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ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL MAL DE ESPÍRITU

Y LOS DAÑOS COLATERALES EN EL QUIJOTE


VICENTE PÉREZ DE LEÓN
Oberlin College, Ohio

[...] la bíuora, reptilia o serpiente enconada, al tiempo del


concebir, por la boca de la hembra metida la cabeça del
macho y ella con el gran dulçor apriétale tanto que le ma-
ta e, quedando preñada, el primer hijo rompe las yjares de
la madre, por do todos salen y ella muerta queda y él qua-
si como vengador de la paterna muerte. ¿Que mayor, que
mayor conquista ni guerra que engendrar en su cuerpo
quien coma sus entrañas? (19-20)

CALISTO. – ¿Cómo templará el


destemplado? ¿Cómo sentirá el armonía aquel, que con-
sigo está tan discorde? ¿Aquel en quien la voluntad a la
razón no obedece? ¿Quien tiene dentro del pecho aguijo-
nes, paz, guerra, tregua, amor, enemistad, injurias, peca-
dos, sospechas, todo a vna causa103? Pero tañe e canta la
más triste canción, que sepas. (40)

En las manifestaciones poéticas del siglo dieciséis en las que se describe el fe-
nómeno amoroso existen diferentes variantes que van desde lo material a lo inmate-
rial, llegando a sugerirse incluso la imposible fusión física de los amantes. Como se
puede apreciar en la frase “amada en el amado transformada” –de “Llama de amor
viva”, escrita por el místico Juan de la Cruz– la exploración de la atracción y deseo
hacia el ser querido traspasa límites que no excluyen este culminante y sobrenatural
abandono del cuerpo del uno en su unión con el del otro. En la exploración poética
de la imposible transmutación, el amor místico renacentista parece empujar al indi-
viduo hacia un fin físicamente imposible. La transcorporación implica eliminar el
dos por el ser uno, en una operación irracional alcanzada a partir de diferentes pa-
601
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radojas explotadas en estéticas literarias de autores coetáneos o precedentes a Juan


de Ávila, entre los que se encuentran Plotino, Herrera o Castiglione1.
Pero el concepto de la prolongación del yo en el otro dentro del ámbito del uni-
verso amatorio es una actitud estética que trasciende las descripciones meramente
poéticas utilizadas en el Renacimiento. La tendencia a proyectar el uno fuera del
límite natural del cuerpo, en su sentido más amplio, ha sido también objeto de aten-
ción desde culturas que la han interpretado al margen de los cánones estético-
religiosos de la historia occidental. En este sentido, partiendo de argumentos del
revisionismo postcolonialista originado en el mundo filosófico-espiritual nativo
americano, se puede encontrar una definición alternativa a este fenómeno que ayu-
de a comprender un poco más precisamente algunas de las preocupaciones existen-
ciales que acosaban al yo poético y literario renacentista. De hecho, esta distante
perspectiva puede servir para apreciar detalles que se han escapado tradicionalmen-
te a los exégetas del tópico amatorio dentro del dogma crítico occidental.
La tradición nativo-americana es negativa hacia la promoción y recreación esté-
tico-lúdica de actos tales como el abandono del cuerpo en la ilusión de absorber
otro ser, o la proyección del yo más allá de los límites permitidos por la lógica en
una suerte de canibalismo simbólico, especialmente si este tipo de actos se llevan a
cabo a partir de paradigmas que celebran el deseo irrefrenable del ser humano2. Si
bien la manifestación mística de la transformación del yo en el otro estaría en el
extremo espiritual de este juguete estético, no deja de llamar la atención la ambi-
güedad provocada por el citado poema “Llama de amor viva”. De hecho, éste pue-
de leerse, en una de sus dobles vertientes, como un poema de amor en el que el yo

1
“Lo mismo en Llama de amor viva. La poesía de San Juan está penetrada por el Renacimiento:
“Amada en el Amado transformada”, aparece en el platonismo del Cortesano: “como verdaderos aman-
tes en lo amado podamos transformarnos”. Esta unión transformante de los místicos se encuentra en
Plotino, se repite en Herrera, vive en el petrarquismo; la belleza de los temas alcanza en San Juan miste-
rioso encanto, música inefable. La expresión “Amada en el Amado transformada” en sí no sería platóni-
ca ni cristiana sino panteísta, pues el alma se transformará en substancia de Dios, siendo como es subs-
tancia creada y por tanto distinta; por eso San Juan en su comentario explica. Luis de León, más geomé-
trico, en su órfica oda a Felipe Ruiz, exclama “allí a mi vida junto”, pero el gran lírico puede osar en la
inspiración ir más allá del límite; hijo del Padre que le sonríe, une las dos substancias en el amor y la
hermosura” (Marasso: 241).
2
“I have come to the conclusion that imperialism and exploitation are forms of cannibalism and, in
fact, are precisely those forms of cannibalism which are most diabolical or evil. Traditional ritualistic
“cannibalism” (so called) found among many folk peoples was essentially an act of eating a small
portion of a dead enemy´s flesh in order to gain part of the strength or power of that person or to show
respect (in a spiritual way) of that person. (Thus, usually only a respected enemy warrior was so used.)
[...]. Cannibalism, as I define it, is the consuming of another´s life for one´s own private purpose or
profit. [...] It should be understood that wétikos do not eat other humans only in a symbolic sense […] it
is cannibalism accompanied by no spiritually meaningful ceremony or ritual. It is simply raw consump-
tion for profit, carried out often in an ugly and brutal manner. There is no respect for a peon whose life
is being eaten. No ceremony. No mystical communication. Only self-serving consumption” (Forbes: 34).
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poético aparece enferma sin remisión, a partir de un deseo erótico sólo saciable
mediante la completa fusión con el amado.
Para ciertos grupos de ideólogos indígenas norteamericanos, la corriente de des-
trucción que los europeos trajeron al nuevo continente se puede explicar mediante
la constatación de que sufrían una enfermedad, que trascendía lo puramente físico,
llamada matchi. Ésta se podría definir como una afección del alma que condiciona-
ba el modo de comportarse fuera de su natural autoconsciencia humana3. Los que
sufrían de este estado psíquico son denominados wetikos4, o según Forbes indivi-
duos convalecientes de una anomalía que se define como la enfermedad de la ex-
plotación, y que incluye, entre sus síntomas, ambición y crueldad en el uso de las
vidas ajenas sin sentimiento de remordimiento, en una suerte de destrucción del
potencial espiritual de uno, además de ser una “muy grave y no menos contagiosa
enfermedad” (12-13, 26)5.
A la descripción de este estado, o más bien padecimiento, se puede también
añadir que estamos ante una especie de euforia psicótica nacida de la proyección de
un deseo voluntariamente incontenido e irrefrenable de lograr un objetivo, sin parar
en razones éticas ni morales; hasta que no se produzca la imposible fusión con lo
deseado, no disminuye el deseo. Este proceso –una especie de canibalismo destruc-
tivo e intercambiador del sentido del yo en el universo por la insaciable persecución
de algo externo al núcleo esencial que da sentido al ser humano– se acerca curio-
samente a propuestas estéticas que se promovían desde la citada poesía mística del

3
“I contend that the werewolves, vampires, goblins, trolls, ogres, witches, dangerous ghosts,
haunted houses, sadists, murderers, rapists, Satanists, inquisitors, Calvinistic puritans, sexually “messed-
up” people (sex-haters, sex-chasers, and so on), crusaders against non-conformists, and enslavers of
human flesh are all part of this mátchi (evil) world view (or element) in the European heritage [...]. The
mátchi syndrome brings ugliness into the mind and makes it grow there, even as it perhaps reflects the
real but human-created ugliness of the wétiko world. Ugliness of the mind and ugliness of behaviour
feed upon. and reinforce, each other. (Forbes: 80-84)
4
“Many people have examined the subjects of aggression, violence, imperialism, rape, and so on. I
propose to do something a little different: first, I propose to examine these things from a Native Ameri-
can perspective; and, second, from a perspective as free as possible from assumptions created by the
very disease being studied. Finally, I will look at these evils, not simply as “bad” choices that men make,
but as a genuine, very real epidemic sickness. Imperialists, rapists, and exploiters are not just people
who have strayed down a wrong path. They are insane (unclean) in the true sense of that word. They are
mentally ill and, tragically, the form of soul-sickness that they carry is catching” (Forbes: 11).
5
“In any case, the wétiko disease, the sickness of explotation, has been spreading as a contagion for
the past several thousand years. And as a contagion unchecked by most vaccines it tends to become
worse rather than better with time. More and more people catch it, in more and more places; they be-
come the true teachers of the young. [...] [Among Native Americans] Greed and glutony, along with the
cruel using of others´ lives without remorse, is seen as destructive of one´s own spiritual potential as
well as a form of disease. [...] I shall argue that Columbus was a wétiko, that he was mentally ill or
insane, the carrier of a terribly contagious psychological disease, the wétiko psychosis. The Native
people he described were, on the other hand, sane people with a healthy state of mind” (Forbes: 12-13,
26, 32).
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dieciséis; en éstas también se defendía un amor que no sacia, que busca alcanzar el
fundirse con el otro desde el yo abandonado de su identidad y lugar universal.
En otro sentido, en el contexto del trágico proceso de la invasión del Nuevo
Mundo por parte de los europeos, se pueden destacar reflexiones histórico-artísticas
acerca de la fuerza que origina el deseo irrefrenable. Este sería el caso de mitos al
uso como el del Dorado. Ésta referencia irreal fue utilizada para motivar adecua-
damente a los pioneros europeos, motivando su proyección insaciable hacia algo
tan material como el oro. Sin embargo, no se ha prestado tanta atención a la exten-
sión del concepto de la enfermedad matchi y la transformación del individuo en un
wetiko, dentro de su posible y acausal relación con la idea de amor percibida en la
citada poesía amatoria renacentista. Tampoco se ha explorado el alcance de este
mal del espíritu en el resto de la literatura de la época, que no excluiría las manifes-
taciones narrativas o teatrales de sus autores más relevantes.
En nuestro caso particular, proponemos una reflexión sobre cómo se presenta la
definida enfermedad espiritual matchi en significativos personajes cervantinos,
epitomizados por el protagonista del Quijote, en su proceso de conversión en weti-
kos. Se podrá apreciar así que la actitud enfermiza y extrema –definida dentro de la
citada filosofía nativo-norteamericana–, patente en el espíritu de los renacentistas
europeos, y recibida en la América coetánea al trabajo literario de Cervantes, tam-
bién fue reseñada desde la propia sociedad desde la que surgía el fenómeno6. Espe-
cíficamente, en la obra cervantina nos centraremos en el énfasis que pone su autor
en dos aspectos diferentes dentro del proceso de transformación del individuo ante
las enfermedades del alma o males del espíritu, con síntomas similares a lo descrito
por Forbes como síndrome matchi. Específicamente se aprecia una preocupación,
en primer lugar, por el misterio de la generación de un mal de espíritu que provoca
las aberraciones a las que puede llegar un ser humano en la persecución del deseo.
En segundo lugar, se explora específicamente el proceso de desarrollo y conse-
cuencias en el seno de la sociedad en la que el personaje se mueve, en lo que de-
nominamos con un consciente término bélico, “daños colaterales”.
El caso de Anselmo en “El curioso impertinente” sería un claro representante de la
manifestación de una enfermedad espiritual que se puede asociar directamente a las
reflexiones previas sobre el concepto de matchi y wetiko. También hemos podido apre-
ciar estos fenómenos, en mayor o menor medida, en otros personajes cervantinos como
el soldado de “La guarda cuidadosa” o los ancianos protagonistas de “El viejo celoso” y
“El celoso extremeño”. Finalmente, el propio Alonso Quijano es, por su parte, un per-
sonaje que sufre de un modo espontáneo el deseo del consumo desmesurado de ficcio-
nes de tema caballeresco. Este protagonista proyecta su actitud de canibalización del
mundo literario y una particular búsqueda y desmedida absorción de éste que va acom-
pañada de una ansiedad por formar parte de él. Abordaremos así el caso del propio

6
Asi, en los escritos del padre Las Casas y de otros humanistas se denunciaban gráficamente las
destructivas acciones de los soldados que llegaron a América.
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hidalgo de la Mancha como epítome del fenómeno a describir, relacionando además


momentáneamente su locura con la un precedente literario, el de Calixto, protagonista
de la obra maestra de Fernando de Rojas.
Para comenzar con nuestra aportación sobre la relevancia del mal de espíritu en
la obra cervantina queremos proponer una interpretación de las desventuras de
Alonso Quijano trastornado partiendo precisamente del comienzo de esta historia
como la de un enfermo del alma, lo que se manifiesta originalmente en su refugio
en la literatura caballeresca al comienzo de la primera parte del Quijote. La enfer-
medad de Alonso Quijano le viene de repente y puede ser causada por un verosímil
desequilibrio típico de su edad7. En el capítulo primero de esta novela se corrobora
esta idea al excederse en argumentos que apuntan a una definición fisiológica del
hidalgo; se dice lo que come, su edad, se comenta sobre el entorno en el que vive,
las compañías que frecuenta, e incluso el uso de su tiempo libre –mujeres que le
sirven, ocio empleado en ejercicios cinegéticos, cuidado de sus tierras y una des-
medida tendencia a leer obras de ficción caballeresca. Toda esta serie de circuns-
tancias que se aportan sobre el protagonista confluyen en su transformación esen-
cial. Se podría decir que estamos ante, no tanto una muerte y un renacer, sino pre-
senciando una extensión, en una suerte de desdoblamiento, de Alonso Quijano en
Don Quijote. Y decimos esto porque en el Don Quijote de la novela parece perma-
necer siempre una parte de Alonso Quijano. Sólo hay que apreciar el buen juicio
verosímilmente atribuible al hidalgo manchego, que se manifiesta esporádicamente
en momentos específicos y puntuales de la obra, tales como los discursos de la
Edad de Oro o el de las Armas y las Letras. La proyección de Alonso Quijano en
una personalidad que trasciende corpóreamente lo esperado también verosímilmen-
te del gastado cuerpo de un cincuentón es un acto de osadía temeraria. El protago-
nista parece tener la voluntad de trascender mágicamente la realidad mediante su
fusión con una ficción que, aunque atractivísima, está carente de fundamentos lógi-
cos por la anacrónica imposibilidad para desarrollarse en la sociedad de su época.
Alonso Quijano sufre así de una enfermedad del alma –patente en las diversas
manifestaciones de su deseo de transcender– que rara vez antes de esta novela se
había explorado de una manera tan reflexiva en una obra literaria. Sin embargo,
pensamos que existe un precedente literario en el que nos vamos a detener breve-
mente. Nos referimos a la transformación de Calixto en La Celestina al enamorarse
de Melibea8.

7
Son significativas, en este sentido, las diferentes interpretaciones de este capítulo en relación con
las teorías de Huarte de San Juan, en especial la obra de Rafael Salillas, Un gran inspirador de Cervan-
tes, el doctor Juan Huarte. y su Examen de ingenios, Madrid, impr. a cargo de E. Arias, 1905.
8
Existe cierta similaridad sonora entre la amada del loco enamorado y la que tiene que inventar ad
hoc Alonso Quijano para complementar, tanto el aspecto sentimental de su “superhéroe”, como el grado
de motivación necesario para cualquier caballero que se precie.
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No cabe duda que el protagonista masculino de la obra de Rojas sufre también


de la citada “enfermedad del alma” –que llega a comparar con un laúd destemplado
en su conversación con Sempronio– y lo hace de un modo autoconsciente, lo que es
apreciado en su enorme dependencia de la presencia de su amada, que es filtrada en
el incontenible e insaciable deseo de ayuntamiento hacia ella, y que el lector com-
parte a partir de las confesiones a sus criados. De cualquier forma, mientras que en
su húmeda juventud Calixto pierde verosímilmente el norte por el joven cuerpo de
Melibea –tan impulsivamente que no para ni siquiera en desvestirla antes de su
disfrute con ella en un momento de desenfreno– Alonso Quijano, en su seca senec-
tud, tiende irremisible y verosímilmente a la búsqueda de aspectos menos físicos y
más etéreos de la existencia, tales como el conquistar tierras y dedicarlas a su siem-
pre ausente dama, o el marcarse objetivos difusos y a la vez ambiciosos que no
pretenden tanto el placer físico, como trascendencia espiritual y famosa.
Lo que esencialmente une a Calixto y a Alonso Quijano es que sus almas han
sufrido un destemple, que hoy en día se trataría como una tendencia natural e im-
predecible –o no, depende de lo que se crea en la lógica genética– que necesitaría
de un tratamiento psicológico o psicoanalítico, incluso, para otros. Sin embargo, en
la época de Cervantes se carecía del dogmático discurso científico-médico de nues-
tros días, que parece querer demostrar que la cura puede provenir de la lógica de las
palabras mismas, o incluso de sistemas intelectuales e ideológicos creados artificial
y racionalmente alrededor del análisis de ellas. Durante el siglo dieciséis, este tipo
de mal de espíritu –que, como hemos apuntado, podían llegar a asolar e influir
definitivamente en el frágil universo de los individuos literarios– tenía como vías
de presentación obras de ficción. En éstas, a partir del principio de la verosimilitud
literaria, se planteaban las complejas elaboraciones de tipos desequilibrados. De
estos personajes, se exploraba su transformación, desarrollo, y sobre todo el impac-
to de sus actos en la sociedad en la que vivían con la libertad única que ofrece la
obra literaria, aunque siempre recordando, de una manera u otra, que la justifica-
ción de su presencia, en novelas u obras de teatro, consistía en su presentación
como contra modelos ejemplares. Tanto en Don Quijote como en La Celestina se
exploran precisamente, –aunque con finalidades distintas– los pasos de transforma-
ción espiritual citados anteriormente. Existe un proceso inicial de cambio de los
protagonistas, el subsiguiente desarrollo de la enfermedad del alma junto al “conta-
gio” hacia su entorno, y finalmente las consecuencias de los desequilibrios de Ca-
lixto y Alonso Quijano en su sociedad.
En una época en la que los hospitales trataban casos de enajenación extrema,
sirviendo así muchas veces y finalmente como cárcel de desequilibrados, la litera-
tura parece ser el medio elegido por los agudos observadores de las extrañas ten-
dencias sociales que aquejaban al individuo de la modernidad. A través de sus
obras de ficción, algunos escritores manifiestan los preocupantes efectos del mal de
espíritu, que se presentan mediante las narradas experiencias de los personajes más
carismáticos.
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Explorando de una manera más cuidadosa las fases de la evolución narrativa del
joven enamorado de La Celestina en su proceso de contaminación espiritual, se
aprecia que la obra que protagoniza gira entorno al tema principal del fortísimo
vínculo que ejerce el erotismo. El amor físico parece figurar así como detonante de
la enfermedad espiritual del protagonista. La Celestina se cierra con un momento
trágico, uno de los más elevados de las letras en español, lo que enfatiza que el
tema del mal de amores es lo suficientemente relevante para que se le dedique esta
densa conclusión en una obra en la que el reflejo de su impacto social se concentra
en el desmesurado dolor que encierran las palabras del padre de Melibea. Es signi-
ficativo también que gran parte del mensaje moral se concentre principalmente en
la conclusión de su historia, en el episodio del llanto de Pleberio. En este discurso
se aprecia un tono marcado por la seriedad, el sufrimiento y la trascendencia, equi-
parable a los momentos de raciocinio más elevado que anteceden al fallecimiento
de Alonso Quijano, en la traumática transformación final del abandono del perso-
naje de Don Quijote. La obra cervantina, posiblemente para mantener el tono cómi-
co general, no concluye con una moralina en su primera parte, pero tampoco carece
al final de la segunda del recurso del “llanto de Alonso Quijano”, en el que el
hidalgo regresa a su armario original, que estaba lleno de fe cristiana, arrepenti-
miento y rechazo hacia los negativos vínculos de las ficciones de mala calidad. Se
concluye, al fin, que éstos pueden ser los causantes de su desviación como indivi-
duo hacia fronteras insospechadas que repercuten en su entorno de un modo conta-
gioso, como se aprecia en el caso del vacío de Sancho ante la muerte de su paisano.
En definitiva, en esta pequeña reflexión sobre dos obras que distan más de cien
años de distancia temporal entre sus momentos de publicación, se pretende destacar
la apreciación en ambos autores una preocupación sobre las incontrolables e incon-
troladas tendencias hacia la destemplanza de los individuos que formaban parte de
sus sociedades. Estas no sólo no parecen tener solución aparente, sino que parecen
ser lo suficientemente importantes para poder marcar los destinos de muchos otros
individuos en el entorno social en el que ambos protagonistas mencionados se des-
envolvían habitual y ficticiamente. La tendencia de Alonso Quijano, interpretada
dentro de una difícilmente explorada y explorable enfermedad del alma, goza tam-
bién de la fuerza y capacidad de adaptación necesaria requerida al entorno del par-
ticular enfermo. Además encierra gran parte del mensaje moral de la novela cervan-
tina, en una época en la que la intolerancia y el juicio riguroso ante las acciones
anormales estaban siempre acechando y que además era acompañado de dolorosí-
simas consecuencias para los individuos que “se equivocaban”.
Se puede proponer así la consideración de Alonso Quijano como un enfermo
del alma al estilo de Calixto, además de destacar que en la novela que protagoniza
el hidalgo se lleva a cabo una exploración sobre las consecuencias de esa particular
tendencia enfermiza. A partir de estas premisas se puede reflexionar más profun-
damente sobre algunos significativos episodios de la novela cervantina, en los que
existen desdoblamientos y tesis planteadas precisamente alrededor del las transfor-
608 ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL MAL DE ESPÍRITU…

maciones inesperadas de los individuos, y del impacto que tienen en su entorno


social. Se puede así mostrar que la enfermedad del alma de Alonso Quijano y de
otros personajes de la obra que protagoniza es un recurso creativo que se utiliza
reiteradamente y que en muchos casos sirven para aportar una visión marginal
sobre el centro de la reflexión existencial del personaje concebido en la obra litera-
ria. El sentido más profundo del ser humano parece estar condicionado por la im-
posibilidad de conocer o anticipar sus reacciones o tendencias en su totalidad. Todo
intento de hacerlo se convierte en fallido si no se tienen en cuenta puntos de vista
que cuestionen, o al menos sirvan como alternativa, las opiniones dogmáticas de-
fendidas por cualquier organización social respetable de la época, las cuales final-
mente suelen adolecer, a un nivel institucional, de similares tendencias enfermizas
a las que se juzgan, como se aprecia en varios capítulos del Quijote9.
Si en La Celestina existe una reflexión sobre la enfermedad espiritual en un jo-
ven y el impacto social de ésta se centra en el entorno de las familias y sus criados,
en Don Quijote la trama gira alrededor de lo que le ocurre al maduro Alonso Quija-
no. Éste, carente de un entorno familiar tradicional, extiende su destemplanza hacia
los individuos de la propia sociedad manchega en la que vive, que han de sufrir o
disfrutar con distancia, ser pasivos, o actuar ante las situaciones inventadas por él.
En este último caso, existen episodios significativos en los que se transmite la ne-
cesidad de explorar los peligros que conlleva un destemplado en la sociedad y su
impacto en el entorno. Concretamente, nos referiremos al episodio de Andrés y
Juan Haldudo, que tiene como protagonista al Alonso Quijano ya enfermo de la
primera parte del Quijote. Por otro lado, extensiones trágicas de esta reflexión sería
el impacto de los seres destemplados dentro del entorno social de otros personajes
de historias paralelas a las de Don Quijote, como son el pastor Grisóstomo y An-
selmo en “El curioso impertinente”. Ambos son, de alguna manera, desdoblamien-
tos del tema del mal espiritual de Calixto, con la complejidad añadida de la presen-
tación de teorías actualizadas de los avances médico-filosóficos de un siglo poste-
rior.
Es significativo que la primera aventura del Alonso Quijano trastornado sea una
cuyas consecuencias no se terminen de presentarse de una vez. Como se sabe, el
encuentro de Alonso Quijano con Andrés y Juan Haldudo en el capítulo cuarto
tiene como resultado el que el hidalgo rompa el orden natural que regía la relación
entre amo y criado, exigiendo al primero que pida perdón por su castigo al segun-
do. Tradicionalmente, este episodio ha sido uno de los más manidos dentro de la
interpretación romántica de la obra, sugiriéndose que Alonso Quijano, guiado por
su elevado instinto justiciero, percibe la escena del azote a partir del fuerte vínculo
que ejercen sobre él los golpes que recibe Andrés. Así, descontextualiza volunta-
riamente el momento observado de las razones que han conducido a Juan a que

9
En especial en la segunda parte del Quijote, véase por ejemplo el episodio de las Cortes de la
Muerte.
TUS OBRAS LOS RINCONES DE LA TIERRA DESCUBREN (VI CINDAC) 609

agreda al joven. Las consecuencias del acto de liberación de Andrés y la posterior


promesa verbal requerida a Juan de recompensar a su criado lo devengado por
pasados trabajos se volverán contra el propio joven. Pero es algo que quedará en
suspenso hasta un capítulo muy posterior, el treinta y uno, en el que se cumple el
antiguo refrán de que el remedio ha sido peor que la enfermedad. Algunas reflexio-
nes surgen de este episodio respecto al modo de actuar de Alonso Quijano. En
primer lugar, su tendencia a alterar el orden de las cosas ha provocado la desgracia
de Andrés, cuya voz y perspectiva serán fundamentales en el epílogo de lo sucedi-
do en este episodio. Si Alonso Quijano no hubiera estado influido por las novelas
caballerescas, nada de esto habría sucedido. Estamos ante un caso claro en el que la
destemplanza de una persona ha afectado negativa y explícitamente el destino de
otras. De hecho, la frustración de Andrés se hace evidente en su maldición contra
Alonso Quijano en su segundo encuentro con él:

–Por amor de Dios, señor caballero andante, que si otra vez me encontrare,
aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra ni ayude, sino déjeme con mi
desgracia; que no será tanta, que no sea mayor la que me vendrá de su ayuda de
vuestra merced, a quien Dios maldiga, y a todos cuantos caballeros andantes han
nacido en el mundo.
Íbase a levantar don Quijote para castigalle, mas él se puso a correr de modo
que ninguno se atrevió a seguille. Quedó corridísimo don Quijote del cuento de
Andrés, y fue menester que los demás tuviesen mucha cuenta con no reírse, por no
acaballe de correr del todo. (I, 31, 319)

El joven reniega de la destemplanza que ha provocado que Alonso Quijano ac-


túe como un caballero andante, lo que ha tenido como consecuencia su propia des-
gracia, añadiendo además el ruego de su no intervención en situaciones cuyo juicio
dicte que son injustas, ya que sin el conocimiento de un contexto adecuado que las
dé sentido, pueden tener consecuencias nefastas que superarán con mucho el daño
momentáneo. El futuro de Andrés quedará para siempre marcado por el daño cola-
teral de la destemplanza de Alonso Quijano. Se ha quedado sin un amo, que a pesar
de los maltratos sufridos, daba sentido y ordenaba su vida. Lo que expresa Andrés
con los insultos hacia Alonso Quijano es el vacío existencial en el que se encuentra
después de la revolución emprendida en su causa.
Muchas interpretaciones distintas, y no por ello menos válidas, se podrían sumar a
este episodio, pero de lo que no cabe duda es de que estamos ante un personaje, Alonso
Quijano, que ha roto el equilibrio existente entre otros dos de sus iguales, y lo ha hecho
guiado por un interés dogmático de imponer valores sobre realidades. Las tendencias
erróneas y extremas que dirigen el destino del hidalgo hacia la desestabilización de su
entorno social no sólo han afectado gravemente sus existencias, sino también las de los
de su alrededor. La manera elegida para narrar, concretamente el punto de vista em-
pleado, varía desde una técnica más objetiva a otra más subjetiva, culminando en el
610 ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL MAL DE ESPÍRITU…

retablo de personajes “enfermos del alma” cervantinos de la historia de Anselmo, un


auténtico experimento práctico sobre los efectos del mal de amores y sus consecuencias
en grado extremo, explorado con una técnica que arranca desde la voz más honda,
íntima y dialogante del protagonista. Quizás se pueda apreciar también en este breve
análisis de ejemplos del personaje destemplado cervantino a partir de la figura del Qui-
jote una tardía respuesta a obras como La Celestina, en cuanto a que el mal de espíritu
es uno de los principales problemas que acechan al ser humano. Este mal parece desdo-
blarse en tendencias tales como el deseo de ser otro –lo que les ocurre a Alonso Quijano
y a Grisóstomo– o derivando en la inevitable atracción hacia lo opuesto de lo que man-
dan los cánones que ordenan el mundo, como es el caso de Anselmo. El protagonista de
“El curioso impertinente” se convertirá así en el último eslabón de la cadena que co-
mienza en la reflexión de Rojas en La Celestina sobre la transformación del ser humano
ante el mal del espíritu. Esta historia cervantina supone el momento álgido de la re-
flexión sobre el mal de amores; es como si Anselmo compartiera con el lector, a partir
de un punto de vista sincero y subjetivo, cómo se vive la enfermedad de Calixto desde
dentro10.
Esta exploración particular, que abarca desde el punto de vista del sujeto que lo
provoca hasta los daños colaterales provocados a partir de la desviación originaria,
es una cargada de modernidad. Todo ello para adornar la reflexión profunda de un
conflicto existencial lleno de misterio del cual, a día de hoy, no se tiene todavía una
respuesta convincente ni un tratamiento efectivo. ¿O es que alguien ha dado ya con
la fórmula mágica de la curación de los males del alma que transforman radical y
trágicamente a los individuos?

OBRAS CITADAS

CERVANTES, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, Madrid, RALE, Alfaguara, 2005.
FORBES, Jack D., Columbus and other cannibals; the wétiko disease of exploitation, imperi-
alism and terrorism, New York, Autonomedia, 1979.
MARASSO, Arturo, Cervantes, Buenos Aires, Academia Argentina de Letras, 1947.
ROJAS, Fernando de, La Celestina, ed. de Julio Cejador, Madrid, Ediciones de “La lectura”,
1918.

10
Para un análisis en mayor detalle de este personaje véase mi “El efecto de la verosimilitud mágica
y la articulación del mal en el Quijote”. Symposium, 60, I, Spring (2006): 41-60.

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