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ACTA NUMERO 1

En nuestra residencia del cielo y en plena eter-


nidad, reunidos en sesión permanente mi Hijo, el
Espíritu Santo y su servidor, resolvimos por una-
nimidad —porque siempre somos unánimes—, que
estamos dispuestos a crear la tierra.
Será toda una novedad: habrá tiempo, habrá es-
pacio, habrá libros de historia con láminas a colo-
res. Mi Hijo se mostró feliz cuando decidimos, en
el segundo punto de la orden del día, que hubiera
hombres.
Sin otro asunto que tratar, dimos por terminada
la sesión y procedimos a levantar el acta.
Doy fe, el Padre Eterno.

(El ángel archivero repetía doblando un ala y


otra: hombres, hombres, ¿qué será eso?).

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