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RESURRECCIÓN Y LA RENOVACIÓN DE LA CREACIÓN

N. T. Wright

La palabra faltante
Atendí a un funeral hace no mucho tiempo que me puso a pensar si la iglesia occidental está o
no en lo correcto.
El funeral era de un joven brillante con una linda familia, cruelmente abatido por el cancer a
mitad de sus treintas. Fue un maravilloso servicio en muchos sentidos. Hubo cantos vibrantes,
sabia y consoladora enseñanza, sin mencionar un valiente, gracioso y acertado tributo de parte
de la joven viuda. Hubo cientos de personas allí, de diferentes contextos en sus vidas, todos
aquellos que habían sido tocados por éste admirable joven cuya muerte lamentábamos. Fue
en muchas maneras un funeral bastante Cristiano.
Pero había una nota faltante: resurrección.
La palabra ‘resurrección’ se mencionó en la liturgia justo al principio cuando el ministro citó a
Jesús diciendo en Juan 11: ‘Yo soy la resurrección y la vida’. Aquello fue repetido casi al final,
sin explicación alguna. Pero el resto del servicio pudo ser resumido en el siguiente fragmento
de un conocido autor del primer siglo:
Todos nosotros somos viajeros aquí, extranjeros y exiliados. El alma es una exiliada y
vagabunda, (la cual) ha dejado el Cielo...pues la tierra y la vida en la tierra, como en
una isla azotada por los mares, aprisionada en el cuerpo como una ostra en el
caparazón.
El autor continúa hablando de Sócrates, y otros, que estaban felices de dejar esta vida por un
dichoso cielo.
¿Al fin en casa?
Muchos de los himnos, oraciones y lecturas en el funeral expresaban algo como esto: nuestro
difunto amigo está ‘al fin en casa’. Nadie parecía notar que estaban expresando, no una fe
cristiana del primer siglo sino platonismo del primer siglo. Aquella cita vino de uno de los
grandes filósofos y ensayistas del final del primer sigo: Plutarco, un sacerdote pagano en el
altar de Delfos, un hombre letrado que había viajado y leído mucho. Es impactante para mi
que tantos en la iglesia occidental actual reconozcan sus perspectivas como propias, sin darse
cuenta de cuán diferente son a lo que los primeros cristianos creían.

Colocando a Jesús en la historia equivocada


Uno ve el mismo problema desde otro ángulo si considera la manera en que los Cristianos
celebran, y hablan sobre el Domingo de Resurrección. Nosotros en las iglesias occidentales, de
nuevo, somos buenos en conmemorar la Cuaresma; sabemos cómo celebrar el Domingo de
Ramos; vamos en Semana Santa y atravesamos con Jesús Jueves Santo y hasta el Viernes
Santo mismo. Luego tenemos gloriosas celebraciones del Domingo de Resurrección - pero eso

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es todo; y muchos de los sermones que escucharás ese día no son realmente sobre
‘resurrección’ como tal, sino sobre nuestra esperanza de ‘ir al cielo’ para estar con Jesús.
No mantenemos una celebración de cuarenta días que correspondan al ayuno de cuarenta días
de la Cuaresma. Yo creo que deberíamos. El Domingo de Resurrección no es solo un ‘final feliz’
después de la triste y oscura historia de la Semana Santa. La Resurrección es el inicio de algo.
No el final. Es el principio de la nueva creación que ha sido hecha posible por la derrota de las
fuerzas de corrupción y decadencia en la muerte de Jesús.
De ese modo hemos, en efecto, colocado a Jesús — ¡e incluso su resurrección! — en las
historias que nuestras iglesias occidentales han tenido todo el tiempo, del mundo presente
como la preparación para el doble o incluso el triple de opciones de ‘vida después de la
muerte’ - de cielo o infierno, en el sentido tradicional, y purgatorio en el caso de la enseñanza
tradicional Católica. (Permítame hacer una nota al margen en este punto.
Algunos grandes teólogos Católicos recientes, como Karl Rahner y Joseph Ratzinger, han
modificado radicalmente la doctrina del ‘purgatorio’. Ellos han hablado de un momento de
‘quemar’, el fuego del que Pablo habla en 1 Corintios 3, mediante el cual todo lo que
permanece pecaminoso en nosotros será consumido; o el momento de ser mostrado, y darse
cuenta, de las múltiples formas en que todo el mal que hemos hecho en la vida presente ha
traído maldad al mundo de Dios, y a su pueblo. En otras palabras, ellos han rechazado las
ideas tradicionales sobre un periodo cronológico de castigo y purgación. Desafortunadamente,
sus ideas no se han extendido a través de la Iglesia Católica.)
Yo creo de hecho, que parte de nuestro problema en las iglesias protestantes de occidente es
que en el siglo dieciséis la necesidad urgente era rechazar el purgatorio; pero los
Reformadores y sus sucesores no siguieron el Nuevo Testamento en rechazar la imagen
medieval de ‘cielo y tierra’, como debieron haber hecho. Como Karl Barth dijo, los
Reformadores nunca arreglaron su escatología. Creo que Barth tampoco lo hizo. Tal vez
nosotros podamos mejorar.
Mi punto es este. En el Nuevo Testamento encontramos una imagen muy diferente. No
encontramos una ‘vida después de la muerte’ en el cielo, sino una ‘vida después de “la vida
después de la muerte”’, una nueva vida corporal en una creación reconstituida. Y vemos la
resurrección de Jesús, no como el ‘final feliz’ tras la crucifixión - aunque ciertamente funciona
así en un nivel meramente trivial - sino como el lanzamiento de nada menos que la nueva
creación. Lo que quiero hacer en esta clase, desarrollando algunas de mis primeras obras y
dando seguimiento a un tema de mis recientes conferencias Gifford en Aberdeen, es definir
cómo funciona eso, y aplicarlo en algunos aspectos de nuestra vida presente y los desafíos que
ahora nos enfrentan en nuestro confundido y peligroso mundo. No me disculpo por repetir, y
luego desarrollar, algunas cosas que he dicho en libros anteriores, tal como Sorprendidos por
la Esperanza. Es claro para mí que aún entre aquellos que han entendido lo que he estado
diciendo intelectualmente todavía hay una brecha con la práctica real.

La resurrección en el primer siglo

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La palabra griega para ‘Resurrección’ es anástasis, literalmente ‘ponerse en pie’. Y este es el


punto clave: en el mundo del primer siglo, anástasis nunca se refería a lo que nosotros
pensamos como ‘vida después de la muerte’. O para ponerlo de otra forma, cuando la gente
hablaba (como usualmente lo hacían) sobre la ‘vida después de la muerte’ o ‘lo que nos
sucede al morir’, ellos nunca usaron la palabra anástasis. La resurrección no era algo que
sucedía inmediatamente al morir. Incluso en el caso de Jesús, hubo un corto periodo de estar
muerto, que luego fue seguido por el Domingo de Resurrección y una nueva vida corporal. Y
todo el Nuevo Testamento, y todos los grandes maestros Cristianos por siglos después de eso,
enseñaban la misma cosa: Que lo que Dios hizo por Jesús ese Domingo de Resurrección, lo
hará de nuevo por todo su pueblo al final, levantándolos a una nueva vida corporal para
participar de la vida del nuevo mundo. Conforme el evangelio se alejó de sus raíces judías
hacia el mundo griego de gente como Plutarco, esto se hacía mas y mas difícil de sostener,
aunque la mayoría lo hacía.
De hecho, es impactante que el Nuevo Testamento no está particularmente interesado en lo
que sucede a las personas al morir. Si hay algunas pistas. Jesús le dice al bandido en la otra
cruz que estaría ‘con él en el Paraíso’ — El Paraíso es un dichoso lugar temporal para habitar
mientras uno espera la Resurrección, no el destino final. Para Jesús, el destino final llegó tres
días después; aunque el bandido aparentemente sigue esperando como el resto. (Solo para
aclarar eso: Pablo en 1 Corintios, dice que el Mesías se ha levantado como ‘primicia’, y que a
su venida, su ‘parusia’, aquellos que le pertenecen se levantarán como él se levantó. Pablo no
hace mención de que alguien más este disfrutando ya de la vida resucitada; eso vendrá
después.)
Jesús le dice a los discípulos en el Aposento Alto (Juan 14), que él irá a preparar un lugar para
ellos y que luego volverá para tomarlos con él. Pero este es el mismo Jesús que unos capítulos
atrás había dicho que en el día final, los muertos oirán la voz del Hijo del hombre y serán
levantados a una nueva vida. Ambas declaraciones van de la mano. Jesús tomará a su pueblo
para estar con él por el momento; luego, cuando el día llegue, les dará una nueva vida
corporal en su nuevo mundo. Y notamos que cuando los primeros Cristianos se refirieron a
personas que habían muerto pero no habían resucitado, solo en el libro de Apocalipsis (6:9;
20:4) se refiere a ellas como ‘almas’, y está claro que no lo dice en el sentido Platónico. La
perspectiva cristiana primitiva era que los humanos son criaturas completas, cuerpo incluido, y
que después de morir estamos, en ese sentido, ‘desnudos’, esperando un ‘revestimiento’
futuro en la resurrección, no dirigiéndose como almas incorporales hacia un cielo ‘no-espacio-
temporal’. En ese intermedio, el Espíritu Santo que habita en los cristianos continuará
sosteniendo sus verdaderos seres en la presencia cercana de Jesús hasta que el Espíritu dé
nueva vida a sus cuerpos físicos.
Todo esto está fundamentado en la perspectiva de la Resurrección sostenida por muchos
Judíos (aunque no todos) en ese periodo. Partiendo del Libro de Daniel, y un libro llamado 2
Macabeos, las pistas y suposiciones de textos más tempranos se hicieron explicitas, bajo dos
principios. Estos son vitales si hemos de entender por qué la Resurrección importa y lo que
significa para nosotros hoy.

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Los dos principios, contenidos en lo profundo de las Escrituras israelitas y siendo motivos de
agonía en el periodo del Segundo Templo en la vida judía, son la bondad de la creación por
una parte y el compromiso de Dios con la justicia por la otra. Se puede ver esto en las historias
de los mártires Macabeos en los 160s AC. Mientras eran torturados hasta la muerte por el rey
pagano por haber rehusado comprometer su modo de vida ancestral, ellos decían, una y otra
vez, que ellos servían al Dios que hizo los cielos y la tierra, el creador de todo. Ellos no
adoraban un Dios local o tribal, o uno al que no le importa el estado en que se encuentra el
mundo. Ellos le pertenecen a Aquel que hizo todo en primer lugar.
Con la creación viene la justicia. Como los Salmos y profetas insisten, al Dios de Israel le
importa apasionadamente corregir lo que está mal en el mundo. En el occidente hemos
reducido esto a la palabra negativa de ‘juicio’, viendo esto en términos de castigo por las
malas acciones. Pero en las Escrituras Hebreas - por ejemplo, en salmos como 96 y 98, pero en
muchas otras partes también - ‘juicio’ es algo gozoso, una razón para celebrar, porque significa
que el Dios de Israel está viniendo a corregir todo al fin. Viene a poner las cosas en su lugar, a
corregir lo incorrecto, a enderezar lo torcido, a reparar y reconstruir lo que fue derribado.
‘Justicia’ significa corregir finalmente todas las cosas, poner el proyecto original de vuelta en su
curso.
Así que si ponemos Creación y Justicia lado a lado dentro del mundo presente de pecado,
dolor y sufrimiento, ¿qué tenemos? Ciertamente no la imagen platónica, donde el mundo
presente se puede ir al infierno mientras almas humanas -al menos algunas- son permitidas
escapar. ¿De que sirve eso? Eso simplemente ignora la bondad de la creación original.
Ciertamente tampoco la imagen Epicúrea o Estoica, donde el mundo está yendo a tropezones
haciendo su propio asunto o dando vueltas a un gran ciclo de existencia sin que nada cambien
en verdad. ¿De que sirve eso? Eso ignora la bondad original de la creación, de la intención del
creador, y particularmente el deseo e intención divinos de corregir todo finalmente. Esta es la
esperanza bíblica: que el Dios que hizo el mundo finalmente corregirá todo en él.

Creatio Ex Vetere
Ahora, muy obviamente, eso no ha sucedido aún. Un vistazo a los periódicos o la televisión lo
confirmarán. Esa es la razón por la que rechazo la idea propuesta por algunos, según la cual
cuando morimos tomamos, por así decirlo, un atajo directo al futuro, al final, a la nueva
creación. La nueva creación no será una creatio ex nihilo, una nueva creación ‘de la nada’. Será
una creatio ex vetere’, una creación ‘de lo viejo’. Será el rescate, redención y restablecimiento
de la creación presente. Debido a que eso no ha sucedido, la resurrección del pueblo de Dios
tampoco ha sucedido aún.
Pero el mensaje bíblico es que el proyecto ya ha comenzado. En un sentido comenzó cuando
Dios llamó a Abraham; pero aquello, y los próximos dos mil años, es mejor apreciado como la
preparación. En un sentido más verdadero comenzó cuando Dios derrotó a través de Jesús los
poderes oscuros que habían corrompido y arruinado su hermoso mundo, y particularmente las
vidas de los seres humanos que fueron hechos para ser la corona de la creación, los agentes a
través de los cuales Dios traería su belleza y justicia al mundo. Eso sucedió a través de la obra
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de Jesús para el reino, alcanzando su clímax en la cruz; y aquello naturalmente abrió el camino
para que la creación sea liberada de su esclavitud a la decadencia, de su corrupción y muerte,
comenzando con el cuerpo físico de Jesús mismo.

La resurrección corporal importa.


Esta es la razón por la que la resurrección de Jesús importa tanto. Generaciones de teólogos
liberales han intentado minimizarla o negarla por completo, como si fuera una superstición
primitiva de la cual podemos prescindir ahora. Aquello representa un movimiento de ‘des-
juaización’ y ‘des-historización’ radical, e implica deshacer uno o ambos temas centrales. Si
Dios es el buen Creador, y si corregirá todo al final, entonces la resurrección será el resultado.
Nadie vio la resurrección de Jesús anticipadamente, por supuesto, a pesar del hecho de que
había intentado explicarlo a sus seguidores, y a pesar del hecho de que cuando los discípulos
pensaron al respecto vieron todo tipo de textos bíblicos que apuntaban en esa dirección pero
que nunca habían leído de ese modo antes. Pero cuando sucedió, cobró este sentido.
Ese es el verdadero mensaje del Domingo de Resurrección, como es más claro tal vez en el
evangelio de Juan. En Juan, el capítulo de la resurrección, capituló 20, nos dice dos veces
enfáticamente que era ‘el primer día de la semana’. Eso es lo que dice justo al principio del
capítulo, en la mañana cuando María Magdalena encontró la tumba vacía y se encontró con el
Jesús resucitado, pensando que era el jardinero -un error correcto, por cierto. Luego Juan lo
dice de nuevo en la tarde, cuando los discípulos se estaban escondiendo a puertas cerradas en
el Aposento Alto, y Jesús vino a soplar paz, poder y su propio Espíritu sobre ellos. Juan ha
enmarcado estas escenas en su evangelio que comienza invocando Génesis 1, de manera que
dice: este es el inicio de la nueva creación en que la intención divina para la creación original
es finalmente cumplido. Por eso, en uno de los más grandes poemas cristianos de todos los
tiempos, Pablo escribe a los Colosenses que Jesús es ‘el principio; el primogénito de los
muertos; para que en todo él sea preeminente’ Jamás entenderemos el evangelio a menos
que lo veamos como una gran narrativa, la narrativa que halla su camino en la oscura noche del
alma en los largos años de la desolación de Israel y entonces estalla con nueva vida el
Domingo de Resurrección.
Y por supuesto que no termina allí. Solo tiene sentido si, habiendo sido inaugurada, la nueva
creación es luego puesta en acción en el mundo. Esa es la tarea principal del Espíritu Santo:
poner en práctica lo que fue obtenido e inaugurado el Viernes Santo y Domingo de
Resurrección. Y podemos estar seguros de lo que eso significa si recordamos los dos puntos
clave: creación y justicia. Un mundo bueno, arruinado por fuerzas hostiles y destructivas, pero
ahora a punto de ser renovado, a punto de ser traído al otro lado de la muerte hacia un nuevo
tipo de vida, que la muerte no puede tocar, nunca más. Y aunque el Espíritu Santo puede
obrar y en verdad obra en mil formas diferentes de las cuales escuchamos apenas el silbido del
viento, una de las formas principales en que el Espíritu trabaja es, por supuesto, a través de
siervos de Jesús, humildes y orando, cuyos corazones han sido renovados y cuyas mentes han
sido iluminadas por el poderoso evangelio para que no solo crean en la resurrección de Jesús -
y en su victoria en la cruz sobre los poderes oscuros - sino que se conviertan en Pueblo de

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Resurrección, tanto señales como agentes de la nueva vida que un día inundará la creación
entera.
Pero antes de que hablemos más sobre eso, necesitamos ver el testimonio bíblico del diseño
divino final. ¿Que será realmente esta Nueva Creación?

La ‘Nueva Creación’ prometida.


¿Hacia donde se dirige la historia del evangelio? Si fuéramos a tomar nuestra guía por parte de
la tradición Cristiana occidental moderna, Católica o Protestante, podríamos imaginar que el
destino final seria tener muchas almas salvadas viviendo en el cielo con Jesús — con la
Trinidad, en realidad. El lenguaje bíblico sobre “gobernar” — la idea de que el pueblo de
Jesús de alguna manera compartirá su reino y gobierno sobre el mundo — es regularmente
ignorado. Pero esto, como la resurrección misma, es un asunto no negociable del paquete.
Desde Genesis 1, los humanos fueron hechos para gobernar en la Creación de Dios —
gobernar, por supuesto, con mayordomía gentil, para permitir a la creación ser fructífera y
florecer, no para aplastar o pisotear o explotarla. Esto es reafirmado en el Salmo 8; es
poderosamente cumplido en las historias de Jesús en los evangelios, cuando sus ‘actos
poderosos’ hablan tanto sobre su verdadera humanidad como de su ‘divinidad’, aunque ese es
un tema para otro día. Es particularmente en los diferentes acercamientos a la Ascención de
Jesús, para la cual necesitamos dejar que la resurrección misma reconstruya nuestra
cosmología.
Con Jesús nos damos cuenta de que lo que llamamos ‘cielo’ (el espacio de Dios) y lo que
llamamos ‘tierra’ (nuestro espacio) están diseñados para trabajar juntos, para sobreponerse y
entrelazarse; y nosotros los humanos fuimos creados para el propósito específico de pararnos
en la puerta entre ambos, uniendo las alabanzas de la creación ante el Creador y ejerciendo
autoridad responsable en su nombre sobre las partes de este mundo que se nos han confiado
(comenzando con nuestros propios cuerpos, a lo cual hemos de regresar).
En fin, el objetivo de la narrativa es, como vemos gloriosamente en Efesios 1, que un día el
Creador reunirá todas las cosas en Jesús, el Mesías, cosas en el cielo y cosas en la tierra. Jesús
las sostiene unidas y las reunirá, él es perfectamente la persona de cielo y tierra a la vez, el
verdadero ser humano que es simultáneamente la encarnación viviente del Dios de Israel. Esta
es, en mi opinión, una de las razones por las que eruditos protestantes liberales no han
querido aceptar que Efesios fue escrita por Pablo. No encaja con la imagen dualista que ha
denominado aquellas tradiciones. Y aún peor para esas tradiciones: encaja perfectamente con
la visión Paulina general, por ejemplo en Gálatas, donde Pablo habla sobre ‘nueva creación’, el
nuevo mundo que ha llegado porque Dios ‘nos ha rescatado de esta era presente de maldad’.
Pablo toma de su mundo Judío la idea de que no solo cielo y tierra se sobreponen, sino de
una ‘era presente de maldad’ que existe, el tiempo de dolor y pecado, enfermedad y muerte,
y de una ‘era venidera’ que Dios ha prometido. Y en el evangelio el cree en esta segunda
sobre-posición también: la ‘era venidera’ ha irrumpido en la ‘era presente de maldad’, para
que acune la era presente sigue rampante, y todavía pecamos y morimos, el poder de la era
venidera de Dios ha sido desatado por el Espíritu en el tiempo presente.
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El objetivo, articulado brevemente en Efesios 1, es detallado más plenamente en dos pasajes


Paulinos y dos Juaninos. En Pablo los pasajes son Romanos 8 y 1 Corintios 15; los otros pasajes
son Juan 20-21 (las narrativas de la resurrección con todas sus referencias) y Apocalipsis 21-22
(la visión de la Nueva Jerusalén). Un breve comentario de cada uno.
Romanos 8 es unos de las glorias literarias de la fe Cristiana. Para nuestros propósitos la
sección que importa más son los versículos 18 a 30. Estos están, por supuesto, enraizados a las
partes anteriores del capítulo y de la carta, pero lo que notamos sobre todo es que estos
versículos tienen que ver con el rescate y la renovación de la creación, no su abandono. Dios
hizo este mundo y (como suele decir la gente) Dios no hizo basura. Nosotros hemos hecho un
desastre de este mundo - y hay fuerzas oscuras detrás de eso también, no solo agencia
humana - pero Dios es el juez que finalmente pondrá todo bien. Ese es el gran mensaje de
Romanos: la ‘rectitud’ o ‘justicia’ de Dios, aparentemente desafiada más allá de la esperanza
por el fracaso de la raza humana, incluyendo a Israel, pero viniendo en la persona de Jesús
para tomar la fuerza de esa ruina sobre sí mismo y abrir un camino hacia el recate y la
renovación. El mensaje central es que Dios hará por toda la creación, al final, lo que hizo por
Jesús el domingo de resurrección. - tomando la realidad física que había sido quebrada y
destrozada más allá de la fe, rescatándola y restaurándola para que no quedara en el mismo
estado, sino que fuera realmente renovada, habiendo ido más allá de toda corrupción y
decadencia.
Eso, claramente, es lo que hallamos ya difícil de comprender en nuestra mente. Estamos
acostumbrados a que la realidad física, incluyendo cosas tan solidas como un diamante, estén
sujetas a decadencia. Puedes dividir y despedazarlos. Y los cuerpos humanos, otro poco más.
Para nosotros, la realidad física parece siempre vulnerable, destructible, corruptible. Pero lo
que se nos ha prometido en el nuevo mundo de Dios es una fisicalidad incorruptible. Se nos ha
prometido eso para nuestros propios cuerpos (lee Romanos 6 y descúbrelo); y aquí se nos
promete eso para toda la nueva creación.
Volveremos a Romanos 8 en otra conexión en el presente documento. Ahora volteamos a 1
Corintios 15, versículos 20 a 28. Allí, en un pasaje asombroso construido por múltiples
referencias bíblicas, Pablo desarrolla la promesa contenida en la resurrección de Jesús. Como
hemos visto, Jesús es la primicia, y en su segunda venida todo su pueblo será levantado para
compartir su nuevo tipo de vida (tras un tiempo de reposo con el Mesías, esperando
pacientemente, aunque Pablo no dice eso aquí). Luego Pablo explica: el tiempo presente es la
superposición, el tiempo cuando la Era Venidera ha irrumpido mientras la Era Presente de
Maldad continúa rampante. ¿Por qué hay una superposición? ¿Porqué Dios no termina el
trabajo de una vez? Porque, como él y otros han explicado, la operación de rescate de Dios es
un acto de amor, y él no está dispuesto a prescindir de los que están en el presente siendo
atraídos y ganados por el evangelio. Como en el Sermón del Monte, cuando Dios quiere
rescatar y transformar el mundo, para establecer su gobierno soberano y salvador sobre él (a lo
cual llamamos ‘el reino de Dios’), él no envía los tanques para aplastar la oposición en ese
momento. Él envía al pobre, al manso, al que llora, a las personas hambrientas por justicia, al
puro de corazón...y el mundo es cambiado. En verdad lo es. Esclavos son liberados. La

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conciencia pública de hecho es transformada. Hay señales verdaderas de esperanza, del nuevo
mundo, aunque aún hay un largo camino por recorrer.
Pero de vuelta a 1 Corintios 15. Pablo describe el tiempo presente — el tiempo de
superposición entre el presente y el futuro — en términos de una batalla en curso en la cual el
Mesías implementará la victoria que ganó en la cruz. ‘Él debe reinar hasta que haya puesto a
todos sus enemigos bajo sus pies’ dice, citando el Salmo 110 (el texto Cristológico favorito de
la iglesia primitiva).

Dos ideas importantes.


Dos cosas son importantes aquí. Primero, el Mesías ya está reinando, como vemos en Mateo
28, donde Jesús desde ahora posee ‘toda autoridad en el cielo y en la tierra’. La iglesia ha
estado feliz de pensar que Jesús posee toda la autoridad en el cielo; creo que apenas hemos
comenzado a imaginar lo que significa que Jesús también tiene toda autoridad en la tierra.
Segundo, el reino de Jesús está activo. Éste tiene un objetivo en la mira que aún no ha sido
alcanzado, pero un día lo será. Y el objetivo en cuestión es la destrucción total de todos los
‘enemigos’ — que son las fuerzas oscuras que destruyen la creación. ‘El último enemigo a
destruir es la muerte’. Eso solo puede significar la creación de un nuevo mundo en el que la
muerte misma ha sido devorada en victoria, como Pablo dice más adelante en ese capítulo.
Esta visión es tan diferente al ideal occidental habitual de ‘ir al cielo’ qué tal vez no es
sorprendente que pocas veces sea apreciado, mucho menos comprendido. Y si tu dices que el
cuerpo es echado a un lado y que el alma se va al cielo, entonces esa no es la derrota de la
muerte. Esa es apenas la descripción de la muerte, no su derrota. Eso es, de hecho, la teoría
Platónica sobre lo que la muerte es, no la teoría Judía o Cristiana sobre cómo la muerte es
derrotada. Pablo dice que la muerte misma será abolida.
Esto significará una nueva creación, una creación no más sujeta a la decadencia y la
corrupción.
El resultado será, como Pablo deja ver en Efesios 1 y declara explícitamente en 1 Corintios 15,
que Dios finalmente será ‘todo en todo’. Así es como creo que funciona. Dios hace un mundo
que es otro fuera de sí mismo: ¿por qué un Dios bueno haría eso, hacer algo que es menos
que su propia perfección? La respuesta en la escritura es que Dios, en el misterio de su propia
y compleja vida interior, es el Dios de ‘amor de auto-entrega total’; y su intención es que al
final él abrazará toda su creación en ese amor. Será enteramente diferente al mundo y a la vez
lo llenará con su Espíritu. Lo que en el presente conocemos en la Iglesia, y como individuos —
que el Espíritu habita en nosotros de modo que Dios es a la vez diferente e íntimamente
presente con nosotros — es el deseo y diseño de Dios para toda la creación. Hay un mundo de
buena teología esperando ser descubierto aquí, pero no por hoy.
La visión de la nueva creación en la literatura Juanina es más evocativa aún. Ya he hablado del
‘primer día’, el tema que muestra que para Juan el evangelista la resurrección de Jesús es el
inicio de la nueva creación. Eso, para Juan, se muestra mediante vívidas escenas en las cuales
Jesús consuela a Maria y seca sus lagrimas, Jesús desafía a Tomás y pone un fin a sus dudas, y

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Jesús confronta a Simón Pedro y le da perdón y una comisión fresca. Todas ellas son parte de
lo que significa ‘resurrección’. Y luego cuando miramos el Apocalipsis de Juan vemos esto en
su forma máxima. Por favor note, la última escena en la Biblia no es una imagen de ‘almas
salvas’ subiendo al ‘cielo’ en el aire; es la Nueva Jerusalén descendiendo del cielo a la tierra,
de modo que ‘el lugar de habitación de Dios está con los humanos’.
Cuando Juan dice que el ‘primer cielo y la primera tierra’ han ‘pasado’, al igual que el mar,
claramente se refiere a que el primer cielo y tierra eran corruptibles y corrompidos, y que ese
estado corruptible ha sido removido. El mar, en la imaginación apocalíptica de Juan, es la
fuente oscura e indómita de maldad; si el mar se ha ido, no hay oportunidad para el mal y la
corrupción de entrar una vez mas, produciendo un segundo y horrible ciclo de muerte y
pecado requiriendo una nueva redención. No: la nueva creación es por siempre. Eso está
garantizado por la resurrección de Jesús de entre los muertos.
El punto para entender — y muchas gente me ha dicho que nuestras tradiciones occidentales
son tan fuertes que aún si lo pueden ver con sus mentes, les es difícil aferrarse a él — es que la
nueva creación no es un asunto de nosotros siendo llevados a un diferente tipo de lugar sino
de Jesús volviendo para transformar el mundo presente para que sea el tipo de lugar que él
desea que sea —y para transformarnos a nosotros en las personas que él quiere que seamos.
El texto clásico para eso, frecuentemente malentendido, es Filipenses 3:20-21, donde Pablo,
de nuevo refiriéndose a los Salmos, habla de Jesús como aquel que vendrá del cielo para
transformar nuestros cuerpos humillados y corruptos en el nuevo cuerpo que corresponde a su
nuevo cuerpo glorioso. Cuando dice que somos ‘ciudadanos del cielo’, eso no significa -como
con Plutarco- que estamos en exilio aquí y deseando volver a nuestro hogar un día. Significa
que, como los ciudadanos romanos viviendo en la colonia griega llamada Filipos, debemos ser
agentes y representantes de la ciudad madre aquí mismo, y que si las cosas salen mal, el
Emperador (el salvador, el Señor) vendrá de la ciudad madre a corregirlo.

Señales de la Nueva Vida Aquí y Ahora


Todo esto apunta a nuestra vida y llamado presente en maneras bastante dramáticas. Una vez
que entendemos, y celebramos, el hecho de que Jesús ya está reinando, podemos empezar a
aprender, en oración y liturgia, a celebrar su victoria en nuevas maneras e invocarla en alabanza
y oración, trayendo señales genuinas de nueva vida, de la nueva creación, en el mundo
presente. Tantos Cristianos han fijado sus ojos en un distante y escapista ‘cielo’ que aunque
puedan sentir el llamado a hacer una diferencia en el mundo presente no tienen un marco
teológico en el cual entender esa vocación. De hecho, la resurrección de Jesús provee eso
mismo.
Cuando fui obispo de Durham estaba al tanto de ciertas parroquias en la diócesis que se
concentraban en ‘salvar almas’ y pensaban que cualquier intento de hacer el mundo un mejor
lugar era ‘obra social’ que debíamos dejar a los políticos; también estaba al tanto de otras
parroquias que estaban determinadas a seguir a Jesús al alimentar a los hambrientos y
proteger a los pobres y los débiles, pero no tenían idea de lo que su muerte y resurrección

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tenían que ver con todo eso. A mi parecer, parte de mi trabajo, era interpretar los unos a los
otros para traer a ambos a un marco mayor de discipulado bíblico.
Para empezar, podemos la manera en que Efesios sigue la declaración del primer capítulo
sobre el plan de Dios de sumar, de unir,todas las cosas en el cielo y en la tierra en el Mesías.
PAra Pablo esto tiene todo tipo de ramificaciones para la vida y trabajo de la iglesia en el
presente así como para el futuro: la iglesia debe modelar la nueva creación en el poder del
Espíritu. Esto significa, para empezar, que Judío y Gentil se unan en un ‘nuevo templo’ único,
la iglesia en la cual Dios habita por el Espíritu (capítulo 2). Esta nueva realidad, asombrosa y sin
precedentes, impactará a los señores del mundo (capítulo 3): ellos habían intentado por siglos
unir personas bajo su dominio, pero la única persona que ha sido capaz de hacer eso es Jesús,
y mientras la iglesia viva así —todavía desafío enorme para nosotros hoy— es una se{al al
mundo de que Jesús es su verdadero señor.
Luego, en la segunda mitad de la carta, Pablo expone los temas gemelos de unidad y
santidad. Estos son inmensamente desafíenlas para las iglesias de todo tipo, y sospecho que
es en parte porque nos hemos rendido de intentar que notamos la ‘resurrección’ encogerse y
volverse una palabra curiosa para la ‘vida después de la muerte’ o un simple ‘final feliz’
después de la Cruz. Particularmente en el capítulo 5, Pablo traza uno de los puntos donde la
unidad y la santidad son mas impactantes: en la visión cristiana del matrimonio, vista como una
señal y símbolo potente de la creación original siendo ahora renovado en Jesús el Mesías.
Juan señala esto también en su segundo capítulo.
Aquellas son algunas señales de la visión Paulina de la creación restaurada —la manera en que
la resurrección de Jesús es implementada, a través del Espíritu, en la renovación presente de la
creación, verdaderamente anticipando la renovación final por venir. Y oculto en Efesios 3
encontramos el plano para la renovación presente a través de la vida social y política: la iglesia,
en su unidad y santidad, llamada a ser una señal para el mundo expectante de que Jesús es el
Señor, no Cesar. Cesar, por supuesto, viene de diferentes formas —en los dioses que son
adorados hoy como siempre, los dioses del dinero, del poder y del sexo, de la egocéntrica
autorrealización. El cuerpo de Cristo, con todo cada cristiano llamado a hacer su parte (y
enfrentar sus propias luchas y batallas personales mientras lo hacen), debe mostrar al mundo y
a sus señores qué hay una manera deferente de ser humano, la manera del Sermón del Monte,
la manera de seguir a Jesús en el poder del Espíritu. Gracias a Dios que la iglesia ha estado
haciendo esto a través de su historia, y aún lo hace; pero me preocupa, de nuevo, que en
muchas iglesias occidentales el énfasis aún está en ‘cómo llegar al cielo’, con el testimonio al
mundo más como un pensamiento incidental que como parte de la nueva creación que ha sido
inaugurada en la resurrección de Jesús y que ahora es implementada por la obra del Espíritu.
Esto tiene implicaciones obvias en la esfera política que varía de lugar a lugar. En países como
el mío (Inglaterra), las iglesias todavía son libres, en teoría, de vivir sus vidas y llevar testimonio,
y están haciendo eso con un éxito mezclado; la principal oposición suele venir de los medios
que quieren ser quienes cuenten al mundo cómo debe ser el mundo y no les gusta que la
iglesia intente hacerlo en su lugar. Esto variará en diferentes países y regiones. El punto es que
la iglesia debe demostrar las señales de una nueva vida las cuales son anticipaciones genuinas

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de la nueva era, que está llegando desde ahora. Aquellos entre nosotros en el ministerio las
vemos de vez en cuando, gracias a Dios, a veces para nuestra sorpresa y a veces a pesar de lo
que hemos hecho en vez de por lo que hemos hecho.
Particularmente, el hecho de que Dios ha renovado la creación en Jesús y busca renovarla de
arriba a abajo al final, debería tener implicaciones inmediatas para nuestra preocupación por el
planeta. Si alguien te diera una hermosa pintura para decorar tu casa, no sería muy respetuoso
que la utilizaras para lanzarle dardos, o como una pizarra para que los niños dibujen. Y si
alguien dijera que no importa porque el artista original vendrá un día para restaurarlo y
limpiarlo, tú pensarías ‘ese no es el punto’. Pero así es como hemos tratado frecuentemente la
buena creación de Dios. Entre más conocemos sobre cómo funciona nuestro planeta, más
podremos ver lo mal que nosotros, sus cuidadores actuales, la hemos cuidado. Por supuesto
que hay soluciones maniáticas y tontas para ofrecerse aquí, como las hay en todo aspecto de
la vida, pero eso no significa que la iglesia puede suavizarse en sus responsabilidades de
entender nuestra vocación humana como mayordomos de la creación y de guiar el camino
tentó en una vida responsable como en animar y presionar por mejores políticas que traigan
algo de orden divino a su hermoso pero herido mundo.

Oración y Sacramento
El misterioso corazón de todo esto es la vida de oración y sacramento de la iglesia. Si
empezamos con una perspectiva en la que Dios y el mundo están muy lejos el uno del otro, la
oración y el sacramento no tienen mucho sentido. La oración se convierte en hablarle al aire; el
sacramento se convierte en un extraño ritual con el posible beneficio de servir como ayuda
visual para la fe pero nada más. Pero nosotros no comenzamos con esa perspectiva sobre Dios
—al menos no si comenzamos con la resurrección de Jesús comprendida de la forma en que
los primeros cristianos lo hicieron. Debemos comenzar con la cosmología que dice que el cielo
y la tierra se sobreponen y entrelazan y que los humanos somos llamados a pararnos en el
peligroso lugar donde eso sucede. Debemos empezar con la escatología que dice que la era
presente donde ha irrumpido la ‘era venidera’ prometida, y que los humanos una vez más
estamos llamados a vivir y trabajar en el mismo lugar en que esas placas tectónicas rozan.
Esto nos regresa, como prometí, a Romanos 8: cuando nos colocamos donde esos dos puntos
se sobreponen, nos encontramos gimiendo en oración, usualmente sin saber exactamente por
lo que deberíamos estar orando, pero luego entendiendo —con Pablo que nos lo recuerda—
que exactamente allí y en ese momento el Espíritu está gimiendo dentro de nosotros, y el
Padre está escuchando, y que en el proceso estamos siendo moldeados de acuerdo a la
imagen de su Hijo amado. La vida cristiana de oración y sacramento unifica todas las otras
obligaciones y colaciones y les da nueva profundidad y enfoque; y al mismo tiempo, ese ritmo
de vida, de pararse en donde el cielo y la tierra coinciden, donde el presente y el futuro se
topan con el otro, fluye hacia el mundo del servicio, particularmente servicio al pobre y el
desamparado para quien toda la escritura, desde la Torá, los Salmos, Jesús y hasta Apocalipsis,
tiene una preocupación especial. Aprender a encontrar a Jesús en los rostros de los pobres,
como en la parábola de las ovejas y los cabritos, es una lección entre muchas que pertenecen

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aquí mismo, al lugar donde la resurrección de Jesús como un evento de la historia abre nuevas
visiones para la renovación de la creación como un evento recurrente en el presente hasta el
día de la última renovación por venir.

Conclusión
Existe, como puedes imaginar, mucho más que podría ser dicho en este punto. En conclusión,
déjame re-enfatizar dos cosas que he dicho en algunos libros pero que implican repetición. Si
creemos que al final Dios corregirá todas las cosas, ‘hará justicia’ en el sentido positivo,
creativo, sanador y restaurativo; y si creemos que cuando Dios levantó a Jesús de los muertos
hizo es mismo, de cerca y en persona, en el ser humano que representó al resto —entonces no
podemos retraernos del imperativo a ‘hacer justicia’, en ese sentido completo, en cada
oportunidad en nuestro mundo. En el poder del Espíritu, debemos nombrar y avergonzar las
injusticias que aún están rampantes, y trabajar por su abolición. Y debemos cuidar de que en
nuestras vidas personas, y particularmente en las vidas de nuestras iglesias, la injusticia sea
arrancada tan lejos y profundo como sea necesario. Solo si hacemos esto, tendrá sentido
predicar y enseñar sobre la nueva creación de Dios, sobre el modo en que la resurrección de
Jesús resuena en la renovación, la corrección, de la creación.
Lo mismo se puede decir de la belleza. Si creemos que Dios hizo un mundo bello que ha sido
arruinado en muchas maneras pero que aún resuena con su amor y poder; y si creemos que en
Jesús Dios ha hecho la cosa más bella imaginable —¡por qué otra razón tantos artistas y
músicos emplearían sus mejores esfuerzos para presentarlos a nuestro asombro y
contemplación!— entonces debemos asegurarnos tanto como podamos, en nuestras iglesias y
vidas personales, y en las comunidades donde tenemos influencia, que estamos trabajando
para impulsar y celebrar el arte, la música, la danza, el drama, la poesía, la escultura, y tanto
más como podamos. Si la iglesia se colude con la fealdad; si la iglesia no reconoce, celebra y
da oportunidades para los dones artísticos de tantos de sus miembros, entonces no debemos
estar sorprendidos si a la gente le cuesta creernos cuando hablamos de la forma en que la
resurrección de Jesús ha iniciado un nuevo mundo en que la creación misma es renovara, y
será renovada, hasta que la tierra sea llena con la gloria de Dios como las aguas cubren el mar.
Esa es la meta. La justicia y la belleza señalan el camino. Por el poder del Espíritu, nuestro
llamado es ser gente de Resurrección, mirando atrás a Jesús mismo, y bajo su dirección y
comisión, trayendo señales verdaderas de renovación a su creación, hoy y cada día.

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