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No puedo, dije en mi mente, ese sábado por la tarde, ya no soportaba el horripilante sonido de

la bocina de la moto nueva de mi hermano, ¡Basta! Grite en mi interior, no puede ser posible
que siendo sábado no me deje dormir, ya cansado es, estar en clases virtuales toda una
mañana y que él venga con tal ensordecedor sonido. ¡Ya basta! Le grite y no me escuchó con
tal sonido, que me podría escuchar si siempre se mantenía con los auriculares en los oídos.
Agarré mis almohadas y me las eché sobre mis oídos. ¡Basta!¡Basta! ¡mamá…Lo peor de todo
mi mamá no se encontraba en casa, salió temprano al mercado, recordé que la semana pasada
me dijo que iba a ir a recoger donde su amiga un pequeño cachorro. Sí, ella si sabía cómo
animarme y mejorar los ánimos. ¡Basta! Grité nuevamente. Pensé en desearle el mal, pero era
mi hermano, de pronto se escuchó un silencio y el sonar de la bocina feneció como una
orquesta que termina su show. Me levanté de mi cama, caminé despacio hacia el corredor y mi
queridísimo hermano estaba en su cama, ¡Por Dios! E exclamé. Mi sorpresa era para más. Me
hice hígado por la molestia de mi hermano, sin embargo, no era él, sino la bulla del vecino a
lado. Se me pasó el sueño, así que me senté en la silla y prendí la computadora, para continuar
mis trabajos del SIEWEB.

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