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Al contrario que en
otras célebres ocasiones de la historia, la culpa no recae sobre el buen pueblo francés,
sino sobre los avatares logísticos y humanos que han permitido la entrada de la avispa
asiática a la península ibérica. Desde su introducción accidental a través de Irún hace
casi una década, el bicho en cuestión (vespa velutina) se ha asentado lo suficiente
como para causar un puñado de muertes anuales.
Las dos últimas en Galicia, este mismo verano. Ya en 2016 se registraron cuatro
fallecimientos por sus picotazos. El insecto, tremendamente agresivo en sus métodos
de alimentación y en la competencia por su hábitat natural, es más grande y venenoso
que las avispas autóctonas, y se ha convertido en una particular pesadilla para los
apicultores de toda la cornisa norte. Es más voraz, más fuerte y más difícil de compartir
que otros depredadores invertebrados.
De una avispa como las de toda la vida, aunque ostensiblemente más grande y gorda.
A la distancia se diferencia por su aspecto más oscuro (menos amarillo chillón, más
tonalidades negras) y por su volumen: los ejemplares más grandes alcanzan los 3,5
centímetros de largo, frente a los 2,5 de sus obreras (la avispa común, por su parte,
apenas alcanza el centímetro y medio; los dos centímetros en el mejor de los casos).
Básicamente, una avispa hipervitaminada con peores pulgas.
De qué se alimenta