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Montevideo, 1 de Octubre de 2019

Curso Acercamiento a la Literatura Infanti y Juvenil 2019. Ibby Uruguay


Profa. Andrea Martínez Lamberti

El rol del mediador, un círculo perfecto y siempre abierto.

Ya desde el primer encuentro del curso comprendí que sería un camino revelador para mí, el
contacto con Yolanda Reyes definió un concepto que estaba presente en mí como una intuición y
que logró verbalizarse: somos seres literarios antes que lingüísticos, vive en nosotros desde antes de
nacer, la rima, el ritmo, la métrica y luego la metáfora y el lenguaje poético en toda su riqueza. El
tránsito por nuestra memoria afectiva a través de las nanas y las canciones de infancia escuchadas
por una madre, por una abuela, por una maestra, una vecina, otros niños me recordó cómo la vida
adulta nos aleja de ese primer contacto con la literatura y me confirmó la importancia de volver a él,
porque la literatura como dice Michele Petit no solo sirve para apropiarnos de la lengua o acceder al
saber sino que es la facilitadora de la creación de un mundo propio, de una subjetividad, es “la vía
de acceso al ejercicio de un verdadero derecho de ciudadanía”.
Ahora bien, cómo sostener este camino, cómo acercar esto que decíamos a aquellos individuos que
se desvinculan de nuestra natural poesía desde muy temprana edad, cómo convivir con otros tantos
estímulos creados por un mundo de feroz consumo y mercadeo, cómo trasmitir que el mundo
letrado no es solo para unos pocos, cómo liberar el gusto por la lectura de lo académico y formal.
La respuesta surge casi de inmediato: tender puentes, mediar entre ese mundo infinito y liberador.
Es, entonces, la figura del mediador que se hace necesaria siempre y digo siempre porque muchas
políticas estatales de promoción de la lectura se piensan para la primera infancia o para la etapa
escolar y se suspenden y pierden en otras etapas de la vida coma la adolescencia o la juventud o en
la tercera edad.
La verdadera importancia, el valor más intrínseco de quien sirve de puente entre los libros y los
humanos es su absoluta libertad. Qué significa esta libertad, significa que el mediador no tiene edad,
no tiene un contexto único, no tiene un plan de estudio con el que cumplir, no tiene un corpus al que
ceñirse, no tiene tiempo. Leer frente a otros, leer en voz alta, hacer accesible los libros, conversar,
recomendar, sugerir, narrar, ser amigable, ser flexible, no ser prejuicioso, escuchar, conocer, crear,
serán las más valiosas herramientas del mediador ya sea se encuentre en el hogar, en una biblioteca
municipal o escolar, en el aula, en una organización social, etc.
El mediador tomará de la mano al autor y transitará con él ese puente y acercará con su voz y su
sonrisa la poesía, el teatro, los mundos de hoy, de ayer y del mañana, los justos y los de lucha, la
historia, la ficción, los otros universos, la otredad y llegará al niño y no tan niño y lo ayudará a
despertar, a reconocer aquel recuerdo dormido y primogénito que habita en todos en menor o mayor
medida, a reconocer en la palabra y en la literatura su posible ser subjetivo y único. En palabras de
Michele Petit, encontrarnos con nuestra “morada interior”.
La lectura que realiza el mediador es otras voces, es polifonía, la lectura es el detonador de mundos,
destruye y construye en un acto, cada lectura reescribe, no borra, usa el mismo soporte para recrear,
quien lee o quien escucha a otro leer se convierte en palimpsesto y en ese sentido la lectura de
literatura es un gran acto subversivo.
La mediación así entendida conforma un círculo perfecto pero siempre abierto, líquido, fluido. La
mediación provocará que se pueda visualizar ese “claro en el bosque” del que habla María
Zambrano, pero no en el sentido de apartarnos de bosque y quedarnos solos sino en el de generar un
espacio, un espacio en el que la lectura convida a otros, el claro del bosque para que los árboles se
vean, se observen, se compartan, la lectura es un claro para que nos veamos.
Y quizá el mundo no cambie nada y quizá las oportunidades seguirán siendo las mismas pero ya no
serán los mismos nunca más ni el niño, ni el mediador, ni el texto.

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