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CREDO, 12 LECCIONES PARA AYUDAR A LOS JÓVENES A PROFUNDIZAR

EN LOS FUNDAMENTOS DE NUESTRA FE


e625 - 2018
Dallas, Texas
e625 ©2018 por Samuel Pagán y Alex Sampedro
Todas las citas Bíblicas son de la Nueva Traducción Viviente (NTV) a menos que se indique
lo contrario.
Editado por: Virginia Altare
Diseño interior y portada: JuanShimabukuroDesign
RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS.
ISBN: 978-1-946707-12-3
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
¿CÓMO SE ESTRUCTURA "CREDO"Y CÓMO USARLO?
EL CREDO DE LOS APÓSTOLES
1. JESÚS, EL CRISTO: HUMANIDAD Y DIVINIDAD
2. DIOS PADRE
3. ESPÍRITU SANTO. LA TRINIDAD
4. IGLESIA: COMUNIDAD Y MISIÓN
5. INSPIRACIÓN Y REVELACIÓN BÍBLICA
6. SALVACIÓN Y LIBERACIÓN
7. SALUD FÍSICA, MENTAL Y ESPIRITUAL
8. JUSTICIA Y PAZ: REINO DE DIOS
9. BAUTISMO Y CENA DEL SEÑOR
10. SER HUMANO. IMAGO DEI
11. RESURRECCIÓN
12. FIN DEL MUNDO Y ETERNIDAD
INTRODUCCIÓN
Un credo no es meramente una lista de lo que afirmamos desde la
perspectiva de la fe. Si empezáramos a hacer una lista de lo que
creemos, muy posiblemente llegaríamos a ser como los fariseos o
los saduceos de la Biblia. El Credo es, en efecto, la esencia de lo
que vivimos y el corazón de lo que afirmamos fundamentados en la
fe.
A través de los siglos ha habido un sinfín de controversias
teológicas que culminaron en divisiones en el cristianismo. Muchas
de esas controversias se fundamentan en la naturaleza de las
convicciones teológicas y las creencias de los creyentes y las
iglesias. Hasta del día de hoy, encontramos múltiples ramas o
tendencias en el pensamiento teológico en las iglesias, los
creyentes y las denominaciones.
El Credo sirve al propósito de unirnos en aquello que podemos
creer para establecer nuestra «unidad en la fe». Las afirmaciones
teológicas que se incluyen ponen claramente de manifiesto el
fundamento básico de la fe, las bases mismas de nuestras
creencias, y la naturaleza de las convicciones que pasamos de
generación en generación.
El Dios al que servimos es un solo Dios. El judaísmo y el
cristianismo, tanto como el islam, son religiones monoteístas, en
contraste con el hinduismo y muchas otras religiones y prácticas
animistas que incorporan muchas divinidades en sus creencias.
Pero solo el cristianismo, entre todas estas tradiciones religiosas,
tiene la llamada doctrina de la Trinidad.
En el contexto universitario necesitamos presentar una fe
razonable y razonada, y un ancla firme en la que podamos confiar
en medio de estas aguas turbulentas en las que se mueve la
universidad, el modernismo y el postmodernismo. Esperamos que
estas lecciones motiven a los jóvenes a indagar en la fe y en sus
creencias, y a estar «... siempre listos para responder a todo el que
les pida explicaciones sobre la esperanza que ustedes tienen». (1 P
3:15).
Queremos que uses este material para que, como comunidad
cristiana en medio de la universidad y el mundo académico,
podamos sentarnos alrededor de la Palabra para madurar en la fe, a
fin de estar enteramente preparados para toda buena obra. Junto al
Credo, reflexionaremos en varios temas fundamentales de la
teología. Porque si queremos tener una buena praxis cristiana, es
imposible conseguirla sin una buena teoría y teología.
Lo ideal sería reunirse una vez por semana. Que vivamos lo
aprendido, (la fe sin obras está muerta), y que no seamos oidores
olvidadizos de temas teológicos desconectados de la realidad, sino
que seamos hacedores de la Palabra. Cada una de las secciones
que trabajaremos del Credo, tiene aplicaciones e implicaciones que
nos ayudarán a seguir a Jesús de manera práctica en el contexto
joven.

Alex Sampedro / Dr. Samuel Pagán


¿CÓMO SE ESTRUCTURA "CREDO" Y
CÓMO USARLO?
Las doce lecciones que se incluyen en este libro, están
estructuradas en diferentes secciones. Cada una de ellas tiene un
objetivo concreto, y te invitamos a que te acerques a ellas y las
trabajes como indicamos:

EL CREDO
El Credo de los Apóstoles es un manifiesto importantísimo de la
iglesia que expresa la base de las doctrinas centrales de lo que
creemos. Al principio de cada lección siempre aparecerá la parte
que tiene que ver con la lección.

INTRODUCCIÓN
Un breve texto que nos ayudará a actualizar en el tema y animará al
grupo a explorar la lección.

LECCIÓN TEOLÓGICA
Es el desarrollo en profundidad del tema. Te invitamos a que leas
esta sección, y la subrayes mientras te preparas y reflexionas.
Extrae las ideas y los párrafos más importantes. Fíjate en las
preguntas sugeridas que puedes hacer. Dependiendo del grupo,
decide qué aspectos debes exponer y cuáles no. Hemos querido
que tengas una perspectiva amplia, bíblica, teológica e histórica,
pero no necesariamente explicarlo todo en una sesión. Pensamos
que puede enriquecerte de manera personal y si hay jóvenes con
inquietudes puedes compartirlo fuera de la sesión. Te
recomendamos que las sesiones no duren más de una hora u hora y
media. ¡Es mejor dejar con ganas de más que resultar tedioso!

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO


TEOLÓGICO?
En este apartado resaltamos la importancia del tema, porqué
debemos tratarlo, cómo nos puede afectar una mala comprensión
de él, y que beneficios obtenemos de conocerlo y estudiarlo. Puedes
hacer esta pregunta al grupo antes de comentar lo que hemos
escrito para escuchar a qué conclusiones están llegando.

EL ESCÉPTICO
Planteamos algunas preguntas que podrían servir para hablar con
aquellos que todavía no conocen a Jesús, o están en el proceso de
conocerle. El contexto universitario es extraordinario para compartir
las buenas nuevas, pero entendemos que debemos hacerlo de
forma comprensible, dialogada y respetuosa. Estos ejemplos de
preguntas y respuestas nos ayudarán a exponer mejor una fe
razonada.

RESUMEN
Una sección más que está esquematizada con las ideas centrales
planteadas en la lección. Se pueden presentar como tuits, ideas
clave que nos ayuden a anclar el tema.

DIÁLOGOS
Preguntas abiertas para el grupo. Recuerda que el valor añadido de
los grupos es la participación. Es, probablemente, uno de los
objetivos más importantes, y que generará más reflexión. Esta
sección es imprescindible para la buena consecución de la lección.
Estructúrala para llegar a ella sin prisas.

PROFUNDIZA EN TU CREDO
Una corta bibliografía para que puedas compartir con aquellos que
siguen con inquietudes sobre el tema. Queremos que estas doce
lecciones motiven a los estudiantes a seguir conociendo su fe,
enfrentándose a sus preguntas y anclando su vida en un
seguimiento fiel a Jesús.

SÍMBOLOS EN LAS LECCIONES


Este símbolo indicará preguntas para realizar en el grupo y
estarán empapando toda la lección. Puedes plantearlas si lo
consideras oportuno.

Notas y consejos exclusivamente para ti. Para dinamizar las


sesiones.
Que junto a los jóvenes puedas descubrir la verdades eternas de
Dios que han bendecido a la iglesia y al mundo a través de la
historia para que afecten a nuestro presente y a nuestro entorno.
EL CREDO DE LOS APÓSTOLES
«Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del
cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible; y en un
solo Señor, Jesucristo, el unigénito de Dios, nacido del
Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero
de Dios verdadero; engendrado, no creado, consustancial
con el Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los
hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se encarnó
por obra del Espíritu Santo y de María la virgen y se hizo
hombre; por nuestra causa fue crucificado en tiempo de
Poncio Pilato y padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer
día según las Escrituras y subió al cielo; y está sentado a la
derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar
a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que
procede del Padre; que con el Padre y el Hijo recibe una
misma adoración y gloria, que habló por los profetas; y en
una Iglesia santa, universal y apostólica. Confesamos un
solo bautismo para la remisión de los pecados. Esperamos
la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén».
1. JESÚS, EL CRISTO: HUMANIDAD Y
DIVINIDAD
«…y en un solo Señor, Jesucristo, el unigénito de Dios, nacido
del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero
de Dios verdadero; engendrado, no creado, consustancial con
el Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los
hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se encarnó
por obra del Espíritu Santo y de María la Virgen y se hizo
hombre; por nuestra causa fue crucificado en tiempo de Poncio
Pilato y padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día…»

INTRODUCCIÓN
En el centro de la fe cristiana no se encuentra una serie de dogmas,
ni leyes, ni siquiera una moralidad impuesta, o un libro sagrado
caído del cielo. Tampoco una causa que seguir por encima de todo,
ni una comunidad contracultural o un núcleo de gente buena. Mucho
menos una institución. Todo eso está bien, pero no es la esencia del
cristianismo.
Su razón de ser, su raíz, su esencia, lo que se encuentra en el
centro de todo y da sentido a todo es Jesús, el Cristo. Él cambió la
historia para siempre. Y lo sigue haciendo. Su vida, su muerte y su
resurrección son las cartas que presentamos al mundo. Ser cristiano
es seguirle. Su persona sigue generando interrogantes, pues sigue
vigente, actual, y cada año se escriben cientos de libros sobre Él.
No deja indiferente a nadie. Creemos que lo que pienses acerca de
Él, determina quién eres y quién serás. Si es verdad lo que afirmó y
lo que hizo, Jesús es el tema de conversación más importante que
podemos tener. No hay manera de evadirlo, si Él no es quien dijo
ser, si Él no resucitó, vana es nuestra fe.
Hablemos en primer lugar entonces, de Jesús de Nazaret, el Cristo
de Dios.
«Sin Jesús yo sería ateo», dijo John Stott.
¿Qué piensan de esta frase? ¿Qué quiere decir?

(CRISTO CAMBIÓ LA HISTORIA PARA SIEMPRE)


LECCIÓN TEOLÓGICA
Un profesor universitario solía decir que las preguntas en sí pueden
ser más importantes que las respuestas. En ese mismo rumbo, el
maestro más reconocido de la historia, Jesús de Nazaret, se
caracterizaba por las preguntas que hacía. No todo tiene una
respuesta fácil, y, por cierto, las cosas espirituales solamente se
pueden entender espiritualmente.
Tal vez la pregunta más importante de Jesús a sus seguidores, o
sea, sus discípulos, fue: «¿Y quién creen ustedes que soy?». (Mt
16:15). La respuesta de Pedro a esa pregunta en los siguientes tres
versículos, llegó a ser la base de la naciente iglesia cristiana:
«¡Tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo del Dios viviente! —
respondió Simón Pedro.
—Dios te ha bendecido, Simón, hijo de Jonás —le dijo Jesús—,
porque esto no lo aprendiste de labios humanos. ¡Mi Padre
celestial te lo reveló personalmente! Tú eres Pedro, y sobre esta
roca edificaré mi iglesia, y los poderes del infierno no
prevalecerán contra ella». (Mateo 16:16-17).

¿Tienen Biblia? Si es así, invítales a que la usen. También pueden


usar alguna aplicación del celular. ¡Aunque puede conllevar peligros,
como el WhatsApp!
En contraste con los maestros judíos de la Ley de Moisés —los
sacerdotes que ofrecían sacrificios en el Templo y que no pudieron
reconocer al Mesías tan profetizado— muchos hombres y mujeres
humildes, trabajadores del pueblo, afirmaron la naturaleza
mesiánica y especial de Jesús. Pero esto no fue por falta de
información por parte de los primeros, ya que Dios se los había
revelado a través de los siglos por medio de sus sacerdotes,
profetas y reyes.
CRISTO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
La venida del Hijo de Dios al mundo no debería haber sido ninguna
sorpresa. De acuerdo con los estudiosos del tema, se pueden
identificar sesenta y cinco predicciones directas en el Antiguo
Testamento referente a la venida de Jesús; y se puede presentar,
inclusive, la lista de unos quinientos setenta y cuatro versículos del
Antiguo Testamento con referencias mesiánicas.
A pesar de que «vino a lo que era suyo …» (Jn 1:11 NVI), la
intención de Jesús era abrir la puerta a toda la humanidad. Por más
que sea importante que reconocieran quién era Él de verdad, para
nosotros hoy es más importante escuchar lo que Él dijo acerca de sí
mismo, y no lo que otros pensaran. En la intrigante historia de su
encuentro con dos de sus seguidores en el camino a Emaús, Jesús
les enseñó por medio de las mismas Escrituras que ellos conocían:
«…les explicó todo lo que las Escrituras decían acerca de él,
comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas». (Lc
24:27).
El apóstol Juan, en particular, aclara que Jesús, el Cristo, era
desde el principio.
«Antes que nada existiera, ya existía la Palabra, y la Palabra
estaba con Dios porque aquel que es la Palabra era Dios. Él
estaba con Dios en el principio.
Por medio de él todas las cosas fueron creadas, y no existe
nada que él no haya creado. En él estaba la vida, y la vida era
también la luz de la humanidad.
Esta luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad no puede
apagarla». (Jn 1:1-5).
En el prólogo de su primera epístola a la iglesia, una vez más Juan
enfatiza la eternidad de Jesús (1 Jn 1:1-2):
«Les anunciamos a ustedes la Palabra de vida que desde el
principio ya existía. ¡Nosotros mismos la oímos, la vimos con
nuestros propios ojos y la palpamos con nuestras manos! Esa
vida, que estaba con el Padre, se ha dado a conocer; y
nosotros, que la experimentamos, hemos testificado de ella».
En los Evangelios vemos la humanidad del Hijo de Dios en la
persona de Jesús, pero en el Antiguo Testamento se revela su
divinidad de Cristo. Desde el primer libro de la Biblia se presenta el
carácter de Dios en «tres personas»:
«[Dios] dijo: ‘Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen, a
nuestra semejanza, para que ejerzan poder sobre los peces, las
aves, los animales domésticos y salvajes, y sobre los reptiles’».
(Gn 1:26).
A través de las Escrituras de los judíos, los creyentes cristianos
han visto numerosas referencias directas o indirectas a Jesús como
el prometido Mesías. Sin embargo, se llega a creer en Jesús como
el Hijo de Dios y el Mesías redentor no tanto por las pruebas —ya
sean históricas, científicas o filosóficas— sino por la fe. El apóstol
Juan relata el encuentro que tuvo Jesús después de su resurrección
con el discípulo Tomás (Jn 20:24-29):
«Tomás, uno de los doce, al que le decían el Gemelo, no había
estado con los discípulos cuando Jesús llegó. Así que los otros
discípulos le dijeron:
—¡Hemos visto al Señor!
Tomás les respondió:
—Si no veo las heridas de los clavos en sus manos y meto en
ellas mi dedo, y mi mano en su costado, no lo creeré.
Ocho días después, estaban los discípulos reunidos otra vez en
la casa, y Tomás estaba con ellos. Las puertas estaban
cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos y los
saludó diciendo:
—¡La paz sea con ustedes!
Luego le dijo a Tomás:
—Pon aquí tu dedo y mira mis manos. Trae tu mano y métela en
mi costado, y no seas incrédulo, sino que debes creer.
Tomás dijo:
—¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
—Tú has creído porque me has visto; dichosos los que no han
visto y aun así creen».
El Señor reconoce que, para la mayoría de la gente, la fe no es
algo natural. Tenemos dudas, y sobre todo cuando las personas que
reconocemos como autoridades construyen sobre esas dudas. Sin
embargo, en nuestra falta de fe, Él nos muestra señales de quién
es: el resucitado hijo de Dios. Solo tenemos que creer en la
evidencia. Por otra parte, ¡la gran bendición es poder creer aun
cuando no hay evidencia!

¿Crees que la fe en Jesús es una cuestión intelectual o es necesario


una experiencia? ¿Por qué?

(EN NUESTRA FALTA DE FE, DIOS NOS DA


SEÑALES DE QUIÉN ES ÉL)

JESÚS EN EL NUEVO TESTAMENTO


En la cultural hebrea un juicio legal requería por lo menos tres
testigos fieles para determinar culpabilidad, o para verificar la
legalidad de alguna transacción legal. Nuestra Biblia cristiana
justamente ofrece ese testimonio con los tres evangelios sinópticos
(Mateo, Marcos y Lucas), y para dar mayor fuerza, presenta un
cuarto testimonio, el Evangelio de Juan. Curiosamente, el juicio
contra Jesús fue ilegal por varias razones, pero entre ellas, por la
falta del mínimo de testigos correspondientes.
Es muy claro que todo el Nuevo Testamento se enfoca
principalmente en la vida y las enseñanzas de Jesús, pero Él mismo
parece enfocarse en su relación con el Padre celestial. En su
oración sacerdotal al Padre (Jn 17), Jesús no solamente aclara que
es uno con Dios el Padre, sino que también expresa el ideal para
«los que en Él creen», y destaca de esa forma, en el importante y
necesario tema de la unidad.

Los evangelios son como cuatro documentales de la vida de Jesús,


tomados desde distintos ángulos. Para conocerle es necesario
acercarnos a ellos. ¿Cuáles has leído? ¿Qué impresión te llevas de
Jesús?

JESÚS EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA


El Credo de los Apóstoles en cierta forma es un resumen sucinto de
la historia cristiana de los primeros siglos después de Cristo, cuando
la Biblia no existía en la forma en que la tenemos y conocemos hoy
en día. Este intento de resumir las enseñanzas acerca de Dios en su
manifestación como Padre, Hijo y Espíritu Santo no tiene autor ni
fecha exacta de consolidación. Sin embargo, cualquier estudio sobre
quién es realmente Jesús puede beneficiarse de lo que el Credo
dice acerca de «quién» es Él.
Tal vez la controversia más importante dentro de la iglesia cristiana
en los primeros siglos fue sobre la idea de la Trinidad y, sobre todo,
referente a la deidad de Jesús. A pesar de no tener certidumbre
plena sobre muchos detalles del origen del Credo de los Apóstoles,
lo que sí sabemos es que tiene su base en las Sagradas Escrituras.
Muy claramente vemos en el Credo el tema central de la Trinidad,
algo que no es mencionado como tal en la Biblia, pero sí es implícito
a través de sus páginas. El Credo Apostólico es, en términos
generales, un tributo a la idea de la Trinidad de Dios. Sin embargo,
de manera específica, se puede establecer como un reconocimiento
firme de la deidad de la persona de Jesús, el Cristo. De las
doscientas tres palabras del Credo, ciento veinte hablan de
Jesucristo.

¿Por qué creemos que Jesús es tan central en el Credo?


Con certeza, hay un orden en el que aparece primero el Dios
Padre, todopoderoso, después el Hijo, y finalmente, el Espíritu
Santo. Esto de ninguna manera representa una división de forma
jerárquica, ya que los tres son uno. A pesar de que un análisis lógico
del Credo seguiría el mismo orden en que fue escrito, comenzar
este estudio con Jesucristo tiene su propio valor.
La venida de Cristo al mundo como ser humano definió para
siempre el retrato perfecto de Dios. Sabemos que existió en tiempo
eterno junto con el Padre y el Espíritu Santo, pero la identificación
personal con su creación cambió todo. Desde sus comienzos, el
cristianismo fue el cumplimiento de los planes de Dios que se
habían quebrantado con la introducción del pecado en el huerto de
Edén.

(LA VENIDA DE CRISTO AL MUNDO COMO SER


HUMANO DEFINIÓ PARA SIEMPRE EL RETRATO
PERFECTO DE DIOS.)
Lo que era entre Dios y los patriarcas y matriarcas judíos, un pacto
con su pueblo escogido, llegó a ser el Nuevo Pacto; y el Nuevo
Testamento de nuestras Biblias cristianas, es el documento
dedicado a presentar esta «segunda» persona de la Trinidad. Uno
de sus autores, el apóstol Pablo, se enfoca principalmente en la
presentación de quién es Jesús, la manera en que Él obró y sigue
obrando en la vida de la iglesia en general, y en sus seguidores en
particular.

[CREEMOS] EN UN SOLO SEÑOR


La primera aclaración y afirmación sobre su persona en el Credo
Apostólico, es «un solo Señor». Jesús mismo dejó bien claro que no
se puede servir a dos señores. El pueblo de Dios había demostrado
vez tras vez el impulso de servir a otros dioses. En cierto sentido, la
historia de Israel era un ciclo continuo de acciones que incluían el
apartarse de Dios para servir a otros dioses, arrepentirse y volver a
Dios, para luego ir detrás de otros dioses nuevamente, y
recomenzar el ciclo.

¿Qué otros «señores» sigue el mundo hoy? ¿Por qué?

Es importante afirmar que no solo el dios del dinero atrae a la


humanidad, también la carrera profesional, la comodidad, el placer…
Siempre tenemos algún «señor» que controla nuestra vida, y solo
Jesús nos hace libres.
En la persona de Jesús tenemos el modelo perfecto para seguir.
Tenemos su historia aquí en la tierra, relatada en los cuatro
Evangelios, lo que para el pueblo judío debería haber sido una
confirmación fiable frente a cualquier reclamo judicial. Sin embargo,
su rechazo en general como pueblo, demostró que su adoración al
Dios que proclamaban servir, era nada más que rituales muertos y
tradiciones sin virtud transformadora. Como bien dijo el Señor:
«Tampoco nadie echa vino nuevo en odres viejos. Si lo hace, el vino
nuevo hará que revienten los odres, el vino se derramará y los odres
se echarán a perder». (Lc 5:37).
Servir a Dios por medio de Jesucristo no es servir a algo, sino a
alguien. El mundo y todo lo que existe en él, es pasajero. ¡Solo Dios
es eterno! Y solo hay un Señor, Jesucristo.

JESUCRISTO
Existe una peculiaridad en el idioma español: el nombre de Jesús y
su título, Cristo, se presentan en una palabra compuesta, Jesucristo.
A pesar de que en otros idiomas no se emplea en una sola palabra
como en el español, tiene cierto sentido reconocer que no pudo
haber habido Jesús sin ser Cristo. En su esencia, él es uno solo,
tanto en su humanidad como en su divinidad.
Cuando un predicador o predicadora pregunta: «¿Cuántos quieren
aceptar a Cristo como Señor y Salvador?», está indicando no
solamente la obra redentora del Señor en la cruz, sino también la
parte nuestra de seguirle y servirle.
EL UNIGÉNITO
El apóstol Juan en su Evangelio lo presenta de manera clara y
directa: «Dios amó tanto al mundo, que dio a su único Hijo, para que
todo el que cree en él no se pierda, sino tenga vida eterna». (Jn
3:16).
No hay mayor sacrificio que dar todo lo que uno tiene. Se ha dicho
que el valor de la ofrenda que las personas dan, no es «cuánto»
traen al altar de Dios, sino cuánto tienen después de haber dado.
Dios el Padre no solo dio a su único hijo, sino también su único hijo
dio su única vida; es decir, Dios en Jesús lo dio todo.
En cierta forma, esto no debería haber sido un misterio para los
judíos, que conocían la historia de Abraham y su decisión de ofrecer
ante Dios a su único hijo (en el sentido «legal») como sacrificio. La
relación entre Dios Padre y Dios Hijo, es evidente en la Biblia,
comenzando con Mateo 2:15, donde se menciona el cumplimiento
de una muy importante profecía de Oseas, cuando dijo: «De Egipto
llamé a mi hijo».

NACIDO DEL PADRE


El cristianismo en cierta forma nació del judaísmo, que se basaba en
una estructura filosófica patriarcal, comenzando con Abram. El
hecho de que Jesús como Hijo siempre existía «antes de todos los
siglos», no es una contradicción. Más bien, nacido del Padre Dios,
se refiere a su nacimiento histórico de María, y muestra su deidad
junto con su humanidad. Como énfasis, el primer versículo del
Nuevo Testamento declara: «Estos son los antepasados de
Jesucristo, descendiente de David y de Abraham». (Mateo 1:1).
Al leer sobre las tentaciones de Jesús por parte de Satán en el
desierto, por lo general se destacan justamente éstas, las
tentaciones. Sin embargo, la clave para entender lo que estaba
pasando no reside en las tentaciones en sí, sino en las palabras «si
eres el Hijo de Dios…». (Mateo 4:3). «Si eres…» era la prueba
concreta de quién era Él, y, sobre todo, la base para su futuro
ministerio en medio de la humanidad.
En el libro de Mateo, hay unas cuarenta y tres referencias a Jesús
como el «Hijo de Dios» o el «Hijo del hombre». Pero en el capítulo
26, vemos lo que podría haber sido el punto culminante en la vida y
ministerio de Jesucristo:
«Al terminar de decir estas cosas, dijo a sus discípulos:
‘Como ya saben, dentro de dos días se celebra la Pascua, y me
van a traicionar y a crucificar’.
En aquel mismo instante, los principales sacerdotes y los
funcionarios judíos se reunían en la residencia de Caifás, el
sumo sacerdote, y discutían sobre la manera de capturar a
Jesús a espaldas del pueblo y matarlo». (Mt 26:1-4).
La más grande controversia entre Jesús y los judíos de su tiempo,
era exactamente este tema de Jesús que se proclama el «Hijo de
Dios». Podían aceptar que era un gran maestro; tenían que
reconocer los milagrosos hechos, y que la gente lo aclamaba, pero
de ninguna manera lo podían aceptar como el Mesías profetizado.

LUZ DE LUZ
La primera obra de Dios en la creación fue establecer la luz, y
Jesucristo fue la luz que vino al mundo. La familia de Dios, los
judíos, habían escondido la luz, la habían guardado para sí mismos.
Al principio de su ministerio, se registra en Mateo 4:16 la profecía de
Isaías: «El pueblo que estaba en tinieblas vio una gran luz y al
pueblo que andaba en regiones de sombra de muerte le
resplandeció la luz». Pero esa luz no era solo para los judíos, el
pueblo de Dios: era también «luz para revelación a los gentiles…».
(Lc 2:32 RVR60).
En el Sermón del Monte, Jesús presenta una enseñanza
interesante al decir: «…Y si tu luz no es más que oscuridad, tu
oscuridad ¡qué negra debe ser!». (Mateo 6:23). No hay peor tiniebla
que pensar que uno está en la luz. Cuando uno tiene la mente
cerrada y está convencido de que lo que cree es la verdad,
difícilmente puede aceptar la luz de Cristo. En efecto, el apóstol
Pablo fue cambiado, solamente cuando «…una luz celestial
deslumbrante lo rodeó de pronto». (Hch 9:3).
Recibir la «luz de Cristo» es un principio para la vida cristiana,
pero es solamente un comienzo. El mismo Pablo escribió: «De la
misma manera, nuestros conocimientos son ahora muy limitados,
como si estuviéramos viendo una figura en un espejo defectuoso;
pero un día veremos las cosas como son, cara a cara. Mis
conocimientos son ahora imperfectos, pero en aquel día podré
conocer tal y como él me conoce a mí». (1 Co 13:12). A medida que
más nos acerquemos a esa luz, y vivamos en esa luz, más
conoceremos cómo es Él. Cuando el apóstol Pablo escribe acerca
del «misterio que había sido revelado», no se está refiriendo a
verdades esotéricas. Más bien, establece claramente que el misterio
se refería al hecho de que la salvación de Dios es para todos, no
para algunos que se consideren selectos, o «electos».

DIOS VERDADERO DE DIOS VERDADERO


La pregunta de Poncio Pilato: «… ¿y qué es la verdad?», en Mateo
18:38, es sin duda la misma pregunta filosófica que domina los
estudios universitarios. Hoy en día todo lo que se lee y escucha
tiene que ser analizado a la luz de su veracidad. El simple hecho de
que una persona con título o posición de autoridad lo presente, no lo
convierte necesariamente en la verdad. Es siempre importante
evaluar personalmente lo que se afirma. Mucho más en el ámbito
espiritual, el don de discernimiento es posiblemente uno de los más
importantes y necesarios en nuestros tiempos.

¿Cómo se define en el contexto universitario y académico el


concepto de «verdad»?
Jesús dijo: «…conocerán la verdad y la verdad los hará libres». (Jn
8:32). Esta no es una simple frase para repetir como un mantra, sino
una realidad para practicar en la vida cada día. Analicemos si lo que
escuchamos es la verdad. Los cristianos de Berea fueron elogiados
por su interés por la verdad.
«Y éstos eran de sentimientos más nobles que los de
Tesalónica, de modo que recibieron el mensaje con toda avidez
y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era
verdad lo que se les anunciaba».
(Hch 17:11NVI).
Engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por quien
todo fue hecho
En contraste con el hecho de que todo fue creado por Dios, existe
la pregunta de los siglos: ¿de dónde viene Dios? Obviamente, es la
pregunta que desde la perspectiva de la fe no tiene respuesta.
Desde un torbellino, Dios le pregunta a Job: «Dónde estabas tú
cuando yo eché las bases de la tierra? Dímelo, si tanto sabes». (Job
38:4). Como ya vimos, el apóstol Juan afirma la eternidad del Hijo
en su evangelio y en su primera epístola.
Es obvio que el Credo de los Apóstoles tiene una base centrada
en las mismas palabras y mensaje de la Biblia. El Credo sigue con
una transición de quién es Jesús, a qué hizo Él por nosotros:
Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó
del cielo y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María la
Virgen y se hizo hombre; por nuestra causa fue crucificado en
tiempo de Poncio Pilato y padeció y fue sepultado, y resucitó al
tercer día según las Escrituras y subió al cielo.
La razón suprema de Dios a enviar a su hijo en la forma de ser
humano fue su amor eterno. A la vez, no hay mayor amor que dar
su vida por otros. Hay los que ponen en tela de juicio al Jesús
histórico, como también hay los que niegan el holocausto de los
judíos en Alemania bajo el mandato de Hitler. Sin embargo, el hecho
de colocar la frase «en tiempo de Poncio Pilato», muestra el intento
de dejar un registro para eliminar cualquier duda histórica en el
futuro. Pero no solo fue aquel personaje romano que sirvió de
testigo, sino también las Escrituras dejadas por testigos oculares y
otros seguidores del mismo Señor del primer siglo d.C.
En esta sección del Credo que habla de Jesucristo, vemos
enfatizada la realidad de su naturaleza, tanto divina como humana.
(Otros componentes del debate sobre la Trinidad se presentarán en
el siguiente capítulo sobre Dios el Padre.) El cristianismo de los
primeros siglos tuvo que enfrentar diferentes y variadas posiciones
sobre esta doble naturaleza, y hubo divisiones entre sus líderes. Sin
embargo, las mismas Escrituras dan evidencia para apoyar la
conclusión de que Jesús encarnado era tanto plenamente Dios
como plenamente humano.

¿Qué piensan acerca de que Jesús es cien por ciento humano y cien
por ciento divino? ¿Por qué es tan importante esa afirmación para
nosotros?
A través de los siglos ha habido un sinfín de controversias
teológicas que culminan en divisiones en el cristianismo. Hasta del
día de hoy, encontramos múltiples «ramas» de pensamiento
teológico en las iglesias. El Credo sirve al propósito de unirnos en
aquello que sí podemos creer para establecer nuestra «unidad en la
fe».
Y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con
gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin
Hablar de Jesucristo no es solamente pensar en su vida en la
tierra. El Nuevo Testamento culmina con la representación del cielo
y el futuro de la iglesia y los individuos que aceptaron la invitación
de participar en las llamadas «bodas del Cordero».
«Yo estoy siempre a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz
y abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo. Al que
salga vencedor, le daré el derecho de que se siente junto a mí
en el trono, de la misma manera que al vencer yo me senté con
mi Padre en su trono». (Ap 3:20-21).
Esa invitación es el punto final de toda las Escrituras: «El Espíritu y
la Esposa dicen: «Ven». Y el que oye también diga: «Ven». Y el que
tenga sed, venga; y el que quiera, beba gratuitamente del agua de la
vida». (Ap 22:17).
La diferencia fundamental entre el cristianismo y otras religiones
es la esperanza de vida eterna que el Señor le ofrece a los
creyentes. Así como Jesús está sentado a la derecha del Padre,
nosotros que creemos en Él también nos reconocemos y
entendemos que «… en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y
nos hizo sentar con él en las regiones celestiales». (Ef 2:6 NVI). Su
Segunda Venida es una promesa en la cual podemos confiar y
anticipar.
Todos seremos juzgados, los vivos y los muertos, pero seremos
juzgados no por nuestra propia justicia, sino por la que el Señor
ganó a favor de nosotros. El juicio de Dios no será en términos
humanos. Primero, no hay nada que podríamos hacer para merecer
la gracia de Dios. Segundo, Jesús ya pagó por nuestras culpas,
nuestros pecados, nuestra falta de fe: «Estoy crucificado con Cristo,
y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y esta vida que ahora
tengo la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se
entregó por mí». (Gal 2:20).
El juicio de Dios no se basará sobre nuestro conocimiento o
nuestras ignorancias; no se basará sobre lo que hemos hecho o lo
que no hayamos podido hacer, sino más bien sobre la sencilla fe en
él. Si de veras queremos conocer la persona de Jesucristo,
escuchemos sus palabras, cuando dijo: «Si no se vuelven a Dios,
arrepentidos de sus pecados y con sencillez de niños, no podrán
entrar en el reino de los cielos». (Mt 18:3). En una oración de Jesús
a su Padre, vemos su corazón: «Te alabo Padre, Señor del cielo y
de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios e
inteligentes, y se las diste a conocer a los niños». (Mt 11:25).
Y aquí encontramos el propósito de Cristo. No era solamente
redimir a la humanidad, sino de revelar al Padre. «El Padre me ha
confiado todas las cosas. Sólo el Padre conoce al Hijo y sólo el Hijo
conoce al Padre, y también aquellos a quienes el Hijo se lo revela».
(Mt 11:27). Conocer al Hijo es conocer al Padre.
«Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta. Juzgo por lo
que oigo, y mi juicio es correcto, porque está de acuerdo con la
voluntad del que me envió y no de acuerdo con mi propia
voluntad». (Jn 5:30).
Aunque el judaísmo tiene una visión clara de Dios como «Padre»,
fue el hecho de que Jesús se proclamara uno con Él lo que ofendió
a los judíos religiosos en el tiempo en que el Señor vivió y ministró
como ser humano. Pero Jesús no vino solo para ser adorado, sino
para apuntar el camino al Padre. Sus palabras claras a sus
discípulos resuenan hasta hoy: «Yo soy el camino, la verdad y la
vida. Nadie puede llegar al Padre si no es por mí». (Jn 14:6).
A nosotros hoy, al igual que a los «seguidores del camino» hace
más de dos mil años, nos corresponde también ser luz, como lo fue
Jesucristo, con el fin de todos puedan alabar al Padre.
«¡Así dejen ustedes brillar su luz ante toda la gente! ¡Que las
buenas obras que ustedes realicen brillen de tal manera que la
gente adore al Padre celestial!». (Mt 5:16).

¿Qué significa que Jesús es la verdad?

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO


TEOLÓGICO?
Dios ha decidido revelarse en Jesús de Nazaret. Este
acontecimiento histórico ha sido fundamental. Sin Él no podemos
conocer al Padre, y en la siguiente lección hablaremos de Él.
Sin Jesús, comprender a Dios es imposible. Él es la demostración
de que a Dios le importamos, porque el cristianismo no es la historia
del esfuerzo humano por llegar a Dios, sino del esfuerzo divino por
llegar al ser humano, para rescatarlo, redimirlo y salvarlo, por amor.
Jesús es la respuesta de Dios a nuestra realidad y nuestra
necesidad. Su divinidad y humanidad le hacen perfecto para
interceder entre Dios y los seres humanos.

(SIN JESÚS COMPRENDER A DIOS ES IMPOSIBLE)


Todo el cristianismo gira alrededor de Cristo. Sobre esa roca se
edifica la iglesia, es decir, nosotros. La piedra que fue despreciada,
ahora es la que lo sostiene todo. Jesús puede ser una piedra de
tropiezo para aquellos que no ven en Él al Hijo de Dios, pero si
confiamos en Él, es nuestra roca, el cimiento sobre el que
construimos nuestra vida.
Lo que decidamos acerca de Jesús, decidirá quiénes seremos
para siempre.
Por eso el Credo es tan enfático en este aspecto. Nuestra fe está
determinada, sobre todo, por este suceso, de esta persona, de
nuestro conocimiento profundo de Él, y de nuestro seguimiento de
su camino.
Toda la Escritura apunta a Él, también la creación. Todo fue hecho
por Él y para Él. Es, sin duda, el tema más importante de todos: el
«logos» de Dios.
Un gran teólogo europeo dijo: Dios es Dios, pero es Dios para el
mundo. El mundo es mundo, pero es amado por Dios. El mundo se
encuentra con Dios en su Palabra: Jesucristo. «Dicho en otras
palabras: en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo con él, no
tomándole en cuenta sus pecados, y encargándonos a nosotros
este mensaje de la reconciliación». (2 Cor 5.19).

EL ESCÉPTICO
Lee el siguiente extracto de los escritos de C.S. Lewis, y coméntalo
con el grupo. ¿Existe alguna otra opción? ¿Cuál crees que es
posible? ¿Por qué?
Estamos tratando aquí de evitar que alguien diga la mayor de
las tonterías que a menudo se han dicho en cuanto a El: «Estoy
dispuesto a aceptar a Jesús como un gran maestro de moral,
pero no acepto su afirmación de que era Dios». Esto es algo
que no deberíamos decir. El hombre que sin ser más que
hombre haya dicho la clase de cosas que Jesús dijo, no es un
gran moralista. Bien es un lunático que está al mismo nivel del
que dice que es un huevo frito o un demonio del infierno.
Puedes hacer tu elección. O bien este hombre era, y es el Hijo
de Dios; o era un loco o algo peor. Escarnécele como a un
insensato, escúpelo y mátalo como a un demonio; o cae a sus
pies y proclámalo como Señor y Dios. Pero no asumamos la
tonta actitud condescendiente de decir que fue un gran maestro
de la humanidad. Él no nos proporciona campo para tal
suposición. No fue eso lo que El intentó.
Nos enfrentamos, entonces, a una alternativa aterradora. A mí
me parece obvio que no fue ni un lunático ni un chiflado; en
consecuencia, por extraño o terrible que el asunto nos parezca,
hemos de aceptar que Él era y es Dios. . .».
«Mero cristianismo», C.S. Lewis.
¿Cómo sabemos que Jesús existió realmente? ¿No pudo
haber sido un mito? ¿Qué datos históricos tenemos de su
existencia, qué hizo y quién fue?
Al margen de los datos históricos demostrados de los evangelios y
las epístolas del Nuevo Testamento (documentos escritos muy cerca
en el tiempo de los hechos que cuentan, desde el punto de vista de
los historiadores, entre treinta y cuarenta años), la existencia de
Jesús de Nazaret como personaje histórico está ampliamente
demostrada por otros documentos de escritores no cristianos como
Flavio Josefo, Plinio, Suetonio y Tácito. E incluso de sus propios
enemigos, como los comentarios que parecen de Jesús en el
Talmud. Si dudamos de su historicidad deberíamos dudar también
de la existencia de Julio César, Platón, Aristóteles…
Contrariamente a lo que popularmente se piensa, la comunidad
académica casi en su totalidad no duda de su existencia. La
pregunta es la siguiente: ¿qué significa para nosotros la vida de
Jesús, y por qué hizo lo que hizo? Y, por último, la incógnita que lo
cambia todo: ¿por qué la tumba de Jesús quedó vacía?
¿Por qué Jesús es el único camino a Dios? ¿No es eso
pretencioso?
En este mundo relativista, afirmar que Jesús es la verdad, el
camino y la vida puede sonar arrogante, es algo que va contra la
cultura. Estamos acostumbrados a expresiones como: «tu ten tu
verdad, yo tengo la mía», pero usando meramente la lógica, la
verdad es por definición excluyente de afirmaciones contrarias a
ella. Y dos verdades contradictorias, no pueden ser ciertas a la vez.
Tampoco una afirmación puede ser cierta y falsa simultáneamente.
Existe una verdad objetiva por encima de nuestras «verdades
subjetivas», si no, todo es opinión y estamos condenados a jamás
conocer la verdad, y no saber qué está bien, o qué está mal, qué es
cierto y qué es falso. La pregunta es, cuál es la «verdadera verdad».
En ese sentido, afirmamos, como en el Credo, que Jesús es la
verdad, el Hijo de Dios. Debemos abordar la cuestión de si es cierto
o es falso, si encaja con las evidencias, con la realidad de cómo es
el mundo, de cómo somos nosotros y de lo que ocurrió en el siglo I.
Las consecuencias de las respuestas que encontremos a esas
preguntas podrían cambiar nuestras vidas.

RESUMEN
El Credo sobre todo habla de Jesús.
El Antiguo Testamento apunta hacia Jesús. El Nuevo
Testamento da testimonio de Él.
Solo a través de Jesús podemos «ver» y «conocer» a Dios.
No tenemos una fe meramente intelectual, no es solo un
cúmulo de información, es un encuentro real con Jesús.
Jesús es cien por ciento humano y cien por ciento divino.
Jesús es Dios, no un semidiós, es eterno, el Hijo de Dios.
Lo que decidamos acerca de Jesús, determina nuestra
identidad.
La razón de su venida fue el amor de Dios por la
humanidad (Jn 3.16).
Jesús es un personaje histórico, no un mito o una simple
creencia. En el centro de nuestra fe, no hay dogmas ni
leyes, sino la vida, la muerte y la resurrección de una
persona: Jesús, el Cristo.

DIÁLOGOS
¿Cómo es Dios? «Dios es como Jesús». ¿Qué quiere decir esta
frase? ¿Qué piensas de ella?
¿Qué piensan tus amigos de Jesús? ¿Por qué lo piensan?
¿Cómo podemos ayudarles a conocerle como quien realmente
es?
¿Qué cosas prácticas podemos hacer para conocer más y
mejor a Jesús?
¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de esta lección?

PROFUNDIZA EN TU CREDO
- Pagán, Samuel. Jesús de Nazaret. Editorial CLIE. Viladecavalls,
España. 2012.
- Delás, Eduardo. Dios es Jesús de Nazaret. DSM Ediciones.
Valls, España. 2007.
- Yancey, Philip. El Jesús que nunca conocí. Editorial Vida.
Miami, Florida. 1996.
- Lewis C. S. Mero Cristianismo. Ediciones RIALP. Madrid,
España. 2005.
- Wright, N. T. Sencillamente Jesús. Editorial PPC. Madrid,
España. 2014.
2. DIOS PADRE
«Creemos en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del
cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible…»

INTRODUCCIÓN
La idea de Dios como Padre es revolucionaria. Siempre que Jesús
hablaba con Dios se refería a Él como Abba, papá. Fue una de las
razones por la que lo crucificaron.
Cuando nos enseñó a orar, en Lucas 11, nos dijo que nos
refiriésemos a Él como Padre. Un padre bueno, misericordioso, sí,
está en los cielos, pero es nuestro Padre.
Que Dios sea nuestro padre tiene implicaciones muy profundas en
nuestra vida: nos da sentido, identidad, propósito.
Jesús vino a mostrarnos al Padre. Eso es lo que Él siempre ha
sido, es la metáfora más perfecta para hablar de Él, y tumba
nuestros preconceptos acerca de un Dios alejado de la humanidad o
distorsionado por nuestras malas experiencias.
En la parábola más conocida de Jesús, la del hijo pródigo en
Lucas 15 se nos revela el carácter del Padre. Contrariamente a lo
que la gente imagina de Dios, que es un justiciero, o una fuerza
impersonal, etc., Jesús nos enseña que Dios es, sobre todo, Padre.
Él es digno de confianza, es decir, de fe. Por eso el Credo comienza
con «creemos en un solo Dios, Padre…».
Experimentar a Dios como Padre puede cambiarlo todo. Por eso,
después de haber profundizado en la persona de Jesús, debemos
seguir con quien vino a mostrarnos.

¿Qué impedimentos tiene la gente para considerar a Dios como un


Padre?

(LA IDEA DE DIOS COMO PADRE


ES REVOLUCIONARIA)
LECCIÓN TEOLÓGICA
El Credo comienza con la simple palabra «creemos». Creer en Dios
no parecería ser cosa difícil, ya que en toda la historia y en toda
cultura ha habido dioses y creencias en seres supremos. Sin
embargo, en muchas universidades de la actualidad el no creer en
Dios suele ser la corriente más popular. La influencia de algunas
ciencias, tales como la sicología y sociología, y también la
antropología, desde el siglo IX en Europa y luego en Norteamérica,
ha invadido los centros de educación superior. La teoría de Darwin,
presentada en El origen de las especies, cambió para siempre la
base de las creencias judeo-cristianas, que Dios es el creador de
todo que existe en nuestro mundo. Con el tiempo, algunas
instituciones de educación superior, que habían comenzado como
seminarios o centros para la formación de pastores, cambiaron por
completo su razón de ser, hasta el punto de no permitir estudios
bíblicos en sus recintos.
Dominus illuminatio mea. «El Señor es mi luz». Lema de la
Universidad de Oxford, primera universidad inglesa del mundo.
Creer en algo es confiar y tener prueba de que el objeto, la idea o
el individuo en que se cree es verdadero y confiable. Entre sus
sinónimos se podrían incluir los siguientes: admitir, aceptar, afirmar,
pretender, sostener, mantener, imaginar, suponer, considerar,
pensar, entender, opinar, profesar, seguir. La universidad es fruto de
la cosmovisión cristiana en Europa.
La Real Academia de la Lengua Española, presenta definiciones
que reflejan perfectamente lo que se podría significar por la palabra
«creemos» en el Credo de los Apóstoles:

1. Tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin


que esté comprobado o demostrado.
2. Tener a alguien por veraz.
3. Pensar u opinar algo verdadero.
4. Tener algo por verosímil o probable.
5. Atribuir mentalmente a alguien o algo una determinada
característica, situación o estado.
6. Tener creencias religiosas.
7. Tener por cierto que alguien o algo existe verdaderamente.
8. Tener confianza en alguien o algo.

La pregunta aquí sería cómo se llega a creer. ¿Se necesita pasar


por una serie de experiencias personales o experimentos en un
laboratorio para comprobar que algo es cierto? ¿Llegar a creer es
un proceso, o puede ser instantáneo? ¿Confiar es algo natural, o
algo que se tiene que aprender?
Algo cierto es que cada hombre y mujer es único, con su propia
personalidad. Hay personas que creen en todo y en todos, hasta
que se les muestre lo opuesto; y existen las que no creen en nada y
en nadie, hasta que se les muestre que es verdad y confiable.
También hay que tomar en cuenta la cultura (y también las
subculturas) específica de la que proviene cada persona. Un niño o
niña que nace de padres evangélicos, muy probablemente crecería
con una fe cristiana, por lo menos en doctrina. Lo mismo
acontecería con niños que nacen en una familia judía, musulmana o
budista, o aun atea.
Hay personas que quisieran creer en Dios, pero por sus
experiencias en la vida se les hace difícil. Hay otros que
simplemente prefieren no creer, porque les es más fácil. Y están los
que creen en Dios, pero prefieren mantener sus propias definiciones
de quién es Él.

¿Cómo te definirías tú? ¿Cómo es tu forma de creer?


Los israelitas del Antiguo Testamento creyeron en su Dios, pero
cuando las cosas no iban bien, se olvidaban o buscaban otros
dioses, «por si acaso». El mismo rey y salmista David expresaba
sus dudas, y el famoso Job tuvo que determinar si creía o no en
Dios. Al llegar al tiempo en que Jesús vino al mundo, la creencia en
Dios se había formado, formulado y formalizado en una serie de
reglamentos y ritos determinado por los Fariseos y los Saduceos.
Afortunadamente, había personas como Juan el Bautista que no
permitieron que las «reglas» humanas ofuscaran la luz de Cristo.
En la Biblia encontramos varios ejemplos de personas que revelan
sus maneras de creer. Nicodemo quería creer, pero tenía miedo de
lo que otros pensarían, así que vino a Jesús de noche (Jn 3). El
padre que le pidió a Jesús sanar a su hijo dijo: «Creo», pero
después confesó sus dificultades, al pedir ayuda para «no dudar»
(Mr 9:24). Tomás, uno de los doce discípulos, dijo a sus compañeros
que no creería, a menos que pudiera ver y tocar a Jesús (Jn 20:25).
Los dos discípulos en el camino a Emaús estaban tan preocupados
con sus propios sentimientos que no pudieron reconocer al mismo
Señor cuando se les apareció en el camino. Uno de los ejemplos
más tristes fue el del rey Agripa, al decir: «…Casi me convences a
hacerme cristiano». (Hch 26:28). Los jefes de los sacerdotes y los
maestros de la Ley no pudieron creer en Jesús, lo que los
publicanos y las prostitutas sí pudieron hacer (Mt 21:32).
La naturaleza humana no ha cambiado en dos mil años, y hoy día
existe toda clase de maneras de creer o no creer. La apuesta del
matemático, físico, inventor, escritor y teólogo Blas Pascal, es un
argumento creado para tener una discusión sobre la creencia en la
existencia de Dios. El argumento plantea que, aunque no se conoce
de modo seguro si Dios existe, lo racional es apostar que sí existe.
Aun cuando la probabilidad de la existencia de Dios fuera
extremadamente pequeña, tal pequeñez sería compensada por la
gran ganancia que se obtendría, o sea, la vida eterna con Dios. El
argumento plantea cuatro escenarios:

Uno puede creer en Dios; si existe, entonces irás al cielo.


Uno puede creer en Dios; si no existe, entonces no ganarás
nada.
Uno puede no creer en Dios; si no existe, entonces
tampoco ganarás nada.
Uno puede no creer en Dios; si existe, entonces no irás al
cielo

Puedes usar esta apuesta para abrir una conversación acerca del
tema en el grupo, preguntar qué les parece, cuál es su opinión al
respecto.
Si hay una sola palabra que describe al seguidor de Jesucristo,
que adora al Dios verdadero y ministra en el poder del Espíritu
Santo, es la palabra «creyente». Puede haber católicos, ortodoxos,
evangélicos, bautistas, pentecostales, u cualquier otro sinnúmero de
clasificaciones entre los cristianos. Pero la palabra que define al
verdadero seguidor de Dios, es «creyente». En la Biblia hay más de
quinientas cincuenta referencias a la palabra «creer» y sus
variantes, y más de cuatrocientas cincuenta referencias a la palabra
«fe».
Pero después de haber establecido lo importante y necesario de
creer, es necesario no solo determinar en qué creer, sino en quién
creer. El pastor y autor Leonard Sweet, escribe: «Pablo no dijo ‘yo
sé en qué creo’, sino ‘sé en quién he creído’». (2 Tim 1:12). Juan,
quien en su Evangelio presenta unas ochenta y ocho referencias
directas o indirectas a creer, escribe en su primera carta «Les
anunciamos a ustedes la Palabra de vida que desde el principio ya
existía. ¡Nosotros mismos la oímos, la vimos con nuestros propios
ojos y la palpamos con nuestras manos!». (1Juan 1:1).

(LA PALABRA QUE DEFINE AL VERDADERO


SEGUIDOR DE DIOS, ES «CREYENTE»)
No es creer en algo, es creer en alguien
Esto no significa que no sea importante creer «acerca de» quien
hemos creído. Creemos cosas porque confiamos en otros que nos
han enseñado. Creemos porque leemos en la Biblia, en la cual
también confiamos. Sin embargo, el médico Lucas, al comenzar su
evangelio, afirma las siguientes palabras: «Muchos han escrito
historias de las cosas que se han cumplido entre nosotros». (Lucas
1:1). La versión de la Biblia Reina-Valera emplea la frase «que entre
nosotros han sido ciertísimas».
Lucas sabía lo que creía porque se le había enseñado. De igual
manera, muchos jóvenes criados en las iglesias pueden repetir
versículos de memoria y contar la mayoría de las historias de la
Biblia. Pero al igual que con Lucas, es necesario realizar una
investigación propia de todo lo que se nos ha sido enseñado para
que uno pueda creer con convicción propia, y no porque es la
creencia de otro.

¿Qué diferencia hay entre tener una convicción propia y vivir de una
fe prestada? ¿Crees que es un peligro en la vida cristiana actual?
¿Por qué?
El apóstol Pablo escribe que el amor «… todo lo cree…» (1 Co
13:7 NVI). Esto es muy cierto en el sentido que una relación con
Dios se basa sobre todo en un amor por Él. En el mismo capítulo,
Pablo explica que nuestra relación con Dios no se basa en el
conocimiento, en nuestras obras «espirituales». La «perfección» se
alcanzará cuando dejamos de hablar como niños, y pensar como
niños. Sin embargo, la fe que se requiere para llegar a ese punto es
la fe de un niño.
Un solo Padre, todopoderoso
Una de las primeras instrucciones de Jesús, registrado en lo que
conocemos como el Sermón del Monte, fue sobre el Padre. Allí
enseñó el modelo de oración que se dirige hacia «nuestro Padre
celestial». Pero en este mismo «sermón», Jesús les da una
instrucción algo difícil: «Ustedes deben ser perfectos, como su
Padre que está en los cielos es perfecto». (Mt 5:48).
Pareciera ser una «misión imposible», ¿no? ¿Cómo es posible ser
un ser humano perfecto como el Padre celestial? La solución a esta
incongruencia podría ser entendiendo el significado de la palabra
perfecto en el lenguaje griego. Primero, la raíz etimológica de la
palabra es teleios, y se ha traducido en la Biblia en diferentes
lugares con las palabras maduro y completo. Significa un propósito
que se ha logrado como el cumplimento de un proceso.
Si hubiera sido posible alcanzar la perfección mediante el
sacerdocio levítico (pues bajo éste se le dio la Ley al pueblo), ¿qué
necesidad había de que más adelante surgiera otro sacerdote,
según el orden de Melquisedec y no según el de Aarón? (Heb 7:11)
«Y sobre todo, vístanse de amor, que es lo que permite vivir en
perfecta armonía». (Col 3:14).
En Lucas 8:14, Jesús enseña sobre la semilla que cae entre los
espinos… y no madura. La palabra en el griego aquí es
telesphorousin, de la misma raíz de teleios.
En Colosenses 1:28, Pablo escribe: «Por eso, adondequiera que
vamos hablamos de Cristo, y amonestamos y enseñamos a todos
con toda sabiduría. Queremos que cada ser humano sea perfecto
como Cristo». Algunas traducciones (la NVI en inglés, por ejemplo)
traducen perfectos por «plenamente maduros»).
En Colosenses 4:12 teleioi, que es traducido en la RVR60 por
«perfectos», en la NVI se traduce por «firmes». Es decir, la palabra
representa un concepto más que una simple palabra que en el
español tenga un solo significado. Allí está la riqueza del idioma en
que fue escrito nuestro Nuevo Testamento.
Lamentablemente, en la historia de la iglesia encontramos
individuos y grupos, como los «gnósticos» de los primeros siglos y el
avivamiento por los cátaros entre los siglos XII y XIV, que
consideraban que la perfección consistía en lograr una serie de
niveles y por la cual llegaban a formar parte de una elite por su
conocimiento.

¿Cómo explicarías con tus palabras qué es ser perfecto «como su


Padre que está en los cielos es perfecto»?

Puedes usar el texto paralelo de este versículo que aparece en


Lucas 6:36: «Ustedes sean compasivos, así como su Padre es
compasivo».
CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA
Todo maestro entiende que la enseñanza va de lo conocido a lo
desconocido. La creación de Dios es algo manifiesto que nadie
puede discutir, aunque se pueda discutir sus orígenes.
En Romanos 8, Pablo escribe sobre nuestra relación con Dios
como sus hijos (vv.14-17), e inmediatamente presenta una transición
para comentar sobre nuestra relación con la creación (vv.19-23):
«… pues la creación aguarda con ansiedad el día en que se
manifieste que somos hijos de Dios. Ya que la creación misma
fue sometida a frustración. Eso no sucedió por su propia
voluntad, sino que sucedió por la voluntad de Dios que así lo
dispuso. Pero lo hizo con la confianza de que la creación será
liberada de la corrupción a la que está sujeta. Así compartirá la
gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Sabemos que toda la creación gime como si fuera a dar a luz. Y
no sólo gime ella, sino que también nosotros, que tenemos los
primeros frutos del Espíritu, gemimos en nuestro interior
mientras esperamos ansiosamente el día de nuestra adopción,
es decir, el día cuando nuestros cuerpos sean liberados».
En los primeros capítulos de Génesis encontramos la historia de la
obra creativa de Dios. Al completar su obra cada día, Dios vio y
consideró que era bueno.
DE TODO LO VISIBLE Y LO INVISIBLE
Jesús dijo: «Pero la hora se acerca, y ya está aquí, cuando los que
verdaderamente adoran al Padre lo harán guiados por el Espíritu y
en forma verdadera, porque el Padre así quiere que sean los que lo
adoren. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo guiados
por el Espíritu y en forma verdadera». (Jn 4:23-24).
Para los judíos que vivieron en el tiempo de Jesús en la tierra, la
adoración tenía mucho que ver con el lugar. Se podría decir que hoy
en día ocurre lo mismo entre los cristianos. Algunos, por ejemplo,
piensan que cantar himnos no es adoración; otros piensan que
escuchar músicos en un culto, es nada más que un concierto. En
realidad, la adoración no está basada ni en el lugar ni en la música.
Más bien, estos solo son factores que incentivan y facilitan la
verdadera adoración.
Si el lugar y el estilo de música es lo visible, lo invisible le
corresponde a cada individuo para adorar «guiado por el espíritu y
en forma verdadera». Se ha dicho que el carácter, o sea la
integridad de una persona se revela cuando nadie está mirando.
Debemos ser sal para el mundo y debemos permitir que nuestra
luz alumbre, pero al escribir el pasaje que encontramos en 1
Corintios 13, el apóstol Pablo enfatiza que no es tanto lo que
hacemos o no hacemos: si no lo hacemos con amor, de nada vale.
Sin embargo, cuando llegue el teleion, el «perfecto», es que
podremos ver claramente lo que por ahora es invisible, o por lo
menos es como «una figura en un espejo defectuoso».

(LA ADORACIÓN NO ESTÁ BASADA NI EN EL


LUGAR NI EN LA MÚSICA)
La obra de Dios en nuestra vida no es solamente en lo visible. Él
no solamente nos habla y enseña a través de la misma naturaleza.
No tenemos excusa si rechazamos a Dios, porque Él se manifestó.
En su carta a los Romanos, que en cierta forma es un documento
«legal», Pablo escribe:
«Pero Dios muestra desde el cielo su ira contra la injusticia y la
maldad de la gente que, por su injusticia, impide que la verdad
se manifieste. Lo que se puede conocer de Dios, ellos lo
conocen, pues Dios mismo se los ha revelado. Desde que el
mundo fue creado, la humanidad ha contemplado toda la
creación que le muestra el eterno poder de Dios y el hecho de
que él es verdaderamente Dios. Así, lo invisible de Dios se deja
ver por medio de la creación visible, por lo que nadie podrá
excusarse diciendo que no sabía si Dios existía o no. Sin
embargo, aunque lo sabían muy bien, no quisieron ni adorar a
Dios ni darle gracias. Al contrario, se pusieron a concebir ideas
estúpidas y, en consecuencia, sus necios entendimientos se
oscurecieron.
Al creerse sabios, se volvieron aún más necios. Luego,
representaron la gloria del Dios inmortal con imágenes de
pájaros, de animales que andan en cuatro patas, de reptiles y
de simples humanos mortales. Por eso Dios los dejó caer en
toda clase de suciedades y los dejó hacer lo que les viniera en
gana. Así, deshonraron sus propios cuerpos unos con otros.
Esto fue por cambiar la verdad de Dios y deliberadamente creer
en la mentira; por adorar a las criaturas y no a Dios que las
creó, el cual es bendito por todos los siglos».
(Rom 1:18-55).
En los primeros versículos del capítulo 2, Pablo explica que
seremos juzgados por nuestras obras (vv.1-11). Con frecuencia,
acusamos a otros de lo que nosotros también somos culpables.
Aunque en otros lugares de la Biblia se nos dice que no es por
nuestras buenas obras que somos justificados, sí nuestras malas
obras nos pueden condenar.
También seremos juzgados por la Ley, aun no conociendo la Ley
(vv. 12-16). Como bien dicen los policías de tránsito, la ignorancia
de la ley no es excusa.
Por último, seremos juzgados por la «circuncisión que es del
corazón» (2:28-29). A esto se refiere el Credo de los Apóstoles
cuando habla de Dios como el Dios de lo visible y de lo invisible…
Lo más importante es siempre recordar que si Dios es nuestro
Padre, la implicación es que somos sus hijos. Tenemos entonces,
que vivir como hijos.
En la luz.
Pidiendo con confianza.

¿Qué implicaciones en nuestro día a día debe tener la verdad de que


somos hijos de Dios?
¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO
TEOLÓGICO?
Jesús vino a mostrarnos al Padre. Por lo tanto, si confiamos en Él,
en su obra y su mensaje, somos hijos de Dios. Que Dios sea Padre,
es algo contraintuitivo para nuestra mente que no comprende el
amor incondicional de Dios. El amor de un Padre nos ayuda a
entender el carácter de Dios, que acoge, cuida, corrige, ama,
perdona, consuela, guía, acompaña y hace madurar como un Padre.
En demasiadas ocasiones la gente tiene una imagen distorsionada
de Dios. Jesús vino a enseñarnos quién era Dios realmente y por
qué podemos confiar en Él. Dios es, sobre todo, Padre. Por eso el
Credo empieza mostrando la realidad de quién es Dios. Porque
finalmente no es tanto una cuestión de creer lo correcto, sino de
confiar en la persona correcta. El cristianismo es restaurar una
relación que estaba rota. Es una historia de reconciliación con
nuestro Padre, de la que todo aquel que «cree» puede formar parte.
«Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son
hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los
esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les
permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!» El Espíritu mismo le asegura a
nuestro espíritu que somos hijos de Dios». (Rom 8.14-16 NVI).

(EL CRISTIANISMO ES UNA HISTORIA DE


RECONCILIACIÓN CON NUESTRO PADRE)
EL ESCÉPTICO
¿No se puede considerar la idea de «Dios Padre» como un
antropomorfismo? Sigmund Freud habla del superyó, de esa imagen
de un ente que vigila… ¿No es esta idea de Dios una proyección de
nuestra mente, una necesidad psicológica?
No necesariamente. Podemos incluso darle la vuelta al argumento.
El hecho de anhelar un Padre como el que Jesús nos presentó, es
señal de que hemos sido creados para ese tipo de relación.
Además, las necesidades psicológicas han sido siempre esas, pero
hasta que Jesús nos habló claramente de Dios como Abba, Padre,
no existía esa fe, esa confianza en la divinidad como Padre, en
ningún lugar del mundo. Este argumento freudiano ha sido superado
hace tiempo. Como dice C. S. Lewis, Dios no puede ser producto de
mi imaginación, porque, para nada, Él es lo que yo pude imaginar de
Él.

No solamente se usan argumentos racionales para negar la


paternidad de Dios. Muchas veces, la relación con nuestros padres
condiciona más de lo pensamos nuestro carácter, nuestra vida y
creencias. Si hemos tenido malas experiencias con qué es ser un
padre, será más difícil asimilar este concepto acerca de Dios. Puedes
comentar este aspecto con el grupo si lo consideras oportuno. El
escepticismo no nace solamente de argumentos intelectuales.

RESUMEN

Creer es confiar.
Cada persona parte de su realidad para creer; algunos
tienen más inclinación a creer y para otros es una decisión,
o un proceso. ¿En qué punto se encuentra la gente?
Si tuviésemos que definir en una sola palabra a un seguidor
de Jesús, a un adorador del Dios Verdadero, sería:
creyente.
Es importante saber en qué creemos, pero es más
importante saber en quién creemos.
Si tenemos a Dios como Padre, debemos intentar ser como
Él, perfectos, es decir, maduros, misericordiosos…
Aunque es un Padre cercano no debemos olvidar que es
Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

DIÁLOGOS
¿Qué implicaciones prácticas tiene que Dios sea nuestro
Padre?
¿Si Dios es un buen Padre, ¿qué características debe tener?
¿Por qué nos cuesta confiar en Dios como Padre?
¿Cómo podemos presentar a Dios como Padre en el contexto
universitario?
¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de esta lección?

PROFUNDIZA EN TU CREDO
- Jeremias, Joachim. Abba. El mensaje central del nuevo
testamento. Ediciones Sígueme. Salamanca, España. 2005.
- Manning, Brennan «El evangelio de los andrajosos». Editorial
Casa Creación. Lake Mary, Florida. 2015.
- Manning, Brennan. El abrazo de abba. Editorial Peniel. Buenos
Aires, Argentina. 2015.
- Montero, Danilo «El abrazo del Padre». Editorial Casa
Creación. Lake Mary, Florida. 2001.
- Keller, Timothy. El Dios pródigo. Editorial Vida, Miami, Florida.
3. ESPÍRITU SANTO. LA TRINIDAD
«… por obra del Espíritu Santo …
Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del
Padre; que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y
gloria, que habló por los profetas…»

INTRODUCCIÓN
Algunos definen el Espíritu Santo como la persona más escurridiza
de la Trinidad.
La Trinidad, Dios en tres personas, ha sido un misterio que, como
tal, cuando intentamos responder completamente y de manera
sistemática, siempre nos quedamos cortos o erramos. Padre, Hijo y
Espíritu Santo se dan gloria unos a otros, como una danza de
armonía perfecta. El Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, Dios en
nosotros, será el tema de esta lección. Él es la relación más
profunda que jamás tendremos. Su interacción con nosotros es
como la que tenemos con el oxígeno, con el pneuma, está en
nosotros, nos energiza, nos inspira, sin Él no hay vida…
Profundizaremos en la persona del Espíritu Santo y el misterio de
la Trinidad, y así conoceremos más profundamente a un Dios que,
desde la eternidad, revela su naturaleza de amor.

(LA RELACIÓN CON EL ESPÍRITU SANTO


SERÁ LA RELACIÓN MÁS PROFUNDA
QUE JAMÁS TENDREMOS.)
LECCIÓN TEOLÓGICA
La primera mención del Espíritu de Dios, es en el segundo versículo
de la Biblia (Gn 1:2), «el Espíritu de Dios se movía sobre las
aguas». Tal vez no hay mejor manera de describir cómo actúa el
Espíritu Santo que con la palabra «movimiento».
A través de la historia muchas iglesias se han referido a sí mismas
como un movimiento, y no necesariamente una denominación. Pero
en este capítulo no se pretende comentar sobre las manifestaciones
y dones del Espíritu, sino sobre su posición como la tercera persona
de la Trinidad. Aun así, la palabra «movimiento» describe muy bien
quién es.

¿Cómo definirías al Espíritu Santo?


La palabra en el hebreo que se emplea en Génesis 1:2 y luego en
Génesis 6:17 para referirse al Espíritu es ruach, o soplo de vida. En
Génesis 8:1, ruach es la palabra que describe el «viento» que Dios
envió para que las aguas retrocedieran. Esta palabra se encuentra
casi cuatrocientas veces en el Antiguo Testamento.
El verbo hebreo que se emplea para «soplar» en Génesis 2.7, es
neshamah, palabra paralela a ruach: «Entonces Dios el SEÑOR
formó el cuerpo del hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz
el aliento de vida. Fue así como el hombre se convirtió en un ser
vivo». Aquí vemos que Dios da vida al ser humano a través de su
ruah, Espíritu. Pero esa vida no es solamente la vida humana, sino
también la vida espiritual.
SEÑOR Y DADOR DE VIDA
En su conversación de noche con Nicodemo, Jesús habla acerca de
la necesidad de «nacer de nuevo». En su respuesta a la pregunta
del líder judío, Jesús responde:
«Te aseguro que el que no nace de agua y del Espíritu, no
puede entrar en el reino de Dios. Los que nacen de padres
humanos, son humanos; los que nacen del Espíritu, son
espíritu. No te sorprendas de que te dije que tienes que nacer
de nuevo. El viento sopla por donde quiere y oyes el ruido que
produce, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Eso
mismo pasa con todos los que nacen del Espíritu». (Jn 3:5-8).
El hecho de que Dios obra a través del Espíritu Santo, nos
indicaría que son separados, y así se identifican por separado en la
Biblia. Sin embargo, volviendo a Génesis 1:2, la frase completa «el
Espíritu de Dios» en hebreo, es ruach elohim, y elohim se refiera a
Dios en su forma plural, que en hebrero se conoce como «plural de
majestad». Por eso, Génesis 1:26 dice: «Hagamos a los seres
humanos a nuestra imagen, a nuestra semejanza». [Énfasis del
autor].
En la Biblia encontramos muchos ejemplos en los que podemos
ver al Espíritu Santo junto al Padre y el Hijo. En el bautismo de
Jesús (Mt 3:13-17), se escuchó la voz y se vio el Espíritu descender
en forma de paloma. Con relación a nuestra salvación (1 Pe 1:2),
vemos la «Dios el Padre los eligió de acuerdo con su propósito y por
medio del Espíritu los ha santificado, para que obedezcan a
Jesucristo y sean salvados por su sangre».
En su bendición a los Corintios (2 Cor 13:14), Pablo dice: «Que la
gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del
Espíritu Santo estén con todos ustedes». Por lo general, si no se
dice lo contrario, Dios puede referirse al Padre, especialmente
cuando se menciona Jesucristo y el Espíritu Santo en el mismo
contexto. Pablo también ora pidiendo que los cristianos en la ciudad
de Éfeso, puedan «ser fortalecidos con poder en el hombre interior
por su Espíritu», y que «habite Cristo por la fe en vuestros
corazones»; pero que también sean «llenos de toda la plenitud de
Dios». (Efesios 3:16-17,19 RVR60).
En su enseñanza acerca de la Segunda Venida del Señor, Pablo
les recuerda que su salvación es «… mediante la acción del Espíritu
Santo que los hace santos y la fe que han depositado en la
verdad. Con tal objetivo, por nuestro medio les comunicó las buenas
nuevas, para que participen de la gloria de nuestro Señor
Jesucristo». (2 Tesalonicenses 2:13b-14).
Otros pasajes de la Biblia dan testimonio de la obra de las tres
personas de la Trinidad, ya sea que se presenten por separado o en
el mismo contexto. Por cierto, la carta de Pablo a los Efesios
menciona el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo a través de todos sus
capítulos, y en especial en los primeros cuatro.
Pero no hay mayor evidencia de las tres personas en una sola que
en las mismas palabras del Señor en Mateo 28:18-19, cuando les da
sus últimas instrucciones a los discípulos y seguidores: «He recibido
toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por lo tanto, vayan y hagan
discípulos en todas las naciones. Bautícenlos en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».

(LA VIDA QUE DIOS DA NO ES SOLAMENTE LA


HUMANA, SINO TAMBIÉN LA VIDA ESPIRITUAL.)

Dios es un Dios en comunidad. ¿Qué piensas de esta frase?

QUE PROCEDE DEL PADRE


Ya vimos en el bautismo de Jesús que el Padre envió al Espíritu
Santo no solo para confirmar el ministerio de Jesucristo, sino
también para enfatizar quién era Jesús, el Hijo amado de Dios.
Luego, vemos que el ministerio de Jesús en la tierra tenía su
tiempo predeterminado, aunque la hora y el día lo sabía solo el
Padre. Sin embargo, también estaba predeterminado que cuando el
Hijo volviera a la diestra del Padre, el mismo Padre enviaría el
Espíritu Santo: «Y yo le pediré a Dios el Padre que les envíe al
Espíritu Santo, para que siempre los ayude y siempre esté con
ustedes. Él les enseñará lo que es la verdad». (Jn 14:16-17a TLA).
Después de su resurrección, Jesús dijo: «Pronto enviaré lo que
prometió mi Padre. Pero ustedes quédense en Jerusalén hasta que
los llene con poder de lo alto». (Lucas 24:49). ¿Habría alguna
contradicción aquí? ¿Es el Padre o el hijo que enviaría el Espíritu
Santo? Definitivamente no hay contradicción porque el Padre y el
Hijo son uno: «El que me ha visto a mí, también ha visto al Padre».
(Jn 14:9).
Jesús es Emmanuel, Dios con nosotros, ¡y el Espíritu Santo es
Dios en nosotros!
Que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria
En su ministerio en la tierra, Jesús dejó claro el propósito de sus
seguidores, que es glorificar al Padre. «¡Así dejen ustedes brillar su
luz ante toda la gente! ¡Que las buenas obras que ustedes realicen
brillen de tal manera que la gente adore al Padre celestial!». (Mt
5:16). Jesús también glorificó al Padre, cumpliendo el propósito por
la cual vino al mundo. En Juan 12:27-28, leemos acerca de Jesús
enfrentando su futura muerte, cuando dice: «En este momento estoy
lleno de angustia, ¿y por eso voy a decir: ‘Padre, sálvame de este
sufrimiento’? ¡Si para eso he venido! ¡Padre, glorifica tu nombre!».
Pero en el mismo contexto, Jesús dice: «Ha llegado la hora de que
el Hijo del hombre sea glorificado» (Jn 12:23).
La adoración es central tanto en la religión judía como la cristiana.
Cuando Jesús entró a Jerusalén sentado en un asno, el pueblo lo
recibió con adoración, lo que finalmente llevó a los líderes judíos a
decir, «Ya basta con este hombre», y comenzar con sus
acusaciones falsas. ¿Cómo podría la gente adorar a un hombre?
El Credo dice que el Padre y el Hijo reciben no solamente una
misma adoración, sino también una misma gloria. Decimos la frase
«gloria a Dios», pero en realidad, ¿qué significa? Es más fácil
entender la adoración, porque está incorporada en los cultos, o
servicios de la iglesia, principalmente por medio de nuestra música.
Es una ofrenda de nuestro interior en amor a Dios, por quien Él es y
lo que Él hace.
¡Dios nunca ha estado solo, pues manifiesta su amor desde la
eternidad!
Por otra parte, la palabra «gloria», aunque la empleamos en
nuestros cultos, en nuestras oraciones, puede aparecer más como
un «mantra», a veces exhortando a que se repita tres veces, como
si hubiese algo intrínsecamente «mágico» en eso. Más bien, la
gloria de Dios es algo que es manifiesto, algo que vemos, algo que
siempre existió. Jesús dijo, «Y ahora, Padre, glorifícame en tu
presencia con la misma gloria que tenía cuando estaba contigo,
antes que el mundo existiera». (Jn 17:5). Otra vez vemos una
aparente contradicción. ¿Cómo puede ser glorificado con la misma
gloria que tenía?
En Juan 17, donde Jesús presenta su «oración sacerdotal», le
pide al Padre que los ayude «para que sean uno, así como nosotros
somos uno». (v22 RVR60). Entonces, pide al Padre que «sean
santificados en la verdad». (v19 RVR60). Esto es recibir la gloria del
Padre. El propósito del Padre era enviar a su Hijo al mundo, y de la
misma manera, Jesús ahora enviaba los suyos al mundo.
En la última cena de Jesús con sus discípulos, un evento a la cual
Juan dedica cinco capítulos en su Evangelio, después de que Judas
tomó el pan y salió, Jesús dijo las palabras: «Ahora el Hijo del
hombre es glorificado, y por ello también a Dios lo glorifican. Si a
Dios lo glorifican cuando glorifican al Hijo, también Dios hará que
glorifiquen al Hijo. Y Dios hará esto muy pronto». (Jn 13:31-32). Uno
podría preguntar, ¿cómo podría ser el Señor glorificado por la
traición de uno de sus discípulos más cercanos?
Una manera de pensarlo sería, si Dios tenía un propósito para
Jesús al venir a la tierra, en ese momento Judas estaba, sin saberlo,
tomando parte en el cumplimiento de ese propósito. Si el deseo de
Jesús era enviar a sus seguidores al mundo, de la misma manera
en que el Padre lo envió al mundo, entonces somos «santificados en
la verdad», y glorificamos tanto a Jesús como al Padre al cumplir
sus propósitos en nosotros.
El autor de la Epístola a los hebreos aclara que, por nuestros
propios esfuerzos, es decir, por la Ley, no podemos llegar a ser
perfectos (Heb 10:1). Por medio del sacrificio de Jesús en la cruz, su
muerte, y luego su resurrección, es decir la gracia, su obra fue
«completa», con relación a nuestra salvación (Heb 10). Sin
embargo, Pablo escribe en Colosenses 1:24 NVI lo siguiente: «…
voy completando en mí mismo lo que falta de las aflicciones de
Cristo, en favor de su cuerpo, que es la iglesia». Si la obra de Cristo
fue perfecta, completa, ¿de qué manera podemos nosotros agregar
algo a lo que Él ya hizo, una vez para siempre?
Pablo lo explica en los siguientes versículos:
«Después de todo, sirvo a la iglesia por comisión divina, que me
fue dada para bien de ustedes y con el propósito de revelar el
plan divino en todas partes. A través de los siglos y a lo largo de
muchas generaciones, ese plan se había mantenido en secreto,
pero por fin el Señor ha querido revelarlo a los suyos. A ellos,
Dios les dio a conocer la riqueza y la gloria de su plan que, por
cierto, beneficia a los gentiles. Y éste es el misterio: Cristo está
entre ustedes y es su esperanza de gloria.
Por eso, adondequiera que vamos hablamos de Cristo, y
amonestamos y enseñamos a todos con toda sabiduría.
Queremos que cada ser humano sea perfecto como Cristo. Esa
es mi tarea y lucho para realizarla con toda la fuerza y el poder
que Cristo me da». (Col 1:25-29).
Lo único que falta es cumplir el propósito de ir a nuestro mundo y
proclamar, aconsejar y enseñar a todos los seres humanos. Así,
igual que el traidor Judas, glorificamos al Padre y al Hijo cuando
somos parte del cumplimiento de sus propósitos.
¿Por qué Dios elige usar hombres y mujeres para cumplir sus
propósitos? Claro está que el Todopoderoso puede hacer cualquier
cosa sin nosotros, pero ese no fue su plan desde el principio. El
hombre y la mujer, creados a «su imagen», es la forma a través de
la cual Dios obra en este mundo.
De igual manera que Jesús dijo que no dejaría solos a sus
discípulos, sino que enviaría el Espíritu Santo para guiarles,
enseñarles y cuidarles, también prometió que el Espíritu Santo les
daría poder para cumplir con la tarea de ir por todo el mundo para
enseñar y hacer discípulos.
Los primeros capítulos de Hechos relatan estos acontecimientos y
los resultados están en el resto del libro. Hubo señales para
comprobar la presencia del Espíritu Santo, hubo milagros, se
manifestó el poder para predicar. Pero, sobre todo, se reveló un
espíritu de amor y unidad entre los hermanos y las hermanas. La
mayor prueba, dijo Jesús, de que el mundo reconociera quiénes
eran sus discípulos, sería por su unidad.
«No ruego sólo por estos, sino también por los que van a creer
en mí por medio del mensaje de ellos. Te ruego que todos estén
unidos. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que
ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú
me has enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que
estén unidos, así como nosotros estamos unidos, yo unido a
ellos y tú unido a mí. Permite que ellos lleguen a la perfección
en la unidad, así el mundo reconocerá que tú me enviaste, y
que los amas a ellos tal como me amas a mí». (Jn 17:20-23).
QUE HABLÓ POR LOS PROFETAS
En su mensaje a la multitud el día de Pentecostés, Pedro explica
que lo que están viendo, la venida del Espíritu Santo sobre los
seguidores de Cristo, «es lo que el profeta Joel predijo: ‘En los
postreros días, dijo Dios; derramaré mi Espíritu sobre toda la
humanidad…». (Hch 2:16-17). Así como los profetas hablaron de la
venida del Mesías, también profetizaron sobre la venida del Espíritu.
En el pasado Dios hablaba por medio de sus profetas, pero el
Espíritu Santo ahora ministra a su pueblo. El autor de Hebreos
comienza indicando que, con la venida de Cristo, la función de los
profetas en cierta manera cambió, ya que sus mensajes apuntaban
hacia el Mesías.

¿Qué crees que significa que el Espíritu Santo ministra a su pueblo?

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO


TEOLÓGICO?
Sin el Espíritu Santo, no podemos estar convencidos de pecado, de
justicia y de juicio. Él es santo, Él nos santifica, nos recuerda que
somos hijos e hijas de Dios, nos impulsa. Él es el Espíritu de la
misión. Sin Él la misión es imposible. Por eso es importante
conocerle y tener comunión con Él. Él nos hace santos, nos
humaniza, y saca lo mejor de nosotros.
Según 1 Juan 4:8 Dios es amor. La trinidad es un misterio que nos
recuerda que sí somos hechos a su imagen, la imagen de un Dios
eterno que nunca ha estado solo, que es comunidad, que no nos
necesita para suplir ninguna necesidad, pero que aun así nos ha
creado para poder formar parte de esa danza y alegría eterna que
se encuentra en el centro de quién es Dios: Padre, Hijo y Espíritu
Santo.

(SIN EL ESPÍRITU SANTO NO PODEMOS ESTAR


CONVENCIDOS DE PECADO)

EL ESCÉPTICO
¿Por qué es importante el concepto de la trinidad? ¿No es eso
politeísmo?
A lo largo de la historia de la iglesia el concepto de trinidad ha sido
conversado y dialogado. Como misterio, como paradoja, resolverlo
completamente, es equivocarse. Dios es Dios en tres personas. Es
un Ser con tres centros de conciencia. Para nosotros, seres con solo
un centro de conciencia, resulta extremadamente complejo
entenderlo, diría que casi imposible. Como si un animal quisiera
explicar los procesos sicológicos de los seres humanos.
Multiplica ese ejemplo por infinito, y esa es la distancia (más o
menos) que nos separa de la realidad «sicológica» de Dios. Pero
que sea tan complejo para nosotros, que solo podamos afirmarlo
como verdad, pero no explicarlo, no lo convierte en falso.
Simplemente demuestra que Dios es Dios, y que, si pudiésemos
explicarlo todo, dejaría de serlo.
Profundizando un poco más, que tengamos un Dios en tres
personas, no solo una unidad solitaria, o una dualidad eterna del
bien y el mal, sino tres personas que se aman (pues la esencia de
Dios es el amor) como realidad última de la existencia, cambia todo
acerca de definir ser humano y a qué está llamado.
¿El concepto de la trinidad no es una construcción tardía que
no aparece en la Biblia?
Explícitamente no aparece la palabra trinidad en las Escrituras,
pero como hemos visto en la lección, ya en Génesis 1 los creyentes
en Cristo ven las acciones de las distintas personas de la trinidad. Y
en el Nuevo Testamento queda evidente la figura de Dios Padre,
Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
La mayoría de las discusiones teológicas al respecto han sido
matices, algunos que se han conseguido resolver y otros que
quedan en el campo del misterio, por la dificultad de la materia. Pero
sin duda, desde los tiempos bíblicos, ya se tenía esta fe.

(LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO BAÑA TODA LA


ESCRITURA DESDE GÉNESIS 1)

RESUMEN
La acción del Espíritu Santo baña toda la Escritura desde
Génesis 1.
Dios es un Dios en comunidad. Es el Dios trino.
Habló a través de los profetas, era lo que les inspiraba.
La trinidad demuestra que Dios es amor, eternamente.
El Espíritu es el que impulsó la iglesia, la inauguró en
Hechos 2.
Sin el Espíritu Santo, la misión de la Iglesia es imposible.

Recuerda que puedes comentar esta sección antes de pasar a las


preguntas, preguntar qué piensan acerca de estos puntos o si tienen
algún comentario al respecto.

DIÁLOGOS
¿Por qué crees que es tan complejo definir al Espíritu Santo?
En Hechos capítulos 1 y 2 nos relata la venida del Espíritu
Santo que Jesús había prometido. ¿Para qué iba a venir el
Espíritu de Dios? ¿Cuáles son sus funciones?
Según las enseñanzas de Jesús en Juan, ¿quién es el Espíritu
Santo? ¿Qué vendrá a hacer?
¿Cómo podemos caminar en el Espíritu? ¿Qué significa tener
comunión con el Espíritu Santo?
¿Qué piensas acerca de la trinidad?
¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de esta lección?

PROFUNDIZA EN TU CREDO
- Chan, Francis. El Dios olvidado. Editorial Casa Creación. Lake
Mary, Florida. 2009.
- Yancey, Philip. Alcanzando al Dios invisible. Editorial Vida.
Miami, Florida. 2004.
4. IGLESIA: COMUNIDAD Y MISIÓN
«…En una Iglesia santa, universal y apostólica…»

INTRODUCCIÓN
El cristianismo se desarrolló dentro de una comunidad, la iglesia. La
fe en Jesús fue extendida por un grupo de personas. Desde el libro
de los Hechos de los Apóstoles hasta hoy, las comunidades eran las
iniciadoras de la proclamación del evangelio. La vida cristiana no se
comprende sin la vida de la iglesia. El amor a Dios y al prójimo son
inseparables. No creemos solamente de manera personal, también
lo hacemos de manera comunitaria.
Es cierto que la iglesia ha tenido épocas y lugares, luces y
sombras. Como dicen algunos teólogos, la iglesia ha cometido todos
los pecados que existen. ¡Y quizá tengan razón! Aun así, es «la
novia de Cristo», el pueblo de Dios, real sacerdocio, entre otras
frases descriptivas.
Su importancia en la historia ha sido vital. Gracias a ese
movimiento, y cuando ha sido fiel al mensaje de Jesús, la iglesia ha
sido sal y luz del mundo, ha sido la causante de muchos avances,
motor de los derechos humanos, del amor como valor moral central,
de la defensa de los necesitados, el desarrollo de las ciencias, y la
creación de las universidades, los hospitales… La idea de
comunidad de Jesús, sigue siendo la tierra fértil donde el ser
humano puede realizarse plenamente.

LECCIÓN TEOLÓGICA
En cualquier rama de estudio en las universidades, una discusión
sobre temas específicos comienza típicamente con una clara
definición de los términos que se emplearían. Esto también se aplica
a este capítulo sobre la «iglesia».

¿Qué le viene a la gente a la mente cuando escucha la palabra


iglesia?
La palabra iglesia en español proviene del griego ekklesia, la cual es
formada, a su vez, por dos expresiones: ek (que significa «fuera
de») y klesis (que es «llamar», o alude a un llamado). Literalmente,
iglesia significa «llamado, o fuera de».
Según el Diccionario Vine, entre los griegos la palabra se
empleaba para referirse a un grupo de ciudadanos que se reunían
para discutir temas de estado. Un ejemplo de eso ocurrió en Éfeso,
cuando Pablo y sus compañeros Gayo y Aristarco, fueron
arrestados. Para calmar la turba, el secretario del consejo municipal
les dice: «Ciudadanos de Éfeso… Si tienen alguna otra demanda,
que se resuelva en legítima asamblea [ekklesia].» (Hch 19:35,39
NVI). Otro ejemplo se presenta en Mateo 18:17, con el llamado a
una asamblea para resolver un conflicto entre hermanos.

(¡IGLESIA SIGNIFICA LLAMADOS AFUERA, NO


LLAMADOS ADENTRO!)
En la versión NVI del Nuevo Testamento, la palabra iglesia
aparece ciento catorce veces. Aunque se encuentra solamente dos
veces en los Evangelios (específicamente en el Evangelio de
Mateo), iglesia aparece por lo menos una vez en dieciocho de los
otros veintitrés libros del Nuevo Testamento, con la mayoría de las
menciones en Hechos, 1 Corintios, Efesios y Apocalipsis.
La primera referencia, en Mateo 16:18, establece la base de lo que
Cristo quiso dejar en la tierra, su propósito por venir: «Tú eres
Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y los poderes del
infierno no prevalecerán contra ella». La palabra Pedro en griego es
petros, que significa piedra, pero Cristo no estaba diciendo que la
iglesia sería edificada sobre la persona o el ministerio de Pedro.
Más bien, el fundamento de la iglesia se encontraba en la confesión
de Pedro: «Tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo del Dios viviente».
(Mt 16:16). Cristo sería la «piedra angular» (Mt 21:42, Hch 4:11, Ef
2:20, 1 Pe 2:7).

(¡LO MEJOR QUE TIENE LA IGLESIA ES JESÚS, SU


CENTRO, SU BASE, SU ROCA!)
La primera mención de la iglesia como tal es en el libro de Hechos,
como lo relata Lucas en su mensaje a su estimado amigo Teófilo.
Tradicionalmente se ha considerado que el «comienzo de la iglesia»
fue el día de Pentecostés, y en las palabras de Lucas, encontramos
algunas de las bases que condujeron a la formación de la iglesia.
¿SE PUEDE VIVIR UNA VIDA CRISTIANA SIN IGLESIA?
Lucas comienza con una referencia a su Evangelio donde él resume
todo lo que Jesús hizo y enseñó. Así, el fundamento básico para la
iglesia fue la presencia de Jesús en el mundo y sus enseñanzas.
Además, las evidencias convincentes de su resurrección era la
prueba de una fe viva en su poder y en la realidad de majestad
como Dios mismo. Pero faltaba algo más, lo que Jesús les había
prometido, el Espíritu Santo. Él tendría que ir, pero no los dejaría
solo; enviaría el Espíritu Santo para estar con ellos. El anticipo de
esto ocurrió en Juan 20:22, cuando Jesús sopló sobre sus
discípulos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo».
A pesar de haber estado con el Mesías durante tres años, sus
discípulos aún no entendían por completo sus propósitos, como fue
mostrado por Tomás y las dos personas en el camino a Emaús. El
concepto del Reino pasaría a ser el «gobierno» de la iglesia. Antes
de ascender su Señor al cielo, ellos preguntaron: «Señor, ¿vas
ahora a restaurar el reino de Israel?». (Hch 1:6). No entendían, pero
el Reino del cual Jesús había enseñado sería su iglesia.
Hasta ese momento los seguidores de Jesús no tenían el concepto
de iglesia como lo conocemos hoy. Solo se mencionan como «los
que estaban reunidos con él». Sin embargo, tenían una noción de la
responsabilidad de seguir lo que Jesús había comenzado, y su
primera acción fue seleccionar a Matías para tomar el lugar de
Judas como uno de «los doce» porque sabían que tenían que ser
doce como símbolo del nuevo pueblo de Dios.
Lo que no podían haber sabido los discípulos era lo que estaba
por venir: el prometido «bautismo» en el Espíritu Santo; además,
sabían ciertas cosas acerca del Espíritu de Dios. Sabían del
nacimiento sobrenatural de Jesús por la intervención del Espíritu
Santo. También debían saber que el Espíritu Santo dirige, como lo
hizo cuando Jesús fue llevado el desierto para ser tentado. Jesús
les había dicho que el Espíritu Santo estaría con ellos, a su lado
siempre; que nunca estarían solos. Sabían que el Espíritu Santo les
podía enseñar. Habían escuchado hablar de lo que Juan el Bautista
había dicho: «Cuando veas al Espíritu descender y posarse sobre
alguien, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo». (Jn 1:33b).

(¡SIN EL ESPÍRITU SANTO LA MISIÓN DE LA


IGLESIA NO SOLO ES DIFÍCIL, ES IMPOSIBLE!)
Aun así, ¿cómo pudieron haber interpretado las últimas palabras
de Jesús en Lucas 24:49: «Pronto enviaré lo que prometió mi Padre.
Pero ustedes quédense en Jerusalén hasta que los llene con poder
de lo alto». Y en Hechos 1:8: «… cuando el Espíritu Santo
descienda sobre ustedes recibirán poder para ser mis testigos no
sólo en Jerusalén, sino también en toda Judea, en Samaria y hasta
lo último de la tierra». Tuvo que haber sido muy difícil.
Sin embargo, en una acción de simple obediencia, después de que
Jesús ascendió al cielo desde el monte de los Olivos, los que
estaban reunidos regresaron a Jerusalén. Allí, los discípulos se
reunieron en la casa donde estaban alojados. Junto con las mujeres,
los hermanos de Jesús y su madre María, este grupo de creyentes,
en un mismo espíritu, se dedicaron a la oración y a esperar lo
prometido.
Esta unidad sin duda cumplía el gran deseo de Jesús en su
oración al Padre, que fueran uno, como Él y el Padre eran uno. La
promesa del Espíritu Santo les iba a dar poder para testificar acerca
de Jesucristo, pero era en la unidad que se perfeccionarían de tal
manera que el mundo iba a reconocer que el Padre había enviado al
Hijo: «Yo les he mostrado quién eres, y lo seguiré haciendo, para
que el amor que me tienes esté en ellos, y yo mismo esté en ellos».
(Jn 17:26). La suprema enseñanza de Jesús para sus seguidores
era que produjeran fruto como muestra de ser discípulos y, sobre
todo, que «se amen los unos a otros». (Jn 15:8,17).
Ahora en Jerusalén, sin la presencia física de su Señor Jesucristo,
¿qué podían hacer? Esperar. En Hechos 2:1-4, Lucas describe lo
acontecido:
«Cuando llegó el día de Pentecostés, los creyentes estaban
juntos reunidos. Escucharon de pronto un estruendo semejante
al de un vendaval, que venía del cielo y que hacía retumbar la
casa en que estaban congregados. Acto seguido aparecieron
lengüetas de fuego que se les fueron posando a cada uno en la
cabeza. Entonces cada uno de los presentes quedó lleno del
Espíritu Santo y empezó a hablar en idiomas que no conocía,
pero que el Espíritu Santo le permitía hablar».
Sí, el día de Pentecostés llegó cincuenta días, o siete semanas (es
decir, siete sábados), después de la resurrección de Jesús. Esto es
significativo, porque en la Biblia cincuenta representa
numéricamente algo que se ha completado. Para los judíos, por
ejemplo, el Año de Jubileo era cincuenta, cuando toda deuda se
perdonaba. Otra circunstancia ocurría cuando un hombre le pagaba
cincuenta piezas de plata a su futuro suegro para recibir su hija
como esposa (Dt 22:29). Podemos ver que David pagó cincuenta
piezas de plata, el «precio justo», por la parcela donde construiría su
altar (2 S 24:24). Las últimas palabras de Jesús en la cruz fueron
«… todo está cumplido» (Jn 19:20), en cuanto a su obra. Ahora solo
faltaba cumplir la obra del Espíritu Santo.
Ese día los seguidores de Jesús estaban en un mismo sentir y
reunidos en el mismo lugar, cuando fueron llenos del Espíritu Santo.
En respuesta a los que habían observado lo acontecido sin poder
entender, Pedro, el tímido que había negado a Jesús tres veces, se
pone de pie junto con los once, y predica con valentía, exhortando
con las mismas palabras de los profetas y «muchas otras razones».
Cuando los oyentes le preguntaron qué debían hacer, el mensaje se
reducía sencillamente a dos cosas: «Arrepiéntanse … y bautícense
en el nombre de Jesucristo, para que Dios les perdone sus
pecados». (Hechos 2:38). Y, como consecuencia, tres mil personas
de distintos lugares del mundo recibieron «el don del Espíritu
Santo», y fueron agregados a la primera iglesia. Lucas describe
cómo fue esa primera ekklesia:
«Los que creyeron sus palabras, unos tres mil en total, se
bautizaron y se unieron a los demás creyentes que se
congregaban regularmente para escuchar las enseñanzas de
los apóstoles, tener comunión unos con otros, compartir el pan y
orar. Un profundo temor reverencial vino sobre toda la gente y
los apóstoles seguían realizando milagros y señales. Los
creyentes permanecían constantemente unidos y compartían
entre sí todas las cosas; vendían sus propiedades y repartían el
dinero entre los que estaban necesitados. Todos los días se
reunían en el templo y en los hogares, compartían los alimentos
con regocijo y sencillez de corazón y alababan a Dios. Todo el
mundo simpatizaba con ellos y todos los días el Señor añadía a
la comunidad a los que habían de ser salvos». (Hch 2:41-47).

Según este texto, ¿qué características debe tener la iglesia?

LA IGLESIA, UN CUERPO
Una manera gráfica para describir la iglesia a los primeros
creyentes, fue por medio de la imagen del «cuerpo de Cristo», tal
como lo describe Pablo en Romanos 12:4-5: «Así como nuestro
cuerpo tiene muchas partes, y cada una desempeña una tarea
diferente, así sucede en la iglesia. Somos muchos miembros, pero
formamos un solo cuerpo, y entre nosotros hay una dependencia
mutua». Podemos ver esto también en 1 Corintios 12:13, donde
leemos: «Hemos sido bautizados en el cuerpo de Cristo por un solo
Espíritu, y todos hemos recibido el mismo Espíritu. Algunos somos
judíos, otros son gentiles; algunos son esclavos y otros son libres.
Pero todos formamos un solo cuerpo».
Obviamente, la vida cristiana es una relación individual con Cristo,
y Él obra en cada uno para cumplir su propósito. Pero la iglesia es
más que un grupo de individuos que se reúnen para adorar a Dios,
recibir enseñanza, y ministrar los unos a otros. La enseñanza sobre
la Cena del Señor (1 Cor 11 NVI) aclara que muchos, cuando se
reúnen, «menosprecian a la iglesia de Dios» (v22), «sin discernir el
cuerpo» (v29). Aquí vemos un interesante juego de palabras, por así
decir, porque la Cena del Señor se relaciona con la entrega del
cuerpo de Cristo, pero los hermanos no se estaban tomando en
consideración a otros que formaban el «cuerpo», o la iglesia.
No solo tenemos una relación personal con Dios, también tenemos
una relación comunitaria con Dios y con los demás.
La imagen de la iglesia como un cuerpo es importante, ya que en
la Biblia no se refiere a ningún individuo con el título de «santo».
Pablo en Romanos 1:7 se dirige a los «que han sido llamados a ser
santos» (Rom 1:7 NVI), y también como los «llamados a ser un
pueblo santo» (1 Cor 1:2). Siempre que el apóstol se dirige a los
creyentes, los reconoce como «los santos», en la forma plural. Por
ejemplo, su saludo en 2 Corintios 1:1, es lo siguiente: «Pablo,
apóstol de Jesucristo porque Dios así lo quiso, y nuestro hermano
Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto y a todos los
santos que están en toda la región de Acaya».
Cuando Pablo escribe a los Filipenses, él dice: «No quiere decir
que yo ya lo haya conseguido todo, ni que ya sea perfecto». (3:12).
Luego en el mismo capítulo (3:15 RVR60), dice: «Así que, todos los
que somos perfectos». En la primera referencia, como individuo,
Pablo no es «perfecto» todavía, pero en la segunda él se coloca en
el contexto del cuerpo de Cristo, es decir, los hermanos y hermanas
en Cristo, y así se entiende el sentido de «los santos».

(ADEMÁS DE NUESTRA RELACIÓN PERSONAL


CON DIOS, TAMBIÉN TENEMOS UNA RELACIÓN
COMUNITARIA CON ÉL Y CON LOS DEMÁS)
LA IGLESIA, UNA ESPOSA SANTA
El Credo describe la iglesia como santa, universal y apostólica.
Obviamente, es santa por lo que Cristo hizo, pero también involucra
el proceso. A los creyentes en Corinto Pablo les escribió que habían
sido «llamados a ser un pueblo santo» (1 Cor 1:2). Tal vez no hay
mayor ejemplo de esto que la enseñanza de Pablo en Efesios 5: 25-
26, donde escribió que la iglesia es como una esposa: «Los
esposos, por su parte, deben mostrar a sus esposas el mismo amor
que Cristo mostró a su iglesia. Cristo se entregó a sí mismo por
ella para hacerla santa y la purificó lavándola con agua por medio de
la Palabra». (Ef 5.25-26).
En la comunión de los santos es que nos «perfeccionamos». Vivir
en la luz es vivir en comunión con otros creyentes en Jesucristo. No
somos santos porque al igual que los «padres del desierto» nos
alejamos del mundo. No somos santos porque evitamos toda clase
de pecado o seguimos todas las reglas de la iglesia. Somos santos
cuando vivimos en comunión los unos con los otros. Tal vez no hay
mejor descripción de la iglesia que lo que Juan escribe en su
primera carta (1 Jn 1:5-7):
«Este es el mensaje que Dios nos ha dado para ustedes: Dios
es luz y en él no hay tinieblas. Por lo tanto, si afirmamos que
somos amigos suyos y seguimos viviendo en las tinieblas,
mentimos y no estamos poniendo en práctica la verdad. Pero si,
al igual que Cristo, vivimos en la luz, entre nosotros habrá
compañerismo, y la sangre de Jesucristo el Hijo de Dios nos
limpiará de todo pecado».
LA IGLESIA, UN EDIFICIO
Pablo no solo describe la iglesia por la metáfora de un cuerpo, sino
también como un edificio. La iglesia ofrece luz a través de los
miembros, no solamente al mundo, sino también a todos los que
están en la casa (Mt 5:15-16). Reconocemos que en el primer siglo
la palabra iglesia no se refería a un edificio, o templo, ni a cualquier
lugar donde se reunían los seguidores de Cristo. Cuando Pablo
escribe a los Corintios, compara la iglesia con un edificio en proceso
de construcción: «No somos más que colaboradores de Dios.
Ustedes son el huerto de Dios, son el edificio de Dios». (1 Cor 3:9).
Y a los Efesios él escribe: «Unidos a Cristo formamos parte del bien
armado edificio, que va construyéndose hasta que sea el templo
santo del Señor». (Ef 2:21).
Al entender la iglesia como un edificio en el proceso de
construcción, podemos escuchar la voz profética del rey David
hablando de la «piedra angular» que sería rechazada (Sal 118:22).
Cuando Pedro es llevado junto con Juan ante un consejo compuesto
por los gobernantes, los ancianos, los maestros de la Ley, además
del sumo sacerdote (y otros miembros de su familia), él responde
con qué poder, o en nombre de quién habían sanado al mendigo
lisiado; lleno del Espíritu Santo, Pedro respondió con las mismas
palabras de David: «Jesucristo es la piedra que desecharon ustedes
los constructores, y que ha llegado a ser la piedra angular». (Hch
4:11 NVI).
En su primera epístola, el apóstol Pedro reafirma esta enseñanza.
El Señor le había dicho a Pedro «sobre esta roca edificaré mi
iglesia», y esa roca era la afirmación de que Jesús es el Cristo.
Años después, Pedro explica que los creyentes son «piedras vivas
con las que se está edificando una casa espiritual». (1 Pe 2:5). Y
esta casa ahora es para todos los creyentes, tanto judíos como
gentiles:
«Pero ustedes son una familia escogida, son sacerdotes reales
y son una nación santa. Son un pueblo que Dios compró para
que anuncien sus obras extraordinarias; él fue quien los llamó
de las tinieblas a su luz maravillosa. 10Ustedes antes ni siquiera
eran pueblo, pero ahora son el pueblo de Dios; antes no habían
tenido compasión de ustedes, pero ahora ya les tienen
compasión». (1 Pe 2:9-10).

¿Qué otras metáforas se pueden usar para describir la iglesia?

LA IGLESIA APOSTÓLICA
Ahora, la tarea de construcción fue delegada a los apóstoles, los
ancianos, los presbíteros, los diáconos (Ef 4:11,16). A ellos les
correspondía la tarea de «edificar el cuerpo de Cristo» (la iglesia)
hasta llegar a «la unidad de la fe… a una humanidad perfecta que
se conforme a la plena estatura de Cristo… por su acción todo el
cuerpo crece y se edifica en amor.» (Ef 4:13 NVI).
En su carta a los Efesios, Pablo menciona siete veces acerca del
«misterio» de Cristo: «Esto es un misterio profundo; yo me refiero a
Cristo y a la iglesia». (Ef 5.32 NVI). En el capítulo 3, versículo 5 y 6,
él explica cómo ese misterio, que en otros tiempos no se había dado
a conocer, ahora había sido revelado por el Espíritu a «sus santos
apóstoles y profetas». Ese misterio revelado es nada menos que
desde ese momento los gentiles: «junto con Israel, beneficiarios de
la misma herencia, miembros de un mismo cuerpo y participantes
igualmente de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio»
(NVI).
LA IGLESIA UNIVERSAL
La universalidad del evangelio queda bien clara en Gálatas 3:28:
«Ya no importa si eres judío o griego, esclavo o libre, hombre o
mujer. Todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús». Jesucristo
murió por todos, y no quiere que nadie se pierda. Esto es reafirmado
por Pablo en Efesios 2:14: «Porque Cristo es nuestra paz; él logró
hacer de nosotros los judíos y de ustedes los que no son judíos un
solo pueblo, derribando la pared de enemistad que nos separaba».
Estas son las primeras veces que se declara de manera explícita
la igualdad de todos los seres humanos. Son los primeros textos de
la literatura universal donde aparece este concepto de igualdad
entre hombres y mujeres, clases sociales y diferentes etnias.
La redención de la humanidad caída era siempre el plan de Dios, y
la tarea de Pablo como apóstol era llevar ese evangelio, esas
buenas nuevas a las naciones, cumpliendo así con la gran comisión
dada por Jesús, y en el poder que recibieron en el día de
Pentecostés.
«Esto es así para que todos los poderes y autoridades en los
cielos conozcan ahora la sabiduría de Dios, que se deja ver de
tantas formas, al observar la iglesia. Es lo que Dios, desde la
eternidad, había planeado hacer por medio de Cristo Jesús,
nuestro Señor. Ahora podemos acercarnos con libertad y
confianza a Dios, cuando lo hacemos por medio de Cristo y
confiando en él». (Ef 3:10-12).
La iglesia hoy representa el cuerpo de Cristo en la tierra. Podemos
ver los problemas que pueda haber en ella, pero es una obra en
proceso de perfeccionamiento hasta la Segunda Venida del Señor.
Algo que no se puede olvidar jamás es que no importa qué
ministerio, qué llamado, o cuántos dones o talentos hay en la iglesia,
Dios no comparte su gloria con nadie. La gloria nunca es para los
que ministran, sino solamente y siempre para nuestro Señor:
«A él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús, por todos los
siglos venideros. Amén». (Ef 3:21).

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO


TEOLÓGICO?
En un mundo individualista la idea de comunidad en misión de
Jesús es más relevante que nunca. La espiritualidad no es solo para
mí, es para nosotros. Incluso en la oración de Jesús no es «Padre
mío» sino «Padre Nuestro». Hemos sido llamado a seguir a Jesús,
no solo de manera personal, sino también como iglesia. Como
iglesia universal, pero que en nuestro día a día se traduce en iglesia
local. El amor a Dios y al prójimo están íntimamente ligados en el
ejercicio de nuestra fe. Para ejercer nuestros dones, crecer, servir a
otros, compartir la Buena Noticia, etc. La iglesia no es el contexto
perfecto, pero sí el mejor. Por eso somos llamado a trabajar en la
iglesia, y desde la iglesia. Yo no soy ni la sal, ni la luz. Jesús dijo:
«ustedes son…» Es en la comunidad, sobre todo, donde podemos
cumplir con nuestra misión.
¿Qué lugar ocupa la iglesia en tu espiritualidad? «Si se aman unos
a otros, todos se darán cuenta que son mis discípulos». (Jn 13:35).

EL ESCÉPTICO
Hay personas que dicen: «Creo en Jesús, pero no necesito la
iglesia». Y la pregunta es: ¿se puede vivir una espiritualidad sin la
iglesia?
La vida de iglesia no es perfecta, pero es real. Jesús nos llama a
vivir en comunidad, desarrollar nuestros dones, los frutos del
Espíritu. Vivir una espiritualidad sin la iglesia es como vivir la
humanidad sin una comunidad. En solitario es muy difícil
desarrollarse como ser humano. Nos humanizamos socializando,
identificando un «tú», enseñándonos unos a otros a hablar. Como
un recién nacido, que si no tiene una comunidad referente no
aprenderá a hablar, ni los rudimentos básicos de lo que significa ser
humano, más allá de las necesidades físicas.
Así es con la iglesia, al nacer de nuevo y formar parte de este
movimiento, si no formamos parte de una iglesia viva donde crecer,
probablemente nos estemos perdiendo uno de los regalos más
maravillosos de ser hijos de Dios: vivir y convivir con nuestros
hermanos y hermanas.
La iglesia es una institución que ha hecho mucho daño
durante la historia, ¿por qué este concepto es importante para
el Credo?
Es cierto que la iglesia ha cometido muchos errores, y ha hecho
cosas condenables, como las cruzadas, el abuso de poder, la
corrupción, etc. Pero esto no ha ocurrido por ser fiel a Jesús, a lo
que realmente debe ser la iglesia, según la Escritura, y a lo que está
en su ADN. Todo lo contrario. Sus errores se han dado por alejarse
del mensaje de Jesús.
En cambio, cuando la iglesia ha sido fiel a su Señor, siempre ha
sido una bendición no solo para sus miembros sino para las
sociedades y culturas donde se establecían. Además, la iglesia va
más allá de las instituciones, o de papeles firmados. El punto central
es vivir una vida de iglesia comunitaria, en el día a día, no dejando
de congregarnos como algunos tienen por costumbre. Los
beneficios que obtienen son inmensos. Hasta hoy, y a pesar de
todos sus defectos, la iglesia lleva dos mil años siendo la sal de la
tierra y la luz del mundo.
Por eso, este concepto es importante para el Credo. Sin la iglesia,
el proyecto de Jesús no podría llevarse a cabo. En última instancia,
el Credo es el trabajo reflexivo de la iglesia universal, y sirve a ésta
para no olvidar su llamado, su identidad y su esperanza.

RESUMEN

La espiritualidad se desarrolla en comunidad.


Iglesia significa comunidad llamada afuera.
La iglesia representa el cuerpo de Cristo en la tierra, es
decir, le representamos. Por eso, muchas de las cosas que
la gente piense de Jesús será nuestra responsabilidad.
Hay varias metáforas que nos ayudan a entender qué es la
iglesia: un cuerpo (algo orgánico, vivo, no institucional
solamente), un edificio (algo sólido que se construye, que
permanece). Como dice Pedro, «piedras vivas».

DIÁLOGOS
¿Por qué crees que es importante la iglesia?
¿Qué te ha aportado la vida de iglesia en tu iglesia local?
¿Qué crees que podríamos mejorar para ser la iglesia con la
que Jesús sueña?
Escucha en Youtube la canción «Sal» de Alex Sampedro. ¿Qué
piensas acerca de nuestro llamado como iglesia? ¿A qué te
está llamando a ti?

PROFUNDIZA EN TU CREDO
- Sampedro, Alex. Artesano. Especialidades625. Dallas, Texas.
2017.
- Banks, Robert. La idea de comunidad de Pablo. Editorial CLIE.
Viladecavalls, España. 2011.
- Sampedro, Alex. Igleburger. Editorial Valentia. Valencia,
España. 2012.
- Burke, John. No se admiten personas perfectas. Editorial Vida.
Miami, Florida. 2006.
5. INSPIRACIÓN Y REVELACIÓN BÍBLICA
«…según las Escrituras …Y en el Espíritu Santo, …que habló
por los profetas».
INTRODUCCIÓN
La Biblia, las Sagradas Escrituras, desde que se formó el canon, ha
tenido la última palabra como norma de fe y conducta. Mucho se ha
peleado por ella. En la Biblia encontramos el testimonio de Dios
desde el principio de los tiempos, interactuando con el ser humano y
apuntando a su palabra y revelación definitiva: Jesucristo.
La Biblia ha sido objeto de estudio por parte de creyentes y no
creyentes. Aunque la puede leer una persona sencilla, hay sabios y
estudiosos que aún no entienden muchas de las cosas que en ella
se dicen. Y hoy en día sigue la investigación.
Su estudio es fascinante, y no solo como una colección de libros
de la historia de la creación y del pueblo de Israel, su arte, sus
normas, su sabiduría y su Ley, así como las narrativas de Jesús de
Nazaret, lo que otros vieron de Él, el principio de la iglesia, y lo que
finalmente ocurrirá en la historia. También es un libro que, centrado
en Jesús, nos acerca a Dios y cuenta, de una manera
extraordinaria, nuestra propia historia. A través de ella podemos
relacionarnos con el Dios eterno, y como Jesús, encarnar al Verbo
(Jn 1:14), es decir, su palabra, y vivirla día a día, hacerla realidad en
nuestra vida y la de los demás. Por eso veremos la importancia y
trascendencia de las Sagradas Escrituras y por qué forman parte del
Credo.

LECCIÓN TEOLÓGICA
Todas las grandes religiones tienen sus libros sagrados. Entre las
cinco más grandes encontramos: el hinduismo (con los libros Vedas,
textos épicos, y los Upanishads), el judaísmo (con el Torá, el
Talmud, los Profetas y los Escritos), el cristianismo (con la Biblia), el
islam (con el Corán), y el budismo (con el canon Pali y sus «tres
cestos de sabiduría»).
Por causa de estos libros sagrados ha habido persecución, no
solamente para individuos sino también para culturas enteras y
regiones. El hecho de que estos libros se consideran sagrados, es
muy evidente en el islam, según el cual destruir un libro del Corán
puede ser castigado hasta con la pena de muerte. Por otra parte,
muchos cristianos a través de los siglos han sido perseguidos y
expuestos a la muerte por el simple hecho de tener una Biblia en su
poder.
En contraste con los libros de las otras religiones, la Biblia es única
porque es la revelación de Dios al ser humano, no es el ser humano
en busca de Dios. La inspiración es lo que permite que las personas
puedan entender las revelaciones divinas. Este proceso de
responder a la revelación, hablar sobre ella y pasarla a siguientes
generaciones como tradición, y luego incorporarlo en un sistema
doctrinal, es lo que produjo eventualmente la Biblia en la forma en
que la tenemos hoy.

(LA BIBLIA ES LA REVELACIÓN DE DIOS


AL SER HUMANO, NO ES EL SER HUMANO
EN BUSCA DE DIOS)
EL CREDO Y LA BIBLIA
El Credo de los Apóstoles primero apareció con ese nombre en el
año 390 d.C. en un Sínodo en Milán, pero en su forma más antigua
data desde del año 140 d.C. El contenido de la Biblia se desarrolló
históricamente de forma paralela con el Credo durante los primeros
cuatro siglos. El canon de la Biblia fue aceptado finalmente al final
del cuarto siglo en el Concilio de Cartago bajo el liderazgo de
Agustín.
Se podría concluir que el contenido del Credo era en síntesis la
enseñanza de los discípulos de Jesucristo, y otros escritos que no
reflejaban esas creencias se considerarían falsos. No fue una
decisión ligera cuáles libros incluir.
EL CANON BÍBLICO
El conjunto que conforma el Antiguo Testamento actual consiste de
treinta y nueve libros, que fue establecido en los Concilios de
Jamnia en los años 90 y 118 d.C. Hubo varios intentos de formar el
Nuevo Testamento, pero la lista de veintisiete libros fue presentada
primero por Atanasio en el año 367 d.C. Finalmente, el Nuevo
Testamento ortodoxo se estableció en el año 397 d.C.
La división de la Biblia en capítulos y versículos no era parte de las
primeras Biblias. En el siglo IV se empezó a dividir el Nuevo
Testamento en secciones temáticas, pero que no corresponden a los
capítulos de hoy. En el siglo IX se encontraron capítulos con títulos
en el manuscrito Tours. El primero en dividir capítulos en versículos
fue el italiano Santi Pagnini (1470-1541), pero sus divisiones fueron
largas y no muy bien aceptadas. Robert Estienne creó un sistema
alternativo que se empleó en el Nuevo Testamento en griego (1551),
y luego en francés (1553). Estas versiones tenían los números en
los márgenes, y finalmente en 1555 se publicó una versión Vulgata
con todos los versículos incorporados en el texto. Esa es la que se
emplea en las versiones modernas.

¿Qué piensas acerca de estas realidades de la formación del canon?


¿Qué te sorprende?

LA UNIDAD DE LA BIBLIA
La Biblia es en un cierto sentido un solo libro, pero compuesto de
sesenta y seis libros únicos. El Nuevo Testamento con sus
veintisiete libros, es en realidad una continuidad del Tanakh, las
Escrituras de los judíos, o sea, los treinta y nueve libros del Antiguo
Testamento para los cristianos.
En un aspecto singular, los libros en los dos testamentos de
nuestra Biblia cristiana fueron escritos por unos cuarenta diferentes
escritores durante un período de unos mil quinientos años. La
unidad del mensaje es un reflejo de la revelación de Dios a la
humanidad. Ahora bien, las personas que escribieron la Biblia no
eran infalibles, eran seres humanos, muchos de ellos con grandes
fracasos registrados en su vida. Moisés fue un asesino. David fue un
adúltero y asesino. Pedro fue un traidor. Pablo había sido un gran
perseguidor de los discípulos de Cristo.

¿A qué conclusiones llegamos sabiendo que algunos autores de la


Biblia eran así?

La idea es que Dios utilizó gente como nosotros.

LA REVELACIÓN DE DIOS EN LA BIBLIA


Cuando las personas atacan la existencia de Dios, presentan
argumentos como el siguiente: «Si Dios es amor, ¿por qué permite
tanta injusticia y sufrimiento?». Otro argumento muy común es: «Si
Dios es omnisciente, sabiendo que las personas iban a pecar, ¿por
qué las creó con libre albedrío?». Uno bastante ridículo, pero
también común, es: «Si Dios es todopoderoso, ¿podría crear una
piedra que no podría levantar?».
Pareciera absurdo, ¿no? En realidad, toda pregunta que se hace
para refutar la existencia de Dios nace en lo absurdo. Por miles de
años, cada generación vuelve con las mismas preguntas, y terminan
con la respuesta que prefieren. En Eclesiastés 1:9 leemos que «no
hay nada nuevo bajo el sol». Sin embargo, a pesar de todos los
esfuerzos, nadie en la historia del mundo jamás ha podido probar
que Dios no existe. A lo sumo, los más honestos y sinceros, solo
pueden confesar su agnosticismo.
Así, las personas cambian sus tácticas de probar la inexistencia de
Dios por medio de críticas contra sus seguidores en particular y la
iglesia en general. En muchos periodos de la historia, esto ha
incluido fuerte persecución, incluyendo tiempos más recientes bajo
regímenes totalitarios típicamente caracterizados por su ateísmo. Es
más fácil atacar a los líderes cristianos y acusarlos de farsantes y
manipuladores de la gente. Por otro lado, critican a los seguidores
por su hipocresía al decir que aman a Dios, pero no aman a su
prójimo.
Ahora, la misma Biblia observa que existen líderes del pueblo de
Dios que no son sinceros y no tienen una vida coherente con sus
responsabilidades. Éstos reciben su condena, en especial porque «a
todo el que se le da mucho, también mucho se le exigirá; y al que
mucho se le confía mucho más se le pedirá.» (Lc 12:48b). Gran
parte de la Biblia enseña la importancia de vivir una vida santa, y el
supremo lugar que el amor debe tener en la vida de cada persona.
En particular, se encuentra el muy reconocido capítulo sobre el amor
de Pablo a los corintios:
«Si yo tengo el don de hablar en lenguas humanas o angélicas y
no tengo amor, soy como un metal que resuena o un platillo que
hace ruido. Si tengo el don de profecía y sé absolutamente de
todo, y no tengo amor, no soy nada. Y si tengo una fe tan
grande que puedo hacer que los montes cambien de lugar, de
nada me servirá sin amor. Si entrego a los pobres hasta el
último bien terrenal que poseo, y si dejo que me quemen vivo,
pero no tengo amor, de nada me servirá …Tres virtudes hay que
ahora permanecen: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más
excelente de ellas es el amor». (1 Cor 13:1-3,13).

(LA INSPIRACIÓN ES LO QUE PERMITE


QUE LAS PERSONAS PUEDAN ENTENDER LAS
REVELACIONES DIVINAS.)
¿ES LA BIBLIA INFALIBLE?
Si intentar probar que Dios no existe falla, y si perseguir a la iglesia,
tanto a sus líderes como a sus feligreses, también falla, entonces…
¿por qué no atacar la Biblia, las Sagradas Escrituras de los
cristianos? Curiosamente, ninguna de las escrituras consideradas
sagradas por otras religiones ha sido atacada como lo ha sido la
Biblia. ¿Por qué la Biblia?
Una razón podría ser por las mismas palabras que Jesús mismo
afirmó, que el único camino al cielo era por medio del él. Esa
declaración ofende a muchas personas, al igual que ofendió a los
líderes judíos hace dos mil años. Hoy en día, es muy popular afirmar
que hay muchos caminos a Dios y una posible razón por la cual la
Biblia no es considerada como la verdad de Dios, puede ser porque
es un pretexto para no tener que vivir según lo que la Biblia dice.

¿Por qué la gente no quiere creer en el mensaje de la Biblia? ¿Qué


implicaciones tendría para ellos?

LO QUE LOS HUMANISTAS ENSEÑAN


Del renacimiento de los siglos XIV-XVI nació el humanismo
intelectual, que se infiltró en la gran mayoría de las universidades
del mundo. Ese humanismo era orientado al bienestar de la
sociedad y a la preparación de estudiantes en áreas de derecho,
medicina y hasta teología. Sin embargo, ese humanismo ha
evolucionado a tal nivel que, a varias instituciones de educación
superior, que fueron establecidas para preparar ministros y líderes
eclesiásticos, hoy les cuesta aprobar estudios bíblicos en sus
entornos si no cumplen con normas que se consideran de igualdad
para todos.
En el artículo Good without a god (El bien sin un dios), presentado
en la página web de la American Humanist Association (Asosiación
Humanista Americana) —una asociación que aboga por valores
progresistas y por la igualdad para humanistas, ateos y
librepensadores—, Joseph C. Sommer, escribe algunas razones que
los humanistas utilizan para rechazar la Biblia:

1. La Biblia se opone a ciertas posiciones que algunas


personas consideran «políticamente correctas», como
aborto, educación sexual, anticonceptivos, separación de
iglesia y estado, y enseñanza de la creación vs. la
evolución.
2. La Biblia es un libro lleno de contradicciones, y si hay dos
puntos contrarios, uno de ellos debe ser falso.
3. La gran crueldad que es permitida por Dios, y los castigos
desproporcionados.
4. Enseñanzas contrarias a la naturaleza y cosas
sobrenaturales interviniendo en el mundo, y mitos
presentados como eventos reales, como el diluvio y el abrir
del mar Rojo, entre otras.
5. Profecías falsas.
6. La Biblia a veces se emplea para justificar prácticas malas,
como el castigo corporal a niños, tomar veneno, cortar la
mano si ofende.

¿Qué piensan de cada uno de estos puntos? ¿Son ciertos o


falsos? ¿O quizá están distorsionados?

Si consideras que el tiempo lo permite, estos puntos pueden


ser una buena oportunidad de reflexión.

Hoy en día los humanistas, principalmente los que se consideran


«humanistas seculares», por lo general se autoafirman como ateos
y su «dios» es la ciencia que depende de la razón, observación,
experiencia y compasión, y no aceptan ningún dogma religioso.
Para ellos, la Biblia fue escrita por personas en un tiempo de
superstición, ignorancia y crueldad.
Por el contrario, los escritores de la Biblia fueron personas con
mucha influencia en el mundo fuera de lo que se consideraría
«religión». Entre esas personas se pueden identificar los siguientes
líderes: Moisés, Nehemías, Daniel, David, y el mismo Pablo. En
nuestro tiempo, ha habido muchos que en su intento de probar que
la Biblia no es un libro inspirado, por el contrario, descubrieron que
la Biblia sí es la Palabra de Dios.
En su voluminoso libro Evidencia que exige un veredicto, Josh
McDowell refuta los argumentos que se han presentado contra la
Biblia. Lee Strobel es otro que, igual que McDowell, intentó probar
que Dios no existe, y llegó a la conclusión contraria. Su libro, y la
subsecuente película, El caso de Cristo, es una excelente
presentación de por qué creer en Jesucristo como el hijo de Dios.
En el año 2003, uno de los firmantes del Manifiesto Humano III fue
Antony Flew, filósofo británico e hijo de un ministro metodista. Flew
había sido reconocido como una de las personas más influyentes
del siglo XX, en cuanto a ideas relacionadas con el ateísmo, pero en
el año 2004, todo cambió. Él declaró que toda su vida había vivido
con el compromiso de ir donde la evidencia lo llevaba. Ahora creía
en la existencia de Dios. En 2007 publicó su libro There is a God (en
español, Dios existe).
En realidad, intentar atacar la Biblia es mucho más fácil que
proclamar que Dios no existe. Es muy cierto que existen en la Biblia
diferencias o, mejor dicho, «aparentes» contradicciones. Un pastor
de universitarios en cierta ocasión estuvo conversando con un joven
de ideología comunista. El estudiante estuvo presentando una de
esas llamadas «contradicciones» presentada por ateos. El pastor le
preguntó: «Si yo te diera la respuesta a tu pregunta, ¿creerías en
Dios y aceptarías a Jesús como salvador?». Al igual que el joven en
la Biblia, a quien no le gustó la respuesta que Jesús le había dado,
el joven se fue sin ningún interés.
Para muchos, no creer en la Biblia es nada más que un pretexto
para no creer en Dios. Las excusas que se dan hoy en día no son
tan diferentes a las que le daban a Jesús. Es decir, Dios creó a las
personas con libre albedrío, y la prueba de eso se ve en la manera
en que cada uno responde. El famoso autor norteamericano Mark
Twain, dijo: «No es lo que no sé de la Biblia lo que me preocupa;
más bien, es lo que sé de la Biblia lo que me preocupa».
Ahora, la prueba de la inspiración y revelación de la Biblia es, en
cierta manera, diferente a su infalibilidad. Cada aparente
contradicción, cada duda de algo en la Biblia tiene su respuesta,
pero lo más importante es que la Biblia nos revela a Dios por medio
de su hijo, Jesucristo.

(INTENTAR ATACAR LA BIBLIA ES MUCHO MÁS


FÁCIL QUE PROCLAMAR QUE DIOS NO EXISTE)
TODA LA BIBLIA APUNTA A JESÚS
Nadie tenía más derecho a olvidarse de Dios que Job. Sin embargo,
cuando él se encontró en medio de serias dificultades –el robo de
sus posesiones, la muerte de sus hijos e hijas–, su respuesta fue lo
siguiente:
«‘El SEÑOR me dio cuanto yo tenía; suyo era, y tenía derecho de
llevárselo. Bendito sea el nombre del SEÑOR’. En todo esto Job no
pecó ni maldijo a Dios». (Job 1:21-22).
El apóstol Pablo afirmó, «Él nos libró de la muerte y de la misma
manera nos volverá a librar cuando sea necesario». (2 Cor 1:10).
Pablo había sido un perseguidor de los primeros cristianos, pero su
vida cambió por completo en el camino a Damasco. Cuando una
persona tiene un encuentro con el dador de la vida, su vida cambia.
Como se mencionó en el capítulo anterior, el mensaje de los
apóstoles era sencillo: «Arrepiéntase y bautícese» cada uno. La
palabra griega para «arrepentir» es metanoia, y literalmente significa
«un cambio en la manera de pensar». Juan el Bautista les dijo a los
saduceos y los fariseos que produjeran «frutos que demuestren
arrepentimiento». Es decir, ellos conocían las Escrituras, e
intentaban obedecerlas fielmente, pero no conocían a Dios. Dicho
de otra manera, uno puede creer en la Biblia, pero si no conoce a
Dios, ¿de qué le sirve?
Si no produce resultados en la vida de los individuos, la Biblia es
solamente un libro. Por esa razón, hasta que uno no reconozca a
Dios, la Biblia es nada más que un libro de historias y buenas
enseñanzas.
Pablo describe muy bien en su carta a los Romanos lo que ocurre
cuando de verdad nos arrepentimos, o sea, cuando renovamos
nuestra manera de pensar:
«Por esto, hermanos, tomando en cuenta el amor que Dios nos
tiene, les ruego que cada uno de ustedes, se entregue como
sacrificio vivo y santo; éste es el único sacrificio que a él le
agrada. No se amolden a la conducta de este mundo; al
contrario, sean personas diferentes en cuanto a su conducta y
forma de pensar. Así aprenderán lo que Dios quiere, lo que es
bueno, agradable y perfecto». (Rom 12:1-2).
CONFESAMOS UN SOLO BAUTISMO PARA LA REMISIÓN DE LOS
PECADOS
Cuando uno ha reconocido la existencia de Dios y ha aceptado que
Cristo es Dios encarnado, el arrepentimiento que se requiere es
simplemente creer que no hay nada que uno puede hacer para ser
salvo, porque todo fue completado por Cristo en la cruz. La Biblia,
entonces, es la guía para mostrarnos quién es Dios, y cuáles son
sus propósitos.
La Biblia cristiana no es un ícono santo de adoración o veneración,
como puede ser el Corán para los musulmanes. Sin embargo, para
la persona que busca a Dios, la Biblia es lo siguiente:
«La palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que
una espada de dos filos que penetra hasta lo más profundo de
nuestro ser, y examina nuestros más íntimos pensamientos y los
deseos de nuestro corazón». (Heb 4:12).
En el Antiguo Testamento, el Señor le dijo a Moisés: «Sobre las
piedras de ese altar escribirás claramente todas las palabras de esta
Ley». (Dt 27:8 NVI). En el Nuevo Testamento, los que sirven a Dios,
son «siervos del nuevo pacto, no basado en la ley sino en la obra
del Espíritu, porque la ley condena a muerte, pero el Espíritu da
vida». (2 Cor 3:6). Podríamos decir que, en el Antiguo Testamento,
la obra de Dios era principalmente con su pueblo a través de
individuos. En el Nuevo Testamento, la obra de Dios es
principalmente con individuos a través de su pueblo, la iglesia.

¿Por qué, entonces, es importante la existencia de la Biblia?

LA INSPIRACIÓN Y LA REVELACIÓN DE LA BIBLIA


¿Cuál es la evidencia de la inspiración y la revelación de la Biblia?
Nada más ni nada menos, es que Dios se revela a la humanidad a
través de ella. Sí, la Biblia es nuestra guía para conocer y servir a
Cristo, pero es cuando Dios habla a través de sus páginas, y nos
revela la persona de Jesucristo que toma vida. Pablo los explica en
2 Corintios 3:17-18: «Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el
Espíritu del Señor allí hay libertad. Así que todos nosotros, con el
rostro descubierto, reflejamos la gloria del Señor como si fuéramos
espejos. Y el Espíritu del Señor nos va transformando de gloria en
gloria, y cada vez nos parecemos más a él».

¿Cuál crees que es el propósito de la Biblia?


Las cosas del Espíritu de Dios se pueden entender solamente con
el Espíritu. Como Pablo escribe: «El que no tiene el Espíritu no
puede aceptar lo que viene del Espíritu de Dios, pues le parece una
locura. No lo puede entender, porque hay que discernirlo con la
ayuda del Espíritu». (1 Cor 2:14). El propósito de la Palabra de Dios,
la Biblia, es mostrarnos quién es Dios, quiénes somos nosotros en
Cristo, y qué necesitamos hacer en preparación para su segunda
venida.
El Tanakh (Antiguo Testamento) de los judíos, es la historia de
cómo Dios obraba con su pueblo, y también de cómo su pueblo
respondía o no a las instrucciones divinas. En aquellos tiempos,
Dios hablaba «de varias maneras …por medio de los profetas; pero
en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo».
(Heb 1:1-2). Obviamente, la Biblia es la Palabra de Dios impresa
para nosotros, y en ella se nos revela su Hijo. Pero la Palabra de
Dios es más que un libro… son las leyes de Dios escritas en
corazones y en mentes (Heb 8:10b).
La Palabra de Dios toma su poder cuando se escucha la voz
divina por medio de ella sin corazones endurecidos, como el pueblo
de Israel en el desierto. Ahora Dios nos ha hablado por su Hijo, con
señales y prodigios que le acompañaron. Él mismo era el Verbo que
existió desde el principio, y es a sus palabras que tenemos que
escuchar con oídos espirituales. Una gran parte de las enseñanzas
de Jesús tenía que ver con oír: «La ley y todos los profetas
profetizaron hasta que llegó Juan. Y si quieren creerlo, él es Elías,
del que se anunció que vendría. El que quiera escuchar, ¡escuche
ahora!». (Mt 11:13-15)

(TODA LA BIBLIA APUNTA A JESÚS)


LA BIBLIA DICE QUE JESÚS ES LA PALABRA DE DIOS, HECHA CARNE
El libro de Apocalipsis comienza de esta manera: «Esta es la
revelación que Dios le dio a Jesucristo…». (1:1) Los mensajes que
siguieron a cada una de las siete iglesias de Asia, terminaron con
estas palabras: «El que tenga oídos, escuche lo que el Espíritu dice
a las iglesias».
Al leer la Biblia, no estamos simplemente leyendo un libro.
Estamos escuchando a Dios hablarnos por medio de ella. La Biblia
concluye con la siguiente invitación:
«El Espíritu y la Esposa dicen: ‘Ven’. Y el que oye también diga:
‘Ven’. Y el que tenga sed, venga; y el que quiera, beba
gratuitamente del agua de la vida». (Apocalipsis 22:17)

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO


TEOLÓGICO?
Durante cientos de años la Escritura ha sido perseguida. El canon
nos ha servido a los creyentes de todos los tiempos para volver al
mensaje Jesús y resolver los desafíos que cada generación nos
planteaba.
Durante la Reforma protestante volver a las verdades de la Biblia
supuso toda una revolución, al redescubrir la salvación por la Sola
Gracia, lo cual cambió el mapa político de Europa y del mundo. Se
volvió a implementar, como la levadura, los valores que se emanan
de ella, provocando que la transformación espiritual que se genera
cada vez que la Palabra de Dios se libera, también afectara a
sociedades enteras.
La Biblia sigue vigente, y Jesús sigue transformando vidas a través
de ella. Aunque muchas corrientes teológicas quieran destruirla o
prescindir de ella, su testimonio de Jesús, inspirado por el Espíritu
Santo, es insustituible.

(LA BIBLIA SIGUE VIGENTE, Y JESÚS SIGUE


TRANSFORMANDO VIDAS A TRAVÉS DE ELLA)
EL ESCÉPTICO
¿No es la Biblia un libro escrito por humanos y que contiene
errores? ¿Cómo puedo fiarme de ella?
Muchos son los autores de la Biblia, como hemos visto en la
lección. Las contradicciones aparentes han ido resolviéndose
durante el tiempo. Hay cientos, miles de libros sobre los temas. Y
muchas de las cosas que nos preguntamos, otros se lo preguntaron
y dieron buena respuesta de ello hace tiempo. Investiguemos las
fuentes más fiables.
Por otro lado, algunas de las cosas que consideramos errores, no
son más que la normal lectura o explicación, o énfasis que se daba
en la cultura y el tiempo donde fue escrito el texto. No podemos
olvidar que la Biblia es como Jesús, cien por ciento divina, pero
también cien por ciento humana. Y Dios no anulaba la mente ni la
forma de expresarse de los autores humanos: contaba con sus
limitaciones, sus maneras de hablar, sus frases para explicar los
fenómenos que les rodeaban, etc. Aun así, la Escritura ha
demostrado vez tras vez que es fiable, confiable, y que cumple el
propósito para la que fue creada: dar a conocer y dar testimonio de
Jesús, el Cristo, y a través de Él conocer al Padre, con la inspiración
del Espíritu Santo.

RESUMEN

La Biblia es revelación de Dios a la humanidad, no el


intento de las personas de explicar a Dios, o a los dioses o
cualquier idea de trascendencia.
El canon (la regla) de la Biblia fue fijado a finales del siglo
IV, con unos criterios claros de selección:
1. Congruencia teológica del contenido de un escrito.
Es decir, que estuviera de acuerdo con lo que la
iglesia universal había creído desde un primer
momento.
2. Que el escrito proviniese directa o indirectamente de
los apóstoles o de uno de sus discípulos.
3. Aceptación común y el uso continuo de tal o cual
escrito en las iglesias.
Así se llegó a un «canon» una regla, un mínimo en el que
todos estaban de acuerdo en que eran «inspirados».
Treinta y nueve libros del Antiguo Testamento y veintisiete
del Nuevo Testamento forman la Biblia. No es un libro, son
muchos, pero presenta unidad en su diversidad.
La Biblia ha sufrido muchos ataques, pero a pesar de ello
sigue vigente y sigue siendo relevante para las sociedades.
Toda la Biblia apunta a Jesús, y debe ser interpretada
desde Él, para ser bien interpretada.
La Biblia ha sido creada y escrita, en última estancia, para
nosotros. Podemos encarnar la Biblia, hacerla real en
nuestras vidas.
Cuando leemos la Biblia, podemos escuchar a Dios
hablándonos.

DIÁLOGOS
Después de esta lección, ¿qué crees que es la Biblia? ¿Por
qué?
¿Ha habido algún momento de tu vida donde la Biblia fue
determinante para tus procesos de toma de decisiones?
¿Puedes compartirlo con el grupo?
¿Qué dudas tienes hoy acerca de la Escritura?

Si plantean dudas, no les rectifiques o regañes, acompáñalas para


descubrir respuestas. Recuerda que las dudas pueden ser un motor
increíble para avanzar en el camino de la fe.

¿Para qué nos sirve la Biblia hoy?


¿Qué es lo que más te cuesta entender de la Biblia? ¿Cuál es tu
parte favorita? ¿Por qué?

PROFUNDIZA EN TU CREDO
- McDowel, Josh. Evidencia que exige un veredicto. Editorial
Vida. Miami, Florida. 1993.
- Strobel, Lee. El Caso de Cristo. Editorial Vida. Miami, Florida.
2000.
- Burt, David F. ¿Nos podemos fiar del nuevo testamento?
Publicaciones andamio. Barcelona, España. 2008.
- Jensen, Peter. La revelación de Dios. Publicaciones Andamio.
Barcelona, España. 2008.
6. SALVACIÓN Y LIBERACIÓN
«…que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó
del cielo y se encarnó ...por nuestra causa fue crucificado …
para la remisión de los pecados».

INTRODUCCIÓN
La Biblia es, en esencia, una historia de salvación y liberación. En
su narrativa constantemente vemos a un Dios interesado por su
pueblo y la humanidad, que se ha propuesto encontrar lo que se
había perdido, restaurar lo que se rompió, liberar lo que está
esclavizado y reconciliar lo que estaba en conflicto. El gran
problema del ser humano no es una cuestión meramente
estructural; somos pecadores, y en todos nuestros corazones está el
anhelo de ser salvados, porque nosotros no podemos hacerlo por
nosotros mismos.
Jesús es la respuesta de Dios y la salvación que necesitábamos,
es el argumento divino para «poder» salvarnos, porque nuestros
esfuerzos jamás lo conseguirían. Pero Dios sí. Nuestra condición
actual es de bancarrota espiritual. Fuimos creados para Dios, y
mientras no seamos conscientes de ello, mientras no cambiemos
nuestra forma de pensar, seguiremos perdidos. Todos necesitamos
salvación y liberación. Por eso el Credo da fe de ello.
Como dijo San Agustín, «Nos hiciste, Señor, para ti. Y nuestro
corazón está inquieto, hasta que descanse en ti».

(JESÚS ES LA RESPUESTA DE DIOS Y


LA SALVACIÓN QUE NECESITÁBAMOS)
LECCIÓN TEOLÓGICA
La redención de la humanidad de su estado de pecado es la idea
central de toda la Biblia. Podríamos decir que nos enseña que no es
tanto el esfuerzo del ser humano en busca de Dios, sino el esfuerzo
de Dios en busca del ser humano.
La tipología bíblica es el estudio del simbolismo en que algo que
ocurre es representativo de otra cosa. Entonces, un símbolo
profético es algo que indica algo que todavía está en el futuro. En el
Antiguo Testamento hay muchos «tipos» de Cristo; por ejemplo,
Adán como representativo de la humanidad. En 1 Corintios 15, su
cuerpo terrenal es contrastado con el cuerpo resucitado de Cristo y
su pueblo.
Otro tipo de Cristo fue Abel, el primero en sufrir por su rectitud.
Otro ejemplo fue Enoc, un hombre que «anduvo fielmente con Dios,
y un día desapareció porque Dios se lo llevó». (Gen 5:24 NVI). Otros
tipos podrían incluir a Abraham, Moisés, Josué, Elías, Eliseo,
Nehemías y Jonás, entre otros.
También en el Antiguo Testamento encontramos tipos de
salvación. Uno de los primeros ejemplos ocurrió con Noé y el arca
que pudo salvar a los que acudieron a ella. Tal vez sea algo difícil
aceptar que Dios de cierto modo castigara a un mundo entero de
forma tan drástica. Sin embargo, para explicar algo tan difícil de
aceptar, se puede entender solamente en el contexto del amor de
Dios y sus propósitos eternos.
La historia de los israelitas en Egipto es muy representativa de la
salvación de Dios. Estuvieron en esclavitud por unos cuatrocientos
años, y entonces Dios escuchó su clamor. Por medio de Moisés,
Dios los liberó milagrosamente y los condujo por el desierto por
cuarenta años. Ahora, podemos preguntar dos cosas: ¿por qué Dios
esperó cuatrocientos años, y por qué los israelitas mayores de edad,
ni aun Moisés, lograron entrar en la Tierra Prometida?

¿Se les ocurren otros ejemplos de «tipos» de Cristo y de salvación


en el Antiguo Testamento?
La liberación era importante y la promesa de una tierra en la que
«fluye leche y miel» era una gran motivación para obedecer a Dios.
Sin embargo, en realidad nunca pudieron entender el supremo
deseo de Dios, tal como lo expresó a Moisés en Éxodo 19:4:
«Ustedes han visto lo que hice con los egipcios, y cómo los traje a
ustedes con tanto cuidado, como cuando las águilas llevan sobre
sus alas a sus polluelos». En lo profundo, el deseo de Dios es traer
personas hacia Él. Egipto representaba el mundo, la esclavitud al
pecado, y la Tierra Prometida representaba la vida eterna con Dios,
y eso era lo que deseaba el pueblo de Israel. Pero lo que Dios
deseaba era una relación personal con ellos.
La historia de los israelitas era todo un círculo de caer en pecado,
sufrir las consecuencias, pedir perdón y volver a una relación con
Dios. Esa lucha contra el pecado, o sea, las cosas y la vida que no
agradan a Dios, es continua. El apóstol Pablo comentó sobre su
lucha personal en Romanos 7. No es coincidencia que, al principio
de su ministerio, el mismo Señor Jesucristo fue llevado por el
Espíritu Santo al desierto para ser tentado por Satanás.
Sí, el deseo de Dios es salvación y liberación, pero no se trata de
un esfuerzo humano de vivir una vida sin pecado para alcanzar un
estado de pureza y así lograr un estado de vida eterna. De eso se
tratan las otras religiones del mundo, no el cristianismo. El
cristianismo está basado en fe, y fue a base de su fe que las
personas de la antigüedad recibieron su salvación en Dios.
A carta a los Hebreos, capítulo 11, menciona los ejemplos de
personas que por su fe fueron aceptados por Dios: por ejemplo,
Abel, Enoc, Noé, Abraham, Jacob, José, Moisés, y aun la prostituta
Rahab. Hebreos 11:39-40, dice: «Y aunque todos fueron aprobados
por su fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Es
que Dios tenía preparado algo mejor: los perfeccionará a ellos
cuando nosotros también lo seamos». Lo que Dios había preparado
era el sacrificio de su único hijo por los pecados de cada persona, y
esto los llevaría al «Nuevo Pacto», o el «Nuevo Testamento».
El primer mensaje en el Día de Pentecostés de Pedro fue:
«Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de
Jesucristo para perdón de sus pecados». (Hch 2:38 NVI). Junto con
eso, Pedro les dijo que, como resultado, recibirían el «don del
Espíritu Santo», tema que explicaremos posteriormente.
La salvación es primeramente reconocer que uno necesita ser
salvo de sus pecados. En el momento en que Adán y Eva comieron
del fruto del árbol prohibido, «sus ojos se le abrieron» y «tomaron
conciencia de su desnudez» (Gen 3:7 NVI). El ser humano por
naturaleza reconoce que existe el bien y el mal, y desde muy
temprana edad aprende a cubrir lo malo que hace, así como los
primeros seres humanos se cubrieron con hojas de higuera.

(LA HISTORIA DE GÉNESIS 3 ES NUESTRA


HISTORIA)
En la historia de Israel, el rey David intentó ocultar su pecado con
Betsabé al ordenar la muerte de su esposo Urías el hitita. Toda
sociedad presenta normas de conducta aceptables y los gobiernos
crean leyes, pero dentro del corazón de cada persona existe una
conciencia que aprende a seguir o a ignorar. Debido a esto, cuando
se presenta la Palabra de Dios, como lo hizo el profeta Natán con
David (1 Sam 12), algunos la reciben, otros la rechazan y aun otros
simplemente la ignoran.
El profeta Natán confrontó a David por su pecado por medio de
una historia de un hombre pobre a quien se le había quitado su
única ovejita, que era como familia para él. David se enfureció con el
hombre de la historia, hasta que Natán le dijo que él era el hombre
de la historia. Cuando se nos enfrenta con nuestro pecado, o lo
reconocemos como lo hizo David —un hombre descrito como
conforme al corazón de Dios— o lo negamos y seguimos en nuestro
mismo camino.
Hemos visto que el arrepentimiento significa un cambio en nuestra
manera de pensar, y eso involucra un remordimiento por pecados
específicos en una vida de pecado en general. Cierta vez, un
hombre ya mayor aceptó a Cristo después de muchos años de
rechazarlo. Empezó a llorar porque no sentía el gozo que esperaba.
La persona que había orado con él le respondió: «No estás
sintiendo gozo por la tristeza de no haberlo aceptado en tu vida
hace muchos años».
ARREPENTIMIENTO: CAMBIO EN NUESTRA MANERA DE PENSAR Y
ACTUAR
El arrepentimiento en sí no es la tristeza. Más bien, según Pablo en
2 Corintios 7:10, «Dios a veces permite que nos vengan tristezas
para impulsarnos a apartarnos del pecado y tener la salvación.
Jamás debemos quejarnos de estas tristezas. Pero las tristezas del
mundo sólo producen muerte».
Muchos enseñan que el arrepentimiento es un cambio de ciento
ochenta grados en la conducta. En cierta forma esto es correcto. Sin
embargo, muchas personas cambian su conducta; por ejemplo,
dejan de fumar, tomar alcohol, usar drogas, o cualquier otro pecado
o vicio, pero eso no significa salvación. Juan el Bautista lo explicó
muy bien cuando les dijo a los Saduceos y a los Fariseos, que
trajeran «frutos dignos de arrepentimiento». Es decir, el cambio en la
vida de un nuevo cristiano es importante y necesario, pero ese
cambio es el fruto y resultado del arrepentimiento. A veces el
cambio es inmediato, pero en muchos casos el cambio es paulatino
y gradual. ¿Cuántas personas no han seguido en el camino de
Jesucristo por el mero hecho de que los cambios en su vida no
llegaron lo suficientemente rápido, según la manera de ver de otros
cristianos?
LA SALVACIÓN NO ES POR CUMPLIR LA LEY
El cambio en la manera de pensar fue una parte esencial de la
enseñanza de Cristo en la tierra. En el «Sermón del Monte», como
está registrado en el Evangelio de Mateo, Jesús enseñó al pueblo
que no entrarían en el reino de los cielos «a menos que ustedes
sean más justos que los fariseos y los maestros de la ley de Dios».
(Mt 5:20). Si los miembros de estos dos grupos cumplían la Ley al
pie de la letra, ¿cómo se podría superar la justicia de ellos?
Jesús continua con una serie de proclamaciones sobre la frase
«ustedes dicen, pero yo les digo». Jesús no estaba diciendo que la
Ley no tenía valor, sino que la Ley escrita en piedra tenía que ser
escrita en sus corazones. Pablo afirma esto en 2 Corintios 3:3:
«Ustedes son una carta de Cristo escrita por nosotros, no con tinta
sino con el Espíritu del Dios viviente; no fue labrada en piedra, sino
en las tablas del corazón humano».

(LA SALVACIÓN NO ES POR BUENAS OBRAS)


En el Sermón del Monte, Jesús enseña que los falsos profetas
serán conocidos por sus frutos y sigue con las siguientes fuertes
palabras:
«No todos los que se dirijan a mí llamándome «Señor, Señor»,
entrarán en el reino de los cielos. Allí sólo entrarán los que
obedezcan a mi Padre que está en el cielo. El día del juicio
muchos me dirán: «Señor, nosotros predicamos en tu nombre, y
en tu nombre echamos fuera demonios y realizamos
muchísimos milagros». (Mt 7:21-22)
En Juan 15, Jesús les da instrucciones claras sobre la importancia
de producir fruto, y Pablo también escribe sobre el «fruto del
Espíritu». Pero en ningún momento en las Escrituras encontramos
que la salvación es por las obras, algo que distingue el cristianismo
de otras religiones. Cuando Pablo escribe a los gálatas, los
amonesta sobre el peligro de recibir otro mensaje que no sea el
evangelio (que son las buenas noticias del Reino) dado por
Jesucristo. Pablo ve este peligro tan fuerte, que lo repite para darle
énfasis (Gal 1:6-9). En el siguiente libro, Pablo da una exhortación
sobre la salvación que, a pesar de ser un poco largo, merece ser
incluido en su totalidad aquí:
«Antes de ser cristianos, ustedes estaban muertos para Dios a
causa de sus delitos y pecados. Vivían siguiendo la corriente de
este mundo, obedecían los dictados del príncipe del imperio del
aire, quien ahora mismo está operando en el corazón de los que
se rebelan contra el Señor. Nosotros mismos éramos así:
obedecíamos los malos deseos de nuestra naturaleza y nos
entregábamos a las perversidades de nuestras pasiones y
malos pensamientos. Merecíamos ser castigados por la ira de
Dios, como todos los demás. Pero Dios es tan rico en
misericordia y nos amó tanto 5que, aunque estábamos muertos
a causa de nuestros pecados, nos dio vida con Cristo, pues solo
por su gracia somos salvos. Además, nos levantó con Cristo de
la tumba y nos hizo sentar con él en los cielos. Esto lo hizo para
demostrar a las generaciones venideras la incomparable riqueza
de su amor, que en su bondad derramó sobre nosotros por
medio de Cristo Jesús. Por su misericordia y por medio de la fe,
ustedes son salvos. No es por nada que ustedes hayan hecho.
La salvación es un regalo de Dios y no se obtiene haciendo el
bien. Esto es así para que nadie se sienta orgulloso. Somos
creación de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las
buenas obras que Dios de antemano ya había planeado». (Ef
2:1-10)

¿Cómo definirías con tus palabras la «salvación por obras»? ¿Crees


que la gente intenta salvarse por lo que hace (no solo en el contexto
religioso)?

UN SOLO SACRIFICIO
La carta a los Hebreos menciona la palabra sacrificio veinticuatro
veces, según la NVI. Para los judíos, también conocidos como
hebreos, sacrificio significaba todo lo que involucraba una relación
con Dios. De hecho, el primer sacrificio fue por el pecado de Adán y
Eva. Estos intentaron cubrirse con hojas de higuera, algo que, por
más bien hecho que estuviera, no era permanente. Cualquier intento
humano de encubrir los pecados, es temporal, y al final será
manifestado, o saldrá a la luz. Cuando Dios el Señor les «hizo ropas
de pieles… y los vistió», vemos el primer sacrificio de un animal.
Hasta la venida de Jesús al mundo, los judíos ofrecían sacrificios,
no solo como reconocimiento de sus pecados, sino también como
reconocimiento del poder de Dios y su autoridad. Estos tenían que
ser ofrecidos por sacerdotes, y cuando Saúl se adelantó al profeta
de Dios, sufrió severa consecuencia de perder el reinado para su
herencia (1Sam 13).
Al llegar Jesús, todo cambió. No solamente se ofreció como
sacrificio «una vez y para siempre» (Heb 10:10), sino que también
cumplió con su deseo que le expresó a Moisés en el Monte Sinaí,
que su pueblo sería «un reino de sacerdotes» (Ex 19:6). Ahora,
como sacerdotes espirituales, la responsabilidad es de proclamar
«sus obras extraordinarias; él fue quien los llamó de las tinieblas a
su luz maravillosa». (1 P 2:9).
Al escribir estas palabras, posiblemente Pedro recordaba con
mucho dolor las veces que había negado a su Señor, con quien
había caminado por tres años. Pero también recordaba el poder que
había recibido el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo cayó
sobre él y los otros discípulos. Había recibido el don del Espíritu
Santo.
El don del Espíritu Santo
Cuando el Señor Jesús sopló sobre sus discípulos, dijo lo
siguiente: «Reciban el Espíritu Santo. A los que ustedes les
perdonen sus pecados, les serán perdonados; a los que ustedes no
se los perdonen, no les serán perdonados». (Jn 20:22-23). Con esto
estaba enseñando que la presencia del Espíritu Santo en la vida de
un creyente es la prueba de su salvación. Ese don es un regalo
gratuito, algo que uno recibe sin haberlo merecido. El primer
«regalo» de Dios fue el de su Hijo; el segundo fue la promesa del
Espíritu Santo.
Recibir el Espíritu Santo es más que una simple bendición. Pablo
explica este mayor significado en su carta a los Efesios:
«Gracias también a lo que Cristo hizo, cuando ustedes
escucharon el mensaje verdadero de las buenas noticias de
salvación y creyeron en él, fueron marcados con el sello que es
el Espíritu Santo que él había prometido. La presencia del
Espíritu Santo en nosotros es como el sello de garantía de que
Dios nos dará nuestra herencia. Además, significa que Dios ya
nos ha comprado y que nos salvará hasta el final. Todo esto lo
hizo para que le alabemos y le demos a él la gloria». (Ef 1:13-
14).
UN SOLO BAUTISMO
En el Nuevo Testamento la palabra bautismo se emplea en
diferentes contextos. Para entender cada uso específicamente, lo
mejor es lograr una definición de la palabra en sí. De hecho, la
palabra es griega en origen, y significa «sumergir». Obviamente, la
palabra no se encuentra en el hebreo del Antiguo Testamento, pero
el concepto sí. Por ejemplo, el diluvio, el abrir del mar Rojo y el río
Jordán, y el leproso Naamán sumergiéndose siete veces en el río
Jordán. Algo diferente, pero con el mismo concepto, encontramos
en la unción de los sacerdotes cuando el aceite se derramaba sobre
la cabeza (Ex 29:7; Sal 133:2).
Una de las maneras en que se empleaba la palabra griega baptizo
en el mundo helénico, era en la industria de tela. Por ejemplo,
cuando una tela blanca se sumergía en un caldero que contenía
tinta, se intentaba cambiar el color de la tela. En efecto, la tela era la
misma, pero cambiaba su «identidad» … ya no era la tela blanca,
sino roja, azul, púrpura, o cualquier otro color.

¿Qué otras metáforas puedes mencionar para definir la salvación?


Lo primero que vemos en el Nuevo Testamento, es a Juan el
Bautista predicando y practicando un «bautismo de arrepentimiento
para el perdón de pecados» (Mr 1:4; Lc 3:3; Hch 13:24). Es muy
probable que para él este bautismo correspondiera a la fuente de
bronce con la cual los Israelitas se lavaban antes de entrar al
tabernáculo (Ex 30). Se considera que Juan pertenecía a la secta de
los esenios, que se oponían a la manera en que se manejaba los
asuntos del Templo. Es decir, el bautismo correspondía a un lavado
en preparación para una verdadera adoración del que venía y cuyo
camino estaban preparando.
Juan mismo declaró que él bautizaba con agua, pero Jesús
bautizaría con Espíritu Santo y fuego. No por coincidencia, en el
mismo momento en que Jesús fue bautizado, el Espíritu Santo
descendió sobre él en la forma de paloma. Luego en su ministerio,
Jesús habló que tendría que «pasar por la prueba de un bautismo»
(Lc 12:50). Sin duda, se estaba refiriendo al sufrimiento en la cruz.
La muerte del Señor es lo que Pablo identifica como la muerte del
cristiano a la antigua vida para resucitar luego a una nueva, y así
una nueva identificación entre los «santos». Pablo enseña sobre
esto en Colosenses 2:11-12:
«Por estar unidos a Cristo, él los libertó de su naturaleza
pecaminosa, no por medio de la circuncisión que se hace en el
cuerpo, sino por medio de la circuncisión que hace Cristo. Con
él ustedes fueron sepultados en el bautismo, y en su
resurrección resucitaron ustedes con él, mediante la fe en el
poder de Dios que lo resucitó».
En otro lugar Pablo describe su nueva identidad: «Estoy
crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y
esta vida que ahora tengo la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, quien
me amó y se entregó por mí». (Gal 2:20). Pero esta identidad no es
personal, sino también corporal.
En Efesios 4:4-6 Pablo escribe sobre la unidad en el cuerpo de
Cristo, y que «somos un solo cuerpo y tenemos un mismo Espíritu…
Solo hay un Señor, una fe, y un bautismo; y tenemos el mismo Dios
y Padre, que está sobre todos nosotros. Él actúa por medio de todos
nosotros y está en todos nosotros». Esta identidad es tal vez la más
importante. De la misma manera en que Dios dijo: «Este es mi Hijo
amado, y en él me complazco». (Mt 3:17), en su bautismo en agua,
y otra vez en el «Monte de Transfiguración» (Mt 17:5), no hay mayor
nueva identidad que podamos tener que la de ser «hijos e hijas de
Dios». Esta identidad como hijos e hijas de Dios, entonces, nos
conduce a una liberación tan anhelada por la misma creación: «…la
creación aguarda con ansiedad el día en que se manifieste que
somos hijos de Dios». (Rom 8:19).
LIBERACIÓN
Durante el tiempo en que el pueblo de Dios vivía bajo la Ley,
siempre estaba sujeto a cumplir con ella. A pesar de que Cristo no
vino para quebrantar la Ley, sí nos libró de la carga de vivir para
cumplirla. La Ley cumplió su propósito en el Antiguo Testamento, y
también es por la Ley que nos damos cuenta lo que es pecado
(Rom 7:7). Aun así, Pablo dice que por ser seres humanos somos
esclavos del pecado. Él mismo confiesa su naturaleza pecaminosa,
y que sabiendo hacer lo bueno, no lo hace; y además de no hacer el
bien que quiere, hace el mal que no quiere (Rom 7:18-19).
El gran milagro es que Pablo no concluye con el capítulo 7, sino
sigue en el capítulo 8 con las palabras de transición tal vez más
importante en todos sus escritos: «así que».
«Así que a los que están unidos a Jesucristo ya no les espera
ninguna condenación, porque el poder vivificador del Espíritu,
poder que reciben a través de Jesucristo, los libera del poder
del pecado y de la muerte. La ley no pudo liberarnos porque
nuestra naturaleza pecaminosa anuló su poder. Pero Dios envió
a su propio Hijo con un cuerpo humano igual en todo al nuestro
para entregarlo en sacrificio por nuestros pecados, y así
destruyó el dominio del pecado sobre nosotros. Por eso, si
vivimos según el Espíritu Santo y negamos obediencia a nuestra
vieja naturaleza pecaminosa, podemos obedecer las justas
demandas de la ley de Dios». (Romanos 8:1-4, énfasis del
autor).
La naturaleza pecaminosa cambia a una naturaleza del Espíritu de
Dios. Ese Espíritu es el que nos acepta, adoptados como hijos e
hijas, y podemos clamar «Abba, Padre». Al mismo tiempo, tenemos
la confianza, la plena libertad mediante la sangre de Jesucristo, de
entrar al lugar Santísimo, por la cortina que se nos ha abierto.
Las palabras escritas en Hebreos 10:11-17, nos presenta un gran
resumen:
«Todo sacerdote celebra el culto día tras día ofreciendo muchas
veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los
pecados. Pero este sacerdote le ofreció a Dios por los pecados
un solo sacrificio para siempre. Después se sentó a la derecha
de Dios, y allí esperará a que sus enemigos sean puestos bajo
sus pies. Porque con un solo sacrificio hizo perfectos para
siempre a los que está santificando. También el Espíritu Santo lo
confirma cuando dice:
‘Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días,
—dice el Señor:
Pondré mis leyes en su corazón y las escribiré en su mente’.
Luego añade:
‘Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades’».

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO


TEOLÓGICO?
El mensaje evangélico tiene como eje central la vida, muerte y
resurrección de Jesús, que nos brindó nuestra salvación. Lo que
hizo lo hizo por nosotros. «Por su misericordia… ustedes son
salvos», dice Efesios 2:8, por el regalo de Dios hacia nosotros, en el
que confiamos. Sin conocer en profundidad este concepto —quizá
uno de los más extraordinarios que existen— no podríamos conocer
el profundo amor de Dios por nosotros. No solamente somos su
creación, sino que además nos redimió. Decidimos darle la espalda,
pero Él no se rindió, y asumió las consecuencias que nosotros
debíamos pagar según la Ley. Nos volvió a adquirir. Aunque era
inocente, pagó por nuestros pecados. Cuando el perdón se
manifiesta, el que ha sido agraviado asume en sí mismo el dolor,
quitándose el derecho a la venganza.
Jesús en la cruz hizo todo eso y más, pues afirmó: «Perdónalos
porque no saben lo que hacen». (Lucas 23:34). Dios estaba en
Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándoles en
cuenta a los hombres sus pecados. Él nos liberó del pecado, porque
ese es el problema del ser humano: su esclavitud: «… el que peca
es esclavo del pecado». (Juan 8:34).
Su salvación y liberación hacia nosotros refleja su grandeza y todo
lo que estuvo dispuesto a hacer. No hay un Dios más grande. Se
despojó de sí mismo. Siendo Señor del cielo y de la tierra, Dios en
Jesús se hizo nuestro salvador. ¿Quién no querría formar parte de
esa historia cósmica que le da sentido a todo en la vida?
EL ESCÉPTICO
¿No podía Dios salvarnos sin necesidad de la muerte de Jesús?
Dios es amor y quiere salvarnos, y Dios es justo, por lo tanto, no
puede cometer injusticias. Y ahí hay un grave problema, porque a
quien Dios quiere salvar es a gente que no lo merece, como
nosotros.
En su libro El mensaje de Romanos, John Stott resume esta carta
diciendo que Pablo aquí intenta explicar «cómo Dios hace justo al
injusto de manera justa». Y ese es el problema. No hay manera de
hacer justo al injusto, a menos que alguien asuma las
consecuencias de sus injusticias y lo transforme.
Nosotros, por nuestra condición, por el abuso que hicimos y
hacemos de nuestra libertad, somos incapaces de resolver el
problema. La paga del pecado es muerte. Pero Dios, envió a su
Hijo, es decir, a sí mismo como hombre, cumplió todo aquello que
nosotros no podíamos hacer por nosotros mismos. Asumió las
culpas de todos nosotros. Permitió que lo mataran, y aun así
perdonó a la humanidad. Resucitó, para comunicarnos que ni la
muerte pudo con Él, y que ha venido a rescatarnos. Aceptar ese
amor incondicional de Dios, es indispensable para la salvación. La
salvación, sobre todo, es de nosotros mismos. Vivimos esclavizados
a nuestra manera de pensar, donde la muerte es el final. Jesús vino
a rescatarnos para decirnos que Él tiene la última palabra, no la
muerte. Y que tiene vida de sobra para todo aquel que crea en Él.
Su muerte fue la demostración de que Dios dio todo lo que pudo,
absolutamente todo, para salvarnos, con tal de que nos diésemos
cuenta de cuánto nos ama (Jn 3:16). ¿Acaso alguien puede dar
más?
¿Por qué todo el mundo necesita ser salvado por Jesús? ¿No
hay gente buena que no necesite que alguien pague por él?
Para contestar esta pregunta deberíamos preguntarnos qué es ser
bueno. Según Pablo en Romanos 3:10 «nadie es bueno, nadie en
absoluto»: ni los moralistas que se creen buenos, ni los judíos
piadosos, ni los que viven como si no existiese moral… ¡Ninguno! La
gente no cumple las expectativas que incluso las personas mismas
ponen. El diagnóstico es evidente, toda la humanidad a una le ha
dado la espalda al Creador, se hacen daño a sí mismos, y a otros.
Por mucho que la gente quiera camuflar el egoísmo, aparece
cuando menos las personas lo esperan.
A veces, la maldad humana no termina de manifestarse por una
cuestión del entorno. Pero la antropología bíblica nos habla de que
el ser humano puede ser un asesino en potencia. Reconocer esa
realidad, requiere mucho valor y humildad, a nadie le gusta
reconocer que está en bancarrota espiritual y moral. Por eso, Jesús
dijo: «Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos
les pertenece». (Mateo 5:3).
Los pobres en Espíritu son los que saben que necesitan el perdón
de Dios. Los que no son autosuficientes, como los fariseos de la
época de Jesús, que se creían buenos por sus obras de caridad y
santidad aparente.
La pregunta no es entonces si teóricamente todos necesitan el
perdón de Dios, si no si lo necesitas tú.

SU SALVACIÓN Y LIBERACIÓN REFLEJA


TODO LO QUE ESTUVO DISPUESTO A HACER.
NO HAY UN DIOS MÁS GRANDE.
RESUMEN

La salvación no es por cumplir la Ley ni por buenas obras.


La redención de la humanidad de su estado de separación
de Dios, de pecado, es la idea central de toda la Biblia.
El arrepentimiento es un cambio en nuestra manera de
pensar.
La salvación no es el esfuerzo del ser humano, es el
esfuerzo de Dios, por salvarnos. Esa es la diferencia del
cristianismo con las otras creencias.
Jesús murió por nosotros. Su sacrificio es suficiente.
Nuestro esfuerzo humano, o nuestro propio sacrificio,
siempre es insuficiente para nuestra salvación.
El Espíritu Santo es una consecuencia natural de nuestra
salvación. Es la evidencia de nuestro nuevo nacimiento.
La salvación implica un cambio: nacer de nuevo,
simbolizado por el bautismo

DIÁLOGOS
¿Cómo definirías la palabra «salvación» en tus propias palabras?
¿Qué diferencias ves en la salvación que Dios ofrece y la que
ofrecen otras filosofías, religiones o creencias?
Leamos Efesios 2:8-10.
No somos salvos «por» obras, pero somos salvos «para» buenas
obras.
¿A qué conclusiones prácticas te lleva este texto?

PROFUNDIZA EN TU CREDO
- Stott, John. La cruz de Cristo. Ediciones Certeza Unida,
Barcelona, Buenos Aires, La paz. 2008.
- Yancey, Phillip Gracia divina vs condena humana. Editorial Vida.
Miami, Florida. 2013.
- Piper, John. Dios es el evangelio. Editorial Portavoz. Grand
Rapids, Michigan. 2007.
7. SALUD FÍSICA, MENTAL Y ESPIRITUAL
«…Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, … la remisión
de los pecados».

INTRODUCCIÓN
¿A Dios solo le importa el aspecto religioso de nuestra vida? Claro
que no, le importa toda nuestra vida. La santidad, el estilo de vida
que Él propone, es el estilo de vida más humano, el estilo de Jesús.
La restauración total, la que había en el Edén, es su objetivo. Cada
aspecto de la vida humana es importante para Dios. Jesús murió por
nuestros pecados, pero también, por sus llagas fuimos sanados.
Cargó con nuestras tristezas e incomprensiones, por cada injusticia
vivida. Él no vino solamente para salvar almas, sino también para
que tuviésemos vida y vida en abundancia.
El estilo de acercamiento de Jesús debe marcar nuestra vida entre
la gente. La gente está herida, está rota, y por eso a veces hieren a
otras personas. El pecado es una conducta autolesiva, que nos
hace daño en primer lugar a nosotros mismos. Jesús vino,
sobretodo, a sanar, en todas las áreas. ¡Que podamos seguir su
ejemplo! Por eso en esta lección veremos los distintos aspectos de
la salud física, mental y espiritual, que las Escrituras y la vida de
Jesús nos presentan.

LECCIÓN TEOLÓGICA
Vivimos en días en que la importancia de la salud se encuentra
manifestada en todos los medios. El seguro médico es para muchos
políticos, tal vez, el tema más importante en términos de conseguir
votos. La salud para el individuo es posiblemente la decisión más
importante que podría tomar en la vida. Sin embargo, muchas veces
no se toma en cuenta hasta que ya es muy tarde.

En el contexto universitario, ¿cómo notas este énfasis en la salud?


A veces se escucha la frase «en un mundo perfecto», pensando
que tal cosa no podría existir. Pero en realidad, sí hubo un mundo
perfecto: «En el principio creó Dios… Dios contempló todo lo que
había hecho, y vio que era muy, pero muy hermoso». (Gen 1:1,31).
Sin embargo, el pecado lo cambió todo.
Ahora en el mundo habría dolor, sudor y muerte. La segunda ley
de termodinámica en el área de la física, es una de las afirmaciones
más fundamentales de las ciencias. En términos simples, la ley
postula que toda materia física en su estado natural se encuentra en
un estado de entropía, es decir, dirigido al desorden. Castillos de
arena se tumban con una ola grande, la yerba mala se apropia del
jardín, las casas viejas se van desgastando, los autos se corroen, y
las personas envejecen y luego mueren. Esta es una ley inmutable.
La vida, entonces, es una lucha contra la entropía, intentando
mantener orden, cuidando de las malezas en cualquier área de la
vida. La lucha contra enfermedades físicas –como el cáncer, VIH, y
otras enfermedades– es interminable. Por otra parte, la lucha contra
las enfermedades mentales es cada vez más importante. Las
universidades ahora proveen espacio en sus entornos para
estudiantes que están pasando por alguna que otra crisis.
Lo que muchas personas subestiman es la salud espiritual. Sin
embargo, la medicina holística opina que cada persona está
compuesta de partes interdependientes, y si una parte no está
funcionando correctamente, puede afectar a otras partes. Un mal
balance entre lo físico, lo emocional y lo espiritual, puede resultar en
un efecto negativo para la salud en general.
EL MINISTERIO HOLÍSTICO DE JESUCRISTO
El comienzo del ministerio de Jesús en la tierra fue un encuentro
con Satanás, donde fue tentado para mostrar sus poderes de
manera no espiritual. Al regresar del desierto, según escribe Mateo,
Jesús cumplió lo profetizado por Isaías, al llegar a ser una gran luz
en la oscuridad. Génesis 1:2 NVI describe la situación en aquel
tiempo como «un caos total, y las tinieblas cubrían el abismo». Las
tinieblas son un reflejo del caos, o podríamos decir, la entropía o
inclinación al desorden y eventualmente la muerte. La luz revela el
desorden y el caos, que el hombre espiritual reconoce como
pecado.
Para Jesús, el mensaje esencial era de arrepentimiento, «porque
el reino de los cielos se ha acercado». (Mateo 3:2). Es decir, en el
gobierno de Dios se encuentra el orden y la salud «holística». No es
coincidencia en lo narrado por Mateo en su Evangelio, que Jesús no
solo enseñaba en las sinagogas, sino que también sanaba «toda
enfermedad y dolencia entre la gente». Esto incluía «diversas
enfermedades… dolores graves… endemoniados… epilépticos … y
paralíticos». (4:23-24 NVI). Pero allí no termina, porque tenemos
que recordar que la Biblia no fue escrita con capítulos ni versículos.
Al terminar de presentar una lista de las clases de enfermedades
físicas que Jesús había sanado, Mateo se dirige a las palabras de
Jesús hacia las multitudes, en lo que conocemos como las
bienaventuranzas. En su «sermón» fundamental, Jesús se dirige a
los pobres en espíritu, a los que lloran, a los perseguidos. Estas
personas sufriendo por situaciones emocionales recibirían bendición
especial, y la NVI traduce la palabra empleada en el griego,
makarioi, por la palabra dichosos, pero que también significa felices
(o bienaventurados, por la RV-60). Esta es la misma palabra que
Santiago emplea: «Dichoso el que resiste la tentación porque, al
salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a
quienes lo aman». (1:12 NVI).
En su sermón, Jesús sigue con una exhortación a cambiar la
manera de pensar de la gente: «han oído… se ha dicho… pero yo
les digo». Habló en contra de los hipócritas, de los que juzgan a
otros sin ver sus propias condiciones, amonestó contra los falsos
profetas, y sobre la necesidad de prudencia en la vida práctica. La
gente que lo escuchaba se asombraba porque enseñaba con
autoridad, pero en realidad, también porque lo que decía era cosas
prácticas de la vida real. Su ministerio era, sin duda, holístico,
completo, integrado.

¿Qué aspectos de la vida de las personas le interesaba sanar a


Jesús?
EL MINISTERIO PERSONAL DE JESUCRISTO
En Mateo 8, Jesús descendió de la montaña donde se había dirigido
a las multitudes, y de inmediato se encuentra con el hombre leproso.
En este encuentro podemos ver dos interesantes intercambios.
Primero, el leproso le dice a Jesús, «Señor, si quieres, puedes
curarme.» El hombre tiene una gran fe, pero obviamente tiene una
muy baja autoestima, como se pudiera imaginar de cualquier
leproso de su tiempo.
Muchas veces entre cristianos se escucha en sus oraciones las
palabras «si es tu voluntad». Tal vez es una manera de pensar que,
si la oración no es contestada, entonces no era la voluntad de Dios.
Pero Jesús le respondió al leproso: «Quiero. ¡Ya estás curado!».
Entonces, si Dios quiere sanar, ¿por qué no todos por quienes
oramos son sanados?
Primero, es necesario entender qué es la voluntad de Dios. Algo
que sabemos por cierto es que Él no desea que nadie se pierda, y
se preocupa hasta por una sola oveja que se ha perdido de las cien.
El apóstol Pablo explicó con más detalle lo que podemos saber que
es la voluntad de Dios. En el capítulo 8 de su carta a los Romanos,
escribe sobre la naturaleza pecaminosa, la mentalidad pecaminosa
que está en contra de los deseos del Espíritu. Pablo lo expresa de
esta manera:
«Los que se dejan dominar por su naturaleza pecaminosa viven
sólo para complacer sus deseos; pero los que viven de acuerdo
con el Espíritu, se preocupan de las cosas del Espíritu. Los que
ocupan su mente en las cosas del Espíritu tienen vida y paz;
pero el ocuparse de las cosas de la naturaleza pecaminosa
produce muerte, porque la naturaleza pecaminosa siempre se
rebela contra Dios, nunca ha obedecido la ley de Dios y nunca
podrá obedecerla. Por eso, los que viven de acuerdo con su
naturaleza pecaminosa jamás podrán agradar a Dios». (vv. 5-8).
Y si el Espíritu de Dios que levantó a Jesús de entre los muertos
vive en ustedes, él mismo les dará vida a sus cuerpos mortales.
Así que, amados hermanos, ustedes no están obligados a hacer
lo que la vieja naturaleza les dice. Si lo siguen haciendo
perecerán; pero si mediante el poder del Espíritu hacen morir a
la naturaleza pecaminosa y sus obras, vivirán. (vv. 11-13)
Además, sabemos que, si amamos a Dios, él hace que todo lo
que nos suceda sea para nuestro bien. Él nos ha llamado de
acuerdo con su propósito. A quienes Dios conoció de antemano,
los destinó desde un principio para que sean como su Hijo, para
que él sea el mayor entre muchos hermanos. (vv. 28-29).
La voluntad de Dios, entonces, es que seamos transformados a
la imagen de Cristo
La palabra transformación en el griego es metamorphoo, de donde
viene nuestra palabra metamorfosis, que podemos encontrar en
Romanos 12:2 y en 2 Corintios 3:18. Dios sí quiere que seamos
sanados y, sobre todo, salvados de nuestra naturaleza pecaminosa
que resulta en muchas de las enfermedades físicas y emocionales.
Pero más que nada, Dios quiere nuestra sanidad espiritual, que
tiene valor no solamente para esta vida, sino para toda la eternidad.
Jesucristo vino al mundo para salvar a hombres y mujeres de sus
pecados, llamándoles a buscar primeramente el reino de Dios. En
cuanto eso se logra, lo demás será añadido. (Mt 6:33).

(DIOS QUIERE RESTAURAR TODAS LAS COSAS,


EN TODOS LOS ASPECTOS)
EL MINISTERIO ENTREGADO A LAS PERSONAS
No es coincidencia que el tercer Evangelio del Nuevo Testamento
fuera escrito por el médico Lucas. Su narración presenta los
milagros de Jesús, especialmente las sanidades, de manera
holística. Inmediatamente después de su tentación por Satanás en
el desierto, Lucas relata cómo Jesús regresó a Galilea en el poder
del Espíritu. Se dedicaba a enseñar y muchos lo admiraban.
Llegando a su propia ciudad de Nazaret, anunció su ministerio, que
incluía no solamente predicar el año aceptable del Señor, sino
también para sanar a los ciegos, proclamar libertad a los cautivos y
los oprimidos (Lc 4).
En los siguientes capítulos podemos ver la manera en que Jesús
comenzó a llamar y preparar sus discípulos para continuar el
ministerio por el cual había sido ungido. Lo primero era demostrar
que no todos aceptarían su mensaje y menos aceptarían quién era:
el Hijo de Dios. Allí mismo, en la ciudad donde se había criado, fue
rechazado.
Saliendo de Nazaret, Jesús comenzó a predicar y sanar a muchos.
Sin embargo, dejó muy claro que anunciar las buenas nuevas era el
propósito por el cual había sido enviado. Los milagros eran una
manifestación de su poder, pero su autoridad venía de la unción que
había recibido para anunciar las buenas nuevas. Lucas presenta
cómo Jesús comienza a llamar a sus discípulos, uno por uno, y la
manera como ellos responden, dejando todo para seguirle.
En Lucas 6 vemos a Jesús mostrando su autoridad al sanar la
mano paralizada de un hombre un día sábado. Fue en ese momento
que los maestros de la Ley y los fariseos empezaron a discutir la
manera en que podrían acusar a Jesús. Habiendo mostrado su
autoridad frente las autoridades religiosas, Jesús selecciona a doce
de sus discípulos y los nombra apóstoles, que son emisarios,
enviados con un mensaje y una encomienda. Esto era parte del
proceso de preparación para su futura misión.
Un episodio determinante en la preparación de los doce apóstoles,
se define en el encuentro entre Jesús y el centurión romano con un
siervo enfermo, que estaba casi a punto de morir (Lc 7). El centurión
le dice a Jesús que no tiene que molestarse mucho, porque con
solamente decir la palabra, se sanaría el siervo. Para aclarar, el
hombre romano cuenta que él obedece las órdenes de sus
superiores, y que los soldados bajo su autoridad hacen cualquier
cosa que se les ordene.
La respuesta determinante de Jesús estableció la base del
ministerio, que incluiría predicación y sanidad divina. Jesús declara
que «ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande». (v.9),
¿De verdad? ¿Pero qué de Abraham, Moisés, Josué, Daniel, Esther
y otros en la historia de Israel? Muchos de ellos habían servido en
posiciones de autoridad, y varios en posiciones bajo la autoridad de
reyes. Sin embargo, a pesar de su gran fe, tal vez nunca lo habían
relacionado con la idea de autoridad, algo que el centurión expresó
específicamente.

(JESÚS NO VINO A SALVAR ALMAS,


VINO A SALVAR PERSONAS)
Inmediatamente, Lucas relata cómo en el pueblo de Naín, en
compañía de sus discípulos y una gran multitud, se encontraron con
el joven muerto, el hijo único de una madre viuda. Con compasión,
le dice a la mujer «no llores». Entonces le ordenó al joven que se
levantara, y este «se levantó y comenzó a hablar». Definitivamente,
Jesús había demostrado su autoridad sobre la vida y la muerte.
Tal vez a manera de paréntesis, Lucas narra que los discípulos de
Juan se acercaron para preguntarle si era el mesías que esperaban.
En la manera que lo relata el médico Lucas, Jesús no les responde
de inmediato, sino que «en ese momento Jesús sanó a muchos que
estaban enfermos o sufriendo, a personas que tenían espíritus
malos y a muchos ciegos, a los que les dio la vista. Luego les
respondió…». (Lc 7:21). Lo que Jesús les dijo esencialmente, es
que las sanidades que hacía, y el mensaje que predicaba, era
suficiente prueba de quién era. En forma de preparación para sus
seguidores, Jesús dice acerca de Juan: «Les digo que entre todos
los hombres no hay otro más grande que Juan. Sin embargo, el más
pequeño en el reino de Dios es más grande que él». (Lc 7:28).
Acto seguido, Jesús muestra su autoridad para perdonar los
pecados de la mujer que le lavó sus pies. Los invitados solamente
pudieron preguntar, «¿Quién es este, que hasta perdona pecados?»
Podían ver las sanidades, pero perdonar pecados… ¿blasfemia? (Lc
7:49).

(JESÚS NO VINO A CAZAR PECADORES,


SINO A SANAR A LOS ENFERMOS)
Jesús sigue predicando y sanando, tanto de espíritus malignos
como de enfermedades. Con todas sus buenas enseñanzas, Jesús
no necesariamente demostraba un milagro, pero cada milagro iba
acompañado por una enseñanza. Por más compasión que Jesús
tenía por las multitudes y por individuos, lo más importante era que
aceptaran su enseñanza sobre el «Reino de Dios».
Esto es evidente en su enseñanza con la parábola de la semilla.
Muchos podrían escuchar su mensaje, pero algunos no tendrían
raíces y se apartarían cuando llegaran las pruebas. En otros, la
palabra se ahogaría por las preocupaciones de la gente. Pero la
semilla en la buena tierra, los que oyen con corazón noble y bueno,
y retienen la palabra… estos producirían buena cosecha (Lc 8:11-
15).
En la tormenta en el mar de la Galilea, Jesús demuestra que su
autoridad no está limitada por la tormenta, y regaña a los discípulos
por su falta de fe. Esta vez, sus propios discípulos preguntan:
«¿Quién será este hombre que aun los vientos y el mar lo
obedecen?». (Lc 8:25b). En su pregunta ellos están empezando a
reconocer que este hombre, a quien habían decidido seguir, tenía un
poder y una autoridad más allá de lo concebible humanamente.
Jesús sigue demostrando su poder sobre la muerte, sobre los
endemoniados, siempre enfatizando la fe de los que reciben
sanidad. Ahora, en Lucas 9, Jesús reunió a los doce y «les dio
poder y autoridad para echar fuera a todos los demonios y para
sanar enfermedades». (v.1). Entonces viene la comisión de ir y
predicar sobre el reino de Dios y también sanar a los enfermos. Y
así hicieron. Lucas termina el capítulo 9 mostrando que no todos los
que dicen que le seguirán tienen el compromiso necesario…

(DEBEMOS ACTUAR COMO JESÚS LO HIZO:


SANANDO A LAS PERSONAS EN TODAS
LAS ÁREAS DE LA VIDA)
En el capítulo 10, Lucas describe cómo Jesús escogió a otras
setenta y dos personas, aparte de los doce, para ir delante de él a
los lugares que pensaba ir. De cierta manera, estaban cumpliendo lo
que había comenzado Juan el Bautista, preparando el camino del
Señor con sendas derechas (Mc 1:3), y preparando «al pueblo para
recibir al Señor» (Lc 1:17). Jesús les dio instrucciones de entrar en
un pueblo y sanar a los enfermos, pero también decirles que «el
reino de Dios ya está cerca de ustedes» (10:8). Lucas describe lo
que Jesús dijo que sucedería si los pueblos rechazaban el mensaje.
Para el juicio que les acontecería, ¡les sería más tolerable el castigo
para Tiro y Sidón que para ellos!
Cuando los setenta y dos regresaron contentos a Jesús, le
contaron cómo hasta los demonios se les habían sometido en su
nombre. Jesús aclara que les había dado autoridad sobre el poder
del enemigo. Sí, Satanás tiene poder, pero la autoridad espiritual
proviene de la Palabra de Dios, tal como lo demostró Jesús mismo
en su tentación en el desierto. Ahora, Jesús les aclara que mejor
que la autoridad para sanar enfermos y echar fuera los demonios,
entre otros ministerios, es la alegría que se encuentra en nuestra
salvación, y que nuestros «nombres están escritos en el cielo»
(10:20).

(LA SANTIDAD ES SANIDAD, UNA VIDA SANA EN


TODOS LOS ASPECTOS, LA VIDA DE JESÚS.)
EL MINISTERIO DE SANIDAD HOY
Pablo escribe en Efesios, que «a cada uno de nosotros se nos ha
dado gracia en la medida en que Cristo ha repartido los dones. Por
esto dice: ‘Cuando ascendió a lo alto, se llevó consigo a los cautivos
y dio dones a los hombres’». (4:7-8 NVI). El propósito de los dones
es principalmente para la edificación del cuerpo de Cristo. En efecto,
Pablo afirma a los corintios, que muchos se encuentran débiles y
enfermos, y hasta algunos habían muerto, por la falta de buenas
relaciones dentro de la iglesia (1 Cor 11:30).
Dentro de los dones que Pablo menciona en el siguiente capítulo a
los corintios, se encuentra «los dones para sanar a los enfermos».
Entre los dones mencionados en esta lista, el don de sanidad en el
griego se escribe «dones de sanidades», las dos palabras en plural.
Esto podría significar que Pablo reconocía la necesidad de sanidad
física, emocional y mental, además de espiritual. Junto con el don
de discernimiento, estaría entre los dones más empleados por el
mismo Señor Jesucristo, y entre los más importantes, si pudiésemos
ponerlos en un escalafón.
Algo importante para tomar en cuenta, es que la lista que Pablo
menciona en 1 Corintios 12, tiene que ver con el contexto del cuerpo
de Cristo, la iglesia. Para evitar confusión, cuando están reunidos
como iglesia, Dios obra con los diferentes dones por medio de
diferentes personas: «El Espíritu Santo le da una manifestación
especial a cada uno de nosotros para ayudar a los demás». Desde
el versículo 12 y hasta el final del capítulo todo tiene que ver con la
importancia del cuerpo de Cristo, la iglesia.
Los capítulos 13 y 14 continúan con la enseñanza de Pablo con
relación al cuerpo. Pero Pablo es claro al mencionar que algunos
dones son para el uso personal, fuera de la congregación, como el
hablar en lenguas personalmente, y el hablar en lenguas en la
congregación. De igual manera, el don de sanidad (o dones de
sanidad) puede ser manifestado por cualquier creyente, como lo
vimos con el grupo de los setenta y dos. Hay momentos en que un
enfermo debe llamar a los ancianos de la congregación para orar,
esto es con el motivo de aumentar su fe, no como una regla, porque
es la oración de fe en sí misma, la que sana.
Los dones se han clasificado como de «manifestación»
(Rom 12:4-8), de «motivación» (Rom 14:4-8), y de
«ministerios» en (Ef 4:11), pero todos para obras de servicio
y edificación del cuerpo de Cristo. Son «Dios nos da muchas
clases de dones, pero el Espíritu Santo es la única fuente de
esos dones. Hay diferentes maneras de servir a Dios, pero
siempre es a un mismo Señor. Hay muchas maneras en que
Dios actúa, pero siempre es un mismo Dios el que realiza
todas las cosas en nosotros». (1 Cor 12:4-6). ¿Podemos
decir que cada creyente tiene un don, o tal vez varios?
Aunque Pablo sí dice en el versículo 7, que «el Espíritu
Santo le da una manifestación especial a cada uno de
nosotros para ayudar a los demás», la palabra clave es
«especial» en el contexto del bien corporal.
¿De qué maneras podemos sanar a los demás?
En conclusión, lo importante en todo es no permitir pasar por alto
la frase donde Pablo escribe lo siguiente: «…pero es siempre un
mismo Dios el que hace todas las cosas en nosotros». (1 Cor
12:6b - énfasis del autor). Algunos tienen el don de dar, en el
contexto de la iglesia, pero eso no significa que los demás no
tenemos que dar. El don, o dones, de sanidad, se manifiesta por
algunos en la iglesia, pero ese mismo don está a nuestra disposición
en cualquier situación y momento que tenemos la fe para ejercerlo.
Pero nunca nos gloriemos en la manifestación de los dones, porque
el don del Espíritu Santo, como lo mencionó Pedro en su sermón en
el día de Pentecostés, era que «nuestros nombres están escritos en
el libro de vida.»

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO


TEOLÓGICO?
Dios quiere el bien de las personas. La sanidad total, en todas las
áreas de la vida. La idea de un Dios que solo se interesa por
nuestras almas, sin tener en cuenta todas las aristas del ser
humano, no es bíblica. La salvación integral de la humanidad, la
restauración de su dignidad, de su salud emocional, entre otras
transformaciones, también son importantes para Dios. Es cierto que
el Reino de Dios es lo primero, es el foco, pero sin este enfoque
humano que encontramos en Jesús, en su vida, en sus hechos y
sus intereses, el evangelio está incompleto. Como creyentes no
podemos pretender predicar el evangelio, simplemente
transmitiendo información, sin amar a la totalidad del ser humano y
buscar su restauración total.

EL ESCÉPTICO
¿No se puede conseguir la salud espiritual con otras
creencias? Algunos dicen: «mientras tenga paz conmigo
mismo, está todo bien», «si yo estoy contento con mis
creencias y me funciona, ¿por qué debo confiar en Jesús o
cambiar de estilo de vida?».
Si hablamos de salud, la salud tiene un componente objetivo muy
fuerte. Si un paciente tiene cáncer y no es consciente de ello, puede
vivir con cierto bienestar durante un tiempo, pero eso no quiere decir
que esté sano. Las consecuencias de la enfermedad terminarán
afectándole, tarde o temprano. Porque la ignorancia de la
enfermedad no te exime de sus consecuencias. También, si más
adelante este paciente descubre la enfermedad, pero los médicos
se limitan a darle parches de morfina para que se sienta bien y
aliviarle el dolor, pero no intervienen directamente en la enfermedad
y solo le ofrecen cuidados paliativos, finalmente la enfermedad
acabará destruyendo su vida.
La salud del ser humano en todas las áreas de su vida tiene una
raíz objetiva: el pecado. En un sentido profundo, a causa del pecado
no estamos viviendo, nos estamos muriendo. Podemos buscar
espiritualidades paliativas que nos quiten temporalmente el dolor,
pero la enfermedad de fondo sigue ahí. Solo Jesús, y lo que hizo por
la humanidad, puede sanarnos de verdad. Cómo nos sentimos
nosotros al final no es lo importante, lo importante es cuál es la
realidad, lo que piensa Dios de nosotros. Tener un buen diagnóstico
es crucial para recuperar la salud.
Es muy importante confiar en el diagnóstico del mejor médico de la
historia, Jesús de Nazaret, y en la sanidad holística que ofrece.

RESUMEN
Hay un énfasis en la salud del ser humano en todas las
áreas, pero descuidamos quizá jamás importante: la
espiritual.
Jesús vino a restaurar a las personas en su totalidad, no
solamente a salvar almas.
Jesús tenía un ministerio holístico e integral.
La voluntad de Dios es que seamos transformados a la
imagen de Cristo.
Dios quiere que tengamos una vida sana, es decir, santa,
como Jesús.
Dios quiere que vivamos «sanando» a nuestro alrededor,
como Jesús hacía.
La «sanidad» en las diferentes áreas, en los evangelios,
depende en gran medida de la fe del que es sanado, es
decir, la confianza que deposita en Dios.

DIÁLOGOS
¿Porque crees que la Escritura dice que Jesús predicaba como
quien tiene autoridad y no como los escribas?
La idea es que Jesús acompañaba con sus mensajes y con
hechos, hacía el bien a las personas, se ganaba el derecho de
ser escuchado.
¿Qué enfermedades estamos llamados a sanar? ¿Solamente
físicas? ¿Cómo podemos sanarlas?
En tu contexto, ¿cuál crees que es la necesidad más profunda
de sanidad que necesitan las personas?
La santidad es sanidad. ¿Qué piensas de esa frase?
Jesús no iba cazando pecadores, sino sanando a los enfermos.
¿Cómo cambiaría nuestra manera de acercarnos a la gente si
tuviésemos esto en cuenta? (Mt 9:12).

PROFUNDIZA EN TU CREDO
- Macaulay, Ronald; Barrs, Jerram. El ser humano. Publicaciones
Andamio. Barcelona, España. 2012.
- Willard, Dallas. Renueva tu corazón. Editorial CLIE.
Viladecavalls, España. 2004.
- Leys, Lucas. Liderazgo Generacional. E625. Dallas, Texas.
2017
8. JUSTICIA Y PAZ: REINO DE DIOS
«…y en un solo Señor, Jesucristo …por quien todo fue hecho;
que por nosotros los hombres y por nuestra salvación …por
nuestra causa …para juzgar a vivos y muertos, y su reino no
tendrá fin».

INTRODUCCIÓN
El gran proyecto de Jesús es «el Reino de Dios». La historia de
cómo Dios desde el principio de los tiempos fue materializando su
proyecto a través de seres humanos, queda registrado en el Antiguo
Testamento. Ahora, con la venida de Jesús y su afirmación de que el
Reino de los cielos se ha acercado, debemos comprender en
profundidad qué significa esto y qué implicaciones tiene para
nuestras vidas.
La prioridad de su Reino queda registrada en las páginas del
Nuevo Testamento. Su reino no tendrá fin, afirma el Credo. Somos
llamado a vivir en el Reino, a pesar de que en nuestro ambiente aún
no sea así del todo. «Venga tu reino y cúmplase en la tierra tu
voluntad como se cumple en el cielo». Ese es nuestro proyecto de
vida.

¿Cómo definirías el Reino de Dios con tus propias palabras?

LECCIÓN TEOLÓGICA
LA VIDA EN EL PRESENTE DEL MUNDO FUTURO
El reinado de Dios es uno de los temas más pertinentes en la
teología bíblica, y en las enseñanzas de Jesús toma una suprema
posición. La misericordia y gracia de Dios para la humanidad, es la
entrada al Reino de Dios y es su plan para la redención del mundo
entero. Dios tomó la iniciativa al revelar a la humanidad una parte
más completa de su programa del Reino, a través de la vida y obra
de Jesús de Nazaret. Su ministerio en la tierra, sus acciones
milagrosas, las sanidades y el poder de Jesús sobre la naturaleza,
así como su papel como el Siervo Sufriente, fue la culminación del
proceso para inaugurar el Reino de Dios. Jesús mismo cumplió el
papel de inaugurador del Reino, al ser honrado y demostrar la
autoridad para ejecutar el juicio.

(EL REINO DE DIOS ES EL TEMA DEL QUE


HABLABA JESÚS COMO EJE CENTRAL DE SU
MENSAJE)
UN REINO DE SACERDOTES: EL PLAN DE DIOS
Para comprender adecuadamente la idea del Reino de Dios, es
importante primero entender el gran propósito de Dios de restaurar
el mundo caído por causa del pecado original. Obviamente, eso solo
se logrará completamente en el cielo, cuando llegue «lo perfecto»
en la persona de Jesucristo por los redimidos (1 Jn 3:2; 1 Cor
13:10,12).
Cuando Jesús les dijo a sus seguidores: «ustedes deben ser
perfectos, como su Padre que está en los cielos es perfecto» (Mt
5.48), en cierta manera esto correspondía a su oración: «Padre
nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu
reino y cúmplase en la tierra tu voluntad como se cumple en el
cielo». (Mt 6.9-10). Esa voluntad de Dios es nada más y nada
menos que la transformación de la humanidad, hombres y mujeres,
a la imagen de Cristo dentro del contexto de la iglesia.
Así como Adán y Eva fueron creados a la imagen de Dios, ese
proceso es la visión de Dios para cada uno hoy en día. El apóstol
Pablo entendía esto muy bien al escribir lo siguiente a los romanos:
Toda la creación se encuentra de puntillas para ver la
maravillosa realidad de los hijos de Dios, verlos encontrar su
identidad y potencial. El mundo de la creación todavía no puede
ver la realidad, no porque decida ser ciego, sino porque en el
propósito de Dios ha sido muy limitado; sin embargo, se le ha
dado esperanza. ¡Y la esperanza es que al final toda la vida
creada será rescatada de la tiranía del cambio y la decadencia,
y tendrá su parte en esa magnífica libertad que solo puede
pertenecer a los hijos de Dios! (Traducción libre de Rom 8:19-
21).
Este plan de redención de Dios para el mundo lo vemos primero
con el llamado de Abram para establecer un pueblo especial. En ese
tiempo no se consideraba un reino como tal, sino más bien como
una gran familia gobernada por un patriarca. En cierto sentido, esto
era la representación del gobierno de Dios como una familia, dirigida
por el padre. Luego, en las palabras de Jesús, vemos la importancia
de su relación con su Padre, y también la de sus seguidores con el
Padre.
Con Israel, el sistema patriarcal funcionó por un tiempo, pero como
todo sistema de gobierno humano, tenía sus limitaciones, y después
de Abraham, Isaac y Jacobo, el sistema dejó de funcionar como
sistema patriarcal. Cuando los israelitas se trasladaron a Egipto,
fueron gobernados por el faraón. Es importante notar que no fueron
esclavos sino hasta después de la muerte de José, y la llegada de
un nuevo rey que no lo había conocido a éste.
Saliendo de su cautiverio, en el desierto de Sinaí, Moisés sube al
monte en busca de un encuentro con Dios. Como vimos en un
capítulo anterior, Dios le expresa su plan de que el pueblo de Israel
sean un «reino de sacerdotes y una nación santa». (Ex 19:6 NVI).
Moisés volvió y les comunicó a los ancianos lo que el Señor quería.
No lo tuvieron que pensar mucho antes de responder a una sola voz
que cumplirían con todo lo que el Señor proponía.
Moisés regresa al Señor con la respuesta del pueblo, y recibe las
instrucciones de parte de Dios. Dios se presentaría en una nube
para que el pueblo lo escuche hablar con Moisés. No podrían subir
al monte hasta después de tres días, cuando se escucharía el toque
largo de la trompeta. Hubo otras instrucciones, pero al final, Dios
habló, no escribió, lo que conocemos como los diez mandamientos.
El gran problema llegó cuando el pueblo escuchó los truenos y
vieron los relámpagos, además de los sonidos de trompeta y la
montaña envuelta en humo. Ellos temblaron de miedo y le rogaron a
Moisés que él les hablara y lo escucharían a él. De hecho, pensaron
que si Dios les hablara directamente morirían. Moisés se acercó a la
oscuridad, pero los israelitas se mantuvieron alejados.
¿Qué pasó entonces con el «reino de sacerdotes» y la «nación
santa» que Dios querría? Primero, los mandamientos que había
dado al pueblo oralmente, ahora se los da en las tablas con la Ley y
los mandamientos escritos por Él mismo para guiarlos (Ex ٢٤:١٢).
Alguien ha comentado que Dios tiene sentido de humor, porque al
poner los mandamientos por escrito, ya no podían justificar sus
pecados, porque «la ignorancia de la ley no es excusa».
Durante cuarenta días Dios le da instrucciones a Moisés, sobre
todo entregando los detalles para el santuario. Antes de este
momento, había sacerdotes, pero nada como lo que vendría. Por el
rechazo del pueblo de escuchar a Dios y acercarse a él, Dios ahora
establecería una línea de sacerdotes, comenzando con Aarón y sus
hijos. (Ex 28:1-4). Dios le ordena a Moisés a consagrar a Aarón y
sus hijos como sacerdotes, y dice: «Viviré en medio del pueblo de
Israel y seré su Dios, y ellos sabrán que yo soy el S D .
Y E . Y
S D ». (Ex 29.45-46).
Una vez más, Dios le da los mandamientos, esta vez escritos en
dos tablas por su propio dedo (Ex 31:18). Ahora, cuando Moisés
baja del monte, se encuentra con el ídolo frente un altar ¡y el pueblo
en un desenfreno completo! Los únicos que no participaron de esos
actos idolátricos, fueron los levitas, y un tiempo después, Dios los
establece como la línea de sacerdotes, en lugar de los hijos
primogénitos que tendrían esa responsabilidad.
Sin embargo, el «reino de sacerdotes», que era el plan de Dios
para su pueblo no llegó a establecerse, no solamente por su pecado
de la idolatría, sino también porque no quisieron escuchar a Dios o
acercarse a él. Este era el segundo «plan b» de Dios, después del
primer «plan b», por causa del pecado de Adán y Eva.
¿Por qué crees que Dios actuaba constantemente así, con esa
paciencia?
Al final, Dios establece a la tribu de Leví como sacerdotes (Núm
8), porque ellos fueron los únicos que no participaron en la fiesta
celebrando el ídolo en forma de becerro (Ex 32). Esta consagración
incluía recibir autoridad y el sacerdocio sería para ellos una ley
perpetua. Igual que la «unción», o consagración de reyes y profetas,
implicaba un nombramiento o llamado perpetuo. Se podría decir que
el «llamado» al ministerio es para toda la vida, y a pesar de que uno
no esté en una posición oficial de ministerio, no implica que ha
dejado o perdido ese llamado.

(Dios siempre anheló un pueblo


dedicado al sacerdocio.)
UN REINO COMO LAS OTRAS NACIONES
Después de haber dicho a Moisés que querría «un reino de
sacerdotes», Dios le advierte que, si algún día el pueblo decide
tener un rey como las otras naciones, debería ser uno de su mismo
pueblo. Sobre todo, ese rey debería ser humilde, con un corazón
recto (y de paso, sin muchas mujeres). Las instrucciones para tal rey
son bastante importantes, y podrían aplicarse a cada uno de
nosotros como parte de ese reino de sacerdotes.
Con la muerte de Moisés, Josué tomó el liderazgo de Israel y los
llevó a la «Tierra Prometida». Sin embargo, una vez más el pueblo
cayó en pecado y Dios levantó jueces para dirigirlos, junto con
profetas y, por supuesto, los sacerdotes. Cuando Samuel ya era
viejo, y no parecía que sus hijos malvados seguirían en sus pasos,
los ancianos de Israel le pidieron que les nombrara un rey, igual que
las otras naciones a su alrededor. Se cumplió lo que Dios había
previsto que sucedería.
Cuando Samuel consultó a Dios, el Señor respondió que este
deseo era por causa de haber rechazado a Dios como su rey (1
Sam 8.7). Por medio de Samuel, Dios advierte al pueblo que con un
rey no les iría muy bien: «Cuando llegue ese día, ustedes
derramarán amargas lágrimas a causa del rey que piden hoy, pero
el Señor no les ayudará.» (8.18). Sin embargo, Dios le permitió tener
un rey; en esencia, este era el tercer «plan b» de Dios para Israel.
EL REY PROFETIZADO
Ya sabemos la historia de Saúl, David y Salomón, y de allí la división
del reino, seguido luego por otro periodo de cautiverio en Babilonia.
Fue durante este tiempo que Zacarías profetiza:
«¡Regocíjate grandemente, pueblo mío! ¡Grita de alegría,
Jerusalén! ¡Tu rey viene montado sobre un burrito! ¡Es un rey
justo y humilde, y viene a salvarte!… El Señor será Rey sobre
toda la tierra…». (Zac 9:9; 14:9).
También vemos al rey profetizado en Daniel:
«Durante el gobierno de estos reyes, el Dios del cielo
establecerá un reino que jamás será destruido, al que nadie
jamás podrá conquistar. Este reino de Dios destruirá a todos
estos reinos, pero él mismo permanecerá estable para
siempre». (2:44).
Luego seguí viendo en mis visiones nocturnas. Vi la llegada de
uno que parecía un hombre ordinario, ¡traído sobre nubes del
cielo! Se acercó al Anciano cargado de años y lo llevaron ante
él. 14 Le dieron la facultad de gobernar, reinar y ser tratado con
gran respeto en todos los pueblos, culturas y naciones del
mundo, para que siguieran sus disposiciones. Su poder es
inmenso, nunca se acabará, su gobierno jamás será destruido».
(7:13-14).
El Antiguo Testamento presenta el contexto para el reino de Dios
sobre la tierra y sirve como una introducción al Nuevo Testamento.
Este periodo de reyes humanos no fue exactamente el plan primario
de Dios, y vemos cómo el rey Saúl perdió su reino extendido por no
obedecer al profeta de Dios. Su reino sería entregado «a un varón
conforme a su corazón» (1 Sam 13:14). De esa manera Dios
selecciona a David, y éste sí reconoció al «Señor de los cielos» (Sal
2:4). A pesar de sus reconocidos pecados y fallas, Dios lo usó para
establecer la línea de reyes de la cual nació Jesús, tal como fue
profetizado por Isaías. (Isa 52-53).
EL REINO DE DIOS EN LA TIERRA
El «reino de Dios» era el mensaje principal de Jesús en su
ministerio terrenal. La palabra reino, por ejemplo, es mencionada
cincuenta y cinco veces solamente en el Evangelio de Mateo, y
cuarenta y dos veces en Lucas. Además, el gran profeta Isaías
vislumbró la venida de este reino con el nacimiento del Mesías:
«El pueblo que anda en tinieblas verá una gran luz, una luz que
iluminará a todos los que moran en la tierra de amenaza de
muerte… Porque nos ha nacido un niño, se nos ha dado un hijo
y él tendrá el gobierno sobre su hombro. Estos serán sus títulos
de realeza: «Admirable», «Consejero», «Dios poderoso»,
«Padre eterno», «Príncipe de paz». Su siempre creciente y
pacífico reinado no acabará jamás. Gobernará con perfecta
equidad y justicia desde el trono de David su padre. Traerá
verdadera justicia y paz a todas las naciones del mundo. Esto
ocurrirá porque el Dios Todopoderoso se ha empeñado en
realizarlo». (Isa 9:2, 6-7)
EL ENOJO DEL SEÑOR CONTRA ISRAEL
El Evangelio de Marcos comienza con las palabras de Isaías sobre
la preparación del camino del Señor (Mar 1:2-3). En cierta manera,
ese camino de Jesús sobre la tierra culminó con su «entrada
triunfal» a Jerusalén, registrada en los cuatro Evangelios, y así
cumpliendo la profecía de Zacarías. Ya Jesús no les dice a sus
discípulos que «no dijeran quién era él» (Mt 12:16 NVI). Más bien,
Jesús acepta los gritos del pueblo reconociéndolo con sus
hosannas: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del
Señor! 10 ¡Bendito el reino que viene, que es el reino de nuestro
padre David! ...». (Mar 11:9-10).
Desde nuestra perspectiva de hoy, el concepto del Reino pareciera
algo espiritual, más como el «Reino de los cielos», como Mateo
menciona en las «bienaventuranzas» (Mt 5) del Sermón del Monte.
Sin embargo, los judíos de aquel tiempo sí esperaban un rey físico
que los libertaría del yugo de los romanos. Los dos discípulos en el
camino a Emaús reflejaban lo que tal vez todos pensaban: «…
nosotros teníamos la esperanza de que él sería el libertador de
Israel…». (Lc 24:21).
Quizá hubo cierta confusión pues Juan el Bautista anunciaba que
el reino se acercaba. Jesús mismo enseñó que oraran, «venga tu
reino y cúmplase en la tierra tu voluntad como se cumple en el
cielo». (Mt 6.10). Poner el reino de Dios primero en sus vidas, y
también la justicia de Dios, era la garantía de que todas las otras
cosas que eran importantes serían añadidas (Mt 6:33). Sin duda, el
evangelio del reino era el mensaje central en el ministerio y la
enseñanza de Jesús.
Un reino de sacerdotes: misión cumplida
Pedro, quien confesó que Jesús era el Mesías esperado, pudo
entender finalmente el propósito de Dios desde el principio: cada
creyente un sacerdote, y juntos forman el Reino de Dios, la iglesia.
Acérquense a Cristo, que es la Piedra viva que los seres
humanos despreciaron pero que Dios escogió y es preciosa
para él. De este modo, también ustedes son piedras vivas con
las que se está edificando una casa espiritual. Así llegan a ser
un sacerdocio santo, para que le ofrezcan a Dios sacrificios
espirituales por medio de Jesucristo. Estos sacrificios a él le
agradan. … Pero ustedes son una familia escogida, son
sacerdotes reales y son una nación santa. Son un pueblo que
Dios compró para que anuncien sus obras extraordinarias; él fue
quien los llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Ustedes
antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son el pueblo de Dios;
antes no habían tenido compasión de ustedes, pero ahora ya
les tienen compasión». (1 P 2:4-5, 9-10).
Este sacerdocio ya no implica sacrificios de animales por el perdón
de pecados. Ese sacrificio lo hizo el Señor una vez para siempre y
nos permite libre acceso al trono del Padre, para entrar en el Lugar
Santísimo. Los levitas podían entrar una vez por año al Lugar
Santísimo, y solo uno de ellos. Ahora, «…con un solo sacrificio [el
Señor] hizo perfectos para siempre a los que está santificando».
(Heb 10:14).

(En Jesús se resolvió el enigma y el problema del


Antiguo Testamento.)
Este proceso de santificación ocurre dentro del contexto de la
iglesia, en la comunión con los hermanos y las hermanas en la fe.
Hemos sido librado del dominio (o reino) de la oscuridad (Col 1:13) a
la luz (Hch 26:18; 1 Jn 1:7). Nos corresponde, como sacerdotes y
reyes, mantener comunión no solo con Dios, sino también con otros,
porque no es solamente un reino, sino también una familia.
Pablo escribe en Romanos que la vida en el Espíritu no es lo
mismo que vivir bajo la Ley, ya que ninguno de nosotros por medio
de la Ley podríamos alcanzar la perfección que se encuentra en
Jesucristo. Pero al reconocer que somos hijos del Rey, y también
herederos, nos da confianza y libertad para llegar a ser lo que él
desea de cada uno de nosotros: una transformación total por medio
de un cambio en nuestra manera de pensar. En Cristo tenemos
autoridad, como les dio a sus discípulos, y esa autoridad se nos da
para cumplir la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios a
medida que nos entregamos a él como sacrificios vivos.
Las siguientes palabras de Pablo a los romanos tal vez resumen la
manera en que podemos visualizar el reino de Dios aquí en la tierra:
«Después de todo, en el reino de Dios lo más importante no es
comer ni beber, sino practicar la justicia y la paz y tener el gozo del
Espíritu Santo». (Rom 14:17). Vivir en el reino de Dios es aceptar la
justicia de Dios y extenderla a otros. Vivir en el reino de Dios es
tener la paz que Cristo da, no como la que da el mundo (Jn 14:27).
Jesús dijo: «¡Dichosos [bienaventurados] los que reconocen su
pobreza espiritual, porque de ellos es el reino de los cielos!». (Mt
5:3). La palabra griega para dichosos es makarios, y significa estar
en un estado de felicidad y contentamiento que sobrepasa cualquier
situación o problema que enfrentamos.

(EL REINO DE DIOS ES JUSTICIA, PAZ Y ALEGRÍA)


El rey del universo dejó su trono en gloria para servirnos como un
siervo. Debemos siempre recordar que «ser como Cristo» no es
solamente ser un rey, sino también un siervo.
EL REINO DE DIOS EN LOS CIELOS
La gran promesa que nos dio Jesús no fue solamente la promesa
del Espíritu Santo, sino la promesa de que él volvería por su pueblo
redimido. Jesús actualmente gobierna sobre el cosmos sentado la
diestra del Padre (Hch 2:24-33; 5:31; 7:55-56; Efe 1:20-21; Col 3:1;
Heb 1:3; 8:1; 10:12; 12:2; 1 P 3:22). Un día, Jesús regresará para
cumplir la promesa de completar el aspecto terrenal del trabajo de
su Reino. Vivir para ese momento significa permanecer fiel: «… si
morimos con Cristo, también viviremos con él. Si soportamos
nuestros sufrimientos, reinaremos con él...». (2 Tim 2:11-12). Y con
el apóstol Juan declaramos, «Ven, Señor Jesús». (Ap 22:20).

(NO DEBEMOS OLVIDAR QUE EN LA ORACIÓN


CENTRAL DE NUESTRA FE ORAMOS: «VENGA TU
REINO». PARA ESO ESTAMOS AQUÍ.)

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO


TEOLÓGICO?
El Reino de Dios era el mensaje central de Jesús. Dios se ha
propuesto restaurar un mundo roto, a través de su Reino, es decir,
su proyecto. Un proyecto que consiste en un pueblo redimido cuya
misión es bendecir al mundo. Jesús, en su gran comisión, nos dijo:
«He recibido toda autoridad en el cielo y en la tierra». (Mateo 28:18).
En otras palabras, Él ya es el Señor de la Tierra, pero estamos
estableciendo su Reino en este momento teológico conocido como
el «ya, pero todavía no». Ya somos salvos, pero todavía no; ya
somos santos, pero todavía no; Jesús ya reina, su Reino está aquí,
pero todavía no. Y en estos momentos, entre su primera y segunda
venida, nos toca a nosotros buscar «primeramente el Reino de Dios
y su justicia». (Mt 6:33 NVI). Sin este concepto teológico podemos
olvidar nuestras prioridades como creyentes y el plan de Dios para
este mundo.
El Reino de Dios es el único movimiento, la única empresa, el único
reino que trascenderá a la eternidad. Todos los demás proyectos
humanos quedarán atrás, así que invirtamos nuestra vida en los
valores eternos, en su Reino, que es justicia, paz y gozo en el
Espíritu Santo.

EL ESCÉPTICO
Si Dios es bueno y todopoderoso, ¿por qué hay tantos males en el
mundo? ¿Si su Reino ha llegado, por qué hay justicias en el mundo?
Dios jamás viola la voluntad humana, no la pasa por encima. En su
proyecto cuenta con nosotros. A nivel filosófico, este problema del
dolor y el sufrimiento humano como argumento contra la existencia
de Dios, se ha superado con creces de manos de autores de
renombre. Sin embargo, al que le duele no quiere explicaciones,
quiere consuelo. Por lo tanto, no solo es una pregunta intelectual
sino emocional.
El mundo no está como debe estar, y esta sensación es real,
porque así es el mundo, está roto, lo rompimos nosotros. Dios
mismo intervino ¡como persona! para comenzar su proyecto de
restauración y poner las bases de su Reino en Jesús, la piedra del
ángulo. Pero cuenta con nosotros. Él es todopoderoso y bueno, pero
nos ha encargado a nosotros esta realidad.
La cuestión no es, por tanto, si Dios existe ¿por qué hay mal a mi
alrededor?, sino: si yo existo, ¿por qué hay mal a mi alrededor?

RESUMEN

El tema central de Jesús era el Reino de Dios.


El gran propósito de Dios es restaurar el mundo caído
desde Génesis 3.
A pesar de la rebeldía de Israel Dios se propuso continuar
con su propósito.
No es solamente un reino. También es una familia.
No es restaurar solo una relación vertical con Dios, sino que
el reino de Dios implica también la restauración de las
relaciones con los demás.
Su intención es traer su reino aquí, no tener un mensaje del
evangelio escapista, de huida del mundo.
Vivir en el reino de Dios es aceptar la justicia, la paz y la
alegría de Dios y extenderla a otros.
Nuestro rey no es como los demás, se hizo siervo, para
hacer un pueblo de reyes y sacerdotes.
Los valores del Reino son contrarios a los de los reinos de
la tierra.
Vivimos en el «ya, pero todavía no» del reino de Dios, su
Reino está aquí, pero simultáneamente está viniendo, a
través de nosotros, hasta que Él vuelva.

DIÁLOGOS
¿Cómo puedes tener de manera práctica el Reino de Dios como
prioridad?
¿Qué significa de manera práctica que el Reino de Dios es
justicia, paz y alegría?
¿En qué áreas de este mundo puedes ver que el Reino de Dios
está aquí?
¿En qué áreas de este mundo o tu entorno puedes ver que el
Reino de Dios debería visibilizarse más, con más justicia, paz y
gozo?
¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de esta lección?

PROFUNDIZA EN TU CREDO
- Leys, Lucas. Diferente. Editorial Vida. Miami, Florida. 2015.
- Valerio, Ruth. Una vida justa y sencilla. Publicaciones Andamio.
Barcelona, España. 2017.
- Mangalwadi, Vishal. Verdad y transformación. Editorial JUCUM.
Tyler, Texas. 2010
9. BAUTISMO Y CENA DEL SEÑOR
«…y se encarnó …fue crucificado …y padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día …y subió al cielo; …y de nuevo vendrá.
En una Iglesia santa, universal y apostólica.
Confesamos un solo bautismo para la remisión de los
pecados».

INTRODUCCIÓN
Cuando la gente reconocía a Jesús como su Señor y Salvador,
había una señal externa que aparece en la Escritura para expresar
este cambio interior. La palabra griega es metanoia, y el bautismo es
la expresión visible de esa experiencia interna invisible. Se trata de
un símbolo que nos habla de un nuevo nacimiento, un tipo de
«reset» en la vida, una pureza dada por Dios, una nueva
oportunidad.
Durante siglos y milenios, y a pesar de algunas divergencias
internas en la iglesia, la experiencia y señal del bautismo ha tenido
una importancia trascendente en la vida cristiana. Así mismo, Jesús
sustituyó los altares de sacrificios (p.ej., Él fue el sacrificio definitivo
de Dios) por las mesas. Mesas para compartir, compartir de Él, y
para compartir el pan y el vino, donde la premisa era la aceptación
incondicional. Una aceptación que solo Dios puede conceder. Y
además es el lugar donde podemos y debemos reconocer al otro.
Cada vez que tomamos de la mesa del Señor el pan y el vino,
estamos recordando, o haciendo memoria de Él, de lo que Jesús
hizo, y también su naturaleza especial. Jesús redefinió la Pascua,
enseñándonos que ya desde Éxodo esta costumbre apuntaba hacia
Él. El Reino de Dios, en medio de una mesa compartida, que no
solo es comida, sino que es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo,
y que puede comunicar mucho más que meras palabras. Jesús lo
sabía.
Debemos seguir recordando lo que Él hizo, y «sumergiendo» o
bautizando a las personas en la vida de Jesús, para que «cambien
de color sus ropas».

¿Para qué crees que sirven el bautismo y la cena del Señor?

LECCIÓN TEOLÓGICA
En la lección 6 exploramos el tema del bautismo de Jesús y la
implicación para su ministerio de salvación y liberación. Al leer las
palabras de Juan «¡Aquí viene el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo!» (Jn 1:29), podemos decir que ese acto era tan
significativo que representaba un tipo de inauguración del «Nuevo
Pacto».
Además, su bautismo fue el comienzo del ministerio de Jesús, de
su ministerio con la introducción del Padre de cierta forma
anunciando quién era Jesús, el hijo amado. Dios estaba observando
el bautismo como un acto de obediencia, lo que le agrada a
cualquier padre. Como Hijo de Dios, Jesús enseñaba con autoridad,
y tenía toda la autoridad para sanar, y hasta para perdonar los
pecados (Mt 7:29; 9:6). También fue importante en su bautismo la
manera en que el Espíritu de Dios descendió, en forma de paloma,
para «posarse sobre él», y en la lección 11, que trata sobre la
resurrección, veremos en más detalle la obra del Espíritu Santo en
la vida y ministerio de cada creyente.
Este acto de bautismo, de igual importancia y relevancia para el
cristiano como individuo como para la iglesia de manera corporal,
lamentablemente ha sido la fuente de serias divisiones durante los
siglos que siguieron. Sin embargo, los temas de esta lección, el
bautismo en agua y la cena del Señor, siguen siendo los dos pilares
sobre la cual la iglesia reconoce y reafirma la fe individual.
Igualmente, como el Padre afirmó al Hijo en su bautismo, Él nos
afirma en nuestro bautismo como sus hijos. Y en la Cena del Señor,
nosotros afirmamos nuestro lugar en el cuerpo de Cristo,
recordando el propósito por el cual él murió y resucitó.
Tal vez muchos participan en estos dos sacramentos u
ordenanzas, sin pensar mucho en cómo hemos llegado a creer lo
que creemos. A pesar de que la Biblia misma no nos brinda
instrucciones claras y específicas de cómo celebrar estos eventos,
en la práctica, podemos entenderlos mejor viéndolos en los
contextos en los cuales se mencionan.

¿Cuál es el significado del bautismo?

BAUTISMO POR INMERSIÓN O ASPERSIÓN


Tal vez la pregunta más significativa en torno a este tema ha sido,
¿bautismo por inmersión total en agua, o por aspersión o rocío? Por
ejemplo, en algunas iglesias, cuando una persona ha sido bautizada
solo por rocío en una iglesia anterior, es obligada a ser bautizada
por inmersión ya que ésta es para ellos la única forma legítima de
llevar a efecto el acto. Dentro de estas dos posibilidades, existen
aún más variantes o variedades de acuerdo a las costumbres y
tradiciones de las diferentes denominaciones o movimientos.
En el Nuevo Testamento vemos el bautismo de Juan en el río
Jordan, que era probablemente por inmersión. Antes de Juan, no
había bautismo como tal, pero sí existía para los judíos el ritual de
mikvah, o purificación antes de poder participar en el Templo (p.ej.,
después de haber tocado un muerto). Se ha conjeturado, pero sin
certeza, que los gentiles conversos al judaísmo tenían que pasar por
este mismo tipo de inmersión.
La gran mayoría de comentaristas bíblicos están de acuerdo en
que la forma de inmersión era el modo empleado para el bautismo
en la iglesia neotestamentaria. La primera versión del Didache, o
Enseñanzas de los doce apóstoles, fue escrita en los años 60-80
d.C., y presenta al bautismo como algo realizado en aguas abiertas,
como un río o un lago, por ejemplo. En algunos lugares, como en
Bolivia, existe la creencia entre la población indígena, de que la ropa
de los difuntos debe que ser lavada en aguas abiertas para
purificarla de los malos espíritus antes de que otra persona la pueda
usar.
Con el tiempo, en caso de que no tener aguas corrientes, se
permitían otras formas de bautismo, como el rocío, para afirmar la
experiencia cristiana. Por cierto, algunos observan la dificultad de
«bautizar» por inmersión a tres mil personas el Día de Pentecostés,
para justificar su pensamiento de que el bautismo no
necesariamente es por inmersión. Sin embargo, esta clase de
argumentación siempre cae bajo mayor consideración, pues en
Jerusalén había unos diez pozos como para bautizar esa multitud.
Lo importante es entender que parece que no había una regla fija
al principio de la iglesia primitiva sobre la forma de bautismo. Sin
embargo, para los siglos tercero y cuarto, ya se comenzó a
formalizar la manera de hacerlo, especialmente con las
instrucciones previas por causa del comienzo de las herejías.

¿Cómo bautizan en tu iglesia local? ¿Por qué lo hacen así?


A pesar de otras formas en que los bautismos se llevan a cabo en
las diferentes iglesias, la inmersión ha sido la forma comúnmente
reconocida y aceptada. Sin contar con la historia o las opiniones de
eruditos en sus comentarios, si por alguna razón el Nuevo
Testamento, escrito por judíos, emplea la palabra griega baptizo,
que en sí significa inmersión, ¿por qué darle otro significado?

(BAPTIZO SIGNIFICA INMERSIÓN, ENTERRAR.)


El Nuevo Testamento menciona otros «bautismos» que no se
refieren al bautismo en agua, y esto sirve como argumento para
algunos de que la idea del bautismo no necesariamente significa
inmersión. Por ejemplo:

1. El bautismo (o el sufrimiento) que Cristo dijo que tenía que


pasar (Lc 12:50; véase también Mc 10:38-39).
2. El bautismo en el Espíritu Santo (múltiples referencias en el
NT).
3. El lavamiento (ebaptisthe) antes de comer (Lc 11:38).
4. Un solo bautismo (en referencia al cuerpo de Cristo, Ef 4:4-
5).
Un estudio del uso de la palabra griega puede arrojar luz sobre el
significado más amplio de bautismo. El hecho de que el Nuevo
Testamento fue escrito en griego, tenía muchas ventajas, primero
porque era el idioma que más comúnmente se hablaba, a pesar de
ser Roma el imperio predominante. Además, el idioma es rico en la
manera que una palabra puede expresar ideas y conceptos, más
allá de una simple definición. Para los griegos, la palabra
«bautismo» se empleaba para expresar, por ejemplo, la penetración
de una espada a un cuerpo, o una taza inmersa en una tinaja para
extraer vino.
Tal vez para nosotros el uso de la palabra que podría expresar
mejor la idea manifiesta en el Nuevo Testamento, es el proceso de
teñir tela. En ese proceso de «bautismo», la tela era inmersa en la
tinta, pero a la vez la tinta penetraba la tela. En fin, la tela era la
misma, pero su identificación había cambiado. Por ejemplo, en vez
de tela blanca, ahora sería tela roja.
Nuestra nueva identidad es con Cristo, en su muerte y en su
resurrección… Muerte a la vieja vida de pecado y el comienzo de
una nueva vida en santidad. Como escribió Pablo, «Estoy
crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y
esta vida que ahora tengo la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, quien
me amó y se entregó por mí». (Gal 2:20).
Al reflexionar sobre la palabra bautismo en el contexto del proceso
de teñir tela, podremos leer con nueva perspectiva las referencias
de Pablo sobre, «Cristo en nosotros» y «nosotros en Cristo». El
ejemplo lo encontramos en Colosenses 1:24-29 NVI:
Ahora me alegro en medio de mis sufrimientos por ustedes, y
voy completando en mí mismo lo que falta de las aflicciones de
Cristo, [identificación con Cristo] en favor de su cuerpo, que es
la iglesia. De esta llegué a ser servidor según el plan que Dios
me encomendó para ustedes: el dar cumplimiento a la palabra
de Dios, anunciando el misterio que se ha mantenido oculto por
siglos y generaciones, pero que ahora se ha manifestado a sus
santos. A estos Dios se propuso dar a conocer cuál es la
gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es
Cristo en ustedes [la tela en la tinta] la esperanza de gloria. A
este Cristo proclamamos, aconsejando y enseñando con toda
sabiduría a todos los seres humanos, para presentarlos a todos
perfectos en él [la tinta en la tela]. Con este fin trabajo y lucho
fortalecido por el poder de Cristo que obra en mí.
El bautismo en agua, entonces, es la identificación con Cristo en
su muerte, y al mismo tiempo, es la identificación con la iglesia, el
cuerpo de Cristo. El bautismo en el Espíritu Santo, entonces, es la
identificación con la misión de Cristo que manifestó cuando el
Espíritu vino sobre Él después de su bautismo en agua. Es
importante notar que lo fundamental del bautismo no es la cantidad
de agua, sino el compromiso con Cristo y con los valores y las
enseñanzas que representa la fe cristiana.

¿Qué implicaciones tiene en la vida el bautizarse?

BAUTISMO EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU


SANTO
Tal vez el mayor debate sobre el bautismo en agua en la iglesia no
es tanto con respecto a la forma, es decir, inmersión versus
aspersión o rocío, sino sobre la fórmula representada por Cristo
mismo: «Por lo tanto, vayan y hagan discípulos en todas las
naciones. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo.» (Mt 28:19); y luego por Pedro: «Arrepiéntanse … y
bautícense en el nombre de Jesucristo para que Dios les perdone
sus pecados. Entonces recibirán también el don del Espíritu Santo».
(Hch 2.38).

Recuerda leer el texto previamente y trabajarlo para compartir las


ideas esenciales y distribuyas el tiempo de la sesión como
consideres.
El debate en sí depende si se cree en la Trinidad de Dios o no, y
básicamente cada grupo se basa en el texto que corrobora lo que
cree. Cualquiera que cree en el Señor Jesucristo tendría que dar
credibilidad a sus propias palabras, y obviamente, él se refiere a las
tres personas de la Trinidad. El contexto en Mateo 28 es llevar su
mensaje a todas las naciones, a pueblos que no han tenido el
concepto de Dios como «padre» igual que los judíos. En eso, sería
importante hacer referencia a las tres personas de la deidad. Por
otro lado, Pedro en su discurso se está dirigiendo a judíos que
reconocen a Dios como «padre», pero no han reconocido a Jesús
como el hijo de Dios. Además, Pedro agrega que recibirían el don
del Espíritu Santo, así que la idea de la trinidad estaba presente,
aunque no estuviera explícita en la «fórmula».
BAUTISMO PARA SALVACIÓN
Como vemos en las Escrituras, el bautismo es tanto un concepto
teológico como un acto específico de fe. Obviamente, ¡para Jesús
no era algo que Él necesitaba para ser salvo! Sin embargo, Él se
presentó ante Juan, para ser bautizado, como un acto de obediencia
a Dios (Mt 3:13-15; Fil 2:8). Cuando Cristo llama a las personas a
que lo sigan, el paso de bautismo es una muestra de obediencia,
además de servir como un testimonio de fe a nuestra familia,
amistades y el mundo en que vivimos.
A la vez, bautismo es una indicación de que entendemos lo que
significa recibir a Cristo, como en el caso del etíope eunuco. En este
caso, el bautismo fue inmediato porque él pudo entender claramente
lo que Felipe le estaba explicando. Es por esta razón que muchas
denominaciones no bautizan niños pequeños, y mucho menos
bebés, porque en realidad esas criaturas no tienen la capacidad de
entender el propósito del bautismo como identificación con la fe
cristiana y el mensaje de Jesús. Sin embargo, muchos niños
pequeños si tienen la habilidad de aceptar a Cristo como Salvador.

(EL BAUTISMO ES UNA INDICACIÓN DE QUE


ENTENDEMOS LO QUE SIGNIFICA RECIBIR A
CRISTO)
Ahora viene la pregunta fundamental: ¿es necesario ser bautizado
para ser salvo? Sabemos que las personas de fe antes de Cristo
«anhelaban» ver el prometido Mesías, y su fe les fue contada como
justicia. Sabemos que Jesús, el salvador del mundo, fue bautizado.
El interrogante se levanta por medio del siguiente pasaje de Marcos
16:15-16: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas
a toda criatura. El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que
no crea será condenado». (Mr 16:15-16). En respuesta tal vez es
necesario reconocer que los versículos 9-20 de Marcos 16, no
aparecen en textos y manuscritos más antiguos, y podrían ser una
redacción «extracanónica», o posterior al canon.
De cualquier manera, el texto es algo ambiguo porque dice que el
que cree y es bautizado será salvo… Pero solo dice que el que no
cree será condenado. El texto no dice el que no cree y no es
bautizado será condenado. Entonces, no se puede argumentar
conclusivamente en base a este texto, que el bautismo es necesario
para salvación… Solamente se puede concluir que uno que cree
para salvación toma el siguiente paso de obediencia en el bautismo.
De hecho, no hay nada que podemos hacer para ser salvos, solo
aceptar al Señor Jesús como salvador personal.
La expresión externa de nuestra decisión personal e interna es
el bautismo
Según Hebreos10, todo se cumplió en Cristo. La relación que
tenemos con Él es semejante a la relación entre esposos y esposas.
Cristo se entregó a la iglesia «para hacerla santa y la purificó,
lavándola con agua por medio de la palabra». (Ef 5:26). El
«bautismo» de sufrimiento que Él experimentó por nosotros fue el
acto más grande que pudo haber demostrado. Servir al Señor es
una relación de amor, de sacrificio uno por el otro. Nada hacemos
por deber, sino por amor. Allí es donde encontramos la segunda
ordenanza de la iglesia de Jesucristo.

¿Cuál crees que es el significado de la cena del Señor?

LA CENA DEL SEÑOR


La Cena del Señor, también conocida como la Santa Cena o Santa
Comunión, es la manera de mantener siempre en nuestra mente el
sacrificio de Jesucristo por el mundo por medio de su muerte.
Recordamos su muerte, pero nos identificamos con su resurrección,
igual como en el bautismo (Rom 6:8). Para la mayoría de las iglesias
cristianas, tanto la Cena del Señor como el bautismo en agua son
actos simbólicos, representativos de algo interior en el espíritu.
Para los judíos, la cena que celebraban para la Pascua (Cena de
Pascua), era un recordatorio del rescate milagroso de su esclavitud
en Egipto. Allí, tenían que untar la sangre de un cordero sacrificado
sobre los postes y el dintel de la puerta, y entonces comer la carne
del cordero (Ex 12). Esta era la cena que el Señor celebraba junto
con sus discípulos el jueves en la noche, antes de su juicio y muerte
el siguiente día. Él sabía que iba a ser el cordero sacrificado, a
pesar de que ellos todavía no entendían las implicaciones del
mensaje (Lc 18:34, Jn 16:17-18). Obviamente, recordaban el
simbolismo de la liberación del cautiverio en Egipto, porque en cada
cena se repetía la historia. Pero la mención de una traición debería
haberles conmovido a todos.
En su relato de la Cena, Juan concluye con la oración de Jesús
por los discípulos. Aquí, aun antes de la «gran comisión» en Mateo
28, Jesús los está enviando al mundo. Para Jesús, la Cena
representaba algo más. Jesús enfatiza en su oración al Padre, la
importancia de ser uno. Igual como Él y el Padre son uno, su gran
deseo es que ellos sean uno, porque de esa manera alcanzan la
perfección y, además, es la manera en que el mundo reconoce que
Jesús es el Mesías enviado por Dios.
En efecto, fue una respuesta a esa oración el hecho de que, al
esperar la promesa del bautismo en el Espíritu Santo, los hombres y
las mujeres en el Aposento Alto estuvieran orando juntos, en una
demostración de unidad. Tenían un mismo sentir, un enfoque, una
esperanza, y es en ese espíritu comunitario que Dios obra a través
de su pueblo. Ciertamente Dios usa individuos como Pedro para
predicar, pero es necesario y determinante el esfuerzo humano de
unidad en el cuerpo de Cristo.
Fue esta misma unidad que llevó a «todos los que habían creído»
a estar juntos para compartir unos con otros según había necesidad.
La predicación de Pedro resultó en tres mil convertidos, pero los
nuevos creyentes «todos los días se reunían en el templo y en los
hogares, compartían los alimentos con regocijo y sencillez de
corazón y alababan a Dios. Todo el mundo simpatizaba con ellos y
todos los días el Señor añadía a la comunidad a los que habían de
ser salvos». (Hch 2:46-47).

(EN LA CENA DEL SEÑOR RECORDAMOS SU


MUERTE, PERO NOS IDENTIFICAMOS CON SU
RESURECCIÓN)

¿Es la Cena del Señor solo un símbolo o una cena de verdad? ¿Qué
nos debe recordar el momento de la celebración de la mesa del
Señor?
La Cena del Señor se había convertido en una práctica diaria de
estar en comunión, de compartir la comida de una manera alegre y
generosa. Para estos creyentes, no existía lo que nosotros hoy
consideraríamos un rito en memoria de la muerte de Cristo. Ellos
estaban celebrando la resurrección, no la muerte de Jesús.
No tenemos mucha instrucción sobre la Cena del Señor como la
celebraban en la iglesia primitiva, pero Pablo nos da una idea en su
primera carta a los Corintios.
«Cuando damos gracias por la copa de bendición, ¿no quiere
decir que participamos de las bendiciones de la sangre de
Cristo? Y cuando partimos el pan para comerlo juntos, ¿no
entramos en comunión con el cuerpo de Cristo? Por muchos
que seamos, todos comemos del mismo pan, indicando que
formamos parte de un solo cuerpo: el de Cristo». (1Co 10:16-
17).
Pablo aquí no está hablando tanto de una ceremonia, aunque al
parecer ya estaban celebrando la sangre y el cuerpo de Cristo, igual
como se celebraba la liberación de Egipto en la cena de la Pascua.
Al parecer, Pablo está empleando esta analogía para que huyeran
de la idolatría, como lo había hecho el pueblo de Israel en el
desierto de Sinaí. Pero como Jesús había enfatizado en su oración
sacerdotal al finalizar la cena con sus discípulos, la unidad era el
tema y el propósito supremo. Pablo escribe: «Por muchos que
seamos… formamos parte de un solo cuerpo…».
En el siguiente capítulo (1 Cor 11), vemos las citas y referencias
que se emplean típicamente en las ceremonias de Santa Cena en
las iglesias. Ya sea que se celebre una vez por mes, o cada
domingo, el texto no da instrucciones específicas, sino simplemente
«cada vez que comen este pan y beben de esta copa…». (11:26).
Lamentablemente, estos versículos, por más importantes que sean
como una lectura para lo que celebramos hoy como la «Santa
Cena», necesitan entenderse en el contexto de las divisiones que
existían entre la iglesia en Corinto. En los versículos 20 y 21, Pablo
comenta que cuando se reúnen no es para la «Cena del Señor»,
sino que cada uno «come su propia comida». Más adelante, Pablo
escribe que los que comen o beben de manera indigna la Cena,
pueden ser culpables de pecar contra el cuerpo y la sangre del
Señor.
Pablo exhorta que cada uno debe examinarse antes de comer el
pan y beber la copa. Muchos podrían pensar que él está hablando
de ver si existe algún pecado en particular en nuestra vida, y de que,
si no nos hemos arrepentido de ellas, sería mejor no participar. Sin
embargo, posiblemente Pablo se está refiriendo al pecado de
división en el cuerpo, el pecado de no tomar en cuenta a otros al
adelantarnos en la comida y dejar a otros con hambre.
Leyendo todo el pasaje en su contexto, el pecado a que Pablo se
refiere es el de no discernir el cuerpo (v.29), una referencia muy
probablemente, no al cuerpo de Cristo, sino a los miembros que
conforman el cuerpo de Cristo: «Todos ustedes forman el cuerpo de
Cristo, y cada uno es un miembro necesario de ese cuerpo». (1 Cor
12:27). En su carta a los Efesios, Pablo enfatiza el tema de la
unidad, y es por la falta de ese espíritu de unidad que contribuye a
la edificación mutua, que agraviamos al Espíritu Santo de Dios (Ef
4:30).

(DISCENIR EL CUERPO DE CRISTO TIENE QUE


VER CON ACEPTAR A LOS MIEMBROS QUE
CONFORMAN EL CUERPO DE CRISTO)

EN ESPÍRITU Y EN VERDAD
En la iglesia encontramos diferentes interpretaciones de temas
como los del bautismo y la Cena del Señor. Lamentablemente, en la
historia se han visto grandes divisiones en el cuerpo de Cristo por
causa de estas diferencias, las cuales seguramente agravian a Dios
más que cualquier otra cosa. Pero esto no fue nada nuevo. Los
fariseos y los saduceos en el tiempo de Jesús en la tierra, eran
reconocidos por su mucho conocimiento de la Ley, pero también por
causa de sus debates sobre doctrinas y maneras de adorar.
En su carta a los Filipenses, Pablo explica cómo había dejado todo
motivo de confianza en sí mismo como fariseo, por conocer a Cristo.
Para él, ya no era cumplir con todos los detalles de la Ley. Para él,
no eran los rituales, ni su propia justicia procedente de la Ley. Para
él, lo único de valor era conocer a Cristo, para «experimentar el
poder que se manifestó en su resurrección… y llegar a ser
semejante a él en su muerte» (Fil 4:10 NVI). El bautismo en agua y
la Cena del Señor, son las expresiones de ese deseo de unidad que
se pone de manifiesto en la teología y las enseñanzas de Pablo.
Para nosotros, Jesús dejó solamente estas instrucciones en
cuanto a dónde adorar y cómo adorar a Dios, en Juan 4. En
respuesta a la pregunta de la mujer samaritana, el Señor dijo:
Créeme, mujer, que ya está cerca la hora en que ustedes no
adorarán al Padre ni en este monte ni en Jerusalén. Ustedes
adoran lo que no conocen, pero nosotros adoramos lo que
conocemos, pues la salvación viene de los judíos. Pero la hora
se acerca, y ya está aquí, cuando los que verdaderamente
adoran al Padre lo harán guiados por el Espíritu y en forma
verdadera, porque el Padre así quiere que sean los que lo
adoren. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo
guiados por el Espíritu y en forma verdadera. (Jn 4:21-24).
Después de esta aclaración profética, los discípulos de Jesús le
pidieron que comiera algo, pero él respondió: «Yo tengo una comida
que ustedes no conocen. … Mi comida es hacer la voluntad del que
me envió y terminar el trabajo que me dio». (Juan 4:32,34). Su
obediencia al Padre, simbolizada en su bautismo, se cumplió en su
muerte en la cruz. Ahora, Él pide nuestra obediencia en cumplir con
la voluntad de Dios y terminar su obra… «hacerlo guiados por el
Espíritu y en forma verdadera».

¿Qué es lo importante, lo vital, el símbolo o lo que significan?

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO


TEOLÓGICO?
El bautismo y la mesa del Señor nos recuerdan los mandatos
misionales de nuestro señor Jesús. En ellos se condensan
enseñanzas importantísimas de Jesús, y nos recuerdan su forma de
actuar, y también, su vida, muerte y resurrección. Son parábolas
preciosas que evocan importantes conceptos, como: nuevo
nacimiento, pureza, transformación, perdón incondicional,
aceptación del prójimo (o discernir el cuerpo de Cristo).
La sencillez y teología de Jesús queda reflejada en estas dos
costumbres, que nos ayudan a anclar y no distorsionar el propósito
de la iglesia, proclamar la buena noticia del perdón de Dios y su
salvación (y el bautismo), y la realidad de un nuevo pueblo, una
familia que en torno a la mesa de Jesús puede disfrutar de su
invitación, vivir en comunidad, alimentarse «de Él», perdonarse unos
a otros, y hacer memoria del suceso histórico de la salvación,
actualizando constantemente su mensaje en nuestro hoy y nuestro
aquí. Es casi un Credo hecho acción.
EL ESCÉPTICO
¿Es necesario bautizarme para ser salvo? ¿Por qué?
No. Recordemos al que estuvo crucificado junto a Jesús. No tuvo la
oportunidad de bautizarse, pero Jesús le dijo: «Hoy estarás conmigo
en el paraíso». El bautismo es una señal externa, un símbolo, que
tiene mucha importancia, es un momento importante en la vida del
creyente, un acto de obediencia, pero no debe convertirse en un
ritual mágico. El bautismo no salva, solo Cristo salva. Pero el
bautismo es la consecuencia natural de reconocer a Jesús como
Señor y Salvador.
El Señor nos dio el ejemplo, por esa razón nos bautizamos como
obediencia a Dios y como señal de arrepentimiento. Porque el Señor
sabe que los símbolos son importantes para el ser humano, somos
seres simbólicos: nos ponemos anillos cuando nos casamos, nos
dan una copa o una medalla cuando terminamos una maratón, o
nos dan un diploma si terminamos una carrera universitaria. El
diploma no es necesario para terminar la carrera profesional. Pero
cuando terminas la universidad, si apruebas, te dan el diploma. El
bautismo no es necesario para ser salvo, pero si eres salvo, te
bautizas.

RESUMEN
Baptizo significa inmersión y tiene unas connotaciones muy
ricas cuando estudiamos el contexto bíblico del Nuevo
Testamento.
El bautismo es empaparnos de Cristo, sumergirnos en Él, y
Cristo llega e inunda nuestras vidas: Cristo en nosotros y
nosotros en Cristo.
Nos bautizamos en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Es decir, nos sumergimos recordando la
naturaleza extraordinaria de Dios, y nos empapamos de
ese amor que se ha dado por la eternidad, en la que Dios
nos invita a participar.
La mesa del Señor es la manera de mantener siempre en
nuestra mente el sacrificio de Jesucristo por el mundo por
medio de su muerte y para identificarnos con su
resurrección.
Hay una conexión profunda entre la Pascua y la Cena del
Señor.
En la Cena del Señor, al examinarnos, debemos sobre todo
tener en cuenta discernir el cuerpo, es decir, reconocer al
prójimo, cuidar de él, trabajar por la unidad y no ser
egoístas.
El bautismo y la mesa del Señor nos recuerdan los
mandatos misionales de nuestro señor Jesús.

DIÁLOGOS
¿Podrías explicar con tus palabras qué es el bautismo?
¿Podrías explicar con tus palabras qué es la Cena del Señor?
¿Qué significa, de manera práctica, no discernir el cuerpo?
Si estás bautizado, ¿qué ha significado para ti esta decisión?
¿Por qué lo hiciste?
¿Qué importancia tienen estos símbolos para la iglesia hoy?

PROFUNDIZA EN TU CREDO
- Banks, Robert. La idea de comunidad de Pablo. Editorial CLIE.
Viladecavalls, España. 2011.
- Jeremias, Joachim. La última Cena. Ediciones Cristiandad.
Madrid, España. 1980.
- Bonhoeffer, Dietrich. Vida en comunidad. Ediciones Sígueme.
Salamanca, España. 2003.
10. SER HUMANO. IMAGO DEI
«…que por nosotros los hombres …se encarnó … se hizo
hombre; …Señor y dador de vida…»

INTRODUCCIÓN
Dios nos ha creado. Él es nuestro origen, nuestro génesis. Nos ha
hecho a su imagen y eso tiene consecuencias muy relevantes para
nosotros hoy. La imagen de Dios en nosotros es la base de la
dignidad humana, de cada ser humano, sea cual sea su condición,
su raza, clase social, edad o sexo, o estado de salud, física o
mental. Su imagen está en cada uno de nosotros.
Pero en el camino de la vida, la imagen divina se ha distorsionado
en las personas, se ha roto, a causa del pecado. Dios quiere
hacernos de nuevo humanos, verdaderos humanos, a su imagen y
semejanza, es decir, como Jesús. Esta doctrina fundamental de
«imago Dei», es la base para los derechos humanos y para muchas
de las revoluciones morales y sociales que han hecho bien a la
humanidad.
El pecado, sin embargo, ha herido profundamente este diseño
divino y humano para nosotros. Porque hemos sido creados para
tener comunión con Dios; sin esa comunión no somos enteramente
humanos. Hemos nacido para ser llenos de Él, depender de Él, y no
comer «del árbol del conocimiento del bien y del mal», que nos
pierde y nos deshumaniza, sino alimentarnos del árbol de la vida, de
Jesús, y ser así completamente humanos.

LECCIÓN TEOLÓGICA
En la historia de la humanidad, siempre ha habido personas que no
han creído en Dios, o si lo han hecho, han creído en un Dios que no
se relaciona con su creación. La publicación de El origen de las
especies de Charles Darwin en el 1859 dio mayor ímpetu a los ateos
en sus ataques contra la historia bíblica de la creación,
especialmente entre los científicos. A pesar de que la posición
evolucionista presentada en aquel libro, sigue siendo denominada
como teoría, ha llegado a ser para la gran mayoría de los profesores
universitarios una verdad, una realidad que refuta completamente el
relato de la creación.
Sin embargo, la gran maravilla de la creación ha llevado a más y
más científicos a reconocer la posibilidad de una tercera opción para
intentar comprender el origen del mundo y el universo: un diseño
inteligente. Todo debate comienza con creer o no en el relato bíblico.
El cristiano no considera la Biblia como un libro científico, y enfatiza
que su relación con Dios es un acto de fe. Entonces, para el
cristiano, lo que no sabemos acerca de Dios, y de cómo creó el
mundo y todo lo que está en él, no debería afectar lo que sí
sabemos de Él. El hecho es que vivimos en un mundo tan
maravilloso, que se requeriría más fe para creer que todo a nuestro
alrededor vino de la nada, que para creer en un Dios creador.

¿Qué consecuencias tiene creer que venimos de la nada? ¿Qué


consecuencias tiene creer que Dios nos ha creado?

(SE REQUIERE MÁS FE PARA CREER QUE TODO


VINO DE LA NADA, QUE PARA CREER
EN UN DIOS CREADOR.)
LA IMAGEN DE DIOS
Leer que el hombre y la mujer fueron creados a la imagen de Dios,
es intrigante, porque, como dijo Juan el Bautista, «a Dios nadie lo ha
visto nunca». Sin embargo, y gracias a Dios, «el Hijo único, que es
Dios mismo y siempre está en unión con el Padre, nos ha enseñado
cómo es, para que así lo podamos conocer». (Jn 1:18). Al
considerar el tema de la creación, tenemos que entender que el
Jesucristo que aceptamos como Salvador y Señor de nuestra vida,
no está solamente presente, sino también estuvo intrínsecamente
involucrado desde el principio en la creación de todo lo que existe.
Jesús no solamente «estaba con Dios», también «es Dios». ¡En Él
vemos la imagen de Dios!
La imagen de Dios se revela también en la persona del Espíritu
Santo. En el segundo versículo de Génesis, leemos que «el Espíritu
de Dios se movía sobre la superficie de la tierra». De esta manera,
muchos cristianos ven a las tres personas de la Trinidad obrando
juntos, pero separados, en la creación. En las palabras «hagamos a
los seres humanos a nuestra imagen, a nuestra semejanza»
(Génesis 1:26), podemos ver algo de la imagen de Dios. Sin
embargo, el hacerlo Dios a nuestra imagen es una tentación tan
grande que encontramos entre los diez mandamientos lo siguiente:
«No te harás ídolos ni imágenes de nada que esté en el cielo, en la
tierra o en lo profundo del mar». (Ex 20:4).
Lo primero que sabemos de Dios, entonces, es que «la imagen de
Dios» se revela en diferentes dimensiones, pero no necesariamente
como pensamos o queremos. Jesús dijo que «…sólo el Padre
conoce al Hijo y sólo el Hijo conoce al Padre, y también aquellos a
quienes el Hijo se lo revela». (Mt 11:27). Conocer a Dios es tener
una revelación acerca de quién es Él, de su imagen
DIOS, EL CREADOR
Típicamente cuando se nos presenta a alguien, queremos saber de
dónde viene, o en qué trabaja. Y lo primero que sabemos de Dios,
es que su trabajo involucraba su creatividad. Con solo pronunciar la
palabra, las cosas fueron creadas. La fe del centurión romano le
permitió decirle a Jesús: «con una sola palabra que digas, quedará
sano mi siervo». Con dos palabras, Jesús calmó la tempestad. Pero
más que eso, Jesús mismo era el «logos», o sea la palabra
encarnada o el Verbo de Dios.
JESÚS ES LA PALABRA ENCARNADA DE DIOS
Tal vez lo que separa a la humanidad de toda otra obra de la
creación fue su capacidad de crear. Lo vemos primero en la
responsabilidad que Dios les dio a Adán para dar nombres a todo lo
que había sido creado. Más tarde, vemos su iniciativa en crear ropa
para cubrir su desnudez. Al ver la torre de Babel que se estaba
construyendo, Dios dijo: «Esto lo pueden hacer porque forman un
solo pueblo y hablan el mismo idioma. Esa torre es sólo la primera
de muchas otras obras que harán. ¡Todo lo que se propongan hacer
lo harán y nadie podrá detenerlos!». (Génesis 11:26).
A pesar de haber sido creado a la imagen de Dios, la tentación de
ser como Dios es algo que va en contra de su voluntad. El profeta
Isaías escribió estas palabras en referencia a Dios: «Yo soy
el Señor! Ese es mi nombre y no daré a ningún otro mi gloria, no
compartiré mi alabanza con ídolos tallados». (42:8). El mismo
aspecto de su imagen que nos dio de su creatividad, tiene que ser
empleado solo para su gloria, no la nuestra.
Otra muestra de la importancia teológica en el relato de la creación
fue la capacidad divina de evaluar lo que era bueno. Para
determinar que algo es bueno, debe existir la posibilidad de lo
opuesto, de que algo no sea bueno, como en el principio cuando
todo era caos y tinieblas. Lo primero que Dios hizo fue dar luz para
distinguir entre lo bueno y lo malo. Cuando Cristo vino al mundo, Él
expresó que Él era «la luz del mundo». Seguirle a Él, significaba que
ya no más andarían en tinieblas, sino que «tendrían la luz de la
vida». Adán y Eva no conocían tinieblas hasta que entró el pecado
en sus vidas, y en la Biblia el pecado está siempre asociado con la
oscuridad, o las tinieblas.
Ser creados a la imagen de Dios, entonces, incluía la habilidad de
reconocer la diferencia entre el bien y el mal. Ellos tenían
instrucciones claras, pero la tentación fue muy grande. Sin embargo,
esa misma tentación revela que Dios los había creado con una
habilidad que ninguno de los animales tenía: conciencia, y libre
albedrío. Si no hubieran sido así, en realidad no hubiesen sido
creados en la imagen de Dios. Aun siendo por naturaleza Dios,
Jesucristo tomó la decisión de ser hombre, y más que eso,
voluntariamente tomo la naturaleza de un siervo (Fil 2:6-7).
Así como Dios pudo mirar y ver que era bueno, Eva miro a la fruta
y vio que era «buena para comer». Pero lo que no entendió fue que
todo lo que Dios creó fue con orden. «En el principio… la tierra era
un caos total». (Génesis 1:1-2). Dios estableció orden y, por cierto,
entregó al ser humano la responsabilidad de cuidar todo lo que
había sido creado.
Una última consideración sobre la imagen de Dios es el tema de
género. La realidad es que la creación de Dios no fue completa
hasta que hizo la mujer. La «imagen de Dios» incluía ambos sexos.
Sin embargo, el debate sobre la masculinidad o la feminidad de
Dios, es irrelevante en el sentido que el propósito de Dios era que el
hombre y la mujer llegasen a ser «un solo ser». Pablo habla del
misterio profundo en que los dos, es decir, esposo y esposa,
llegaran a ser un solo cuerpo, lo que simboliza la relación entre
Cristo y la iglesia (Ef 5).
Varón y hembra los creó, a imagen de dios los creó: el pecado
distorsiona la imagen de Dios
Ha sido muy fácil en la historia culpar a Eva por ser la primera en
caer en la tentación, y así ser la más culpable de los dos. Pero la
serpiente astuta tuvo una buena estrategia. En la historia de la
creación Dios aparentemente le había dado instrucciones con
respecto al árbol del conocimiento del bien y del mal a Adán, antes
de formar a Eva. Podríamos pensar, entonces, que Eva tenía su
información de segunda mano y la serpiente se aprovechó de eso, y
le dijo a Eva: «¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de
ningún árbol del jardín?» Esto no fue lo que Dios había dicho, por lo
que Eva responde que sí pueden comer, pero que no pueden tocar
ni comer del árbol prohibido.
Curiosamente, ella añade una prohibición, la de no tocar, una
prohibición que no se había mencionado a Adán. Entonces la
serpiente presenta el enganche: «¡No es cierto, no van a morir!».
Lo que dijo la serpiente, en realidad, no era una mentira absoluta;
le dijo que, si comían, se les iban a abrir los ojos y llegarían a ser
como Dios, conocedores del bien y del mal. Y, por cierto, al comer
se les abrieron los ojos y por primera vez vieron su desnudez. ¿Ser
como Dios? ¿No es que habían sido creados a la imagen de Dios?
Sí, todo lo que Dios hizo es bueno, incluso los cuerpos humanos
son buenos, pero todo tiene que ser visto con la perspectiva de
Dios. Lo que es bueno, fuera de la voluntad de Dios y en el intento
de «ser como Dios», resulta en pecado y separación de Él.
Hasta este momento, Adán y Eva solo conocían el bien, pero en
un instante, todo cambió para ellos. Al ver su desnudez, intentaron
cubrirse con las hojas de higuera, y desde entonces hombres y
mujeres han hecho grandes esfuerzos para encubrir sus pecados, o
por lo menos para no reconocerlos como tal. Pero, así como la hoja
se gasta, en estos casos siempre es necesario seguir buscando
otras formas de cubrirse o justificarse. De manera tal vez profética,
Dios mismo les hizo ropas de pieles, ropa que dura toda la vida si se
cuida. Algún animal fue sacrificado para obtener esas pieles, y un
día futuro, el propio hijo de Dios sería el sacrificio una vez para
siempre.

La historia del Edén es nuestra historia. ¿En qué te sientes


identificado en esta historia?

LA CONCIENCIA DEL SER HUMANO


Con la entrada del pecado, el ser humano por naturaleza tiene un
concepto de lo que es bueno y lo que es malo. Obviamente, la
imagen de Dios está íntimamente relacionada a la santidad. En su
carta a los Romanos, Pablo escribe sobre la conducta de los seres
humanos:
«Lo que se puede conocer de Dios, ellos lo conocen, pues Dios
mismo se los ha revelado. Desde que el mundo fue creado, la
humanidad ha contemplado toda la creación que le muestra el
eterno poder de Dios y el hecho de que él es verdaderamente
Dios. Así, lo invisible de Dios se deja ver por medio de la
creación visible, por lo que nadie podrá excusarse diciendo que
no sabía si Dios existía o no. Sin embargo, aunque lo sabían
muy bien, no quisieron ni adorar a Dios ni darle gracias. Al
contrario, se pusieron a concebir ideas estúpidas y, en
consecuencia, sus necios entendimientos se oscurecieron. Al
creerse sabios, se volvieron aún más necios. Luego,
representaron la gloria del Dios inmortal con imágenes de
pájaros, de animales que andan en cuatro patas, de reptiles y
de simples humanos mortales». (Rom 1:19-21).
Todo lo que se podía saber de Dios era «evidente», pero no
reconocer y glorificar a Dios llevó a la humanidad a cambiar la
imagen de Dios de tal forma que, no solamente aceptaron los
pecados que practicaban, sino que también los que no participaban
aprobaron las acciones de otros como normal. Pablo sigue con la
siguiente observación: «Ellos muestran que la ley de Dios está
escrita dentro de ellos mismos; su conciencia los acusa a veces, y a
veces los excusa». (Rom 2:15).
La transformación de un ser creado a la imagen de Dios, que
necesita restaurar esa imagen por causa del pecado, requiere de
una conciencia limpia. La importancia de esto es enfatizada tanto
por Pablo como por Pedro:

«Deben guardar, con conciencia limpia, las grandes


verdades de la fe» (1 Tim 3:9).
«…siempre doy gracias a Dios, a quien sirvo con una
conciencia limpia como lo hicieron mis antepasados» (2 Tim
1:3 NVI).
«El bautismo no es para limpiar nuestro cuerpo, sino para
comprometernos con Dios a tener una buena conciencia.
Esta salvación es posible por la resurrección de
Jesucristo». (1 P 3:21).

El autor de la Carta a los Hebreos, también afirma: «…


acerquémonos a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad
que da la fe, ya que en nuestro interior hemos sido purificados de
una mala conciencia y exteriormente hemos sido lavados con agua
pura». (Heb 10:22). Al final, el propósito de todo ministerio deber ser
«que el amor proceda de un corazón limpio, de una conciencia
buena y de una fe sincera». (1 Tim 1:5 NVI).

(LA TRANSFORMACIÓN DE UN SER CREADO


A LA IMAGEN DE DIOS, REQUIERE DE UNA
CONCIENCIA LIMPIA)
EL CORAZÓN HUMANO Y EL CORAZÓN DIVINO
El personaje en la Biblia que más ejemplifica lo que significa ser un
varón conforme al corazón de Dios, es David. (1 Sam 13:14).
Obviamente el famoso rey de Israel no era perfecto, pero
posiblemente desde temprana edad sabía lo que significaba ser el
menor de muchos hermanos, además de servir donde otros no
querrían hacerlo.
Jesús, como el hijo de Dios, expresó que el que quiere ser grande
en el reino de Dios, deberá ser servidor. Hubo muchos ejemplos en
la vida y ministerio del Señor en la tierra donde demostró su espíritu
de servir, aun conociendo quién Él era y la autoridad que tenía. La
humildad es parte de servir, como Jesús se humilló al lavar los pies
de sus discípulos. Siendo Él mismo Dios, Jesús se humilló, diciendo
que el que quiere ser grande en el Reino, debe saber servir a otros.
David, antes de llegar a ser rey, aprendió lo que significaba servir.
David nunca buscó una posición, y aun cuando fue ungido como rey,
respetó «al ungido de Dios», Saúl. En su Sermón del Monte, Jesús
resalta que los de limpio corazón son dichosos, bienaventurados,
porque verán a Dios. En el mismo sermón, Jesús explica que donde
está el tesoro de uno, allí estará su corazón. En los Salmos, se
muestra una y otra vez, dónde está el verdadero tesoro, en la
adoración de Dios, en la meditación de la palabra de Dios. Pero a la
luz de esa palabra, que representa la Ley de Dios, David reconoció
su pecado y su maldad:
«Ten compasión de mí, Dios, conforme a tu gran amor.
Conforme a tu piedad, borra mis pecados. Lávame de toda mi
culpa y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mi
vergonzosa acción; día y noche me persigue. Es contra ti, sólo
contra ti, que he pecado, y he hecho lo malo ante tus ojos. Tu
sentencia contra mí es justa y tu juicio irreprochable. Porque yo
nací pecador; sí, lo soy desde el momento que mi madre me
concibió. Tú amas la verdad en lo íntimo, y me enseñas a ser
sabio en lo más profundo de mí ser. Purifícame con hisopo, y
volveré a ser puro. Lávame, y seré más blanco que la
nieve. Devuélveme mi gozo y alegría; me has quebrantado,
ahora déjame gozarme. Aparta tu rostro de mis pecados y borra
toda mi maldad. Crea en mí un corazón limpio, Dios, y renueva
la rectitud de mi espíritu. No me arrojes de tu presencia. No
quites de mí tu santo Espíritu. Devuélveme el gozo de tu
salvación y dame anhelo de obedecerte. … Lo que quieres es
un espíritu quebrantado. Al corazón quebrantado y contrito,
Dios, no lo despreciarás tú». (Sal 51.1-12, 17).
La palabra crea en este pasaje largo, pero importante en su
contexto completo, es la palabra hebrea bara, que significa crear
algo de nada, no de tomar algo que existe y transformarla. David
entendía que era un nuevo corazón lo que necesitaba, no uno
mejorado.
En su ministerio, Jesús frecuentemente hablaba del corazón del
ser humano, y al aceptarlo a Él como nuestro salvador, recibimos un
nuevo corazón en lo que Él mismo describía, como «nacer de
nuevo». Él le dijo a Nicodemo una noche: «Te aseguro que si una
persona no nace de nuevo no podrá ver el reino de Dios…Te
aseguro que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar
en el reino de Dios». (Jn 3:3,5).

(DAVID ENTENDÍA QUE ERA UN NUEVO CORAZÓN


LO QUE NECESITABA, NO UNO MEJORADO.)
Jesús también enseñó que podemos tener su corazón: «Lleven mi
yugo y aprendan de mí, que soy manso y de corazón humilde. Así
hallarán descanso para el alma». (Mt 11:29). Muchos no pudieron
entender su mensaje, precisamente porque tenían corazones que se
habían «vuelto insensibles», y por causa de eso se les habían
embotado los oídos y cerrado los ojos. Era necesario que vieran con
los ojos, y escucharan con los oídos, pero, sobre todo, que
entendieran con el corazón, para que se convirtieran y Él los
sanase. (Mt 13:15). Es posible tener solo la apariencia de piedad.
Jesús dijo: «Este pueblo de labios me honra, pero lejos está de
amarme de corazón». (Mt 15:8).

Si estamos hechos a la imagen de Dios, ¿por qué necesitamos que


Dios nos dé un nuevo corazón, y ser transformados?
Pablo también entendió la importancia del corazón al escribir lo
siguiente en su carta a los Efesios: «Pido también que ilumine sus
corazones para que sepan cuál es la esperanza a la que los llamó y
qué enorme es la riqueza de la herencia que él ha dado a los que
son suyos». (1:18).
Cuando el fariseo le preguntó a Jesús cuál era el mandamiento
más importante de la Ley, Jesús respondió: «Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente».
(Mt 22:37). Ser un hombre o mujer conforme al corazón de Dios,
entonces, es tener un corazón inclinado hacia Dios, en servicio, en
adoración. Ahora, tener un corazón así no es suficiente; también es
necesario tener la mente de Cristo.

LA MENTE HUMANA Y LA MENTE DIVINA


Pablo escribe en varios lugares de sus epístolas acerca de la
manera correcta de pensar. Obviamente, tener la mente de Cristo,
como lo describe en Filipenses 2, es clave. Jesús no busco el «ser
igual a Dios como algo a qué aferrarse». Voluntariamente tomo la
forma de siervo, se manifestó como ser humano, y se humilló….
¡hasta la muerte!
En Romanos 12, Pablo ruega que los hermanos cambien su
manera de pensar, igual como Jesús en Mateo 6 enseña sobre
cambiar la manera de pensar acerca de las leyes de Dios. Esta
renovación de la mente, emplea la palabra griega metamorphose,
de donde viene la palabra metamorfosis… ¡Es un tipo de
transformación como el que le ocurre a la oruga cuando pasa a ser
mariposa!
Este proceso no solamente es la manera de comprobar la voluntad
de Dios, sino que es también la manera en que fijamos nuestra
mente en los deseos del Espíritu (Rom 8:5). Tal vez en lo natural no
sea posible tener la mente de Cristo, ya que a los mismos discípulos
de Jesús les costó entender. Sin embargo, por medio del Espíritu
Santo ellos llegaron a entender. Una vez más, vemos a Pablo
escribiendo sobre esto en 1 Corintios:
«Nadie sabe con exactitud lo que otro está pensando, excepto
el espíritu de esa persona. Así, nadie conoce lo que piensa
Dios, excepto el Espíritu de Dios. Y Dios nos ha dado su
Espíritu, no el espíritu del mundo, para que entendamos lo que,
por su gracia, Dios nos ha concedido. Y esto es precisamente
de lo que hablamos, usando las palabras que enseña el
Espíritu, no las palabras que enseña la sabiduría humana. Así,
expresamos verdades del Espíritu con palabras del Espíritu. El
que no tiene el Espíritu no puede aceptar lo que viene del
Espíritu de Dios, pues le parece una locura. No lo puede
entender, porque hay que discernirlo con la ayuda del Espíritu.
Por el contrario, el que tiene el Espíritu lo juzga todo, aunque él
mismo no está sujeto al juicio de nadie, pues ‘¿Quién ha
conocido la mente del Señor? ¿Quién podrá enseñarle?’. En
cambio, nosotros tenemos la mente de Cristo». (1 Cor 2:11-16).
Así como el corazón que agrada a Dios nos conduce a una mente
renovada, una mente renovada nos abre la puerta al Espíritu de
Dios.

(EL CORAZÓN QUE AGRADA A DIOS CONDUCE


A UNA MENTE RENOVADA)
EL ESPÍRITU DEL SER HUMANO Y EL ESPÍRITU DE DIOS
El capítulo 8 de Romanos, es el magnum opus sobre la vida en el
Espíritu. Vivimos según el Espíritu, cuando el Espíritu de Dios vive
en nosotros. El apóstol Pablo afirma, que «no es cristiano quien no
tenga el Espíritu de Cristo.» (Rom 8:9). Los que son guiados por el
Espíritu de Dios, son hijos de Dios, y es el Espíritu que nos
garantiza con un sello que somos su propiedad y pone su Espíritu
en nuestro corazón como garantía de sus promesas y nos garantiza
nuestra herencia y redención como «pueblo adquirido por Dios» (Ef
1:14).
EL CUERPO HUMANO Y EL CUERPO DE DIOS
Ser creado a la imagen de Dios, entonces, implica orden, claridad (o
luz) y creatividad. Después del pecado, el propósito de Dios ha sido
restaurar al ser humano a su imagen. Por medio de Cristo, hemos
recibido el sacrificio necesario. Hemos visto que la transformación
de la conciencia, el corazón y la mente del ser humano es
importante en este proceso.
Esta transformación será completa, de acuerdo con las enseñanzas
apostólicas, un día cuando el Señor regrese por su pueblo, y ese
momento «ocurrirá en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la
trompeta final. Cuando esa trompeta suene, los que hayan muerto
resucitarán con cuerpos nuevos que jamás morirán; y los que
estemos vivos seremos transformados». (1 Cor 15:52).

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO


TEOLÓGICO?
El concepto de imago dei es central en la teología. El ser humano
solo puede tener valor objetivo si ha sido creado por Dios. Si
venimos de la nada, en realidad no valemos nada, solo somos el
resultado de azar más tiempo, y a pesar del sinsentido que eso
supone, creerlo quita todo valor objetivo a la vida humana. Es
imposible vivir coherentemente con esa cosmovisión.
En cambio, ser hechos a imagen de Dios supone dignidad. A
pesar de la ruptura que el pecado ha impuesto, y a pesar del
alejamiento que ha generado entre nosotros y Dios, seguimos
siendo amados por Él, y aunque indignos, como el hijo pródigo,
tenemos en algún sentido, su ADN, aunque estemos perdidos y
enfermos. El abrazo del padre aún nos puede sanar.
Esta idea nos recuerda, entonces, cosas importantísimas: que
pertenecemos a Dios, que podemos seguir el ejemplo de Jesús,
porque Él es la imagen perfecta del Dios invisible; también
aprendemos que solo podemos experimentar la humanidad total
cuando nos relacionamos adecuadamente con Dios, pero que el ser
humano tiene valor, y su imagen es universal en la humanidad.

(EL CONCEPTO TEOLÓGICO DE IMAGO DEI ES LA


BASE DE LA DIGNIDAD HUMANA.)

EL ESCÉPTICO
¿Entonces no somos humanos si no conocemos a Dios?
¿Quieres decir que valemos menos si no somos creyentes?
En absoluto. El imago dei es un concepto universal, y da valor a
todo ser humano. Por otro lado, conocer a Dios, nos permite
conocernos a nosotros mismos. Creemos que hemos sido creados
por Dios y para Dios, y que solo a través de Él entendemos qué es
ser verdaderamente humanos, y dónde basamos nuestra
humanidad. Prescindir de este concepto supone un desafío muy
grande para la moral, y para la antropología, que no encuentra un
ancla segura desde la que pueda darle más valor al ser humano que
a otro animal, por ejemplo.
En cambio, la antropología bíblica, propuesta en Génesis 1 y 2,
explica los derechos y las responsabilidades humanas y también su
propósito; le da poder al ser humano y le explica su lugar en el plan
de Dios. Y aunque no tengas esta fe, la imago dei es una gracia
común, para todos. Aunque no lo quieras, este concepto te define y
determina quién eres y cuál es tu responsabilidad.

RESUMEN
El concepto teológico de imago dei es la base de la
dignidad humana.
El pecado nos deshumaniza.
Jesús es la palabra encarnada de Dios. Es el humano más
humano de la historia. Solo a través de Él podemos
restaurar nuestra humanidad.
Relacionarnos con Dios nos hace completamente humanos.
Esa es su intención.
Él nos creó a su imagen: varón y hembra los creó a imagen
de Dios los creó.
Aun así, debemos cambiar nuestro corazón, nuestra forma
de pensar, porque hemos sido profundamente afectados,
rotos, por el pecado.

DIÁLOGOS
¿En qué sentido el ser humano es imagen de Dios? ¿Por qué?
¿Qué consecuencias tiene este concepto en cuanto a cómo nos
relacionamos con los demás? ¿Qué valor les damos?
¿Cómo ha afectado el pecado a la imagen de Dios en nosotros?
¿Qué es lo que te ha parecido más interesante de esta lección?

PROFUNDIZA EN TU CREDO
- Macaulay, Ronald; Barrs, Jerram. El ser humano. Publicaciones
Andamio. Barcelona, España. 2012.
- Warren, Rick. Una vida con propósito. Editorial Vida. Miami,
Florida. 2003.
11. RESURRECCIÓN
«…por nuestra causa fue crucificado en tiempo de Poncio
Pilato y padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día según
las Escrituras y subió al cielo; …Esperamos la resurrección de
los muertos y la vida del mundo futuro. Amén».

INTRODUCCIÓN
Sin la resurrección de Jesús, la muerte tiene la última palabra y no
hay esperanza para absolutamente nadie. Su resurrección fue la
chispa que inició el movimiento de esperanza del mundo: la iglesia.
Todo se desmonta o se sostiene de acuerdo a lo que pensemos
acerca de la resurrección.
«Sideclaras con tu boca que Jesús es el Señor y crees de corazón
que Dios lo levantó de entre los muertos, Dios te salvará».
(Romanos 10:9).
Por eso, en esta lección estudiaremos el tema de la resurrección
durante el ministerio de Jesús; observaremos cómo la resurrección
ocurrió y reflexionaremos acerca de sus consecuencias para
nosotros hoy. Porque si creemos en Él, no nos estamos muriendo,
estamos resucitando.

LECCIÓN TEOLÓGICA
Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo
futuro. Amén.
La resurrección de Cristo es posiblemente un tema más importante
para el cristiano que su muerte. Su sacrificio en la cruz fue
ciertamente una necesaria expiación por nuestros pecados, pero su
resurrección completó su misión. Hoy, esta es la celebración más
importante en la iglesia cristiana, y en efecto, es la razón por la cual
se celebran los cultos el primer día de la semana, el día en que
Jesús resucitó.
La muerte no era parte del plan de Dios en su creación. La muerte
vino por causa del pecado de Adán y Eva. Fue el pecado que causó
la muerte de Abel por la mano de su propio hermano. Y hoy día, el
pecado sigue siendo la causa de gran parte de las muertes que no
sean por causas naturales después de una larga vida.

(SI CREEMOS EN JESUCRISTO NO NOS ESTAMOS


MURIENDO, ESTAMOS RESUCITANDO.)
LA RESURRECCIÓN EN EL MINISTERIO DE CRISTO
El tema de la resurrección de los muertos era controversial en el
tiempo de Cristo, en particular porque los saduceos no creían en la
posibilidad de resurrección (Mateo 22:23). Algunos miembros de
esta secta intentaron confundir el mensaje de Jesús con la pregunta
sobre el problema de la mujer que había tenido siete esposos. Ellos
preguntaron: «Dinos, ¿de cuál de los hermanos será esposa cuando
resuciten? ¡En vida lo fue de los siete!». (vv. 27-28). La respuesta de
Jesús fue contundente.
«Pues ustedes se equivocan por ignorar las Escrituras y el
poder de Dios —les dijo Jesús—. En la resurrección no habrá
matrimonios, porque todos serán como los ángeles del cielo. Y
en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no se han fijado
que las Escrituras dicen: ‘Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y
de Jacob’? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos». (Mateo
22:29-32).
En su respuesta, Jesús menciona dos cosas que los saduceos no
conocen: las Escrituras y el poder de Dios. Uno o dos de estos
elementos se pueden encontrar en todos los que atacan al
cristianismo, a sus seguidores y aun a Dios mismo. La tentación de
Jesús en el desierto fue a base de una distorsión de la verdad, de la
Palabra misma de Dios. Por otro lado, Satanás sí reconocía el poder
de Dios, pero de igual forma trató de distorsionarla para lograr sus
propósitos.
«Dios no es Dios de muertos, sino de vivos». Por eso la
resurrección de Jesús fue central, no solo en su tiempo, sino hoy
también, para entender toda la Palabra de Dios y su poder.
Sabemos que Jesús era el verbo encarnado, y el poder de Dios era
el suyo también.

LOS PROPÓSITOS DE DIOS


En el ministerio de Jesús se relatan tres milagros de resurrección de
los muertos. ¿Podría haber resucitado más, ya que hizo tantos
milagros de muchas diferentes cosas y en diferentes maneras?
Claro que sí. Por cierto, sabemos que Juan concluye su Evangelio
diciendo que «Jesús hizo muchas otras señales milagrosas delante
de sus discípulos que no están escritas en este libro. Pero estas se
han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de
Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida». (Juan 20:30-
31).
Todos los milagros de Jesús tenían un propósito. No eran un fin en
sí mismo, ni mucho menos un tipo de mercadotecnia para atraer la
atención de un público adormecido espiritualmente. Su propósito era
mostrar que Él era el Cristo, el Mesías profetizado y para que
creyeran en Él. Por cierto, había lugares en que los no pudo hacer
milagros, no por falta de poder, sino por la incredulidad de la gente
en esos lugares. También había muchos que, aun viendo los
milagros, no quisieron creer.
De los tres milagros de resurrección vemos que ninguno de ellos
fue por intervención, o porque les pidieron. En el caso de Lázaro,
sus hermanas lamentaron que Jesús no había llegado antes, porque
sí creían que lo podría haber sanado. El otro aspecto en común de
estos milagros fue la demostración de la compasión de Jesús.

(JESÚS VINO A ACABAR CON


EL PECADO Y LA MUERTE.)
LA COMPASIÓN DE JESÚS
Si lo consideras oportuno puedes trabajar uno de estos ejemplos de
resurrección durante la sesión.
El primer milagro de resurrección fue con el hijo de la viuda de Naín
(Lucas 7). Jesús había nombrado a los doce apóstoles de entre sus
discípulos, y había ministrado a las multitudes, sanando a muchos y
enseñando a sus discípulos y al pueblo. Saliendo, fue a Capernaúm
donde sanó al siervo que estaba a punto de morir. El centurión
demostró su gran fe al decir que con solo la palabra de Jesús su
siervo no moriría. ¿Pero cuántas personas tuvieron fe para pedirle
que resucitara a un ser querido de la muerte?
Poco después de esa gran demostración de fe, camino a Naín,
Jesús y sus discípulos se encontraron frente a un muerto que
estaban llevando fuera de la ciudad. Era el hijo único de una viuda.
Nadie le pidió ayuda a Jesús. Nadie le pidió oración, aun sabiendo
el poder que tenía para sanar. Jesús simplemente le dice a la
madre, «No llores», y fue y levantó al hombre muerto porque tenía
compasión. Como resultado, el pueblo alabó a Dios y la fama de
Jesús de divulgó.
En su siguiente capítulo, el médico Lucas una vez más presenta a
Jesús en una circunstancia de muerte. Esta vez era la hija de Jairo,
jefe de la sinagoga había muerto. Igual que antes, Jesús dice «dejen
de llorar», y a pesar de las burlas que le hacían, su compasión era
extremadamente visible.
La tercera resurrección de Jesús fue de su amigo Lázaro. No es
posible saber por qué solamente Juan narra esta historia, pero es
posible que fuera un reflejo de la intimidad que Juan tenía con
Jesús. Tal vez por respeto a Juan, los otros evangelistas le
permitieron a él contar esta historia.
Lázaro y sus hermanas Marta y María, igual que Juan, tenían una
relación muy cercana con Jesús. Sin embargo, cuando Jesús
escuchó la noticia de la muerte de su amigo Lázaro, esperó unos
días antes de responder. Tal como lo hizo con la hija de Jairo, al
principio Jesús les dijo a sus discípulos que solo estaba durmiendo.
Luego cambia, y les dice que Lázaro había muerto, pero que irían a
verlo.
A modo tal vez de ironía, Juan relata lo que Tomás dijo en
respuesta: «Vayamos también nosotros, para morir con él». (Juan
11:16). ¡A esto lo dijo porque tendrían que regresar al mismo lugar
donde poco tiempo antes habían intentado apedrear a Jesús!
En sus primeros dos milagros de resucitación Jesús les dijo que no
lloraran. Ahora en esta tercera ocasión con Lázaro, no vemos que
Jesús les dijera que dejasen de llorar. Más bien, fue él mismo quien
lloró. Con seguridad, con excepción de su oración al Padre en
Getsemaní, ningún otro momento en los Evangelios nos presenta
una mayor descripción de la humanidad de Dios.
En sus primeras dos resurrecciones, demuestra su compasión y su
poder. En este tercer milagro, Jesús utiliza el momento con las
hermanas de Lázaro para expresar la centralidad de quién era Él:
«Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque
muera, vivirá; y todo el que cree en mí nunca morirá. ¿Crees esto?».
(Juan 11:25-26).
Este fue momento definitivo en el ministerio de Cristo. Lázaro
había estado muerto ya por cuatro días. No era un caso de que
posiblemente había muerto, y solamente estaba dormido. Lo
sabemos porque ya su olor iba a ser feo. Jesús estaría en la tumba
solo tres días, pero su poder sobre la muerte era total, y lo demostró
con Lázaro en anticipación de su propia muerte.
A pesar de estos tres milagros, los discípulos de Jesús no
pudieron anticipar lo que estaba por acontecer. Habían visto el
poder de Dios en Jesús, pero aún no entendían las Escrituras.

(JESÚS ES LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA)


EL COMIENZO DEL FIN
Después de la resurrección de Lázaro, los jefes de los sacerdotes y
fariseos se reunieron para ver qué iban a hacer con Jesús. Dijeron:
«Entonces, los jefes de los sacerdotes y los fariseos reunieron al
Consejo. Y dijeron: ¿Qué vamos a hacer? Este hombre está
haciendo muchas señales milagrosas. Si lo dejamos, todos van a
creer en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro lugar
sagrado y hasta nuestra nación». (Juan 11:47-48).
Es muy probable que no se estaban refiriendo a las señales
milagrosas en general, porque éstas ya habían sido manifiestas.
Más bien, la resurrección de Lázaro tenía que haber sido el tema
que los llevó a considerar qué hacer con Jesús. Por fin, pusieron la
orden de que se denunciara a Jesús con el fin de arrestarlo.
En uno de esos momentos en que Dios habla a través de una
persona, aunque ésta esté en su contra, Caifás, que era el sumo
sacerdote de turno ese año1, dijo:
«‘¡Ustedes de verdad que no saben nada! No entienden que es
mejor que un solo hombre muera por el pueblo, y no que la
nación entera sea destruida’. Pero él no dijo esto por su propia
cuenta, sino que, como era el sumo sacerdote ese año,
profetizó que Jesús moriría por la nación judía. Y moriría no sólo
por esa nación, sino también para reunir a todos los hijos de
Dios que estaban dispersos. Así que desde ese día tomaron la
decisión de matarlo». (Juan 11:49-53).
Jesús lo sabía y entendía, y por eso se quedó con sus discípulos
en un lugar remoto cerca del desierto, en un pueblo llamado Efraín.
No se sabe mucho de este lugar que estaba posiblemente cerca de
Jericó y que también estaba cerca del río Jordán donde Jesús había
comenzado su ministerio con su bautismo. De un bautismo en agua
que representaba muerte y resurrección, ahora estaba por enfrentar
una verdadera muerte y resurrección.
LOS ÚLTIMOS DÍAS
La última cena de Jesús con sus discípulos está relatada por Juan
en los capítulos 13 al 17 de su Evangelio. Pero antes de eso, faltaba
escribir su capítulo 12, el relato del último ministerio en público antes
del arresto de Jesús. En este capítulo hay tres escenas:
1. Con la unción de María, la hermana de Lázaro, comenzó la
última semana en la vida de Jesús como Dios encarnado. El
perfume llenó la casa entera con su fragrante aroma, y no por
coincidencia, fue Judas Iscariote quien se opuso. Lo que antes
había sido un olor malo de Lázaro el muerto, ahora, con Lázaro
sentado a la mesa con Jesús, solo había fragancia. Y esa fragancia
es algo que las personas que no están con Jesús no pueden
apreciar. Al igual que los sacerdotes y los fariseos, Judas tenía que
buscar algún pretexto para oponerse a alguien que querría
demostrar amor y adoración al Señor de Señores.
Con seguridad, María no había entendido lo que Jesús le había
dicho a Judas. No podía apreciar lo que Jesús dijo, que ese perfume
se había guardado para su sepultura. Sin embargo, María era a la
que le gustaba sentarse a los pies de Jesús y escucharle. Lucas
escribe lo que Jesús le había dicho a su hermana Marta: «Marta,
Marta, te preocupas demasiado por muchas cosas. Pero sólo una es
necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la va a quitar».
(Lucas 10:41-42).
En varias ocasiones Jesús dijo «Los que tienen oídos…» y en
Apocalipsis 2:7 leemos esta promesa: «El que tenga oídos, escuche
lo que el Espíritu dice a las iglesias: Al que salga vencedor le daré a
comer del fruto del árbol de la vida que está en medio del paraíso de
Dios». El árbol de vida que Dios había puesto en el jardín de Edén
ahora está disponible a los que le escuchan. Escucharle a Él es lo
mejor que podemos escoger, y es algo que nadie nos puede quitar.
Esa declaración a Judas fue cierta hace dos mil años, y es cierto
hoy. Lamentablemente, Judas no entendió, y perdió su vida.
2. El segundo evento del capítulo 12 fue la entrada triunfal. Los
que salieron a su encuentro eran los que habían estado con Jesús
cuando resucitó a Lázaro, junto con los que habían escuchado
acerca de ese milagro específicamente. Resucitar a alguien de los
muertos no era un milagro como cualquier otro, y en eso tenían
razón los líderes religiosos.
3. En el tercer relato, vemos un momento único, unos griegos se
acercaron a Felipe diciendo que querían ver a Jesús. No sabemos si
lo llegaron a ver, pero cuando le dieron las noticias a Jesús, él
responde inmediatamente:
«Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea
glorificado. Es verdad que si un grano de trigo cae en tierra y no
muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto. El
que ama su vida la pierde; en cambio, quien desprecia su vida
en este mundo, la conserva para la vida eterna. El que quiera
servirme, debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará el
que me sirve. Al que me sirva, mi Padre lo honrará. En este
momento estoy lleno de angustia, ¿y por eso voy a decir:
‘Padre, sálvame de este sufrimiento’? ¡Si para eso he
venido! ¡Padre, glorifica tu nombre!». (Juan 12:23-27).
Con este relato acerca de los griegos queriendo ver a Jesús, y la
inmediata respuesta de Jesús, podemos apreciar la manera en que
Juan entendió, tal vez no en ese mismo momento sino después, que
la muerte y resurrección de Jesús era para toda la humanidad, no
solo para los judíos.
Cuando Jesús salió de las aguas de bautismo, se oyó la voz de
Dios aprobando a su hijo amado. Ahora se escuchó esa voz de
nuevo responder a la oración de Jesús, «Padre, glorifica tu
nombre». Lo que la multitud reunida escuchó fue: «Ya lo he
glorificado, y volveré a glorificarlo». Sin embargo, a pesar de todas
las señales, muchos todavía no creían en Él.
La historia de la muerte y resurrección se relata en todos los
cuatro evangelios. En cierta manera, tener cuatro testigos cumplía
de sobra con el requisito que tenían los judíos para verificar que
algo era cierto y verdadero.

¿Qué hubiera pasado si Jesús no hubiese resucitado?

LAS ÚLTIMAS INSTRUCCIONES


Antes de ascender al cielo, Jesús se reunió con los once discípulos
en una montaña. Allí, según lo relata Mateo, lo adoraron, pero
increíblemente todavía había algunos que dudaban; no era
solamente Tomás quien tenía dudas. Entre sus últimas palabras
estuvieron estas: «He recibido toda autoridad 2 en el cielo y en la
tierra». (Mateo 28:18). Esta autoridad incluía su propia resurrección,
porque la muerte no lo pudo retener.
María escuchó a Jesús, y eso era lo único que era necesario y
nadie se lo podía quitar. La multitud escuchó la voz del Padre. El
centurión al pie de la cruz había escuchado las últimas palabras de
Jesús, y cuando vio «el terremoto y los demás acontecimientos
[exclamó] ‘¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!’». (Mateo
27:54).
LO QUE SIGNIFICA LA RESURRECCIÓN PARA NOSOTROS HOY
La resurrección de Jesús de los muertos fue el tema central del
mensaje de la iglesia primitiva. Lucas escribe: «Y con gran poder
predicaban los apóstoles acerca de la resurrección del Señor…».
(Hechos 4:33; véase también Hechos 4:2, 17:32; y 23:6).
Marta le había respondido a Jesús con la siguiente afirmación: «Yo
sé que volverá a vivir, en la resurrección, cuando llegue el día final».
(Juan 11.24). Pablo escribió que esperaba «resucitar de entre los
muertos» (Filipenses 3:11) y también que esperaba la resurrección
de los muertos». (Hechos 23:6).

LA RESURRECCIÓN ERA EL TEMA CENTRAL DE


LA PREDICACIÓN DE LA IGLESIA PRIMITIVA
Como cristianos que hemos puesto nuestra fe en Jesucristo, y por
gracia hemos recibido en amor su sacrificio por nuestros pecados.
Tenemos una nueva identidad, que tanto Pablo como Pedro
describen:
«Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien
vive en mí. Y esta vida que ahora tengo la vivo por mi fe en el
Hijo de Dios, quien me amó y se entregó por mí». (Gálatas
2:20).
«Pues si fuimos injertados en Cristo cuando él murió, de la
misma manera participamos con él en su resurrección».
(Romanos 6:5).
«¡Alabemos a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo!, porque
su misericordia es grande y nos ha hecho nacer de nuevo por
medio de la resurrección de Jesucristo. Esto fue así para que
tengamos una esperanza viva». (1 Pedro 1:3).
Las tres cosas que Pablo dice que son para siempre son la fe, la
esperanza y el amor. Vemos la fe y el amor en nuestra nueva vida
con Jesús. Pero también necesitamos esperanza. Esa esperanza es
un tema favorito de Pablo en sus cartas, especialmente en
Romanos. Primero, el escribe «contra toda esperanza, Abraham
creyó y esperó» y con esa esperanza «recibió lo que se le había
sido prometido». (Rom 4:18 NVI; Hebreos 6:15 NVI).
Vivimos nuestra vida, entonces, en la plena luz de lo que sabemos
por medio de las Escrituras y en el poder de Dios. En las palabras
de Pablo: «Lo he perdido todo con tal de conocer a Cristo, de
experimentar el poder de su resurrección, de tener parte en sus
sufrimientos y de llegar a ser semejante a él en su muerte».
(Filipenses 3:10).

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO


TEOLÓGICO?
«Si no resucitó, vana es nuestra predicación y vana es la fe de
ustedes». (1 Cor 15:14).
Pablo en este versículo nos da la respuesta. Lo apuesta todo a
una carta. Sin la resurrección de Jesús, nada de lo que predicamos
tendría sentido. Es en ese suceso en el que sustentamos nuestra fe.
Si Jesús no hubiese resucitado, la iglesia no se habría iniciado.
Hasta que lo vieron, todos sus discípulos estaban atemorizados y
sentían que el proyecto de Jesús había fracasado. Solo a través de
la resurrección, se interpreta correctamente su vida y su muerte.
Somos los testigos de la resurrección de Jesús, no creemos en
ideas abstractas, sino en algo que ocurrió realmente hace unos dos
mil años y que cambió la historia del mundo. Fue ver a Cristo
resucitado lo que armó de valor a un grupo de cobardes para
anunciar el evangelio de Jesús. Fue tan impactante para ellos que
estuvieron desde entonces dispuestos dar su vida por Él, con la
esperanza puesta en la resurrección.

EL ESCÉPTICO
¿Qué datos históricos tenemos para sustentar la resurrección
de Jesús?
La comunidad de historiadores está de acuerdo en algunos datos
históricos acerca del suceso de la resurrección. Veamos la lista en la
que tanto creyentes como no creyentes están de acuerdo:
La crucifixión de Jesús, la afirmación de los discípulos que vieron a
Jesús resucitado, la conversión de Saulo de Tarso, perseguidor de
los cristianos y la conversión del hermano escéptico, Jacobo. El
quinto hecho es la tumba vacía.
Cada uno de estos hechos se puede desarrollar ampliamente y si
son hechos reales plantean serias preguntas para aquellos que
niegan la resurrección de Jesús. Si Jesús no resucitó, ¿cómo un
grupo de cobardes a partir del domingo de resurrección se
convirtieron en valientes capaces de dar su vida por este mensaje?
Nadie da su vida por una mentira. ¿Por qué estaba la tumba vacía?
Ya en los evangelios se demuestra que los enemigos de Jesús
querían poner respuestas alternativas, que no consiguieron
demostrar.
Además, los documentos antiguos más fiables hablan de que los
primeros testigos fueron mujeres. En aquella época el testimonio de
una mujer carecía de valor. Si querían darle peso a la resurrección
de Jesús, ¿por qué en los evangelios aparecen las mujeres como
primeras testigos?
Y así, muchísimas más preguntas. Sin duda es la piedra de toque
que podría cambiar nuestro enfoque de lo que es la vida. Si no
ocurrió entonces, vana es nuestra predicación; pero si de verdad
ocurrió y no decidimos correctamente acerca de este hecho,
podemos estar equivocados acerca de los temas más importantes
de todos: la vida y la muerte.
La tumba está vacía, ¿por qué buscan entre los muertos al
que vive?
Te invito a seguir investigando. El libro más amplio acerca de este
tema que sigue vigente hoy es el de NT Wright, «La resurrección del
Hijo de Dios», aunque también podrías leer El Caso de Cristo, de
Lee Strobel. Las cantidades ingentes de evidencia acerca de este
suceso que plantea el autor Wright aún no han sido superadas. A
veces no es que no podemos creer, es que no queremos.
Dadas estas evidencias la explicación más plausible es que Jesús
realmente resucitó y se presentó delante de sus discípulos, de
mujeres, de Pedro, y de más de quinientos testigos. Debemos
preguntarnos qué haremos frente a estas evidencias. Si no hay una
explicación alternativa, debemos asumir que Jesús resucitó, dejando
de lado nuestros prejuicios y yendo hasta donde la verdad nos lleve.

(NADIE DA SU VIDA POR UNA MENTIRA.)

RESUMEN

La muerte no era parte del plan de Dios para su creación.


Jesús durante su ministerio demostró su carácter, su
compasión y su humanidad cuando se enfrentaba la
muerte.
«Y Jesús lloró». Solo queda registrado que Jesús lloró
cuando se enfrentó a la muerte de Lázaro.
El mensaje central de la iglesia primitiva era la resurrección
de Jesús.
La resurrección es la razón de nuestra esperanza.
Para nosotros, Jesús es la resurrección y la vida.
Jesús venció a la muerte a través de su propia muerte y
resurrección.
Si creemos en Él, no estamos muriendo, estamos
resucitando.
DIÁLOGOS
¿Qué implicaciones prácticas tiene creer en la resurrección?
¿Por qué crees que la resurrección era el tema central del
mensaje de la iglesia primitiva?
Si Jesús realmente resucitó ¿Cómo podemos comunicar este
mensaje a nuestros amigos y familiares que no creen en Él?
¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de esta lección?

PROFUNDIZA EN TU CREDO
- Wright, N. T. La resurrección del Hijo de Dios. Editorial Verbo
Divino. Estella, España. 2008.
- Strobel, Lee. El Caso de Cristo. Editorial Vida. Miami, Florida.
2000.
1 Zacarías, el padre de Juan el Bautista y tío de Jesús, había sido sumo sacerdote de
turno.
2 Exousia: también traducido como potestad, poder.
12. FIN DEL MUNDO Y ETERNIDAD
…y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin. …Esperamos la resurrección de los
muertos y la vida del mundo futuro. Amén».

INTRODUCCIÓN
La prensa amarillista cristiana siempre ha hecho mucho énfasis en
este tema, y se han generado muchas controversias. Pero a pesar
de esas complejidades, la escatología no deja de ser un tema
importantísimo. La segunda venida de Jesús y el «Escaton» son
pilares de nuestra fe. Jesús, el que resucitó de entre los muertos, va
a volver. Y ese regreso es en este tiempo final del «ya, pero todavía
no». Es un periodo donde se sitúa la iglesia y el mundo, con un
sentido de urgencia que nos insta a continuar con la misión.
No nos entretendremos con las diferencias de énfasis en este
tema, sino que fijaremos nuestra atención en aquello que es lo
esencial de esta parte del Credo. Evaluaremos lo que nos anima a
mirar hacia adelante con los ojos de la fe y la esperanza en un día
donde todo tendrá cumplimiento, un desenlace extraordinario; donde
podremos volver a disfrutar del árbol de la vida, y donde la justicia,
la paz, y la alegría se manifestarán de manera completa, y el arco
argumentativo de la creación llegará a su fin, para un futuro que aún
no podemos imaginar.

LECCIÓN TEOLÓGICA
… y la vida del mundo futuro. Amén.
El estudio de los últimos tiempos, conocido como «escatología», es
un tema profundo, complejo y controversial. Lamentablemente,
hasta ha habido divisiones en iglesias sobre diferentes aspectos
relacionados a la venida de Cristo, como el «rapto», la tribulación y
el reino del milenio. La curiosidad humana sobre el futuro, la vida
después de la muerte, y el tema general sobre el cielo, es natural.

¿Qué sabes acerca del apocalipsis?


LA GRAN PREGUNTA
El tema del «Reino de los cielos» resonaba con el pueblo judío y,
por cierto, fue central en el ministerio de Jesús. El Evangelio de
Mateo, que fue dirigido principalmente a los judíos, menciona el
Reino de Dios, unas treinta y dos veces. Un gran ejemplo fue el del
joven rico, que le preguntó a Jesús: «Buen Maestro, ¿qué bien haré
para obtener la vida eterna?». (Mt 19:16). Lamentablemente, la
respuesta no era la que el joven quería escuchar, y «se fue triste».
Antes de su ascensión al cielo, la última pregunta de los discípulos
a Jesús fue: «¿Vas ahora a restaurar el reino de Israel?». (Hch 1:6).
Su respuesta a ese interrogante es la misma que debería regir
nuestro pensar sobre la vida del mundo futuro: «No les toca a
ustedes conocer la hora ni el momento determinados por la
autoridad misma del Padre…». (Hch 1:7 NVI). En su parábola de las
diez vírgenes, Jesús dejó claro que lo importante es mantenernos
despiertos, alertas, porque no sabemos «ni el día ni la hora» de su
venida (Mt 25:13).

(EL AMBIENTE EN EL SIGLO I EN ISRAEL


ERA MUY ESCATOLÓGICO)
Al hacer preguntas sobre el cielo y nuestra futura vida con el
Señor, es importante no anticipar las respuestas. La mente humana
razona dentro de los parámetros de un comienzo y un fin, pero solo
en Jesús encontramos el «alfa y omega, el principio y el fin». Tal vez
lo que más separa la humanidad de Dios es la idea de eternidad,
pero es la gran misericordia y gracia de Dios la que nos ofrece la
vida eterna con Él en el cielo.

Al ser un tema que ha generado mucha polémica, te invitamos a que


no seas dogmático y procures los objetivos de la lección, sin meterte
en controversias. Si ves que sale el tema de forma recurrente invita
los jóvenes a no divagar acerca de apocalipsis y fijarnos en lo que sí
estamos de acuerdo.

LA PROMESA DE DIOS
La pregunta que le habían hecho a Jesús era razonable. En
realidad, los judíos habían vivido siempre con la expectativa de lo
que se les había prometido. Primero era la Tierra Prometida, luego
la idea del Reino, pero también del Mesías. La idea del cielo y la
vida eterna no era un concepto extraño, pero lo que no habían
podido entender era que, en la persona de Jesús, habían recibido el
Mesías prometido y profetizado.
En su respuesta a la pregunta presentada en sus últimos
momentos, Jesús básicamente ignora la inquietud que ellos tenían
en su mente sobre el reino, y les dice lo que ellos deberían haber
recordado. Jesús ya les había dicho que Él tenía que volver al que
lo había enviado, y les regañó porque ninguno le preguntó adónde
iba. Los discípulos solo podían ver a Jesús y su ministerio dentro de
su propia perspectiva, y en cierto sentido, no eran tan diferentes de
los jefes de los sacerdotes.
Lo que Jesús sí les dijo fue: «… cuando el Espíritu Santo
descienda sobre ustedes recibirán poder para ser mis testigos no
sólo en Jerusalén, sino también en toda Judea, en Samaria y hasta
lo último de la tierra». (Hch 1:7). Este mismo Espíritu era lo que se
les había prometido en Juan 14 durante la última cena, y también a
los dos discípulos en el camino a Emaús.
LA PALABRA DE DIOS
En la lección anterior vimos que el problema de los judíos era que
no conocían las Escrituras y no aceptaban el poder de Dios. Ahora,
los discípulos iban a dar testimonio del Verbo de Dios, como la
palabra en el poder del Espíritu Santo.
Los primeros cristianos vivían en la continua esperanza del pronto
retorno de Cristo. Esa era una gran motivación, no solo para
predicar con valor, sino también para vivir con el poder para
enfrentar las persecuciones. Pablo anima a los romanos con estas
palabras:
«¿Qué más se puede decir? Si Dios está de parte nuestra,
¿quién podrá estar contra nosotros? Si Dios no dudó al entregar
a su Hijo por nosotros, ¿no nos dará también, junto con él, todas
las cosas? Si somos los escogidos de Dios ¿quién se atreverá a
acusarnos? Dios mismo es quien nos ha declarado
justos. ¿Quién nos condenará? Cristo fue el que murió y volvió a
la vida, el que está en el lugar de honor junto a Dios,
intercediendo por nosotros. ¿Quién podrá apartarnos del amor
de Cristo? ¿El sufrimiento, la angustia, la persecución, el
hambre, la pobreza, el peligro, las amenazas de muerte? Las
Escrituras dicen: ‘Por tu causa nos amenazan de muerte todo el
tiempo, nos tratan como a ovejas de matadero’. A pesar de
todo, nuestra victoria es absoluta, gracias a Cristo que nos amó.
Estoy convencido de que nada podrá apartarnos de su amor; ni
la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los demonios, ni lo
presente, ni lo que está por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo
profundo, ni cosa alguna de toda la creación. ¡Nada podrá
separarnos del amor que Dios nos ha demostrado en Cristo
Jesús, nuestro Señor!». (Rom 8:31-39).
Estas palabras deben haber sido repetidas entre los cristianos de
la iglesia primitiva con mucha frecuencia. Además, la palabra
aramea maranatha, que significa «el Señor viene», o «ven, Señor»,
era empleada como un saludo entre los creyentes. A pesar de no
saber exactamente cuando Él regresaría, ¡ellos tenían la certeza de
que sí lo haría!
Jesús había dejado bien claro que el día y la hora de su muerte
solo lo sabía su Padre celestial. Lo mismo ahora se aplicaba a su
segunda venida. Fue por esa razón que envió al Espíritu Santo, para
que los que creen en Él, sus seguidores y sus discípulos, no
estuviesen solos. En relación a esa confianza Pablo le escribe a
Tito, diciéndole que, por medio de la gracia de Dios, «podremos vivir
en este mundo con justicia, piedad y dominio propio, mientras
aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de
nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo». (Tito 2:12-13 NVI).
Es importante recordar que Jesús no solo nos envió su Espíritu
Santo, sino que también estableció su iglesia aquí en la tierra. Las
palabras de su oración, «venga tu reino y cúmplase en la tierra tu
voluntad como se cumple en el cielo» (Mateo 6:10), ahora eran una
realidad: el Reino se había establecido por medio de la iglesia. La
iglesia, entonces, provee el contexto en el cual esperamos su
venida.
La iglesia que Dios ha establecido representa el Reino aquí en la
tierra, y provee el contexto para un apoyo mutuo. Pablo hace
muchas referencias a sus compañeros: algunos fueron muy fieles y
otros lo habían abandonado. Lo importante es que somos uno en
Cristo, viviendo y ministrando en comunión y edificándonos unos a
otros.

Como iglesia, ¿cómo debemos vivir con su venida como horizonte?


La Carta a los Hebreos, capítulo 10, describe el maravilloso
sacrificio de Jesús por nuestros pecados, y además presenta el
testimonio del Espíritu Santo como una promesa. El autor menciona
la libertad que tenemos de entrar al Lugar Santísimo, pero también
comenta la necesidad de mantener firme «la esperanza que
profesamos». En este mismo contexto, se exhorta a que los fieles
no dejen de congregarse… «y con mayor razón ahora cuando
vemos que aquel día se acerca». (Heb 10:25).

(LA GRAN MOTIVACIÓN DE LOS PRIMEROS


CRISTIANOS ERA LA CONTINUA ESPERANZA DEL
PRONTO RETORNO DE CRISTO.)
EL PODER DE DIOS
El poder de Dios se manifiesta en individuos bautizados por el
Espíritu Santo dentro del contexto de la iglesia. En cierta manera, el
aceite en las lámparas de las diez vírgenes era una representación
de la «llenura» del Espíritu Santo.
En los días posteriores a que el Señor ascendió al cielo, los
seguidores de Jesús se mantuvieron unánimes y juntos, en un
mismo sentir. Lo que ayudó mucho en ese sentido era que todos
tenían el mismo deseo, no solamente de recibir la promesa del
Espíritu Santo, sino también de que Cristo viniera pronto. Fue al
recibir el Espíritu Santo que encontraron el poder que les hacía falta
para vivir en la expectativa de su retorno.
El Espíritu Santo nos fue dado para que tengamos poder. No
podemos olvidar que el Espíritu Santo es la tercera persona de la
trinidad, y cuando Jesús enseñó a orar «venga tu reino y cúmplase
en la tierra tu voluntad como se cumple en el cielo», el mensaje es
que por más que queremos estar con Dios en el cielo, vivimos en el
presente aquí en la tierra.
Los israelitas salieron de Egipto con la visión de entrar a la Tierra
Prometida pero no la llegaron a ver. Su problema fue que se
enfocaron en su destino y se olvidaron de lo que significaba servir a
Dios y obedecerlo en todo lo que Él les instruía. El autor del libro a
los Hebreos, les advierte a los nuevos cristianos sobre esto:
«Por lo tanto, cuídense, hermanos, y no sean incrédulos ni tengan
un corazón perverso que los esté apartando del Dios
vivo. Exhórtense todos los días mientras les quede tiempo, para que
ninguno se endurezca contra Dios, cegado por el engaño del
pecado, pues hemos llegado a tener parte con Cristo, si somos
fieles hasta el fin, tal como confiamos en Cristo al principio. Como
acabamos de decir: ‘Si oyen hoy su voz, no endurezcan su corazón
como sucedió en la rebelión’». (Heb 3:12-15).
Con el pasar de los años, era muy probable que algunos de los
creyentes olvidaran la promesa de Jesús. En el libro de Apocalipsis,
Juan escribe a las iglesias para recordarles de la importancia de
mantenerse fieles a lo que habían aprendido de Jesús. Juan
presenta a Jesucristo como «el testigo fiel, el primogénito de la
resurrección, el soberano de los reyes de la tierra». (Ap. 1:5 NVI). El
tema de la resurrección nunca estuvo distante en los mensajes y en
los escritos de los apóstoles.
Q ¿Qué papel juega el Espíritu Santo en nuestra vida de iglesia?
A la iglesia de Éfeso, Juan les recuerda que a los que vencen les
«daré a comer del fruto del árbol de la vida que está en medio del
paraíso de Dios». (Ap. 2:7). A todas las siete iglesias, la instrucción
era que tuvieran oídos para oír lo que el Espíritu dice a las iglesias.
El cielo es nuestro destino, pero es importante cómo vivimos aquí en
el presente.
Una cita de autor desconocido, dice: «Hay solamente dos días.
Este día y aquél día, y vivo este día a la luz de aquel día». El primer
día corresponde a la primera venida del Señor y lo vemos en el
Salmo 118:22-24: «La piedra que los constructores rechazaron se
ha convertido en piedra angular. ¡Esto es obra del Señor, y nos deja
maravillados! Este es el día que ha hecho el Señor; regocijémonos y
alegrémonos».
El segundo día lo vemos en 1 Tesalonicenses 5:1-3: «Hermanos,
ustedes no necesitan que yo les escriba cuándo ocurrirá
esto. Ustedes saben muy bien que el día en que el Señor regrese
llegará como un ladrón en la noche. Cuando la gente esté diciendo:
«Hay paz y seguridad», entonces, de repente vendrá sobre ellos la
destrucción. Llegará como le llegan a la mujer embarazada los
dolores de parto. No habrá forma de que escapen».
Es entre estos dos días es que vivimos, y Pedro aclara que para el
Señor un día es como mil años, y un día es como un día (2 P 3:8).
Pedro está refrescando la memoria de los hermanos y las hermanas
sobre las enseñanzas que habían recibido. Algunos aun en aquel
tiempo se burlaban, diciendo: «¿Qué hubo de esa promesa de su
venida?». Pero igual como en los días de Noé, Dios no quiere que
nadie se pierda, y Pedro sigue escribiendo: «según su promesa,
esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la
justicia». (2 P 3:13 NVI).

(EL ESPÍRITU SANTO FUE DADO a nosotros


PARA QUE TENGAMOS PODER.)
El Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven!
Pedro sabía que iban a haber cosas difíciles de entender, cosas
que los «ignorantes y los inconstantes tuercen su significado (así
como también el de otros pasajes de las Escrituras) con lo que se
labran su propia destrucción». (2 P 3:16). Muchos serán arrastrados
por el error y perderán su estabilidad y caerán. Para él, el enfoque
era crecer «en el amor y en el conocimiento de nuestro Señor y
Salvador Jesucristo». (2 P 3:18).
Existe una palabra en el francés que se empleó en la traducción
del Nuevo Testamento: la palabra dénouement, que podría
traducirse en español como desenlace. La palabra se emplea para
la parte final de una obra de teatro, una película o una narración en
la que se combinan los hilos de la trama y se explican o resuelven
los asuntos. Alguien lo ha descrito como una bola de hilo
completamente enredada con nudos, y que uno por uno se van
desenlazando hasta que se elimina el último nudo. El texto bíblico
francés, usa esta palabra en 2 Tesalonicenses 1:5-10:
«Esto lo sabemos porque cuando les anunciamos el evangelio,
les llegó no sólo con palabras sino también con el poder del
Espíritu Santo y con una gran seguridad. Ustedes saben que
cuando estuvimos entre ustedes buscamos sólo su bien.
Ustedes siguieron nuestro ejemplo y el del Señor, cuando, a
pesar de todo el sufrimiento, recibieron el mensaje con la alegría
que da el Espíritu Santo. Por eso se convirtieron en ejemplo
para todos los creyentes de Macedonia y Acaya. El mensaje del
Señor salió de ustedes y ya se ha anunciado no sólo en
Macedonia y Acaya sino por todos lados. La fe de ustedes en
Dios es tan conocida que ya no es necesario que nosotros
digamos nada, pues todos cuentan lo bien que ustedes nos
recibieron y cómo dejaron los ídolos para servir al Dios vivo y
verdadero. También cuentan cómo ustedes esperan que Jesús
regrese del cielo: él, que es el Hijo amado de Dios, a quien Dios
resucitó y quien nos libra del castigo que viene».
Podríamos discutir sobre los temas de la escatología, definir
nuestras doctrinas a base de esa rama, pero en última instancia, es
solamente en la Palabra de Dios, en su promesa, y en su poder que
descansamos. Y cumplimos con su mandato de ir y hacer
«discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». (Mt 28:19 NVI). En esto,
afirmamos que sí creemos en el Credo de los Apóstoles.
«Ahora, hermanos, quiero recordarles el evangelio que les
prediqué, el mismo que recibieron y en el cual se mantienen
firmes. Mediante este evangelio son salvos, si se aferran a la
palabra que les prediqué. De otro modo, habrán creído en
vano.» (1 Cor 15:1-2).
A través de los siglos, el Credo de los Apóstoles ha servido como
testimonio no solo de que creemos, sino también de en quién hemos
creído.

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE ESTE CONCEPTO


TEOLÓGICO?
La teología de la esperanza nos invita a vivir nuestro presente desde
la esperanza, la expectativa futura. Vivir el hoy desde allí. Somos el
pueblo de la esperanza, y Dios nos ha prometido que Jesús va a
volver. A los primeros creyentes esta verdad los sostuvo en los
momentos más difíciles. Sabernos parte de una historia con un final
como este nos anima a continuar en medio de la adversidad, nos
inyecta una dosis de perseverancia, para seguir creyendo «hasta
que Él venga». Sin esta revelación, sin esta meta, no podríamos
determinar el rumbo de nuestras vidas, ni la esencia que como
iglesia — comunidad de espera en misión— tenemos.

(LA TEOLOGÍA DE LA ESPERANZA NOS INVITA


A VIVIR NUESTRO PRESENTE DESDE
LA EXPECTATIVA FUTURA)

EL ESCÉPTICO
¿No es el Apocalipsis una manera de meterle miedo y terror a la
gente para que crea en Dios?
¡No! Todo lo contrario, los primeros oyentes de Apocalipsis
recibían ánimo al saber cuál sería el desenlace de la historia, a
pesar de las penurias presentes. Es un libro de esperanza, donde el
Señor justo, fiel y misericordioso, terminará salvándonos a nosotros
y a la creación, con cielos nuevos y ¡tierra nueva! Que haya un final
de la historia apoteósico, nos anima a continuar con un sentido de
vida que apunta a la eternidad.
El regreso de Cristo es la mejor noticia para la creación, si
estamos buscando que, de una vez por todas, la tierra se llene de
justicia, paz y gozo. Leer el libro de Apocalipsis nos inspira para
confiar en Jesús, el único que ha resuelto y resolverá
definitivamente el problema de la humanidad: el pecado y la muerte.
¡Los últimos tiempos también son evangelio!

RESUMEN

Los primeros cristianos vivían con la esperanza de que Él


regresaría.
Vivimos entre dos días: este y aquel. El día de su venida
marca nuestro quehacer diario.
Nadie sabe el día ni la hora. Solo el Padre.
Dios quiere que vivamos con esa esperanza futura que
marque nuestro presente.
Los detalles no son tan importantes como el hecho en sí de
que Él va a volver: maranatha.
La iglesia es la comunidad de espera del regreso de su
Señor.
La iglesia y el Espíritu Santo siguen en misión, y son el
contexto donde «esperamos activamente» su regreso.

DIÁLOGOS
¿Por qué es importante para nuestra vida diaria esta
perspectiva de vida del fin del mundo y de la eternidad?
¿Cómo crees que vivían los cristianos del Siglo I, sabiendo que
Jesús vendría pronto?
¿Crees que es un buen final? ¿Por qué?
¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de esta lección?

PROFUNDIZA EN TU CREDO
- Pagán, Samuel. Apocalipsis, interpretación eficaz hoy. Editorial
CLIE. Viladecavalls, España. 2012.

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