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Unidad 10

El ensayo

Teoría del ensayo

Sin temor a equivocarnos, podríamos aseverar que expresiones como estas nos
pueden parecer familiares: “Para mañana traen elaborado un ensayo sobre…”, “El
trabajo final de esta asignatura es escribir un ensayo sobre…”, y con seguridad
más de uno se ha preguntado “¿En qué consiste escribir un ensayo? ¿Qué es un
ensayo?”. Probablemente, a todas las personas que han pasado por la educación
secundaria o universitaria alguno de sus docentes les solicitaron elaborar un
ensayo como una actividad o un trabajo académico.

Con el objetivo de aclarar dichas inquietudes, en esta unidad se proporcionarán


elementos clave para la construcción de un ensayo, sobre todo en el ámbito
académico y universitario, que es el que nos convoca en este manual.
Empecemos con algunas definiciones de este concepto. Si buscamos en el
diccionario de la RAE, encontramos la siguiente acepción: “Escrito en prosa en el
cual un autor desarrolla sus ideas sobre un tema determinado con carácter y estilo
personales”. Y si indagamos en textos académicos descubrimos definiciones
como:

— “es la expresión libre de las ideas. Se entiende por ensayo una


reflexión personal sobre un tema determinado […] es un modelo de texto
argumentativo: su punto de partida es una tesis que se defiende o se
controvierte en el desarrollo del texto” (Correa, 2014, p. 23).
— “Un ensayo es una mezcla entre el arte y la ciencia (es decir, tiene un
elemento creativo —literario— y otro lógico —de manejo de ideas)”
(Vásquez, 2004, p. 41).
— “En el ensayo, su autor explica, justifica, discute, evalúa, analiza o
interpreta algún aspecto específico de un tema general” (Díaz, 2014, p. 60).

Igualmente, al buscar definiciones o pistas para hacer un ensayo en la web,


encontramos muchos resultados. De manera que, como se puede observar, definir
qué es un ensayo no es algo tan simple y sencillo, porque se encuentran
diferentes posturas frente a este concepto. Más bien ha sido un tema objeto de
análisis y construcción para algunos apasionados de la literatura y la escritura.
Aproximación a la definición de ensayo

Como lo mencionamos en párrafos anteriores, definir qué es un ensayo es una


tarea un tanto compleja, dadas las diversas posturas que expertos o empíricos
han proporcionado sobre el tema. A juicio de Díaz (2014):

Resulta prácticamente imposible ofrecer una definición de este género que


cobije todos los textos clasificados como tal. Esta incómoda situación, ligada a
la enseñanza de la escritura, ha llevado a que en talleres de redacción, el
término ensayo […] sea utilizado como una categoría ad hoc, es decir, un
concepto que, aunque difícil de definir, resulta imprescindible para abordar el
estudio de esta modalidad expositivo-argumentativa en prosa (p. 59).

En la Unidad 4 vimos los diferentes tipos de texto, entre ellos, el expositivo y el


argumentativo. Estos tipos de texto son usados con frecuencia en el ámbito
académico porque permiten explicar, exponer (texto expositivo) y persuadir o
convencer (texto argumentativo) sobre temas, conceptos, fenómenos, problemas o
situaciones. Comúnmente, se ha considerado que el ensayo es un escrito que
permite la expresión fluida de ideas y opiniones, por lo cual, en palabras de Díaz,
se define como una “modalidad expositivo-argumentativa”. Lo que sí es claro es
que, por tratarse de un escrito con “una fórmula flexible y abierta para exponer
ideas o defender una tesis conceptual” (Sánchez, 2007, p. 441), ha sido utilizado
desde hace muchos años por periodistas, escritores, poetas y académicos para
expresar y compartir sus creaciones literarias o científicas. Es así como podemos
encontrar ensayos de diversos tipos y estilos, y en ellos la mezcla de diferentes
formas discursivas; por esto, Alfonso Reyes (escritor mexicano) lo ha denominado
“el centauro de todos los géneros” (Vásquez, 2004, p. 13).

En esta aproximación al concepto de ensayo, debemos hacer mención a quien se


considera el pionero de este género discursivo, Michel de Montaigne (1553-1592).
Este francés escribió diversos textos sobre temas que le inquietaban y los
denominó essais, es decir: ensayos, dando a entender que se trata de una forma
de probar, experimentar o esbozar ideas sobre un asunto o tema. Desde ahí se
dio apertura a esta modalidad expresiva que no resulta fácil de definir, por
representar una forma de escrito en el que “existe una bienintencionada mezcla
entre un componente literario (estético) y otro científico” (Sánchez, 2007, p. 441).
En este mismo sentido, Vásquez (2004) dice que:
[…] el ensayo es un género híbrido en cuanto participan en él elementos de
dos categorías diferentes. Por una parte es didáctico y lógico en la exposición
de las nociones o ideas; pero, además, por su flexibilidad discursiva, por su
libertad ideológica y formal, en suma, por su calidad subjetiva, suele tener
también un relieve literario (p. 13).

En otras palabras, estamos frente a elementos que para muchos han dificultado la
definición conceptual del ensayo, mientras que para otros han sido el motivo para
disfrutar de la lectura y la escritura de estos textos que permiten la producción de
escritos desde diferentes áreas, pues se considera que cualquier tema, ciencia o
disciplina es susceptible de ser objeto para la realización de un ensayo.

Michel de Montaigne (1553-1592)

Refiriéndose a la esencia del ensayo, Zaid citado por Vázquez (2004) afirma que:

[…] un ensayo no es un informe de investigaciones realizadas en el


laboratorio: es el laboratorio mismo, donde se ensaya la vida de un texto,
donde se despliega la imaginación, creatividad, experimentación, sentido
crítico, del autor. Ensayar es eso: probar, investigar, nuevas formulaciones
habitables por la lectura, nuevas posibilidades de ser leyendo (p. 14).

De esta manera, podemos comprender mejor por qué Montaigne definió así a sus
escritos. Asimismo, lo que debe quedar claro de todo lo anterior es que un ensayo
exige la mirada crítica y argumentativa del autor, que no se trata solo de exponer
un tema y de tomar información para construir un texto. El trabajo del ensayista
consiste en asumir una postura crítica que aporte y enriquezca la información
referida y así construya las ideas y los argumentos alrededor del tema que lo
convocó a escribir. Es por lo anterior que el ensayo, en el ámbito académico, se
considera un texto expositivo-argumentativo en el que se presenta un tema y se
formulan argumentos:

[…] a favor o en contra de un punto de vista a partir de una interpretación de


datos, una tesis que expresa el punto de vista que se adopta y una
sustentación constituida por razones y evidencias. Todo esto, mediante una
cadena de argumentos informales expresados en un lenguaje agradable,
claro, coherente y preciso (Díaz, 2014, p. 61).
El ensayo como género discusivo se caracteriza por contener una estructura ágil y
flexible, definida por el autor según su estilo; no es obligatorio citar, pero a menudo
se utiliza este recurso para dar ejemplos o dar claridad conceptual sobre el tema
que se está abordando; y tiene un enfoque personal, por lo que está impregnado
de subjetividad (Sánchez, 2007, p. 443).

“El centauro de todos los géneros”, como se mencionó en líneas anteriores, es


caracterizado así porque puede ser empleado por las diferentes disciplinas o
ciencias y porque incluye diferentes formas discursivas o tipos de texto según el
propósito del autor. Esto ha generado que algunos estudiosos del tema clasifiquen
los ensayos así: ensayos expositivos, en los que su creador explica un tema y
ayuda a “comprender mejor algo que el común de la gente no ha comprendido
cabalmente, esto es, un nuevo paradigma […], un problema científico, cómo
funciona algo, etc.”; ensayos descriptivos, en los que el escritor muestra “una
impresión general o dominante acerca de algún lugar, persona o situación, por
ejemplo, el estado deplorable en que se encuentra un hospital del Estado debido a
la desidia e incompetencia de sus directivos y el abandono en el que lo tiene el
mismo gobierno”; ensayos narrativos, en los que el ensayista relata alguna
vivencia o experiencia “de la cual se desprende algo que ilustra una verdad
general, una faceta propia de los seres humanos”; y los ensayos argumentativos,
en los que el autor tiene como objetivo convencer, persuadir y exponer su punto
de vista (Díaz, 1986, p. 35).

El ensayo académico

Como vimos en líneas anteriores, al hablar del ensayo podemos hacer referencia
al sentido literario y científico que estos textos contienen, y es así como ha sido
empleado por famosos escritores como José Ortega y Gasset, Jorge Luis Borges,
Mario Vargas Llosa, Germán Arciniegas, José Saramago, Fernando Savater,
Alfonso Reyes, Pedro Henrique Ureña, entre otros, para construir obras literarias
reconocidas y recordadas. Sin embargo, también ha sido el género discursivo que
en nuestra época ha motivado, desde el ámbito académico, la creación de textos
con carácter científico como forma de divulgación del conocimiento o de
producción de reflexiones académicas. A diferencia de Montaigne, el inglés
Francis Bacon aportó la creencia de que los ensayos podían tener un carácter
objetivo y abogaba “por el frío sentido común, por una neutralidad que no dejara
percibir las experiencias íntimas del autor” (Vásquez, 2004, p. 35).

Así, los ensayos académicos tienen la intención de “justificar un punto de vista,


sustentar una interpretación acerca de algún hecho o situación, insinuar una
manera de apreciar algún hecho, situación o teoría, explicar algo que no resulta
obvio para los no avezados en algún tema (…)” (Díaz, 2014, p. 61). De lo anterior
se infiere que es necesaria la presentación y exposición clara y precisa del tema,
acompañada de argumentos que, soportados en referentes teóricos, le aporten
rigor y sustento a la interpretación y crítica que provoca la producción del ensayo.
Díaz (2014) define el ensayo académico como “un texto en prosa de una
extensión moderada —dependiendo de la complejidad y profundidad que requiere
el tema—, en el cual su autor plantea un conjunto de reflexiones a favor de un
punto de vista que encuentra razonable sobre alguna cuestión de la realidad
material, sociocultural o psíquica” (p. 62). Además, cabe advertir que en un ensayo
académico se pueden exponer argumentos a favor o en contra de un tema, teoría
o situación; lo importante en ellos es la capacidad crítica y argumentativa con que
se soporte el texto.

Por lo anterior, es importante mencionar la diferencia entre hechos, opiniones y


conjeturas, tal como lo hace Díaz (1986) en su estudio La argumentación escrita.
Los hechos son evidentes por sí mismos, no se discuten, no se demuestran, no
son objeto de polémica. Las opiniones son creencias o formas de interpretar los
hechos y, a diferencia de los hechos, se discuten porque están mediadas por la
interpretación de cada persona, por la forma de ver y entender el mundo, de modo
que es necesario sustentarlas para que los otros las acepten. Las conjeturas son
creencias o suposiciones acerca de cómo opera o debe operar algún aspecto de
la realidad, sin ofrecer evidencias que la respalden. De ahí que no se debe basar
un argumento en conjeturas, lo ideal es hacerlo a partir de hechos (p. 37).

La tesis

Como el objeto de esta unidad es presentar elementos sobre el ensayo


académico, es necesario hacer mención a un elemento fundamental para su
construcción: la tesis. Esta es el punto de partida, el piso y corazón de estos
textos. Se entiende como “el enunciado —expreso o implícito— que mejor resume
el punto de vista o la interpretación que ofrece el escritor acerca de un hecho o
situación” (Díaz, 1986, p. 38). Vásquez (2004) la define como “la apuesta
argumentativa que le proponemos al lector” (p. 51), y es a partir de esta propuesta
que se desarrolla el ensayo; por esta razón, debe ser clara, expresada en una
oración completa, con sentido y suficiente para que sirve de pretexto para la
construcción del ensayo. Recordemos que en estos escritos no se agota un tema,
simplemente se presenta una postura, ideas y argumentos alrededor de él.

Es a partir de la tesis que se deben desarrollar los argumentos, ya que, de esta


manera, el autor podrá sustentar y realizar el texto. Si el ensayista no tiene clara
su tesis, seguramente no podrá escribir con total claridad el ensayo, se apoyará en
conjeturas y no le aportará el suficiente fundamento argumentativo a su escrito:

La tesis proporciona claves sobre lo que será el tema, el propósito y la


posición que va a asumir el autor en el ensayo. Sugiere, además, lo que será
su organización, desarrollo y la actitud o tono con que el escritor va a abordar
el tema (Díaz, 2014, p. 69).

Profundizando la discusión sobre las particularidades de la tesis, es importante


diferenciar entre tema y tesis. El tema es de carácter general, mientras que la tesis
constituye la postura, propuesta o forma particular de abordar un tema. Así, un
tema puede ser el cine colombiano, el conflicto armado, las narconovelas, los
estudiantes del siglo XXI, etc., y una tesis puede ser Los profesores universitarios
de hoy no están preparados para enseñar a las nuevas generaciones y Los
jóvenes dedican demasiado tiempo a jugar con sus celulares. La anterior tesis
puede ser considerada una conjetura si no se desarrolla con los suficientes
argumentos, y de ahí la importancia de incluir argumentos de autoridad, datos,
cifras o información objetiva que ayude a defender dicha tesis. Esta debe estar
expresada en una o dos oraciones que resuman de una manera clara y precisa la
idea central del ensayo. Y, como se puede inferir de los ejemplos indicados, la
tesis debe ser polémica, esto es, debe suscitar diversas opiniones porque, de lo
contrario, no hay debate, no hay argumentación.

Regularmente, la tesis se encuentra en la introducción del ensayo; sin embargo,


no es una regla de oro, pues esto depende del estilo del autor y de la forma en
que quiere abordar su escrito. Hay textos en los que la tesis se infiere y no se
encuentra explícitamente; y hay otros en los que el autor ubica su tesis al final del
escrito, de manera que no importa en qué parte del ensayo se ubica la tesis: lo
relevante es que el escritor la tenga completamente clara para que a partir de ella
construya los argumentos y exprese sus ideas.

Los argumentos

La tesis de un ensayo siempre debe estar acompañada de argumentos, debido a


que convierten a una tesis en lo que es, en la propuesta y postura del autor en
relación con un tema, la idea central del texto. Dicho de otro modo, los argumentos
se convierten en el sistema central de estos textos, son los que apoyan, defienden
o validan la tesis. Díaz (2014) define los argumentos como “un conjunto de
enunciados en los cuales aducen razones y hechos para justificar un punto de
vista, ya sea para lograr una adhesión o para llegar a un acuerdo sobre una
cuestión cuya interpretación carece de consenso universal” (p. 117). Por esto,
elegir los argumentos es una labor que el ensayista debe emprender con especial
cuidado; si va a acudir a una cita, esta debe ser legítima y lo indicado es hacer
referencia a autores reconocidos en el tema que se está tratando; y si va a utilizar
analogías o ejemplos, debe asegurarse de que estos son coherentes con lo que
pretende mostrar.
En este mismo sentido, “el propósito comunicativo de un argumento es provocar
reacciones intelectuales específicas en un destinario, suscitar un acuerdo en las
ideas, lograr un asentimiento, modificar convicciones a través del discurso” (Díaz,
2014, p. 117). De ahí que en un ensayo académico los argumentos sean cruciales:
son los que le darán validez a la tesis planteada por el autor, junto con el rigor y el
carácter científico propios de este tipo de textos académicos. Los ensayos
académicos son provocaciones para reflexiones, para la producción de nuevos
escritos, para el inicio de teorías, para la explicación de fenómenos o situaciones
de toda índole.

La organización y estructuración de los argumentos juegan un papel primordial en


los ensayos, teniendo en cuenta que se ubican a partir de párrafos que,
organizados de forma lógica, cronológica, espacial, por nivel de importancia, de
intensidad, de causa-efecto, permiten la defensa de la tesis. Es decir, la conexión
y el engranaje tanto de los argumentos como de los párrafos son aspectos clave,
por lo que los conectores, como bisagras entre idea e idea, se convierten en
elementos determinantes para conducir el desarrollo del ensayo. Al referirnos a la
contundencia y fuerza de los argumentos. Díaz (1986) plantea que esto:

[…] depende fundamentalmente de las circunstancias en que se realiza; del


propósito de quien argumenta; de la adaptación del destinatario, es decir, de
la disposición de éste para aceptar las premisas y conclusiones que se
someten a su consideración; de su relevancia con el tema y de la dificultad
para refutarlas (p. 54).

De acuerdo con esta idea, podemos concluir que realizar un ensayo es una tarea
compleja, que requiere de claridad conceptual, de comprensión sobre escritura,
gramática y persuasión, y, sobre todo, que la clave para lograr un buen ensayo
está en la argumentación.

La estructura del ensayo

Como el ensayo se considera un híbrido de diferentes tipos de textos, porque en


ellos encontramos descripción, narración, exposición y argumentación, la
estructura general de este género discursivo es introducción, desarrollo y
conclusión.

En la introducción el ensayista, normalmente, plantea su tesis, la idea central del


ensayo; sin embargo, como se mencionó en líneas atrás, esta no es una regla de
oro. En esta parte del texto, el autor se debe preocupar por presentar el tema y la
idea principal que abordará, así como dar pistas sobre cómo lo desarrollará. La
introducción es clave al momento de redactar un ensayo porque, como dirían
algunos, es el momento de verdad, la primera impresión, el primer contacto entre
escritor y lector, es la forma de captar su atención, de conseguir retenerlo y lograr
la lectura de nuestro escrito.
En el desarrollo, el escritor se vale de opiniones, hechos y argumentos para
defender su tesis, y es ahí donde encontramos los diferentes párrafos construidos
para ahondar en el tema expuesto en la introducción y que motivó la realización
del ensayo.

Por último, la conclusión es el cierre que permite identificar la coherencia entre lo


planteado inicialmente o la tesis del ensayo y el desarrollo del mismo: mientras la
introducción es la primera impresión o contacto con el lector, la conclusión será la
despedida, la última impresión que dejaremos en él.

Cuadro sinóptico:

Definición «ensayo argumentativo»:

Texto que tiene como objetivo principal convencer al lector


presentando argumentos a favor o en contra de una idea,
opinión, posición, interpretación, etc.

¿Cuáles son las normas formales del ensayo


argumentativo?

— La cohesión. Enlazar las partes integrantes del


texto con ayuda de conectores y garantizar la
legibilidad mediante una puntuación y acentuación
correctas.
— La coherencia. Presentar los puntos esenciales
del texto de manera sistemática y jerárquica
formando una estructura lógica.
— La adecuación. Acomodar la forma y el
contenido del texto a la situación comunicativa.
— La exactitud. La argumentación debe ser
rigurosa y consistente, y las pruebas, sólidas y
convincentes.
— La validación. Sustentar la argumentación con
ayuda de ejemplos, analogías, contrastes,
testimonios, datos empíricos, experiencias
personales, etc.

¿Cómo se redacta un ensayo argumentativo?

1) Presentar el tema al que se referirá la


argumentación.
2) Plantear la tesis que se pretende defender.
3) Revisar argumentos comunes a favor y en
contra del tema en cuestión.
4) Tomar posición en el debate (defender la tesis
planteada).
5) Indicar las conclusiones de la argumentación.

Definición «tesis»:

Proposición (afirmación) que se mantiene con


razonamientos.

Definición «hipótesis»:

Suposición acerca de algo, respuesta tentativa a una


pregunta de investigación.

Definición «inducir»:

Extraer el principio general de un fenómeno, relación,


situación, etc., a partir de determinadas observaciones o
experiencias particulares.

Definición «deducir»:

Sacar consecuencias de un principio, afirmación o supuesto.

Ejemplo de ensayo argumentativo:

Una y muchas Troyas1

Hace algunos años, cuando era diplomático ante la Unesco,


le escuché decir al delegado de Palestina la siguiente frase:
“Es más fácil hacer la guerra que la paz, porque al hacer la
guerra uno ejerce la violencia contra el enemigo, mientras
que al construir la paz uno debe ejercerla contra sí mismo”.

En efecto, decía él, es muy violento darse la mano y dialogar


con quien ha martirizado y herido de muerte a los míos; es
violento hacerle concesiones y reconocer como igual al que
ha destruido mi casa, quemado mis tierras, usurpado mis
templos. Es sumamente violento y, sin embargo, debe
hacerse. El ser humano, en el fondo, lleva siglos haciéndolo
y no hay una pedagogía concreta ni una fórmula que
aseguren el éxito. Se debe hacer porque se ha hecho
siempre y porque es lo correcto, y cuando uno sabe qué es
lo correcto, lo difícil es no hacerlo; pero cada vez que se
hace es como si fuera la primera vez, porque cada guerra,
desde la más antigua, tiene un rostro distinto, una
temperatura que le es propia e incluso una prosodia. Esto es

1
Gamboa, Santiago (2014), La guerra y la paz, Bogotá: Debate.
comprensible, pues no todas las sociedades luchan de la
misma manera y por eso cada guerra es también la
expresión de una cultura. Asimismo, cada una tiene su paz,
la que le es propia y le sirve solo a ella, en particular, no a
ninguna otra.

“Los animales luchan entre sí pero no hacen la guerra”, dice


Hans Magnus Enzenberger. “El ser humano es el único
primate que se dedica a matar a sus congéneres en forma
sistemática, a gran escala y con entusiasmo”. ¿Por qué lo
hace? Hay motivos históricos que pueden, grosso modo,
resumirse en lo siguiente: por territorios, por el control de
lugares estratégicos, también por ideologías, lucha de
clases, creencias religiosas, o atendiendo a sentimientos de
justicia, venganza o revancha. Todo esto puede resumirse
aún más en una vieja palabra: odio. El odio al vecino o al
hermano, como en las guerras civiles, o al que es diferente,
al que cree en otros dioses o vive en esa tierra que
considero mía, al que tiene privilegios que yo anhelo, al que
me humilla cotidianamente, al que usa el poder a su favor y
en mi contra. Al que controla la economía y los medios.

El odio es el más antiguo principio de las guerras porque,


este sí, se puede adecuar a cualquier circunstancia, época o
lugar. Es ecuménico y, como el espíritu en la Biblia, “sopla
dondequiera”. Puede incluso ser, como en los grandes
conflictos mundiales, un odio abstracto: a un uniforme, no a
quien lo viste. A una bandera o una idea, no
específicamente a cada uno de los que creen en ella.

Por eso la historia de la guerra es también la genealogía del


desacuerdo que conduce al odio, y del increíble
pragmatismo que, a continuación, lleva al hombre a destruir
aquello que se opone a sus intereses. El proceso mental
consiste en transformar una necesidad en algo acuciante y
proyectarla sobre alguien que lo impide, de modo que al
aniquilarlo esa necesidad se vea satisfecha (y aquí de
nuevo: tierras, creencias, poder, medios de producción).
Porque el hombre no solo mata por defenderse o
alimentarse (como los animales), sino también para mejorar
la calidad de vida de su estirpe, para aumentar sus
posibilidades de supervivencia y su nivel de seguridad o de
gasto, incluso a costa del de otros.

A todo esto se llama poder.

Solo cuando el hombre mata sin sentir odio nos parece


inhumano.

La historia de Occidente comienza con una larga guerra, la


de Troya2. O más precisamente aún: empieza con la
narración de dicha guerra. Por eso, hablando del remoto
origen del moderno género novelesco, el crítico George
Steiner dice que solo hay dos tipos de libros: la Ilíada y la
Odisea. De Troya en llamas sale Eneas llevando alzado a su
viejo padre, y de la mano de su hijo, para iniciar un viaje por
el Mediterráneo que lo conducirá años después a la
península itálica, y su descendencia fundará Roma. De ese
viaje sabemos también por otro libro, la Eneida, escrito por
Virgilio en torno al siglo I a. C. por encargo del emperador
Augusto, tal vez para justificar la conquista romana de
Grecia, pero sobre todo con el fin de obtener algo que ya
desde esa época se sabía que solo puede hacer la
literatura: darles un origen mítico a los asuntos de la vida.

La salida de los héroes troyanos, huyendo de la ciudad


devastada por los aqueos3 y por Ulises, el “varón de
multiforme ingenio” (en palabras de Homero), la describe
Virgilio con los siguientes versos, memorable, que Borges
siempre usó para ejemplificar la figura retórica de la
hipálage4:

Ibant obscuri sola sub nocte per umbram5

Esto fue en momentos en que Augusto intentaba apaciguar


el Imperio, inmerso desde hacía tiempo en un período de
guerras civiles. Por eso un libro que cantara la gesta mítica
de Roma y que, a su vez, encumbrara su legado se hacía
necesario.

En el canto VI, Virgilio le hace decir estas palabras a


Anquises, el padre de Eneas, dirigidas al general romano
Quinto Fabio Máximo:

Tú, romano, piensa en gobernar bajo tu poder a los pueblos

2
Troya es una ciudad histórica donde legendaria donde se desarrolló la mítica guerra de Troya. Esta célebre guerra fue
descrita, en parte, en la Ilíada, un poema épico de la Antigua Grecia atribuido a Homero, quien lo compondría, según la
mayoría de la crítica, en el siglo VIII a. C. Homero también hace referencia a Troya en la Odisea. La leyenda fue
completada por otros autores griegos y romanos, como Virgilio en la Eneida (Wikipedia).
3
Los aqueos es uno de los nombres colectivos utilizados para el conjunto de los griegos en la Odisea y en
la Ilíada de Homero (Wikipedia).
4
La hipálage es una figura retórica que consiste en atribuir a un sustantivo una cualidad o acción propia de otro sustantivo
cercano en el mismo texto, rompiendo así con la relación lógica del sustantivo con el verbo o adjetivo (Wikipedia).
5
“Iban oscuros en la noche solitaria”. La hipálage hace que se entrecrucen los atributos: es la noche la que es oscura y
ellos los solitarios.
(estas serán tus artes), y a la paz ponerle normas,
perdonar a los sometidos y abatir a los soberbios.

Tú, romano, regir debes el mundo;


esto, y paces dictar, te asigna el hado,
aplacando al soberbio, al iracundo,
levantando al rendido, al desgraciado6.

Al ver el estado del mundo, hoy, comprendemos que la


guerra de Troya no ha terminado, y que el ánimo pacificador
que exalta el poeta Virgilio sigue siendo necesario, una y
otra vez, desde hace más de dos mil años; para aplacar,
como dice él, a los soberbios y a los iracundos.

Porque en todas las guerras se encuentran enfrentados


estos dos tipos de humanos: el que busca conciliar, de un
modo pragmático, para transformar el desacuerdo en algo
racional y asumible, y el romántico, que pretende llevar la
furia hasta una llamarada purificadora de destrucción.

Pero hay más.

La guerra y el crimen están también en el origen o en la


esencia de la mayoría de las religiones: la historia del
cristianismo es en el fondo la historia de un crimen, de una
condena a muerte injusta y el recuerdo y la posterior
exaltación de la vida del condenado. El hinduismo tiene en
su panteón al arquero Arjuna, quien debe luchar en la guerra
entre Pandavas y Koravas en una batalla que parece aún
más grande y monstruosa que la propia guerra de Troya.

Dice el Mahabharata7: “Entonces, a la vista de los dioses


ávidos, se desarrolló un terrible combate. Centenares de
miles de soldados se pusieron frente a frente y lanzando
gritos entraron en batalla. El hijo no conocía ya al padre, ni
el padre al hijo, ni el hermano al hermano, ni el amigo al
amigo”.

El judaísmo cuenta con un dios al que su Testamento llama


“el Dios de los ejércitos”, que sometió a su pueblo a todo
tipo de derrotas y dolores. En las religiones aborígenes,
según el etnólogo Levi-Strauss, suele haber un combate
entre el bien y el mal en el que el héroe se enfrenta en
desigualdad de condiciones y al final, como David frente a

6
Traducción en octava real de Miguel Antonio Caro.
7
El Mahabhárata (siglo III a. C.) es un extenso texto épico-mitológico de la India (Wikipedia).
Goliat, acaba vencido. Pero no con argumentos, sino con
astucia y una espada.

La América hispana también nace entre el fragor del


combate, y los primeros libros escritos en español en el
Nuevo Mundo son crónicas de conquistas y batallas. Esas
crónicas, según Carlos Fuentes8, son la primera literatura
hispanoamericana, narran gestas que pueden incluso ser
heroicas, pero que casi siempre son sangrientas: Bernal
Días del Castillo en México, Pedro Cieza de León en
Colombia y Perú, mi pariente Pedro Sarmiento de Gamboa
en el Océano Pacífico, persiguiendo al corsario sir Francis
Drake, al que nunca pudo agarrar, y en cuya búsqueda
acabó conquistando y, como se decía entonces,
“descubriendo”, multitud de islas.

La guerra no solo forjó una identidad para los pueblos, sino


que, además, organizó a la sociedad, dándoles a los
guerreros la causa más alta. La primera nobleza, tanto en
Europa como en Asia y África, fue el estamento militar. Hubo
que esperar hasta la llegada del capitalismo, mucho
después, para que se exaltara a la burguesía trabajadora,
en un fenómeno muy ligado al crecimiento de las ciudades.

La guerra, siempre la guerra al principio de todo. Lo


importante es lo que se hace después de ella, una vez que
se logra construir la paz. Tal vez por esto Kant9 consideró
que la paz entre los hombres no es un estado de la
naturaleza, es decir, que no es natural, y por lo tanto se
debe instituir. Se debe propiciar. En otras palabras,
negociar.

Como la paz no es un estado natural, aunque sí un fin


deseado, podemos afirmar que es el resultado de un largo
proceso de civilización, con todo lo que esto conlleva. Un
niño no decide naturalmente resolver sus conflictos con el
diálogo; su primera reacción es recurrir a la fuerza. Civilizar
o educar a ese niño es depositar en él una serie de
contenidos que la humanidad, a través de una larga historia
de desastres y oprobios, considera razonables para la vida
en común.

8
Escritor mexicano que, junto con Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas llosa y otros más, formó parte
de la corriente literaria llamada el Boom latinoamericano en los años 60, 70 y 80 del siglo XX.
9
Immanuel Kant (1724-1804) fue un filósofo prusiano de la Ilustración. Es el primero y más importante representante
del criticismo y precursor del idealismo alemán y está considerado como uno de los pensadores más influyentes de
la Europa moderna y de la filosofía universal (Wikipedia).
La violencia, en cambio, es una pulsión muy profunda que
conecta a ese niño con los gritos de los primeros hombres;
con el instinto defensivo, reaccionario y conservador de la
especie. Por eso es mucho más fácil ser violento que
pacífico, y por eso el llamado del odio y de la guerra, en
política, hace rugir a las masas y es bastante más redituable
que la mesura y el diálogo.

Querer construir un estado de paz es insertarse en esa


preciosa creación humana que es la civilización. Buscar la
identidad en la violencia, por el contrario, es dejar resonar a
través de nosotros a ese primer homínido que, en el filme
2001: odisea en el espacio, de Kubrick, lanza al aire el fémur
de un bisonte; es convocar a Aquiles10 y al Cid11 con sus
espadas y sus lanzas. Por eso los nazis revivieron a
Sigfrido12 y adoraron la Cabalgata de las valquirias13.

En este punto específico, y atendiendo al mundo tal como es


hoy, me atrevería a contradecir a Rousseau14: no, el hombre
no nace bueno y la sociedad lo corrompe. Es al revés: el
hombre es un ser violento y egoísta y la sociedad lo educa,
lo incorpora a la civilización para que pueda convivir en paz
con otros hombres.

Es la civilización opuesta a la barbarie.

Del choque brutal entre estas dos visiones, hace apenas 75


años, en la Segunda Guerra Mundial, nació la nueva Europa
que hoy conocemos, con su armonía, su seguridad, su paz.
Una paz que costó cincuenta millones de muertos, según los
cálculos más recientes.

Desde un punto de vista epistemológico, tal vez sea


incorrecto afirmar que hay una “cultura de la violencia”. Sin
embargo, la guerra sí es un hecho cultural en el sentido de
que propicia un debate, se inserta en el imaginario de una
sociedad y en su memoria y, por lo tanto, cincela las ideas
10
En la mitología griega, Aquiles fue un héroe de la Guerra de Troya y uno de los principales protagonistas y más grandes
guerreros de la Ilíada de Homero (Wikipedia).
11
El Cantar de mio Cid es un cantar de gesta anónimo que relata hazañas heroicas inspiradas libremente en los últimos
años de la vida del caballero castellano Rodrigo Díaz el Cid (el Campeador). La versión conservada fue compuesta, según
la mayoría de la crítica actual, alrededor del año 1200 (Wikipedia).
12
Sigfrido es una ópera en tres actos con música y libreto en alemán de Richard Wagner, la tercera de las cuatro óperas
que componen el ciclo de El anillo del nibelungo (Wikipedia).
13
La Cabalgata de las valquirias es el término popular para referirse al comienzo del tercer acto de La valquiria, la
segunda ópera de la tetralogía El anillo del nibelungo, compuesta por Richard Wagner (Wikipedia).
14
Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) fue a la vez escritor, pedagogo, filósofo, músico, botánico y naturalista, y aunque
definido como ilustrado, presentó profundas contradicciones que lo separaron de los principales representantes de la
Ilustración.
que al final se transforman en cultura. Por eso la pintura, la
música y la literatura están plagadas de guerras, crímenes,
combates y muerte. Tanto el Guernica, de Picasso, como las
tradicionales alfombras afganas, que incorporan en el tejido
imágenes de helicópteros rusos y bombardeos, son prueba
de ello.

La guerra de Troya

Comentario:

El ensayo “Una y muchas Troyas”, de Santiago Gamboa, no es un ensayo


académico en sentido estricto, sino más bien literario, y eso se advierte
especialmente en el uso de un lenguaje fluido, ameno, original y, en ocasiones,
lúdico, así como en la indicación esporádica de las fuentes de las citas
incorporadas en el texto (referencias bibliográficas). Como se sabe, el lenguaje de
un texto académico, aunque comparte con el literario la aspiración a ser fluido y
ameno, no debe ser lúdico y no necesariamente tiene que ser original. Además, en
un texto académico es obligatorio aplicar un sistema de citas, el de APA15, por
ejemplo. Sin embargo, se debe reconocer al mismo tiempo que este ensayo posee
algunas características que asociamos con lo académico: en el transcurso del
texto, el autor va formulando una tesis que luego defiende de una forma
consistente y sistemática recurriendo a una serie de argumentos, lo que,
obviamente, es un procedimiento científico. Esto da muestra de una de las
premisas expuestas en la introducción teórica de esta unidad, a saber: el hecho de
que el ensayo se caracteriza por ser “un género híbrido” que oscila entre lo
científico y lo literario, y en el caso del ensayo de Gamboa, queda claro que el
énfasis se sitúa en lo literario.

Se puede iniciar un ensayo de muchas maneras: definiendo el tema enseguida,


exponiendo un trasfondo histórico, indicando un razonamiento filosófico, etc., y en
el primer párrafo de “Una y muchas Troyas”, vemos que se ha optado por incluir
una anécdota:

Hace algunos años, cuando era diplomático ante la Unesco, le escuché decir
al delegado de Palestina la siguiente frase: “Es más fácil hacer la guerra que

15
American Psychological Association.
la paz, porque al hacer la guerra uno ejerce la violencia contra el enemigo,
mientras que al construir la paz uno debe ejercerla contra sí mismo”.

Como se puede apreciar en la cita, este recurso (la anécdota) le imprime un tono
subjetivo y narrativo al ensayo, algo que no es común en un texto académico, que
favorece la voz impersonal, y ahí tenemos otro ejemplo de un ingrediente literario.
De todas formas, es importante observar que la anécdota tiene su relevancia,
pues cumple la función de presentar, de manera indirecta, el tema principal del
ensayo: la esencia de la guerra y la paz. Parece tratarse de dos temas, pero como
la guerra y la paz siempre van juntas, como el yin y el yang, podemos concebirlas
como un solo tema. Y en el título, otra vez de manera indirecta, también
encontramos una indicación del tema principal: “Troya” alude a una famosa guerra
de la época del Imperio romano.

En contraste con el texto argumentativo analizado en la Unidad 4, “La definición de


ser humano”, y como ya se aclaró en al párrafo anterior, la tesis del ensayo de
Gamboa no se expone al comienzo, sino en la parte del desarrollo del ensayo.
Aunque no sea lo más frecuente, se acepta e, incluso, puede aparecer hacia el
final del ensayo (menos frecuente aún). En este sentido, conviene recordar otra
premisa de la teoría del ensayo: “Regularmente, la tesis se encuentra en la
introducción del ensayo; sin embargo, no es una regla de oro, pues esto depende
del estilo del autor y de la forma en que quiere abordar su escrito”.

Lo que se expone en los párrafos siguientes puede calificarse como un conjunto


de datos que contextualizan el tema tratado, en concreto, se destacan varias
reflexiones generales que enfocan el odio y el poder en función de causas
fundamentales de la guerra. Veamos algunos ejemplos:

Todo esto puede resumirse aún más en una vieja palabra: odio. El odio al
vecino o al hermano, como en las guerras civiles, o al que es diferente, al que
cree en otros dioses o vive en esa tierra que considero mía, al que tiene
privilegios que yo anhelo, al que me humilla cotidianamente, al que usa el
poder a su favor y en mi contra. Al que controla la economía y los medios.

Porque el hombre no solo mata por defenderse o alimentarse (como los


animales), sino también para mejorar la calidad de vida de su estirpe, para
aumentar sus posibilidades de supervivencia y su nivel de seguridad o de
gasto, incluso a costa del de otros.

A todo esto se llama poder.

Solo cuando el hombre mata sin sentir nos parece inhumano.


Además, en el tercer párrafo, ya empieza el proceso de intertextualidad, que es
más distintivo del texto académico que del literario16, y que busca entablar un
diálogo con otros autores que han investigado el mismo tema:

“Los animales luchan entre sí pero no hacen la guerra”, dice Hans Magnus
Enzenberger. “El ser humano es el único primate que se dedica a matar a sus
congéneres en forma sistemática, a gran escala y con entusiasmo”. ¿Por qué
lo hace? Hay motivos históricos que pueden, grosso modo, resumirse en lo
siguiente: por territorios, por el control de lugares estratégicos, también por
ideologías, lucha de clases, creencias religiosas, o atendiendo a sentimientos
de justicia, venganza o revancha.

El diálogo con otros autores sirve para ampliar, justificar, contrastar y dinamizar la
argumentación del texto. En otras palabras, se cita a otros autores para agregar
más información, buscar apoyo para la tesis, rechazar opiniones opuestas y
facilitar el desarrollo de la argumentación. Si nos limitamos a emitir un monólogo
sobre un tema, en el que ponemos de manifiesto solo nuestras opiniones,
ignorando lo que opinan los demás, será más difícil encontrar los argumentos
esenciales sobre el tema en cuestión y convencer al lector. En el fragmento
referido arriba, se ha decidido incluir dos citas de otro autor que después se
aclaran y amplían. Las citas contienen afirmaciones sobre la naturaleza violenta
del ser humano y lo que se agrega después es una especulación sobre los
motivos que puedan explicar dicho fenómeno. Esto es clave para la dinámica de la
argumentación: problematizar lo que dicen otros autores.

Si retomamos el análisis sobre el carácter literario de este ensayo, para luego


concentrarnos en la presentación de los argumentos y la defensa de la tesis que
conduce a la conclusión, llama la atención el uso un poco particular de párrafos de
una sola línea. Ya hemos visto dos ejemplos —“A todo esto se llama poder”, “Solo
cuando el hombre mata sin sentir odio nos parece inhumano”—, y más adelante:
“Pero hay más”. Este recurso puede definirse como una estrategia retórica, propia
de textos literarios, que busca enfatizar un argumento señalando una pausa en la
lectura. Y el tercer ejemplo (“Pero hay más”), además de señalar una pausa,
provoca cierto suspenso. Una frase u oración de este tipo, aislada entre dos
párrafos, no suele figurar en un texto académico. Es característico de una novela
policíaca, por ejemplo, y no de un informe sobre ingeniería civil.

A continuación, se incluyen varios ejemplos de guerras en la historia del ser


humano a fin de reflexionar sobre la esencia de este fenómeno, empezando por
un resumen de la guerra de Troya, y luego viene una conclusión que, inferimos,
debe ser la formulación de la tesis que se pretende desarrollar y defender:

16
También hay intertextualidad en textos literarios, por supuesto, pero en la mayoría de los casos se distingue por ser
implícita, es decir, el autor de una novela, por ejemplo, no suele establecer un diálogo de forma explícita con otros
autores, incluyendo citas de otras novelas, sino que prefiere dejar “huellas” en su texto cuya naturaleza se puede rastrear e
identificar con otros textos.
Al ver el estado del mundo, hoy, comprendemos que la guerra de Troya no ha
terminado, y que el ánimo pacificador que exalta el poeta Virgilio sigue siendo
necesario, una y otra vez, desde hace más de dos mil años; para aplacar,
como dice él, a los soberbios y a los iracundos.

Lo que argumenta el autor es que, pensándolo bien, nada ha cambiado, hacemos


la guerra igual que en épocas anteriores, y que sigue siendo necesario exaltar el
“ánimo pacificador” y negociar la paz. Pero esta afirmación es bastante general y
veremos que, progresivamente, se va precisando hasta llegar a la conclusión del
ensayo. Experimentamos algo semejante en el texto argumentativo de la Unidad
4, y es así como se suele proceder: primero se indica una tesis bastante general
(al comienzo, en la parte del desarrollo o hacia el final del texto) y luego se ofrecen
más detalles para que cada vez se vuelva más precisa y para desmantelar
contraargumentos.

Aparte de la guerra de Troya, se hace referencia a otras guerras: las que figuran
en las escrituras sagradas de ciertas religiones (el cristianismo, el hinduismo y el
judaísmo) y en las crónicas de conquistas y batallas provenientes de la época
colonial de la América hispana, y que integran argumentos mediante ejemplos con
vistas a exponer una precisión de la tesis:

La guerra, siempre la guerra al principio de todo. Lo importante es lo que se


hace después de ella, una vez que se logra construir la paz. Tal vez por esto
Kant consideró que la paz entre los hombres no es un estado de la naturaleza,
es decir, que no es natural, y por lo tanto se debe instituir. Se debe propiciar.
En otras palabras, negociar.

Como la paz no es un estado natural, aunque sí un fin deseado, podemos


afirmar que es el resultado de un largo proceso de civilización, con todo lo que
esto conlleva. Un niño no decide naturalmente resolver sus conflictos con el
diálogo; su primera reacción es recurrir a la fuerza. Civilizar o educar a ese
niño es depositar en él una serie de contenidos que la humanidad, a través de
una larga historia de desastres y oprobios, considera razonables para la vida
en común.

En el primer párrafo citado, sobresale el desarrollo de la intertextualidad, pues de


nuevo se agrega un argumento de otro autor, para luego tomar posición al
respecto. Partiendo del argumento de Kant de que “la paz entre los hombres no es
un estado de la naturaleza, es decir, que no es natural”, se concluye que estamos
frente a “un largo proceso de civilización, con todo lo que esto conlleva”. Aquí
tenemos un ejemplo de cómo se puede buscar apoyo para la argumentación (la
tesis) y, un poco más adelante, encontramos un ejemplo de refutación de un
argumento de otro autor:

En este punto específico, y atendiendo al mundo tal como es hoy, me


atrevería a contradecir a Rousseau: no, el hombre no nace bueno y la
sociedad lo corrompe. Es al revés: el hombre es un ser violento y egoísta y la
sociedad lo educa, lo incorpora a la civilización para que pueda convivir en
paz con otros hombres.

Es la civilización opuesta a la barbarie.

Lo que plantea Gamboa aquí alude a un dilema filosófico de larga tradición que
contrapone factores biológicos, instintivos y hereditarios a factores sociales,
culturales e históricos para tratar de explicar el comportamiento del ser humano. Y
resulta difícil determinar quién de los dos tiene razón (Gamboa o Rousseau), pues
exigiría llevar a cabo un tipo de experimento en el que insertáramos una persona
en un contexto completamente aislado con el fin de poder separar lo biológico de
lo cultural. El problema es que esto no se puede hacer en la práctica. No obstante,
si se prefiere no ser tan categórico (lo uno o lo otro), la solución es inclinarse más
por un aspecto que por otro, y es probablemente la postura de Gamboa en este
caso. En su argumentación, a lo largo de todo el ensayo, y sobre todo a propósito
de la afirmación de Rousseau, sugiere que sería ingenuo creer que el ser humano
es esencialmente bueno y que lo cierto es que todos tenemos, por lo menos, la
disposición a ser violentos y hacer la guerra. Y para demostrar esto indica una
serie de ejemplos de guerras en la historia del ser humano. Al formar parte de la
vida en sociedad, el ser humano se enfrenta con diferentes contextos y personas
que pueden activar dicha disposición estableciendo así una dialéctica entre lo
biológico y lo cultural. El último párrafo:

Desde un punto de vista epistemológico, tal vez sea incorrecto afirmar que hay
una “cultura de la violencia”. Sin embargo, la guerra sí es un hecho cultural en
el sentido de que propicia un debate, se inserta en el imaginario de una
sociedad y en su memoria y, por lo tanto, cincela las ideas que al final se
transforma en cultura. Por eso la pintura, la música y la literatura están
plagadas de guerras, crímenes, combates y muerte. Tanto el Guernica, de
Picasso, como las tradicionales alfombras afganas, que incorporan en el tejido
imágenes de helicópteros rusos y bombardeos, son prueba de ello.

En la conclusión, se enfoca el aspecto de “la cultura de la violencia”, algo que se


analiza con detalle en los ejemplos de guerras en la historia del ser humano,
particularmente cómo estas han dado lugar a diversas obras literarias: la Ilíada, la
Odisea, la Biblia, el Mahabharata, etc. La razón por la cual se formula una defensa
de la idea de “cultura de la violencia” es que el término “cultura” tiene un
significado bastante amplio y, en consecuencia, puede prestarse a malentendidos.
Con frecuencia, asociamos “cultura” con algo positivo, “cultura gastronómica”, por
ejemplo, por lo que “cultura de la violencia” puede sonar un poco equívoco. De ahí
que sea necesario aclarar que “la guerra es un hecho cultural en el sentido de que
propicia un debate, se inserta en el imaginario de una sociedad y en su memoria y,
por lo tanto, cincela las ideas que al final se transforman en cultura”.

Lista de control
Al finalizar la lectura de esta unidad, se debe saber:

 Dar cuenta de varias teorías sobre la esencia


del ensayo en el ámbito académico.

 Identificar los componentes que integran un


ensayo argumentativo: tema, tesis, argumentos y
contraargumentos, conclusión.

 Determinar y evaluar la progresión temática a


la fuerza argumentativa de un ensayo.

Sugerencias didácticas

Para consolidar los conocimientos de los temas referidos, se


propone:

 Reflexionar sobre la esencia del ensayo desde


diferentes puntos de vistas comparando el ensayo
académico con el literario.

 Leer varios ejemplos de ensayos para que los


estudiantes se puedan familiar con las características
de este género discursivo.

 Analizar cómo se construye la estructura lógica


y temática de un ensayo argumentativo.

Referencias

Araya. E. (2013). Abecé de redacción. México: Océano de México.

Correa, L. (2014). Redacción y escritura caja de herramientas. Medellín: Sello


editorial Universidad de Medellín.

Díaz, A. (1986). La argumentación escrita. Medellín: Editorial Universidad de


Antioquia

Díaz, A. (2014). Retórica de la escritura académica. Pensamiento crítico y


argumentación discursiva. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia

Gamboa, Santiago (2014), La guerra y la paz, Bogotá: Debate.


Sánchez, J., Cervera, R., Hernández, G., Pichardo, C. (2007). Saber escribir.
Bogotá: Penguin Random House Grupo Editorial.

Velásquez, R., Pardo, L., Marting, B., Joya, N. (2013). Guía para la elaboración de
trabajos escritos. Bogotá: ICONTEC.

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