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Hay una invasión en España y el origen se encuentra en Francia.

Al contrario que en
otras célebres ocasiones de la historia, la culpa no recae sobre el buen pueblo francés,
sino sobre los avatares logísticos y humanos que han permitido la entrada de la avispa
asiática a la península ibérica. Desde su introducción accidental a través de Irún hace
casi una década, el bicho en cuestión (vespa velutina) se ha asentado lo suficiente
como para causar un puñado de muertes anuales.

Las dos últimas en Galicia, este mismo verano. Ya en 2016 se registraron cuatro
fallecimientos por sus picotazos. El insecto, tremendamente agresivo en sus métodos
de alimentación y en la competencia por su hábitat natural, es más grande y venenoso
que las avispas autóctonas, y se ha convertido en una particular pesadilla para los
apicultores de toda la cornisa norte. Es más voraz, más fuerte y más difícil de compartir
que otros depredadores invertebrados.

Y también se ha extendido a otros puntos de la península. Existen registros de su


presencia en Navarra, en partes del Pirineo aragonés o en Barcelona. Es el pariente
débil y menos intimidante del avispón japonés (vespa mandarina), un bicho del averno
de cinco centímetros de longitud a cuyas espaldas se acumulan anualmente 40
japoneses muertos. Y por sus características, es un animal al que merece conocer y
tener en cuenta. ¿Qué posibilidades tienes de sufrir uno de sus picotazos y qué te
puede pasar si caes en desgracia? Aquí una breve guía ↓

De qué estamos hablando

De una avispa como las de toda la vida, aunque ostensiblemente más grande y gorda.
A la distancia se diferencia por su aspecto más oscuro (menos amarillo chillón, más
tonalidades negras) y por su volumen: los ejemplares más grandes alcanzan los 3,5
centímetros de largo, frente a los 2,5 de sus obreras (la avispa común, por su parte,
apenas alcanza el centímetro y medio; los dos centímetros en el mejor de los casos).
Básicamente, una avispa hipervitaminada con peores pulgas.

De costumbres diurnas, proviene del norte de la India y de China, siendo totalmente


ajena a los ecosistemas europeos. No sólo reemplaza a las avispas locales como los
depredadores en su segmento, sino que también supone un quebradero de cabeza
para apicultores varios.

De qué se alimenta

Al igual que otros insectos, su dieta se compone de frutas y néctares y de otros


insectos. Los primeros sirven para el alimento de los ejemplares adultos, golosos a la
hora de asaltar cultivos frutales (es un comportamiento habitual entre las demás
avispas, baste lanzar media pera o una manzana al campo para apreciarlo). Los
segundos son el desayuno de las crías, cuya caza corre a cuenta de sus tremendos
progenitores. Moscones, mariposas, avispones: todo les vale.

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