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Las reglas del poder son las mismas, sea cual sea la organización que
se dirige. (Corbis)
Por
Esteban Hernández
29/07/2013 - 06:00 Actualizado: 28/08/2015 - 16:33
Alastair Smith es catedrático de política en la Universidad de
Nueva York y ganador del premio Karl Deustch que se concede al
más brillante científico social de menos de 40 años. Juntos han
publicado uno de los libros más llamativos e interesantes de los
últimos años acerca de cómo ejercer el poder, El manual del
dictador. Por qué la mala conducta es casi siempre buena
política, (Ed. Siruela) donde describen cómo gobiernan en realidad
los líderes, tanto los autocráticos como los democráticos.
Regla 1. Procura que tu coalición ganadora sea lo más pequeña
posible. La gente que te sostiene, aquella que verdaderamente te
hace ganar el poder y mantenerte en él, es a la que debes tener
contenta. Cuanto menos son, más los controlas y mayor
discrecionalidad tienes sobre los gastos.
Regla 3. Controla el flujo de caja. Para un gobernante siempre es
mejor determinar quién come que tener una gran tarta de la que
todo el mundo puede comer por sí mismo. Si controlas la caja, tú
repartes las recompensas. Para los dirigentes, el flujo de caja más
eficaz es el que empobrece a mucha gente y redistribuye el dinero
de modo que unas cuantas personas seleccionadas –tus
partidarios- sigan siendo ricas.
Regla 4. Paga a tus seguidores sólo lo suficiente como para
conservar su lealtad. Recuerda que tus partidarios prefieren ser tú
a depender de ti. Tu gran ventaja sobre ellos es que tú sabes dónde
está el dinero y ellos no. Dale a tu coalición sólo lo necesario como
para que no anden buscando a alguien para sustituirte y ni un
céntimo más.
Regla 5. No saques dinero del bolsillo de tus seguidores para
mejorar la vida de la gente. Lo que constituye la esencia del
mando es pagar a los seguidores, no gobernar bien ni representar
la voluntad general. Si eres bueno con la gente a expensas de tus
seguidores, no pasará mucho tiempo antes de que te la tengan
jurada. Una política eficaz para las masas no necesariamente
granjea la lealtad de los esenciales, yes carísimas. Es poco
probable que los hambrientos tengan bastante energía como para
derrocarte, de modo que no te preocupes por ellos. Por el contrario,
unos miembros de la coalición decepcionados pueden desertar,
dejándote en apuros.
Estas son las reglas esenciales, pero Bueno de Mesquida y Smith
también describen algunos mecanismos adicionales que suelen
ser muy empleados por los dirigentes para asegurarse el poder.
Entre ellos:
a) Un líder prudente no cuenta demasiado con aquellos que le
ayudaron a obtener el poder. Después de derribar al dirigente
anterior, avisan los autores, es cuestión de tiempo que se den
cuenta de que pueden volver a hacer lo mismo otra vez. Un nuevo
titular prudente actuará con rapidez para quitarse de en medio a
algunos e incluir a otros cuyos intereses aseguren más sólidamente
la lealtad futura.
b) Un buen trabajo no basta para asegurar la supervivencia
política, ya sea en un negocio, en una organización o en un
gobierno. Hasta qué punto el desempeño de un líder influye en la
permanencia en el cargo es una cuestión muy subjetiva. Por eso,
señalan los catedráticos, es importante contar en esa coalición de
partidarios clave con personas que sean competentes para cumplir
las obligaciones relacionadas con la puesta en práctica de las
políticas del líder, pero no demasiado. En realidad, contar con
directivos o con ministros competentes puede ser un peligroso error.
Las personas competentes, al fin y al cabo, son posibles (y
posiblemente competentes) rivales.
c)Las tres características más importantes de tus
partidarios son: uno, lealtad; dos, lealtad; tres, lealtad. Los
dirigentes que triunfan se rodean de familiares y amigos de
confianza y se deshacen de todo seguidor ambicioso.
d) Paga poco a la policía. Así se verán obligados a corromperse,
pero ganarán mucho dinero y no querrán perder su puesto de
trabajo. Sabrán que si no son leales les echarás y les castigarás, y
dejarán de ganar dinero. La corrupción, afirman Smith y Bueno de
Mesquita, es una forma bastante útil de asegurar la fidelidad al
régimen, ya que no se tienen que pagar buenos salarios y además
garantiza los medios procesales para descubrir a cualquier
beneficiario que deje de ser leal.
e) Castiga a quien denuncie las malas prácticas y no a quien
las cometa. El excomandante de policía Alexéi Dymosky,
denunció las prácticas habituales de los funcionarios del orden
público ruso, entre las que se contaba la de entregar parte de las
ganancias diarias al cajero, un miembro de alto rango del
departamento de policía. El resultado de esas denuncias fue el
habitual: la gente que leyó los periódicos le vio como un héroe, sus
compañeros le hicieron el vacíoy las autoridades le despidieron,
juzgaron y encarcelaron. Contar esas cosas suele tener
consecuencias, sobre todo para quien las denuncia. Que se lo digan
a Bradley Manning, Julian Assange o Edward Snowden.
f) Sé prudente, y no des a los demás nada que pueda volverse
en tu contra. Si tu población está muy formada, es probable que
quiera vivir mejor, con lo cual tendrás que gastar más dinero en
ellos y tendrás menos para repartir entre los tuyos. Si tienes buenas
carreteras y eres un dirigente africano, será más fácil que los
rebeldes lleguen a la capital y te depongan. A la gente hay que
darle lo justo para que pueda vivir y la formación imprescindible
para que pueda trabajar. Y nada más.
Cuando utilizan esta palabra, los autores no la limitan a quienes
están al frente de instituciones políticas, sino que la extienden a
toda clase de líderes, incluidos los de empresas y de
organizaciones sectoriales. Así, en su libro utilizan tanto ejemplos
de presidentes de gobierno como de directivos del Comité Olímpico
Internacional o la FIFA, o incluso miembros del consejo de
administración de alguna gran empresa. En esencia, ya sea una
firma, un partido o una nación, se sigue tratando del poder y de las
reglas para tomarlo o permanecer en él.