nidad, reunidos en sesión permanente mi Hijo, el Espíritu Santo y su servidor, resolvimos por una- nimidad —porque siempre somos unánimes—, que estamos dispuestos a crear la tierra. Será toda una novedad: habrá tiempo, habrá es- pacio, habrá libros de historia con láminas a colo- res. Mi Hijo se mostró feliz cuando decidimos, en el segundo punto de la orden del día, que hubiera hombres. Sin otro asunto que tratar, dimos por terminada la sesión y procedimos a levantar el acta. Doy fe, el Padre Eterno.