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Construir, habitar, pensar:

La filosofía de la palabra y su semántica, la cual no solamente nace por una necesidad de


darle un nombre a un concepto, sino también para explicar los orígenes y reflexiones del
mismo. En la primera página del ensayo, se hace una magnífica relación entre estos
fenómenos culturales, argumentando el hecho de que el constuir y el habitar están ligados
más que solamente por el antes y el después de un espacio, basándose la polimorfia del
lenguaje y su capacidad de adaptarse y englobar las ideas detrás del comportamiento
humano.

El puente, el estado de convergencia en donde se conecta todo lo que necesita conectarse,


o sease, todo; porque existe una causa incluso para la causa, una explicación, y un interés
por encontrarla. Y de ahí deriva todo lo que es preciso para el puente, esos efectos que
hallan su lugar, lugares que son el efecto del ser que necesita habitar.

La cuaternidad, como una relación entre el ser y el lugar en el que habita, los divinos y el
cielo, los mortales y la tierra, al final siendo todos partícipe de las sogas de un concepto,
unificando ideas y causas.

Pensar en el habitar y el construir no como partes distintas de un proceso, sino como un


mismo acto, en donde las dos consiguen un mismo fin, donde no hay una relación directa
porque son directamente lo mismo, el puente, es, en este caso, la necesidad de que su
manifestación, y es ahí donde se piensa para qué se manifiesta el porqué del habitar, no se
puede eludir el propósito de una causa y es precisamente eso lo que busca Heidegger
recordarnos, porque de algún modo se empezó a construir para estar, y tal vez, en unos
cuantos años tengamos que cambiar de apartamento, porque tal vez, no estamos nunca en
nuestro hábitat.

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