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LORENZA (Las alas de la manea) lai 1989, el artista Mario Soro conoci6 a Lorenz en la ciudad de Munich, cuando fue rortado a la muestra de arte chileno Cirugia piistica en Alemania. Ahi supo que su nombre no era Ernst Bottner, que habja nacido Arenas fruto del casamiento de una un carabinero chileno, y que su edad bordeaba los treinta y tres afios. masculi en Punta alemana y aproximada in 1 _orenza vestia entonces un cenido pantalén de cuero azul Y tacoaltos que alargaban su figura ‘raves Fl pelo Tubio hasta la cintura, sujeto en wna cola irante, achinaba levemente sus ojos claros, $u torso Se vera estrecho bajo la capa | que lo protegia del frfo nérdico. Pero Lorenza ‘un continuo reir en nubes de vaho que eva- era poraban su boca pintada. De Chile le quedaba muy poco, solamente cierta sombra en la mirada, al recordar el chispazo trégico de aque- Ila tarde en que perdié los dos brazos. Hasta los diez afios, Ernst Bottner vivia en Punta Arenas como cualquier hijo de inmi- grantes, Era un nif rubio y delicado que per- seguia los pdjaros, tratando de agarrarse al vuelo escarchado de sus alas. Pero las aves eran. huidizas y el pequefio Ernst se quedaba con las 209 manos vacias sin a las plumas grises que tiznaban el cielo ee . Un dia vio un pajaro parado en un alambre, cerca, que solo bastaba estirar las manos i cogerlo. Pero Ernst nunca supo que ese eae era un cable de alta tensién, y la des. carga eléctrica revole6 en el suelo su fragi] cuerpo. El accidente carboniz6 sus brazos, ya medida que fue pasando el tiempo, el guante de la gangrena trep6 por sus manos hasta que debieron amputarselas. Y después el antebrazo y luego los codos. Pero la gangrena Seguia subiendo y la medicina rural no podia detener el proceso de putrefaccién. Entonces, la madre decidié vender lo que tenia y apelando a la doble nacionalidad del nitio, lo levé a Alema- nia para curarlo. Instalados alla, Ernst fue some- tido a una operaci6n que detuvo la pesadilla y borré las cicatrices de sus hombros, dejandolos tan lisos como un marmol griego. Después, la rehabilitacién para discapacitados, que en Ale- mania es 6ptima pero muy cara, hizo que su madre tuviera que trabajar haciendo aseo en el mismo hospital para pagar el alto costo de la terapia. Asi, Ernst reemplazé las manos perdidas por sus pies, que desarrollaron todo tipo de habili- dades, en especial la pintura y el dibujo. Pero luego fue derivando la plastica hacia una cos- mética travesti que hizo crecer las alas calcina- das de su pequefio coraz6n homosexual. 210 studio arte clasico, posé como model o de su propia corporalidad una ae movimiento. Un relieve mocho, volado d yuina urbana. Un desdoblamiento de Taare : cura europea. Una cariatide suetta, he Entonces nacié Lorenza B6 menino fue Ia Gltima aan bee cements i que completo su ajuar travesti. Desde entonces se ha desplazado or diversos géneros de las artes visuales: la fotografia, el cine, la performance, la instalacion. su nombre al pie de dibujos y pinturas le ha servido para sobrevivir y viajar por el mundo con su madre. Su sacrificada progenitora que en mamanager, y no acepta fotos ni entrevistas de no mediar un pago por el tra- bajo de su hijo. «Lorenza tiene copyright», dice ella, tapando el lente de los fot6grafos. Pero més alla de sus dibujos y pinturas, la yerdadera obra es su cuerpo que lo exhibe minusvalido, como una bella intervenci6n en. Nueva York, Barcelona 0 California. A veces se instal en la calle y tiza con sus pies delicados dibujos que luego los zapatos de los transetintes se encargan de borrar. Mientras, a su lado, la madre suple la carencia del hijo estirando la mano que recoge las propinas. Quizas su obra més conocida es una perfor mance que realizé en Berlin el aito 1982. En un evento de arte corporal, Lorenza se instal6 a la ~ entrada del museo pintada de blanco, simu- Jando la Venus de Milo. El publico pas6 por su se convirti 211 Jado sin verla, solamente cuando la escultury 76 a MOVETSE SE dieron cuenta del cuerpo do en la pose clisica, Ciertamente, este artista se inscribe en ane categoria especial del arte gay, pero en Lorenz, Ja nomosexualidad es una reapropiacién de] cuerpo @ través de la falla. Como si la eviden. Ge mutilada Jo sublimara por ausencia de tacto. Cierto glamour transfigurado amortigua el hachazo de los hombros. La pose coliza sua. ‘jaa el bisturi revirtiendo la compasi6n, Se transforma en un fulgor que traviste doble- mente esta cirugia helénica. Lorenza, en performance, es una walkiria trunca y orgullosa. Por los brazos que no tiene se inventa un par de alas, como la Victoria de Samotracia posando para Robert Maplethorpe, el fot6grafo homosexual que un tiempo des- pués murié de sida. Asi aparece en catalogos y revistas gays, amputada y puta del Partenén, Algo asf como topless en la Acr6polis 0 tacoal- tos en Atenas, invitada de contrabando a la coment! ‘ sunco mimetizat bacanal posmoderna. Elverano del ’90 estuvo en Chile, y pas6 casi desapercibida en el ambiente cultural. Venia s6lo a arreglar un asunto de familia. Pero cuando le pidieron que hiciera un numerito acept6, contradiciendo a su madre, que insis: tfa en cuanto le iban a pagar. Laaccién de Lorenza en Chile se realiz6 una calurosa tarde de domingo en la Galeria Bucci, 212 newt escaso Eee ie mirada ociosa de las wi as que salen a vitrinear los dias festivos, lguie? pregunto SI €ra parte de la Teleton, ylo yiciero™ callar mientras la bella manca proyec- ipbast sombra etrusca en los muros de la galeria, qambién hizo los dibujos de un hombre yuna mujer y Se puso en medio. Después, todos se fue- yon a bailar a una disco gay, donde Lorenza patié sus alas hasta la amanecida. A la salida, al pasar por un regimiento, los milicos de guardia Je tiraron besos y algo le gritaron. Y ella, sin inco- modarse, abrié de par en par su capa de plumas yles contest6 que bueno, pero dea uno. Fue elegida simbolo de los Juegos Olimpicos para Discapacitados realizados en Barcelona. Pero a Chile no quiso volver nunca mas desde ese verano del ’90, cuando tomé el avién ale- jandose por segunda vez en su vida. Y antes de subir las escaleras se detuvo un momento, ape- nas un segundo que su memoria quiso levantar un guante para despedirse. Pero solo le tem- blaba un hombro cuando desplegando su orto- pedia alada desapareci6 en el cielo sin mirar atras.

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