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| Hermes Tovar : oe La estacion _ del miedo o _ ladesolaci6n _ dispersa Ariel Historia (Cartruto IL RECIPROCIDAD Y MERCANTILISMO EN EL CARIBE, En Ios tiltimos afios, Ios portavoces colombianos de las modernas tendencias de Ia investigacién hist6rica, 0 de la moda que sopla desde el Norte, le han expedido numerosas actas de defuncién a la historia econémica y, en particular, a Jos trabajos que apoyan una parte importante de su andlisis cf la sistematizacion de la informacién cuantitativa, dispo- nible en los archivos americanos y europeos. A quienes les interesa conocer los fundamentos de su identidad, los mailti- ples rostros de la nacionalidad, de sus formas de ser y de pensar, asf como la dimensién de su espiritu, les resta atin por adelantar mucho trabajo en este aburrido campo de la cuantificaci6n. Las cifras, con sus tedios y reiteraciones, son prédigas para quien quiere escucharlas. La validez. de este criterio la hemos reafirmado mediante el estudio de los re- gistros de las Cajas Reales de la Nueva Granada en el siglo xvi, En efecto, los asientos contables de la Real Hacienda ayudan a comprender los procesos de constitucién de dos economias, dos sociedades y dos formas de organizar el es- pacio americano, impuestas por los colonizadores europeos entre 1500 y 1599. Estas dos economias funcionaron sobre 1 Las cuentas de Real Hacienda del siglo XVI se encuentran basica- ‘mente en los fondos de Contadurfa del Archivo General de Indias de Sevilla (Espaita). 16 LA ESTACION DEL MIEDO cestructuras productivas diferentes, cuyas formas laborales y mercantiles se adecuaron a las necesidades del mercado mundial, El primer sistema operé sobre el rescate y el se gundo sobre la encomienda, El trénsito de una forma a otra fe hizo cuando se agot6 el oro como factor fundamental de intercambio, hecho que debilité e! modo de operar de las hhuestes y fortalecié el sistema de repartimiento, que termi- narfa convertido en la encomienda de indios, En la Nueva Granada estas dos economfas se delimitaron espacial y temporalmente. Los primeros contactos ¢ inten- tos de conquista y sojuzgamiento se efectuaron en las costas del mar Caribe y del mar Pacifico. Una segunda oleada, que marché hacia el interior del territorio, terminarfa por sojuz- gar los Andes y daria origen a nuevas formas de explota- ibn, En este capitulo se discutiré tnicamente la forma como tel rescate operd en el Caribe y el proceso de transicién hacia Jaencomienda. Tales fenémenos se analizardn a la luz. de las cifras existentes en las cajas reales de Santa Marfa la Anti- ua del Darién, Cartagena, Santa Marta y Rfo Hacha, Gra- Fas a estas cuentas es viable conocer la naturaleza de la economia que prevalecié durante la conquista y la magnitud de los intercambios operados en la primera mitad del siglo XVI, un perfodo précticamente desconocido para la historia de Colombia. Las cifras, con sus movimientos oscilatorios, permiten abordar realidades regionales desiguales, sustentadas sobre 2. Noexiste una historia global sobre los primeros 50 afios de la his toria de Colombia, muchos menos una historia fiscal para el mis: sno perfodo. Pero una visién general puede tenerse en las obras de ‘0. Sauer, K, Romoli, M. Géngora, Bischoff y G. Colmenares an- teriormente citadas. RECIPROCIDAD Y MERCANTILISMO EN ELCARIBE 77 diferentes formas de explotacién. En Santa Marfa la Anti- sa del Darién, los ingresos de oro procedente de cabalgadas, prevalecen como indicador de un tipo de conquista capaz de “obtener recursos disponibles en el interior de las costas, mien= tras que los montos del rescate de perlas en el Cabo de la Vela y Rio Hacha apuntan a definir fendmenos de extraccién de recursos que no se ubicaban sobre la montafia, fa Hanura Ia selva, sino sobre la costa y el mar. De hecho la econo- mia de las perlas induce a pensar en otras formas de explota- cién, al igual que en otras medidas, en otros tratos, en otros gustos, en otros actores sociales interesados en la fastuosidad, Ia soberbia y los criterios de elegancia, simbolizados en co- Ilares de avemarfas, réstulos y perlas finas que salfan de los ostrales del Caribe’ Entre esta tenaza de economfas mineras, alucinadas con el oro y con las perlas escondidas en bancos de ostrales, se iba abriendo, tierra adentro, una frontera que arrastraba los ojos expectantes del hispano sobre el indefinido sur de las Hanuras de Cartagena y Santa Marta, en donde abundaban también los indios para ser esclavizados, las telas y los ali- mentos que eran robados y servian para inerementar las eX- pectativas de ganancias de unas huestes improductivas. Este horizonte de abruptas cordilleras, con su inagotable espacio Sobre las perlas del Caribe véase la obra clisica de Enrique Otte ‘Las perlas del Caribe: Nueva Cédiz de Cubagua (Caracas, 1977): sobre la Guajira en particular puede verse A.G.L. (Sevilla) Justicia 649, “Proceso que el Licenciado Tolosa...” (1547), f.4r, a321v. y ‘AGA. (Sevilla) Justicia 647, “Visita que don Pedro Fernindez de Vusto governador y capitin general en la provincia e governacion de Santa Marta, tomé en las pesquerias de las perlas, sobre la i> pertad de los yndios de la dicha pesquerfa y los malos tratamientos {que alos dichos yndios les hacfan” (1570). LA ESTACION DEL MIEDO de esperanzas, alimentaba una actividad febril, mévil y cam- biante que llevarfa a los hombres hasta nuevas sociedades, en donde reposaban tesoros quietos y sumisos. Metal acu- mulado sobre signos y simbolos de poder y de diferencia (6n étnica y ritual, Pero atin antes de proceder a subir los Andes, los curo- peos intentaron un tiltimo esfuerzo por sobrevivir en la lla- nura, escurriendo las tiltimas gotas del metal acumulado. ‘Al extinguirse el oro entre la vida diaria de las aldeas, cam- pos y caminos de las etnias, los europeos se lanzaron a cavar los cementerios del Darién y del Sint, que escondian los materiales del rito funerario, Los rostros de la muerte se abrie~ ron como cortezas violentadas, para entregar el ajuar aurife- ro que, durante siglos, habfa acompafiado a generaciones de natives por los caminos y habitaciones de ultratumba A, La conquista de la reciprocidad Al menos hasta 1540-1550 el oro fue el eje de los ingre- sos de la Real Hacienda, La caja de Santa Marfa la Antigua del Darién ten‘a tres cuentas que expresan la naturaleza de Ja conquista: el oro de entradas y cabalgadas, el oro de los rescates y el oro de indios esclavos (véase grafico N° 1). En Cartagena de Indias el fenémeno se repite. Las curvas de ingresos y la tendencia de tal produccién hablan de la existen- cia de tres modos de operar en el Caribe colombiano, aunque la actividad’ basica y el modo prevaleciente era el rescate. Este sistema de explotacin se fundament6 en la combina- cin de la reciprocidad y el intercambio mercantil. Este modo de operar fue propio de navegantes, comer- ciantes y soldados interesados en el oro. Llegaban hasta las sociedades nativas de la frontera de Santa Marta, Urabé, p RECIPROCIDAD Y MERCANTILISMO EN Grarico No. 1 Caja de Santa Maria la Antigua del Darién 1514-1526 Distribucién porcentual de los quintos pagados a la Corona sminas (24.4%) perlas (2.05%) indios (12.0%) cabalgadas (6155) Fuente: A.G,1. (Sevilla). Comtadurta, 1451 80 LAESTACION DEL MIEDO Cartagena, Bard o Isla Fuerte para obtener el metal median- te el trueque. Sin mas consideraciones, esta relacién mer- cantil se fundamentaba sobre un mereado que canjeaba hachas, espejos, abalorios, cuchillos, sedas y angaripolas* por oro. El acto no despertaba sospechas de ningtin género, pues los indigenas solian recibir a los espafioles “como a Angeles”, como “a hermanos”. Desde muy temprano, el canje se realiz6 a lo largo de la costa del Caribe junto a expediciones punitivas. Un cronista del siglo XVII describié a la gente de Ojeda desembarcan- do, en 1501, en las costas de lo que seria Santa Marta, para rescatar con los “innumerables naturales”, oro y perlas por “Jas bujerfas™® que los navegantes trafan de Castilla, mer- caderfas que usaban como sebo para hacerles salir “del fon- do de sus tierras” Posteriormente, Bastidas recorreria tierras de los Guajiros, La Ramada y Gaira, por donde iba “resca- tando y trocando con los indios oro, perlas, telas de algodén y otras cosas de Ia tierra, sin dar en todo este viaje ni enojo, ni asediar a ningin indio”’. Por alli Hegaban gentes y co- merciantes de Santo Domingo a practicar estos intercam- Anarpoa: “Lien odinaro, estado en ists de varios co Toren, qu usaron las mujeres del siglo XVII para hacrse fuandapés. Adorno de nal gst de colores Iamativos qu se fonen onl vestido" en Diccionario de Ta Lengua espa Madrid, 1970. y ee Fray Gerdnimo de Mendst, en Historia eclesistic indian, México, 197 Baler "Mrcaderia de esto, hieo, vido, te poco valor y precio” Diccionario de la Lengua Espafiola, Madrid, 1970. Fy Peo Simon Nos historales de tax conqustas en Te rma Fi en as Indias Oceidenttes I, 9.12, Bibiteca Banco Popular, Boga, 1981 RECIPROCIDAD Y MERCANTILISMO EN EL CARIBE 81 bios ventajosos, que se hacfan al margen de la guerra pero, eso si, a la sombra de los negocios y bajo Ia ilusién de ta riqueza’. ‘Alcontrario de lo que se ha supuesto casi como un hecho indiscutible, de que la conquista fue siempre un acto de fuerza y de violencia, se encuentra que hubo en el Caribe, en los ‘ios iniciales del contacto, formas més sutiles de penetra- cin europea y de sojuzgamiento. Los rescates se convirtie- ron en un mecanismo de aproximacin al mundo recién ddescubierto, Luego serfan una préctica de control y domina- cin de las sociedades indigenas. Los europeos, sin saber que los nativos habfan practica‘} cor" do durante siglos el mecanismo del canje en sus relaciones\ de intercambio con otras etnias, aprovecharon este principio para su propio beneficio. Habja sido comin entre los indf- genas cambiar chinchorros por pescado, conchas marinas, por sal, flechas por oro, mantas por alimentos, en un esfuer~ ‘zo por hacer girar en espacios circunvecinos y lejanos todos Jos productos necesarios para su consumo y reproducci6n, & fin de complementar los recursos que su medio ecol6gico y su actividad manufacturera les negaba. La complementa- riedad se articulé a la reciprocidad, que tenia ademas un soporte intra-étnico, es decir, el mundo indfgena lo practica- ba en sus procesos de reproduccién y de estructuracion so- cial y econ6mica’, Se ayudaban mutuamente a construir ‘casas, y siempre quien daba esperaba recibir en forma simé- 8 Tbid, ML, p. 13. 9. No conozco ning estudio sobre la reciprocidad en el Caribe, perosobre os Andes, especialmente enel Pers, puede verse Gionsio ‘Aiberti y Enrique Mayer (editores), Reciprocidad e intercambio “en los Andes peruanos, Lima, 1974, y Nathan Wachtel, Sociedad e

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