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Los números fiscales

Buenos días, queridxs lectorxs. La vacunación avanza, las listas cierran y los juegos olímpicos empiezan, nos
brindan un panorama más diverso de noticias para analizar. Nosotrxs miramos las cuentas públicas.

Se escapan versiones de la negociación del gobierno con el FMI que nos ubican en un lado astuto. Por empezar,
epistemológicamente, el año pasado la gestión de Guzmán produjo cambios salientes como la declaración de
que el programa de vencimientos (montos, plazos e intereses) para la cancelación de la deuda externa tal como
estaba planteado era “insostenible” y, más recientemente, el reconocimiento de que la inflación es un fenómeno
“multicausal” en nuestros pagos, que requiere un enfoque integral para ser atacada, abordando la situación
cambiaria, fiscal y monetaria. Es decir, se incorporaron valoraciones y objetivos a la retórica del Fondo que lo
ubican en un lugar más comprensivo para con la política pública interna. A su vez, la astucia del lado de
Guzmán tiene que ver con la estrategia para conseguir mejorar el perfil de vencimientos buscando asemejarlos
con los que ofrece una nueva línea de créditos del organismo –el Fondo de Resiliencia y Sustentabilidad, que
permitirá integrar parte de DEGs de las naciones poderosas para financiar las necesidades de los países de más
bajos ingresos– con tasas más bajas y plazos más largos. El ministro y otros pares proponen un tratamiento
similar para países de ingresos medios.

Ganar unos gramos de soberanía, no solo financiera sino económica, y despejar la presión del Fondo que hundió
a economías enteras (por mencionar algunos casos que me vienen a la cabeza, recuerdo la fallida recuperación
de Grecia y otros PIIGS tras la crisis de 2011 europea, o el caso de Brasil cuando sucumbió a intereses similares
a los que pregona el organismo y se acometió a un sesudo ajuste fiscal innegociable); esas metas tan pulcras
como inaccesibles de un déficit fiscal tendiendo a cero o una determinada tasa de emisión monetaria (que
suponga un no financiamiento al Tesoro). Dejadas de lado –al menos temporariamente– esos argumentos que
confunden la administración de un país con el gerenciamiento de una empresa, que debe ser austera so pena de
desaparecer en manos de la competencia, nos resulta trascendente pensar ciertos rasgos de la política pública
local más allá de las obsesiones numéricas. Hagamos el esfuerzo.

El primero de ellos atañe al financiamiento; sabemos que la versión más noble sería que el Estado recaude más
a través de impuestos y con ello financie las partidas del gasto. Pero la evasión fiscal en Argentina es enorme y
alcanza tanto a grandes como pequeños actores, imagine que representa casi el 3% del PIB: un montón;
considere que el paquete de medidas por el COVID-19 representó el 4,5% del PIB en 2020. El engranaje de
impuestos nacionales, provinciales y municipales en nuestro país es demasiado complejo y las propuestas de
reformas tributarias integrales en nuestros país han quedado siempre como promesas; también este gobierno
trabaja un borrador de la misma, resta ver si será capaz de implementarla.
Mientras tanto, y con el grifo del endeudamiento externo (afortunadamente) cerrado, otras dos fuentes de
fondeo al sector público son la emisión de deuda en pesos o las transferencias de recursos desde el Banco
Central, usualmente conocida como emisión monetaria. ¿Cuál es más favorable? Si el Estado emite deuda
lanzando al mercado títulos públicos en pesos, entonces se está financiando con pesos que ya existen. Quita,
temporariamente, dinero de circulación y genera una potencial emisión a futuro, para financiar los vencimientos
(montos, plazos e intereses) de los títulos públicos. Habitualmente en el capitalismo toda deuda se rollea: no
fueron pensadas para ser pagadas. De todos modos eso no despeja la posibilidad de un pánico financiero,
aunque en el caso de la deuda soberana emitida en moneda local es más difícil que suceda. El reperfilamiento de
la deuda en pesos del macrismo realmente fue una curiosidad. Igualmente cabe decir que la la paciencia y
seguridad aún no se ha instalado en Argentina ya que prácticamente todos los bonos soberanos son a corto
plazo: entre 2021 y 2023, la demanda privilegia los bonos atados a la inflación (CER).

Fondeo con 40% de deuda y 60% emisión monetaria había sido la promesa de Guzmán para el Presupuesto
2021, pero en lo que va del año ha sabido mantener una ecuación de 50 y 50%. El ministro es especialista en
deuda soberana y ha sabido captar financiamiento en el mercado de capitales pero aún es dudoso imaginar un
esquema de fondeo más virtuosos. Los plazos de colocación de bonos en pesos se extendieron de 15,4 a 21
meses en promedio entre el primer semestre del año pasado y del corriente de acuerdo a un informe de la
Secretaría de Finanzas, pero los vencimientos para el mercado local en el segundo semestre de este año totalizan
unos $ 1,8 billones (que equivalen a -5% del PIB estimado) concentrándose en su mayoría en el mes de agosto.
La meta del déficit primario presupuestada para 2021 (-4,2% del PIB) parece poder cumplirse este año con
creces, lo cual despeja también el panorama en la negociación con el FMI. Vale notar que entre enero y mayo
de este año el gasto creció 31% en términos reales respecto de igual período de 2019 y los ingresos un 4% en
igual comparación.

Es inevitable citar cifras para comparar, espero este texto haya sido de tu agrado. Saludos y hasta la semana
próxima.

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