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de
piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita. (énfasis añadido)

Voy a decirlo otra vez: la ingratitud abre la puerta a todo tipo de maldad en nuestras vidas. Cuando permitimos
que el enemigo comience a dirigirnos sutilmente, gradualmente e insidiosamente hacia un lugar donde no estamos
agradecidos por lo que Dios ha provisto, estamos en un lugar vulnerable.
Asignar la culpa donde pertenece

Tenemos una oportunidad tentadora de caer en la ingratitud siempre que sentimos que nuestras necesidades no están
siendo satisfechas. Si los gastos de una persona son regularmente mayores que sus ingresos, es engañosamente fácil
comenzar a señalar con un dedo acusador a Dios. Lo sé porque yo he estado en ese lugar.
Todo el tiempo hablo a cristianos que claramente se sienten confusos, heridos, descuidados o incluso
traicionados porque creen que Dios no está cumpliendo su compromiso de proveer para ellos. Señalan las palabras
de Jesús en Mateo 6 donde Él les dice a sus discípulos: “Así que no se preocupen diciendo: ‘¿Qué comeremos?’ o
‘¿Qué beberemos?’ o ‘¿Con qué nos vestiremos?’ Los paganos andan tras todas estas cosas, pero el Padre celestial
sabe que ustedes las necesitan” (vv. 31-32). Miran lo que les falta cada mes y llegan a la conclusión de que Dios no
está cumpliendo su parte. Esa es realmente la sensación que tienen.
Puede ser muy difícil ver y aceptar el hecho, pero la raíz del problema en esas situaciones no es el nivel de
provisión de Dios; es nuestro mal manejo de lo que Él ha provisto. Manejamos mal los fondos que Dios nos dio, y
entonces nos enojamos con Él por no cubrir y compensar nuestra mala administración.
¿Cómo sé eso? Porque hace años atrás yo estaba en esa misma situación. Estaba metido en la deuda
profundamente y no podía pagar mis facturas. Recuerdo claramente que dije: “Dios, no lo entiendo. Veo que
provees para otros, pero no estás proveyendo para mí. Mira esto. ¡No puedo pagar mis facturas!”. ¿Le gustaría saber
lo que nuestro Dios me dijo con bondad y paciencia como respuesta? Él dijo: “Robert, yo no soy responsable de
facturas que yo no te dije que tuvieras. No soy responsable de deudas en las que yo no te dije que te metieras. Tú
firmaste esa nota sin hablar conmigo al respecto. Yo no puse mi firma”.
No es que Dios no estuviera dispuesto a ayudarnos a Debbie y a mí a poner en orden nuestras finanzas. Su punto
era que Él no iba a bendecir lo que yo hiciera por mi cuenta; Él no iba a cubrir mi necedad con sus recursos. Yo
había pedido a Dios que financiara y facilitara mi plan. Dios estaba diciendo: “Da los pasos difíciles necesarios para
vivir dentro de los límites de los ingresos que te estoy proveyendo ahora, y entonces observa lo que yo hago”.

Cuando fijamos nuestros corazones en ser agradecidos y estar contentos con lo que teníamos, en lugar
de comprar todo lo que deseaban nuestros corazones, la atmósfera en nuestro hogar y nuestro
matrimonio mejoró inmediatamente.

Eso es precisamente lo que hicimos. Desde luego, no entramos en esa situación difícil de la noche a la mañana y
tampoco salimos de ella de un día para otro. Debbie y yo necesitamos varios años para poner en orden nuestras
finanzas después de comenzar a aplicar los principios que estoy describiendo en este libro. Deje que le diga lo que sí
sucedió de la noche a la mañana, sin embargo. Paz y gozo inundaron otra vez nuestro hogar. Cuando fijamos
nuestros corazones en ser agradecidos y estar contentos con lo que teníamos, en lugar de comprar todo lo que
deseaban nuestros corazones, la atmósfera en nuestro hogar y nuestro matrimonio mejoró inmediatamente.
Como dije, nos tomó un tiempo salir del caos en el que estábamos metidos, pues debíamos mucho dinero. Si
usted está en un caos, también le tomará algún tiempo salir, pero no tiene que esperar para experimentar el gozo y la
paz que llegan al ser agradecidos.
Tome su medicina

Cuando Debbie y yo finalmente nos pusimos en serio sobre darle a Dios el control completo de nuestras finanzas,
una de las cosas que Dios me dijo fue: “Tienes que eliminar el gran pago mensual de tu auto. Deja de financiar cosas
que no puedes permitirte”.
Esa instrucción no era poca cosa. Ahora me avergüenza contarlo, pero en ese tiempo soportábamos un pago
mensual del auto ¡mayor que nuestro pago mensual de la casa! Así es: pagábamos más por un auto que se
depreciaba rápidamente cada mes que para mantener un tejado sobre nuestras cabezas. Al mirar atrás ahora me
parece ridículo, pero sin embargo es cierto. ¿Cómo pudo suceder eso? Yo lo justificaba, así sucedió. Mi carne quería
tener ese auto nuevo resplandeciente, de modo que mi mente encontró un modo de considerar que la decisión era
una idea estupenda (sea sincero, ¡usted también lo hace!). Nuestra mente carnal tiene una capacidad asombrosa para
justificar que comprarnos cosas que realmente queremos es bueno, piadoso y prudente.
Yo lo había comprado suponiendo que Dios lo respaldaría y permitiría mi mala administración aumentando
nuestros ingresos lo bastante para que todo funcionara económicamente. Él no lo hizo. En cambio, cuando comencé
a escucharlo a Él con un corazón humilde y abierto, me dijo: “Vende ese auto”.
Dios no parecía ser consciente de las realidades de la depreciación del auto, así que yo de buena gana me ofrecí
voluntario para hacérselo saber. “Dios, debo más dinero por ese auto del que puedo conseguir por venderlo. ¡Estoy
al revés!”. Le oí decir como respuesta: “Sí, hijo, ahora estás más al revés de lo que crees”. Fue difícil de oír, pero era
cierto. Yo tenía muchas cosas al revés en lo que respectaba al manejo que hacía de nuestras finanzas.
“Señor, si lo vendo perderé dinero”, persistí. Al mirar atrás ahora, qué línea de argumento tan irónica era esa. Yo
estaba diciendo básicamente que sería una mala decisión financiera vender el auto perdiendo dinero. El tipo que de
buena gana había firmado para hacer un pago por el auto mayor que el pago por su casa y que ahora no podía pagar
sus facturas, se resistía a una instrucción del Dios del universo porque no sería económicamente prudente o sabia.
¡Ah, qué Padre tan paciente tenemos!
No estoy seguro de lo que esperaba que Dios dijera como respuesta a mi pobre protesta. Quizá algo como: “Ah,
¿perderás dinero con la venta? ¡Vaya, no sabía eso! Bueno, por todos los medios entonces, quédate con el auto. ¡No
querría que tuvieras pérdidas!”. No es sorprendente que eso no fuera lo que Él dijo. Su respuesta amorosa pero firme
fue: “Pon tus finanzas en orden, hijo”.
Así que vendimos el auto. Como yo había anticipado, seguíamos debiendo varios cientos de dólares a la
compañía financiera después de la venta; sin embargo, de algún modo nos las habíamos arreglado para poder reunir
unos pocos ahorros en ese periodo, y utilizamos una parte para terminar de pagar lo que quedaba del auto, y nos
quedaban precisamente 750 dólares. “¿Y ahora qué, Señor?”, preguntamos. “Necesitamos un auto. ¿Son estos 750
dólares una entrada para un auto menos caro?”. Su respuesta me dejó asombrado. Él dijo: “No, quiero que paguen en
efectivo. Usen los 750 dólares para comprar un auto”. En ese punto, Debbie y yo estábamos totalmente
comprometidos a seguir a Dios en nuestras finanzas, de modo que dimos un profundo suspiro y dijimos: “Bien,
Señor. Ayúdanos a encontrar el auto de 750 dólares que quieres que tengamos”.
No nos sorprendió que no hubiera mucho entre los que escoger. Me sentí impulsado por el Señor a decirle a un
amigo mío lo que estábamos intentando hacer para ser obedientes a Dios en nuestras finanzas, y él recordó que tenía
un amigo con una vieja camioneta estacionada en su garaje llenándose de polvo y había hablado de la posibilidad de
venderla en algún momento. Lo llamó y preguntó si la vendería por 750 dólares, y después de pensarlo un poco,
estuvo de acuerdo.
Nos encontramos siendo los agradecidos dueños de una camioneta Ford de 1973 que tenía 134 000 millas (215
000 kilómetros). Si ha leído mi libro anterior, Una vida de bendición, puede que recuerde que en los primeros
párrafos del primer capítulo relaté una historia sobre llegar a una pequeña gasolinera en una camioneta “muy
experimentada”. Bueno, este era el vehículo. Y puedo decir sinceramente que nos encantaba ese auto. No había
mucho que ver, y sin duda no impresionaba a nadie (como si impresionar a la gente importara algo en el ámbito
eterno de las cosas). Sin embargo, cada vez que íbamos en ella sentíamos mucha paz y gozo. Esas emociones
positivas surgían de una combinación de saber que éramos sus dueños legítimos y, más importante, y que habíamos
obedecido a Dios al comprarla. Cada vez que nos subíamos, dábamos gracias a Dios por ella. Nos encantaba.
Orábamos por ella, ¡y la ungíamos con aceite (casi más de un litro por semana)!
Nos regocijábamos porque sabíamos que nos habíamos situado en una posición para que Dios comenzara a
bendecirnos; pero el auto tan solo era parte de un compromiso más amplio con la mayordomía. Decidimos que no
compraríamos nada que no fuera absolutamente necesario hasta que ya no tuviéramos deudas. Eso significaba que
no íbamos al cine, no salíamos a comer fuera, buscábamos las ofertas al hacer la compra y usábamos cupones para
las necesidades. Orábamos por cada gasto importante. En otras palabras, lo hicimos en serio.

Cuando usted se pone verdaderamente en serio con respecto a poner en orden sus finanzas, Dios se pone
en serio con respecto a ayudarle.

Cuando usted se pone verdaderamente en serio con respecto a poner en orden sus finanzas, Dios se pone en serio
con respecto a ayudarle. Su gracia y poder capacitadores fluyen en dirección a usted. Recuerdo claramente un
pequeño ejemplo de esta verdad que experimentamos en ese periodo.
Nuestro secador de cabello se estropeó. Recordemos que habíamos hecho un voto solemne de comprar tan solo
necesidades absolutas. Bueno, como entenderán todas las mujeres y muchos hombres, Debbie incluía tener un
secador de cabello que funcionara en la categoría de “necesidad”. Yo no estaba en desacuerdo, pues también lo
utilizaba. Pero dije: “Cariño, estoy contigo; pero antes vamos a orar”. Cuando le pregunté a Dios al respecto,
escuché claramente al Señor decir: “Espera un día”. Eso fue todo. Ningún desarrollo ni explicación. Solamente
“Espera un día”. Así que le dije a Debbie lo que creía que el Señor había dicho. Mi dulce esposa, que siempre ha
confiado en mi capacidad de escuchar la voz del Señor, dijo: “¡Está bien!”. Eso fue un sábado.
A la mañana siguiente nos levantamos y fuimos a la iglesia. Por razones obvias, no creo que ninguno de nosotros
se lavó el cabello esa mañana antes de prepararnos. En la iglesia, una señora a la que ninguno de los dos recordaba
haber conocido antes se acercó a nosotros y dijo: “Perdón, ayer estuve en Walmart y, mientras estaba allí, sentí que
el Señor me indicaba que les comprara un secador de cabello. Espero haber acertado”. ¡Desde luego que acertó!
Fue algo pequeño, pero nos dijo muchísimo sobre la disposición y capacidad de Dios para corresponder a nuestra
obediencia con su poder y amor. Realmente quiero que usted entienda lo que estoy a punto de decir. En Una vida de
bendición di numerosos ejemplos de cómo Dios nos bendice sobrenaturalmente cuando nos convertimos en dadores
generosos. Lo que estoy a punto de decir es la verdad central que quiero que usted se lleve de este libro. Cuando
comenzamos a poner en orden nuestras finanzas, ¡Dios nos bendice de modo sobrenatural! Es algo más que números
en el presupuesto que se suman matemáticamente. ¡Dios comienza a bendecir nuestros “panes y peces” como hizo
Jesús cuando alimentó a las multitudes! ¡Por favor, no pase esto por alto! ¡Dios bendice la buena mayordomía del
mismo modo que bendice el dar con generosidad!
Cultive un corazón agradecido

Querido lector, sé la desgracia por la que pasa cuando sus finanzas están fuera de control. Yo he estado ahí. Puede
aplastarle bajo un peso de presión implacable y desalentador, y por eso es tan importante cultivar y mantener un
corazón de gratitud por lo que tiene ahora. ¿Cómo se hace eso?
Una de las cosas más poderosa que puede hacer cuando está desalentado, deprimido o bajo ataque es comenzar
sencillamente a dar gracias a Dios por lo que tiene en su vida. Nunca hay un momento en el cual un creyente no
tenga mucho por lo cual estar agradecido. Relaciones. Salud. Trabajo significativo. Un nivel de vida que la mayoría
de las personas en el mundo considerarían de lujo y opulencia. Y desde luego, el privilegio maravillosamente
abrumador de ser un hijo o hija de Dios que tiene esperándole en el futuro una eternidad en el cielo.

Nunca hay un momento en el cual un creyente no tenga mucho por lo cual estar agradecido.

No tiene que viajar hasta las aldeas más pobres de un país del tercer mundo para reajustar su nivel de
contentamiento. Comience a dar gracias a Dios ahora por el nivel de vida que Él ha provisto para usted. El
descontento le llevará a tomar decisiones financieras necias; gastará dinero que no tiene para comprar cosas que no
necesita.
En el interior de todo mayordomo fiel late un corazón de gratitud.
CAPÍTULO 7

CORAZÓN FELIZ, HOGAR FELIZ

Mientras los dos tenían treinta y tantos años, Jorge y Carla habían comenzado la vida matrimonial como lo hacen la
mayoría de las parejas: locamente enamorados y llenos de esperanza. También la habían comenzado metidos
profundamente en deudas.
Los préstamos de estudios formaban la mayoría de la carga de deuda, aunque no toda, que los dos habían
aportado a su unión. Ambos habían utilizado préstamos para financiar sus estudios de grado, y habían hecho lo
mismo para obtener estudios de posgrado. De hecho, fue en la escuela donde se conocieron. Cuando terminaron los
estudios, los dos se habían recompensado por sus años de duro trabajo y abnegación comprando autos bonitos. Los
dos también habían acumulado deudas por las tarjetas de crédito. Y la devolución de préstamos de estudios
acaparaba una gran parte de sus ganancias individuales.
Una vez casados, la pareja soportaba una asombrosa deuda combinada de más de 400 000 dólares con unos
ingresos totales en el hogar de menos de 100 000 dólares. Desde luego, dos personas pueden vivir más barato que
una, pero no tan barato. Como resultado, Jorge y Carla se encontraron rápidamente con la implacable presión
financiera que aplastaba la alegría de sus vidas y la paz de su hogar recién establecido. Los que deberían haber sido
algunos de los años más descuidados y emocionantes de su vida juntos se convirtieron en una desalentadora batalla
perdedora para manejar obligaciones. Habían querido viajar antes de que llegaran los hijos, pero la presión
financiera no solo había sacado del cuadro los viajes sino también la posibilidad de tener un bebé.
Sus sueños de comprar una casa y comenzar una familia parecían lejos de su alcance y sin esperanza. Aún más,
la tensión constante estaba pasando factura a su relación. Cuando eran novios nunca discutían, pero pronto parecía
que no hacían otra cosa sino pelearse. Y a menudo esas discusiones eran de manera directa o indirecta por dinero.
En el lado positivo, compartían una fe común y valores comunes. Eran creyentes y ambos deseaban diezmar y
ser generosos con otros. Se aseguraron de hacer lo primero, pero no había dinero disponible para hacer lo segundo.
Representaban un caso de libro de texto, la razón por la que escribí este libro. Deseaban vivir un estilo de vida de
generosidad, pero los errores en la administración del dinero, pasados y presentes, hacían que eso fuera imposible. Y
el fruto venenoso de esos errores había vuelto tóxicos su hogar y su relación.
Desgracia por la mala gestión

Todo ser humano en esta tierra nace quebrantado, con defectos, con una naturaleza de pecado egoísta y con
necesidad desesperada de redención. Como resultado, cada matrimonio es un ejercicio de lograr que dos de esas
personas vivan juntas en armonía durante el resto de sus vidas. Quizá no es una gran sorpresa que el matrimonio no
sea lo más fácil del mundo de hacer exitosamente. Las relaciones no necesitan más presión de la que pone sobre
ellas este mundo caído (y nuestras naturalezas caídas); sin embargo, la mala mayordomía suma a esa presión de
maneras diversas e importantes.
Según mi experiencia, la mala gestión de las finanzas causa más problemas matrimoniales que cualquier otra
causa. Sé que esto discurre contrariamente a parte de la sabiduría convencional sobre el matrimonio. He visto
estudios en el pasado que indicaban que los problemas de comunicación eran realmente la principal fuente de
problemas en el hogar, pero creo que esos estudios enmascaran en muchos casos la raíz del problema. Gran parte de
una comunicación rota, enojada, dañina y acusatoria en el matrimonio surge del estrés de la presión financiera.
Sí, la mala gestión de las finanzas causa problemas relacionales, pero también cobra una inmensa factura en otras
áreas. Por ejemplo, el mismo estrés que envenena la comunicación en el hogar puede causar multitud de problemas
físicos; y esos problemas físicos resultan en gastos médicos adicionales e ingresos perdidos por perder días de
trabajo: un doble revés.
Para algunos, como Jorge y Carla, son los préstamos universitarios los que inician la espiral ascendente de
presión financiera y desgracia. Para muchos otros, proviene de una fuente diferente: un engaño insidioso y retorcido
que está generalizado en nuestra cultura. De hecho, es una de las mentiras más exitosas del espíritu de Mamón.
La mentira seductora

Hace años atrás prediqué una serie de sermones titulada “Los Diez Mandamientos financieros”. El segundo en esta
serie fue “No intentarás adquirir felicidad mediante cosas materiales”. Era un paralelismo financiero con el segundo
mandamiento que Dios entregó por medio de Moisés: “No te harás imagen” (Éxodo 20:4). Ambos mandamientos (el
mío y el que recibió Moisés) hablan sobre idolatría. Dios está diciendo: “No mires nada en esta tierra en busca de la
felicidad. No mires nada en esta tierra en busca de satisfacción”.
La mentira más eficaz y seductora del espíritu de Mamón es que más dinero o más cosas nos harán felices.
Cuando usted compra (literalmente) ese engaño, comienza a adquirir cosas que no puede permitirse en una búsqueda
interminable de alcanzar la zanahoria que cuelga del extremo del palo que está delante de su nariz. Sigue siempre y
para siempre tentadoramente fuera de su alcance. Aborrezco todo lo que tengo en mi armario. Si tuviéramos una
casa más grande en un barrio mejor, estaría contento. Si tuviera un auto más nuevo, estaría satisfecho. Y aquí está
la mentira más grande y más desastrosa de todas: Si tuviera otro cónyuge, sería feliz.

La mentira más eficaz y seductora del espíritu de Mamón es que más dinero o más cosas nos harán
felices.

Es una mentira. Cuando esos deseos son alcanzados, regresa rápidamente la misma y vieja insatisfacción tan
familiar. Parte de la trampa es que a pesar de cuál sea el nivel de acumulación de cosas que usted alcance, mira a su
alrededor y ve a personas que tienen más o mejor. Como destaqué al principio de este libro, muchas personas muy
ricas son profundamente desgraciadas. Y algunas personas con posibilidades muy modestas viven con
contentamiento y gran gozo. Mi punto es que lo que determina la felicidad no es la presencia o ausencia de
posesiones materiales o riqueza. Pero pensar que lo es, es una forma de idolatría; y la idolatría conduce siempre a la
catástrofe.
Personas tanto ricas como pobres caen en esta trampa. Mamón es un destructor por igual.
Con frecuencia, cuando los cristianos están bajo la influencia de esta forma de engaño, intentarán santificar sus
deseos orando y pidiendo a Dios que les dé el objeto de su deseo. Incluso usarán el nombre de Jesús como cierto tipo
de frase mística y mágica. Para ser sincero, yo considero eso como nada más que la versión en la era de la Iglesia de
“tomar el nombre del Señor en vano”, precisamente lo que Dios prohíbe en el tercer mandamiento.
¿Cuántas veces ha puesto usted su corazón en una cosa material tan completamente que se convirtió en un
enfoque central en su vida? Sé que yo lo he hecho; y he visto a otros hacer eso mismo. El deseo es una cosa
poderosa; realmente, es algo más poderoso que el mero deseo, es lujuria. La lujuria o deseos de la carne, los deseos
de los ojos, y la vanagloria de la vida (1 Juan 2:16).
Esta fuerza tiene tanto poder para afectar su conducta, que algunas personas en los campos de las ventas
profesionales, el mercadeo multinivel, y la motivación al éxito han aprendido a utilizar este fenómeno para lograr
que personas alcancen elevados niveles de logro. Algunos entrenadores, patrocinadores y gerentes de ventas
alentarán a alguien a formar una obsesión con una posesión material, quizá un auto de sus sueños, un barco o una
casa de vacaciones, a fin de mantenerlo enfocado, motivado e ignorando el rechazo. Enseñan a las personas a
identificar una cosa que quieren desesperadamente y después a tenerla delante de ellos en todo momento. Digamos
que usted siempre pensó que sería bonito tener un yate de lujo. Entonces puso fotografías de ese tipo de yate en el
espejo de su baño, en la puerta del refrigerador y en su espacio de trabajo. Comenzó a suscribirse a revistas de yates
y a ver videos en el Internet que presentan todos los modelos más nuevos y sus características.
Esos motivadores profesionales saben que mientras más se enfoque usted en esa cosa que quiere, más aumentará
el deseo de tenerla; y más reordenará su vida y sus prioridades para conseguirla. No pasará mucho tiempo hasta que
esté convencido de que se siente desgraciado sin ella y que nunca será feliz a menos que la consiga. Desde luego, si
llega a conseguirla, habrá un breve periodo de euforia seguido por una comprensión terrible y aplastante. Cuando se
va apagando la ráfaga inicial de emoción, usted sigue siendo… usted. Lo que es peor, esa cosa nueva de repente le
plantea toda una nueva lista de necesidades y deseos no satisfechos que usted ni siquiera sabía que existía. La
felicidad siempre está fuera de su alcance. No es extraño que sea muy común que las personas muy ricas batallen
con la depresión y tendencias suicidas.
Esta dinámica no solo hace su efecto para cosas grandes y deseos inmensos. De hecho, es incluso más insidiosa y
común con cosas más rutinarias. Usted decide que necesita realmente una barbacoa nueva. No está en el
presupuesto, pero mientras más lo piensa, más fuerte es la sensación de que la necesita. Pronto parece que de repente
ve por todas partes anuncios de barbacoas, y al final se sale de su presupuesto al comprar una. Quizá incluso utiliza
una tarjeta de crédito para adquirirla. Ahora, esa nueva y brillante barbacoa está en su jardín y usted piensa en invitar
a amigos para estrenarla. De repente, aborrece sus viejos muebles de jardín; por lo tanto, poco tiempo después está
de camino un nuevo conjunto de muebles de exterior. Lo cual después conduce a darse cuenta de que a la familia
realmente le gustaría salir más al jardín si tuvieran una piscina. De hecho, usted necesita una piscina. Y la lista
continúa.
El sabio rey Salomón nos advirtió sobre este ciclo. Él escribió: “El sepulcro, la muerte y los ojos del hombre
jamás se dan por satisfechos” (Proverbios 27:20, NVI). Este es el deseo de los ojos que mencioné anteriormente.
Esto puede parecer duro, pero debo ser muy claro y directo con usted en este punto. Nunca pondrá en orden sus
finanzas hasta que rompa la tenaza del espíritu de Mamón. Eso significa aprender a reconocer el deseo de los ojos
cuando surge en su alma. Solamente entonces dejará de comprar por impulso y tomar necias decisiones de gasto.
Solamente entonces romperá el ciclo, como dice la frase, de gastar dinero que no tiene para comprar cosas que no
necesita para impresionar a personas que no le caen bien.
Un estudio de una consultora nacional de mercadeo reveló que hasta el veinte por ciento del promedio de
facturas de compras en supermercados de un hogar proviene de productos que fueron adquiridos por impulso.1
¡Tanto como el veinte por ciento! ¡Y eso solamente en el supermercado! Ese mismo reporte destacaba:

El viejo dicho es que el dinero no puede comprar la felicidad, pero eso es lo que la promesa de una compra
por impulso dice que proporcionará. Hasta cierto punto es cierto, porque es una buena sensación agarrar algo
que está de oferta. Incluso podríamos hablar de la increíble oferta que encontramos y lo estupenda que era. El
resultado final, sin embargo, es que hay montones de cosas inútiles en el garaje y dinero malgastado que
podría haberse gastado en algo más útil.2

La capacidad de demorar la gratificación (esperar por algo que realmente queremos) es una de las habilidades
más poco comunes y más poderosas en nuestra cultura. Cuando siente un fuerte deseo de comprar algo, si se niega a
actuar según ese deseo y simplemente espera y ora, la mayoría de las veces el deseo pasará. ¡Es asombroso! Los
deseos más intensos pueden evaporarse como el rocío. En la noche podemos estar convencidos de que nunca
estaremos completos hasta que consigamos tal o cual cosa. Después, bajo el frescor y la luz tenue de la mañana
miramos eso mismo y pensamos: “¿Por qué me emocionaba tanto eso? Puedo tomarlo o dejarlo”.

La capacidad de demorar la gratificación (esperar por algo que realmente queremos) es una de las
habilidades más poco comunes y más poderosas en nuestra cultura.

Esa es precisamente la razón por la cual los vendedores harán todo lo posible para conseguir que usted actúe
ahora. Saben mejor que nadie que si usted espera, hay una buena probabilidad de que nunca lo compre. Por un buen
motivo tenemos en nuestro lenguaje común el término remordimiento del comprador.
A propósito, tener un presupuesto y seguirlo estrictamente es una herramienta importante para batallar contra la
compra por impulso. Profundizaremos en los detalles del poder de un presupuesto en un capítulo posterior; por
ahora, es vital que entienda la dinámica espiritual que sustenta el gasto sin control. Es esencial que no caiga en la
mentira más antigua de la tierra, es decir, que el logro de cualquier cosa terrenal puede darle felicidad.
En el relato del Éxodo de los israelitas en el desierto descubrimos a Dios proveyendo maná milagrosamente cada
mañana. ¡Imagine estar en un desierto y a la vez que le traigan el desayuno a la puerta de su casa cada mañana! Pero
finalmente, el pueblo comenzó a murmurar y quejarse por esa provisión. Al final designaron un comité para acudir a
Moisés y demandar más variedad. “Queremos comer carne”, dijeron. Por lo tanto, Dios también proveyó codornices
milagrosamente. Las aves volaban directamente hasta el campamento y se ofrecían. La Biblia nos dice que “aún
estaba la carne entre los dientes de ellos” cuando el Señor se enojó con ellos debido a sus “deseos” constantes
(Números 11:33). ¿Por qué? Porque nada en esta tierra puede satisfacernos. Solamente Dios mismo puede hacerlo.
Tenemos una pequeña broma en nuestra casa que proviene de cuando nuestros hijos eran adolescentes. Uno de
nuestros hijos tenía su mirada puesta en cierta ropa bastante cara que él tenía que tener. Era implacable en su
presión. Este esfuerzo por comprar culminó cuando acudió a Debbie y a mí y declaró: “Si me compran esto, prometo
que nunca más les pediré nada durante el resto de mi vida”. Desde luego, conociendo la naturaleza humana, y en
particular la naturaleza humana adolescente, yo sabía que eso representaba una promesa que él no podía cumplir.
Pero sintiendo que era una oportunidad de aprendizaje, le pregunté si hacía realmente en serio esa promesa. Pensé en
redactar un acuerdo escrito y que él lo firmara; pero en cambio, después de que Debbie y yo oramos sobre la
decisión de gasto, le respondimos: “Bien, basándonos en tu promesa, vamos a comprarte la ropa; sin embargo,
vamos a esperar dos meses antes de hacer la compra”. Nuestro razonamiento no explícito era que, conociendo los
intereses volátiles y siempre cambiantes del típico adolescente, queríamos ver si él seguiría estando tan interesado
después como lo estaba en ese momento. Cuando le dimos la noticia, él estaba eufórico y, en medio de la ráfaga de
emoción dijo: “¡Increíble! He estado pensando que si lo comprábamos, también necesitaremos un x, un y, ¡y
probablemente una z también!”. No recuerdo exactamente qué eran x, y y z, pero era ropa adicional que era necesaria
para maximizar el disfrute del objeto original y bastante caro. Al instante comenzamos a reír porque ese era el
muchacho que acababa de prometer que nunca pediría ninguna otra cosa mientras viviera. Sin embargo, antes de
tener en sus manos su posesión suprema, ya había creado una lista de cosas nuevas que adquirir.
Con esto no estoy señalando a mi hijo. Mi punto es que todos somos así. Nos convencemos a nosotros mismos de
que la siguiente adquisición es la que nos dará satisfacción. Y nunca es así. Es una mentira del enemigo.
Enseñe bien a sus hijos

Es vital que entendamos que si queremos tener paz en nuestros hogares y nuestros matrimonios, antes debemos
aceptar en nuestros corazones que las cosas no tienen capacidad para hacernos felices. Es igualmente vital que los
padres entiendan que son ejemplos a seguir de los valores y hábitos que sus hijos absorberán y repetirán.
Es aleccionador pensar en eso como padre o madre, pero el modo en que usted considera y maneja el dinero, y el
lugar que da a las posesiones materiales en su corazón, será transmitido a sus hijos. El viejo dicho es cierto: no es lo
que decimos lo que ellos absorben. Es lo que hacemos. Usted está modelando, tanto con sus actitudes como con sus
acciones, el modo de relacionarse con la riqueza y las posesiones.
Mi firme aliento es que nunca le enseñe a su familia, mediante palabras o acciones, que tener y gastar dinero es la
respuesta a los problemas, pues no lo es. También exhorto a los padres a no decirles a sus hijos que no pueden tener
algo porque “no nos lo podemos permitir”. El mensaje “no nos lo podemos permitir” envía a los hijos la siguiente
idea: “Si tuviéramos más dinero, entonces podríamos tenerlo”. Los niños interiorizan eso como: “el dinero da
felicidad”. Muchas personas que son adictas al trabajo o adictas al gasto comenzaron siendo un niño que hizo una
promesa solemne en su interior expresando lo siguiente: “Cuando sea mayor, siempre voy a tener dinero para así
poder tener todo lo que quiera”.

Nunca le enseñe a su familia, mediante palabras o acciones, que tener y gastar dinero es la respuesta a
los problemas.

En cambio, necesitamos ser intencionales con respecto a enseñar a nuestros hijos a valorar lo que Dios valora. ¿Y
qué es eso? Dios valora a las personas. Las cosas materiales se desgastan y perecen, pero las almas son eternas. Eso
significa amor, relaciones, servicio, lealtad y misericordia: estas son las cosas verdaderamente preciosas ante los
ojos de Dios.
Enseñe a sus hijos el significado que está detrás de la declaración de Jesús: “no pueden servir a Dios y a
Mamón”. Como hemos visto, Mamón da falsas promesas de identidad, importancia, independencia, poder y libertad.
Por lo tanto, de cualquier manera que sea apropiada para su edad y capacidad de entender, enseñe a sus hijos que
esas cosas solamente pueden provenir de una relación personal con Dios.
Todo en nuestra cultura popular impulsada por la comunicación (películas, música, publicidad, redes sociales)
refuerza la mentira de Mamón de que las posesiones proporcionan felicidad. Pero si es usted padre o madre, es la
voz más importante en las vidas de sus hijos. Por eso es tan importante que no envíe inconscientemente a sus hijos el
mensaje de que la respuesta a cada problema es más dinero. Jesús nunca ofreció el dinero como una respuesta para
el problema de una persona. Nunca nadie se acercó a Jesús con una necesidad y lo oyó decir: “¿Sabes lo que
necesitas? Necesitas más dinero”.
Desde luego, no se puede impartir lo que uno mismo no tiene. Por eso es tan importante que permita al Espíritu
de Dios hacer una obra en su corazón y darle una comprensión adecuada de cuál es el lugar y el papel del dinero.
Felices para siempre

¿Recuerda a Jorge y Carla, de quienes hablamos al principio de este capítulo? Tiene que conocer el resto de su
historia. Ahogados en deudas y cansados de que todo el gozo, paz y esperanza para el futuro se alejaran de su hogar
debido a la presión financiera, se pusieron de acuerdo entre ellos y con Dios con respecto a ser libres.
Comenzando en unidad, comenzaron con uno de los excelentes libros de mi amigo Dave Ramsey, el cual les
presentó una estrategia para atacar la montaña de deuda que representaba el principal obstáculo que tenían ante ellos.
(A propósito, la de Dave es una de varias organizaciones que proporcionan herramientas estupendas para ayudar en
esta área. De hecho, su organización también ofrece mi libro anterior, Una vida de bendición, en su página web).
Su situación extrema requería austeridad extrema. A la vez que poniendo a Dios primero mediante el diezmo,
recortaron sus gastos mensuales dejándolos en lo más básico y dedicando estratégicamente cada moneda sobrante a
recortar esa deuda. Algunas personas se quejan de que intentar vivir dentro de un presupuesto sofoca su creatividad.
Yo no entiendo esa queja. Vivir según un presupuesto nos fuerza a ser más creativos. Y si se enfoca con la actitud
correcta, en realidad puede ser divertido.

Vivir según un presupuesto nos fuerza a ser más creativos. Y si se enfoca con la actitud correcta, en
realidad puede ser divertido.

Jorge y Carla dejaron de salir a comer fuera y convirtieron en cierto tipo de juego ver cuánto podrían estirar su
presupuesto para compras en el supermercado. Compraron frijoles y arroz en grandes cantidades y después
encontraron 101 maneras diferentes de preparar frijoles y arroz. En lugar de ir al cine, descubrieron incontables
fuentes de entretenimiento gratuito, como conciertos gratuitos en el parque. En lugar de suscribirse a la televisión
por cable, compraron una antena digital en el Internet, y recibían la programación televisiva gratuita. Al hacerlo,
descubrieron algo que nunca supieron cuando estaban suscritos al cable, es decir, que muchos de los canales locales
ofrecían varios subcanales que ponían viejas películas y series clásicas de televisión de los años setenta y ochenta.
Como respuesta a su buena mayordomía demostrada, Dios los bendijo a ambos en sus empleos y sus ingresos
aumentaron mucho. Sin embargo, no utilizaron ese aumento mensual para elevar su nivel de vida; en cambio,
siguieron con el mismo estilo de vida y utilizaron ese aumento para acelerar su reducción de las deudas. Les resultó
emocionante ver cómo disminuían los balances. En lugar de obtener una gratificación fugaz por permitirse
caprichos, aprendieron a recibir gratificación por ver que la montaña de deudas iba descendiendo.
Como resultado, después de poco más de dos años, estaban completamente libres de deudas. Si hubieran hecho
lo que hacen la mayoría de las personas al cubrir los pagos mínimos de sus deudas, esta joven pareja aún estaría
pagando esas deudas décadas después. Ellos intercambiaron décadas de servidumbre desgraciada por dos breves
años de autodisciplina y sacrificio. Pero mucho antes de que el resto de la deuda fuera pagado, ya estaban
experimentando el mayor beneficio de todos: paz en su hogar y armonía en su relación.
En la actualidad están invirtiendo en el reino y en sus propios futuros. Esta es la recompensa de la mayordomía
sabia.
Usted también está en el camino hacia ser un mayordomo sabio. Estamos estableciendo el fundamento en su
corazón y su mente antes de pasar a los detalles prácticos. En el siguiente capítulo continuaremos ese proceso
examinando la verdad balanceada y bíblica acerca de la deuda.
CAPÍTULO 8

HAY SUFICIENTE

Charles Ponzi. Es un individuo cuyo nombre aún está relacionado para siempre con un tipo de fraude financiero en
particular… el Esquema Ponzi.
A principios de 1920, el timador y embaucador que vivía en Boston fundó una firma de inversión que parecía
oficial llamada Securities Exchange Company. Su discurso a los posibles inversores era claro. Invertir cien dólares
con él, y les daría un asombroso cincuenta por ciento de beneficio de la inversión en cuarenta y cinco días. Quedarse
con él durante noventa días, ¡y les daría un beneficio del cien por ciento! Esto, en una época en la que las cuentas de
ahorro tradicionales estaban pagando en torno al tres por ciento.
Esos tipos de resultados sonaban demasiado bien para ser verdad, y ciertamente así era. Sin embargo, era el
comienzo de “los locos años veinte”, y en ese tiempo parecía que todo el mundo conocía a alguien que se estaba
haciendo rico en la floreciente Bolsa de valores. Como resultado, Ponzi encontró a dieciocho personas que
compraron su discurso y entregaron más de cien dólares, una suma considerable en la época. Pasados cuarenta y
cinco días, Ponzi tomó parte del dinero que había reunido recientemente de nuevos inversores y lo utilizó para dar a
los inversores originales el asombroso cincuenta por ciento de beneficios que había prometido. Desde luego, la
mayoría de ellos querían seguir. Querían mantener su dinero en manos de Ponzi para así poder ganar aún más. Con
símbolos de dólar en sus ojos y lo que parecía una oportunidad segura de hacerse ricos rápidamente, pusieron en
manos de Ponzi incluso más ahorros.
También hablaron a todos sus amigos y familiares sobre la increíble inversión que habían descubierto. Claro está
que todos ellos querían participar también y, como resultado, se dirigió hacia Ponzi una corriente de nuevos
inversores cada vez mayor. Y en cada caso, Ponzi cumplió su osada promesa, no con beneficios genuinos sobre una
inversión sino sencillamente utilizando el dinero de nuevos inversores para pagar a los anteriores. Afortunadamente
para Ponzi, cuando se afianzó la codicia muy pocos querían dejar el negocio. Tras seis meses de lanzar su proyecto,
inversores habían puesto casi 2,5 millones de dólares en las manos de Ponzi (el equivalente a unos 30 millones de
dólares en la actualidad). Después de otro mes, él recaudaba un millón de dólares adicional por semana. Otro mes
después de eso, recibía hasta un millón de dólares por día.
Ponzi solamente podía seguir con su tiovivo en funcionamiento mientras hubiera muchas más personas metiendo
dinero en el fondo de las que querían sacarlo. Pero finalmente se publicaron algunos artículos escépticos en
periódicos, y la corriente de nuevos inversores se detuvo. Como resultado, todo el fraude se reveló con una
velocidad asombrosa. Ponzi fue a la cárcel mientras la mayoría de los inversores nunca vieron ni una moneda de su
dinero. Muchos de ellos eran personas de Boston de clase trabajadora que habían invertidos los ahorros de toda su
vida. Por ejemplo, se calculó que el setenta y cinco por ciento del cuerpo de policía de Boston había invertido en el
esquema fraudulento.1
El fraude de Ponzi se ha repetido muchas veces y de diversas formas en los casi cien años que han pasado desde
entonces. Siempre termina mal, con los inversores que llegan hacia el final quedándose invariablemente sin nada
excepto una lección cara y dolorosa que mostrar.
El fraude más común de todos

Estoy seguro de que usted estaría de acuerdo en que cualquiera que crea un esquema Ponzi es despreciable. Una
persona que defrauda con engaño a otra persona ingenua, obviamente no es un buen ser humano. Bueno, mientras
escribo estas palabras, millones de personas están creando sobre sí mismas lo que se reduce a un esquema Ponzi.
Sobre sí mismos. Muy parecido a lo que hizo Charles Ponzi a otras personas, se han engañado a sí mismos para creer
algo ridículo. De modo similar, seguir adelante con el fraude requerirá conseguir sumas cada vez más altas de dinero
en el futuro para pagar las promesas del pasado. Y como la operación del señor Ponzi, solamente puede terminar en
sufrimiento y lágrimas.

Millones de personas están creando sobre sí mismas lo que se reduce a un esquema Ponzi.

Estoy hablando de personas que cuentan con ganancias futuras para pagar gastos presentes. Eso es precisamente
lo que hace una persona cuando utiliza crédito para comprar algo que realmente no puede permitirse. Cuando
hacemos eso, estamos comprometiendo dinero que aún no hemos recibido para comprar algo que queremos ahora. Y
al igual que cualquier otro fraude, realmente constituye robo. Explicaré por qué en un momento.
En primer lugar, permítame volver a tocar un tema que abordé brevemente en el capítulo anterior. A todos nos
gusta pensar que somos personas racionales, reflexivas y lógicas. Cuando somos retados, podemos levantar una
defensa de hierro para cada decisión que tomamos y cada acción que realizamos; pero la realidad es que la mayoría
de nuestras decisiones están arraigadas en la emoción en lugar de en la lógica. Eso es sin duda cierto por lo que se
refiere a decisiones de gasto. Así es como funciona. Nuestro “deseo” interior llega a querer algo, por lo general
porque hemos caído en la persistente mentira de Mamón que dice que obtener eso, sea lo que sea, nos hará más
felices o más importantes. Todo esto tiene lugar a nivel emocional. Generalmente, esas emociones surgen de intentar
apaciguar cierto tipo de dolor, apagar un temor, refrenar la inseguridad, o alimentar el orgullo. Cuando la emoción
está presente, lo único necesario para realizar la acción es conseguir que el cerebro refrende la decisión. Es ahí
donde interviene nuestra asombrosa capacidad para racionalizar lo que queremos.
Cuando se aviva la emoción que impulsa la decisión, ya sea temor, inseguridad, orgullo, envidia, lujuria, etc.,
solamente entonces comenzamos a construir un caso a favor de eso con lógica. Esto explica por qué la razón más
común que se da para la compra compulsiva es que ese producto estaba “en oferta”. De hecho, un estudio reveló que
el ochenta y ocho por ciento de todas las compras compulsivas se explicaban de este modo.2 Un precio de oferta da a
nuestra cabeza una justificación preparada para hacer lo que nuestro interior ya ha decidido que quiere. Tengo un
amigo que solía hacer muchas compras impulsivas utilizando la defensa de “estaba en oferta”. “¡Mira cuánto me he
ahorrado!”, solía decir. Finalmente, su esposa más frugal tuvo que decirle: “Cariño, no podemos permitirnos que nos
ahorres más dinero este mes. Todo ese ‘ahorro’ va a llevarnos a la bancarrota”.
Un artículo en la página web CBS Moneywatch citaba una encuesta en la cual el cincuenta y cuatro por ciento de
los encuestados admitía haber gastado recientemente cien dólares o más en una compra por impulso. Un veinte por
ciento dijo que habían gastado al menos mil dólares en una compra por impulso.3 El mismo estudio también revela
que la mayoría de las personas admiten que comprar algo mejora su humor (al menos momentáneamente). Eso no es
sorprendente cuando entendemos la neurociencia y la química cerebral que hay detrás. Para muchas personas,
comprar algo que desean crea una liberación de químicos cerebrales “agradables” llamados endorfinas. La
adquisición de algo nuevo y brillante lanza una “ráfaga” momentánea que es adictiva. Ser un “adicto a las compras”
no es un bonito eufemismo. La adicción a las compras es algo muy real. Sí, Dios creó esos sistemas de recompensa
en el cerebro para ayudarnos a experimentar amor en las relaciones y a sentir una emoción al alcanzar una meta.
Pero el enemigo intenta poner en contra nuestra esos sistemas dados por Dios.
Han pasado más de veinticinco años, pero aún recuerdo encontrarme con una pareja, Ana y Eric, que estaban al
borde del divorcio porque ella había desarrollado una adicción a las compras que de algún modo había logrado
mantener oculta de su esposo durante varios años. Eric era un adicto al trabajo que delegaba todos los detalles de las
finanzas del hogar a Ana. Estaba centrado únicamente en ganar en su carrera profesional en las ventas y ascender la
escalera del éxito en el trabajo, y eso dejaba a Ana mucho tiempo para ella sola y sin tener que rendir cuentas a nadie
de cómo gastaba sus ingresos bastante cuantiosos. Al sentirse no amada y aburrida, finalmente comenzó a llenar los
vacíos que había en su vida con las compras. La emoción de la compra mejoraba su humor brevemente.
Aunque Eric ganaba un salario muy alto, ella al final se encontró llegando a los límites de sus tarjetas de crédito.
En lugar de recortar sus gastos, solicitó tarjetas nuevas sin que Eric lo supiera, y transfirió los balances de sus
tarjetas antiguas a las nuevas. Desde luego, esas tarjetas nuevas también fueron exprimidas al máximo, y pronto los
pagos mínimos de esas tarjetas eran más elevados de lo que ella podía cubrir con el efectivo de la familia. Su
solución fue adquirir tarjetas de crédito adicionales y pedir dinero en efectivo por adelantado para cubrir el pago
mínimo de las otras tarjetas.
Esta situación se desarrolló durante el curso de un par de años. No es sorprendente que el estrés de manejar todo
eso combinado con el temor a que la descubrieran comenzó a pasar una terrible factura a la salud mental y física de
Ana. Como se podría esperar, ese frágil castillo de naipes al final se derrumbó. Eric, que consideraba felizmente que
él era un éxito financiero debido a sus ingresos, descubrió la verdad un día en una concesionaria de vehículos
cuando intentaba comprar un nuevo vehículo de lujo. La concesionaria le mostró su reporte de crédito, y la
asombrosa verdad de su situación financiera real le cayó encima como una roca.
Naturalmente, se sintió traicionado y enojado; pero en realidad la situación era, al menos en parte, un resultado
de la total abdicación de su papel en la colaboración matrimonial. Lo que hizo Ana fue erróneo y necio, pero estaba
impulsado en gran parte por un gran vacío en su corazón que Dios diseñó que lo llenara el amor y el afecto.
Sin ninguna duda, gastar dinero puede ser una potente droga. Puede que sea la droga más potente de todas, y
como la mayoría de las euforias, el adicto necesita dosis cada vez mayores o más frecuentes para obtener el mismo
efecto.
Tengamos en mente que el choque de trenes financiero de Eric y Ana ocurrió hace décadas, antes de que el
Internet, Amazon, los iPhones, y la compra con un solo clic hicieran que sea más fácil que nunca alimentar ese tipo
de adicción. ¿Acaso sorprende que el estadounidense típico actual tenga menos margen financiero que nunca antes?
En un estudio en 2016, casi dos terceras partes de los encuestados reportaron que no podrían manejar una inesperada
reparación del auto que costara quinientos dólares o una factura médica de mil dólares.4 Muchas personas no están
en absoluto preparadas para un gasto no anticipado porque su gasto está fuera de control.
Acumular deudas en el presente que usted supone que podrá pagar con dinero que espera ganar en el futuro es
esencialmente realizar un esquema Ponzi consigo mismo.
No robará a su yo futuro

Probablemente esto no le resultará una sorpresa, pero Dios está en contra de robar. Es cierto. Él dejó claramente
registrado este asunto en el libro de Éxodo cuando entregó los Diez Mandamientos a los israelitas (véase Éxodo
20:15). Lo que muchos cristianos no entienden es que gastar dinero que no tienen es una forma de robo. Es robar a
su futuro; y al futuro de su familia. Usted está acercándose al futuro y robándose opciones; se está robando libertad;
se está robando paz.

Lo que muchos cristianos no entienden es que gastar dinero que no tienen es una forma de robo.

Este tipo de robo es un síntoma de un problema más profundo: nuestra incapacidad para esperar. Queremos lo
que queremos, ya. Leí recientemente que un porcentaje importante y creciente de estadounidenses que reciben
devolución de impuestos han gastado ya el dinero antes de recibir la devolución.5 Como saben que les llegará, salen
corriendo y hacen una compra, probablemente a crédito, antes de que el dinero esté ni siquiera en sus manos.
Cuando el dinero llega, sospecho que algunos no lo utilizan para pagar el préstamo o el balance de la tarjeta de
crédito, sino que en cambio lo gastan en alguna otra cosa. En otras palabras, gastan el dinero dos veces.
Esto es trágicamente erróneo. Es robo… a usted mismo. Más importante, es robo del impacto que Dios planeó
que usted causara para su reino. Es un círculo vicioso, y la única manera de romperlo es cortarlo de raíz. Dejar por
completo de gastar dinero que no tiene. Desde luego, eso requiere aprender a esperar; significa que si realmente
quiere algo, ahorre hasta poder pagarlo.
Permita que le diga por qué este es el modo espiritual de encarar la compra de cosas. La perspectiva que quiero
mostrarle está escondida en un versículo de la Biblia que contiene la palabra esperanza no menos de cuatro veces.
Aquí está:

Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a
qué esperarlo? (Romanos 8:24)

Pablo pregunta aquí: “lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?”. Voy a parafrasear la pregunta de Pablo: ¿Por qué
alguien seguiría esperando algo que ya tiene? Cuando tenemos algo, dejamos de esperarlo.
Aquí está el importante mensaje entretejido en este versículo. Dios nos formó para operar en esperanza. La
esperanza es más que solamente desear; es una potente fuerza espiritual, y Dios nos creó de modo único para
contenerla en nuestros corazones. Él la creó para servir como alimento para la perseverancia. La esperanza le
capacita para demorar la gratificación de modo que pueda experimentar gozo y satisfacción profundos y verdaderos
cuando aquello que ha esperado finalmente se convierte en realidad.
¿Necesita un ejemplo bíblico? Abraham quería desesperadamente un hijo y, en un momento clave en su vida,
tuvo un encuentro con Dios en el cual Él le prometió que tendría uno. Poco después, sin embargo, Abraham se cansó
de esperar e intentó por sí mismo hacer que sucediera algo. Buscó y encontró un atajo. Como las personas que
toman prestado del futuro para obtener lo que desean en el presente, el nacimiento de Ismael no creó otra cosa que
problemas y sufrimiento. Entonces Abraham volvió a esperar en Dios y finalmente, por la fe, vio cumplida la
promesa de Dios. ¿Qué alimentó la espera llena de fe de Abraham? Pablo nos dice:

Aun cuando no había motivos para tener esperanza, Abraham siguió teniendo esperanza porque había creído
en que llegaría a ser el padre de muchas naciones. (Romanos 4:18, NTV)

¡Esperanza! Dios nos formó de modo que si quisiéramos algo que es bueno y viene de Él, fuéramos llenos de
esperanza. Y esa esperanza sería una fuerza que nos mueve a avanzar con anticipación llena de fe y perseverancia
paciente. A Dios le importa el proceso. Hay oro en el proceso. Hay crecimiento en el proceso. Y la esperanza
mantiene ardiendo el fuego a lo largo del proceso que Dios ha ordenado para usted, para su propio beneficio y
bendición. Entonces, cuando llega el día del cumplimiento, usted experimenta una calidad de gozo y satisfacción
que es a la vez significativa y duradera.

Hay oro en el proceso. Hay crecimiento en el proceso.

Esto explica por qué la deuda es tan insidiosa. ¡Pedir prestado mata la esperanza! Entregar una tarjeta de crédito
cuando usted quiere algo destruye el proceso. ¿Recuerda lo que dijo Pablo? “Lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?”.
La gratificación instantánea (robar a su propio futuro) proporciona una ráfaga momentánea de emoción que se
desvanece rápidamente y se vuelve corrosiva. A esto precisamente se refiere Proverbios 20:17 cuando dice: “El pan
robado tiene un sabor dulce, pero se transforma en arena dentro de la boca” (NTV).
Por favor, escúcheme. El estilo de vida de compre ahora y pague después es suicidio financiero, individualmente
y también como cultura. La deuda personal entre los estadounidenses sube como la espuma.6 También tenemos uno
de los índices más elevados de depresión del mundo desarrollado.7 Estas dos estadísticas están relacionadas. ¿Por
qué? Porque estamos violando un principio clave concerniente al modo en que Dios nos creó. Fuimos diseñados
para operar en esperanza, y pedir prestado es un asesino de la esperanza. Desde luego, como ya hemos visto, la
deuda produce desgracia y depresión de otras maneras; y nuestra generación se está ahogando en ella.
¿Se da cuenta de que mis compañeros de la generación baby boomers y yo somos la primera generación
estadounidense en hacer esto? Los niveles de deuda en los que nos hemos enterrado a nosotros mismos no tienen
precedente alguno en la historia. Sin duda, la deuda ha estado ahí por tanto tiempo como ha habido personas. Hay
una razón por la cual Dios, por medio de Moisés, dio a su pueblo leyes concretas de la usura con respecto a prestar
dinero con intereses, cerca del año 1500 a. C. Pero arqueólogos en Irak han desenterrado tablillas de arcilla que
registran condiciones de préstamos e intereses ¡que se remontan hasta el 3500 a. C.!
Sí, históricamente otras sociedades han estado en la esclavitud de la deuda, pero no como esta generación. Mis
padres no vivían de esta manera. Mis abuelos no vivían de esta manera. Ellos ahorraban, esperaban, y compraban en
efectivo.
Ahora bien, quizá le sorprenda saber que muchos de los instrumentos de deuda que están tan rápidamente
disponibles hoy día son invenciones relativamente recientes. Por ejemplo, las hipotecas tal como las entendemos
actualmente no estuvieron tan ampliamente disponibles o en uso hasta la mitad de la década de los treinta: el punto
álgido de la Gran Depresión. Me resulta interesante que la Gran Recesión de los años 2007-2009, también conocida
como la “crisis global de liquidez”, fue desencadenada en gran parte por una oleada de incumplimientos en el pago
de los préstamos hipotecarios “de alto riesgo”. En otras palabras, millones de personas recibieron préstamos para
comprar casas, a menudo con poco dinero como entrada, por cantidades que no les correspondían y que no sería
posible que pudieran devolver nunca. Todo el mundo en el sistema simplemente apostaba a que el valor de las casas
aumentara rápidamente y siempre. Como sabemos ahora, no siguieron subiendo. No podían hacerlo.
Como contraste, en aquellos primeros préstamos hipotecarios en la década de los treinta no se podía pedir
prestado más del cincuenta por ciento del valor de mercado de la propiedad. En otras palabras, quienes recibían
préstamos tenían que pagar el cincuenta por ciento como pago inicial. Hoy día, la duración del préstamo típico es de
treinta años, pero en aquel entonces el calendario de devoluciones se extendía hasta tres o cinco años y terminaba
con una cuota final. En otras palabras, si usted pedía un préstamo para comprar una casa, terminaba siendo su dueño
sin tener deudas en no más de cinco años.
Hoy día, puede financiar un auto durante ocho años. ¡Un auto! Cualquiera que sea lo bastante necio para hacer
eso estará “al revés” con el vehículo durante la mayor parte de su vida útil, si no es que toda.
La tarjeta de crédito fue inventada esencialmente por American Airlines en la década de los cuarenta. En aquella
época, viajar en avión era tan caro que solamente los ricos podían permitirse volar. American lanzó la idea de una
tarjeta que permitiría a las personas de clase media comprar un billete con la tarjeta y después pagar en varios plazos
(vuele ahora, pague después). Otras aerolíneas enseguida hicieron lo mismo.
En la década de los cincuenta, el éxito de este enfoque ayudado por los primeros avances en mantener registros
computarizados utilizando computadoras gigantescas, condujo a la creación de la tarjeta Diners Club, y un poco más
adelante de la tarjeta American Express. Tengamos en mente que aquellas eran “tarjetas de débito” y no “tarjetas de
crédito”, queriendo decir que había que pagar por completo cada mes las cantidades cargadas. No se podía soportar
un balance de esas tarjetas y, por lo tanto, no se aplicaban intereses. En torno a la década de los sesenta, surgió una
de las primeras tarjetas de crédito de verdad en forma de BankAmericard, llamada ahora Visa. Esta era una
verdadera tarjeta de crédito, que permitía a los consumidores soportar un balance y, desde luego, incurrir en
elevados cargos por intereses. El mundo occidental nunca ha vuelto a ser igual.
Nuestros abuelos no tenían la multitud de maneras fáciles de quedar enterrados en deudas. Pero lo más
importante, sus valores no lo permitían. Ellos creían en pagar lo que se compraba, en lugar de comprar ahora y pagar
después. Obviamente, ellos no compraban con tarjetas de crédito porque no existían; sin embargo, ahora están tan
generalizadas que incluso niños están recibiendo hojas de solicitud de tarjetas de crédito. Cuando mis hijos aún
estaban en casa, me quedé asombrado al ver que recibían solicitudes de tarjetas de crédito en el correo regularmente.
Recuerdo haber abierto una solicitud en particular de una tarjeta de crédito dirigida a mi hijo de quince años. Le
ofrecían una extensa línea de crédito que estaban dispuestos a ofrecerme. Él siquiera tenía un empleo, pero ellos le
permitirían enterrarse en deudas de la tarjeta de crédito incluso antes de saber conducir.
Hoy día, los jóvenes se están graduando de la universidad con más deuda y una proporción de deuda mucho más
elevada de la que tenían nuestros padres después de haber vivido treinta o cuarenta años. Mientras escribo estas
palabras, los estadounidenses deben cerca de 1,5 trillones de dólares (sí, trillón, con t) en deudas por préstamos de
estudios). Esa montaña de deuda la están soportando unos 44 millones de personas.8 Para ponerlo en perspectiva,
eso supone unos 620 mil millones de dólares más que el total ya asombrosamente alto de deuda estadounidense por
tarjetas de crédito.
Los graduados universitarios en la clase de 2017 entraron en el mundo laboral con un peso, como promedio, de
39 400 dólares en deudas por préstamos de estudios.9 Eso es solamente el promedio. Muchos que han realizado
licenciaturas en universidades privadas de élite están saliendo con más de 100 000 dólares de deuda, a menudo con
licenciaturas en artes que tienen una utilidad limitada en el mercado de trabajo. Un porcentaje importante de quienes
tienen más deudas entre esos graduados solamente pueden encontrar empleos en el sector de los servicios: sirviendo
mesas, ayudando en bares y haciendo cafés. Esos empleos representan un trabajo bueno y honesto, pero no requieren
un caro título universitario.
No es sorprendente que el actual índice de delincuencia en préstamos de estudios, definido como noventa o más
días de retraso en los pagos de préstamos, sea del 11,2 por ciento, y va en aumento.10 Pero bajo la ley actual, ni
siquiera la bancarrota puede borrar esas deudas. Al no ser por un milagro o años de una mayordomía sensata y
bíblica, estarán arrastrando esos préstamos durante el resto de sus vidas, obstaculizando su capacidad de comprar
una casa o, para muchos, incluso irse de la casa de sus padres. En 2014, casi una tercera parte de todos los jóvenes
adultos de edades comprendidas entre los dieciocho y treinta y cuatro años estaba viviendo con sus padres.11 ¡Un
tercio!
El hecho es que toda nuestra sociedad se está ahogando en un mar de deudas. ¿Acaso es extraño que, como
cultura, nos estemos convirtiendo en las personas más deprimidas de la tierra? Hemos matado nuestra esperanza.
Robamos a nuestro futuro para pagar por gastos presentes en el mayor esquema de Ponzi de la historia con el grupo
más grande de personas.
Si se encuentra usted en esta situación, obviamente no está solo. Incontables millones de personas están igual que
usted, pero hay aliento en la historia de Abraham. Por favor, observemos que él mató la esperanza y buscó una
gratificación rápida al ser el padre de Ismael. Estaba en un verdadero lío; pero entonces dio los pasos necesarios y
dolorosos para comenzar de nuevo y regresar a la esperanza. Finalmente, vio cumplido el deseo de su corazón de un
modo que era coherente con el buen plan de Dios y con su tiempo. Su hijo milagroso, Isaac, fue una bendición
enorme no solo para Abraham y Sara sino también para el mundo entero porque representaba la formación del linaje
de Jesús.

Abraham dio los pasos necesarios y dolorosos para comenzar de nuevo y regresar a la esperanza.

Por favor, observemos las palabras del sabio rey Salomón en Proverbios 13:12: “La esperanza que se demora es
tormento del corazón; pero árbol de vida es el deseo cumplido”. Muchas personas hoy día tienen el corazón
atormentado porque han matado su esperanza. Pero si aprendemos a esperar con esperanza descubriremos que
obtener las cosas a la manera de Dios y en su tiempo es ciertamente un “árbol de vida”, que produce el gozo y la
satisfacción tan duraderos y estables como un árbol.
Proverbios 10:22 dice: “La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella”. Voy a
parafrasear este mensaje: cuando usted tiene abundancia mediante la bendición de Dios (en lugar de al intentar
bendecirse a sí mismo), no hay tristeza mezclada con esa abundancia. Lo contrario es también cierto. Cuando usted
se niega a esperar en Dios con esperanza, cualquier abundancia que obtenga llegará mezclada con tristeza.
Creadores contra tomadores

No quiero parecer como un profeta de destrucción para la sociedad estadounidense. Simplemente quiero
proporcionar el diagnóstico bíblico de nuestra enfermedad financiera para que así la Biblia pueda recetar el remedio
espiritual adecuado. Como ya hemos visto, un síntoma clave de esta enfermedad es nuestra incapacidad para esperar
nada. Eso a su vez produce una epidemia de esclavitud a la deuda y falta de alegría en la vida.
Otro síntoma inquietante es la doble tendencia en nuestra cultura hacia derribar a los productivos y dirigentes
considerándolos explotadores a la vez que simultáneamente elevamos a los improductivos y lánguidos
considerándolos víctimas. Podríamos llamar a esa tendencia el emprendedor contra el que se siente con derechos.
Dicho de otro modo, es creadores contra tomadores.
El hecho es que una de las principales razones por las que nuestra nación se tambalea al borde de un abismo
económico es que hay demasiadas personas en nuestra cultura que está tomando más de lo que están creando. Al
haber sido criado bajo los mantras de “sigue tus sueños” y “eres especial”, varias generaciones han llegado a creer
que la vida, el mundo y la sociedad les debe una buena vida. Y cuando no la consiguen, se vuelven enojados y
amargados.
¿Qué define a un creador contrariamente a un tomador? Los creadores trabajan duro. Regularmente entregan más
valor de aquello por lo que les pagan; ahorran e invierten, y muchos comienzan y desarrollan negocios que crean
empleos.
Emprendedores y dueños de negocios deberían ser jaleados como héroes en nuestra nación. Tristemente, son
algunas de las personas más despreciadas y detestadas ante los ojos de la cultura popular. Comenzar un negocio es
una de las cosas más difíciles y que requiere más trabajo que una persona puede hacer. El éxito requiere muchas
horas de trabajo, elevados niveles de riesgo, y en nuestro actual ambiente hostil en los negocios, navegar por una
asombrosa cancha de obstáculos de regulaciones, impuestos y requisitos burocráticos. Sin embargo, las películas y
los programas en televisión representan por rutina a los dueños de negocios como personas mezquinas, codiciosas,
explotadoras y deshonestas que mienten y se benefician del sudor de los demás. En pocas ocasiones vemos un drama
que no represente al villano como un empresario exitoso o el presidente de una corporación. Ciertamente, mientras
más exitosa es una persona, más probabilidad tiene de que le consideren con sospecha en estos tiempos. Sin
embargo esas son precisamente las personas que proporcionan buenos empleos y oportunidades. No todos podemos
trabajar para el gobierno. Casi la mitad de todos los empleos en nuestra economía son creados y mantenidos en los
pequeños y medianos negocios.
Los negocios crean riqueza. El producto interior bruto (PIB) de los Estados Unidos en 1917 era de 56,7 mil
millones (en términos ajustados con la inflación). En 2017 fue de 19,3 trillones. Eso supone un aumento de más del
trescientos por ciento en cien años. Este crecimiento no se produjo porque la riqueza llegó desde otras naciones. Fue
creado. Personas emprendedoras encontraron maneras de convertir el sudor y la ingenuidad en algo tangible y
valioso.

Personas emprendedoras encontraron maneras de convertir el sudor y la ingenuidad en algo tangible y


valioso.

¡Desarrollar un negocio exitoso no es robar! Eso no es lo mismo que decir que no hay algunos empresarios
deshonestos o empresas sin escrúpulos. Pero comenzar un negocio es un acto de valentía; y desarrollarlo requiere un
esfuerzo extraordinario.
En el extremo de los “tomadores” en el espectro están quienes aceptan un empleo y después proporcionan el
mínimo esfuerzo para salir adelante. Reciben felizmente su salario regular a la vez que hacen recortes y se
escabullen siempre que sea posible. Tristemente, muchos cristianos son culpables de hacer eso; sin embargo es una
forma de robo, y es algo que simplemente Dios no puede bendecir y no bendecirá.
La confianza es la clave

Como hemos visto, algunas personas cristianas roban. Puede que roben a otros, o lo más común es que roben a sus
propios futuros. La pregunta es por qué. Yo creo que hay solamente una razón por la cual algunos cristianos roban.
Solamente puede ser porque no confían en que Dios proveerá para ellos. Dios ha prometido proveer para nuestras
necesidades, y declaró claramente que encontraremos la verdadera felicidad solamente en nuestra relación con Él.
Solamente robaríamos, a otros y a nosotros mismos, si no lo creemos a Él. No creemos que Él es bueno, fiel, y digno
de confianza. No creemos realmente que Él proveerá. No creemos que haya suficiente para nosotros. No confiamos
en que Él nos bendiga, de modo que nos ocupamos nosotros mismos de bendecirnos.
Lo fundamental es no ser esclavo del espíritu de la gratificación inmediata. No le robe a su propio futuro.
Aprenda a esperar y experimentará un verdadero gozo. Aprenda a ahorrar y tendrá más que suficiente. En el
siguiente capítulo compartiré un poderoso atributo que le ayudará a hacer todo eso y mucho más.
CAPÍTULO 9

GRAN GANANCIA

Cien años antes de que a nadie le interesara tener lo mismo que las Kardashian, la gente quería “tener lo mismo que
los Jones”. Estoy seguro de que habrá oído ese término durante toda su vida, pero quizá no sepa dónde se originó.
Tener lo mismo que los Jones era una tira cómica que apareció en la “sección de humor” por toda la nación desde
1913 hasta 1939. El creador, Pop Momand, formó a la familia McGinnis para hacer chiste de una tendencia social
creciente en los Estados Unidos: la potente necesidad de centrar nuestras vidas y nuestros gastos en impresionar a
otras personas. La familia de la tira cómica, compuesta por un esposo y una esposa y su hija adolescente, estaba
obsesionada con sus vecinos más acomodados y que estaban más a la moda: la familia Jones. Los lectores nunca
llegaron a ver realmente a los Jones, pero oían sobre ellos constantemente mediante reportes de la señora McGinnis
y su hija. Si los Jones compraban algo, los McGinnis también tenían que tenerlo. El humor de la tira cómica estaba
arraigado en observar a una familia hacer malabares constantemente para comprar cosas no porque las quisieran, las
necesitaran o les importaran, sino únicamente en un esfuerzo desesperado por parecer ser algo que en realidad no
eran. Era una personificación cómica de esa tendencia que mencioné en el capítulo 7, es decir, gastar dinero que no
tenemos para comprar cosas que no necesitamos para impresionar a personas que no nos caen bien.
La aparición de esa tira cómica en particular a principios del siglo XX no es ninguna coincidencia. Fue en torno a
esa época cuando una nueva innovación en la comunicación estaba entrando en los hogares e impactando las mentes
de los estadounidenses a escala masiva (¿le resulta familiar?). No, no estoy hablando del teléfono. Me refiero a la
revista del consumidor.
Antes de que llegara el último siglo, era costoso imprimir revistas y muy caro enviarlas por correo. Como
resultado, las pocas revistas que existían estaban dirigidas a los ricos en un puñado de ciudades importantes. Dos
desarrollos cambiaron eso. El primero fue la invención a finales del siglo XIX de nuevas imprentas de mucho
volumen, y el otro fue la introducción por parte del Servicio Postal estadounidense de la categoría “correo de
segunda clase” para las publicaciones. De repente, se volvió factible económicamente crear revistas dirigidas a las
clases media y trabajadora y no solo entregarlas en grandes cantidades a puestos de diarios en grandes ciudades, sino
también enviarlas por correo directamente a los hogares a los pequeños pueblos de los Estados Unidos. Las tasas de
subscripción cayeron hasta alrededor de diez centavos por ejemplar porque las revistas obtenían sus beneficios
vendiendo anuncios.
Algunas de las más populares entre las mujeres eran revistas que se enfocaban en moda, decoración del hogar,
tareas del hogar, y estilos de vida de las celebridades. Las revistas para hombres que se enfocaban en autos, deportes
y actividades al aire libre también prosperaron. Sin duda, esta época coincidió con una explosión de nuevas
tecnologías e invenciones que llevaron al mercado una gama mareante de nuevos productos para el consumidor. Y
los anunciantes de esos nuevos productos y objetos de lujo vieron correctamente esas revistas como el vehículo ideal
para dirigir sus mensajes a los grupos adecuados.
La publicidad evolucionó rápidamente hacia ser un arte y una ciencia, con el objetivo de lograr que la gente se
sintiera insatisfecha con su vida tal como existía en el presente. Para el anunciante, el contentamiento era el
enemigo; ellos sabían que para tener éxito tenían que erosionar el contentamiento, y en los últimos cien años no han
hecho otra cosa que mejorar en eso.
El poder del contentamiento

Sí, si usted intenta que grandes números de personas se desprendan del dinero que tanto les ha costado ganar para
comprar su nuevo producto, tiene que encontrar un modo de hacerles sentir descontentos, al menos con el objeto que
tienen en su vida y que afecta al producto que usted ofrece. Por eso, en nuestra sociedad emprendedora y dirigida al
consumidor, su sentimiento de contentamiento está bajo ataque constante en los medios de comunicación desde
todos los flancos.
El contentamiento es poderoso. ¿Quién lo dice? Pablo lo dice en la Palabra de Dios. En 1 Timoteo 6:6 leemos:
“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento”. La ganancia a la que se refiere Pablo aquí no es
necesariamente ganancia material, aunque el creyente que tiene contentamiento es ciertamente mucho más
“bendecible” que el descontento, como estamos a punto de ver. Pero Pablo está hablando aquí de mucho más que
dinero. Cuando combinamos “piedad”, es decir, poner a Dios primero en sus prioridades, con contentamiento,
ganamos paz. Ganamos confianza. Ganamos seguridad. Sobre todo, ganamos libertad. El descontento le hace ser un
prisionero de sus propios deseos, atrapándolo en un ciclo interminable de adquisición y descontento.

Cuando combinamos “piedad”, es decir, poner a Dios primero en sus prioridades, con contentamiento,
ganamos paz.

¿Recuerda el testimonio de Andy al comienzo del capítulo 6? Él era el caballero que, en un viaje humanitario a
Angola, descubrió que había permitido que un enfoque en lo que otras personas tenían destruyera su sentimiento de
gratitud por todas las cosas buenas que el Señor le había dado. El problema de Andy tenía una raíz, y comenzó con
el mismo error que cometen muchos otros creyentes, especialmente en nuestra época. Ese error es invitar a entrar al
corazón al peor enemigo del contentamiento.
El enemigo del contentamiento

Sí, el contentamiento tiene un enemigo, y su nombre es comparación. Pocas cosas disolverán su sentido de
contentamiento y gratitud con más rapidez que el hábito de comparar su vida y su situación con las de otras
personas. Es una pendiente resbaladiza que da como resultado que nos deslicemos rápidamente a un pantano de
resentimiento, envidia, desaliento y orgullo. Dios no quiere que nos comparemos con los demás. De hecho, es un
pecado.
He observado que las mujeres tienden a observar los bolsos y zapatos de otras mujeres; los hombres se fijan
mutuamente en sus relojes y autos. Ambos sexos utilizan esas indicaciones para evaluar su estatus y prosperidad en
comparación con los de otros, pero es un juego peligroso.
Cuando usted vive en modo comparación, constantemente evalúa y puntúa a cada persona, cada circunstancia y
cada posesión que encuentra en relación con usted mismo, sus circunstancias y sus posesiones. Y esa evaluación
puede reducirse esencialmente a un sencillo juicio binario de “mejor que” o “peor que”. Cada encuentro, cada
momento que pasa despierto en el día se convierte en un ejercicio de decidir: “¿Me va mejor o peor que a esa
persona? ¿Es mi casa mejor o peor? ¿Es mi cónyuge mejor o peor?”. Y dependiendo de cómo responda usted la
pregunta cada vez, estará alimentando inseguridad u orgullo; estará alimentando una sensación de inferioridad o de
superioridad mediante la comparación. Ninguna de esas cosas son de Dios. Sin duda, ambas están arraigadas en el
espíritu de Mamón.
La comparación es también un pecado porque invariablemente produce enojo y resentimiento hacia Dios.
Cuando usted está enfocado en su vecino a quien parece irle mejor la vida, no es necesario dar un gran paso hacia
culpar a su Padre celestial y cuestionar su bondad y cuidado. Por favor, observemos que dije un vecino a quien
“parece” irle mejor. Lo cierto es que usted no sabe lo que pasa tras las puertas cerradas de su casa, y mucho menos
lo que sucede en el interior de su alma. Usted no sabe qué oscuridad, sufrimiento, tristeza o desesperación puede
estar ocultando una persona detrás de una fachada sonriente. Sin embargo, cuando comparamos nuestra
circunstancia exterior con la de él o ella, estamos en grave peligro de desarrollar un corazón enojado y
desagradecido hacia nuestro Padre dulce y misericordioso.

Cuando comparamos nuestra circunstancia exterior con la de él o ella, estamos en grave peligro de
desarrollar un corazón enojado y desagradecido hacia nuestro Padre dulce y misericordioso.

La comparación abre la puerta a uno de los pecados más feos de todos: la envidia. ¿Cuán feo? Bueno, la Biblia
nos dice que fue la envidia lo que motivó que los líderes religiosos en tiempos de Jesús hicieran que lo crucificaran:

Y Pilato les respondió diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos? Porque conocía que por envidia
le habían entregado los principales sacerdotes. (Marcos 15:9-10, énfasis añadido)

Eso es: cuando Satanás quiso inspirar a un grupo de personas a matar brutalmente al Hijo de Dios sin pecado, el
arma que escogió fue la envidia. Es así de poderosa. Es así de oscura. Por eso es tan vital evitar la trampa de la
comparación.
Cuando usted se enfoca en la situación de otra persona, aparta su enfoque del buen plan que Dios tiene para su
vida. En Hebreos 12:1 la Palabra de Dios nos exhorta: “corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”.
Dios ha preparado una carrera delante de usted que solamente usted puede correr. Su carrera es única para el
conjunto singular y sin igual de dones y llamados que Dios ha puesto sobre usted, y para el papel concreto que Él
quiso que usted desempeñara en los planes y propósitos de su reino. Corra su carrera. Eso significa mantener su
mirada fija en el Señor y en su camino, y lejos de cualquier cosa que se requiera para las carreras de otros. Después
de la resurrección de Jesús y antes de su ascensión a los cielos, Pedro y Jesús estaban manteniendo una conversación
sobre el futuro y el destino de Pedro. En mitad de esa charla, Pedro señaló a Juan, que los seguía desde cierta
distancia:
Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste? Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo
venga, ¿qué a ti? Sígueme tú. (Juan 21:21-22)

Permítame parafrasear la respuesta de Jesús a Pedro: “Corre tu carrera. Y deja que Juan corra la suya”.
Solamente seremos verdaderamente felices cuando estemos en el centro de la voluntad de Dios haciendo aquello
para lo cual Él nos creó. Mire, el verdadero gozo viene del propósito y no del placer. Esto es lo que quiero decir con
esa frase.
La felicidad y satisfacción genuinas surgen de vivir su verdadero propósito, y no de experimentar placer
mundano y carnal. Si usted está cumpliendo el propósito para el cual Dios le creó, puede no tener nada y aun así
estar muy feliz y contento. Por el contrario, puede tener todo lo que el mundo dice que usted debería desear, y si no
está viviendo el propósito que Dios le ha dado será profundamente desgraciado. Si pierde la dirección, perderá su
felicidad. Por eso la trampa de la comparación es un obstáculo tan grave.

Puede tener todo lo que el mundo dice que usted debería desear, y si no está viviendo el propósito que
Dios le ha dado será profundamente desgraciado.

Sí, el contentamiento tiene un enemigo; pero también tiene un contrario.


Lo contrario al contentamiento

Hay una palabra un poco antigua, que utiliza la Reina-Valera 1960 y que ya no utilizamos mucho, pero describe un
pecado que realmente es lo contrario al contentamiento. Codicia.
Describe la práctica de desear lo que posee otra persona. Este hábito mortal es el enfoque del décimo
mandamiento que Dios dio a Moisés.

No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su


buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.

En lenguaje actual, Dios podría decir en cambio: “No intentarás tener lo mismo que los Jones”. Está claro que
Dios no quiere que nos comparemos con otros financieramente. Déjeme decirle que eso es lo que usted hace cuando
siente resentimiento, tristeza o decepción cuando alguien a quien conoce consigue una casa nueva, un auto más
bonito, o toma unas vacaciones exóticas. Está abriendo la puerta a la codicia, y cuando usted codicia, está en un
territorio muy peligroso. Cuando abre la puerta a la codicia, abre un portal infernal por el que puede pasar todo tipo
de maldad.
Jesús mismo advirtió firmemente a sus discípulos sobre este peligro:

Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los
bienes que posee. (Lucas 12:15)

La Nueva Traducción Viviente expresa así el versículo: “¡Tengan cuidado con toda clase de avaricia! La vida no
se mide por cuánto tienen”. Este sería un gran versículo para memorizar. ¡La vida no se mide por cuánto tienen!
Según Colosenses 3:5, codiciar es en realidad una forma de idolatría. Es correcto: ¡adoración a ídolos! ¿Cómo
puede ser eso? Recordará que idolatría es esencialmente mirar otra cosa aparte de Dios para encontrar su sentido de
importancia y satisfacción. Cuando usted permite que la codicia destruya su sentimiento de contentamiento, hace
que lo que codicia sea un dios falso. En realidad es aún peor. Le está dando a la persona cuyos bienes o situación
codicia un poder sobre usted que solamente Dios debería tener. El Espíritu Santo debería decidir cuándo y cómo
gasta usted su dinero. Pero cuando usted está decidido a tener lo mismo que los Jones, entrega a los Jones ese poder
de toma de decisiones. Si el señor Jones se compra un auto nuevo, la codicia le fuerza a usted a comprar un auto
nuevo. Si la señora Jones se compra un bolso de diseño nuevo, usted se ve obligada a salir corriendo a comprarse
uno o se sentirá desgraciada.
Su “señor” es a quien usted permite que establezca sus prioridades. Y codiciar da a otra persona el poder de
establecer las prioridades que usted tiene en lugar de que lo haga Jesús, quien es el verdadero y legítimo Señor de su
vida.
Si aún está inseguro sobre la verdad de que la codicia es el opuesto del contentamiento, permítame compartir con
usted otro versículo:

Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé,
ni te dejaré. (Hebreos 13:5)

En primer lugar, notemos que en la primera parte de este versículo se contrastan la codicia y el contentamiento.
Estar contento se presenta como la alternativa a la codicia, y eso se debe a que son contrarios. Son mutuamente
exclusivos, lo cual quiere decir que no se puede tener ambas cosas al mismo tiempo. Si usted está codiciando, no
está contento. Sin embargo, me resulta interesante que la única parte de este versículo que citan la mayoría de las
personas es la segunda mitad, y entiendo el motivo. Es una promesa maravillosa. Aquí, el escritor de Hebreos nos da
la razón por la que deberíamos estar contentos en lugar de codiciar, “porque él dijo: No te desampararé, ni te
dejaré”. He oído citar estas palabras miles de veces, y yo mismo las he citado más veces de las que puedo contar.
“No te desampararé, ni te dejaré” es una maravillosa promesa de Dios; pero lo que hemos pasado por alto es que
esta promesa no se dio salida de la nada, sino como una razón para estar contentos con lo que tenemos.
Esto es lo que Dios está diciendo: “¿Por qué ibas a codiciar lo que tiene otra persona cuando me tienes a mí?”. O
dicho de otro modo: “¿Por que ibas a sentirte inseguro, insignificante o insatisfecho cuando el Dios del universo te
ama y quiere tener una relación íntima contigo?”.
Es una gran pregunta. ¿Por qué íbamos a codiciar si somos conscientes de esa verdad? ¿Por qué no estaríamos
contentos después de que Dios mismo nos haya mirado a los ojos y con un amor de pacto haya dicho: “No me voy a
ninguna parte. Nunca te dejaré, y nunca te desampararé”? Bajo esa luz, desear lo que posee otra persona parece muy
absurdo; y sin embargo, incontables creyentes hacen precisamente eso.
Recuerdo muy bien un día hace unos años atrás cuando yo estaba pensando en este versículo de la Biblia en mi
tiempo devocional. Mientras meditaba en las palabras “No te desampararé, ni te dejaré”, me hizo recordar lo que
Jesús gritó en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). Desde luego, yo era
bien consciente de que Jesús estaba citando el Salmo 22 cuando dijo esas palabras. He leído esas palabras
pronunciadas desde la cruz e incluso he predicado sobre ellas muchas veces; pero en ese momento en particular, las
vi bajo una nueva luz.
De repente entendí que Jesús no solo estaba citando un pasaje mesiánico. Ese salmo en particular y ese pasaje
llegaron a su mente porque eso era lo que Él estaba experimentando en aquel momento. En otras palabras, Dios
realmente desamparó a Jesús cuando Él colgaba de la cruz soportando el pecado, la culpabilidad y la vergüenza de
toda la humanidad. Sin duda alguna, Jesús no puede mentir; por lo tanto, si lo escuchamos preguntando a Dios por
qué Dios lo ha desamparado, solamente podría ser porque eso fue precisamente lo que había sucedido. La palabra
griega traducida como “desamparar” en ese versículo (egkataleipo) significa “dejar en apuros, dejar indefenso,
totalmente abandonado, profundamente desamparado”.1
Mientras contemplaba esa realidad en mi tiempo a solas aquel día, le hice a Dios la misma pregunta que hizo
Jesús. Dije: “Padre, ¿por qué desamparaste a Jesús?”. En mi espíritu, escuché al instante la voz familiar de Dios
dando esta respuesta:
“Para así nunca desampararte a ti”.
Del mismo modo que Jesús llevó nuestro pecado para que nosotros pudiéramos recibir su justicia, Jesús llevó
nuestro rechazo para que nosotros pudiéramos recibir la aceptación de Dios. La razón por la cual Dios pudo hacer la
promesa “No te desampararé, ni te dejaré” es que Jesús soportó eso por usted y por mí.

La razón por la cual Dios pudo hacer la promesa “No te desampararé, ni te dejaré” es que Jesús soportó
eso por usted y por mí.

Por eso podemos estar contentos en lugar de codiciar; por eso podemos vivir con gratitud y generosidad en lugar
de con resentimiento y lucha. La paz y seguridad de tenerlo a Él (su amor, su comunión, su presencia), nos libera del
ciclo interminable de comparación, codicia y deseo.
Si usted ha sido un mal mayordomo hasta este momento en su vida, eso no cambia la realidad del amor y la
fidelidad de Dios. Él sigue diciendo: “No te desampararé, ni te dejaré”. Si realmente ha causado un caos en sus
finanzas, quiero que entienda algo: Dios no va a dejarle. Puede que incluso se haya alejado de Dios durante un
tiempo, pero Él nunca le abandonará. Puede saber eso porque Él abandonó en cambio a su propio Hijo para que
usted pudiera estar seguro en su amor y su cuidado.
¿Está comenzando a comprender cuán totalmente inapropiado es que un hijo o hija de Dios viva con envidia y
celos hacia cualquier otra persona?
La clave del contentamiento

El fundamento vital de una vida de contentamiento es simplemente entender que ninguna posesión, ningún logro,
ninguna posición, y ninguna persona en esta tierra puede llenar los anhelos más profundos de su corazón. Solamente
Dios puede hacer eso. Ningún empleo nuevo, ningún ascenso, ninguna casa, o auto, o reconocimiento puede darle
satisfacción.
Las cosas materiales son temporales, fugaces, propensas a la corrosión, la descomposición y el deterioro. Como
contraste, las cosas de Dios son eternas. Cien mil años después de que ese auto que usted tenía que tener se haya
convertido en polvo oxidado, las almas a las que usted haya impactado para el reino de Dios seguirán ahí.
Por favor, no me malentienda. Eso no es lo mismo que decir que Dios está en contra de que usted tenga cosas y
las disfrute. A Dios le encanta bendecir a sus hijos y verlos satisfechos, no solo en la próxima vida sino también en
esta vida. Como escribió el salmista:

Bendice, alma mía, a Jehová,


Y no olvides ninguno de sus beneficios.
El es quien perdona todas tus iniquidades,
El que sana todas tus dolencias;
El que rescata del hoyo tu vida,
El que te corona de favores y misericordias;
El que sacia de bien tu boca
De modo que te rejuvenezcas como el águila. (Salmos 103:2-5)

Al Señor le encanta satisfacer a sus hijos con cosas buenas, pero Él es totalmente libre para hacerlo solo cuando
sabe que nuestro corazón no irá tras esas cosas; que nuestro deleite seguirá estando en Él; que no convertiremos en
ídolos lo que Él quiso que fueran bendiciones.
Aún más, Dios nos creó para ser personas que triunfan, crean, amplían cultivan, restauran y hacen crecer.
Cuando Él puso a Adán y Eva en el huerto, les dio el mandato de cultivar y guardar el huerto; también les ordenó ser
fructíferos, multiplicarse, llenar la tierra y tomar dominio sobre ella. En otras palabras, nuestro deseo de crecimiento,
aumento y desarrollo proviene de Él. Es algo que Dios puso dentro de nosotros para llevar a cabo la misión que nos
encomendó. Como hemos visto, los buenos mayordomos aumentan lo que Dios ha puesto en sus manos.

Dios nos creó para ser personas que triunfan, crean, amplían cultivan, restauran y hacen crecer.

La clave aquí es entender la diferencia entre aspirar a llegar a ser algo o a construir algo, contrariamente a tan
solo desear tener algo. Hay demasiadas personas que entran en los negocios no porque les apasione lo que están
haciendo, sino simplemente porque lo consideran un camino para obtener riqueza. Invariablemente, los negocios que
prometen “hágase rico rápidamente” conducen solamente a la insatisfacción.
Conozco a un hombre muy inteligente y muy enérgico que, justo después de salir de la universidad, convirtió en
la meta de su vida haber obtenido cierto nivel de riqueza cuando llegara a los cuarenta años. Ese era su objetivo
claro y declarado: tener cierto valor neto en dólares cuando cumpliera los cuarenta años. Escogió el negocio del
petróleo y el gas precisamente porque ofrecía la posibilidad de alcanzar ese tipo de riqueza.
Trabajó sin descanso, con un enfoque tremendo y casi obsesivo en llegar a ser exitoso. Y lo consiguió. De hecho,
cuando llegó el día de su cuarenta cumpleaños sin duda había alcanzado su meta. Podía jubilarse y no tener que
volver a pensar nunca más en el dinero durante el resto de su vida. Era enormemente “exitoso” y había logrado
mucho de lo que este mundo nos dice que dará felicidad y contentamiento.
Ese hombre me dijo que el año siguiente a ese hito de su cuarenta cumpleaños fue con mucha diferencia el peor
año de su vida. Dijo que se sentía completamente desgraciado, y cayó en lo que un psiquiatra diagnosticó como
depresión clínica. Fue un año de total desesperación y abatimiento. Ahora bien, este hombre se había criado en un
hogar cristiano y había entregado su vida a Cristo cuando era un niño, pero de adulto no había tenido mucho tiempo
para Dios mientras perseguía su absorbente meta. Lo que dijo Jesús era cierto. No se puede servir a dos señores. No
podemos adorar a Dios si estamos adorando a Mamón.
Hacia el final de ese año de completa oscuridad y desgracia, este hombre acudió a Dios con desesperación.
“Finalmente clamé al Señor”, me dijo. “Oré: ‘Señor, ¿qué es? ¿qué me pasa?’”. Me dijo que la suave respuesta de
Dios fue simplemente: “Hijo, el dinero no satisface. Yo soy el único que puede satisfacer tu alma”.
Al terminar su testimonio, nunca olvidaré lo que dijo después este caballero. “Robert, ¿quiere saber lo que me
enseñaron los primeros cuarenta años de mi vida? Aprendí que si tu meta es ascender hasta lo más alto, hay una sola
cosa que te queda por hacer cuando alcanzas esa meta. Saltar. No hay ningún otro lugar que ascender”.
Querido lector, ¿sabe que nunca podrá ascender hasta lo más alto de Dios? Cuando hace que su meta principal
sea la relación con Él, nunca llegará al final de todas las cosas maravillosas que hay por descubrir. Sus maravillas, su
gloria y su bondad son inextinguibles. Cada vez que usted cree que ya habrá descubierto todo de Él, gira por una
esquina y encuentra un ámbito totalmente nuevo e inexplorado de su amor. Y Él es el único que puede satisfacer.
Como vimos en Salmos 103:5, Él es el que “sacia de bien tu boca”. En otro de los salmos, David nos recuerda:

Sostiene Jehová a todos los que caen,


Y levanta a todos los oprimidos.
Los ojos de todos esperan en ti,
Y tú les das su comida a su tiempo.
Abres tu mano,
Y colmas de bendición a todo ser viviente. (Salmos 145:114-16, énfasis añadido)

Este es el Dios a quien servimos. Cuando lo tenemos a Él, tenemos al único que puede satisfacernos
verdaderamente a nivel de espíritu y alma. Además, todo lo que necesitamos en la vida viene de Él. Cuando lo
ponemos a Él primero, no tenemos que preocuparnos por las cosas materiales. Recuerde: cuando buscamos primero
el reino, todas esas cosas como comida, ropa y techo nos son añadidas (Mateo 6:33). Su Padre celestial sabe lo que
usted necesita y se agrada en dárselo. Lo único que usted tiene que hacer es mantener su adoración donde pertenece:
en Él.
Dado todo eso, ¿por qué va a preocuparse por tener lo mismo que los Jones cuando los Jones probablemente se
sienten desgraciados y deprimidos, y no causan ningún impacto eterno para el reino de Dios?
¿Por qué va a permitirse caer en la trampa de compararse con otras personas? La comparación es el enemigo del
contentamiento. Corra su carrera. ¡Es distinta a la de cualquiera que haya vivido jamás! ¿Por qué va a codiciar lo que
tiene su vecino cuando usted no es llamado a correr su carrera y cuando las cosas no tienen capacidad de
satisfacerle? ¿Por qué no está contento cuando el Dios del cielo y la tierra le ha mirado con amor en sus ojos y le ha
prometido: “No te dejaré ni te desampararé”?

Corra su carrera. ¡Es distinta a la de cualquiera que haya vivido jamás!

Dios dice:
“¿Por qué vas a codiciar lo que tiene otra persona cuando me tienes a mí?”.
“Búscame a mí primero”.
“Ponme a mí primero”.
“Valora sobre todo el tesoro de una relación conmigo, y simplemente observa lo que hago en ti, por ti y por
medio de ti”.
Aquí está el pequeño secreto que necesito que usted entienda. El contentamiento no está unido a sus
circunstancias externas. Es una condición de su corazón. Puede estar en circunstancias difíciles y aun así estar
contento. Puede estar en una situación con un empleo menos que ideal y aun así tener contentamiento. Puede
conducir una camioneta Ford de quince años de antigüedad con 150 000 millas (240 000 kilómetros) recorridas y
aun así estar contento porque tiene una relación continua, vital y apasionada con Jesucristo.
Sí, el contentamiento es una fuente de gran ganancia por dos razones. La primera, porque libera a Dios para
moverse en nuestras circunstancias y cambiarlas para mejor. Pero más importante, el contentamiento nos posiciona
para una vida de significado e impacto eternos. Esa es una vida que acumula un gran tesoro en el cielo, donde ni la
corrosión ni el deterioro, ni la polilla ni el tiempo pueden degradar nuestro gozo.
Un corazón lleno de contentamiento es un fundamento principal para una vida de mayordomía sabia.
CAPÍTULO 10

EL ESTRADO DEL TESTIGO

Estaba yo en el carril lento de una importante autopista en la zona de Dallas cuando lo vi acercarse por mi espejo
retrovisor. El auto era un modelo bastante reciente, pero incluso en la distancia podía ver que estaba en mal estado.
Tenía varias abolladuras sin reparar, grietas en el parabrisas, y parecía que no lo habían lavado en… bueno, nunca.
Lo que captó mi atención fue el modo en que lo conducían, y con eso me refiero a que una persona loca estaba al
volante. Adelantaba a autos por la derecha y por la izquierda, cortando el paso a varios de ellos y forzándolos a pisar
el freno.
Cuando el auto me alcanzó (no estaba seguro de si era él o ella al no poder distinguir por la suciedad del
parabrisas), yo estaba en alerta por cualquier posibilidad. El auto pasó bufando por mi izquierda y fue entonces
cuando lo vi. Mi corazón desfalleció, y una oleada de tristeza y enojo me cubrió.
La parte trasera del auto mostraba muy claramente un imán del “pez de Jesús” y una pegatina desgastada que
advertía al mundo que ese auto estaría “desocupado al producirse el Rapto”. Recuerdo pensar: “Oiga, amigo, si va a
conducir como un lunático, por favor, por causa del evangelio, ¡quite de su auto esa parafernalia de Jesús!”.
Me inquietó ese suceso aparentemente sin importancia por dos razones relacionadas. La primera, que esa persona
se estaba identificando públicamente como un seguidor de Jesucristo a la vez que era peligrosa y ofensiva en la
autopista.
La segunda razón, y menos obvia, que me molestó estaba relacionada con el estado del auto de ese individuo.
Como mencioné, no era un vehículo particularmente viejo, pero estaba claro que a la persona que lo conducía no le
importaba ni su estado ni su aspecto. A juzgar por el óxido, el daño no se había reparado desde hacía mucho tiempo;
y cualquiera que tenga una manguera de jardín o unos litros de agua puede lavar un auto periódicamente. Me
entristeció ver una exposición pública rodante de una mala mayordomía por parte de alguien que anunciaba su
afiliación con la causa de Cristo.
No me malentienda: no hay ninguna vergüenza en conducir un vehículo viejo. Por el contrario, ya he
mencionado que nosotros condujimos felizmente durante años autos antiguos y con muchas millas recorridas
mientras aprendíamos a vivir dentro de nuestras posibilidades. De hecho, conducir un auto más viejo pero pagado
totalmente es con frecuencia la marca de una mayordomía sabia. No, estoy hablando sobre el mensaje que enviamos
a otros cuando descuidamos claramente el cuidado y mantenimiento de las cosas que Dios nos ha confiado. Puede
que nuestros autos fueran viejos, pero siempre estaban limpios y bien mantenidos, pues lo considerábamos una parte
fundamental de ser un buen mayordomo. Pero también lo veíamos como parte de ser un buen testigo. Esto es lo que
quiero decir con eso.
Cuando somos adoptados en la familia de Dios, cuando tomamos el nombre y la identidad de Jesús, operando
como sus embajadores ante un mundo perdido y moribundo, al instante comienza a tener importancia cómo nos
presentamos ante las personas perdidas que nos rodean. Con toda claridad, Jesús tenía esta responsabilidad en mente
cuando dijo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a
vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). Jesús era muy consciente de que el mundo está observando el
modo en que sus hijos viven sus vidas.

Cuando somos adoptados en la familia de Dios, al instante comienza a tener importancia cómo nos
presentamos ante las personas perdidas que nos rodean.
¿Ha observado alguna vez cuán frecuentemente la Palabra de Dios nos señala hacia nuestras responsabilidades
con nuestro “prójimo”? Varios de los Diez Mandamientos mencionan el modo en que tratamos o nos comportamos
hacia nuestro prójimo. Muchas de las otras leyes levíticas hablan de cómo vivir rectamente y justamente con nuestro
prójimo, y esto pasó directamente al Nuevo Testamento cuando Jesús enseñó el principio de amar “a tu prójimo
como a ti mismo” (Mateo 22:39). Esto debería plantear la pregunta: ¿por qué está Dios tan interesado en nuestro
prójimo? Yo creo que tengo una respuesta.
Él no está interesado en última instancia por cómo tratamos a nuestro prójimo; está interesado en la familia.
Mire, cuando Dios mira a las personas que nos rodean, no ve a personas con las que nos relacionamos regularmente;
Él ve posibles hijos e hijas. Él ve personas por la cuales murió Jesús para que pudieran ser adoptadas y tener una
relación con el Padre que les ama tanto.
Cuando usted se mudó a su barrio actual, Dios se emocionó. Él miró a todas las personas perdidas con las que
usted se encontraría cada día y dijo: “¡Estupendo! ¡Ahora tengo a alguien lo bastante cerca para tocarlos con mi
amor!”. Él vio a cada uno de sus vecinos que viven actualmente en oscuridad y dijo: “Estoy muy feliz por poner una
fuente de mi luz en medio de ellos”. Por eso, la Palabra tiene mucho que decir sobre cómo se conduce usted con su
prójimo.
Desde luego, quizá se esté preguntando quién es y no es su prójimo. Eso es exactamente lo que un experto legal
judío preguntó un día a Jesús. Este hombre quería que Jesús le diera una definición clara de quién era su prójimo,
para poder estar seguro de que técnicamente estaba siguiendo la ley.

Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la
vida eterna?
Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas
tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? (Lucas 10:25-29)

Como respuesta a esa pregunta final, Jesús decidió no dar una respuesta directa. En cambio, relató la familiar
historia de “El buen samaritano”: una parábola de un hombre al que golpean, roban, y dejan por muerto a un lado del
camino. Ya conoce la historia. Varios tipos diferentes de personas pasan al lado del hombre sin detenerse para
ayudarlo. Finalmente, un samaritano despreciado se desvía de su camino para ayudar.
Por lo tanto, ¿cuál fue la respuesta a la pregunta del experto legal que estaba entretejida en la parábola de Jesús?

Nuestro “prójimo” es cualquiera con quien entremos en contacto en nuestra vida diaria.

La historia de Jesús revela que nuestro “prójimo” es cualquiera con quien entremos en contacto en nuestra vida
diaria (¡incluso en la autopista!). Esto incluye, sin duda, a las personas que viven cerca de nosotros, pero también a
nuestros compañeros de trabajo, conocidos, las personas con las que nos encontramos por rutina en el supermercado,
y los otros padres que se sientan a nuestro lado en las gradas en los torneos de fútbol. Pero la parábola de Jesús
también amplía la definición de prójimo al encuentro casual en la fila del cine. Así que la pregunta es: ¿qué tipo de
historia está contando su vida a aquellos con quienes se relaciona cada día? Para bien o para mal, su vida testifica a
su prójimo de muchas maneras.
Una de las que más se pasa por alto es el modo en que usted maneja su dinero y los recursos que Dios le ha
confiado.
La calidad de su mayordomía testifica

Es aleccionador pensarlo, pero cuando las personas que le rodean saben que usted es creyente, el modo en que
maneja sus finanzas les testifica acerca de Dios. Es correcto: ¡su mayordomía testifica!
No me malentienda: no estoy hablando de su nivel de afluencia o riqueza; no estoy sugiriendo que tener cosas
bonitas y nuevas sea un buen anuncio para Dios, o que vivir de modo sencillo y humilde sea un anuncio malo
(aunque tristemente, he oído predicar y enseñar eso en el pasado). No, estoy diciendo que el modo en que decidimos
gastar nuestro dinero, la sabiduría con la cual lo manejamos, y el modo en que cuidamos de las cosas que Dios nos
ha confiado hablan sin palabras sobre nuestro Dios a las personas que nos rodean y que no lo conocen a Él. A menos
que usted esté viviendo como un ermitaño en el desierto como monje asceta, vive cada día sobre un estrado invisible
de testigo, dando testimonio a todo aquel con quien se encuentra de lo que significa ser un seguidor de Jesucristo y
un hijo o hija de Dios.
Mi punto es que tenemos una motivación más elevada para la buena mayordomía que solamente nuestra propia
paz y bienestar personal. Los destinos eternos de otros bien puede que estén en la balanza basados en el modo en
que nosotros representamos cómo se ve un cristiano, y cómo vive un cristiano.
Para el creyente que es un mal mayordomo crónicamente, ese testimonio no es positivo. Su “prójimo”
probablemente lo está observando y diciendo para sí cosas como las siguientes:

“¿Por qué querría yo ser cristiano? Ese tipo ni siquiera puede pagar sus facturas”.
“¿Ha notado que esa pareja parece ir de una crisis monetaria a otra? Siempre están muy estresados y tristes”.
“Me gustaría que esas personas que viven ahí cerca y siempre hablan sobre su iglesia se ocuparan de su jardín y
lo cuidaran, o se mudaran”.
“¿Cómo es que ese tipo parece que siempre conduce un auto nuevo pero no puede tener pintada su casa? Es el
esperpento del bloque”.

Igual que el conductor loco que mostraba el pez de Jesús, a veces me veo tentado a decirles amablemente a los
creyentes: “Si van a administrar sus recursos de tal modo que su vida financiera sea un caos constante, quizá deban
guardarse para ustedes su cristianismo”. Desde luego que no digo eso, pero se me cruza por la mente. ¿Por qué?
Porque no es solo un testimonio horrible cuando no manejamos sabiamente nuestras finanzas. Cuando no podemos
pagar nuestras facturas u ocuparnos adecuadamente de nuestras casas y autos, ¿qué tipo de testimonio es ese en
cuanto a Dios?
Desde luego, cuando algunos creyentes que han batallado por mucho tiempo oyen este mensaje, su impulso es
señalar a Dios con el dedo: Si Dios aumentara nuestros ingresos, no tendríamos estos problemas. ¡Dios no está
proveyendo como Él prometió!
Señalé en un capítulo anterior que esto es una falacia. Es una mentira de Mamón. Más dinero no es la solución.
Si no puedo pagar mis facturas, mi problema no es que Dios no esté proveyendo adecuadamente. Mi problema es
que no estoy manejando sabiamente lo que Él me provee. Ese es el problema. Y como hemos visto, no es probable
que veamos más hasta que seamos fieles y sabios con lo que tenemos actualmente.

Si no puedo pagar mis facturas, mi problema no es que Dios no esté proveyendo adecuadamente. Mi
problema es que no estoy manejando sabiamente lo que Él me provee.

Como contraste, cuando usted maneja sabiamente sus finanzas, incluso si eso significa conducir un auto más
viejo, compartir un entrante en el restaurante, saltarse el postre líquido diario de cuatro dólares en la cafetería de la
esquina, y en general vivir un estilo de vida más sencillo, la paz y el poder que resplandecen mediante su vida
reflejan positivamente la causa de Cristo. Las personas con las que se encuentra en su vida diaria verán a una
persona que rebosa paz genuina y contentamiento. Cuando descubran que es usted un seguidor de Jesús, tendrán una
mayor inclinación a querer saber más sobre el estilo de vida que puede producir ese tipo de gozo.
El gozo debería ser la señal reveladora de la vida cristiana. Dios nos formó para el gozo; pero pocas cosas
expulsarán tan completamente de su vida la felicidad como la mala administración crónica del dinero. De hecho,
causará que usted se pierda uno de los mayores gozos que están a disposición del creyente. Voy a explicarlo.
Testificar mediante la generosidad

Como hemos visto, el modo en que maneja sus finanzas y cuida sus bienes habla alto y claro a todo aquel que le
rodea. Su vida testifica constantemente, para bien o para mal, sobre lo que significa ser cristiano. Pero hay otra cosa
que la buena mayordomía le permite hacer y que habla aún más alto de la bondad de Dios. De hecho, grita que
nuestro Dios es amoroso, bueno y maravilloso. Aún más, le produce una de las mayores emociones que puede
experimentar a este lado del cielo.
La razón de que eso sea así está oculta en un versículo muy familiar. El apóstol Pablo dijo:

Recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir. (Hechos 20:35)

¿Sabía que la palabra griega traducida como “bienaventurado” en este versículo (makarios) significa
simplemente “feliz”? Eso significa que una paráfrasis justa de este versículo sería: “Las personas que dan son más
felices que las que reciben”. Gran parte de mi libro anterior, Una vida de bendición, estaba construido en torno a la
verdad de que una vida de generosidad es una vida feliz. Ciertamente, basándome en lo que acabo de decir sobre la
palabra makarios, fácilmente podría haberlo titulado Una vida feliz. ¡Y con un buen motivo! En la raíz de la premisa
de ese libro yace la verdad de que la vida más feliz, más satisfactoria y más llena de gozo que podemos experimentar
es una vida de generosidad.
Sin embargo, como señalé en las primeras páginas de este libro, es imposible ser tan generoso como a usted le
gustaría ser cuando está viviendo bajo presión financiera, gastando más de lo que gana, o enterrado en deudas.
Como también señalé, en el momento en que da un paso de fe para convertirse en un buen mayordomo, el poder de
Dios llega enseguida para ayudarle, igualando los esfuerzos diligentes que usted hace con milagros de provisión y
promoción.
Aquí está el punto que quiero establecer. Sí, nuestra buena mayordomía testifica de la bondad de Dios a aquellos
con quienes nos encontramos en nuestra vida diaria, pero también hace algo bastante maravilloso. La buena
mayordomía nos da el margen financiero para ser generosos y dar a otros tal como el Espíritu de Dios nos impulsa.
Es ahí donde comienza la verdadera diversión. Hay pocas cosas más gratificantes o emocionantes que tener la
oportunidad de ser una manifestación milagrosas de la bondad y el amor de Dios para alguien que no lo espera.
Permítame compartir solamente un ejemplo de mi propia vida.
Hace varios veranos atrás, Debbie y yo tomamos unas vacaciones muy esperadas y fuimos en moto a Nuevo
México. Ella se situó en la parte trasera de mi moto grande y nos dirigimos hacia las montañas, lejos del sofocante
calor de Texas. El plan era que nuestros hijos adultos y casados llegaran en avión y nos acompañaran más adelante
en el viaje.
Un día en particular estábamos disfrutando de las carreteras serpenteantes en medio del fresco aire de la montaña
cuando nos detuvimos en un pequeño café a un lado de la carretera para almorzar. Ahora bien, resulta que yo llevaba
encima una cantidad inusualmente elevada de dinero en efectivo. ¿Por qué? Por hábito, en realidad. Al principio en
nuestro matrimonio, no llevábamos tarjetas de crédito. Como he mencionado anteriormente, una de nuestras
disciplinas clave de mayordomía era pagar todo en efectivo. Eso significaba que cuando habíamos ahorrado dinero
suficiente para tomar unas vacaciones, ¡yo llevaba conmigo el presupuesto para las vacaciones en efectivo! De ese
modo, nunca gastábamos accidentalmente más dinero del que teníamos estipulado. El presupuesto para las
vacaciones estaba en mi bolsillo (hablaremos sobre presupuestar en el capítulo 13). Bien, con el paso de los años
comenzamos a llevar tarjetas de crédito y a utilizarlas juiciosamente, pagándolas siempre por completo cada mes y
sin tener nunca deudas por la tarjeta de crédito (hablaremos sobre cómo hacer eso en el capítulo 14). Con los años,
yo me había acostumbrado tanto a llevar conmigo mucho efectivo en vacaciones que, por ninguna razón lógica,
retiré una cantidad bastante elevada justamente antes de hacer nuestro viaje; esto, aunque yo había planeado usar la
tarjeta de crédito para la mayoría de los gastos de nuestras vacaciones (¡para conseguir puntos!) y después pagar el
balance por completo cuando regresáramos. Realmente recuerdo decirle a Dios al principio del viaje: “Señor, en
realidad no sé por qué traje todo este dinero. ¡A los viejos hábitos les cuesta morir, supongo!”. En ese momento me
reí en voz alta.
Por lo tanto, ese hermoso día, Debbie y yo nos encontramos entrando en ese café al lado de la carretera en
Colorado vestidos con nuestra ropa de motociclistas. Los dos íbamos vestidos de cuero de la cabeza hasta los pies,
llevábamos cascos de moto bajo nuestros brazos, y yo no me había afeitado en varios días. Ahora bien, dudo que
nadie nos confundiera con miembros de los Ángeles del Infierno, pero probablemente tampoco habrían imaginado
que éramos “predicador y esposa de predicador”.
Cuando estábamos allí sentados disfrutando de nuestra compañía mutua y de las vistas por la ventana, vimos a
una familia salir de una minivan vieja, entrar, y ocupar una mesa no muy alejada de donde nosotros estábamos
sentados. El padre, la madre, y cuatro hijos de diversas edades tenían el aspecto de estar también de vacaciones.
Debbie y yo somos observadores de personas, y yo noté que sus hijos eran educados y se comportaban bien.
También notamos enseguida que esa madre y ese padre sumaban los costos de las comidas del menú que estaban
pensando pedir. Los oímos charlar de que varios de ellos compartieran platos para ahorrar costos y mantenerse
dentro de su presupuesto. La escena me llevó al instante a los tiempos en que nuestros hijos eran pequeños y Debbie
y yo buscábamos todas las maneras posibles de poder ahorrar monedas, gastar sabiamente, y nunca desperdiciar
nada. Compartir entrantes fue nuestro movimiento marca de la casa en los primeros años de nuestro matrimonio.
De repente, escuché la voz familiar de mi Padre celestial. Ahora ya sabes por qué trajiste todo ese efectivo.
Los observamos un poco más de tiempo. Cuando les trajeron su comida, vimos que seis cabezas se inclinaban
para dar gracias.
Miré a Debbie y dije: “Cariño, siento que debemos bendecir a esa familia”.
Ella dijo: “Sí, yo también los he estado observando. Estoy de acuerdo. ¿Quieres pagarles la comida?”.
“Bueno, en realidad quiero pagarles las vacaciones”.
Le expliqué que sentía que el Señor quería que les diera todo el dinero en efectivo que llevaba en mi cartera, y
era bastante dinero. Y que más adelante si necesitábamos tener más efectivo, podríamos conseguir más.
“¡Estupendo! ¡Adelante!”, dijo Debbie. Mi dulce esposa siempre tiene tantas ganas de bendecir a otras personas
como yo, si no más.
Unos minutos después, esta familia parecía asombrada, perpleja y quizá un poco alarmada cuando un
motociclista desaliñado y vestido de cuero se acercó a su mesa y comenzó a hablar con ellos. No puedo recordar qué
dije exactamente, pero fue algo parecido a esto: “Soy cristiano, y siempre intento obedecer lo que Dios me dice que
haga”. Ellos parecían incluso más perplejos cuando puse sobre la mesa un montón de billetes grandes y dije: “Dios
quiere que les pague las vacaciones”.
Francamente, al principio fue difícil conseguir que ellos lo recibieran. Creo que inicialmente pensaron que estaba
intentando implicarlos en algún tipo de actividad ilegal. La vida en este mundo les había enseñado que tenía que
haber algún truco. Perfectos desconocidos no se acercan a uno y le entregan un montón de billetes. Pero uno lo hizo
ese día; porque Dios ama a las personas, y Él necesita que su gente les exprese y manifieste ese amor.
Finalmente, lo comprendieron y recibieron el regalo con asombro y gratitud. Antes de alejarme, miré a los niños
y dije: “Por favor, recuerden siempre este día. Nunca olviden el día en que Dios le dijo a un desconocido en un
restaurante que les pagara las vacaciones porque Él les ama y se interesa por ustedes”.
Ahora bien, eso sucedió al principio de una escapada de tres semanas. Poco después llegaron nuestros hijos y sus
cónyuges, y todos nos alojamos en una cabaña en la montaña cerca del río Rojo, en Nuevo México. Había golf,
senderismo, barcas por el río, comida estupenda, y muchas otras actividades divertidas.
Lo que quiero establecer es que aunque tuvimos muchos momentos maravillosos en ese viaje, ninguno de ellos
se comparaba con ese momento en aquel café. Si Debbie y yo vivimos hasta los 110 años de edad, recordaremos y
atesoraremos ese recuerdo y sentiremos el gozo de estar en una posición para poder manifestar la verdadera
naturaleza de nuestro maravilloso Dios a una familia que batallaba. Pero pudimos hacerlo solamente porque
teníamos los medios para dar.
La Biblia tiene razón. Es realmente más feliz dar que recibir. Dios lo formó para el gozo, pero si usted no
administra sus finanzas, se está perdiendo gran parte de ese gozo. Se está perdiendo la esperanza. Se está perdiendo
algunas cosas asombrosas que Dios quiere que experimente.

Dios lo formó para el gozo.

La más grande de esas experiencias es la oportunidad de ser una manifestación viva y de carne y hueso del amor
de Dios hacia otra persona. Eso es gozo genuino. Esa es una vida feliz.
Testifique

Le guste o no, usted está hoy en el estrado de los testigos. Está ahí cada día. Su vida está testificando ante un mundo
que observa sobre la naturaleza del Dios al que usted sirve y del Jesús que entregó su vida como sacrificio para
salvar la suya. Por eso la calidad de su mayordomía es tan importante; y por eso es tan vital llegar a estar en un lugar
donde pueda experimentar la diversión de servir, ayudar y bendecir a otros. Recuerde las palabras de Jesús: “Así
alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre…”
(énfasis añadido).
No me malentienda. Sus “buenas obras” no tienen ningún peso en su salvación o en cuánto le ama Dios; pero sus
buenas obras sí que tienen un impacto en otros. Brillan como una luz para personas que están en la oscuridad. Su
generosidad les señala hacia Dios y les ayuda a entender que Él es maravillosamente y gloriosamente bueno.
Esta no es la única razón para pedirle a Dios que le ayude a llegar a ser un mejor mayordomo, pero es una razón
poderosa. En la siguiente sección hablaremos de los detalles de ese proceso. ¡Examinemos ahora los pasos prácticos
que le conducen a una vida más allá de toda bendición!
CAPÍTULO 11

APUNTAR ANTES DE DISPARAR

Era mi año en el séptimo grado. Yo era más alto que el promedio de mi clase y también estaba afligido con un
exceso de autoconfianza. Por lo tanto, decidí presentarme para el equipo de básquet. En mi mente, mis habilidades
para el básquet, pulidas bien mediante los partidos ocasionales de H.O.R.S.E. en la canasta de un vecino, eran de
talla mundial. Mientras se acercaba el primer día de entrenamiento, estaba ansioso por salir a la cancha y poder
mostrar al entrenador y a los otros muchachos lo que yo podía hacer.
En ese primer entrenamiento, tras algunos tiros de calentamiento, llegó el momento para nuestro primer ejercicio.
Nos dijeron que nos pusiéramos en fila en la línea de media cancha para hacer tiros al aro. Salí corriendo para ser el
primero de la fila. Con mi gran imaginación, ya había imaginado cómo iba a salir. Yo iba a avanzar hacia la canasta
y ejecutar un tiro perfecto con la pelota elevándose con elegancia hacia el cuadro y después atravesando la red. En
ese punto, el entrenador evitaría que siguiera el muchacho siguiente, reuniría a los demás y diría: “Muchachos,
¿vieron eso? Realmente espero que estuvieran mirando atentamente porque así es como se hace un lanzamiento. Fue
un lanzamiento de libro. Perfecto. Si quieren ser buenos jugadores de básquet, hagan todos sus tiros exactamente
como lo hizo este muchacho”. Entonces, con un pequeño nudo en la garganta, diría: “En veinte años como
entrenador de básquet, nunca he visto una muestra de talento natural como esta”. Y entonces el resto de los
muchachos asentirían con la cabeza mostrando admiración llena de aprobación.
Yo estaba tan seguro de que iba a suceder de esa manera que me aseguré de ser el primero en empezar. Un rápido
sonido del silbato del entrenador me señaló que comenzara mi demostración. Emprendí camino por la cancha, y
antes ni siquiera de llegar a la línea de tiros libres, él hizo sonar otra vez su silbato y dijo: “¡Para!”. Yo pensé: Vaya,
¡lo hice tan bien que ni siquiera necesitó verme lanzar!
Oí al entrenador decir: “Regresa aquí y comienza otra vez”. Entonces se dirigió a los muchachos que estaban en
la fila y dijo: “Ahora, quiero que todos ustedes miren aquí con atención”.
¡Vamos allá! ¡Está sucediendo!
Por lo tanto, salí de nuevo, esta vez con poco más de estilo en mis pasos. Una vez más, cuando llegué a la línea
de tiros libres, él hizo sonar su silbato y gritó: “¡Para!”. Entonces se dirigió a los muchachos y dijo: “Ahora, que
alguien me diga… ¿dónde estaba mirando él mientras avanzaba?”.
Un coro de voces dijo: “¡Al balón!”.
En ese momento, pensé que me iban a elogiar por mi intenso enfoque y concentración, pero entonces escuché:
“Hijo, mírame”. El tono de su voz no se parecía al de un hombre que está a punto de hacer un gran elogio. Entonces
señaló hacia la canasta y dijo: “Esa es la meta. Nunca conseguirás encestar si estás mirando al balón”.
Un momento… ¿qué?
“Vas a tener que aprender a regatear sin mirar al balón”, continuó. “Tienes que mirar a la meta. Nunca vas a ser
un buen jugador de básquet a menos que aprendas a mantener tu mirada hacia adelante. Ahora, ponte el último en la
fila. ¿Quién es el siguiente?”.
Aunque mi orgullo quedó muy malherido, fue mi sueño de ser una estrella del deporte profesional el que sufrió
una herida fatal en la cancha aquel día. Sin embargo, no fue un desastre total. Sí que me fui con un útil principio
para la vida, es decir, que si quiero llegar a una meta, necesito mantenerla delante de mí y fijar mis ojos en ella.
Mi hijo James aprendió el mismo principio en un contexto diferente cuando era joven. Había adquirido su
primera motocicleta y estaba tomando una clase básica de seguridad en la motocicleta. Una de las primeras lecciones
en la clase era sobre los giros. Lo primero que el maestro les enseñó fue: “Miren dónde quieren ir, no donde están
actualmente”.
Esto es ilógico para la mayoría de nosotros, y sin ninguna duda lo era para James. Si tenía que sortear un
obstáculo como un cono de tráfico color naranja, su tendencia natural era enfocarse en el obstáculo en lugar de
hacerlo en el camino que rodeaba al obstáculo. El problema es que, como cualquier motociclista experimentado nos
dirá, la moto de modo natural se dirige hacia donde uno va mirando. James quería cuidar también de su brillante y
nuevo modo de transporte, de modo que lo último que quería hacer era arriesgarse a dañarlo al chocarse con un gran
obstáculo. Sin embargo, mientras conducía, veía un cráter grande en la carretera y pensaba para sí: “Un obstáculo.
No golpees ese obstáculo. Sí, ese obstáculo que está ahí. Ese es el obstáculo que quiero evitar. Es el obstáculo
grande y profundo”. ¡Catapúm!
Golpeó varios obstáculos, charcos de aceite y comadrejas muertas antes de ser capaz de entrenar su mirada y su
mente para ignorar el obstáculo y enfocarse en la meta: la ruta que lo rodeaba. Lo que el instructor le había enseñado
es asombrosamente eficaz; es decir, escoja un punto en la distancia que le alejará del peligro y enfoque su mirada en
ese punto.

Escoja un punto en la distancia que le alejará del peligro y enfoque su mirada en ese punto.

El hecho es que todos nosotros nos dirigimos inconscientemente hacia aquello donde nos enfocamos, ya sea que
queramos ir ahí o no. Las patrullas de tráfico y los equipos de construcción en las carreteras son muy conscientes de
este fenómeno. Cada año, agentes policiales y obreros de la construcción resultan heridos u otra cosa peor porque
los conductores se chocan contra ellos mientras ellos están a un lado de la carretera. A veces, es el resultado de un
conductor que se queda dormido; pero en muchos casos, el conductor iba alerta y mirando directamente a las luces
de advertencia parpadeantes. Ciertamente, estaba tan enfocado en ellas que inconscientemente giró hacia ellas.
Por naturaleza nos movemos hacia el punto de nuestro enfoque.
Todas estas ilustraciones nos señalan hacia una verdad muy bíblica: un enfoque en las metas es una clave vital
para llegar donde queremos ir en la vida y en Dios. Si su destino deseado es un estilo de vida de paz y poder que
resulta de vivir dentro de sus posibilidades, libertad de la deuda y una generosidad alegre, entonces necesitará
algunas metas concretas en las que enfocarse. El exsecretario de estado Henry Kissinger dijo en una ocasión: “Si no
sabemos hacia dónde vamos, todas las carreteras conducirán a ninguna parte”. Examinemos esa verdad.
La mirada en el premio

Comencemos a hablar sobre establecer metas en nuestra cultura insensible, cínica y posmoderna, y comenzarán a
levantarse muchas cejas. Para los oídos modernos, alentar a escribir metas puede parecer un cliché anticuado. Algo
que solamente los oradores motivacionales solían mencionar durante los seminarios de ventas enfocados hacia
pensar positivamente. Eso es desafortunado porque hay un gran poder en establecer metas tangibles, mensurables y
alcanzables. Es una práctica muy bíblica que vemos mencionada directamente o dada a entender en toda la Escritura.
Pablo tenía claramente este principio en mente cuando le dijo esto a la iglesia en Filipos:

No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo
cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una
cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la
meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:12-14, énfasis añadido)

¿Acaso no está diciendo Pablo esencialmente que hace precisamente lo que mi entrenador de básquet en séptimo
grado y el instructor de seguridad de James recomendaron? Él no está mirando atrás o a un lado. Pablo ha
identificado su objetivo y está fijando su mirada hacia adelante y su enfoque “a la meta, al premio”. Pablo sabía lo
que muchas personas no saben en la actualidad, es decir, que hay un poder tremendo en establecer una meta y crear
un plan de acción para alcanzarla.
Como Salomón aconsejó a su hijo: “Pon en manos del Señor todas tus obras, y tus proyectos se cumplirán”
(Proverbios 16:3, NVI), y “Donde no hay división, el pueblo se extravía” (Proverbios 29:18, NVI).
Desde luego, no es solamente la Biblia la que sugiere que establecer metas nos ayuda a llegar donde queremos ir
y a alcanzar lo que esperamos lograr. La evidencia proveniente del mundo de los negocios y de la ciencia de la
conducta es abrumadora. Incontables anécdotas y estudios revelan que establecer metas mensurables es poderoso, en
particular cuando esas metas son puestas por escrito.

Establecer metas mensurables es poderoso, en particular cuando esas metas son puestas por escrito.

Por ejemplo, un riguroso estudio a largo plazo realizado en la Universidad Dominican de California reveló que
los individuos que escribían metas concretas tenían de modo significativo más probabilidad de alcanzar esas metas
que quienes se limitaban a pensar en ellas sin anotarlas.1 Este mismo estudio avanzó aún más en que también
evaluaban el efecto de crear un plan de acción para alcanzar esas metas. No es sorprendente que entre quienes
escribieron sus metas, los que añadieron un plan de acción fueron incluso más exitosos con el tiempo.2 Esta
investigación no se detuvo ahí. También monitoreó el progreso de un grupo que creó también puntos regulares de
rendir cuentas de su plan. En otras palabras, un subconjunto de los individuos en el estudio no solo escribió sus
metas y creó un plan de acción paso por paso para alcanzarlas, sino que también dieron a personas clave en sus vidas
visibilidad de esos planes y les pidieron que les hicieran rendir cuentas para seguirlos. Este ingrediente añadido de
rendir cuentas regularmente hizo que este grupo fuera el más exitoso de todos a la hora de alcanzar sus objetivos.3
Otros estudios han validado estos resultados. Añadamos a esto los testimonios de incontables individuos
triunfadores y exitosos que atestiguan del poder de escribir metas concretas y después crear un plan de acción para
alcanzarlas. Mi amigo Rick Warren, pastor de la Iglesia Saddleback y autor de Una vida con propósito, está entre
ellos. Rick ha escrito:

La investigación ha revelado que las personas tienen más dificultad para establecer metas que para lograrlas
una vez que están establecidas. La parte más difícil para la mayoría de nosotros es sentarnos y pensar en lo
que Dios quiere que hagamos en nuestra vida. Como pastores, batallamos para encontrar tiempo para planear
y solamente pensar.
Una interesante encuesta nacional de hace unos años mostraba que la mayor diferencia entre las personas
moderadamente exitosas y las personas muy exitosas es que el segundo grupo escribía sus metas.
Prácticamente en todas las demás áreas (educación, capacidad, talento, etc.) eran iguales. Lo que es cierto de
la población general es también cierto de nosotros en el ministerio. Quienes establecen metas en el ministerio
son normalmente quienes tienen éxito.4

Mis observaciones y mi experiencia personal están de acuerdo con las de Rick. Por lo tanto, apliquemos ahora
estos principios al tema y enfoque de este libro, es decir, llevarle hasta un lugar en el cual esté viviendo una vida
más allá de toda bendición mediante la mayordomía sabia.
¿Dónde está usted?

Antes de poder saber dónde quiere ir, necesita una comprensión clara de dónde está. Si quiere establecer la meta de
caminar hasta Denver, necesita saber en qué dirección desde Denver está actualmente, y qué distancia les separa.
De manera similar, si su meta es estar libre de deudas, es vital que sepa precisamente la cantidad de deudas que
tiene actualmente. Regularmente me asombra encontrar a creyentes que desearían estar libres de deudas pero no
tienen una idea clara de cuán profundo es el agujero en el que realmente están. Digo que “desearían” porque si usted
ni siquiera sabe cuánta deuda tiene, realmente no puede denominar “meta” a estar libre de deudas. Sin embargo, no
es suficiente tan solo con sumar los balances de todas sus deudas.
Para crear una meta alcanzable y una estrategia práctica para eliminarla, realmente necesita saber el tipo de deuda
que representa cada obligación (asegurada, no asegurada, hipoteca, préstamo de estudios, etc.). También necesita
conocer los intereses, el pago mínimo, y el periodo restante de cada obligación. Si tiene habilidades básicas de
manejo de hojas de cálculo, es una manera estupenda de recopilar toda esta información, pero un sencillo cuaderno
también servirá. Las cosas importantes son poder ver cuál es su deuda total y saber qué deudas conllevan los
mayores intereses. Para una reducción de deuda o su eliminación relacionada con la meta, esta hoja le dice “dónde
está usted”.
Utilizará un proceso similar para cualquier otra meta financiera que pudiera establecer, ya sea reducir sus gastos
mensuales, ahorrar para un primer pago de una casa, o patrocinar la adopción de un niño de otro país.
Solamente estará vagando sin dirección si no sabe realmente dónde está. Cuando tenga una clara comprensión de
su situación, entonces estará preparado para el paso siguiente.
¿Dónde quiere ir?

Una vez que haya mirado con claridad cuál es su situación actual, está preparado para pasar al asunto de establecer
sus metas financieras. A continuación tenemos algunos principios y consejos sabios para recorrer esta parte del
proceso.
Antes de nada… ¡ore! Pida al Espíritu de Dios claridad de visión y propósito para que pueda apuntar al objetivo
u objetivos correctos. Muchas veces atacamos primero lo erróneo o seguimos un síntoma en lugar de seguir la causa
subyacente de nuestros problemas. Muchas personas golpean frenéticamente las ramas de aquello que está creando
caos en sus vidas cuando un golpe concentrado en la raíz daría los resultados que buscan. Pida y reciba sabiduría.
Acepte la promesa y la advertencia que encontramos en Santiago 1:5-6:

Antes de nada… ¡ore!

Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin
reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del
mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.

¡No está usted solo en esto! Dios es su poderoso colaborador en esta empresa de poner en consonancia su vida
con la sabiduría y los caminos de Él. Hágalo partícipe en cada faceta.
En segundo lugar, no establezca metas para impresionar a otros, o sea presionado a seguir metas que están
basadas en los valores de otra persona. Seguir una meta hasta el final requerirá perseverancia, pasión, y el impulso
para perseverar en la adversidad y el desaliento. Si una meta no surge de su corazón y visión (y las de su cónyuge si
está casado), se quedará sin energía cuando el camino se ponga difícil. El aspecto más importante de una meta que
alcanzará realmente es que sea su propia meta.
En tercer lugar, una meta eficaz debe ser concreta y mensurable. Un deseo de “ser una mejor persona” no es
realmente una meta; es más un sentimiento. Lo mismo se aplica a una meta como “ponerme en mejor forma”.
¿Cómo planea medir eso? ¿Cómo sabrá que está haciendo progreso y que ha llegado? Desde luego, las metas
financieras tienden a ser más fáciles de medir. Por lo general, hay cifras relacionadas con los objetivos. Si su meta es
reducir su gasto mensual hasta cierto punto por debajo de sus ingresos mensuales, una sencilla operación matemática
le dirá dónde está usted, dónde necesita estar, y cuál es la distancia entre esos dos puntos. Hay un camino claro para
medir ese objetivo.
Las metas bien establecidas son también muy específicas. Mientras más específica sea la meta, más capacidad
para impulsarle hacia adelante contiene. Las metas difusas y borrosas en raras ocasiones son metas atractivas. Una
meta borrosa es: “reducir mi carga de deudas”. ¿Hasta dónde reducirlas? ¿Qué tipo de deudas? Una meta mejor
sería: “eliminar todas las deudas de la tarjeta de crédito para el 4 de julio del año próximo”.
Jack Canfield, cocreador de los libros Sopa de pollo para el alma, resume este tipo de concreción preguntando
simplemente: “¿Cuánto, para cuándo?”. Él escribe:

[Una meta] debe cumplir dos criterios. Debe expresarse de modo que usted y cualquier otra persona pueda
medirla. Adelgazaré diez libras (5 kilos) no es tan poderoso como Pesaré 135 libras (61 kilos) a las cinco en
punto del día 30 de junio. La segunda es más clara, porque cualquiera puede aparecer a las cinco en punto del
día 30 de junio y mirar lo que marca su balanza.5

Cuando era más joven, mi hijo James tenía un mentor sabio que lo desafió a pensar en sus metas a corto plazo, a
medio plazo y largo plazo para su vida, y a anotarlas. Él admitirá que al principio estaba totalmente sin respuestas.
El pensamiento orientado a la meta sencillamente no nos resulta natural a muchos de nosotros. Tiene que
aprenderse. Él ni siquiera sabía dónde comenzar.
Su coach de vida lo alentó sabiamente a ser muy específico a la hora de expresar sus metas. Él dirá que fue un
proceso doloroso porque a veces parecía casi como un castigo, pero también dirá que refinó y esclareció su sentido
de propósito, le ayudó a tomar mejores decisiones, impulsó su enfoque y alimentó su determinación. A lo largo de
los años sus metas han evolucionado y cambiado, lo cual es una parte normal de madurar, pero lo que ha
permanecido es la habilidad y el hábito de estar orientado hacia las metas.
Crear sus metas de este modo mejora sus posibilidades de alcanzarlas. Como ha dicho el autor y orador cristiano
motivacional Zig Ziglar, famoso en todo el mundo: “Una meta establecida adecuadamente ya ha sido alcanzada
hasta la mitad”.6
¿Cuánto tiempo tomará llegar hasta ahí?

Finalmente, las metas deberían ser lo bastante ambiciosas para retarle, pero también deberían ser alcanzables. Si se
está enfrentando a una montaña de deudas por las tarjetas de crédito que tardó los cinco últimos años en amontonar,
una meta como “seremos libre de todas las deudas de las tarjetas de crédito en tres meses” es a la vez específica y
mensurable pero quizá sea demasiado agresiva para poder conseguirla. Sí, Dios va a ayudarle y bendecirle en
muchos aspectos a medida que usted persigue sus metas. Puede estar seguro de eso. Pero establecer una meta que
requiera nada menos que un milagro para poder lograrla no es realmente una meta. Eso es una oración de
desesperación. Desde luego, la oración es algo maravilloso, y Dios ciertamente hace milagros para sus hijos, pero no
es eso de lo que estamos hablando aquí. No hay ningún plan de acción posible que usted pueda establecer para una
meta y que pueda lograrse solamente mediante un importante milagro. Su plan es poco más que “esperar a que Dios
haga algo espectacular”.
Existe una diferencia entre la fe infantil y la presunción arrogante. Establezca su meta dentro de un marco de
tiempo que sea razonablemente alcanzable mediante diligencia y coherencia; ¡entonces no se sorprenda si Dios
recompensa su dirigencia acelerando milagrosamente su progreso!
Ciertamente, si se está enfrentando a lo que parece una montaña insuperable, puede ser abrumador y más que un
poco desalentador considerar una larga línea de tiempo antes de poder llegar a la tierra prometida del logro. Por eso
es sabio dividir las metas en otras metas más pequeñas e incrementales. La respuesta estándar a la vieja pregunta:
“¿Cómo puedes comerte un elefante?” sigue siendo la misma. “Bocado a bocado”.
Al enfrentarse con un largo viaje, el viajero sabio divide el viaje en partes más pequeñas o hitos establecidos para
marcar su progreso. De manera similar, es útil que divida sus metas más grandes y más ambiciosas en pasos
incrementales. Se dice que Mark Twain señaló: “El secreto de avanzar es comenzar. El secreto de comenzar es
dividir sus tareas complejas y abrumadoras en otras tareas pequeñas y manejables, y después comenzar con la
primera”.

Divida sus metas más grandes y más ambiciosas en pasos incrementales.


Escriba la visión

Como reveló el estudio sobre establecer metas de la Universidad Dominican, las personas que escriben sus metas
tienen mucha más probabilidad de seguirlas hasta completarlas. Hay un poder aparentemente sobrenatural en el acto
de escribir una meta. Algo al respecto hace que pase de la esfera del mero pensamiento a la esfera material donde
vivimos y actuamos.
Por lo tanto, cuando usted (y su cónyuge si está casado) hayan llegado a sus metas financieras, ¡escríbanlas! Le
alentaría a que también haga copias y las ponga en lugares donde las verá regularmente. De otro modo, si están fuera
de la vista, estarán fuera de su mente. Póngalas en su Biblia o diario, en el espejo de su baño o en la puerta del
refrigerador. Haga que sean el salvapantallas en su teléfono inteligente. De hecho, no sería una mala idea escribir su
mayor meta financiera en una tarjeta y meterla en su cartera. Póngala donde cada vez que abra su cartera para
agarrar una tarjeta de crédito o de débito, la verá y recordará por lo que está trabajando y orando. Sea como Pablo y
mantenga su enfoque en “la meta, al premio”. En este caso, el premio es la paz y la libertad que experimentará
cuando haya entrado en la tierra de la buena mayordomía. El premio es el estilo de vida de gozo que vivirá cuando
pueda ser generoso y bendecir a otros cada vez que el Espíritu de Dios le impulse a hacerlo.
Mantenga sus metas delante de sus ojos cada día, y sus probabilidades de alcanzarlas aumentará.
Haga un plan de acción

Un segundo punto importante que llevarse del estudio de Dominican era que añadir un plan de acción para alcanzar
sus metas escritas impulsa sus probabilidades de éxito aún más. “Planee su trabajo y después trabajé en su plan”,
dice la vieja frase.
Es cierto. Cuando sabe dónde está, hacia dónde quiere ir, y aproximadamente cuán grande es la distancia entre
esos dos puntos, es importante crear una estrategia práctica para hacer progreso regular hacia esa dirección. Cómo se
vea ese plan quedará determinado por la naturaleza de la meta.
Conozco a una pareja que se encontró con un puñado de tarjetas de crédito en números rojos cuando el esposo
perdió su empleo y no encontró otro durante más de dieciocho meses. Comenzaron poniéndose de acuerdo sobre la
meta de pagar cada moneda de los altos intereses de esa deuda y pedir la ayuda de Dios. Su paso siguiente fue
determinar cuánto podrían reducir sus gastos mensuales para poder tener todo el dinero posible con el cual atacar
esas cifras. Siguieron poniendo a Dios primero dando su diezmo para que el resto de sus ingresos fueran bendecidos.
Como resultado, decidieron que necesitarían dos años de diligencia para poder poner los balances a cero. Así, su
meta declarada fue: “Seremos libres de todas las deudas de las tarjetas de crédito en esta fecha (dos años desde
ahora)”.
Además de tener una meta específica y mensurable, tenían un plan que incluía pagar las cantidades mínimas de
las tarjetas con menores índices de interés y dedicar todo lo demás que tenían a la tarjeta que tuviera el mayor índice
de interés. Cuando este balance quedaba pagado por completo, entonces se enfocaban en la tarjeta con el siguiente
interés más elevado, y así sucesivamente.
Sucedió que varios meses después de ese esfuerzo, él recibió un aumento de salario (¡imagine eso!). Y debido a
que estaban apasionados y enfocados en su meta, utilizaron por completo ese ingreso adicional (después de su
diezmo) para acelerar su plan. Dios también les dio otras oportunidades de conseguir ingresos adicionales. De
repente llegaba algo que añadía impulso a su plan de reducción de deuda. Al final, lo que al principio habían
calculado que requeriría veinticuatro meses, ¡les tomó solamente dieciséis! Dios había observado su diligencia y su
corazón para ser buenos mayordomos, recompensándolo con ayuda y bendición sobrenaturales.
Mi punto es: añada un plan práctico para alcanzar sus submetas incrementales y su objetivo general. Cuando
tenga una estrategia, cíñase a ella con la tenacidad de un perro bulldog. Hay poder en la coherencia.
Añada rendir cuentas y ayuda

Finalmente, el estudio de Dominican reveló también el poder de añadir una capa de rendir cuentas de su
establecimiento de meta y planificación. Hay una gran sabiduría en tener a una persona o personas fuera de su hogar
que sepan a lo que usted se ha comprometido y cuál es su plan (esto es lo que hizo mi hijo James al adquirir un
mentor que le hiciera rendir cuentas de las metas que había establecido). Tal persona debería ser invitada y
empoderada para poder consultarle regularmente y monitorear su progreso. Muchas veces, solamente saber que hay
otra persona que va a preguntar por sus esfuerzos puede mantener su disciplina y diligencia.
Sin duda, esto requiere transparencia y vulnerabilidad por su parte. Eso hace que la fiabilidad sea un atributo
vital de su equipo para rendir cuentas. Idealmente, estas personas serán individuos sabios, maduros y perspicaces
que pueden ofrecerle consejo y también aliento.
La mayoría de los creyentes que están batallando en alguna área de sus vidas, especialmente en sus finanzas, no
piden ayuda. ¿Por qué? Bueno, ¿recuerda la historia de mi debut en el básquet que compartí al principio de este
capítulo? Puedo bromear ahora al respecto, pero fue una experiencia muy humillante para mí. La mayoría de las
personas no buscan ayuda porque tienen temor a que ocurra algo similar. Somos avergonzados. La vergüenza por la
condición de sus finanzas evitará que obtenga precisamente la ayuda y el aliento que le darán la vuelta a su
situación.
Cuando usted se enferma, visita a un médico. Si sus finanzas están enfermas, vaya a hablar con alguien fiable y
con conocimiento que pueda ayudarle a diagnosticar cuál es la raíz del problema y recetar el curso de acción
adecuado. ¡Esto es muy importante! Por favor, haga uso de los muchos ministerios cristianos de mayordomía que
hay disponibles. ¡Visite a un “médico” financiero y siga la receta! No deje que el orgullo o el temor eviten que
enderece esta área de su vida. Es demasiado importante. Su paz y su salud están en juego. Su matrimonio está en
juego. El futuro de sus hijos está en juego.

¡Visite a un “médico” financiero y siga la receta!

Aproveche el poder de establecer metas para llegar a tener saneada cada área de su vida.
CAPÍTULO 12

LOS COCHES FÚNEBRES NO JALAN VEHÍCULOS DE TRANSPORTE

Los lectores que superen cierta edad recordarán a una querida personalidad de la radio llamada Paul Harvey, un
habitual en nuestras estaciones nacionales de radio en AM a lo largo de los años setenta, ochenta y noventa. El señor
Harvey solía tener un espacio diario de dos minutos titulado El resto de la historia. En él, revelaba una sorprendente
y pequeña historia de fondo de una persona o acontecimiento famoso. Concluía cada episodio con la frase que se
convirtió en su tarjeta de presentación. “Y ahora ustedes conocen… ¡el resto de la historia!”.
Bueno, para los lectores de mi primer libro, Una vida de bendición, tengo una importante historia de fondo. En
ese libro compartí un poco del notable testimonio de mayordomía de un buen amigo mío. Si aún no ha leído Una
vida de bendición, aquí está lo que compartí en 2001:

Tengo un amigo que, hace años, estaba ganando 37 500 dólares. En aquella época, él daba regularmente el
diez por ciento de sus ingresos brutos. Entonces el Señor le habló y dijo: Quiero que des el quince por ciento;
y si das el quince por ciento este año, duplicaré tus ingresos; y a propósito, si das el veinte por ciento el año
siguiente, lo volveré a duplicar; y si das el veinticinco por ciento el año después, lo volveré a duplicar. Él
sintió con fuerza que el Señor había hablado a su corazón.
Él no le respondió a Dios y dijo: ¿Qué te parece esto? Tú duplicas mis ingresos, y entonces comenzaré a
dar el quince por ciento.
Le tomó la palabra a Dios y agarró la oportunidad para estirar su fe y agradar a Dios. Enseguida comenzó a
dar el quince por ciento de sus ingresos a la obra del Señor. Ese año, sus ingresos pasaron de 37 500 dólares a
75 000 dólares. Tomando otra vez la palabra que Dios le había hablado, comenzó a dar el veinte por ciento.
Ese año siguiente ganó 150 000 dólares. Fue en ese punto cuando lo conocí por primera vez. Nos hicimos
buenos amigos, y él me relató este testimonio.
Al año siguiente subió sus donaciones al veinticinco por ciento, y sus ingresos aumentaron hasta 300 000
dólares. Sé que parece increíble, pero sé que este testimonio es veraz. Este hombre es un querido amigo mío.
El año después aumentó sus donativos hasta el treinta por ciento, y ganó 600 000 dólares. Un año después
los aumentó hasta el treinta y cinco por ciento y alcanzó los 1,2 millones de dólares. En la actualidad, da
regularmente el cuarenta por ciento de sus ingresos a la obra de Dios.
Pero puedo decir que lo más importante de su testimonio no es cuánto dinero da o gana mi amigo; es lo que
Dios ha hecho en su corazón.
Él es un hombre de Dios. No comenzó a dar por un deseo de ser rico. Obedeció por un deseo de agradar a
Dios y ser usado por Él.
Dios vio y dijo: “Necesito distribuir fondos en mi reino, y aquí hay alguien en quien puedo confiar”. Y eso
es precisamente lo que Dios está buscando. Dios busca personas a las que pueda confiarles riqueza.1

A petición de él, no mencioné el nombre de mi amigo en Una vida de bendición, pero ahora me ha dado permiso
para “nombrarlo”, en parte porque desde entonces vendió su negocio y ahora es miembro a tiempo completo del
equipo pastoral de la Iglesia Gateway. Su nombre es Steve Dulin, y cada palabra de ese testimonio es veraz; sin
embargo, no es el cuadro completo. Es momento de que usted escuche “el resto de la historia”.
El hecho es que cuando Dios habló a Steve y su esposa, Melody, unos años antes de que yo los conociera, Steve
estaba empezando en el negocio de la construcción. No ganaba mucho dinero, y cargaban con cierta deuda de
estudios a bajo interés y también una hipoteca por su modesta casa. Fue entonces cuando el Señor le dio no una, sino
tres directivas con respecto a sus finanzas. Sí, el Señor lo retó a que aumentara sus donativos por encima de su
diezmo del modo en que describí en Una vida de bendición. Y esos fueron ciertamente los resultados asombrosos
que él experimentó; pero al mismo tiempo que Dios le dijo que aumentara lo que daba, también le dijo que saliera de
las deudas y comenzara a ahorrar más. Así es. Al mismo tiempo que el Señor le indicó a Steve que comenzara a dar
más a la obra del reino, también le dijo que eliminara su deuda, ¡y comenzara a aumentar sus ahorros! ¡Eso sí que es
todo un reto!
Desde luego, esas directivas llegaron con una promesa; sin embargo, no fue la promesa de mayores ingresos lo
que movió a esta pareja a dar un paso de fe. Fue su deseo de obedecer lo que Dios les había dicho que hicieran. Sería
apropiado señalar aquí que no estoy recomendando que usted intente repetir exactamente lo que hizo Steve. Hubo
poder y bendición en ello porque era lo que Dios les dijo a ellos que hicieran. Siempre hay cosas buenas esperando
al otro lado de la obediencia a las directivas de Dios.

Siempre hay cosas buenas esperando al otro lado de la obediencia a las directivas de Dios.

Sin embargo, recordará que en el capítulo 4 hice la afirmación de que los buenos mayordomos hacen tres cosas:
(1) gastan sabiamente, (2) ahorran, y (3) dan. Si entiende que un elemento clave de “gastar sabiamente” es no
soportar deuda no asegurada, verá que las instrucciones de Dios a Steve se parecían mucho a un mapa de ruta para
una buena mayordomía. ¡Una mayordomía agresivamente buena! (Hablaremos del uso de la deuda en el capítulo
14).
Los Dulin dieron un paso de obediencia y ajustaron inmediatamente su estilo de vida y su presupuesto para así
poder aumentar sus donativos, acelerar sus pagos de los préstamos de estudios, y comenzar a apartar dinero como
ahorro. Como hemos visto con varios de los testimonios que he compartido hasta ahora, este paso es la “salsa
secreta” de todos los avances financieros. Tenemos que estar dispuestos a tomar las decisiones difíciles y hacer los
ajustes que nos permitirán practicar una buena mayordomía.
Seguir ese mapa de ruta que Dios le había dado condujo a Steve a una decisión ilógica. Resulta que él tenía
dinero suficiente metido en una inversión que le estaba dando, como promedio, un beneficio en torno al ocho o
nueve por ciento al año para pagar por completo sus deudas de estudios y que le sobrara dinero. Mientras tanto, el
interés de esos préstamos de estudios era solamente del dos o tres por ciento al año. Ahora bien, ningún asesor
financiero en la tierra aconsejaría a alguien que tomara dinero que está produciendo un nueve por ciento y lo usara
para pagar una deuda con un índice del tres por ciento. En términos naturales, eso parecía una necedad; sin embargo,
fue precisamente lo que él hizo. En ese momento, varias personas en su vida que sabían lo que él estaba haciendo le
dijeron que estaba loco por sacar ese dinero para liquidar ese préstamo.
Steve sabía claramente lo que Dios le había dicho que hiciera. Para él, no se trataba de lógica o de razón; se
trataba sencillamente de obediencia en fe. Como resultado, la cuenta de inversión fue liquidada, los préstamos de
estudios fueron pagados, y el balance de los fondos se dirigió al préstamo hipotecario de su casa. ¿También la
hipoteca? Sí; tengamos en mente que la instrucción de Dios para Steve fue: “Sal de las deudas”.
Actualmente, Steve enseña que la clave para una mayordomía de alto nivel es buscar a Dios y hacer lo que Él nos
diga que hagamos. Y en ausencia de una palabra o instrucción concreta, sencillamente seguir los principios básicos
de mayordomía de la Palabra de Dios que estamos examinando en este libro. Steve dice:

No fue solamente que comenzamos a dar más, aunque eso fue una tercera parte de la instrucción de Dios para
nosotros. Si yo no hubiera sido también intencional en cuanto a salir de la deuda y ahorrar más, no estoy
seguro de que habríamos visto el aumento milagroso que vimos. No podemos simplemente obedecer lo que
queremos obedecer e ignorar el resto. Dios me dio tres cosas que hacer, así que hice esas tres cosas, con su
ayuda. La obediencia a lo que Dios está diciendo es el principio operativo.

Aquí, en términos prácticos, está cómo Steve y Melody alcanzaron esta notable hazaña de mayordomía.
Poniendo a Dios primero, comenzaron con su diezmo, que Dios les había dicho que aumentaran del diez al quince
por ciento. Entonces oraron sobre las cantidades que iban a ahorrar y a dedicar a la deuda cada mes. En ambos
casos, creían que Dios les había dado una cifra específica. Sumaron esas cifras y restaron el total de sus ingresos
netos mensuales programados. La cantidad de dinero restante se convirtió en su presupuesto mensual para vivir.
Entonces se propusieron hacer cualquier ajuste que fuera necesario para vivir con esa cantidad.
Sin duda, la mayoría de las personas hoy enfocarían este ejercicio desde la dirección contraria. Con metas de dar
más, ahorrar más y pagar la deuda, comenzarían con sus gastos para vivir. Intentarían ver dónde podrían ahorrar
algunos costos aquí y allá, y entonces dejarían que el sobrante determinara cuánto podían dedicar hacia sus metas. Si
los Dulin hubieran enfocado las cosas de ese modo, no tendrían hoy ese destacado testimonio.
Desde luego, cuando ellos respondieron fielmente, Dios intervino con su poder milagroso para producir
abundancia. El negocio de construcción de Steve prosperó, y comenzó la extraordinaria duplicación de los ingresos
anuales de su hogar. A medida que aumentaron sus ingresos, también lo hicieron sus donativos, sus ahorros y la
reducción de la deuda. En unos pocos años habían pagado su hipoteca totalmente, y pagaron realmente en efectivo
su siguiente casa.
En los años después de compartir la historia de Steve en Una vida de bendición, su negocio de construcción
siguió prosperando y proporcionando empleos a muchas personas. Mientras tanto, Steve y Melody continuaban su
viaje de mayordomía radical. Hace unos años atrás, Dios puso una nueva directiva en el corazón de Steve: un
llamado al ministerio a tiempo completo. Por lo tanto, vendió su negocio y se incorporó al equipo pastoral de la
Iglesia Gateway.
Él sigue siendo un ejemplo asombroso de lo que significa ser un mayordomo fiel, no solo del dinero y las cosas
materiales sino también de sus dones, tiempo, energía y llamado. Él es una bendición tremenda para nuestra iglesia.
Oír, confiar y obedecer

La clave del asombroso testimonio de mayordomía de Steve Dulin será también la clave para el de usted (es
correcto: el resto de su historia está a la espera de ser contada. Usted es un testimonio de mayordomía en
construcción). ¿Esa clave? La disposición a vivir por debajo de sus posibilidades.
Es sencillo. Pero sencillo no significa fácil. No hay ningún atajo ni rodeo en torno a este paso.

Sencillo no significa fácil.

Lo siento, pero usted no va a ganar la lotería; no tiene una tía anciana y rica de la que nunca ha oído y que está a
punto de partir de este mundo. Va a tener que hacer lo que sea necesario para ajustar su estilo de vida de modo que
sus ingresos sobrepasen regularmente sus gastos. Y cuanto antes comience, antes saldrá al otro lado: a la tierra más
allá de toda bendición.
Dar este paso requiere confianza. Confiar en la bondad y fidelidad de Dios. Significa creerlo a Él cuando nos
dice que Él “no nos dejará ni nos abandonará”. Significa confiar en que Él honrará su promesa de que si buscamos
“primero el reino de Dios”, Él responderá añadiendo “todas estas cosas” como comida, ropa y techo a nuestra vida.
Sí, se requiere confianza en Dios para vivir dentro de nuestras posibilidades. Por el contrario, cuando no vivimos
dentro de nuestras posibilidades, en realidad estamos demostrando a Dios que no confiamos en que El suplirá
nuestras necesidades.
Por favor, tenga en mente que los cristianos típicos que viven por encima de sus posibilidades no gastan dos o
tres veces más de lo que ganan. Nadie que tenga unos ingresos de 50 000 dólares o más es tentado a intentar vivir un
estilo de vida de 150 000 dólares. Esta trampa destructiva es mucho más sutil. La verdadera tentación para una
persona que gana 50 000 dólares es gastar toda esa cantidad y tan solo un poco más. Como observamos
anteriormente, el camino seductor es robarle a su yo futuro.
Dios quiere ayudarle a hacer lo contrario a eso, a darle la vuelta realmente a esta práctica peligrosa. Estoy
hablando de vivir bien por debajo de sus posibilidades. Eso es precisamente lo que hicieron Steve y Melody, con
resultados extraordinarios. Ellos confiaron; y obedecieron.
Por favor, observe que le estoy alentando a vivir “bien por debajo de” sus posibilidades. Ahora bien, si por algún
tiempo ha estado gastando más de lo que gana, entonces reducir sus gastos hasta el noventa o noventa y cinco por
ciento de sus ingresos es ciertamente un paso estupendo en la dirección correcta. Pero eso no le sacará del agujero
que usted mismo ha cavado, ni tampoco le permitirá ahorrar y dar a los niveles que producirán una vida más allá de
toda bendición.
Aprender a vivir por debajo de sus posibilidades bien puede ser el hábito más poderoso, transformador y lleno de
paz que puede usted adquirir; sin embargo, solamente una fracción diminuta de personas lo hacen. Examinemos un
par de razones comunes.
Coches fúnebres y vehículos de transporte

¿Por qué nos resulta tan difícil vivir dentro de nuestras posibilidades? La respuesta radica en un pasaje que ya hemos
visitado. Recordará que 1 Timoteo 6:6 dice: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento”. Sin
embargo, anteriormente no leímos lo que hay a continuación de este versículo. Vamos a hacerlo ahora porque el
siguiente tiene también una verdad bastante importante. El versículo 7 dice: “porque nada hemos traído a este
mundo, y sin duda nada podremos sacar”. Tengo un amigo que tiene en mente esa verdad cuando dice: “Nunca has
visto a un coche fúnebre jalar un vehículo de transporte”. Es cierto. Warren Buffett y Bill Gates se llevarán la misma
cantidad de riqueza material que usted y yo a la eternidad. Es decir, precisamente ninguna. Y sin embargo, la
mayoría de las personas emplean toda su vida persiguiendo riqueza y descuidando amontonar el tipo de tesoro que
perdurará por la eternidad. Eso es una necedad, y sin duda eso es precisamente lo que pasa a decir este pasaje:

Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en
tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y
perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la
fe, y fueron traspasados de muchos dolores. (1 Timoteo 6:8-10)

En primer lugar, observemos que el pasaje NO dice “raíz de todos los males es el dinero”, aunque el noventa y
nueve por ciento del mundo civilizado lo cita de ese modo. No, es “el amor al dinero” contra lo que la Palabra nos
advierte firmemente, al igual que contra el deseo de ser rico. En el capítulo anterior sobre el contentamiento y el
espíritu de Mamón vimos que mirar las riquezas en busca de felicidad o de un sentimiento de significado es una
forma de idolatría. No es extraño que un deseo de riqueza pueda hundir “a los hombres en destrucción y perdición”.
Este es el resultado final inevitable de toda la adoración a ídolos.
Si quiere vivir por debajo de sus posibilidades, lo más importante que puede hacer es aprender a estar contento.
El hecho es que el contentamiento es una habilidad que se puede aprender. Pablo así lo dijo:

Pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener
abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener
abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (Filipenses 4:11-13,
énfasis añadido)

Como mencionamos anteriormente, el contentamiento no resulta de tener circunstancias externas agradables. La


mayoría de las personas en Estados Unidos tienen circunstancias externas agradables y sin embargo no tienen
ningún contentamiento. El contentamiento viene del interior. Es una actitud y postura del corazón. Por eso Pablo
dijo que él había aprendido a contentarse en todo tipo de situación y periodo de la vida.

El contentamiento viene del interior. Es una actitud y postura del corazón.

Tener una actitud de descontento en el corazón le conduce a comprar cosas que no puede permitirse; y comprar
cosas que no puede permitirse realmente envía un mensaje a Dios. Usted está afirmando con valentía a su Padre
celestial: “No estoy satisfecho con la provisión que tú me has provisto, y no estoy contento contigo. Tú no eres
suficiente para satisfacer mi alma”. Desde luego, quizá nunca haya sido lo bastante valiente para pronunciar ante
Dios de modo consciente y deliberado tales palabras. Sin embargo, cuando sale corriendo y compra algo con una
tarjeta de crédito sin tener el dinero para pagar por completo el balance al final del mes, en efecto está usted
diciendo: “No estoy contento con el modo en que tú estás proveyendo”.
Hay muchas personas actualmente que intentan parecer más ricas de lo que realmente son. Como contraste,
conozco a muchos individuos extraordinariamente ricos que, si los viéramos en la calle o los conociéramos en una
reunión social, nunca pondríamos imaginar que son ricos. Eso no es nada nuevo, sin embargo. Salomón destacó este
contraste en el libro de Proverbios hace unos tres mil años atrás:

Hay quienes pretenden ser ricos, no tienen nada; y hay quienes pretenden ser pobres, y tienen muchas
riquezas. (Proverbios 13:7)

Permítame parafrasear a Salomón: “Muchas de las personas a las que usted envidia porque parecen muy
prósperas, en realidad no tienen nada y están metidos en deudas hasta el cuello. Y algunas de las personas que tiene
cerca y que no parecen nada impresionantes son realmente bastante ricas, pero son buenos administradores, de modo
que están seguros y felices”. Sam Walton fue uno de los hombres más ricos del mundo, pero conducía una
camioneta Ford F-150 de 1979 hasta el día que murió. Si se lo hubiera encontrado en el pasillo de uno de sus
supermercados Walmart, nunca se habría imaginado que él era un multimillonario.
La envidia es destructiva. Cuando usted permite que la toxina de la envidia viva en su alma, comienza a tener
resentimiento contra otras personas por lo que tienen. Pero sucede algo incluso más corrosivo en su propio corazón.
Cuando usted es una persona envidiosa, comienza a querer que otros le envidien. Millones de personas se gastan
dinero que no tienen no porque verdaderamente quieran o necesiten cosas, sino simplemente en una búsqueda carnal
por ser la envidia de otros. En otras palabras, para hacer que otras personas se sientan mal consigo mismas. ¡Qué
motivación tan baja y fea para vivir!
Sí, la falta de contentamiento es la razón principal por la cual las personas no viven dentro de sus posibilidades.
A diferencia de Pablo, no han aprendido a contentarse en cada circunstancia. Como Pablo advirtió a Timoteo, esto
abre la puerta a todo tipo de maldad y destrucción en sus vidas.
Pablo también mencionó la codicia en ese pasaje en 1 Timoteo. El hecho es que cuando usted comienza a
recorrer el camino de buscar la felicidad en las cosas, realmente nunca llega a ese destino tan esperado. Siempre
necesitará más. Eclesiastés 5:10 dice: “El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener,
no sacará fruto”. El amor al dinero nunca quedará satisfecho. Pablo dijo que la codicia hará que nos alejemos de la
fe y terminemos llenos de muchas tristezas.
¡Yo no quiero eso para usted! Quiero que experimente el asombroso estilo de vida de bendición, paz y propósito
que resulta de ser un mayordomo sabio. Eso significa morder la bala y hacer lo necesario para vivir dentro de sus
posibilidades. ¡Usted puede hacerlo! Aunque pudiera significar hacer lo que Debbie y yo tuvimos que hacer, es
decir, vender un bonito auto que no debíamos haber comprado y conducir otro más barato pero fiable durante un
tiempo. Podría significar la interrupción y la inconveniencia de una mudanza; podría significar perder algunas cosas,
dejar algunas cosas, cancelar la suscripción a algunas cosas. Sea lo que sea, vale la pena.
Por lo tanto, eso nos lleva a otra pregunta. ¿Cómo podemos saber cuánto gasto necesitamos recortar? Dicho de
otro modo, ¿cómo podemos determinar cuán profundos tienen que ser esos recortes en el gasto? Conozco a un
caballero que no solo tiene la respuesta a esa pregunta tan importante, sino que también está dispuesto y puede
ayudarle a vivir dentro de sus posibilidades.
En el siguiente capítulo tengo planes de presentárselo. Siga leyendo.
CAPÍTULO 13

HOLA, SR. PRESUPUESTO

El rostro joven y fresco que me miraba desde la ventana del restaurante de comida rápida para llevar se había
quedado congelado en una expresión que era una mezcla de asombro y pánico. Y todo ello era culpa mía.
Esto sucedió hace varios años cuando mi hija aún vivía en nuestra casa, y condujimos para comprarle algo para
comer. Por el altavoz nos informaron de que nuestro pago total era de 5,57 dólares. Ahora bien, yo solo tenía un
billete de veinte dólares, y rápidamente calculé que me devolverían uno de diez, cuatro de uno, y cuarenta y tres
centavos. No quería tener todo eso, y realmente no quería tener más monedas repicando en el bote del cambio; por
lo tanto, cuando llegamos a la ventana le entregué a la joven el billete de veinte dólares y dije: “Un momento. Creo
que tengo cincuenta y siete centavos”. Tras rebuscar en el lugar en mi auto donde pongo las monedas para el
cambio, descubrí que no tenía exactamente cincuenta y siete centavos, (una moneda de cinco centavos) pero sí tenía
sesenta y dos centavos (dos monedas de veinticinco, una de diez, y dos centavos). Cuando le entregué las monedas,
la pobre muchacha se quedó mirando su mano como si yo le hubiera entregado insectos con aspecto de
extraterrestres. Entonces miró el total en la caja registradora; después miró el billete de veinte dólares, a
continuación las monedas, y de nuevo el billete. Estaba helada. Atrapada en algún tipo de bucle de confusión
interminable.
Sinceramente, yo no intentaba lanzarle una bola con efecto; sencillamente había calculado que si le daba 20,62
dólares, el cambio sería de quince dólares y cinco centavos.
El gerente, al darse cuenta de que algo no iba bien, se acercó e intervino para resolver el problema. Cuando
evaluó todos los hechos del caso, sacó papel y pluma, hizo unos cálculos, y después me miró y dijo sin mucha
certeza: “Quince dólares y cinco centavos… ¿correcto?”. Yo asentí con la cabeza y dije: “¡Vaya!”. Ambos parecían
muy aliviados.
No es mi intención parecer el viejo cascarrabias que recuerda que las cosas eran mucho mejores “en aquellos
tiempos”, pero en realidad hubo un tiempo en el que la mayoría de las personas podían manejar sencillos problemas
matemáticos como dar el cambio. Tengo un amigo que creó un problema matemático parecido para una cajera en
otra tienda. Al final, la cajera le indicó que se acercara al cajón de la máquina registradora y tomara la cantidad que
le pareciera que era la correcta.
Por favor, entienda que no estoy siendo desagradable, ni tampoco es mi intención meterme con la gente joven.
Conozco a muchas personas de todas las edades que tienen retos con las matemáticas. De hecho, antes de enseñar o
predicar sobre presupuestar, mi dulce esposa, Debbie, es fiel para recordarme que no todo el mundo puede hacer
operaciones matemáticas en su cabeza como yo las hago. Ella me alienta correctamente a tener empatía por aquellos
a quienes las matemáticas les resultan un reto. Una razón por la cual sé que muchas personas no viven dentro de sus
posibilidades es porque batallan con las matemáticas básicas. Francamente, tenemos toda una sociedad ahogándose
en las deudas porque parece que no sabemos sumar, y mucho menos comprender el poder multiplicador del interés
compuesto.
Nos encanta ayudar a la gente mediante el ministerio de mayordomía en la Iglesia Gateway. Por eso creamos el
departamento, supervisado ahora por mi hijo James. Cuando alguien que está batallando financieramente llega para
pedir consejería, una de las primeras cosas que hacemos es obtener una instantánea de sus ingresos mensuales y sus
facturas, para así poder identificar la fuente de sus problemas financieros. Con frecuencia, la conversación es
parecida a lo siguiente:

¿Cuáles son sus ingresos mensuales.


Son 3000 dólares.
Bien, ahora vamos a ver sus gastos fijos.
Bueno, nuestra hipoteca es de 1200 dólares. Tenemos un pago del auto de 400 dólares y otro pago del auto de
360 dólares. El seguro del auto son 150 dólares. Como promedio, en electrodomésticos gastamos 250 dólares.
Los cargos del teléfono celular y los datos son de 250 dólares. Los de televisión por cable y el Internet son 110
dólares. Los pagos mínimos de la tarjeta de crédito son 325 dólares (y aumentando).

Ese total sobrepasa ya los 3000 dólares, y eso antes de sumar el cuidado infantil, membresías en gimnasios, otras
subscripciones, etc. Entonces pasamos a los gastos variables como comida y salir a cenar fuera. Invariablemente,
nuestro total sobrepasa por un amplio margen sus ingresos mensuales; y eso antes de llegar a gastos periódicos no
mensuales como costos médicos, reparaciones del vehículo y mantenimiento del hogar. Todo esto aparte de la
conversación que tenemos sobre el poder de poner a Dios primero con el diezmo.
Es obvio que esos cálculos no funcionan. Muchas veces, la realidad de la aritmética básica de su situación llega
como toda una sorpresa para la gente. Desde luego, ya sabían que regularmente se quedaban sin dinero mucho antes
de que llegara el siguiente periodo de pago, y eran vagamente conscientes de que los balances de su tarjeta de
crédito habían estado aumentando regularmente. Pero no sabían exactamente cuánto más se habían obligado a sí
mismos a gastar de lo que realmente tenían disponible.
Y son personas adultas inteligentes. No es que literalmente no sepan hacer los cálculos; es que deciden no
hacerlos. No cuentan cuáles son sus gastos y cuáles sus ingresos; quizá en realidad no quieren conocer la verdad.
¿Sabía que Jesús nos advirtió contra adoptar este enfoque casual y despreocupado? ¡Lo hizo!
En Lucas 14, Jesús dice:

Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si
tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla,
todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo
acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer
frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? (vv. 28-31)

Jesús usa dos ilustraciones (un constructor y un rey que va a la guerra) para advertirnos con firmeza contra no
hacer los cálculos. ¿Cuán grande es la casa que puede permitirse? (Por favor, observe que no pregunté cuánto le
presta la agencia hipotecaria. Los prestamistas casi siempre le prestarán más de lo que usted podría tomar prestado).
¿Qué tipo de vehículo puede permitirse conducir? ¿Cuánto puede gastar en ropa? ¿Cuánto puede ahorrar? ¿Cuánto
puede dar? Tendrá que hacer las cuentas si quiere encontrar respuestas basadas en la realidad para esas preguntas y
vivir dentro de sus posibilidades. Esta es la buena noticia: existe una herramienta fiable y probada por el tiempo para
hacer el tipo de cálculos necesarios para situarse en el camino de la mayordomía sabia.

Jesús usa dos ilustraciones (un constructor y un rey que va a la guerra) para advertirnos con firmeza
contra no hacer los cálculos.
El Sr. Presupuesto es su amigo

Usted comienza con el deseo en su corazón de ser un buen mayordomo (si sigue conmigo aquí en el capítulo 13,
tengo la confianza de que así es). Eso le conduce a entender que necesita hacer las tres cosas que hacen los
mayordomos excelentes, es decir, comprometerse a gastar sabiamente, ahorrar diligentemente, y dar generosamente.
A su vez, ese compromiso le conduce a establecer metas en cada una de esas tres áreas, y para alcanzar esas metas se
requiere una herramienta especializada. Aquí tenemos un término muy técnico de contabilidad para esa herramienta.
Un presupuesto.
Lo sé. Un presupuesto no parece realmente una solución muy exótica o ultramoderna. Aquí en el siglo XXI podría
ser tentado a pensar que sin duda ha surgido alguna tecnología de “bala mágica” para evitar que usted gaste más de
lo que gana. Lo siento, pero toda la nueva tecnología está pensada para ayudarle a gastar más, con mayor facilidad…
y no para gastar menos. Como contraste, los presupuestos han estado ahí más tiempo que el dinero en sí. Pensemos
en cómo un granjero de antaño que recogía cosechas y alimento en el otoño necesitaba hacer que esas provisiones
duraran todo el invierno. Quedarse sin comida antes de la primavera constituiría un desastre amenazador para la vida
para una familia. Igual que una familia de antaño necesitaba un plan para asegurarse de tener comida suficiente
durante todo el invierno, su familia necesita un plan para pasar cada mes y llevarle hacia el futuro.
La única alternativa a presupuestar es… no presupuestar. Tristemente, esta es la opción que eligen muchos
creyentes, y precisamente por eso muchos están viviendo de salario en salario, en el mejor de los casos, y más
probablemente quedando atrás cada mes. Escoger la opción de “no presupuestar” es la razón principal por la cual los
creyentes fracasan en las tres facetas de la mayordomía sabia: gastar, ahorrar y dar.
En cierto sentido, presupuestar es realmente gastar TODO su dinero de acuerdo con sus metas. Es correcto, dije
gastar “todo” su dinero. Una manera de pensar en un presupuesto es como un plan detallado para ubicar cada
moneda de sus ingresos en los lugares que usted ha decidido de antemano y que están en consonancia con sus metas.
Cuando usted diezma, está “gastando” el primer diez por ciento de sus ingresos para reconocer el primer lugar que
Dios ocupa en su corazón y que Él es dueño de todo. Cuando aparta una parte de su salario como ahorro, está
“gastando” dinero para construir su futuro y alcanzar sus metas. Por eso mi buen amigo Dave Ramsey dice: “Un
presupuesto le dice a su dinero dónde ir en lugar de preguntarse dónde fue”.
Un presupuesto es sencillamente un plan detallado que refleja sus valores y metas. La mayoría de los hogares
simplemente no tienen un plan para llegar hasta donde quieren ir. Pensemos en un buen presupuesto como un mapa
para llegar a sus metas. Desde luego, eso presupone que usted tiene metas. ¿Dónde quiere ir? ¿Cuánto dinero quiere
tener en el banco de aquí a diez años? ¿Y a veinte años? ¿Cuánto le gustaría dar a su iglesia y a causas que le
apasionan en diez años? ¿Y el próximo año? ¿Y este año? ¿Qué tipos de esperanzas y aspiraciones ha puesto Dios
en su interior?
Cualesquiera que sean sus metas, no llegará hasta allí por accidente. No llegará tropezando a ciegas hasta esa
buena tierra. Un presupuesto que refleje esos valores y metas es su mapa de ruta. En un sentido muy real, un
presupuesto es su mejor amigo y fiel aliado en la batalla contra sus peores hábitos e impulsos. Si usted lo permite, un
presupuesto puede eliminar el elemento emocional de las decisiones de gasto. En un capítulo anterior señalé que casi
todas nuestras decisiones comienzan con la emoción, y después pedimos a nuestro intelecto que cree una lógica para
lo que nuestra emoción ya ha decidido que quiere. Muchas decisiones necias de gasto están arraigadas en este ciclo
de impulso, emoción y racionalización.

Cualesquiera que sean sus metas, no llegará hasta allí por accidente.

Tener un presupuesto que todos en el hogar se tomen en serio puede interrumpir ese ciclo, y también puede
eliminar la emoción de las decisiones de gasto de otra manera importante. Con frecuencia, dos individuos en un
matrimonio tienen temperamentos y enfoques del dinero muy diferentes. Uno puede que sea frugal por naturaleza y
el otro sea un gastador nato; uno puede ser cauto y el otro impulsivo. Esto a menudo pone a una de las personas en la
relación en el papel que no es divertido de ser el “policía malo”: el que siempre tiene que ser el aguafiestas. Mucha
tensión y resentimiento relacional pueden evitarse simplemente haciendo que el presupuesto sea el responsable
autoritativo. Esto es doblemente importante cuando ambas partes en un matrimonio son “gastadores” por naturaleza.
Por eso en nuestra casa personificamos nuestro presupuesto al principio en nuestra relación. Es correcto: el “Sr.
Presupuesto” es un miembro duradero de nuestro hogar. El Sr. Presupuesto puede ser firme, pero también es sabio y
tiene en mente solo nuestros mejores intereses. Cuando Debbie o yo nos encontrábamos con algo no planeado o
impulsivo que uno de nosotros quería comprar, el otro aprendió a decir: “¡Vaya, eso sin duda se ve atractivo!
¡Consultemos al Sr. Presupuesto!”. Y si los fondos para esa compra no estaban ubicados, el otro decía: “Vaya, el Sr.
Presupuesto dice: ‘No, en este momento no’. ¡Eso apesta!”. De ese modo, ninguno de nosotros tenía que ser el malo
ante los ojos de la persona que amamos. El Sr. Presupuesto es también un poderoso aliado en decir no a peticiones e
invitaciones de otras personas que implican gastar dinero. Podrían ser peticiones de hacer viajes, apoyar eventos
para recaudar fondos, o ir a restaurantes de moda. Nadie quiere decir no a alguien que le cae bien o que tiene que ver
en cada evento familiar, pero el Sr. Presupuesto es feliz al ser el culpable en lugar de usted. “Vaya, tía Ida, nos
ENCANTARÍA comprar un ticket para tu evento para recaudar fondos para la babosa en peligro, pero consultamos
nuestro presupuesto y nuestra categoría de gastos discrecionales ya está totalmente comprometida para los siete
meses siguientes. ¡Quizá el año que viene!”.
A eso me refiero cuando digo que tener un presupuesto aparta el factor emocional de nuestras decisiones de
gasto, y nos permite tomar decisiones no emocionales en circunstancias inducidas por la emoción. A nadie le gusta
parecer barato o pobre. ¿Cuántas veces ha gastado usted dinero que realmente no tenía solo para evitar vergüenza o
por presión social? El Sr. Presupuesto quita de sus manos la decisión; usted permite que el presupuesto decida. Les
digo a los esposos que cuando llegue su pareja y les diga: “Cariño, ¿me comprarás esto?”, usted puede ser el buen
tipo solidario y decir: “Cariño, ¡me encantaría comprarte eso! Desde luego, tenemos que ver lo que dice el Sr.
Presupuesto… Ah, no, el Sr. Presupuesto dice no. Lo siento mucho. Me habría encantado haberte visto con eso”. Por
favor, notemos que les digo a las esposas que esto funciona en ambos sentidos. Las señoras tienen el mismo poder
con el presupuesto para decir: “Cariño, esos nuevos palos de golf brillantes se ven hermosos, y no tengo ninguna
duda de que al instante harán que aumentes el promedio de tus golpes, pero el Sr. Presupuesto dice que este año no.
¡Es muy estricto!”.
A lo largo de los años he enseñado a nuestra congregación el poderoso secreto de incorporar al Sr. Presupuesto al
círculo familiar. Recuerdo a una madre joven que acudió a mí tras un servicio y me hizo saber que habían aceptado
plenamente el concepto del “Sr. Presupuesto” en su hogar y que les había ayudado realmente a tener el control de
sus finanzas. De hecho, ella dijo que lo había estado empleando frecuentemente cuando uno de sus tres hijos
pequeños pedía algo que ellos no tenían por qué gastar. Mencionó que uno de sus pasos para hacer ajustes había sido
recortar el comer fuera en restaurantes de comida rápida; sin embargo, habían designado las noches de los jueves
para ir a McDonald’s porque esa es la noche en que se puede conseguir un Happy Meal (sin juguete) por solo un
dólar. Me dijo que la noche del jueves anterior, oyó la vocecita de su hija desde el asiento trasero de la minivan
decir: “Mamá, ¿puedo conseguir un juguete con mi Happy Meal esta noche?”. Su respuesta fue: “Ah, cariño, ya
hemos hablado de esto. Me encantaría hacer eso por ti, pero el Sr. Presupuesto dice no a eso”. Hubo un momento de
silencio pensativo en el vehículo; entonces oyó la misma voz decir fríamente: “Mamá, quiero que el Sr. Presupuesto
muera”.
Me reí a carcajadas especialmente cuando oí eso, ¡porque yo sabía exactamente cómo se sentía esa niñita! Yo
tenía ese mismo sentimiento frecuentemente cuando Debbie y yo dábamos nuestros primeros pasos hacia poner en
orden nuestras finanzas y practicar la mayordomía sabia. Pero esto es lo que descubrí. El Sr. Presupuesto en realidad
es un buen tipo. Tras haber seguido coherentemente su consejo durante un tiempo, especialmente cuando
comenzamos a ver las bendiciones que invariablemente resultan de practicar la buena mayordomía, ¡comenzaremos
a oír al Sr. Presupuesto decir sí con mucha más frecuencia!
Estoy bromeando un poco, pero hay una verdad muy seria en la raíz de todo esto. Nos metemos en problemas
cuando esperamos hasta el fragor del momento para decidir cuáles son nuestras prioridades de gasto. Un presupuesto
no es una opinión. Una línea en su plan de gasto no es un sentimiento; es objetivo, apartado y factual. Y si ambas
partes en un matrimonio se comprometen a tomarlo en serio, proporcionará una capa protectora de responsabilidad y
coherencia que disciplinará su gasto para así mantenerse en línea con sus metas.
Un presupuesto es una parte indispensable de la mayordomía sabia porque da muchos beneficios. Un
presupuesto…

• le ayuda a ver las cosas más claramente y objetivamente;


• le hace examinar y esclarecer sus valores y prioridades;
• proporciona una base de diálogo y acuerdo;
• le ayuda a vivir dentro de sus posibilidades;
• le ayuda a vivir libre de la atadura de la deuda; y
• edifica carácter y disciplina en su vida.

Francamente, nunca cumplirá el maravilloso destino que Dios ha imaginado para su vida si no puede manejar sus
finanzas. Y eso comienza con un presupuesto. Sin duda, eso conduce al asunto de cómo crear uno.

Nunca cumplirá el maravilloso destino que Dios ha imaginado para su vida si no puede manejar sus
finanzas.
De los sobres a las aplicaciones

Muchas personas no tienen un presupuesto simplemente porque no saben cómo crearlo. La buena noticia es que
nunca ha sido más fácil. Actualmente existe toda una amplia gama de herramientas, manuales y ayudas para guiarle
en el proceso. Dave Ramsey tiene una estupenda llamada EveryDollar disponible en su página web
(daveramsey.com). Además de programas de finanzas personales como Quicken, hay muchas otras aplicaciones
como Mint o YNAB (que significa Usted Necesita un Presupuesto, por sus siglas en inglés). También tenemos
impresos gratuitos de presupuesto en la página web de mayordomía de nuestra iglesia
(stewardship.gatewaypeople.com). Algunas de estas herramientas están en el Internet y se puede acceder a ellas
digitalmente. La mayoría de ellas le llevarán a recorrer algunos de los pasos clave para construir un presupuesto y
ceñirse a él. Estos pasos deberían incluir lo siguiente:

• Evaluar con valentía su situación actual


Cuando está metido en un lío, es tentador meter la cabeza en la arena. He conocido a personas que se demoraron
en el pago de sus facturas y simplemente dejaron de abrir los sobres cuando las notas de demora comenzaron a
aparecer en el correo. Alguna parte irracional de su cerebro les decía que si no abrían las facturas y veían la cantidad
que debían, la obligación de algún modo no existía realmente. De modo similar, algunas personas sencillamente no
quieren tener una imagen clara de dónde están. Sin ninguna duda, ese tipo de negación es una receta para el desastre.
Lo que usted no sabe puede hacerle daño, y lo hará.
Cualquiera que haya seguido un programa de doce pasos para vencer el alcoholismo o la adicción le dirá que el
cuarto paso es hacer “un valiente y minucioso inventario moral”. Romper su adicción a la mala administración
financiera requiere un paso comparable. Como destaqué en el capítulo 11 en mi charla sobre establecer metas, tiene
que comenzar su viaje conociendo de modo preciso dónde está. Si su situación es un lío, eso quizá requiera pedir a
Dios la valentía para hacer frente a toda la fea verdad. Eso significa identificar no solo cada deuda sino también cada
activo. Los activos pueden ser liquidados o vendidos para pagar deudas. Comience con una imagen clara y general
de lo que tiene y lo que debe.

• Repasar sus ingresos y gastos


La mayoría de las personas que conozco saben cuánto ganan. La mayoría de los hogares reciben la misma
cantidad de salario una o dos veces al mes, y eso hace que planear por el lado de los ingresos sea relativamente fácil.
Desde luego, eso no es cierto para todo el mundo. Personas que trabajan en ventas a comisión o recibiendo propinas
experimentan muchas fluctuaciones en sus ingresos. Otras personas tienen cumbres y valles estacionales en sus
ingresos. Para esas personas, planificar un presupuesto es un poco más desafiante pero no imposible.
Un enfoque es tomar el promedio de sus ingresos durante los últimos doce meses, y entonces basar su
presupuesto en el ochenta al ochenta y cinco por ciento de esa cantidad. De ese modo, un mes o dos de ingresos
menores que el promedio no harán naufragar su presupuesto. También, si está construyendo su presupuesto sobre
una corriente variable de ingresos, es importante tener peso extra en la categoría de ahorros para emergencias (de lo
cual hablaremos en un momento). Igual que José condujo sabiamente a los egipcios a hacer en Génesis 41, usted
estará guardando extra durante los meses “gordos” para poder soportar en los meses “flacos”.
Cuando tenga un dominio firme de sus ingresos, es momento para dar el paso más complejo (y potencialmente
doloroso) de repasar sus gastos. Es importante considerar cada moneda que gasta cada mes, incluyendo el efectivo
que esté gastando si usted o su cónyuge tienden a sacar dinero en efectivo del cajero y gastarlo en misceláneos.
También es vital considerar todos los gastos que tienden a terminar en sus tarjetas de crédito. Muchos hogares tienen
numerosas suscripciones que se cargan automáticamente a una tarjeta cada mes.
Al estar repasando todos sus gastos, es útil ordenarlos en varias categorías amplias. En primer lugar, casi todo el
gasto puede considerarse como obligatorio o discrecional. Los gastos obligatorios son los que deben pagarse cada
mes. Por ejemplo, los pagos de renta o de hipoteca, pagos de vehículos y de seguros deben pagarse a tiempo. Si deja
de pagarlos, habrá grandes problemas. El gasto discrecional es aquello sobre lo que usted tiene cierta medida de
control. Su gasto en comida, gasto en entretenimiento, en cenar fuera de casa, y muchos otros tipos de gastos
encajan en esta categoría.
Otro modo de considerar los gastos es como fijos o variables. Algunos gastos obligatorios son fijos, queriendo
decir que la cantidad es la misma cada mes. Otros, como facturas de electrodomésticos y cargos por teléfono celular
(dependiendo del uso de datos), varían de un mes a otro.
Finalmente, los gastos pueden y deberían clasificarse como mensuales o periódicos. Algunas facturas como las
de seguros y de comunidad de vecinos puede que se paguen solamente una o dos veces al año. Y gastos como
reparaciones de vehículos, reparaciones en la casa o gastos médicos pueden producirse en cualquier momento
inesperadamente. Todos estos tipos de gastos variables deberían ser considerados en el presupuesto.
De nuevo, hay diversas herramientas estupendas en el Internet y servicios para ayudarle en este proceso de
categorización. Muchas de ellas son gratuitas porque están patrocinadas por la publicidad (¡solamente que no le
desvíen los anuncios!).
Cuando tenga un conocimiento claro de sus deudas, activos, ingresos y gasto actual (esto representa dónde está
actualmente), estará listo para comenzar a crear su plan para estar en mejor forma.

• Identificar valores y metas


Crear un presupuesto requiere tomar decisiones. A veces, esas decisiones son difíciles, y por eso es vital
establecer lo que es más importante para usted antes de comenzar a decidir dónde va a hacer recortes. Como vimos
en el capítulo 5, los buenos mayordomos ponen lo primero en primer lugar, pero para hacer eso tiene que saber qué
es “lo primero”.

Crear un presupuesto requiere tomar decisiones.

En su libro sobre la administración del tiempo, First Things First (Lo primero es lo primero), Stephen Covey
relata una poderosa ilustración de este principio.1 Él describe a un grupo de ambiciosos alumnos de una maestría
reunidos para un seminario sobre la administración del tiempo. En mitad de su charla, el instructor dijo: “Muy bien,
es el momento de una prueba”, y sacó una jarra de vidrio grande y con la boca muy ancha, poniéndola sobre una
mesa delante de él. Entonces sacó de debajo de la mesa un montón de piedras medianas y, una por una, las fue
metiendo en la jarra hasta que estaba llena hasta el borde y ya no cabían más piedras en su interior. Entonces
preguntó a la clase: “¿Está llena esta jarra?”. Todas las cabezas en la clase asintieron. Como respuesta, él dijo: “¿De
verdad?”. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo de gravilla del tamaño de guisantes, metió parte de esa
gravilla en la jarra y la sacudió, haciendo que los pedazos de gravilla se fueran insertando en los espacios entre las
piedras más grandes.
Entonces sonrió y preguntó al grupo una vez más: “¿Está la jarra llena ahora?”. Esta vez la clase dudaba.
“Probablemente no”, respondió uno de ellos. “¡Bien!”, dijo él, y volvió a sacar de debajo de la mesa un cubo con
arena y procedió a volcarlo en la jarra. La arena se introdujo fácilmente en todos los espacios sobrantes entre las
piedras y la gravilla. Una vez más, él hizo la pregunta: “¿Está llena esta jarra?”. La clase estaba en silencio.
Sonriendo, el maestro sacó una botella de agua y la derramó hasta que la jarra estuvo llena hasta el borde. Entonces
levantó la vista hacia la clase y preguntó: “¿Puede alguien decirme cuál es el punto de esta ilustración?”.
Uno de los alumnos diligentes levantó su mano y se aventuró a decir: “El punto es que no importa cuán lleno
creamos que esta nuestro horario, ¡siempre podemos encajar algunas cosas más!”.
“No”, respondió el orador, “ese no es el punto. La verdad que nos enseña esta ilustración es: si no pones primero
las piedras grandes, nunca podrás meterlas todas”. Dicho de otro modo, si no programamos y priorizamos las cosas
importantes que tenemos que lograr en el día, nunca lograremos encajarlas. En otras palabras, lo primero es lo
primero.
Lo que es cierto de su tiempo y su horario es también cierto de su dinero y su presupuesto. Tiene que meter
primero “las piedras grandes”, ¡o nunca conseguirá meterlas todas! Le insto con los términos más fuertes posibles,
por causa de usted y por causa de su familia, a que establezca como prioridad el honrar a Dios con sus “primicias”.
Si ama usted a Dios, está agradecido a Él por salvarle y adoptarle para ser suyo, y quiere tener su bendición continua
sobre su vida, Él debe ser lo primero de sus “primeras cosas”. Eso significa presupuestar en primer lugar su diezmo.

• Planes para ahorrar


Otra “piedra grande” debería ser apartar todo el dinero que sea posible como ahorro cada mes. He escuchado
resumir estas dos prioridades como: “Pague a Dios; después páguese a usted mismo; después pague a todos los
demás”. Desde luego, si está intentando también salir de la deuda, las cantidades que dedique a ahorros puede que
sean más pequeñas al principio, pero al menos querrá comenzar a formar un fondo de emergencia para cubrir gastos
inesperados como reparaciones y costos médicos. Pero en última instancia, el objetivo de aprender a vivir por debajo
de sus posibilidades es ser capaz de ahorrar una parte significativa de sus ingresos cada mes.
Alguien me preguntó una vez si yo creía que era adecuado que un cristiano tuviera una cuenta de ahorros. Esa
pregunta me sorprendió un poco. Aparentemente, a algunas personas les han enseñado que el comentario de Jesús en
Mateo 6 sobre hacernos tesoros en el cielo contrariamente a hacerlo en la tierra significa que está mal que los
creyentes tengan cuentas de ahorro. Para subrayar mi punto, mi respuesta fue: “No, no creo que los cristianos
deberían tener una cuenta de ahorro. ¡Creo que deberían tener cinco!”.
Es cierto. Ahora bien, no creo que usted necesite literalmente cinco cuentas por separado con números de cuenta
distintos, pero sí creo que necesita estar acumulado dinero al menos en una cuenta de ahorro para cinco propósitos
diferentes, con las cantidades para cada propósito marcadas y monitoreadas. ¿Cuáles son esos cinco propósitos? Ya
he mencionado el primero de ellos.

1. Emergencias: necesita ser capaz de manejar una importante reparación del vehículo o de la casa, o alguna
factura médica sin que eso cause estragos en todo su plan financiero. Si está comenzando en su carrera
profesional o en su matrimonio, quizá solo tenga un fondo de emergencias de mil dólares. A medida que
continúa en la vida, la cantidad apropiada podría aumentar hasta cinco mil dólares, diez mil dólares, o más.
Cualquiera que sea su situación o periodo de la vida, hay alguna cantidad específica que debería decidir en
oración que nunca permitirá que sea menor en su cuenta de ahorros. Muchos asesores sugieren crear un fondo
de emergencias en ahorros que sea igual a tres o seis meses de gastos para vivir. Este es su fondo para
emergencias.
2. Necesidades: la ropa y los zapatos se desgastan; los niños necesitan visitar al dentista, y otros gastos
importantes se producen de vez en cuando. Todo, desde los gastos en educación para los niños hasta sustituir
vehículos. Estas son necesidades en lugar de deseos, pero querrá usted evitar tener que incurrir en deuda para
pagar estas cosas. Por ejemplo, es mejor pagar en efectivo sus vehículos porque se deprecian muy
rápidamente. Como mínimo, querrá hacer un primer pago bastante grande de un vehículo para así no deber
nunca más de su valor, pero es ideal evitar por completo la financiación en las compras de vehículos. Eso
requiere ahorrar para su siguiente auto a la vez que el que conduce actualmente está en perfecto estado.
3. Deseos: no hay nada de malo en querer un nuevo conjunto de palos de golf, un bolso nuevo o unas vacaciones
familiares; sin embargo, utilizar la deuda para financiar estas cosas es una necedad y es contraproducente para
sus metas de mayordomía. Si quiere algo, ahorre y páguelo en efectivo. Esa es con mucha diferencia la
manera más gratificante y satisfactoria de satisfacer esos deseos. Parte de su disciplina de ahorro regular
debería ser apartar dinero para cosas que usted desea. Como señalé en el capítulo 6, las disfrutará mucho más
si demora la gratificación, espera, y finalmente paga en efectivo.
4. El futuro: todos nos hacemos mayores. La jubilación es opcional, pero ralentizar un poco a medida que
cumple años no lo es. Querrá ahorrar para sus años de ocaso a fin de dejar algo sobre lo cual la siguiente
generación pueda construir.
5. Dar: quizá esta sea la razón más importante de todas para ahorrar, y sin embargo la mayoría de las personas
nunca piensan en ello. Ya he abordado el tema del gozo de dar. Responder a un impulso del Espíritu de Dios
para bendecir a otra persona o patrocinar algo que Dios quiere lograr es una de las cosas más emocionantes
que usted puede experimentar a este lado del cielo. ¿Ha dado alguna vez un regalo extravagante a Dios? (El
principio de la moneda de la viuda nos enseña que lo que constituye el ser “extravagante” es puramente una
función de cuánto tenemos). En mi libro anterior, Una vida de bendición, compartí varias historias de
ocasiones en que Debbie y yo vaciamos una o más de nuestras cuentas de ahorro para poder participar en algo
que Dios estaba haciendo. Ni una sola vez hemos lamentado hacer eso; por el contrario, el gozo y la
bendición que experimentamos como resultado cada vez fueron extraordinarios.

Usted también puede experimentar eso, pero solamente si comienza a presupuestarlo. Si nunca ha sentido al
Espíritu de Dios impulsándole a dar de esta manera, quizá sea porque no ha tenido para dar. ¿Por qué le iba a pedir
Dios que hiciera algo para lo cual usted no se ha situado en posición? Comience un fondo de ahorros expresamente
con el propósito de dar por encima del diezmo, ¡y observe lo que sucede!

Comience un fondo de ahorros expresamente con el propósito de dar por encima del diezmo, ¡y observe
lo que sucede!

Obviamente, ¡tener una cuenta de ahorros es bíblico y apropiado para el pueblo de Dios! En el libro de sabiduría
de Dios, Proverbios, aprendemos que solamente los necios no anticipan futuras necesidades y ahorran para ellas.
(“Considera la hormiga”, Proverbios 6:6). Y no olvidemos sus maravillosas promesas para quienes lo ponen a Él
primero:

Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos;
Y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto. (Proverbios 3:9-10)

Metafóricamente, sus “graneros” son los lugares donde usted guarda para el futuro; sin embargo, a medida que
sus ahorros comiencen a aumentar, es vital tener en mente dos de las verdades más básicas de la mayordomía.
En primer lugar, nunca olvide que todo le pertenece a Dios. Sostenga todo lo material, incluidas sus cuentas de
ahorro, con una mano abierta. Usted es un mayordomo y no un dueño. Esta es la mentalidad que es vital cuando el
Espíritu de Dios le impulsa a hacer una donación extravagante para su reino. En segundo lugar, nunca olvide que
Dios y no el dinero es su única fuente de seguridad y significado. Cuando sus ahorros comiencen a aumentar, es
tentador comenzar a pensar en su balance bancario como la fuente de su seguridad. Ese es el espíritu de Mamón
hablando. No caiga en esa trampa.
Tras haber ubicado todas las “piedras grandes” en su presupuesto, está listo para pasar al resto de sus gastos.
Añadirá todo lo que categorizó como gasto “obligatorio”, incluidas sus facturas fijas, variables y periódicas. Para los
gastos variables, tome un promedio de doce meses.
Donde se pone serio este proceso es cuando pasa al gasto discrecional. Es aquí donde usted descubre cuán en
serio se toma vivir dentro de sus posibilidades y llegar a ser un mayordomo sabio. Al comenzar, ponga todo sobre el
altar y tenga a la vista sus metas. Sea brutalmente sincero consigo mismo. ¿Realmente puede permitirse conducir los
vehículos que tiene actualmente en su garaje? Quizá sienta realmente que su membresía en el gimnasio, el Internet
ultrarrápido, el paquete de televisión por cable, tratamientos de belleza, y las citas nocturnas en restaurantes de cinco
estrellas son “esenciales”. Pero ¿lo son realmente? ¿O debería sacrificarse durante un periodo de tiempo para así
poder entrar en la vida de paz y poder a largo plazo?
Recorte, cancele y rasure hasta que tenga un presupuesto de gastos que represente menos de sus ingresos.
Dependiendo de sus circunstancias, hacer esto estará en un rango entre “bastante doloroso” y “horroroso”. Pero vale
la pena. Está diciendo no a algunas cosas a corto plazo para poder decir un gran SÍ a algo mucho más valioso.
Mantenga su mirada fija en el premio de sus metas.
Pero permítame también reiterar que Dios responderá a sus pasos sinceros de obediencia con su poder y
provisión. ¡Su firme compromiso a llegar a ser mayordomo fiel será correspondido con ayuda celestial!

Dios responderá a sus pasos sinceros de obediencia con su poder y provisión.


Seguir su presupuesto

Cuando haya creado su mapa de ruta del presupuesto, la verdadera prueba llega cuando comienza a seguirlo, día tras
día, semana tras semana, y periodo de salario a periodo de salario. El presupuesto más brillantemente creado del
mundo, uno que refleja perfectamente tanto sus realidades como sus metas, es totalmente inútil si usted no lo honra
siguiéndolo fielmente. ¡Conceda al Sr. Presupuesto el respeto que se merece! ¡Está ahí para ayudarle!
No hace muchos años, la mayoría de los gastos se realizaban en efectivo o con un cheque. En la actualidad,
ambas cosas parecen estar en la lista de especies en peligro de extinción. Las tarjetas de débito sustituyeron a los
cheques hace algún tiempo, y ahora los sistemas de pago digital mediante teléfono celular están haciendo que las
tarjetas de débito rápidamente se queden obsoletas.
En los tiempos de antaño de los pagos en efectivo y con cheques, monitorear sus gastos por categoría requería
guardar diligentemente los recibos de cada gasto, ya fuera grande o pequeño. Después, introducirlos regularmente en
algún sistema de monitoreo por categoría. Surgieron programas de software de finanzas personales como Quicken e
hicieron que este tipo de seguir un registro fuera un poco más fácil. Pero aun así usted tenía que introducir
diligentemente cada transacción y catalogarla según la categoría de gasto adecuada.
En aquella era anterior, muchas personas diligentes que seguían un presupuesto empleaban un sistema de sobres
para ayudarles a administrar sus gastos discrecionales. Las partidas mensuales presupuestadas para ciertas categorías
de gasto como comida, salir a cenar fuera, entretenimiento y ropa eran situadas en su sobre respectivo. Dinero para
cada categoría se gastaba a lo largo del mes, y cuando las partidas se acababan, ya no había más. Era una manera
clara y poderosa de crear una disciplina de gasto en áreas hacia las que tenemos tendencia a descontrolarnos a
medida que les perdemos la pista. Este sigue siendo un enfoque muy sensato si quiere usted utilizarlo.
Como destaqué anteriormente, esta era emergente de transacciones electrónicas y sin papel ha hecho que sea más
fácil que nunca gastar dinero.
Un aspecto positivo, sin embargo, es que también ha hecho que sea más fácil que nunca monitorear los gastos.
De nuevo, hay disponibles numerosas herramientas en el Internet a las que puede vincular sus cuentas bancarias y
utilizarlas para monitorear sus finanzas en tiempo real. Por ejemplo, las nuevas versiones de Quicken sacan
automáticamente todos sus gastos de su cuenta bancaria y cuentas de tarjetas y los clasifican para usted basándose
en el modo en que usted clasifica normalmente cada gasto y depósito.
De nuevo, mi propósito aquí no es decirle todo lo que necesita conocer y hacer para establecer y seguir un
presupuesto. Otros recursos pueden hacer eso por usted. ¡Mi meta es motivarle a comenzar! Decida hoy mismo
comenzar a vivir dentro de sus posibilidades. Y comience comprometiéndose a un estilo de vida de presupuestar.
Cultivar la disciplina de presupuestar le ayudará a llegar a ser una persona a la que Dios puede confiar más.

Decida hoy mismo comenzar a vivir dentro de sus posibilidades.

La abundancia destruirá los malos mayordomos, pero Dios puede canalizar más recursos, y lo hará, hacia las
manos de personas que gastan, ahorran y dan en consonancia con lo que Él valora. Ahora examinemos algunos
principios y prácticas con respecto a uno de los temas más importantes de nuestro tiempo. Aprendamos cómo pensar
sobre la deuda.
CAPÍTULO 14

TENER DEUDAS, O NO TENER DEUDAS

Quizá estoy a punto de sorprenderle. Especialmente al haber leído el capítulo 8, en el cual comparé financiar cosas
que no puede permitirse con realizar un esquema Ponzi con usted mismo y robar a su propio futuro. Espero que esté
sentado.
Yo no estoy en contra de todas las deudas en todas las circunstancias. No creo que pedir prestado sea malo
uniformemente, categóricamente y universalmente. No creo que la Biblia enseñe que los buenos mayordomos nunca
jamás piden prestado, y tampoco creo que tener una tarjeta de crédito sea un pecado mortal. Como ya he
mencionado, yo tengo una o dos tarjetas de crédito. Incluso he enseñado a mis hijos adultos a tener tarjetas de
crédito y utilizarlas responsablemente. Ellos, con mi bendición y mi aliento, tienen casas hipotecadas. En otras
palabras, no soy un absolutista en cuanto al tema de las deudas.
Sé que eso me destaca de la mayoría de los principales asesores sobre administración de dinero en la actualidad,
especialmente aquellos a quienes muchos cristianos acuden buscando consejo. Ellos tienden a tener una perspectiva
de la deuda y de pedir prestado que pueda resumirse de la siguiente manera:
“¡No!”.
Estoy bromeando. Pero es cierto que la mayoría aconseja firmemente a las personas que recorten sus tarjetas de
crédito, eliminen todas las deudas, y nunca más vuelvan a pedir prestado. Yo ciertamente entiendo por qué adoptan
esa posición. Emplean todo su tiempo intentando ayudar a personas que han permitido que la deuda casi arruine sus
vidas y que van a tener que atravesar años de un esfuerzo extraordinario y disciplinado para salir del agujero en el
que están. Lo entiendo.
Aunque respeto y admiro a esos expertos y todo el tiempo señalo a las personas hacia sus recursos, me gustaría
ofrecer un punto de vista ligeramente diferente. En el proceso plantearé una perspectiva bíblica balanceada de la
deuda, destacaré sus peligros y obstáculos, y le ofreceré algunas pautas y preguntas para hacerse a usted mismo
cuando esté pensando en pedir prestado dinero.
Vamos a comenzar.
Definir la deuda

De vez en cuando, alguien que vive en Turquía, Irak o Irán, las naciones modernas que ahora constituyen la zona
conocida en tiempos de antaño como Mesopotamia, meten una pala en la tierra y sacan un pequeño pedazo de arcilla
con forma de almohada con algo que repiquetea en su interior.
Arqueólogos que están familiarizados con esa parte del mundo saben que esos pequeños recipientes tienen miles
de años de antigüedad; sirvieron como un tipo antiguo de sobre; y que las pequeñas piezas de arcilla que repiquetean
en el interior son “objetos” que representan los detalles de una deuda. Esos objetos de diversas formas y tamaños
representan cantidades específicas de grano o de aceite. Si una persona quería vender a otra persona grano o aceite a
crédito, creaba uno de esos objetos para registrar los detalles de la transacción de modo que ambos pudieran recordar
cuál era la deuda que se debía. Esos pequeños objetos de arcilla se han encontrado por toda esa zona del mundo, y
son precursores en miles de años de la invención de la escritura.
Aquí está el significado de esos recipientes de deuda. Nos dicen que mucho antes de que hubiera escritura o
dinero, existía el pedir prestado y el prestar. Siempre que las personas han estado viviendo en comunidades o en
proximidad unos a otros, han redactado pagarés. Imaginemos a los agricultores antiguos en Mesopotamia que viven
cerca el uno del otro. “Bert” vive en el valle y cultiva cebada, que madura en la primavera. “Ernie” vive en la ladera
de la montaña y cuida olivares, que maduran a finales del verano o principios del otoño. A Bert y Ernie les gustaría
intercambiar su producción, pero no existe el dinero. No hay ningún medio de intercambio para facilitar esa
transacción; por lo tanto, una primavera Ernie se acerca a Bert con una idea. “Usted me da ahora varias cestas de su
cebada, y yo le daré el valor equivalente en aceite de oliva cuando mis olivos maduren dentro de unos meses”. Eso
le resulta atractivo a Bert, ya que siempre ha admirado la calidad del aceite de oliva de Ernie, y él necesita aceite
para hacer pan. De modo que llegan a un acuerdo. Ernie fabrica algunos pequeños objetos de arcilla que representan
cuántas jarras de aceite de oliva le debe a Bert, los sella en un recipiente hecho de arcilla mojada, y pone unas
marcas en la arcilla que sirven como el equivalente de su firma única. Entonces calienta esa arcilla hasta que se
endurezca como una pieza de cerámica y se la entrega a Bert como su pagaré personal. De ese modo no hay ningún
malentendido más adelante acerca de lo que acordaron. Es un sistema brillante porque Bert no puede engañar
añadiendo objetos extra sin tener que romper el recipiente de arcilla para abrirlo, y Ernie no puede “recordar mal”
cuánto prometió pagar.
Como dije, arqueólogos han encontrado miles de esos pequeños pagarés enterrados por toda la zona de la antigua
Mesopotamia, que datan del comienzo de la civilización. La deuda también era claramente un hecho de la vida
económica en los primeros tiempos bíblicos, tanto que Dios, por medio de Moisés, dio a los israelitas instrucciones
muy concretas sobre prestar, incluyendo quién podía y no podía cargar intereses; qué podía y no debería servir como
seguridad para un préstamo; al igual que cuándo y cómo debían perdonarse las deudas (por ejemplo, véase Éxodo
22:25-27, Levítico 25:36-37 y Deuteronomio 23:20-22). Las advertencias más firmes de la Biblia sobre prestar
dinero se centran en el cargo de intereses (usura). Entonces, como ahora, es el modo en que los cargos por intereses
se acumulan con el tiempo lo que hace que la deuda sea tan potencialmente peligrosa para el que pide prestado y tan
lucrativa para el que presta.
Sin embargo, en el nivel básico, deuda es simplemente deber algo a otra persona. Sin duda, en nuestra época lo
que se debe con mayor frecuencia es dinero. Esto nos lleva a la pregunta de si es adecuado o prudente que un
creyente pida dinero prestado. Para encontrar una respuesta, deberíamos examinar lo que la Biblia dice sobre la
deuda. Hacerlo produce una respuesta más complicada de lo que se podría esperar.
La deuda en la Biblia

En el libro de Levítico, Dios alienta a su pueblo a prestar dinero o alimento (sin intereses) a otros israelitas que estén
batallando para así ayudarles a levantarse de nuevo (Levítico 25:35-37). Hay un pasaje paralelo mucho más largo en
Deuteronomio en el cual Dios, por medio de Moisés, da pautas bíblicas para prestar dinero, especialmente a los
pobres y quienes lo están pasando mal:

Ya que Jehová tu Dios te habrá bendecido, como te ha dicho, prestarás entonces a muchas naciones, mas tú
no tomarás prestado; tendrás dominio sobre muchas naciones, pero sobre ti no tendrán dominio. Cuando haya
en medio de ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en la tierra que Jehová tu
Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu mano
liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite. (Deuteronomio 15:6-8)

Hay varias cosas que quiero destacar sobre este pasaje porque se cita frecuentemente como texto de prueba de
que el pueblo de Dios nunca debería pedir prestado.
En primer lugar, si pedir prestado dinero es siempre y solamente una maldición sobre la persona que pide
prestado, ¿por qué un Dios amoroso, que claramente se interesa por los pobres, ordenaría a su pueblo que les preste?
Sí, Él está hablando sobre préstamos sin intereses, pero siguen siendo préstamos. Dios no está castigando aquí a los
pobres; está alentando a su pueblo a ayudarlos de modo que eso no fomente la dependencia o incentive la pereza,
que son los peligros gemelos del bienestar.
La primera parte de este pasaje se cita frecuentemente como una prohibición en contra de que los cristianos pidan
dinero prestado: “Ya que Jehová tu Dios te habrá bendecido, como te ha dicho, prestarás entonces a muchas
naciones, mas tú no tomarás prestado”.
Muchas personas han malinterpretado esta última frase. Es una profecía, no un mandamiento. Él no les está
prohibiendo que pidan prestado; está declarando que serán tan bendecidos que no necesitarán hacerlo. Cuando usted
tiene abundancia, no tiene que pedir prestado; en cambio, puede prestar. Eso es lo que Dios predice para su pueblo si
ellos guardan sus estatutos del pacto. Naciones ricas prestan a naciones más pobres. Dios está diciendo: “Sigan a mi
lado y ustedes serán una nación rica”. Claramente, no está diciendo que sea malo pedir prestado, porque
inmediatamente después de esto vemos un mandato a prestar a sus compatriotas israelitas que están pasando por un
mal momento.
A propósito, quizá recuerde que le hablé sobre mi papá y su pequeño librito negro de contabilidad en las
primeras páginas de este libro. A la luz de este pasaje, ahora puede apreciar que él era y es una personificación
viviente de esta verdad bíblica. Él es un buen mayordomo, y por lo tanto Dios lo ha bendecido. Eso le da una
abundancia con la cual ayuda a sus hermanos y hermanas en Cristo que lo están pasando mal ofreciéndoles
préstamos a bajo interés o sin intereses para ayudarles a ponerse de pie.
Además, Dios aquí está hablando a los israelitas más como nación que como individuos. Lo que Dios dice es que
Él quiere hacer de ellos un brillante ejemplo como pueblo colectivo. En otras palabras: “Quiero mostrarle al mundo
lo que es cuando mi bendición reposa sobre todo un pueblo en lugar de solo algunos individuos”. Sería como si Dios
le dijera a la iglesia que tengo el privilegio de pastorear: “Voy a demostrar que estoy con ustedes bendiciéndolos
tanto, que nunca tendrán que pedir prestado como iglesia; pero como miembros individuales, tendrán que seguir
ayudándose unos a otros individualmente de vez en cuando”. Eso no significa que cada miembro de la iglesia estará
siempre libre de deudas.
Este pasaje comienza con la promesa de la bendición de Dios. Es esa bendición la que los sitúa en una posición
para tener tal abundancia que son quienes prestan en lugar de ser quienes piden prestado, personas que pueden
ayudar a otros en lugar de necesitar ayuda. Precisamente por eso he escrito este libro sobre ser un mayordomo sabio.
Los mayordomos sabios son bendecidos, y las personas bendecidas pueden prestar, compartir y ser dadores
generosos.

Los mayordomos sabios son bendecidos, y las personas bendecidas pueden prestar, compartir y ser
dadores generosos.
Elogiable, no imponible

Eso no es lo mismo que sugerir que yo creo que incurrir en deuda sea bueno. Debería estar claro basándonos en todo
lo que he comunicado hasta este punto. O que no haya peligros inherentes en pedir prestado, especialmente porque
pedir prestado en nuestra época implica cargos por intereses. Sin embargo hay momentos, circunstancias y contextos
en los cuales el creyente puede utilizar, con cautela y prudencia, la herramienta de la deuda. Una manera en que me
gusta resumir esta verdad balanceada es decir que yo veo el estar libre de deudas como “elogiable, no imponible”.
En otras palabras, es muy deseable estar totalmente libre de deudas, pero no debería considerarse un
mandamiento de Dios. No estamos violando algún principio moral sagrado si de modo responsable y prudente
utilizamos la deuda para algo como una hipoteca de la casa. No es lo mejor de Dios, pero tampoco nos descalifica
para la bendición.
Quienes quieren convertir en un mandato salir de la deuda y mantenerse sin deudas en lugar de ser meramente un
ideal citan Romanos 13:8 para apuntalar su caso. Ese versículo dice: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a
otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley”. Dicen: “¡Ahí está! La Biblia dice que no debamos a nadie
nada”. Hay dos problemas con esa interpretación. El primero es que el contexto de este versículo es que Pablo está
hablando de nuestra relación con la ley de Moisés bajo el nuevo pacto. Los versículos que siguen hablan sobre
mandamientos contra mentir, robar, asesinar, etc. Todos estos pecados se consideraban como incurrir en una
obligación, o deuda, con el prójimo. Este sentido de que ofender a alguien sea un tipo de deuda se refleja en el
lenguaje de la versión Reina-Valera 1960 del Padrenuestro: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros
perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12). Haciéndose eco de lo que Jesús dijo a algunos maestros de la ley un
día, Pablo está diciendo que amar al prójimo cumple con todas las obligaciones hacia ellos y hacia la ley. En otras
palabras, no se preocupe de cumplir cada mandamiento, ley y regulación individual del viejo pacto; sencillamente
ame a su prójimo y cumplirá de modo natural el espíritu de todos ellos.
El segundo problema con interpretar Romanos 13:8 como una prohibición contra la deuda es que sería
literalmente imposible obedecerlo de modo literal. Todos debemos ocasionalmente a otras personas, aunque sea por
poco tiempo. Por ejemplo, si usted se sienta en un restaurante y pide una comida, le debe al restaurante el costo total
de su comida hasta el momento en que pague la cuenta. Durante todo el tiempo que esté allí sentado disfrutando de
la comida, está en deuda con el restaurante. Los empleadores les deben a sus empleados su salario durante varios
días, y finalmente lo pagan los días de salario. Usted acumula una deuda con la compañía eléctrica a lo largo del mes
y después paga la factura antes de la fecha que la compañía ha especificado. No estoy rizando el rizo en esto, pero es
importante reconocer la realidad de que todos utilizamos bastantes veces la deuda día a día. La única pregunta es: ¿la
utilizamos y manejamos responsablemente o irresponsablemente?
Tristemente, para muchos creyentes la respuesta a esa pregunta es no. Lo cual nos lleva a otro punto en el cual
difiero ligeramente con respeto de los principales asesores financieros personales: la cuestión de las tarjetas de
crédito.
La cuestión de las tarjetas de crédito

Si los principales asesores están generalmente en contra de la deuda, entonces están realmente, realmente en contra
de las tarjetas de crédito; y entiendo por qué. Es extraordinariamente fácil que usted se meta en problemas con las
deudas de la tarjeta de crédito. Y millones de estadounidenses han hecho precisamente eso. Un reporte de agosto de
2017 publicado en el Internet en la página financiera MarketWatch.com decía que los estadounidenses acababan de
establecer un dudoso nuevo récord:

Los consumidores estadounidenses han llegado a un hito alarmante. Colectivamente, ahora tienen la deuda
rotativa más destacada (a menudo resumida como deuda de tarjetas de crédito) en la historia de Estados
Unidos, según un reporte publicado el lunes por la Reserva Federal. Los estadounidenses tenían 1,021
trillones de dólares en crédito rotativo en junio de 2017.1

Es correcto. Es más de un trillón con t en deuda de tarjetas de crédito. Y eso además de préstamos hipotecarios,
préstamos para vehículos, y préstamos de estudios. Al menos con la hipoteca y la deuda por el préstamo para el auto
hay algo de valor que asegura el préstamo (razón por la cual las tasas de interés tienden a ser menores). La deuda de
tarjetas de crédito no está asegurada y, como resultado, las tasas de interés que terminan pagando la mayoría de las
personas son ridículamente elevadas, en especial si se han demorado aunque sea en un solo pago o han sobrepasado
en un dólar su límite de crédito. En estos casos, las tasas suben como la espuma a niveles que hacen que a la gente le
resulte muy difícil liberarse de ese caos.
Estar en el negocio de las tarjetas de crédito es extraordinariamente lucrativo, precisamente porque la mayoría de
las personas en la actualidad no tienen ninguna disciplina financiera o control del impulso. Se amasan fortunas con
la usura, lo cual es prestar dinero con tasas de interés exorbitantes. Por eso, Dios prohibió a su pueblo que prestara
dinero con intereses a sus compatriotas israelitas, y también por eso su buzón está lleno de ofertas de tarjetas de
crédito cada día. Esas empresas no son sus amigas, no tienen en cuenta sus mejores intereses, y hacen que sea muy
tentador robarle a su propio futuro para satisfacer un deseo o salir de un caos rápidamente.
Como la joven esposa cuya historia compartí en el capítulo 8, las tarjetas de crédito hacen posible alimentar una
adicción al gasto y que usted se meta en un agujero del que puede parecer imposible salir.
Dado todo eso, sin duda puedo entender por qué algunos aconsejan a la gente que evite por completo las tarjetas
de crédito. Ciertamente no se puede abusar de una tarjeta si no se tiene. Sin embargo, comparo eso con evitar poseer
un auto simplemente porque muchas otras personas son malos conductores y cada año grandes números de personas
resultan heridas en las autopistas. Hay muchos beneficios que resultan de ser un conductor responsable y prudente,
pero si usted es incapaz de conducir sin ponerse en peligro a usted mismo y a otros, entonces por todos los medios,
no tenga un auto.
Ya he mencionado en un capítulo anterior que yo tengo una o dos tarjetas de crédito y pago los balances por
completo cada mes. Esta es la única manera prudente en que recomendaría manejar una tarjeta de crédito. Yo lo
hago principalmente para obtener puntos y por la comodidad cuando estoy viajando. De igual modo, he educado a
mis hijos para que sean responsables con el dinero y sean buenos mayordomos; por lo tanto, no me ha preocupado
que ellos tengan también una o dos tarjetas de crédito. Los he alentado a seguir mi ejemplo y nunca dejar de pagar
un balance. Pagar intereses por deuda no asegurada es una mala mayordomía. Le irá mejor si espera y ahorra.
Por favor, entienda que no le estoy aconsejando que salga corriendo a solicitar una tarjeta de crédito si no la
tiene. Simplemente digo que para individuos que son buenos mayordomos y administradores disciplinados del
dinero, las tarjetas de crédito pueden ser una herramienta beneficiosa. Y usted no está pecando contra Dios o
violando un principio moral eterno al tener una (a menos, desde luego, que el Espíritu de Dios le dirija a hacer otra
cosa. ¡Ore por todas las decisiones y siga su paz!).
Avancemos a algunas cosas que le alentaría a considerar antes de soportar algún tipo de deuda.
Tomar decisiones sabias sobre las deudas

Al haber establecido que es permisible bajo algunas circunstancias tener cierto tipo de deuda durante periodos de
tiempo limitados, es vital entender el objetivo mayor. La mayor parte del pueblo de Dios soporta demasiada,
demasiada deuda. Si usted ha sido un mayordomo necio hasta este punto en su vida, probablemente esté en esa
barca, y uno de sus objetivos, en segundo lugar tras poner a Dios primero en sus finanzas, debe ser atacar su deuda.
Llegar a estar libre de deudas es una meta maravillosa y poderosa. Como dije, eliminar toda la deuda de su vida es
elogiable (incluso si no es imponible).

Eliminar toda la deuda de su vida es elogiable (incluso si no es imponible).

Si tiene deudas por tarjetas de crédito, préstamos de estudios, o está haciendo pagos por autos que realmente no
puede permitirse conducir, una de sus principales prioridades en su nuevo estilo de vida de mayordomía sabia es ir
tras esa deuda tan agresivamente como sea posible. Ataque primero los balances que tengan las tasas de interés más
elevadas. Normalmente, la respuesta a la deuda no es “más deuda”; sin embargo, en ciertos casos donde empresas
implacables de tarjetas de crédito han aumentado las tasas de interés hasta límites obscenamente elevados, podría
tener sentido refinanciar esas deudas a una tasa de interés menor. Sin embargo, una advertencia. Personas que no se
han comprometido también a un estilo de vida de mayordomía sabia con frecuencia se encuentran volviendo a tener
balances altos otra vez. Como resultado, ¡terminan peor que como estaban antes! Si no está seguro de poder
refrenarse de abusar de sus tarjetas de crédito, cancele esas cuentas.
Haga lo que sea necesario durante todo el tiempo necesario para salir de debajo de la carga de la deuda y después
continúe ese estilo de vida de sabiduría financiera ahorrando y pagando sus compras. Gaste sabiamente. Ahorre
juiciosamente. Dé generosamente. Ese es un estilo de vida de libertad. Es una vida de impacto. Es una vida
maravillosa, pacífica y llena de propósito.
Cuando esté viviendo esa vida, puede encarar decisiones continuas sobre meterse en deudas con sabiduría y
prudencia. La deuda es una herramienta que puede tener sentido, bajo ciertas circunstancias bien definidas. Yo
recomiendo que encare la deuda como si fuera un perro grande con el que se encuentra por primera vez. Usted no
sabe si será amigable o agresivo, de modo que es mejor acercarse con mucha cautela y hacer un examen anterior
antes de estirar el brazo para acariciar su cabeza. A continuación tenemos algunas claves para procesar una decisión
sobre pedir prestado.

Encare la deuda como si fuera un perro grande con el que se encuentra por primera vez.

En primer lugar, vea si hay otra manera. A veces, las personas recurren a pedir prestado simplemente por falta de
imaginación o de información. Algunas veces hay otro camino que no se ha tenido en consideración. Pedir prestado
siempre debería ser una opción de último recurso.
En segundo lugar, si está pensando pedir prestado, formule un plan de escape. Antes de firmar en la línea de
puntos, sepa de antemano cómo pagará la obligación por completo rápidamente si es absolutamente necesario. Eso
podría implicar echar mano de una cuenta de ahorros o de inversión que normalmente considera intocable pero a la
que puede tener acceso en caso de emergencia. Por ejemplo, anteriormente compartí el testimonio de Steve Dulin,
que tenía una cuenta de inversión que ganaba un ocho por ciento de interés que utilizó para liquidar un préstamo que
tenía una tasa de menos del tres por ciento. Tomó esa decisión porque el Señor le indicó específicamente que lo
hiciera. Obedecer lo que usted cree que Dios le está diciendo que haga siempre está por encima de todo lo demás. En
circunstancias parecidas, podría considerar en oración establecer una cuenta de inversión con un alto beneficio a la
vez que se mete en un préstamo con una tasa de interés baja. Esa cuenta, sin embargo, representaría su camino de
escape de emergencia. Pediría prestado sabiendo que, si es necesario, podría pagar el préstamo por completo.
Cuando nuestra hija menor, Elaine, estaba a punto de ir a la universidad fuera del estado, sabíamos que iba a
emplear mucho tiempo en la carretera conduciendo para ir y regresar a casa. Queríamos que tuviera un auto seguro y
fiable si iba a estar viviendo tan lejos de casa, y después de orar por esa decisión y obtener luz verde de parte del
Señor, visité a un amigo que es dueño de una concesionaria Toyota. Ahora bien, como mencioné, soy un gran
defensor de pagar en efectivo los autos porque se deprecian con mucha rapidez, y estaba preparado para pagar el
auto de Elaine en efectivo. Ese era el plan. También soy un defensor de comprar autos de segunda mano en lugar de
nuevos. En la mayoría de los casos, tiene mucho más sentido adquirir un vehículo de dos o tres años de antigüedad
que ya ha seguido el camino inicial de la depreciación.
En este caso, sin embargo, nos ofrecían un trato excepcionalmente bueno con un auto nuevo. Yo lo sabía porque
había hecho mi tarea de antemano y conocía en qué modelos estaba interesado y el promedio de los precios
negociados por los que se vendían en mi zona. Por lo tanto, este se convirtió en un caso poco frecuente en el que me
sentía cómodo al comprar un vehículo nuevo; sin embargo, mi plan seguía siendo pagarlo en efectivo. Entonces me
dijeron que estaba disponible la financiación al cero por ciento, y eso me presentó una decisión interesante. El
dinero para comprar el vehículo estaba en una cuenta bancaria que daba pocos intereses; no mucho, solo un poco.
Toyota estaba dispuesto a darme un préstamo sin interés (¡Moisés lo habría aprobado!). Además, se introducían
algunas ventajas adicionales si escogía la opción de la financiación. Oré brevemente al respecto y sentí una paz con
respecto a dejar mi dinero en el banco y utilizar esos fondos para hacer los pagos a lo largo del tiempo. Tenía
establecida mi “estrategia de salida” si sentía la necesidad de eliminar la deuda rápidamente. El auto resultó ser una
gran bendición para mi hija: fiable, eficiente, y mantuvo su valor de reventa mientras lo cuidábamos muy bien.
Eso me conduce a mi tercera recomendación para evaluar una decisión sobre pedir prestado. Es: “hacer las
cuentas”. De hecho, siga el consejo de su maestro de octavo grado y haga las cuentas, y después compruebe otra vez
la operación. Y luego haga que su mamá la compruebe de nuevo.
Examine la decisión y sus condiciones desde todos los ángulos. Sepa exactamente dónde está, hacia dónde se
dirige, y cómo esa decisión le llevará hasta allí. Tomar sabias decisiones financieras a menudo se reduce a obtener
respuestas a tres preguntas básicas. La primera y principal: hacer esto, ¿violaría algún principio bíblico? La segunda:
¿es matemáticamente sensato? En otras palabras: ¿he calculado realmente los costos a lo largo del tiempo y he
comparado la respuesta con otras opciones? Finalmente debe preguntar: ¿tengo paz en mi espíritu al respecto?
Me vienen a la mente dos anécdotas que ilustran la importancia de hacer las cuentas diligentemente de antemano.
Antes de que mi hijo James trabajara en la Iglesia Gateway y después llegara a ser el director de nuestro
departamento de mayordomía, tuvo empleos en un par de industrias diferentes. Al salir de la universidad, trabajó
durante un tiempo como gerente de proyectos para un constructor en Dallas que crecía rápidamente. Sus
obligaciones incluían ver diariamente proyectos de construcción repartidos por toda la zona de Dallas-Fort Worth
Metroplex, de modo que por rutina conducía más de mil kilómetros por semana en su auto. Ese vehículo tenía el
morro muy largo, muchos kilómetros recorridos, y ya estaba pagado totalmente desde hacía cierto tiempo. Dada la
antigüedad y el kilometraje del auto, pronto se hizo evidente que el vehículo sencillamente no estaba a la altura de la
tarea.
James siempre ha sido un hombre frugal y prudente, de modo que comenzó a revisar lo que gastaba en
reparaciones y lo que proyectaba gastar en los meses siguientes. El costo ya era dolorosamente elevado, y su
mecánico le dijo que en el futuro cercano también tendría que ponerle un motor nuevo. Él calculó que necesitaba un
presupuesto cercano a los mil dólares al mes solamente para mantener en carretera ese auto. Viendo su problema con
los lentes de la buena mayordomía, se volvió dolorosamente obvio que necesitaba encontrar un modo de sustituir ese
auto. Idealmente, pagaría otro en efectivo, pero al estar recién salido de la universidad, su cuenta de ahorros no era
adecuada, aunque había estado ahorrando diligentemente desde que consiguió ese empleo.
Tras orar al respecto, James pasó a adquirir el mejor auto de segunda mano que podía permitirse. Se propuso en
oración buscar la mejor oferta que pudiera encontrar. Mi sabio amigo y exitoso dueño de un negocio, Steve Dulin,
enseña que no hacemos dinero al vender; realmente hacemos dinero al comprar. Con eso se refiere a que la clave
para obtener un beneficio cuando compramos y vendemos cosas, ya sean casas, autos, stock o negocios, es
comprarlas bien. En otras palabras, la clave es conseguir una oferta estupenda.
James también sabía cuánto dinero había apartado para un pago inicial. Ya que iba a tener que financiar la
compra, sabía que era importante pagar un porcentaje lo bastante grande del valor del auto para que así tuviera
siempre más valor que lo que aún restaba por pagar. Esa era su “estrategia de escape”. Quería asegurarse de que si
era totalmente necesario liquidar la deuda, podía vender el auto cómodamente por más dinero del que debía en
cualquier momento.
También tuvo en cuenta las implicaciones en los impuestos. También esto es una parte de “hacer las cuentas”.
Como toda esa conducción era un gasto laboral que no se lo reembolsaban, él sabía que podría conseguir una
deducción importante en sus gastos y la depreciación en sus impuestos. Finalmente, encontró una oferta estupenda
de un auto fiable que podía permitirse. No era llamativo, no iba a impresionar a nadie, pero lo llevaba donde él iba
de modo seguro y fiable. Cuando lo conducía, llevaba un registro detallado de sus gastos. Tras los ahorros en
impuestos, la cuenta reveló que estaba gastando menos dinero por kilómetro conduciendo este auto mejor que lo que
habría gastado probablemente al haber mantenido y reparado el antiguo.
Él disfrutó del auto y pagó más que el pago mínimo cada mes, con lo cual cubrió la deuda con varios meses de
antelación. Sí, él habría preferido pagar ese auto en efectivo y, en los años que han pasado desde entonces lo ha
hecho así con otro auto. Pero nos ha proporcionado un ejemplo estupendo de cómo enfocar el pedir prestado cuando
es necesario y prudente.
Quiero contrastar su historia con otra que nos encontramos en el ministerio de mayordomía de la Iglesia
Gateway, que sirve como un ejemplo importante de (casi) no hacer las cuentas.
Había una mamá soltera con un presupuesto muy ajustado que acudió a nosotros buscando consejo sobre
comprar un vehículo. ¡Me alegra mucho que lo hiciera! Estaba a punto de comprar un SUV de segunda mano y
bastante antiguo con el que acababa de hacer una prueba de conducción en un lugar de venta de autos usados cuyo
anuncio gritaba: “¿Un mal crédito? ¿No tiene crédito? ¡No hay problema! ¡Nosotros le financiaremos!”. Le habían
presionado para que firmara un contrato de financiación allí mismo y en el momento, pero ella se negó sabiamente.
Insistió en llevar los detalles del contrato y la financiación a mi hijo James en nuestro ministerio de mayordomía.
James se sentó junto a esta dulce mujer para descubrir si esa obligación que ella estaba a punto de aceptar tenía
sentido financieramente. Eso comenzó con hacer las cuentas, de modo que él sacó una pluma y un cuaderno para
reflejar los hechos. Tras oír una descripción del vehículo, preguntó sobre el precio de compra acordado. Ella dijo
que el precio era 11 000 dólares y estaba pensando en hacer un pago inicial de 2000. La concesionaria iba a
proporcionar financiación para los 9000 dólares restantes. ¿Y el pago? Ella dijo que sería de 385 dólares al mes.
James tuvo la sensación de que eso parecía bastante elevado para una cantidad de 9000 dólares, amenos que el
periodo del préstamo fuera bastante corto. “¿Es un préstamos a tres años?”, le preguntó. Ella respondió: “No, el
periodo es de cuatro años”.
James se sorprendió y se puso a trabajar con su calculadora. Cuarenta y ocho pagos de 385 dólares sumaban un
total de 18 480 dólares en pagos. Tras añadir los 2000 dólares de entrada, James determinó que le estaban
presionando para que pagara más de 20 000 dólares en total por una compra de 11 000 dólares. Pero en realidad era
peor que eso. James entonces consultó varias fuentes para ver el verdadero valor del SUV, y descubrió que un precio
más justo de ese vehículo basado en el kilometraje, las opciones y su estado se acercaba más a los 9000 dólares.
Dado el valor real del vehículo que ella estaba pensando comprar, habría estado al revés desde el primer día; en
otras palabras, debiendo más de la cantidad por la que podría venderlo. Y con ese valor verdadero, ¡el interés simple
efectivo que le estaban cargando al préstamo se acercaba al ciento veintisiete por ciento!
Cuando James repasó con ella esas cifras, quedó abundantemente claro que ella tenía que rechazarlo. Él le ayudó
a dirigirse a un vendedor de más confianza, y ella pudo adquirir un vehículo de manera prudente.
Mi punto es que la buena mayordomía requiere buenas matemáticas, en especial cuando pensamos en adquirir
deuda. Como el rey y el constructor prudentes en la parábola de Jesús, tenemos que calcular el costo, tanto a corto
plazo como a largo plazo.
Además de mirar lo exterior, a los detalles y realidades de la transacción y la financiación, es vital mirar también
hacia el interior. Compruebe lo que le dice el corazón y examine sus motivos con una sinceridad brutal. ¿Ha sido
seducido por la codicia o por un deseo de impresionar a otros? ¿O es eso legítimamente justificable? Tenga en mente
nuestra tendencia muy humana de justificar lo que deseamos.

Compruebe lo que le dice el corazón y examine sus motivos con una sinceridad brutal.

Después de haber consultado con su corazón, consulte con Dios. Ore. Asegúrese de que permitió a Dios hablarle
mediante la voz de su Espíritu y mediante su Palabra. No actúe hasta que tenga paz para seguir adelante. Observe
que dije paz, no emoción. A veces puede usted ser desviado por la emoción hacia eso nuevo que está a punto de
adquirir.
Tiempo de pedir prestado, y tiempo de eliminar la deuda

Quiero concluir este capítulo con un motivo de alabanza que se produjo en la Iglesia Gateway mientras yo estaba
escribiendo este libro. En el año 2009 sabíamos que necesitábamos un santuario mucho más grande. Habíamos
experimentado un crecimiento notable como iglesia durante varios años. La congregación daba con mucha
generosidad, pero aun así teníamos que pedir prestados varios millones de dólares para terminar el proyecto.
Hicimos diligentemente la cuenta y entendimos que nuestro pago sería menos del cinco por ciento de nuestros
ingresos, y sin embargo nos permitiría alcanzar cada semana a la cantidad triple de personas. Oramos al respecto,
tuvimos paz, y seguimos adelante con el préstamo.
Nuestro rápido crecimiento congregacional continuó en las nuevas instalaciones, y Dios abrió puertas de
oportunidad para añadir más campus. Acomodar ese crecimiento y aprovechar esas oportunidades requería sumar a
nuestra deuda. Cada vez, tuvimos paz para seguir adelante y, cada vez, pudimos alcanzar a muchas más personas;
todo ello mientras manteníamos nuestra deuda por debajo de nuestro nivel establecido del cinco por ciento de
nuestro presupuesto total. Dudo en compartir las cifras, pero recuerde por favor que nuestra iglesia es una iglesia
muy grande. En este periodo de hipercrecimiento, nuestra deuda aumentó hasta más de 60 millones de dólares, pero
al mismo tiempo nuestros ingresos anuales aumentaron hasta 140 millones de dólares. Eso sería comparable a tener
140 000 dólares en ingresos y un balance hipotecario de 60 000 dólares.
Entonces, hace unos años atrás, sentimos que el Espíritu de Dios nos impulsaba a ser más agresivos con respecto
a pagar por completo nuestra deuda. Como cuerpo eclesial, hicimos exactamente lo que le he alentado a usted a
hacer como hogar. Nos comprometimos a una nueva estructura de presupuesto que nos permitiera pagar todas
nuestras deudas en cinco años.
Tras dos años de seguir ese presupuesto, habíamos reducido la deuda hasta 52 millones de dólares, pero
sentíamos que no estábamos siendo lo bastante agresivos para atacar ese balance. Por lo tanto, después de hacer
examen de nuestra alma, decidimos reevaluar todo lo que estábamos haciendo como organización para asegurarnos
de que estábamos ayudando a la gente todo lo eficazmente y eficientemente posible. Igual que con un hogar
individual que trabaja para retirar la deuda, eso requería tomar algunas decisiones difíciles; sin embargo, hicimos los
recortes necesarios y comenzamos a aplicar los ahorros a nuestra deuda. Como he dicho en capítulos anteriores, la
verdad principal que quiero que se lleve de este libro es que Dios ayuda y bendice sobrenaturalmente a los buenos
mayordomos del mismo modo que lo hace con los dadores generosos. La clave, primera, última y siempre, es
obedecer lo que Él nos esté indicando.

Dios ayuda y bendice sobrenaturalmente a los buenos mayordomos del mismo modo que lo hace con
los dadores generosos.

Me alegra decir que Dios comenzó a bendecirnos sobrenaturalmente, ¡y en solo unos pocos meses pagamos por
completo toda nuestra deuda! Eso es: ¡52 millones de dólares en deuda fueron retirados sobrenaturalmente rápido!
Mi punto es que si Dios puede cubrir 52 millones de dólares solo en unos pocos meses, también puede bendecirlo a
usted de modo sobrenatural. Lo que habíamos anticipado que tomaría cinco años, Dios lo hizo en solo tres años,
¡con la mayor parte del progreso produciéndose en los cuatro meses finales!
Sí, hay un lugar y un tiempo para pedir prestado, pero la deuda es una herramienta peligrosa. Utilícela con
moderación, con prudencia y con oración. Y haga que su meta sea estar completamente y totalmente libre de deudas.
CAPÍTULO 15

BENDECIDO PARA SER UNA BENDICIÓN

Miguel aún puede recordar claramente lo que era estar enterrado en deudas y estar siempre bajo el fuego
financieramente hablando. Si se detiene a pensar en ello, puede recordar el estrés, el temor, y el nudo siempre
presente en el estómago. Aunque han pasado más de doce años desde que él y su esposa, María, pasaron al camino
que les condujo a una vida más allá de toda bendición, en su imaginación aún puede situarse de nuevo dentro de esa
horrible caja. Puede recordar con toda claridad el muro de frustración contra el que se chocaba cada vez que veía a
alguien con necesidad o una causa ministerial que tocaba sus corazones y eran incapaces de actuar sinceramente por
su deseo sincero de ayudar.
“No tenía ni idea de lo que estaba haciendo financieramente”, recuerda Miguel. “Yo era un cabeza hueca en lo
relacionado con nuestro dinero, y estaba metido hasta el cuello en deudas. Y entonces todo cambió”. También le dirá
que estaba muy inmerso en la mentira de Mamón de que podía alcanzar la felicidad solamente si podía acumular
suficientes “cosas”.
Lo que cambió fue su corazón. Mientras esta pareja se sentaba regularmente bajo mi enseñanza sobre los
principios de mayordomía en la Iglesia Gateway, Dios usó dos versículos clave para darles convicción y llevarlos a
ese camino. El primero fue Samos 24:1:

De Jehová es la tierra y su plenitud;


El mundo, y los que en él habitan.

Miguel comenzó a aceptar sinceramente una de primeras verdades que presenté en este libro; es decir, que toda la
mayordomía sabia se construye sobre la comprensión fundamental de que Dios lo posee todo, y nosotros somos
solamente cuidadores temporales de lo que Él ha puesto en nuestras manos. Eso es un “mayordomo”: alguien que
administra la propiedad del verdadero dueño. Mientras tengamos la mentalidad de “dueño”, nunca pensaremos
verdaderamente como un mayordomo.

Nosotros somos solamente cuidadores temporales de lo que Él ha puesto en nuestras manos.

El segundo versículo que impactó a Miguel fue 1 Corintios 4:2:

Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.

En otras palabras, realmente todos somos mayordomos o administradores, ya sea que lo reconozcamos o no. La
única pregunta es: ¿es usted un buen mayordomo, o uno malo? Lo que este versículo reveló a Miguel es que la
calidad de nuestra mayordomía se mide en términos de “fidelidad”. Miguel y María decidieron que ellos iban a
llegar a ser mayordomos fieles de lo que Dios les había confiado. Miguel dice: “Aceptamos el reto de comenzar a
prestar atención a nuestras finanzas y comenzar a vivir eso diariamente”.
Comenzaron haciendo lo que le aconsejado a usted que haga: poniéndose serios con respecto a crear un
presupuesto y ceñirse a él. Miguel confiesa, entre risas, que hasta ese momento en su vida habría preferido expulsar
una piedra del riñón que pensar en un presupuesto. Pero María y él adquirieron algunos recursos y herramientas
sobre presupuestar de la organización de Dave Ramsey, se arremangaron, y se pusieron a trabajar. Atravesar juntos
ese proceso produjo beneficios que Miguel no había anticipado. “Al crear nuestro presupuesto y ceñirnos a él, María
y yo aprendimos a estar en la misma página. Llegó a nuestro matrimonio un nivel de unidad que nunca antes
habíamos experimentado”, recuerda. La pareja rápidamente comenzó a ver resultados también en otras áreas.
“Pagamos totalmente más de 38 500 dólares en deudas solamente en quince meses. Además de nuestro recibo de la
hipoteca, hemos estado libres de deudas desde entonces”. Con su deuda fuera del camino, pudieron construir un
fondo de emergencias que podía ocuparse de casi cualquier contingencia imprevista. Como resultado, todo el estrés,
la preocupación, el temor y la presión que habían sido un elemento constante de su vida y su relación durante los
primeros diez años de su matrimonio, se evaporaron de repente.
Si nos sentáramos a hablar con Miguel y María, podría sorprendernos saber que a pesar de cuán maravillosas han
sido esa paz y esa libertad, no son las mejores partes de sus vidas como mayordomos fieles.
Miguel dice: “Hemos estado diezmando durante todo este proceso, pero cuando pusimos en orden nuestra vida
financiera, comenzamos a buscar lugares para dar por encima de nuestro diezmo. Hoy damos al ministerio alrededor
del veinticinco por ciento de nuestros ingresos: el diezmo a nuestra iglesia y otro quince por ciento a ministerios a
los que Dios nos ha dado el deseo de ayudar. Además de eso, tenemos lo que llamamos nuestro ‘dinero que
llevamos para bendición’”. Se refiere al dinero en efectivo que María y él llevan con el propósito expreso de
escuchar al Espíritu de Dios hablarles sobre darlo mientras viven sus vidas cotidianas.
“Ha sido una diversión fenomenal”, dice Miguel. “Está siendo un tiempo asombroso”.
Su camino hacia “feliz” y más allá

Lo que descubrieron Miguel y María es verdad. Dar es divertido. Se podría decir que esa frase representa una
sinopsis de tres palabras de mi primer libro, Una vida de bendición. Como ya he afirmado varias veces, la mayor
diversión que puede tener un ser humano a este lado del cielo llega cuando tiene el deseo y la capacidad de ser una
expresión milagrosa del amor de Dios para otra persona. La mayoría de las personas que aman a Dios tienen el
deseo de bendecir a otros financieramente, pero solo los mayordomos fieles tienen la capacidad de hacerlo
regularmente.
Ayudarle a usted a llegar al lugar donde tenga esa capacidad es precisamente la razón por la que escribí este
libro. Quiero que experimente ese tipo de vida. Como observé al comienzo de este viaje, la palabra griega traducida
como “bienaventurado” en nuestro Nuevo Testamento significa literalmente “feliz”. Y por lo tanto, una vida más
allá de toda bendición implica que hay algo más allá de la felicidad. Y lo hay. ¿Qué es mejor que la felicidad? El
gozo.
La vida de un mayordomo fiel es una vida gozosa. En el capítulo 1 pinté una imagen de esa vida para usted. Le
pedí que imaginara tener siempre dinero sobrante al final del mes, en lugar de tener mucho mes sobrante al final de
su dinero. Le invité a imaginar una vida en la cual usted haya olvidado lo que es tener preocupación o estrés por sus
finanzas. Imaginar una vida de paz diaria, de reposar su cabeza sobre la almohada en la noche con un alma
satisfecha, y dormir como un bebé. Imaginar una vida de armonía, unidad, paz y propósito en su hogar, donde, si
está casado, su cónyuge y usted oran rutinariamente por prioridades de gasto pero nunca se pelean por el dinero. Le
pedí que visualizara no tener de repente un agujero en el estómago cuando piensa en sus años de jubilación o su
ancianidad, sino más bien, como la mujer sabia y prudente de Proverbios 31, usted “se ríe de lo por venir”.
Lo que le pedí que imaginara era la vida de un mayordomo fiel. Como Dios bendice a los mayordomos fieles, es
literalmente una “vida de bendición”; es decir, una vida feliz. Pero hay más. Por maravillosa que sea esa vida feliz,
la buena mayordomía no es la meta final, es el medio hacia un fin. La verdadera meta es lo que hace posible la
mayordomía fiel: la aventura de una vida como la describí en mi primer libro. Estoy hablando de vivir un estilo de
vida de generosidad.

Vivir un estilo de vida de generosidad.

Por eso comencé este libro pidiéndole que imaginara una vida en la cual consigue bendecir a otros dondequiera y
siempre que el Espíritu le mueva a hacerlo. Describí una vida llena de emoción, propósito y satisfacción porque
puede invertir regularmente en personas y causas que más significan para usted.
Ciertamente, usted pasa los días buscando oportunidades de ser una respuesta a la oración susurrada de alguna
persona desesperada, teniendo por rutina el privilegio de servir como una manifestación viva y tangible del amor de
Dios por ellos. ¡Qué divertida es esta vida! Sin embargo, el gozo aquí y ahora no es el único beneficio de este tipo de
vida. Esta es una vida que amontona tesoros en los cielos. El conocimiento de esto se suma a su gozo diario.
La felicidad es estupenda, pero el gozo profundo es aún mejor. Sí, usted es feliz cuando es bendecido, pero entra
en el gozo cuando usted bendice a otros. Es feliz cuando entiende que Dios le ha perdonado sus pecados y tiene una
conciencia limpia, pero el gozo es compartir a Jesús con otra persona y ser parte de la experiencia que tiene esa
persona del mismo milagro de limpieza. Eso es también lo que experimenta cuando, como ha hecho lo necesario
para vivir dentro de sus posibilidades, es capaz de apoyar financieramente a su iglesia y a otras organizaciones que
presentan a Jesús a otros. A propósito, esto es precisamente lo que Jesús tenía en mente cuando exhortó de modo
críptico a sus seguidores a usar el “mamón injusto” para “hacer amigos” en Lucas 16:

Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas [mamón], para que cuando éstas falten, os
reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy
poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os
confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro? Ningún siervo
puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al
otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. (Lucas 16:9-13, énfasis añadido)

Jesús está diciendo que usamos nuestro dinero (mamón injusto) para ayudar a personas a oír y recibir el
evangelio, y literalmente estamos haciendo amigos que probablemente no conoceremos hasta que “falten”
(muramos) y vayamos al cielo. Sin duda, estos amigos son parte del “tesoro” que estamos haciéndonos allí. Como
mayordomo fiel que ha utilizado su dinero de esta manera, llegará usted al cielo un día para recibir una asombrosa
bienvenida. Una gran parte de esa bienvenida será de personas que quieren abrazarlo y darle las gracias por ser
responsable de haberles llevado la verdad sobre Jesús. Estos nuevos amigos serán algunas de las cosas más
atesoradas y preciosas para usted cuando termine esta vida y pase a la eternidad. Allí dirá: “Solo pensaba que sabía
lo que era el gozo”.
Por todas las razones que he citado, espero que haya llevado a su corazón las verdades de este libro. Quiero que
experimente la felicidad y el gozo que se producen por ser un mayordomo fiel, tanto en esta vida como en la vida
venidera.

Quiero que experimente la felicidad y el gozo que se producen por ser un mayordomo fiel, tanto en esta
vida como en la vida venidera.
Dios está buscando mayordomos fieles

La mayordomía es su camino hacia esa vida feliz; no puede llegar allí de ninguna otra manera. Dios me habla
proféticamente con mucha frecuencia, de modo que permítame que le profetice… le digo de nuevo que no va a
ganar la lotería. E incluso si así fuera, la riqueza repentina le destruiría si no ha aprendido a administrar fielmente lo
que Dios ha puesto en sus manos. Es el amor de Dios por usted lo que le frena de bendecirle si es usted un mal
mayordomo. Como dijo Jesús en ese pasaje sobre “las riquezas injustas”:

El que es honrado en lo poco también lo será en lo mucho; y el que no es íntegro en lo poco tampoco lo será
en lo mucho. (Lucas 16:10, NVI)

Aun así, la naturaleza de nuestro Padre celestial es bendecir, y por eso Él quiere sinceramente y fervientemente
que sea usted “bendecible”. Permítame decirlo de nuevo: los principios de mayordomía de Dios son por causa de
nosotros, no de Él. Dios le está apoyando para que llegue a ser un mejor mayordomo porque busca personas en
cuyas manos pueda situar recursos importantes. Sus ojos examinan la tierra por todas partes buscando mayordomos
fieles que estén dispuestos a sostener la riqueza que Él les dé con una mano abierta y generosa, personas en las que
pueda confiar que darán cuando su Espíritu los impulse a dar. En palabras del viejo cliché, Dios se lo dará a usted si
sabe que Él puede darlo por medio de usted. Cuando pienso en esta verdad, me recuerda a un amigo mío que es un
inventor muy exitoso. Este hombre ha conseguido varias innovaciones patentadas relacionadas con la industria de la
fontanería. Sin duda, usted probablemente tendrá uno o más de sus productos en su casa. Obviamente, eso le ha
convertido en un individuo muy rico; pero no siempre le fue tan bien. Él da el mérito a Dios de haberle dado sus
ideas creativas; sin embargo, si le preguntamos por qué cree que Dios le ha bendecido con esas ideas, él contará su
historia.
Hace años, era un creyente que asistía a la iglesia y tenía unos ingresos modestos, vivía en una casa modesta en
un barrio modesto. Resultaba que ese barrio estaba cerca de la pista de vuelo para despegues y aterrizajes en el
aeropuerto internacional de Dallas / FortWorth, uno de los centros de transporte aéreo más ajetreados del mundo.
En aquella época, su iglesia estaba lanzando un nuevo programa para construir un edificio y pedía a los
miembros que en oración hicieran un compromiso de hacer donaciones durante tres años, por encima de sus
donativos regulares, como apoyo a ese esfuerzo. Por lo tanto, una noche él estaba de pie en el jardín trasero de su
casa orando y teniendo comunión con Dios mientras aviones comerciales volaban por encima de su cabeza. En la
intimidad de ese momento, le preguntó a Dios cuánto quería Él que se comprometiera a donar en total para la
campaña de tres años.
Como respuesta, oyó claramente la voz interior del Señor en su espíritu diciendo: “Quiero que des 50 000
dólares”.
Mi amigo le dirá que literalmente se rió en voz alta y dijo: “¿Lo dices en serio?”. Esa cantidad representaba una
suma enorme de dinero que dar para él y su esposa, incluso cuando la dividió en treinta y seis incrementos
mensuales. Sin embargo, una vez más oyó la voz del Señor decir: “Sí, lo digo en serio”.
Por lo tanto, se quedó allí de pie mirando al cielo durante un rato, meditando en lo que Dios le había pedido que
hiciera. Mi amigo es un hombre de fe y que tiene un corazón para obedecer a Dios, de modo que dijo en cierto modo
para sí mismo: “Bueno, Dios debe estar a punto de hacer algo notable para que seamos capaces de dar esa cantidad.
Supongo que el dinero aparecerá de algún modo. Será un milagro si dentro de tres años echamos la vista atrás y
vemos que hemos dado 50 000 dólares”.
En ese tiempo, mientras él aún miraba al cielo, la voz del Señor lo interrumpió y dijo: “¿Crees que yo voy a
hacer caer ese dinero del cielo? ¿Qué estás haciendo ahí mirando hacia arriba? Ve y siéntate ante tu computadora y
piensa en cómo vas a ajustar tu presupuesto”.
Él se rió otra vez y dijo: “Tienes razón, Padre. Nos has pedido que demos esta cantidad, así que supongo que será
mejor que me vaya y la presupueste”.
Con su programa de finanzas personales abierto, comenzó a buscar maneras de hacer recortes que le permitieran
comenzar a donar una cantidad adicional de 1389 dólares cada mes a la iglesia. Parecía literalmente imposible al
principio. Sencillamente, el dinero no estaba ahí. Él recuerda claramente que, en cierto momento, señaló a un grupo
de puntos en su presupuesto que la mayoría de las personas consideran esenciales, y dijo: “Padre, la única manera de
poder hacer lo que me has pedido que haga es sacar estas cosas de mi presupuesto”. Supuso que en ese momento
Dios diría algo parecido a esto: “Vaya, tienes razón. He cometido un error de cálculo. ¡No puedes dar tanto!”. Pero
no fue eso lo que él oyó decir al Señor como respuesta.
El Señor dijo: “¡Muy bien!”.
“¿De verdad, Señor? ¿Eres realmente tú quien me habla?”.
“Sí”.
Y así lo hizo. Tragó saliva e hizo los recortes; sin embargo, esos recortes no tuvieron que durar por mucho
tiempo. En cuanto quedó claro que él iba en serio con respecto a obedecer, su negocio comenzó a prosperar y crecer
a un nuevo nivel. A lo largo del periodo de tres años, él pudo cumplir totalmente la promesa que había parecido tan
imposible la noche en que la hizo. Pero ese no es el final de la historia.
El último domingo de la campaña del edificio, su esposa y él dieron su donativo número treinta y seis y último de
1389 dólares para el fondo del edificio. Fue una sensación maravillosa. La noche siguiente, mientras él seguía
alegrándose tras ese logro, oyeron que llamaban a su puerta. Era un representante del Aeropuerto DFW. Resultó que
un juez había ordenado a la autoridad gubernamental del aeropuerto que compensara a los dueños de casas cuyos
valores de propiedad podían verse negativamente afectados por un mayor tráfico aéreo y ruido del aeropuerto, que
no dejaba de crecer. Ese hombre estaba allí para informarle que su casa estaba dentro de la línea trazada por una
inspección profesional de los hogares afectados. La casa de su vecino contiguo no estaba dentro de esa línea, pero la
de él sí. ¿Le gustaría saber la cantidad de esa compensación?
“Le enviaremos un cheque por 50 000 dólares”, le dijo el hombre.
Tras recoger del piso su mandíbula, mi amigo salió otra vez a su jardín trasero para hablar con Dios y ver a los
aviones volar por encima de su cabeza. En ese momento escuchó de nuevo la voz familiar de Dios.
“A propósito, hijo, yo puedo hacerlo caer del cielo si así lo quiero”.
Fue después de aquello cuando mi amigo recibió su primera idea de un millón de dólares. Él cree con todo su
corazón que Dios le dio esa idea y las que siguieron porque había comprobado que podía confiar en él con respecto
al dinero. Había sido fiel y obediente en lo poco, de modo que Dios le confió mucho más. Fue fiel con esa
abundancia, y por eso llegó a su camino más abundancia aún. No hay duda de que este hombre sigue siendo uno de
los dadores más obedientes y generosos que conozco a personas y al evangelio. Si Dios le dice que haga algo, él lo
hace.
Ahora es su turno

¿Cómo se leerá la historia de su mayordomía? ¿Dónde le llevará su aventura? Naturalmente, yo no tengo modo
alguno de saberlo; lo que sí sé es que si usted da un paso de fe y obediencia, si acepta las verdades bíblicas que he
presentado en estas páginas, el poder de Dios y su capacitación sobrenatural llegarán, como respuesta a su deseo
sincero de ser un mayordomo fiel. Pídale, y Él le ayudará. Él le guiará.
Como le dije al principio de este viaje, caminar por el sendero de la mayordomía es sencillo. Le dije que la
mayordomía, resumida hasta su esencia más pura, sencillamente significa hacer estas cuatro cosas que transforman:

• Pongo a Dios primero en todo porque Él me ama y me redimió (diezmo/primicias).


• Recibo con gratitud todo lo que Dios pone en mi mano (ser agradecido).
• Administro fielmente lo que Él me ha confiado (presupuesto).
• Sostengo sus bendiciones con las manos abiertas, preparado para darlas o distribuirlas como Él me dirija, sin
olvidar nunca que son de Él, y que yo soy de Él (dar).

También, como dije al principio, una vida de verdadera bendición camina sobre dos patas. Como hemos visto, la
primera pata vital es aprender a administrar sus recursos financieros para poder vivir dentro de sus posibilidades.
Esto hace posible la segunda pata: vivir un estilo de vida de generosidad. Es una vida en la cual usted es generoso
hacia Dios, hacia su familia, y hacia otros (en ese orden). Es una vida en la cual usted da por el mero gozo de dar, en
lugar de esperar algo a cambio. Dios es un dador, y usted nunca es más semejante a su Padre celestial que cuando
da.

Dios es un dador, y usted nunca es más semejante a su Padre celestial que cuando da.

Quiero concluir recordándole una bendición adicional que resulta de vivir una vida de mayordomía sabia. Es
inmensa. Estoy hablando del impacto que tendrá su vida en la siguiente generación y más allá. En un capítulo
anterior señalé que una vida de mayordomía y generosidad tendrá un impacto duradero en quienes le rodean,
especialmente lo que son más influenciados por su ejemplo. Como mencioné, lo que decimos no es realmente lo que
nuestros hijos observan y recuerdan; es lo que modelamos.
Entendí esa verdad de manera importante un día con mi propia hija hace unos años, tras haber predicado un
sermón sobre la generosidad.
En ese mensaje, para ilustrar un punto compartí una historia sobre un hombre anónimo en nuestra iglesia que
había desarrollado la práctica de llevar billetes de cien dólares en su cartera en todo momento. Ese dinero en efectivo
le permitía bendecir a otras personas que se encontraba durante el día tal como el Señor le dirigía a hacerlo. Ese
“hombre en nuestra iglesia” era realmente yo mismo, pero no lo dije porque no quería atraer atención sobre mí. No
estaba mintiendo, ¡porque yo soy “un hombre” y estoy “en nuestra iglesia”!
La historia concreta que compartí con nuestra congregación ese día implicaba a una mamá soltera de nuestra
iglesia que lo estaba pasando mal. Tras oírme predicar sobre poner a Dios primero mediante el diezmo, ella decidió
que iba a comenzar a diezmar, aunque sus circunstancias financieras hacían que pareciera imposible hacerlo. El
domingo siguiente ella llevó su chequera a la iglesia, y cuando llegó el momento de llenar su cheque del diezmo,
que era exactamente de cien dólares, sintió que el Señor le impulsaba a hacerlo en cambio por ciento veinte dólares.
Ella pensó: “Señor, cien dólares es un gran esfuerzo para mí, ¿y ahora me pides que dé más?”. Pero a pesar de su
preocupación, continuó sintiendo esa suave voz y paz en su espíritu. Por lo tanto, en fe y obediencia llenó el cheque
por ciento veinte dólares y lo puso en la caja de la ofrenda. Cuando se dirigía a su auto después del servicio, el Señor
le señaló hacia ese hombre en nuestra iglesia que da billetes de cien dólares a personas cuando el Señor se lo indica.
Él la detuvo con la intención de darle uno de esos billetes, pero cuando miró en su cartera observó que había al lado
un billete de veinte dólares, ¡y sintió que el Espíritu de Dios lo guiaba a darle ciento veinte dólares! Y así lo hizo.
Desde luego, ella entonces compartió con él que solo momentos antes había dado ese paso de fe en el diezmo y
que había dado por encima del diezmo.
Esa es la historia que compartí en aquel sermón, sin revelar que yo era ese hombre.
Resultó que nuestros hijos adultos venían a casa a comer ese día, y en el curso de la visita, Elaine me preguntó si
podía hablar conmigo un momento, así que fuimos a otra habitación. Para comprender el poder de lo que ella me
dijo, necesita entender que aunque en la actualidad mi hija es una mujer de Dios poderosa que ha hablado a miles de
personas en conferencias de mujeres, cuando era adolescente hubo un breve periodo en que se alejó del Señor.
Cuando me preguntó si podía hablar conmigo esa tarde, habían pasado pocos años desde que volvió a entregar su
vida a Cristo.
En ese momento de privacidad, me miró a los ojos y dijo: “Papá, tú eres ese hombre, ¿no es cierto?”.
Un poco confuso, dije: “¿Qué hombre, cariño?”.
“¡El hombre que regala los billetes de cien dólares!”.
Yo intenté ser evasivo, y dije: “¿Por qué crees eso?”.
“Porque hoy cuando estabas compartiendo esa historia, de repente me inundaron recuerdos de mi niñez…
recuerdos de verte regalar dinero a camareras, limpiadores, personas sin techo, madres solteras, ¡y muchos otros!
Cuando era pequeña, recuerdo verte haciendo eso todo el tiempo. Supongo que siempre supuse que les dabas unos
pocos dólares, pero eran billetes de cien dólares, ¿verdad?”.
Yo confesé. “Sí, cariño, yo soy el hombre que regala a personas billetes de cien dólares cuando el Señor me guía
a hacerlo”.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, y dijo: “¡Yo quiero ser como tú, papá!”.
Puedo decir sinceramente y con inmensa gratitud que ella no solo ama a Dios con todo su corazón, sino que
también es una de las personas más generosas que conozco. Pero no es porque ella sea como yo; es porque ella es
como su Padre celestial. Sin embargo, Dios utilizó el ejemplo de lo que Él hacía en mí y a través de mí para
inspirarle a ella. Ahora, ella y su maravilloso esposo son modelos de mayordomía y generosidad para sus hijos. Y la
bendición continúa.
La mayordomía sabia impacta el pasado, el presente y el futuro. Ayuda a curar errores financieros del pasado, le
da paz en el presente, e impacta poderosamente el futuro. Su mayordomía sabia crea un legado duradero que se
extiende mucho más allá del breve periodo de tiempo que usted pasa en esta tierra. Es así de poderosa.

La mayordomía sabia impacta el pasado, el presente y el futuro.

Estoy emocionado por usted. ¡Siga adelante! Hay un viaje feliz que emprender, y un gran, gran gozo esperándolo
en un lugar llamado Más allá de toda bendición.
RECONOCIMIENTOS

Quiero dar las gracias a mi hijo James por ayudarme a escribir este libro. Hace varios años atrás, él renunció al
sueño de toda su vida de ser el dueño de su propio negocio y se unió a mí en el ministerio para ayudar a las personas
a entender estos principios, ¡y vivir verdaderamente una vida Más allá de toda bendición!
También quiero agradecer a mi amigo y colaborador en varios libros, incluido este: David Holland. Eres
verdaderamente un regalo para el Cuerpo de Cristo, y te agradezco sinceramente que me hayas ayudado a ayudar a
otros, ¡durante casi dos décadas ya!
ACERCA DEL AUTOR

ROBERT MORRIS es el pastor principal de la Gateway Church, una iglesia con múltiples campus en la zona de
Dallas-Fort Worth Metroplex. Desde que comenzó en el año 2000, la congregación ha crecido hasta tener más de 39
000 miembros activos. Su programa de televisión se trasmite a más de 190 países y presenta Worship & the Word
with Pastor Robert en estaciones de radio por toda América. Sirve como rector para The King’s University y es
autor de éxitos de ventas de numerosos libros, incluyendo: Una vida de bendición, El Dios que nunca conocí,
Verdaderamente libres y Frecuencia. Robert y su esposa, Debbie, llevan 38 años de matrimonio, siendo bendecidos
con una hija casada, dos hijos casados y nueve nietos.
NOTAS

Capítulo 1
1. Melissa Chan, “Here’s How Winning the Lottery Makes You Miserable”, Time, 12 de enero de 2016,
http://time.com/4176128/powerball-jackpot-lottery-winners/.
2. Ibid.
3. Robert Pagliarini, “Why Lottery Winners Crash After a Big Win”, Forbes, 27 de septiembre de 2013,
https://www.forbes.com/sites/robertpagliarini/2013/09/27/why-lottery-winners-crash-after-a-big-
win/#73b0dfce213c.
4. Ibid.
5. R. J. Tunney, The Effects of Winning the Lottery on Happiness, Life, Satisfaction, and Mood (United Kingdom:
University of Nottingham, 2006).
6. American Psychological Association, “American Psychological Association Survey Shows Money Stress
Weighing on Americans’ Health Nationwide”, 4 de febrero de 2015,
https://www.apa.org/news/press/releases/2015/02/money-stress.aspx.
7. Angela Johnson, “76% of Americans Are Living Paycheck-to-Paycheck”, página web de CNN Money, 24 de
junio de 2013, https://money.cnn.com/2013/06/24/pf/emergency-savings/index.html.

Capítulo 3
1. Francis of Assisi—the Saint: Early Documents, ed. Regis J. Armstrong, vol. 1 (London: New City Press, 1999),
pp. 529, 534.
2. Kirsi I. Stjerna y Brooks Schramm, eds., Encounters with Luther: New Direction for Critical Studies (Louisville:
Westminster John Knox Press, 2016), 223.
3. William Garden Blaikie, The Life of David Livingstone: Chiefly from His Unpublished Journals and
Correspondence in the Possession of His Family, (London: J. Murray, 1903), p. 116.

Capítulo 7
1. Brandon Gaille, “19 Dramatic Impulse Buying Statistics”, BrandonGaille.com, 22 de mayo de 2017,
https://brandongaille.com/18-dramatic-impulse-buying-statistics/.
2. Ibid.

Capítulo 8
1. Mitchell Zuckoff, Ponzi’s Scheme: The True Story of a Financial Legend, (New York: Random House, 2005), p.
15.
2. Crystal Lombardo, “The Impulse Shopping Fact Sheet”, BetaBait.com, 22 de diciembre de 2103,
http://betabait.com/the-impulse-shopping-fact-sheet/.
3. Aimee Picchi, “The American Habit of Impulse Buying”, Moneywatch, CBS News, 25 de enero de 2016,
https://www.cbsnews.com/news/the-american-habit-of-impulse-buying/.
4. Aimee Picchi, “Most Americans Can’t Handle a $500 Surprise Bill”, Moneywatch, CBS News, 6 de enero de
2016, https://www.cbsnews.com/news/most-americans-cant-handle-a-500-surprise-bill/.
5. Kay Bell, “Tax Refund Loans, Checks Still Cost Taxpayers Lots of Money,” Don’t Mess with Taxes website, 9
de abril de 2018, http://www.dontmesswith-taxes.com/2018/04/tax-refund-loans-and-advance-checks-still-
costing-taxpayers-too-much-money-says-consumer-report.html.
6. Michael Corkery y Stacy Crowley, “Household Debt Makes a Comeback in the U.S.”, The New York Times, 17
de mayo de 2017, https://www.nytimes.com/2017/05/17/business/dealbook/household-debt-united-states.html.
7. Caitlin Dewey, “A Stunning Map of Depression Rates Around the World”, The Washington Post, 7 de
noviembre de 2013, https://www.washingtonpost.com/news/worldviews/wp/2013/11/07/a-stunning-map-of-
depression-rates-around-the-world.
8. Student Loan Hero, “A Look at the Shocking Student Loan Debt Statistics for 2018”, 1 de mayo de 2018,
https://studentloanhero.com/student-loan-debt-statistics/.
9. Ibid.
10. Ibid.
11. Richard Fry, “For First Time in Modern Era, Living with Parents Edges Out Other Living Arrangements for 18-
to 34-Year-Olds”, Pew Research Center, 24 de mayo de 2016, http://www.pewsocialtrends.org/2016/05/24/for-
first-time-in-modern-era-living-with-parents-edges-out-other-living-arrangements-for-18-to-34-year-olds/.

Capítulo 9
1. Thayer and Smith. Greek Lexicon entry for Egkataleipo, “The KJV New Testament Greek Lexicon”.

Capítulo 11
1. “Goals Research Summary”, Dominican University, https://www.dominican.edu/academics/lae/undergraduate-
programs/psych/faculty/assets-gail-matthews/researchsummary2.pdf.
2. Ibid.
3. Ibid.
4. Rick Warren, “9 Actions You Must Take to Reach Your Biggest Goals (Part 1)”, pastors.com, 2 de enero de
2015, http://pastors.com/big-goals-1/.
5. Jack Canfield, The Success Principles: How to Get from Where You Are to Where You Want to Be (New York:
Collins, 2005), p. 51.
6. Zig Ziglar, See You at the Top (New Orleans: Pelican Publishing, 1977), p. 168.

Capítulo 12
1. Robert Morris, Una vida de bendición (autopublicado, 2001), p. 145 (en inglés).

Capítulo 13
1. Stephen Covey, A. Roger Merrill, and Rebecca Merrill, First Things First (New York: Free Press, 1994), p. 88.

Capítulo 14
1. Maria Lamagna, “Americans Now Have the Highest Credit-Card Debt in U.S. History”, MarketWatch, 8 de
agosto de 2017, https://www.marketwatch.com/story/us-households-will-soon-have-as-much-debt-as-they-had-
in-2008-2017-04-03.
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