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El más grande de los filósofos paganos, nació en Estagira, una colonia griega en la península

tracia Calcídica, en el 384 a.C. Murió en Calcis, en Eubea, en el 322 a.C.

Su padre, Nicómaco, era médico de la corte del rey Amintas de Macedonia. Existen razones
para creer que este puesto fue desempeñado por los antepasados de Aristóteles bajo el
reinado de varios predecesores de Amintas, de modo que la profesión de médico era, en cierto
sentido, hereditaria en la familia. Cualquiera que fuese la formación que Aristóteles recibió en
un principio, probablemente estuvo influida por esta circunstancia. Así, cuando marchó a
Atenas a la edad de dieciocho años, su mente estaba ya orientada en la dirección que tomaría
posteriormente, la investigación de los fenómenos de la Naturaleza.

Permaneció en Atenas como discípulo de Platón desde los dieciocho hasta los treinta y siete
años, y se dice que destacaba entre los que acudían a instruirse a la arboleda de Academo,
contigua a la casa de Platón. Las relaciones entre el famoso profesor y su ilustre discípulo han
dado pie a varias leyendas, muchas de las cuales presentan a Aristóteles de forma no muy
favorable. No cabe duda de que existieron diferencias de opinión entre el maestro, que tomó
partido por los principios sublimes e idealistas, y el alumno, que, incluso en aquel entonces,
mostraba ya una predilección por la investigación de los hechos y leyes del mundo físico. Es
probable que Platón afirmara que Aristóteles necesitaba unas riendas más que una espuela,
pero no hay razón para creer que ello abriera una brecha en su amistad. De hecho, el
comportamiento de Aristóteles tras la muerte de Platón, su continuada asociación con
Xenócrates y otros platónicos y sus alusiones en sus escritos a las doctrinas de Platón prueban
que, aunque hubo discrepancias de opinión entre maestro y discípulo, no faltaba una estima
cordial o ese mutuo dominio de si mismos que podría esperarse de hombres de carácter noble.
Además de todo ésto, en la medida en que presentan a Aristóteles bajo un prisma
desfavorable, se puede rastrear el origen de las leyendas hasta los epicúreos, que desde
antiguo fueron conocidos como profesionales de la calumnia, y si escritores patrísticos como
Justino Mártir y Gregorio Nacianceno proporcionaron amplia circulación a tales leyendas, debe
buscarse la razón no en una tradición histórica bien fundamentada, sino en la
desproporcionada estima en que los herejes de las primeras épocas del Cristianismo tenían a
Aristóteles.

Después de la muerte de Platón (347 a.C.) Aristóteles marchó, en compañía de Xenócrates, a


la corte de Hermias, gobernador de Atarneus en Asia Menor, y allí se casó con la sobrina e hija
adoptiva de éste, Pythias. En el 344, dado que Hermias había sido asesinado por sus súbditos
en una rebelión, Aristóteles marchó con su familia a Mitilene, y desde allí, uno o dos años más
tarde, fue llamado a su Estagira natal por el rey Filipo de Macedonia, para que se convirtiera en
el tutor de Alejandro, que por entonces contaba trece años. Tanto si creemos o no a Plutarco,
cuando afirma que Aristóteles no sólo impartió al futuro conquistador del mundo conocimientos
de ética y política, sino que también le inició en los más profundos secretos de la filosofía,
tenemos pruebas tangibles de que, por una parte, el discípulo real se benefició del trato con el
filósofo, y por otra, de que el maestro hizo un uso prudente y provechoso de su influencia sobre
la mente del joven príncipe. Gracias a dicha influencia, Alejandro puso a disposición de su
maestro amplios medios para la adquisición de libros y la prosecución de su investigación
científica, y la historia no se equivoca cuando atribuye a este trato con Aristóteles aquellos
dones singulares de la mente y el corazón que distinguieron a Alejandro, casi hasta el fin, entre
los pocos que han sabido cómo utilizar las victorias de manera inteligente y moderada.
Alrededor del año 335 Alejandro emprendió la campaña de Asia; en consecuencia, Aristóteles,
que había desempeñado el puesto de consejero más o menos informal desde que su alumno
accediera al trono, regresó a Atenas e inició allí una escuela de filosofía. Es posible que, como
afirma Gelio, él hubiera dirigido una escuela de retórica durante su estancia anterior en la
ciudad; pero ahora, siguiendo el ejemplo de Platón, se dedicó a impartir una enseñanza
sistemática de la filosofía y eligió para este propósito un gimnasio dedicado a Apolo Licio, por lo
que su escuela llegó a ser conocida con el nombre de Liceo. También se la denominó Escuela
Peripatética, debido a la costumbre del maestro de discutir los problemas filosóficos con sus
alumnos mientras paseaba (peripateo) por los caminos sombreados (peripatoi) alrededor del
gimnasio.

Aristóteles escribió la mayoría de sus obras a lo largo de los trece años (335-322) que
permaneció como profesor en el Liceo. A imitación del ejemplo de su maestro, puso en las
manos de sus alumnos “Diálogos” en los que las enseñanzas eran expuestas en un lenguaje
un tanto popular. Asimismo, compuso numerosos tratados (que se mencionarán más adelante)
sobre física, metafísica y demás, en las que la exposición es más didáctica y el lenguaje más
técnico que en los “Diálogos”. Estas obras dan cuenta del buen uso que dió a los medios que
Alejandro puso a su disposición. En particular, muestran cómo consiguió reunir las obras de los
filósofos griegos que le precedieron, y cómo no reparó en esfuerzos ni gastos a la hora de
proseguir sus investigaciones en el campo de los fenómenos naturales, bien personalmente
bien a través de otros. Al leer sus tratados de zoología es fácil dar crédito a la afirmación de
Plinio cuando dijo que Alejandro puso bajo las órdenes de Aristóteles a todos los cazadores y
pescadores del reino, y a todos los guardas de los bosques reales, lagos, estanques y todo tipo
de ganado; y cuando se aprecia cuán exhaustivamente conoce Aristóteles las doctrinas de los
que le precedieron, es posible aceptar la afirmación de Estrabón de que fue el primero en reunir
una gran biblioteca. Durante los últimos años de la vida de Aristóteles las relaciones entre éste
y su antiguo alumno real se enrarecieron considerablemente, debido a la caída en desgracia y
consiguiente castigo de Calistenes, a quien él había recomendado ante el rey. Sin embargo, en
Atenas él continuó siendo considerado un amigo de Alejandro y un representante del dominio
macedonio. Por consiguiente, cuando llegaron las noticias de la muerte de Alejandro a Atenas y
se produjo la declaración que llevó a la guerra lamia, Aristóteles sufrió forzosamente la
hostilidad general hacia los macedonios. La acusación de impiedad, que se había esgrimido
contra Anaxágoras y Sócrates, fue ahora, con menor razón aún, lanzada contra él. Abandonó la
ciudad mientras afirmaba (según muchas autoridades de la antiguedad) que no permitiría que
los atenienses pecaran por tercera vez contra la filosofía. Estableció su residencia en su patria,
en Calcis, Eubea, y allí murió al año siguiente, en el 322 a.C. Su muerte se debió a una
enfermedad que le había aquejado desde hacía largo tiempo. La versión de que su
fallecimiento fue ocasionado por un envenenamiento con cicuta, y la leyenda en la que se
arrojó al mar “porque no podía explicar las mareas” carecen de todo fundamento histórico.

Se conoce muy poco sobre el aspecto personal de Aristóteles, excepto aquello procedente de
fuentes manifiestamente hostiles. Sin embargo, no hay razón para dudar de la exactitud de las
estatuas y bustos que han llegado hasta nuestros días, cuyo origen se remonta posiblemente a
los primeros años de la Escuela Peripatética, que representan su rostro con rasgos angulosos y
penetrantes, y algo por debajo de la estatura media. Su carácter, revelado en sus obras, su
testamento (que es, sin ninguna duda, genuino), fragmentos de sus cartas y las alusiones de
aquellos contemporáneos sin prejuicios, muestran un hombre magnánimo y de gran corazón,
amante de su familia y de sus amigos, amable con sus esclavos, justo con sus enemigos y
rivales, agradecido hacia sus benefactores - en una palabra, la personificación de aquellas
ideas morales que él bosquejó en sus tratados de ética y que son reconocidas como muy por
encima del concepto de excelencia moral vigente en sus días y entre sus contemporáneos.
Cuando cesó el dominio del Platonismo sobre la esfera de la reflexión cristiana y las obras del
estagirita comenzaron a ser estudiadas sin miedos ni prejuicios, la personalidad de Aristóteles
se mostró a los escritores cristianos del siglo XIII como lo había sido a los escritores paganos
imparciales de su propia época, sosegado, majestuoso, sin dejarse dominar por las pasiones y
libre de defectos morales graves, “el maestro de los que saben”.

Filosofía

Aristóteles define la filosofía utilizando el término del ente, afirmando que la filosofía es “ la
ciencia que considera universalmente el ente en cuanto tal”. Platón la había definido como “la
ciencia de la idea”, y tomaba por idea lo que ahora denominaríamos los fundamentos
irreductibles de los fenómenos. Tanto el discípulo como su maestro consideran que el campo
de la filosofía abarca todo el universo; sin embargo, el primero encuentra lo universal en las
cosas concretas, y lo llama el ente de las cosas, mientras que el segundo considera que lo
universal existe fuera de las cosas concretas, y que se relaciona con ellas a modo de prototipo
o modelo. Para Aristóteles, por tanto, el método filosófico implica ascender del estudio de los
fenómenos particulares hasta el conocimiento de los entes, en tanto que para Platón el método
filosófico implica descender del conocimiento de las ideas universales a la contemplación de las
imitaciones particulares de esas ideas. En cierto modo, el método de Aristóteles es a la vez
inductivo y deductivo, mientras que el de Platón es básicamente deductivo. Dicho de otro
modo, la tendencia de Platón a idealizar el mundo de la realidad a la luz de la intuición de un
mundo superior es sustituída en Aristóteles por una tendencia científica a examinar primero los
fenómenos del mundo real que nos rodea y de ahí razonar hasta alcanzar un conocimiento de
los entes y de las leyes que la intuición no puede revelar pero cuya existencia puede demostrar
la ciencia. De hecho, la noción de filosofía de Aristóteles corresponde, en líneas generales, a lo
que más tarde se ha denominado ciencia, diferenciándola de la filosofía. En el más amplio
sentido de la palabra, filosofía y ciencia, o razonamiento, son coextensivos: “La ciencia
(dianoia) puede ser práctica, poética o teórica”. El considera ciencias prácticas la ética y la
política; poéticas, el estudio de la poesía y otras artes, mientras que las ciencias teóricas son
la física, las matemáticas y la metafísica. Esta última, que es la filosofía en sentido estricto, la
define como “el conocimiento del ente inmaterial”, y la denomina “filosofía primera”, “la ciencia
teológica” o “la del ente en su máximo grado de abstracción”. Si la Lógica, o Analítica, como
Aristóteles la denomina, es considerada como un estudio preliminar para la Filosofía, tenemos
la siguiente división de la filosofía aristotélica: (1) Lógica; (2) Filosofía Teórica, que incluye la
Metafísica, la Física y las Matemáticas; (3) Filosofía Práctica y (4) Filosofía Poética.

1. La Lógica

Los tratados de lógica de Aristóteles conforman lo que posteriormente se denominó “Organon”


y contienen el primer tratamiento sistemático de las leyes del pensamiento en relación con la
adquisición de conocimiento. De hecho, constituyen el primer intento de reducir la lógica a una
ciencia, y en consecuencia, confieren a su autor el derecho a ser considerado el fundador de la
lógica. Son seis tratados y versan respectivamente sobre:

· Clasificación de las nociones

· Juicios y proposiciones

· El silogismo

· Demostración

· El silogismo problemático

· Falacias

Así, cubren prácticamente todo el campo de la lógica.

En el primer tratado, las “Categorías”, Aristóteles da una clasificación de todos los conceptos, o
nociones, según las clases en las que las cosas representadas por conceptos o nociones se
dividen naturalmente. Estas clases son sustancia, cantidad, cualidad, relación, acción, pasión
(que no debe entenderse meramente como una condición mental o psíquica), lugar, tiempo,
posición, y estado. Hay que distinguirlas de los Predicamentos, que son género, especie
(definición), diferencia, propiedad y accidente. Estos últimos son, sin duda, clases en las que
las ideas se dividen, pero sólo en cuanto que una idea es predicada de la otra. Es decir, las
Categorías son, en primer lugar, una clasificación de los modos de ser, y en segundo, de las
nociones que expresan los modos de ser; los Predicamentos son, en primer lugar, una
clasificación de los modos de predicar, y en segundo, de las nociones o ideas, según la
diferente relación en la que una idea, como predicado, califica a otra como sujeto. En el tratado
denominado “Primeros Analíticos”, Aristóteles desarrolla las reglas del razonamiento silogístico,
y establece los principios de la inducción. En el “Segundos Analíticos” emprende el estudio de
la demostración y de los primeros principios indemostrables. Asimismo, trata el conocimiento
en general, su origen, proceso y desarrollo hasta el estado de conocimiento científico. A partir
de ciertos pasajes bien conocidos de este tratado y de sus otros escritos se puede bosquejar
su teoría del conocimiento. Como se ha mencionado previamente, Aristóteles enfoca los
problemas de la filosofía desde un punto de vista científico. El considera la experiencia como la
verdadera fuente de todo nuestro conocimiento, tanto intelectual como material. “No hay nada
en la mente que no estuviera primero en los sentidos”, es un principio fundamental para él,
como lo sería después para sus discípulos. Todo conocimiento comienza con la experiencia de
una sensación, que tiene como objeto, naturalmente, al fenómeno concreto, particular y
cambiante. Pero aunque el conocimiento intelectual empieza con la experiencia sensorial, no
termina ahí, ya que tiene como fin la esencia inmutable, abstracta y universal. Esta teoría del
conocimiento puede ser, hasta aquí, resumida en los siguientes principios: el conocimiento
intelectual depende básicamente del conocimiento sensorial, y el conocimiento intelectual es,
sin embargo, superior al conocimiento sensorial. ¿Cómo asciende entonces la mente desde el
conocimiento inferior al superior? ¿Cómo puede el conocimiento de lo que perciben los
sentidos (aistheton) conducir al conocimiento de lo inteligible (noeton)? La respuesta de
Aristóteles es que la mente descubre lo inteligible en la experiencia sensorial. La mente no
extrae,como Platón imaginara, el recuerdo de ciertas ideas de una existencia anterior a partir
de lo que le recuerda la vista de ciertos fenómenos.

Él atribuye a los fenómenos una facultad específica de la mente, por la cual ésta hace
inteligibles aquellos entes que son imperceptibles a los sentidos, por estar ocultos bajo
cualidades no esenciales. El hecho es que la sustancia individual (sustancia primera)
observada a traves de nuestros sentidos - este libro, esta mesa, esta casa - presenta
determinadas cualidades individuales ( su tamaño particular, forma, color, etc.) que la
distinguen de otras de su especie y que sólo son percibidas por los sentidos. Pero en la misma
sustancia subyace a las cualidades individuales una naturaleza general (por la que es un libro,
una mesa, una casa); ésta es la sustancia segunda, la Esencia, el Universal, el Inteligible. Así,
la mente está dotada del poder de abstracción, generalización o inducción (Aristóteles no es
muy explícito sobre la naturaleza precisa de esta facultad) mediante el cual descorre, de
manera figurada, el velo de las características particularizantes y saca a la luz, o permite que
se revele, el elemento universal o realmente inteligible de las cosas, que es el objeto del
conocimiento intelectual. En esta teoría, el conocimiento intelecual se desarrolla a partir del
conocimiento sensorial en la medida en que dicho proceso pueda llamarse desarrollo, por el
cual lo que sólo era potencialmente inteligible se transforma de hecho en inteligible gracias a la
actuación del intelecto activo. El Universal estaba in re antes de que la mente humana
comenzara a trabajar, pero estaba ahí de forma únicamente potencial, ya que, debido a las
cualidades individualizantes que lo envolvían, sólo era potencialmente inteligible. La teoría de
los universales de Aristóteles consiste, por tanto, en que

· El universal no existe separado del particular, como enseñaba Platón, sino que existe en las
cosas particulares

· El Universal como tal, en toda su inteligibilidad, es una obra de la mente, y existe sólo en la
mente aunque tiene su fundamento en la esencia potencialmente universal que existe
independientemente de la mente y fuera de ella.

2. Filosofía teórica

A. Metafísica

La Metafísica o, más propiamente dicho, la Filosofía Primera, es la ciencia del ente en cuanto
tal. Es decir, aunque todas las ciencias giran en torno al ser, las otras ciencias se ocupan sólo
de parte de la realidad, mientras que esta ciencia contempla toda la realidad; las otras ciencias
buscan las causas próximas y particulares, mientras que esta ciencia busca la causa última y
universal; las otras ciencias estudian el ser en su determinación inferior (cantidad, movimiento,
etc) mientras que esta ciencia estudia el ente en cuanto tal, es decir, en su más alta
determinación (sustancia, causa, bondad, etc.). Los matemáticos afirman que un objeto entra
dentro del campo de estudio de su ciencia si es circular o cuadrado, o provisto de cantidad de
cualquier otra forma. De manera similar, el físico reclama para su ciencia todo aquello que esté
dotado de movimiento. Para el metafísico es suficiente que el objeto en cuestión sea un ente.
Como el alma humana o Dios, el objeto puede estar desprovisto de cantidad o de todo
movimiento físico; sin embargo, en tanto que es, ya entra dentro del campo de la metafísica.
Por tanto, la cuestión principal en la Filosofía Primera es: ¿Cuáles son los últimos principios del
ser, o de la realidad en cuanto que es? Aquí, Aristóteles pasa revista a las opiniones de todos
sus predecesores de la filosofía griega, desde Tales a Platón, mostrando cómo cada respuesta
sucesiva a la pregunta anterior resulta en cierto modo defectuosa. Especial atención le dedica a
la teoría platónica, según la cual las ideas eran los últimos principios del ente. El sostiene que
dicha teoría fue formulada para explicar cómo son las cosas, y cómo se conocen las cosas; en
ambos casos es inadecuada. Postular la existencia de las ideas separadas de las cosas es
únicamente complicar el problema, ya que, a menos que las ideas tengan algún contacto
definido con las cosas, no pueden explicar cómo las cosas llegan a ser, ni tampoco cómo
llegan a ser conocidas por nosotros. Platón no matiene un contacto entre ideas y fenómenos en
una forma definida y científica, sino que sólo se refugia en expresiones como participación,
imitación, que, si son algo más que metáforas vacías, implican una contradicción. En una
palabra, Aristóteles opina que Platón, al postular la existencia de las ideas en un mundo
separado al de los fenómenos, excluye la posibilidad de resolver mediante las ideas el
problema de la naturaleza última de la realidad. ¿Cuáles son, por tanto, según Aristóteles, los
principios del ente? En el orden metafísico las determinaciones más altas del ente son el acto
(entelecheia) y la potencia (dynamis). El primero es perfección, realización, plenitud del ente; el
segundo, imperfección, incompleto, perfectibilidad. El primero es el principio determinante, el
segundo el determinable. Acto y potencia están por encima de todas las categorías; se
encuentran en todos los entes, con excepción de la Causa Suprema, en la cual no hay
imperfección y, por tanto, no hay potencia. El es en realidad Actus Purus. Todos los demás
entes están compuestos de acto y potencia, un dualismo que es una fórmula metafísica general
para el dualismo de materia y forma, cuerpo y mente, sustancia y accidente, el alma y sus
facultades, el intelecto pasivo y el activo. En el orden físico, potencia y acto se convierten en
materia y forma. A éstos hay que añadir el agente (causa eficiente) y el fin (causa final); pero
como la eficiencia y la finalidad han de ser reducidas, en un último análisis, a la forma, nos
encontramos con dos últimos principios del ente en el orden físico, a saber, la materia y la
forma. Las cuatro causas genéricas - material, formal, eficiente y final - serían, en el caso, por
ejemplo, de una estatua:

· La causa material, aquella de la cual está hecha la estatua, es el mármol o el bronce.

· La causa formal, aquella según la cual se ha hecho la estatua, es la idea que existe en primer
lugar como modelo en la mente del escultor, y en segundo lugar como causa intrínseca,
determinante, la expresada en la materia.

· La causa eficiente, o agente, es el escultor.

· La causa final es aquella por la cual se ha hecho la estatua (como, por ejemplo, el precio
pagado al escultor, el deseo de agradar a un superior, etc.)

Todas ellas son causas verdaderas en tanto que el efecto depende de ellas para existir o para
su modo de existir. La filosofía pre-aristotélica fracasó, bien al intentar discriminar entre los
diferentes tipos de causas, confundiendo el principio material con el eficiente, bien al insistir en
que sólo las causas formales eran los verdaderos principios del ente, o bien al reconocer que
hay un principio de finalidad y dudar al aplicar ese principio a los detalles del proceso cósmico.
La filosofía aristotélica, al discriminar entre las diferentes causas genéricas y retener al mismo
tiempo todos los diferentes tipos de causas que intervenían en el pensamiento filosófico
anterior, marca un verdadero desarrollo en la especulación metafísica y se presenta como una
auténtica síntesis de las filosofías jónica, eleática, socrática, pitagórica y platónica. Un punto
que se debería recalcar al exponer esta parte de la filosofía aristotélica es la doctrina de que
toda acción consiste en poner en acto aquello que estaba contenido en potencia en el material
sobre el que trabaja el agente. Esto es cierto no sólo en el mundo de las cosas animadas, en el
que, por ejemplo, el roble está contenido en la bellota, sino también en el mundo inanimado en
el que el calor, por ejemplo, está contenido en potencia en el agua, y sólo necesita como
agente al fuego para ser puesto en acto. Ex nihilo nihil fit. Este es el principio del desarrollo de
la filosofía aristotélica que es tan comentado en relación con la noción moderna de evolución.
La mera potencialidad, sin ningún acto o realización - la denominada materia prima - no existe
por si misma en ninguna parte, aunque entra en la composición de todas las cosas excepto en
la Causa Suprema; está en un polo de la realidad, mientras que ésta última está en el otro.
Ambas son reales. La materia prima posee lo que pudiera denominarse realidad más atenuada,
dado que es pura indeterminación; Dios posee la más alta y completa realidad, ya que El es, en
el más alto grado de determinación . Una de las tareas de la metafísica, la ciencia teológica,
consiste en demostrar la existencia de una Causa Suprema. Y Aristóteles se embarca en esta
tarea en muchas partes de su obra de la Filosofía Primera. En la “Física”, adopta y mejora un
argumento teleológico de Sócrates cuya premisa mayor es “Aquello que exista para un
propósito útil debe ser la obra de una inteligencia”. En el mismo tratado él argumenta que,
aunque el movimiento es eterno, no puede haber una serie infinita de entes que mueven y
entes que son movidos, y que, por tanto, debe haber uno, el primero de la serie, que es inmóvil,
to proton kinoun akineton - primum movens immobile. En la “Metafísica” sostiene que el acto,
por su naturaleza, precede a la potencia, y que, consecuentemente, previo a toda materia y a
toda composición de materia y forma, de potencia y acto, debe haber existido un Ente que es
acto puro, y cuya existencia consiste en el pensamiento sobre si mismo, que es pensamiento
(noesis noeseos). El Ente Supremo imparte movimiento al universo al mover el Primer Cielo;
sin embargo, el movimiento que emana de la Primera Causa es el deseo. En otras palabras, el
Primer Cielo, atraído por el deseo hacia el Ente Supremo “como el alma es atraída por la
belleza”, se pone en movimiento e imparte su movimiento a las esferas inferiores, y así, en
último lugar, a nuestro mundo terrestre. Según esta teoría, Dios nunca abandona el eterno
reposo en que El consiste. Voluntad e intelecto son incompatibles con la eterna inmutabilidad
de su existencia. Dado que la materia, el movimiento y el tiempo son eternos, el mundo es
eterno. Pero ha tenido una causa. La manera en que se ha originado el mundo no está definida
en la filosofía aristotélica. Parece aventurado afirmar que él enseñó la doctrina de la creación.
Aunque sí se puede afirmar con seguridad que él estableció los principios que, llevados a su
conclusión lógica, conducirían a la doctrina de que el mundo fue hecho de la nada.

B. Física

La física tiene por objeto de su estudio los “entes dotados intrínsecamente de movimiento”, en
otras palabras, el estudio de la naturaleza. La naturaleza difiere del arte en lo siguiente: la
naturaleza esencialmente se determina a si misma desde dentro de ella misma, mientras que el
arte permanece externo a los productos artísticos. En su autodeterminación, esto es, en sus
procesos, la naturaleza sigue una forma inteligente e inteligible. “La naturaleza está siempre
luchando por conseguir lo mejor”. El movimiento es una característica del ente, esto es, la
condición por la que un ente en potencia se convierte en un ente actual. Hay tres tipos de
movimiento: cuantitativo (aumentar y disminuir), cualitativo (alteración) y espacial (locomoción).
El espacio no es ni materia ni forma, sino “el límite primero e inmóvil del continente en contraste
con el contenido”. El tiempo es la medida de la sucesión del movimiento. Al tratar las nociones
de movimiento, espacio y tiempo, Aristóteles refuta la doctrina eleática de que el movimiento
real, el espacio real y la sucesión real implican una contradicción. De acuerdo con Empédocles,
también Aristóteles enseña que todos los cuerpos terrestres están compuestos de cuatro
elementos o principios radicales, a saber: fuego, aire, tierra y agua. Estos elementos
determinan no sólo el calor natural y la humedad de los cuerpos, sino también su movimiento
natural, hacia arriba o hacia abajo, según el predominio del aire o de la tierra. Los cuerpos
celestes no están constituidos por los cuatro elementos, sino por el éter, cuyo movimiento
natural es circular. La Tierra es el centro del sistema cósmico; es un cuerpo esférico, inmóvil y
alrededor de él giran las esferas en las cuales están fijados los planetas. El Primer Cielo, que
juega un papel tan importante en el sistema cosmogónico general aristotélico, es el cielo de las
estrellas fijas. Está rodeando todas las demás esferas y, al estar dotado de inteligencia, se
volvió hacia Dios como atraído por el deseo hacía El y así comunicó a todos los demás cuerpos
celestiales el movimiento circular que les es natural. Estas doctrinas, al igual que el concepto
general de naturaleza como dominada por el designio o el propósito, llegaron a darse por
sentado en toda filosofía de la naturaleza hasta los tiempos de Newton y Galileo, y hasta el
nacimiento de la ciencia física moderna.

La psicología en la filosofía aristotélica es considerada una rama de la ciencia física. Tiene


como objeto el estudio del alma, es decir, del principio de la vida. La vida es la facultad de la
automoción, o del movimiento desde el interior. Las plantas y los animales, al estar dotados de
la facultad de adaptación, tienen almas, y el alma humana es peculiar únicamente en que, a las
facultades vegetativas y sensitivas que caracterizan la vida vegetal y animal respectivamente
se añade la facultad racional - la capacidad de adquirir conocimiento intelectual y universal.
Debe por tanto tenerse en cuenta que, cuando Aristóteles habla del alma, no se refiere
solamente al principio del pensamiento; alude al principio de la vida. El define el alma como la
forma, realización o actualidad del cuerpo, “la entelequia primera del cuerpo organizado que
posee la facultad de la vida”. No es una sustancia distinta del cuerpo, como pensaba Platón,
sino un principio consustancial al cuerpo, y ambos están unidos para formar la sustancia
compuesta, el hombre. Las facultades o potencias del alma son cinco: nutritiva, sensorial,
apetitiva, locomotiva y racional. La sensación es definida como la facultad “por la cual
percibimos las formas de los objetos sensibles sin la materia, como la cera recibe la figura del
sello sin el metal del que está compuesto el sello”. Es “un movimiento del alma”, y la “forma sin
la materia” es el estímulo que provoca ese movimiento. El typos, como se denomina esta
forma, aunque es análogo a los “espectros” sobre los que disertaron los atomistas, no es, como
el espectro, un objeto disminuido, sino una forma de movimiento que media entre el objeto y la
facultad. Aristóteles distingue entre los cinco sentidos externos y los internos, de los cuales los
más importantes son el sentido central y la imaginación. El intelecto (nous) se diferencia de los
sentidos en que se ocupa de lo abstracto y universal, mientras que éstos últimos tienen como
objeto lo concreto y particular. La cualidad natural del intelecto no es el conocimiento en si, sino
meramente la facultad de adquirir conocimiento. La mente “no tiene ideas al principio, es como
una tabla rasa en la que nada está escrito”. Todos nuestros conocimientos se adquieren, por
tanto, mediante un proceso de elaboración o desarrollo a partir del conocimiento sensorial. En
este proceso el intelecto exhibe una doble fase, activa y pasiva. Por ello es costumbre referirse
al intelecto pasivo y al activo, aunque no está claro en absoluto lo que Aristóteles quería decir
con estos conceptos. La corrupción del texto en algunos de los pasajes más críticos de la obra
“De Anima” - la mezcla con el panteísmo estoico en las explicaciones de los primeros
comentaristas, por no hablar de las adiciones posteriores de elementos ajenos por parte de los
árabes, escolásticos y los modernos comentaristas trascendentalistas del texto - han vuelto
imposible afirmar con precisión qué significado se debe atribuir a los términos de intelecto
pasivo y activo. Es suficiente subrayar aquí que:

· según los escolásticos, Aristóteles entendía por intelecto activo y pasivo partes o fases de la
mente individual.

· según los árabes y algunos de los primeros comentaristas, el primero de los cuales
posiblemente haya sido Aristocles, el intelecto activo sería algo divino o, al menos, algo
trascendental a la mente individual.

· según algunos intérpretes, el intelecto pasivo no es en ningún caso una facultad intelectual
propiamente dicha, sino simplemente un agregado de sensaciones del cual se forman las
ideas, como la estatua se elabora a partir del mármol.

A partir del hecho de que el alma alcanza, mediante sus operaciones intelectuales, un
conocimiento de lo abstracto y universal, y así trasciende a la materia y a los condicionantes
materiales, Aristóteles sostiene que el alma es inmaterial e inmortal. La voluntad, o facultad de
elegir, es libre, como lo demuestra el reconocimiento de la voluntariedad de la virtud y la
existencia de premios y castigos.

C. Matemáticas

Aristóteles consideró las matemáticas como una división de la filosofía, coordinada con la física
y la metafísica, y la definió como la ciencia del ente inmóvil. Esto viene a significar que se
centra en el ente cuantitativo, y no limita su atención, como la física, al ente dotado de
movimiento.

3. Filosofía práctica

Incluye la ética y la política. El punto de partida de los interrogantes éticos es la pregunta: ¿En
qué consiste la felicidad? Aristóteles responde que la felicidad del hombre está determinada por
el fin o propósito de su existencia, o dicho de otro modo, que su felicidad consiste en “el bien
propio de su naturaleza racional”, ya que la prerrogativa del hombre es la razón. Su felicidad,
por tanto, debe consistir en vivir conforme a la razón, es decir, en vivir una vida de virtud. La
virtud es la perfección de la razón y tiene dos vertientes naturales, según consideremos la
razón en relación con las facultades inferiores (virtud moral) o en relación a si misma (virtud
intelectual o teorética). La virtud moral se define como “un determinado hábito de la facultad de
elegir, que consiste en un medio adecuado a nuestra naturaleza y fijado por nuestra razón en la
forma en que lo fijaría un hombre prudente”. Está en la naturaleza de las virtudes morales, por
tanto, el evitar todo exceso así como todo defecto; la timidez, por ejemplo, es tan contraria a la
virtud de la modestia como el descaro. Las virtudes intelectuales (comprensión, ciencia,
sabiduría, arte y conocimiento práctico) son perfecciones de la razón misma, sin relación con
las facultades inferiores. Una peculiaridad del sistema ético aristotélico consiste en que sitúa
las virtudes intelectuales por encima de las morales, lo teorético sobre lo práctico, lo
contemplativo sobre lo activo, lo dianético sobre lo ético. Un constituyente importante de la
felicidad, según Aristóteles, es la amistad, el lazo de unión entre el individuo y la agrupación
social, entre el hombre y el Estado. El hombre es esencialmente, o por naturaleza, un “animal
social”, es decir, no puede alcanzar una felicidad completa mas que en dependencia social y
política de sus congéneres. Este es el punto de partida de la ciencia política. Que el Estado no
es un absoluto, como enseñaba Platón; que no hay un Estado ideal, sino que nuestro
conocimiento de la organización política debe ser adquirido mediante el estudio y la
comparación de las diferentes constituciones de los Estados; que la mejor forma de gobierno
es aquella que mejor concuerda con el carácter de la gente...son algunas de las doctrinas
políticas más características de Aristóteles.

4. Filosofía poética

Bajo este apartado se encuentra la teoría aristotélica del arte y su análisis de la belleza.
Cuando Aristóteles define que el fin del arte es “la imitación de la naturaleza” no quiere decir
que las artes plásticas y la poesía deberían limitarse a copiar los productos naturales; él se
refiere a que, al igual que la naturaleza da cuerpo a la idea, así mismo hace el arte, pero de
forma más perfecta y elevada. De aquí su famosa afirmación que dice que la poesía “es más
filosófica y elevada que la historia”. De aquí proviene también su igualmente famosa doctrina
de que el propósito del arte es calmar, purificar (katharsis) y ennoblecer los afectos. Por esta
razón prefiere la música a todas las artes plásticas, ya que posee un valor ético superior.

El concepto de Aristóteles de la belleza es vago e indefinido. A veces considera el orden, la


simetría y la limitación y otras meramente el orden y la grandiosidad como componentes de lo
bello. Estas últimas cualidades las encuentra especialmente en la belleza moral. Resulta
imposible hacer aquí una valoración del conjunto de la filosofía aristotélica o rastrear su
influencia sobre los sistemas filosóficos que le siguieron. Bastaría con decir que, tomado como
un sistema de conocimiento, es más científico que metafísico; su punto de partida es la
observación, más que la intuición, y su objetivo es averiguar la causa última de las cosas, más
que determinar el valor (ético o estético) de éstas. Su influencia se extendió, y todavía se
extiende, más allá de los campos de la ciencia y de la filosofía. Nuestro pensamiento, incluso
en asuntos muy lejanos de la ciencia y la filosofía, desemboca naturalmente en las categorías y
las fórmulas del aristotelismo, y a menudo encuentra su expresión en términos que fueron
inventados por Aristóteles, de forma que “las palabras de Aristóteles, entendidas a medias, se
han convertido en leyes de pensamiento para otros tiempos”.

La Escuela Aristotélica

La identidad de la Escuela Aristotélica fue conservada desde el momento de la muerte de


Aristóteles hasta el siglo tercero de la era cristiana, gracias a la sucesión de Escolares, o
directores oficiales de la escuela. El primero de ellos, Teofrasto, así como su sucesor
inmediato, Estrato, dedicaron una atención especial al desarrollo de las doctrinas físicas de
Aristóteles. También bajo su dirección la escuela se interesó por la historia de los problemas
filosóficos y científicos. En el siglo I a.C. Andrónico de Rodas editó las obras de Aristóteles, y
posteriormente la escuela produjo sus comentaristas más famosos, Aristocles de Messene y
Alejandro de Afrodisias (alrededor del 200 d.C.). En el siglo III la labor de comentarista fue
continuada por los filósofos neoplatónicos y eclécticos, el más famoso de los cuales fue
Porfirio. En los siglos V y VI los principales comentaristas fueron Juan Filopono y Simplicio;
éste último estaba enseñando en Atenas cuando, en el año 529, la escuela ateniense fue
cerrada por orden del emperador Justiniano. Después del cierre de la escuela de Atenas, los
filósofos exiliados hallaron un refugio temporal en Persia. Allí, así como en Armenia y Siria, las
obras de Aristóteles fueron traducidas y explicadas. Uranio, David el Armenio, los cristianos de
las escuelas de Nisibis y Edesa y, finalmente, Honain ben Isaac, de la escuela de Bagdad,
fueron especialmente activos como traductores y comentaristas. Fue de esta última escuela de
la que los árabes, que bajo el reinado de los abasíes experimentaron un renacimiento literario
similar al de la Europa Occidental bajo Carlomagno, obtuvieron el conocimiento de las obras de
Aristóteles. Mientras tanto se había preservado en Bizancio una tradición más o menos
intermitente de las enseñanzas aristotélicas, las cuales, habiendo sido representadas en siglos
sucesivos por Miguel Psellus, Focio, Arethas, Nicetas, Juan Italo y Ana Comnena, alcanzaron
su más alto desarrollo en el siglo XII, bajo la influencia de Miguel Efesio. En este siglo las dos
corrientes, una procedente de Persia, Siria, Arabia y la España árabe, y la otra de Atenas, a
través de Constantinopla, se encuentran en las universidades cristianas de Europa Occidental,
especialmente en la Universidad de París. Los escritores cristianos de la época patrística
fueron, con escasas excepciones, platonistas que miraban a Aristóteles con suspicacia y
generalmente le minusvaloraban como filósofo. Había excepciones como Juan de Damasco,
que en su “Origen de la ciencia” compendia las “Categorías” y la “Metafísica” de Aristóteles y la
“Introducción” de Porfirio; Nemesio, obispo de Emesa, que en su “Naturaleza del hombre” sigue
las huellas de Juan de Damasco; y Boecio, que tradujo varios de los tratados de lógica de
Aristóteles al latín. Estas traducciones y la “Introducción” de Porfirio eran las únicas obras
aristotélicas que conocían los universitarios más destacados, es decir, los filósofos cristianos
de Europa Occidental desde los siglos IX al XII. En el siglo XII la tradición árabe y la bizantina
se encontraron en París, las obras metafísicas, físicas y éticas de Aristóteles fueron traducidas
en parte de los textos árabes y en parte de los griegos, y después de un breve periodo de
suspicacias y dudas por parte de la Iglesia, la filosofía de Aristóteles fue adoptada como la
base de una exposición racional del dogma cristiano. Las suspicacias y dudas fueron debidas
al hecho de que, en los textos árabes y sus comentarios, las enseñanzas de Aristóteles habían
sido tergiversadas y orientadas al materialismo y panteísmo. Después de más de dos siglos de
triunfo casi universalmente indiscutido, Aristóteles se constituyó una vez más en tema de
disputa en las universidades cristianas del periodo renacentista, debido a que los humanistas,
al igual que los árabes, pusieron el énfasis en aquellos elementos de las enseñanzas
aristotélicas que eran irreconcilables con la doctrina cristiana. Con la llegada de Descartes y el
desplazamiento del centro de los interrogantes filosóficos desde el mundo externo al interno, de
la naturaleza a la mente, el aristotelismo como sistema empezó a ser más y más identificado
con la escolástica tradicional y no se estudiaba separado de la escolástica más que por su
interés histórico.

Obras

Es costumbre distinguir, siguiendo la autoridad de Gelio, dos tipos de obras aristotélicas: las
exotéricas, destinadas al público en general, y las acroamáticas, destinada sólo a un circulo
limitado, formado por aquellos que estaban versados en la fraseología y modos de
pensamiento de la Escuela. Al primer tipo pertenecen los “Diálogos”, de los cuales los más
conocidos son el “Eudemus”, tres libros sobre “Filosofía”, cuatro libros “De la justicia”, además
de los tratados (que no están en forma de diálogo) “Del bien” y “De las ideas”, todos los cuales
desafortunadamente se han perdido. Bajo este apartado se debería mencionar también los
“Poemas”, “Cartas”, “Oraciones”, “Apología”, etc, que en un momento dado se atribuyeron a
Aristóteles, aunque hay pocas dudas sobre su falsedad. Al tipo de las obras acroamáticas
pertenecen todas las obras existentes y también los tratados perdidos anatomai (que contenía
cartas anatómicas), periphyton y los politeiai (una colección de las diferentes constituciones
políticas de los estados griegos; una porción, que contenía la Constitución de Atenas fue
descubierta en un papiro egipcio y publicada en 1891). Las obras existentes, con sus títulos en
latín, como se acostumbra citarlas, pueden ser agrupadas en las siguientes clases:

Tratados de lógica

Fueron conocidos por los escritores bizantinos como el “Organon”, e incluía (1) “Categoriae”;
(2) “De Interpretatione”; (3) “Analytica Priora”; (4) “Analytica Posteriora”; (5) “Topica”; (6) “De
Sophisticis Elenchis”.

Tratados de metafísica
La obra corrientemente citada como “Metaphysica” o “Metafísica” (o, al menos, una porción de
ella) fue titulada por Aristóteles “Filosofía primera” (prote philosophia). El título meta ta physika
fue dado por primera vez por Andrónico de Rodas, en cuya colección o edición de las obras de
Aristóteles estaba situado después de los tratados de física.

Tratados de física

(1) “Physica”, o “Physica Auscultatio”, comunmente denominado Física; (2) “De Coelo”; (3)
“Meteorologica”.

Tratados de biología y zoología

(1) “Historiae Animalium”; (2) “De Generatione et Corruptione”; (3) “De Generatione Animalium”;
(4) “De Partibus Animalium”.

Tratados de psicología y antropología

(1) “De Anima”; (2) “De Sensu et Sensibili”; (3) “De Memoria et Reminiscentia”; (4) “De Vita et
Morte”; (5) “De Longitudine et Brevitate Vitae”.

Tratados de ética y política

(1) “Ethica Nicomachea”, (2) “Politica”. La “Etica a Eudemo” y la “Magna Moralia” no tuvieron
como autor directo a Aristóteles.

Tratados de poética y retórica

(1) “De Poetica”; (2) “De Rhetorica; ambos son genuinos sólo en algunas de sus partes.

De las obras existentes, algunas fueron escritas en su forma actual y estaban destinadas a ser
exposiciones científicas acabadas. Otras, aunque fueron escritas por Aristóteles, eran
únicamente anotaciones para las clases, para ser completadas con la enseñanza oral.
Finalmente, otras no son más que apuntes de clase de sus alumnos, y no fueron nunca
corregidas por el maestro. Esta consideración obliga, como es obvio, al estudioso de Aristóteles
a atribuir un valor muy diferente a las diferentes partes del texto; por ejemplo, nadie pensaría
en atribuir el mismo valor a una cita del primer libro de la “Metafísica” que a una del segundo.
De acuerdo con una bien conocida historia, contada en principio por Estrabón y repetida por
Plutarco y Suidas, la biblioteca de Aristóteles, incluyendo los manuscritos de sus propias obras,
fue dejada en herencia a Teofrasto, su sucesor como director de la Escuela Peripatética.
Teofrasto se la legó a su heredero, Neleo de Scepsis. Tras la muerte de Neleo, los manuscritos
fueron escondidos en una bodega o fosa, para evitar que fueran confiscados por reyes
aficionados a coleccionar libros , y allí permanecieron durante casi dos siglos, hasta que en los
tiempos de Sulla fueron descubiertos y traídos a Roma. Una vez en Roma fueron copiados por
un gramático llamado Tyrannion y editados por Andrónico de Rodas (alrededor del 70 a.C.). El
núcleo de esta historia puede ser considerado como verdadero; sin embargo, la deducción de
que durante todo ese tiempo no se dispuso de ninguna copia de las obras de Aristóteles no
está corroborada por los hechos. No está implícito en la narración de Estrabón, y tampoco es
probable en si mismo. Puede que uno o dos libros estuvieran desaparecidos para la Escuela
hasta que apareció la edición de Andrónico, pero esto mismo no puede ser cierto para todo el
Corpus Aristotelicum. La edición de Andrónico continuó siendo utilizada por la Escuela
Peripatética durante los primeros siglos de nuestra era. Para las varias traducciones del texto al
sirio, árabe, latín, etc. véase lo anterior.

WILLIAM TURNER
Transcrito por Tomas Hancil
Traducido por Aurora Marín López

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