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B entham, J eremy

Los principios de la moral y la legislación - la ed. - Buenos Aires:


Claridad, 2008. 320 p.; 22x16 cm.
Traducido por: Margarita Costa
ISBN 978-95Ó-620-233-0
1. Filosofía Inglesa. I. Costa, Margarita, trad. II. Título
CD D 192

Título original: The Principies of Moral and Legislation


Traducción: Margarita Costa
Diseño de tapa: Eduardo Ruiz

ISBN 978-950-620-233-0
© E d ito rial C laridad SiA ., 2008

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disposiciones de la Ley de Propiedad Intelectual.
K >T( XiOPIAR ES DELITO
Jerem y Bentham

Los principio?
de la moral
y la legislación

Jh

lili Claridad
Prólogo

Jeremy Bentham es el filósofo en quien culmina el utilitarismo del siglo


XVIII. En efecto, elaboró su teoría empleando elementos que ya habían apa­
recido en la literatura filosófica británica de décadas anteriores, pero los
amalgamó en una síntesis cuya intención no era meramente teórica sino emi­
nentemente práctica, puesto que predicó, sobre esa base, la necesidad de una
reforma radical de la legislación inglesa.
Otro aspecto importante del pensamiento benthamiano, pese a su preo­
cupación por lo que luego se llamaría el bien común o bien público, es una
fuerte tendencia individualista, que contribuyó al desarrollo de la corriente
política liberal y sería también una característica de los. regímenes democrá­
ticos. El interés de la comunidad no es para Bentham más que la suma de los
intereses de los individuos que la componen, ya que lo único real son para
él los individuos, lo que lo coloca dentro de la corriente de los empiristas bri­
tánicos. D e ahí que nos hable de sumas y restas de unidades discretas de pla­
cer y dolor, que sólo los individuos son capaces de experimentar, mientras
que el resultado final de ese cálculo aritmético se predica de la sociedad en
su conjunto. Para él no tendría sentido hablar del interés de la comunidad '
sin tener en cuenta los intereses particulares de los individuos que la inte­
gran. La comunidad es, pues, un "cuerpo ficticio”, una especie de superes­
tructura, pero no se puede eludir tenería en cuenta cuando se elabora una
legislación, y esto parece casi una paradoja.
Se nos plantea entonces el problema de cuál ha de ser la tarea específica
del legislador y de cóm o podrá llevarla a cabo1. Com o el alcance de una ley!
parece ser universal, o al menos general y no individual, la respuesta a la pri-
|m MY Bentham

inri .1 t tiestión parece clara: el legislador deberá hacer leyes que promuevan
• I bien de la comunidad. La segunda, en cambio, plantea algunos problemas:
. M r si deberá conocer a todos y cada uno de los individuos que integran la
.. u miad para establecer qué produce placer a cada uno y si éste coincide con
• M<- los demás; o si se limitará a efectuar una generalización sobre la base de
mu ( (incepción uniform e de la naturaleza humana, tema que había sido
muy debatido por los filósofos británicos y sobre el que n o se había llegado
i un acuerdo unánime.
Su teoría plantea también el pasaje de la moral privada a la moral pú-
Iilu a, ya que en Bentham el principio de utilidad pretende dirimir todas las
« urst iones que surgen en u n o y otro terreno. En algunos pasajes, dicho prin-
• ipio se convierte en una especie de dogm a o axioma irrebatible que rige para
indos los hombres, lo que nos lleva a preguntarnos si no tenem os, según
Mrntham, una intuición o sentido de lo útil, semejante al sentido moral al
1111c apelaban H utcheson y Shaftesbury, o a lo que Rawls llamará sentido de
la justicia. Sin embargo, las razones que llevan a Bentham a rechazar un tal
' sent ido de lo útil”, son las mismas que lo llevaron a negar el m encionado
sentido moral o una ley de naturaleza o razón que induciría a los hombres a
obrar moralmente.
Bentham funda su principio de utilidad en consideraciones acerca del
placer, com o fin que todos los actos hum anos persiguen, y del dolor, com o
aquello que todos los hom bres desean evitar. A l principio parece que el
inayor peso recayera sobre el placer com o valor positivo, lo que le ha valido
.i Bentham ser incluido entre los moralistas hedonistas. Entre los principios *
.ulversos al placer, incluye algunos a los que H um e diera el nom bre de virtu­
des monacales, com o el ascetismo y el celibato, a los que Bentham condena
simplemente por no ser “útiles”. Observa que en general sólo han sido adop-
lados com o>reglas de la conducta privada y que en m uy contadas oportuni­
dades han sido impuestos p or la autoridad a todos los miembros de la socie­
dad. Sin embargo, en materia de legislación Bentham no parece tener tanto en *
uenta el placer, com o él dolor o sufrimiento que la violación de las leyes
mede acarrearnos. Pone especial énfasis en las sanciones, que implican siem­
bre dolores para el sancionado. A l referirse a ellas, la noción de placer parece
íaberse tornado negativa y con ella, la felicidad com o suma de placeres.
C om ienza, pues, su tratamiento de las sanciones com o si abarcaran
)uenas y malas consecuencias para los individuos afectados, pero a conti-
inación dedica el resto del capítulo sobre el tema a los males, com o si sólo
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 9

éstos entraran en la definición de las sanciones. El problem a surge, pues, *


en el terreno legal, ya que parece más difícil señalar el placer que nos p ro ­
ducen las leyes -e s decir, la recom pensa que recogem os de su cum plim ien­
t o - que el disgusto o perjuicio que nos causa una sanción penal. Esto podría
fundarse en un hecho psicológico: ya H um e había dicho que som os más
conscientes de perjudicarnos cuando los demás violan las leyes, que de bene­
ficiarnos cuando las acatamos. Por otra parte, Bentham hace una clara dis- 4
tinción entre la sanción legal, ejercida por el legislador, y la sanción moral,
ejercida p or la comunidad.
Según Bentham, sólo los efectos o consecuencias de las acciones hum a- *
ñas m erecen el calificativo de moralm ente buenos o m oralm ente m alos.
Sin embargo, es frecuente que atribuya dichos calificativos a los m otivos
que las provocan. Si bien considera, en general, que un m otivo es llam ado
bueno o m alo en función de sus efectos, admite, p or otra parte, que la
aprobación o desaprobación se aplican a la tendencia a producirlos, o aun
a las intenciones a que los m otivos dan origen.
La razón por la cual Bentham considera que ningún m otivo es en sí *
m ism o malo, se debe a su convicción de que siempre perseguim os un placer
“y tratamos "de evitar un dolor. Si esto es así, no corresponde llamar malo (ni
bueno) a ningún motivo. Considerado en sí m ism o, tod o m otivo es neutro js '
y sólo las intenciones que suscita y las consecuencias de llevar a cabo esas
intenciones podrán ser objeto de aprobación o reprobación morales. Es
decir, aunque el m otivo sea la mala voluntad, malicia, envidia o crueldad del
agente, el dolor que padece el adversario a quien la acción perjudica repre­
senta un placer para quien la causa.
Naturalm ente, Bentham no niega que algunos m otivos tengan una ten­
dencia m ayor a d i s S S ^ E l S S I ^ x E pero lo que quiere significar es que, si
de un "mal” m otivo se sigue una consecuencia buena para alguien o para la
sociedad en general, no corresponde juzgar negativamente el m otivo sino
quizá cambiarle el nombre.
El lenguaje parece ser, pues, una de las claves para resolver esta intrinca­
da cuestión y remediar en parte las ambigüedades del discurso benthamia-
no. Se m e ocurre un ejemplo que estaría de acuerdo con el espíritu, si ñ o
siempre con la letra, de una lectura lo más imparcial posible del texto de
Bentham: si p or un sentim iento de envidia alguien se siente estim ulado a
com petir para sacar ventaja respecto de quien ha alcanzado mejores resul­
tados que él en alguna empresa, y ello acarrea consecuencias beneficiosas
IO / Jerem y B en tham

para la com unidad, p od em os llamar "espíritu de com petencia” y no envi­


dia al m otivo, el cual será considerado en ese caso bueno. N o obstante, es
natural que considerem os buenos o malos a los m otivos en función de sus
efectos más habituales.
N o me propongo despejar las ambigüedades que jalonan los escritos de
Bentham, las que por otra parte han sido señaladas por numerosos críticos,
sino simplemente dar una idea de su em peño por considerar todos los aspec­
tos que conciernen a la conducta moral de los hombres, especialmente en la
vida pública.
O tro aspecto considerado por Bentham es el de las circunstancias, que
abarcan una amplia gama de factores internos y externos que influyen sobre
la sensibilidad al dolor y al placer en los distintos individuos. A sí com o con ­
sideraba necesario aplicar la matemática para realizar el cálculo de la felici­
dad, respecto de las circunstancias, Bentham recurre principalmente a tér­
minos tom ados de la física. N o sólo habla de cuAnta felicidad — que difiere *
de un individuo a otro— sino también de la fuerza física y su influencia
(medible) en las acciones que un hom bre es capaz de realizar. Luego de refe­
rirse a las circunstancias relacionadas con el cuerpo, considera las relativas a
la mente, entre las que incluye la cantidad y calidad del conocim iento, la
capacidad intelectual, la firmeza de la mente, la tenacidad, la sensibilidad
moral y religiosa, las simpatías y antipatías, la locura, las ocupaciones habi­
tuales y las circunstancias pecuniarias.
Luego de señalar que las distintas circunstancias son causas productoras
de placer o dolor, Bentham afirma que la acción del legislador se relaciona m
en mayor medida con circunstancias penosas, es decir, con las que tienden a
producir más bien dolores que placeres. Es más, algunas circunstancias ne­
gativas las produce directamente el propio legislador e indirectamente el juez
que entiende en una causa.
N o pretendem os referirnos en este Prólogo a todos los múltiples y va­
riados temas que abarca la obra de Bentham sino mostrar que, pese a su abi­
garrado contenido y a la m inuciosidad con que trata cada cuestión, nos
parece sumamente útil para los interesados en la historia del derecho, par-
tOcularmente del británico, que ha hecho un sensible aporte a la legislación
en los países m odernos y que aún h o y continúa manteniendo su im portan­
cia en el ámbito jurídico y legal.
M argarita Costa
UBA - CIF
C a p ít u l o I

Acerca del principio de utilidad

I. La naturaleza ha puesto a la humanidad bajo el gobierno de dos amos


soberanos: el dolor y ú placer. Sólo ellos nos indican lo que debem os hacer,
así com o determinan lo que haremos. Por un lado el criterio de bueno y
malo, p or otro la cadena de causas y efectos, están sujetos a su poder. N o s
gobiernan en todo lo que hacem os, en todo lo que decim os, en tod o lo que
pensamos: cualquier esfuerzo que podam os hacer para desligarnos de nues­
tra sujeción sólo servirá para demostrarla y confirmarla. C on palabras un
hombre puede aparentar que renuncia a su imperio, pero en realidad per­
manecerá sujeto a él tod o el tiem po. JL\ principio de u tilid a d 1 reconoce esta
sujeción y la asume para el fundam ento de ese sistema, cu yo objeto es eri­
gir la estructura de la felicidad por obra de la razón y la ley. Los sistemas
que intentan cuestionarlo se ocupan de sonidos en lugar de sentido, de fan­
tasías en lugar de razón, de oscuridad en lugar de luz. ,

1 A esta denominación se le ha agregado recientemente el principio de la mayor felici­


dad, o se la ha reemplazado por él en pro de la brevedad, en lugar de enunciar, en toda su
extensión, el principio que afirma la m ayor felicidad y bienestar de todos aquellos cuyo inte­
rés está en juego, como siendo el correcto y apropiado, y el único fin de la acción humana
correcto y apropiado y universalmente deseable; es decir, de la acción humana en cualquier
situación y en particular en la de un funcionario o grupo de funcionarios que ejercen los
poderes del gobierno. La palabra utilidad no indica tan claramente las ideas de placer y #
dolor como lo hacen las palabras felicidad y bienestar, ni nos conduce a la consideración del
número de los intereses afectados, o sea al número como constituyendo la circunstancia que
contribuye en mayor proporción a la formación del criterio que está aquí en cuestión: el cri­
terio de bueno y malo, el único por el cual puede juzgarse adecuadamente la decencia de las
acciones humanas en cada situación. Esta carencia de una conexión suficientemente mani­
fiesta entre las ideas de felicidad y placer por una parte, y la idea de utilidad p o r otra, he obser­
vado que actuaba, y con demasiada eficiencia, como un impedimento para la aceptación, que
de otro m odo'podría haberse otorgado a este principio. (N. del A., julio de 1822).
12 / J erem y B entham

Pero basta de metáforas y retórica: no es por esos m edios que se ha de


mejorar la ciencia moral.
II. El principio de utilidad es el fundam ento del presente trabajo: será
por tanto apropiado al com ienzo dar una explicación explícita y determina­
da de lo que se quiere decir con ello. Por el principio 2 de utilidad se quiere
decir aquel principio que aprueba o desaprueba cualquier acción de que se
trate, según la tendencia que parece tender a aumentar o disminuir la felici­
dad de la parte cuyo interés está en juego; o, en otras palabras, promover u
oponerse a ella. D igo de cualquier acción, y por tanto n o sólo de toda acción
de un individuo privado, sino de cualquier medida de gobierno.
III. Por utilidad se quiere significar aquella propiedad en cualquier obje­
to por la que tiende a producir un beneficio, ventaja, placer, bien o felicidad
(todo ello, en el presente caso, equivale a la misma cosa) o (lo que igualmen­
te equivale a lo mismo) a impedir que produzca un daño, dolor, mal o infe­
licidad a la parte cu yo interés se considera: si esa parte es la com unidad en
general, entonces se trata de la felicidad de la com unidad; si es un indivi­
duo particular, entonces de la felicidad de ese individuo.
IV. El interés de la com unidad es una de las expresiones más generales
que pueden ocurrir en la fraseología de la moral: n o es extraño entonces
que a m enudo pierda su sentido. C uando tiene alguno, es el siguiente: la
com unidad es un cuerpo ficticio, com puesto de las personas individuales
que se considera que lo constituyen com o si fueran sus m iem bros. ¿Cuál
es entonces el interés de la comunidad?; la suma de los intereses de los
diversos m iem bros que la com ponen.
V. Es en vano hablar del interés de la com unidad sin com prender cuál es
el interés del individuo3. Se dice que una cosa prom ueve el interés, o es para

2 La palabra principio deriva del latín principium, que parece estar compuesta de dos
palabras, primus, primera o principal, y cipium, una terminación que parece derivar de capio
(tomar) com o en mancipium, muniápium\ a las cuales son análogas auceps, fórceps y otras.
Es un térm ino de significado m uy vago y extensivo: se aplica a cualquier cosa concebida para *
servir de fundamento o comienzo a cualquier serie de operaciones: en algunos casos, de ope­
raciones físicas, pero en el presente caso, de operaciones mentales. El principio que está aquí
en cuestión puede ser tomado por un acto de la mente, un sentimiento, un sentimiento de
aprobación, un sentimiento que, cuando se aplica a una acción, aprueba su utilidad como la
cualidad de dicha acción por la que debe regirse el grado de aprobación o desaprobación que
se le otorga.
3 "Interés"3 es una de esas palabras que, no teniendo un género superior, no puede ser
definida de la manera acostumbrada.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 13

el interés de un individuo, cuando tiende a aumentar la suma total de sus


placeres; o, lo que es lo m ism o, a disminuir la sum a total de sus dolores.
VI. U na acción, entonces, puede decirse que acuerda con el principio de
utilidad o, para ser breves, con la utilidad (queriendo significar con res­
pecto a la com unidad en general), cuando la tendencia que tiene a aum en­
tar la felicidad de la com unidad es m ayor que cualquiera que tienda a d is­
minuirla.
VIL U na medida de gobierno (que no es sino una clase de acción partí- /
cular realizada p or una persona o personas particulares) puede decirse que
concuerda con el principio de utilidad o es dictada p or él, cuando, del m ism o
m odo, la tendencia que tiene a aumentar la felicidad de la com unidad es
mayor que cualquiera que tienda a disminuirla.
VIH. C uando alguien supone que una acción o una medida de gobierno
en particular concuerda con el principio de utilidad, puede ser conveniente,
para los fines del discurso, imaginar una clase de ley o mandato, llamado ley
o mandato de utilidad, y hablar de la acción en cuestión com o concordante
con tal ley o mandato.
IX. Puede decirse que un hom bre es partidario del principio de utilidad,
cuando la aprobación o desaprobación que otorga a una acción o medida es
determinada y proporcional a la tendencia que concibe que ella tiene de
aumentar o dism inuir la felicidad de la com unidad; o, en otras palabras, a
su acuerdo o desacuerdo con la ley o los mandatos de la utilidad.
X. D e una acción que concuerda con el principio de utilidad se puede
siempre decir o bien que es una acción que debe llevarse a cabo, o al m enos
que no es una que no debe llevarse a cabo. También puede decirse que está
bien realizarla o al m enos que no está mal hacerlo, que es una buena acción,
o al menos que no es una mala acción. Cuando se las interpreta así, las pala­
bras debe y buena y m ala, y otras de ese tipo, tienen sentido; interpretadas
de otra manera, carecen de él.
XI. ¿Acaso la rectitud de este principio ha sido alguna vez form al­
mente refutada? Parecería que sí, p or aquellos que no saben lo que han
querido decir. ¿Es susceptible de alguna prueba directa? Parecería que no, *
porque aquello que es em pleado para probar toda otra cosa no puede p ro­
barse a sí mismo: una cadena de pruebas debe tener su com ienzo en algu­
na parte. Dar una prueba semejante es tan im posible com o innecesario.
XII. N o es que exista o haya existido alguna vez una criatura humana
viviente, por m uy estúpida o perversa que fuese, que no se haya som etido
14 / J er em y B en tham

a dicho principio en muchas ocasiones, o aun en la m ayor parte de las oca­


siones de su vida. Por la constitución natural de la estructura humana, en la
m ayoría de las circunstancias de su vida los hom bres abrazan este principio
sin pensarlo, para dirigir sus propias acciones, al m enos para ponerlas a
prueba, así com o las de otros hom bres. H a habido, al mismo tiem po, no
m uchos, tal vez hasta entre los más inteligentes, que no hayan estado dis­
puestos a adoptarlo en toda su pureza y sin reserva alguna. Son m u y pocos,
por otra parte, los que no han encontrado alguna ocasión de oponerse a él,
debido a que no siempre saben cóm o aplicarlo, o debido a algún otro pre­
juicio que temían someter a examen, o no podían soportar abandonarlo.
Porque tal es la sustancia de que está hecho el hombre: en un buen camino
o en uno equivocado, la más rara de todas las cualidades humanas es la >
coherencia.
XIII. Cuando un hom bre intenta oponerse al principio de utilidad, lo *
hace, sin advertirlo, con razones extraídas de ese principio m ism o4. Sus
argum entos, si prueban algo, no prueban que el principio sea erróneo, sino
que, de acuerdo con las aplicaciones que supone se harán de él, está m a l
aplicado. ¿Es posible para un hom bre m over la Tierra? Sí; pero debe pri­
mero encontrar otra Tierra en donde apoyarse.
XIV. Refutar su conveniencia mediante argumentos es imposible; pero
por las causas que se han m encionado o debido a una visión confusa o par­
cial de él, puede sucedei que un hom bre no esté dispuesto a que le agrade.
Cuando éste es el caso, si considera que vale la pena clarificar sus opiniones
sobre el tema, le sugiero que siga los siguientes pasos y al final, tal vez, pueda
llegar a estar de acuerdo con él.
1. Q u e decida por sí m ism o si desearía descartar absolutam ente el
principio; si ello es así, que considere qué pueden significar todos sus razo­
nam ientos (especialm ente en asuntos políticos).

4 “El principio de utilidad (he oído decir) es un principio peligroso: es peligroso con­
sultarlo en ciertas ocasiones.” Esto es lo mismo que decir: ¿qué? que no recurrir a la utili-*
dad concuerda con la utilidad; .en resumen, que consultarlo es no consultarlo.
Agregado por el autor en julio de 1822:
N o m ucho después de la publicación del Fragmento sobre el gobierno} anno 1776, en
el cual, con el carácter de un principio omniabarcante y omniordenante, el principio de uti­
lidad fue sacado a la luz, una persona que hizo una observación al respecto fue Alexander
Wedderburn, en ese momento fiscal o subfiscal de la Corona, luego sucesivamente juez de la
Corona para las causas comunes y canciller de Inglaterra, bajo los sucesivos títulos de lord
Loughborough y conde de Rosslyn. Dicha observación no me fue hecha personalmente sino
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 15

2. Si lo desea, que decida por sí mism o si juzgaría y actuaría sin ningún


principio, o si hay algún otro sobre la base del cual juzgaría y actuaría.
3. Si lo hay, que examine y se asegure si el principio que cree haber
encontrado es realmente un principio separado e inteligible, o si se trata de
meras palabras, una especie de frase que en el fon d o no expresa sino el sim ­
ple rechazo de sus propios sentim ientos infundados; es decir, lo que en
otra persona llamaría meramente fantasía.
4. Si se siente inclinado a pensar que su propia aprobación o desapro­
bación, añadida a la idea de un acto, sin tener en cuenta sus consecuencias,
es un fundam ento suficiente para juzgar y actuar, que se pregunte si su
sentim iento será el criterio de bien y mal con respecto a cualquier otro
hom bre, o si el sentim iento de cada hombre tiene el m ism o privilegio de
ser un criterio para él.
5. En el prim er caso, que se pregunte si su principio no es despótico y
hostil a tod o el resto de la raza humana.

a una persona que inmediatamente me la comunicó a mí. Lejos de ser autocontradictoria, era
una observación aguda y genuina. El estado del gobierno fue perfectamente comprendido
por ese distinguido funcionario, pero sus disquisiciones todavía no habían sido aplicadas
desde ningún punto de vista global por el individuo común, ni siquiera supuestamente, al te­
rreno del Derecho Constitucional, ni por tanto a esas características del gobierno inglés por
las cuales la mayor felicidad del gobernante, junto con la de unos pocos favoritos, o aun sin
ellos, se observa ahora con claridad que es el único fin hacia el cual se han dirigido en todo
momento. ~E\principio de utilidad era un apelativo empleado en ese momento, empleado p or
m í como lo había sido por otros, para designar aquello que, de una manera más clara e ins­
tructiva, puede ser designado, como lo hemos hecho arriba, como el principio de la mayor
felicidad. “Este principio (decía Wedderburn) es peligroso.” Al decir eso, decía lo que en cier­
ta medida es rigurosamente cierto: un principio que establece como único,fin bueno y justi­
ficable del gobierno la mayor felicidad del mayor número, ¿cómo puede negarse que es peli­
groso? Es incuestionablemente peligroso para todo gobierno que tenga como fin u objeto
real la mayor felicidad de una persona determinada, el agregado o sin él de un número com­
parativamente pequeño de otros, a quienes les resulta placentero o fácil admitirlo, siendo cada
uno de ellos participante del interés en la posición de otros tantos jóvenes socios. P or lo tanto
era realmente peligroso para el interés -el interés siniestro- de todos aquellos funcionarios,
incluido él mismo, cuyo fin residía en maximizar la demora, la contrariedad y los gastos en
el procedimiento judicial u otros, en aras del provecho que extraían de los gastos. En un
gobierno que tuviera en vista como fin la m ayor felicidad del m ayor número, Alexander
W edderburn podría haber sido fiscal de la Corona y luego canciller, pero no habría sido fis­
cal de la Corona con 15.000 libras esterlinas al año, ni canciller, con un título nobiliario, que
le permitía vetar todo fallo judicial, con 25.000 libras esterlinas al año y con 500 sinecuras a
su disposición, bajo el nombre de Beneficios Eclesiásticos, et caeteras.
16 / J erem y B en th am

6. En .el segundo caso, si n o es anárquico y si de esta manera no hay tan­


tos criterios diferentes del bien y del mal en proporción al núm ero de h om ­
bres existentes; y si aun para el m ism o hom bre, la misma cosa que es buena
h oy no puede acaso (sin el más mínimo cam bio en su naturaleza) ser mala
mañana; y si la mism a cosa no es tal vez buena y mala al m ism o tiem po y en
el mismo lugar; y en ambos casos, si no significa el final de tod o argumento;
y si cuando dos hom bres han dicho “esto m e gusta” y “no me gusta”, p ue­
den (sobre la base de dicho principio) tener algo más que decir.
7. Si se hubiera dicho a sí m ism o “N o ”, porque el sentim iento que p ro ­
pone com o criterio debe fundarse en la reflexión, que diga sobre qué asun­
tos debe versar la reflexión: si sobre asuntos que tienen relación con la uti­
lidad del acto, que diga entonces si ello no significa abandonar su propio
principio y pedir auxilio a aquel en oposición al cual lo establece; y si no
sobre esos asuntos, entonces sobre qué otros asuntos.
8. Si se inclinara p or un fundam ento com puesto y adoptara en parte su
propio principio y en parte el principio de utilidad, que diga en qué m edi­
da lo adoptará.
9. C uando haya decidido dónde se detendrá, entonces que se pregun­
te cóm o se justifica a sí m ism o por adoptarlo en esa m edida y por qué no
lo adoptará en medida mayor.
10. A dm itiendo que otro principio distinto del principio de utilidad es
un principio correcto, un principio que es bueno que el hom bre adopte;
idm itiendo (lo que n o es verdad) que la palabra bueno puede tener sentido
>in referencia a la utilidad, que diga si hay algo com o un m otivo cuyos man­
iatas el hom bre debe obedecer; si lo hay, que diga de qué m otivo se trata y
;ómo se lo distingue de aquellos que ponen en vigor el principio de utilidad;
a no, que diga, por últim o, para qué puede servir ese otro principio.
C a p ít u l o II

Acerca de los principios


contrarios al de utilidad

I. Si el principio de utilidad es un principio correcto por el que debem os


regirnos, 7 ello en todos los casos, se sigue de lo que se acaba de observar
que cualquier principio que difiera de él en cualquier respecto, debe ser
necesariamente erróneo. Para probar, por tanto, que cualquier otro princi­
pio es errado, no hace falta sino mostrar que es un principio que en algún
punto difiere del principio de utilidad: declararlo es confutarlo.
II. U n principio puede ser diferente del de utilidad de dos maneras:
1. Por oponerse constantem ente a él: éste es el caso de un principio que
puede ser llamado principio de ascetismo5;
2. Por oponernos a veces a él y otras veces no, com o puede suceder: éste
es el caso que puede llamarse el principio de sim patía y antipatía.

5 Ascético es un término que ha sido a veces aplicado a los monjes. Procede de una pala­
bra griega que significa ejercido. Las prácticas po r las cuales los monjes buscaban distinguir­
se de otros hombres eran llamadas Ejercicios. Estos ejercicios consistían en los artilugios que
urdían para atormentarse. Por medio de ellos pensaban congraciarse con la Divinidad.
Porque la Divinidad, decían, es un Ser de infinita benevolencia. A hora bien, un ser con el
grado más común de benevolencia, se complace en contemplar cóm o otros se hacen a sí mis­
mos lo más felices que pueden; por tanto, hacernos tan desgraciados como nos sea posible es
la manera de complacer a la Divinidad. Si alguien les preguntaba p o r qué motivo hacían eso,
decían: ¡Oh!, no debes imaginar que nos castigamos porque sí; sabemos m uy bien lo que ha­
cemos. Debes saber que por cada grano de dolor que nos cuesta ahora, tendremos luego cien
granos de placer. El caso es que a Dios le encanta ver cómo nos atormentamos actualmente;
en verdad, es como si nos lo hubiera dicho. Pero esto lo hace sólo para probarnos, a fin de
ver cómo nos comportaríamos, lo que es una prueba segura de la satisfacción que le dará ver-
nos tan felices como El, puede hacer que lo seamos en una vida futura.
18 / J er em y B entham

III. Por el principio de ascetismo quiero significar aquel principio que,


com o el principio de utilidad, aprueba o desaprueba cualquier acción, según
la tendencia que parece tener a aumentar o disminuir la felicidad de la parte
cuyo interés está en juego, pero de manera inversa: aprobando las acciones
en la medida que tienden a disminuir su felicidad, y desaprobando aquellas
que tienden a aumentarla.
IV. Es evidente que quienquiera que repruebe la más m ínima parte de *
placer com o tal, cualquiera sea su origen, es en consecuencia partidario
d d principio de ascetismo. Es sólo sobre la base de ese principio, y no al
principio de utilidad, que el placer más abom inable -—que el más vil de los
m alhechores experim entó alguna v ez p o r su crimen— habría de ser re­
probado si se tratara sólo de su vileza. Pero nunca se trata sólo de eso,
sino que es necesariamente seguido por un tal grado de dolor (o lo que es lo
mismo, es la ocasión para producir un tal grado de dolor) que el placer, en
comparación con él, es lo mismo que nada. Y ésta es la verdadera y única
razón, absolutamente suficiente para justificar un castigo.
V. Fíay dos clases de hombres, de m u y distinto tipo, por los cuales pare- »
cc haber sido adoptado el principio de ascetismo: un grupo de moralistas y
otro de fanáticos religiosos. Por tanto, han sido diferentes los m otivos p or
los que estos dos grupos lo han considerado aceptable. La esperanza, es
decir, la perspectiva del placer, parece haber motivado a los primeros. La
esperanza es lo que nutre el orgullo filosófico, la esperanza de obtener h o n o ­
res y reputación entre los hombres. El temor, es decir, la perspectiva del
d<)lor, lo que ha m otivado a los segundos; el temor, engendrado por las fan-
í asías supersticiosas; el temor al futuro castigo por mano de una enojadiza y
vengativa Divinidad. Recalco en este caso el temor, porque respecto de un t
futuro invisible, el temor es más fuerte que la esperanza. Estas circunstancias
caracterizan a los dos distintos grupos entre los defensores del principio del
ascetismo: los grupos y sus m otivos difieren, pero el principio es el mismo.
VI. El partido religioso parece haberlo llevado más lejos que el filosófi-
m : han actuado más coherentemente pero con menos sensatez. El partido *
filosófico apenas ha ido más allá que la reprobación del placer; el religioso,
ha ido frecuentemente tan lejos com o para hacer de la búsqueda del dolor
una cuestión de mérito y de deber. El partido filosófico apenas ha ido más
allá de* hacer del placer una cuestión indiferente. N o es un mal, han dicho;
pero no han dicho que sea un bien. N o han reprobado el placer en gene-
t al, I Lm descartado l<>s placeles que consideran groseros, los orgánicos, o
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 19

aquellos cu yo origen puede rastrearse hasta un factor orgánico. H an apre­


ciado y hasta magnificado los placeres refinados. Pero aun a éstos no los
han llamado placeres. Para limpiar al placer de sus sórdidos e impuros orí­
genes, era necesario cambiar su nombre: debía decirse lo honorable, lo glo­
rioso, lo estimable, lo honestum , el decorum ; en resum en, cualquier cosa
m enos placer.
VII. D e estas dos fuentes han brotado las doctrinas de las cuales los sen­
timientos del com ún de la humanidad han recibido en todos los tiempos un
toque de este principio; algunos de la filosofía, algunos de la religión, algu­
nos de ambas. Los hom bres cultos más a m enudo de la filosofía, com o más
adecuada a la altura de sus sentimientos; el vulgo, más frecuentemente de
la superstición, com o más adecuada a la estrechez de sus intelectos, no des­
arrollados por el conocim iento, y a lo abyecto de su condición, continua­
mente propensa a los ataques del temor. Los matices, sin embargo, deriva­
dos de dos fuentes distintas, naturalmente se entremezclaban, hasta el punto
de que un hombre podía no saber por cuál de ellas estaba más influido, ya
que a m enudo se corroboraban y avivaban mutuamente. Era esta conformi­
dad la que producía una especie de alianza entre partidos con caracteres por
otra parte tan poco similares, y los disponía a unirse en distintas ocasiones
contra el enem igo común, el partidario del principio de utilidad, al que se
unían en motejar con el odioso nombre de epicúreo.
VIII. El principio de ascetismo, no obstante el entusiasmo con que pudo
haber sido adoptado por sus partidarios com o regla de conducta privada, no
parece haberse extendido demasiado cuando se lo aplicó a los asuntos del
gobierno. En unos pocos casos ha sido llevado adelante en pequeña medida
por el grupo filosófico. Tenemos com o ejemplo el régimen espartano. A un­
que en ese caso tal vez pueda ser considerada una medida de seguridad, y
una aplicación, si bien precipitada y perversa, del principio de utilidad. Casi
en ningún caso, en una medida considerable, p or el grupo religioso, pues las
distintas órdenes monásticas y las sociedades de Cuáqueros, Dumplers, M o-
ravos y otros fanáticos religiosos han sido sociedades libres, a cuyo régimen
ningún hom bre ha sido som etido sin que interviniera su propio consenti­
miento. Cualquiera fuese el mérito que un hom bre pueda haber pensado *
que obtendría por hacerse a sí m ism o desdichado, no parece que nunca se le
ocurriese a ninguno de ellos que pudiese ser un mérito — y m ucho menos
un deber— hacer desgraciados a otros, aunque parecería que si una cierta
medida de desdicha fuera una cosa tan deseable, no importaría mucho si
20 / J eremy Bentham

cada hom bre se la causase a sí m ism o o a otro hombre. Es verdad que, de la


misma fuente de la cual, entre los fanáticos religiosos, surgió la adhesión al
principio de ascetismo, surgieron otras doctrinas y prácticas, por las cuales
se produjo una gran infelicidad en un hom bre por obra de otro: basta con el
ejemplo de las guerras santas y las persecuciones religiosas. Pero la pasión
por acarrear infelicidad en estos casos procedía de un fundam ento especial:
el ejercicio se limitaba a personas con características especiales; no se los so­
metía a torm entos com o hom bres sino com o herejes e infieles. H aber infli­
gido las mismas torturas a sus com pañeros creyentes o de su misma secta
habría sido tan condenable a los ojos aun de estos fanáticos, com o a los de
los partidarios del principio de utilidad. Para un hombre, azotarse a sí m is­
mo era por cierto loable, pero hacerle lo m ism o a otro que no lo consintie­
se, habría sido un pecado. Leem os acerca de santos que, por el bien de sus
almas, se han convertido voluntariamente en presa de gusanos; pero aunque
muchas personas de esta clase han llevado las riendas de un imperio, no
hem os leído que ninguna de ellas se haya puesto a trabajar para hacer leyes
con el propósito de proveer al cuerpo político de salteadores de caminos,
asaltantes o incendiarios. Si en algún m om ento han tolerado que la nación
fuera presa de enjambres de pensionados ociosos o funcionarios inútiles, ha
sido más bien por negligencia o imbecilidad que por ningún plan calculado
para oprimir y despojar a la gente. Si en algún m om ento han agotado las
fuentes de la riqueza nacional, restringiendo el com ercio y llevando a los ha­
bitantes a emigrar, ha sido con otras perspectivas y p ropósitos en vista. Si
han clam ado contra la búsqueda de placeres y el uso de la riqueza, sólo lo
han hecho de palabra; no han emitido, com o Licurgo, decretos expresos con
el propósito de proscribir los metales preciosos. Si han decretado la indo­
lencia p or ley, no ha sido porque ella, la madre del vicio y la miseria, sea en
sí misma una virtud, sino porque la indolencia (dicen ellos) es el camino a la
santidad. Si bajo la noción de "ayuno” han participado en el plan de cons­
treñir a sus súbditos a una dieta, que m uchos de ellos han considerado de la
naturaleza más nutritiva y abundante, no ha sido con el fin de hacerlos tri­
butarios de la nación que debía proporcionar dicha dieta, sino para manifes­
tar su propio poder y entrenar la obediencia del pueblo. Si han establecido
o perm itido establecer castigos para la violación del celibato, no han hecho
más que ajustarse a las demandas de esos ilusos rigoristas que, embaucados
por las ambiciones y la bien preparada política de sus gobernantes, primero
se habían som etido a sí m ism os por un vo to a esa vana obligación.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 21

IX. El principio de ascetismo parece haber sido originariamente la fan­


tasía de ciertos superficiales especuladores que, habiendo percibido o im a­
ginado que ciertos placeres obtenidos en determinadas circunstancias han
sido a la larga acompañados por dolores más que equivalentes a ellos, apro­
vecharon la ocasión para rechazar todo lo que se ofrecía bajo el nom bre de
placer. Llegado a ese punto y y luego de haber olvidado aquel del que ha­
bían partido, siguieron adelante y llegaron a pensar que era m eritorio ena­
morarse del dolor. A un esto, según podem os ver, no es en el fondo sino el
principio de utilidad mal aplicado.
X. El principio de utilidad puede ser consecuentem ente perseguido; y
es una mera tautología decir que cuanto más consecuentem ente se lo persi­
ga, será siempre mejor para la humanidad. El principio de ascetismo jamás
fue, ni puede nunca ser, perseguido consecuentem ente por ninguna criatu­
ra viviente. Si sólo una décima parte de los habitantes de este planeta lo per­
siguen consecuentemente, en el término de un día lo habrán convertido en
un infierno.
XI. Entre los principios contrarios6 al de utilidad, el que actualmente
parece tener m ayor influencia en cuestiones de gobierno es el que puede 11a-

ó La siguiente N ota fue impresa por primera vez en enero de 1789.


Debió más bien haber sido llamado, más extensivamente, principio de la fantasía. C uan­
do se aplica a la elección de acciones que deben ser interdictas o prohibidas (que son, en una
palabra, cuestiones sujetas a obligación) puede por cierto ser adecuadamente llamado, como
en el texto, principio de simpatía y antipatía. Pero este apelativo no se le aplica tan bien cuan­
do se trata de la elección de sucesos que deben servir como fuentes de títulos respectó de dere­
chos. Cuando las acciones prohíben y permiten, estando ya determinados las obligaciones y
derechos, la única cuestión es en qué circunstancias un hom bre está investido de unos o so­
metido a las otras. ¿De qué incidentes ocasionales dependerá que se invista a un hom bre o se
rehúse investirlo con unos o someterlo a las otras? En este último caso, el principio puede ser
más adecuadamente caracterizado con el nombre de principio fantástico. La simpatía y la anti­
patía son afecciones de la facultad sensible. Pero la elección de títulos respecto de derechos,
especialmente respecto de los derechos de propiedad, sobre fundamentos no conectados con
la utilidad, han sido en muchos casos obra, no de los afectos, sino de la imaginación.
Cuando, en la justificación de un artículo de la Com m on Law inglesa, se llamó en cier­
tos casos a tíos para la sucesión, con preferencia a los padres, lord Coke presentó una especie
de “peso” que había descubierto en los derechos, descalificándolos de ascender en línea recta;
esto no fue porque amara particularmente a los tíos u odiara a los padres, sino que la analo­
gía, tal cual era, fue lo que la imaginación le presentaba, en lugar de una razón, o debido a un
juicio no observante del criterio de utilidad, o que no conocía el arte de consultarlo, donde
no intervienen los afectos; la imaginación es la única guía.
Cuando no sé qué ingenioso gramático inventó la proposición Delegatus non potest de­
legare como regla legal, no fue seguramente porque tuviera antipatía alguna a los delegados
22 / J erem y B entham

rnarse prinápio de simpatía y an tipatía. Por el principio de simpatía y an­


tipatía quiero significar ese principio que aprueba o desaprueba ciertas
acciones, no, sin embargo, debido a que tienden a aumentar la felicidad, ni

de segundo orden, o porque le causara ningún placer pensar en la ruina que, p o r falta de un
administrador en su casa, pudiera caer sobre los asuntos de un viajero, a quien un imprevis­
to accidente hubiese privado del objeto de su elección; fue porque la incongruencia de apli­
car la misma ley a objetos tan opuestos como activo y pasivo no podía ser superada, y que
atas- armoniza, así como contrasta con -are. Cuando esa máxima inexorable (cuyo dominio
ya no puede determinarse, así como tampoco encontrar la fecha de su nacimiento o el nom ­
bre de su padre) fue importada de Inglaterra para el gobierno de Bengala y toda la estructu­
ra de la judicatura fue destruida por los truenos de la justicia expost fado , no fue seguramente
porque la perspectiva de una magistratura intachable pereciendo en prisión proporcionara
ningún deleite a los autores de su desgracia, que no habían sufrido perjuicio alguno, sino que
la melodía de la máxima, absorbiendo totalmente la imaginación, había ahogado los gritos de
la humanidad junto con los dictados del sentido común"*.
'"'Nota agregada por el autor en julio de 1822:
Añadir que el mal sistema del derecho mahometano y otras leyes nativas habían de ser
de todos modos eliminados, para dar lugar al inaplicable y aún más dañino sistema del dere­
cho inglés, elaborado por los jueces, y que por mano de su cómplice Hastings habría de ser
puesto en el bolsillo del importador indio de este instrumento de subversión: 8.000 libras p o r
año en contra de la ley, además de las 8.000 libras al año prodigadas con la prodigalidad acos­
tumbrada por mano de la ley Véase la descripción de esta transacción en Mitt’s British India.
A este gobernador le fue erigida una estatua p o r el voto de los Directores y Propietarios
de las Indias Orientales; debería inscribirse sobre ella: Sipone dinero en nuestros bolsillos; nin­
guna guerra es demasiado atroz para ser venerada por nosotros.
A esta estatua del Archimalefador debería añadirse como acompañante la del cómplice
de las largas vestiduras, el que pone el producto del soborno en la mano del otro. Los cien
millones de hindúes y mahometanos saqueados y oprimidos pagan por el primero; una sus­
cripción a Westminster Hall podría pagar por el otro.
Lo que ellos han hecho con Irlanda con sus siete millones de almas, los que niegan con
autorización la justicia y la pervierten, lo han hecho con Indostán con sus cien millones. En
esto no hay nada asombroso. Lo asombroso es que, en tales instituciones, aunque en m uy
pequeño número, se encontraran hombres a quienes la contemplación de las injusticias que,
p or el derecho inglés construido por los jueces, están obligados a cometer, y la desgracia que
de ese modo están compelidos a producir, los privan de salud y reposo. Ved la Carta de un
juez inglés-indostanídel Io de septiembre de 1819, que tengo ante mí. N o me tomaré un des­
quite tan cruel, debido a su honestidad com o sería imprimir su nombre; en verdad, los D ocu­
mentos de la Cámara de los Comunes ya publicados no lo hacen muy necesario.
FiatJustitia, ruat coelum, dice otra máxima tan llena de extravagancia como de armonía:
que el cielo se destruya -así se haga justicia- ¿y qué significa la ruina de reinos en compara­
ción con la ruina del cielo? Así, nuevamente, cuando el canciller prusiano, inspirado por la
sabiduría de no sé qué sabio romano, proclamó en buen latín, para edificación de los oídos
alemanes: Servitus servitutis non datar [Cod. Fred. tom. II, par. 2, liv. 2. tit. x § 6. p. 308], no
era que hubiese concebido ninguna aversión al guardavida que, durante su mandato, deseara
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 23

siquiera porque tiendan a disminuir la felicidad de la parte cuyo interés está


en juego, sino meramente porque un hombre se siente dispuesto a aprobar­
las o desaprobarlas; considerando dicha aprobación o desaprobación com o

la indulgencia; pero que, a los oídos de un jurista, -tus-tutis suena poco menos melodioso que
atusare. N o está en discusión si la melodía de la máxima era la razón real de la regla, en cual­
quiera de estos casos, porque es introducida por la conjunción quia, el heraldo designado de
la razón: quia servitus servitutis non datur.
Tampoco se hubiera producido úna melodía igual, ni p or cierto podría haberse reque­
rido una melodía similar en ninguno de estos casos por la estipulación contraria: es sólo cuan­
do se oponen a reglas generales, y no cuando por su acuerdo son absorbidas por ellas, que
otras más específicas pueden obtener una existencia separada. Delegatus potest delegare, y
Servitus servitutis datur, estipulaciones ya incluidas en la aceptación general de contratos,
hubieran sido tan innecesarios para la captación y la memoria como, en comparación con sus
enérgicas negativas, son insípidos al oído. Si la pregunta fuera adecuadamente formulada, se
descubriría que la diosa de la armonía ha ejercido mayor influencia, si bien latente, sobre los
designios de Themis, que lo que parecen haber advertido sus más diligentes historiógrafos o
aun sus más apasionados panegiristas. Todo el mundo sabe cómo, durante el ministerio de
Orfeo, fue ella quien primero reunió a los hijos de los hombres bajo la sombra del espectro;
sin embargo, en medio de una continua experiencia, los hombres parece que aún no han
aprendido con qué exitosa diligencia se ha afanado p or guiarlos en su curso. Todos saben
que mediciones numerales eran el lenguaje en la infancia de la ley, pero nadie parece haber
observado de qué manera imperiosa han gobernado su edad más madura. En la jurispru­
dencia inglesa en particular, la conexión entre el derecho y la música, aunque menos adver­
tida que en la legislación espartana, no es quizá menos real ni menos próxima. Las música de
los Oficios, aunque no de la misma clase, no es menos musical en su género que la música del
Teatro; aquella que endurece el corazón, que aquella que lo ablanda: los sostenidos son igual­
mente largos, las cadencias igualmente sonoras; y aquellos regidos por reglas, aunque no
hayan sido aún promulgadas, no son menos determinados. Buscad acusaciones, alegatos,
procesos en chancillada, escrituras; cualesquiera infracciones que puedas encontrar contra la
verdad o el sentido común, no encontrarás ninguna contra las leyes de la Armonía. La litur­
gia inglesa, por m uy justamente que ella haya sido ensalzada en esos oficios religiosos, no
posee mayor medida de ella que la que comúnmente se encuentra en un decreto del Parla­
mento. La dignidad, la simplicidad, la brevedad, la precisión, la inteligencia, la posibilidad de
ser retenida o al menos aprehendida, todo se somete a la Armonía. Podrían llenarse volúme­
nes, cargarse estantes, con los sacrificios hechos ante este poder insaciable. Los autores de la
poesía griega no se ocupan menos de los expletivos, aunque en diferente forma y volumen,
que la legislación inglesa: en los primeros, son monosílabos; en los segundos, líneas enteras
[Siendo además promulgados por la anteriormente mencionada autoridad, que - Siempre
estipulados y por la presente, además promulgados y declarados, etcétera.]
Volvamos al prindpio de simpatía y antipatía, un término preferido debido a su im par­
cialidad, A principio de fantasía. La elección de un apelativo demasiado estrecho, según lo ya
dicho, se debió a que no había en ese m omento extendido mis puntos de vista sobre la rama
civil del derecho, sino, sólo en la medida que la encontraba inseparablemente implícita en la
penal. Pero cuando lleguemos a la rama anterior, veremos que el principio fantástico figura allí
al menos tan fuertemente como el principio de simpatía y antipatía en el último.
24 / J eremy Bentham

razón suficiente por sí misma, y desdeñando la necesidad de buscar un fun­


dam ento extrínseco. E sto en el terreno general de la m oral y en el terreno
particular de la política, m idiendo el quantum (así com o determinando el
fundam ento) del castigo, por el grado de desaprobación.
XII. Es manifiesto que éste es más bien un principio de palabra que una «
realidad; no es p or sí m ism o un principio positivo sino más bien un térmi­
no empleado para significar la negación de todo principio. L o que se espera
encontrar en un principio es algo que indica alguna consideración externa,
com o m edio de garantizar y guiar los sentimientos internos de aprobación
y desaprobación; esta expectativa es sólo mal respondida p or una proposi­
ción que no hace nada más ni nada m enos que esgrimir u n o de esos princi­
pios com o fundam ento y criterio por sí mismo.
XIII. A l repasar el catálogo de las acciones hum anas (dice un partida­
rio de este principio), a fin de determinar cuáles de ellas han de ser marca­
das con el sello de la desaprobación, sólo se necesita consultar los propios
sentimientos: todo lo que usted encuentra en sí m ism o com o propensión a
condenar, es malo p or esa misma razón. Por esa razón es tam bién apto para
ser castigado. En qué proporción es opuesto a la utilidad, o si lo es en abso­
luto, es una cuestión que no hace diferencia. En la m ism ap ro p o rá ó n es apto
para el castigo. Si se odia m ucho, se castiga mucho; si se odia poco, se casti-

En los tiempos de lord Coke, apenas puede decirse que la luz de la utilidad hubiese bri­
llado hasta entonces en el rostro de la Com mon Law. Si un débil rayo de ella, con el nombre
de argumentum ab inconveniente se vislumbra en una lista de alrededor de veinte temas mos­
trados p or ese gran abogado como directivas coordinadas de ese perfectísimo sistema, la
admisión, así circunstanciada, es una prueba tan segura de descuido, com o para las estatuas
de Bruto y Casio la exclusión era motivo de atención. N o está ni en el frente ni al fondo, ni
en ningún puesto de honor, sino amontonado hacia el centro, sin la más mínima marca de
preferencia. Y no es este inconveniente latino de ninguna manera com o el inglés. Se lo dis­
tingue de la malicia, y dado que el vulgo lo considera como algo menos malo, los sabios lo
estiman como algo peor. La ley prefiere la malicia a la inconveniencia, dice una admirada
máxima, y más admirada aún, porque como no expresa nada, más lo no expresado se supo­
ne sobreentendido.
N o es que haya ninguna oposición confesa, ni mucho .menos constante, entre lás pres­
cripciones de la utilidad y las" operaciones del derecho común: hemos visto que una constan­
cia semejante es excesiva, hasta para el fervor ascético \Supra, par. x]. D e tiempo en tiempo el
instinto los arrastraría inevitablemente a los caminos de la razón: un instinto que, por más que
pueda ser restringido, nunca será eliminado por la educación. Las telarañas devanadas de los
materiales reunidos'por "la competencia de analogías opuestas”, nunca puede dejar de tor­
cerse por la silenciosa atracción del principio racional; aunque lo hubiera sido, como una
aguja por un imán, sin la legalidad de la conciencia.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 2.S

ga poco; si n o se odia en absoluto, no se castiga en absoluto. Los refinados


sentimientos del alma no deben ser sobrecargados y tiranizados por los
duros y severos dictados de la utilidad política.
XIV. Los diversos sistemas que se han constituido respecto del criterií >
de bueno y malo pueden ser todos reducidos A principio de sim patía y anti
patía. U n a explicación puede servir para todos ellos. Todos ellos consisten
en otros tantos ardides para evitar la obligación de apelar a ningún criterio
externo, y para hacer que el lector acepte el sentim iento u opinión del
autor com o la razón misma. Las frases son distintas, pero el principio es el
m ism o7.
XV. Es obvio que los dictados de este principio a m enudo coincidirán
con los de utilidad, aunque quizá sin tener esa intención. Posiblem ente con
más frecuencia que su no coincidencia; y por eso es que la justicia penal se
ejerce de la manera tolerable en que lo hace com únm ente h o y en día. ¿Pues

7 Es bastante curioso observar la variedad de invenciones que han realizado los hom
bres, y la variedad de frases que han formulado, a fin de ocultar al m undo y, de ser posible, a
sí mismos, esta m uy general y por tanto m uy perdonable autosuficiencia.
1. U n hom bre dice poseer una cosa hecha a propósito para indicarle lo que está bien y
lo que está mal, y ella es llamada sentido moral; y luego se pone tranquilamente a traba jai
y dice: tal cosa está bien, y tal otra está mal. ¿Por qué? "porque mi sentido moral me dice
quej^así”.
2. O tro hom bre altera la frase, eliminando moral y sustituyéndola por común. Entoiu es
nos dice que su sentido común le enseña lo que está bien y lo que está mal, con tanta certc
za como se lo decía al otro su sentido moral; queriendo decir por sentido común un sentido
de cierta clase que, dice, es poseído p o r toda la humanidad. El sentido de aquellos cuyo sen
tido no es el mismo que el del autor es dejado de lado com o no valiendo la pena sostener
lo. Este ardid es m ejor que el otro; porque como el sentido moral es algo nuevo, un hom
bre puede buscarlo por un buen tiempo sin lograr encontrarlo, mientras que el sentido
común es tan viejo como la creación y no hay ningún hom bre que no se sentiría avergon
zado si se pensara que no tiene tanto como sus vecinos. Tiene otra gran ventaja: que apa
rentando com partir el poder, disminuye la envidia; pues cuando un hombre se pone firme
para anatematizar a aquellos que difieren de él, no es por un sic voleo sic jubeo, sino por un
velitis jubeatis.
3. O tro hom bre viene y dice que en cuanto a un sentido moral, no logra encontrar que
ti tenga semejante cosa; que sin embargo tiene un entendimiento que servirá igualmente
bien. Este entendimiento, dice, es el criterio del bien y del mal; le indica cuándo se trata de
uno o de otro. Todos los hombres buenos y sabios entienden como él; si los entendimicn
tos de otros hombres difieren del suyo en algún punto, tanto peor para ellos; es un signo
seguro de que son, o bien defectuosos, o corruptos.
4. O tro hom bre dice que hay una Regla del Bien eterna e inmutable; que esa regla 1c
dicta tal y cual cosa, y entonces empieza a trasmitirle sus opiniones sobre cualquier cosa
que ocupa el prim er lugar, y estas opiniones (debe darse p o r sentado) son otras tantas ramas
de la eterna regla del bien.
26 / J eremy Bentham

qué más natural o m ayor fundam ento de odio hacia una práctica puede
existir que el perjuicio que ella causa? A q u ello que expone a todos los
hom bres a algún sufrim iento es lo que todos estarán dispuestos a odiar.
Está lejos, sin embargo, de ser un fundam ento constante, porque cuando

5. O tro hombre, o tal vez el mismo (eso no importa) dice que hay ciertas prácticas
compatibles y otras incompatibles con la Conveniencia de las Cosas; y luego, cuando tiene
tiempo, le dice qué prácticas son compatibles y cuáles incompatibles, según le agrade o le
desagrade una práctica.
6. U na gran cantidad de gente habla continuamente de la Ley de Naturaleza, y luego
continúan trasmitiéndole sus opiniones acerca de lo que está bien y lo que está mal; y usted
debe entender que son otros tantos capítulos y secciones de la Ley de Naturaleza.
7. En lugar de la expresión Ley de Naturaleza, usted tropieza a veces con la Ley de
Razón, la Recta Razón, la Justicia Natural, la Equidad Natural, el Buen Orden. Cualquiera
de ellas servirá igualmente bien. La última es la más empleada en política. Las tres últimas son
mucho más tolerables que las otras, porque no pretenden explícitamente ser otra cosa que
frases; insisten, aunque débilmente, que han de ser consideradas p or sí mismas como otros
tantos criterios positivos, y parecen conformes con que se las tom e ocasionalmente por fra­
ses que expresan el acuerdo de la cosa en cuestión con el criterio adecuado, cualquiera que
éste sea. En la mayoría de las ocasiones, sin embargo, será preferible decir utilidad: utilidad#
resulta más claro p or referirse más explícitamente al placer y al dolor.
8. H ay un filósofo que dice que no hay ningún daño en el mundo, excepto decir una
mentira, y que si, por ejemplo, usted fuera el asesino de su propio padre, ésta sería sólo una
form a particular de decir que no era su-padre. P o r supuesto, cuando este filósofo ve cual­
quier cosa que no le gusta, dice que es una form a particular de decir una mentira. Es decir
que el acto debe o puede llevarse a cabo, cuando, en verdad , no debe hacérselo.
9. El más justo y abierto de todos ellos es esa clase de hom bre que habla claramen­
te y dice: pertenezco al número de los Elegidos. A hora bien, Dios mismo tiene cuidado de
informar a los Elegidos lo que está bien, y con tan buen resultado, que p or mucho que se
esfuercen, no pueden evitar no sólo saberlo sino practicarlo. P or tanto, si un hombre quiere
saber lo que está bien y lo que está mal, no tiene otra cosa que hacer que venir a mí.
Es sobre la base del principio de antipatía que ciertos actos son a menudo reprobados
p o r el motivo de no ser naturales: la práctica de exponer a los niños, establecida entre los grie­
gos y romanos, era una práctica no natural. Cuando no natural significa algo, significa infre­
cuente; y en ese caso significa algo, aunque no tenga que ver con nuestro propósito actual.
A quí no significa nada, porque tal vez la m ayor queja contra tales actos es su frecuencia. P or
tanto no significa nada; nada, quiero decir, intrínseco al acto mismo. Todo lo que puede ser­
vir para expresar es la disposición de la persona que habla acerca de ello: la disposición a estar
enojado al pensar en ello ¿amerita el enojo? Es m uy probable que sí, pero si lo amerita o no
es una cuestión que, para ser bien respondida, sólo puede ser respondida sobre la base del
principio de utilidad. ^
N o natural es una palabra tan válida como sentido moral o sentido común, y sería un
fundamento igualmente bueno para un sistema. Tal acto es no natural, es decir, incompati­
ble con la naturaleza, si no me agrada practicarlo y, en consecuencia, no lo practico. Es por
tanto incompatible con lo que sería ia naturaleza de todos los demás. La malicia común a
todas estas maneras de pensar y argumentar (que, en verdad, como hemos visto, responden
al mismo método, envuelto en diferentes formas de lenguaje) es servir como pretexto y ali-
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 27

un hombre sufre, n o siempre sabe per qué. U n hom bre puede sufrir p en o­
samente, por ejem plo, por un nuevo impuesto, sin ser capaz de atribuir la
causa de su sufrim iento a la injusticia de un vecino, que ha eludido el pago
de uno anterior.

mentó para el despotismo, si no para el despotismo en la práctica, para una disposición a él,
que tiende sobremanera, cuando se presentan la oportunidad y el poder, a mostrarse en la
práctica. La consecuencia es que, con intenciones muy comúnmente de la clase más pura, un
hombre se convierte en un torm ento para sí mismo o para sus semejantes. Si es de tendencia
melancólica, se sienta con dolor silencioso, lamentando su ceguera y depravación; si es del
tipo irascible, declama con furia y virulencia contra todos los que difieren de él, encendien­
do la hoguera del fanatismo y calificando con el cargo de corrupción e insinceridad a todo
hom bre que no piensa com o él, o dice que piensa de otro modo.
Si acontece que semejante hombre posea las ventajas del estilo, su libro puede hacer con­
siderable daño antes de que se comprenda su vacuidad.
Es más frecuente ver que estos principios, si cabe llamarlos así, se apliquen a la moral
que a la política, pero su influencia se extiende a ambos. En política, así como en moral, un
hom bre estará por lo menos igualmente satisfecho de tener un pretexto para decidir cual­
quier cuestión de la manera que mejor le plazca, sin la molestia de informarse. Si un hom ­
bre es un juez infalible sobre lo que está bien y mal en las acciones de individuos privados
¿por qué no lo seria respecto de las medidas que deben observar los hombres públicos en la
dirección de esas acciones? En consecuencia (para no mencionar otras quimeras) he visto
más de una vez cómo la pretendida ley de naturaleza es esgrimida en debates legislativos, en
oposición a los argumentos derivados del principio de utilidad.
"¿Pero nunca, entonces, derivamos nuestras nociones de bien y mal de otras conside­
raciones excepto las de utilidad?” N o lo sé ni me importa. Si una opinión moral puede ser
concebida originariamente a partir de otra fuente que el punto de vista de la utilidad, es una
cuestión; si mediante el examen y la reflexión puede, de hecho, persistirse realmente en ella
y justificarla con cualquier otro fundamento por una persona que reflexiona sobre ello, es
otra cuestión; si puede con derecho ser debidamente justificada por una persona que se dirige
a la comunidad, es una tercera cuestión. Las dos primeras son cuestiones especulativas; no
importaqhablando comparativamente, cómo se las decida. La última es una cuestión prácti­
ca; su decisión es de tanta importancia como puede serlo la de cualquier otra.
"Siento en m í (dices) una disposición a aprobar tal o cual acción desde el punto de vista
moral, pero no se debe a ninguna noción que tenga de que es útil parra la comunidad. N o
pretendo saber si es útil o no; puede ser, por lo que yo s.é, perjudicial para ella.” "¿Pero es,
entonces (digo yo) perjudicial? Examínela, y si puede tom ar conciencia de que lo es, enton­
ces, si el deber tiene algún sentido, es decir, un sentido moral, es al menos su deber abste­
nerse de ella; y más que. eso, si está en su poder, y puede hacerlo sin demasiado sacrificio,
debe esforzarse por evitarla. N o lo disculpará el abrigar la noción de ella en su pecho y
darle el nom bre de virtud.”
"Siento en mí (dice usted nuevamente) una disposición a detestar tal o cual acción desde
un punto de vista moral, pero no en razón de que tenga noción alguna de que sea perjudicial
para la comunidad. N o pretendo saber si es perjudicial o no: puede ser, por lo que sé, una
noción útil.” "¿Puede (digo yo) ser realmente útil? Pero déjeme decirle, entonces, que a me
nos que el deber y el bien y el mal, sean exactamente lo que usted quiere que sean, si real
mente no es dañina y alguien piensa ponerla en práctica, no es su deber sino que, por el con
28 / J eremy B entham

XV I. El principio de simpatía y antipatía es más proclive a errar por exce­


so de severidad. Está a favor de infligir un castigo en m uchos casos en que éste
no es merecido y en muchos casos en que lo es, está a favor de aplicar uno
m ayor que el merecido. N o hay ningún incidente imaginable, p or trivial que
sea y por lejos que esté de producir un daño, del cual este principio no pueda
deducir un fundamento para el castigo. Cualquier diferencia de gustos, cual­
quier diferencia de opinión, sobre cualquier asunto de que se trate. N o hay
ningún desacuerdo tan trivial, que la perseverancia o los altercados no tornen
serio. Cada uno se convierte a los ojos del otro en un enem igo y, si la ley lo
permite, en un criminal*8. Esta es una de las circunstancias que distinguen a la *
raza humana (no por cierto con gran ventaja para ella) de las bestias.

mente no es dañina y alguien piensa ponerla en práctica, no es su deber sino que, p o r el con­
trario, estaría m uy mal de su parte proponerse impedirla. Puede en su interior detestarla
cuanto quiera; ésa puede ser una m uy buena razón (a menos que también fuera útil) para que
usted mismo no la lleve a cabo; pero si se propone, de palabra u obra, hacer algo para impe­
dírselo a otro, o hacerlo sufrir por ello, es usted y no él quien ha actuado mal. Es su decisión
de condenar su conducta o motejarla con el nombre de vicio, lo que lo hará a él culpable y a
usted inocente. Por tanto, si puede contentarse con que él piense de una manera y usted de
otra acerca de esa cuestión y continuar así, entonces está bien; pero si nada le vendrá bien
excepto que él y usted piensen lo mismo, le diré lo que debe hacer: le toca a usted obtener lo
mejor de su antipatía, no a él someterse a ella.”
8 El rey Jacobo I de Inglaterra había concebido una violenta antipatía contra los Aria-
nos, a dos de los cuales mandó quemar. [David H um e, Historia de Inglaterra, vol. 6.] Se
procuró a sí mismo esta satisfacción sin gran dificultad, porque las ideas de la época eran
favorables a ello. Escribió un virulento libro contra Vorstius po r ser lo que se llamaba un
Arminiano, porque Vorstius estaba a cierta distancia. También escribió un libro furioso lla­
mado Un anatema contra el tabaco, contra el uso de esa droga, que había introducido re­
cientemente sir Walter Raleigh. Si las ideas de la época hubieran cooperado con él, habría
quemado al Anabaptista y al fumador de tabaco en la misma hoguera. N o obstante, tuvo la
satisfacción de condenar a muerte a Raleigh más adelante, aunque p or otro crimen.
Las disputas respecto de la comparativa excelencia de la música francesa e italiana ha­
bían provocado muchos altercados en París. Una de las partes [dice Mr. D 'A íam bert (Me-
langes essai sur la liberté de la musique)\ no habría lamentado involucrar al gobierno en la
disputa. Se buscaban pretextos y se presionaba con ellos. M ucho antes de eso, una disputa
de naturaleza semejante y po r lo menos el mismo calor, se había encendido en Londres sobre
los méritos comparativos de dos compositores londinenses. Los disturbios provocados por
los que aprueban o desaprueban una nueva obra teatral, no son poco frecuentes hoy en día.
El fundamento de la pelea entre los indios grandes y los indios pequeños en la fábula no era
más frívolo que muchos de los que han asolado al imperio. Se dice que en Rusia hubo una
época en que miles de personas perdieron la vida en una contienda, en la que el gobierno
había tomado parte, acerca del número de dedos que debían usarse para hacer la señal de la
. i uz. Eso fue en tiempos pasados. Los ministros de Catalina II han sido mejor instruidos
| bistmct, art. 474,475,476], para que tomen parte en tales disputas, excepto para impedir que
l.ts partes se hagan daño,unas a otras.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 29

XVII. N o obstante, no se carece de ejemplos en que este principio yerra


por exceso de indulgencia. U n daño cercano y perceptible genera antipatía.
O tro rem oto e imperceptible, aunque no m enos real, no produce efecto.
Varios casos que lo prueban se presentarán en el curso de este trabajo9.
Rom pería el orden de la exposición insertarlos aquí.
XVIII. Puede causar asombro, tal vez, que en tod o este tiem po no se
haya hecho m ención del principio teológico, es decir, ese principio que decla­
ra recurrir para el criterio de bien y mal, a la voluntad de D ios. Pero el caso
es que éste no es, de hecho, un principio distinto. N o es ni más ni menos que
uno u otro de los principios arriba mencionados, con distinta forma. La v o ­
lu n ta d de D io s aquí significada no puede ser su voluntad revelada, tal com o
está contenida en las escrituras sagradas, porque ése es un sistema al que
nadie piensa en recurrir en estos tiempos para los detalles de la administra­
ción política; y aun antes de que pueda ser aplicado a la conducta privada, es
umversalmente admitido, por los más eminentes teólogos de todos los cre­
dos, que necesita una interpretación considerablem ente amplia. D e otra
manera: ¿Cuál es la utilidad de las obras de dichos teólogos? Y com o guía de
estas interpretaciones, se admite también que debe asumirse algún otro cri­
terio. La voluntad, entonces, a que nos referimos en esta ocasión, es la que
puede llamarse voluntad presuntiva, es decir, aquella que se presume ser su
voluntad debido al acuerdo de sus dictados con aquellos de algún otro prin­
cipio. ¿Cuál puede, entonces, ser ese otro principio? D eb e ser uno u otro de
los tres mencionados arriba, porque, según hem os visto, no puede existir
m ingún otro. Es evidente, por tanto, que dejando afuera la revelación, no
puede arrojarse ninguna luz sobre los criterios de bien y mal, por cosa algu­
na que pueda decirse sobre el asunto que sea la voluntad de D ios. Podemos
p or cierto estar perfectamente seguros de que tod o lo que es bueno está de
acuerdo con la voluntad de D ios. Pero tan alejado está ello de cumplir el
propósito de indicarnos lo que está bien, que es necesario primero saber si
una cosa es buena, a fin de saber, a partir de ella, si está de acuerdo con la
voluntad de D io s10.

9 Véase el cap. XVI [División], par. 42, 44.


10 El principio de la teología refiere todo al placer de Dios. ¿Pero, cuál es el placer de Dios ?
Dios, actualmente, por propia confesión, no nos habla ni escribe. ¿Cómo, pues, hemos de
saber cuál es su gusto? Observando cuál es el nuestro y atribuyéndoselo a El. Según esto, lo
que se llama placer de Dios es y debe ser necesariamente (dejando a un lado la revelación) ni
más ni menos que el placer positivo de la persona, sea quien sea, que afirma lo que cree, o pre­
tende creer, que es el placer de Dios. ¿Cómo sabéis que complace a Dios que nos abstengamos
JO/ J krkmy Bentham

XIX. H ay dos cosas que son m uy fáciles de confundir, pero que nos im - %
porta distinguir claramente: el m otivo o causa que, al actuar sobre la m ente
de un individuo, produce alguna acción, y el fundamento que garantiza un
legislador u otro testigo, al contemplar ese acto con aprobación. C uando el
acto, en el caso particular en cuestión, produce efectos que aprobamos, más
aún si observamos que el m ism o m otivo puede a m enudo provocar, en otros
i asos, efectos similares, tendem os a transferir nuestra aprobación al m otivo
mismo, y a asumir, com o fundam ento justo de la aprobación que otorgam os
al acto, la circunstancia de que tiene su origen en ese motivo. Es de este m o ­
do que el sentimiento de antipatía ha sido a menudo considerado com o un
fundamento justo para actuar. La antipatía, por ejemplo, en tal o cual caso,
es la causa de una acción que produce buenos resultados, pero eso no la con ­
vierte en un buen fundamento para actuar en ese caso, com o tam poco en
cualquier otro. Más aún, no sólo los resultados son buenos, sino que el agen­
te* ve de antemano que lo serán. Esto hace de la acción una acción perfecta­
mente buena, pero no hace de la antipatía un buen fundamento para actuar.
Tampoco, en consecuencia, puede serlo el resentimiento, que, com o se verá
más adelante, es una mera modificación de la antipatía. El único buen funda- 4
mentó de la acción, el único que puede subsistir, es, después de todo, la con ­
sideración de la utilidad que, si es un correcto principio de acción y de apro­
bación en algún caso, lo es en todos los demás. M uchos otros principios, o
sea, otros m otivos, pueden ser las razones p or las cuales tal o cual acto ha
sido ejecutado, es decir, las razones o causas de su ejecución; pero só lo ésta
1>ticde ser la razón por la que podría o debería haber sido realizado. La anti-
Imi ia o el resentimiento requieren siempre ser regulados, para im pedir que
causen daños. ¿Ser regulados por qué? Siempre por el principio de utilidad.
Id principio de utilidad no requiere ni admite ningún otro regulador que él
mismo.

ilc tal o cual acto? ¿Cómo llegáis siquiera a suponerlo? “Porque imagino que realizarlo sería
peí judicial, en general, para la felicidad de la humanidad”, dice el partidario del principio de
utilidad. “Porque su realización se da acompañada de una satisfacción grosera y sensual o, al
menos, trivial y pasajera”, dice el partidario del principio de ascetismo. “Porque detesto pen-
■n lo y no puedo, ni debería ser obligado a decir por qué”, dice el que actúa de acuerdo con el
pi ii n ipio de antipatía. Con las palabras de uno u otro de éstos, debe esa persona responder
(dejando de lado la revelación), si declara sostener como criterio la voluntad de Dios.
C a p ít u l o III
De las cuatro sanciones
o fuentes de dolor y placer

I. Se ha mostrado que la felicidad de los individuos de los que se com pone


una comunidad, o sea su placer y seguridad, es el único fin que el legislador
debe tener en cuenta, el único criterio de acuerdo con el cual cada individuo
debe, en cuanto depende del legislador, ser obligado a conformar su con ­
ducta. Pero si lo que debe hacerse es esto o alguna otra cosa, no hay nada por
lo cual el individuo puede en última instancia ser obligado a hacer, excepto
el dolor o el placer. H abiendo adoptado un punto de vista general de estos
dos magnos objetos (es decir, el placer, y lo que viene a ser lo mismo, inm u­
nidad frente al dolor), caracterizándolos com o causas finales, será necesario
considerar al dolor y al placer en sí m ism os, en su carácter de causas eficien­
t e s o medios.
II. H a y cuatro fuentes distinguibles de las cuales surgen habitualmente
el placer y el dolor; consideradas por separado, pueden ser llamadas físicas,
políticas, morales y religiosas', y en la medida en que los placeres y dolores
correspondientes a cada una de ellas son capaces de otorgar una fuerza obli- }
gatoria a cualquier ley o regla de conducta, pueden ser llamadas sanciones11

11 Sandio, en latín, era usado para significar el acto de obligar, y por una transición gra-1
matical común, cualquier cosa que sirva para obligar a un hombre, es decir, a la observancia 1
de tal o cual forma de conducta. Según un gramático latino (Servius), el sentido de la palabra
se deriva por medio de un proceso algo rebuscado (tal como son comúnmente, y en gran
medida, por cierto, deben ser, aquellos por los cuales las ideas intelectuales se derivan de datos
sensibles) como de la palabra sanguis, se deriva sangre; porque entre los romanos, con vistas
a inculcar en la gente la persuasión de que tal o tal conducta se haría obligatoria para un hom ­
bre po r la fuerza de lo que llamo sanción religiosa (es decir, que se le infligirían sufrimientos
32 / J eremy Bentham

III. Si el placer o el dolor se producen o se espera que lo hagan en la vida


presente y en el curso ordinario de la naturaleza, no intencionalm ente m odi­
ficados por interposición de la voluntad de ningún ser hum ano, ni por la
interposición extraordinaria de ningún ser superior invisible, puede decirse
que pertenece a la sanción física o surge de ella.
IV. Si por m ano de una persona particu lar o un grupo de personas de
la com unidad, que con nom bres correspondientes al de ju e z, son elegidos
co n el fin particular de dispensarla, de acuerdo con la voluntad del sobera­
n o o poder gobernante suprem o del país, puede decirse que surge de la
sanción política.
V. Si por mano de tales personas fortu itas de la com unidad, con las que
la parte en cuestión puede tener intereses en com ún durante el curso de su
vida, de acuerdo con la disposición espontánea de cada hombre, y no de
acuerdo con una regla acordada o establecida, puede decirse que surge de la
sanción m oral o popu lar*12.
VI. Si por la m ano inmediata de un ser suprem o e invisible, ya sea en
la vida presente o en una futura, puede decirse que surge de la sanción re­
ligiosa.
VIL Los placeres o dolores que cabe esperar que surjan de las sancio-
nes físicas, políticas o m orales, debe esperarse que sean experim entados, si
ello sucede alguna vez, en la vida presente; aquellos que cabe esperar que
surjan de la sanción religiosa, puede esperarse que sean experim entados en
la vida presente o en una fu tu ra.
VIII. Aquellos que pueden ser experimentados en la vida presente no
pueden, por supuesto, ser otros que aquellos de qjae son susceptible a la na­
turaleza humana en el curso de la vida presente, y de cada una de estas fuen­

por la interposición extraordinaria de algún ser superior si no observaba la forma de conducta


en cuestión) los sacerdotes inventaban ciertas ceremonias, en el curso de las cuales se em­
pleaba sangre de la víctima.
U na Sanción es, pues, una fuente de poderes o motivos obligatorios, o sea de dolores y
placeres, que según se vinculan con determinadas formas de conducta, actúan, y son cierta- |
mente las únicas cosas que pueden actuar como motivos. (Véase cap. X: [Motivos]).
12 M ejor llamada popular, como más directamente indicativa de su causa constitu­
yente, así como también por su relación con la frase más com ún opinión pública, en fran­
cés Opinión publique, el nom bre por estos últimos dado a ese poder tutelar del cual tanto
se habla últimamente, y p o r el cual tanto se hace. Esta última apelación es sin embargo poco
feliz e inexpresiva, puesto que si la opinión es importante, es sólo en virtud de la influencia
que ejerce sobre la acción, p o r medio de los afectos y la voluntad.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 33

tes pueden surgir todos los placeres o dolores de que ella es susceptible du­
rante la vida. Respecto de éstos, pues (únicos que nos conciernen en este
lugar), aquellos que corresponden a cualquiera de estas sanciones no difieren,
en última instancia, en especie, de aquellos que corresponden a cualquiera de
las otras tres. La única diferencia entre ellos reside en las circunstancias que
acompañan su producción. U n sufrimiento que afecta a un hom bre en el
curso natural y espontáneo de los cosas, será llam ado, por ejemplo, una
calam idad; en cuyo caso, si se supone que le acaece por su propia impru­
dencia, puede ser considerado un castigo que se origina en la sanción física.
A hora bien, si este m ism o sufrim iento es infligido por la ley, será llamado
com únm ente castigo; si se debe a la carencia de toda ayuda amistosa, la que
se le ha negado por la mala conducta, real o supuesta, de la víctima, se con ­
siderará com o procedente de una sanción m oral; si procede de la interpo­
sición inmediata de una providencia particular, se atribuirá a la sanción
religiosa.
IX. Supongamos que los bienes de un hombre, o su propia persona, son
consum idos por el fuego. Si esto le sucedió por lo que se llama un acciden­
te, ha sido una calamidad; si es en razón de su propia imprudencia (por ejem ­
plo, por el descuido de no apagar su vela) puede ser considerado un castigo
de sanción física; si le sucedió por una sentencia del magistrado político, un
castigo procedente de la sanción política, es decir, lo que com únm ente se
llama castigo; si por falta del auxilio de su vecino que éste le rehusó en razón
de su desagrado por su carácter moral, se trata de un castigo de sanción
moral; si por algún acto de displacer de D ios, manifestado a causa de algún
pecado cometido por él, o por una distracción mental ocasionada por tem or
de dicho displacer, un castigo de sanción religiosa13.
X . En cuanto a los placeres y dolores debidos a la sanción religiosa res­
p ecto de una vida futura, no podem os saber de qué clase serán. N o están
disponibles a nuestra observación. Durante la vida presente son sólo cues­
tión de expectativa; y si esa expectativa se deriva de la religión natural o reve­
lada, no podem os tener idea de la clase particular de placer o dolor de que se
trata; y si difiere de todos aquellos que se ofrecen a nuestra observación, no

U n sufrimiento que se concibe como sobreviniéndole a un hombre por un acto inme­


diato de Dios, como el mencionado, es llamado a menudo, en aras de la brevedad, un juicio,
en lugar de decir que el sufrimiento infligido es consecuencia de un juicio especial de la
Deidad y la resolución fundada en EL
34 / J erem y B en tham

podem os tener de ella idea alguna. La mejor idea que podem os tener de tales
dolores y placeres no nos aclara nada respecto de su cualidad. En qué otros
respectos pueden ser aclaradas nuestras ideas de las de ellos, será considera­
do en otro lugar14.
XI. D e estas cuatro sanciones, podem os observar que la física es entera-
mente el fundam ento de la política y la moral; asimismo lo es de la religiosa, /
en la medida en que ésta guarda relación con la vida presente. Está incluida
en cada una de esas otras tres. Esta puede actuar, de todos m odos (es decir
cualquiera de los placeres o dolores que le corresponden puede actuar), in­
dependientemente de ellos; pero ninguno de ellos puede actuar excepto por
su intermedio. En una palabra, los poderes de la naturaleza pueden actuar
por sí mismos; pero ni el magistrado, ni los hombres en general pu eden
actuar, ni se supone que en el caso en cuestión sea D ios quien actúa, excep­
to por m edio de los poderes de la naturaleza.
XII. Para estos cuatro objetos, que en su naturaleza tienen tanto en
com ún, pareció útil encontrar un nom bre en com ún. En prim er lugar,
pareció útil por la conveniencia de dar un nom bre a ciertos placeres y d o ­
lores, para los cuales un nom bre de igual característica podía a duras penas
haberse encontrado de otra manera; en segundo lugar, a fin de apuntalar la
eficacia de ciertas fuerzas morales, cuya influencia se tiende a no tener sufi­
cientem ente en cuenta. ¿Ejerce la sanción política una influencia sobre la
conducta de la humanidad? También lo hacen la sanción moral y la religio­
sa. En cada paso de su carrera, los actos del magistrado pueden ser ayuda­
dos o im pedidos por estos dos poderes ajenos, de los cuales, uno u otro de
ellos, o ambos, serán seguramente sus rivales o sus aliados. ¿Le sucede a v e­
ces dejarlos fuera de sus cálculos? En ese caso, casi seguramente encontrará
errores en el resultado. D e todo esto encontraremos abundantes pruebas en
la continuación de este trabajo. Por tanto, le incumbe tenerlos constante­
mente ante su vista, y con el nombre que muestre la relación que guardan
con sus propios fines e intenciones.

*4 Véase el cap. XIII [Casos no suceptibles], par. 2. nota.


C a p í t u l o IV

Cómo medir el valor


de una cantidad de placer o dolor

I. Los placeres, entonces, y la evitación de los dolores, son los fines que el
legislador tiene en cuenta; le incumbe, por tanto, com prender su valor. Los
placeres y dolores son los instrumentos con que tiene que trabajar; le incum ­
be, por tanto, entender su fuerza, lo que nuevamente, en otras palabras, es
su valor.
II. A una persona, considerada p o r sí m ism a, el valor de un placer o
dolor considerados p o r sí m ism o, serán mayores o m enores de acuerdo con
las cuatro circunstancias siguientes15:

1. Su intensidad.
2 . Su duración. f h

15 Estas circunstancias han sido denominadas desde entonces elementos o dimensiones


del valor de un placer o un dolor.
N o mucho después de la publicación de la primera edición, los siguientes versos mne-
4mónicos fueron compuestos, con vistas a guardar en la memoria más efectivamente estos
puntos, sobre los cuales puede observarse que se apoya toda la estructura de la moral y la
legislación:
Intensos, largos, ciertos, veloces, fructíferos, puros...
Perduran tales signos en los placeres y dolores.
Buscad esos placeres si vuestro fin es privado;
Dejadlos extenderse si es público el fin.
Tales dolores evitad, cualquiera sea vuestra opinión;.
Si d.eben sobrevenir dolores, haced que se extiendan a pocos.
W, / )i H1 MV ltl.NTl IA M

Su cv)h'v.d t) i m a t e z a . ^ ^ ^
4 . vSu p ro x im id a d o su distancia.
III. Ésnas son las circunstancias que han de ser consideradas al estimar
un placer o un dolor tom ados cada u n o p or sí m ism o. Pero cuando el valor
de cualquier placer o d olor es considerado con vistas a estimar la tenden­
cia de cualquier acto por el cual es producido, deben tomarse en cuenta otras
dos circunstancias. Ellas son:

5. Su fecundidad, o sea la posibilidad que tiene de ser seguida por


sensaciones de la m ism a clase; es decir, placeres si es un placer;
dolores, si es un dolor.
6. Su pureza, o la posibilidad que tiene de no ser seguida por sensa­
ciones de la clase opuesta, es decir, dolores si se trata de un placer;
placeres, si se trata de un dolor.

Estas dos últimas, sin embargo, apenas si deben ser consideradas, estric­
tamente hablando, propiedades del placer o del dolor mismos; no deben ser,
por tanto, estrictamente hablando, consideradas en la estimación del valor de
ese placer o ese dolor. D eben ser consideradas, estrictamente hablando, pro­
piedades sólo del acto u otro hecho, por el cual tal placer o dolor ha sido
producido, y en consecuencia, sólo deben ser tenidas en cuenta respecto de
la tendencia de tal acto o hecho.
IV. A un cierto núm ero de personas, con referencia a cada una de las cua­
les es considerado el valor de un placer o un dolor, éstos serán mayores o
menores, de acuerdo con siete circunstancias, es decir, las seis precedentes:
1. Su intensidad.
2. Su duración.
3 . Su certeza o incerteza.
4. Su p ro x im id a d o distancia. f
5 . Su fecundidad.
6 . Su pu reza.
Y otra más, o sea:
7. Su alcance, es decir, el núm ero de personas a quienes se extiende,
o, en otras palabras, que son afectadas p or ella.
V. Por tanto, para hacer un cálculo exacto de la tendencia general de
cualquier acto, por el cual son afectados los intereses de la comunidad, p ro­
ceda de la siguiente manera: Com ience por cualquier persona entre aquellas
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 37

cuyos intereses parecen ser más inmediatamente afectados por él, y haga un
cómputo:
1. D el valor de cada placer distinguible que parece ser producido por
él en p rim era instancia.
2. D el valor de cada dolor que parece ser p roducido por él en la
prim era instancia.
3. D el valor de cada placer que parece ser producido por él después
de la primera. Esto constituye \z fecu n d id a d del primer placer y
la im pureza del primer dolor.
4 . D el valor de cada dolor que parece ser p roducido por él después
del primero. E sto constituye la fecundidad del primer dolor y la
im pureza del primer placer.
5. Sume tod os los valores de todos los placeres p or un lado, y los
de todos los dolores por el otro. El balance, si está del lado del
placer, le dará la buena tendencia del acto en general con respec­
to a los intereses de esa persona in dividu al; si del lado del dolor,
su m ala tendencia en general.
6. Haga una cuenta del número de personas cuyos intereses parecen
estar en juego, y repita el mismo proceso con respecto a cada una.
Adicione los núm eros que expresan los grados de tendencia buena
que tiene el acto, en relación con cada individuo respecto del cual
la tendencia es buena en general; haga esto nuevamente en relación
a cada individuo respecto del cual la tendencia es m ala en general.
Haga el balance: si se inclina del lado del placer, mostrará la buena
tendencia general del acto respecto del número total de la com uni­
dad o individuos a quienes concierne. Si se inclina del lado del dolor,
la m ala tendencia general con respecto a la misma comunidad.

VI. N o debe esperarse que este proceso sea estrictamente realizado


previamente con respecto a cada juicio moral o a toda operación legislati­
va o judicial. Puede, sin embargo, ser tenido en cuenta; y cuanto más se
aproxime a él en estas ocasiones el proceso realmente desarrollado, tanto
más tal proceso se aproximará a la exactitud.
VII. El m ism o proceso es igualmente aplicable al placer y al dolor, sea
cual fuere la forma en que se presenten, y cualquiera sea la denominación
por la cual se los distinga: al placer, cuando se lo llama bien (que es propia­
mente la causa o instrum ento del placer) o provecho (que es el placer remo-
38 / J erem y B en tham

to, o la causa o instrumento del placer rem oto), o conveniencia, o ven taja, o
beneficio, o em olum ento, o felicidad , etc.; igualmente es aplicable al dolor, ya
sea que se lo llame (que corresponde a o perjuicio, o inconvenien­
te^ o desventaja., o infelicidad., etcétera.
VIII. Tampoco es ésta una teoría nueva e injustificada, com o tam poco
inútil. En todo esto no hay nada más que aquello a lo se adapta perfecta­
mente la práctica de la humanidad, dondequiera que ésta tenga una visión
clara de su propio interés. ¿Por qué razón es valioso, por ejemplo, un obje­
to que poseem os, la propiedad de la tierra? A causa de los placeres de toda
clase que le perm iten obtener a un hom bre, y lo que viene a ser lo m ism o,
los dolpres de toda clase que le perm iten evitar. Pero todos com prenden
que el valor de tal objeto de propiedad aumenta o dism inuye, de acuerdo
a la mucha o poca duración del tiem po en que un hombre lo posee, o de la
certeza o incertidumbre acerca del tiem po en que obtendrá su posesión, en
caso de que lo logre. En cuanto a la intensidad de los placeres que un h om ­
bre pueda derivar de dicho objeto, nunca se piensa en ello, porque depende
del uso que cada persona particular pueda llegar a hacer de él, lo que no
puede calcularse hasta que estén a la vista los placeres particulares que pueda
obtener de él, o los dolores particulares que pueda lograr evitar por m edio
de el. Por la misma razón, aquélla nunca piensa en la fecu n didad o p u reza de
esos placeres.
Es suficiente con lo dicho acerca del placer y el dolor, la felicidad y la
infelicidad en general. Pasamos ahora a considerar las diversas clases par-
tieulares de dolores y placeres.
C a p ít u l o V

Las distintas clases


de placeres y dolores

I. H abiendo presentado lo que corresponde por igual a toda clase de pla­


ceres y dolores, pasamos ahora a ocuparnos de las distintas clases de ellos,
refiriéndonos a cada uno en particular. Los placeres y dolores pueden ser
llamados, m ediante un término general, percepciones interesantes. D ichas
percepciones son, o bien simples, o bien com puestas. Las simples son las
n o susceptibles de ulterior división; las complejas son las susceptibles de
dividirse en varias simples. Una percepción interesante compleja puede, en
consecuencia, estar compuesta de:
1. Sólo de placeres,
2. sólo de dolores, o bien,
3. de un placer o varios, y de un dolor o conjunto de dolores.
Lo que determina que un grupo de placeres, p or ejemplo, sea con side­
rado com o un placer com plejo, más bien que com o diversos placeres sim ­
ples, es la naturaleza de la causa que los excita. Es probable que cuando
cualesquiera placeres son excitados al m ism o tiem po por la acción de la
m isma causa, sean considerados com o constituyendo en conjunto un único
placer.
II. Los varios placeres simples de que es susceptible la naturaleza hu­
mana parecen ser los siguientes:
1. L os placeres de los sentidos.
2. Los placeres de la riqueza.
40 / J erem y B entham

3. Los placeres de la destreza.


4. Los placeres de la concordia.
5. Los placeres de un buen nombre.
6. Los placeres del poder.
7. Los placeres de la piedad.
8. Los placeres de la benevolencia.
9. Los placeres de la malevolencia.
10. Los placeres de la memoria.
11. Los placeres de la imaginación.
12. Los placeres de la expectativa.
. 13. Los placeres dependientes de la asociación.
14. Los placeres del consuelo.

III. Los diversos dolores simples parecen ser los siguientes:


1. Los dolores de la privación.
2. Los dolores de los sentidos.
3. Los dolores de la torpeza.
4. Los dolores de la enemistad.
5. Los dolores de un mal nombre.
6. Los dolores dé la piedad.
7. Los dolores de la benevolencia.
8. Los dolores de la malevolencia.
9. Los dolores de la memoria.
10. Los dolores de la imaginación.
11. Los dolores de la expectativa.
12. Los dolores dependientes de la asociación16.

IV. 1. Los placeres de los sentidos parecen ser los siguientes:

16 Ei catálogo aquí presentado es lo que parecía ser una lista completa de los diversos
placeres y dolores simples de los cuales es susceptible la humanidad, de m odo que, si en cual­
quier ocasión un hombre siente placer o dolor, se lo puede remitir a una u otra de estas cla­
ses en forma inmediata, o reducido a ellas por análisis. Quizás habría sido satisfactorio para
el lector haber encontrado una exposición analítica del tema, de acuerdo con un plan exhaus­
tivo, con el fin de demostrar que el catálogo es lo que pretende ser, es decir, completo. El
catálogo es, de hecho, el resultado de tal análisis que, no obstante, pensé que era mejor des­
cartar por el momento, por ser de una estructura demasiado metafísica, y no estrictamente
dentro de los límites de esta finalidad. Véase el cap. XIII [Casos no adecuados], par. 2. N ota.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 41

1. L os placeres del gusto o del paladar, incluyendo cualesquiera


placeres que se experimentan al satisfacer los apetitos del ham ­
bre y la sed.
2. El de la embriaguez.
3. Los placeres del órgano olfativo.
- .4. Los placeres del tacto.
5. Los placeres sim ples del oíd o, independientem ente de la aso­
ciación.
6. Los placeres simples de la vista, independientem ente de la aso­
ciación.
7. El placer del sentido sexual.
8. El placer de la salud, o el sentim iento placentero interno o fluir
de los espíritus (com o se lo llama), que acompaña un estado de
plena salud y vigor, especialmente en m om entos de ejercicio
corporal moderado.
9. El placer de la novedad, o sea los placeres derivados de la grati­
ficación del apetito de la curiosidad, por la exposición de obje­
tos nuevos a cualquiera de los sen tid os17.
V. 2. Por placeres de la riqueza puede quererse decir aquellos placeres
que tienden a derivar de la conciencia de la posesión de cualquier artículo o
artículos incluidos en la lista de instrumentos de goce o seguridad, y más
particularmente en el m om ento de adquirirlos, en el cual el placer puede ser
llamado placer de ganancia o de adquisición; en otros m om entos, placer de
posesión.
3. Los placeres de la destreza, ejercida sobre objetos particulares, son
aquellos que acompañan la aplicación de instrum entos particulares de frui­
ción a sus usos, y que no pueden ser aplicados sin una m ayor o m enor
medida de dificultad o esfuerzo18.
VI. 4. Los placeres de la concordia, o autorrecom endación, son los pla­
ceres que pueden acompañar la persuasión de un hombre de que está ad­
quiriendo o posee la buena voluntad de tal persona determinada o de per-

17 Hay también placeres de la novedad excitados por la aparición de nuevas ideas: éstos
son placeres de la imaginación. Véase infra XIII.
18 Por ejemplo, el placer de ser capaz de gratificar el sentido del oído, cantando o tocan­
do cualquier instrumento musical. El placer obtenido de esta manera se sobreagrega y es p er­
fectamente distinguible del que un hom bre goza oyendo al oír a otra persona ejecutando de
la misma manera.
42 i JI RKMY BENTHAM

sonas en particular; o, co m o se dice corrientem ente, de que está en-buenos


términos con él o ellos, y com o fruto de esto, que está en vías de obtener
el beneficio de sus servicios gratuitos y espontáneos.
VIL 5. Los placeres de poseer un buen nom bre son los placeres que
acompañan la convicción de un hom bre de que está adquiriendo o posee la
buena voluntad del m undo que lo rodea, es decir, de aquellos miembros de
la sociedad con los que es probable que tenga intereses en común; y com o
medio para ello, su amor o su estima, o ambos; y com o fruto de ello, estar
n i vías de tener el beneficio de sus servicios espontáneos y gratuitos. Estos
pueden asimismo ser llamados los placeres de una buena reputación, los pla­
ceres del honor, o los placeres de la sanción moral19.
VIII. 6. Los placeres del poder son los placeres que acompañan la con ­
vicción de un hombre de que está en condición de disponer a la gente, por
medio de sus esperanzas y temores, a otorgarle el beneficio de sus servicios;
es decir, por la esperanza de algún servicio o por el tem or de un perjuicio que
él puede estar en vía de prestarles.
IX. 7. Los placeres de la piedad son los placeres que acompañan la creen-
i i.i ile un hombre de que está en vías de adquirir o está en posesión de la
buena voluntad o favor del Ser Supremo; y com o fruto de ello, de estar en
vías de gozar de los placeres recibidos por disposición especial de Dios, ya
sea en esta vida o en una vida por venir.
Éstos pueden ser llamados también los placeres de la religión, los place­
res de una disposición religiosa, o los placeres de la sanción religiosa20.
X. 8. Los placeres de la benevolencia son los placeres que resultan de la
cíintemplación de cualesquiera placeres, que se supone son gozados por los
seres que pueden ser objeto de benevolencia, es decir, los seres sensitivos
conocidos por nosotros, entre lo que com únm ente se incluyen:
1. El Ser Supremo.
2. Los seres humanos.
3. O tros animales.
Éstos pueden ser también llamados placeres de/la buena voluntad, pla­
ceres de la simpatía, o placeres de los efectos benévolos o sociales.
XI. 9. Los placeres de la malevolencia son los placeres que resultan de
l.i contem plación de cualquier dolor que se supone que sufren los .seres
que pueden llegar a ser objetos de m alevolencia, es decir:

19 Véase cap. III [Sanciones].


Id e m .
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN I 43

1. Seres hum anos.


2. O tros animales.
E stos pueden ser llamados los placeres de la mala voluntad, los place­
res del apetito irascible, los placeres de la antipatía, o los placeres de los
afectos m alévolos o antisociales.
XII. 10. Los placeres de la memoria son los placeres que, después de
haber gozado de tales y tales placeres, o aun en algún caso, habiendo sufri­
do tales y tales dolores, un hom bre los experimentará, de tanto en cuanto, al
recordarlos exactamente en el orden y las circunstancias en que fueron real­
mente gozados o sufridos. Estos placeres derivados pueden, por supuesto,
ser distinguidos en tantas especies com o hay de percepciones originales, de
las cuales pueden ser copiados. También pueden ser llamados placeres de
simple recuerdo.
XIII. 11. Los placeres de la imaginación son los placeres que pueden de­
rivarse de placeres tales com o pueden ser sugeridos por la memoria, pero en
distinto orden y acompañados por diferentes grupos de circunstancias. Estas
pueden, en consecuencia, referirse a cualquiera de los tres puntos cardinales
del tiempo: presente, pasado o futuro. Es evidente que admiten tantas dis­
tinciones com o los de la clase anterior.
XIV. 12. Los placeres de la expectativa son los placeres que resultan de
la contem plación de cualquier clase de placeres, referidos al futuro y acom ­
pañados de un sentim iento de creencia. También admiten las mismas dis­
tinciones21.
XV. 13. Los placeres de la asociación son los que ciertos objetos e in­
cidentes pueden llegar a proporcionar, no por sí mismos, sino en virtud de
alguna asociación que han contraído en su mente con ciertos objetos o inci­
dentes que son en sí m ism os placenteros. Tal es el caso, por ejemplo, con el
placer de la habilidad, cuando es proporcionado por un conjunto de inci­
dentes tales com o los que constituyen el juego de ajedrez. Este deriva su cua­
lidad placentera de su asociación, en parte con los placeres de la destreza, que
se ejerce en la producción de incidentes en sí mismos placenteros, y en parte
por asociación con los placeres del poder. Tal es el caso, también, con el pla­
cer de la buena fortuna, cuando es proporcionado por incidentes tales com o
los juegos de azar, o cualquier otro juego de ese tipo, aun cuando se lo jue­
gue por nada. Éste deriva su cualidad placentera de su asociación con uno de
los placeres de la riqueza, o sea el de adquirirla.

21 A diferencia de éstos, todos los demás placeres pueden llamarse placeres d z fruición.
44 / J eremy B entham

X V I. 14. M ás adelante veremos dolores fundados en placeres; del m is­


m o m odo, p o d em os ver ahora placeres fundados en dolores. A l catálogo de
placeres pueden, en consecuencia, agregarse los placeres del consuelo, o los
placeres que un hom bre experimenta cuando, después de sufrir un dolor de
cualquier clase durante un tiem po, éste cesa o se alivia. Estos, p or su pu es­
to, pueden distinguirse en tantas clases com o las hay de dolores, y pueden
dar origen a otros tantos placeres de la m em oria, la im aginación y la ex­
pectativa.
X V II. 1. L os dolores de la privación son los que pueden surgir del
pensam iento de n o poseer al presente ninguna de las diversas especies de
placeres. P or tanto, ellos pueden dividirse en tantas clases com o las hay
de placeres que les correspondan, y de la ausencia de los cuales pueden
derivar.
XVIII. H a y tres clases de dolores que son sólo tantas modificaciones de
los dolores de la privación. Cuando sucede que el goce de cualquier placer
particular es particularmente deseado, pero sin ninguna expectativa cercana
a la certeza, el d olor de privación que resulta de ello recibe un nom bre par­
ticular: es llamado dolor de deseo, o de deseo insatisfecho.
X IX . C uando sucede que la fruición ha sido buscada con un grado de
expectativa cercano a la certeza, y esa expectativa cesa repentinamente, se lo
llama dolor de decepción.
X X . U n d olor de privación tom a el nom bre de lam entación en dos
casos:
1. C uando se funda en la memoria de un placer, que habiendo sido
gozad o una vez, no parece probable que pueda ser gozado n u e­
vamente.
2. Cuando se funda en la idea de un placer que nunca fue realmente
experimentado, ni siquiera esperado, pero que (se supone) podría
haber sido gozad o si hubiera acaecido tal o cual contingencia,
que de hecho n o se produjo. [
X XL 2. Los diversos dolores de los sentidos parecen ser los siguientes:
1. Los dolores del hambre y la sed, o las sensaciones desagradables
producidas p or la carencia de sustancias apropiadas que deben
ser proporcionadas al canal alimentario.
2. Los dolores del gusto, o las desagradables sensaciones produci­
das por la aplicación de distintas sustancias al paladar y otras par­
tes superiores del m ism o canal.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 45

3. Los dolores del órgano del olfato, o las sensaciones producidas por
los efluvios de varias sustancias cuando se aplican a ese órgano.
4. Los dolores del tacto, o las desagradables sensaciones producidas
por el contacto de diversas sustancias con la piel. Los dolores sim ­
ples del oído, o las desagradables sensaciones excitadas en dicho
órgano por varias clases de sonidos, independientem ente de la
asociación.
5. Los dolores simples de la vista, o las desagradables sensaciones,
en caso de producirse éstas, que pueden ser excitadas en el órga­
no de ese sentido por imágenes visibles, independientem ente del
principio de asociación.
622. Los dolores resultantes del excesivo calor o frío, a m enos que
se los adjudique al tacto.
7. Los dolores de la enfermedad, o las sensaciones agudas e in có ­
modas que resultan de las diversas enfermedades e in d isp osicio­
nes a las que es propensa la naturaleza humana.
8. El dolor del esfuerzo, sea corporal o mental, o la incóm od a sen ­
sación que suele acompañar un esfuerzo intenso, de la m ente o
del cuerpo.
XXIII. 3 23. Los dolores de la torpeza son dolores a veces producidos
por el fracasado esfuerzo de aplicar a sus usos apropiados cualesquiera ins
trunientos particulares de goce o seguridad, o por la dificultad que un hom
bre experimenta en el intento de aplicarlos24.

22 El placer del sentido sexual parece no tener ningún dolor positivo que le correspon
da; tiene sólo un dolor de privación, o dolor de la especie mental, el dolor del deseo insatis
fecho. Si algún dolor positivo del cuerpo resulta de la ausencia de tal satisfacción, correspon
de a la clase de dolores p or enfermedad.
23 Los placeres de la novedad no tienen ningún dolor positivo correspondiente a ellos.
El dolor que un hombre experimenta cuando no sabe qué hacer consigo mismo; ese dolor,
que en francés es expresado por una palabra singular, ennui, es un dolor de privación; un
dolor que resulta de la ausencia, no sólo de los placeres de la novedad, sino de toda clase de
placeres de que se trate.
Los placeres de la riqueza tampoco tienen dolores correspondientes a ellos; los únicos
dolores opuestos a ellos son dolores de privación. Si algunos dolores positivos resultan de la
carencia de riquezas, remiten a algún otro caso de dolores positivos; principalmente a aquc
líos de los sentidos. De la carencia de alimento, por ejemplo, resultan los dolores de hambre;
de la falta de ropas, los dolores del frío, y así en más.
24 Puede cuestionarse, tal vez, si éste es un dolor en sí mismo, o si no es nada más que
un dolor de privación, producido por la conciencia de una falta de habilidad. N o es, sin em­
bargo, sino una cuestión de palabra, ni importa de qué manera se lo determina.
46 / J eremy Bentham

XXIII. 4. Los dolores de la enemistad son aquellos que pueden acom­


pañar la convicción de un hom bre de que es odioso a tal o cual persona o
personas determinadas, y provoca su mala voluntad; o, según el dicho, está
en malos términos con él o ellos; y en consecuencia, es detestado por ciertos
dolores de una u otra clase, de los cuales puede ser el causante.
XXIV. 5. Los dolores de un mal nombre son los dolores que acompa­
ñan la persuasión de un hom bre de ser detestado, o en cierto sentido, ser
detestado por la mala voluntad del m undo que lo rodea. Estos pueden tam­
bién ser llamados los dolores de la mala reputación, los dolores del desho­
nor, o los dolores de la sanción moral25.
XXV. 626. Los dolores de la piedad son los dolores que acompañan la
creencia de un hombre de ser od ioso o causar displacer al Ser Supremo, y
que, en consecuencia, dichos dolores le serán infligidos por su especial dic­
tamen, sea en esta vida o en una p or venir. Estos pueden también ser lla­
mados los dolores de la religión, los dolores de una disposición religiosa,
o los dolores de la sanción religiosa. C uando la creencia es considerada
bien fundada, estos dolores son com únm ente llamados terrores religiosos;
cuando se los considera mal fundados, terrores supersticiosos27.
X X V I. 7. Los dolores de la benevolencia son aquellos que resultan de
la contem plación de cualesquiera dolores que se supone que otros seres
soportan. Pueden llamarse también dolores de la buena voluntad, de la sim ­
patía, o dolores de los afectos benévolos o sociales.

25 En la medida en que supone que los semejantes de un hombre están determinados por
cualquier circunstancia a no considerarlo con ningún grado de estima o buena voluntad, o a
a no hacerle ninguna clase de buenos oficios, o a no hacerle tantos buenos oficios como le
harían en otras circunstancias, el dolor resultante de tal consideración puede ser denominado
un dolor de privación; en la medida en que se supone que sienten p o r él tal grado de aversión
o desestima, que están dispuestos a hacerle positivos malos oficios, puede ser considerado un
dolor positivo. El dolor de privación y el positivo se confunden en este caso indistintamente.
2^ N o parece haber dolores positivos que correspondan a los placeres del poder. Los
dolores que un hombre puede sentir por la carencia o pérdida del poder, en la medida en que
el poder se distingue de todas las demás fuentes de placer, parecen no ser otra cosa que dolo­
res de privación.
27 Los dolores positivos de la, piedad y los dolores de la privación, opuestos a los pla­
ceres de la piedad, se confunden unos con otros de la misma manera que los dolores positi­
vos de la enemistad o de un mal nombre lo hacen con respecto a los dolores de la privación,
opuestos a los placeres de la amistad y los de uq buen nombre. Si lo que se aprehende de las
manos de Dios es simplemente el no recibir placer, el dolor es de clase privativa; si, además,
se aprehende un dolor real, pertenece a la clase de los dolores positivos.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 47

XXVII. 8. Los dolores de la malevolencia son aquellos que son produ­


cidos por la contem plación de cualesquiera placeres que se supone son goza­
dos por seres que resultan ser objeto del displacer de otro hombre. También
pueden llamarse dolores de la mala voluntad, de la antipatía, o de los afec­
tos malévolos o antisociales.
X X V III. 9. L os dolores de la mem oria pueden fundarse en todos los
de las clases anteriores, tanto en dolores de privación com o en dolores
positivos. E stos se corresponden exactamente con los placeres de la m e­
moria.
X X IX . 10. Los dolores de la imaginación pueden también fundarse en
cualquiera de los arriba mencionados, tanto en placeres de privación, com o
positivos; en otros respectos, corresponden exactamente a los placeres de la
imaginación.
X X X . 11. L os dolores de la expectativa pueden fundarse en todos los
de las clases m encionadas, tanto en los dolores de privación com o en los
positivos. Éstos pueden tam bién ser llamados dolores de la aprehensión28.
X X X I. 12. L os dolores de la asociación se corresponden exactamente
con los placeres de la asociación.
X X X II. D e la lista arriba presentada, hay ciertos placeres y dolores
que suponen la existencia de algún placer o dolor de otra persona, a la cual
le incumbe el placer o dolor de la persona en cuestión; tales placeres y
dolores pueden ser llamados extrarreferentes29. O tros n o suponen nada se­
mejante y pueden ser llamados autorreferentes. Los únicos placeres y d o ­
lores de la clase extrarreferente son los de la benevolencia y los de la m ale­
volencia; todos los restantes son autorreferentes30.
X X X III. D e todas estas diversas clases de placeres y dolores apenas si
hay alguno que no esté sujeto, en más de un sentido, a caer bajo la consi­
deración de la ley. ¿Se ha com etido una infracción? Es la tendencia que ella
tiene a destruir, en tales y cuales personas, algunos de estos placeres, o a

28 A diferencia de éstos, todos los otros dolores pueden ser llamados dolores de tole­
rancia.
29 Véase cap. X [Motivos],
30 Por este medio los placeres y dolores de la concordia pueden ser más claramente dis­
tinguidos de los de la benevolencia; y por otra parte, los de la discordia de los de la malevo­
lencia. Los placeres y dolores de la concordia y la discordia son de la clase autorreferente; los
de la benevolencia'y la malevolencia, de los extrarreferentes.
48 / J eremy B entham

producir algunos de estos dolores, lo que constituyeron el perjuicio y el


fundam ento para castigarla. Es la perspectiva de algunos de estos placeres,
o la p rotección de algunos de estos dolores, lo que constituye el m otivo o
tentación; es el logro de algunos de ellos lo que con stitu ye el provecho de
la trasgresión. ¿H a de ser castigado el trasgresor? Es sólo por la p roduc­
ción de uno o más de estos dolores que puede infligirse el castigo31.

Sería un asunto no sólo de curiosidad, sino de alguna utilidad, mostrar un catálogo de


los diversos placeres y dolores complejos, dividiéndolos a la vez en los varios dolores y pla­
ceres simples, de los cuales se componen respectivamente. Pero tal disquisición ocuparía
demasiado espacio como para incluirla aquí. U na pequeña muestra, sin embargo, a manera de
ilustración, no puede ser del todo eludida.
Los placeres que nos llegan por la vista y el oído son generalmente muy complejos. Los
placeres de una escena campestre, por ejemplo, consisten, po r lo común, de los siguientes pla­
ceres, entre otros:
I. Placeres de los sentidos.
1. Los placeres simples de la vista, excitados por la percepción de colores y figuras agra­
dables, los verdes campos, el follaje ondulante, el agua brillante, y otros semejantes.
2. Los placeres simples del oído, excitados por la percepción del gorjeo de los pájaros,
los murmullos del agua, el susurro del viento entre los árboles.
3. Los placeres del olfato, excitados por la percepción de la fragancia de las flores, el heno
recién segado, u otras sustancias vegetales en los primeros estadios de fermentación.
4. La agradable sensación interior, producida por una rápida circulación de la sangre y
su ventilación en los pulmones por el aire puro, tal como es en el campo, en comparación con
el que se respira en las ciudades.
II. Placeres de la imaginación producidos por asociación.
1. La idea de plenitud, producida por la posesión de los objetos que están ante la vista y
la felicidad que ello nos produce.
2. La idea de la inocencia y felicidad de los pájaros, las ovejas, el ganado, los perros y
otros animales apacibles o domésticos.
3. La idea del constante flujo de salud, de la que se supone que gozan esas criaturas; una
idr.i que tiende a formarse por el ocasional flujo de salud gozado por el supuesto espectador.
4. La idea de gratitud, producida por la contemplación del todopoderoso y benéfico Ser,
a quien se considera como el autor de estas bendiciones.
Estas cuatro últimas son todas ellas, al menos en cierta medida, placeres de simpatía.
Kl despojar al hom bre de este conjunto de placeres es uno de los males que suele resul-
i ii dr la prisión, producida ya sea p o r violencia ilegal, o a manera de castigo, por decisión
dr la ley.
C a p ít u l o VI

Acerca de las circunstancias


que influyen en la sensibilidad

I. El d olor y el placer son producidos en las mentes de los hom bres por la
acción de ciertas causas. Pero la cantidad de placer y dolor no es p rop or­
cional a la causa; en otras palabras, a la cantidad de fuerza ejercida por
dicha causa. La verdad de esta observación n o se apoya en ninguna sutile­
za m etafísica respecto del significado dado a los térm inos causa., can tidad
y fu erza ; será igualmente verdadera de cualquier manera que sea medida
dicha fuerza.
II. La disposición que cualquiera tiene a sentir tal o cual cantidad de
placer o d olor por la aplicación de una causa de una fuerza dada, es lo que
llam am os el grado o quantum de su sensibilidad. Esto puede ser general,
refiriéndonos a la suma de las causas que operan sobre él durante'un perío­
do dado, o particular, refiriéndonos a la acción de cualquier causa particular
o clase de causa.
II. Pero en la misma mente, tales y cuales causas de dolor o placer pro­
ducirán más dolor o placer que tales o cuales otras causas de dolor o placer;
y está proporción será diferente en las distintas mentes. La disposición que
cualquiera tiene a sentir la proporción en que es afectado por dos causas
tales, diferente de aquella en que otro hom bre es afectado por las mismas dos
causas, puede llamarse la cualidad o predisposición de su sensibilidad. U n
hom bre, por ejemplo, puede ser más afectado por los placeres del gusto;
otro, p or los del oído. Asim ism o, si hay una diferencia en la naturaleza o
proporción de dos dolores o placeres que experimentan “respectivam ente”
por la m ism a causa; un caso no tan frecuente com o el anterior. Por la misma
50 / J eremy Bentham

lesión, por ejemplo, un hom bre puede sentir la misma cantidad de dolor y
resentimiento que otro, pero uno de ellos sentirá una cuota m ayor de dolor
que de resentimiento, y el otro una cuota mayor de resentimiento que de
dolor.
IV. Cualquier incidente que opera com o causa, sea de placer o de dolor,
puede ser llamado la causa excitante: si de placer, una causa agradable; si de
dolor, una causa dolorosa, acongojante o angustiante32.
V. Ahora bien, la cantidad de placer o de dolor que un hombre tiende a
experimentar por la operación de una causa incitante, dado que no está supe­
ditada totalmente a dicha causa, dependerá en cierta medida de alguna otra
circunstancia o circunstancias; dichas circunstancias, cualesquiera sean ellas,
pueden llamarse circunstancias que influyen sobre la sensibilidad33.
VI. Estas circunstancias operarán en distinta forma según sean las dife­
rentes causas excitantes; en cuanto a cierta causa excitante, no influirá en
absoluto cierta circunstancia, que influirá con gran fuerza a otra causa
excitante. Pero sin entrar al presente en estas distinciones, puede ser útil
sumar todas las circunstancias que pueden llegar a influir sobre el efecto de
cualquier causa excitante. Será conveniente, com o en una ocasión anterior,
sumar aquéllas de la forma más concisa posible, y después dedicar algunas
palabras a la explicación separada de cada artículo. Estos parecen ser los si­
guientes:
1. Salud.
2. Fuerza.
3. Resistencia.
4. Imperfección corporal.
5. Cantidad y calidad del conocim iento.
6. Fuerza de los poderes intelectuales.
7. Firmeza mental.

32 La causa excitante, el placer o dolor producidos por ella, y la intención producida por
tal placer o dolor en carácter de motivo, son objetos ligados tan íntimamente que, en lo que
sigue, me temo no haber podido en toda ocasión mantenerlos suficientemente distinguidos.
Creí necesario hacer esta advertencia al lector, después de la cual, si se encuentra cualquier
error de esa clase, espero que no produzca mucha confusión.
33 Así, en los cuerpos físicos, como el momento de una pelota que se mueve por un
impulso, será influido por la circunstancia de la gravedad, siendo aumentado por ella en algu­
nas direcciones y en otras disminuido. Asimismo en un barco, puesto en movimiento p or el
viento, el momento y la dirección serán influidos no sólo por la atracción de la gravedad, sino
también por el movimiento y resistencia del agua y varias otras circunstancias.
Los P R IN C IP IO S D I l A M O A A I Y I A ¡ l'C JM A !<‘>N /

8. Constancia mental.
9. Dirección de la inclinación.
10. Sensibilidad moral.
11. Predisposiciones morales.
12. Sensibilidad religiosa.
13. Predisposiciones religiosas.
14. Sensibilidad compasiva.
15. Predisposiciones compasivas.
16. Sensibilidad adversa.
17. Predisposiciones adversas.
18. Insania.
19. Ocupaciones habituales.
20. Circunstancias pecuniarias.
21. Conexiones motivadas por simpatía [compasión].
22. C onexiones motivadas por antipatía [aversión].
23. Estructura esencial del cuerpo.
24. Estructura esencial de la mente.
25. Sexo.
26. Edad.
27. Rango.
28. Educación.
29. Clima.
30. Linaje.
31. Gobierno.
32. Profesión religiosa34.

34 U na visión analítica de todas estas circunstancias se dará al final del capítulo; lugar al
que era preciso remitirla, ya que no podría haber sido bien comprendida hasta que alguna de
ellas hubiese sido previamente explicada.
Para descubrir la gran variedad de causas excitantes o moderadoras, p or las cuales el
grado o predisposición de la sensibilidad de un hombre pueda ser influida, para definir los
límites de cada una, para liberarlas del enredo en que están implicadas, para presentar el efcc
to de cada artículo distintamente a los ojos del lector es, quizá, si no absolutamente la tarea
más difícil, al menos una de las más difíciles dentro del área de la fisiología moral. Las dis
quisiciones sobre este tema nunca pueden ser completamente satisfactorias sin ejemplos. Pro
porcionar una colección suficiente de tales ejemplos seria una tarea muy trabajosa, así come >
sutil: sería necesario registrar de arriba a abajo la historia y la biografía; habría que rccori ri
una gran cantidad de escritos con ese propósito. Mediante ese procedimiento este trabajo sin
duda habría resultado más entretenido, pero en materia de volumen, tan enorme, que este
solo capítulo se habría inflado hasta adquirir un volumen considerable. Casos fingidos, aun
52 / J eremy B entham

VIL 1. La salud es la ausencia de enfermedad y, en consecuencia, de


todas esas clases de dolores que se cuentan entre los síntomas de enferme­
dad. Puede decirse que un hom bre está en estado de salud cuando no es
consciente de ninguna sensación desagradable, cu yo sitio primario puede
percibirse en cualquier parte de su cuerpo35. E n cuanto a la sensibilidad
general, un hom bre que está bajo la presión de cualquier indisposición cor­
poral, o com o reza la frase, en mal estado de salud, es m enos sensible a la
influencia de cualquier causa placentera y más aún de una aflictiva, que si
estuviera bien.
VIII. 2. La cualidad de fortaleza, aunque en cuanto a causalidad esté es­
trechamente conectada con la.de salud, es perfectamente distinguible de ella.
El m ism o hombre será ciertamente más fuerte, en general, tanto en buena
com o en mala salud. Pero dicho hombre, aunque tenga mala salud, puede
ser más fuerte que otro, aun cuando este últim o goce de buena salud. La de­
bilidad es com únm ente concom itante con la enfermedad; pero com o conse­
cuencia de la estructura de su cuerpo, un hom bre puede ser débil a lo largo
de toda su vida, sin experimentar ninguna enfermedad. La salud, según h e­
m os observado, es principalmente una circunstancia negativa; la fortaleza,
una positiva. El grado de fortaleza de un hom bre puede ser medido con tole­
rable exactitud50.

que muchas ocasiones pueden servir para hacer tolerablemente inteligible el contenido gene­
ral, nunca pueden ser suficientes para hacerlo aceptable. En esta ocasión, por tanto, como en
muchas otras, debo limitarme a instrucciones generales y aburridas, descartando las ilustra­
ciones, aunque consciente de que, sin ellas, la instrucción no puede desarrollar la mitad de su
eficacia. El tema, sin embargo, es tan difícil y tan nuevo, que pensaré que no he fracasado si,
sin pretender agotarlo, he logrado señalar los principales puntos de vista, y aplicar a la cues­
tión un método que pueda facilitar la tarea de más afortunados investigadores.
La gran dificultad reside en la naturaleza de las palabras, que no son, como dolor y pla­
cer, nombres de entidades homogéneas, sino nombres de varias entidades ficticias, para las
cuales no se encuentra un género común y que, por tanto, sin una amplia e indirecta cadena
de investigaciones, nunca puede ser abarcada bajo un plan de ordenamiento exhaustivo, sino
que deben ser elegidos al azar cuando ocurren.
35 Puede pensarse que, con un cierto grado de salud, esta descripción negativa de la
cuestión a duras penas corresponde al caso. Cuando se goza de un cierto grado de salud, se
difunde en toda la estructura [corporal] un sentimiento, o flujo de espíritus, como se lo suele
llamar, tan agradable, que puede con propiedad ser incluido entre los placeres positivos.
Pero sin experimentar ningún sentimiento tan placentero, si el hom bre no siente ningún
dolor, puede m uy bien decirse que goza de buena salud.
36 La medida más exacta que puede darse de la fortaleza de un hombre parece ser la que
se saca del peso o número de libras y onzas que puede levantar con sus manos en una actitud
LOS PRINCIPIOS DI I A M() RAL Y LA l I <*ISI A» U’»N / 5 *

IX. 3. La resistencia es una circunstancia que, aunque íntimamente reía


cionada con la de fuerza, se distingue de ella. Es la ausencia de irritab ilid ad.
La irritabilidad se relaciona, o bien con el dolor que resulta de causas meca
nicas, o con la enfermedad, que resulta de la acción de causas puramente
fisiológicas. La irritabilidad, en el primer sentido, es la disposición a sopor
tar un m ayor o m enor grado de dolor por la operación de una causa meca
nica; tales son la mayor parte de las operaciones por las cuales se infligen
castigos sim plem ente dolorosos, com o azotar, golpear, y otros semejantes.
En este últim o sentido se encuentra la disposición a contraer enfermedades
con m ayor o m enor facilidad, por la aplicación de cualquier instrumento
que actúa sobre el cuerpo p or sus propiedades fisiológicas; com o en el caso
de fiebres o resfríos, u otras enfermedades inflamatorias producidas por la
acción del aire húm edo, o experimentar malestar inmediato, com o en el case>
de relajación o escalofríos, producidos por.una proporción alta o baja de
materia caliente.
La resistencia, aun en el sentido en que se op one a la acción de causas
mecánicas, se distingue de la fuerza. Las características externas de ésta son
la abundancia y firmeza de las fibras musculares; las de la resistencia, en este
sentido, son la firmeza de las fibras musculares y la callosidad de la piel. La
fuerza es más particularmente un don de la naturaleza; la resistencia, de la
'educación. D e dos personas que han tenido, una, la educación de un caba
llero, la otra, la de un simple marinero, el primero puede ser el más fuerte, a
la vez que el otro es el más resistente.
X. 4. Por imperfección corporal puede entenderse la condición de una
persona que se distingue por una deformidad notable, o carece de algunas de
esas partes o facultades de que están dotadas las personas comunes del mis­
m o sexo y edad; la que, por ejemplo, tiene un labio leporino, es sorda, o ha

dada. Esto ciertamente se relaciona en forma inmediata sólo con sus brazos, pero éstos son
los órganos de fuerza que son más utilizados, cuya fuerza se corresponde más exactamente
con el estado general del cuerpo respecto de ella, y en los que el quantum de fuerza es más
fácilmente medido. En consecuencia, la fuerza puede distinguirse en general y particular.
La debilidad es un término negativo, e implica la ausencia de fuerza. Además, es un tér­
mino relativo, y por tanto importa la ausencia de la cantidad de fuerza que constituye la parte
poseída por la persona en cuestión, m enor que la de alguna persona con la cual es compara­
da. La debilidad, cuando es de tal magnitud que hace trabajoso para un hombre realizar los
movimientos necesarios para cumplir la funciones ordinarias de la vida, como levantarse,
caminar, vestirse, etc., pone en cuestión el tema de la salud, y ubica a un hombre en la clase
de condición en que se dice que tiene mala salud.
54 / J eremy Bentham

perdido una mano. D icha circunstancia, com o la de la enfermedad, tiende a


disminuir en mayor o m enor medida el efecto de cualquier circunstancia
placentera y a aumentar el de cualquier circunstancia dolorosa. El efecto de
esta circunstancia, sin embargo, admite una gran variedad; en la medida en
que hay múltiples maneras en que un hom bre puede padecer en su aparien­
cia personal y en sus órganos corporales y en sus facultades; todas estas dife­
rencias serán tratadas en los lugares adecuados37.
XI. 5. Lo dicho es suficiente respecto de las circunstancias que corres­
ponden a las condiciones del cuerpo; llegamos ahora a las que se refieren a
las condiciones de la mente: el objeto de mencionar éstas se apreciará en lo
que sigue. En primer lugar puede considerarse la cantidad y calidad del co ­
nocim iento que la persona en cuestión posee; es decir, las ideas que tiene
actualmente a su disposición; o sea, ideas tales que en un sentido u otro son
de una naturaleza interesante; es decir, de una naturaleza que en un sentido
u otro pueden influir sobre su felicidad o la de otros hombres. Cuando esas
ideas son muchas e importantes, se dice que el hombre posee un amplio
conocim iento; si son pocas o n o tienen importancia, que es un ignorante.
XII. 6. La fuerza de los poderes intelectuales significa el grado de faci­
lidad que un hombre experimenta en sus esfuerzos por recordar tanto
aquellas ideas que ya se han agregado a su provisión de conocim iento com o
cualesquiera otras que, en cualquier situación que acontezca, sienta el deseo
de añadirlas. Parece ser que en una situación com o ésta, com únm ente se
emplean las palabras partes y talentos. A esta categoría pueden remitirse las
diversas cualidades de rapidez de aprehensión, la precisión y tenacidad de
la memoria, la fuerza de la atención, la claridad del discernimiento, la ampli­
tud de la com prensión y la rapidez de la imaginación. La fuerza de los p ode­
res intelectuales, en general, parece corresponder bastante exactamente a la
fuerza general del cuerpo, com o cualquiera de estas cualidades en particular
se corresponde con una fuerza particular,
XIII. 7. La firmeza de la mente, por una parte y la irritabilidad, por otra,
conciernen a la proporción entre los grados de eficacia con que opera sobre
un hombre una causa incitante, cu yo valor reside principalmente en la mag­
nitud, aunque en el caso de una de ellas dicho valor reside en la cercanía38.
Puede decirse que un hombre tiene una mente firme cuando los pequeños

Véase B. I., tit. [Lesiones].


38 Véase el cap. IV [Valor].
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA.LEGISLACIÓN / 55

placeres o dolores, presentes o cercanos, no lo afectan en proporción mayor


a su valor, que los más grandes placeres o dolores que son inciertos o rem o­
tos39; se dice que tiene una mente irritable, cuando sucede lo contrario.
XIV. 8. La constancia o serenidad remite al tiem po durante el cual una
causa dada, de un valor determinado, continúa afectando a un hom bre casi
de la misma manera y en el mismo grado que al principio, sin que interven­
ga un hecho externo o cam bio de circunstancias para producir una alteración
en su fuerza40.
XV. 9. Por la dirección de la inclinación de un hombre puede entender­
se la propensión que tiene a esperar placer o dolor de ciertos objetos, antes
que de otros. Puede decirse que las inclinaciones de un hom bre tienen tal o
cual dirección, cuando, entre las diversas clases de objetos que proporcionan
placer en algún grado a todos los hombres, tiende a esperar más placer de
una clase particular que de otra, o más de cualquier clase particular dada, que
la que otro hom bre esperaría de ella; o cuando, entre las diversas clases de
objetos que le proporcionan placer a un hombre, mientras que a otro no le
aportan ninguno, tiende a esperar, o a no esperar placer de un objeto de tal
o cual clase; y lo m ism o respecto de los dolores. Esta circunstancia, aunque
íntimamente relacionada con la inclinación de la sensibilidad de un hombre,
no es indiscernible de ella. La cantidad de placer o dolor que en cualquier
ocasión dada un hom bre puede experimentar de una operación de cualquier
tipo, puede ser m u y influida por las expectativas que suele tener de placer o
dolor de esa procedencia; pero no será determinado en absoluto por ellas,
porque el placer o dolor pueden llegarle de una fuente de la que no acos
tumbraba esperarlos.
XVI. 10. Las circunstancias de sensibilidad m oral, religiosa, simpática y
antipática, cuando se las considera cuidadosamente, parecerán estar incluí
das en una clase dentro de la de dirección de la inclinación. D eb id o a su im

39 Cuando, por ejemplo, ha decidido, por la perspectiva de algún inconveniente, no reve


lar un hecho, aunque pudiese ser sometido a torturas, persevera en su resolución, aun cuan
do el potro de tortura es traído a su presencia, y aun cuando es sometido a la tortura misma.
40 La facilidad con que los niños se cansan de sus juguetes y los desechan es un ejemplo
de inconstancia; la perseverancia que un comerciante le dedica a su negocio, o un autor a su
libro, puede ser tomada com o ejemplo de lo contrario. Es difícil juzgar en estos casos la can
tidad de placer o dolor, excepto p o r el efecto que produce en el carácter de un motivo; y aun
entonces es difícil establecer si el cambio de conducta se debe a la extinción del viejo placer o
dolor, o por la intervención de uno nuevo.
56 / J erem y B entham

portancia particular, puede valer la pena, sin embargo, mencionarlas separa­


damente. Puede decirse que la sensibilidad moral de un hombre es fuerte
cuando los dolores y placeres de la sanción moral41 parecen ser mayores a su
vista en comparación con otros placeres y dolores (y, en consecuencia, ejer­
cer una influencia más fuerte) que a la vista de las personas con la que se lo
compara; en otras palabras, cuando el sentido del honor actúa sobre él con
una eficacia mayor que de ordinario; puede decirse que es débil, en el caso
contrario.
XVII. 11. La sensibilidad moral parece considerar el efecto o influencia
prom edio de los dolores y placeres de la sanción moral, en toda clase de
ocasiones a las que es aplicable, o eventualmente se aplica. Concierne a la
fuerza o cantidad prom edio de los im pulsos que la m ente recibe de esa p ro­
cedencia durante un período dado. La dirección moral concierne a los actos
particulares en los cuales, en tantas ocasiones particulares, se considera com o
vinculante la fuerza de esa sanción. Considera la cualidad o dirección de esos
impulsos. En consecuencia, admite tantas variantes com o dictados se conci­
be que la sanción moral puede emitir. Puede decirse que un hombre tiene tal
o cual dirección moral, o que tiene una dirección moral a favor de tal o cual
acción, cuando la considera com o incluida en el núm ero de aquellas cuya
acción es dictada por la sanción moral.
XVIII. 12. Lo que se ha dicho respecto de la sensibilidad moral puede
aplicarse, m utatis m utandis, a la religiosa.
X IX . 13. Lo que se ha dicho respecto de las direcciones morales puede
ser también aplicado, m utatis m utandis, a las direcciones religiosas.
X X . 14. Por sensibilidad simpática debe entenderse la propensión que
un hom bre tiene a derivar placer de la felicidad, y dolor de la infelicidad, de
otros seres sensitivos. La más fuerte proporción de placer o dolor que sien­
te a causa de ellos es proporcional al placer o dolor que (según su parecer)
los otros sienten por sí mismos.
X X L 15. La dirección simpática corresponde a la descripción de los gru­
pos que son objeto de la simpatía de un hombre; y de los actos u otras cir­
cunstancias atinentes a las personas que excitan esa simpatía. Estos grupos
pueden ser:
1. Ciertos individuos.
2. Cualquier clase subordinada de individuos.

Véase cap. V [Placeres y dolores].


LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 57

3. Toda la nación.
4. El género hum ano en general.
5. Todos los seres sensitivos de la creación. En la medida en que los
objetos de simpatía son más num erosos, puede decirse que el afec­
to por el cual el hombre es dirigido resulta más ampliado.
XXII. 16,17. La sensibilidad y las direcciones antipáticas son exactamen­
te lo inverso de la sensibilidad y las direcciones simpáticas. Por sensibilidad
antipática ha de entenderse la propensión de un hom bre a experimentar
dolor por la felicidad, y placer p or la infelicidad, de otros seres sensitivos.
XXIII. 18. La circunstancia de insania de la m ente corresponde a la de la
imperfección corporal. Adm ite, sin embargo, m ucha m enos variedad, en
cuanto el alma es (por lo que podem os percibir) algo indivisible, no distin­
guible en partes, com o el cuerpo. Los menores grados de imperfección de
que el alma puede ser susceptible parecen estar incluidos bajo las categorías
ya mencionadas de ignorancia, debilidad mental, irritabilidad o inconstan­
cia; u otras que son reductibles a ellas. Aquellas que consideramos aquí son
esas extraordinarias especies y grados de im perfección mental que, donde­
quiera tienen lugar, son tan conspicuos e incuestionables com o la cojera o la
ceguera del cuerpo; actuando en parte, según parecería, por inducir un ex­
traordinario grado de las imperfecciones arriba mencionadas, en parte por
imprimir una extraordinaria y absurda dirección a las inclinaciones.
XXIV. 19. D entro de la categoría de las ocupaciones habituales de un
hombre deben entenderse, en esta ocasión, tanto las que realiza para obte­
ner provecho, com o las que realiza para experimentar un placer actual. La
consideración del provecho en sí m ism o corresponde a la categoría de las
circunstancias pecuniarias de un hom bre. Es evidente que si, por cualquier
m edio, un castigo o cualquier otra causa excitante, tiene el efecto de hacer­
le im posible continuar con tal ocupación, debe, p or esa razón, serle m ucho
más doloroso. Las ocupaciones habituales de un hom bre, aunque íntima­
mente relacionadas, del punto de vista causal, con la dirección de sus incli­
naciones, no deben ser consideradas com o precisamente las mismas circuns­
tancias. U n entretenim iento o un m edio de ganancia pueden ser objeto de
las inclinaciones de un hombre, sin que nunca hayan sido parte de sus ocu­
paciones habituales; porque puede ser que, aunque deseara dedicarse a ello,
nunca lo hiciera, por no estar en su poder; una circunstancia que puede sig­
nificar una gran diferencia en el efecto de cualquier incidente que le impide
hacerlo.
58 / J eremy Bentham

XXV. 20. D entro de la categoría de circunstancias pecuniarias, es mi


intención poner a la vista la relación entre los m edios de un h om bre y sus
necesidades; la suma total de sus m edios de tod o tipo y la suma total de sus
necesidades de toda clase. Los m edios de un hom bre dependen de tres cir­
cunstancias:

1. Su propiedad.
2. El producto de su trabajo.
3. Su relación con el apoyo que puede recibir.

Sus necesidades dependen de cuatro circunstancias:

1. Sus hábitos de gasto.


2. Lo que debe invertir en apoyo de otros.
3. Cualquier demanda eventual que tenga que enfrentar.
4. La fuerza de sus expectativas.

Por la propiedad de un hom bre debe entenderse todo lo que tiene en re­
serva, independientemente de su trabajo. Por el producto de su trabajo debe
entenderse el provecho creciente. En cuanto al trabajo, puede ser, o bien
principalmente del cuerpo, o principalmente de la mente, o de am bos indis­
criminadamente; y no importa de qué manera, ni a qué se aplica, siempre que
produzca ganancia. Por las relaciones de un hombre respecto del apoyo,
debe entenderse la asistencia pecuniaria, de cualquier clase que sea, que
puede recibir de cualesquiera personas que, por cualquier razón, y en la pro­
porción que sea, tiene razones para esperar que puedan contribuir gratis a su
mantenimiento: por ejemplo, sus padres, patrones y parientes. Parece evi­
dente que un hombre no puede tener otros m edios que éstos. Lo que utili­
za puede obtenerlo por sí m ism o o de otros. Si de otros, gratis o p or un pre­
cio'. En cuanto a sus hábitos de gastos, es bien sabido que los deseos de un
hombre se rigen en gran medida por sus hábitos. Son muchos los casos en
que el deseo (y en consecuencia el dolor de la privación en relación con él)42,
ni siquiera subsistirían en absoluto si no fuera por un goce previo. En cuan­
to a las relaciones que pesan com o una carga sobre un hombre, deben enten­
derse los gastos a los que tiene razones para sentirse obligado a realizar, para
el mantenimiento de aquellos que por ley, o por las costumbres de la socie­
dad, están justificados en esperar su ayuda, tales com o hijos, parientes pobres,
servidores jubilados, y cualesquiera otros dependientes. En cuanto a detnan-

42 Véase cap. V [Placeres y dolores].


LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y í A LI.( ÍISI A< H‘>N / 59

das eventuales, es evidente que hay ocasiones en que una suma dada tendrá
m ucho más valor para un hombre que la m ism a suma en otra ocasión; cuan
do, por ejemplo, en un caso extremo, un hom bre necesita asistencia médica
extraordinaria, o necesita dinero para llevar adelante un juicio, o se le ofrece
un medio de subsistencia en un país lejano y necesita dinero para los gastos
de transporte. En tales casos, un poco de buena o mala suerte podría tener
un efecto diferente del que hubiera tenido en cualquier otro m om ento. Res­
pecto de la fuerza de la expectativa, cuando un hom bre espera ganar o con ­
servar alguna cosa que no interesa a otro, es ob vio que la circunstancia de no
poseerlo afectará al primero de manera m u y distinta de la del segundo; que,
por cierto, com únm ente no será afectado p or ello en absoluto.
XXIV. 21. Dentro de la categoría de las relaciones de un hombre por
simpatía, traería a cuento el núm ero y tip oU e personas en cuyo bienestar se
interesa, al punto que la idea de su felicidad le produciría placer y la de su
desgracia, dolor; por ejemplo, en el caso de su esposa, sus hijos, sus padres,
sus parientes próximos y sus amigos íntimos. Es evidente que esta clase de
personas incluirán, en su m ayor parte, las dos clases que afectan sus circuns
tandas pecuniarias; o sea aquellos de cuyos m edios puede esperar sostén, o
aquellos cuyas necesidades pesan sobre él com o una carga. Pero es obvio
que, además de éstos, puede m u y bien incluir otros con los que no tiene nin
guna relación pecuniaria; y aun respecto de estos otros, es evidente que la
dependencia pecuniaria y la unión por los afectos, son circunstancias per
fectamente distinguibles. En consecuencia, las relaciones en cuestión en este
punto, independientemente de cualquier influencia que puedan tener en las
circunstancias pecuniarias de un hombre, influyen sobre el efecto de cuales
quiera causas excitantes. La tendencia de ellas es a aumentar la sensibilidad
general de un hombre; por una parte, a aumentar los placeres producidos
por todas las causas agradables; y por otra, el dolor producido por las aflict i
vas. Cuando cualquier placer eventual se ofrece a un hombre naturalmente,
en el primer mom ento, piensa en el placer que le proporcionará inmediata
mente a sí mismo; pero luego, sin embargo (excepto en unos pocos casos en
los que no vale la pena insistir aquí) com ienza a pensar en el placer que sen
tirán sus amigos cuando lo lleguen a saber, y este placer secundario añade nc >
poco al primario. Primero sobreviene el placer autogratificante; luego, la
idea del placer de simpatía, que usted supone que su propio placer hará sur
gir en el pecho de su amigo; y esta idea nuevamente excita en el suyo otro
placer de simpatía fundado en aquél. El prim er placer, que surge de su pn >
pió pecho, com o si fuera de un punto irradiante, ilumina el pecho de* su
60 / J eremy B entham

amigo, y reverberando desde allí, se refleja con m ayor calidez en el punto del
que procedió en primer lugar; y lo m ism o sucede con el dolor43.
Tampoco depende este efecto enteramente de los afectos. Entre los
parientes cercanos, aunque no hubiera benevolencia, los placeres y dolores
de la sanción moral se propagan rápidamente por una clase especial de sim ­
patía; ningún título de honor o deshonor puede recaer sobre un hom bre sin
extenderse hasta cierta distancia dentro del círculo de su familia. Lo que
honra al padre, honra también al hijo; lo que lo deshonra, tiene el m ism o
efecto sobre el hijo. La causa de esta circunstancia singular y aparentemente
irrazonable (es decir, su analogía con los demás fenóm enos de la m ente hu­
mana) no corresponde a nuestro propósito actual. Es suficiente con que el
efecto esté fuera de toda discusión.
X X V II. 22. D e las relaciones de un hom bre por antipatía, no hay nada
particular que observar. Por fortuna, no hay una fuente primaria y constan­
te de antipatía en la naturaleza humana, com o la hay de la simpatía. N o hay
grupos permanentes de personas que sean naturalmente objetos de antipatía
para un hom bre, com o los hay del afecto contrario. N o obstante, las fuen­
tes bien numerosas de antipatía tienden a surgir en diversas ocasiones en el
curso de la vida de un hombre, y cuando esto sucede, esta circunstancia p ue­
de tener una influencia considerable sobre los efectos de varias causas exci­
tantes. C om o p or una parte, un castigo, por ejemplo, que tiende a separar a
un hombre de aquellos con los que está conectado por simpatía asimismo,
por otra, uno que tiende a obligarlo a la compañía de aquellos a los que está
conectado por antipatía, será, por esa causa, m ucho más penoso. Es de notar,
que la simpatía misma multiplica las fuentes de antipatía. La simpatía por un
amigo da origen a la antipatía hacia todos aquellos que son objeto de la anti­
patía del prim ero, así com o la simpatía por aquellos que son objetos de la
simpatía de dicho amigo. D e la misma manera, la antipatía multiplica las
fuentes de la simpatía, aunque por lo com ún con un grado menor de efica­
cia. La antipatía p or su enem igo tiende a dar origen a la simpatía por parte
de usted hacia aquellos que son objeto de la antipatía de aquél, así com o a la
antipatía contra aquellos que son objeto de la simpatía de ese enemigo.

43 Esta es una de las razones por la cual los legisladores prefieren tener que ocuparse de
personas casadas y no solteras, de gente que tiene hijos y no sin ellos. Es manifiesto que cuan­
to más fuertes y numerosas sean las relaciones de un hombre por simpatía, más fuerte será el
dominio que la ley tiene sobre él. U na esposa e hijos son otros tantos votos de buen com ­
portamiento que un hom bre hace al mundo.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 6í

XXVIII. 23. Es suficiente lo dicho acerca de las circunstancias por las


cuales el efecto de cualquier causa excitante puede ser influido, cuando se
aplica en cualquier ocasión dada en cualquier m om ento dado. Pero además
de estos hechos sobrevinientes, hay otras circunstancias relativas a un hom
bre que pueden tener influencia y que son contemporáneas de su nacim ien­
to. En primer lugar, parece haber acuerdo universal que en la estructura o
textura original del cuerpo de todo hombre hay algo que, independiente
mente de todas las circunstancias subsecuentes que intervengan, lo hacen
propenso a ser afectado por causas que producen placer o dolor corporal, de
una manera distinta de la que otro hombre sería afectado por las mismas
causas. A l catálogo de circunstancias que influyen sobre la sensibilidad de un
hombre, podem os por tanto agregar su estructura original o radical, su te x ­
tura, su constitución, o el temperamento de su cuerpo.
X X IX . 24. En segundo lugar, parece haber perfecto acuerdo de que hay
algo también en la estructura o textura original de la mente de tod o hombre,
que, independientemente de toda circunstancia exterior y otras que puedan
sobrevenir subsecuentemente, y aun de su estructura corporal esencial, lo
hace propenso a ser afectado de otro m odo por las mismas causas excitan­
tes, de lo que afectarían a otro hombre. A l catálogo de circunstancias que in ­
fluyen sobre la sensibilidad de un hombre, podem os por tanto agregar tam
bién su original o esencial estructura, textura, constitución o temperamento
de su mente44.
X X X . Parece bastante seguro, entretanto, que la sensibilidad de un h om ­
bre a las causas que producen placer o dolor, aun de la mente, puede depen­
der en medida considerable de su estructura corporal original y adquirida.
Pero no tenemos razón para pensar que pueda depender totalmente de dicha
estructura, pues, por una parte, vem os personas cuya estructura corporal es
lo más similar que pueda concebirse, pero que difieren m uy considerable­
mente respecto de su estructura mental; y por otra parte, personas cuya
estructura mental es lo más semejante que pueda concebirse, pero difieren
m uy conspicuamente respecto de la corporal45.

44 Las circunstancias características por las que la estructura del cuerpo o la mente de un
hombre, considerada en cualquier período dado, se distingue de la de otro, han sido com ­
prendidas por metafísicos y fisiólogos con el nombre de idiosincrasia, del griego, idion, pecu­
liar, y sucrasis, composición.
45 Aquellos que mantienen que la mente y el cuerpo son una única sustancia, pueden
objetar aquí que, según esa suposición, la distinción entre estructura del cuerpo y estructura
de la mente es sólo nomina!, y que en consecuencia no hay tal cosa como una estructura men
62 / J eremy B entham

X X X I. Parece asimismo indiscutible que los distintos grupos de inci­


dentes externos que pueden acontecerle a un hom bre en el curso de su
vida, producirán una gran diferencia en la textura posterior de su m ente en
cualquier período dado; pero, no obstante, esas diferencias no deben ser
atribuidas solam ente a tales incidentes. Parece estar igualmente lejos de la
verdad la op in ión (si es que acaso se la mantiene) que atribuye tod o a la na­
turaleza, o tod o a la educación. Las dos circunstancias continuarán por
tanto siendo distintas, tanto la una de la otra, com o de toda otra.
X X X II. Por m uy distintas que sean, es obvio que ni una ni otra pueden
hacer su aparición por sí solas en ningún período de la vida activa de un
hombre. Todo lo que hacen es constituir el fundamento latente, sobre el que
otras circunstancias que puedan sobrevenir deben operar; y toda la influen­
cia que puedan tener esos principios originales está en cierto m odo tan cam­
biada, modificada y disimulada por esas otras circunstancias, que nunca
podrá discernirse separadamente. Los efectos de una de las influencias están
indistintamente mezclados con los de la otra.
X X X III. Las em ociones del cuerpo son recibidas, y con razón, com o
una probable indicación de la temperatura de la mente. Pero están lejos de
ser concluyentes. U n hombre puede mostrar, por ejemplo, la apariencia
exterior de la pena, sin que realmente esté apenado en absoluto, o al m enos
para nada en la medida en que parece sufrir. O liver Crom well, cuya con ­
ducta era signo de un corazón más duro de lo com ún, vertía lágrimas con
profusión46. M uchos hom bre pueden fingir la apariencia externa de sensibi­
lidad, con m u y escaso sentim iento real47.Generalmente el sexo fem enino*
tiene más facilidad para ello que el masculino; de ahí la expresión proverbial
de lágrimas de mujer. Tener esta clase de dom inio sobre sí mismo era la exce-

tal distinta de una corporal. Pero concediendo, en pro del argumento, el antecedente, pode­
mos discutir el consecuente. Porque si la mente es una parte del cuerpo, es de todos modos *
de una naturaleza m uy diferente de las otras partes del cuerpo.
La estructura corporal de un hombre no puede, en ninguna de sus partes, sufrir una
alteración considerable sin que ésta sea inmediatamente detectada por fenómenos discerni-
bles por los sentidos. La estructura mental de un hom bre puede sufrir alteraciones conside­
rables, mientras la de su cuerpo sigue presentándose bien aparentemente como la misma, es
decir, por cualquier cosa que sea indicada en contrario p or fenómenos cognoscibles por los
sentidos; queriendo decir los de otros hombres.
46 David Hume, History of England.
47 La cantidad de la clase de dolor llamada pena es por cierto apenas posible de medir
por los signos externos. N o puede medirse, por ejemplo, pbr la cantidad de lágrimas, ni por
LOS PRINCIPIOS 1)1 I A M< >UAl V I A I I c Í1SI ACIÓN / 63

lencia característica del orador de la Antigüedad, y es todavía la del actor en


la actualidad.
XXXIV. Las restantes circunstancias pueden, en relación con las ya-
mencionadas, ser llamadas circunstancias influyentes secundarias. Estas tie­
nen influencia, es verdad, sobre el quantum o dirección de la sensibilidad
de un hombre, pero sólo por interm edio de las primarias. La manera en que
estos dos conjuntos de circunstancias están com prom etidas es tal que las
primarias hacen el trabajo, mientras que las secundarias son más perceptibles
a la observación. Las secundarias, por lo tanto, son aquellas de las cuales más
se oye hablar; debido a lo cual será necesario prestarles atención, a la vez que
es sólo por medio de las primarias que puede ser explicada su influencia;
mientras que la influencia de las primarias será suficientemente clara, sin nin-
- guna mención de las secundarias.
XXXV. 25. Entre las m odificaciones primitivas de la estructura corporal
que parecen influir sobre el quantum y la dirección de la sensibilidad, las más
conspicuas y obvias son las que constituyen el sexo. En cuanto a cantidad, la
sensibilidad del sexo fem enino parece en general ser m ayor que la del mas­
culino. La salud de la mujer es más delicada que la del varón. En cuanto a
fuerza y resistencia física, en cuanto a cantidad y calidad del conocim iento,
en cuanto a la fuerza de las facultades intelectuales y la firmeza de la mente,
es por lo com ún inferior; pero la sensibilidad moral, religiosa y de simpatía
son com únmente más fuertes en ella que en el varón. La calidad de su con o­
cimiento y la dirección de sus inclinaciones son por lo com ún diferentes en

el tiempo que dura el llanto. Tal vez indicaciones menos equívocas pueden ser proporciona­
das por el pulso. Un hombre no puede controlar los movimientos de su corazón como los de
los músculos de su rostro. Pero la significación particular de estos indicios es, sin embargo,
muy incierta. Todo lo que pueden expresar es que un hombre está afectado, pero no de qué
manera ni por qué causa. A una afección que resulta realmente de tal o cual causa puede darle
un aspecto artificial y atribuirlo a tal o cual otra causa. A un sentimiento dirigido en realidad
a una cierta persona como su objeto, puede darle una dirección artificial y representarlo como
dirigido a otro objeto cualquiera. Puede atribuir lágrimas de furia a un sentimiento de con­
trición. La preocupación que siente al pensar en un castigo que le espera puede imputarla a
un sentimiento de simpatía po r el daño producido por su ofensa.
N o obstante, un juicio m uy aceptable puede generalmente ser expresado por una mente
poseedora de un buen discernimiento, al reunir todos los signos exhibidos p o r un hombre y
compararlos con sus acciones.
Un caso notable del poder de la voluntad sobre los signos externos de la sensibilidad apa­
rece en aquella historia de Tácito sobre el soldado romano que provocó un m otín en el cam­
pamento, pretendiendo que había perdido a un hermano a causa de la crueldad criminal del
general. La verdad es qué nunca había tenido un hermano.
64 / J eremy Bentham

muchos, sentidos. Sus características morales son también, en ciertos sentí- *


dos, notablemente diferentes: la castidad, la modestia y la delicadeza, por
ejemplo, son más apreciadas que el coraje en una mujer, mientras que el
coraje es apreciado más que cualquiera de esas otras cualidades en un h om ­
bre. Las inclinaciones religiosas no tienden a ser notablemente diferentes en
ninguno de los sexos, excepto que la mujer está más inclinada a la supersti­
ción que el hombre; es decir, a prácticas no dictadas por el principio de uti-
lidad; una diferencia que puede ser bastante bien explicada por algunas de las
circunstancias anteriormente mencionadas. Las direcciones de su simpatía *
son diferentes en m uchos aspectos: hacia sus propios hijos, durante toda la
vida, y para los niños en general, mientras son chicos, su afecto es com ú n ­
mente más fuerte que el del varón. Sus afectos tienden a ser m enos extensi­
vos; rara vez se extienden tanto com o para abarcar el bienestar de su país en
general, mucho m enos el de la humanidad o de toda la naturaleza sensitiva;
rara vez abarcan una clase o división extensa, aun de sus propios conciuda­
danos, a menos que sea en virtud de su simpatía p or algunos individuos par­
ticulares que pertenecen a su propia clase. En general, la dirección de sus
antipatías, así com o de sus simpatías, tienden a ser m enos concordantes con
él principió de utilidad que las del varón, debido principalmente a alguna
deficiencia de conocim iento, discernimiento y com prensión. Sus habituales
formas de entretenimiento tienden en muchos aspectos a ser diferentes de las
del varón. Respecto de sus conexiones por simpatía, no puede haber dife­
rencia. En cuanto a las circunstancias pecuniarias, de acuerdo con las cos­
tumbres de quizá todos los países, es en general m enos independiente.
X X X V I. 26. La edad se divide, naturalmente, en diversos períodos, de los
cuales no pueden determinarse de ningún m odo de manera uniforme ni los
números ni los límites. Se la puede dividir para el presente propósito en:

1. Infancia.
2. Adolescencia.
3. Juventud.
4. Madurez.
5. Declinación.
6. Decrepitud.

Sería una pérdida de tiem po detenerse en esta ocasión a examinar cada


período, y observar los signos que manifiesta respecto de las circunstancias
que acabamos de analizar. La infancia y la decrepitud son por lo com ún infe-
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 65

riores a los otros períodos en cuanto a salud, fuerza, resistencia, etc. En la


infancia, respecto de la mujer, las imperfecciones de ese sexo son realzadas;
respecto del varón, las imperfecciones son m uy semejantes en cualidad, pero
mayores en cantidad que las que acompañan los estados de adolescencia,
juventud y madurez en la mujer. En el estado de decrepitud, ambos sexos
recaen en las imperfecciones de la infancia. La generalidad de estas observa­
ciones puede ser fácilmente corregida por una revisión particular.
X X X V II. 27. La posición o el rango en la vida es una circunstancia que,
entre la gente civilizada, sufrirá p or lo com ún una m ultiplicidad de varia­
ciones. C¿eterisparibus, el quantum de sensibilidad parece ser m ayor en los
rangos más altos de los hombres que en los más bajos. Las circunstancias
primarias respecto de las cuales esta circunstancia secundaria tiende a indu
cir o señalar una diferencia, parecen ser principalmente las siguientes:
1. Cantidad y calidad del conocimiento.
2. Fuerza mental.
3. D irección de la inclinación.
4. Sensibilidad moral.
5. D irección moral.
6. Sensibilidad religiosa.
7. D irección religiosa.
8. Sensibilidad de simpatía.
9. D irección de simpatía.
10. Sensibilidad de antipatía.
11. D irección de antipatía.
12. O cupación habitual.
13. Naturaleza y productividad de los m edios de vida de un hombre.
14. Relaciones que implican provecho.
15. H ábito de gastos.
16. C onexiones que implican una carga.
U n hom bre de cierto rango tendrá frecuentemente un núm ero de per­
sonas dependientes, además de aquellas cuya dependencia es el resultado de
relaciones naturales. En cuanto a la salud, fuerza y resistencia, si el rango
tiene alguna influencia sobre estas circunstancias, es sólo de manera rem o­
ta, principalmente por la influencia que puede tener sobre sus ocupaciones
habituales.
X X X V III. 28. La influencia de la educación es aún más amplia. La edu­
cación ocupa u n lugar algo diferente de las circunstancias de edad, sexo y
66 / J eremy B entham

rango. Estas palabras, aunque la influencia de las circunstancias que respec­


tivamente denotan se ejerce predominantemente, si no totalmente, por in­
termedio de ciertas de las circunstancias primarias antes mencionadas, ofre­
cen, sin embargo, cada una de ellas, una circunstancia que tiene por sí misma
una existencia separada. Este no es el caso con la palabra educación, que
tiene sentido nada más que en cuanto sirve para poner a la vista una o más
de esas circunstancias primarias. La educación puede distinguirse en física y
mental: la educación del cuerpo y la de la mente: la mental, nuevamente,
com prende intelectual y moral; el cultivo del entendimiento y el cultivo de
los afectos. La educación que un hom bre recibe le es dada en parte por
otros y en parte por sí m ism o. Por educación, entonces, no puede expre­
sarse nada más que la condición en la que se encuentra un hom bre respecto
de esas circunstancias primarias, resultantes en parte de la administración y
recursos de otros, principalmente de aquellos que en las épocas tempranas
de su vida han tenido dom inio sobre él, y en parte de los suyos propios. A
la parte física de su educación corresponden las circunstancias de salud,
fuerza y resistencia; y a veces, accidentalmente, la de imperfección corpo­
ral, com o cuando por intemperancia o negligencia un daño irreparable afli­
ge a su persona. A la parte intelectual, corresponden los de la cantidad y
calidad del conocim iento y en alguna medida, quizá, los de firmeza mental
y constancia. A la parte moral, la dirección de sus inclinaciones, y la canti­
dad y calidad de su sensibilidad moral, religiosa, de simpatía y antipatía; a
las tres ramas indiscriminadamente, pero bajo el control superior de inci­
dentes externos, com o sus recreaciones habituales, su propiedad, sus medios
de vida, sus conexiones por vía de ganancia y de carga, y sus hábitos de gasto.
Ciertamente, con respecto a tod os estos puntos, la influencia de la educación
se modifica, de manera más o m enos aparente, por la de incidentes exterio­
res; y de una manera escasamente aparente y absolutamente fuera de la p o ­
sibilidad de cálculo, p or la textura y constitución original tanto de su cuer­
po com o de su mente.
X X X IX . 29. Entre las circunstancias externas por las que la influencia
de la educación se modifica, las principales son las que se relacionan con el
clima. Esta circunstancia resulta prim ordial y exige una denom inación
separada, no meramente debido a la magnitud de su influencia, sino tam ­
bién debido a ser conspicua para tod os y por aplicarse indiscrim inada­
m ente a grandes núm eros a la vez. Esta circunstancia depende, en esencia,
de la situación de la parte de la Tierra que sea considerada con respecto al
LOS PRINCIPIOS I)h I.A M< >KAI Y 1 A 1 lOiSl A( i<’>N / (>/

curso de la totalidad del planeta alrededor del Sol; pero en cuanto a su


influencia, depende de la condición de los cuerpos que com ponen la s u ­
perficie de la Tierra en esa parte, principalm ente de la cantidad de calor
experim entado en distintos períodos, y de la densidad y pureza, y la seque­
dad o hum edad del aire que la rodea. D e las tan a m enudo m encionadas
circunstancias primarias, pocas son aquellas cuya producción no es influi­
da por esta circunstancia secundaria, en parte p or sus efectos m anifiestos
sobre el cuerpo, en parte por sus efectos m enos perceptibles sobre la m en ­
te. En los climas cálidos, la salud de los hom bres tiende a ser más precaria
que en los fríos; su fuerza y resistencia es menor, así com o el vigor, la fir­
m eza y la constancia de la mente; y por tanto, indirectamente, también es
menor la cantidad de sus conocim ientos y la dirección de sus inclinaciones
es diferente, más notablemente respecto de su propensión superior a los
goces sexuales, y respecto a la más temprana manifestación de ésta; sus sen­
sibilidades de todo tipo son más intensas, y en sus ocupaciones habituales,
los hom bres son más dados a la pereza que a la actividad. La estructura
esencial de su cuerpo es probablem ente m enos fuerte y m enos resistente,
y la estructura esencial de su m ente, m enos vigorosa, m enos firme y m enos
constante.
XL. 30. O tro punto en el catálogo de circunstancias secundarias es el de
la raza o linaje: la raza o linaje nacional del que procede un hombre. Esta cir­
cunstancia, independientemente del clima, marcará por lo general una dife­
rencia en cuanto a la estructura esencial de la mente y el cuerpo. U n hombre
de raza negra, nacido en Francia o Inglaterra, es un ser m uy diferente, en
muchos aspectos, de un hom bre de raza francesa o inglesa. U n hom bre de
raza española, nacido en M éxico o Perú, es al m om ento de su nacimiento
una clase de ser diferente, en muchos aspectos, de un hombre de la raza ori
ginal peruana o mexicana. Esta circunstancia, en la medida en que es distin­
ta del clima, rango y educación, y de las dos recién mencionadas, opera prin­
cipalmente por intermedio de la dirección moral, la religiosa, la de simpatía
y la de antipatía.
XLI. 31. La penúltima circunstancia es la del gobierno: el gobierno bajo
el cual vive un hom bre en el m om ento de que se trate; o más bien, aquel en
el cual se ha acostumbrado a vivir la m ayor parte del tiempo. Esta circuns ­
tancia actúa principalmente a través de la educación, ya que el magistrado
obra en carácter de tutor sobre todos los m iem bros del Estado, por la direc­
ción que im prim e a sus esperanzas y sus temores. En verdad, en un gobier
68 / J eremy B entham

no solícito y atento, el preceptor ordinario, aun el m ism o padre, es com o si


fuera un delegado del magistrado, cuya influencia controladora, distinta en
este caso de la del preceptor ordinario, continúa ejerciéndose sobre un
hom bre hasta el fin de sus días. Los efectos del p od er peculiar del magis­
trado se observan más particularmente en la influencia que ejerce sobre el
quantum y dirección de la sensibilidad moral, religiosa, de simpatía y anti­
patía de un hombre. En un gobierno bien constituido, o aun en uno bien
administrado aunque no bien constituido, la sensibilidad moral de los h om ­
bres es com únm ente más fuerte y sus direcciones m orales están más en con ­
cordancia con los dictados de la utilidad; su sensibilidad religiosa es fre­
cuentem ente más débil, pero sus direcciones religiosas m enos discordantes
con los dictados de la utilidad, sus afectos por simpatía más grandes, dirigi­
dos más al magistrado que a pequeños grupos o a individuos, y más a toda
la com unidad que a aquél; sus sentim ientos de antipatía son m enos violen­
tos, por ser más serviles a la influencia de inclinaciones morales bien dirigi­
das, y m enos tendientes a ser excitados por la influencia de inclinaciones
religiosas mal dirigidas. Sus inclinaciones de antipatía son más concordes
con las inclinaciones morales bien dirigidas, más tendientes (en proporción)
a fundarse en afectos por simpatía, de m ayor amplitud, que en los estrechos
y autodirigidos afectos, y en consecuencia, en general, más acordes con los
dictados de la utilidad.
XLII. 32. La última circunstancia es la de la profesión religiosa^ la de la
religión que un hom bre profesa, la fraternidad religiosa de que un hombre
es miembro. Esta circunstancia actúa principalmente p or m edio de la sen­
sibilidad religiosa y las direcciones religiosas. A ctúa, sin em bargo, com o
un indicio más o m enos concluyente respecto de diversas otras circunstan­
cias. C on respecto a algunas, apenas si p or interm edio de las dos que se aca­
ban de mencionar: éste es el caso respecto del qu an tu m y la dirección de la
sensibilidad moral y las de simpatía y antipatía de un hom bre; quizás, en al­
gunos casos, respecto de la cantidad y la calidad del conocim iento, la fuerza
de los poderes intelectuales y la dirección de la inclinación. C on respecto a
otras, puede operar inmediatamente por sí misma; éste parece ser el caso res­
pecto a las ocupaciones habituales de un hombre, sus circunstancias pecu­
niarias y sus relaciones por simpatía y antipatía. U n hom bre que dedica m uy
poca atención interna a los dictados de la religión que considera necesario
profesar, puede tener dificultades en su intento de evitar participar de las
ceremonias de dicho culto, y en cubrir una parte de las cargas pecuniarias
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 69

que dicho culto im pone48. Por la fuerza de la costumbre y el ejemplo puede


aún ser conducido a abrigar cierta parcialidad por personas de su misma
profesión, y una antipatía proporcional contra aquellos de una profesión
rival. En particular, la antipatía contra personas de diferentes creencias es
uno de los últim os puntos de la religión que los hombres abandonan. Por
últim o, es obvio que la profesión religiosa de un hom bre no puede sino
tener una considerable influencia en su educación. Pero considerando la
importancia del término educación, decir esto es, tal vez, sólo decir en otras
palabras lo que ya se ha dicho.
XLIII. Estas circunstancias, todas o muchas de ellas, necesitan ser teni­
das en cuenta tan frecuentem ente com o en cualquier ocasión en que se
advierta cualquier cantidad de d olor o placer, com o resultado de una causa
cualquiera. ¿Ha recibido una persona cualquiera una injuria? Las m encio­
nadas circunstancias deberán ser tenidas en cuenta al estimar el daño de la
ofensa. ¿Será necesaria alguna com pensación? Será necesario tenerlas en
cuenta al calcular el quantum de dicha compensación. ¿Debe castigarse al
ofensor? Habrá que atender a ellas al estimar la fuerza de la impresión que
le causará cualquier castigo de que se trate.
XLIV. D ebe observarse que, aunque todos ellos, en un sentido u otro,
parecen merecer un lugar en el catálogo, no son todos de la misma utilidad
en la práctica. Diferentes elementos entre ellos son aplicables a distintas cau­
sas excitantes. D e aquellos que pueden influir sobre el efecto de la misma
causa excitante, algunos se aplican indiscriminadamente a clases enteras de
personas, siendo aplicables a todas sin ninguna diferencia notable en el gra­
do; éstas pueden ser directa y casi totalm ente provistas p or el legislador.
Este es el caso, por ejemplo, con las circunstancias primarias de la im per­
fección corporal y la insania, con la circunstancia secundaria del sexo, tal
vez con la edad, de todos m odos co n el rango, el clima, el linaje y la p ro­
fesión religiosa. Otras, si bien pueden ser aplicadas a clases enteras de per­
sonas, en su aplicación a diferentes individuos son susceptibles tal vez de
una variedad indefinida de grados. Estas no pueden ser totalmente estipu­
ladas por el legislador; pero com o su existencia puede ser determinada y el

48 Las maneras en que una religión puede disminuir los medios de un hombre o aumen­
tar sus necesidades son varias. A veces le impedirá obtener un rédito de su dinero, otras, de
ponerse a trabajar. A veces lo obligará a com prar comida más cara en lugar de más barata; a
veces a contratar un trabajo inútil, a veces a pagar a hombres por no trabajar, a veces a com­
prar chucherías, a las cuales sólo la imaginación ha asignado un valor, a veces a comprar una
excepción de castigo, o títulos para la felicidad en el mundo que vendrá.
70 / J eremy Bentham

grado en el que se presentan es mensurable, pueden ser estipuladas p or el


juez u otro magistrado ejecutivo, a quienes se pueden dar a conocer los di­
versos individuos que están involucrados. Este es el caso:
1. C on la circunstancia de la salud.
2. En cierto m odo, con la de la fuerza.
3. Escasamente con la de la resistencia.
M enos aún con las de la cantidad y calidad del conocim iento, la fuerza
de los poderes intelectuales, la firmeza o la constancia mentales, excepto en
la medida en que las condiciones de un hombre respecto de estas circuns­
tancias puede ser indicada por las circunstancias secundarias del sexo, edad
o rango, a duras penas por la dirección o inclinación, excepto en cuanto esa
circunstancia latente es señalada por la más manifiesta de las ocupaciones
habituales; escasamente p or la de la sensibilidad o las direcciones morales de
un hombre, excepto en la medida en que pueden ser indicadas por su sexo,
edad, rango y educación; en m odo alguno por su sensibilidad religiosa y la
dirección de ésta, excepto que puedan ser determinadas por la religión que
profesa; de ningún m odo por la cantidad o calidad de sus sentimientos de
simpatía o antipatía, excepto que se las pueda deducir de su sexo, edad, ran­
go, educación, linaje o profesión religiosa. Se da el caso, sin embargo, con sus
ocupaciones habituales, sus circunstancias pecuniarias y con. sus relaciones
por simpatía. D e otras, nuevamente, o bien no puede asegurarse la existen­
cia, o su grado no puede medirse. Éstas, por lo tanto, no pueden ser tenidas
en cuenta ni por el legislador ni por el magistrado ejecutivo. D e acuerdo con
esto, no hay m otivo alguno para que sean tenidas en cuenta, si no fuera por
aquellas circunstancias secundarias que las señalan, y cuya influencia no p o ­
dría ser bien comprendida sin ellas. Ya se ha mencionado cuáles son ellas.
XLV. Ya se ha observado que diferentes puntos en esta lista de circuns­
tancias se aplican a diferentes causas excitantes; la circunstancia de la fuerza
corporal, por ejemplo, tiene escasa influencia por sí misma (aunque pueda
tenerla de una manera indirecta y por accidente) sobre el efecto de un inci­
dente que aumentaría o disminuiría el quantum de la propiedad de un h om ­
bre. Q ueda por considerar cuáles son las causas excitantes con las que tiene
que habérselas el legislador. Éstas pueden, por algún u otro accidente, ser
cualesquiera, pero aquellas que le incum ben principalmente son las de la
clase dolorosa o aflictiva. C on las placenteras tiene p oco que hacer, excepto
de tanto en tanto, por accidente, las razones de lo cual pueden ser fácilmente
percibidas, al mismo tiem po que ocuparía demasiado espacio desarrollarlas
aquí. Las causas excitantes que más le incum ben son, por una parte, los actos
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 71

delictivos, que es su deber reprimir; por otra parte, los castigos, por el terror
a los cuales se esfuerza por prevenirlos. Ahora bien, de estos dos conjuntos
de causas excitantes, sólo la última es producida por él; siendo causada en
parte por su propia decisión especial, en parte por la prescripción del juez.
Es necesario, por tanto, tanto para el legislador com o para el juez (si han de
saber lo que hacen cuando dictaminan un castigo) tener en vista todas estas
circunstancias. Para el legislador, a menos que, siendo su intención aplicar
cierta intensidad de castigo a todas las personas que se pongan en una situa­
ción dada, por ignorancia aplicara a esas personas mucho más o m ucho
menos de lo que se tenía la intención de aplicar, quizá por su propia volun ­
tad, o de todos m odos por la del legislador. Cada uno de ellos, por lo tanto,
- debe tener ante la vista una lista de las diversas clases y grados de castigo que
se propone utilizar, y luego, haciendo entre ambos una comparación, for­
marse una estimación detallada de la influencia de cada una de las circuns­
tancias en cuestión, sobre el efecto de cada especie y grado de castigo.
Estos son dos planes u órdenes de distribución, cada uno de los cuales
debe ser seguido al realizar esta estimación. U n o es para hacer que encabece
la lista el nombre de la circunstancia, y bajo ella representar las distintas
influencias que ejerce sobre los efectos de las diversas formas de castigo; el
otro es para hacer que encabece la lista el nombre del castigo, y en él repre­
sentar las distintas influencias que se ejercen sobre sus efectos, por las diver­
sas circunstancias arriba mencionadas. Ahora bien, de estas dos clases de
objetos, el castigo es aquello a lo cual se dirige la intención del legislador en
primera instancia. Este es de su propia creación y será lo que considere ade­
cuado que sea; la circunstancia influyente existe independientemente de él, y
es lo que es, lo quiera él o no. L o que tiene oportunidad de hacer es estable­
cer una especie y un grado de castigo, y es sólo con referencia a ese castigo
que tiene ocasión de averiguar respecto de cualesquiera circunstancias en
cuestión. El segundo de los dos planes, por tanto, es el que parece con
mucho el más útil y amplio. Pero no puede exponerse aquí ninguna estima­
ción, ni de acuerdo con el prim ero ni con el segundo plan49.

^ Ésta está lejos de ser una propuesta visionaria, no reductible a la práctica. H ablo por
experiencia, habiendo realmente realizado tal estimación, aunque basándome en el menos
amplio de los planes, y antes de que las diversas circunstancias en cuestión hubieran sido
reducidas al número y orden precisos en que aquí se las enumera. Ésta es una parte del asun­
to destinada a otra obra. [Véase cap. XIII, par. 2. Nota.] Algunas de estas circunstancias otor­
gan denominaciones particulares a las personas con las que se relacionan. Así, desde el punto
de vista de las imperfecciones corporales, las personas son llamadas sordas, mudas, ciegas,
etc.; desde la circunstancia de la insania, idiotas y maníacos; según la circunstancia de la edad,
72 / J erem y B entham

XLVI. D e las varias circunstancias contenidas en este catálogo, puede ser


útil dar una suerte de punto de vista analítico; a fin de que pueda ser más
fácilmente descubierto si algunas, que debieron haber sido incluidas, están
omitidas; y si, respecto a aquellas que están incluidas, puede verse en qué
difieren y en qué concuerdan.
En primer lugar, puede distinguírselas en prim arias y secundarias. P ue­
den llamarse primarias aquellas que operan inmediatamente por sí mismas;
y secundarias, las que sólo operan por interm edio de las otras. A esta última
denom inación corresponden las circunstancias de sexo, edad, posición en la
vida, educación, clima, linaje, gobierno y profesión religiosa; las restantes
son primarias. Estas, a su vez, son innatas o adventicias: las innatas son la
estructura esencial del cuerpo y la estructura esencial de la mente. Las adven­
ticias son o bien personales o bien exteriores. Las personales, a su vez, con ­
ciernen a las disposiciones o a las acciones de un hombre. Las que conciernen
a sus disposiciones, conciernen o bien a su cuerpo o bien a su m ente. Las que
conciernen a su cuerpo son la salud, la fuerza, la resistencia y la imperfección
corporal. Las que conciernen a su mente, a su vez, conciernen a su entendi­
m iento o a sus afectos. A la primera categoría corresponden las circunstan­
cias de cantidad y calidad del conocim iento, la fuerza del entendimiento y la
insania. A la segunda corresponden las circunstancias de firmeza de la m en ­
te, constancia, dirección de la inclinación, sensibilidad moral, inclinaciones
morales, sensibilidad religiosa, inclinaciones religiosas, sensibilidad por sim ­
patía y sensibilidad por antipatía. Las que conciernen a sus actos son sus
ocupaciones habituales. Las que son exteriores a él corresponden, o bien a
las cosas o bien a las personas que le interesan; en la primera categoría se in­
cluyen sus circunstancias pecuniarias*50; en la última, sus relaciones por sim ­
patía y antipatía.

niños; todas esas clases de personas tienen su lugar en el Código. Véase B, I. tit. [Excepciones].
Las personas así distinguidas constituirán otros tantos artículos en el catalogus personarum
priviligiatarum. Véase el Apéndice, tit. [Composición].
50 En cuanto a las circunstancias pecuniarias de un hombre, las causas de las cuales ellas
dependen no están todas incluidas en la misma clase. El quantum absoluto de la propiedad
de un hombre cae, por cierto, bajo la misma clase de sus circunstancias pecuniarias en gene­
ral; así como también el provecho que obtiene de la ocupación que le provee sus medios de
subsistencia. Pero la ocupación misma concierne a su propia persona y cae dentro de la misma
categoría que sus entretenimientos habituales; así como también sus hábitos de gasto, sus
relaciones en términos de ganancias y cargas, bajo el mismo rubro que sus relaciones por sim­
patía; y las circunstancias de su actual demanda de dinero, y la fuerza de sus expectativas, bajo
el rubro de esas circunstancias relativas a su persona respecto de sus afectos.
C a p í t u l o VII

Acerca de las acciones humanas en general

I. La tarea del gobierno es prom over la felicidad de la sociedad, por medio


de castigos y recompensas. La parte de su tarea que consiste en castigar es
más particularmente el tema del derecho penal. E n la medida en que un acto
tiende a perturbar esa felicidad, es decir, en la m edida en que su tendencia es
perniciosa, tal será la demanda de castigo. Ya hem os visto en qué consiste la
felicidad: goces y placeres, y seguridad contra los dolores.
II. La tendencia general de un acto es más o m enos perniciosa, de acuer­
do con la suma total de sus consecuencias, es decir, de acuerdo con la dife­
rencia entre la suma de las que son buenas y la suma de las que son malas.
III. D ebe observarse que aquí, y de aquí en más, toda vez que se habla
de consecuencias, sólo quiere decirse las m ateriales5I. La multitud y variedad
de las consecuencias de un acto son necesariamente infinitas; pero sólo vale
la pena considerar aquellas que son importantes. A hora bien, entre las con­
secuencias de un acto, sean cuales sean, sólo puede decirse que son impor­
tantes aquellas que son estimadas por la com petencia de un legislador, ya sea
que sean materiales, o bien que consisten en dolores o placeres, o que ten­
gan influencia en la producción de dolores o placeres52.

51 O importantes.
52 En ciertos casos, las consecuencias de un acto pueden ser materiales en cuanto sirven
como pruebas que indican la existencia de algún otro hecho material, que puede ser incluso
antecedente al acto del cual son consecuencias, pero aun así, sólo son materiales, porque en
virtud de su cualidad probatoria tienen influencia, en un período subsecuente de tiempo, en
la producción de dolor y placer: por ejemplo, por servir como fundamento para la convic­
ción, y luego para el castigo. Véase tit. [Simples falsedades], verbo [material].
74 / J eremy Bentham

IV. También ha de observarse que en la exposición de las consecuencias


del acto, no sólo las que podrían haber surgido si la intención estuviera fuera
de cuestión, sino también las que dependen de la conexión que puede exis­
tir entre las consecuencias mencionadas en primer lugar y la intención. La
conexión que existe entre la intención y ciertas consecuencias es, com o v e­
remos de aquí en adelante53, un m edio de producir otras consecuencias. En
esto yace la diferencia entre instrumentación racional e irracional.
V. Ahora bien, la intención, respecto a las consecuencias de un acto, de­
penderá de dos cosas:
1. El estado de la voluntad o intención respecto del acto m ism o, y
2. El estado del entendim iento o las facultades perceptivas respecto de
las circunstancias que lo acompañan o pueden parecer hacerlo.
C on respecto a estas circunstancias, la facultad perceptiva es susceptible
de tres estados: condenad, inconsáencia y falsa condencia. Conciencia, cuan­
do la parte cree precisamente que esas circunstancias, y no otras, subsisten, y
éstas subsisten realmente. Inconsciencia, cuando no percibe la subsistencia
de ciertas circunstancias, que sin embargo subsisten. Falsa conciencia, cuan­
do cree o imagina que ciertas circunstancias subsisten, cuando en verdad no
subsisten.
VI. En toda transacción, por tanto, que se examina con vistas a un casti­
go, deben considerarse cuatro artículos:
1. El acto mismo que se realiza.
2. Las circunstandas en que se lleva a cabo.
3. La intendonalidad que.puede haberlo acompañado.
4. La conciencia, inconscien cia o falsa conciencia que p uede ha­
berlo acompañado.
Lo que respecta al acto y las circunstancias será el tema del presente capí­
tulo; lo que se refiere a la intención y la conciencia, de los dos siguientes.
VIL H ay también otras dos cuestiones de las cuales depende la tenden­
cia general de un acto; y sobre ellas, así com o sobre otras cuestiones, la
demanda de castigo que crea. Estas son:
1. El m o tivo o m otivos particulares que le dieron origen.
2. La disposidón general que indica.
Estos puntos serán el tema de otros dos artículos.

53 Véase B, I. Tit. [Exenciones] y tit. [Atenuantes].


LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 75

VIII. Los actos pueden distinguirse de diversos m odos, con distintos


propósitos.
Pueden distinguirse, en primer lugar, en positivos y negativos. C on el
término positivo se indican aquellos que consisten en m ovim iento o esfuer­
zo; con n egativo, los que consisten en mantenerse en reposo, es decir, en evi­
tar moverse o esforzarse en determinadas circunstancias. Así, golpear es un
acto positivo; no golpear, en ciertas ocasiones, uno negativo. Los actos p osi­
tivos son llamados también actos de cometer; los negativos, actos de om isión
o contención54.
IX. A quellos actos que son negativos pueden serlo en forma absoluta o
relativa: absoluta, cuando implican la negación de cualquier agente positivo,
por ejemplo, no golpear en absoluto; relativa, cuando implican la negación
de tal o cual m odo particular de actuar, por ejemplo, no golpear a tal o cual
persona o cosa, o en tal dirección.
X. D ebe observarse que la naturaleza del acto, sea positivo o negativo,
no se determina inmediatamente por la forma del discurso que se emplea
para expresarlo. U n acto que es positivo en su naturaleza puede ser caracte­
rizado por una expresión negativa: por ejemplo, no estar en reposo equiva­
le a decir moverse. C om o también, un acto negativo en su naturaleza puede
ser caracterizado por una expresión positiva: así, om itir o abstenerse de lle­
var com ida a una persona en ciertas circunstancias es expresado por el tér­
mino singular y positivo hacer pasar ham bre.
XI. En segundo lugar, los actos pueden distinguirse en externos e inter­
nos. Por externos, queremos decir actos corporales, actos del cuerpo; por

54 La distinción entre actos positivos y negativos recorre todo el sistema de las ofensas y
a veces introduce una diferencia material respecto de sus consecuencias. Para mejor reconci­
liarnos con la amplia y, como puede parecer algunas veces, inconsistente significación dada
aquí al término acto, puede considerarse: 1. Q ue en m uchos casos, cuando no se ejecuta nin­
gún acto exterior o público, el estado en que se encuentra la mente en el momento en que
se dice que el supuesto acto tiene lugar, es tan auténtica y directamente el resultado de la
voluntad, como cualquier acto externo, po r m uy evidente y conspicuo que sea. El no reve­
lar una conspiración, p or ejemplo, puede ser tan perfectam ente un acto de la voluntad
como participar en ella. 2. Q ue aunque la mente no hubiera contemplado nunca 1i posibi­
lidad del incidente en cuestión (en la medida en que el hecho de no suceder no hubiera sido
siquiera oblicuamente intencional), aun así el estado mental en que estaba la persona en el
momento en que, si lo hubiera querido, el incidente podría haber sucedido, produce en
muchos casos las mismas consecuencias materiales, y no sólo como probable, sino como
apto para requerir la oposición de otros agentes, com o el opuesto. Así, cuando se impone
un impuesto, el hecho de no pagarlo es un acto que de todos modos debe ser castigado de
alguna manera, ya sea que usted pensara pagarlo o no.
76 / J eremy Bentham

actos internos, actos mentales, actos de la mente. Así, golpear es un acto ex­
terno o exterior55; tener la intención de golpear, un acto interno o interior.
XII. Los acto&jl^ d iscu rso son una especie de mezcla de los dos: actos
externos, que no son de ningún m od o, ni acompañados de ninguna conse­
cuencia, más allá de que sirven para expresar la existencia de actos internos.
Hablarle a alguien de golpear, escribirle acerca de golpear, hacerle signos de
golpear, son otros tantos actos de discurso.
XIII. Tercero, los actos externos p ueden distinguirse en transitivos e in­
transitivos, Los actos pueden llamarse transitivos cuando el m ovim iento es
com unicado de la persona del agente a algún cuerpo ajeno; esto es, a un cuer­
p o ajeno sobre el cual los efectos pueden ser considerados com o im portan­
tes, com o cuando un hom bre corre en su persecución, o le arroja agua a la
cara. Los actos pueden llamarse intransitivos, cuando el m ovim iento no se
com unica a ningún otro cuerpo, en cu yo caso los efectos son considerados
com o importantes, sino a alguna parte de la persona en quien se originó,
co m o cuando un hombre corre o se lava a sí m ism o56.
XIV. U n acto de la clase transitiva puede decirse que está en su com ien­
z o , o en e\ p rim er estadio de su progreso, mientras el m ovim iento se limita a
la persona del agente y no ha sido aún com unicado a un cuerpo ajeno, sobre
el cual sus efectos pueden ser importantes. Puede decirse que está en su ter­
minación, o en el últim o estadio de su progreso, tan pronto com o el m ovi­
m iento o im pulso ha sido com unicado a algún cuerpo ajeno. Puede decirse
que está en el estadio o estadios m edios o interm edios de su progreso, m ien-
(ras el movim iento, habiendo pasado de la persona del agente, no ha sido
todavía com unicado a ningún cuerpo ajeno. A sí, tan pronto com o un h om ­
bre ha levantado su mano para golpear, el acto de golpearlo que realiza está
en su com ienzo; tan.pronto com o su m ano lo ha alcanzado, está en su ter­
minación. Si el acto es el m ovim iento de un cuerpo que está separado de la

)S Un acto exterior es también llamado por los abogados público.


SALa distinción es bien conocida entre los últimos gramáticos; por cierto es con ellos que
*««• oí iginój aunque ellos la han aplicado más bien a nom bres que a las cosas mismas. A los ver-
que significan actos transitivos, com o los aquí descritos, les han dado el nom bre de
vrtbos transitivos; a aquellos que significan actos intransitivos los han llamado intransiti-
\ i »s Estos últimos son más frecuentemente llamados neutros, es decir, ni activos ni pasivos.
! i apelación parece impropia, pues en lugar de no ser ni uno ni otro, son ambos en uno.
A la clase de actos que aquí llamamos intransitivos, pertenecen aquellos que constituyen
11 leí *era clase en el sistema de ofensas. Véase el cap. [División] y B, I. tit. [El yo respecto de
lili Ofensas].
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 77

persona del agente antes de que alcance el objeto, puede decirse, durante ese
intervalo, que está en su progreso interm edio57, o in gradu m ed ia tivo ; com o
en el caso en que un hombre le arroja una piedra o le dispara un tiro.
XV. U n acto de la clase intransitiva puede decirse que está en su com ien ­
zo cuando el movim iento o im pulso está confinado aún al m iem bro u órga­
no en que se originó; y no ha sido todavía com unicado a ningún m iem bro u
órgano distinguible del anterior. Puede decirse que está en su terminación,
cuando ha sido aplicado a cualquier otra parte de la misma persona. Así,
entonces, cuando un hombre se envenena, mientras está levantando el ven e1
no hacia su boca, el acto está en su com ienzo; tan pronto com o ha llegado a
sus labios, está en su terminación58.
X V I. En tercer lugar, los actos pueden distinguirse tn pasajeros y conti­
nuos. A sí, golpear es un acto transitivo; reclinarse, uno continuo. Com prar
es un acto transitivo; estar en posesión, uno continuo.
X V II. En lenguaje estricto hay una diferencia entre un acto continuo y
una repetición de actos. Se trata de una repetición de actos, cuando hay inter­
valos ocupados por actos de distinta naturaleza; de un acto continuo, cuan­
do no existen semejantes intervalos. Así, reclinarse es un acto continuo;
seguir golpeando, una repetición de actos.
X V III. H a y otra diferencia entre una repetición de actos y un h abito o
práctica. E l térm ino repetición de actos puede ser utilizado, aunque los
actos en cuestión estén separados p or intervalos m u y breves, y aunque la
suma total de ellos ocupe un brevísim o lapso. El térm ino hábito n o se u ti­
liza sino cuando se supone que los actos en cuestión están separados p or
intervalos continuos de larga duración, y su sum a total ocupa un largo
lapso. P o r ejem plo, no es el beber muchas veces, ni beber tanto p or v ez en
el curso de la m isma reunión, lo que constituirá el hábito de embriagarse;
es necesario que esas reuniones tengan lugar m u y frecuentem ente. T odo
hábito es una repetición de actos, o para hablar más estrictamente, cuando
un h om bre ha repetido tales y cuales actos después de intervalos considera­
bles, se dice que ha perseverado o contraído un hábito; pero no toda repeti­
ción de actos es un hábito59.

57 O en su migración o in transitu.
58 A estas distinciones nos referiremos en el próximo capítulo: cap. VIII [Intencionali­
dad]; y aplicado a la práctica en B, I. tit. [Extenuaciones].
59 U n hábito, al parecer, no puede en realidad ser llamado un agregado de actos, pues
los actos son una especie de entidades arquetípicas y los hábitos una especie de entidades fie-
78 / JEREMY BENTHAM

X IX . Cuarto: los actos pueden dividirse en indivisibles y divisibles. Los


indivisibles son meramente imaginarios: pueden ser fácilmente concebidos
pero nunca se los ha p odid o ejemplificar. Los que son divisibles pueden ser
ejemplificados respecto de la materia o del m ovim iento. U n acto indivisible
respecto de la materia es el m ovim iento o el reposo de un único átom o de
materia. U n acto indivisible respecto del m ovim iento es el m ovim iento de
cualquier cuerpo de un átom o único del espacio que ocupa al siguiente.
Q uinto: los actos pueden distinguirse en simples y complejos: simples,
tales com o el acto de golpear, el acto de inclinarse o el acto de beber, arriba
ejemplificados; complejos: cada uno consistente en una multitud de actos
simples, que, aunque num erosos y heterogéneos, devienen una especie de
unidad por su relación con un designio o finalidad com ún, tal com o el acto
de ofrecer una comida, el acto de mantener a un niño, el acto de exhibir un
triunfo, el acto de constituir una corte, etcétera.
X X . D e tanto en tanto se ha formulado la pregunta sobre qué es en tal
caso lo que constituye un acto; dónde ha terminado un acto y otro ha co ­
menzado; si lo que ha tenido lugar es un acto o m uchos*60. Actualm ente es
evidente que estas cuestiones pueden ser respondidas, con igual justeza, de
maneras opuestas; y si hay alguna ocasión en que sólo pueden ser respondi­
das de una única manera, la respuesta dependerá de la naturaleza de la oca­
sión y del fin para el cual la cuestión es propuesta. U n hom bre es herido en
dos dedos de un solo golpe: ¿Es una herida o varias? U n hom bre es golpea­
do a las doce horas y nuevamente a las doce y ocho minutos: ¿Es ésta una
sola paliza o varias? U sted golpea a un hombre e instantáneamente, sin darse
respiro, golpea a otro: ¿Es ésta una paliza o varias? En cualquiera de estos
casos puede ser una para ciertos fines perseguidos, y varias, respecto de
otros. D am os estos ejemplos para que los hombres tom en conciencia de la
ambigüedad del lenguaje, y no se torturen a sí m ism os con dudas insolubles,
ni uno a otro con disputas interminables.
X X L Suficiente ya con respecto a actos considerados en sí mismos;
ahora hablaremos de las circunstancias con que pueden haber sido acompa­
ñados. Esas deben necesariamente ser tenidas en cuenta antes de que pueda
determinarse cosa alguna respecto de las consecuencias. Cuáles pueden en

ticias o seres imaginarios, que se supone están constituidos p or aquéllos o son en cierto modo
el resultado de ellos.
60 Distinciones como éstas son puestas frecuentemente en cuestión en el curso de un
proceso.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 79

general ser las consecuencias de un acto, no pueden ser de otra manera des­
cubiertas: no puede saberse nunca si son benéficas, indiferentes o dañinas.
En algunas circunstancias hasta matar a un hom bre puede ser un acto bené­
fico; en otros, poner comida delante de otro puede ser perjudicial.
X X II. Ahora bien, ¿qué son las circunstancias de un acto? Cualesquiera
objetos61. Tome usted un acto cualquiera: no hay nada en la naturaleza de las
cosas que excluya a ningún objeto imaginable de ser una circunstancia para
él. Cualquier objeto dado puede ser una circunstancia para cualquier otro62.
X X III. Ya hem os tenido ocasión de mencionar por un m om ento las
consecuencias de un acto, las que fueron distinguidas com o importantes y
carentes de importancia. D e la misma forma pueden distinguirse sus cir­
cunstancias. Ahora bien, la importancia es un término relativo: aplicado a las
consecuencias de un acto, guardaba relación con el dolor y el placer; aplica­
do a las circunstancias, guarda relación con las consecuencias. U na circuns­
tancia puede ser llamada importante cuando guarda una visible relación con
las consecuencias en cuanto a la causalidad; no importante, cuando no guar­
da tal visible relación.
XXIV. Las consecuencias de un acto son sucesos63. U n a circunstancia
puede estar relacionada con un suceso en cuanto a la causalidad, en cual ­
quiera de cuatro modos:
1. A la manera de la causalidad o producción.
2. A la manera de derivación.
3. A la manera de conexión colateral.
4. A la manera de influencia conjunta.
Puede decirse que se relaciona con el suceso a la manera de causalidad,
cuando forma parte del núm ero de aquellos que contribuyen a la produc­
ción de tal suceso; a la manera de derivación, cuando forma parte del númc-

61 O entidades. Véase B, II. tit. [Evidencia], § [Hechos].


62 La etimología de la palabra circunstancia es perfectamente característica de su sentido:
circum stantia, cosas que están alrededor, objetos que están alrededor de un objeto dado. N o
recuerdo qué matemático fue el que definió a Dios como un círculo, cuyo centro está en toda1,
partes pero su circunferencia en ninguna. D e la misma manera, el campo de las circunstancias
pertenecientes a cualquier acto puede ser definido como un círculo, del cual la circunferencia
no está en ninguna parte, pero cuyo centro es el acto en cuestión. Ahora bien, como cualquier
acto puede, para los fines del discurso, ser considerado como un centro, cualquier otro acto
u objetos cualesquiera pueden ser considerados dentro del número de aquellos que están a su
alrededor.
63 Véase B, II. tit. [Evidencia], § [Hechos].
80 / J eremy B entham

ro de los sucesos a cuya producción dicha circunstancia ha contribuido; a la


manera de conexión colateral, cuando la circunstancia y el suceso en cues­
tión, sin que ninguno de ellos intervenga en la producción del otro, están
ambos relacionados a algún objeto com ún que está implicado en la produc­
ción de los dos; a la manera de la influencia conjunta, cuando, estando o no
relacionados de cualquier otra manera, han concurrido ambos a la produc­
ción de una consecuencia com ún.
XXV. U n ejemplo puede ser útil. En el año 1628, Villiers, duque de
Buckingham, favorito y ministro de Carlos I de Inglaterra, fue herido y
7murió. El hom bre que lo hirió fue un tal Felton, que exasperado por la mala
administración de que ese ministro era acusado, fue de Londres a P ots-
mouth, donde Buckingham se encontraba ocasionalm ente, se abrió cam ino
hasta su antecámara, y encontrándolo ocupado en una conversación con un
grupo de personas a su alrededor, se acercó a él, sacó una daga y lo apuña­
ló. En el esfuerzo, el sombrero del asesino cayó al suelo, que pronto fue
encontrado y, registrándolo, se halló el puñal ensangrentado. En la copa del
sombrero se encontraron fragmentos de papel con frases expresivas de lo
que se había propuesto. Supongam os, entonces, que el suceso en cuestión
es la herida recibida por Buckingham. La acción de Felton de sacar su daga,
su cam ino hasta la cámara, su ida a P otsm outh, la indignación concebida
por la idea de la mala administración de Buckingham , la administración
misma, la designación de dicho ministro por Carlos I, y así en más, cada vez
más arriba, sin fin, son otras tantas circunstancias relacionadas con el suce­
so de la herida recibida por Buckingham, en la vía de la causalidad o p ro ­
ducción; el puñal ensangrentado, una circunstancia relacionada con el m is­
mo suceso p or derivación; el descubrim iento del som brero en el suelo, el
encuentro de las frases en el sombrero y su escritura, otras tantas circuns­
tancias relacionadas con él por conexión colateral; y la situación y conver­
sación de las personas alrededor de Buckingham , circunstancias relaciona­
das con el cam ino de Felton hasta el salón, su ida a Portsm outh, y así en
más, a la manera de circunstancias conjuntas; en la medida que contribuye­
ron en com ún al suceso de la herida recibida p or Buckingham, al impedir­
le ponerse en guardia ante la primera aparición del intruso 64.

64 La división puede ser más ilustrada y confirmada por el caso más simple y particular
de la generación animal. A la producción corresponde la paternidad; a la derivación, la filia­
ción; a la conexión colateral, la consanguinidad colateral, a la influencia conjunta, el matri­
monio y la copulación.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 81

X X V I. Estas diversas relaciones no se conectan todas con un suceso con


la misma certeza. En primer lugar, es evidente, por cierto, que tod o suceso
debe tener alguna u otra circunstancia y, en verdad, una cantidad indefinida
de circunstancias relacionadas con él a manera de producción; debe natural­
mente tener una cantidad aun m ayor de circunstancias relacionadas con él a
manera de conexiones colaterales. Pero no parece necesario que todo suce­
so deba tener circunstancias que se relacionan con él a manera de derivación;
ni, por tanto, que deba tener ninguna relacionada con él a la manera de in­
fluencia conjunta. Pero de las circunstancias de todas clases que realmente se
vinculan a un suceso, sólo un pequeño número de ellas puede ser descubierta
por el m áximo esfuerzo de las facultades humanas; es un número aún más
pequeño el que alguna vez realmente llama nuestra atención; cuando se da la
ocasión, más o m enos de dichas circunstancias, éstas serán descubiertas p or
un hombre en proporción a la fuerza, en parte de sus poderes intelectuales
y en parte de su inclinación65. Parece, por tanto, que el número y descripción
de ciertas circunstancias correspondientes a un acto, que parecen ser im por­
tantes, serán determinadas por dos consideraciones:

Si fuese necesario, podría ser también ilustrada por la imagen material de una cadena, tal
como aquella que, según la ingeniosa ficción de los antiguos, está sujeta al trono de Júpiter.
U na sección de esta cadena seria entonces exhibida como muestra, a manera del diagrama de
un certificado de linaje. Yo hubiera mostrado dicha figura si no hubiera sentido aprehensión
de que una exhibición de esta clase, a la vez que reducía el tema a una pequeña cuestión más
clara para un hom bre entre cien, podía hacerla más oscura y formidable para los otros noven­
ta y nueve.
65 Cuanto más rem ota es una conexión de esta clase, es p o r supuesto más oscura. A me­
nudo sucede que una conexión, cuya idea a primera vista parecería extravagante y absurda, se
convertirá en altamente probable, y ciertamente indiscutible, simplemente por la sugerencia
de unas pocas circunstancias intermedias.
En Roma, 390 años antes de la Era Cristiana, un ganso se pone a graznar; dos mil años
después un rey de Francia es asesinado. Para considerar estos dos sucesos y ninguna otra cosa
¿qué puede parecer más extravagante que pensar que la noción del primero de ellos pudiese
haber tenido alguna influencia en la producción del segundo? Llene la brecha, traiga a la
mente algunas circunstancias intermedias, y nada parecerá más probable. Fue el graznido de
una pareja de gansos, en la época en que los galos habían tom ado por sorpresa el Capitolio,
lo que salvó a la República romana; si no hubiera sido por el ascendiente que ella adquirió
después sobre la mayoría de las naciones de Europa, entre otras sobre Francia, la religión cris­
tiana, hablando humanamente, no podría haberse establecido de la manera como lo hizo en
ese país. Concedamos, entonces, que si un hombre como Enrique IV hubiera existido, nin­
gún hombre, sin embargo, habría tenido los motivos por los cuales Ravaillac, despistado por­
uña idea maligna respecto de los dictados de esa religión, fue inducido a asesinarlo.
82 / J eremy B entham

1. Por la naturaleza misma de las cosas.


2. Por la fuerza o debilidad de las facultades de aquellos que se ponen
a considerarlas.
X X V II. Hasta este punto pareció necesario hacer una introducción ge­
neral respecto de los actos y sus circunstancias, previa a la consideración de
las clases particulares de actos con sus circunstancias particulares, de las que
tendremos que ocuparnos en el cuerpo de la obra. U n acto de alguna u otra
clase está necesariamente incluido en la noción de tod o delito. Junto con este
acto, bajo la noción del m ism o delito, se incluyen ciertas circunstancias, las
cuales forman parte de la esencia del delito, contribuyen por su influencia
conjunta a la producción de sus consecuencias, y en conjunción con el acto,
son puestas a la vista por el nom bre por el cual se lo distingue. Tendremos
ocasión de aquí en más de distinguirlas por el nom bre de circunstancias in­
criminatorias®. Otras circunstancias, nuevamente, al entrar en com binación
con el acto y el anterior conjunto de circunstancias, producen aun otras con ­
secuencias. Estas consecuencias adicionales, si son de naturaleza beneficiosa,
otorgan, según el valor que tengan en esa calidad, por las circunstancias a las
cuales deben su origen, el nom bre de circunstancias exculpatorias667689o ate­
nuantes^. Si son de la clase perjudicial, les otorgan el nombre de circunstan­
cias agravantes®. D e todos estos diferentes grupos de circunstancias, las in-
criminatorias se relacionan con las consecuencias del delito original, en
cuanto a producción; con el acto y entre sí, a manera de influencia conjun­
ta; las consecuencias del delito original se relacionan respectivamente con
ellas y con el acto, a manera de derivación; las consecuencias del crimen
m odificado, con las circunstancias incriminatorias, exculpatorias y ate­
nuantes, a manera de derivación; estos diferentes conjuntos de circunstan­
cias, con las consecuencias del acto m odificado, a manera de producción;
y entre sí (respecto de las consecuencias del acto o delito modificado) a ma­
nera de influencia conjunta. Finalm ente, cualesquiera circunstancias que
pueda observarse que se conectan con las consecuencias del delito, ya sea
directamente o por derivación, u oblicuam ente por afinidad colateral (es
decir, en virtud de estar conectada a manera de derivación con algunas de las

66 Véase B, I. tit. [Circunstancias incriminatorias].


67 Véase B, I. tit. [Justificaciones].
68 Véase B, I. tit.[Atenuantes].
69 Véase B, I. tit. [Agravantes].
LOS PRINCIPIOS DI* I.A MORAI. Y I A I I OIS! A< h'»N / Hl

circunstancias con las que están conectadas de la misma manera) tienen una
relación importante con el delito a manera de prueba, por lo que pueden ser
llamadas circunstancias probatorias y pueden llegar a ser útiles, al ser pre­
sentadas en la ocasión co m o otras tantas pruebas, indicios o evidencias de
que el delito ha sido co m etid o 70. .

70 Véase B, i. tit. [Delitos Accesorios] y B, II. tit. [Pruebas]


Es evidente que este análisis es igualmente aplicable a incidentes de una naturaleza pura­
mente física, como a aquellos que conciernen a la acción moral. Por tanto, si es justo y útil
aquí, se vería que tal vez no es imposible encontrar alguna aplicación para él en la filosofía
natural.
Capítulo VIII

Acerca de la intencionalidad

I. Es suficiente con lo dicho respecto de los dos primeros puntos de los cua­
les puede depender la tendencia perjudicial, o sea, el acto mismo y la reunión
general de las circunstancias de las que puede estar acompañado. Ahora pa­
saremos a considerar las maneras en que la circunstancia particular de la
intenáón puede estar implicada en ella.
II. Primero, entonces, la intención o la volición puede concernir a uno
de estos dos objetos:
1. El acto m ism o.
2. Sus consecuencias.
D e estos objetos, aquel correspondiente a la intención puede denominar­
se intencional; si concierne a las consecuencias, también puede decirse lo m is­
m o de éstas. Si concierne tanto al acto com o a las consecuencias, la entera
acción puede decirse que es intencional71. Cualesquiera de esos ítems que no
es objeto de la intención, puede decirse, por supuesto, que es no intencional.

71 En esta ocasión suelen emplearse comúnmente las palabras voluntario e involuntario.


N o obstante, me abstengo de ellas deliberadamente debido a la extrema ambigüedad de su
significado. Por acto voluntario quiere decirse a veces cualquier acto, en cuya realización la
voluntad ha desempeñado algún papel; en este sentido, es sinónimo de intencional; a veces
sólo aquellos actos en cuya producción la voluntad ha sido determinada p or motivos de natu­
raleza no dolorosa; en este sentido es sinónimo de no constrictivo o no coaccionado; a veces
solamente actos en la producción de los cuales la voluntad ha sido determinada por motivos
que, sean de una clase agradable o penosa, le han ocurrido a un hombre mismo, sin que los
hubiese sugerido ningún otro; en este sentido, es sinónimo de espontáneo. El sentido de la
palabra involuntario no se corresponde enteramente con el de la palabra voluntario. Invo­
luntario es usado en oposición a intencional y a no constrictivo pero no a espontáneo. Podría
ser útil limitar el significado de las palabras voluntario e involuntario a un caso singular y m uy
restringido, lo cual será mencionado en la próxima nota.
86 / J eremy B entham

III. El acto puede m u y fácilmente ser intencional, sin que se sigan las
consecuencias; y eso sucede frecuentemente.
IV. Las consecuencias de un acto tam bién pueden ser intencionales, sin
que el acto lo sea en toda su extensión, es decir, sin ser intencional en cada
uno de sus tramos; pero este caso no es tan frecuente com o el anterior.
Suponga que usted intenta lastimar a un hom bre y para ello corre tras él;
pero al interponerse un segundo hom bre entre usted y el prim ero, antes de
que pueda detenerse, corre hacia el segundo y por su interm edio derriba al
primero.
V. Pero las consecuencias de un acto no pueden ser intencionales sin que
él acto lo sea, al menos en la primera etapa. Si el acto no es intencional en la
primera etapa, no es un acto suyo; por tanto, no hay intención de su parte
de producir las consecuencias, es decir, las consecuencias individuales. Todo
lo que puede haber habido de su parte es una intención remota de producir
otras consecuencias de la misma naturaleza, por m edio de un acto su yo en
el futuro; o si no, sin ninguna intención, un m ero deseo de que dicho suce­
so se produzca. Suponga que el segundo hom bre corre por su propia cuen­
ta hacia el segundo y lo derriba. U sted tenía la intención de hacer algo de la
misma naturaleza; o sea, correr tras él y derribarlo usted mismo; pero n o ha
hecho nada en vista de esas intenciones; p or tanto, las consecuencias indi­
viduales del acto, que el segundo hom bre produjo al derribar al primero, no
puede decirse que hayan sido intencionales de su parte72.

72 Para completar totalmente el análisis aquí presentado de los posibles estados m enta­
les en cuanto a intencionalidad, debe llevarse a un grado de minuciosidad, que a los ojos de
algunos tenderá a parecer trivial. Por esta razón, nos pareció aconsejable separar del texto lo
que sigue a un lugar que puede ser salteado p o r cualquiera que lo considere adecuado. U n
acto del cuerpo, cuando es de clase positiva, es un movimiento; abora bien, en el movimiento
deben considerarse siempre tres aspectos: 1. La cantidad de materia que mueve. 2. La direc­
ción en la cual se mueve, y 3. La velocidad con que se mueve. En correspondencia con estos
tres aspectos, se dan otros tantos modos de intencionalidad respecto de un acto, considera­
do sólo como estando en su primera etapa. Para ser totalmente no intencional, debe serlo
respecto de cada uno de esos tres particulares. Este es el caso con aquellos actos que son los
únicos que se llama propiamente involuntarios; actos en cuya realización la voluntad no
tiene parte en ningún sentido, tales como las contracciones del corazón y las arterias.
Según este principio, los actos que no son intencionales en la primera etapa pueden dis­
tinguirse entre aquellos que son completamente no intencionales y los que lo son sólo par­
cialmente; y éstos, a su vez, pueden no ser intencionales en cuanto a la cantidad y la materia
solamente, o sólo en cuanto a la dirección, o sólo en cuanto a la velocidad, o en cuanto dos
cualesquiera de dos de estos aspectos en conjunción.
El ejemplo que se dará más adelante puede fácilmente ser extendido a esta parte del aná­
lisis, por quienquiera que considere que ello vale la pena.
í OS J'RINl i|*|( >S DI i A Mí >!< AI V I A I t h í ' . t A< lu N / H /

VI. Segundo. Cuando una consecuencia es intencional, puede serlo d


rectam ente, o sólo oblicuamente. Puede decirse que es directa o linealmeníc
intencional, cundo la perspectiva de producirla constituía uno de los eslabo
nes de la cadena de causas por las cuales la persona estaba determinada a rea
lizar el acto. Puede decirse que es oblicua o colateralmcnte intencional, cuan
do, aunque la consecuencia fuera contemplada, y parecía probable que se
produciría en el caso de que el acto se realizara, ella no constituía un eslabón
en la cadena arriba mencionada.
VIL Tercero. U n incidente que es directamente intencional puede serlo
fin alm ente o sólo m ediatam ente. Puede decirse que es finalmente intencio
nal cuando ocupa el últim o lugar en la serie de sucesos externos en la men
cionada cadena de m otivos, hasta el punto de que la perspectiva de la pro
ducción de dicho incidente podría convertirse en una certeza de que tendrá
lugar, y ello sería suficiente para determinar la voluntad, sin la perspectiva de
producir ningún otro incidente. Puede decirse que es mediatamente inten
cional y nada más, cuando hay algún otro incidente, cuya perspectiva de
producirse forma un eslabón subsiguiente de la misma cadena; hasta el
punto de que la perspectiva de producir el primero no habría operado comí >
m otivo, sino por la tendencia que parecía tener a la producción del segun< 1<r
VIII. Cuarto. C uando u n incidente es directamente intencional, puede
serlo exclusiva o no exclusivam ente. Puede decirse que es exclusivamente
intencional, cuando ningún otro, excepto ese m otivo individual, habría res
p ondido al fin; al punto de que ningún otro incidente tuviera ninguna parte
en la determinación de la voluntad hacia el acto en cuestión. Puede decirse
que ha sido no exclusivam ente73 intencional, cuando ha habido algún otro
incidente, cuya perspectiva actuaba sobre la voluntad al m ism o tiempo.
IX. Q uinto. Cuando un incidente es no exclusivamente intencional,
puede ser o bien conjuntam ente, o disyuntivam ente, o indiscrim inadam ni
te tal. Puede decirse que es conjuntamente intencional respecto de tal otro *lo

Parece haber ocasiones en que aun estas disquisiciones, por minuciosas que parezcan, ti<>
dejan de tener uso en la práctica. En el caso del homicidio, por ejemplo, y otras lesiones o >i
porales, todas las distinciones especificadas aquí pueden acontecer, y en el curso de un juicio
pueden, con alguno u otro propósito, requerir ser recordadas y ser tema del discurso. Lo que
puede contribuir a hacer perdonable su mención, es el uso que podría posiblemente haca se
de ellas en la filosofía natural. E n manos de un metafísico experto, éstas, junto con el capia i
lo anterior sobre acciones humanas y las secciones sobre hechos en general, con el título de
Evidencia del Libro de Procedimientos, podría quizá contribuir algo a un análisis exhaustivi >
de las posibles variedades de inventos mecánicos.
75 O conjuntamente.
88 / J eremy B entham

incidente, cuando la intención es producir ambos; disyuntivamente, cuando


la intención es producir indiferentemente uno u el otro, pero no ambos;
indiscriminadamente, cuando la intención es producir indiferentemente o
bien uno o el otro, o ambos, según sea la ocasión.
X. Sexto. C uando dos incidentes son disyuntivam ente intencionales,
pueden serlo con preferencia o sin ella. Puede decirse que lo son con prefe­
rencia, cuando la intención es que uno de ellos, en particular, suceda más
bien que el otro; sin preferencia, cuando la intención se cumple igualmente
cualquiera de ellos sea el que acontezca74.
XI. U n ejemplo aclarará tod o esto. G uillerm o II, rey de Inglaterra, en
una caza de ciervos, recibió de sir Walter Tyrrel una herida, de la cual m u ­
rió75. Tom em os este caso y diversifiquémoslo con una variedad de suposi­
ciones, correspondientes a las distinciones que acabamos de establecer.
1. Entonces, Tyrrel ni siquiera abrigaba una idea sobre la muerte del rey;
o, si lo hacía, consideraba que no había peligro alguno de que sucediera. En
cualquiera de estos dos casos, el incidente del asesinato del rey es absoluta­
mente no intencional.
2. Él vio un ciervo corriendo en una dirección y vio al m ism o tiem po al
rey cabalgando en esa dirección; su intención era matar al ciervo; no desea­
ba matar al rey; pero al mismo tiem po vio que, si disparaba, era tan proba­
ble que matase al rey com o al ciervo; no obstante, disparó, y en consecuen­
cia mató al rey.
En este caso el incidente de matar al rey fue intencional, pero oblicua­
mente.
3. M ató al rey a causa del od io que le tenía, y p or ninguna otra razón
que el placer de destruirlo. En este caso, el incidente de la muerte del rey
fue n o sólo directamente, sino finalmente intencional.
4. M ató al rey con la plena intención de hacerlo; no por ningún odio
que le tuviera, sino con el objeto de robarle cuando estuviese muerto. En

74 H ay una diferencia entre el caso en que un hecho es totalmente no intencional, y aquel


en que, siendo disyuntivamente intencional respecto de otro, la preferencia está a favor de este
último. En el primer caso, la intención de la paite es que el incidente en cuestión no suceda
en absoluto; en el segundo caso, la intención es más bien que suceda el otro, pero si ello no
puede ser, entonces que suceda éste antes de que no suceda ninguno de los dos, y que ambos,
de todos modos, no sucedan.
Todas éstas son distinciones que deben ser tenidas en cuentas en el caso de la partícula o;
una partícula de sentido m uy ambiguo y de gran importancia en la legislación. Véase el Apén­
dice tit. [Composición].
75 David Hume, History of England.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 89

este caso el incidente de la muerte del rey fue directa pero no finalm ente in­
tencional; fue mediatamente intencional
5. N o tenía ni más ni menos otra intención que matar al rey. N o tenía
ninguna otra finalidad ni deseo. Esta vez fue exclusiva, así com o directa­
mente, intencional; es decir, exclusivamente respecto de cualquier otro inci­
dente importante.
6. Sir Walter disparó al rey en la pierna derecha, mientras éste se arran­
caba una espina con su mano izquierda. Su intención de clavar la flecha en
su pierna a través de su mano, era lisiarlo en esos dos miembros al m ism o
tiempo. En este caso, el incidente de que el rey fuera herido en la pierna era
intencional, y ello en conjunción con otro que no aconteció: ser herido en la
mano.
7. La intención de Tyrrel era herir al rey o bien en la mano o bien en la
pierna, pero no en ambas, y antes bien en la m ano que en la pierna. E n este
caso, la intención de clavarle la flecha en la m ano era disyuntivam ente con ­
currente respecto del otro incidente, y ello con preferencia.
8. Su intención era herir al rey en la pierna o en la mano, según lo que
pudiera suceder, pero no en ambos m iem bros. E n este caso la intención era
no exclusiva sino disyuntivamente tal; pero sin preferencia.
9. Su intención era dispararle al rey o bien en la pierna o en la mano,
según pudiera suceder. En este caso la intención era indiscriminadamente
concurrente respecto de los dos incidentes.
XII. H a de observarse que un acto puede ser no intencional en cual­
quiera de sus etapas, aunque intencional en la precedente y, por otra parte,
puede ser intencional en cualquiera de sus etapas, y no obstante n o inten­
cional en la siguiente76. Pero haya sido intencional o no en cualquier etapa
precedente, no es importante con respectó a las consecuencias, de m odo
que es no intencional en la última. El único p un to respecto del cual es im ­
portante es la prueba. En cuantas más etapas sea no intencional el acto, será
por lo com ún más aparente que no lo era respecto de la última. Si un h om ­
bre que intenta golpearlo a usted en la mejilla, le da en cam bio un golpe en
el ojo y se lo arranca, será probablem ente difícil para él probar que n o era
su intención golpearlo en el ojo. Será probablem ente más fácil si su inten­
ción era realmente no golpearlo o aun no golpear en absoluto.

76 Véase el cap. VII [Acciones], par. 14.


90 / J eremy B entham

XIII. Es frecuente oír a los hombres hablar de una buena o una mala in­
tención; de la bondad o maldad de la intención de un hombre, una circuns­
tancia sobre la cual se pone generalmente m ucho acento. Por cierto n o es de
poca importancia, cuando se lo entiende bien, pero su importancia es en gran
medida ambigua y oscura. Estrictamente hablando, no puede decirse que
nada sea bueno o malo sino en sí mismo; que es sólo el caso del dolor o el
placer, o debido a sus efectos, que sólo corresponde a las cosas que son cau­
sas o preventivos del dolor y el placer. Pero de un m odo figurativo y m enos
apropiado de hablar, una cosa puede ser también llamada buena o mala en
razón de lo que la causa. A hora bien, los efectos de la intención de realizar
tal o cual acto son los mism os de que hem os estado hablando bajo el apela­
tivo de consecuencias; y las causas de la intención se llaman m o tivo s. La
intención de un hombre, entonces, en cualquier ocasión, puede ser llamada
buena o mala, con referencia a las causas de un acto o a sus m otivos. Si es
considerado bueno o malo en cualquier sentido, debe ser, o bien porque se
considera que produce buenas o malas consecuencias, o porque se lo con ­
sidera originado en un buen o mal m otivo. Pero la bondad o maldad de las
consecuencias dependen de las circunstancias. Ahora bien, éstas n o son
objeto de la intención. U n hom bre tiene la intención de realizar un acto, y
por su intención lo produce, pero en cuanto a las circunstancias, ellas n o son
objeto de su intención; en la medida en que son circunstancias del acto, no
las produce. Si accidentalmente hubiera algunas que ha contribuido a pro­
ducir, ello ha sido por intenciones anteriores, dirigidas a actos anteriores, que
han producido esas circunstancias com o consecuencias; en el m om ento en
cuestión las tom a tal com o las encuentra. Los actos, con sus consecuencias,
son objetos de la voluntad, así com o del entendimiento; las circunstancias,
com o tales, son objeto sólo del entendimiento. Todo lo que se puede hacer
con ellas, com o tales, es conocerlas o no; en otras palabras, ser o no cons­
ciente de ellas. A l título de Conciencia corresponde lo que se dirá acerca de
la bondad o maldad de las intenciones de un hombre, com o resultado de las
consecuencias de sus actos; y al título de M o tivo , lo que se dirá de sus inten­
ciones com o resultado del m otivo.
Capítulo IX
Acerca de la conciencia

I. Ya se ha dicho lo suficiente respecto de las formas en que la voluntad o la


intención pueden estar implicadas en la producción de cualquier incidente;
ahora vamos a considerar la parte que puede haber jugado el entendim ien­
to o facultad perceptiva en relación con dicho incidente.
II. Se ha consum ado cierto acto, y ello intencionalmente; ese acto fue
acompañado por ciertas circunstancias; de ellas dependen algunas de sus
consecuencias; y entre el resto, todas aquellas que eran de naturaleza pura­
mente física. Ahora bien, tom em os una cualquiera de estas circunstancias;
es evidente que un hombre, en el m om ento de realizar el acto del cual se
siguieron tales consecuencias, puede haber sido consciente o inconsciente
de dicha circunstancia. En otras palabras, puede haberse dado cuenta o no
de la circunstancia; ésta puede haber estado presente o ausente de su mente.
En el primer caso puede decirse que fue un acto pru den te respecto de dicha;
circunstancia; en el segundo caso, im prudente.
III. H ay dos puntos respecto de los cuales un hombre puede haber sido
prudente o imprudente:
1. La existencia de la circunstancia misma.
2. Su importancia?7.
IV. Es evidente que, con referencia al m om ento del acto, tal circunstan­
cia puede haber sido presente, pasada o futura.

77 Véase el cap. Vil [Acciones], par 3.


92 / J e r e m y B e n t h a m

y. U n acto im prudente es o bien negligente o no negligente. Se llama


negligente cuando se piensa que el caso es de tal naturaleza, que una perso­
na normalmente prudente78, si es impulsada por una dosis normal de bene­
volencia, es probable que hubiera dispensado tanta atención y reflexión a
las circunstancias importantes, que se habría sentido efectivamente dis­
puesto a impedir que el incidente perjudicial se produjera; no negligente,
cuando no se piensa que el acto es tal com o el arriba m encionado79.
VI. N uevam ente. Ya fuese que un hom bre supusiese o no la existencia
o importancia de una circunstancia dada, puede ser que supusiera la exis­
tencia e importancia de alguna circunstancia que, o bien no existía, o que
aun existiendo, no fuese importante. En tal caso puede decirse que el acto
fue m al inform ado respecto de tal circunstancia imaginada; y puede decir­
se que hubo una suposición errónea en el caso o mal supuesto.
VII. Ahora bien, una circunstancia cuya existencia es erróneamente su­
puesta puede sin embargo ser importante:
1. En cuanto a su prevención.
2. En cuanto a su com pensación.
Puede ser tenida por im portante en cuanto a su prevención, cuando su
efecto o tendencia, de haber existido, habría sido prevenir sus detestables
consecuencias; en cuanto a su com pensación, cuando ese efecto o tenden­
cia hubiera sido producir otras consecuencias, cu yo provecho habría sido
m ayor que el perjuicio causado por las otras.
VIII. Es evidente que, con referencia al m om ento del acto, puede su p o­
nerse que tal circunstancia imaginaria, en uno u otro caso, sea presente,
pasada o futura.
IX. Para volver al ejemplo presentado en el capítulo precedente:
10. Tyrrel tuvo la intención de disparar en la dirección en que lo hizo,
pero no sabía que el rey cabalgaba tan cerca de ese lugar. En este caso el acto
que realizó al disparar, el acto de disparar, n o fue inform ado respecto de la
existencia de la circunstancia de que el rey cabalgaba tan cerca de ese lugar.
11. El sabía que el rey cabalgaba en esa dirección, pero a la distancia a
la que se encontraba el rey, no sabía que la probabilidad era que la flecha lo
alcanzara. En este caso el acto no fue inform ado respecto de la im portancia
de la circunstancia.

7S Véase el cap. VI [Sensibilidad], par. 12.


79 Véase B. I. tit. [Extenuaciones].
L O S P R IN C IPIO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 93

12. Alguien había impregnado la flecha con veneno sin que Tyrrel lo
supiera. En este caso el acto no fue informado acerca de la existencia de una
circunstancia pasada.
13. En el m ism o m om ento en que Tyrrel tensó el arco, el rey, oculto a
su vista por el follaje de algunos arbustos, cabalgaba a tod o galope, de m odo
que la flecha lo alcanzaría en línea directa; circunstancia que también supe­
raba lo que Tyrrel sabía. En este caso el acto no fue informado respecto de
la existencia de una circunstancia presente.
14. E ncontrándose el rey a distancia de la corte, no podía conseguir que
nadie vendara su herida hasta el día siguiente; circunstancia de la cual Tyrrel
no tenía conocim iento. En este caso el acto no fue inform ado con respecto
a lo que entonces era una circunstancia futura.
15. Tyrrel sabía que el rey cabalgaba en esa dirección, que estaba m uy
cerca, etc.; pero engañado por el follaje de los arbustos, creyó ver una lom a
entre el lugar desde el cual disparó y aquel en que el rey cabalgaba. En este
caso, el acto fue m a l inform ado, a causa de la falsa suposición de una cir­
cunstancia im peditiva.
16. Tyrrel sabía que todo era com o lo hem os expuesto, ni estaba tam ­
p o co engañado p or la suposición de ninguna circunstancia impeditiva. Pero
creía que el rey era un usurpador, y suponía que venía para atacar a una per­
sona que Tyrrel creía era el legítim o rey y que cabalgaba al lado de Tyrrel.
En este caso el acto también estaba mal informado, pero procedía de la falsa
suposición de una circunstancia compensatoria.
X. O bservem os la conexión que existe entre intencionalidad y concien­
cia. Cuando el acto m ism o es intencional, e inform ado respecto de todas las
circunstancias, com o también de la importancia de éstas en relación con una
consecuencia dada, y no hay ninguna falsa suposición con respecto a nin­
guna circunstancia im p ed itiv a , esa consecuencia debe también ser intencio­
nal; en otras palabras, la inform ación respecto de las circunstancias, si está
libre de la falsa suposición de cualquier circunstancia impeditiva, extiende
la intencionalidad del acto a las consecuencias. Esas consecuencias pueden
ser, o bien directa, o sólo oblicuam ente intencionales; pero de todos m odos
no pueden sino ser intencionales.
XI. C ontinuando con el ejemplo. Si Tyrrel tenía la intención de disparar
en la dirección en que el rey cabalgaba, y sabía que el rey venía al encuentro
de la flecha, y sabía lo probable que era que fuese alcanzado en el m ism o
lugar en que lo fue, o en otro igualmente peligroso y con el m ism o grado de
94 / J eremy B entham

fuerza, etc., y no se engañaba por la errónea suposición de una circunstan­


cia por la cual se podría haber evitado que el disparo se produjera, o cual­
quier otra circunstancia impeditiva, es obvio que su intención no podía ser
otra que dar muerte al rey. Tal vez no lo deseaba positivamente; pero con
todo, en cierto sentido tenía esa intención.
XII. Lo que el descuido es en el caso de un acto imprudente, la precipi­
tación lo es en el caso de uno mal inform ado. U n acto mal informado puede
ser precipitado o no. Puede llamárselo precipitado cuando se cree que el
caso es tal que una persona de prudencia normal, impulsada p or una dosis
corriente de benevolencia, habría aplicado tanta atención y reflexión a la
circunstancia imaginada que, al revelársele la no inexistencia, improbabili­
dad o carencia de importancia de ésta, ello la habría dispuesto a evitar que
el incidente perjudicial tuviera lugar.
XIII. En el discurso ordinario, cuando un hombre ejecuta un acto cuyas
consecuencias resultan perjudiciales, es corriente hablar de él com o habien­
do actuado con buena o mala intención, de que su intención fue buena o
mala. Los epítetos bueno y malo se aplican en estos casos a las intenciones;
pero su aplicación es com únm ente regida por una suposición formada res­
pecto de la naturaleza del m otivo. El acto, aunque eventualmente resulte *
nocivo, se dice que fue ejecutado con buena intención, cuando se supone
que surge de un m otivo que es considerado com o bueno; con mala inten­
ción, cuando se supone que es el resultado de un m otivo considerado com o
malo. Pero la naturaleza de las consecuencias perseguidas y la naturaleza del
m otivo que dio origen a la intención son objetos que, aunque íntimamente
conectados, son perfectamente distinguibles. La intención podría, por tanto,
ser llamada buena con toda propiedad, cualquiera fuese el motivo. Podría
llamársela buena cuando no sólo las consecuencias del acto resultaran dañi­
nas, sino aunque el m otivo que le dio origen fu e lo que se dice malo. Para
justificar que se diga que la intención fue buena, bastaría con que, si las con ­
secuencias del acto hubieran resultado com o al agente le parecía probable
que fueran, hubieran sido de naturaleza beneficiosa. Y del mism o m odo la
intención puede ser mala, cuando no sólo las consecuencias del acto resultan
beneficiosas, sino que el m otivo que le dio origen fue asimismo bueno.
XIV. Ahora bien, cuando un hom bre se propone hablar de vuestra in­
tención com o siendo buena o mala, con referencia a las consecuencias, si
habla de ella en absoluto, debe usar la palabra intención, pues no hay nin­
guna otra. Pero si su propósito es hablar del m otivo en el cual se originó
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 95

vuestra intención, com o siendo bueno o malo, no está ciertamente obligado


a usar la palabra intención; es por lo menos igualmente correcto usar la pala­
bra m otivo. P or suposición, quiere decir el m otivo, y m uy probablem ente
puede no querer decir la intención. El m otivo puede ser bueno cuando la
intención es mala; la intención puede ser buena cuando el m otivo es malo;
ya sea que ambos sean buenos o malos, o uno es bueno y la otra mala, marca
una diferencia m uy esencial, com o veremos más adelante respecto de las
consecuencias80. Por lo tanto es mucho mejor, cuando se quiere decir m oti­
vo, nunca decir intención.
XV. U n ejemplo pondrá esto en claro. Por malevolencia un hom bre lo
demanda p or un crimen del cual cree que usted es culpable, pero del que de
hecho usted no lo es. En este caso las consecuencias de su conducta son per­
judiciales, pues de todos m odos son perjudiciales para usted, a raíz de la
vergüenza y ansiedad que se le hace sufrir mientras dura el proceso, a lo que
ha de añadirse, en caso de que usted sea condenado, el mal del castigo. Para
usted, p or tanto, son perjudiciales, ni hay nadie a quien beneficien. El m oti­
vo del hom bre fue también lo que se llama un m otivo malo; porque todo el
m undo admitirá que la malevolencia es un mal m otivo. N o obstante, las
consecuencias de su conducta, si hubieran dem ostrado ser tales com o él
creía probable que lo fueran, habrían sido buenas, porque en ellas se habría
incluido el castigo del criminal, que es beneficioso para todos los que están
expuestos a sufrir a causa de un crimen de naturaleza semejante. La inten­
ción,, por tanto, en este caso, aunque no el m otivo, según la forma vulgar de
hablar, podría ser denominada buena. Pero de los m otivos hablaremos más
específicamente en el próxim o capítulo.
XVI. En el m ism o sentido, la intención, sea positivam ente buena o no,
mientras no sea mala, puede ser llamada inocente. D e acuerdo con esto,
aunque las consecuencias hayan sido perjudiciales, y el m otivo lo que sea,
la intención puede ser declarada inocente en u no de estos dos casos:
1. En el caso de imprudencia respecto de cualquiera de las circuns­
tancias de la que dependieron las consecuencias perjudiciales.
2. En el caso.de mala información respecto de cualquier circunstan­
cia que, si hubiese sido lo que parecía ser, habría servido para
im pedir el perjuicio o tener más peso que él.

Véase el cap. XII [Consecuencias].


96 / J e r e m y B e n t h a m

X V II. Agregaremos unas pocas palabras con el fin de aplicar al derecho


rom ano lo que hem os dicho. La no intencionalidad y la inocencia de la in­
tención parecen estar ambas incluidas en el caso de in fortu n iu m , en el cual
no hay ni dolos ni culpa. La imprudencia, y el descuido, junto con la pre­
cipitación, corresponden a culpa sirte dolo. La intencionalidad directa co­
rresponde a dolus. La intencionalidad oblicua parece apenas haber sido
distinguida de la directa; en caso de que ocurriera, sería probablem ente
considerada com o correspondiendo a dolus. La división en culpa la ta , levis
y levísim a es de tal naturaleza, que nada seguro puede corresponder a ella.
¿Q ué es lo que expresa? U n a distinción, no en el caso m ism o, sino sólo en
los sentim ientos que cualquier persona (un juez, p or ejem plo) puede sen­
tirse dispuesta a experimentar con relación a él; supon ién dolo ya distingui­
do, por otros medios, en tres casos-subordinados.
La palabra dolus parece bastante mal concebida; la palabra culpa resulta
indiferente. Dolus, en cualquier otra ocasión, se entendería com o implican­
do engaño, ocultamiento81, clandestinidad823,8 pero aquí se extiende a fuerza
pública. Culpa, en cualquier otra ocasión, se entendería com o extendiéndo­
se a culpa de cualquier tipo. Por tanto, incluiría dolus*3.
XVIII. Las definiciones y distinciones que acabamos de hacer están lejos
de ser cuestiones de mera especulación. Son susceptibles de la más extensiva

81 Véase B. i. tit. [Robo] verbo [Responsable].


82 Dolus, una virtus quis in boste requirió - Virgilio.
83 N o pretendo aquí dar ninguna explicación determinada de un conjunto de palabras,
cuyo gran infortunio es que su importancia es confusa e indeterminada. H ablo sólo p o r apro­
ximación. Intentar determinar el significado preciso que les ha sido dado p o r una centésima
paite de los autores que las han usado sería una tarea interminable. ¿Quisiera alguien hablar
de forma inteligible sobre este tema en latín? Q ue suprima totalmente dolus; que conserve
culpa con el fin de expresar, no el caso mismo, sino el sentimiento que se experimenta res­
pecto de un caso descrito por otros medios. Para intencionalidad, dejad que acuñe osada­
mente una palabra y diga intentionalitas; para no-intencionalidad, non-intentionalitas. Para
imprudencia, tiene ya la palabra inscitia; aunque vendrían mejor las palabras imprudentia,
inobservantia, si no fuera por los otros sentidos en que son usadas; para imprudencia junto
con distracción, inscitias inculpabilis; para mala información, junto con precipitación, error
temerarius o error cum temeritate; mala información sin precipitación, error inculpabilis error
non temerarius o error sine temeritate.
N o es poco frecuente, asimismo, encontrar la frase malo animo; una frase, si es posible
más indeterminada, que cualquiera de las anteriores. Parece relacionarse o bien a intenciona­
lidad, o a conciencia, o al motivo, o a la disposición, o cualesquiera dos o más de éstos toma­
dos conjuntamente, sin que nadie pueda decir cuál, a pesar de que estos objetos parecen hasta
aquí haber sido apropiadamente distinguidos y definidos.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 97

y constante aplicación, tanto al discurso moral com o a la práctica legislativa.


D el grado e inclinación de la intención de un hombre, de la ausencia o fre ­
cuencia de conciencia o de una falsa suposición, dependen gran parte de las
buenas y malas consecuencias de un acto, más especialmente las malas; y
sobre éste, así com o de otros fundam entos, una gran parte de la demanda de
castigo84. La presencia de intención respecto de tal o cual consecuencia, y la
conciencia respecto de tal o cual circunstancia85 del acto, constituirán otras
tanta circunstancias incriminatorias o ingredientes esenciales en la com posi­
ción de tal o cual ofensa86; aplicada a otras circunstancias, la conciencia cons­
tituirá un fundam ento agravante, anexable a la ofensa similar. En casi todos
los casos, la ausencia de intención respecto de ciertas consecuencias y la
ausencia de conciencia, o la presencia de falsas suposiciones respecto de cier­
tas circunstancias, constituirán otros tantos fundamentos de atenuación87.

84 Véase el cap. XIII [Casos inapropiados].


85 Véase B. I. tit. [Circunstancias influyentes].
86 Véase B. I. tit. [Agravantes].
87 Véase B. I. tit. [Atenuantes].
.
C a p ít u l o X

Acerca de los motivos

§ I. D iferentes sentidos de la palabra m o tiv o 88

I. Es una verdad reconocida que cualquier clase de acto de que se trate, y en


consecuencia toda clase de ofensa, tiende a asumir un carácter diferente y a
ser acompañada de diferentes efectos, según la naturaleza del m otivo que le
da origen, Esto requiere considerar los diversos m otivos que tienden a
influir sobre la conducta humana.
II. Por motivo, en el más amplio sentido en que la palabra es jamás usada
con referencia a un ser pensante, quiere significarse cualquier cosa que pueda
contribuir a dar origen, o aun a impedir, cualquier clase de acción. Ahora
bien, la acción de un ser pensante es el acto, o bien del cuerpo, o sólo de la
mente; y un acto de la mente es un acto, o bien de la facultad intelectual, o
bien de la voluntad. Los actos de la facultad intelectual se apoyarán a veces
meramente en el entendimiento, sin ejercer ninguna influencia en.la produc­
ción de ningún acto de la voluntad. Los m otivos que no son de una natura­
leza capaz de influir sobre ningún otro acto que aquéllos, pueden denom i­
narse puramente especulativos, o m otivos basados en la especulación. Pero
en cuanto a estos actos, no ejercen influencia alguna sobre actos externos o

ss N ota del autor, julio de 1822.


Para una vista tabular simultánea de la lista total de MOTIVOS, en conjunción con los co­
rrespondientes placeres y dolores, intereses y deseos, véase, del mismo autor, Tabla de los
resortes de la acción, etc, con N otas explicativas y observaciones, Londres, Hunter, St. Paul s
Church Yard, 8vo., 1817, p. 32.
La palabra incentivo ha sido presentada últimamente como teniendo un significado más
amplio que la palabra m otive, y, en algunas ocasiones, más apropiado.
10 0 / J e r e m y B e n t h a m

sus consecuencias, ni por tanto sobre ningún dolor o placer que pueda con ­
tarse entre dichas consecuencias. Ahora bien, es sólo debido a su tendencia
a producir dolor o placer que un acto puede ser importante. Por tanto, no
nos conciernen aquí los actos que se basan sólo en el entendimiento, ni tam ­
poco ningún objeto, si es que hay alguno, que en calidad de m otivo no
puede tener ninguna influencia en otros actos que aquéllos.
III. Los únicos m otivos que nos interesan son aquellos que por su natu-
t aleza pueden actuar sobre la voluntad. Por m otivo, entonces, en este senti­
do de la palabra, debe entenderse cualquier cosa que, al influir sobre la v o ­
luntad de un ser sensible, se supone que sirve de m edio para determinarlo a
actuar o ¡a abstenerse voluntariamente de actuar89, en cualquier ocasión. Los
m otivos de esta clase, en contraposición a los anteriores, pueden denom i-
narse mptiyp-S prácticos, o m otivos que se aplican a la practica.
IV. D ebido a la pobreza y al estado inestable del lenguaje, la palabra m o­
tivo es empleada indiscriminadamente para denotar dos clases de objeto, que
es necesario distinguir para un mejor entendim iento del tema. En algunas
ocasiones es usado para denotar cualquiera de esos incidentes realmente
existentes, de los cuales se supone que el acto se origina. El sentido que tiene
cu esas ocasiones puede llamarse su sentido literal o no-figurativo. En otras
ocasiones es empleado para denotar una cierta entidad ficticia, una pasión,
una afección de la mente, un ser ideal que, al suceder cualquier incidente de
esa clase, se considera que actúa sobre la mente y la impulsa a seguir el curso
lucia el cual es impelido por la influencia de dicho incidente. M otivos de esa
i lase son la Avaricia, la Indolencia, la Benevolencia, etc., com o veremos par-
tii u lamiente más adelante. Este último puede ser denom inado el sentido
figurativo del término m otivo.
V. En cuanto a los incidentes reales a los cuales también se les da el n om -
Iu c de m otivos, éstos también son de dos clases m u y diferentes. Pueden ser,
0 bien

^ Cuando el efecto o tendencia de un motivo es determinar a un hombre a no actuar,


) uinlo parecer impropio hacer uso del término motivo; puesto que motivo, hablando con
j *i i »pu*dad, significa aquello que dispone a un objeto a moverse. N o obstante, debemos usar
1 •< tér mino impropio, o un término que, aunque suficientemente apropiado, rara vez se uti-
li/.i, la palabra determinante. A manera de justificación, o al menos de disculpa, por el uso
popular en este sentido, puede observarse que aun abstenerse de actuar, o la negación del
movimiento (es decir, de movimiento corporal) supone la realización de un acto cuando tal
abstención es voluntaria. Es decir, supone un acto de la voluntad, que es tan positivo, impli-
i a tanto movimiento, como cualquier otro acto de la sustancia pensante.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 101

1. La percepción interna de cualquier cantidad individual de placer


o dolor, la expectativa de los cuales es considerada com o calcula­
da para determinarlo a actuar de tal o cual manera, com o el placer
de adquirir una determinada suma de dinero, el d olor de esforzar­
se usted en tal ocasión, etc., o
2. Cualquier suceso externo, cuyo acontecer se considera que tiene
una tendencia a producir la percepción de un tal placer o un tal
dolor; por ejemplo, que salga un núm ero de lotería por el cual
usted obtiene dinero; o el estallido de un incendio en la casa en la
cual usted está, lo que hace necesario que usted salga de ella. La
primera clase de m otivos puede llamarse interior o interna; la se­
gunda, exterior o externa.
VI. Los demás sentidos del término m otivo tam bién requieren ser dis­
tinguidos. Los m otivos se refieren necesariamente a acciones. Es un placer,
un dolor, o cualquier otro suceso, lo que provoca la acción. El m otivo, en­
tonces, en un sentido de la palabra, debe ser previo a tal suceso. Pero para
que un hom bre sea regido por algún m otivo, debe en cada caso mirar más
allá del suceso que es llamado su acción; debe considerar las consecuencias f uh
de éste; y es sólo de este m odo que la idea de placer, dolor, o cualquier otro
suceso, puede darle origen. D ebe atender, por tanto, en todos los casos, a
algún suceso posterior al acto que contempla realizar; un suceso que no exis­
te aún, sino que sólo se da en su perspectiva. Ahora bien, com o en todos los
casos es difícil — y en la mayoría de los casos innecesario— distinguir entre
objetos tan íntimamente relacionados, com o el posible objeto posterior al
que se tiende de esta manera y el objeto o suceso actualmente existente, que
tiene lugar en tanto el hombre aspira a uno posterior, ambos reciben el mismo
nombre de m otivos. Para distinguirlos, el mencionado en primer lugar puede
ser llamado m otivo en perspectiva, y el otro m otivo in esse; y dentro de cada
una de estas denominaciones caen tanto m otivos externos com o internos.
Por ejemplo, estalla un incendio en la casa de su vecino; usted teme que se
extienda a la suya; teme que, si permanece en ella, sufrirá quemaduras; en
consecuencia sale corriendo de ella. Este es, entonces, el acto; los otros son
todos m otivos de él. El hecho de que se produzca el incendio en la casa de
su vecino es un m otivo externo; el m otivo in esse es la idea o creencia de la
probabilidad de que el fuego se extienda a su casa, y la de que sufrirá que­
maduras si se queda en ella, y el dolor que siente al pensar en semejante ca­
tástrofe, son otros tantos hechos internos, pero asim ism o in esse; el suceso
102 / J e r e m y B e n t h a m

de que el fuego realmente se extienda a su propia casa, y el de sufrir real­


m ente quemaduras por ello, m otivos externos anticipados; el dolor que u s­
ted sentiría al ver cóm o se incendia su casa y el dolor que sentiría cuando
usted mism o se quemara, son m otivos internos anticipados; los cuales, según
com o se produzcan los hechos, pueden llegar a ser in esse; pero entonces, por
supuesto, dejarán de actuar com o motivos.
VIL D e todos estos m otivos, que son los más cercanos al acto, a cuya
producción todos ellos contribuyen, es ese m otivo interno in esse que co n ­
siste en la expectativa del m otivo interno anticipado, el dolor o la inquietud
que siente al pensar que sufrirá quemaduras90. Todos los otros m otivos son
más o m enos remotos; los m otivos anticipados, en proporción a la distan­
cia que separa el m om ento en que se espera que se produzcan del m om en ­
to en que el acto tiene lugar, y en consecuencia posteriores en el tiempo; los
m otivos in esse, en proporción a la distancia respecto de dicho m om ento, y
en consecuencia, anteriores en el tiem po91.
VIII. Ya se ha observado que no tenem os nada que decir aquí con los
m otivos cuya influencia se limita solamente al entendimiento. Si, por tanto,
entre los objetos a los que nos referimos com o m otivos con relación al en­
tendim iento, hay alguno que nos interese aquí, es sólo en la medida en que
tales objetos pueden, por intermedio del entendimiento, ejercitar su influen­
cia sobre la voluntad. Es de esta manera, y sólo de esta manera, que cuales­
quiera objetos, en virtud de cualquier tendencia que puedan tener a influir
sobre el sentimiento de creencia, pueden, en sentido práctico, actuar en ca­
rácter de m otivos. Cualesquiera objetos, al tender a inducir creencia respecto
de la existencia, actual o probable, de un m otivo práctico; es decir, respecto
de la probabilidad de un m otivo en perspectiva, o la existencia de un m otivo

90 Ya sea la expectativa de sufrir quemaduras o el dolor que las acompaña, es decir, el


motivo interno inmediato de que se habla, puede ser difícil de determinar. Puede cuestionar­
se, tal vez, si se trata de entidades distintas. Ambas cuestiones, sin embargo, parecen ser meras
cuestiones de palabras y su solución no tener ninguna importancia. Aun las otras clases de
motivos, aunque para algunos propósitos requieren ser considerados separadamente, están,
sin embargo, tan íntimamente conectados, que a menudo ello será casi impracticable, y no
siempre importante evitar confundirlos, como han sido confundidos siempre hasta ahora.
91 Bajo el término esse pueden ser incluidas tanto la existencia pasada, con referencia a
un período dado, como la presente. Son igualmente reales, en comparación con lo que es to ­
davía futuro. El lenguaje es deficiente, al no permitirnos distinguir entre existencia como
opuesta a irrealidad, y existencia presente como opuesta a pasada. La palabra existencia en
inglés, y esse, adoptada por los juristas del latín, tiene el inconveniente de parecer limitar la
existencia en cuestión a algún período singular considerado como presente.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 103

in esse, puede ejercer influencia sobre la voluntad y clasificarse com o aque­


llos m otivos que han sido denom inados prácticos. El señalamiento de m oti­
vos com o éstos es aquello de lo que con frecuencia hablamos cuando
hablamos de dar razones. La casa de su vecino está en llamas, com o ejem­
plificamos antes. Le señalo que en la parte inferior de dicha casa hay unas
molduras de madera que están en contacto con las suyas, que las llamas han
alcanzado esas molduras, etc.; lo que hago con el fin de inducirlo a creer,
como y o lo creo, que si se queda en su casa por m ucho más tiem po sufrirá
quemaduras. A l hacer esto, entonces, le sugiero m otivos a su entendimien­
to; tales m otivos — por la tendencia que tienen a dar origen a un dolor o a
aumentarlo, que actúa sobre usted en calidad de un m otivo interno in esse—
unen sus fuerzas y actúan com o m otivos sobre la voluntad.

§ 2. N ingún m otivo es constantemente bueno o constantem ente malo

IX. En toda esta cadena de m otivos, el eslabón principal u original pare­


ce ser el último m otivo interno anticipado; es a éste al que todos los otros
motivos anticipados deben su importancia; y el m otivo inmediatamente ac­
tuante, su existencia. Este m otivo anticipado, según vem os, es siempre algún
placer o algún dolor; algún placer para el cual se espera que el acto en cues­
tión sea un m edio de continuarlo o producirlo; algún dolor para el cual se
espera que sea un m edio de interrumpirlo o prevenirlo. U n m otivo es sus­
tancialmente nada más que un placer o un dolor, actuando de cierta manera.
X. Ahora bien, el placer es en sí mismo bueno más todavía, aun dejando
de lado la inmunidad al dolor, el único bien; el dolor es en sí mismo un mal,
y por cierto, el único mal; o si no, las palabras bueno y malo carecen de sig­
nificado. Y esto es del m ism o m odo verdadero de toda clase de dolor y de
toda clase de placer. Se sigue, por tanto, inmediata e incontestablemente, que
no hay ninguna clase de m otivo que sea en sí m ism o m a lo 92.
XI. Es com ún, sin embargo, hablar de acciones que proceden de buenos
o malos motivos; en cuyo caso, la referencia es a m otivos internos. La expre-

92 Supongamos que el motivo de un hombre es mala voluntad; llamémosle aun maldad,


envidia, crueldad; es empero una clase de placer lo que constituye su motivo, el placer que
experimenta al pensar en un dolor que contempla, o espera contemplar, experimentado por
su adversario. A hora bien, hasta este miserable placer, considerado en sí mismo, es bueno;
puede ser débil, puede ser breve; de todos modos ha de ser impuro; no obstante, mientras
dura, y antes de que se produzca ninguna consecuencia negativa, es tan bueno como cual­
quier otro que no sea más intenso. Véase el cap. IV. [Valor].
104 / JlíRKMY BENTHAM

sión está lejos de ser exacta; y com o tiende a aparecer en la consideración de


casi cualquier tipo de ofensa, será necesario establecer su sentido preciso, y
observar en qué medida se corresponde con la verdad de las cosas.
XII. C on respecto a la bondad y la maldad, com o sucede con cualquier
otra cosa que no sea ni placer ni dolor, sucede lo m ism o que con los motivos.
Si son buenos o malos, es sólo debido a sus efectos; son buenos, a causa de su
tendencia a producir placer o evitar el dolor; malos, debido a su tendencia a
producir dolor o evitar el placer. Ahora bien, el caso es que, a causa de uno y
el m ism o m otivo, y por cualquier clase de m otivo, pueden proceder acciones
que son buenas, otras que son malas, y otras que son indiferentes. Procede­
remos axmostrarlo con respecto a todas las diferentes clases de m otivos, en
cuanto determinados por las diversas clases de placeres y dolores.
XIII. Semejante análisis, tan útil com o es, encontraremos que es una
cuestión que presenta dificultades no menores; debido, en gran medida, a
cierta perversidad de estructura que prevalece más o menos en todas las len­
guas. Para hablar de m otivos, o de cualquier otra cosa, debe llamárselos por
sus nombres. Pero la desgracia es que es raro encontrar un m otivo cuyo
nom bre exprese éste y ninguna otra cosa. C om únm ente, junto con el n om - *
bre m ism o del motivo, está implícita una proposición que le adjudica una
cierta cualidad; una cualidad que, en muchos casos, parecerá incluir esa mis­
ma bondad o maldad respecto de la cual inquirimos si, hablando con pro­
piedad, es o no imputable a los motivos. Para usar una frase com ente, en la
mayor parte de los casos el nom bre del m otivo es una palabra que puede em ­
plearse o bien sólo en un buen sentido, o bien sólo en un m a l sentido.
A hora bien, cuando se dice que una palabra está siendo usada en un buen *
sentido, tod o lo que se quiere necesariamente decir es que, en conjunción
con la idea del objeto que se la hace significar, trasmite una idea de aproba­
ción; es decir, de un placer o satisfacción experim entados por la persona
que emplea una palabra al pensar en tal objeto. D e la misma manera, cuan­
do se dice que una palabra es usada en un mal sentido, tod o lo que se quie­
re necesariamente decir es que, en conjunción con la idea d d objeto que se
la hace significar, trasmite una idea de desaprobación; decir de un displacer
experim entado p or la persona que emplea la palabra al pensar en tal obje­
to. Ahora bien, la circunstancia en la cual se funda tal aprobación será, tan
naturalmente com o cualquier otra, la opinión de la b o n d a d del objeto en
cuestión, com o fue explicado más arriba; tal, al m enos, debe serlo según el
principio de utilidad.-Asimismo, por otra parte, la circunstancia en la cual se
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 105

funda dicha desaprobación será tan naturalmente com o cualquier otra, la


opinión de la m aldad del objeto; tal, al m enos, debe serlo, en la medida en
que el principio de utilidad es usado com o criterio.
A hora bien, hay ciertos m otivos que, con excepción de algunos casosí
particulares, tienen casi sólo un ú nico nom bre para expresarlos, una palari
bra que se emplea solamente en un buen sentido. Este es el caso, por ejem ­
plo, con los m otivos de piedad y honor. La consecuencia de esto es que, si
al hablar de tal motivo, un hom bre tuviera ocasión de aplicar el epíteto
“m a lo ” a cualquier acción que m encione com o posib le resultado de ella,
aparecerá com o culpable de una contradicción en los térm inos. Pero los
nom bres de m otivos que casi sólo pueden ser expresados por palabras que
únicam ente se emplean en mal sentido, son m uchos más93. Este es el caso,
por ejemplo, de los motivos de la lujuria y la avaricia. Y en consecuencia, si
al hablar de un m otivo semejante, un hom bre tuviera ocasión de aplicar epí­
tetos buenos o indiferentes a cualesquiera acciones que m enciona com o
posibles resultados de ellos, tam bién debe aparecer com o culpable de una
contradicción similar94.
Esta asociación perversa de ideas no puede, com o es evidente, sino poner
muchas dificultades a la investigación que nos proponem os. Limitándose al
lenguaje más en uso, un hombre casi no puede evitar incurrir, aparentemen­
te, en perpetuas contradicciones. Sus p rop osiciones parecerán, por una
parte, opuestas a la verdad, y p or otras partes, contrarias a la utilidad. C om o
paradojas, producirán desprecio; com o paradojas dañinas, indignación. Pues
de las verdades que se esfuerza p or transmitir, por importantes y saludables
que sean, su lector no obtendrá ningún beneficio, y el m ism o que las trans­
mite, un gran perjuicio. Para salvar este inconveniente por com pleto, tiene
sólo un remedio desagradable: desechar la vieja fraseología e inventar una
nueva. Feliz el hombre cuyo lenguaje es lo suficientemente dúctil com o para
permitirle este recurso. Para paliar el inconveniente, cuando el m étodo de
desecharlo es impracticable, no le queda otro recurso que el de trabarse en

93 Para la razón de esto, véase el cap. XI [Disposiciones], par. XVII, nota.


94 A esta imperfección del lenguaje, y a ninguna otra causa, deben ser atribuidos en gran
medida los violentos clamores que de tanto en tanto se levantan contra esos ingeniosos m ora­
listas que, al desviarse del camino trillado de la especulación, han encontrado alguna dificul­
tad en liberarse de las trabas del lenguaje ordinario, como Rochefoucault, Mandeville y
Helvetius. A la falsedad de sus opiniones y, con injusticia todavía mayor, a la corrupción de
sus corazones, ha sido a menudo imputado, lo que se debió más frecuentemente, o bien a una
falta de habilidad por parte del autor en cuestiones de lenguaje, o a una falta de discernimien­
to, quizá también, alguna que otra vez, a falta de probidad por parte del comentarista.
106 / J e r e m y B e n t h a m

una larga discusión, exponer todo el asunto ampliamente, y confesar que,


con el fin de prom over sus propósitos, ha violado las leyes establecidas del
lenguaje; y ponerse a merced de sus lectores95.

§ 3. Catálogo de m otivos correspondiente al de placeres y dolores


XIV. D e los placeres de los sentidos, considerados en bruto, resulta el
m otivo que, en un sentido neutro, puede ser llamado deseo físico; en mal
sentido, sensualidad. N o tiene ningún nombre que se use en buen sentido.
D e esto, nada puede determinarse, hasta que sea considerado separadamen­
te, con referencia a las diversas especies de placeres a las que corresponde.
XV. En particular, entonces, a los placeres del gusto o el paladar corres­
p onde un m otivo que, no habiendo recibido nom bre alguno en sentido
neutro que sirva para expresarlo en todos los casos, sólo puede ser llamado,
con un circunloquio, am or a todos los placeres del paladar. En casos parti­
culares es llamado hambre; en otros sed96. El gusto por la diversión expresa
este m otivo, pero parece ir más allá, sugiriendo que el placer debe ser com ­
partido en compañía, e implicando una especie de simpatía. En mal sentido,
es llamado algunas veces codicia, voracidad o glotonería; en otros, princi­
palmente cuando se aplica a los niños, se dice que son golosos. En algunos
casos también puede ser representado por la palabra m elindroso. N o tiene
ningún nom bre con buen significado.
1. U n niño que no carece de víveres roba una torta en una confitería.
En este caso, su m otivo será calificado umversalmente de malo.

95 Afortunadamente, el lenguaje no es siempre tan intratable, sino que haciendo uso de


dos palabras en vez de una, un hom bre puede evitar el inconveniente de construir palabras
que son absolutamente nuevas. Asi, en lugar de la palabra lujuria, uniendo dos palabras de
uso común, puede formar la expresión neutra de deseo sexual; en lugar de la palabra avaricia,
uniendo otras dos palabras de uso común, puede formar la expresión neutra de interés pecu­
niario. Este, en consecuencia, es el rum bo que he tomado. En estos ejemplos, ni siquiera la
combinación es nueva; la única novedad que hay consiste en adherir constantemente a una
expresión neutra, rechazando completamente los términos cuyo significado está contamina­
do con ideas adventicias e inadecuadas.
En el catálogo de motivos, correspondientes a las diversas clases de dolores y placeres,
he insertando los que se me han ido ocurriendo. N o puedo pretender justificarlos a todos.
Para estar seguro de ello, la única forma sería dar vuelta el diccionario de principio a fin: una
operación que, con vistas a su perfeccionamiento, sería necesaria para más propósitos que
éste. Véase B, I. tit. [Difamación], y Apéndice tit. [Composición].
96 Hambre y sed, considerados a la luz de los motivos, no significan tanto el deseo de
una clase particular de placer como el deseo de calmar una clase positiva de dolor. N o se
extienden a la clase de placeres que depende de la elección de alimentos y bebidas.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 107

2. U n niño compra una torta en una confitería y se la com e. En este


caso, su motivo no será considerado ni bueno ni malo, salvo que
su maestro esté enojado con él; y quizás lo trate de goloso.
En ambos casos, sin embargo, su m otivo es el m ism o. N o es ni más ni
m enos que el m otivo que corresponde a los placeres del paladar97.
XVI. A los placeres del sentido sexual corresponde el m otivo que, en
sentido neutro, puede ser llamado deseo sexual. En mal sentido, se habla de
él com o lascivia, y se emplea una variedad de otros térm inos de reproba­
ción. N o tiene ningún nom bre usado en buen sentido98.
1. U n hombre viola a una virgen. En este caso el m otivo es llamado,
sin escrúpulos, con el nom bre de lujuria, lascivia, etc., y es umver­
salmente considerado com o malo.
2. El m ism o hombre, en otro m om ento, ejerce los derechos del ma­
trim onio con su esposa. En este caso, el m otivo es descrito, tal vez,
com o bueno, o al m enos com o indiferente; y en este caso la gente
tendría escrúpulos en aplicarle ninguno de esos nombres.
En ambos casos, sin embargo, el m otivo puede ser exactamente el m is­
mo. En ambos casos puede ser ni más ni m enos que deseo sexual.
XVII. A los placeres de la curiosidad corresponde el m otivo con ocid o
Con el m ism o nombre; y que puede también ser llamado gusto por la n ove­
dad, o afición por los experimentos; y en ocasiones particulares, entreteni­
miento, y algunas veces juego.
1. U n chico, con el fin de entretenerse, lee un libro instructivo; el
m otivo quizá se considera bueno, al m enos no malo.
2. H ace girar su trom po; el m otivo, de tod os m odos, no es consi­
derado malo.
3. Suelta un buey rabioso en m edio de una multitud; su m otivo, en
esta ocasión, es tal vez considerado abominable.

97 N o valdrá la pena, en cada caso, dar un ejemplo en el cual la acción sea indiferente; si
acciones tanto buenas como malas pueden ser causadas por el mismo motivo, es fácil conce­
bir que también pueden ser indiferentes.
98 El amor ciertamente incluye algunas veces esta idea. Pero entonces no puede nunca
cumplir el propósito de mostrarlo separadamente; puesto que hay por lo menos tres motivos
que pueden en su totalidad ser incluidos en él, además de éste: el amor a la belleza corres­
ponde a los placeres de la vista, y los motivos corresponden a los de la amistad y a la bene­
volencia. Hablamos del amor de los hijos, el amor de los padres, y el amor de Dios. Estos
usos piadosos protegen el apelativo y lo preservan de la ignominia que se vuelca en sus acom­
pañantes profanos. Ni siquiera el amor sexual cumpliría ese propósito, pues incluiría el am or
a la belleza.
108 / J e r e m y B e n t h a m

N o obstante, en los tres casos el m otivo puede ser el mismo: puede ser
ni más ni m enos que curiosidad.
X V III. En cuanto a los otros placeres de.los sentidos, son de demasia­
do poca importancia com o para dar un nom bre independiente a cada uno
de los m otivos correspondientes.
X IX . A los placeres de la riqueza corresponde la clase de m otivo que, en
un sentido neutro, puede llamarse interés pecuniario; en un mal sentido, es
llamado, en algunos casos, avaricia, codicia, rapacidad o lucro; en otros
casos, tacañería; en buen sentido, pero sólo en casos particulares, econom ía
y frugalidad; y en algunos casos puede aplicársele la palabra laboriosidad; en
un sentido casi indiferente, pero más bien negativo, es denominado, aunque
sólo en casos particulares, parquedad.
1. P or dinero, se gratifica el deseo de un hom bre matando a su ad­
versario.
2. Por pinero, se ara un cam po para otro.
En el primer caso, su m otivo es llamado lucro, y es considerado corrup­
to y abominable; y en el segundo, a falta de un nom bre adecuado, se lo llama
laboriosidad, y es considerado al m enos com o inocente, cuando no m erito­
rio. Sin embargo, el m otivo es en ambos casos exactamente el mismo; no es
ni más ni m enos que interés pecuniario.
X X . Los placeres de la destreza no son lo suficientemente distintos ni de
suficiente importancia, com o para que se le dé ningún nombre al m otivo
correspondiente.
X X L A los placeres de la amistad corresponde un motivo que, en senti­
do neutro, puede ser llamado deseo de congraciarse con el otro. En mal sen­
tido es llamado servilismo; en buen sentido, no hay ningún nombre que lo
caracterice particularmente; en los casos en que ha sido considerado con un
sentim iento favorable, rara vez se lo ha distinguido de los motivos de sim ­
patía o benevolencia, con los cuales, en casos semejantes, com únmente se lo
asocia.
1. Para obtener el afecto de una mujer antes del casamiento y con ­
servarlo después, se hace todo lo que se corresponde con otros
deberes para hacerla feliz; en este caso, el m otivo es considerado
elogiable, aunque no haya un nom bre para él.
2. C on el m ism o fin, se envenena a una mujer que es enemiga de ella;
en este caso, el motivo es considerado abominable, aunque no
exista aún un nombre para él.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 109

3. Para adquirir o conservar el favor de un hom bre más poderoso,


usted actúa servilmente respecto de lo que a aquél le causa placer.
A un cuando sean placeres legítimos, si los demás deciden atribuir esa
conducta a ese m otivo, no encontrarán otro nombre para él que servilismo.
Sin embargo, en los tres casos el m otivo es el mismo: no es nada más ni nada
menos que el deseo de congraciarse con alguien.
XXII. A los placeres de la sanción moral o, com o pueden de otro m odo
ser llamados, los placeres del buen nombre, corresponde un m otivo que, en
un sentido neutro, no parece haber encontrado hasta el m om ento ningún
apelativo adecuado. Puede llamarse el deseo de reputación. Está m uy rela­
cionado ai m otivo precedente, pues es ni más ni menos que el deseo de con ­
graciarse con alguien, o com o diríamos más bien en este caso, de tener buena
reputación en el m undo en general. En buen sentido, se lo llama honor, o sen­
tido del honor; o más bien, la palabra honor se introduce de alguna manera
en la ocasión de ser objeto de atención; porque en sentido estricto la palabra
honor significa, más bien, ese objeto imaginario que se dice que un hombre
posee con ocasión de obtener una parte conspicua de los placeres en juego.
En ciertos casos se llama amor a la gloria. En mal sentido, se llama, en algu­
nos casos, falso honor; en otros, orgullo en otros, vanidad. En un sentido, no
decididamente malo, pero más bien malo que bueno, ambición. En sentido
indiferente, en algunos casos puede llamarse deseo de fama; en otros, sentido
de humillación. Y com o los placeres que corresponden a la sanción moral se
transforman indistintamente en los dolores derivados del m ism o origen",
puede llamarse también, en algunos casos, m iedo al deshonor, miedo a la infe­
licidad, m iedo a la infamia, m iedo a la ignominia o m iedo a la vergüenza.
1. Supongamos que usted ha recibido una afrenta de un hombre;
según la costumbre del país, a fin de, por una parte, salvarse de la
vergüenza de que piensen que lo soporta pacientem ente100, y por
otra, para obtener la reputación de valentía, lo desafía a luchar con
armas mortales. En este caso, su m otivo será considerado elogiad

99 Véase el cap. VI [Placeres y dolores], par. XXTV, nota.


100 El que un hombre sopoite una afrenta pacientemente, es decir, sin emplear el méto­
do de hacer lo que se llama borrarla, se piensa que significa una de dos cosas: o bien que no
tiene sensibilidad para los placeres y dolores de la sanción moral, que un hom bre debe tener
para convertirse en un miembro respetable de la sociedad; o que no posee el suficiente cora­
je para arriesgar su vida por la posibilidad de gratificar el resentimiento que, según se piensa,
no dejaría de inspirar un sentido apropiado del valor de esos placeres y esos dolores. Es ver­
dad que hay otros diversos motivos, cualesquiera de los cuales podrían producir igualmente la
misma conducta: los motivos correspondientes a la sanción religiosa, y los motivos que caen
110 / J e r e m y B en th am

ble p or algunos y lo llamarán honor; p or otros, será considerado


censurable, y si lo llaman honor, será precedido por un epíteto
reprobatorio, y lo llamarán falso honor.
2. A fin de obtener un lugar de rango y dignidad, y de ese m odo in­
crementar el respeto que el público le rinde, usted soborna a los
electores que habrán de conferirlo, o al juez ante el cual se dirime
la cuestión del título. E n este caso, es a m enudo considerado c o ­
rrupto y abominable y llamado, tal vez, por algún nombre com o
deshonestidad o am bición corrupta, dado que no existe un térmi­
no singular para nombrarlo.
3. A fin de obtener la buena voluntad del público, usted dona una
gran suma para obras de caridad privada o utilidad pública. En este
caso, la gente no tenderá a estar de acuerdo con su motivo. Sus ene­
migos lo juzgarán negativamente y lo llamarán ostentación; sus
amigos, optarán por no imputar su conducta a ese motivo sino a
otro, com o el de la caridad (el nombre aplicado en este caso a la
simpatía privada) o a su espíritu público.
4. U n rey, a fin de ganar la admiración que se otorga al nombre de
conquistador (supondremos que el poder y el resentimiento, están
------------- f -
dentro de la categoría de la benevolencia. La devoción hacia Dios, dado que la práctica en
cuestión generalmente se considera que repugna a los dictados de la sanción religiosa; la sim­
patía por vuestro propio antagonista, cuya vida puede ser puesta en peligro al mismo tiempo
que la suya; la simpatía por sus relaciones; las personas que dependen de él para su subsis­
tencia, o relacionadas con él por simpatía; simpatía con sus propias relaciones; y aun simpa­
tía por el público, en los casos en que el hombre es tal que el público parece tener un interés
material en su vida. Pero en comparación con el amor a la vida, se sabe que la sanción reli­
giosa es en general débil, especialmente entre las personas de las clases que están enjuego aquí:
una prueba segura de la relevancia de esta misma costumbre. Cuando es tan fuerte como para
predominar, es tan rara esa actitud, que tal vez le adjudique al hombre un lugar en el calen­
dario; o de otro modo lo exalte a la categoría de mártir. Además, los casos en que la benevo­
lencia privada o el espíritu público prevalecen sobre el amor a la vida, serán naturalmente m uy
raros; y debido a la propensión general al menosprecio, será también mucho más raro que se
piense que alguien ha hecho eso. Ahora bien, cuando tres motivos o más, cualquiera de ellos
capaz de producir una forma de conducta dada, se aplican enseguida, aquel que parece ser el
más poderoso es el que es considerado como habiendo hecho el máximo; y como la mayor
parte de la humanidad, en ésta como en otras ocasiones, está dispuesta a decidir perentoria­
mente sobre la base de evaluaciones superficiales, se lo considerará por lo general como
habiendo realizado el todo.
La consecuencia es que, cuando un hombre de cierto rango evita correr el riesgo de ven­
gar una afrenta, su conducta será atribuida, por la mayor parte de la gente, a su amor a la vida,
el cual, cuando prevalece sobre el amor a la reputación, es, po r una asociación de ideas no mal­
sana, estigmatizado con el nombre reprochable de cobardía.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 111

fuera de cuestión) com prom ete a su reino en una guerra sangrien­


ta. Su m otivo es considerado admirable por la multitud (cuya sim ­
patía por los millones de caídos es fácilmente superada por el pla­
cer que su imaginación provoca, al contemplar boquiabiertos
cualquier novedad que observan en la conducta de una persona
singular). Los hom bres sensibles y reflexivos, que desaprueban el
dom inio ejercido por ese m otivo en dicha ocasión, sin percibir
siempre que es el m ism o m otivo que en otras ocasiones goza de su
aprobación, lo consideran abominable; y puesto que la multitud,
que son los constructores del lenguaje, no le ha dado un nombre
simple para denominarlo, lo llamarán p or algún nombre com ­
puesto, com o el deseo de falsa gloria o falsa ambición.
N o obstante, en los cuatro casos el m otivo es el mismo: no es ni más ni
m enos.que el deseo de reputación.
XXIII. A los placeres del poder corresponde el m otivo que, en sentido
neutro, puede ser llamado deseo de poder. La gente, disgustada a veces con
dicho motivo, lo llaman codicia por el poder. En sentido positivo, rara vez se
le adjudica un nombre. En ciertos casos este m otivo, así com o el deseo de
reputación, se confunden bajo el nombre de ambición. Esto no debe asom­
brarnos, considerando la íntima conexión que existe en muchos casos entre
estos dos m otivos, ya que sucede a menudo que el mism o m otivo que pro­
duce una clase de placer, proporciona al mismo tiem po la otra clase; por ejem­
plo, funciones que son al m ism o tiempo puestos de honor y posiciones de
confianza; y dado que de todas formas la reputación es un camino al poder.
1. Si, con el fin de obtener un puesto en la administración, usted en­
venena al hom bre que lo ocupa.
2. Si, con la misma finalidad, usted propone un buen plan para p ro­
mover el bienestar público, su m otivo es en ambos casos el mismo.
Sin embargo, en el prim er caso es considerado criminal y abominable y
en el segundo, admisible y aun elogiable.
XXIV. A los placeres, así com o a los dolores, de la sanción religiosa, co­
rresponde un m otivo que no tiene, estrictamente hablando, ningún término
perfectamente neutro aplicable a todos los casos, a m enos que la palabra reli­
gión sea admitida en ese carácter; aunque dicha palabra, en sentido estricto,
parece significar no tanto el m otivo mismo, sino una especie de personaje
ficticio, quien se supone que crea el motivo, o bien un conjunto de actos
supuestamente dictados por dicho personaje; y no parece estar bien estable­
cido en un sentido neutro. En el mism o sentido, es también a veces llamado
112 / J e r e m y B e n t h a m

celo religioso; en otros caso, tem or de D ios. El amor a D ios, aunque com ún ­
mente contrastado con el tem or de D ios, no se incluye estrictamente bajo
esta denominación. Coincide apropiadamente con un m otivo denom inado
de otro modo; o sea, una especie de simpatía o buena voluntad que tiene
com o objeto la Deidad. En buen sentido, es llamado devoción, piedad y celo
piadoso. En mal sentido, se lo llama a veces superstición o celo supersticioso;
otras veces, fanatismo o celo fanático. En un sentido no decididamente malo,
porque no es apropiado para este m otivo, entusiasmo o celo entusiasta.
1. A fin de obtener el favor del Ser Supremo, un hombre asesina a su
legítimo soberano. En este caso, el m otivo es actualmente con si­
derado casi umversalmente com o abominable y es llamado fana­
tismo; en otros tiempos era considerado por muchos com o loable,
y lo llamaban celo piadoso.
2. C on el m ism o fin, un hom bre se azota a sí m ism o con una correa.
En este caso, en una casa [de la vecindad] el m otivo es considera­
do loable y es llamado celo piadoso; en la de al lado, es considera­
do despreciable y llamado superstición.
3. C on el mismo fin, un hom bre com e un pedazo de pan (o al m enos
lo que en su aspecto externo parece un pedazo de pan) durante
ciertas ceremonias. En este caso, en la primera casa del vecindario
su m otivo es considerado loable y llamado piedad y devoción; en
la otra, es considerado abominable y llamado superstición, com o
antes; quizás es aun absurdamente llamado impiedad.
4. En el mism o sentido, un hom bre, mientras está muriendo, aferra
una vaca por la cola a orillas del Támesis; el m otivo sería conside­
rado en este caso desdeñable y tildado de superstición. A orillas
del Ganges es considerado m eritorio y llamado devoción.
5. En el mism o sentido, un hom bre dona una gran suma de dinero
para obras de caridad o utilidad pública. En este caso, el m otivo es
llamado loable, al menos por aquellos para quienes sus obras pare­
cen poder ser descritas com o tales; y al m enos para ellos pueden
ser llamados actos piadosos. N o obstante, en todos los casos el
m otivo es exactamente el mismo;' no es ni más ni m enos que el
m otivo correspondiente a la sanción religiosa101.

101 Me doy cuenta, o al menos tengo la esperanza, de que la gente en general, cuando vean
rl asunto así expuesto, estarán dispuestos a reconocer que el motivo, en estos casos, cualquie-
i .i sea la tendencia de los actos que producen, no es un mal motivo; pero esto no hará menos
L O S P R IN C IP IO S D E LA M O R A L Y LA L E G IS L A C IÓ N ./ 113

XXV. A l placer de la simpatía corresponde el m otivo que, en sentido


neutro, es llamado buena voluntad. La palabra simpatía tam bién puede ser
empleada en esta ocasión, aunque su sentido parece ser más bien más am ­
plio. En un buen sentido es llamada benevolencia, y en ciertos casos, filan­
tropía; y en sentido figurado, amor fraternal; en otros, humanidad; en
otros, lástima y compasión; en otros, gratitud; en otros, ternura; en otros,
patriotismo; en otros, espíritu público. El amor es también em pleado en
éste com o en m uchos otros sentidos. E n sentido malo, no hay nom bre apli­
cable a él en todos los casos; en casos particulares es llamado parcialidad. La
palabra celo, con ciertos epítetos prefijados a ella, también puede ser em ple­
ada algunas veces en esta ocasión, aunque su sentido sea más amplio; apli­
cándose a veces a la mala com o a la buena voluntad. A sí es com o hablamos
de celo partidario, celo nacional y celo público. La palabra apego es tam ­
bién usada con epítetos semejantes: tam bién decim os apego a la familia. La
expresión francesa esprit de corps, para la cual no parece haber hasta ahora
ningún nom bre en inglés, podría ser traducida, aunque no m u y adecuada­
mente, com o celo corporativo.
1. U n hombre que ha prendido fuego a una ciudad es aprehendido
y encarcelado; por consideración o com pasión hacia él, usted lo
ayuda a escapar de la prisión. E n este caso la generalidad de la
gente no sabrá bien si condenar su m otivo o aplaudirlo; aquellos
que condenan su conducta, estarán dispuestos más bien a im pu­
tarla a algún otro m otivo; si lo llaman benevolencia o com pasión,
será prefijándole un epíteto, y llam ándolo falsa benevolencia o
falsa com pasión102.
2. El hom bre es apresado otra vez y juzgado; para salvarlo usted jura
falsamente a su favor. Las personas que no habrían llamado malo
a su m otivo antes, quizá lo llamen así ahora.

cierto que, hasta este momento, en el discurso popular, ha sido común entre los hombres
hablar de actos, que no pueden sino reconocer que han surgido de este origen, como proce­
dentes de un motivo malo. La misma observación será válida para muchos otros casos.
102 Entre los griegos, tal vez el motivo y la conducta a la que dio origen habrían en ese
caso sido más bien aprobados que reprobados. Parece haber sido considerado un acto de he­
roísmo de parte de Hércules haber liberado a su amigo Teseo del infierno; aunque la justicia
divina que lo retenía allí, habría sido naturalmente considerada al menos en un pie de igual­
dad con la justicia humana. Pero el respeto prestado en ese entonces a la justicia divina, aun
cuando se le reconociese ese carácter, no parece haber sido muy profundo o arraigado; actual­
mente, el respeto prestado a ella es profundo y suficientemente arraigado, aunque su nombre
es demasiado a menudo aplicado a dictados que podrían no haber tenido otro origen que el
peor de los caprichos humanos.
114/ J eremy B entham

3. U n hombre litiga con usted acerca de una propiedad: n o tiene dere­


cho a ella; el juez lo sabe, pero teniendo estima o afecto por su ad­
versario, se la otorga a él. En este caso el m otivo es considerado por
todos com o abominable, y es denominado injusticia y parcialidad.
4. U sted detecta que un funcionario recibe sobornos; p or considera­
ción al interés público, informa acerca de ello y lo demanda. En
este caso, por todos aquellos que reconocen el m otivo que dio ori­
gen a su conducta, su m otivo será considerado loable y llamado
espíritu público. Pero los amigos y partidarios del demandado no
darán cuenta de la conducta de usted de esa manera; más bien lo
atribuirán a enemistad política.
5. U sted encuentra a un hombre a punto de morirse de hambre; lo
ayuda y salva su vida. En este caso, todos considerarán loable su
m otivo, y se lo llamará com pasión, lástima, caridad. Sin embargo,
en todos estos casos el m otivo es el mismo; no es nada más ni nada
m enos que buena voluntad.
X X V I. A los placeres de la malevolencia o antipatía corresponde el m o­
tivo que, en sentido neutro, es llamado antipatía o disgusto; y en casos par­
ticulares, desagrado, aversión, aborrecimiento e indignación; en sentido neu­
tro, o quizás en un sentido que se inclina algo hacia el lado negativo, mala
voluntad; y en casos particulares, enojo, ira, y enemistad. En caso negativo es
llamado, en diferentes casos, ira, rabia, malhumor, odio, malevolencia, rencor,
furia, cólera, crueldad, tiranía, envidia, celos, venganza, misantropía, y por
otros nombres que apenas si vale la pena esforzarse por acumular103. C om o
la buena voluntad, es usado con epítetos que expresan cualidades de las per­
sonas que son objeto del sentimiento. Así, oím os hablar de enemistad par­
tidaria, furia partidaria, etc. En un sentido positivo parece no haber un
nom bre único para él. En expresiones compuestas puede hablarse de él en
tal sentido, por medio de epítetos tales com o justo y loable, prefijados a
palabras que son usadas en un sentido neutro o casi neutro.

103 Aquí, como en otros lados, puede observarse que las mismas palabras que se mencio­
nan como nombres de motivos son también muchos de ellos nombres de pasiones, apetitos y
afecciones; entidades ficticias, que se construyen sólo al considerar placeres y dolores desde un
punto de vista particular. Algunos de ellos son también nombres de cualidades morales. Esta
rama de la nomenclatura es notablemente enredada; desenredarla por completo requeriría un
volumen entero, ni una sílaba del cual respondería apropiadamente al presente propósito.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 115

1. U sted le roba a un hombre; él lo demanda y usted es castigado;


por resentimiento, usted lo persigue y lo ahorca con sus propias
manos. En este caso, su m otivo será umversalmente considerado
com o detestable, y será llamado malevolencia, crueldad, vengan­
za, etcétera.
2. U n hom bre le ha robado una pequeña suma de dinero; p or re­
sentim iento, usted lo demanda y hace que lo ahorquen p or p ro­
nunciam iento de la le y En este caso, las personas estarán un
p oco divididas en su opinión acerca del motivo; sus am igos lo
considerarán loable, y lo llamarán un resentimiento justo y digno
de elogio; sus enem igos probablem ente se sientan inclinados a
considerarlo culpable, y lo llamarán crueldad, maldad, venganza,
etc.; para evitar lo cual, sus am igos tratarán tal vez de cambiar el
m otivo y llamarlo espíritu público.
3. U n hombre ha asesinado a su padre; por resentimiento, usted lo
demanda y hace que la ley lo condene a muerte. En este caso, su
m otivo será universalmente considerado loable, y llamado, com o
en el caso anterior, un resentimiento justo y elogiable; y sus ami­
gos, a fin de presentar el principio más amable a partir del cual el
malevolente, que fue su m otivo inm ediato, se originó, tratarán
de ocultar este últim o, hablando sólo del primero, bajo el n o m ­
bre de piedad filial.
Sin embargo, en todos estos casos el m otivo es el mismo; ni más ni
menos que el m otivo de mala voluntad.
XXV II. A las diversas clases de dolores, o al menos a aquellas que se con­
cibe que subsisten con gran intensidad, y a la muerte, que, en la medida en
que puedo percibirlo es la terminación de todos los placeres, así com o de
todos los dolores que conocem os, corresponde el m otivo que en sentido
neutro es llamado, en general, autoconservación, el deseo de preservarse del
dolor o mal en cuestión. A hora bien, en m uchos casos el deseo de placer y el
sentimiento de dolor se funden uno con el otro, haciéndose indistinguibles.
La autoconservación, por tanto, cuando el grado de dolor que le correspon­
de es sólo ligero, será apenas distinguible, con ninguna precisión, de los moti­
vos que corresponden a las diversas clases de placeres. Así, entonces, en el
caso de los dolores del hambre y la sed, la necesidad física en m uchos casos
será apenas distinguible del deseo físico. En algunos casos es llamada, siem­
pre en un sentido neutro, autodefensa. Entre los placeres y dolores de las
sanciones morales y religiosas, y en consecuencia, de los m otivos que les
1 1 6 / J er e m y B en th am

corresponden, com o asimismo entre los placeres de la amistad y los de la


enemistad, ya se ha advertido esta falta de lím ites104. El caso es el m ism o entre
los placeres de la riqueza y los dolores de la privación correspondientes a
esos placeres. Hay, por tanto, m uchos casos en los cuales será difícil distin­
guir el m otivo de autoconservación del de interés pecuniario, el deseo de
congraciarse del deseo de reputación y de la esperanza religiosa; en cuyos
casos, esos nombres más específicos serán naturalmente preferidos a uno ge­
neral y no explícito. H ay también múltiples nom bres com puestos, que o
bien están ya en uso, o podrían ser inventados, para distinguir las ramas es­
pecíficas del m otivo de autoconservación, de aquellos diversos m otivos de
origen placentero; tales com o el tem or a la pobreza, el temor de perder la
estima de tal o cual hombre, el tem or a la vergüenza y el temor a D ios. A d e­
más, el mal de la muerte corresponde, en sentido neutro, al amor a la vida;
en un mal sentido, a la cobardía, que corresponde también a los dolores de
los sentidos, al m enos cuando se considera que subsisten en un grado agudo.
Parece no haber un nombre para el amor a la vida que tenga un sentido p osi­
tivo; a. m enos que sea el nombre vago y general d e prudencia.
1. Para salvarse a usted mism o de ser ahorcado, puesto en la picota,
encarcelado o multado, usted envenena a la única persona que pue­
de declarar en su contra. En este caso, su m otivo será llamado abo­
minable; pero com o el término autoconservación no tiene un mal
sentido, a la gente no le importará hacer uso de él; tenderán más
bien a cambiarle el nombre y llamarlo malevolencia.
2. U n a mujer, habiendo acabado de dar a luz un hijo ilegítimo, des­
truye al niño o lo abandona. En este caso, la gente también lla­
mará malo al m otivo y, no im portándole hablar de él usando un
nom bre neutro, tenderán a cambiar el m otivo, y lo llamarán por
un nom bre com o crueldad.
3. Para ahorrarse medio penique, usted deja que un hombre, a quien
podría salvar con esa suma, perezca por necesidad ante su vista.
En este caso, su m otivo será universalmente considerado abom i­
nable, y para evitar llamarlo con un nom bre tan indulgente com o
autoconservación, la gente tenderá a llamarlo avaricia o tacañería,
con los cuales, ciertamente, en este caso coincide indistintamente;
con el fin de emplear un apelativo más reprochable, tenderán asi­
m ism o a cambiar el m otivo y llamarlo crueldad.

104 Véase el cap. V [Placeres y Dolores], par. XXIV, XXV.


L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 117

4. Para poner fin al dolor del hambre, usted roba una hogaza de pan.
En este caso, es poco probable que su m otivo sea considerado
m uy malo; y a fin de expresar una mayor indulgencia hacia él, la
gente tenderá a encontrar un nombre más fuerte para él que auto-
conservación, llamándolo necesidad.
5. Para salvarse de perecer ahogado, usted empuja a un hom bre in o ­
cente que se ha aferrado a la misma tabla. E n este caso, su m otivo
en general no será considerado ni bueno ni malo, y será llamado
autoconservación, o necesidad, o amor a la vida.
6. Para salvar su vida de una banda de ladrones, usted los mata en la
lucha. En este caso, el m otivo quizá pueda ser considerado más
bien loable que lo contrario y, además de autoconservación, es lla­
mado también autodefensa.
7. U n soldado es enviado en un pelotón contra un pelotón más débil
del enemigo; antes del encuentro, se escapa para salvar su vida. En
este caso, el m otivo será considerado universalmente com o des­
preciable, y será llamado cobardía.
Sin embargo, en todos estos casos, el m otivo es el m ism o. N o es nada
más ni nada m enos que el deseo de autoconservación.
XXVIII. En particular, a los dolores del esfuerzo corresponde el m otivo
que, en un sentido neutro, puede ser llamado la afición a la com odidad, o
usando una circunlocución más larga, el deseo de evitarse los problemas. En
un mal sentido, se llama indolencia105. Parece no tener un nom bre que ex­
prese un sentido bueno.
1. Para salvarse de la molestia de cuidarlo, un hom bre deja morir a
un hijo. En este caso, el m otivo será considerado abominable; y
puesto que indolencia parecerá un nom bre demasiado suave para
él, el m otivo tal vez sea cambiado y se hablará de él em pleando el
término de crueldad.
2. Para salvarte de una esclavitud ilegal, te escapas. En este caso el
m otivo no será ciertamente considerado malo; y debido a que
indolencia, o aun deseo de com odidad sean considerados nombres
no favorables, tal vez sea llamado deseo de libertad.
3. U n mecánico, a fin de ahorrarse trabajo, introduce una mejora en
su maquinaria. En este caso, la gente considerará su m otivo com o

Puede parecer extraño al principio hablar del deseo de comodidad como dando ori­
gen a la acción; pero el esfuerzo es un efecto tan natural del deseo de comodidad como la inac­
ción, cuando un grado menor de esfuerzo promete eximir al hombre de uno mayor.
118 / J e r e m y B e n t h a m

bueno; y no encontrando ningún nombre para él que indique un


buen sentido, estarán dispuestos a dejar de lado el m otivo; habla­
rán más bien de su ingenio que del m otivo que fue el m edio para
manifestar esa cualidad. N o obstante, en todos estos casos es ni
más ni menos que el deseo de com odidad.
X X IX . Parece, entonces, que no hay ninguna clase de m otivo que sea
malo en sí mismo; ni, en consecuencia, ninguna clase de m otivo que sea en
sí m ism o exclusivamente bueno. Y en cuanto a sus efectos, parece también
que éstos son a veces malos, y otras indiferentes o buenos; y éste parece ser
el caso con toda clase de m otivos. Si cualquier clase de m otivo es, pues, o bien
bueno, o bien malo en razón de sus efectos, éste es sólo el caso en ocasiones
individuales y con m otivos individuales; y el mism o es el caso con una u otra
clase de m otivo. Si cualquier clase de m otivo puede, entonces, ser llam ado con
p ro p ied a d m alo en consideración de sus efectos, sólo puede serlo con refe­
rencia al balance de todos los efectos que pueda haber tenido, de una u otra
clase, durante un período dado, es decir, según su tendencia más habitual.
X X X . ¿Cómo? (se dirá) ¿Acaso la lujuria, la crueldad, la avaricia, no son
m otivos malos? ¿H ay siquiera una ocasión individual en que m otivos com o
éstos pueden ser otra cosa que malos? N o , por cierto, y sin embargo la pro­
posición de que no hay ninguna clase de m otivos que en muchas ocasiones
no sea bueno, es, sin embargo, verdadera. El hecho es que éstos son n om ­
bres que, si se los aplica correctamente, nunca se lo hace excepto en los casos
en que sucede que los m otivos significados son malos. Los nom bres de estos
m otivos, considerados aparte de sus efectos, son el deseo sexual, el disgusto
y el interés pecuniario. A l deseo sexual, cuando se considera que sus efectos
son malos, se le da el nombre de lujuria. A hora bien, la lujuria es siempre un
m otivo nialo. ¿Por qué? Porque si es el caso que los efectos del m otivo no
son malos, no se le da, o al menos no debe dársele, el nombre de lujuria. El
caso es, entonces, que cuando decimos que “la lujuria es un m otivo m alo”,
esta proposición sólo se refiere al significado de la palabra lujuria, y que sería
falsa si se la aplicara a la otra palabra, empleada para el m ism o m otivo, el de- •
seo sexual. Vemos así la vacuidad de todas esas rapsodias de la moral vulgar,
que consiste en tomar tales nombres com o lujuria, crueldad y avaricia, y
aplicarles signos de reprobación. Aplicados a la cosa, son falsos; aplicados al
nombre son verdaderos pero inútiles. Si usted quisiera hacer un servicio real
a la humanidad, indíqueles los casos en que el deseo sexual merece el nom bre
de lujuria, el disgusto, el de crueldad, y el interés pecuniario el de avaricia.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 119

X X X I. Si fuera necesario aplicar tales denominaciones com o bueno,


malo e indiferente a los m otivos, podrían ser clasificados de la siguiente ma­
nera, teniendo en cuenta el aspecto más frecuente de sus efectos. E n la clase
de los buenos m otivos podrían incluirse los siguientes:
1. Buena voluntad.
2. D eseo de reputación.
3. D eseo de amistad.
- 4. Religión.

En la clase de los malos m otivos:

5. El displacer o disgusto.

En la clase de los m otivos neutros o indiferentes:

6. D eseo físico.
7. Interés pecuniario.
8. D eseo de poder.
9. Autopreservación; que incluye el tem or a los dolores de los sen­
tidos, el deseo de com odidad y el amor a la vida.
X X X II. Este m étodo de ordenamiento, sin embargo, no puede sino ser
imperfecto; y la nomenclatura correspondiente a él corre el peligro de ser
falaz. ¿Cuál es el m étodo de investigación que asegure a un hom bre que, res­
pecto de los motivos clasificados bajo el nombre de buenos, los buenos efec­
tos que han tenido desde el principio del m undo han sido, en cada una de las
cuatro especies comprendidas bajo este nombre, superiores a los malos?
A ún más difícil sería para un hom bre asegurarse de que, respecto de aque­
llos clasificados bajo el nom bre de neutros o indiferentes, los efectos se han
equilibrado perfectamente entre sí, de m odo que lo bueno n o sea ni mayor
ni menor que lo malo. D eb e considerarse que los intereses de la persona
misma no pueden ser dejados fuera de la evaluación, com o los del resto de
la comunidad. ¿Pues qué sería de la especie si no fuera por los m otivos del
hambre y la sed, el deseo sexual, el m iedo al dolor, el amor a la vida? N i tam­
poco sea tal vez menos necesario que cualquiera de los otros, dada la actual
constitución de la naturaleza humana, el m otivo de disgusto no tal vez m e­
nos necesario que cualquiera de los otros; aunque un sistema, dentro del cual
pudiese llevarse a cabo la vida sin él, podría posiblem ente concebirse. Parece,
por tanto, que sería difícil distinguirlos de esta manera, aun rem itiéndolos el
uno al otro, sin grave riesgo de com eter errores.
120 / J eremy B entham

X X X III. La única forma, al parecer, en que un m otivo puede, con segu­


ridad y de manera apropiada, ser llamado bueno o malo, es con referencia a
sus efectos en cada caso individual; y principalmente por la intención que
origina; de la cual surge la parte más importante de sus efectos. U n m otivo
es bueno cuando la intención a la que da origen es buena; malo, cuando la
intención lo es; y una intención es buena o mala de acuerdo con la im por­
tancia de las consecuencias que son sus objetos. La bondad de la intención
está m uy lejos de ser conocida sólo por la clase del m otivo. Pero de uno y el
mismo m otivo, según hem os visto, pueden resultar intenciones de cuales­
quiera clases. Esta circunstancia, por tanto, no puede proporcionar ninguna
pista para la disposición de las diversas clases de m otivos.
XXXIV. U n m étodo más cóm odo, por tanto, sería al parecer distribuir­
los de acuerdo con la influencia que parecen tener sobre los intereses de los
otros miembros de la comunidad, dejando fuera de cuestión a aquellos del
grupo mismo; es decir, de acuerdo con la tendencia que parecen tener a unir
i) desunir sus intereses y los de los otros. Según este plan, pueden ser distin-
guidos en sociales, no sociales y autorreferentes. En la clase social, pueden
contarse:
1. La buena voluntad.
2. El deseo de reputación.
3. El deseo deum istad.
4. La religión.

En la no social puede incluirse:

5. El disgusto.

En la autorreferente:
6. El deseo físico.
7. El interés pecuniario.
8. El deseo de poder.
9. La autoconservación; incluyendo el tem or a los dolores de los
sentidos, el deseo de com odidad y el amor a la vida.
XXXV. C on respecto a los m otivos que han sido llamado sociales, si
cualquier distinción ulterior fuera útil, sólo a la de la buena voluntad puede
aplicarse el epíteto de puramente social; mientras que el deseo de reputa­
ción, el deseo de amistad y el m otivo religioso, pueden todos ellos ser com ­
prendidos dentro de la categoría de semisociales; dado que la tendencia so-
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 12 1

cial es m ucho más constante e inequívoca en la anterior que en cualquiera de


las tres últimas. En verdad, estas últimas, aunque puedan llamarse sociales,
son al m ism o tiem po autoreferentes106.

§ 4. O rden de preem inencia entre los m otivos


X X X V I. D e todas estas clases de m otivos, la buena voluntad es aquel
cuyos dictados107, considerados en general, es más seguro que coincidan con
los del principio de utilidad. Porque los dictados de utilidad no son ni más
ni m enos que la más extensiva108 e ilustrada (es decir, sensata109) benevolencia.
Los dictados de otros motivos pueden ser conform es a los de utilidad, o
contrarios a él, según sea el caso.
X X X V II. En esto, sin embargo, se da p or sentado que en el caso en
cuestión los dictados de la benevolencia nos son contradichos p or los de
una benevolencia más extensiva, es decir, ampliada. Ahora bien, cuando los
dictados de la benevolencia, respecto de los intereses de un cierto grupo de
personas, repugnan a los dictados del m ism o m otivo respecto de los más
im portantes110 intereses de otro grupo de personas, los dictados anteriores
son rechazados, por así decir, por los últimos; y un hombre, si hubiera de
regirse p or los primeros, no podría decirse, con toda propiedad, que se rige
por los dictados de la benevolencia. D eb id o a esto, si fuese seguro que los
m otivos de ambas partes estuvieran presentes en la mente de un hombre, no
valdría realmente la pena distinguir el caso de semejante rechazo, puesto que
podría considerarse que la benevolencia parcial es absorbida por la más
extensa; si la primera prevaleciera y rigiera la acción, deberá considerársela
com o no originada en la benevolencia sino en algún otro motivo; si preva­
leciera la última, podría considerarse que la primera no tiene efecto alguno.
Pero es el caso que una benevolencia parcial puede regir la acción, sin entrar
en com petencia directa con la benevolencia más extensiva, que lo im pedi-

106 “La religión”, dice el piadoso A ddison, en alguna parte del Spectator, “es la es­
pecie más alta del egoísm o”.
107 Cuando se supone que un hombre es impulsado p o r cualquier motivo a realizar, o
no realizar, tal o cual acción, puede ser útil, para conveniencia del discurso, hablar de tal moti
vo como dando origen a una clase de ley o dictado imaginarios, obligándolo a comprome­
terse o no con él.
108 Véase el cap. IV [Valor] y cap. vi [Sensibilidad], par. XXI.
109 y ercap< IX [Conciencia].
O valiosos. Ver cap. IV [Valor]
122 / J e r e m y B e n t h a m

ría; porque los intereses de una agrupación menos numerosa de personas


puede hacerse presente a la m ente de un hombre, en un m om ento en que la
más numerosa no está presente, o si lo está, no le causa impresión. Es de esta
forma que los dictados de este m otivo pueden ser opuestos a la utilidad; no
obstante lo cual, ser dictados de la benevolencia. Lo que hace a aquellos de
la benevolencia privada acordar por lo general con el principio de utilidad,
es que, en general, no se op onen a los de la pública; si son contrarios, es sólo
accidentalmente. Lo que los hace más acordes es que, en una sociedad civi­
lizada, en la mayoría de los casos en que tenderían de por sí a oponerse a
los de la benevolencia pública, se ven contrariados por m otivos más fuertes
del tipo egoísta, que son a. su vez contrariados por las leyes; y que sólo en
los casos en que no se les op on en otros dictados más convenientes, quedan
libres de hacer su voluntad. U n acto de injusticia o crueldad com etido por
un hom bre en bien de su padre o de su hijo, es castigado, y con razón, tanto
com o si lo cometiera p or su propio bien.
X X X V III. Después de la buena voluntad, el m otivo cuyos dictados pa­
recen tener la segunda mejor posibilidad de coincidir con los de la utilidad,
es el del deseo de refu tación. H ay una única circunstancia que im pide que
los díctaftos de~este m otivo coincidan en todos los casos con los del anterior.
Esta es que los hombres, en sus agrados y desagrados, en las disposiciones
que manifiestan a otorgar a cualquier forma de conducta su aprobación o
desaprobación y, en cóiisecuencia, su buena o mala voluntad hacia la perso­
na que parece practicarla, no se rigen exclusivamente por el principio de uti­
lidad. A veces se guían por el principio de ascetismo; otras veces por el de
simpatía y antipatía. H a y otra circunstancia que disminuye, no su confor­
midad con el principio de utilidad, sino sólo su eficacia en comparación con
los dictados del principio de benevolencia. Los dictados de este m otivo ope­
rarán tan fuertemente en secreto com o en público, ya parezca o no proba­
ble que la conducta que recomiendan sea conocida o no, los dictados del
deseo de reputación coincidirán con los de la benevolencia sólo en la medi­
da en que parezca probable que la conducta de un hombre puede ser con o­
cida. Esta circunstancia, sin embargo, no hace tanta diferencia com o podría
parecer a primera vista. Los actos, en la medida en que son importantes, tien­
den a ser conocidos111; y en cuanto a la reputación, la m enor sospecha sirve
a m enudo com o prueba. Adem ás, si un acto es vergonzoso, la certeza que

111 Ver B. II. tit. [Evidencia].


L O S P R IN C IP IO S DE LA M O RAL Y L A L E G IS L A C IÓ N / 123

un hom bre puede tener de que el m ism o se mantendrá en reserva, n o im pe­


dirá las objeciones que pueden oponerse a su realización. A unque el acto en
cuestión permaneciera secreto, puede contribuir a formar un hábito, que
puede dar origen a otros actos que no correrán la misma suerte. N o existe
quizá ningún ser humano en la edad de discernimiento sobre el cual no ten­
gan algún peso las consideraciones de esta clase; y tienen m ayor peso en un
hom bre en proporción a sus facultades intelectuales y a la firm eza de su
m ente112. Añadamos a esto la influencia que el hábito m ism o tiene, una vez
formado, en restringir a un hombre de incurrir en actos a los que, desde el
punto de vista de la mala fama que se les anexa, así com o por cualquier otra
causa, les ha tom ado aversión. La influencia del hábito, en tales casos, es un
hecho que, aunque no fácilmente explicable, es reconocido e indubitable113.
X X X IX . Después de los dictados del deseo de reputación vienen, al pa­
recer los deLjf^ ^ q jd g agiistad. Los primeros están determinados a coincidir
con los de utilidad, en la medida en que están determinados a coincidir con
los de benevolencia. Ahora bien, los del deseo de amistad tienden a coinci-
air, en cierto sentido, con los de benevolencia. Pero la clase de benevolencia
con la que coincide el deseo de reputación es la más extensiva; aquella con la
que coincide el deseo de amistad, la menos extensiva. Los dictados del deseo
de amistad tienen, sin embargo, la ventaja de que gozan los de los m otivos
contra sí mismo. Los primeros, en un m om ento u otro de la vida, disponen
a un hom bre a contribuir a la felicidad de un número considerable de per­
sonas; los segundos, desde el principio al fin de la vida, se limitan al cuidado
de un único individuo. Los dictados del deseo de amistad, obviam ente, se
aproximarán más a coincidir con los del deseo de reputación, y p or tanto
con los de utilidad, en proporción, c¿eteris paribus, al núm ero de personas
cuya amistad un hombre tiene ocasión de desear; y en consecuencia, por
ejemplo, un miembro del Parlamento inglés, con todas sus debilidades y
todas las debilidades de la gente cuya amistad debe cultivar, es probable­
mente, en general, mejor persona que el secretario de un visir de Constan-
tinopla o de un nai'b de Indostán.

112 Véase el cap. VI [Sensibilidad], par. XII, XIII.


113 Estrictamente hablando, el hábito, por ser sólo una entidad ficticia y no realmente
algo distinto de los actos de percepción por los que se dice que es formado, no puede ser la
causa de cosa alguna. El enigma, sin embargo, puede ser satisfactoriamente resuelto por el
principio de asociación, de cuya naturaleza y fuerza puede encontrarse una descripción muy
satisfactoria en la edición del doctor Priestley de Hartley on Man.
124 / J eremy B entham

X L . Los dictados de la religión son, entre la infinita diversidad de reli­


giones, tan extremadamente variables, que es difícil saber qué exposición
ge-neral dar de ellos, o en qué categoría ubicar el m otivo al que responden.
A nte la m ención de la palabra religión, los pensam ientos de la gente se diri­
gen naturalmente a la que ellos m ism os profesan, Esa es una gran fuente de
errores de cálculo, y tiene la tendencia a ubicar a esta clase de m otivo en una
categoría más elevada de la que merece. L os dictados de la religión coinci­
dirían, en todos los casos, con los de la utilidad, si se supusiera que el Ser
que es objeto dé la religión es tan benévolo com o se supone que es sabio y
poderoso; y si las nociones que se abrigan acerca de su benevolencia fueran
al m ism o tiem po tan correctas com o las que se abrigan acerca de su sabidu­
ría y su poder. Desafortunadamente, sin em bargo, ninguno de estos supues­
tos es verdadero. Se lo supone umversalm ente todopoderoso, pues por
Deidad ¿qué otra cosa quiere decir el hom bre sino el Ser, sea lo que sea, por
el cual todas las cosas han sido hechas? E n cuanto al conocim iento, por la
misma regla por la que conoce una cosa, conocería otra. Estas nociones pare­
cen ser tan correctas com o universales para todos los fines importantes. Pero
entre los devotos de la religión (entre los cuales la gran variedad de la frater­
nidad cristiana es sólo una pequeña parte), parece haber sólo unos pocos (no
diré cuán pocos) que creen realmente en su benevolencia. Lo llaman bené­
volo de palabra, pero no creen que lo sea realmente. N o quieren decir que
es benévolo a la manera eir que se concibe que lo es el hombre; no quieren
decir que es benévolo en el único sentido en que la benevolencia tiene signi-
licado. Porque si así lo hicieran, reconocerían que los dictados de la benevo­
lencia no son ni más ni menos que los dictados de la utilidad: en absoluto
diferentes. Pero el caso es que en miles de ocasiones le dan la espalda al prin­
cipio de utilidad. Se desvían hacia los extraños principios que son sus anta­
gonistas: algunas veces es el principio de ascetism o, otras el principio de sim ­
patía y antipatía114. Según esto, la idea que tienen en mente en tales ocasiones
es demasiado a m enudo la idea de malevolencia, a la cual, quitándole su pro­
pio nombre, le otorgan el apelativo engañoso de m otivo social115. Los dicta-

114 Cap. II [Principios adversos], par. XVIII.


115 A veces, a fin de ocultar mejor el engaño (sin duda de su propia vista, así como la de
otros) erigen un fantasma de su propia creación, al que llaman Justicia, cuyos dictados han de
modificar (que se explica como oponer) los dictados de la benevolencia. Pero la justicia, en el
único sentido en que tiene significado, es un personaje imaginario, inventado para la conve­
niencia del discurso, cuyos dictados son los dictados de la utilidad aplicados a ciertos casos
particulares. La justicia, entonces, no es sino un instrum ento imaginario, empleado para pro-
L O S P R IN C IP IO S DE L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 125

dos de la religión, para abreviar, no son sino los dictados de ese principio que
ya se ha m encionado bajo el nombre de principio teológico116. Ellos, según
se ha observado, son — com o suele suceder, de acuerdo con las inclinacio­
nes parciales de las personas en cuestión— copias de los dictados de uno u
otro de los tres principios originales; algunas veces, por cierto, de los dicta­
dos de la utilidad, pero frecuentemente los del ascetismo o los de la simpa­
tía y antipatía. A este respecto, están sólo a la par con los dictados del deseo
de reputación; en otro, están por debajo de él. Los dictados de la religión
están en todas partes más o m enos entremezclados con dictados discordes
con los de utilidad; son deducidos de textos, bien o mal interpretados, de los
escritos considerados sagrados por cada secta; discordes, por im poner prác­
ticas a veces inconvenientes para un hombre, a veces perniciosas para el
resto de la comunidad. Los sufrimientos de mártires involuntarios, las cala­
midades de las guerras santas y persecuciones religiosas, los perjuicios de
leyes intolerantes (asuntos que aquí sólo pueden ser examinados de paso, no
en detalle) son otros tantos perjuicios adicionales, además de aquellos que
acarrea el deseo de reputación. Por otra parte, es manifiesto que, con res­
pecto al poder de obrar en secreto, los dictados de la religión tienen la misma
ventaja sobre los del deseo de reputación y el de amistad, que poseen los dic­
tados de la benevolencia.
XLI. Afortunadamente, los dictados de la religión parecen aproximarse
cada vez más, día tras día, a una coincidencia con los de utilidad. ¿Pero, por
qué? Porque los dictados de la sanción moral lo hacen; y aquéllos coinciden
o son influidos por éstos. Los hombres devotos de las peores religiones,
influidos por las voces y las prácticas del m undo circundante, se apropian
continuam ente de una u otra nueva hoja del libro de la utilidad; y con ellas,
a fin de no romper con su religión, intentan a veces, con bastante violencia,
remendar y adornar los repositorios de su fe.
X L II. E n cuanto a los m otivos contra sí m ism o y antisociales, el orden
que tiene lugar entre éstos y los precedentes, respecto de la influencia hacia
el exterior, es demasiado evidente com o para que se necesite insistir sobre
el punto. En cuanto al orden que tiene lugar entre los m otivos de la clase
egoísta, considerados comparativamente entre sí, parece no haber ninguna

mover en ciertas ocasiones, y po r ciertos medios, los fines de la benevolencia. Los dictados
de la justicia no son nada más que una parte de los dictados de la benevolencia, que, en cier­
tas ocasiones, se aplican a ciertos sujetos, es decir, a ciertas acciones.
Véase el cap. II [Principios adversos, etcétera].
126 / J e r e m y B e n t h a m

diferencia que en esta ocasión valiera la pena mencionar. C on respecto al


m otivo antisocial, hay una diferencia (respecto de sus efectos sobre el exte­
rior) según de cuál de las dos siguientes fuentes se origine: sea de considera­
ciones contra sí m ism o o sociales. El disgusto que usted siente respecto de
un hombre puede fundarse o bien sobre algún acto que lo ofende en prim e­
ra instancia, o sobre un acto que lo ofende no de otra manera que porque
usted lo considera com o siendo perjudicial a algún otro, en cuyo bienestar
usted está interesado. Ese otro puede ser, por supuesto, un individuo
determinado, o cualquier conjunto de individuos, determinado o indetermi­
nado117. Es bastante ob vio que un m otivo, aunque sea en sí mism o antisocial,
puede, por surgir de un origen social, poseer una tendencia social; y es pro-j
bable que esta tendencia, en este caso, sea más social, cuanto más amplia sea
la descripción de las personas a cuyos intereses usted adhiere. El disgusto
descargado sobre un individuo debido a que se supone que ha com etido un
daño al público, puede ser más social en sus efectos que cualquier dosis de
buena voluntad cu yo ejercicio se limita a un solo individuo118.

§ 5. Conflicto entre m otivos


XLIII. Cuando un hom bre contem pla la posibilidad de realizar una
acción, es frecuentem ente influido al m ism o tiempo por la fuerza de diver­
sos motivos: un m otivo o conjunto de m otivos que actúan en una dirección;
otro m otivo o conjunto de m otivos que actúan en cierto m odo en una di­
rección opuesta. Locomotivos m encionados en primer lugar lo disponen a
realizar la acción, mientras que los segundos lo disponen a no realizarla.
A hora bien, cualquier m otivo cuya influencia tiende a predisponer a reali­
zar la acción en cuestión, puede ser llamado motivo, im pulsor: cualquier
m otivo cuya influencia tiende a predisponer a no realizarla, un m otivo re­
presivo. Pero estas apelaciones pueden naturalmente intercambiarse, según
el acto sea de clase positiva o negativa119.
XLIV. Se ha m ostrado que no puede haber clase alguna de m otivo que
no pueda dar origen a cualquier clase de acción. Se sigue, por tanto, que no
hay ninguna clase de m otivos que no puedan llegar a oponerse entre sí.

117 Véase el cap. VI {Sensibilidad], par. XXI.


118 Véase supra, par. XXXVII.
119 Véase el cap. vil [Acciones], par. VIII.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 127

C uando la tendencia del acto es mala, el caso más com ún es que haya sido
dictada por un m otivo, o bien de la clase egoísta, o bien de la antisocial. En
tal caso, el m otivo de la benevolencia ha estado actuando, aunque ineficaz­
mente, con el carácter de m otivo restrictivo.
XLV. U n ejemplo puede resultar útil para mostrar la variedad de m oti­
vos opuestos que pueden actuar sobre un hombre al m ism o tiem po. A
Crillon, un católico (en una época en que en general se consideraba merito­
rio entre los católicos eliminar a los protestantes), le fue ordenado por su rey,
Carlos IX de Francia, atacar en privado a Colignv, un protestante, y asesi­
narlo. Su respuesta fue: “Excusadme, Sire, pero lucharé contra él de todo
corazón”120. Aquí, pues, encontramos las tres fuerzas arriba mencionadas,
incluyendo la de la sanción política, actuando sobre él al m ism o tiem po. Por
la sanción política, o al m enos tanto de su fuerza com o la de tal mandato, de
tal soberano, em itido en tal ocasión, podría suponerse que conllevaba la
necesidad de matar a C olign y asesinándolo; por la sanción religiosa, es decir,
por los dictados del celo religioso, se le imponía de todos m odos matarlo;
por la sanción moral, o en otras palabras, por los dictados del honor, es decir,
el deseo de reputación, le era permitido (el cual perm iso, cuando asociado
con el mandato de su soberano, operaba, según lo concebía, com o una or­
den) luchar con el adversario en igualdad de condiciones; p or los dictados
de la benevolencia extensiva (suponiendo que el mandato fuese injustifica­
ble) se le imponía no atentar contra su vida de ninguna manera sino mante­
nerse en paz con él. Suponiendo que el mandato fuese injustificable, por los
dictados de la benevolencia privada se le imponía no entrometerse con él de
ninguna manera. En m edio de esta confusión de dictados opuestos, Crillon,
al parecer dio la preferencia, en primer lugar, a los del honor; en segundo
lugar, a los de la benevolencia. Habría peleado si su propuesta hubiese sido
aceptada; com o no lo fue, permaneció en paz.
A q u í podrían surgir una multitud de cuestiones. Suponiendo que los
dictados de la sanción política lo obligaban a obedecer el mandato del sobe­
rano ¿de qué clase eran los m otivos que lo impulsaban a someterse a ellos?
La respuesta es de la clase egoísta, en todo sentido; en la medida en que, su­
puestamente, el soberano tenía el poder de castigarlo por no someterse, o de
recompensarlo por hacerlo. ¿O bedecía al m otivo religioso ? (quiero decir, in­
dependientemente de la circunstancia de herejía mencionada más arriba). Sí,

120 La idea del caso que suponemos aquí fue tomada de una anécdota histórica real,
pero difiere de ella en varios puntos.
128 / J eremy B entham

si pensaba que complacía a D ios si se sometía; no, si no pensaba así. ¿Lo»


impulsaba el m otivo del deseo de reputación? Sí, si consideraba que el mun­
do esperaría y exigiría que se sometiera; no, si pensaba lo contrario. ¿Lo im­
pulsaba la benevolencia? Sí, si pensaba que la com unidad estaría en general
mejor si se sometía. N o , si no pensaba así. ¿Pero acaso los dictados de la san­
ción política, en el caso en cuestión, realmente cumplían los mandatos del
soberano? En otras palabras, ¿era legal el mandato? Vemos que esto es mera­
mente una cuestión de jurisprudencia local, aunque ajena al propósito actual.
XLVI. Lo que aquí se dice acerca de la bondad o maldad de los m oti­
vos está lejos de ser una mera cuestión de palabras. Habrá ocasión de hacer
uso de ello de aquí en más, por varios fines importantes. Tendré necesidad
de ello para disipar varios prejuicios, que son nocivos para la com unidad,
encendiendo a veces la llama del disenso p o lítico 121, otras veces obstruyen­
do el curso de la justicia. Se mostrará que en el caso de muchas ofensas122, la*
consideración del m otivo es m uy relevante, porque en primer lugar marca
una diferencia m uy importante en la magnitud del perjuicio123; en segundo
lugar, que ello es fácil de determinar y, por tanto, puede servir de funda­
mento para una diferencia en la magnitud del castigo; pero en otros casos es
absolutamente imposible determinarlo; y si acaso fuera posible determinar
si ese m otivo es bueno o malo, no haría ninguna diferencia en la demanda de
castigo; que en todos los casos, el m otivo que puede guiar a un acusador es
una cuestión carente de toda importancia; de lo cual puede deducirse la m a­
lignidad del prejuicio que suele abrigarse contra los informantes; y en con ­
secuencia el juez, en particular, debería mantenerse insensible a la influencia
de tales engaños.
Por último, el sujeto de los m otivos es alguien a quien es necesario
conocer, a fin de abrir un juicio sobre los m edios que puedan proponerse
para combatir las ofensas en su origen124.
Pero antes de que pueda formularse com pletam ente el fundam ento teó ­
rico para estas observaciones prácticas, es necesario decir algo sobre el tema
de la disposición, que, en consecuencia, proporcionará el material para el ca­
pítulo siguiente.

121 Véase B. I. tit. [Rebelión].


122 Véase B. I. tit. [Simplemente daños corporales]. Ib. tit. [Homicidio].
123 Véase el cap. XI [Disposiciones].
12^ Véase el Apéndice, tit. [Instituciones preventivas].
C a p ít u l o X I

De las disposiciones humanas en general

I. En el capítulo anterior se ha mostrado ampliamente que no es en absolu­


to apropiado predicar de los m otivos la bondad o la maldad. ¿N o hay enton­
ces nada acerca de un hombre que pueda ser llamado propiamente bueno o
malo, cuando en tal o cual ocasión se deja gobernar por tal o cual motivo?
Por cierto que sí: su disposición. Ahora bien, la disposición es una clase de;
entidad ficticia, ideada para conveniencia del discurso, para expresar lo que j
se supone permanente en la estructura mental de un hombre, cuando, en tal i
o cual ocasión, ha sido influido por tal o cual m otivo para realizar un acto |
que, según le parecía, era de tal o cual tendencia.
II. C on la disposición sucede com o con cualquier otra cosa; será buena
o mala según sus efectos; según los efectos que tenga de aumentar o dism i­
nuir la felicidad de la comunidad. La disposición de un hombre puede, en
consecuencia, ser considerada desde dos puntos de vista: según la influencia
que tenga, o bien,
1. sobre su propia felicidad, o
2. sobre la felicidad de otros.
Mirada conjuntamente desde estos dos puntos de vista, o desde uno de
ellos indiscriminadamente, puede ser llamada, p or una parte, buena, por la
otra, mala; o, en casos flagrantes, degradada125. D esd e el primero de estos
puntos de vista, apenas si tiene algún nom bre peculiar que haya sido hasta

125 También podría ser llamada virtuosa o viciosa. La única objeción al uso de dichos tér­
minos es la gran medida de buena o mala reputación anexa a ellos. El inconveniente de esto
es la tendencia a unir una desproporcionada medida de mala reputación a disposiciones que
están mal constituidas sólo con respecto a la parte actuante, implicándolos en tal grado de
ignominia que sería apropiado sólo a disposiciones que son perjudiciales respecto de otros.
Elevar la debilidad al. nivel de los crímenes es una manera de disminuir el aborrecimiento que
130 / J eremy B entham

ahora apropiado para ella. Podría ser llamada, aunque de manera inexpresi­
va, frágil o irresoluta por una parte, sólida o firme por la otra. D esd e el otro
punto de vista, podría ser llamada beneficiosa o meritoria p or una parte, per­
niciosa o perjudicial por la otra. Ahora bien, de la rama de la disposición de
un hombre, cuyos efectos conciernen en primera instancia sólo a él, no es
necesario decir m ucho aquí. Reformarla cuando es mala es más bien tarea
del moralista que del legislador; ni tam poco es susceptible de las diversas
m odificaciones que marcan una diferencia tan importante en los efectos de
la otra. N uevam ente, con respecto a la parte de ella cuyos efectos concier­
nen en primera instancia a otros, es sólo en la medida en que es de natura­
leza perjudicial que la rama penal del derecho tiene un interés inm ediato en
ella; en la medida en que puede ser de una naturaleza benéfica, correspon­
de a una rama del derecho todavía innominada, que podría ser llamada re­
munerativa.
III. Se dice, entonces, que un hom bre tiene una disposición dañina,
cuando, por la influencia de no importa qué m otivos, se p resu m e que tiene
m ayor tendencia a realizar, o asumir intenciones de realizar, actos que tie­
nen aparentem ente una tendencia perniciosa, que en aquellos que aparen­
tem ente tienen una tendencia beneficiosa: de una disposición meritoria o
beneficiosa en el caso opuesto.
IV. D ig o “se presume" porque, por suposición, todo lo que aparece en
una acción singular, acompañada de un curso único de circunstancias, sólo
por el grado de consistencia y uniformidad que la experiencia ha m ostrado
que se observa en las diferentes acciones de la misma persona, la probable
existencia (pasada o futura) de un núm ero de actos de naturaleza similar, se
infiere natural y justamente de un acto individual. Bajo tales circunstancias,
según se prueba cuál es ejunotivo en un caso, tal será la disposición que se
presum e en otros.
V. D ig o aparentem ente dañinos, es decir, aparentemente respecto de él;
en cuanto a él le parecen tener esa tendencia; pues del mero hecho, indepen­
dientemente de lo que a él de antemano le parezca probable que sea, nada
puede inferirse de una parte u otra. Si a él le parece probable que sea perju­
dicial; en tal caso, aunque al fin y al cabo resultase inocente, o aun beneficio­
so, no hace ninguna diferencia. N o hay la más mínima razón para suponer
que su disposición es mala; si a él le parece ser beneficiosa o inocente; en tal

debería reservarse para estos últimos. Elevar pequeños crímenes al nivel de otros mayores, es
una manera de disminuir la parte de atención que debe ser dirigida a los grandes crímenes.
LOS PRINCIl’K >S DI I A M< >I‘ AI i I a | i i .IM A« H» N / M I

caso, aunque al fin y al cabo resultase perniciosa, debido a ello no hay más
razón para suponer que su disposición es buena. Y aquí vemos la importan­
cia de las circunstancias de intencionalidad126, conciencia127, inconsciencia128,
y falsa suposición129.
VI. La verdad de estas posiciones depende de otras dos, ambas suficien­
tem ente verificadas por la experiencia. U na es que, en el curso ordinario de
las cosas, las consecuencias de las acciones generalmente resultan de acuer­
do con las intenciones. U n hombre que establece una carnicería y comercia
con carne, cuando intenta derribar a un buey, com únm ente lo logra, aunque
por un desgraciado accidente puede por azar errar el golpe y derribar a un
hombre; aquel que establece un almacén y comercia con azúcar, com ún­
mente vende azúcar, aunque por un desgraciado accidente puede por azar
vender arsénico en su lugar.
VTI. El otro es que un hombre que abriga intenciones de hacer un daño
en un m om ento dado, es posible que abrigue las mismas intenciones en otra
ocasión130.
VIII. H a y dos circunstancias de las cuales la naturaleza de la disposi­
ción, tal com o lo indica cualquier acto, es propensa a depender:
1. La aparente tendencia del acto;
2. La naturaleza del m otivo que le dio origen.
Esta dependencia está sometida a distintas reglas, según la naturaleza
del m otivo. A l enunciarlas, supongo desde el principio que la tendencia
aparente del acto, com o sucede com únm ente, coincide con la real.
IX. 1. Cuando la tendencia del acto es buen a y el m otivo es de la clase*
egoísta. En este caso el m otivo no proporciona ninguna inferencia respecto
de ninguna de las partes. N o proporciona ninguna indicación sobre una
buena disposición, pero tam poco de una mala.

126 Véase el cap. VIII.


127 Véase el cap. IX.
128 Ibid.
I2? Ibid.
130 Suponer que un hombre tiene una buena disposición, y al mismo tiempo es probable
que, en virtud de esa misma disposición, realice habitualmente una serie de acciones nocivas,
es una contradicción en los términos; y nunca podría emitirse semejante proposición, excep­
to dando a la cosa significada por la palabra disposición una realidad que no le corresponde.
Si entonces, por ejemplo, un hombre de disposición religiosa, incurriera, en virtud de dicha
disposición, en el hábito de hacer daño, por ejemplo, acosando a los vecinos, el caso debe ser,
o bien que su disposición, aunque buena en ciertos respectos, no es buena en su totalidad, o
que la disposición religiosa no es buena en general.
132 / J eremy B entham

U n panadero vende su pan a un hom bre hambriento que lo solicita.


Éste, com o vem os, es uno de esos actos de los cuales, en los casos com unes,
la tendencia es incuestionablemente buena. El m otivo del panadero es el m o ­
tivo comercial ordinario del interés pecuniario. Es evidente que no hay nada
en la transacción, así expuesta, que proporcione el m enor fundam ento para
suponer que el panadero es peor persona que cualquiera de sus vecinos.
X. 2. C uando la tendencia del acto es m a la , y el m otivo, com o antes, es
de la clase egoísta. En este caso, la disposición indicada es perjudicial.
U n hom bre roba pan de una panadería; éste es uno de esos actos cuya
tendencia será inmediatamente considerada co m o dañina. Por qué y en qué
respectos lo es, será expuesto más adelante131. Su m otivo, diremos, es el de
interés pecuniario; el deseo de obtener el valor del pan por nada. Su dispo­
sición, en consecuencia, parece ser mala; porque tod os admitirán que una
disposición al latrocinio es mala.
XI. 3. Cuando la tendencia del acto es buena y el m otivo es el puramen­
te social de la buena voluntad. En este caso, la intención correspondiente es
beneficiosa.
U n panadero da a un pobre una hogaza de pan. Su m otivo es la com pa­
sión, un nom bre dado al m otivo de la benevolencia en casos particulares de
su acción. La disposición demostrada por el panadero, en este caso, es una
en la que tod o hom bre estará bastante dispuesto a reconocer com o buena.
XII. 4. C uando la tendencia del acto es m ala y el m otivo es el puramen­
te social de la buena voluntad. A un en este caso, la disposición que el m oti­
vo indica es dudosa; puede ser perjudicial o meritoria, según el caso; en la
medida en que el carácter dañino del acto sea más o m enos aparente.
XIII. Puede pensarse que un caso de esta clase no puede existir y que
suponerlo es una contradicción en los términos. Porque se supone que el
agente sabe que el acto es perjudicial. ¿C óm o puede ser, entonces, que la
buena voluntad, es decir, el deseo de hacer bien, pueda haber sido el m otivo
que condujo a él? Para conciliar ambas cosas, debem os tener en cuenta la
distinción entre benevolencia ampliada y restringida. El m otivo que lo con ­
dujo a ello fue el de la benevolencia restringida132. Si hubiera seguido los dic­
tados de la benevolencia ampliada, no habría hecho ]o que hizo. A hora bien,
aunque siguió los dictados de esa rama de la benevolencia, que en cualquier
caso individual en que se ejerce es dañina cuando se op on e a la otra; no obs-

131 Véase el cap. XII [Consecuencias], y Código B. I. tit. [Robo].


132 Véase el cap. X [Motivos].
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 133

tante, com o los casos que exigen el ejercicio de la primera son, más allá de
toda comparación, más num erosos que los que requieren el ejercicio de la
segunda, la disposición seguida por él, al seguir el im pulso de la primera, será
a m enudo de tal índole en un hombre del com ún, que puede aceptarse que
es buena en general.
X IV U n hombre con una numerosa prole a punto de morir de hambre
va a una panadería, roba una hogaza y la reparte toda entre los hijos, sin guar­
darse nada para sí. Será difícil inferir que su disposición es mala en general.
Alteremos el caso y adjudiquémosle un solo hijo, que quizá siente hambre,
pero no está en peligro inminente de morir de inanición; y ahora pensem os
que el hombre incendia una casa llena de gente, para robar dinero con el cual
comprar el pan. La disposición aquí demostrada n o podrá ser considerada
com o buena.
XV. O tro caso parecerá más difícil de decidir que los dos anteriores.
Ravaillac asesinó a uno de los mejores y más sabios soberanos, en un m o­
mento en que un soberano bueno y sabio, una bendición en tod o m om ento
tan valiosa para un Estado, era particularmente digno del m áxim o aprecio;
sobre todo para los habitantes de un imperio p opu loso y extenso. El asesi­
no fue apresado y som etido a las torturas más atroces. Su hijo, totalm ente
persuadido de que él era un penitente sincero, y que la humanidad no ten­
dría nada más que temer de él, logra hacer que escape del lugar. ¿Es éste,
pues, un signo de una buena disposición en el hijo, o de una mala? Q uizás
algunos respondan, de una mala; porque además del interés que la nación
tiene en los sufrimientos de semejante criminal, a manera de ejemplo, el futu­
ro buen com portamiento de ese criminal supera lo que nadie puede tener un
fundamento suficiente para ser persuadido de ello.
XVI. Supongamos entonces que el hijo de Ravaillac no facilita la huida
de su padre, sino que se contenta con llevarle veneno, para que, al precio de
una muerte más fácil, pueda escapar de sus torm entos. La decisión será
ahora, tal vez más difícil. Adm itam os que el acto es inicuo y de tal naturale­
za que debería sin lugar a dudas ser castigado, ¿pero es la disposición que ma­
nifiesta mala? Puesto que el joven viola las leyes en este caso individual ¿es
probable que, librado a sí mismo, violaría las leyes en casos ordinarios, para
satisfacer algún desmedido deseo propio? La respuesta de la mayoría de los
hombres sería negativa.
XVII. 5. Cuando la tendencia del acto es buena y el m otivo es de tipo
semisocial: el deseo de reputación. En este caso la disposición correspon­
diente es buena.
134 / J er em y B en tham

En tiem pos de escasez, un panadero, a fin de ganar la estima del vecin­


dario, distribuye pan gratuitamente entre los trabajadores pobres. D em os
por sentado, o admitamos que es una cuestión incierta si él experimentaba o
no un sentim iento real por el sufrimiento de aquellos a quienes ha auxiliado.
A pesar de to d o esto, su disposición no puede, sobre la base de razón algu­
na, ser llamada de otro m odo que buena y beneficiosa. Sólo puede dársele
un nombre distinto a consecuencia de un prejuicio infundado133.
XVIIII. 6. C uando la tendencia del acto es m ala y el m otivo, com o antes,
es scmisocial, el deseo de reputación. En este caso, la disposición que revela
t\s más o m enos buena o mala: en primer lugar, según que la tendencia del
acto sea más o m enos perjudicial; en segundo lugar, en la sociedad en cues-
l ion, según que los dictados de la sanción moral se aproximen más o m enos
a una coincidencia con los de utilidad. N o parece probable que en ninguna
nación que esté en un estado tolerable de civilización, en pocas palabras, en
cualquier nación en que reglas tales com o éstas puedan llegar a ser consulta­
das, los dictados de la sanción moral se alejarán tanto de coincidir con los de
utilidad (es decir, de la benevolencia ilustrada) de m odo que la disposición
indicada en este caso no puede ser sino buena en general.
XIX. U n indio recibe una herida, real o imaginaria, de un indio de otra
tribu. Se venga en la persona de su antagonista som etiéndolo a los torm en- 1*

1**El grueso de la humanidad, siempre pronta a desestimar el carácter de sus vecinos , 9


tomai .i la ocasión de incluir un motivo en la clase de los malos, en la medida en que encuen-
it <■uno todavía mejor, que podría haber dado origen al acto. Conscientes de que sus propios
m< )tivos no son de la mejor clase, o persuadidos de que sí lo son, no serán incluidos po r otros
ni dicha clase; temiendo ser tomados inocentones y ansiosos de exhibir el alcance de su pene-
ti ación, cada hom bre se cuida, en primer lugar, de imputar la conducta de todo otro hom bre
al menos loable de los motivos que pueden explicarla. En segundo lugar, cuando han ido lo
mas lejos posible po r esa vía, y no pueden hacer descender el motivo individual a ninguna
«lase inferior, cambian su estrategia y atacan a la clase misma. Al deseo de reputación le darán
rn consecuencia, en cada ocasión, un nombre negativo, llamándola ostentación, vanidad o
vanagloria.
En parte al mismo espíritu de desvalorización, la consecuencia natural de la sensibilidad
dr los hombres a la fuerza de la sanción moral, en parte a la influencia del principio de asce­
tismo, puede imputarse tal vez la gran abundancia de nombres negativos de los motivos, en
comparación con los positivos o neutros; y, en particular, la carencia total de nombres neu­
tros para los motivos del deseo sexual, el deseo físico en general, y el interés pecuniario. La
superior abundancia aun de nombres positivos en comparación con los neutros, si se la exa­
minara, se vería que más bien confirma en lugar de refutar el precedente comentario. El len­
guaje de un pueblo sobre estos puntos puede quizá servir en alguna medida como una clave
de sus sentimientos morales. Pero semejantes disquisiciones especulativas son ajenas al pro-
j ><vsito de la presente obra.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 135

tos más atroces; y se da el caso que el cruel tratamiento infligido en tal oca­
sión le gana reputación en su propia tribu. La disposición manifestada en
tal caso no puede nunca ser considerada buena por personas que superen a
los indios, aun en pequeña medida, en cuanto a civilización.
X X . U n noble, para volver a Europa, contrae una deuda con un com er­
ciante pobre. El m ism o noble, p oco después, contrae otra deuda, p or la mis­
ma suma, con otro noble, en el juego. N o le es posible pagarles a los dos; en­
tonces paga la totalidad de la deuda a su compañero de diversiones y nada
en absoluto al comerciante pobre. La disposición manifestada en este caso no
puede sino ser calificada com o mala. Por cierto, no es tan mala com o si no les
hubiese pagado a ninguno de los dos. El principio del deseo de reputación o
(o com o es llamada en el caso de una aplicación parcial de él) principio del
honor, se opone aquí al más valioso principio de benevolencia y lo sustitu­
ye. Pero también se im pone al principio egoísta del interés pecuniario. La
disposición que muestra, por tanto, aunque no tan buena com o aquella en
que predomina el principio de benevolencia, es mejor que otra en que pre­
domina el principio del egoísmo. Sería mejor si mostrara más benevolencia
¿pero sería mejor si careciese de sentido del honor? Esto parece dar lugar a
una gran disputa134.
XXL 7. Cuando la tendencia del acto es buena y el m otivo es el sem iso-
cial de la religión. En este caso, la disposición señalada p or él (considerada
con respecto a su influencia en la conducta del hombre hacia otros) es mani­
fiestamente beneficiosa y meritoria.
U n panadero distribuye pan gratuitamente entre los trabajadores p o ­
bres. N o es que se lamente por sus desdichas, ni es por obtener reputación
entre sus vecinos. Es con el fin de ganar el favor de la Deidad, a quien da por
sentado que esa conducta será aceptable. La disposición manifestada p or se­
mejante conducta es obviamente la que todo hombre llamaría buena.
X X II. 8. Cuando la tendencia del acto es m ala, y el m otivo es, com o en
el caso anterior, la religión. En este caso la disposición es dudosa. Es buena
o mala, y más o m enos buena o mala; en primer lugar, en cuanto la tenden­
cia del acto es más o menos dañina; en segundo lugar, en la medida en que
los dogmas religiosos de la persona en cuestión se aproximan más o m enos
a coincidir con los dictados de la utilidad.
XXIII. Parecería, fundándonos en la historia, que aun en naciones con
un tolerable estado de civilización en otros aspectos, se ha observado que los

134 Véase el caso de los Duelos, discutido en B. I. tit. [Homicidio].


136 / J eremy B entham

dictados de ia religión han disentido hasta el m om ento de los de utilidad; en


otras palabras, de los de la benevolencia ilustrada; y que la disposición obser- .
vada en este caso puede ser hasta mala en general. Esto, no obstante, no es
una objeción a la inferencia que nos proporciona de una buena disposición
en esos países (tales com o son la mayoría de los países de Europa actual­
mente) en que los dictados respecto de la conducta de un hombre hacia otros
hombres se aproximan m ucho a coincidir con los de utilidad. Los dictados #
de la religión, en su aplicación a la conducta de un hombre en lo que sólo le
concierne a él, parecen, en la m ayoría de las naciones europeas, oler m ucho
al principio de ascetismo. Pero la obediencia a tales dictados erróneos no in­
dica una disposición tal que tienda a manifestarse en actos de tendencia per­
niciosa respecto de otros. Los casos en que los dictados de la religión llevan
a los hombres a realizar actos que son perniciosos en este últim o sentido,
parecen actualmente ser p o co frecuentes, a m enos que se trate de actos de
persecución, o medidas impolíticas de parte del gobierno, en que el derecho
m ism o es o bien el actor principal o un cóm plice en el daño. Ravaillac, insti­
gado por ningún otro m otivo que éste, dio a su país una de las estocadas más
fatales que un país recibiera jamás por obra de una sola mano; pero, feliz­
mente, los Ravaillacs no son m uchos. H an sido más frecuentes, sin embargo,
en Francia que en ningún otro país durante el m ism o período; y es notable
que, en todos los casos, es este m otivo el que los ha producido. Cuando su­
ceden, sin embargo, supongo que nadie, excepto los semejantes a ellos, será
propenso a llamar buena una disposición tal com o aquellos han manifesta­
do. Parece que a duras penas puede negarse que son m ucho peores p or sus
ideas religiosas; y que si se hubieran dejado guiar sólo por la benevolencia y
el deseo de reputación, sin ningún ingrediente religioso, habría sido tanto
mejor para la humanidad. Pueéte decirse casi lo m ism o, tal vez, de aquellas
personas que, sin ninguna obligación particular, han tom ado una parte acti­
va en la ejecución de leyes hechas para castigar a aquellos que han tenido la
mala fortuna de disentir con el magistrado en asuntos de religión, y mucho
más con el legislador que los ha som etido a su poder. Si Luis X IV no hubie­
se tenido ninguna religión, Francia no habría perdido 800.000 de sus súb­
ditos más valiosos. O tro tanto puede decirse de los autores de las guerras
llamadas santas, ya fuesen libradas contra personas llamadas infieles com o
contra aquellas calificadas con el nom bre aún más odiosos de herejes. Se dice
que en Dinamarca, no hace m uchos años, surgió una secta, a la cual, por una
extraña perversión de la razón, se le puso en la cabeza que, por conducir al
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 137

arrepentimiento, el asesinato o cualquier otro crimen atroz podía convertir­


se en el cam ino al cielo. D ebe observarse, sin embargo, que los casos de la
última clase siempre fueron raros, y que en casi todos los países de Europa
los de la primera clase, aunque siempre m uy frecuentes, han cesado por un
tiempo. En ciertos países, sin embargo, la persecución local, o (lo que pro­
duce un cierto grado de restricción, que es parte de los perjuicios de la per­
secución) la disposición a perseguir, siempre que se presenta la ocasión, no
ha terminado aún. En la medida en que no hay persecución realy es sólo
porque no hay herejes; y si no hay herejes, es sim plem ente porque no hay
pensadores135.
XXIV. 9. C uando la tendencia del acto es bu en a , y el m otivo (com o
antes) es el antisocial de la mala voluntad. En este caso, el m otivo parece no
proporcionar ninguna indicación en uno u otro sentido. N o hay señal de una
buena disposición, pero tam poco la hay de una mala.
U sted ha detectado que un panadero engaña en el peso de la mercade­
ría y lo denuncia por el engaño. N o es por la ganancia que usted ha hecho
la denuncia, porque no se conseguirá nada por ese medio; tam poco es p or
espíritu público, tam poco por deseo de reputación, porque no se obtendrá
reputación alguna por ello; no es con vistas a com placer a la Deidad; es sólo
debido a una disputa que mantiene con el hom bre a quien denuncia. Por la
transacción, com o la hem os presentado, no parece haber nada que decir a
favor o en contra de su disposición; pero usted n o lo habría hecho si no
hubiera sido por un m otivo del que no parece haber ninguna razón para
concluir que lo conducirá nuevamente a realizar un acto de la misma clase.
Su m otivo es de la clase que puede con la m enor im propiedad ser llamado
malo; pero el acto es de la clase que, aun si se realizara m uy a m enudo, no
podría nunca tener una tendencia mala; ni, por cierto, ninguna otra ten­
dencia excepto una buena. Por suposición, el m otivo que lo guió fue la mala
voluntad; pero el acto m ism o es de tal naturaleza, que n o hubiera necesita­
do de su parte otra cosa que el discernimiento suficiente a fin de haber sido
dictado p or la más amplia benevolencia. Ahora bien, del hecho de que un
hombre haya sido inducido a gratificar su resentimiento por m edio de un
acto cuya tendencia es buena, no se sigue en m odo alguno que estaría dis­
puesto en otra ocasión, por influencia de la misma clase de m otivo, a reali­
zar un acto cuya tendencia es mala. El m otivo que lo im pulsó fue antisocial

135 Véase B. I. tit. [Ofensas contra la religión].


1 3 8 / J eremy B entham

¿pero qué m otivo social podría haber existido para refrenarlo? N in gun o,
excepto algo que hubiese sido superado por un m otivo más ampliado de la
m ism a clase. Ahora bien, debido a que el m otivo antisocial prevaleció cuan­
do era el único, no se sigue en m odo alguno que prevalecería cuando hubie­
se u n o social para contrarrestarlo.
XXV. 10. Cuando la tendencia del acto es m ala y el m otivo es el anti­
social de la malevolencia. En este caso, la disposición a que remite es natu­
ralmente perjudicial.
El hom bre que robó el pan al panadero, com o en el caso anterior, no lo
h izo con ningún otro propósito que meramente empobrecerlo y afligirlo.
En consecuencia, cuando hubo obtenido el pan, no lo com ió ni vendió, sino
que lo destruyó. Q ue la disposición puesta en evidencia por esta transacción
es mala es lo que todos percibirán inmediatamente.
X X V I. Basta lo dicho con respecto a las circunstancias de las cuales el
mérito o demérito de la disposición de un hombre pueden ser inferidos en
general. N o s ocuparemos ahora de la medida de ese mérito o demérito que
resulta de esas circunstancias. Ahora bien, los actos y disposiciones merito­
rios de un hombre no nos interesan directamente en esta obra, l o d o lo que í
a la ley penal le interesa hacer es medir la depravación de la disposición
cuando el acto es dañino. Por tanto, nos limitaremos aquí a ese objeto.
X X V II. Es evidente que la naturaleza de la disposición de un hombre ha
de depender de la naturaleza de los m otivos que habitualmente lo influyen;
en otras palabras, del grado de su sensibilidad a la fuerza de tales y cuales m o- -
tivos. Porque su disposición es, en cierto m odo, la suma de sus intenciones,
la disposición en que está durante un cierto tiempo, la suma o resultado de
sus intenciones durante ese período. Si de los actos que ha estado intentando
realizar durante ese supuesto tiempo, los que son de una tendencia aparente­
m ente dañina superan en gran medida a aquellos que le parecen ser de la ten­
dencia contraria, su disposición será de carácter perjudicial; si sólo la superan
en una pequeña proporción, su disposición será inocente u honesta.
X X V III. Ahora bien, las intenciones, com o cualquier otra cosa, son pro­
ducidas por las cosas que son sus causas, y las causas de las intenciones son
los m otivos. Si en cualquier ocasión un hom bre asume una buena o una mala
intención, será por la influencia de algún motivo.
X X IX . Cuando el acto que un m otivo urge a un hombre a realizar, es de
naturaleza perjudicial, puede, a fin de distinguirlo, ser llamado un motivo
corruptor o seductor; en cuyo caso, también cualquier m otivo que, en opo-
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 139

sición al primero, actúa con el carácter de un m otivo restrictivo, puede ser


llamado m otivo tutelar, protector o preservativo.
X X X . A la vez, los motivos tutelares pueden distinguirse en perm anente
o constante, y ocasional. Por m otivos tutelares permanentes, quiero decir
aquellos que actúan con más o m enos fuerza en todos, o al m enos la m ayo­
ría de los casos, tendiendo a impedir que un hombre realice cualesquiera actos
perjudiciales que se sienta impulsado a realizar; y ello con una fuerza que
depende de la naturaleza general del acto, antes bien que de cualquier cir­
cunstancia accidental con que cualquier acto de esa clase puede estar casual­
mente acompañado. Por actos tutelares ocasionales, quiero decir tales m oti­
vos que pueden actuar en esta dirección o no, de acuerdo con la naturaleza
del acto y la ocasión particular en que su realización resulta ser observada.
X X X I. Ahora bien, se ha mostrado que no hay clase alguna de m otivos
por los cuales el hombre no pueda ser urgido a realizar actos de naturaleza
perjudicial; es decir, que no puedan operar com o m otivos seductores. Por
otra parte, se ha mostrado que hay algunos m otivos que es m enos probable
que operen de esta manera que otros. También se ha mostrado que el m enos
probable de todos es el de la benevolencia o buena voluntad; cuya tendencia
más com ún, según hem os visto, es actuar con el carácter de un m otivo tute­
lar. También se ha mostrado que, aun cuando casualmente actúa en cierta
forma en el sentido de un m otivo seductor, n o obstante, en otra, actúa en el
sentido de un m otivo tutelar. El m otivo de la buena voluntad, en la medida
en que respeta los intereses de un grupo de personas, puede urgir a un h om ­
bre a realizar actos que producen daño a otro grupo más grande; pero esto
es sólo porque su buena voluntad es imperfecta y restringida, y no tiene en
cuenta los intereses de todas las personas cuyos intereses están en juego. El
m ism o m otivo, si el sentimiento de que surge se ampliara, operaría efectiva­
m ente con el carácter de un m otivo restrictivo contra el propio acto al cual
se supone que da origen. Esta misma clase de m otivo puede, por tanto, sin
ninguna contradicción real o desviación de la verdad, ser clasificado entre los
m otivos tutelares permanentes, a pesar de las ocasiones en que puede actuar,
al m ism o tiempo, con el carácter de un m otivo seductor.
X X X IL Casi la misma observación puede aplicarse al m otivo semisocial
del deseo de reputación. La fuerza de éste, com o la del anterior, es pasible de
ser dividida contra sí misma. C om o en el caso de la buena voluntad, los inte­
reses de algunas personas que pueden ser objeto de ese sentimiento son sus­
ceptibles de diferir de los de otros. Así, por ejemplo, en el caso del deseo de
140 / J eremy B entham

reputación, los sentim ientos de algunas personas a cuya buena op in ión se


aspira, p u ed en diferir de ios sentim ientos de otras personas del m ism o
grupo. A h ora bien, en el caso de un acto que es realm ente de naturaleza
perjudicial, es difícil que suceda que no haya personas que lo consideren con
mirada de desaprobación. Es m uy raro que suceda, por tanto, que un acto
realmente dañino no tenga al m enos una parte, si no la totalidad, de la fuerza
de este m otivo para oponérsele; ni, por tanto, que este m otivo no actúe con
algún grado de fuerza en carácter de m otivo tutelar. Este, por tanto, puede
incluirse com o otro ítem en el catálogo de m otivos tutelares permanentes.
X X X IIL La misma observación puede aplicarse al deseo de amistad, aun­
que n o com pletamente en la misma medida. Porque, a pesar de la malicia de
un acto, puede suceder, sin gran dificultad, que todas las personas por cuya
amistad un hom bre experimenta algún deseo actual, acom pañado de expec­
tativa, puede contribuir a considerarlo con una mirada de aprobación más
bien que lo contrario. Éste es m u y posible que sea el caso entre tales frater­
nidades com o las de ladrones, contrabandistas, y muchas otras clases de de­
lincuentes. Esto, sin embargo, no es constantem ente ni por cierto lo más
común; en la medida en que el deseo de amistad puede aún ser considerado,
en general, com o un m otivo tutelar, puesto que, cuando se aplica, la fuerza
con que actúa no depende de las circunstancias ocasionales del acto al cual
se opone, sino de principios tan generales com o aquellos de los que depen­
de la acción de los otros m otivos semisociales.
XX X IV . El m otivo de la religión no se ubica totalm ente en el m ismo
t aso que los tres anteriores. Su fuerza no es, com o la de ellos, susceptible de
ser dividida contra sí misma. Q uiero decir, en las naciones civilizadas de la
cpoca moderna, entre las cuales la noción de unidad de la D ivinidad es uni­
versal En los tiempos de la Antigüedad clásica era distinto. Si un, hombre
í enia a Venus de su parte, Palas estaba del otro; si E olo estaba a su favor, N e p -
funo estaba en contra suya. Eneas, con toda su piedad, despertaba sólo un
mí eres parcial en la corte celestial La cuestión ha variado h oy en día. En
t lulquier persona dada, la fuerza de la religión, cualquiera sea ésta, está toda
‘Ir tm solo lado. Puede sopesar, ciertamente, de qué lado se declarará estar, y
puede hacerlo, com o ya hem os visto en tantos casos, del lado incorrecto así
«i'ino del correcto. H a sido costumbre, al menos hasta hace p oco tiempo, y
i ti vez aún hoy, declararse del lado incorrecto, y en casos tan importantes,
q u e por ello no ha parecido apropiado, respecto de la tendencia social, ubi-
«-u l.i ¡unto al m otivo de la benevolencia. Cuando actúa, sin embargo, com o
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 141

lo hace en la inmensa mayoría de los casos, en oposición a los m otivos seduc­


tores ordinarios, actúa, com o el m otivo de la benevolencia, de manera uni­
forme, sin depender de circunstancias particulares que pueden acompañar la
perpetración del acto; pero tendiendo a oponerse a él, meramente en razón
de su malignidad; y, por tanto, con igual fuerza, en cualesquiera circunstan­
cias que se proponga com eterlo. Este, por consiguiente, puede añadirse al
catálogo de m otivos tutelares permanentes.
XXXV. En cuanto a los m otivos que pueden operar ocasionalmente en
carácter de m otivos tutelares, ya se ha indicado que son de varias clases, y de
distintos grados de fuerza en diversas ofensas; dependiendo no sólo de la
naturaleza de la ofensa, sino también de las circunstancias accidentales en las
que la idea de realizar el acto puede haber sido contemplada. N o hay clase
alguna de m otivo que no pueda operar con ese carácter, com o fácilmente
puede concebirse. U n ladrón, p or ejemplo, puede verse im pedido de reali­
zar un plan proyectado de asaltar una casa, por dedicar demasiado tiem po a
la botella136, por una visita de su amante, por la ocasión que puede tener de
ir a otro lado, a fin de recibir su dividendo de un botín anterior137, etcétera.
X X X V I. H a y algunos m otivos, sin embargo, que parecen más aptos que
otros para actuar en este sentido; especialmente de la forma en que actual­
m ente están constituidas las cosas; ahora que el derecho ha opuesto en todas
partes a la fuerza de los principales m otivos de seducción, m otivos tutelares
artificiales de su propia creación. D e los m otivos a que aquí nos referimos
será necesario hacer una exposición general. Parecen reducirse a dos catego­
rías, o sea:
1. El deseo de comodidad; un m otivo puesto en acción por la pers­
pectiva de la dificultad del intento, es decir, la dificultad que puede
ser necesario afrontar para superar los inconvenientes físicos que
pueden acompañarlo.
2, La autopreservación, com o opuesta a los peligros a los que un
hom bre puede exponerse en su persecución.
X X X V II. Estos peligros.pueden ser, o bien:
1. D e una naturaleza puramente física; o
2. Peligros resultantes de agentes morales; en otras palabras, de la
conducta de cualesquiera personas a quienes el acto, si se lo co n o ­
ce, puede esperarse que resulte nocivo.

136 Deseo de los placeres del paladar.


137 Interés pecuniario.
142 / Jer em y B en tham

Pero la acción moral supone conocim iento respecto de las circunstancias #


que tendrán el efecto de motivos externos al darles origen. Ahora bien, la
obtención de tal conocim iento, respecto de la com isión de un acto nocivo
por parte de cualesquiera personas que pueden estar dispuestas a hacer sufrir
al agente por su causa, se llama detección; y el agente respecto de las cuales
esos conocim ientos es obtenido se dice que es detectado. Los peligros, por
lo tanto, que pueden amenazar a un delincuente en este lapso, dependerán,
cualesquiera que sean, en el caso de su detección, y por tanto, pueden ser
todos ellos integrado en el marco del artículo del riesgo de detección.
X X X V III. El peligro dependiente de la detección puede ser nuevamen­
te dividido en dos ramas:
1. Aquella que puede resultar de cualquier oposición que pueda ser
hecha a la empresa en el acto; es decir, al m ism o tiem po en que ella
está siendo llevada a cabo;
2. Aquella que se refiere al castigo penal u otros sufrimientos que
pueden acechar a la distancia al producirse el efecto de la empresa.
X X X IX . Puede valer la pena llamar la atención en esta ocasión, que *
entre los m otivos tutelares que han sido llamados constantes, hay dos de los
cuales depende la fuerza ejercida (aunque no tan enteramente com o la fuer­
za de los m otivos ocasionales que se acaban de mencionar, pero sí en gran
medida) en la circunstancia de su detección. Estos, com o se recordará, son el
deseo de reputación y el deseo de amistad. E n la proporción, por tanto, en
que el riesgo de ser detectado parece mayor, estos m otivos se aplicarán con
la m ayor fuerza; si el riesgo parece menor, la fuerza será menor. Este no es
el caso con los otros dos m otivos tutelares permanentes, el de la benevolen­
cia y el de la religión,
X L. Estamos ahora en condiciones de determinar, con cierto grado de
precisión, qué ha de entenderse por la fu erza de la tentación, y qué señal
puede dam os del grado de malignidad de la disposición de un hombre en el
caso de cualquier ofensa. Cuando un hom bre es impelido a realizar cual­
quier acto malévolo, diremos, en pro de la brevedad, que la fuerza de la ten­
tación depende de la razón entre la fuerza de los m otivos seductores por una
parte, y la de los ocasionalmente tutelares por otra, en tanto las circunstan­
cias del caso provocan la acción. Puede decirse entonces que la tentación es
grande, cuando el placer o ventaja a obtener p or el crimen es tal, que en los
ojos del ofensor aparezcan grandes, en com paración con los inconvenien­
tes y el peligro que le parecen acompañar la empresa; que es ligera o débil,
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 143

cuando el placer o la ventaja son tales que parecen pequeños en com paración
con dichos inconvenientes y peligro. Es obvio que la fuerza.de la tentación
no depende enteramente de la fuerza de los m otivos que lo impulsan (es
decir, de los m otivos seductores); pues si la oportunidad fuese más favora­
ble, es decir los inconvenientes o cualquier tipo de peligro fuesen menores
que en el caso anterior, se reconocerá que la tentación ha de hacerse tanto
más fuerte; y por otra parte, si la oportunidad se hiciese menos favorable, o,
en otras palabras, si los inconvenientes o cualquier tipo de peligro aumenta­
ran, la tentación será m ucho más débil.
Ahora bien, después de tomar nota de aquellos m otivos tutelares que
han sido llamados ocasionales, los únicos m otivos tutelares que pueden que­
dar serán aquellos que pueden ser llamados permanentes. Pero los que han
sido llamados m otivos tutelares permanentes son los m ism os que hem os
estado llamando sociales. Se sigue, por tanto, que la fuerza de la tentación en
cualquier caso, después de deducir la fuerza de los m otivos sociales, es com o
la suma de las fuerzas de los seductores es a la fuerza de los m otivos tutela­
res ocasionales.
XLI. Falta investigar qué señal de la malignidad o depravación de la dis­
posición de un hom bre es proporcionada por la fuerza de la tentación, en el
caso en que se haya com etido alguna ofensa. Parece, entonces, que cuanto <*
más débil es la tentación p or la cual un hombre ha sido dom inado, se m ues­
tra que su disposición ha sido más depravada y malévola. Porque la bondad
de su disposición es m edida p or el grado de su sensibilidad a la acción de
los m otivos sociales138; en otras palabras, por la fuerza de la influencia que di­
chos m otivos ejercen sobre él; ahora bien, cuanto menos considerable es la
fuerza por la cual la influencia de aquéllos sobre él ha sido superada, más
convincente es la prueba que se ha dado de la debilidad de esa influencia.
Nuevam ente, habiendo sido establecido el grado de sensibilidad de un
hom bre a los m otivos sociales dados, es evidente que la fuerza con que esos
m otivos tienden a impedirle realizar cualquier empresa negativa, será com o
la aparente malignidad de dicha empresa, es decir, com o el grado de perjui­
cio que a él le parece probable que la acompañe. En otras palabras, cuando
m enos perjudicial le parezca a él ser la ofensa, menos aversión le provocará
realizarla, en la medida en que lo guían consideraciones sociales; cuanto más
perjudicial, m ayor aversión. Entonces, si la naturaleza de la ofensa es tal que
debe parecerle altamente nociva, y sin embargo la lleva adelante, esto m ues-

138 Sufra , par. xxvn, xxvm.


144 / J e r e m y B e n t h a m

tra que el grado de su sensibilidad a la fuerza de los m otivos sociales es sólo


ligero; y, en consecuencia, que su disposición es proporcionalm ente depra­
vada. Adem ás, cuanto m enor ha sido la fuerza de la tentación, más perni­
ciosa y depravada prueba haber sido su disposición. Porque cuanto m enor
fue la fuerza de la tentación, m enor fue la fuerza que la influencia de esos
m otivos que tuvo que vencer; tanto más clara, por tanto, es la prueba que se
ha dado de la debilidad de esa influencia.
X L II. D é l o que se ha dicho pareciera que, para juzgar la señal que se nos
proporciona de la depravación de la disposición de un hom bre p or la fuer­
za de la tentación, comparada con la malignidad de la empresa, pueden esta­
blecerse las reglas siguientes:
Regla 1.Establecida lafuerza de la tentación, la malignidad de la dispo­
sición manifestada por la empresa es como la aparente malignidad del acto.
Así, entonces, mostraría una disposición más depravada asesinar a un
hom bre por la recompensa de una guinea, o falsamente acusarlo de un robo
por la misma recompensa, que obtener de él la misma suma por un simple
robo; la molestia que debería tomarse y el riesgo que debería correr, se su pon ­
dría que estaban en un pie de igualdad tanto en un caso com o en el otro.
Regla 2. Establecida la aparente malignidad del acto, la disposición de un
hombre es más depravada cuando más débil es la tentación por la que ba sido
vencido.
A sí, entonces, muestra una disposición más depravada y peligrosa un
hombre que mata a otro por mero pasatiempo, com o se dice que lo h izo con
grandes núm eros el Emperador de Marruecos, M u ley M ahom et, que si lo
hace por venganza, com o hicieron con miles Sila y M ario, o con vistas a la
autopreservación, com o lo hizo A ugusto con m uchos, o aun p or m otivos de
lucro, com o se dice que este emperador lo h izo con algunos. Y los efectos
de semejante depravación, en la parte deí público que se enteró de ello, se
('levan en la misma proporción. D e A ugusto, sólo algunas personas debían
(nner, en determinadas circunstancias. D e M uley M ahom et, cada hom bre
debía temer en tod o mom ento.
Regla 3. Establecida la aparente malignidad del acto, la evidencia que
proporciona sobre la depravación de la disposición de un hombre es menos
i onduyente cuanto más fuerte es la tentación que lo ha vencido.
Así, si un hom bre pobre, que está a punto de morir de hambre, roba una
hogaza de pan, ello es una muestra m enos explícita de depravación que si un
LOS P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 145

hombre rico cometiera un robo de la m ism a m agnitud. H a de observarse


que en esta regla, todo lo que se dice es que la evidencia de depravación es
en este caso m enos concluyente; no se dice que la depravación sea positiva­
mente menor. Porque en esta situación es posible, a pesar de todo lo que
pueda aparentar en contrario, que el robo podría haber sido com etido, aun
cuando la tentación no hubiese sido tan fuerte. En este caso, la circunstan­
cia atenuante es sólo una cuestión de presunción; en el anterior, la circuns­
tancia agravante es una cuestión de certeza.
Regla 4. Cuando el motivo es de la clase antisocial\ siendo dadas la apa­
rente malignidad del acto y lafuerza de la tentación, la depravación es como
el grado de deliberación que la acompaña.
Porque en todo hombre, aun cuando su disposición sea m uy depravada,
los m otivos sociales son aquellos que, siempre que los contra sí mism o per­
manezcan neutros, regulan y determinan la tendencia general de su vida. Si
los m otivos antisociales entran en acción, es sólo en circunstancias particu­
lares y en ocasiones particulares; quedando sojuzgados por un tiempo los
m otivos sociales. La tendencia general y perm anente de todo hombre se
inclina, por tanto, hacía el lado al que la fuerza de los m otivos sociales lo de­
terminarían a adherir. Siendo éste el caso, la fuerza de los m otivos sociales
tiende continuam ente a frenar la de los antisociales; com o en los cuerpos
naturales, la fuerza de la fricción tiende a poner fin a la generada por el im­
pulso. El tiem po, entonces, que desgasta la fuerza de los m otivos antisocia­
les, añade a la de los sociales. Cuanto más tiem po continúa un hombre, por
tanto, en una ocasión dada, bajo el dom inio de los m otivos antisociales, más
convincente es la prueba que se ha dado de su insensibilidad a la fuerza de
los sociales.
Por tanto, un hombre muestra una disposición p eor cuando proyecta un
plan deliberado para batir a su antagonista, y efectivam ente lo derrota, que
si lo aniquilara en el m om ento, a consecuencia de una pelea repentina; y peor
aún, si después de haberlo tenido largo tiem po en su poder, lo castiga de
tanto en tanto y a su placer13'7.
XLÍII. La disposición depravada, manifestada por un acto, es una con­
sideración importante en varios respectos. Cualquier marca de depravación
extraordinaria, al añadirse al terror que ya inspirara el crimen, y por mostrar
al ofensor com o una persona de la cual puede esperarse en el futuro mayores

*39 Véase B. I. tit. [Confinamiento].


146 / Jerem y B entham

danos, se agrega de ese m od o a la demanda de castigo. La cuestión de la dis­


posición es de suma importancia, en la medida en que, al calcular el qu an ­
tum de castigo, el principio de simpatía y antipatía tiende a n o tener en
cuenta ninguna otra cosa. U n hombre que castiga porque odia, y só lo por­
que odia, cuando no encuentra nada detestable en la disposición, n o está en
absoluto inclinado a castigar; y cuando lo hace, no tiende a llevar el castigo
más allá de donde lo conduce su odio. D e ahí la aversión que se expresa tan
a menudo contra la máxima de que el castigo debe aumentar con la fuerza
de la tentación; una máxima, cuya opuesta, com o veremos, sería tan cruel
para los ofensores m ism os, que subvertiría los fines del castigo.
C a p ít u l o XII
Acerca de las consecuencias
de un acto perjudicial

§ I - Formas en que el perjuicio de un acto puede mostrarse


I. Hasta aquí liem os estado hablando de los varios elementos u objetos de
los que pueden depender las consecuencias o la tendencia de un acto; del
propio acto mismo; de las circunstancias de las que real o supuestamente
puede haber estado acompañado; de la conciencia que un hombre puede
haber tenido con respecto a cualesquiera de dichas circunstancias; de las
intenciones que pueden haber precedido al acto; de los motivos que pueden
haber dado origen a dichas intenciones; y de la disposición que puede haber
sido señalada por la conexión entre tales intenciones y tales m otivos. Ahora
nos disponem os a hablar de las consecuencias o tendencia; un elemento que
constituye el eslabón final en toda esta cadena de causas y efectos, implican­
do en ello la importancia del todo. A hora bien, la parte de esta tendencia, en
cuanto es de naturaleza perjudicial, es todo lo que nos interesa directamen­
te; por tanto, nos limitaremos a ella.
II. La tendencia de un acto es perjudicial cuando sus consecuencias lo
son; es decir, o bien las consecuencias ciertas o las probables. Las consecuen­
cias, cuantas y cualesquiera ellas sean, de un acto cuya tendencia es maligna,
pueden (aquellas que sean perjudiciales) ser concebidas com o constituyen­
do un conjunto, el cual puede ser llamado el perjuicio del acto.
III. Este perjuicio puede a m enudo ser dividido, por ejemplo, en dos
partes o parcelas; una de las cuales contiene lo que puede llamarse el perjui­
cio primario; la otra puede ser llamada el secundario. Se puede llamar pri­
maria a la parte sustentada por un individuo identificadle o una multitud de
148 / JEREMY BENTHAM

individuos identificadles. Puede llamarse secundaria a la que, originada en


la anterior, se extiende sobre toda la com unidad, o sobre alguna otra m ulti­
tud de individuos inidentificables.
IV. El perjuicio primario de un acto p uede a su v ez distinguirse en dos
ramas:
1. La original, y
2. La derivada.
P or rama original, quiero decir aquella que recae sobre, y se limita a
cualquier persona que es la víctima en primera instancia y por su propia
cuenta; por ejemplo, la persona que es golpeada, robada o asesinada. Por
rama derivada, quiero decir cualquier parte del perjuicio que puede recaer
sobre cualquier otra persona identifica ble, a consecuencia de ser víctima y
no de otra manera. Estas personas deben, p or supuesto, estar conectadas con
la primera. Adora bien, las formas en que una persona puede estar conecta­
da con otra ya han sido mencionadas: pueden estar conectadas por interés
(es decir interés egoísta) o meramente por sim patía. Y a su vez, las personas
conectadas por interés con una persona dada, pueden estar conectadas con
ella por proporcionarle apoyo, o por recibirlo de él140.
V El perjuicio secundario, a la vez, puede verse dividido en dos ramas o
parcelas: la primera consistente en dolor; la segunda enpeligro. El dolor que
produce es un dolor de aprensión; un dolor fundado en la aprensión de su­
frir tales daños o inconvenientes, cualesquiera que ellos sean, com o está en
la naturaleza del perjuicio primario producir. Puede ser llamado, con una
sola palabra, alarma. El peligro es el riesgo, cualquiera que éste sea, al que
puede estar expuesta la multitud en cuestión, a consecuencia del perjuicio
primario, a sufrir tales daños o inconvenientes. Porque el peligro no es sino
el riesgo de dolor, o lo que es lo mismo, de la pérdida de placer.
VI. U n ejemplo puede servir para aclarar esto. U n hom bre lo ataca en el
camino y le roba. U sted sufre un dolor con ocasión de perder tanto dinero'41
por el pensamiento del maltrato al que preveía que podía som eterlo en caso
de que usted no satisficiera sus demandas. Éstas, en conjunto, constituyen la
rama original del perjuicio primario resultante del acto de robo. U n acreedor
suyo, que esperaba que usted le pagara parte de ese dinero, y un hijo suyo, *

*'I0 Véase el cap. rv [Sensibilidad].


11 Por ejemplo, un dolor de privación. Véase el cap. V [Placeres y dolores], XVII. Por
ejemplo, un dolor de aprensión, fundado en la perspectiva de dolor físico o cualesquiera otros
il,nios podrían haberse producido a consecuencia del maltrato. Ib. XXX.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / I 'H

que esperaba que usted le entregara otra parte, se sienten en consccuenri.i


defraudados. Usted se ve obligado a recurrir a la liberalidad de su padre, p.n .i
cubrir una buena parte del déficit. Estos perjuicios en conjunto constituyen
la rama derivativa. El reporte de este robo circula de un vecino a otro y se
propaga por todo el vecindario. Aparece en los diarios y se difunde p or todi >
el país. Varias personas, en esta ocasión, se ponen a pensar en el peligro al (pie
ellos y sus amigos, según se ve por este ejemplo, se exponen al viajar, esj >c
cialmente si tienen ocasión de viajar por el m ism o camino. E n esta ocasión
sentirían naturalmente cierto grado de dolor, más ligero o más pesado, según
la medida de maltrato que entiendan que usted lia recibido; la frecuencia di1
las ocasiones que cada persona tiene de viajar por ese m ism o camino o sus
proximidades, y una variedad de otras circunstancias. Esta constituye la p i i
mera parte del perjuicio secundario, o sea, la alarma. Pero personas de un t.ipt *
u otro no sólo están dispuestas a concebir el riesgo de que les roben, a a m
secuencia del robo sufrido por usted, sino (com o se mostrará enseguida) real
m ente corren ese riesgo. Y es ese riesgo el que constituye la parte restante del
perjuicio secundario del acto de robo, o sea el peligro.
VII. Veamos en qué consiste este riesgo y de dónde procede. ¿C óm o es,
p or ejemplo, que un robo puede llegar a producir otro? En primer lugar, es
seguro que no puede crear ningún m otivo directo. U n m otivo puede ser la
perspectiva de algún placer, u otra ventaja a gozar en el futuro; pero el rubí >
en cuestión es un hecho pasado; ni proporcionaría tal perspectiva si volvie
ra a consumarse, porque n o es un robo lo que brindará placer a quien está a
pun to de cometer otro. La consideración que actuará sobre un hom bre
com o m otivo o estímulo para com eter un robo, debe ser la idea del placer
que espera derivar de los frutos de dicho robo; pero su placer existe inde
pendientem ente de cualquier otro robo.
VIII. Los medios, pues, por los que un robo tiende, según parece, a pro
ducir otro robo, son dos:
1. Por sugerir a una persona expuesta a la tentación la idea de com e­
ter otro robo semejante (acompañado, tal vez, de la creencia en su
facilidad). En este caso, la influencia que ejerce se aplica, en primer
lugar, al entendimiento.
2. A l debilitar la fuerza de los m otivos tutelares que tienden a im pe­
dirle realizar tal acción y, en consecuencia, añaden fuerza a la ten­
tación142. En este caso, la influencia se reaplica a la voluntad.

Véase el cap. XI [Disposiciones], XI.


1 5 0 / J erem y B entham

E s ta s f u e r z a s s o n :

1. E l m o t i v o d e b e n e v o le n c ia , q u e a c tú a c o m o r a m a d e la s a n c ió n
f ís ic a 143.
2 . E l m o t i v o d e a u to p r e s e r v a c ió n , c o m o o p o s i c i ó n aí c a s t ig o q u e
p u e d e se r a d m in is t r a d o p o r la s a n c ió n p o lít ic a .
3 . E l t e m o r a la v e r g ü e n z a ; u n m o t i v o p e r t e n e c ie n t e a la s a n c ió n
m o r a l.
4 . E l t e m o r al d e s a g r a d o d iv in o ; u n m o t i v o q u e c o r r e s p o n d e a la s a n ­
c i ó n r e lig io s a .
L a p r im e r a y la ú ltim a d e esta s fu e r z a s n o t ie n e n tal v e z u n a in flu e n c ia
s o b r e la q u e v a lg a la p e n a in sistir ; p e r o s í la s o tr a s d o s .
I X . L a m a n e r a e n q u e u n r o b o p a s a d o p u e d e d e b ilita r la f u e r z a c o n la
q u e la s a n c ió n política t ie n d e a im p e d ir u n r o b o f u t u r o p u e d e s e r c o n c e b id a ,
e n t o n c e s , d e la s ig u ie n t e m a n e r a . L a f o r m a e n q u e e sta s a n c ió n t ie n d e a i m ­
p e d ir u n r o b o es d e n u n c ia n d o a lg u n a c la se p a r tic u la r d e c a s tig o c o n t r a a q u e ­
llo s q u e s e a n c u lp a b le s d e él; e l v a lo r real d e d ic h o c a s tig o se r á d is m in u id o
n a tu r a lm e n t e p o r u n a in c e r t id u m b r e real; c o m o t a m b ié n , s i h a y a lg u n a d ife ­
r e n c ia , el v a lo r aparente p o r u n a in c e r t id u m b r e aparente. A h o r a b ie n , e s ta
in c e r t id u m b r e a u m e n t a p r o p o r c io n a lm e n t e e n c a d a c a s o e n q u e s e s a b e q u e
u n h o m b r e h a c o m e t i d o la o fe n s a s in su fr ir e l c a s tig o . E s te , p o r s u p u e s t o ,
se rá el c a s o c o n t o d a o f e n s a p o r u n c ie r to t ie m p o ; r e s u m ie n d o , h a s ta q u e
te n g a lu g a r e l c a s tig o a s ig n a d o a ella. Si f in a lm e n t e tie n e lu g a r e l c a s tig o , e sta
ra m a d e l p e r j u ic io d e la o f e n s a es ta m b ié n f in a lm e n t e , p e r o n o h a s ta e n t o n ­
c e s , s u s p e n d id a .
X . L a m a n e r a e n q u e u n r o b o p a s a d o p u e d e d e b ilita r la f u e r z a c o n q u e
la s a n c ió n m o r a l t ie n d e a p r e v e n ir u n r o b o f u t u r o p u e d e c o n c e b ir s e así: L a
m a n e r a e n q u e la s a n c ió n m o r a l tie n d e a im p e d i r u n r o b o f u t u r o e s m a n t e ­
n ie n d o la in d i g n a c ió n d e la h u m a n id a d lis ta p a r a c a e r s o b r e q u ie n s e a c u l ­
p a b le d e él. A h o r a b ie n , e s ta in d ig n a c ió n s e r á t a n t o m á s f o r m id a b le , d e
a c u e r d o c o n el n ú m e r o d e a q u e llo s q u e la c o m p a r ta n ; lo se r á m e n o s , e n la
m e d id a e n q u e p o c o s l o h a g a n . P e r o n o p u e d e h a b e r u n a m a n e r a m á s fu e r te
d e m o s tr a r q u e u n h o m b r e n o c o m p a r te la in d ig n a c ió n q u e p u e d e se r e x p e ­
r im e n ta d a a n te u n a p r á c tic a , q u e c o m p a r tir la u n o m is m o . M u e s tr a n o s ó lo

1<f3 E s decir, en virtud del dolor que puede producirle a un hombre ser testigo, o de otro
modo ser consciente, de los sufrimientos de un semejante, especialmente cuando es él la causa
de ellos; en una palabra, el dolor de la simpatía. Véase el cap. V [Placeres y dolores], XXVI.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 151

q u e él m is m o n o s ie n t e n in g u n a in d ig n a c ió n c o n t r a a q u é lla , s in o q u e le p a r e ­
c e q u e n o h a y s u f ic ie n t e r a z ó n p a r a c o m p r e n d e r la in d ig n a c ió n q u e p u e d e
s e r s e n tid a p o r o t r o s . P o r ta n t o , c u a n d o lo s r o b o s s o n f r e c u e n te s y n o s o n
c a s tig a d o s , é s to s s o n c o m e t id o s s in v e r g ü e n z a . A s í era a n t ig u a m e n t e e n tr e
lo s g r i e g o s 144. Y t o d a v ía lo es a c t u a lm e n t e e n t r e lo s á ra b es.
X I . D e c u a lq u ie r m a n e r a , e n t o n c e s , q u e u n a o f e n s a p a s a d a t ie n d a a ab rir
e l c a m in o p a r a c o m e t e r u n a o f e n s a fu tu r a , y a s e a s u g ir ie n d o la id e a d e c o m e ­
ter la , o a u m e n t a n d o la fu e r z a d e la t e n ta c ió n ; e n a m b o s c a s o s p u e d e d e c ir s e
q u e o p e r a p o r la f u e r z a o influencia del ejemplo.
X I I . L a s d o s ra m a s d e l p e r j u ic io s e c u n d a r io d e u n a c to , la a la r m a y e l
p e lig r o , n o d e b e n c o n fu n d ir s e ; a u n q u e ín t im a m e n t e c o n e c ta d a s , s o n p e r f e c ­
t a m e n t e d istin ta s; c u a lq u ie r a d e e lla s p u e d e s u b s is tir s in la o tr a . E l v e c in d a ­
r io p u e d e a la rm a rse c o n la n o tic ia d e u n r o b o c u a n d o , e n r e a lid a d , n o s e h a
c o m e t i d o n in g u n o n i e s tá a p u n t o d e s e r lo . U n v e c in d a r io p u e d e e s ta r a p u n ­
t o d e s e r p e r tu r b a d o p o r r o b o s s in s a b e r n a d a d e l a s u n to . E n c o n s e c u e n c ia ,
p r o n t o p e r c ib ir e m o s q u e a lg u n o s a c to s p r o d u c e n a la rm a s in p e lig r o , o t r o s ,
p e lig r o s in alarm a.
X I I I . T a n to e l p e lig r o c o m o la a la r m a p u e d e n a su v e z s e r d iv id id o s , ca d a
u n o d e e llo s , en d o s ra m a s: la p r im e r a d e e lla s c o n s is t e n t e d e ta n ta a la r m a o
p e lig r o c o m o p u e d e n s e r p r o v o c a d o s p o r el f u t u r o c o m p o r t a m i e n t o d e l
m i s m o a g e n te ; la s e g u n d a , c o n s is t e n t e e n ta n ta c o m o p u e d e r e s u lta r d e l
c o m p o r t a m i e n t o d e o t r a s p e r s o n a s ; o se a , ta le s o tr a s q u e p u e d e n lle g a r a
c o m e t e r a c t o s d e la m is m a c la se y t e n d e n c ia 145.
X I V . L a d is t in c ió n e n tr e c o n s e c u e n c ia s p r im a r ia s y s e c u n d a r ia s d e u n
a c to d e b e n se r c u id a d o s a m e n t e e x a m in a d a s . E s ta n ju sta q u e la s ú lt im a s p u e ­
d e n a m e n u d o s e r d e u n a n a tu r a le z a d ir e c t a m e n t e o p u e s ta a la s p r im e r a s . E n
a lg u n o s c a s o s , c u a n d o la s c o n s e c u e n c ia s p r im a r ia s d e l a c to r e s u lta n p e r j u d i­
cia les, las s e g u n d a s p u e d e n se r b e n e fic io s a s , y e n ta l m e d id a , q u e s u p e r a n a m ­
p lia m e n t e el p e r j u ic io d e la s p r im a r ia s. E s t o e s así, p o r e j e m p lo , c o n t o d o s
lo s c a s o s d e c a s tig o c u a n d o s e lo s a p lic a c o r r e c ta m e n te . D e é s to s , n o s ie n d o
n u n c a la in t e n c ió n d e q u e e l p e r j u ic io p r im a r io r e c a ig a s in o s o b r e a q u e lla s
p e r s o n a s q u e h a n c o m e t id o a lg ú n a c to q u e es o p o r t u n o im p e d ir ; e l p e r ju ic io

144 Véase Hom ero, Odisea L. XIX, í., pág. 395; ib. L. III, 1, 71. Platón, República, L. i.
pág. 576, edición Ficino, Tucídides, L. I., y B. I. tit. [Ofensas contra la segundad externa].
í45 A la primera de estas ramas se opone tanto de ia fuerza de cualquier castigo, que se
dice que actúa por vía de reforma; a la segunda, tanta como se dice que actúa a manera de
ejemplo. Véase el cap. XIII [Casos unrneet], par, n, nota.
152 / J e r e m y B e n t h a m

s e c u n d a r io , es d e c ir la a la r m a y el p e lig r o , n o s e e x t ie n d e m ás a llá d e a q u e lla s


p e r s o n a s q u e t ie n e n la t e n ta c ió n d e c o m e te r lo ; e n c u y o c a so , e n la m e d id a e n
q u e t ie n d e a im p e d ir le s c o m e t e r ta le s a c to s , e s d e n a tu r a le z a b e n e fic io s a .
XV. E s s u fic ie n t e c o n l o d ic h o r e s p e c t o d e a c t o s q u e p r o d u c e n u n d o l o r
p o s it iv o e n f o r m a in m e d ia ta . E s te c a s o , e n r a z ó n d e s u s im p lic id a d , n o s p a ­
r e c ió e l m á s a p t o p a ra c o m e n z a r . P e r o l o s a c t o s p u e d e n p r o d u c ir p e r j u ic io s
e n v a r ia s o tr a s f o r m a s , q u e j u n t o c o n la s y a e s p e c ific a d a s p u e d e n s e r c o m ­
p r e n d id a s p o r m e d io d e l s ig u ie n t e a n á lisis a b r e v ia d o . E l p e r ju ic io p u e d e a d ­
m itir u n a d iv is ió n d e s d e c u a le s q u ie r a d e l o s s ig u ie n t e s p u n to s d e v is ta .
1. D e a c u e r d o c o n su p r o p ia naturaleza.
2. D e a c u e r d o c o n su causa.
3 . D e a c u e r d o c o n la p e r s o n a o la o tr a p a r te q u e es objeto d e e lla HÉ.
1. R e s p e c t o d e su naturaleza, p u e d e s e r simple o complejo™', c u a n d o es
s im p le , p u e d e ser positivo o negativo: p o s i t i v o , c u a n d o c o n s is te d e u n d o lo r
real; n e g a t iv o , c u a n d o c o n s is t e e n la p é r d id a d e u n p la cer. Y a s e a s im p le o
c o m p le j o , o b ie n p o s i t i v o o n e g a t iv o , p u e d e s e r cierto o contingente. C u a n ­
d o es n e g a t iv o , c o n s is t e e n la p é r d id a d e a lg ú n b e n e f ic i o o v e n ta ja , d ic h o b e ­
n e fic io p u e d e s e r im p o r ta n t e d e d o s m a n e r a s , o d e u n a d e a m b a s:
a. P o r p r o p o r c io n a r u n v a lo r real; o
b . P o r e v ita r u n d o lo r o peligro, q u e e s la p o s ib ilid a d d e d o lo r ; es
d e c ir , p r o p o r c i o n a n d o seguridad.
E n e s t e s e n t id o , c o m o el b e n e f ic io q u e u n p e r j u ic io tie n d e a .-quitar p r o ­
duce seguridad, la t e n d e n c ia d e d ic h o p e r j u ic io e s p r o d u c ir inseguridad.
2. C o n r e sp e c to a su causa, el p e r j u ic io p u e d e s e r p r o d u c id o , o b ie n p o r
u n a a c c ió n singular, o c o n laconcurrencia d e o t r a s a c c io n e s . S i n o p u e d e p r o ­
d u c ir s e s in la c o n c u r r e n c ia d e o tr a s a c c io n e s , l o s a u to r e s d e d ic h a s a c c io n e s
son u n a misma persona, o b ie n otras. E n c u a lq u ie r a d e lo s d o s c a s o s , p u e d e n
ser a c t o s d e la misma clase c o m o e l q u e e s tá e n c u e s t ió n , o d e otras c la s e s .
3. P o r ú lt i m o , r e s p e c to d e la p a r te q u e e s objeto d e l p e r ju ic io o , e n o tr a s
p alab ras, q u e se r á e n c ie r to m o d o a fe c ta d a p o r é l, d ic h a p a r te p u e d e s e r u n
in d iv id u o o c o n j u n t o d e in d i v id u o s identificadles™, o b ie n u n a m u lt it u d

*46 Puede haber otros puntos de vista, según los cuales el perjuicio podría dividirse, ade­
mas tic los mencionados; pero ello no impide que la división expuesta aquí sea exhaustiva.
I b u línea puede dividirse en infinitas maneras, y sin embargo, sin dejar en ninguno de esos
\ ,isos ningún remanente. Véase el cap. XVI [División] I, nota.
Cap. v [Placeres y dolores] r.
Véase el cap. XVI [División] IV, N ota.
r

Los PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 153

inidentificable d e in d i v id u o s . C u a n d o e l o b j e t o es u n in d iv id u o id e n tific a -
b le, e s te in d i v id u o p u e d e s e r la p e r s o n a m ism a q u e e s k a u to r a d e l p e r j u ic io ,
o a lg u n a otra p e r s o n a . C u a n d o l o s in d iv id u o s q u e s o n lo s o b j e t o s d e él, s o n
u n a m u lt it u d in id e n tif ic a b le , e s ta m u lt it u d p u e d e ser, o b ie n la tota lid a d d e
la c o m u n id a d p o lít ic a o e s ta d o , o alguna d iv is ió n s u b o r d in a d a d e él. A h o r a ,
c u a n d o el o b j e t o d e l p e r j u ic io e s e l p r o p io a u to r , p u e d e lla m a r s e egoísta;
c u a n d o c u a lq u ie r o tr a p a r te e s e l o b je to , concerniente a otros; c u a n d o tal
p a r te es u n in d i v id u o , p u e d e llamarse privado; c u a n d o es u n a r a m a s u b o r d i­
n a d a d e la c o m u n id a d , semipúblico; c u a n d o lo e s la c o m u n id a d e n t e r a , p ú b li­
co. A q u í d e b e m o s d e t e n e m o s p o r e l m o m e n t o . C o n t in u a r e l t e m a r e s p e c to
d e su s d is t in c io n e s in fe r io r e s , se r á o b j e t o d e l c a p ít u lo q u e m u e s tr a la d iv i­
s ió n d e las o f e n s a s 149.
L o s c a s o s q u e s e h a n ilu s t r a d o s o n a q u e llo s e n q u e el p e r j u ic io p r im a r io
n o es n e c e s a r ia m e n t e s in o u n o s im p le , y a d e m á s p o s it iv o : p r e s e n t e , y p o i
ta n t o c ie r to ; p r o d u c ib l e p o r u n a a c c ió n sin g u la r , s in n e c e s id a d d e la c o n c u ­
r r en cia d e n in g u n a o tr a a c c ió n , y a se a p o r p a r te d e l m is m o a g e n te o d e o tr o s;
y t e n ie n d o p o r o b j e t o u n in d iv id u o id e n tific a b le , o , a c c id e n ta lm e n te , u n c o n ­
j u n t o d e in d iv id u o s id e n tific a b le s ; c o n c e r n ie n t e a o t r o s , p o r ta n t o , y p r iv a d o .
E s te p e r j u ic io p r im a r io es a c o m p a ñ a d o p o r u n o s e c u n d a r io , c u y a p r im e r a
r a m ific a c ió n es a v e c e s c o n t in g e n t e y o tra s cie r ta , la o tr a n u n c a o tr a c o s a q u e
c o n t in g e n t e : a m b o s c o n c e r n ie n t e s a o t r o s y s e m ip ú b lic o s ; e n o t r o s r e s p e c to s ,
b a sta n te a la p a r c o n e l p e r j u ic io p r im a r io ; e x c e p t o q u e la p r im e r a r a m a , o se a
la a larm a, a u n q u e in fe r io r e n m a g n it u d a la p r im a r ia , es, e n c u a n to a la e x t e n ­
s ió n y p o r t a n t o , e n g e n e r a l e n c u a n to a m a g n itu d , m u y su p e r io r .
X V I . D o s e j e m p lo s m á s se r á n s u fic ie n te s p a r a s ilu str a r la s m á s i m p o r ­
ta n te s d e la s m o d if ic a c io n e s m o s tr a d a s a n te r io r m e n te .
U n h o m b r e c o n s u m e u n a c ie r ta c a n tid a d d e b e b id a a lc o h ó lic a y s e e m ­
b ria g a . L a e m b r ia g u e z , e n e s t e c a s o p a rticu la r, n o le h a c e n in g ú n d a ñ o , o lo
q u e es lo m is m o , n in g u n o v is ib le . P e r o es p r o b a b le , y c a s i c o n c e r t e z a , q u e
u n n ú m e r o d a d o d e a c t o s d e la m is m a c la se le h a r ía n u n g r a d o c o n s id e r a b le
d e d a ñ o ; m á s o m e n o s s e g ú n su c o n s t it u c ió n y o tr a s c ir c u n s ta n c ia s , p u e s
e s to es lo q u e la e x p e r ie n c ia m u e s tr a t o d o s lo s d ía s. T a m b ié n e s c ie r to q u e
u n a c to d e e s ta c la se , d e u n a m a n e r a u o tr a , t ie n d e c o n s id e r a b le m e n t e a
a u m e n ta r la d i s p o s i c i ó n q u e u n h o m b r e p u e d e t e n e r a r e a liz a r o t r o s a c t o s d e
la m is m a cla se; p u e s e s t o t a m b ié n s e v e r ific a e n la e x p e r ie n c ia . ¿ É s te e s , p o r

149 Cap. xvi.


154 / jEREMY BENTHAM

t a n t o , u n e je m p lo e n q u e el p e r j u ic io q u e e l a c to p u e d e p r o d u c ir es c o n t in ­
g e n te ? E n o tra s p a la b r a s, e n q u e la t e n d e n c ia d e l a c to e s s ó l o p e r ju d ic ia l e n
v ir t u d d e p r o d u c ir e l r ie s g o d e u n p e r j u ic io . E s te r ie s g o d e p e n d e d e la c o n ­
c u r r e n c ia d e o t r o s a c to s d e la m is m a cla se ; e n ta n to se a n r e a liz a d o s p o r la
m is m a p e r s o n a . E l o b j e t o d e l p e r j u ic io es a q u e lla p e r s o n a m is m a q u e es a u to r
d e l a c t o y s ó lo él, a m e n o s q u e s e a p o r a c c id e n te . E l p e r ju ic io , p o r ta n to , es
p r iv a d o y e g o ísta .
E n c u a n to a su p e r j u ic io s e c u n d a r io , la a la r m a , n o p r o d u c e n in g u n a .
P r o d u c e , sí, c ie r ta d o s is d e p e lig r o p o r la in f lu e n c ia d e l e j e m p lo ; p e r o n o es
f r e c u e n t e q u e e s te p e lig r o lle g u e a u n p u n t o q u e v a lg a la p e n a t e n e r lo e n
c u e n ta .
X V I I . O t r o e j e m p lo . U n h o m b r e n o p a g a su p a r te d e u n im p u e s t o p ú ­
b lic o . V e m o s q u e é s te e s u n a c to d e c la s e n e g a t iv a 150. ¿ D e b e , p u e s , in c lu ír s e lo
e n la lista s d e lo s a c to s p e r ju d ic ia le s? S í, p o r c ie r to . ¿ C o n q u é fu n d a m e n to ?
S o b r e e l s ig u ie n te . D e f e n d e r a la c o m u n id a d d e su s e n e m ig o s , t a n t o e x t e r n o s
c o m o in te r n o s , s in m e n c io n a r o t r o s d e n a tu r a le z a m e n o s in d is p e n s a b le s , s o n
ta re a s q u e n o p u e d e n c u m p lir s e s in o c o n u n g a s to c o n s id e r a b le . ¿ P e r o d e
d ó n d e p r o c e d e r á el d in e r o p a r a su fr a g a r e s t e g a s to ? N o p u e d e o b te n e r s e d e
o tr a m a n e r a s in o p o r la s c o n t r ib u c io n e s a c o b r a r a lo s in d iv id u o s ; e n u n a p a ­
la b ra , p o r m e d io d e lo s im p u e s t o s . P o r t a n t o , el p r o d u c t o d e e s t o s im p u e s ­
t o s d e b e se r c o n s id e r a d o c o m o u n a e s p e c ie d e beneficio, q u e es n e c e s a r io q u e
la p a r te g o b e r n a n te d e la c o m u n id a d r e c ib a p a r a u tilid a d d e t o d o s . E s te p r o ­
d u c t o , a n te s d e p o d e r s e r a p lic a d o a s u d e s t in o , r e q u ie r e q u e h a y a cierta s
p e r s o n a s n o m b r a d a s p a ra r e c a u d a r lo y a p lic a r lo . A h o r a b ie n , si e sta s p e r s o ­
n a s, h a b ié n d o lo r e c ib id o , lo h u b ie r a n a p lic a d o a s u d e s t in o c o r r e c t o , h a b r ía
s i d o u n b e n e fic io ; e l e v ita r q u e l o r e c ib a n e s, p u e s , u n p e r j u ic io . P e r o e s
p o s i b l e q u e , d e h a b e r lo r e c ib id o , p o d r ía n o h a b e r s id o a p lic a d o a su d e s t i­
n o c o r r e s p o n d ie n te ; o q u e lo s s e r v ic io s , c o n v is ta s a lo s c u a le s s e lo o t o r g a ­
b a , n o h u b ie r a n s id o p r e s ta d o s . E s p o s i b l e q u e el s u b a lte r n o q u e r e c a u d a r a
e l p r o d u c t o d e l im p u e s t o , n o l o h u b ie r a e n t r e g a d o a s u jefe; es p o s ib l e q u e
e l je fe n o -lo h u b ie r a e n v ia d o a s u v e z a su d e s t in o u lte r io r ; al j u e z , p o r e j e m ­
p l o , q u e d e b e p r o t e g e r a la c o m u n id a d d e su s e n e m ig o s c la n d e s t in o s in t e ­
r io r e s , o al s o ld a d o , q u e d e b e p r o te g e r la d e s u s e n e m ig o s e x t e r n o s . E s p o s i ­
b le q u e e l j u e z o e l s o ld a d o , s i lo h u b ie s e n r e c ib id o , n o s e h u b ie r a n s e n t id o ,
s in e m b a r g o , in d u c id o s a c u m p lir s u s r e s p e c t iv o s d e b e r e s: q u e e l j u e z n o

150 Véase e] cap. vn [Acciones] vm.


L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y LA L E G IS L A C IÓ N / 1 5 5

h u b ie r a a c tu a d o p a r a e l c a s t ig o d e lo s c r im in a le s y la d e c is ió n d e la s c o n t r o ­
v e r sia s; o q u e el s o ld a d o n o h u b ie r a d e s e n v a in a d o su e s p a d a e n d e f e n s a d e la
c o m u n id a d . É s to s , j u n t o c o n u n a in fin id a d d e o t r o s a c to s in t e r m e d io s , q u e
e n p r o d e la b r e v e d a d p a s a r é p o r a lto , fo r m a n u n a c a d e n a c o n e c t a d a d e d e b e ­
res, c u y o c u m p li m e n t o es n e c e s a r io p a ra la d e fe n s a d e la c o m u n id a d . T o d o s
e llo s d e b e n se r c u m p li d o s , a n te s d e q u e s e p u e d a p r o d u c ir el b e n e f ic io al c u a l
c o n t r ib u y e n . Si t o d o s c u m p lie r a n , e n e s e c a s o e l b e n e f ic io s u b s is tir ía , y c u a l­
q u ie r a c to q u e te n d ie r a a in te r c e p ta r lo , p u e d e o c a s io n a r u n p e r ju ic io . P e r o si
c u a lq u ie r a d e e l lo s n o s e c u m p le , e l b e n e f ic io fra ca sa ; fa lla p o r s í m is m o ;
p o d r ía n o h a b e r s u b s i s t i d o a u n q u e e l a c to e n c u e s t ió n (e l a c t o d e d e ja r d e
p a g a r ) n o h u b ie s e s i d o c o m e t id o . E l b e n e f ic io es p o r t a n t o c o n t in g e n t e ; y
s e g ú n e s to , b a jo c ie r ta s u p o s i c ió n , el a c to q u e c o n s is t e e n n o p a g a r n o es u n
a c to p e r ju d ic ia l. P e r o e s ta s u p o s i c ió n , b a jo u n g o b ie r n o to le r a b le m e n te
o r d e n a d o , s e v e r ific a r á c ie r ta m e n te rara v e z . E n e l g o b ie r n o m á s d e s o r d e n a ­
d o q u e ex iste , la m a y o r p a r te d e lo s d e r e c h o s e x ig id o s s o n p a g a d o s s e g ú n su
d e s tin o ; y r e s p e c to d e c u a lq u ie r s u m a p a r tic u la r q u e s e in te n t a c o b r a r a c u a l­
q u ie r p e r s o n a p a r tic u la r e n c u a lq u ie r o c a s ió n p a r tic u la r ; es p o r lo t a n t o m a ­
n if ie s t o q u e , a m e n o s d e q u e e x ista la c e r te z a d e q u e n o s e d is p o n d r á d e él
d e b id a m e n t e , e l a c t o d e r e t e n e r lo es p e r j u d ic ia l
E l a c to d e p a g a r , c u a n d o c o r r e s p o n d e a c u a lq u ie r s u m a p a rticu la r , e s p e ­
c ia lm e n te si es p e q u e ñ a , t a m b ié n p o d r ía n o h a b e r r e s u lta d o b e n e f ic i o s o p o r
o tra s r a z o n e s; y e n c o n s e c u e n c ia , el a c to d e d e ja r d e p a g a r n o r e su lta r ía p e r ­
ju d ic ia l. E s p o s ib l e q u e e x a c t a m e n t e lo s m is m o s s e r v ic io s p o d r ía n h a b e r s id o
p r e s ta d o s s in el d in e r o q u e c o n él. E n c o n s e c u e n c ia , h a b la n d o t a n t o d e c u a l­
q u ie r s u m a p e q u e ñ a c o m o d e la m a y o r q u e s e le so lic ita r a p a g a r a u n a p e r ­
s o n a d e u n a v e z , si a lg u ie n d ije r a q u e el n o p a g a r la s e v e r ía a c o m p a ñ a d o d e
c o n s e c u e n c ia s p e r j u d ic ia le s , e llo e sta r ía m u y le jo s d e s e r c ie r to ; y l o q u e
v ie n e a s e r lo m i s m o q u e s i lo fu e r a , es p e r f e c t a m e n t e s e g u r o c u a n d o s e lo
a p lic a al t o t a l E s s e g u r o q u e s i d e r e p e n te c e sa r a el p a g o d e t o d o s l o s i m ­
p u e s t o s , y a n o s e h a r ía d e a h í e n m á s n a d a e f e c t iv o , y a fu e s e p a r a e l m a n t e ­
n im i e n t o d e la j u s t ic ia o p a r a la d e fe n s a d e la c o m u n id a d c o n t r a s u s a d v e r ­
sa r io s; q u e p o r t a n t o l o s d é b ile s se r ía n o p r im id o s y d a ñ a d o s d e t o d a s las
fo r m a s p o s ib le s , p o r l o s fu e r te s e n su te r r ito r io , y a m b o s a v a sa lla d o s p o r lo s
o p r e s o r e s e x tr a n je r o s. E n g e n e r a l, p o r ta n to , es e v id e n t e q u e e n e s te c a s o ,
a u n q u e e l p e r ju ic io es r e m o t o y c o n tin g e n te ; si b ie n e n su p r im e r a a p a r ic ió n
s ó lo c o n s is t e e n la in t e r c e p c ió n d e u n b e n e f ic io , y si b ie n l o s in d i v id u o s a
fa v o r d e lo s c u a le s d ic h o beneficio se h a b r ía r e d u c id o a la fo r m a e x p líc ita d e
156 / J er em y B en th am

p la c e r o s e g u r id a d , s o n t o t a lm e n t e in id e n tif ic a b le s , la t e n d e n c ia p e r ju d ic ia l
d e l a c to n o e s p o r t o d o e llo m e n o s in d is c u t ib le . E l p e r ju ic io , e n c u a n to a
intensidad y duración, e s p o r c ie r to d e s c o n o c id o ; e s incierto, e s remoto. P e r o
extensión, e s e n o r m e ; y e n c u a n to a fecundidad, e s tá p r e ñ a d o a
en c u a n to a
u n p u n t o q u e im p id e t o d o c á lc u lo .
X V III. P u e d e se r y a t ie m p o d e o b s e r v a r q u e es s ó l o e n e l c a s o e n q u e el
p e r ju ic io a ta ñ e a o t r o s y t ie n e p o r o b j e t o u n a p e r s o n a o p e r s o n a s id e n tific a -
b les, q u e t e n g a lu g a r la p a r te d e la ra m a s e c u n d a r ia q u e c o n s is t e e n alarma.
Cr u a n d o lo s in d i v id u o s a lo s q u e a fe c ta s o n in c ie r t o s y e s tá n t o t a lm e n t e fu e r a
d e n u e s tr a v is ta , n o p u e d e p r o d u c ir s e a la r m a a lg u n a ; y a q u e n o h a y n a d ie
c u y o s s u f r im ie n t o s p u e d a n a la r m a r n o s. N o s e p r o d u c e a la r m a a lg u n a , p o r
e j e m p lo , p o r la fa lta d e p a g o d e u n im p u e s t o . S i e n u n le ja n o e in c ie r t o p e r í o ­
d o tal o f e n s a p r o d u je r a o c a s io n a lm e n t e c u a lq u ie r t ip o d e a la r m a , p a r e c e r ía
p ro ced er, c o m o c ie r ta m e n te p r o c e d e r ía d e in m e d ia to , d e u n a c a u sa m u y d if e ­
rente. P o d r ía se r r e fe r id o in m e d ia ta m e n te , p o r e j e m p lo , al a c to d e u n le g is la ­
d o r q u e p a r e c ie r a c o n s id e r a r n e c e s a r io e s ta b le c e r u n n u e v o im p u e s t o , a f i n d e
c o m p e n s a r la d e fic ie n c ia o c a s io n a d a e n la p r o d u c c i ó n d e l a n te r io r . O se r
.im b u id o al a c t o d e u n e n e m ig o , q u e f a v o r e c id o p o r u n a d e f ic ie n c ia p r o d u ­
cid a en el f o n d o d e s t in a d o a la d e fe n s a , p o d r ía in v a d ir el p a ís, y e x ig ir d e él
i ( n itr ib u c io n e s m u c h o m á s p e s a d a s q u e la s q u e h a b ía n s id o r e te n id a s p o r e l
s o b e r a n o 151.
[vn c u a n to a c u a lq u ie r a la r m a q u e u n a o f e n s a s e m e ja n te p r o d u c ir ía e n t r e
Im p o c o s q u e p o d r ía n o c a s io n a lm e n t e c o n s id e r a r e l a s u n t o c o n m ir a d a d e
h o m b r e s d e E s t a d o , es d e u n a n a tu r a le z a d e m a s ia d o lig e r a e in c ie r ta c o m o
| m u q u e v a lg a la p e n a te n e r la e n c u e n ta .

11,;t investigación-podría, por un proceso hecho evidente p o r analogía, extenderse a las


1 1 iiiv.Y.ucncias de un acto de naturaleza benéfica. En ambos casos, puede estimarse que ha
11 un !t \ lugar un tercer orden de consecuencias, cuando la influencia del acto, p o r medio de la
11<(tli.nl pasiva del paciente, ha llegado a afectar su facultad activa. D e este modo:
1. V i m a l p u e d e su r g ir d e l m a l; por ejemplo: Se detiene el esfuerzo del trabajo por
la extinción del incentivo, como resultado de una cadena de actos de robo o
extorsión.
,f l 'l b ie n p u e d e s u r g ir d e l m a l; por ejemplo: se pone fin a los hábitos de depreda-
(. ion por una constante sucesión de castigos.
\ t i m a l p u e d e s u r g ir d e l b ien : por ejemplo, se eliminan los hábitos de trabajo por
una sucesión excesivade recompensas gratuitas.
'I t ' l b ie n p u e d e s u r g ir d e l b ie n : por ejemplo, a causa de un constante y creciente
J imio de trabajo, provocado y sostenido por las recompensas proporcionadas
poi‘ un mercado normal y creciente de sus frutos.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N i 157

§ 2. Cómo la intencionalidad y otros factores pueden influir


sobre el perjuicio de un acto
X I X . H e m o s v is t o la n a tu r a le z a d e l p e r j u ic io s e c u n d a r io , q u e t ie n d e a
se r r e fle ja d o e n c ie r to m o d o d e l p r im a r io , e n e l c a s o e n q u e l o s in d i v id u o s
q u e s o n o b j e t o d e l p e r ju ic io s o n id e n tific a b le s . A h o r a e s t ie m p o d e in d a g a r
las c ir c u n s ta n c ia s d e la s c u a le s d e p e n d e e l p e r j u ic io s e c u n d a r io . D ic h a s c ir ­
c u n s ta n c ia s n o s o n o tr a s q u e l o s c u a t r o e l e m e n t o s q u e c o n s t it u y e r o n lo s
te m a s d e lo s c u a tr o ú lt im o s c a p ít u lo s a n te r io r e s :

1. L a in t e n c io n a lid a d .
2 . L a c o n c ie n c ia .
3. E l m o t i v o .
4 . L a d is p o s ic i ó n .

D e b e o b s e r v a r s e e n t o d o m o m e n t o q u e e s s ó l o e l peligro l o q u e es i n m e ­
d ia ta m e n te r e g id o p o r e l e s ta d oreal d e la m e n t e r e s p e c t o d e d ic h o s e l e m e n ­
to s; e s p o r s u e s t a d o aparente q u e s e r ig e la alarma. E s r e g id a p o r el e s ta d o
real s ó l o e n la m e d id a e n q u e s e d a q u e e l a p a r e n te , c o m o p u e d e e s p e r a r s e e n
la m a y o r ía d e lo s c a s o s , c o in c id e c o n e l rea l. L a s d ife r e n t e s in flu e n c ia s d e lo s
e le m e n t o s d e in te n c io n a lid a d y c o n c i e n c ia p u e d e s e r r e p r e s e n ta d a s e n lo s
s ig u ie n t e s c a s o s .
XX. CASO 1. C u a n d o el a c to es ta n c o m p le t a m e n t e c a r e n te d e in t e n c ió n ,
q u e r e s u lta se r t o t a lm e n t e involuntario. E n e s te c a s o n o s e p r o d u c e n in g ú n
p e r ju ic io s e c u n d a r io e n a b s o lu t o
U n a lb a ñ il trab aja e n u n a c a sa , m ie n tr a s u n p e a t ó n c a m in a a b a jo p o r la
calle. U n c o m p a ñ e r o d e tra b a jo e m p u ja v io le n t a m e n t e al a lb a ñ il, a c o n s e ­
c u e n c ia d e lo c u a l c a e s o b r e el p e a t ó n y lo la stim a . E s o b v io q u e n o h a y n a d a
en e s te h e c h o q u e p u e d a d a r a o tr a s p e r s o n a s , q u e c a s u a lm e n te tr a n sita n p o r
la ca lle, la m a s m ín im a r a z ó n p a r a t e m e r n a d a e n el f u t u r o p o r p a r te d e l h o m ­
b re q u e c a y ó , a u n q u e p u e d a h a b e r la r e s p e c to d e l h o m b r e q u e lo e m p u jó .
X X I . C A SO 2 . C u a n d o e l a c to , a u n q u e n o s in in t e n c ió n , es p o c o aconse­
jable, e n la m e d id a e n q u e la p a r te p e r j u d ic ia l d e la s c o n s e c u e n c ia s n o es
in te n c io n a l, p e r o el n o s e r a c o n s e ja b le s e a c o m p a ñ a d e descuido. E n e s te
c a s o , e l a c to s e d a a c o m p a ñ a d o d e c ie r to p e q u e ñ o g r a d o d e p e r ju ic io s e c u n ­
d a r io , e n p r o p o r c i ó n a l g r a d o d e d e s c u id o .
U n c a b a lle r iz o m o n t a d o a c a b a llo y c a b a lg a n d o a l o la r g o d e u n a c a lle
fr e c u e n ta d a , g ir a e n u n a e s q u in a al g a lo p e y a tr o p e lla a u n p e a t ó n q u e p a sa .
158 / J erem y B entham

E s e v id e n te , q u e e s ta c o n d u c t a d e l c a b a lle r iz o p r o d u c ir á c ie r ta a la r m a , m a ­
y o r o m e n o r s e g ú n e l g r a d o d e d e s c u id o m o s t r a d o p o r él: s e g ú n la r a p id e z
d e s u p a s o , la a m p lit u d d e la c a lle , e tc . Y a h a c a u s a d o d a ñ o , p u e d e d e c ir s e ,
p o r su falta d e a te n c ió n ; ¿ q u ié n s a b e si e n o tr a s o c a s io n e s u n a c a u s a s im ila r
n o p u e d e p r o d u c ir e l m i s m o e fe c to ?
X X II. C aso 3. C u a n d o e l a c to es poco aconsejable r e s p e c t o d e u n a c ir ­
totalmente o , l o
c u n s ta n c ia q u e , d e h a b e r e x is t id o , h a b r ía e x c lu id o que
v ie n e a ser lo m is m o , s u p e r a d o al p e r j u ic io p r im a r io ; y n o h a y im p r u d e n c ia
e n e l ca so . E n e s t e c a s o , e l a c t o n o e s a c o m p a ñ a d o d e u n p e r j u ic io s e c u n d a ­
r io e n a b s o lu t o .
E s in n e c e s a r io m u lt ip lic a r m á s l o s e je m p lo s .
X X III. CASO 4. C u a n d o e l a c to es d e s a c o n s e ja d o r e s p e c t o d e la c ir c u n s ­
ta n c ia q u e h u b ie r a e x c lu id o o c o n t r a e q u ilib r a d o en parte, a u n q u e n o to ta l­
m e n te , el p e r ju ic io p r im a r io ; p e r o n o e x is te u n a m e d id a d e imprudencia en
él. E n este c a s o , e l a c to s e d a t a m b ié n a c o m p a ñ a d o c o n u n c ie r to g r a d o d e
p e r j u ic io s e c u n d a r io , e n p r o p o r c i ó n a e sa p a r te d e l p e r j u ic io p r im a r io q u e
p e r m a n e c e s in e x c lu ir o s in b a la n cea r.
XXTV. C aso 5. C u a n d o el a c to es d e s a c o n s e ja d o r e s p e c to d e la c ir c u n s ­
ta n c ia q u e h u b ie r a e x c lu id o o c o n t r a e q u ilib r a d o e n p a r te , a u n q u e n o t o t a l­
m e n te , el p e r ju ic io p r im a r io ; y h a y u n a m e d id a d e imprudencia e n la s u p o ­
s ic ió n . E n e s te c a s o , el a c t o s e d a t a m b ié n a c o m p a ñ a d o c o n u n m a y o r g r a d o
d e p e r ju ic io s e c u n d a r io , e n p r o p o r c i ó n al g r a d o d e im p r u d e n c ia .
XXV. C aso 6. C u a n d o la s c o n s e c u e n c ia s s o n completamente n o in te n ­
c io n a le s y n o h a y n in g u n a fa lsa s u p o s i c ió n e n él. E n e s te c a s o e l p e r j u ic io
s e c u n d a r io s e d a al m á x im o .
X X V I . L o d ic h o e s s u fic ie n t e r e s p e c to d e la in t e n c io n a lid a d y la c o n ­
c ie n c ia . A h o r a v a m o s a c o n s id e r a r d e q u é m a n e r a e l p e r j u ic io s e c u n d a r io e s
a fe c ta d o p o r la n a tu r a le z a d e l motivo.
C u a n d o e l a c to es p e r n ic io s o e n s u s c o n s e c u e n c ia s p r im a r ia s , e l p e r j u i­
c io s e c u n d a r io n o es e lim in a d o p o r la bondad d e l m o tiv o ; a u n q u e e l m o t i v o
s e a d e la m e jo r c la se p o s ib l e . P o r q u e , a p e s a r d e la b o n d a d d e l m o t iv o , u n
a c to c u y a s c o n s e c u e n c ia s p r im a r ia s s o n p e r n ic io s a s , s e s u p o n e q u e es p r o ­
d u c id o p o r é l e n e l c a s o e n c u e s tió n . P u e d e , p o r t a n to , s e r lo e n o tr o s ; a u n ­
q u e es tan p r o b a b le q u e s u c e d a p o r u n b u e n o u n m a l m o t i v o 152.

152 Un acto de homicidio, por ejemplo, no resulta inocente, mucho menos beneficioso,
por proceder de un principio de religión, de honor (es decir, de un deseo de reputación) o aun
de benevolencia. Cuando Ravaillac asesinó a Enrique IV, fue por un principio religioso. Pero
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 159

X X V I I . U n a c t o q u e , si b ie n p e r n i c i o s o e n su s c o n s e c u e n c ia s p r im a r ia s ,
r e su lta e n o t r o s r e s p e c t o s b e n e f ic i o s o e n g e n e r a l, e n v ir tu d d e s u s c o n s e ­
c u e n c ia s s e c u n d a r ia s , n o e s v u e lt o a c a m b ia r y c o n s id e r a d o p e r n ic io s o e n g e ­
n e r a l p o r la malignidad d e l m o t iv o ; a u n q u e é s te se a d e la p e o r c la s e 153.
X X V I I I . P e r o c u a n d o n o s ó l o la s c o n s e c u e n c ia s p r im a r ia s d e u n a c to
s o n p e r n ic io s a s , s in o , e n o t r o s r e s p e c to s , t a m b ié n l o s o n la s s e c u n d a r ia s , el
p e r j u ic io s e c u n d a r io p u e d e s e r agravado p o r la n a tu r a le z a d e l m o t iv o . Y a es
s u fic ie n t e c o n d ic h o p e r j u ic io , es d ecir, r e s p e c to d e la c o n d u c t a fu tu r a d e la
m is m a p e r s o n a .
X X IX . N o es d e la p e o r c la se d e m o t i v o , s in e m b a r g o , q u e e l p e r j u ic io
s e c u n d a r io d e u n a c t o r e c ib e su p e o r a g r a v a n te .
X X X . E l a g r a v a n te q u e el p e r j u ic io s e c u n d a r io d e u n a c to , e n lo q u e r e s ­
p e c t a a la c o n d u c t a f u t u r a d e la m is m a p e r s o n a , r e c ib e d e l m o t i v o e n u n c a s o
in d iv id u a l, es c o m o la t e n d e n c ia d e l m o t i v o a p r o d u c ir , p o r p a r te d e la m i s ­
m a p e r s o n a , a c to s d e la m is m a m a la t e n d e n c ia q u e el a c to e n c u e s tió n .
X X X I . L a t e n d e n c ia d e u n m o t i v o a p r o d u c ir a c to s d e la m is m a c la s e p o r
p a r te d e c u a lq u ie r p e r s o n a d a d a , es la fuerza y constancia d e s u in flu e n c ia
s o b r e esa p e r s o n a , e n c u a n t o s e a p lic a a la p r o d u c c ió n d e ta le s e fe c to s .

esto ni siquiera disminuyó el perjuicio del acto. Lo hizo aún más perjudicial, p o r una razón
que pronto veremos, que si lo hubiera hecho po r un principio de venganza. Cuando los cons­
piradores contra el difunto rey de Portugal intentaron asesinarlo, se dice que lo hicieron por
un principio de honor. Pero esto, ya sea que lo disminuyera o no, no se pensará que ello supe­
ró el perjuicio del acto. Si un hijo de Ravaillac, com o en el caso anteriormente supuesto (cap.
XI [Disposición]. XV.), meramente a causa del afecto filial y no a consecuencia de ninguna par­
ticipación en el crimen, lo m ató a fin de rescatarlo de las manos más severas de la justicia, el
motivo, aunque no se pensara que ofrecía una prueba de una disposición dañina, y aun en el
caso de ser castigado, hubiera sido objeto de un sentimiento de lástima, el acto de rescate no
se habría convertido en benéfico.
153 El procesamiento p o r las ofensas, procede comúnmente de un motivo u otro, o de
ambos, uno de los cuales es de la clase egoísta, el otro de la antisocial; por ejemplo, interés
pecuniario o mala voluntad. Por el interés pecuniario, p o r ejemplo, cuando ía obtención de
compensaciones pecuniarias p o r un daño sufrido es uno de los fines del proceso. Es bastan­
te común, por cierto, oír hablar de procesos iniciados por espíritu público, que según hemos
visto (Sec. cap. X [Motivos] XXV.), es una rama del principio de benevolencia. Está lejos de mí
negar que tal principio puede m uy a menudo ser un ingrediente en la suma de motivos que
com prom eten al hombre en un procedimiento de esta naturaleza. Pero siempre que alguien
se compromete en tal procedimiento p o r la sola influencia del espíritu público, no combi­
nado con el m enor matiz de egoísmo o mala voluntad, debe reconocerse que es un procedi­
miento de naturaleza heroica. A hora bien, los actos heroicos son, por su propia esencia, sólo
raros; porque si fueran comunes, no serian actos de heroísmo. Pero los procesos criminales
son m uy frecuentes y no obstante, a menos en circunstancias por cierto m uy particulares,
no son nunca sino beneficiosos.
160 / J er em y B entham

X X X I I . L a te n d e n c ia d e u n a e s p e c ie d e m o t i v o s a d a r o r ig e n a a c to s d e
c u a lq u ie r c la s e e n tr e la s p e r s o n a s e n g e n e r a l, es c o m o la fuerza, constancia y
c a p a c id a d d e extensión d e s u in flu e n c ia '54, e n c u a n t o s e a p lic a a la p r o d u c c ió n
d e ta le s e f e c t o s .
X X X I I I . A h o r a b ie n , l o s m o t iv o s c u y a in flu e n c ia es al m i s m o t ie m p o
m á s p o d e r o s a , m á s c o n s t a n t e y m á s e x te n s iv a , s o n lo s m o t iv o s d e l d e s e o f ís i­
c o , e l d e s e o d e r iq u e z a , e l d e s e o d e c o m o d id a d , e l a m o r a la v id a y el t e m o r
al d o lo r ; t o d o s e llo s m o t iv o s e g o ísta s . E l m o t i v o d e l d is g u s to , c u a lq u ie r a p u e ­
d a s e r s u fu e r z a y c a p a c id a d d e e x t e n s ió n , n o es n i c e r c a ta n c o n s t a n t e e n s u
in flu e n c ia ( e x c e p tu a n d o el c a s o d e la m e r a a n tip a tía ), c o m o c u a lq u ie r a d e lo s
o t r o s tr e s. U n a c to p e r n ic io s o , p o r t a n to , c u a n d o s e c o m e t e p o r v e n g a n z a , o
b ien p o r d is g u s to , n o es n i c e r c a ta n d a ñ in o c o m o e l m is m o a c to p e r n ic io s o ,
c u a n d o s e c o m e t e p o r la fu e r z a d e c u a lq u ie r a d e e s o s o t r o s m o t i v o s 155.
X X X I V . E n c u a n to ai m o t i v o d e la r e lig i ó n , c u a lq u ie r c o s a q u e p u e d a
a lg u n a s v e c e s p r o b a r r e s p e c t o d e su f u e r z a y c o n s t a n c ia , n o es e n c u a n to a
e x t e n s ió n ta n u n iv e r sa l, e s p e c ia lm e n t e e n s u a p lic a c ió n a a c t o s d e n a tu r a le z a
p e r ju d ic ia l, c o m o c u a lq u ie r a d e lo s tres m o t i v o s p r e c e d e n t e s . P u e d e , n o o b s ­
ta n te, s e r u n iv e r s a l e n u n E s t a d o p a r tic u la r o e n u n d is tr ito p a r tic u la r d e u n
E s ta d o p a rticu la r . T ie n d e p o r c ie r to a s e r m u y ir r e g u la r e n su s o p e r a c io n e s .
N o o b s t a n t e , lle g a a m e n u d o a se r ta n p o d e r o s o c o m o e l m o t i v o d e v e n g a n ­
z a o c ie r ta m e n te c o m o c u a lq u ie r o t r o m o t i v o . D e t o d o s m o d o s , e s m á s
c o n s t a n t e 156. U n a c to p e r n ic io s o , p o r lo t a n t o , c u a n d o e s c o m e t id o p o r el

1 5 Cap. IV [Valor].
Es po r esta razón que una amenaza, u otro atropello personal, cuando se lo comete
contra un extraño en persecución de un proyecto de robo, produce más perjuicio en la socie­
dad, y es en consecuencia, quizás, más severamente castigado en todas partes, que un atrope­
llo de la misma clase cometido contra un conocido en tren de venganza. N ingún hom bre está
siempre furioso, Pero en todo momento, todo hombre, ama más o menos el dinero. Según
esto, aunque un hombre, por su espíritu pendenciero, hubiera un vez cometido una mala
acción, puede, sin embargo, durante mucho tiempo, y hasta durante toda su vida, no come­
ter un atropello tan grande: po r lo menos no reñirá con más de uno o unas pocas personas a
la vez. Pero si un hombre, por su amor al dinero ha realizado una mala acción, tal como un
proyecto de robo, puede en cualquier momento', p o r influencia del mismo motivo, realizar
ai tos del mismo calibre. Porque considerando a la totalidad de los hombres, sí un hombre
ama el dinero hoy en cierta medida , es probable que lo amará, al menos en la misma medi­
da, mañana. Y si un hombre está dispuesto a adquirirlo de esa manera, se sentirá inducido a
i obar, en todas partes y en todo momento en que haya personas para robarles.
^ Si a un hombre se le mete en la cabeza asesinar con sus propias manos, o con la espa­
da de la justicia, a aquellos que.llama herejes, es decir, a gente que piensa, o quizá sólo habla
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 161

m o t iv o r e lig io s o es m á s p e r ju d ic ia l q u e c u a n d o es c o m e t i d o p o r e l d e la m a la
v o lu n ta d .
X X X V . P o r ú lt im o , e l p e r j u ic io s e c u n d a r io , es d ecir, la p a r te d e é l q u e
r e s p e c ta a la c o n d u c ta fu tu r a d e la m is m a p e r s o n a , es a g r a v a d o o a m in o r a d o
p o r la a p a r e n te d e p r a v a c ió n o b e n e f ic e n c ia d e s u d is p o s ic ió n ; y e llo e n p r o ­
p o r c i ó n a la tal d e p r a v a c ió n o b e n e f ic e n c ia a p a r e n te s.
X X X V I . L a s c o n s e c u e n c ia s d e q u e v e n im o s h a b la n d o s o n las naturales,
d e las c u a le s el a c to y l o s o t r o s e l e m e n t o s q u e h e m o s e s t a d o c o n s id e r a n d o
s o n la s ca u sa s; c o n s e c u e n c ia s q u e r e s u lta n d e la c o n d u c t a d e l in d i v id u o q u e
es el a g e n te o fe n s o r , s in la in te r fe r e n c ia d e la a u to r id a d p o lít ic a . A h o r a v a m o s
a h a b la r d e l castigo; q u e e n el s e n t id o q u e es c o n s id e r a d o a q u í, es u n a c o n s e ­
c u e n c ia artificial, a g r e g a d a p o r la a u to r id a d p o lít ic a a u n a c t o o f e n s iv o e n u n
ca so ; c o n v is ta s a p o n e r f in a la p r o d u c c i ó n d e h e c h o s s im ila r e s a la p a r te
n o c iv a d e su s c o n s e c u e n c ia s n a tu r a le s, e n o t r o s c a s o s .

de modo diferente sobre un tema que ninguna de las partes entiende, estará tan inclinado a
hacerlo en un momento como en otro. El fanatismo nunca duerme; nunca es saciado; nunca
es detenido po r la filantropía, porque considera un mérito pisotear a la filantropía; nunca lo
frena la conciencia, porque tiene a su servicio la conciencia acosada. La avaricia, la lujuria y la
venganza son opuestas po r la piedad, la benevolencia, el honor. El fanatismo no tiene nada
que se íe oponga.
C a p ít u l o X I I I

Casos no susceptibles de castigo

§ I. Vista general de casos no susceptibles de castigo


I. E l o b je to g e n e r a l q u e t ie n e n , o d e b e r ía n ten e r , t o d a s la s l e y e s e n c o m ú n ,
es a u m e n ta r la f e lic id a d t o t a l d e la c o m u n id a d ; y p o r t a n t o , e n p r im e r lu gar,
e x c lu ir lo m á s p o s ib l e , t o d o lo q u e t ie n d e a d is m in u ir e s a fe lic id a d ; e n o tr a s
p a la b r a s, e x c lu ir el p e r j u ic io .
II. P e r o t o d o c a s t ig o e s u n p e r ju ic io ; t o d o c a s tig o e s e n s í m is m o m a lo .
S e g ú n el p r in c ip io d e u tilid a d , si d e b e r ía s e r a d m it id o e n a b s o lu t o , d e b e r ía
s e r lo s ó l o e n la m e d id a e n q u e p r o m e t e e x c lu ir u n p e r j u ic io m a y o r 157.
III. E s e v id e n t e , p o r ta n t o , q u e e n l o s c a s o s s ig u ie n t e s n o d e b e r ía in fli­
g ir se el ca stig o :

157 Lo que sigue, relativo al tema del castigo, debería regularmente ser precedido p o r un
capítulo distinto sobre los fines del castigo. Pero teniendo poco que decir sobre esa rama par­
ticular del tema, que no haya sido dicho antes, ha pareado mejor, en una obra que de todos
modos será excesivamente voluminosa, omitir este título, reservándolo para otro a ser publi­
cado en el futuro, titulado La teoría del castigo [Ésta es la obra que, extraída de los papeles
del autor, ha sido publicada p o r M. D um ont en francés, junto con La teoría de la recompen­
sa, con el propósito de mutua ilustración. Se contempla publicarlas a ambas en inglés, tomán­
dolas de los manuscritos del autor, con el beneficio de cualesquiera enmiendas que hayan sido
hechas por M. D um ont (Nota a la edición de 1823)]. A la misma obra debo referir el análisis
de Jos diversos modos posibles de castigo, un examen minucioso y particular de la naturale­
za de cada uno, y de sus ventajas y desventajas, y otras varias disquisiciones que no parecía
absolutamente necesario insertar aquí. N o obstante, no es posible prescindir al menos de unas
pocas palabras respecto de los fines del castigo.
El fin inmediato y principal del castigo es controlar la acción. Esta acción es, o bien la del
culpable, o la de otros; el del culpable es controlado p o r su influencia, o bien sobre la volun­
tad, en cuyo caso se dice que opera con vías a su reforma-, o sobre su p o d er físico, en donde
se dice que actúa como inhabilitación; la de otros no puede ser influida de otro modo que
actuando sobre su voluntad, en cuyo caso se dice que opera por vía de ejemplo. U na especie
164 / JEREMY BENTHAM

1. C u a n d o es infundado; c u a n d o n o h a y n in g ú n p e r j u ic io q u e él
p u e d a evitar, d a d o q u e e l a c to n o e s d a ñ in o e n g e n e r a l.
2. C u a n d o sería ineficaz; c u a n d o n o p u e d e a c tu a r p a r a e v ita r el p e r ­
ju ic io .
3. C u a n d o es infructuoso, o d e m a s ia d o costoso; c u a n d o el p e r j u ic io
q u e p r o d u c ir ía se r ía m a y o r q u e e l e v ita d o .
4 . C u a n d o es innecesario; c u a n d o e l p e r j u ic io p u e d e se r e v ita d o o
c e s a p o r s í m is m o , s in c a s t ig o , es d ecir, a u n c o s t o m á s b a jo .

§ 2. Casos en que el castigo es infundado


L o s c a s o s e n q u e e l c a s t ig o es in f u n d a d o s o n :
IV. 1. C u a n d o n o h a h a b id o n u n c a n in g ú n p e r ju ic io ; c u a n d o n o s e h a
p r o d u c id o u n d a ñ o a n a d ie p o r e l a c t o e n c u e s t ió n . E n e s te g r u p o e n tr a n
a q u e llo s e n q u e el a c to e r a ta l q u e p o d r ía , e n a lg u n a o c a s ió n , s e r d a ñ in o o
d e s a g r a d a b le , p e r o la p e r s o n a a q u ie n c o n c i e r n e d io s u consentimiento al
m is m o 158. E s t e c o n s e n t im ie n t o , s ie m p r e q u e s e a lib r e y j u s t a m e n t e o b t e n i ­
d o , es la m e j o r p r u e b a d e q u e p u e d e p r o d u c ir s e ; q u e la p e r s o n a q u e lo d a
n o r e c ib e e n g e n e r a l n in g ú n p e r j u ic io , al m e n o s n o in m e d ia t o . P o r q u e n in ­
g ú n h o m b r e p u e d e se r t a n b u e n j u e z d e d o q u e le c a u s a p la c e r o d is g u s t o
c o m o é l m is m o .
V. 2 . C u a n d o e l p e r j u ic io h a s id o sobrevalorado, aun cu an do u n daño
h a y a s i d o p r o d u c id o p o r d i c h o a c t o , é s te era n e c e s a r io p a r a la p r o d u c c ió n
d e u n b e n e f ic i o q u e era m á s v a l i o s o 559q u e e l p e r j u ic io . E s t e p u e d e s e r e l c a s o
c u a n d o a lg o s e h a c e a m o d o d e p r e c a u c ió n c o n t r a u n a c a la m id a d in s t a n t á ­

dc fin colateral, que tiene tendencia a convenir, es la de proporcionar un placer o satisfacción


a la parte perjudicada, cuando la h ay y en general, a las partes cuya mala voluntad, sea p o r
egoísmo, o en razón de la simpatía o antipatía, ha sido provocada por la ofensa. Este pro­
pósito, en la medida en que puede cumplirse sin costo, es beneficioso. Pero ningún castigo
debería aplicarse sólo por este fin, porque (dejando a un lado sus efectos p o r vía de control)
ningún placer es jamás producido p o r el castigo que sea equivalente al dolor. Sin embargo,
el castigo que es asignado al otro fin, debería, en la medida en que puede ejecutarse sin gasto,
corresponderse con éste. La satisfacción así otorgada a la parte dañada, en la forma de un
placer antisocial (Véase B. I. tit. [Justificaciones])'. Puede ser llamada satisfacción vindicativa
o compensación. Com o compensación, administrada a la manera de un provecho egoísta, o
provisión de placer, puede ser llamada lucrativa, (Véase B. I. dt. IV [Compensación]), El ejem­
plo es el fin más importante de todos, en la proporción en que el número de las personas que
sufren la tentación de ofender es a una.
^ Véase el cap. X [Modvos].
Véase mpra, cap, IV [Valor].
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 1 6 5

n e a , c o m o t a m b ié n c u a n d o a lg u n a c o s a s e h a c e e n e l e j e r c ic io d e v a r ía s c la ­
s e s d e p o d e r e s q u e es n e c e s a r io q u e s e a n e s t a b le c id o s e n t o d a c o m u n id a d ,
o se a , p o d e r e s d o m é s t i c o s , ju d ic ia le s , m ilita r e s y s u p r e m o s 160.
V I. 3 . C u a n d o h a y c e r t e z a d e u n a c o m p e n s a c i ó n a d e c u a d a , y e llo e n
t o d o s l o s c a s o s e n q u e la o f e n s a p u e d e c o m e t e r s e . E s t o s u p o n e d o s c o s a s :
1. Q u e la o f e n s a e s ta l q u e e x ig e u n a c o m p e n s a c i ó n a d e c u a d a .
2 . Q u e d ic h a c o m p e n s a c ió n a d v e n d r á c o n s e g u r id a d .
D e e s ta s s u p o s i c io n e s , s e v e r á q u e la ú lt im a e s m e r a m e n t e id e a l: u n a
s u p o s i c i ó n q u e n o p u e d e , d a d a la u n iv e r s a lid a d q u e a q u í s e le o t o r g a , s e r
v e r ific a d a e n lo s h e c h o s . P o r t a n t o n o p u e d e , e n la p r á c tic a , se r in c lu id a
e n tr e lo s f u n d a m e n t o s d e im p u n id a d a b s o lu t a . P u e d e , s in e m b a r g o , s e r
a d m it id a c o m o f u n d a m e n t o p a r a u n a a t e n u a c ió n d e l c a s t ig o q u e o tr a s c o n ­
s id e r a c io n e s , p o r sí m is m a s , p a r e c e r ía n d i s p o n e r 161.

§ 3. Casos en que el castigo puede ser ineficaz


L o s c a s o s e n q u e el c a s t ig o p u e d e s e r in e f ic a z so n :
V I I . 1. C u a n d o la e s t ip u la c ió n p e n a l no se establece h a s ta d esp u és d e
q u e e l a c t o e s c o m e t id o . L o s c a s o s so n :
L E l d e u n a le y expost facto, c u a n d o e l p r o p i o le g is la d o r n o e s t i ­
p u la u n c a s tig o h a sta d e s p u é s d e c o m e t i d o e l a c to .
2 . D e u n a s e n t e n c ia fu e r a d e la le y ; c u a n d o e l j u e z , p o r a u to r id a d
p r o p ia , d e te r m in a u n c a s tig o q u e e l le g is la d o r n o h a b ía e s tip u la d o .
V I I I . 2 . C u a n d o la e s tip u la c ió n p e n a l, a u n q u e y a e s ta b le c id a , n o e s lle ­
v a d a a c o n o c i m i e n t o d e la p e r s o n a s o b r e la c u a l p a r e c e q u e d e b ie r a o p e r a r .
T al es e l c a s o c u a n d o la l e y h a o m it i d o e m p le a r c u a lq u ie r a d e l o s e x p e d i e n ­
te s n e c e s a r io s p a r a a se g u r a r se d e q u e t o d a p e r s o n a a q u ie n a lc a n z a la l e y
e s té n o t if ic a d a d e t o d o s lo s c a s o s e n q u e ( d a d a s u s it u a c ió n e n la v id a ) p u e d e
s e r s o m e t id a a s u s p e n a lid a d e s 162.

160 Véase el Libro I. tit. [Justificaciones].


161 Este parece al menos haber sido uno de los fundamentos del favor mostrado tal vez
por todos los sistemas legales, a aquellos ofensores que están en un pie de igualdad en cuan­
to a responsabilidad; no mostrado en verdad directamente a las personas mismas, sino a tales
ofensas en que sólo personas responsables tienen la oportunidad de incurrir. En particular,
ésta parece ser la razón por la cual la malversación, en ciertos casos, no ha sido comúnmente
castigada en pie de igualdad con el robo; ni los fraudes mercantiles con la estafa común. Véase
el tit. [Simple estafa. Defraudación],
162 Véase B. II. Apéndice, tit. Iir [Promulgación].
166 / J er em y B entham

I X . 3 . C u a n d o la e s t ip u la c ió n p e n a l, a u n q u e fu e r a lle v a d a a l c o n o c i ­
m ie n to d e u n h o m b r e , no pudiera producir ningún efecto so b r e él r e sp e c to
a i m p e d i r q u e r e a lic e a lg ú n a c t o d e la c la s e e n c u e s t ió n . T a l e s e l c a s o ,
1. E n la p r im e r a infancia; c u a n d o u n h o m b r e n o h a a lc a n z a d o t o d a ­
v ía el e s ta d o o d is p o s ic i ó n m e n ta l e n q u e la p e r s p e c t iv a d e m a le s
ta n d is ta n te s c o m o l o s q u e s o n d iv u lg a d o s p o r la le y , t ie n e n e l e f e c ­
t o d e in flu ir s o b r e s u c o n d u c ta .
2. E n ca so d e insania, c u a n d o u n a p e r s o n a , s i h a a lc a n z a d o a q u e lla
d is p o s ic i ó n , h a s i d o l u e g o p r iv a d a d e e lla p o r la in f lu e n c ia d e u n a
c a u s a p e r m a n e n t e , a u n q u e o c u lt a .
3. E n ca so d e embriaguez , c u a n d o h a s id o p r iv a d o d e d ic h a d i s p o ­
s i c i ó n p o r la in f lu e n c ia tr a n s it o r ia d e u n a c a u sa v is ib le ; ta l c o m o
e l c o n s u m o d e a lc o h o l u o p i o u o tr a s d r o g a s , q u e a c t ú a n d e ta l
m o d o e n e l s is t e m a n e r v io s o ; la c u a l c o n d ic ió n n o e s c ie r ta m e n te
n i m á s n i m e n o s q u e u n a in s a n ia t e m p o r a r ia p r o d u c id a p o r u n a
c a u s a id e n t if ic a b le 163.
X . 4. C u a n d o la e s tip u la c ió n p e n a l ( a u n q u e si fu e r a d a d a a c o n o c e r a la
p a r te , p o d r ía m u y b ie n im p e d ir q u e r e a lic e lo s a c to s d e la c la s e e n c u e s t ió n ,
s ie m p r e q u e s u p ie r a q u e s e r e la c io n a b a c o n d ic h o s a c to s ) p o d r ía n o te n e r e s e
e f e c t o r e s p e c to d e l a c to in d iv id u a l q u e e s tá a p u n t o d e re a liz a r, e s d ecir, d a d o
q u e n o s a b e q u e s e e n c u e n t r a e n tr e a q u é llo s c o n lo s q u e s e r e la c io n a la e s ti­
p u la c ió n p e n a l. E s t o p u e d e su c e d e r :
1. E n el c a s o d e fa lta d e intencionalidad, c u a n d o su i n t e n c i ó n es n o
r e a liz a r e l a c t o q u e e s tá a p u n t o d e r e a liz a r 164,

163 A pesar de lo dicho aquí, los casos de infancia e intoxicación (como se verá más ade­
lante) no pueden ser considerados en la práctica como fundamento suficiente para una
absoluta impunidad. Pero esta excepción en cuanto a la práctica, no es una objeción a la co­
rrección de la regla en el aspecto teórico. El fundamento de la excepción no es ni más ni
menos que la dificultad que existe para averiguar un hecho; por ejemplo, si en el momento
exacto la paite estaba realmente en el estado en cuestión; es decir, si un caso dado cae real­
mente bajo la regla. Supongamos que la cuestión puede ser perfectamente establecida, sin
peligro de error. La impropiedad del castigo será tan indudable en estos casos como en cual­
quier otro. (Véase B. I. tlt. IV [Excepciones] y tit. VII [Atenuantes]).
La razón que es comúnmente aducida para dictaminar una excepción de castigo a favor
de infantes, personas insanas y personas intoxicadas, es o bien falsa, o bien expresada confu­
samente. Lo aducido es que la voluntad de estas personas no interviene en el acto; que no tie­
nen una voluntad viciosa; o que no tiene libre uso de su voluntad. Pero supongamos que todo
esto es verdad. ¿Qué hace a este propósito? N ada, excepto en la medida en que implica la
razón dada en el texto,
164 Véase el cap. VIII [Intencionalidad].
L o s PR IN C IPIO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 167

2. E n el caso d e inconciencia; c u a n d o , a u n q u e p u e d a s a b e r q u e e s tá a
p u n t o d e r e a liz a r e l a c t o m is m o , n o o b s ta n te , p o r n o c o n o c e r
t o d a s las c ir c u n s ta n c ia s im p o r ta n t e s q u e lo a c o m p a ñ a n , n o s a b e la
tendencia, q u e t ie n e a c a u s a r d a ñ o , c o n t e m p la n d o l o c u a l h a s id o
h e c h o p u n ib le e n la m a y o r p a r te d e lo s c a s o s.
3. E n e l c a s o d e falsa suposición; c u a n d o , a u n q u e p u e d a c o n o c e r la
t e n d e n c ia d e l a c to a p r o d u c ir ta l g r a d o d e p e r j u ic io , s u p o n e q u e
é ste , a u n q u e e r r a d a m e n te , q u e e s tá a c o m p a ñ a d o c o n a lg u n a c ir ­
c u n s ta n c ia o c o n j u n t o d e c ir c u n s ta n c ia s q u e , si r e a lm e n te lo h u - -
b ie r a n a c o m p a ñ a d o , n o h a b r ía p r o d u c id o s e m e ja n te p e r j u ic io , o
h a b r ía p r o d u c id o u n g r a d o d e b ie n ta n to m a y o r , q u e h a d e t e r m i­
n a d o al le g isla d o r , e n ta l c a s o , n o p e n a liz a r lo 165.
X I . 5. C u a n d o , a u n q u e la c lá u s u la p e n a l p u d ie r a e je r c e r u n a in f lu e n c ia
p le n a y prevaleciente, e n c a s o d e a c tu a r so la ; n o o b s ta n te , la in flu e n c ia p r e ­
d o m in a n t e s o b r e la v o lu n t a d d e a lg u n a c a u s a o p u e s ta , d e b e n e c e s a r ia m e n t e
s e r in e fe c tiv a ; p o r q u e e l m a l q u e e s tá a p u n t o d e su frir, e n e l c a s o d e no rea­
liz a r e l a c to , e s ta n g r a n d e , q u e el p e r j u ic io d e n u n c ia d o p o r la c a u s a p e n a l, e n
c a s o d e r e a liz a r lo , n o p u e d e p a r e c e r m a y o r .
E s t o p u e d e su c e d e r :
1. E n e l c a s o áe peligro físico; c u a n d o el m a l es ta l q u e p a r e c e p r o b a ­
b le q u e a c a e z c a p o r lo s p u r o s p o d e r e s d e la n a tu r a le z a .
2 . E n el c a s o d e amenaza de daño; c u a n d o es tal q u e p a r e c e p r o b a b le
q u e a c a e z c a p o r la a c c ió n in t e n c io n a l y c o n s c ie n t e d e l hombre166.
X I I . 6. C u a n d o (a p e s a r d e q u e la c a u s a p e n a l p u e d e e je r c e r u n a i n f l u e n ­
c ia p le n a y p r e v a le c ie n te s o b r e la voluntad d e Ja p a r te ), s in e m b a r g o , sos fa­
cultades físicas ( d e b id o a la in flu e n c ia p r e d o m in a n t e d e a lg u n a c a u s a fís ic a )
n o e s tá n e n c o n d ic io n e s d e s e g u ir la d e t e r m in a c ió n d e la v o lu n t a d ; d e m o d o
q u e e l a c t o es a b s o lu t a m e n te involuntario. T a l es el c a s o d e la compulsión o

165 Véase cap. IX [Conciencia].


La influencia de las sanciones moral y religiosa o, en otras palabras, de los motivos
del deseo de reputación y de la religión, son otras causas, cuya fuerza puede, en ocasiones p ar­
ticulares, llegar a ser más grande que la de cualquier castigo que el legislador considere, o al
menos pensará apropiado, aplicar. Será necesario, entonces, que las tenga a la vista. Pero la
fuerza de dichas influencias es variable y diferente en distintos momentos y lugares; la fuer­
za de las influencias anteriores es constante y la misma en todo momento y en todas partes.
Por tanto, no puede ser apropiado considerar estas últimas como un fundamento seguro para
determinar' una impunidad absoluta; debido (como en los casos arriba mencionados de infan­
cia e intoxicación), a lo impracticable de asegurarse de los hechos.
168 / J er em y B en tham

restricción fís ic a , c u a le s q u ie r a s e a n lo s m e d i o s q u e la s p r o v o q u e n ; c u a n d o ,
p o r e j e m p lo , la m a n o d e l h o m b r e es e m p u j a d a h a c ia u n o b j e t o , e n t a n t o su
v o lu n t a d lo d is p o n e a n o t o c a r lo ; o es a ta d a p a r a im p e d ir le to c a r a lg ú n o b j e ­
t o q u e su v o lu n t a d lo d i s p o n e a to ca r.

§ 4. Casos en que el castigo es infructuoso


L o s c a s o s e n q u e e l c a s t ig o es in f r u c t o s o s o n :
X I I I . 1. C u a n d o , p o r u n a p a r te , la n a tu r a le z a d e la o f e n s a , y p o r o tr a , la
d el c a s tig o s o n , e n el e s ta d o c o m ú n d e la s c o s a s , ta le s q u e c u a n d o s e la s c o m ­
p ara, e l m a l d e l s e g u n d o r e s u lta r á m a y o r q u e e l d e la p r im e r a .
X IV . A h o r a b ie n , el m a l d e l c a s tig o s e d iv id e e n c u a tr o ra m a s, p o r la s
c u a le s s o n a f e c ta d o s o t r o s t a n t o s c o n j u n t o s d is t in t o s d e p e r s o n a s:
1. E l m a l d e la coerción o la restricción; o e l d o l o r q u e le c a u sa a u n
h o m b r e n o p o d e r r e a liz a r u n a c to , c u a lq u ie r a q u e é s te sea , q u e e s
im p e d i d o d e lle v a r a c a b o p o r la a p r e n s ió n d e l c a s tig o . E s t o lo ■
obsej'van la le y .
s ie n t e n a q u e llo s q u e
2 . E l m a l d e la aprensión, o e l d o lo r q u e u n h o m b r e q u e se ha ex p u es­
t o a u n c a s tig o , s ie n t e a n te e l p e n s a m i e n t o d e s u fr ir lo . E s t o es p e r ­
c i b id o p o r a q u e llo s q u e h a n in fr in g id o la l e y y t e m e n q u e é s ta se a
e je c u ta d a .
3. E l m a l d e l sufrimiento 167; o e l d o lo r q u e s ie n t e u n h o m b r e en v ir ­
t u d d e l c a s t ig o m i s m o , d e s d e e l m o m e n t o e n q u e e m p ie z a a s o ­
p o r t a r lo . E s t o e s s e n t i d o p o r a q u e llo s q u e h a n in f r in g id o la le y ,
y s o b r e l o s q u e é s ta s e r á e je c u ta d a .
4 . E l d o l o r d e la s im p a tía y o t r o s m a le s derivados , q u e a flig e n a la s
p e r s o n a s q u e e s tá n conectadas c o n la s d is t in t a s c la se s d e v íc tim a s
o r ig in a le s r e c ié n m e n c io n a d a s 168.
A h o r a b ie n , d e e s to s c u a t r o c o n j u n t o s d e m a le s , e l p r im e r o será m a y o r
o m e n o r , s e g ú n la n a tu r a le z a d e l a c to p o r e l c u a l la p a r t e e s r e p r im id a ; el s e ­
g u n d o y te r c e r o , s e g ú n la n a tu r a le z a d e l c a s t ig o q u e a c o m p a ñ a esa o fe n s a .
XV. P o r o t r a p a r te , e n c u a n t o al m a l d e la o f e n s a , é s te ta m b ié n se rá , p o r
s u p u e s t o , m a y o r o m e n o r , s e g ú n la n a tu r a le z a d e c a d a o f e n s a . L a p r o p o r c ió n
e n tr e u n m a l y o t r o se rá p o r t a n t o d ife r e n te e n e l c a s o d e c a d a o f e n s a p a r ti­
cular. L o s c a s o s e n q u e el c a s t ig o e s in f r u c t u o s o p o r e s ta r a z ó n , n o p u e d e n

^ Véase el cap. V [Placeres y dolores].


cap. x n [Consecuencias], IV.
16S y ¿ ase e|
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 169

se r d e s c u b ie r to s p o r o t r o m e d io q u e e x a m in a n d o c a d a o f e n s a p a r tic u la r ; q u e
se rá la ta re a d e l c u e r p o d e la o b r a .
X V I. 2. C u a n d o , a u n q u e en el estado común d e la s c o s a s e l m a l q u e
r e su lta d e l c a s tig o n o e s m á s g r a n d e q u e e l b e n e f ic io q u e p r o b a b le m e n t e
r e p o r te la fu e r z a c o n q u e a c tú a , d u r a n te e l m is m o p e r i o d o , e n e l s e n t id o d e
e x c lu ir e l m a l d e la o f e n s a , p u e d e s in e m b a r g o h a b e r s id o e f e c t o d e la in f l u e n ­
cia d e a lg u n a s circunstancias ocasionales. E n t r e d ic h a s c ir c u n s ta n c ia está n :

1. S ie n d o q u e la m u lt it u d d e d e lin c u e n t e s e n u n a c o y u n t u r a p a r t ic u ­
lar a u m e n ta r ía m á s a llá d e la m e d id a c o m ú n el quantum d el seg u n ­
d o y te r c e r c o n j u n t o s ; d e e s e m o d o t a m b ié n a u m e n ta r ía u n a p a r te
d e l c u a r t o c o n j u n t o , e n e l m a l d e l c a s tig o .
2. El extraordinario valor de los servicios que presta un cierto delin­
cuente; en el caso en que el efecto del castigo redundara en privar
a la com unidad del beneficio de esos servicios.
3 . E l d is g u s to d e la gente; es d ecir, d e u n n ú m e r o in d e f in id o d e m ie m ­
b r o s d e la m is m a c o m u n id a d ; e n lo s c a s o s e n lo s c u a le s ( d e b id o a la
in flu e n c ia d e u n in c id e n t e o c a s io n a l) s u c e d e q u e e llo s p ie n s a n q u e
el o f e n s o r n o d e b e r ía s e r c a s tig a d o e n a b s o lu t o , o al m e n o s n o d e
la f o r m a e n c u e s t ió n .
4 . E l d is g u s t o d tpotencias extranjeras; es d e c ir , d e lo s g o b e r n a n te s o
d e u n n ú m e r o c o n s id e r a b le d e lo s m ie m b r o s d e a lg u n a c o m u n i ­
d a d o c o m u n id a d e s extranjeras, c o n la s c u a le s la c o m u n id a d e n
c u e s t ió n e s tá c o n e c t a d a .

§ 5. Casos en los que el castigo es innecesario


L o s c a s o s e n lo s q u e e l c a s t ig o e s in n e c e s a r io s o n :

X V II. 1. C u a n d o e l p r o p ó s i t o d e p o n e r fin a la p r á c tic a p u e d e s e r a lc a n ­


z a d o c o n la m is m a e f e c t iv id a d c o n m e n o r g a s to : p o r la in s t r u c c ió n , p o r
e je m p lo , a sí c o m o p o r e l te r r o r ; in fo r m a n d o al e n t e n d im ie n t o , a sí c o m o e je r ­
c ie n d o u n a in flu e n c ia s o b r e la v o lu n t a d . E s te p a r e c e s e r e l c a s o r e s p e c t o d e
to d a s las o f e n s a s q u e c o n s is t e n e n d is e m in a r p r in c ip io s p e r n ic io s o s r e s p e c to
d el deber; c u a lq u ie r a s e a la c ía s e d e d ic h o d e b e r : p o lít ic a , m o r a l o r e lig io s a .
Y e llo , y a s e a q u e ta le s p r in c ip io s se a n d is e m in a d o s c o n s in c e r a p e r s u a s ió n
d e q u e s o n b e n e f ic i o s o s , hasta sin ella. D i g o h a s ta s in ella , p o r q u e a u n e n tal
c a s o , n o es la in s t r u c c ió n lo q u e p u e d e im p e d ir q u e e l a u to r s e e s fu e r c e p o r
170 / J er em y B en tham

in c u lc a r s u s p r in c ip io s , p e r o p u e d e im p e d ir q u e lo s le c t o r e s lo s a d o p te n ; s in
lo c u a l, su s e s f u e r z o s p o r in c u lc a r lo s n o c a u s a r á n n in g ú n d a ñ o . E n ta l c a s o
el s o b e r a n o p o r lo c o m ú n n o te n d r á m a y o r n e c e s id a d d e a s u m ir u n a p a r te
a c tiv a . S i es d e l in te r é s d e un in d i v id u o in c u lc a r p r in c ip io s q u e s o n p e r n i­
c i o s o s , se r á s e g u r a m e n t e d e l in te r é s d e otros in d i v id u o s e x p o n e r lo s . P e r o si
e s n e c e s a r io q u e el s o b e r a n o in te r v e n g a e n la c o n t r o v e r s ia , la p lu m a e s e l
a rm a a d e c u a d a p a r a c o m b a t ir e l error, n o la e s p a d a .
C a p ít u l o XIV
Acerca de la proporción
entre castigos y ofensas

I. H e m o s v is t o q u e e l o b j e t o g e n e r a l d e la s le y e s es im p e d ir e l p e r ju ic io ; es
d ecir, c u a n d o e llo v a le la p e n a ; p e r o q u e , c u a n d o n o h a y o t r o s m e d io s d e
h a c e r lo e x c e p t o el c a s tig o , h a y c u a tr o c a s o s e n q u e n o v a le la p e n a .
II. C u a n d o sí v a le la p e n a , h a y c u a tr o f in e s u o b je to s s u b o r d in a d o s q u e ,
e n el c u r s o d e s u s e s f u e r z o s p o r a lc a n z a r, e n la m e d id a d e lo p o s ib l e , e l o b j e ­
t o g e n e r a l, u n le g is la d o r , c u y a s o p in i o n e s s e r ig e n p o r e l p r in c ip io d e u t ili­
d a d , lle g a n a tu r a lm e n t e a p r o p o n e r s e .
III. 1. S u p r im e r o , m á s a m p lio y m á s d e s e a b le o b je to , e s im p e d ir , e n la
m e d id a e n q u e es p o s i b l e y v a le la p e n a , t o d a c la se d e o f e n s a s 169; e n o tr a s
p a la b r a s, in g e n iá r s e la s p a r a q u e n in g u n a o f e n s a , d e c u a lq u ie r c la se q u e se a ,
p u e d a c o m e te r s e .
IV. 2 . P e r o s i u n h o m b r e h a d e c o m e t e r u n a o fe n s a d e u n a c la se u o tr a ,
e l o b j e t o s ig u ie n t e e s in d u c ir lo a c o m e t e r u n a o fe n s a menos p e r ju d ic ia l, más
bien q u e u n a q u e l o sea más; e n o tr a s p a la b r a s, a e le g ir s ie m p r e la m e n o s p e r ­
ju d ic ia l d e d o s o f e n s a s , c u a n d o a m b a s s ir v e n a su s fin e s.
V 3. C u a n d o u n h o m b r e h a e le g id o u n a o fe n s a p a r tic u la r , el o b j e t o
s ig u ie n t e es d is p o n e r lo a no p r o d u c ir m á s p e r j u ic io q u e e l necesario p a ra su s
fin e s; e n o tr a s p a la b r a s, h a c e r ta n p o c o d a ñ o c o m o s e a c o m p a t ib le c o n el
b e n e f ic io q u e tie n e e n v is t a .
V I . 4. E l o b j e t o ú l t i m o es, c u a lq u ie r a s e a el p e r ju ic io q u e s e p r o p o n e
im p e d ir , im p e d ir lo c o n e l menor c o s t o p o s ib le .

169 p or ofensas quiero decir, en este momento, los actos que le parece que tienen ten­
dencia a producir perjuicio.
172 / J er em y B e n t h a m

V I I . L a s r e g la s o c á n o n e s p o r lo s c u a le s d e b e r e g ir s e la p r o p o r c i ó n d e lo s
c a s t ig o s 170 a la s o f e n s a s , d e b e n e s ta r s u b o r d in a d o s a e s t o s c u a t r o o b j e t o s o
p r o p ó s it o s .
VIIL Regla 1. Como se ha visto, el prim er objeto es impedir, en la me­
dida que valga la pena, toda clase de ofensas; p o r tanto,
El valor del castigo no debe ser menor en ningún caso que lo que sea sufi­
ciente para superar el del provecho171de la ofensa172.
S i lo e s, e s s e g u r o q u e la o f e n s a s e p r o d u c ir ía a p e s a r d e e l lo 173 (a m e n o s
q u e a lg u n a s o tr a s c o n s id e r a c io n e s , in d e p e n d ie n t e s d e l c a s tig o , in te r v in ie r a n
y o p e r a r a n e f ic a z m e n te e n e l c a r á c te r d e m o t i v o s t u t e la r e s )17*; t o d o c a s t ig o se
d e se c h a r ía , p u e s se ría t o t a lm e n t e in e fic a z .

170 Según se observa, las mismas reglas pueden aplicarse, con ligeras variantes, tanto a las
recompensas como a los castigos; en pocas palabras, a los motivos en general que, según sean
de la clase placentera o dolorosa, tienen la naturaleza de recompensas o castigos; y según el
acto que determinan producir sea de clase positiva o negativa, son llamados impulsores o res­
trictivos. Véase el cap. X [Motivos] XLIII.
^ Por el provecho de una ofensa ha de entenderse, no meramente el provecho pecunia­
rio, sino el placer o ventaja, de cualquier clase, que un hombre obtiene, o espera obtener, de la
gratificación del deseo que lo impulsó a cometer la ofensa (Véase el cap. x. [Motivos] § 1).
Es el provecho (es decir, la expectativa del provecho) de la ofensa, lo que constituye el
motivo impulsor, o, cuando son varios, la suma de los motivos impulsores que inducen al
hombre a realizar la ofensa. Es el castigo, es decir, la expectativa del castigo, lo que constitu­
ye el motivo restrictivo, el cual, ya sea por sí mismo o en conjunción con otros, ha de actuar
sobre él en una dirección contraria, de modo de inducirlo a abstenerse de realizar la ofensa.
1íejando de lado circunstancias accidentales, la fuerza de la tentación es como la fuerza de
seducción, es decir del motivo o motivos impulsores. Decir, entonces, como lo han dicho
autores de gran mérito y renombre, que el castigo no debería aumentar con la fuerza de la
l curación, es lo mismo que decir, en mecánica, que no es necesario que la fuerza motriz o
monientum de la potencia, no necesita aumentar en proporción al momentum del peso.
Beccaria, Dei diletti, § 6. id. trad. por Morellet, § 23.
Véase el cap. XI [Disposiciones}, XXIX.
^ Es un adagio conocido, aunque es de esperar que no sea verdadero, que todo hom-
bi r done un precio. Se aplica comúnmente a la virtud de un hombre. Este dicho, aunque en
un sentido muy diferente, fue estrictamente verificado por algunas de las leyes anglosajonas;
| n'i1las cuales se fijaba un precio, no a la virtud del hombre ciertamente, sino a su vida; la del
piupin soberano incluida. Por 200 chelines se podría haber matado un campesino; por seis
ve* es más, un noble; por treinta y seis veces más, se podría haber matado al rey [Wilkins Leg.
A ligio Saxon,p. 71, 72. Véase Hume, vol. I, Ap. I.,p. 219]. U n reyen esos tiempos valía exac-
i imente 7.200 chelines. Si, por ejemplo, el heredero del trono se cansaba de esperar, tenía una
m.meia segura y legal de gratificar su impaciencia; sólo tenía que matar al rey con una mano
\ pr}¡.ii' con la otra, y todo estaba bien. U n conde de G odvin o un duque de Streon, po-
'b un haber comprado las vidas de toda una dinastía. Es evidente que si un rey en esos tiem-
j ” o mu nía en la cama, debe haber tenido algo más para agradecer, además de esta ley. Hablen-
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 1 7 3

I X . L a re g la arrib a c ita d a h a s id o a m e n u d o o b je ta d a , d e b id o a s u a p a ­
r e n t e r ig o r ; p e r o e s to s ó l o p u e d e h a b e r s u c e d id o p o r n o h a b e r la e n t e n d id o
a p r o p ia d a m e n te . L a fu e r z a d e la t e n ta c ió n e s , c&terisparibus, c o m o e l f r u to
d e la o fe n s a ; el quantum d e c a s tig o d e b e e le v a r s e e n r e la c ió n a d ic h o fr u to ;
c¿eterisparibus, d e b e p o r ta n to e le v a r se c o n la f u e r z a d e la t e n ta c ió n . E s t o n o
s e d is c u te . E s v e r d a d q u e , c u a n to m á s f u e r te e s la t e n t a c ió n , m e n o s c o n c l u ­
y e n t e e s la in d ic a c ió n q u e e l a c to d e d e lin c u e n c ia p r o p o r c i o n a a c e r c a d e la
d e p r a v a c ió n d e la d is p o s ic i ó n d e l o f e n s o r 173. E n t o n c e s , e n la m e d id a e n q u e
la a u s e n c ia d e c u a lq u ie r a g r a v a n te , s u r g id o d e la e x tr a o r d in a r ia d e p r a v a c ió n
d e la d is p o s ic i ó n , p u e d e o p era r , o c u a n to m á s , e n la m e d id a e n q u e la p r e ­
s e n c ia d e u n f u n d a m e n t o d e a te n u a c ió n , r e s u lta n t e d e la in o c e n c ia o t e n d e n ­
cia b e n é f ic a d e la d is p o s ic i ó n d e l o fe n s o r , p u e d e c o n tr ib u ir , la f u e r z a d e la
t e n ta c ió n p u e d e p r o d u c ir m o d e r a c ió n e n la d e m a n d a d e c a s tig o . P e r o n u n c a
p u e d e a c tu a r e n m e d id a tal, q u e in d iq u e la c o n v e n ie n c ia d e n o h a c e r e f e c t i­
v o el c a s tig o , lo q u e s e g u r a m e n t e s u c e d e r á c u a n d o s e lo s itú a p o r d e b a jo d e l
n iv e l d e l a p a r e n te p r o v e c h o d e la o fe n s a .
L a b e n e v o le n c ia p a r c ia l q u e p r e v a le c e r ía p a r a s u r e d u c c ió n p o r d e b a jo
d e d ic h o n iv e l, c o n tr a r r e s ta r ía a s im is m o a q u e llo s p r o p ó s i t o s q u e la b e n e ­
v o le n c ia n o d e b e p e r d e r d e v ista : se r ía c r u e l n o s ó l o p a r a e l p ú b lic o , s in o
p a ra la s p r o p ia s p e r s o n a s e n c u y o b e n e f ic io in te r c e d e ; q u ie r o d e c ir e n s u s
e f e c t o s , p o r m u y o p u e s t o s q u e s e a n e n su s in t e n c io n e s . L a c r u e ld a d c o n e l
p ú b lic o , es d ecir, c o n lo s in o c e n t e s , p e r m it ie n d o q u e , p o r fa lta d e u n a p r o ­
t e c c ió n a d e c u a d a , e s t é n e x p u e s t o s al p e r j u ic io d e la o fe n s a ; c r u e ld a d a u n
c o n e l p r o p i o o fe n s o r , a l c a s tig a r lo s in p r o p ó s i t o y s in la p o s ib ilid a d d e
o b t e n e r e s e f in b e n é f ic o , s ó l o p o r el c u a l p u e d e ju s t if ic a r s e la in t r o d u c c ió n
d e l m a l d e l c a s tig o .

X . R e g l a 2 . P e r o y a s e a q u e u n a o f e n s a d a d a s e a im p e d id a e n u n g r a d o
d e t e r m in a d o p o r u n a c u o t a d e te r m in a d a d e c a s t ig o , n u n c a d eja d e s e r u n
m e r o azar; p u e s p a ra s u a d q u is ic ió n , c u a lq u ie r a s e a el c a s tig o e m p le a d o ,

do todo esto sucedido en una época remota y bárbara, el absurdo de ello es reconocido
actualmente; pero mediante un examen se vería que las leyes más nuevas de las naciones más
civilizadas caen continuamente en el mismo error. [Véase en particular las Leyes Estatutarias
Inglesas, el Código Penal de Bonaparte y el recientemente promulgado, o no promulgado,
Código Penal Español Nota del Autor, julio de 1822], Éste, para resumir, es el caso siempre
que el castigo es determinado cuando el provecho de la delincuencia es indefinido; o, para
decido con más precisión, cuando el castigo es a tal punto limitado, que el provecho de la de­
lincuencia puede ser superior.
Véase el cap. XI [Disposiciones], XLII.
174 / J er em y B entham

ta n to s e g a sta d e a n te m a n o . N o o b s ta n te , e llo s e r e a liz a p a r a d a r le m a y o r


o p o r t u n id a d d e s u p e r a r e l p r o v e c h o d e la o f e n s a .
Cuanto mayor es el perjuicio de la ofensa, mayor es el costo en que vale
la pena incurrir, por vía de castigo176.
X I. REGLA 3. E l p r ó x i m o o b j e t o e s in d u c ir a u n h o m b r e a o p t a r s ie m ­
p r e p o r la m e n o s p e r j u d ic ia l d e d o s o fe n s a s ; p o r ta n to :
Cuando dos ofensas entran en competencia, el castigo por la ofensa ma­
yor debe ser suficiente para inducir a un hombre a preferir la menor177.
X II. R egla 4 . C u a n d o u n h o m b r e h a o p t a d o p o r u n a o f e n s a p a r t ic u ­
lar, e l o b j e t o s ig u ie n t e e s in d u c ir lo a n o c o m e t e r m á s d a ñ o d e l o n e c e s a r io
p a r a su p r o p ó s it o ; p o r l o ta n to :
El castigo debe ser regulado a cada ofensa particular de manera tal, que
por cada parte del perjuicio haya un motivo para impedir al ofensor come-
terlom .
X I I I . R egla 5. E l fin último es que cualquiera sea el perjuicio que se
quiere prevenir, hacerlo al menor costo posible; por tanto
El castigo no debe en ningún caso ser mayor de lo necesario para ajus­
tarse a las reglas aquí enunciadas.
X IV ! R egla 6. H a d e o b s e r v a r s e , a d e m á s , q u e d e b id o a la s d ife r e n t e s
m a n e r a s y g r a d o s e n q u e la s p e r s o n a s , e n d ife r e n te s c ir c u n sta n c ia s, s o n a fe c ­
tad as p o r la m is m a c a u s a e s tim u la n t e , u n c a s tig o q u e lle v a e l m is m o n o m b r e

176 Por ejemplo, nunca puede valer la pena incurrir en el gasto de un castigo tan atroz
como el de quemar vivo a alguien; mas lo será si se lo hace con vistas a impedir un crimen como
el asesinato o el incendio intencional, que con vistas a impedir que se ponga en circulación
dinero falso. Véase B. I. tit. [Defraudación respecto de la moneda] e [Incendio intencional].
177 E sp rit des L o is, L. VI, cap. 16.
17^SÍ alguien tiene alguna duda sobre esto, debe concebir la ofensa como dividida en tan­
tas ofensas separadas como hay paites distinguibles de perjuicio que resultan de ella. Ha­
gámoslo consistir, por ejemplo, en que un hombre le da a usted diez golpes o le roba diez
chelines. En ese caso, sí por propinarle diez golpes no es mas castigado que por darle cinco,
el darle cinco de estos diez golpes es una ofensa parala cual no hay ningún castigo en abso­
luto; de modo que si se entiende la cuestión, cada vez que un hombre lo golpee a usted cinco
veces, es seguro que lo hará cinco veces más, pues asi se dará el gusto de golpearlo estas últi­
mas cinco veces por nada. D e la misma manera, si por robarle a usted diez chelines no es más
castigado que por robarle cinco, el robo de los restantes cinco de los diez chelines, es una
ofensa para la que no hay castigo alguno. Esta regla es violada en casi todas las páginas de
todos los cuerpos de leyes que yo haya visto alguna vez.
Es dable observar que el provecho, aunque frecuentemente es proporcional al perjuicio,
no lo es constantemente; por ejemplo, cuando un ladrón, junto con las cosas que codicia, roba
<>li as que no le sirven para nada. Esto puede suceder por desenfreno, indolencia, precípíta-
i ión, etcétera.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y LA L E G IS L A C IÓ N / 1 7 5

n o s ie m p r e p r o d u c ir á , n i a u n p a r e c e r á a o t r o s p r o d u c ir , e l m is m o g r a d o d e
d o l o r e n d o s p e r s o n a s d ife r e n te s , p o r ta n to :
Para que la cantidad infligida realmente a cada ofensor individual, se
corresponda con la propuesta para ofensores similares en general, las diver­
sas circunstancias que influyen sobre la sensibilidad deben siempre ser teni­
das en cuenta179.
X V . D e las arrib a m e n c io n a d a s r e g la s d e p r o p o r c ió n , la s c u a tr o p r im e ­
ras, s e g ú n p o d e m o s p e r c ib ir , s ir v e n p a r a m a r c a r lo s lím it e s r e s p e c to d e la d is ­
m in u c ió n ; lo s lim ite s p o r debajo d e l o s c u a le s u n c a s tig o n o d e b e r ía se r dis­
minuido; la q u in ta , lo s lím it e s r e s p e c to d e l a u m e n t o ; lo s lím it e s p o r e n c im a
d e lo s c u a le s n o d e b e r ía s e r aumentado. L o s c i n c o p r im e r o s e s tá n c a lc u la d o s
p a r a s e r v ir c o m o g u ía s d e l le g is la d o r ; e l s e x t o , e s tá c a lc u la d o , e n c ie r ta m e d i­
d a , p a r a el m is m o p r o p ó s it o , p e r o p r in c ip a lm e n t e p a r a g u ia r al j u e z e n su s
e s f u e r z o s d e c o n c o r d a r , p o r a m b o s la d o s , c o n la s in t e n c io n e s d e l le g isla d o r .
X V I . M ir e m o s u n p o c o L a cia a trá s. L a p r im e r a re g la , a f in d e L a c er ia m á s
c o n v e n ie n t e m e n t e a p lic a b le e n la p r á c tic a , p u e d e n e c e s ita r q u iz á se r e x p u e s ­
ta u n p o c o m á s e n d e ta lle . H a d e o b s e r v a r s e , e n t o n c e s , q u e e n aras d e la e x a c ­
titu d , f u e n e c e s a r io , e n lu g a r d e la p a la b r a cantidad, h a c e r u s o d e l t é r m in o
m e n o s p e r s p ic u o v a lo r . P o r q u e la p a la b r a cantidad n o in c lu ir á a d e c u a d a ­
m e n t e la s c ir c u n s ta n c ia s d e c e r t e z a o d e p r o x im id a d ; c ir c u n s ta n c ia s q u e , al
e s tim a r e l v a lo r d e u n a s u m a d e d o l o r o d e p la c e r , s ie m p r e d e b e n s e r te n id a s
e n c u e n t a 180. A h o r a b ie n , p o r u n a p a r te , u n a p o r c i ó n d e c a s tig o es u n a p o r ­
c i ó n d e d o lo r ; p o r o tr a p a r te , u n a p o r c i ó n d e c a s tig o es u n a p o r c i ó n d e d o lo r ,
o l o q u e es e q u iv a le n te a é l. P e r o el p r o v e c h o d e u n a o fe n s a es c o m ú n m e n ­
te m á s s e g u r o q u e el c a s tig o , o lo q u e v ie n e a s e r lo m is m o , a sí s e lo p a r e c e
al m e n o s al o fe n s o r . D e t o d o s m o d o s , e s c o m ú n m e n t e m á s inmediato. Se
s ig u e , p o r ta n to , q u e a f in d e m a n t e n e r su s u p e r io r id a d s o b r e e l p r o v e c h o d e
la o f e n s a , el v a lo r d e l c a s tig o d e b e s e r c o m p u e s t o d e a lg u n a o tr a m a n e r a , e n
p r o p o r c i ó n a a q u e llo e n q u e n o a lc a n z a e l m i s m o n iv e l e n lo s d o s p u n t o s d e
c e r te z a o p r o x im id a d . A h o r a b ie n , n o h a y n in g u n a o tr a f o r m a e n q u e p u e d a
r e c ib ir a d ic ió n a lg u n a a s u v a lo r , e x c e p t o p o r u n a a d ic ió n a s u magnitud.
S ie m p r e q u e e l v a lo r d e l c a s tig o e s tá a u n n iv e l m á s b a jo , y a se a e n c u a n t o a
certeza o proximidad, q u e e l p r o v e c h o d e la o f e n s a , d e b e r e c ib ir u n a a d ic ió n
p r o p o r c io n a l e n c u a n to a magnitud121.
^ Véase el cap. VI [Sensibilidad].
Véase el cap. IV [Valor].
181 Es por esta razón, por ejemplo, que la compensación simple nunca es considerada cas­
tigo suficiente para el robo o el asalto.
176 ( Jeremy Bentham

X V I I . M á s a ú n . P a r a e s ta r s e g u r o s d e d a r u n v a lo r s u p e r io r a l c a s tig o
s o b r e la o f e n s a , p u e d e s e r n e c e s a r io , e n a lg u n o s c a s o s , t e n e r e n c u e n t a e l
f r u t o , n o s ó l o d e la o f e n s a individual a la q u e s e h a d e a d ju d ic a r e l c a s tig o ,
s in o t a m b ié n e l d e otras o f e n s a s d e la misma dase, q u e es p r o b a b le q u e e l
o f e n s o r h a y a c o m e t i d o a n te s s in se r d e t e c t a d o . S e r á im p o s i b l e e v ita r r e c u ­
rrir a e s t e m o d o a le a to r io d e c á lc u lo , s e v e r o c o m o e s , e n c ie r t o s c a s o s- e n
a q u é llo s , p o r e j e m p lo , e n q u e e l p r o v e c h o es p e c u n ia r io , la p o s ib i lid a d d e
d e t e c t a r lo m u y p e q u e ñ a , y c u a n d o e l a c t o a b o r r e c ib le es d e n a tu r a le z a tal
q u e in d i c a u n h á b it o , p o r e j e m p lo , e n l o s c a s o s d e fr a u d e m o n e t a r io . S i n o
s e r e c u r r e a é l, la p r á c tic a d e c o m e t e r la o f e n s a se r á s e g u r a m e n t e , s e g ú n el
b a la n c e d e l c á lc u lo , u n a p r á c t ic a r e m u n e r a tiv a . S i é s e es e l c a s o , e l le g is la d o r
esta rá a b s o lu t a m e n t e s e g u r o d e n o p o d e r s u p r im ir lo , y e l c a s t ig o t o t a l q u e
le c o r r e s p o n d e se r á d e s e c h a d o . E n u n a p a la b r a (p a r a c o n s e r v a r la m is m a
e x p r e s ió n q u e e m p le a m o s a l p r in c ip io ) , la c a n t id a d t o t a l d e l c a s t ig o se r á
ineficaz.
X V I I I . REGLA 7 . T e n ie n d o e n c o n s id e r a c ió n e s ta s c o s a s , p u e d e n e s ta ­
b le c e r s e la s tr e s r e g la s s ig u ie n t e s , c o m o u n c o m p l e m e n t o y e x p lic a c i ó n d e
la r e g la 1.
Para permitir que el valor del castigo supere el del provecho de la ofen­
sa, deberá aumentárselo, en cuanto a magnitud, en proporción a la pérdida
de certeza,
X I X . R e g l a 8. El castigo debe además ser aumentado en cuanto a mag­
nitud, en lapropordón a la pérdida de proximidad.
X X . R e g l a 9. Cuando el acto es concluyentemente indicativo de un há­
bito, deberá aumentarse el castigo de modo que pueda superar el provecho,
no sólo de la ofensa individual\ sino de tales otras ofensas similares que espro­
bable que hayan sido cometidas con impunidadpor el mismo ofensor.
X X I . P u e d e h a b e r a lg u n a s o tr a s c ir c u n s ta n c ia s o c o n s id e r a c i o n e s q u e
p u e d e n in flu ir , e n p e q u e ñ a m e d id a , s o b r e la d e m a n d a d e c a s tig o ; p e r o c o m o
la a d e c u a c ió n d e és ta s n o es t a n p a s ib le d e d e m o s t r a c i ó n , o n o ta n c o n s t a n ­
te, o s u a p lic a c ió n n o ta n d e te r m in a d a c o m o la d e la s a n te r io r e s , p u e d e
d u d a r s e s i v a le la p e n a p o n e r la s e n e l ,m is m o n iv e l q u e la s o tr a s.
X X I I . REGLA 10 . Cuando un castigo, que en cuanto a cualidad estápar­
ticularmente bien calculadopara responderá su intención., no puede existir en
menos de una cierta cantidad; puede a veces ser útil con el fin de emplearlo
para extenderse algo más allá de la cantidad que, por otras razones, sería es­
trictamente necesaria.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 177

X X I I I . R e g l a I I . En particular, éste puede a veces ser el caso, cuando


el castigo propuesto es de tal naturaleza, que está particularmente bien cal­
culado para cumplir el propósito de la ley moralI82.
X X I V . R e g l a 12. L a t e n d e n c ia d e la s a n te r io r e s c o n s id e r a c i o n e s e s la d e
d ic ta r u n a u m e n t o d e l c a s tig o . L a r e g la s ig u ie n t e o p e r a e n e l s e n t id o d e s u
d is m in u c ió n . S e h a v i s t o 183 q u e h a y c ie r to s c a s o s , e n l o s c u a le s , p o r la in flu e n ­
cia d e c ir c u n s ta n c ia s a c c id e n ta le s , e l c a s tig o p u e d e e n t o t a l r e s u lta r p o c o p r o ­
v e c h o s o ; e n el m is m o c a s o , p u e d e o c u r r ir q u e r e s u lte p r o v e c h o s o s ó l o en
p a rte. S e g ú n esto :
Al regular el q u a n t u m del castigo, las circunstancias por las cuales todo
castigo puede resultar infructuoso, han de ser tenidas en cuenta.
X X V . R e g l a 13. H a d e o b s e r v a r s e q u e c u a n t o m á s v a r ia d o y p e q u e ñ o
s e a u n c o n j u n t o d e e s tip u la c io n e s , m a y o r es la p o s ib ilid a d q u e c u a lq u ie r e le ­
m e n t o d a d o e n él n o s e a t e n id o e n c u e n ta , y s in e l c u a l, n o p u e d e s e g u ir s e d e
él n in g ú n b e n e f ic io . L a s d is t in c io n e s , q u e s o n m á s c o m p le j a s d e l o q u e la s
c o n c e p c io n e s d e a q u e llo s c u y a c o n d u c t a e s tá d e s t in a d a a in flu ir p u e d e n c a p ­
tar, se r á n a u n p e o r q u e in ú t ile s . T o d o el s is te m a p r e s e n ta r á u n a a p a r ie n c ia
c o n fu s a ; y p o r ta n to e l e f e c t o , n o s ó l o d e la s p r o p o r c i o n e s e s ta b le c id a s p o r
lo s e le m e n t o s e n c u e s tió n , s in o d e t o d o lo r e la c io n a d o c o n e llo s , se r á d e s ­
t r u id o 184. T r a za r u n a lín e a p r e c is a d e d ir e c c ió n e n u n c a s o s e m e ja n te p a r e c e
im p o s ib le . N o o b s ta n te , a m a n e r a d e m e m e n t o , p u e d e s e r ú t il a d ju n ta r la
s ig u ie n t e reg la .
Entre las estipulaciones ideadaspara perfeccionar laproporción entre cas­
tigos y ofensas, si se presenta alguna que, por sus particulares buenos efectos
propios, no compensaría por el perjuicio que causarían al añadirse al Código,
deberían omitirse1S5.
í82 Puede decirse que un castigo está calculado como para responder ai propósito de una
lección moral cuando, a raíz de la ignominia que imprime sobre la ofensa, está calculado para
inspirar al público sentimientos de aversión hacia aquellos hábitos y disposiciones pernicio­
sos, con los cuales la ofensa parece estar conectada; y en consecuencia, para inculcar los bene­
ficiosos hábitos y disposiciones opuestos.
Es esto, por ejemplo, si es que algo hay, lo que debe justificar la aplicación de un castigo
tan severo como la infamia de una exhibición pública, propuesta de aquí en más, para aquel
que le levanta la mano a una mujer, o a su propio padre. Ver B. I. tit. [Injurias corporales sim­
ples]. Supongo que es en parte por este principio que los legisladores militares se han justifi­
cado por infligir la muerte al soldado que le levanta la mano a su oficial superior.
183 Véase el cap. XHI [Casos no susceptibles], § 4.
184 Véase B. II. tit. [Propósitos], Apéndice, tit. [Composición].
185 A pesar de esta regla, mi temor es que en el modelo resultante, puede pensarse que
he llevado demasiado lejos mis esfuerzos por establecer la proporcionalidad. Hasta ahora se
178 / J er em y B en tham

X X V I . C a b e r e c o r d a r q u e la s a n c ió n p o lít ic a , s ie n d o a q u e lla a la q u e le
c o r r e s p o n d e el c a s tig o q u e s e tie n e e n v is ta a lo la r g o d e t o d o e s te c a p ít u lo ,
es s ó l o u n a d e c u a tr o s a n c io n e s , to d a s las c u a le s p u e d e n c o n t r ib u ir su p a r te
p a r a p r o d u c ir lo s m is m o s e f e c t o s . P u e d e e s p e r a r se , p o r ta n to , q u e al r e g u la r
la c a n t id a d d e c a s t ig o p o l í t i c o , d e b e a d m itir s e la a y u d a q u e p u e d e r e c ib ir d e
e s o s o t r o s p o d e r e s d e c o n t r o l. E s v e r d a d q u e d e c a d a u n a d e las d iv e r sa s
f u e n t e s p u e d e d e r iv a r s e a v e c e s u n a fu e r te a y u d a . P e r o e l c a s o e s q u e (d e ja n ­
d o d e la d o la s a n c ió n m o r a l, e n el c a s o e n q u e s u fu e r z a es e x p r e s a d a m e n t e
a d o p t a d a y m o d if ic a d a p o r la p o lít ic a 186) la f u e r z a d e e s o s o t r o s p o d e r e s n u n ­
c a e s l o s u f ic ie n t e m e n t e d e te r m in a d a c o m o p a r a q u e s e p u e d a d e p e n d e r d e
ella . N o p u e d e n u n c a s e r r e d u c id a , c o m o e l c a s tig o p o lít ic o , a p a r te s e x a c ta s,
n i s e r m e d id a e n n ú m e r o s , c a n tid a d y v a lo r . E l le g is la d o r e s tá p o r ta n t o o b l i ­
g a d o a p r o v e e r e l c o m p l e m e n t o to ta l d e l c a s tig o , c o m o s i e s tu v ie r a s e g u r o d e
n o r e c ib ir n in g u n a a y u d a e n a b s o lu t o d e esa s fu e n te s . S i lo h a c e , t a n t o m e jo r ;
p e r o e n c a s o d e n o r e c ib ir la , e s n e c e s a r io , d e t o d o s m o d o s , q u e h a g a la s e s t i­
p u la c io n e s q u e d e él d e p e n d e n .
X X V I I . P u e d e s e r ú t il, e n e s te lu g a r, r e c a p itu la r la s d iv e r s a s c ir c u n s ta n ­
c ia s q u e d e b e n t e n e r s e e n c u e n t a al e s ta b le c e r la p r o p o r c i ó n e n t r e c a s tig o s
y o f e n s a s . É s ta s p a r e c e n s e r la s s ig u ie n te s :

L En lo qtce concierne a la ofensa:


1. E l p r o v e c h o d e la ofensa;
2 . E l p e r j u ic io d e la o fe n s a ;
3 . E l p r o v e c h o y e l p e r j u ic io d e o tr a s o f e n s a s m a y o r e s o m e n o r e s ,
d e d is tin ta s c la s e s , e n t r e las q u e e l o f e n s o r p u e d e t e n e r q u e o p ta r ;
4 . E l p r o v e c h o y p e r j u ic io d e o tr a s o f e n s a s m a y o r e s o m e n o r e s , d e
la s c u a le s es p r o b a b le q u e el m is m o o f e n s o r h a s id o y a c u lp a b le .

II. En lo que concierne al castigo:


5 . L a m a g n it u d d e l c a s tig o : c o m p u e s t a p o r s u in te n s id a d y d u r a c ió n ;
6 . L a d e f ic ie n c ia d e l c a s t ig o r e s p e c to d e s u se g u r id a d ;
7. L a d e f ic ie n c ia d e l c a s t ig o e n c u a n to a su p r o x im id a d ;

le ha prestado muy poca atención. Montcsquieu parece haber sido prácticamente el primero
que ha tenido la más mínima de una cosa semejante. En tal cuestión, por tanto, parece prefe­
rible optar por exceso que por defecto. La dificultad reside en inventar; una vez hecho esto,
si algo parece superfluo, es fácil operar una reducción.
1S6 y er p y tit. [Castigo].
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 1 7 9

8. L a c u a lid a d d e l c a s tig o ;
9. L a v e n ta ja a c c id e n ta l e n v e z d e la c a lid a d d e l c a s tig o , n o e x tr ic ta -
m e n t e n e c e s a r ia e n v is ta d e la c a lid a d .
10. E l e m p le o d e u n c a s tig o d e u n a c u a lid a d p a r tic u la r , a la m a n e r a
d e u n a l e c c ió n m o r a l.

III. En lo que concierne a l ofensor:


1 1 . L a r e s p o n s a b ili d a d d e la c la s e d e p e r s o n a s a la s q u e s e e s tá p o r
o fe n d e r ;
1 2 . L a s e n s ib ilid a d d e c a d a o f e n s o r p a rticu la r ;
13. L o s m é r it o s p a r tic u la r e s o c u a lid a d e s ú tile s d e c u a lq u ie r o f e n s o r
p a rticu la r, e n e l c a s o d e u n c a s tig o q u e p o d r ía p r iv a r a la c o m u ­
n id a d d e l b e n e f ic io d e lo s m is m o s ;
14. L a c a n tid a d d e o f e n s o r e s e n c u a lq u ie r o c a s ió n p a r tic u la r .

IV . En lo que concierne a l público, e n c u a lq u ie r c o y u n t u r a p a rticu la r :


15. L as in c lin a c io n e s d e la g e n te , a fa v o r o e n c o n t r a d e c u a lq u ie r
c a n tid a d o m o d o d e c a stig o ;
16. L a s in c lin a c io n e s d e p o te n c ia s ex tr a n jer a s.

V. En lo que concierne a la ley; es d ecir, al p ú b lic o , p a r a su c o n t in u id a d .


1 7. L a n e c e s id a d d e h a c e r p e q u e ñ o s s a c r if ic io s , e n c u a n t o a p r o p o r ­
c io n a lid a d , e n p r o d e la s im p lic id a d .

X X V III. H a y a lg u n o s , q u iz á , q u e a p r im e r a v is ta p u e d a n c o n s id e r a r la
s u tile z a e m p le a d a e n e l a ju s te d e ta le s r e g la s c o m o u n tr a b a jo in ú til: p o r q u e
la g r o s e r a ig n o r a n c ia , d ir á n , n u n c a s e m o le s t a r e s p e c to d e las le y e s , y la p a ­
s ió n n o ca lcu la . P e r o e l m a l d e la ig n o r a n c ia p u e d e s e r c u r a d o 187; y e n c u a n ­
t o a la a fir m a c ió n d e q u e la s p a s io n e s n o c a lc u la n , c o m o la m a y o r ía d e la s
p r o p o s ic io n e s s e n t e n c io s a s , n o es v e r d a d e r a . C u a n d o a s u n t o s d e s e m e ja n te
im p o r ta n c ia c o m o e l d o l o r y e l p la c e r e s tá n e n j u e g o , y e llo e n e l g r a d o m á s
a lto (las ú n ic a s c u e s t io n e s q u e p u e d e n te n e r im p o r ta n c ia ). ¿ A c a s o h a y a l­
g u ie n q u e n o c a lc u le ? L o s h o m b r e s c a lc u la n , a lg u n o s c o n m e n o s e x a c titu d ,
o t r o s c o n m á s. Y o n o d ir ía q u e n i s iq u ie r a u n lo c o n o c a lc u la 188. L a p a s ió n
c a lcu la , m á s o m e n o s , e n t o d o s lo s h o m b r e s ; e n d is t in t o s h o m b r e s , s e g ú n e l
c a lo r o fria ld a d d e su s d is p o s ic io n e s ; d e a c u e r d o c o n la fir m e z a o ir r ita b ili-

Ver Apéndice, tit. [Promulgación],


Se observan pocos insanos que no teman al chaleco de fuerza.
180 / J e r e m y B en th a m

d a d d e s u s m e n te s; d e a c u e r d o c o n la n a tu r a le z a d e l o s m o t i v o s q u e a c tú a n
s o b r e e llo s . A f o r t u n a d a m e n t e , d e t o d a s la s p a s io n e s , la q u e s e p r e s t a m á s al
c á lc u lo , e s a q u e lla c u y o s e x c e s o s la s o c ie d a d m á s te m e , e n r a z ó n d e s u f u e r ­
z a , c o n s t a n c ia y u n iv e r s a lid a d 189; q u ie r o d e c ir , a q u e lla q u e r e s p o n d e al m o t i ­
v o d e l in te r é s p e c u n ia r io ; d e m o d o q u e e s ta s s u tile z a s , s i d e b e lla m á r se la s
a sí, t i e n e n la m e j o r o p o r t u n id a d d e se r e f ic a c e s , c u a n d o l o m á s im p o r t a n t e
e s la e fic a c ia .

*89Véase el cap. xíi [Consecuencias], xxxm.


C a p ít u l o X V

Acerca de las propiedades que


han de otorgarse a una parcela de castigo

I. H e m o s m o s t r a d o c u á le s s o n las r e g la s q u e h a n d e o b s e r v a r s e al e s ta b le c e r
la p r o p o r c i ó n e n tr e e l c a s t ig o y la o f e n s a . L a s p r o p ie d a d e s a d ju d ic a d a s e n
c a d a c a s o a u n a p a r c e la d e c a s tig o , se r á n p o r s u p u e s t o las q u e s e n e c e s it e n a
f in d e q u e r e s u lte n a p ta s p a r a se r a p lic a d a s d e c o n f o r m id a d c o n d ic h a s reg la s;
la cualidad se r á r e g u la d a p o r la cantidad.
II. L a p r im e r a d e esa s r e g la s, c o m o r e c o r d a r e m o s , era q u e la c a n tid a d d e
c a s t ig o n o d e b e se r m e n o r , e n n in g ú n c a s o , a lo s u fic ie n t e p a r a s u p e r a r e l
p r o v e c h o d e la o fe n sa ; p u e s t o q u e s ie m p r e q u e s e a m e n o r , e l l o t e e n t e r o (a
m e n o s q u e a c c id e n ta lm e n t e la d e fic ie n c ia fu e r a s u p lid a p o r a lg u n a s d e las
o tr a s s a n c io n e s ) es d e sc a r ta d o ; es ineficiente. L a q u in ta era q u e e l c a s tig o n o
d e b ía e n n in g ú n c a s o se r m a y o r q u e l o r e q u e r id o p o r las o tr a s re g la s; p u e s ­
t o q u e si lo fu e r a , t o d o lo q u e e s té p o r e n c im a d e e sa c a n tid a d e s innecesario.
L a cu a r ta era q u e el c a s tig o d e b e a ju sta r se d e ta l m a n e r a a c a d a o f e n s a in d i­
v id u a l, q u e c a d a p a r te d e l p e r j u ic io d e e s a o f e n s a t e n g a s u p e n a (e s d ecir, u n
m o t i v o tu te la r ) p a r a co n tr a r r e sta r lo ; d e o t r o m o d o , r e s p e c to d e a q u e lla p a r te
d e la o f e n s a q u e n o t e n g a u n a p e n a c o r r e s p o n d ie n t e , es c o m o s i n o h u b ie r a
c a s tig o p a r a e l c a s o . A h o r a b ie n , a n in g u n a d e e s ta s r e g la s p u e d e c o r r e s p o n ­
d e r le u n l o t e d e c a s tig o , a m e n o s q u e , p o r c a d a v a r ia c ió n e n c u a n t o a c a n ti­
d a d e n e l p e r j u ic io d e la e s p e c ie d e o f e n s a a l c u a l s e lo r e la c io n a , ta l l o t e d e
c a s t ig o a d m ita u n a v a r ia c ió n c o r r e s p o n d ie n te . P a r a p r o b a r e s t o , s u p o n g a ­
m o s q u e e l lo t e d e la o fe n s a a d m ite u n a m u lt it u d d e g r a d o s. S u p o n g á m o s lo ,
p u e s , e n u n o c u a lq u ie r a d e e s t o s g r a d o s: S i el c a s tig o es m e n o r q u e lo q u e
c o r r e s p o n d e a d ic h o g r a d o , se r á ineficaz; se r á e n e s a m e d id a d e s p e r d ic ia d o ;
182 / J er em y B e n t h a m

m á s a ú n , e n la m e d id a e n q u e s e a m p líe la d ife r e n c ia , se r á innecesario; se rá ,


p o r ta n t o , d e s p e r d ic ia d o t a m b ié n e n e s e c a s o .
L a p r im e r a p r o p ie d a d , p o r ta n to , q u e d e b e a d ju d ic a r s e a u n a p a r c e la d e
c a s tig o , es la d e s e r v a r ia b le e n c u a n t o a c a n tid a d , d e a c u e r d o c o n c a d a v a r ia ­
c i ó n q u e p u e d a t e n e r lu g a r e n e l p r o v e c h o o p e r ju ic io d e la o f e n s a . E s ta p r o ­
p ie d a d p o d r ía ta l v e z s e r d e n o m in a d a c o n u n a s o la p a la b r a : variabilidad.
III. U n a s e g u n d a p r o p ie d a d , ín tim a m e n te c o n e c t a d a c o n la a n te rio r ,
p u e d e se r lla m a d a uniformidad. S e r v ir á d e p o c o q u e u n a f o r m a d e c a s tig o
( a d e c u a d a e n t o d o o t r o r e s p e c t o ) h a y a s id o e s ta b le c id a p o r u n le g is la d o r ; y
q u e se a a p ta p a r a s e r a u m e n ta d a o d is m in u id a a c u a lq u ie r g r a d o q u e p u e d a
r e q u e r ir se ; si d e s p u é s d e t o d o , c u a lq u ie r a s e a el g r a d o q u e s e elija , é s te p u e d e
s e r s u s c e p t ib le , s e g ú n la s c ir c u n s ta n c ia s , a p r o d u c ir u n a g r a n m e d id a d e
d o lo r , o u n a m u y p e q u e ñ a , o a u n n in g u n a e n a b s o lu t o . E n e s t e c a s o , c o m o
e n e l a n terio r, s í la s c ir c u n s ta n c ia s s e p r e s e n ta n d e u n a m a n e r a d e te r m in a d a ,
s e p r o d u c ir á u n a lt o g r a d o d e d o l o r q u e se r á innecesaria}', si d e o tr a m a n e r a ,
n o s e p r o d u c ir á n in g ú n d o lo r o n in g u n o q u e s e a eficaz. U n c a s tig o , c u a n d o
e s s u s c e p t ib le d e e s ta ir r e g u la r id a d , p u e d e se r lla m a d o n o u n ifo r m e ; c u a n d o
e s tá lib r e d e ella , u n if o r m e . E s v e r d a d q u e la c a n tid a d d e p la c e r p r o d u c id a
p o r e l c a s tig o , d e p e n d e r á e n u n a m e d id a c o n s id e r a b le d e c ir c u n s ta n c ia s d is ­
t in ta s d e la n a tu r a le z a d e l c a s tig o m is m o , s e g ú n la c o n d i c i ó n e n q u e s e e n ­
c u e n t r e el o f e n s o r r e s p e c t o d e la s c ir c u n s ta n c ia s p o r la s q u e e s s u s c e p t ib le d e
s e r in flu id o . P e r o la in flu e n c ia d e e s ta s c ir c u n sta n c ia s se r á e n m u c h o s c a s o s
r e c íp r o c a m e n te in f lu id a p o r la n a tu r a le z a d e l c a stig o ; e n o tr a s p a la b r a s, e l
d o l o r p r o d u c id o p o r c u a lq u ie r f o r m a d e c a s tig o se r á e l e f e c t o c o n j u n to d e l
c a s tig o q u e s e a p lic a a a lg u ie n y la s c ir c u n s ta n c ia s e n la s c u a le s es e x p u e s t o a
él. A h o r a b ie n , h a y a lg u n o s c a s tig o s c u y o e f e c t o es s u s c e p t ib le d e su fr ir u n a
a lte r a c ió n m a y o r p o r la in flu e n c ia d e ta le s c ir c u n s ta n c ia s e x te r n a s, q u e la s
q u e p u e d e su fr ir e l e f e c t o d e o t r o c a s tig o . H a s t a a h o r a , e n t o n c e s , p u e s t o q u e
é s te es el c a s o , la u n if o r m id a d o fa lta d e e lla p u e d e n se r c o n s id e r a d a s c o m o
p r o p ie d a d e s p e r t e n e c ie n t e s al c a s tig o m is m o .
IV. U n e j e m p lo d e u n a fo r m a d e c a s tig o q u e t ie n d e a n o s e r u n if o r m e es
la d e l exilio, c u a n d o el locus a quo ( o lu g a r d e l c u a l la p a r te es ex ilia d a ) es a l­
g ú n lu g a r d e t e r m in a d o p o r la le y , q u e q u iz á s al o f e n s o r n o le im p o r te v o lv e r
o n o a v e r io . E s te e s t a m b ié n e l c a s o r e s p e c t o d e l c a s tig o pecuniario o casipe-
cuniario, c u a n d o c o n c ie r n e a a lg u n a e s p e c ie p a r tic u la r d e p r o p ie d a d , d e la
c u a l e l o f e n s o r p u e d e h a b e r e s ta d o o n o e n p o s e s i ó n , s e g ú n s e a e l c a s o . T o d o s
e s t o s c a s tig o s p u e d e n s e r d iv id id o s e n p a r c e la s y m e d id o s c o n la m á x im a s u ­

I
L O S P R IN C IP IO S D E LA M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 18 3

tile z a ; s ie n d o al m e n o s d iv is ib le s p o r t ie m p o , si p o r n in g u n a o tr a c o s a . P o r
ta n t o , n in g u n o d e e l lo s es d e f e c t u o s o r e s p e c to d e la v a r ia b ilid a d ; y s in e m ­
b a r g o , e n m u c h o s c a s o s , e s te d e f e c to r e s p e c t o d e la u n if o r m id a d p u e d e h a ­
c e r lo s ta n p o c o a p to s p a r a su e m p le o c o m o s i lo fu e r a n 190.
V. L a te r c e r a r e g la d e p r o p o r c i ó n er a q u e , c u a n d o d o s o f e n s a s e n tr a n e n
c o m p e t e n c ia , e l c a s t ig o p a ra la o fe n s a m á s g r a n d e d e b e s e r s u fic ie n t e p a r a
in d u c ir a u n h o m b r e a p r e fe r ir la m e n o r . A h o r a b ie n , p a r a q u e se a s u f i c ie n ­
te p a r a e s te fin , d e b e s e r e v id e n te y u n if o r m e m e n t e m a y o r ; m a y o r , n o s ó l o a
la v ís ta d e a lg u n o s h o m b r e s , s in o d e t o d o s lo s q u e s o n s u s c e p t ib le s d e e n c o n ­
tr a se en la s it u a c ió n d e e le g ir u n a e n tr e la s d o s o f e n s a s , es d ecir, e n e f e c t o , d e
t o d a la h u m a n id a d . E n o tr a s p a la b r a s, l o s d o s c a s tig o s d e b e n s e r p e r f e c t a ­
m e n te conmensurables. P o r t a n to , s u r g e u n a te r c e r a p r o p ie d a d , q u e puede
lla m a r s e conmensurabilidad, o se a , c o n r e fe r e n c ia a o t r o s c a s t ig o s 191.
V I . P e r o lo s c a s t ig o s d e d is tin ta s c la s e s s o n e n m u y p o c o s c a s o s u n i f o r ­
m e m e n t e m á s g r a n d e s u n o q u e o tr o ; e s p e c ia lm e n t e , c u a n d o l o s g r a d o s i n f e ­
r io r e s d e a q u e l q u e e s o r d in a r ia m e n te e l m a y o r , s o n c o m p a r a d o s c o n lo s
g r a d o s m á s a lto s d e a q u e l q u e es o r d in a r ia m e n t e el m e n o r ; e n o tr a s p a la ­
b r a s, lo s c a s t ig o s d e d is t in t a s c la se s s o n e n p o c o s c a s o s u n if o r m e m e n t e c o n ­
m e n s u r a b le s . E l ú n i c o m e d io u n iv e r s a l d e h a c e r q u e d o s p a r c e la s d e c a s t i­
g o s e a n p e r f e c t a m e n t e c o n m e n s u r a b le s , es h a c ie n d o q u e e l m e n o r s e a u n
in g r e d ie n t e e n la c o m p o s i c i ó n d e l m a y o r . E s t o p u e d e h a c e r s e e n u n a d e d o s
fo r m a s :
1. A ñ a d ie n d o al c a s tig o m e n o r o tr a c a n tid a d d e c a s tig o d e la m is m a cla se,
2 . A g r e g a n d o a é l Otra c a n tid a d d e u n a c la se d ife r e n te .
L a s e g u n d a f o r m a n o es m e n o s s e g u r a q u e la p r im e r a ; p o r q u e , a u n q u e
n o s e p u e d a n u n c a e s ta r a b s o lu ta m e n te s e g u r o d e q u e , a la m is m a p e r s o n a ,
u n c a s t ig o d a d o le p a r e c e r á m á s g r a n d e q u e o t r o c a s tig o d a d o ; n o o b s ta n te ,

190 Según ei derecho inglés, hay diversas ofensas que se castigan con la pérdida total de
bienes muebles, sin extenderse a los inmuebles. Este es el caso del suicidio, y con ciertas cla­
ses especiales de robo y homicidio. En algunos casos, éste es el castigo principal; en otros, aun
el único. La consecuencia es que, si sucede que la fortuna de un hombre consiste en bienes
muebles, éste quedará en la ruina; si consiste en inmuebles, no sufrirá en absoluto.
I9* Véase In sp e c c ió n d e l P ro y e c to d e T r a b a jo F o r z a d o , Londres, 1778, p. 100.
Para la idea de esta propiedad debo reconocer mi deuda con una carta anónima en la
C r ó n ic a d e S t. J a m e s , del 27 de septiembre de 1777; cuyo autor me es totalmente descono­
cido. Si alguien estuviese dispuesto a tomar a la ligera la instrucción, debido al canal por el
que fuera en principio comunicada, que me diga dónde puedo encontrar una idea más inge­
niosa u original.
184 / JE R E M Y BEN TH A M

se p u e d e e s ta r s ie m p r e a b s o lu t a m e n t e - s e g u r o d e q u e c u a lq u ie r c a s tig o d a d o ,
au n c u a n d o s ó lo sea c o n te m p la d o , p a rec er á m á s g ra n d e q u e n in g u n o en
a b s o lu t o .
V I L N u e v a m e n t e : E l c a s t ig o n o p u e d e a c tu a r s i n o e s tá n p r e s e n t e s a la
r p e n te la id e a d e é s te y d e s u c o n e x i ó n c o n la o f e n s a . L a id e a , s i n o e s tá p r e ­
s e n t e , n o p u e d e a c tu a r e n a b s o lu t o ; y e n t o n c e s e l c a s t ig o m i s m o se r á ine­
ficaz. A h o r a b ie n , p a r a e s ta r p r e s e n t e , d e b e s e r r e c o r d a d a , y p a r a s e r r e c o r ­
d a d a d e b e h a b e r s id o a p r e n d id a . P e r o d e t o d o s l o s c a s t ig o s q u e p u e d a n
im a g in a r s e , n o h a y n in g u n o c u y a c o n e x i ó n c o n la id e a s e a ta n fá c il d e a p r e n ­
d e r o ta n e f ic a z m e n te r e c o r d a d a , c o m o a q u e llo s c u y a id e a e s tá y a e n p a r te
a s o c ia d a c o n a lg u n a p a r te d e la id e a d e la o fe n s a ; c o m o e s e l c a s o c u a n d o u n a
y o tr a t ie n e n a lg u n a c ir c u n s ta n c ia q u e le s p e r t e n e c e e n c o m ú n . C u a n d o é s te
es e l c a s o c o n u n c a s tig o y u n a o f e n s a , s e d ic e q u e e l c a s tig o t ie n e a lg u n a ana­
logía c o n la o fe n s a , o es característico d e e lla 192. P o r t a n t o , lo característico es
u n a c u a r ta p r o p ie d a d , q u e p o r e s ta r a z ó n d e b e a tr ib u ir se , s ie m p r e q u e p u e d a
h a c é r s e lo c o n v e n ie n t e m e n t e , a u n a p a r c e la d e c a s t ig o .
V I I I . E s o b v io q u e e l e f e c t o d e e s te a r t ilu g io s e r á m a y o r e n la m e d id a
en q u e la a n a lo g ía lo se a . C u a n t o más importante193 s e a e s ta c ir c u n s ta n c ia
q u e t ie n e n e n c o m ú n , m á s c e r c a n a se r á la a n a lo g ía . A h o r a b ie n , la c ir c u n s ­
ta n c ia m á s im p o r ta n t e q u e p u e d e c o r r e s p o n d e r a u n a o f e n s a y u n c a s tig o e n
c o m ú n , es e l d a ñ o o p e r j u ic io q u e p r o d u c e n . L a m á s p r ó x im a a n a lo g ía , p o r
t a n to , q u e p u e d e s u b s is t ir e n t r e u n a o f e n s a y e l c a s t ig o a e lla a s ig n a d o , e s
la q u e s u b s i s t e e n tr e e llo s c u a n d o e l p e r j u ic io o d a ñ o q u e p r o d u c e n e s d e la
m is m a n a tu r a le z a ; e n o tr a s p a la b r a s , a q u e lla c o n s t it u id a p o r la c ir c u n s t a n ­
cia d e la id e n t id a d r e s p e c t o d e l d a ñ o 194. E n c o n s e c u e n c ia , la f o r m a d e c a s ti­
g o , q u e p o r e n c im a d e t o d a s l o s d e m á s p r e s e n t a la m á s p r ó x im a a n a lo g ía
c o n la o f e n s a , es la q u e e n e l s e n t id o p r o p io y e x a c t o d e la p a la b r a s e lla m a
represalia. P o r ta n to , e n l o s p o c o s c a s o s e n q u e e lla es p r a c tic a b le , te n d r á
u n a g r a n v e n ta ja s o b r e c u a lq u ie r o tr a fo r m a d e c a s t ig o .
IX . N u e v a m e n t e : E s s ó l o la id e a d e l c a s t ig o ( o , e n o tr a s p a la b r a s, e l c a s ­
tig o aparente) lo q u e r e a lm e n t e a c tú a s o b r e la m e n t e ; e l c a s t ig o m i s m o (e l

192 Véase Montesquieu, D e l e sp íritu d e las leyes, L. XII. cap. rv. Parece tener en vista la
propiedad de lo característico; pero que la idea que tenía de ella es muy confusa, se advierte
por las extravagantes ventajas que le atribuye.
193 Véase el cap. Vil [Acciones], ni.
*94 Además de éste, hay una variedad de otras formas en que el castigo puede presentar
una analogía con la ofensa. Esto se verá pasando revista a la lista de castigos.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 185

c a s tig o real), n o a c tú a m á s a llá q u e d a n d o o r ig e n a e s a id e a . E s e l c a s t ig o a p a ­


r e n te , p o r ta n to , el q u e c u m p l e c o n t o d o e l s e r v ic io , q u ie r o d e c ir p o r v ía d e
e j e m p lo , q u e es e l o b j e t o p r in c ip a l193*195. E s el c a s tig o r e a l e l q u e c a u sa t o d o el
p e r j u ic io 196. A h o r a b ie n , la m a n e r a o r d in a r ia y o b v ia d e a u m e n t a r la m a g ­
n itu d d e l c a s tig o a p a r e n te , e s a u m e n t a n d o la m a g n it u d d e l real. L a a p a r e n te
m a g n it u d , s in e m b a r g o , p u e d e h a sta c ie r to p u n t o s e r a u m e n ta d a p o r o t r o s
m e d io s m e n o s c o s t o s o s ; p o r t a n t o , s ie m p r e q u e al m is m o t ie m p o q u e e s to s
m e d io s m á s e c o n ó m ic o s h a b r ía n r e s p o n d id o a e s e fin , s e e m p le a u n c a s tig o
real a d ic io n a l, e s te c a s tig o r e a l a d ic io n a l es innecesario. E n c u a n to a e s to s
m e d io s m e n o s c o s t o s o s , c o n s i s t e n en:

1. E n Ja e le c c ió n d e u n a f o r m a p a r tic u la r d e c a s tig o , u n c a s tig o d e


u n a c u a lid a d p e c u lia r , i n d e p e n d ie n t e d e la c a n t id a d 197.
2 . E n u n c o n j u n t o p a r tic u la r d e solemnidades, d is tin ta s d e l c a s tig o
m is m o , y a c o m p a ñ a n d o su e j e c u c ió n 19®.

X . U n a f o r m a d e c a s t ig o , s e g ú n q u e su a p a r ie n c ia g u a r d e u n a p r o p o r ­
c i ó n m a y o r c o n la r e a lid a d , p u e d e d e c ir s e q u e es m á s ejemplar. A h o r a b ie n ,
e n c u a n to a lo q u e c o n c ie r n e a la e l e c c ió n d e l c a s tig o m is m o , n o h a y n in g ú n
m e d io p o r e l c u a l u n a c a n t id a d d e c a s tig o d a d a p u e d a s e r u n h e c h o m á s
ejem p la r, q u e e lig ié n d o lo d e u n a c la se ta l q u e g u a r d e u n a a n a lo g ía c o n la
o fe n s a . H e a q u í o tr a r a z ó n p a r a h a c e r q u e el c a s tig o s e a análogo, o en o tro s
t é r m in o s , c a r a c te r ís tic o d e la o f e n s a .
X I . D e b e r e c o r d a r s e q u e , n o o b s ta n te , el c a s tig o es e n s í m is m o u n g a s ­
to : es e n s í m is m o u n m a l199. D e a c u e r d o c o n e s to , la q u in ta r e g la d e p r o p o r ­
c ió n d ic ta m in a n o p r o d u c ir m á s d e é l q u e lo q u e e x ig e n la s o tr a s r e g la s. P e r o
e s t o s u c e d e ta n p r o n t o c o m o s e p r o d u c e c u a lq u ie r p a r tíc u la d e d o lo r , q u e
n o c o n t r ib u y e e n n a d a al e f e c t o b u s c a d o . A h o r a b ie n , si c u a lq u ie r f o r m a d e
c a s tig o e s m á s a p ta q u e o t r a p a r a p r o d u c ir tal d a ñ o s u p e r ñ u o e in n e c e s a r io ,
p u e d e d e n o m in a r s e no frugal, sí m e n o s , p u e d e d e n o m in a r s e frugal. La
frugalidad e s , p o r t a n t o , u n a s e x t a p r o p ie d a d d e s e a b le p a r a u n a f o r m a d e
c a s t ig o .

193 Véase el cap. XIII [Casos no susceptibles], § 1, 2. nota.


í96 I b i d . § 4. par. ni.
í97 Véase B. I. tit. [Castigos].
*9^ Véase B. II. tit. [Ejecución].
í99 Véase el cap. XIII [Casos no susceptibles], par. ni.
1 8 6 / JEREMY BENTHAM

X I I . L a p e r f e c c i ó n d e la- fr u g a lid a d , e n u n a f o r m a d e c a s tig o , s e d a n o


s ó l o c u a n d o n o s e p r o d u c e n in g ú n d o lo r s u p e r f lu o a la p e r s o n a c a s tig a d a ,
s in o q u e a u n la m is m a o p e r a c ió n p o r la c u a l es s o m e t i d o al d o lo r , r e s p o n d e
al p r o p ó s it o d e p r o d u c ir p la c e r r e s p e c to d e a lg u n a o tr a p e r s o n a . E n t e n d a ­
m o s u n p r o v e c h o o u n a c u o t a d e p la c e r d e la c la s e e g o ís ta ; p u e s u n p la c e r d e
la c la se a n tis o c ia l s e p r o d u c e c a s i e n c o n s e c u e n c ia e n t o d a s la s p e r s o n a s e n
c u y o p e c h o la o f e n s a h a p r o v o c a d o e l s e n t im ie n t o d e m a la v o lu n t a d . A h o r a
b ie n , é s te es e l c a s o d e l c a s tig o p e c u n ia r io , c o m o t a m b ié n c o n c a s tig o s ta le s
d e la c la se casipecuniaria, q u e c o n s is t e n e n la s u s tr a c c ió n d e u n a c la se d e p o ­
s e s ió n q u e es tr a n s fe r id le d e u n a a o tr a p a r te 200. E l p la c e r , p o r c ie r to , p r o d u ­
c i d o p o r tal o p e r a c ió n , n o es e n g e n e r a l ig u a l al d o lo r ; p u e d e , s in e m b a r g o ,
s e r lo , e n c ir c u n s ta n c ia s p a r tic u la r e s , c o m o c u a n d o a q u e l d e q u ie n la c o s a e s
a rreb a ta d a , es m u y r ic o , y a q u e l a q u ie n s e le o t o r g a es m u y p o b r e ; y se a
c o m o sea, es s ie m p r e m u c h o m á s q u e l o q u e p u e d e s e r p r o d u c i d o p o r c u a l­
q u ie r o tr a f o r m a d e c a s tig o .
X I I I . L a s p r o p ie d a d e s d e e je m p la r id a d y fr u g a lid a d p a r e c e n p e r s e g u ir e l
m is m o fin in m e d ia t o , a u n q u e p o r v ía s d ife r e n te s . A m b a s s e o c u p a n d e d is ­
m in u ir la p r o p o r c i ó n e n tr e e l s u f r im ie n t o rea l y e l a p a r e n te ; p e r o la e j e m ­
p la r id a d t ie n d e a a u m e n ta r e l a p a r e n te , y la fr u g a lid a d a r e d u c ir el real
X IV . L o d ic h o e s s u fic ie n t e r e s p e c to d e las p r o p ie d a d e s q u e d e b e n c o ­
r r e s p o n d e r a lo s c a s tig o s e n g en er a l; a c u a le s q u ie r a o f e n s a s a la s q u e h a n d e
a p lica r se . L a s q u e s ig u e n s o n d e m e n o r im p o r ta n c ia , o b ie n p o r q u e s e r e f ie ­
r e n s ó lo a cier ta s o f e n s a s e n p a r tic u la r , o p o r d e p e n d e r d e la in flu e n c ia d e c ir ­
c u n s ta n c ia s tr a n s ito r ia s y lo c a le s .
E n p r im e r lu g a r, l o s c u a tr o f in e s d is t in t o s e n q u e es d iv is ib le 201, p u e d e d a r
o r ig e n a m u c h a s p r o p ie d a d e s d istin ta s, s e g ú n c u a lq u ie r m o d o p a r tic u la r d e
c a s tig o p a r e z c a s e r m á s p a r tic u la r m e n te a d e c u a d o p a r a a lc a n z a r u n o u o t r o
d e e s o s fin e s. A l d e l ejemplo, p u e s t o q u e es el p r in c ip a l, y a s e h a a s ig n a d o u n a
p r o p ie d a d p a r tic u la r . Q u e d a n l o s tr e s in fe r io r e s , d e reforma, inhabilitación
y compensación.
X V . U n a s é p t im a p r o p ie d a d , d e s e a b le e n u n a f o r m a d e c a s tig o , es la d e
sometimiento a la reforma o tendencia reformadora. A h o r a b ie n , t o d o c a s ti­
g o es s o m e t im ie n t o a r e fo r m a e n p r o p o r c i ó n a s u cantidad; p u e s c u a n to m á s
g r a n d e se a e l c a s tig o q u e h a y a e x p e r im e n ta d o u n h o m b r e , m á s fu e r te es s u

Ib, nota.
Véase el cap. x m [Casos no susceptibles], par. II. nota.
L O S P R IN C IP IO S D E LA M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 1 8 7

te n d e n c ia a p r o d u c ir e n é l a v e r s ió n h a c ia la o fe n s a q u e l o c a u s ó ; y e s t o es a s í
r e s p e c to d e to d a s la s o f e n s a s p o r ig u a l. P e r o h a y c ie r to s c a s tig o s q u e , r e s ­
p e c t o d e c ie r ta s o f e n s a s , t ie n e n u n a te n d e n c ia p a r tic u la r a p r o d u c ir e s e e f e c ­
to en ra zó n d e su cualidad; y c u a n d o é s t e e s el c a s o , l o s c a s t ig o s e s c u e s t ió n ,
a p lic a d o s a la s o f e n s a s e n c u e s t ió n , 'se r á n p r o tanto m á s v e n t a j o s o s q ue to d o s
l o s d e m á s . E s ta in flu e n c ia d e p e n d e r á d e la n a tu r a le z a d e l m o t i v o q u e e s la
c a u s a d e la o fe n sa ; e l c a s tig o m á s s u b o r d in a d o a r e fo r m a se r á d e la c la s e q u e
e s té m e j o r c a lc u la d a p a r a in v a lid a r la f u e r z a d e e s e m o t iv o .
X V I . A s í, e n o f e n s a s o r ig in a d a s e n e l m o t iv o d e la m a la v o lu n t a d 20203, e l
c a s tig o m e j o r c a lc u la d o p a r a d e b ilita r la fu e r z a d e lo s s e n t im ie n t o s ir a s c ib le s
e s el q u e t ie n e la m á s fu e r te t e n d e n c ia r e fo r m a d o r a . Y m á s p a r tic u la r m e n te ,
e n la c la se d e o f e n s a q u e c o n s is t e e n u n r e c h a z o o b s t in a d o , p o r p a r te d e l
o fe n s o r , a h a c e r a lg o q u e le e s le g a lm e n te r e q u e r id o 203, y e n e l c u a l la o b s t i­
n a c ió n es e n g r a n m e d id a m a n t e n id a p o r s u r e s e n t im ie n to c o n tr a a q u e llo s
q u e tie n e n in te r é s e n f o r z a r lo a o b e d e c e r , e l c a s tig o m á s e f ic a z p a r e c e s e r e l
d e lim it a c ió n a u n a d ie ta esc a sa .
X V I I . A s í, e n t o n c e s , e n la s o fe n s a s q u e d e b e n s u o r ig e n a la in f lu e n c ia
c o n j u n ta d e la in d o le n c ia y e l in te r é s p e c u n ia r io , el c a s tig o q u e p a r e c e t e n e r
la m á s f u e r te t e n d e n c ia r e fo r m a d o r a es a q u e l m e jo r c a lc u la d o p a r a d e b ilita r
la fu e r z a d e la p r im e r a d e e sa s d is p o s ic io n e s . Y m á s, e n p a rticu la r , e n lo s
c a s o s d e r o b o , m a lv e r s a c ió n y t o d a e s p e c ie d e fr a u d e , la f o r m a d e c a s tig o
m e j o r a d a p ta d a a e s t e p r o p ó s i t o p a r e c e ser, e n la m a y o r ía d e lo s c a s o s , la d e
tra b a jo f o r z a d o .
X V I I I . U n a o c t a v a p r o p ie d a d a se r a d ju d ic a d a e n c ie r to s c a s o s a u n a p a r ­
c e la d e c a s tig o , es la d e eficacia respecto de la inhabilitación, o c o m o p o d r ía
s e r d e n o m in a d a m á s b r e v e m e n te , eficacia inhabilitante. E s ta es u n a p r o p i e ­
d a d q u e p u e d e a g r e g a r s e a la p e r f e c c i ó n a u n a p a r c e la d e c a s tig o ; y e llo c o n
m u c h a m a y o r s e g u r id a d q u e la p r o p ie d a d d e s o m e t im ie n t o a la r e fo r m a . E l
in c o n v e n ie n t e e s q u e e s ta p r o p ie d a d es a p ta , en g e n e r a l, a c o n tr a r r e s ta r la d e
la fr u g a lid a d ; p o r n o h a b e r, e n la m a y o r p a r te d e lo s c a s o s , n in g u n a f o r m a
s e g u r a d e in h a b ilita r a u n h o m b r e p a r a h a c e r d a ñ o s in , al m is m o t ie m p o ,
in h a b ilita r lo e n g r a n m e d id a p a r a h a c e r e l b ie n , y a s e a a s í m is m o c o m o a
o t r o s . E l p e r j u ic io d e la o f e n s a , p o r ta n t o , d e b e se r ta n g r a n d e c o m o p a r a r e ­
q u e r ir u n lo t e m u y g r a n d e d e c a s tig o , a f in d e s e r v ir d e e j e m p lo , a n te s d e

202 Véase el cap. X [Motivos].


Véase B. I. tit. [Ofensas contra la justicia].
1 8 8 / JEREM Y B EN TH A M

q u e p u e d a g a r a n tiz a r la a p lic a c ió n d e u n c a s t ig o ig u a l al q u e es n e c e s a r io
p a ra el f in d e in h a b ilit a c ió n .
X I X . E l c a s t ig o , c u y a e f ic a c ia e n e s te c a s o e s la m á s g r a n d e , es e v i d e n ­
t e m e n te e l d e la m u e r t e . E n e s te c a s o , s u e f ic a c ia e s s e g u r a . E n c o n s e c u e n ­
cia, é s te e s e l c a s t ig o p a r t ic u la r m e n t e a d a p t a d o e n a q u e llo s c a s o s e n q u e e l
n o m b r e d e l o fe n s o r , m ie n tr a s e s tá v iv o , p u e d e s e r s u f i c ie n t e p a r a m a n t e n e r
a to d a u n a n a c ió n e n e s t a d o d e c o n v u ls ió n . É s t e s e r á d e t a n t o e n t a n t o e l
c a s o c o n l o s q u e c o m p i t e n p o r la s o b e r a n ía , y l o s líd e r e s d e f a c c io n e s e n las
g u erra s c iv ile s ; a u n q u e , c u a n d o s e a p lic a a o f e n s a s d e u n a n a tu r a le z a ta n
c u e s tio n a b le , e n q u e la c u e s t i ó n r e s p e c t o d e la c r im in a lid a d a p u n ta m á s
h a cia e l é x it o q u e a c u a lq u ie r o t r a c o s a in flig ir , e s te t ip o d e c a s t ig o p u e d e
sa b e r m á s a h o s t ilid a d q u e a c a s tig o . A l m i s m o t ie m p o , e s t e c a s t ig o , es e v i­
d e n te m e n t e , e n u n g r a d o e m in e n t e , n o fr u g a l; lo q u e c o n s t i t u y e u n a d e la s
m u c h a s o b j e c io n e s c o n t r a s u u s o ; e n c u a lq u ie r c a s o e x c e p t o a lg u n o m u y
ex tr a o rd in a r io ™ .
X X . E n lo s c a s o s o r d in a r io s , e l fin p u e d e s e r s u f i c ie n t e m e n t e c u m p lid o
p o r u n a u o tr a d e las d iv e r s a s c la s e s d e c o n f in a m ie n t o y e x ilio ; d e la s c u a le s,
la p r is ió n e s la m á s e s tr ic ta y e fic a z . P o r q u e c u a n d o u n a o f e n s a e s tá ta n d e ­
ter m in a d a p o r la s c ir c u n s ta n c ia s q u e s ó lo p u e d e s e r c o m e t id a e n u n c ie r to
lugar, c o m o e n el c a s o , e n s u m a y o r p a r te , d e la s o f e n s a s c o n t r a la p e r s o n a ,
t o d o lo q u e la l e y d e b e h a cer , a fin d e in h a b ilita r a l o f e n s o r p a r a c o m e te r la s ,
es im p e d ir q u e s e e n c u e n t r e e n e s e lu g a r. E n c u a lq u ie r a d e la s o f e n s a s q u e
< i in siste e n la v io la c ió n o e l a b u s o d e c u a lq u ie r t ip o d e c o n f ia n z a , e l fin p u e -
i le se r a lc a n z a d o a u n c o s t o a ú n m e n o r , m e r a m e n t e p o r la p é r d id a d e la c o n -
I tanza; y e n g e n e r a l, e n c u a lq u ie r a d e a q u e lla s o f e n s a s q u e s ó l o p u e d e n se r
t o m e tid a s a fa v o r d e a lg u n a r e la c ió n q u e e l o f e n s o r t ie n e c o n r e s p e c t o a u n a
p e r s o n a o c o n j u n t o s d e p e r s o n a s , m e r a m e n t e p o r e l a b a n d o n o d e d ic h a r e la -
i ion; es d e c ir d e l d e r e c h o d e c o n t in u a r r e c o g i e n d o las v e n ta ja s c o r r e s p o n ­
d ie n te s a ella. É s te e s e l c a s o , p o r e j e m p lo , c o n c u a lq u ie r a d e e sa s o f e n s a s q u e
I I in sisten e n u n a b u s o d e l o s p r iv ile g io s d e l m a t r im o n io , o d e la lib e r ta d d e
11 m tiu u a r c o n u n a o c u p a c ió n lu c r a tiv a o d e o t r o t ip o .
X X I. L a novena p r o p ie d a d es la d e subordinación a la compensación.
K u p r o p ie d a d d e l c a s tig o , s i l o q u e s e t ie n e e n v is t a e s u n a c o m p e n s a c ió n
i'iihlicativa, estará, c o n e s c a sa v a r ia c ió n , e n p r o p o r c i ó n a la c a n tid a d ; si es lu-
»f ultra, es la ca r a c te r ístic a p e c u lia r y c a r a c te r ístic a d e l c a s tig o p e c u n ia r io .

Véase B. I. tit. [Castigos].


LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 189

X X I I . A la r e ta g u a r d ia d e to d a s e s ta s p r o p ie d a d e s p u e d e in t r o d u c ir s e la
d e l a popularidad; u n a m u y h u id iz a e in d e te r m in a d a c la se d e p r o p ie d a d , q u e
p u e d e p e r t e n e c e r a u n a p a r c e la d e c a s tig o p o r u n m o m e n t o , y d e s a p a r e c e r al
m o m e n t o s ig u ie n t e . P o r p o p u la r id a d s e e n t ie n d e la p r o p ie d a d d e s e r a c e p ta ­
b le , o m á s b ie n n o in a c e p ta b le , al g r u e s o d e la g e n t e , e n tr e q u ie n e s s e p r o p o ­
n e e s ta b le c e r se . H a b la n d o e s tr ic ta m e n te , d e b e r ía lla m a r se m á s b ie n ausencia
de impopularidad; p o r q u e n o p u e d e e s p e r a r s e r e s p e c to d e u n a c u e s t ió n
c o m o e l c a s tig o , q u e c u a lq u ie r e s p e c ie o p a r c e la d e é l sea p o s it iv a m e n t e a c e p ­
ta b le y a g r a d a b le a la g e n te ; es s u fic ie n t e , e n g e n e r a l, s i n o t ie n e u n a d e c id i­
d a a v e r s ió n a siq u ie r a p e n s a r e n ella . A h o r a b ie n , la p r o p ie d a d d e s e r c a r a c ­
te r ís tic o , arrib a m e n c io n a d a , p a r e c e a p r o x im a r s e ta n to c o m o c u a lq u ie r o tr a
a lo g r a r la a p r o b a c ió n d e la g e n t e a u n a f o r m a d e c a s tig o ; e n la m e d id a e n q u e
la p o p u la r id a d p u e d e s e r c o n s id e r a d a c o m o u n a e s p e c ie d e c u a lid a d s e c u n ­
d a ria , q u e d e p e n d e d e la d e c a r a c te r ís tic o 205. L a u tilid a d d e in s e r ta r e s ta p r o ­
p ie d a d e n el c a t á lo g o e s p r in c ip a lm e n te h a c e r la f u n c io n a r a la m a n e r a d e u n
m e m e n t o p a r a e l le g is la d o r , p a r a q u e n o in t r o d u z c a , sin u n a f u e r t e n e c e s i­
d a d , c u a lq u ie r f o r m a o p a r c e la d e c a s tig o , h a c ia lo q u e o c a s io n a lm e n t e p e r ­
c ib e c o m o u n a v io le n t a a v e r s ió n e x p e r im e n ta d a p o r el g r u e s o d e la g e n te .
X X I I I . L o s e f e c t o s d e la im p o p u la r id a d d e u n a fo r m a d e c a s t ig o s o n
a n á lo g o s a lo s d e la n o fr u g a lid a d . E l d o lo r in n e c e s a r io q u e a c o m p a ñ a a u n
c a s tig o n o fr u g a l t ie n d e a se r m á s a q u e llo q u e es s u f r id o p o r la p a r te d e l o f e n ­
sor. U n a p o r c i ó n d e d o l o r s u p e r f lu o e s p r o d u c id o , d e m a n e r a s e m e ja n te ,
c u a n d o e l c a s tig o e s im p o p u la r ; p e r o e n e s t e c a s o e s p r o d u c id o s o b r e la p a r te
d e la s p e r s o n a s c o m p le t a m e n t e in o c e n t e s , la g e n t e e n g en er a l. E s t o e s y a u n
p e r ju ic io ; y o t r o e s la d e b ilid a d q u e t ie n d e a in t r o d u c ir e n la le y . C u a n d o la
g e n t e e s tá s a tis fe c h a c o n la le y , v o lu n t a r ia m e n t e p r e s ta n su a y u d a e n la eje­
c u c ió n ; c u a n d o e s tá n in s a t is f e c h o s , n a tu r a lm e n t e re tira r á n e s a a y u d a . E s s u ­
f ic ie n te si n o a d o p ta n u n a a c t it u d p o s it iv a e n p o n e r im p e d im e n t o s . E s t o
c o n t r ib u y e e n g r a n m e d id a a la in s e g u r id a d d e l c a s tig o ; p o r e l c u a l, e n p r im e ­
ra in sta n c ia , la f r e c u e n c ia d e la o fe n s a a u m e n ta . E n el c u r s o d e l t ie m p o , e sa
d e fic ie n c ia , c o m o e s u su a l, t ie n d e a atraer u n a u m e n t o e n m a g n itu d ; u n a g r e ­
g a d o d e c ie r ta c a n tid a d q u e d e o t r a m a n e r a se r ía innecesaria

205 La propiedad de ser característico, por tanto, es una forma útil de castigo, de tres
maneras diferentes: í . Hace que una forma de castigo, antes de ser infligida, sea más fácil de
recordar; 2. Permite, sobre todo después de ser infligida, bacer una impresión más fuerte
cuando se da a conocer; es decir, la hace más e je m p la r ; 3. Tiende a hacerla más aceptable a la
gente, es decir, la hace más p o p u la r .
206 Véase el cap. XIII [Casos no susceptibles], § V.
190 / J er em y B entham

X X I V . H a d e o b s e r v a r s e q u e e s ta p r o p ie d a d s u p o n e n e c e s a r ia m e n t e , d e
p a r te d e la g e n te , a lg ú n p r e j u ic io u o t r o , q u e es a s u n t o d e l le g is la d o r e s fo r ­
z a r s e p o r co r re g ir . P o r q u e si la a v e r s ió n al c a s t ig o en c u e s t i ó n s e fu n d a r a
s o b r e el p r in c ip io d e u tilid a d , el c a s tig o s e r ía ta l, q u e p o r o tr a s r a z o n e s , n o
d e b e r ía s e r e m p le a d o ; e n c u y o c a s o , n o v a ld r ía la p e n a tr a e r a c u e n t a s u p o ­
p u la r id a d o im p o p u la r id a d . E s p r o p ia m e n t e , p o r ta n t o , u n a p r o p ie d a d n o
t a n t o d e l c a s tig o c o m o d e la g e n te ; u n a d i s p o s i c i ó n a e x p e r im e n ta r u n d e ­
sa g r a d o ir r a c io n a l h a c ia u n o b j e t o q u e m e r e c e s u a p r o b a c ió n . E s t a m b ié n la
s e ñ a l d e o t r a p r o p ie d a d , o se a la in d o le n c ia o d e b ilid a d p o r p a r te d e l le g is la ­
d o r a t o le r a r q u e la g e n t e , p o r la fa lta d e c ie r ta in s t r u c c ió n , q u e d e b e r ía y
p o d r ía s e r le s im p a r tid a , c o n tr a r ia r a n su s p r o p i o s in te r e s e s . S e a c o m o se a , e n
ta n to s u b s is ta d ic h a in s a t is f a c c ió n , c o r r e s p o n d e al le g is la d o r te n e r la e n c u e n ­
ta, ta n to c o m o si fu e r a r e a lm e n te b ie n f u n d a d a . T o d a n a c ió n t ie n d e a p o s e e r
s u s p r e ju ic io s y su s fa n ta s ía s , q u e e s ta re a d e l le g is la d o r d e te c ta r , e x a m in a r y
c u r a r 207.
X X V . L a o n c e a v a y ú ltim a d e t o d a s la s p r o p ie d a d e s q u e p a r e c e se r r e ­
q u e r id a p o r u n a p a r c e la d e c a s tig o , es la d e la remisibilidadm . L a p r e s u n c ió n
g e n e r a l es q u e , c u a n d o s e a p lic a el c a s t ig o , é l es n e c e sa r io ; q u e d e b e se r a p li­
c a d o y p o r ta n to n o r e q u ie r e se r remitido. P e r o e n c a s o s m u y p a r tic u la r e s y
s ie m p r e m u y d e p lo r a b le s , p u e d e a c c id e n ta lm e n t e s u c e d e r lo c o n tr a r io . P u e ­
d e s u c e d e r q u e el c a s tig o h a s id o in f lig id o , c u a n d o d e a c u e r d o c o n la in te n ­
c i ó n d e la le y , n o d e b e r ía h a b e r lo s id o ; es d ecir, c u a n d o e l c a s tig a d o es i n o ­
c e n t e r e s p e c to d e la o f e n s a . E n e l m o m e n t o d e d ic ta r la s e n te n c ia , p a r e c ía
c u lp a b le ; p e r o e l a z a r h a tr a íd o a lu z su in o c e n c ia . S ie n d o é s te e l c a s o , n o h a y
n a d a q u e h a c e r r e s p e c to d e la p a r te d e c a s t ig o a s ig n a d o q u e y a h a y a p a d e c i­
d o . L a c u e s t ió n e s , e n t o n c e s , lib e r a r lo d e l o q u e a ú n n o h a s u fr id o . ¿ P e r o ,
h a y a lg o q u e a ú n n o h a s u fr id o ? N o h a y u n a g r a n p o s ib ilid a d d e q u e lo h a y a ,
a m e n o s q u e s e tra te d e u n c a s tig o crónico, ta l c o m o p r is ió n , e x ilio , tra b a jo
f o r z a d o u o t r o se m e ja n te . P e r o si s e trata d e u n c a s tig o agudo, o s e a cu an do
e l p r o c e s o p e n a l m is m o h a t e r m in a d o , a p e s a r d e lo c u a l e l e f e c t o d e l c a s tig o
p u e d e s e r p e r m a n e n te , p u e d e se r c o n s id e r a d o ir r e m isib le .. E s t e es el c a s o , p o r
e j e m p lo , d e lo s a z o t e s , la s m a rc a s a f u e g o , la m u t ila c ió n y la p e n a ca p ita l. E l
m á s p e r fe c t a m e n t e ir r e m is ib le d e t o d o s e s la p e n a ca p ita l. P o r q u e a u n q u e
o t r o s c a s tig o s , c u a n d o h a n t e r m in a d o , n o p u e d a n se r p e r d o n a d o s , p u e d e n

2°7 Véase el cap. XIII [Casos no susceptibles], § IV par. IV.


20S Véase el “Proyecto de trabajo forzado”, p. 109.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M ORAL Y L A L E G IS L A C IÓ N / 191

s e r c o m p e n s a d o s ; y a u n q u e la in f o r t u n a d a v íc tim a n o p u e d a se r d e v u e lt a a
s u a n te r io r c o n d ic ió n , es p o s ib l e q u e p u e d a e n c o n tr a r s e el m e d io d e r e s t a u ­
ra rle u n a c o n d ic ió n ta n b u e n a c o m o s i n u n c a h u b ie s e s u fr id o e l c a s tig o . E s t o
p u e d e h a c e r s e en g e n e r a l m u y e f e c t iv a m e n t e c u a n d o el c a s t ig o h a s i d o s ó l o
p e c u n ia r io .
H a y o t r o c a s o e n e l c u a l la p r o p ie d a d d e r e m is ib ilid a d p u e d e p a r e c e r u t i-
liz a b le . E s c u a n d o , si b ie n el o f e n s o r h a s id o j u s ta m e n te c a s tig a d o , d e b id o a
s u b u e n a c o n d u c ta , m a n ife s ta d a e n e l p e r i o d o p o s te r io r al c o m i e n z o d e l c a s ­
t ig o , p u e d e p a r e c e r e x p e d it iv o p e r d o n a r p a r te d e éste. P e r o e s t o es d ifíc il q u e
s u c e d a , si la p r o p o r c i ó n d e l c a s tig o e s , e n o t r o s r e s p e c to s , ta l c o m o d e b e ser.
E l fin d e la e je m p la r id a d es el o b je to m á s im p o r ta n te , e n c o m p a r a c ió n c o n el
d e la r e fo r m a 209. N o es m u y p r o b a b le q u e u n c a s tig o m e n o r f u e s e r e q u e r id o
p a r a e l p r im e r p r o p ó s i t o q u e p a r a el s e g u n d o . P o r q u e d e b e tr a ta r se d e u n
c a s o b a s ta n te e x t r a o r d in a r io , si u n c a s t ig o , q u e es s u fic ie n t e p a r a d is u a d ir a
u n h o m b r e q u e s ó l o h a y a p e n s a d o e n é l p o r u n o s m o m e n t o s , n o fu e r a s u f i­
c i e n t e p a r a d is u a d ir a q u ie n l o h a e s t a d o s in t ie n d o t o d o e l t ie m p o . C u a l­
q u ie r c o s a , e n t o n c e s , q u e s e r e q u ie r a p a r a s e r v ir d e e j e m p lo , d e b e p e r m a ­
n e c e r d e t o d o s m o d o s ; n in g u n a r e f o r m a d e l o f e n s o r p u e d e g a r a n tiz a r la
r e m is ió n d e c u a lq u ie r p a r te d e a q u é l; s i p u d ie r a , u n h o m b r e n o te n d r ía o tr a
c o s a q u e h a c e r q u e r e fo r m a r s e in m e d ia ta m e n te y a sí lib e r a r se d e la m a y o r
p a r te d e l c a s tig o q u e s e c o n s id e r a b a n e c e s a r io . E n t o n c e s , a fin d e g a r a n tiz a r
la r e m is ió n d e a lg u n a p a r te d e l c a s tig o s o b r e e s te f u n d a m e n to , d e b e p r im e r o
s u p o n e r s e q u e el c a s tig o im p u e s t o al p r in c ip io era m á s q u e e l n e c e s a r io p a r a
s e r v ir d e e j e m p lo , y e n c o n s e c u e n c ia , q u e u n a p a r te d e é l er a e n g e n e r a l
innecesario. E s ta , c ie r ta m e n te , e s la s it u a c ió n e n lo s s is te m a s im p e r f e c t o s
q u e e s tá n a ú n e n v ig e n c ia ; y p o r t a n t o , m ie n tr a s c o n t in ú e n d ic h o s s is te m a s ,
la p r o p ie d a d d e r e m is ib ilid a d p u e d e , t a m b ié n s o b r e e s te s e g u n d o f u n d a ­
m e n t o , t a n t o c o m o e l a n te r io r , s e r c o n s id e r a d a ú til. P e r o é s te n o s e r ía el
c a s o e n u n s is te m a n u e v o , e n q u e s e o b s e r v a r a n las re g la s d e p r o p o r c i ó n
e s ta b le c id a s arriba. E n s e m e ja n te s is t e m a , p o r ta n t o , la u tilid a d d e e s ta p r o ­
p ie d a d d e s c a n s a r ía s ó l o s o b r e e l f u n d a m e n t o a n te rio r .
X X V I. P a s a n d o r e v is ta a las d iv e r s a s p o s ib l e s fo r m a s d e c a s tig o , s e v e r á
c o n e v id e n c ia q u e n o h a y n in g u n a d e e lla s q u e p o s e a t o d a s la s p r o p ie d a d e s
m e n c io n a d a s a la p e r f e c c i ó n . P a ra h a c e r l o m e j o r q u e p u e d e h a c e r s e p o r v ía
d e c a s tig o , se r á p o r t a n t o n e c e s a r io , e n la m a y o r ía d e las o c a s io n e s , c o m p o -

209 Véase el cap. XIII [Casos no susceptibles], II, nota.


19 2 / JE R E M Y B E N TH A M

n e r k s y c o n s t i t u i r a s í u n l o t e c o m p le j o . S e g ú n la n a tu r a le z a d e la o f e n s a q u e
se a n c o n c e b i d a s p a r a c o m b a tir , la n a tu r a le z a y la s p r o p o r c i o n e s d e la s p a r ­
t e s c o n s t it u t iv a s d e c a d a l o t e s e r á n d ife r e n te s .
X X V I I . P u e d e n o v e n ir m a l a g r u p a r y m o s tr a r ju n ta s , la s o n c e p r o p i e ­
d a d e s a n te s e s ta b le c id a s . S o n las s ig u ie n te s :

D o s d e e lla s t ie n e n p o r o b j e t o e s ta b le c e r u n a p r o p o r c i ó n a d e c u a d a e n tr e
u n a o f e n s a s in g u la r y su c a s tig o ; o sea:

1. V a r ia b ilid a d .
2 . U n i f o r m id a d .

U n a p e r m i t e e s ta b le c e r u n a p r o p o r c i ó n e n t r e m á s d e u n a o f e n s a y m á s
d e u n c a s tig o ; o sea:

3 . C o n m e n s u r a b ilid a d .

U n a c u a r ta c o n t r ib u y e a in sta la r e l c a s tig o e n la ú n ic a s it u a c ió n e n q u e
p u e d e se r e fic a z ; y al m is m o t ie m p o , o t o r g a r le la s d o s p r o p ie d a d e s a d ic io ­
n a les d e e je m p la r id a d y p o p u la r id a d ; o sea:

4 . C a r a c te r ís tic a ,

O t r a s d o s t ie n e n p o r f in a lid a d e x c lu ir t o d o c a s t i g o in ú t il; u n a in d i r e c ­
ta m e n te , a u m e n t a n d o la e f ic a c ia d e l o q u e e s ú til; la o tr a , d e m a n e r a d ir e c ­
ta; o sea:

5 . E j e m p la r id a d .
6 . F r u g a lid a d .

O t r a s tr e s c o n t r ib u y e n v a r ia d a m e n te a lo s tr e s f in e s in f e r io r e s d e l c a s -
I igo; o sea:

7 . S o m e t i m i e n t o a la r e fo r m a .
8. E f ic a c ia e n la in h a b ilita c ió n .
9. S u b o r d in a c ió n a la c o m p e n s a c ió n .

O t r a p r o p ie d a d t ie n d e a e x c lu ir u n p e r j u ic io c o la te r a l; q u e u n a f o r m a
¡ c u tic u la r d e c a s t ig o t ie n d e a c c id e n ta lm e n t e a p r o d u c ir ; o sea:

10. P o p u la r id a d .

I,a r e s t a n t e p r o p ie d a d t ie n d e a p a lia r u n d a ñ o q u e t o d o c a s t ig o , c o m o
t.i!, t ie n d e a c c id e n t a lm e n t e a p r o d u c ir ; o sea:

11. R e m is ib ílid a d .

[ .as p r o p ie d a d e s d e c o n m e n s u r a b ilid a d , c a r a c te r ístic a , e je m p la r id a d , s o -


m ri ¡m ie n to a la r e fo r m a y e fic a c ia e n la in h a b ilita c ió n , e s tá n m á s p a r tic u la r ­
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 193

m e n t e c a lc u la d a s a a u m e n t a r el provecho q u e h a d e r e n d ir e l c a s t ig o : f r u ­
g a lid a d , s u b o r d in a c i ó n a la c o m p e n s a c ió n , p o p u la r i d a d y r e m is ib ilid a d , y
a d is m in u ir e l costo: v a r ia b ilid a d y u n if o r m id a d s e s u b o r d in a n ig u a lm e n t e a
e s to s d o s p r o p ó s ito s .
X X V I I I . A h o r a v a m o s a r e a liz a r u n e x a m e n t o ta l d e l s is t e m a d e ofensas;
es d ecir, d e ta lo s actos, q u e d e b id o a la s consecuencias p e r j u d ic ia le s q u e t ie ­
n e n u n a t e n d e n c ia natural a p r o d u c ir , y c o n v is ta s a p o n e r f i n a e s a s c o n s e ­
c u e n c ia s , p u e d e se r a p r o p ia d o a g r e g a r u n a c ie r ta c o n s e c u e n c ia artificial, q u e
c o n s is t e e n u n c a s tig o a se r in f lig id o a lo s a u to r e s d e ta le s a c t o s , s e g ú n lo s
p r in c ip io s q u e a c a b a m o s d e esta b le c e r .
C a p ít u l o X V I

División de las ofensas

§ Clases de ofensas
son o
E s n e c e s a r io , al c o m i e n z o 210, h a c e r u n a d is t in c ió n e n tr e ta le s a c t o s q u e
pueden ser o f e n s a s , d e a q u e llo s q u e d e b e n s e r lo . C u a lq u ie r a c t o puede se r
u n a o fe n sa , s i a q u e llo s a q u ie n e s la c o m u n id a d t ie n e e l h á b it o d e o b e d e c e r ,
s e c o m p la c e n e n c a lific a r la d e tal; es d ecir, c u a lq u ie r a c to q u e le s p la z c a p r o -

Este capítulo es un intento de metodizar nuestras ideas de las ofensas. Los usos par­
ticulares del m é to d o son vanos; pero el más general es permitir a los hombres entender las
cosas que son temas de él. Entender una cosa es conocer sus cualidades o propiedades. De
estas propiedades, algunas son comunes a él con otras cosas; el resto, peculiares. Pero las cua­
lidades que son peculiares a cualquier clase singular de cosas son ciertamente pocas, en com­
paración a aquellas que son comunes a él con otras cosas. Darlo a conocer respecto de su d ife ­
ren cia sería por tanto hacer muy poco, a menos que fuera hecho conocer también por su
g e n u s. Para comprenderlo perfectamente, un hombre debe, por tanto, ser informado sobre
los puntos en que concuerda, así como aquellos en que difiere, con todas las demás cosas.
Cuando un número de objetos que componen un todo lógico han de ser considerados en
conjunto, todos aquellos que poseen entre sí una cieita congruencia o acuerdo denotado por
cierto nombre, hay una única forma de proporcionar un perfecto conocimiento de su natu­
raleza; y éste es, distribuyéndolos en un sistema de parcelas, cada uno de ellos una paite, o
bien de alguna otra parcela, o de todos modos del todo común. Esto puede ser hecho sólo
por b ip a rtic ió n , dividiendo cada rama superior en dos y sólo dos, inmediatamente subordi­
nadas; comenzando por el todo lógico, dividiendo a éste en dos partes, luego cada una de ellas
en otras dos partes, y así sucesivamente. Las primeras partes distinguidas concuerdan respec­
to de esas propiedades quepertenecen al todo y difieren respecto de aquellas propiedades que
son peculiares a cada uno. Dividir el todo en más de dos partes al mismo tiempo, por ejem­
plo en tres, no respondería a la finalidad; porque, de hecho, son sólo dos los objetos que la
mente puede comparar exactamente al mismo tiempo. Así, pues, intentemos tratar las ofen­
sas; o más bien, hablando estrictamente, con actos que poseen aquellas propiedades que pare­
cen señalarlas como adecuadas para constituir ofensas. La tarea es ardua, y por lo menos hasta
196 / jERHMY BENTHAM'

h ib ir o ca stig a r. P e r o , s e g ú n e l p r in c ip io d e u tilid a d , s ó l o deben c o n v e r t ir s e


e n o f e n s a s a q u e llo s a c t o s q u e e l b ie n d e la c o m u n id a d r e q u ie r a q u e a s í s e lo s
c o n s id e r e .
II. E l b ie n d e la c o m u n id a d n o p u e d e r e q u e r ir q u e n in g ú n a c t o s e c o n ­
v ie r ta e n o f e n s a , q u e n o s e a s u s c e p tib le , d e u n m o d o u o t r o , d e s e r p e r ju d ic ia l
p a r a la c o m u n id a d . P o r q u e e n e l c a s o d e u n a c t o s e m e ja n te , t o d o c a s tig o
es infundado3I1,
I I I . P e r o si e l c o n j u n t o t o t a l d e c u a lq u ie r n ú m e r o d e in d i v id u o s , es c o n ­
s id e r a d o c o m o c o n s t it u y e n d o u n cuerpo c o m p u e s t o im a g in a r io ; c u a lq u ie r
a c t o q u e s e a p e r ju d ic ia l a u n o c u a lq u ie r a o m á s d e d ic h o s miembros, es, r e s ­
p e c t o d e su s e f e c t o s , p e r ju d ic ia l p a r a e l Estado.
Estado, s i n o p o r s e r lo p a ra
I V U n a c t o n o p u e d e se r p e r ju d ic ia l p a r a u n
a lg u n o o m á s d e lo s individuos q u e lo c o m p o n e n . P e r o e s t o s in d i v id u o s p u e ­
d e n ser, o b ie n identificabíes212, o b ie n inidentificables.
V. C u a n d o h a y u n in d i v id u o id e n tific a b le p a ra q u ie n u n a o f e n s a es p e r ­
ju d ic ia l, e s a p e r s o n a p u e d e ser, o b ie n a lg u ie n distinto d e l o f e n s o r , o b ie n e l
o fen so r mismo.
V I . L a s o fe n s a s q u e s o n p e r ju d ic ia le s , e n p r im e r lu g a r, p a ra p e r s o n a s
id e n tific a b íe s d is tin ta s d e l o fe n s o r , p u e d e n lla m a r s e p o r u n t é r m in o c o m ú n ,
ofensas contra individuos. Y d e é sta s p u e d e c o m p o n e r s e la p r im e r a c la se d e
o f e n s a s . P a ra c o n tr a sta r la s c o n la s o f e n s a s d e la s e g u n d a y c u a r ta c la se s,
p u e d e t a m b ié n a v e c e s s e r c o n v e n ie n t e lla m a r la s ofensas privadas. P a r a c o n -

t'I momento, quizá p o r s ie m p re , superan nuestras fuerzas. La única manera de hablar de los
objetos es por sus nombres; pero la tarea de darles nombres siempre ha sido previa al verda­
dero y perfecto conocimiento de sus naturalezas. Se habla y se trata de los objetos más dese­
mejantes como si sus propiedades fueran las mismas. Se ha hablado y tratado de los objetos
más semejantes como si no tuvieran casi nada en común. Cualesquiera descubrimientos que
pueda hacerse respecto de ellos, por muy diferentes que puedan encontrarse sus incongruen-
i i.is y desacuerdos con aquellos indicados por sus nombres, no es sino con la mayor dificul­
tad que pueden encontrarse los medios para expresar esos descubrimientos por un conjunto
i nncordante de nombres. Si cambiamos el alcance de los viejos nombres, corremos el riesgo
ilo ser mal entendidos; si introducimos un conjunto totalmente nuevo de nombres, podemos
i".(.ir seguros de no ser comprendidos en absoluto. Un éxito completo es, por lo m e n o s hasta
i*l momento, inalcanzable. Pero el intento, aunque imperfecto, puede tener su utilidad; y en
rl ¡>enr de los casos puede acelerar la llegada de ese sistema perfecto, cuya posesión hará la fe-
lu ului de una edad más madura. La total ignorancia no detecta dificultades; el conocimiento
imperfecto las descubre y lucha con ellas; sólo el conocimiento perfecto las supera.
^ 1Véase el cap, XIII [Casos no susceptibles], § ir, 1,
'■^ Es decir, sea por el nombre, o al menos por la descripción, de manera de ser distin­
guible de todos los demás; por ejemplo, por ser el dueño u ocupante de tales y cuales bienes.
Vn II. í. tic. [Personificación], s u p r a , cap. x n [Consecuencias], XV.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / IV /

tr a s ta d a s al m is m o t ie m p o c o n la s o f e n s a s d e la te r c e r a c la s e , p u e d e n se r lla ­
m adas ofensas externas privadas.
V I I . C u a n d o a p a rec e, e n g e n e r a l, q u e h a y p e r s o n a s a q u ie n e s e l a c to en
c u e s t ió n p u e d e se r p e r ju d ic ia l, p e r o d ic h a s p e r s o n a s n o p u e d e n s e r in cliv i -
d u a lm e n t e id e n tific a d a s , el c ír c u lo d e n tr o d e l c u a l p a r e c e q u e p u e d e e n c o n ­
trá r sela s, e s , o b ie n d e m e n o r e x t e n s ió n q u e el q u e c o m p r e n d e a t o d a la c o ­
m u n id a d , o n o lo es. S i es m e n o r , la s p e r s o n a s c o m p r e n d id a s d e n t r o d e e s te
c ír c u lo p u e d e n se r c o n s id e r a d a s p a r a e s te f in c o m o c o m p o n i e n d o p o r s í m is ­
m a s u n c u e r p o ; c o m p r e n d id a s d e n tr o , p e r o d is t in g u ib le s d e l c u e r p o m a s
a m p lio d e la c o m u n id a d . E n el p r im e r c a s o , e l a c t o p u e d e s e r lla m a d o u n a
ofensa contra un vecindario; e n e l s e g u n d o , u n a o f e n s a c o n t r a u n a c la se p a r ­
tic u la r d e p e r s o n a s d e n tr o d e la c o m u n id a d . L a s o f e n s a s , e n t o n c e s , c o n t r a
u n a c la s e o v e c in d a r io p u e d e n , ju n ta s , c o n s t it u ir la s e g u n d a c la s e d e o f e n ­
s a s 213214. P a r a c o n tr a s ta r la s c o n la s o f e n s a s p r iv a d a s p o r u n a p a r te , y la s p ú b li ­
c a s p o r o tr a , p u e d e ta m b ié n lla m á r se la s o f e n s a s semipúblicas.
V I I I . L a s o f e n s a s q u e , e n p r im e r a in s ta n c ia , s o n p e r j u d ic ia le s p a r a el
o f e n s o r m is m o , y p a r a n a d ie m á s , a m e n o s q u e se a p o r s e r p e r ju d ic ia le s a él
m is m o , p u e d e n c o m p o n e r u n a te r c e r a c la se . P a ra c o n tr a s ta r la s m e j o r c o n
o f e n s a s d e la p r im e r a , s e g u n d a y c u a r ta c la s e s , t o d a s la s c u a le s s o n d e n a tu ­
r a le z a tr a n sitiv a , p o d r ía lla m á r se la s o f e n s a s intransitivas2M; p e r o , m e jo r a ú n ,
contra sí mismo.
IX . L a c u a r ta c la se p u e d e c o m p o n e r s e d e ta le s a c t o s q u e p u e d e n c o n ­
v e r t ir s e e n o f e n s a s , a r a íz d e l d a ñ o r e m o t o q u e a m e n a z a n c o n a ca r re a r a u n a
in id e n t if ic a b le e in d e fin id a m u ltitu d d e l n ú m e r o to ta l d e in d i v id u o s , d e l o s
c u a le s s e c o m p o n e u n a c o m u n id a d ; a u n q u e n in g ú n in d i v id u o p a r tic u la r
p a r e c e r ía m á s p r o b a b le q u e fu e r a la v íc tim a q u e c u a lq u ie r o t r o . E s ta s p u e ­
d e n s e r lla m a d a s o fe n s a s públicas u o f e n s a s c o n t r a el Estado.

213 Respecto de las ofensas contra una clase o vecindario, es evidente que cuantos menos
sean los individuos de los cuales dicha clase se compone, y cuanto más reducido sea el vecin ­
dario, más probable es que las personas, para quienes la ofensa es perjudicial, puedan ser iden­
tificadas; tanto más dado que, en algunos casos, puede ser difícil de determinar respecto de
una ofensa dada, si es una ofensa contra individuos, o contra una clase o vecindario. Es evi­
dente también, qué cuanto más grande sea la clase o vecindario, más se aproxima a coincidir
con el gran cuerpo del Estado. Las tres clases, por tanto, tienden, hasta un cierto punto, a
mezclarse entre sí y confundirse. Pero esto no es más de lo que sucede, más o menos, con
todos aquellos compartimentos ideales bajo los cuales los hombres acostumbran distribuir
los objetos para la conveniencia del discurso.
214 Véase el cap. vil [Acciones], Xiíí.
198 / J e r e m y B e n t h a m

X . U n a q u in ta c la s e , o a p é n d ic e , p u e d e e s ta r c o m p u e s t a p o r a c to s ta le s
q u e , s e g ú n las c ir c u n s ta n c ia s e n q u e s o n c o m e t id o s , y m á s p a r tic u la r m e n te
s e g ú n lo s p r o p ó s it o s a lo s q u e s e a p lic a n , p u e d e n se r p e r ju d ic ia le s e n c u a l­
q u ie r a d e las fo r m a s e n q u e e l a c t o d e u n h o m b r e p u e d e s e r p e r ju d ic ia l p a r a
o t r o . E s ta s p u e d e n d e n o m in a r s e o f e n s a s multiformes o heterogéneas2!i. En
e s te c a s o las o f e n s a s p u e d e n r e d u c ir s e a d o s g r a n d e s c a te g o r ía s:
1. O f e n s a s p o r falsedad y
2 . O f e n s a s c o n t r a la confianza.

§ 2. Divisiones y subdivisiones
X I . V e a m o s p o r q u é m é t o d o s e sta s c la se s p u e d e n s e r m á s s u b d iv id id a s .
P r im e r o , e n t o n c e s , r e s p e c t o d e las o f e n s a s c o n tr a in d iv id u o s .

215 1. Ofensas por f a ls e d a d ; 2. Ofensas contra la c o n fia n z a . Véase también par. XX. a XXX.
y par, I.XVT. Opiniones más maduras han sugerido la viabilidad y los medios de liberar al sis­
tema de esta excrecencia anómala. En lugar de considerar a éstas como otras tantas d iv isio n e s
entre ofensas, divididas en g e n e r a , correspondientes y colaterales a los diversos g e n e r a dis­
tinguidos por otras apelaciones, pueden ser considerados como otras tantas diferencias espe­
cíficas, respectivamente aplicables a esos g e n e r a . Así, en el caso de una s im p le in ju r ia p e rso ­
n a l en la operación en que se ha empleado un plan de falsedad, parece más s im p le y n a tu r a l
considerar la ofensa así cometida como una especie particular o m o d ific a c ió n del g e n u s de
ofensa, llamado una s im p le i n ju r ia p e r s o n a l, que considerar la simple ofensa personal, cuan­
do llevada a cabo por tales medios, como una modificación de la división de las ofensas titu­
ladas O fe n s a s p o r fa ls e d a d . Por este medio, las circunstancias de la intervención de la falsedad
como un instrumento, y de la existencia de una obligación particular de la naturaleza de la
confianza, se reducirá a la par con varias otras clases de circunstancias capaces de proporcio­
nar fundamentos de modificación, comúnmente de a g ra v a c ió n o a te n u a c ió n de varios géne­
ros de ofensas; por e je m p lo , p r e m e d i ta c ió n y co n sp ira ció n , por una parte; p r o v o c a c ió n recib i­
d a y e m b r ia g u e z por la otra. Esta clase aparecerá, muy evidentemente, como algo sin valor
en comparación con el resto. Pero tal es el destino de la ciencia, y más particularmente de la
rama moral; la distribución de las cosas dependerá de sus nombres; la organización, obra de
la reflexión madura, debe regirse por la nomenclatura, la obra de la fantasía popular.
En el libro de las leyes, las ofensas deben ser por tanto tratadas lo más posible bajo sus
nombres acostumbrados. Los términos genéricos, que son de uso constante, y que expresan
ideas para las cuales no hay otros términos en uso, no pueden ser descartados sin riesgo.
Cuando alguno de ellos aparece, y no puede hacerse corresponder con un plan de clasifica­
ción que parece ser el más conveniente en general, ¿qué puede entonces hacerse? Parece haber
una sola cosa, la cual consiste en conservarlos y agregarlos a la parte regular del sistema a la
manera de un apéndice. Aunque no pueden, aun completos, ser categorizados bajo ninguna
de las clases establecidas en el resto del sistema, las divisiones a las que dan un nombre pue­
den ser divididas en divisiones menores, que pueden no ser tan difíciles de tratar. Por este
medio, por muy discordantes que parezcan ser a primera vista con el resto del sistema, por
un examen más minuciosos pueden resultar concordantes.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 19 9

E n e l a c tu a l p e r í o d o d e e x is te n c ia , e l s e r y e l b ie n e s ta r d e l h o m b r e , s u f e ­
lic id a d y su s e g u r id a d , e n u n a p a la b r a , s u s p la c e r e s y s u in m u n id a d d e l o s d o ­
lo r e s , d e p e n d e n t o d o s , m á s o m e n o s , e n p r im e r lu g a r, d e su propia persona;
e n s e g u n d o lu g a r, d e lo s objetos exteriores q u e lo ro d ea n . E s to s o b je to s so n ,
o b ie n cosas, o b ie n o tr a s personas . D e n t r o d e u n a u o t r a d e e s ta s c la s e s
d e b e e s ta r e v i d e n t e m e n t e c o m p r e n d id a t o d a c la s e d e o b j e t o s e x t e r io r e s ,
p o r m e d i o d e lo s c u a le s p u e d e n s e r a fe c ta d o s s u s in te r e s e s . E n t o n c e s , s i p o r
m e d io d e c u a lq u ie r o f e n s a u n h o m b r e s e c o n v ir tie r a e n c u a lq u ie r o c a s ió n e n
u n a v íc tim a , d e b e s e r d e d o s m a n e ra s:
1. absolutamente, es d ecir, in m e d ia ta m e n te e n s u p r o p ia p e r s o n a ; e n
c u y o c a s o la o f e n s a p u e d e s e r lla m a d a u n a o f e n s a c o n t r a su p e r s o ­
n a; o
2. relativamente , e n r a z ó n d e a lg u n a r e la c ió n importante216q u e lo s
a n te r io r m e n t e m e n c io n a d o s o b j e t o s e x te r io r e s p u e d e n ten e r , c a u ­
s a lm e n t e , c o n s u f e lic id a d (v é a s e e l ca p . v i l [ A c c io n e s ] , par. 2 4 ).

Éste debe ser inevitablemente el caso de los nombres de las ofensas, que son tan variadas
y universales en su naturaleza, como pava ser capaces, cada una de ellas, de producir cualquier
daño que puede ser producido por cualquier otra clase o clases de ofensas cualesquiera. Las
ofensas de este tipo pueden ser llamadas anómalas.
Es evidente que semejantes ofensas no pueden sino aparecer como igualmente intrata­
bles en cualquier tipo de sistema. Sea cual fuere el principio sobre el que se construya el sis­
tema, no pueden, ninguna de ellas, con ningún grado de adecuación, ser limitadas a ningu­
na división singular. Sí, por tanto, constituyen un defecto en el presente sistema, es de tal
naturaleza que no podría ser evitada a costa de otro mayor. La clase en que son incluidas
aquí atravesará, en sus ramificaciones subordinadas, las otras clases y divisiones el presente
sistema; esto es verdad, pero lo mismo sucedería con cualquier otro. Una irregularidad, y en
cuanto tal sólo superficial, es un mal menor que errores y contradicciones constantes. Pero
aun esta ligera desviación, que la costumbre del lenguaje parecía hacer inevitable al princi­
pio, pronto tendremos ocasión de corregirla a medida que avanzamos. Porque aunque las
primeras grandes parcelas en que las ofensas de esta clase están divididas no pueden ser refe­
ridas, ninguna de ellas, a ninguna de las clases anteriores, las menores divisiones subsecuen­
tes sí pueden serlo.
2:16 Véase el cap. VII [Acciones], III y XXIV.
Si en razón de la palabra relación, esta paite de la división pareciera oscura, es posible
liberarse del término desconocido de la siguiente manera: Nuestras ideas se derivan, todas
ellas, de los sentidos; por tanto Jas placenteras y las dolorosas entre otras; en consecuencia, de
las operaciones de los objetos sensibles sobre nuestros sentidos. La felicidad de un hombre,
entonces, puede decirse que depende más o menos de la re la ció n que tiene con cualquier obje­
to sensible, cuando existe la posibilidad, mayor o menor, de que dicho objeto, en cierto modo,
le produzca dolor o placer, o lo prive de ellos. Ahora bien, si lo hace, debe ser en una u otra
de estas dos formas: 1. En forma activa propiamente así llamada, es decir por un movimien­
to; o 2, En una forma p a s iv a o inactiva, cuando es movido o se actúa sobre él; y en ambos
casos, 1. O bien en forma in m e d ia ta , cuando lo que lo mueve o actúa sobre él son ios órganos
-Hit) / J¡ KI-MY Kl'.N’l'IIAM

L u la m e d id a e n q u e u n h o m b r e e s tá e n v ía s d e d e r iv a r fe lic id a d o s e g u ­
ridad d e c u a lq u ie r o b je to q u e p e r t e n e z c a a la c la s e d e k s c o s a s , s e d ic e q u e
es su propiedad, o al m e n o s se d ic e q u e é l t ie n e e n e lla una propiedad o Ínte­
res, P o r t a n t o , u n a o f e n s a q u e t ie n d e a d is m in u ir la f a c ilid a d q u e p o d r ía d e
o t r o m o d o te n e r d e d e r iv a r f e lic id a d o s e g u r id a d d e u n o b j e t o q u e p e r t e n e ­
c e a la c la s e d e k s c o s a s , p u e d e se r lla m a d a u n a o f e n s a c o n t r a s u p r o p ie d a d .
R e s p e c to d e k s personas,* e n la m e d id a e n q u e d e l o s o b j e t o s d e e s ta c la s e u n
h o m b r e p u e d e e n c ie r to m o d o d e r iv a r f e lic id a d o s e g u r id a d , es e n v ir tu d d e
su s servicios; e n v ir tu d d e a lg u n o s s e r v ic io s q u e , p o r a lg u n a c la s e u o tr a d e
in c e n t iv o s p u e d e n esta r d is p u e s t o s a b r in d a r le 217. A h o r a b ie n , c o n s id e r e m o s
a u n h o m b r e c u a lq u ie r a , p o r v ía d e e j e m p lo , y la d i s p o s i c i ó n , c u a lq u ie r a q u e
ella se a , e n q u e p u e d e e sta r p a r a p r e s ta r le u n s e r v ic io ; o b ie n n o t ie n e n in g u ­
na o tr a c o n e x i ó n p a ra d a r o r ig e n o a p o y o a e lla , e x c e p t o k g e n e r a l q u e l o
v in c u la a t o d a la e s p e c ie , o t ie n e a lg u n a o t r a c o n e x i ó n m á s p a rticu la r . E n el
liltim o c a s o , s e p u e d e h a b la r d e ta l c o n e x i ó n c o m o c o n s t i t u y e n d o , a s u fa v o r,
u n a e s p e c ie d e o b j e t o d e p r o p ie d a d f ic t ic io o in c o r p ó r e o , q u e e s lla m a d o su
c o n d ic ió n . U n a o f e n s a , p o r t a n t o , c u y a t e n d e n c ia e s a d is m in u ir la fa c ilid a d
q u e d e o t r o m o d o u s te d p u d ie s e te n e r d e o b t e n e r f e lic id a d d e lo s s e r v ic io s
d e u n a p e r s o n a a s í e s p e c ia lm e n t e r e la c io n a d a c o n u s t e d , p u e d e se r lla m a d a
u n a o f e n s a c o n t r a su c o n d ic ió n e n la v id a , o s i m p le m e n t e c o n tr a su condi­
ción, L a s c o n d ic io n e s e n la v id a d e b e n e v i d e n t e m e n t e s e r ta n v a r ia d a s c o m o
las r e la c io n e s q u e k s c o n s t it u y e n . V e r e m o s e s t o m á s a d e la n te c o n m a y o r
d eta lle . E n t r e t a n to , p u e d e n s e r v ir d e e j e m p lo k s r e la c io n e s d e e s p o s o y
e s p o s a , p a d r e s e h ijo s , a m o y s ir v ie n te , c iu d a d a n o d e ta l o c u a l c iu d a d , o s u je ­
to n a tiv o d e tal o c u a l p a ís.
C u a n d o n o e x is te n in g u n a c o n e x i ó n p a r tic u la r , o ( lo q u e v ie n e a s e r lo
m is m o ) c u a n d o la d is p o s ic ió n , c u a lq u ie r a q u e e lla se a , q u e s ie n t e 'u n h o m b r e

tic los sentidos, sin la intervención de ningún otro objeto externo; o bien 2. de una forma más
o menos remota, cuando lo mueve o actúa sobre él algún otro objeto externo que (con la
intervención de un número mayor o menor de tales objetos, y al final de lapsos más o menos
considerables) llegará al fin a actuar sobre los órganos de los sentidos o éstos actuarán sobre
aquél. Y esto es igualmente verdadero, ya sea que los objetos exteriores en cuestión sean cosas
o personas. También es igualmente verdadero respecto de los dolores y placeres de la mente,
como del cuerpo; toda la diferencia reside en que, en la producción de éstos, el placer o dolor
puede resultar de la acción de un objeto del sentido, y de otra forma que por asociación; o sea,
por medio de alguna conexión que la percepción ha contraído con algunas anteriores, aloja­
das ya en la memoria.
Véase el cap. X [Motivos].
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 2 0 1

a p r e s ta r le u n s e r v ic io , n o es c o n s id e r a d a c o m o d e p e n d ie n t e d e u n a ta l c o n e ­
x ió n , s i n o s im p le m e n t e d e la b u e n a v o lu n t a d q u e s ie n te h a c ia u s te d ; e n tal
c a s o , a f in d e e x p r e s a r la p o s ib i lid a d q u e u s t e d t ie n e d e o b t e n e r u n b e n e f i­
c i o d e s u s s e r v ic io s , s e h a b la d e u n a e s p e c ie d e o b j e t o f ic t ic io d e p r o p ie d a d
q u e s e c o n s t i t u y e a su fa v o r , y e s íia m a d o s u reputación. U n a o fen sa , p o r
ta n t o , c u y a t e n d e n c ia a d is m in u ir la f a c ilid a d , d e q u e u s t e d p o d r ía d e o t r o
m o d o h a b e r g o z a d o , d e o b t e n e r f e lic id a d o s e g u r id a d p o r l o s s e ñ u e l o s d e
c ie r ta s p e r s o n a s , y a s e a c o n e c t a d a s o n o c o n u s t e d p o r c u a lq u ie r v ín c u lo
e s p e c ia l, p u e d e lla m a r s e u n a o f e n s a c o n t r a su reputadón. E s ta s f u e n t e s d e
d is t in c ió n , p u e d e n e n t o n c e s s e r v ir p a r a f o r m a r o tr a s ta n ta s d iv is io n e s s u ­
b o r d in a d a s . S i s e a d v ir tie r a q u e c u a le s q u ie r a o f e n s a s a fe c ta r ía n a u n a p e r s o ­
n a e n m á s d e u n o d e e s t o s p u n t o s a l m i s m o t ie m p o , ta les o f e n s a s p u e d e n se r
in c lu id a s r e s p e c tiv a m e n t e b a jo o t r a s ta n ta s d iv is io n e s se p a r a d a s; y ta le s d iv i­
s io n e s c o m p u e s t a s , p u e d e n se r a n e x a d a s a la s s im p le s p r e c e d e n t e s . L a s d iv e r ­
sa s d iv is io n e s ( ta n to s im p le s c o m o c o m p u e s t a s ) q u e d e a q u í e n m á s s e e s ta ­
b le c e n , s o n la s sig u ie n te s:
1. O f e n s a s c o n t r a la p e r s o n a .
2 . O f e n s a s c o n t r a la r e p u t a c ió n .
3. O f e n s a s c o n tr a la p r o p ie d a d .
4. O f e n s a s c o n tr a la c o n d ic ió n .
5. O f e n s a s c o n tr a la p e r s o n a y c o n t r a la p r o p ie d a d c o n j u n ta m e n t e .
6. O f e n s a s c o n tr a la p e r s o n a y c o n t r a la r e p u t a c ió n c o n j u n t a m e n t e 218.

X I I . A c o n t in u a c ió n c o n s id e r a r e m o s las o f e n s a s s e m ip ú b lic a s , E l d o lo r ,
c o n s id e r a d o c o n r e fe r e n c ia al m o m e n t o d e l a c t o d e q u e es p r o b a b le q u e
su rja, d e b e , e v id e n t e m e n t e , s e r o b ie n p r e s e n te , o b ie n p a s a d o o f u t u r o . E n
c u a n to e s o b ie n p r e s e n te o p a s a d o , n o p u e d e s e r e l r e s u lta d o d e n in g ú n a c to
q u e c a e b a jo la d e s c r ip c ió n d e o f e n s a s e m ip ú b lic a ; .p u e s si e s p r e s e n t e o p a s a ­
d o , lo s in d iv id u o s q u e l o e x p e r im e n ta n o l o h a n e x p e r im e n ta d o s o n ideníi-
ficablesm. Q u e d a esa c la se d e p e r j u ic io q u e , si a lg u n a v e z lle g a a e x is tir e n

218 Una consideración ulterior nos ha sugerido varias alteraciones. La necesidad de aña­
dir a k propiedad, poder, en el carácter de un objeto o cuestión de posesión distinguible a h
vez que valioso, se ha ofrecido a nuestra consideración; y respecto de la entidad ficticia aquí
llamada condición (para abreviar, en lugar de decir condición en la vida), se ha observado que
es una especie de objeto compuesto, integrado por la propiedad, la reputación, el poder y el
derecho a servicios. Para este objeto compuesto, el lugar más apropiado era por tanto a conti­
nuación de los varios objetos simples. [Nota del Editor, julio de 1822],
2U Supra, iv, nota.
202 / J erem y B en th a m

a b s o lu t o , es h a s ta a h o r a s ó l o fu tu r o ; el p e r j u ic io , e n ta le s c o n d ic io n e s , r e c i­
b e el n o m b re de peligro210. A h o r a b ie n , c u a n d o p o r m e d io d e l a c to d e c u a l­
q u ie r p e r s o n a , t o d o u n v e c in d a r io u o tr a c la s e d e p e r s o n a s s e v e n e x p u e s ta s
a u n p e lig r o , é s te d e b e r s e r o b ie n intencional d e s u p a r te , o no intencional22021.
S i n o es in t e n c io n a l, ta l p e lig r o , c u a n d o s e c o n v ie r t e e n u n p e r ju ic io real,
r e c ib e el n o m b r e d e calamidad. L a s o fe n s a s q u e p r o d u c e n u n p e lig r o s e m e ­
ja n te , p u e d e n lla m a r s e o f e n s a s semipúblicas que actúan bajo la forma de
calamidades; o m ás b r e v e m e n te , ofensaspor calamidad. S i e l p e lig r o es i n t e n ­
c io n a l, e n la m e d id a e n q u e p o d r ía p r o d u c ir s e y c o n v e r t ir s e e n u n p e r ju ic io
rea l, s in el a c a e c im ie n t o d e n in g u n a c a la m id a d , p u e d e d e c ir s e q u e s u r g e n d e
la mera delincuencia. L a s o f e n s a s , e n t o n c e s , s in el a c a e c im ie n t o d e n in g u n a
c a la m id a d , p r o d u c e n u n p e lig r o q u e p e r tu r b a la s e g u r id a d d e u n lo c a l, o d e
o tr a c la s e s u b o r d in a d a d e p e r s o n a s , p u e d e n lla m a r s e ofensas semipúblicas
producidas meramente por delincuencia ofensas por
o , m á s b r e v e m e n te ,
mera delincuencia.
X I I I . R e s p e c t o d e u lte r io r e s s u b d iv is io n e s , la s o f e n s a s p o r c a la m id a d
d e p e n d e r á n d e la n a tu r a le z a d e las d iv e r sa s c a la m id a d e s a la s q u e e s tá e x ­
p u e sto u n h o m b re y la s d iv e r s a s c o s a s q u e s o n ú tile s p a r a él. E s ta s se r á n c o n ­
sid e r a d a s e n o t r o lu g a r 222.
X I V . L a s o f e n s a s s e m ip ú b lic a s p o r m e r a d e lin c u e n c ia s e g u ir á n e l m é t o ­
d o d e d iv is ió n a p lic a d o a la s o f e n s a s c o n t r a in d i v id u o s . S e c o n c e b ir á f á c il­
m e n t e q u e , c u a lq u ie r d o l o r o in c o n v e n ie n t e q u e s e p u e d a h a c e r p a d e c e r a
c u a lq u ie r in d iv id u o d a d o , o t r o s in d iv id u o s , id e n tific a b le s o n o , p u e d e n esta r
e x p u e s t o s . A h o r a b ie n , h a y c u a tr o p u n t o s o a r tíc u lo s , s e g ú n h e m o s v is t o ,
r e s p e c t o d e lo s c u a le s u n in d i v id u o p u e d e s e r s o m e t id o a d o l o r o in c o n v e ­
n ie n te s . Si, p o r t a n to , r e s p e c t o d e c u a lq u ie r a d e e llo s , la c o n e x i ó n d e c a u sa s
y e f e c t o s e s ta l q u e , al p e lig r o d e s u fr ir e n e s e a s p e c t o u n n ú m e r o d e p e r s o ­
n a s, q u e n o s o n id e n tific a b le s , p u e d e n e s ta r e x p u e s t a s p o r la d e lin c u e n c ia d e
u n a p e r s o n a , d ic h o a r t íc u lo c o n s t it u ir á u n f u n d a m e n t o d e d is t in c ió n s o b r e
el c u a l p o d r á e s ta b le c e r s e u n a p a r tic u la r s u b d iv is i ó n d e o f e n s a s s e m íp ú b li-

220 Véase el cap. XH [Consecuencias],


221 Véase el cap. VIH [Intencionalidad].
222 Véase B. I. tit. [Ofensas semipúblicas]. Entretanto, la de la p e s te puede servir como
un ejemplo. Un hombre, sin ninguna intención de original' semejante calamidad, puede expo­
ner a un vecindario a ese peligro, por interrumpir la c u a r e n te n a o violar cualquiera de esas
otras regulaciones preventivas a las que los gobiernos, en ciertas coyunturas, pueden consi­
derar expeditivo recurrir, con el fin de resguardar de ese peligro.
L O S P R IN C IP IO S DE L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 0 3

cas. Si, r e s p e c to a c u a lq u ie r a r tíc u lo se m e ja n te , n o p u e d e t e n e r lu g a r d ic h o


e f e c t o , e s e f u n d a m e n t e d e d is t in c ió n q u e d a r á s u s p e n d id o p o r e l m o m e n t o ;
p e r o esta rá lis t o , s in e m b a r g o , b a jo c u a lq u ie r c a m b io d e c ir c u n s ta n c ia s o d e
la m a n e r a d e c o n s id e r a r e l a s u n to , p a ra r e c ib ir u n a s u b d iv is i ó n d e o fe n s a s
c o r r e s p o n d ie n te , s i a lg u n a v e z p a r e c ie r a n e c e s a r io cr ea r ta le s o fe n s a s .
X V . A c o n t in u a c i ó n , lle g a m o s a las o fe n s a s c o n tr a s í m is m o ; o m á s p r o ­
p ia m e n t e , a a c t o s q u e n o p r o d u c e n e n p r im e r a in s ta n c ia s in o u n p e r ju ic io
a u to r r e fe r e n te ; a c t o s q u e , si e n c u a lq u ie r c a so s e p e n s a r a a d e c u a d o in s titu ir ­
l o s c o m o o f e n s a s , c a e r á n b a jo la d e n o m in a c ió n d e o f e n s a s c o n t r a s í m is m o .
E s ta c la se n o n o s d a r á m u c h o tr a b a jo p o r e l m o m e n t o . P o r q u e es e v id e n t e
q u e , e n c u a le s q u ie r a s p e c t o q u e u n h o m b r e se a v u ln e r a b le a la c o n d u c ta d e
o t r o , p u e d e c o n c e b ir s e q u e l o s e a p o r la p r o p ia . P o r ta n t o , la s d iv is io n e s q u e
se a n v á lid a s p a r a la p r im e r a c la se , lo se r á n ta m b ié n p a r a ésta . E n c u a n to a la
p r e g u n ta : ¿ Q u é a c t o s o c a s io n a n u n p e r ju ic io d e e s te t ip o ? Y e n tr e a q u e llo s
q u e lo hacen, ¿ c u á le s p u e d e valer la penaE 3 tratar y c u á le s n o a la p a r d e la s
o fe n s a s ? E s t o s s o n p u n t o s , e n d o n d e el ú ltim o e s tá d e m a s ia d o p o c o e s ta b le ­
c i d o y d e m a s ia d o a b ie r to a la c o n tr o v e r s ia , p a ra se r e x p u e s t o c o n e s e g r a d o
d e c o n f ia n z a im p lic a d o e n la m a n if e s ta c ió n d e p r o p ie d a d e s q u e s e e m p le a n
c o m o f u n d a m e n t o d e u n a c u e r d o . L a s p r o p ie d a d e s p a r a e s te p r o p ó s it o
d e b e n s e r ta le s c o m o s e m u e s tr a n a p r im e r a v is ta y p a r e c e n c o r r e s p o n d e r al
t e m a m á s allá d e t o d a d is p u ta .
X V I . L a s o f e n s a s p ú b lic a s p u e d e n d istr ib u ir se e n o n c e d iv is io n e s 234*234:

1. O f e n s a s c o n t r a la s e g u r id a d externa.
2 . O f e n s a s c o n t r a la justicia.

223 Véase el cap. XIII [Casos no susceptibles], § IV.


224 En esta parte del análisis he encontrado necesario desviarme en alguna medida de las
rígidas reglas del método exhaustivo con el que comencé. Este método puede quizá ser más
estrictamente aplicado por mí, o por algún otro, en un período más maduro de la ciencia.
Actualmente, el beneficio que podría resultar de su observancia rigurosa, me ha parecido tan
precario, que no pude evitar dudar sí compensaría por la demora y el esfuerzo. Sin duda,
dicho método es eminentemente instructivo, pero la fatiga de seguir aplicándolo es tan gran­
de, no sólo para el autor, sino probablemente también para el lector, que si fuera llevado a su
máxima extensión en un primer intento, podría quizá resultar más nocivo por el disgusto
producido, que útil en cuanto a información. Para el conocimiento, como la física, por muy
saludable que sea en sí mismo, se vuelve totalmente inútil cuando es demasiado desagradable
para ser digerido. Entretanto, no puede sino ser una circunstancia mortificante para un escri­
tor, que consciente de la importancia de su tema, y ansioso de hacerle justicia, encontrarse
obligado a mostrar lo que percibe como defectuoso, con una perspectiva, por confusa que
204 / J e r e m y B e N T H A iM

3. Ofensas contra la rama p re v e n tiv a de la policía.


4. Ofensas contra la fu erza pública.
5. Ofensas contra el aumento p ositivo de lafelicidad nacional.
6. Ofensas contra la riqueza pública.
7. Ofensas contra la población.
8. Ofensas contra la riqueza nacional.
9. Ofensas contra la soberanía.
10. Ofensas contra la religión.
11. Ofensas contra el interés nacional en general.
La forma en que estas diversas clases de ofensas se relacionan entre sí y
co n el interés del público, es decir, de una multitud inidentificable de indivi­
duos de los cuales se com pone ese cuerpo, puede ser concebida así.
XVII. El perjuicio por el cual puede ser afectado el interés del público,
co m o arriba definido, debe, si se produce en absoluto, ser ocasionado, o bien
p o r medio de una influencia ejercida sobre las operaciones del gobierno, o
p or cualquier otro medio, sin el ejercicio de semejante influencia225. Para c o ­
menzar con el segundo caso, el perjuicio, sea cual fuere, y le acontezca a
quienquiera, debe ser producido, o bien por los poderes no auxiliados del
agente en cuestión, o p or la intermediación de algunos otros agentes. En el
últim o caso, dichos agentes serán, o bien personas, o bien cosas. Las perso­
nas, a su vez, deben ser o no m iem bros de la com unidad en cuestión. El per­
juicio ocasionado p or interm ediación de personas, debe ser producido en
consecuencia por la interm ediación de adversarios externos o internos.
Ahora bien, cuando es producido por los poderes inasistidos propios, o por
la intermediación de adversarios internos, o sólo por intermediación de las
cosas, rara vez podrá mostrarse a sí m ism o bajo otra form a (dejando de lado
la influencia que puede ejercer sobre las operaciones del gobierno) que la de

sea, ele algo más perfecto ante su vista. Si hay algo nuevo y original en este trabajo, lo debo al
método exhaustivo al que tan a menudo he recurrido. Por tanto, no causará gran asombro si
no lo pudiera abandonar sino de mala gana. Por otra parte, las señales de rigidez que serán sin
duda percibidas en una multitud de lugares, son debidas principalmente a una aplicación opti­
mista, aunque no perfectamente exitosa de este mismo método. Los instrumentos nuevos son
t .n a vez empleados al principio con total facilidad.
La idea del gobierno, según puede observarse, es introducida aquí sin ninguna pre-
|'.n ación. Supongo bien conocida su necesidad, como siendo a la vez obvia e incuestionable.
I as observaciones que indican esa necesidad, si se pensara que vale la pena considerarla desde
csifi punto de vista, pueden encontrarse volviendo a un pasaje en un capítulo anterior, donde
k ’ adujo a ellas incidentalmente con un fin ilustrativo. Véase el cap. xn [Consecuencias], § XVTI.
LOS PKIN< II'K )S DI-, I A M< >HAl Y I A I I MSI A» |l‘>N / ,'()

una ofensa contra individuos identificadles, o la de una ofensa contra una


clase local u otra clase subordinada de personas. .Si hubiera una manera en
que pudiera producirse un perjuicio por cualquiera ele estos medios, a indi
viduos'totalm ente inidentificables, no se lo consideraría lo bastante conspi
cuo o importante com o para asignarle un título particular; en consecuencia,
puede ser incluido en la categoría miscelánea de ofensas contra el interés
nacional en general™ . El único perjuicio de importancia considerable que
puede amenazar indiscriminadamente al núm ero total de miembros de la
com unidad, es esa clase compleja de perjuicio, que es el resultado de un esta
do de guerra y es producido por la intervención de adversarios externos, al
ser provocados, por ejemplo, o invitados, o alentados a una invasión. I )e esta
manera un hom bre puede acarrear un perjuicio, y p or cierto muy grave, a la
entera com unidad en general, y ello sin participar de ninguno de los peí |in
cios que sobrevinieron com o consecuencia a individuos particulares.
A hora nos ocuparemos del perjuicio que una ofensa puede acarrear al
público por su influencia sobre las operaciones del gobierno. Esto puede
ocasionarlo:
1. D e una manera más inmediata, por su influencia sobre esas mis
mas operaciones;
2. D e una manera más remota, por su influencia sobre los inslrn
m entos, por m edio de los cuales o con su ayuda esas operaciones
serían realizadas;
3. D e una manera aún más remota, por su influencia sobre las ¡lien
tes de las que han de derivarse dichos instrumentos.
Primeramente, entonces, en cuanto a las operaciones del gobierno, la
tendencia de éstas, en la medida en que concuerda con lo que debe ser .según
el principio de utilidad, es en todos los casos prevenir el perjuicio de la co
munidad o agregar algo a la suma del bien p ositivo226227. Ahora bien, según

226 Véase infra, liv. nota. Aun esta categoría, tan amplia como es y vaga como puede
parecer serlo, no servirá más que ninguna otra, cuando se la examine en relación al pi in< i| mi i
de utilidad, para ocultar ofensa alguna a la que no corresponda incluir allí. Mostrar el di >h >i
o el placer que es probable que se produzca es un problema que quizás el legislador, laúd >n i
este caso como en todos los demás, está obligado a resolver antes de poder justificarse pi >i
añadir el acto al catálogo de las ofensas.
227 Para ejemplos, véase infra, liv. nota. Esta rama de los asuntos del gobierno, una <".| *<•
cié de tarea supererogatoria, como puede llamársela, es comparativamente de fecha rn ionio
en el catálogo de los deberes políticos. N o es para esto que los muchos no tutelados se han
sometido originariamente al dominio de los pocos. Fue el tem or al mal, no la esperanza de
2 0 6 / jE R E iM Y B e n t h a m

h e m o s v is t o , el p e r ju ic io d e b e p r o v e n ir o b ie n d e a d v e r s a r io s e x t e r n o s , d e
a d v e r s a r io s in te r n o s , o c o m o c o n s e c u e n c ia d e c a la m id a d e s . R e s p e c t o d e l
p e r j u ic i o p r o c e d e n t e d e a d v e r s a r io s e x t e r n o s , n o s e r e q u ie r e u n a d iv is ió n
u lte r io r . E n c u a n to al q u e p r o c e d e d e e n e m ig o s in te r n o s , l o s r e c u r s o s e m ­
p le a d o s p a ra p r e v e n ir lo , p u e d e n d is tin g u ir s e en tr e l o s q u e p u e d e n s e r a p li­
cad os antes d e d e s c u b r ir n in g ú n d e s ig n io p e r ju d ic ia l e n p a r tic u la r , y a q u e ­
llo s q u e n o p u e d e n s e r e m p le a d o s s in o a c o n s e c u e n c ia d e l d e s c u b r im ie n t o
d e a lg ú n d e s ig n io d e e s e t ip o ; lo s p r im e r o s s o n c o m ú n m e n t e r e m it id o s a u n a
r a m a q u e p u e d e se r d e n o m in a d a la ra m a preventiva d e la policía; lo s s e g u n ­
d o s , a la d e la justiciar1*. E n s e g u n d o lu gar, e n c u a n to a lo s instrumentos c o n
q u e e l g o b ie r n o , se a p a r a p r e v e n ir el m a l o p r o d u c ir u n b ie n p o s i t i v o , p u e d e
t e n e r q u e u tiliza r , d e b e n ser, o b ie n personas, o b ie n cosas. A q u e l l o s q u e e s tá n
d e s t in a d o s a la f u n c ió n p a r tic u la r d e p r o t e g e r c o n tr a el d a ñ o d e a d v e r s a r io s
e n g e n e r a l, p e r o m á s p a r t ic u la r m e n t e d e a d v e r s a r io s e x t e r n o s 229, p u e d e n d is ­
t in g u ir s e d e l r e s to c o n e l n o m b r e c o l e c t iv o de fuerza pública militar o , p ara

bien, lo que primero consolidó las sociedades. Las necesidades vienen siempre antes que los
lujos. El estado del lenguaje marca el progreso de las ideas. Desde tiempo inmemorial el depar­
tamento militar ha tenido un nombre; así como también el de Justicia; mientras que el poder
que se ocupa de la prevención del perjuicio, no lo ha tenido hasta recientemente y de manera
poco precisa: la policía; y para el poder que tiene como objeto la introducción del bien positi­
vo, no parece haberse encontrado todavía un nombre peculiar, aun cuando fuese inadecuado.
228 La función de la justicia y las de la policía pueden en mucho casos entremezclarse entre
sí; especialmente porque el asunto sería muy mal manejado si las mismas personas, cuyo deber
más particular es actuar como oficiales de policía, no actuaran ocasionalmente como oficiales
de justicia. Sin embargo, las ideas de las dos funciones pueden conservar su distinción; y no
veo dónde pueda trazarse la línea divisoria, a menos que se lo haga como arriba indicamos.
En cuanto a la palabra policía, aunque de origen griego, parece haberse desarrollado en
Francia. Al menos es de allí que fue importada a Gran Bretaña, donde todavía retiene su tinte
francés; en Alemania, si bien no se originó allí, al menos ha sido naturalizada. Tomada en con­
junto, la idea que le corresponde parece demasiado abigarrada como para ser susceptible de
una definición única. La falta de palabras me obligó a reducir las dos ramas aquí especifica­
das a una sola. ¿Quién hubiera tolerado en este lugar haber encontrado dos palabras tales
como las ramas de la policía phtbano-paranómica o preventiva de crímenes, y la phthano-
sympboric o preventiva de calamidades? Los inconvenientes de unir las dos ramas bajo ía
misma denominación son, sin embargo, los menores, en cuanto las operaciones que se requie­
re realizar para ambos propósitos serán en muchos casos las mismas. Otras funciones co­
múnmente asignadas a la categoría de policía, pueden remitir, o bien a la rama de ese poder
que se ocupa de promover de manera positiva el aumento de la felicidad nacional, o bien a
la que se ocupa de la administración de la riqueza pública. Véase infra, liv. nota.
229 Es desde el exterior que esas empresas perniciosas tienden más a originarse, y son
apoyadas por una mayor cantidad de fuerza física que la que habitualmente tienen a disposi­
ción las personas que son en un sentido más particular los oficiales de justicia. Aquellos per-
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 0 7

ser más concisos, fu e rza militar. El resto puede caracterizarse por la deno­
minación colectiva de riqueza pública. E n tercer lugar, respecto de las fuen­
tes o fondos de los cuales estos instrumentos, de cualquier manera que se los
aplique, deben derivarse; aquellos que caen bajo la categoría de personas de­
ben ser tom ados del núm ero total., de miem bros de la comunidad, es decir,
de la población total del Estado; de m od o que cuanto más grande sea la
población, mayor caeteris paribus será esta rama de la riqueza pública; y
cuanto más pequeña sea, m enor será ésta. D e manera semejante, aquellas que
caen bajo la categoría de cosas pueden ser, y la m ayor parte de ellas com ún­
mente lo son, tomadas de la suma total de aquellas cosas que son las propie­
dades separadas de los diversos m iem bros de la comunidad; la suma de
cuyas propiedades puede ser llamada la riqueza nacional ““j de m odo que
cuanto m ayor sea la riqueza nacional, m ayor caeteris paribus puede ser esta
rama restante de la riqueza pública; y cuanto m enor sea aquélla, m enor será
ésta. A q u í ha de observarse que si la influencia ejercida en cualquier ocasión
por cualquier individuo sobre las operaciones del gobierno resultan perni­
ciosas, lo serán de una u otra de las siguientes formas:
1. Causando o tendiendo a causar que no se realicen operaciones que
deberían ser realizadas; en otras palabras, im pidiendo las opera­
ciones del gobierno.
2. Causando que se realicen operaciones que no deberían ser reali­
zadas; en otras palabras, dándoles una orientación errónea. Fi­
nalmente, a la congregación total de personas por quienes son
realizadas las diversas operaciones políticas mencionadas, nos dis­
ponem os a aplicarle el nom bre colectivo de gobierno. Entre estas

juicios cuya perpetración está asegurada p o r una fuerza de semejante magnitud, pueden por
tanto ser considerados en general como la obra de adversarios externos. E n consecuencia,
cuando las personas por las cuales es perpetrado el delito denen tanta fuerza como para de­
safiar los esfuerzos ordinarios de la justicia, se desvinculan de su denominación original en
proporción al aumento de su fuerza, hasta que a la larga son considerados como no siendo
ya más miembros del Estado, sino como totalmente en pie de igualdad con los adversarios
externos. Si se da fuerza suficiente al robo, se transforma en rebelión; si la rebelión adquiere
suficiente permanencia, se transforma en hosdlidad.
230 Debe confesarse que, en el lenguaje común, la distinción que aquí se establece entre la
riqueza pública y la riqueza nacional es sólo indiferentemente establecida, y esto no debe
asombrarnos. Las ideas mismas, aunque aquí sea necesario distinguirlas, son frecuentemente
convertibles. Pero me equivoco si creo que el lenguaje proporcionará cualesquiera otras dos
palabras que expresalían mejor la distinción. Me imagino que se concederá que los términos
en cuestión han sido tan bien elegidos, que sí se las hiciera cambiar sus lugares, el valor dado a
ellas no parecería tan apropiado como el que se les otorga tal como se presentan al presente.
208 / J erem y B en th a m

p erson as h a y comúnmente m u n a , o u n cu er p o d e p erso n a s cu ya


f u n c ió n e s a s ig n a r y d is t r ib u ir al r e s to s u s v a r io s d e p a r ta m e n to s ,
d e te r m in a r la c o n d u c t a a q u e d e b e a ju sta r se c a d a u n o p a ra r e a liz a r
el c o n j u n t o d e o p e r a c io n e s q u e le c o r r e s p o n d e , y a u n o c a s io n a l­
m e n te e je r c e r s u s f u n c i o n e s e n su lugar. C u a n d o e x is te u n a ta l p e r ­
s o n a , o c u e r p o d e p e r s o n a s , e lla o é s te p u e d e n s e g ú n l o r e q u ie r a el
g ir o d e la fr a se , s e r lla m a d o s el soberano o la soberanía. A hora
b ie n , es e v id e n t e q u e im p e d ir o d e s v ia r las o p e r a c io n e s d e l s o b e ­
ra n o , ta l c o m o a q u í s e la s d e s c r ib e , p u e d e e q u iv a le r a im p e d ir o
d e s v ia r la s o p e r a c io n e s d e l o s d iv e r s o s d e p a r t a m e n t o s d e l g o b ie r ­
n o , c o m o la s h e m o s d e s c r it o m á s arriba.
D e e s te a n á lisis , p o r e l c u a l s e e x h ib e la c o n e x i ó n e n t r e la s d is tin ta s c a t e ­
g o r ía s d e o f e n s a s m e n c io n a d a s m á s arrib a, p o d e m o s a h o r a e x tr a e r u n a d e f i­
n ic ió n p a r a c a d a a r tíc u lo . P o r ofensas contra la seguridad externa p o d e m o s
e n t e n d e r a q u e lla s o f e n s a s c u y a t e n d e n c ia es a ca r re a r a l p ú b lic o u n p e r ju ic io
r e s u lta n te d e la s h o s t ilid a d e s d e a d v e r s a r io s e x tr a n je r o s . P o r ofensas contra
la justicia, a q u e lla s o f e n s a s c u y a t e n d e n c ia e s im p e d ir o d e s v ia r a q u e l p o d e r
q u e es e m p le a d o e n la ta rea d e p r o t e g e r al p ú b lic o c o n t r a lo s p e r j u ic io s r e s u l­
ta n te s d e la d e lin c u e n c ia d e a d v e r s a r io s in te r n o s , e n la m e d id a e n q u e h a d e
s e r r e a liz a d o c o n r e c u r s o s q u e n o s e lle g a n a a p lic a r e n n in g ú n c a s o , h a sta
después d e h a b e r d e s c u b ie r t o a lg ú n d e s ig n io p a r tic u la r d e la c la se d e a q u e llo s
q u e e s tá n c a lc u la d o s p a r a p r e v e n ir . C o m o ofensas contra la rama preventiva
de la policía, s e c o n s id e r a n a q u e lla s , c u y a te n d e n c ia es a im p e d ir o d e sv ia r las
o p e r a c io n e s d e l p o d e r q u e s e e m p le a p a r a p r o t e g e r c o n t r a lo s p e r ju ic io s r e ­
s u lta n te s d e la d e lin c u e n c ia d e a d v e r s a r io s in te r n o s , c o n r e c u r s o s q u e s e a p li­
can d e antemano; o a q u e l q u e s e e m p le a p a ra p r o t e g e r c o n t r a lo s p e r ju ic io s
q u e p o d r ía n s e r o c a s io n a d o s p o r c a la m id a d e s físic a s. P o r ofensas contra la
fuerza pública, s e c o n s id e r a n a q u e lla s c u y a te n d e n c ia e s a im p e d ir o d e sv ia r
la s o p e r a c io n e s d e a q u e l p o d e r d e s t in a d o a p r o te g e r al p ú b lic o d e lo s p e r ju i­
c io s q u e p u e d e n r e su lta r d e la h o s t ilid a d d e a d v e r s a r io s e x tr a n je r o s y, e n c a so
d e n e c e s id a d , e n la c a p a c id a d d e m in is tr o s d e ju stic ia , d e l o s p e r ju ic io s d e la
c la se d e a q u é llo s q u e r e s u lta n d e la d e lin c u e n c ia d e a d v e r s a r io s in te r n o s .
Por ofensas contra el aumento de la felicidad nacional, a q u e lla s o fe n s a s
c u y a t e n d e n c ia e s im p e d ir o h a c e r u s o in d e b id o d e la s o p e r a c io n e s d e a q u e -

2^i Habría sentido temor de decir n e c e sa ria m e n te . En las Provincias Unidas, en la Hel­
vética o aun en el cuerpo germánico, ¿dónde se encuentra esa asamblea en ia que reside el
poder absoluto sobre el todo? ¿Dónde se encontraba en la República Romana? N o empren­
dería con certeza la tarea de contestar todas estas preguntas.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 2 0 9

l í o s p o d e r e s q u e s e e m p le a n e n la c o n d u c c ió n d e v a r io s e s t a b le c im ie n t o s ,
q u e h a n s id o id e a d o s p a ra in c r e m e n ta r p o s it iv a m e n t e , d e ta n ta s m a n e r a s d i­
f e r e n te s , la s re se rv a s d e f e lic id a d p ú b lic a . P o r ofensas contra la riquezapúbli-
ca, a q u e lla s c u y a te n d e n c ia es a d is m in u ir la s u m a o d e s v ia r la a p lic a c ió n d e l
d in e r o , y o t r o s e le m e n t o s d e r iq u e z a , q u e e l g o b ie r n o r e se r v a c o m o u n
f o n d o , c o n e l c u a l m a n te n e r la s e x is te n c ia s d e in s t r u m e n t o s e m p le a d o s e n e l
s e r v ic io a rrib a m e n c io n a d o . P o r ofensas contra la población, a q u e lla s c u y a
t e n d e n c ia e s d is m in u ir el n ú m e r o o d e b ilita r e l v a lo r p o l í t i c o d e la s u m a t o ta l
d e l o s m ie m b r o s d e la c o m u n id a d . P o r ofensas contra la riqueza nacional,
a q u e lla s c u y a te n d e n c ia es d is m in u ir la c a n tid a d o d e b ilita r e l v a lo r , d e las
c o s a s q u e c o m p o n e n la s p r o p ie d a d e s o fin c a s s e p a r a d a s d e lo s d iv e r s o s
m ie m b r o s d e la c o m u n id a d .
X V I I I . E n e s ta d e d u c c ió n , c a b e p r e g u n ta r s e q u é lu g a r s e d e ja p a r a la reli­
gión. E s t o l o v e r e m o s m á s a d e la n te . P a r a c o m b a t ir la s d is tin ta s c la s e s d e
o f e n s a s arrib a e n u m e r a d a s , es d ecir, p a ra c o m b a t ir t o d a s la s o f e n s a s a rr ib a
e n u m e r a d a s , e s d ecir, p a ra c o m b a t ir t o d a s las o f e n s a s ( e x c e p t u a n d o a q u e lla s
q u e e s ta m o s a h o r a c o n s id e r a n d o ) q u e e s tá n e n la n a tu r a le z a d e l h o m b r e c o ­
m eter , e l E s t a d o t ie n e d o s g r a n d e s in s t r u m e n t o s : e l castigo y la recompensa;
e l c a s t ig o p a ra se r a p lic a d o a t o d o s y e n t o d a s la s o c a s io n e s o r d in a r ia s ; la r e ­
c o m p e n s a , p a ra s e r a p lic a d a s s ó l o a a lg u n o s , c o n f in e s p a r tic u la r e s y e n o c a ­
s io n e s e x tr a o r d in a r ia s. P e r o y a s e a q u e u n h o m b r e h a y a c o m e t id o o n o el
a c to q u e l o h a c e u n o b je to p a s ib le d e c a s tig o o r e c o m p e n s a , lo s o j o s d e a q u é ­
llo s , q u ie n q u ie r a q u e se a n , a q u ie n e s e l e m p le o d e e s t o s in s t r u m e n t o s es c o n ­
f ia d o , n o p u e d e n s ie m p r e v e r c o n c la r id a d , n i c u a n d o d e b e a d m in is tr a r s e u n
c a s tig o , p u e d e n s u s m a n o s e sta r se g u r a s d e a lc a n z a r lo . P a r a s u p lir e s ta s d e f i­
c ie n c ia s e n c u a n to a p o d e r , s e p ie n s a q u e es n e c e s a r io , o al m e n o s útil (s in lo
c u a l la v e r d a d d e la d o c t r in a n o v e n d r ía al c a s o ) in c u lc a r e n la m e n t e d e la
g e n t e la c r e e n c ia e n la e x is te n c ia d e u n p o d e r a p lic a b le a lo s m is m o s fin e s , y
n o s u s c e p t ib le d e las m is m a s d e fic ie n c ia s ; e l p o d e r d e u n se r s u p r e m o in v is i­
b le , a q u ie n d e b e a d ju d ic a r s e p a r a e s te fin , u n a d is p o s ic i ó n a c o n t r ib u ir al
m is m o p r o p ó s it o al c u a l la s v a r ia s in s t it u c io n e s y a m e n c io n a d a s s e c o n s id e ­
ra q u e c o n t r ib u y e n . S e e sp e r a , p o r s u p u e s t o , q u e e s te p o d e r , e n a lg ú n m o ­
m e n t o u o t r o , s e a e m p le a d o e n la p r o m o c i ó n d e e s o s fin e s; y p a ra m a n t e n e r
y fo r t a le c e r e s ta e x p e c ta tiv a e n tr e l o s h o m b r e s , s e h a b la d e é l c o m o s ie n d o la
o c u p a c ió n d e u n a e s p e c ie d e p e r s o n a j e f in g id o , c o m o a n te s 232, p a ra la c o n v e -

- - - Véase par. XVII, con respecto a la justicia.


2 10 / Je r e m y Bentham

niencia del discurso, y se lo llama religión. Para disminuir, entonces, o hacer


mal uso de la influencia de la religión, es por tanto disminuir o hacer mal uso
del poder que tiene el Estado de combatir en forma efectiva cualquiera de las
ofensas antes enumeradas; es decir, cualesquiera clase de ofensas. Los actos
que parecen tener esta tendencia pueden ser llamados ofensas contra la reli­
gión. C o n éstas, por tanto, puede constituirse la décima división de las clase
de ofensas contra el Estado 233.
X IX . Si hay acaso algunos actos que parecen tender a afectar al Estado
en alguna o más de las formas arriba mencionadas, operando en perjuicio de
la seguridad del Estado, de la fuerza pública, del aumento de la felicidad na­
cional, de la riqueza pública, de la población nacional, de la riqueza nacio­
nal, de la soberanía o de la religión; al mism o tiem po que no resulta claro en
cuál de todas estas formas lo afectarán más, ni que, de acuerdo con factores
contingentes, puedan afectarlo en uno solo de estos aspectos o en otro, tales
actos pueden ser reunidos por sí m ismos en una categoría miscelánea y lla­
mados ofensas contra el interés nacional en general. D e ellos puede com po­
nerse la onceava y última división de las ofensas contra el Estado.
X X . A hora llegam os a la quinta clase, que consiste de ofensas m u lti­
form es. Estas, com o ya ha sido dado a entender, son, o bien ofensas p or
fa lse d a d u ofensas que conciernen a la confianza. D entro de la categoría de
ofensas por falsedad pueden incluirse:
1. Simples falsedades.
2. Falsificación.

233 Puede observarse que en esta ocasión no considero a la religión bajo otro aspecto que
respecto de la influencia que puede tener sobre la felicidad en la vida presente. En cuanto a los
efectos que puede tener en asegurarnos y prepararnos para una vida mejor por venir, es una
cuestión que no cae bajo la competencia del legislador. Véase tit. [Ofensas contra la religión].
Digo ofensas contra la religión, la entidad ficticia, no ofensas contra Dios, el ser real.
Porque ¿qué clase de dolor podría ocasionar el acto de un débil mortal a un ser no suscepti­
ble de sufrir dolores? ¿Cómo podría afectarlo una ofensa? ¿Sería una ofensa contra su perso­
na, su propiedad, su reputación o su condición?
Com únmente se han puesto las ofensas contra la religión por encima de todo. La idea de
precedencia está naturalmente conectada suficientemente con la de reverencia. Pero para
expresar reverencia hay bastantes otros métodos que son menos equívocos. Y en cuanto a
método y perspicuidad, es evidente que respecto de las ofensas contra la religión, ni la natu­
raleza del perjuicio que tienen tendencia a producir, ni la razón que puede haber para casti­
garlo puede ser comprendida sino mediante la consideración de los diversos perjuicios que
resultan de las diversas otras clases de ofensas. Desde el punto de vista político, es sólo p o r­
que esas otras son peq'udiciales, que las ofensas contra la religión lo son también.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R AL Y LA L E G IS L A C IÓ N / 2 1 1

3. Fraude.
4. Perjurio234
O bservem os en qué aspectos estas cuatro clases de falsedad concuerdan
y en qué difieren.
X X I. Las ofensas por falsedad, por m uy diversificadas que puedan estar
en otros aspectos, tienen algo en común: consisten en algún abuso de la
facultad del discurso, o más bien, com o verem os en adelante, de la facultad
de influir en el sentimiento de creencia de otros hombres 235, sea por el dis­
curso u alguna otra manera. El fin del discurso es influir sobre la creencia, y
ello de manera de dar a entender a otros hombres que las cosas son com o
realmente son. Las falsedades, de cualquier clase que sean, están de acuerdo
en esto: dar a entender a los hombres que las cosas son distintas de lo que
son en realidad.
X X II. Fraude, falsificación y perjurio se distinguen, cada una de ellas de
otros m odos de emitir falsedades por ciertas circunstancias especiales. Cuan­
do la falsedad no se da acompañada por ninguna de esas circunstancias,
puede ser llamada simple falsedad. Dichas circunstancias son:
1. La fo rm a en que la falsedad es emitida.
2. La circunstancia de relacionarse o no con la identidad de 1aperso­
na que la emite.
3. La solemnidad de la ocasión en la cual es emitida236.
La aplicación particular de estos caracteres distintivos puede ser más
convenientem ente reservada para otro lugar.

234 Esta división de falsedades, según puede observar se, no está regularmente constituida;
ya que la naturaleza del caso no lo admite. La falsedad puede ser infinitamente diversificada de
otra forma. En un caso particular, por ejemplo, la simple falsedad cuando se la expresa p o r
escrito, se distingue de la misma falsedad cuando se la expresa oralmente; y ha recibido en con­
secuencia un nombre particular. Es decir, cuando daña la reputación; en cuyo caso, el instru­
m ento por el cual se la expresa ha sido llamado líbelo. Ahora bien, es obvio que del mismo
m odo podría haber recibido en todos los otros casos, cuando se la expresa por escrito. Pero no
ha sucedido nada en partrcular que haya dispuesto a la humanidad en esos casos a darle seme­
jante nombre. O sea que, entre las infinitas circunstancias p o r las cuales podría haberse diver­
sificado, aquellas en que constituyen un libelo ha recibido una particular atención por parte de
los formadores del lenguaje, ya sea en virtud de la influencia que estas circunstancias tienen
sobre la tendencia del acto, o en virtud de algún grado particular de fuerza, con la cual, p o r
cualquier otra razón, pueden haberlo dispuesto a impresionar la imaginación.
235 Vcase B. I. tit. [Falsedades].
236 H ay dos circunstancias aún más importante, o sea: 1. Las partes cuyo interés es afec­
tado p o r la falsedad. 2. El punto o cuestión en que ese interés es afectado. Estas circunstan­
cias, sin embargo, no entran en la composición del carácter genérico. Su uso es, como vere­
mos, caracterizar las diversas especies de cada género. Véase B. I. tit. [Falsedades].
2 12 / J erem y B en th am

X X III. Llegamos ahora a la subdivisión de las ofensas por falsedad. Éstas


nos llevarán de vuelta a la senda regular del análisis, seguida, sin desvíos, en
las cuatro clases precedentes.
Cualesquiera sean los m edios por los que un perjuicio es acarreado, for­
me o n o la falsedad parte del número, los individuos pasibles de ser afecta­
dos por ella deben ser, o bien identificables, o bien inidentificables. Si son
identificables, hay sólo cuatro aspectos im portantes respecto de los cuales
pueden ser afectados: o sea, sus personas, su propiedad, su reputación y sus
condiciones de vida. El caso es el m ism o si, aun cuando sean inidentifica­
bles, se los puede com prender en una clase subordinada a la que se com p o­
ne del núm ero total de m iem bros del Estado. Si la facultad tiende al detri­
m ento del Estado, sólo puede ser porque opera asum iendo uno u otro de
los caracteres que todo acto que constituye una ofensa contra el Estado
debe asumir; o sea, el de una ofensa contra la seguridad externa, contra la jus­
ticia, contra la rama preventiva de la policía, contra la fuerza pública, contra
el aum ento de la felicidad nacional, contra la riqueza pública, contra la p o ­
blación nacional, contra la riqueza nacional, contra la soberanía del Estado,
o contra su religión.
XXIV. Es, pues, una propiedad com ún de las ofensas que pertenecen a
esta división, situarse en el m ism o terreno que el ocupado por las de las cla­
ses precedentes. Pero algunas de ellas, com o verem os, tienden, en varias oca­
siones, a abandonar o cambiar los nombres que las ubican dentro de esta
división. Éste es el caso especialmente con las falsedades simples. Otras retie­
nen sus nom bre inmodificados; y aun en ese caso sustituyen los nombres
que de otro m odo corresponderían a las ofensas que denominan: Éste es el
caso principalmente respecto del fraude, la falsificación y el perjurio. Cuan­
do interviene esta circunstancia — la de la falsificación— , en algunos casos el
nombre que predomina es el que señala la ofensa por su efecto; en otros, es
aquel que señala el instrumento que, com o si fuera por su auxilio, la ofensa
es cometida. La falsedad, tomada por sí misma, considerada com o no estan­
do acompañada de ninguna otra circunstancia importante, ni por tanto pro­
ductiva de ningún efecto importante, no puede nunca, según el principio de
utilidad, ser considerada en absoluto com o una ofensa. Combinada con otras
circunstancias, no hay casi ninguna clase de efectos perniciosos que no pueda
ser instrumento de producción. Es, por tanto, más bien de acuerdo con las
leyes del lenguaje que en consideración de la naturaleza de las cosas mismas,
que se hace una mención separada de las falsedades, con el nombre y con el
carácter de distintas ofensas. Todo esto parecería bastante simple si fuera éste
LOS PRINCIPIOS D E LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 2 1 3

el m om ento de entrar en detalle; pero eso es lo que no puede hacerse, de


acuerdo con cualquier principio de orden o conveniencia, hasta que las divi­
siones inferiores de esas otras clases hayan sido previamente mostradas.
XXV. N o s ocuparem os ahora de las ofensas contra la confianza. Esta
existe cuando se realiza algún acto particular, que una parte, en ejercicio de al-
gún p o d er237o derecho que le es conferido, ha de realizar en beneficio de otra.
O , más ampliamente, de este modo: se dice que un grupo está investido de
cierta confianza, cuando, estando investido de un tal p o d e r o derecho, exis­
te una cierta conducta que, en el ejercicio de ese poder o ese derecho, está

237 Los poderes, aunque no son una especie de derechos (porque las dos clases de entes
ficticios d e n o m i n a d o s p o d e r y d e re c h o , son absolutamente dispares) están hasta ahora inclui­
dos entre los derechos hasta el punto de que, dondequiera se emplee la palabra p o d e r , la pala­
bra derecho puede también ser empleada. La razón es que, siempre que se habla de una per­
sona como poseyendo un poder, se puede hablar también de ella como teniendo un derecho
a dicho poder. Pero la inversa de esta proposición no es válida. H ay casos en los cuales, aun­
que puede decirse de un hom bre que tiene un derecho, no puede decirse que tiene un poder,
o hacer mención de esa palabra de cualquier otra manera. En varias ocasiones, por ejemplo,
usted tiene derecho a los servicios del magistrado; pero si usted es una persona privada, no
ti e n e p o d e r sobre él; todo el poder está de su lado. Siendo éste el caso, como se había emplea­
do la palabra d e r e c h o , la palabra p o d e r podría quizá, sin ninguna deficiencia en el sentido,
haber sido omitida. E n la presente ocasión, sin embargo, como al hablar de la confianza se
hace más uso de esa palabra que de la palabra d e re c h o , pareció mejor elegir, en pro de la pers­
picuidad, insertarlas a ambas.
Puede esperarse que, dado que la palabra c o n fia n z a ha sido aquí explicada, las palabras
p o d e r y d e re c h o , de cuyo significado se hace depender la palabra confianza, deben ser expli­
cadas también; y es seguro que no hay otras dos palabras que necesiten más de esta explica­
ción que ellas. P or tanto, me dispongo a dar esa explicación y p o r cierto ya la he diagrama­
do. Pero los detalles en los que encontré necesario entrar para este fin, eran tan extensos que
llenarían más espacio que el que podría consistentemente serle asignado en este lugar. Con
respecto a estas palabras, pues, y a una cantidad de otras, como p o se sió n , títu lo , y otras seme­
jantes, que por su importancia están inseparablemente conectadas con ellas, en lugar de pre­
sentar la explicación misma, debo contentarme con dar una idea del plan que he elaborado al
exponerla. Y com o respecto de cualquier otra cosa, debo dejar la importancia de él a criterio
de la posición que pueda tener en la aprensión de cada lector. Poder y derecho, y toda la tribu
de entidades ficticias de este estilo, son todas ellas, en el sentido que les corresponde en un
libro de jurisprudencia, los resultados de una manifestación u otra de la voluntad del legisla­
dor respecto de tal o cual acto. Ahora bien, cada manifestación es, o bien una prohibición, o
una orden, o sus respectivas negaciones; o sea un permiso y la declaración que el legislador
hace de su voluntad cuando en cualquier ocasión deja un acto sin no ordenarlo. Ahora bien,
para hacer más concisa la expresión de la regla, la orden de un acto positivo puede estar repre­
sentada por la prohibición del acto negativo que se le opone. Para saber, entonces, cómo
explicar un derecho, ponga su atención en el acto que, en las circunstancias dadas, sería una
violación de ese derecho; la ley crea el derecho al prohibir dicho acto. El poder, ya sea sobre
la persona misma de un hom bre o sobre otras personas, o sobre cosas, se constituye en pri­
mera instancia p o r permiso; pero en la medida en que en que la ley asume una paite activa en
2 14 / J e r e m y B entham

obligado a mantener por el beneficio de algún otro grupo. En tal caso, el


grupo primeramente m encionado es llamado fideicomisario; para el otro
grupo no se ha encontrado todavía ningún nombre. Por falta de nombre, no
parece haber otro recurso que otorgar un nuevo y más amplio sentido al
término beneficiario, o decir con más palabras el grupo que ha de ser bene­
ficiado 238.

corroborarlo, es creado por prohibición o por mandato; por prohibición de tales actos (por
parte de otras personas) que son juzgados incompatibles con su ejercicio; y en ciertas ocasio­
nes por mandato de aquellos actos que son juzgados necesarios para la remoción de tales o cua­
les obstáculos del número de aquellos que puede suceder que impidan su ejercicio. Por cada
derecho que la ley confiere a cada paite, ya sea esa parte un individuo, una clase subordinada
de individuos, o el público, impone con ello un deber u obligación. Pero puede haber leyes que
ordenan o prohíben actos, es decir, imponen deberes sin ninguna otra razón que el beneficio
del agente; éstas no generan ningún derecho; por tanto, los deberes pueden ser respecto de
otros o contra sí mismo; a los primeros corresponden derechos, a los segundos, ninguno.
Q ue la explicación de las palabras poder y derecho deben, para ser correctas, entrar en
un gran número de detalles, puede mostrarse de aquí en adelante. Una rama del sistema de
derechos y poderes, y sólo una, es aquella que atañe a la propiedad. Para ser correcta, enton­
ces, debe, entre otras cosas, ser aplicable a toda la tribu de modificaciones de las que la p ro ­
piedad es susceptible. Pero los mandatos y prohibiciones, p o r los cuales son creados \ospode­
res y derechos que componen esas diversas modificaciones, son de m uy distintas formas; por
tanto, exponer la explicación en cuestión dentro del alcance de un solo párrafo sería imposi­
ble; emplear tantos párrafos como sería necesario a fin de mostrar esas diferentes formas, sería
exponer una cantidad tal de detalles, que el análisis de las diversas especies posibles de p ro ­
piedad abarcaría sólo una paite de él. Esta tarea, a pesar de ser poco atracdva, la he empren­
dido; pero su resultado, como puede fácilmente imaginarse, parecía demasiado voluminoso y
minucioso como para ser expuesto en un resumen como el presente. Afortunadamente no es
necesario, excepto con el propósito científico de ordenamiento, para la comprensión de cual­
quier cosa que necesite decirse sobre la rama penal del arte de la legislación. E n una obra que
debería tratar de la rama civil de dicho arte, encontraría su lugar adecuado; y en una obra tal,
si fuese conducida según el plan de la presente, sería indispensable. De los Emites que pare­
cen separar una de estas ramas de la otra, se encontrará una amplia descripción en el próximo
capítulo; de éstos puede incidentalmente extraerse una mayor claridad respecto del curso a
tomar para desarrollar las nociones que deben agregarse a las palabras derecho y poder. Ver
en particular § 3 y 4. Véase también par. IVdel presente capítulo.
Podría haber acortado mucho este asunto procediendo según la tendencia habitual, y
diciendo que el poder es una facultad y que el derecho es un privilegio, y así en más, siguien­
do el camino trillado de la definición. Pero la vacuidad de un método semejante, en casos
como el presente, ya ha sido señalada [Véase Fragmento de gobierno, cap. V, § 6. nota]. U n
poder no es un cierto algo ni el derecho es un cierto algo; el caso es que ninguno de ellos tiene
un género superior; éstos, junto con deber, obligación, y una cantidad de otros del mismo tipo
pertenecen al número de esas entidades ficticias cuya importancia no puede ser ilustrada sino
mostrando la relación que tienen con entidades reales.
238 El primero de estos grupos es llamado en el lenguaje legal por el nombre que aquí
se le da. El otro es llamado, en el lenguaje técnico del derecho inglés, un cestuy que trust; en
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 215

También se dice que se ha conferido o im puesto al fideicomisario una


responsabilidad, que se le ha dado para ejecutarla, realizarla, o cumplirla. D e
la parte que ha de beneficiarse se dice que se ha establecido o creado una
confianza a su favor, y así en más, con una variedad de otras frases.
X X V I. Ahora bien, puede ocurrir que se hable a menudo de la confian­
za com o de una especie de condición239, que también se habla de ella com o de
una especie de propiedad, y que de una condición misma se había también
en el mismo sentido. Puede pensarse, por tanto, que la primera clase, la divi­
sión de las ofensas contra la condición deberían haber sido incluidas entre las
ofensas contra la propiedad; y que, de todos m odos, gran parte de la quinta
clase de ofensas bajo consideración, que consiste en ofensas contra la con ­
fianza, debería haber sido incluida en una u otra de las divisiones de la pri-

el lenguaje común, como hemos observado, no hay, lamentablemente, ningún nom bre para
él. En cuanto a la frase legal, está en francés antiguo, y aunque compleja, es sin embargo elíp­
tica y oscura en el más alto grado. La frase en toda su extensión sería más o menos así: cestuy
al use de qui le trust est creé (aquel para cuyo uso es creado la confianza o beneficio). En un
caso particular-, un cestuy que trust es llamado en el derecho romano fidei-commissanus. Imi­
tando esto, he visto en alguna parte que se lo llama en inglés un fide-committee: N o obstan­
te, este término no parece ser m uy expresivo. Un fide-committee, o como debería haber sido,
un fidei committee, parece significar, hablando literalmente, alguien que ha confiado en la
buena fe de otro. La buena fe parece consistir en guardar una promesa. Pero una confianza
puede crearse sin que haya en el caso ninguna promesa. Es po r cierto harto com ún exigir una
promesa a fin de obligar más efectivamente a un hombre a hacer lo que se le ha hecho p ro ­
meter que h a rá . Pero ésta es meramente una circunstancia accidental. La confianza puede ser
creada sin ninguna cosa semejante. ¿Q ué es lo que de todos modos constituye en cualquier
caso una obligación legal? U na orden, expresa o virtual, junto con el castigo asignado a su
incumplimiento. Por los mismos medios puede constituirse una obligación en este caso, así
como en cualquier otro. En lugar de la palabra beneficiario, que consideré necesario adoptar,
el sentido sería mejor expresado por alguna o otra palabra, como benefdendario (una pala­
bra análoga en su formación a recipiendario), si fuera tal que el oído pudiera llegar a tolerar­
la. Esto pondría más efectivamente fuera de duda, que lo que quiso decir era la paite que debía
recibir el beneficio, ya sea que lo recibiera o no; mientras que la palabra beneficiario podría
ser comprendida como insinuando que el beneficio fue realmente recibido; mientras que en
las ofensas contra la confianza el perjuicio es comúnmente que dicho beneficio no es obteni­
do para la persona designada para ello, sino por algún otro, por ejemplo el fideicomisario.
23^ Es en aras de la brevedad que la proposición es enunciada como aparece en el texto.
Si se la examinara con sentido crítico, podría encontrarse, quizá, que es muy poco justificable
de acuerdo con las leyes del lenguaje. Porque las entidades ficticias, caracterizadas por dos tér­
minos abstractos, confianza y condición, no son subalternativos sino dispares. Para hablar con
absoluta precisión, deberíamos decir que de quien es investido de confianza se habla, debido
a ello, como investido de una condición; o sea la condición de un fideicomisario. Hablamos
de la condición de un fide'comisario como hablamos de la condición de un esposo o un padre.
2 16 / J e r e m y Benth am

m era clase. P e ro al exam inar la cuestión, se v erá q u e n in g u n a de esas divi-


siones p o d ría co n venientem ente, ni aun quizás a p ro p ia d am e n te , h a b e r sido
incluida bajo n in g u n a de las otras dos. T am bién, al m ism o tiem p o , q u e sub­
siste en tre todas ellas u n a conexión íntim a, hasta el p u n to de q u e las listas de
ofensas en las cuales respectivam ente se las incluye, cualquiera p u e d e servir
en gran m edida com o m o d elo de cualquier o tra. H a y ciertas ofensas, a las
cuales cu alq u ier clase de confianza com o tal está expuesta. A to d as estas
ofensas se verá q u e to d a confianza está expuesta. A l m ism o tiem p o , esa p a r ­
ticu lar especie d e ofensas co n tra la confianza recibirán, p o r su aplicación a
condiciones particulares, diferentes denom inaciones particulares. T am bién
se verá que, de los dos gru p o s de ofensas en tre los q u e se div id irá n a tu ra l­
m en te la lista de aquéllas co n tra la confianza, h a y u na, y sólo u n a , a la cual
la p ro p ied ad , to m ad a en su sen tid o p ro p io y m ás restrin g id o , está expues­
ta; y q u e éstas, en su aplicación al asu n to de la p ro p ie d a d , serán suscepti­
bles de distin tas m odificaciones, a las que el u so del lenguaje y la ocasión
q ue se p rese n ta de distinguirlas en cuanto a su tratam ien to , hace necesario
encontrarles n o m b res.
E n p rim e r lugar, com o hay, o ai m enos p u ed e h a b e r (según verem os)
condiciones que no so n form as de confianza240, así tam b ién h a y form as de
confianza cuya idea no sería fácil y n atu ralm en te c o m p re n d id a co m o in ­
cluida bajo la p alab ra condición; a lo cual h ay q u e añ ad ir que de aquellas co n ­
diciones que in cluyen confianza, la m ay o r p a rte incluye al m ism o tiem po
o tro s ingredientes, de m o d o qu e la idea de u n a co n d ició n , si p o r u n a parte
se extiende más allá de la idea de confianza, p o r o tra resulta m ás estrecha. D e
las diversas form as de confianza, las m ás im p o rtan tes, sin d u d a, so n aquellas
en que el p ú blico resulta ser el beneficiario. A h o ra bien, estas form as de c o n ­
fianza, al parecer, rara vez se presentarían a p rim era vista al m en cio n ar la
palabra condición. D e to d o s m odos, lo que es m ás relevante, la m ás im p o r­
tante de las ofensas co n tra estas form as de confianza, n o p are c ía n estar in ­
cluidas bajo la den o m in ació n de ofensas co n tra la con d ició n . Las ofensas que
serían traídas a la vísta p o r esta últim a apelación, serían sólo aquellas que p a ­
recerían afectar los intereses de u n individuo; de aquel, p o r ejem plo, que se
considera investido de dicha condición. P ero en las ofensas c o n tra la co n ­
fianza pública, es la influencia qu e tienen sobre los intereses del púb lico lo
que co n stitu y e p rin cipalm ente la p arte m ás im p o rta n te de su tenencia p e r­
niciosa; la influencia que tienen sobre los intereses de cu alq u ier individuo, la

240 Infra, IV.


L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 1 /

única p arte de su influencia que saltaría a la vista co n el n o m b re de ofensas


co n tra la condición, es com parativam ente nula. La palabra confianza dirige
la atención inm ediatam ente a los intereses de la p a rte de la que la perso n a en
cuestión es fideicom isario. D icha parte, m ediante la adición del epíteto p ú ­
blico, se c o m p ren d e inm ediatam ente que es el cu erp o com puesto de to d a la
asam blea, o u n a p o rció n indefinida de la asam blea to tal de los m iem bros de!
E stado. L a idea qu e n o m b ra n las palabras confianza pública es clara y no
p resen ta am bigüedad alguna; es sólo bajo u n a v estid u ra oscura y am bigua,
q ue dicha id ea p o d ría ser expresada p o r las palabras condición pública. Se
advierte, p o r lo tanto, que la p arte principal de las ofensas incluidas bajo la
d en o m in ació n de ofensas co n tra la confianza, n o p o d rían , al m enos con faci­
lidad, h ab er sido incluidas bajo el título de ofensas contra la condición.
Es lo bastan te evidente que, p o r las m ism as razones, tam p o co podrían
h ab er sido incluidas bajo el títu lo de ofensas co n tra la propiedad. H ab ría
parecido ab su rd o y dem ostrado u n a falta total de atención al principio que
guía to d a la obra, el principio de utilidad, h ab er to m ad o la p a rte más p e rju ­
dicial y alarm ante de las ofensas a las qu e el pú b lico está expuesto, e incluir­
las fo rzad am en te en la lista de ofensas co n tra la pro p ied ad de u n individuo; o
sea, de ese individuo que en tal caso sería considerado com o teniendo la p ro ­
pied ad de esa confianza pública que es afectada p o r las ofensas en cuestión.
T am poco habría sido m enos im p ro p io h ab er incluido condiciones, todas
bajo el título de propiedad, y de este m o d o , to d o el catálogo de ofensas co n ­
tra la condición en el catálogo de ofensas co n tra la propiedad. Es verdad que
h a y ofensas co n tra la condición que quizá co n la m ism a corrección y sin n in ­
g ú n cam bio en su naturaleza, p o d ría n ser consideradas bajo el aspecto de
ofensas co n tra la propiedad; tan am plias y vagas so n las ideas que se acos­
tu m b ra ad ju n tar a am bos objetos. P ero h ay otras ofensas que, con corrección
incuestionable, p o d rían ser incluidas en la categoría de ofensas contra la p r o ­
piedad. L a p ro p ied ad, considerada respecto del propietario, im plica invaria­
blem ente u n beneficio y nada más; cualesquiera obligaciones o cargas que p o r
accidente p u ed en estar unidas a ella, en sí m ism a n o p u ed e ser sino benefi­
ciosa. P o r p a rte del p ro p ietario , esto se da, n o p o r nin g ú n m an d ato im p u e s­
to a él, sino p o rq u e es dejado líbre de h acer lo q u e quiera co n tal o cual ar­
tículo. L a obligación es, en to d o s los casos, im puesta a otras personas. P o r
o tra parte, en cuanto a las condiciones, h ay varias que son de u n a naturaleza
m ixta, significando tanto un a carga p ara quien está investido de ellas, com o
u n beneficio; lo que ciertam ente es el caso de aquellas condiciones de que más
oím os hablar bajo ese nom bre, y que causan m ay o r im presión.
2 1 8 / Jerem y B entham

H a y a u n c o n d ic io n e s q u e n o s ig n if ic a n s in o u n a ca rg a , s in p iz c a d e b e n e ­
fic io . S e g ú n e s t o , c u a n d o e n tr e d o s p a r te s h a y r e la c ió n tal q u e u n o d e e llo s
o c u p a el lu g a r d e u n o b j e t o d e propiedad r e s p e c t o d e l o t r o , la p a la b r a p r o ­
p ie d a d s e a p lic a s ó lo a u n a d e la s p a r te s , p e r o la p a la b r a condición s e a p lica
ig u a lm e n te a a m b a s; e s s ó l o d e u n a d e e lla s q u e s e d ic e p o r e s a r a z ó n q u e
p o s e e u n a p r o p ie d a d ; p e r o d e a m b a s s e d ic e q u e p o s e e n o e s tá n in v e s tid a s de
u n a c o n d ic ió n . S ó lo e l a m o es c o n s id e r a d o c o m o p o s e y e n d o u n a p r o p ie d a d ,
d e la c u a l es o b j e t o e l s ir v ie n t e e n v ir t u d d e lo s s e r v ic io s q u e e s tá o b lig a d o a
p resta r; p e r o s e d ic e , t a n t o d e l s ir v ie n te c o m o d e l a m o , q u e p o s e e n o está n
in v e s t id o s d e u n a c o n d ic ió n .
E l c a s o es q u e s i a lg u n a v e z s e h a b la d e la c o n d ic ió n d e u n h o m b r e c o m o
c o n s t it u y e n d o u n o b j e t o d e sm propiedad , e s e n e l m is m o s e n t id o v a g o e in ­
d e f in id o d e la p a la b r a e n el q u e c u a le s q u ie r a o tr a s o f e n s a s q u e p u d ie r a n im a ­
g in a rse , p o d r ía n s e r in c lu id a e n la lis ta d e o f e n s a s c o n t r a la p r o p ie d a d . S i e.
le n g u a je , r e a lm e n te , e n c a d a c a s o e n q u e s e h a c e u s o d e la fr a se objeto de pro­
pie dad, fu e r a s u f ic ie n t e m e n t e p e r s p ic u o c o m o p a r a se ñ a la r , b a jo e s a d e n o ­
m in a c ió n , la e x is te n c ia d e u n c u e r p o r e a lm e n te e x is te n te ; la persona o cosa a
q u e s e d ir ig e n e s o s a c t o s , y p o r c u y a r e a liz a c ió n s e d ic e q u e s e g o z a d e u n a
p r o p ie d a d ; si, e n r e s u m e n , e n e l s e n t id o d a d o a la fr a se objeto de propiedad,
n o s e h ic ie r a o t r o u s o d e e lla q u e h a c e r la s ig n if ic a r lo q u e a c t u a lm e n t e se
lla m a u n o b j e t o c o r p o r a l, e s ta d ific u lta d y e s ta c o n f u s i ó n n o h a b r ía n o c u ­
r r id o . P e r o al s e n t id o d e la fr a se objeto de propiedad y , e n c o n s e c u e n c ia , al
s ig n if ic a d o d e la p a la b r a p r o p ie d a d s e le h a c o n f e r id o u n a lc a n c e m u c h o
m a y o r . E n c a s i t o d o s l o s c a s o s e n q u e la l e y h a c e a lg o p a r a b e n e f ic i o o v e n ­
taja d e u n h o m b r e , é s t o s t ie n d e n a h a b la r d e e llo , e n u n a u o tr a o c a s ió n ,
c o m o q u e s e le s c o n f ie r e u n a e s p e c ie d e p r o p ie d a d . A l m i s m o t ie m p o , p o r
u n a r a z ó n u o tr a , e n m u c h o s c a s o s n o h a s id o p r a c tic a b le , o n o a g r a d a b le ,
tra e r a c o n s id e r a c ió n , b a jo la d e n o m in a c i ó n d e l o b j e t o d e s u p r o p ie d a d , la
c o s a e n q u e lo s a c t o s , p o r c u y a r e a liz a c ió n s e d ic e q u e s e goza d e la p r o p ie ­
d a d , t ie n e n su m e ta fin a l e n la p e r s o n a e n la q u e t ie n e n c o m i e n z o . S in e m ­
b a r g o , a lg o d e q u e p o d ía h a b la r s e b a jo e s e n o m b r e era u n r e q u is i t o in e v it a ­
b l e 241. E l r e c u r s o , e n t o n c e s , h a s id o c o m o si fu e r a crear, e n c a d a o c a s ió n , u n

241 H a de observarse, que en el lenguaje ordinario, en la frase el objeto de propiedad de


un hombre, suelen dejarse afuera las palabras objeto de; y por una elipsis, que, aun siendo
violenta, se ha vuelto ahora más familiar que la frase completa, han hecho que la parte que
consiste de las palabras Impropiedad de un hombre, realice la función del todo. En algunos
casos, entonces, era sólo sobre un parte del objeto que los actos podrían ser realizados; y
decir, en consecuencia, que el objeto era de propiedad de un hombre, era lo mismo que insi-
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 219

s e r id e a l, y a sig n a r a u n h o m b r e e s e o b je to id e a l c o m o o b j e t o d e s u p r o p i e ­
d ad; y é s ta es la c la se d e o b je to s , a la q u e lo s h o m b r e s d e c ie n c ia , t e n i e n d o e n
c u e n ta d e la s o p e r a c io n e s le g a le s r e s p e c t o d e e llo s , lle g a r o n , e n el c u r s o d e l
t ie m p o , a d a r el n o m b r e d e incorpóreos. A h o r a b ie n , e s to s o b j e t o s d e p r o ­
p ie d a d in c o r p ó r e o s e x h ib e n u n a v a r ie d a d p r o d ig io s a . L a s e n t id a d e s f ic tic ia s
d e e s ta c la s e h a n s id o c o n s t it u id a s c o n c a si c u a lq u ie r co sa ;no sólo condicio­
nes (la d e u n f id e ic o m is a r io in c lu id a ) p e r o h a sta la reputación s e e n c u e n t r a
e n tr e ella s. H a s t a la libertad h a s id o c o n s id e r a d a d e s d e e s te p u n t o d e v ista ; y
a u n q u e e n ta n ta s o p o r t u n id a d e s e s c o n t r a s t a d a c o n la propiedad, e n o tr a s
o c a s io n e s , e s t a n d o in c lu id a e n e l c a t á lo g o d e las p o s e s i o n e s , p a r e c e h a b e r
s i d o c o n s id e r a d a u n a r a m a d e la p r o p ie d a d . A lg u n a s d e e s ta s a p lic a c io n e s
d e la s palabras propiedad, objeto de propiedad (el ú ltim o , p o r e j e m p lo ) , s o n
c o n s id e r a d a s , p o r c ie r to , c o m o m á s fig u r a tiv a s y m e n o s a p r o p ia d a s q u e el
r e sto ; p e r o p u e s t o q u e la v e r d a d e s q u e , c u a n d o el o b je to in m e d ia t o es in c o r ­
p ó r e o , t o d a s e lla s s o n in a p r o p ia d a s , es m u y p o c o p r a c tic a b le tr a z a r la lín e a
e n a lg u n a p a r te .
N o o b s ta n te , a p e s a r d e t o d a e s ta lib e r a lid a d , e n la s r e la c io n e s e n v ir tu d
d e las c u a le s se d ic e q u e u s te d p o s e e u n a cie r ta c o n d ic ió n , h a y al m e n o s u n a
d e la q u e a p en a s p u e d e d e c ir se , m e d ia n t e la c o n s t r u c c ió n m á s fo r z a d a , q u e
h a c e q u e c u a lq u ie r o t r o h o m b r e , o c u a lq u ie r o tr a c o s a , s e c o n v ie r t a e n o b j e ­
t o d e s u p r o p ie d a d . É s ta es e l d e r e c h o d e p e r s e v e r a r e n u n c ie r to c u r s o d e
a c c ió n , p o r e j e m p lo , e n e l e je r c ic io d e c ie r to o f ic i o . A h o r a b ie n , p a r a c o n f e ­
rirle e s e d e r e c h o , al m e n o s e n c ie r to g r a d o , la l e y n o tie n e o tr a c o s a q u e h a c e r

nuar que podrían ser realizados sobre cualquier parte. En otros casos, sólo ciertos actos par­
ticulares podían ser ejercidos sobre el objeto; y decir del objeto que era su propiedad, era
como insinuar que actos cualesquiera podían ser ejercidos sobre él. A veces los actos en
cuestión no habían de ser ejercidos sino en un tiempo futuro, ni entonces, tal vez, sino en el
caso de acaecer un suceso determinado, cuyo acontecer era incierto; y decir de un objeto que
era su propiedad era lo mismo que decir que los actos en cuestión podían ser ejecutados
sobre él en cualquier momento. A veces, el objeto al que los actos en cuestión debían estar
dirigidos, o el que debía ser su comienzo, era una criatura humana; y hablar de una criatura
humana como siendo de propiedad de otro, es algo que impresionaría el oído en todas par­
tes, excepto donde la esclavitud estuviera establecida, y aun en ese caso, cuando era aplicada
a personas que no estuvieran en la condición de esclavos. Entre los primeros romanos, p o r
cierto, la esposa misma era propiedad del marido; el hijo del padre; el sirviente de su amo.
E n las naciones civilizadas de la época moderna, las dos primeras clases de propiedad han
dejado totalmente de existir; y la última, desgraciadamente, no del todo, pero no obstante,
se espera, próxima a su extinción. La propiedad del hom bre es ahora la compañía de su espo­
sa [el consortium, dice el derecho inglés}, la del padre, la tutela y la asistencia de su hijo, y la
del amo, la asistencia de su sím ente.
2 2 0 / JER EM Y B EN TH A M

q u e a b s te n e r s e d e p r o h ib ir le q u e l o e je r z a . S i fu e r a m á s le jo s , y c o n e l f in d e
p e r m it ir le e je r c e r su o f ic io m á s v e n t a jo s a m e n t e , p r o h ib ie r a a o t r o s d e e je r ­
c e r lo , e n t o n c e s , v e r d a d e r a m e n te , y p o r u n p r o c e s o m á s b ie n f o r z a d o , p o d r ía
h a b la r s e d e e l lo s c o m o o b je to s d e s u p r o p ie d a d , es d ecir, p o r o b lig a r lo s a
p r e s ta r le e s a e s p e c ie d e s e r v ic io n e g a t iv o q u e c o n s is t e e n a b s te n e r s e d e h a c e r
a q u e llo s a c t o s q u e d is m in u ir ía n e l p r o v e c h o d e s u o f ic io . P e r o e l d e r e c h o
o r d in a r io d e e je r c e r ta l o f ic i o o p r o f e s ió n q u e n o e s o b j e t o d e m o n o p o l i o ,
n o im p lic a ta l co sa ; y n o o b s ta n te , al p o s e e r e s t e d e r e c h o , s e d ic e q u e u n
h o m b r e p o s e e u n a c o n d ic ió n , y al r e n u n c ia r a ella , r e n u n c ia a ésta .
D e s p u é s d e to d o , se verá q u e d e b e h a b er c a so s en q u e , d e a cu er d o c o n
e l u s o d e l le n g u a je , la m is m a o fe n s a p u e d e , c o n r e la tiv a a p a r ie n c ia d e c o ­
r r e c c ió n , s e r p u e s t a e n la c a te g o r ía d e la s o f e n s a s c o n t r a la condición, o in d i­
f e r e n t e m e n t e , b a jo a q u e lla s c o n tr a Impropiedad. E n c a s o s s e m e ja n te s , la re g la
s ig u ie n t e p u e d e se r v ir p a r a tra z a r la lín e a . S ie m p r e q u e , e n v ir tu d d e s u p o s e ­
s i ó n d e u n a p r o p ie d a d , o d e se r o b j e t o d e la p r o p ie d a d d e o t r o , s e lo c a r a c ­
te r iz a , s e g ú n el u s o d e l le n g u a je , p o r u n n o m b r e p a r tic u la r , ta l c o m o a m o ,
s ir v ie n te , e s p o s o , e s p o s a , la c a y o , a g e n te , a p o d e r a d o , o a lg o se m e ja n te ; e n e s e
c a s o la p a la b r a c o n d ic ió n p u e d e se r e m p le a d a c o n e x c lu s ió n d e la p a la b r a
propiedad; y u n a o fe n s a q u e , e n v ir tu d d e te n e r e s a r e la c ió n , le I n c u m b e p e r ­
s o n a lm e n t e , o b ie n e n la c a p a c id a d d e u n o fe n s o r , o e n la d e u n a p a r t e p e r ­
ju d ic a d a , p u e d e se r r e fe r id a a la c a te g o r ía d e o f e n s a s c o n t r a la c o n d ic ió n y
n o a la d e o f e n s a s c o n t r a la p r o p ie d a d . P a r a p o n e r u n e je m p lo : SÍ e s t a n d o
o b lig a d o a u n a p e r s o n a , e n su c a p a c id a d d e a d m in is t r a d o r d e tierra , a s u p e r ­
v is a r la r e p a r a c ió n d e u n c ie r to t ie m p o , u s t e d s e a b s tie n e d e h a c e r lo ; e n e s te
c a s o , c o m o l o s s e r v ic io s q u e u s te d e s tá o b lig a d o a p r e s ta r s o n d e a q u e llo s
q u e d a n o c a s ió n a la p a r te a q u ie n c o r r e s p o n d e , s e r lla m a d o p o r u n n o m b r e
g e n é r ic o , p o r e j e m p lo e l d e a d m in is tr a d o r d e tier ra s, la o f e n s a d e n e g a r s e a
r e a liz a r lo s p u e d e e n c a s illa r se d e n tr o d e la c la s e d e o f e n s a s c o n t r a la c o n d i ­
c ió n . P e r o s u p o n g a m o s q u e , s in e sta r c o m p r o m e t id o e n e s a s e r ie d e s e r v i­
c i o s g e n e r a le s y m is c e lá n e o s q u e , c o n r e fe r e n c ia a u n a p e r s o n a p a r tic u la r , se
lo d e n o m in a r ía s u a d m in is tr a d o r d e tie r r a s, u s t e d e s tu v ie r a o b lig a d o , f u e s e
p o r c o s t u m b r e o p o r c o n t r a t o , a p r e s ta r le e s a ú n ic a c la se d e s e r v ic io q u e c o n ­
s is te e n p r o c e d e r , p o r u s te d m is m o o p o r m e d io d e o t r o s , a la r e p a r a c ió n d e
d ic h o p u e n t e ; e n e s te c a s o , c o m o n o h a y n in g u n a d e n o m in a c i ó n c o r r ie n te
p a r a la c la s e e n q u e u s t e d e s tá in c lu id o e n v ir tu d d e e s ta r o b lig a d o a p r e s ta r
e s t e s e r v ic io ( p o r q u e la d e a r q u ite c to , a lb a ñ il u o t r o o f ic i o s e m e ja n te n o e stá
a q u í e n c u e s t ió n ) , la o f e n s a q u e u s te d c o m e t e al n o c u m p lir c o n d ic h o s e r v ó
L o s P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 221

c ió , n o p u e d e c o n p r o p ie d a d s e r r e fe r id a a la c la se d e o f e n s a s c o n t r a la c o n ­
d ic ió n , s ó l o p u e d e in c lu ír s e la e n la c la s e d e o f e n s a s c o n t r a la p r o p ie d a d .
P ara m a y o r d is t in c ió n , p u e d e se ñ a la r se q u e c u a n d o s e d ic e q u e u n h o m ­
b re p o s e e u n a c o n d ic ió n , e n r a z ó n d e e s ta r o b lig a d o a p r e s ta r c ie r to s s e r v i­
c io s , u o t r o s o b lig a d o s a p r e s tá r s e lo s a é l, e l c o n j u n t o d e s e r v ic io s es g e n e ­
r a lm e n te ta n e x t e n s o e n c u a n to a s u d u r a c ió n , q u e c o n s t it u y e u n c u r s o d e
c o n s id e r a b le e x t e n s ió n , d e m o d o q u e e n d iv e r sa s o c a s io n e s s e h a c e v a r ia d o
y r e p e tid o ; y e n la m a y o r ía d e lo s c a s o s , c u a n d o la c o n d ic ió n n o e s d e n a tu ­
r a le z a d o m é s tic a , es a v e c e s p a ra b e n e f ic io d e u n a p e r s o n a , y e n o tr a s p a ra
b e n e f ic io d e otra . L o s s e r v ic io s q u e s e p r e s ta n a u n a p e r s o n a p a r tic u la r e n
u n a o c a s ió n p a rticu la r , e s p e c ia lm e n t e sí s o n d e c o r ta d u r a c ió n , rara v e z t ie ­
n e n el e f e c t o d e o c a s io n a r q u e s e h a b le d e las p a r te s c o m o in v e s t id a s d e u n a
c o n d ic ió n . L o s s e r v ic io s p a r tic u la r e s o c a s io n a le s q u e u n h o m b r e , p o r c o n ­
tr a to o d e o tr a f o r m a , p u e d e lle g a r a e s ta r o b lig a d o a p r e s ta r a o t r o , s o n in ­
c o n t a b le m e n t e v a r ia d o s, p e r o e l n ú m e r o d e c o n d ic io n e s q u e e x is t e n y t ie n e n
n o m b r e , es c o m p a r a tiv a m e n te e s c a s o .
S i d e s p u é s d e t o d o , a p e s a r d e la r e g la a q u í f o r m u la d a p a ra se p a r a r c o n ­
d ic io n e s d e a r tíc u lo s d e p r o p ie d a d , s e p r e s e n ta r a a lg ú n o b j e t o q u e p a r e c ie r a
s u s c e p t ib le d e se r in c lu id o , c o n ig u a l c o r r e c c ió n , b a jo u n a u o t r a c a t e g o r ía ,
e l in c o n v e n ie n t e n o se r ía im p o r ta n t e , p u e s e n ta le s c a s o s , c o m o s e v e r á u n
p o c o m á s a d e la n te , c u a lq u ie r d e n o m in a c i ó n q u e s e a d o p ta r a , la lis ta d e la s
o fe n s a s a las q u e e s tá e x p u e s t o el o b j e t o , se r ía s u s ta n c ia lm e n te la m is m a .
H a b ie n d o a cla r a d o esta s d ific u lta d e s , p r o c e d e m o s a h o r a a p r e s e n ta r u n a
e x p o s ic ió n a n a lítica d e las d iv e r sa s p o s ib le s o f e n s a s c o n tr a la c o n f ia n z a .
X X V I I . L as o fe n s a s c o n tr a la c o n f ia n z a p u e d e n d is tin g u ir s e , e n p r im e r
lu gar, en tr e a q u ella s q u e c o n c ie r n e n a la e x is te n c ia d e la c o n f ia n z a e n la s m a ­
n o s d e tal o c u a l p e r s o n a , y a q u e lla s q u e c o n c ie r n e n al e je r c ic io d e las f u n c io ­
n e s q u e le c o r r e s p o n d e n 242. P r im e r o , e n t o n c e s , n o s o c u p a r e m o s d e a q u e lla s
q u e se r e la c io n a n c o n su e x iste n c ia . U n a o fe n s a d e e s te t ip o , c o m o c u a lq u ie r
o tr a d e c u a lq u ie r o t r o tip o , s i h a d e se r u n a o fe n s a , d e b e a carrear u n p e r ju i­
c io a u n a u o tra p e r s o n a . E s te p e r ju ic io p u e d e d is tin g u ir s e e n d o s ram as:

242 Tendremos ocasión, un poco más adelante, de hablar de la persona en cuyas manos
existe la confianza, bajo la descripción de la persona que la posee o está en posesión de ella, y
luego de la posesión de la confianza abstraída de la consideración del poseedor. Por diferen­
te que sea la expresión, la importancia es en ambos casos la misma. Tan irregular e imperfec­
ta es la estructura del lenguaje respecto de esta categoría, que no puede hacerse que ninguna
frase por sí misma convenga a la idea en todos los casos en que se requiere que se la expon­
ga; la frase debe ser continuamente cambiada o modificada, tanto respecto de la condición
222 / J e e je m y B e n t h a m

1. E l q u e p u e d e a flig ir a la s p e r s o n a s q u e e s tá n o d e b e r ía n e s ta r i n v e s ­
tid a s c o n la c o n f ia n z a .
2 . E l q u e p u e d e a flig ir a p e r s o n a s e n p r o d e las c u a le s e s o d e b e r ía se r
in s t it u id a , o e n o tr a s p e r s o n a s e n g e n e r a l.
C o m e n z a r e m o s c o n la p r im e r a d e e s ta s r a m a s. C o n c ib a m o s a lg u n a f o r ­
m a d e c o n f ia n z a . L a s c o n s e c u e n c ia s q u e s e g ú n su n a tu r a le z a p u e d e a ca r re a r
al p o s e e d o r , d e b e n , e n la m e d id a e n q u e s o n importantes243, se r o b ie n d e u n a
n a tu r a le z a v e n t a jo s a o d e s v e n ta jo s a . E n la m e d id a e n q u e s o n v e n t a jo s a s , la
c o n f ia n z a d e b e s e r c o n s id e r a d a c o m o u n beneficio o p r iv ile g io ; e n la m e d i ­
d a e n q u e s o n d e s v e n ta jo s a s , p u e d e s e r c o n s id e r a d o c o m o u n a carga244. Las
c o n s id e r a r e m o s p r im e r o a la m a n e r a d e u n b e n e f ic io . L a c o n f ia n z a e s , o b ie n
d e l n ú m e r o d e a q u e lla s q u e d e b e n s u b s is tir p o r le y 245; es d ecir, q u e e l le g is la ­
d o r t e n ía la i n t e n c ió n d e e s ta b le c e r , o b ie n n o lo es. S i lo es, la p o s e s i ó n d e la

como de la propiedad. El estar investido de una condición, o poseerla; el estar en posesión de


un artículo de propiedad, es decir, si el objeto de propiedad es corpóreo; tener un título legal
(susceptible de anulación o no) de su posesión física, corresponde a estar en posesión de con­
fianza o ser la persona en quien está depositada la confianza. De manera semejante, ai ejerci­
cio de las f u n d o n e s correspondientes a dicha confianza, o a una condición, corresponde el
g o c e del artículo de propiedad; es decir, si el artículo es corpóreo, su o cu p a ció n . Estas discu­
siones verbales son al mismo tiempo tediosas e indispensables. Luchando por abrir un nuevo
camino a través de la selva de la jurisprudencia, me encuentro continuamente en apuros por
la falta de herramientas adecuadas para esta tarea. Constituir un conjunto nuevo es imposi­
ble. Todo lo que se puede hacer, es elaborar aquí y allá uno nuevo en caso de absoluta nece­
sidad, y en cuanto al resto, emparchar de tanto en tanto las imperfecciones del viejo.
En cuanto a la bipartición con que se inicia este párrafo, debe reconocerse que no es de
la naturaleza de aquellos que a primera vista proporcionan un especie de prueba intuitiva de
ser exhaustivos. N o hay entre sus términos la marcada conexión y oposición que subsiste
entre los términos contradictorios y aquellos que tienen un mismo género común. Me ima­
gino, sin embargo, que al examinarlo se lo encontraría sin embargo exhausdvo y que aun
podría demostrarse que lo es. Pero la demostración nos llevaría demasiado lejos de la senda
ordinaria del lenguaje.
243 Véase el cap. VII [Acciones], IH.
244 Sí es ventajoso, naturalmente lo será debido a los poderes o derechos agregados a la
confianza; si desventajoso, debido a los deb eres.
245 p uecle parecer una especie de anacronismo hablar en la presente ocasión de confian­
za, condición u otras posiciones, como algo de lo que un hombre debería o no haber obteni­
do la posesión, otorgada a él por la ley, pues el plan que aquí emprendemos es dar una visión
tal de las leyes que se proponen, que'se funde en las razones que existen para formularlas; por
tanto, parecería que la razón debe existir antes de la ley, no la ley antes de la razón. Tampoco
ha de negarse esto, porque incuestionablemente, por el principio de utilidad, puede decirse,
tan verdaderamente de aquellas operaciones, por las cuales la confianza o cualquier otro obje­
to de propiedad es instituido, como de cualesquiera otras operaciones de la ley, que nunca
puede ser expeditivo que se realícen, a menos que pueda determinarse alguna razón para real-
L O S P R IN C IP IO S DE LA M O R A L Y LA L E G IS L A C IÓ N / 2 2 3

cu al u s te d p u e d e se r p r iv a d o e n c u a lq u ie r m o m e n t o , d e b e e n e s e m o m e n t o ,
r e s p e c to d e ella , e s ta r p r e s e n t e o p o r v e n ir . Si e s tá p o r v e n ir ( e n c u y o c a s o
p u e d e s e r c o n s id e r a d a , o b ie n c o m o s e g u r a o c o m o c o n t in g e n t e , e í e v e n t o
q u e la p r o d u c e , o s e a e l e v e n t o p o r e l c u a l s u p o s e s i ó n d e b e r ía h a b e r s e in i­
c ia d o , fu e , o b ie n u n e v e n t o e n la p r o d u c c i ó n d e l c u a l la v o l u n t a d d e l o f e n ­
s o r d e b e r ía h a b e r s i d o e l m o to r , o c u a lq u ie r o t r o e v e n t o e n g e n e r a l. E n el
ilegal no atribución de la con­
p r im e r c a s o , la o f e n s a p u e d e d e n o m in a r s e
fianza , y e n el ú ltim o ca so , ilegal interceptación de la confianza24**. S i e n el
m o m e n t o d e la o f e n s a , p o r la c u a l u s t e d es p r iv a d o d e e lla , e s ta b a u s t e d y a
e n p o s e s i ó n d e é sta , la o f e n s a p u e d e se r lla m a d a ilegal despojo de confianza.
lizarlas, deducidas de dicho principio. Para otorgar propiedad a un hombre, se debe imponer
una obligación sobre otro; se debe obligarlo a hacer algo que puede tener la intención de no
hacer, o a abstenerse de hacer algo que puede querer hacer; en una palabra, se lo puede, di1
una forma u otra, causarle un inconveniente. Por tanto, toda ley semejante debe de todcs
modos ser perjudicial en primera instancia; y si no pueden producir efectos buenos para con­
trarrestar los malos, será perjudicial en general. Por tanto, en este caso, como en cualquier
otro, debe haber algunas razones. La verdad es que, en el caso que estamos considerando, las
razones son de una naturaleza demasiado variada y complicada como para ser presentada en
un esbozo analítico como el presente. Cuando la ofensa es de aquellas por las que son afec­
tadas lapersona o su reputación, las razones para prohibirla saltan a la vista y se aplican igual­
mente a todos los hombres. Pero la propiedad, antes de que se pueda atentar contra ella, debe
ser creada, y en el instante de su creación ser distribuida, en cierto modo, en parcelas de dife­
rentes ciases y tamaños, lo que requiere que sean adjudicadas algunas a un hombre y otras a
otro, por razones que pueden estar algo ocultas a la vista, y que siendo diferentes en los dis­
tintos casos, ocuparían más espacio que el que puede dedicárseles consistentemente aquí. Para
el propósito actual, es suficiente con que se vea que para alcanzar los diversos fines de la vida,
hay confianza y condiciones, y otros artículos de propiedad, que deben ser poseídos por
alguien; y que no todo artículo puede, ni debería, ser poseído por todos. Qué artículos deben
ser creados y a qué personas y en qué casos deben ser respectivamente asignados, son cues­
tiones que no pueden resolverse aquí. N i hay razón alguna para desear que se pudiera, dado
que su solución, en un sentido u otro, es algo que no haría diferencia alguna en la naturaleza
de ninguna ofensa a la cual ninguna parte puede estar expuesta, con ocasión de cualquier ins­
titución de esa clase, a sufrir un perjuicio.
246 En el primer caso, según puede observarse, el acto es de tipo negativo; en el último,
comúnmente será de tipo positivo.
En cuanto a la expresión no atribución de la confianza, soy consciente de que no con­
cuerda perfectamente a la expresión del lenguaje; lo usual es hablar de una persona como
investida (es decir, revestida) de confianza, no de la confianza como una cosa que es investi­
da opuesta . La frase en toda su extensión sería la no investidura de confianza a una persona;
pero esta frase es demasiado extensa para servir como apelativo. N o encontré, por tanto,
otro recurso que aventurarme a reducirla a la elipsis que empleo aquí. Los antiguos juristas,
en la construcción de sus apelativos, se han permitido elipsis mucho más audaces sin ningún
escrúpulo. Véase arriba, XXV, nota. Ya está en uso hablar de confianza como algo que se
apoya y como una cosa de la que se puede despojar.
2 2 4 / JE R E M Y B E N T H A M

E n c u a lq u ie r a d e e s t o s c a s o s , e í e f e c t o d e Ja o f e n s a es o b ie n d e p o s it a r la c o n ­
f ia n z a e n o t r o , o n o h a c e r lo ; si n o s e Jo h a c e , es u n d e s p o j o ile g a l, u n a in te r ­
c e p c ió n ile g a l, y n o o tr a c o s a . S i lo fu e r a , la p e r s o n a e n q u e s e la d e p o s it a
sería , o b ie n e l o f e n s o r m i s m o , e n c u y o c a s o p u e d e lla m a r s e usurpación de
confianza, o a lg u n a o tr a p e r s o n a , e n c u y o c a s o p u e d e lla m á r se la investidura
o atribución ilegal de confianza. SÍ la c o n f ia n z a e n c u e s t ió n n o es d e l n ú m e ­
r o d e a q u e lla s q u e d e b e r ía n s u b sistir , d e p e n d e d e la m a n e r a e n q u e u n h o m ­
b r e d e s p o ja a o t r o d e ella , ta l d e s p o j o se r á o n o u n a o f e n s a y, s e g ú n e s t o , s i
la n o in v e s tid u r a , la in t e r c e p c ió n o la in v e s tid u r a , s e r á n o n o ile g a le s . P e r o el
in v e s t ir a c u a lq u ie r a d e ella , d e b e d e t o d o s m o d o s s e r u n a o fe n s a , y e s ta o f e n ­
sa, c o m o a n te s , p u e d e se r u s u r p a c ió n o in v e s tid u r a ile g a l.
A c o n t in u a c ió n , la c o n s id e r a r e m o s a la m a n e r a d e u n a ca rg a . D e s d e e s t e
p u n t o d e v ista , s i n o s e t o m a r a e n c o n s id e r a c ió n n in g ú n o t r o in te r é s , e x c e p ­
t o e l d e la s p e r s o n a s s u s c e p t ib le s d e se r in v e s tid a s d e e lla , e s lo q u e n o d e b e ,
s e g ú n e l p r in c ip io d e u tilid a d , su b s is tir ; s i d e b e , s ó l o p u e d e se r e n p r o d e las
p e r s o n a s a c u y o f a v o r es e s ta b le c id a . S i e n e s e c a s o , n o d e b e n p o r n in g ú n
m o t i v o s u b s is tir n i la n o - in v e s t id u r a , n i la in te r c e p c ió n , n i e l d e s p o j o , p u e d e
s e r ile g a l r e s p e c to d e la s p e r s o n a s p r im e r o m e n c io n a d a s , se a n lo q u e fu e r e n
e n c u a lq u ie r o t r o s e n t id o , r e s p e c t o d e la m a n e r a e n q u e e v e n t u a lm e n t e se
r e a liz a n ; p a ra la u s u r p a c ió n , a u n q u e n o es p r o b a b le q u e s e c o m e ta , s e d e d i­
c a e l m is m o e s p a c io q u e a n te s , e ig u a lm e n t e p a ra la in v e s t id u r a ile g a l; la c u a l,
e n la m e d id a en q u e la c o n f ia n z a es c o n s id e r a d a u n a ca rg a , p u e d e s e r lla m a ­
da imposición ilegal de confianza. Si la c o n f ia n z a , s ie n d o t o d a v ía d e l t ip o d e
u n a ca rg a , p e r t e n e c e al n ú m e r o d e a q u é lla s q u e deben su b s is tir , c u a lq u ie r
o f e n s a q u e p u e d a se r c o m e t id a c o n r e la c ió n a s u e x is te n c ia , d e b e c o n s is tir , o
b ie n e n c a u sa r q u e u n a p e r s o n a e s té e n p o s e s i ó n d e ella , c u a n d o no debería
e s ta r lo , o e n ca u sa r q u e u n a p e r s o n a n o e s té e n p o s e s i ó n d e e lla c u a n d o debe­
ría e s ta r lo . E n e l p r im e r c a s o , d e b e tra ta rse , o b ie n d e u s u r p a c ió n , o b ie n d e
in v e s t id u r a ile g a l, c o m o a n te s. E n el s e g u n d o , la p e r s o n a a la q u e s e p r iv a d e
la p o s e s i ó n , e s o b ie n e l p r o p i o m a lh e c h o r o a lg ú n o tr o ; s í e s e l m a lh e c h o r
m is m o , o b ie n a l m o m e n t o d e la o f e n s a e s ta b a e n p o s e s i ó n d e ella o n o lo
abdicación ilegal d e la c o n f ia n z a ; s i n o
esta b a ; s i lo e sta b a , p u e d e s e r lla m a d a
lo esta b a , retracción ilegal o no-asunción\ si la p e r s o n a a la q u e la o f e n s a p r iv a
d e la c o n f ia n z a e s c u a lq u ie r o tr a , la o f e n s a d e b e ser, o b ie n d e s p o j a m ie n t o ile ­
gal, n o - in v e r s ió n ile g a l, o in t e r c e p t a c ió n ile g a l, c o m o a n te s; e n c u a lq u ie r a d e
d ic h o s c a s o s c o n s id e r a r la c o n f ia n z a e n e l s e n t id o d e u n a c a r g a , p o d r ía t a m ­
b ié n s e r d e n o m in a d o exención ilegal de confianza.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 225

P o r ú lt im o , es p r o b a b le q u e s e m a n te n g a e l p r e j u ic io d e las p e r s o n a s e n
c u y o b e n e f ic io s e e s ta b le c e la c o n f ia n z a , o c u a lq u ie r o tr a p e r s o n a c u y o s in t e ­
r e se s p u e d e n lle g a r a se r a fe c ta d o s p o r s u e x is te n c ia o n o e x is te n c ia e n ta le s
o c u a le s m a n o s . E x a m in a n d o la c u e s t ió n , s e v e r á q u e es p r o b a b le q u e h a c ia
c u a lq u ie r c la se d e o fe n sa , las p e r s o n a s q u e e s tá n o d e b e r ía n e sta r e n p o s e s i ó n
d e e lla [la c o n fia n z a ] te n g a n u n p r e j u ic io , y q u e la s p e r s o n a s a h o r a e n c u e s ­
t ió n t a m b ié n es p r o b a b le q u e lo m a n te n g a n . E l p r e j u ic io , e n e s te c a s o , es e v i­
d e n t e m e n t e d e u n a n a tu r a le z a m u y d ife r e n te d e lo q u e l o era e n la o tr a , p e r o
lo s m i s m o s t é r m in o s g e n e r a le s s e r á n a p lic a b le s t a n t o e n u n c a s o c o m o e n
el o t r o . S i lo s b e n e f ic ia r io s o la s p e r s o n a s c u y o s in t e r e s e s e s t á n e n j u e g o
p o r e l e je r c ic io d e la c o n fia n z a , o c u a lq u ie r a d e e llo s , es p r o b a b le q u e m a n ­
te n g a n e l p r e ju ic io , e n r e la c ió n c o n la c u a lid a d d e la p e r s o n a a q u ie n p u e d e
c o r r e s p o n d e r , ta l p r e j u ic io d e b e se r e l e f e c t o d e u n a u o tr a d e la s d o s c a u sa s
s ig u ie n t e s :

1. D e q u e u n a p e r s o n a p o s e a la c o n f ia n z a q u e n o d e b e r ía p o s e e r .
2 . D e q u e u n a p e r s o n a n o la p o s e a c u a n d o d e b e r ía p o s e e r la .
T a n to si es u n m é r ito c o m o u n a c a r g a p a r a e l p o s e e d o r , es u n a c ir c u n s ­
ta n c ia q u e n o h a c e d ife r e n c ia p a ra e s te fin . E n e l p r im e r o d e e s t o s c a s o s , las
o fe n s a s d e las c u a le s s u r g e e l p r e j u ic io s o n la s d e u s u r p a c ió n d e c o n f ia n z a ,
a t r ib u c ió n ile g a l d e c o n f ia n z a e i m p o s ic ió n ile g a l d e c o n f ia n z a ; e n el ú lt im o ,
n o - in v e s t id u r a ile g a l d e c o n f ia n z a , in te r c e p c ió n ile g a l d e c o n f ia n z a , d e s p o ja -
m ie n t o ile g a l d e c o n fia n z a , a b d ic a c ió n ile g a l d e c o n f ia n z a y d e t r a c c ió n ile g a l
d e c o n f ia n z a .
L o d ic h o es s u fic ie n te p a r a la s o f e n s a s q u e c o n c ie r n e n a la e x is te n c ia o
p o s e s i ó n d e c o n fia n z a ; a q u e lla s q u e c o n c ie r n e n al e j e r c ic io d e las f u n c io n e s
q u e le c o r r e s p o n d e n p u e d e n se r c o n c e b id a s así. S u p o n g a m o s q u e u s t e d es
p o s e e d o r d e c o n fia n z a : el t ie m p o p a r a q u e u s t e d a c tú e s e g ú n e lla , e n c u a l­
q u ie r o c a s ió n d a d a d e b e ( d e ja n d o d e la d o , p a r a s im p lific a r , e l in s ta n te p r e ­
s e n te ) s e r p a s a d o o p o r v e n ir . S i es p a s a d o , su c o n d u c t a e n e s a o c a s ió n d e b e
h a b e r s id o , o b ie n c o n f o r m e a fin e s p o r lo s q u e la c o n f ia n z a f u e in s titu id a , o
b ie n n o c o n f o r m e a e llo s . SÍ f u e c o n f o r m e a lo s fin e s , n o h a h a b id o p e r ju ic io
a lg u n o e n el ca so ; si n o f u e c o n f o r m e a e llo s , la fa lta h a b r á s id o c o m e t id a p o r
u s te d m i s m o s o la m e n t e , o p o r a lg u n a o tr a p e r s o n a , o p o r a m b o s . E n la m e ­
d id a e n q u e la c u lp a h a y a s id o s u y a , h a b r á c o n s is t id o , o b ie n e n n o h a c e r a lg o
q u e d e b ía hacer, e n c u y o c a s o p u e d e lla m a r se violación negativa de la con­
fianza, o en hacer a lg o q u e n o d e b ía h acer. S i e n e s te c a s o , la p a r te s o b r e la
q u e h a r e c a íd o el d a ñ o es, o b ie n la m is m a e n c u y o b e n e f ic io f u e e s ta b le c id a
226 / J e r e m y Bentham

la co n fia n z a ;, o a lg u n a o t r a p a r te e n g en era l; e n e l p r im e r o d e e s t o s c a s o s la
o f e n s a p u e d e s e r d e n o m in a d a violación positiva de la verdad; e n el se g u n d o ,
abuso de la confianza247. E n la m e d id a e n q u e la fa lta c o r r e s p o n d e a o tr a p e r ­
s o n a , la o f e n s a d e su p a r te p u e d e s e r lla m a d a perturbación de la verdad.
S u p o n ie n d o q u e e l m o m e n t o p a r a q u e u s te d a c tú e c o m o d e p o s it a r io d e la
c o n f ia n z a n o h a lle g a d o a ú n , el e f e c t o d e c u a lq u ie r a c to q u e t ie n d e a q u e su
c o n d u c t a s e a n o c o n c o r d a n t e c o n l o s fin e s d e la c o n f ia n z a , p u e d e ser, o b ie n
h a c e r la real y e v e n t u a lm e n t e n o c o n c o r d a n t e , o p r o d u c ir u n c a m b io e n ella.
E n el p r im e r c a s o , n o p u e d e s in o a s u m ir u n a u o tr a d e la s fo r m a s q u e s e a ca ­
b a n d e m e n c io n a r . E n e l s e g u n d o c a s o , la c u lp a d e b e im p u t a r s e ,1o b ie n a
u s te d m is m o s o la m e n t e , o a a lg u n a o tr a p e r s o n a , o a a m b a s a la v e z , c o m o
a n te s. S i e s im p u t a b le a o t r a p e r s o n a , lo s a c t o s p o r l o s q u e p u e d e t e n d e r a
h a c e r s u c o n d u c t a n o c o n c o r d a n t e , d e b e n se r in f l ig id o s a u s t e d m is m o , o a
o t r o s o b j e t o s e n g e n e r a l. S i e j e r c id o s s o b r e u s t e d m is m o , la in f lu e n c ia q u e
p o s e e n p u e d e se r ta l q u e o p e r e in m e d ia ta m e n te s o b r e su c u e r p o , o in m e d ia ­
ta m e n t e s o b r e s u m e n te . E n e l s e g u n d o c a so , la t e n d e n c ia d e e llo s p u e d e s e r
a p r iv a r lo d e l c o n o c i m i e n t o , o d e l p o d e r , o d e la in c lin a c ió n 248 q u e s e r ía n n e ­
c e s a r io s p a r a q u e u s t e d m a n tu v ie r a u n a c o n d u c t a a c o r d e c o n l o s f in e s e n
c u e s t ió n . Si s o n ta le s q u e s u te n d e n c ia es a p r iv a r lo d e la in c lin a c ió n e n c u e s ­
t ió n , d e b e se r a p lic a n d o a su v o lu n t a d la fu e r z a d e a lg ú n m o t iv o seductor 249.
P o r ú lt i m o , d ic h o m o t i v o d e b e se r o b ie n d e la e s p e c ie coercitiva o d e la e s p e ­
c ie atractiva; e n o tr a s p a la b r a s , d e b e p r e s e n ta r s e b a jo la f o r m a d e u n p e r ju i­
c io o d e u n a v e n ta ja . A h o r a b ie n , e n n in g u n o d e t o d o s lo s c a s o s q u e h a n s id o
m e n c io n a d o s , e x c e p t o e l ú lt i m o , la o f e n s a r e c ib e u n a n u e v a d e n o m in a c ió n ;

247 Lo que se quiere significar aquí con abuso de la verdad es e! ejercicio de un poder
usurpado sobre extraños, p o r el favor de los poderes que peitenecen propiamente a la con­
fianza. La distinción en el que se quiere decir aquí por violación de la verdad y p o r abuso de
la verdad, no es muy constantemente observado en el babla común; y respecto de la confian­
za pública, será en muchos casos hasta imperceptible. Las dos ofensas son, sin embargo, per­
fectamente distintas en sí mismas, puesto que las personas que sufren el perjuicio son en
muchos casos totalmente diferentes. Puede observarse, tal vez, que respecto al abuso de la
confianza, sólo se menciona aquí una especie, o sea la que corresponde a la violación positi­
va de la confianza, y no se menciona la especie que corresponde a la violación negativa de la
verdad. La razón de esta distinción se verá en breve. A favor de las paites en cuyo beneficio
fue creada la confianza, el fideicomisario está obligado a actuar; y por tanto, meramente por
su inacción, pueden recibir un perjuicio. Pero a favor de otra persona en general no está obli­
gado a actual", y por tanto, es sólo de algún acto positivo de su parte que puede seguirse algún
perjuicio para ellos.
243 Véase infra, liv. nota; y cap. xvm [Legislación indirecta].
2^9 Véase el cap. XI [Disposiciones], XXIX.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 2 7

s e g ú n e l a c o n t e c im ie n to , e s, o b ie n u n a p e r t u r b a c ió n d e la c o n f ia n z a o u n i n ­
t e n t o a b o r t iv o d e se r c u lp a b le d e e s a o f e n s a . E n e s te ú lt i m o c a s o e s lla m a d a
soborno; y es e s a e s p e c ie p a r tic u la r d e é l q u e p u e d e s e r lla m a d a soborno acti­
vo o entrega de soborno. E n e s te c a s o , c o n s id e r a n d o la c u e s t ió n d e s d e s u
p a r te , o b ie n u s te d a ce p ta e l s o b o r n ó , o n o . S i n o lo a c e p ta , y n o c o m e t e d e s ­
p u é s , o s e d is p o n e a c o m e te r , u n a v i o la c ió n o u n a b u s o d e la c o n f ia n z a , n o
h a y d e s u p a r te n in g u n a o f e n s a e n e l c a s o . S i lo a c e p ta , y a s e a q u e u s t e d e v e n ­
t u a lm e n t e c o m e t a o n o la v io la c ió n o el a b u s o q u e d e b e r ía c o m e t e r s e g ú n la
in t e n c ió n d e l s o b o r n a d o r , d e t o d o s m o d o s c o m e t e u n a o f e n s a q u e s e d e n o ­
m in a s o b o r n o , y q u e , e n p r o d e la d is t in c ió n , p u e d e se r lla m a d a soborno
pasivo o aceptación de soborno™. E n c u a n to a c u a lq u ie r d is t in c ió n p o s te r io r ,
d e p e n d e r á d e la n a tu r a le z a d e la c la s e p a r tic u la r d e c o n f ia n z a e n c u e s t ió n , y
p o r t a n t o n o p e r te n e c e r á a e s te a c tu a l lu g a r. D e m o d o q u e t e n e m o s t r e c e
s u b d iv is io n e s d e o fe n s a s c o n t r a la c o n f ia n z a , o se a ,

1. N o - i n v e s t i d u r a ile g a l d e c o n f ia n z a .
2 . I n te r c e p ta c ió n ile g a l d e c o n fia n z a .
3. D e s p o j a m ie n t o ile g a l d e c o n f ia n z a .
4 . U s u r p a c ió n d e c o n fia n z a .
5. I n v e s t id u r a o a tr ib u c ió n ile g a le s d e c o n f ia n z a .
6. A b d ic a c ió n ile g a l d e c o n fia n z a .
7. D e t r a c c ió n ile g a l d e c o n f ia n z a .
8. I m p o s i c i ó n ile g a l d e c o n fia n z a .
9. V io la c ió n n e g a tiv a d e c o n fia n z a .
1 0 . V io la c ió n p o s it iv a d e c o n f ia n z a .
11. A b u s o d e la c o n fia n z a .
12. P e r tu r b a c ió n d e la c o n fia n z a .
13. S o b o r n o .

X X V I I I . D e lo q u e s e h a d ic h o s e d e s p r e n d e q u e n o p u e d e h a b e r o tr a s
o fe n s a s p o r p a r te d e l fid e ic o m is a r io , p o r la s c u a le s u n beneficiario p u e d a
recib ir, e n n in g u n a o c a s ió n p a rticu la r , n in g ú n p e r j u ic io id e n tific a b le e s p e c í-

250 Sobornar a un fideicomisario como tal, no es de hecho ni más ni menos que sobor­
narlo para que sea culpable de una violación o abuso de confianza. Ahora bien, ningún acto
de soborno es de la clase de ofensas accesorias que es probable que acompañe a toda ofensa
principal, tanto a una como a otra. (Véase infra, XXXI, nota; y B. I. tit. [Ofensas accesorias]).
Esta especie particular de soborno, a pesar de ser tal que, además de tener un nombre espe­
cífico acuñado para expresarla, tiende a suscitar una cuota peculiar de atención, y a presen­
tarse en compañía de otras ofensas contra la confianza, habría parecido una omisión no
haberla incluido en ese catálogo.
228 / J erbmy B entham

f ic o . N o o b s ta n te , h a y u n a c la se d e a c t o s p o r l o s c u a le s u n f id e ic o m is a r io
p u e d e se r p u e s t o en peligro d e r e c ib ir u n p e r j u ic io , a u n q u e n i la n a tu r a le z a
d e l p e r j u ic io , n i la o c a s ió n e n q u e e s tá e n p e lig r o d e r e c ib ir lo , se r ía n id e n t i-
fic a b le s . E s t o s n o p u e d e n s e r o t r o s q u e a q u e llo s a c to s , c u a le s q u ie r a q u e se a n ,
q u e d is p o n e n a q u e e l f id e ic o m is a r io s e a in f l u id o p o r u n s o b o r n o d a d o , c o n
u n e f e c t o m a y o r q u e c u a lq u ie r o t r o q u e p u d ie s e in flu ir lo ; o e n o tra s p a la ­
b ras, q u e lo p o n e n e n c ir c u n s ta n c ia s q u e t ie n d e n a a u m e n t a r e l quantum d e
su s e n s ib ilid a d a la a c c ió n d e c u a lq u ie r m o t i v o d e la c la s e e n c u e s t ió n 351. D e
e s t o s a c to s , n o p a r e c e h a b e r o t r o s q u e a d m it a n u n a d e s c r ip c ió n a p lic a b le a
t o d o s lo s t ie m p o s y lu g a r e s d e l m is m o m o d o , q u e la prodigalidad p o r p a r te
d e l f id e ic o m is a r io . P e r o e n a c t o s d e e s ta n a tu r a le z a e l p e r j u ic io a l beneficia­
rio es c o n t in g e n t e y n o liq u id a d o ; m ie n tr a s q u e el p e r j u ic io al fid e ic o m is a r io
m is m o e s s e g u r o y liq u id a d o . P o r ta n t o , si e n a lg u n a o c a s ió n s e c o n s id e r a s e
a c o n s e ja b le tr a ta r lo a la p a r d e u n a o f e n s a , e n c o n tr a r á s u lu g a r m á s n a tu r a l­
m e n t e e n la c la se d e la s c o n t r a s í m is m o ,
X X I X . E n c u a n to a las s u b d iv is io n e s d e las o f e n s a s c o n t r a la c o n fia n z a ,
ésta s s o n p e r f e c t a m e n t e a n á lo g a s a la s d e las o f e n s a s p o r fa lse d a d . L a c o n f ia n ­
z a p u e d e s e r p r iv a d a , s e m ip ú b íic a o p ú b lic a ; p u e d e c o n c e r n ir a la p r o p ie d a d ,
la p e r s o n a , la r e p u t a c ió n o la c o n d ic ió n , o a c u a le s q u ie r a d o s o m á s d e e s o s
a r tíc u lo s a u n t ie m p o , c o m o s e e x p lic a r á m á s p a r tic u la r m e n te e n o tr o lu gar.
T a m b ié n a q u í la o fe n s a , r e c o r r ie n d o e l c a m p o o c u p a d o p o r la s tr e s c la se s p r e ­
v ia s , c a m b ia r á s u n o m b r e e n c ie r to s c a s o s , m ie n tr a s q u e e n o t r o s n o lo h ará.
X X X . F in a lm e n t e , si s e p r e g u n ta q u é c la s e d e r e la c ió n s u b s is te e n tr e la
fa ls e d a d p o r u n a p a r t e y la s o f e n s a s r e la tiv a s a la c o n f ia n z a , la r e s p u e s ta e s
q u e s o n t o t a lm e n t e d isp a r e s . L a fa ls e d a d es u n a c ir c u n s ta n c ia q u e p u e d e e n ­
trar e n la c o m p o s i c i ó n d e c u a lq u ie r c la s e d e o f e n s a , la s q u e c o n c ie r n e n a la
c o n f ia n z a , a s í c o m o c u a lq u ie r o tra : e n a lg u n a s c o m o in s t r u m e n t o a c c id e n ta l,
e n o tr a s c o m o e s e n c ia l. L a v io la c ió n o e l a b u s o d e la c o n f ia n z a s o n c ir c u n s ­
ta n c ia s q u e , e n c a r á c te r d e c o n c o m it a n t e s a c c id e n ta le s , p u e d e n en tra r e n la
c o m p o s i c i ó n d e c u a le s q u ie r a o tr a s o f e n s a s ( in c lu id a s a q u é lla s c o n tr a la f a l­
s e d a d ) a d e m á s d e a q u é lla s a la s q u e r e s p e c tiv a m e n t e o t o r g a n u n n o m b r e .

§ 3. G e n e r a de Clase I
X X X I . V o lv ie n d o a h o r a a la p r im e r a c ía se , a d e la n t e m o s u n p a so e n la
d is t r ib u c ió n y r e f ir á m o n o s a la s d iv e r sa s d iv is io n e s d e d ic h a c la se , c o m o

251 Véase el cap. VI [Sensibilidad] II,


LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN i 229

m o s t r a m o s arrib a, e n su s r e s p e c t iv o s genera, es d ecir, e n ta n ta s d iv is io n e s


m á s p e q u e ñ a s c o m o s o n s u s c e p t ib le s d e se r c a r a c te r iz a d a s p o r d e n o m in a ­
c io n e s , gran p a r te d e las c u a le s s o n d e u s o c o r r ie n te e n tr e la g e n t e 252. E l a n á ­
lis is d e b e d e t e n e r s e e n e s te lu g a r. A p lic a r lo e n la m is m a f o r m a r e g u la r a c u a l­
q u ie r a d e las o tr a s c la se s p a r e c e c a s i im p r a c tic a b le : a o fe n s a s s e m ip ú b lic a s o
in c lu s o p ú b lic a s , d e b id o a la in te r f e r e n c ia d e c ir c u n s ta n c ia s lo c a le s ; a o f e n s a s
c o n t r a s í m is m o , d e b id o a la n e c e s id a d q u e cr ea r ía d e d e c id ir p r e m a tu r a ­
m e n t e s o b r e p u n t o s q u e p u e d e n p a r e c e r s u je to s a c o n tr o v e r s ia ; a o f e n s a s p o r
fa ls e d a d y o f e n s a s c o n tr a la c o n f ia n z a , d e b id o a la d e p e n d e n c ia q u e e x is t e
e n tr e e s ta c la s e y las tre s a n te r io r e s . L o q u e re sta h a c e r d e e s te m o d o , c o n
r e fe r e n c ia a e sta s c u a tr o c la s e s , r e q u e r ir á d is c u s ió n y p o r t a n t o se r á i n t r o d u ­
c i d o c o n m á s p r o p ie d a d e n e l c u e r p o d e la o b r a q u e e n u n a p a r te p r e lim in a r ,
c u y a ta r e a es s ó l o tra z a r e s b o z o s .
X X X I I . U n a c t o p o r e l c u a l es p e r tu r b a d a la f e lic id a d d e u n in d iv id u o ,
e s o b ie n s im p le , o b ie n c o m p le j o e n su s e fe c t o s . P u e d e s e r lla m a d o s im p le
e n s u s e f e c t o s , c u a n d o lo a fe c ta e n s ó l o u n o d e lo s a s p e c to s o p u n t o s e n lo s
c u a le s s u in te r é s , s e g ú n h e m o s v i s t o , es s u s c e p t ib le d e se r a fe c ta d o ; c o m p l e ­
j o , c u a n d o lo a fe c ta e n v a r io s d e e s o s p u n t o s a la v e z . N a t u r a l m e n t e d e b e n
s e r c o n s id e r a d o s e n p r im e r lu g a r a q u e llo s q u e s o n s im p le s e n su s e f e c t o s .
X X X I I I , D e u n a m a n e r a s im p le , e s d e c ir d e u n a m a n era, p o r v e z , la f e li­
c id a d d e u n h o m b r e p u e d e s e r p e r t u r b a d a p o r:
1. P o r a c c io n e s q u e s e r e f ie r e n a s u p r o p ia p e r s o n a .
2. P o r a c c io n e s q u e s e r e f ie r e n a o b j e t o s e x te r n o s d e lo s c u a le s d e ­
p e n d e e n a lg u n a m e d id a s u fe lic id a d .
E n c u a n to a s u p e r s o n a , s e c o m p o n e d e d o s p a r te s d ife r e n te s , o s u p u e s ­
ta m e n t e ta le s, s u c u e r p o y su m e n te . L o s a c to s q u e e je r c e n u n a in flu e n c ia
p e r n ic io s a s o b r e s u p e r s o n a , y a s e a e n s u p a r te c o r p o r a l o m e n ta l, a c tu a r á n
s o b r e ella s, y a s e a e n fo r m a in m e d ia ta y s in a fe c ta r su v o lu n t a d , o e n f o r m a
m e d ia ta , p o r la in t e r v e n c ió n d e e s a fa c u lta d ; es d ecir, p o r m e d io de. la i n ­
flu e n c ia q u e c a u s a n q u e s u v o lu n t a d e je r z a s o b r e su c u e r p o . S i e s c o n in te r ­
v e n c i ó n d e s u v o lu n t a d , d e b e s e r p o r coerción mental, es d ecir, c a u s a n d o q u e
s u v o lu n t a d m a n te n g a u n a c ie r ta c o n d u c t a d e sa g r a d a b le o d e a lg ú n o t r o

252 En la enumeración de estos genera, debe observarse siempre que las ofensas de
naturaleza accesoria no son mencionadas; excepto de tanto en tanto, cuando han adquiri­
do nombres corrientes que parecían demasiado en boga como para ser omitidos. Las ofen­
sas accesorias son aquellas que, sin ser los actos mismos en los cuales se origina en form a
inmediata el perjuicio en cuestión, están conectadas causalmente con esos actos. Véase el
cap. Vil [Acciones], XXIV y B. I. tít. [Ofensas accesorias].
230 / J erem y Benth am

m o d o p e r n ic io s a . E s t a c o n d u c t a p u e d e s e r p o s i t i v a o n e g a t iv a 253254. C u a n d o
e s p o s it iv a , la c o e r c i ó n e s lla m a d a compulsión o coacción, c u a n d o es n e g a ­
tiv a , restricción. A h o r a b ie n , la f o r m a e n q u e la c o e r c i ó n es d e s a g r a d a b le
p a r a é l, p u e d e s e r p o r p r o d u c ir le d o l o r e n e l c u e r p o , o s ó l o d o l o r m e n ta l.
S i le p r o d u c e d o l o r c o r p o r a l, la o f e n s a c a e r á t a n t o b a jo é s ta c o m o b a jo
o tr a s d e n o m i n a c i o n e s , a la s q u e l u e g o l le g a r e m o s . A d e m á s , la c o n d u c t a
q u e u n h o m b r e , p o r m e d io d e la c o e r c ió n , e s f o r z a d o a m a n te n e r , s e d e t e r ­
m in a r á e s p e c ífic a o b ie n o r ig in a lm e n t e , p o r la d e t e r m in a c ió n d e lo s a c t o s
p a r tic u la r e s m is m o s q u e es f o r z a d o a r e a liz a r o a a b s te n e r s e d e h a c e r lo , o g e ­
n e r a l e in c id e n t a lm e n t e , p o r e l h e c h o d e s e r f o r z a d o a e s ta r o n o e n tal o c u a l
lu gar. P e r o si e s im p e d i d o d e e s ta r e n u n lu g a r, e s tá c o n f in a d o e n o t r o .
P o r q u e t o d a la s u p e r f ic ie d e la T ie r r a , c o m o la s u p e r f ic i e d e c u a lq u ie r c u e r ­
p o m á s g r a n d e o m á s p e q u e ñ o , p u e d e s e r c o n c e b i d a c o m o d iv id id a e n d o s ,
a s í c o m o e n c u a lq u ie r o t r o n ú m e r o d e p a r te s o p u n t o s . S i e l lu g a r e n e l q u e
e s tá c o n f in a d o , e s m á s p e q u e ñ o q u e e l lu g a r d e l q u e e s tá e x c lu id o , su c o n ­
d ic i ó n p u e d e se r lla m a d a confinamiento; si es m á s gran d e, exilio25+. Si u n a c to ,
c u y o e f e c t o es e je r c e r u n a in f l u e n c ia p e r n ic io s a s o b r e la p e r s o n a d e q u ie n
s u f r e p o r é l, o p e r a c o n la i n t e r v e n c i ó n o s in e lla d e u n a c t o d e s u v o l u n ­
ta d , el p e r j u ic io q u e p r o d u c e se r á mortal o no mortal. S i n o es m o r ta l, se r á
re p a r a b le, es d ecir, t e m p o r a r io , o ir r e p a r a b le , e s d e c ir , p e r p e t u o . S i es repa- ■
rabie, el a c t o p e r j u d ic ia l p u e d e s e r lla m a d o u n simple daño corporal, si es
ir r e p a r a b le , u n daño corporal irreparable. F in a lm e n t e , u n d o l o r q u e u n
h o m b r e e x p e r im e n t a e n s u m e n t e se r á u n d o l o r d e sufrimiento r e a l, o un
d o lo r d e aprehensión. S i s e tr a ta d e u n d o lo r d e a p r e h e n s ió n , o b ie n el o f e n ­
s o r m is m o e s r e p r e s e n ta d o c o m o t e n ie n d o la in t e n c ió n d e s o p o r ta r u n a
p a r te e n su p r o d u c c ió n , o n o lo es. E n e l p r im e r c a s o , la o f e n s a p u e d e se r lla ­
m ada amenaza.; e n e l s e g u n d o c a s o , a sí c o m o t a m b ié n c u a n d o s e trata d e u n
d o lo r d e s u fr im ie n to rea l, u n simple perjuicio mental. Y a sí t e n e m o s n u e v e
g é n e r o s o e s p e c ie s d e p e r j u ic io s p e r s o n a le s , q u e c u a n d o s e lo s d is p o n e d e la
m a n e r a m á s c o n v e n ie n t e p a r a s e r e x a m in a d o s , s e r á n lo s sig u ie n te s:

1. S im p le s p e r j u ic io s c o r p o r a le s .
2 . P e r ju ic io s p e r s o n a le s ir re p a r a b le s.

253 Véase el cap. XII [Acciones], VIII.


254 D e éstas y las otras diversas expresiones principales que tendremos ocasión de expo­
ner en la parte restante de este análisis, se encontrarán extensas definiciones en el cuerpo de
la obra, concebidas en terminis legis. Hacer particular referencia a dichas definiciones seria
sobrecargar la página sin m ayor necesidad.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 23 í

3. S im p le s r e s t r ic c io n e s p e r ju d ic ia le s .
4. S im p le c o m p u ls ió n p e r j u d ic ia l255.
5. C o n f in a m ie n t o ile g a l.
6. E x ilio ile g a l.
7. H o m i c i d i o ile g a l.
8. A m e n a z a ile g a l256.
9. S im p le s p e r j u ic io s m e n t a le s 257.

255 La restricción perjudicial en general y k compulsión perjudicial en general, son aquí


llamadas simples, a fin de distinguirlas del confinamiento, el exilio, el robo y la extorsión;
todas las cuales, en muchos casos, son sólo otras tantas modificaciones de una u otra de las
ofensas mencionadas en primer lugar.
Para que un acto de simple restricción perjudicial o simple compulsión perjudicial cons­
tituyan una ofensa, es suficiente que la influencia que ejerce sea, en primer lugar, perniciosa;
en segundo lugar, ejercida sobre la persona por medio de la voluntad, no es necesario que
aquella parte de la persona sobre ía cual es ejercida sea la parte para la cual es perniciosa; no
es siquiera necesario que sea inmediatamente perniciosa a alguna de esas partes, aunque a una
u otra de ellas debe serlo a la larga, sí es perniciosa en absoluto. U n acto en que el cuerpo, p o r
ejemplo, está involucrado, puede ser m uy desagradable, y p o r tanto pernicioso para quien lo
realiza, aunque ni desagradable ní pernicioso para su cuerpo; p o r ejemplo, estar de píe o sen­
tado con una marca en la espalda, o en cualquier otra circunstancia ignominiosa.
256 Puede observarse que la amenaza ilegal está incluida, tanto en k simple restricción
perjudicial como en la simple compulsión perjudicial, excepto en el caso raro en que los m oti­
vo por los que un hom bre es impedido por otro de hacer algo que habría sido ventajoso para
él, o inducido a hacer algo que le causaría un perjuicio, son de la clase atractiva.
257 Aunque por razones que ya se han dado {supra XXXl) no pueda mostrarse en este ca­
pítulo un catálogo completo, ni p o r tanto ninguna visión exhaustiva de ofensas semipúblicas
o contra sí mismo, puede ser satisfactorio, sin embargo, para el lector, ver una especie de lista
de ellas, aunque sólo fuera con el fin de tener ejemplos ante sus ojos. Tales listas no pueden
ser más ventajosas de ser puestas que bajo los títulos de las diversas divisiones de ofensas ex­
ternas privadas, a las cuales corresponden respectivamente las ofensas semipúblicas y contra
sí mismo en cuestión. Respecto de las dos últimas, no obstante, y más particularmente las últi­
mas, debe entenderse que todo lo que quiero significar al insertarlas aquí, es mostrar el per­
juicio, si lo hay, que es de su naturaleza respectivamente producir, sín decidir, respecto de la
cuestión, si ello valdría la pena [véase el cap. XIIL Casos no susceptibles] en todos los casos, a
fin de combatir ese perjuicio, introducir el mal del castigo. E n el curso de este detalle, según
se observará, hay varias categorías de ofensas privadas externas, de cuyos títulos correspon­
dientes, sea de ofensa semipública o contra sí mismo, o de ambas, se carece. Las razones de
estas deficiencias serán probablemente bastante evidentes a simple vista. Por si no lo fueran, se
las especifica en el cuerpo de la obra. Ocuparían demasiado espacio si se las insertara aquí.
I. Ofensas semipúblicas a causa de calamidades. Las calamidades, por las cuales las perso­
nas o sus propiedades, o ambas, tienden a ser afectadas, parecen ser k s siguientes: 1. Pestilencia
o contagio. 2. Ham bruna u otras clases de escasez. 3. Perjuicios que pueden ser producidos por
personas deficientes en cuanto a entendimiento, tales como los niños, los idiotas y los manía­
cos, por no ser adecuadamente cuidados. 4. Perjuicios producidos por los estragos de anima­
les nocivos, como anímales de presa, langostas, etc. 5. Colapso o caída de grandes masas de
2 3 2 / JEREMY BENTHAM

X X X I V . L le g a m o s a h o r a a las o f e n s a s m e r a m e n t e c o n t r a la r e p u t a c ió n .
É s ta s r e q u ie r e n s ó l o p o c a s d is t in c io n e s . E n lo q u e c o n c ie r n e a la r e p u t a c ió n ,
h a y u n s o l o m o d o d e su frir, q u e es la p é r d id a d e p a r te d e la b u e n a v o lu n t a d
d e l o s o t r o s . A h o r a b ie n , r e s p e c to d e la b u e n a v o lu n t a d q u e o t r o s n o s d is ­
p e n s a n , s e p u e d e p e r d e r e n u n a .d e d o s fo r m a s:
1, P o r la m a n e r a e n q u e s e p ie n s a q u e usted s e c o m p o r t a ; y,
2 . P o r la m a n e r a e n q u e otros s e co m p o rta n o se cree q u e lo hacen ,
h a c ia u s te d .
P a r a c a u s a r q u e la g e n t e p ie n s e q u e u s t e d m is m o s e h a c o m p o r t a d o a sí,
c o m o p a r a s e r c u lp a b le d e a lg u n o d e e s o s a c t o s q u e h a c e n q u e u n h o m b r e
p ie r d a a lg o d e la b u e n a v o lu n t a d d e q u e g o z a b a e n la c o m u n id a d , e s l o q u e
p u e d e lla m a r s e difamación. P e r o la c o n f o r m a c ió n d e la n a tu r a le z a h u m a n a
es tal, y ta l la f u e r z a d e l p r e ju ic io , q u e u n h o m b r e , p o r s im p le m a n if e s t a c ió n
d e s u fa lta d e b u e n a v o lu n t a d h a c ia u s te d , a u n q u e e n s í m is m o s e a t o t a lm e n t e
in ju s t o , p u e d e e n c ie r to m o d o f o r z a r a o t r o s a r e tir a r le a u s te d p a r te d e la

materiales sólidos, como edificios deteriorados, o rocas, o masas de nieve. 6. Inundaciones o


sumersión. 7. Tempestades. S. Ruinas. 9. Conflagración. 10. Explosión. En la medida en que
un hombre puede contribuir, por cualquier acto imprudente, a dar origen a cualquiera de las
calamidades enumeradas, tal acto puede ser una ofensa. E n la medida en que un hombre puede
fracasar en hacer lo que corresponde para prevenirlas, dicho fracaso puede ser una ofensa.
II. Ofensas semipúblicaspor mera delincuencia. U n vecindario entero puede sufrir. 1. Sim­
ples daños corporales; en otras palabras, se los puede hacer sufrir respecto de su salud, p o r
comercio o manufacturas nocivas o peligrosas; p o r vender o hacer falsa propaganda de una
medicina o provisiones insalubres; por envenenar o secar fuentes de agua, destruir acueduc­
tos, destruir bosques, muros u otras cercas contra el viento y la lluvia, por producir cualquier
clase de escasez artificial, o por cualesquiera otras calamidades producidas artificialmente. 2.
y 3. Simple restricción o simple compulsión nocivas; por ejemplo, obligando a todo un ve­
cindario, por vía de folletos o discursos amenazadores, públicamente distribuidos o pronun­
ciados, para participar, o evitar hacerlo, en marchas con antorchas, aclamaciones, protestas,
invectivas, suscripciones, emprendimientos, procesiones, o cualquier otra forma de expresar
alegría o pesar, descontento o aprobación; o, resumiendo, en cualquier modalidad de con­
ducta que sea. 4 y 5. Confinamiento y exilio, arruinando carreteras, puentes o ferris, destru­
yendo u ocupando sin autorización carruajes públicos, o casas de pensión. 6. Amenazando
por medio de cartas incendiarias y asambleas tumultuosas, de diarios o folletos, anunciando
venganza contra personas de una particular denominación; por ejemplo, contra judíos, cató­
licos, protestantes, escoceses, gascones, catalanes, etcétera. 7. Simples daños mentales, como
por medio de exhibiciones angustiosas, terroríficas, obscenas o irreligiosas; tales com o la ex­
posición de cadáveres, exhibiciones o relatos de falsas brujerías o apariciones, exhibición de
impresos obscenos o blasfemos, discursos obscenos o blasfemos pronunciados públicam en­
te, difusión de noticias falsas acerca de derrotas públicas en batallas, o de otras desgracias.
III. Ofensas contra si mismo contra personas. 1. Ayuno. Abstinencia de caza, autoflage-
ación, automutilación, y otras prácticas de autonegación y autotormento, 2. Glotonería,
■mbriaguez, excesos sexuales y otras especies de intemperancia. 3. Suicidio.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 2 3 3

s u y a . C u a n d o h a c e e s t o c o n p a la b r a s, o c o n ta le s a c c io n e s q u e n o t ie n e n o t r o
e f e c t o q u e e n la m e d id a e n q u e e s tá n e n lu g a r d e la s p a la b r a s , la o f e n s a p u e d e
se r lla m a d a e n v ile c im ie n t o . C u a n d o es p r o d u c i d o p o r a c c io n e s ta le s q u e ,
efecto son injuriosas p a r a la s p e r s o n a s , la o f e n s a p u e d e
a d e m á s d e t e n e r e s te
insulto personal; si s e h a lle g a d o a la s tim a r e l c u e r p o , insulto cor­
se r lla m a d a
poral; si s e d e t ie n e a n te s d e ca u sa r e s e e f e c t o , amenaza insultante. Y a sí t e n e ­
m o s d o s genera o c la s e s d e o fe n s a s m e r a m e n t e c o n t r a la r e p u t a c ió n , a sa b er:
1. D if a m a c ió n .
2. E n v ile c i m ie n t o o v ili p e n d io 258.
E n c u a n t o a lo s in s u lt o s c o r p o r a le s y a m e n a z a s in s u lta n te s , c o r r e s p o n ­
d e n al t ít u lo c o m p u e s t o d e o f e n s a s c o n t r a la p e r s o n a y la r e p u t a c ió n c o n ­
ju n ta m e n te .
XXXV. S i la p r o p ie d a d d e u n h o m b r e s u fr e p o r la d e lin c u e n c ia d e o t r o ,
d ic h a p r o p ie d a d e s ta b a c o n fia d a al o f e n s o r o n o lo e sta b a : s i e s ta b a c o n f ia ­
d a, la o f e n s a e s u n a v io la c ió n d e c o n f ia n z a , y c u a lq u ie r a s e a s u n a tu r a le z a e n
o t r o s r e s p e c to s , p u e d e s e r lla m a d a disipación en la violación de confianza o
disipación de la propiedad confiada. É s te e s u n c a s o p a r tic u la r ; e l c a s o o p u e s ­
to es e l m á s c o m ú n ; e n ta l c a so , la s d is tin ta s m a n e r a s e n q u e u n a p r o p ie d a d
p u e d e p o s ib l e m e n t e c o n v e r tir s e e n o b j e t o d e u n a o f e n s a , p u e d e n se r a s í c o n ­
ce b id a s. L a s o fe n s a s c o n t r a la p r o p ie d a d , d e c u a lq u ie r c la s e q u e se a n , p u e d e n
se r d is tin g u id a s , c o m o y a s e h a in s in u a d o 259, e n a q u e lla s q u e c o n c ie r n e n a su
p o s e s i ó n le g a l o e l d e r e c h o a ella , y a q u e lla s q u e c o n c i e r n e n s ó l o a su g o c e o ,
lo q u e e s l o m is m o , e l e je r c ic io d e e s e d e r e c h o . A la p r im e r a d e esa s c a t e g o ­
rías c o r r e s p o n d e n , c o m o y a s e h a in s in u a d o 260, la s d iv e r s a s o f e n s a s de no
investidura ilegal, intercepción ilegal' despojo ilegal, usurpación y atribución
ilegal. C u a n d o e n ía p e r p e t u a c ió n d e c u a lq u ie r a d e e s ta s o f e n s a s , u n a fa ls e ­
d a d h a s e r v id o c o m o in s t r u m e n t o , y e llo , c o m o s e l o lla m a c o m ú n m e n t e ,
uno voluntario, o c o m o p o d r ía lla m á r s e lo c o n m á s p r o p ie d a d , u n o delibe-
rado26\ e l e p ít e t o fraudulento p u e d e a n t e p o n e r s e al n o m b r e d e la o f e n s a , o
s u s titu ir a la p a la b r a ilegal. L as c ir c u n s ta n c ia s d e fr a u d e , p u e s , p u e d e n s e r v ir
p ara c a r a c te r iz a r u n a e s p e c ie p a r tic u la r , s u s c e p t ib le d e s e r in c lu id a d e n tr o d e

25s L Ofensas semipúblicas: 1. Calumnia y vilipendio de denominaciones particulares de


personas, como judíos, católicos, etcétera. II. Ofensas contra sí mismo: 1. Incontinencia en las
mujeres. 2. Incesto.
259 Supra XXVII.
260 rb .
261 Véase el cap. IX [Conciencia], II.
234 / J e r e m y Bentham

c a d a u n a d e esas c a te g o r ía s g e n é r ic a s; d e ia m is m a m a ñ e r a , la c ir c u n s ta n c ia
de lafuerza, s o b r e lo c u a l d ir e m o s a lg o m á s u n p o c o m á s a d e la n te , p u e d e
s e r v ir p a ra ca r a cte r iz a r o tr a . C o n r e s p e c t o a la in te r c e p ta c ió n ile g a l e n p a r ti­
cu lar, el h e c h o q u e inviste, p o r e l c u a l el t ítu lo d e la c o s a e n c u e s t i ó n d e b ió
c o r r e s p o n d e r le a u s te d , y q u e p o r la c a r e n c ia d e d ic h o t ít u lo es e n c ie r to
m o d o interceptado p o r la d e lin c u e n c ia d e l o fe n s o r , es, o b ie n u n a c to p r o p io
d e él, q u e lo e x p r e sa c o m o s u v o lu n t a d q u e u s te d d e b e r ía se r la p e r s o n a q u e
e s tá lc g a lm e n te en p o s e s i ó n d e é l, o es c u a lq u ie r o t r o h e c h o e n g e n e r a l; e n el
p r im e r c a s o , si la c o s a q u e d e b e r ía h a b e r le s id o e n tr e g a d a c o m o s u p o s e s i ó n ,
es u n a s u m a d e d in e r o h a s ta u n a d e te r m in a d a c a n tid a d , la o f e n s a es la q u e h a
r e c ib id o el n o m b r e d e insolvencia, r a m a d e la d e lin c u e n c ia q u e , e n c o n s i d e ­
r a c ió n d e su im p o r ta n c ia y a lc a n c e , p u e d e s e r c o n s id e r a d a c o m o u n genus
p o r s í m is m a 262.

262 Eí aspecto bajo el cual se muestra aquíía ofensa de insolvencia, puede quizá tener, a
una primera consideración, la tendencia a parecer no sólo novedosa sino impropia. Puede
parecer naturalmente que cuando un hombre le debe a usted una suma de dinero, por ejem­
plo, el derecho al dinero es ya suyo, y que lo que retiene al no pagarle, no es el título legal a
él, su posesión, o su poder sobre él, sino la posesión física de él, o poder sobre él solamente.
Pero a un examen más cuidadoso se verá que ése no es el caso. Lo que se entiende por pago
es siempre un acto de poder de investidura, como se explicó arriba; 1a expresión de un acto
de la voluntad y no un acto físico; es un acto realizado ciertamente con relación a la cosa que
se dice que es pagada, pero no físicamente ejercido sobre ella. Un hombre que le debe a usted
diez libras, toma un puñado de monedas de plata equivalente a esa suma, y lo pone sobre la
mesa a la cual está usted sentado. Si entonces con palabras o gestos o por cualquier otro
medio, se dirige a usted y le insinúa que es su voluntad que usted tome ese dinero y haga lo
que quiera con él, se dice que le ha pagado; pero si fuera el caso que no lo puso con ese fin
sino con otro, como contarlo y examinarlo, con la intención de tomarlo de nuevo, o dejarlo
para algún otro, no le ha pagado; no obstante lo cual, los actos físicos ejercidos sobre las pie­
zas de dinero en cuestión, son ambos casos los mismos. Hasta que expresa su voluntad al res­
pecto, lo que usted tiene, hablando con propiedad, la posesión legal del dinero, o un derecho
a él, sino sólo el derecho a hacer que él, o en su defecto tal vez un ministro de justicia esté
obligado a prestarle esa clase de servicio, que al hacerlo se pueda decir que le paga; es decir,
expresar ia voluntad mencionada arriba respecto de algún elemento corporal, u otro de una
cierta especie, de valor igual a la suma que le debe; o, en otras palabras, a ejercer en su favor
un acto de poder de investidura con relación a dicho objeto.
Es verdad que, en ciertos casos, no puede considerarse, según es comúnmente aceptado,
que ese hombre le ha pagado, sin prestarle una serie de servicios adicionales y de otra clase;
una serie de servicios que son prestados ejerciendo ciertos actos de naturaleza física sobre ia
cosa misma que se dice que le está pagando; a saber, transportando la cosa a un cierto lugar
donde es seguro que usted la encontrará, y donde puede ser conveniente que usted la reciba.
Pero estos servicios, aunque la obligación de prestarlos estuviera añadida por ley a la obliga­
ción de prestar esos otros servicios, en cuya realización consiste propiamente la operación de
pago, son visiblemente de otra naturaleza; ni son tampoco esenciales para la operación. No
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 2 3 5

A c o n t in u a c ió n n o s r e fe r ir e m o s a la s o f e n s a s c o n t r a la p r o p ie d a d , e n
c u a n to c o n c ie r n e s ó l o al g o c e d e l o b je to e n c u e s t ió n . E s t e o b je to p u e d e ser,
o u n s e r v ic io , o u n c o n j u n t o d e s e r v ic io s 263, q u e d e b e r ía n h a b e r s id o p r e s ta ­
dos p o r una persona, o cosas.
s i n o u n a r tíc u lo p e r t e n e c ie n t e a la c la se d e la s
E n el p r im e r c a s o , la o f e n s a p u e .d e s e r lla m a d a retención ilegal de serviciosm.
E n el s e g u n d o c a s o , p u e d e a d m itir u lte r io r e s m o d if ic a c io n e s , q u e p u e d e n se r
c o n c e b id a s así: C u a n d o c u a lq u ie r o b je to d e l c u a l h a y a u s te d t e n id o la o c u ­
p a c ió n fís ic a o el g o c e , c e sa , e n c u a lq u ie r g r a d o , a c o n s e c u e n c ia d e l a c to d e
o t r o h o m b r e , y s in n in g ú n c a m b io s o b r e v e n id o a e s e p o d e r , q u e d e p e n d a d e
la c o n d ic ió n fís ic a in tr ín s e c a d e s u p e r s o n a s o m e t id a a e s e p o d e r ; e s te c e s e e s,
o b ie n d e b id o a u n c a m b io e n la c o n d ic ió n in tr ín s e c a d e la c o s a m is m a , o e n
s u s it u a c ió n e x te r io r r e s p e c t o d e u s te d , es d ecir, a su e s ta r s itu a d o fu e r a d e su
a lc a n c e . E n el p r im e r c a s o , la n a tu r a le z a d e l c a m b io es, o b ie n ta l q u e p o n e
fu e r a d e s u p o d e r h a c e r u s o a lg u n o d e ella e n a b s o lu t o , e n c u y o c a s o s e d ic e
q u e la c o s a h a s id o d e s tr u id a , y la o f e n s a p o r la c u a l e s t o h a s u c e d id o p u e d e
se r lla m a d a destrucción ilegal; o b ie n e s s ó l o ta l q u e h a c e q u e lo s u s o s q u e
p u e d e n h a c e r s e d e d e e lla se a n d e m e n o r v a lo r q u e a n te s, e n c u y o c a s o s e d ic e
q u e la c o s a h a s id o dañada, o s u fr id o d a ñ o , y la o f e n s a p u e d e s e r lla m a d a
daño ilegal. A d e m á s , e n la m e d id a e n q u e s e c o n s id e r a q u e e l v a lo r q u e u n a
c o s a t ie n e p a ra u s te d , e s s u s c e p t ib le d e h a b e r s id o e n a lg ú n g r a d o d is m in u i­
d o p o r u n a c to d e c u a lq u ie r o tr a p e r s o n a e j e r c id o s o b r e ella , a u n q u e e n la
o c a s ió n d a d a n o s e s ig u ie s e n in g ú n d a ñ o p e r c e p t ib le , el e je r c ic io d e c u a l­
q u ie r a c t o s e m e ja n te es c o m ú n m e n t e c o n s id e r a d o a la p a r d e u n a o fe n s a ,
q u e p u e d e se r lla m a d a uso u ocupación ilegal.

la constituyen por sí mismos y puede ser llevada a cabo sín ellos. Debe ser ejecutada sin ellos,
siempre que la cosa a ser transferida esté tan al alcance del acreedor, hablando físicamente,
como puede llegar a estarlo p or un acto del deudor.
Esta cuestión debió haberse mostrado más claramente, si hubiera sido practicable reali­
zar aquí un examen completo de la naturaleza de la propiedad y de las varias modificaciones
de que es susceptible; pero no puede hacerse todo al mismo tiempo.
Supra xxvi.
Bajo el título de retención ilegal de servicios se incluye la violación de contrato; por­
que la obligación de prestar servicios pude fundarse o bien en un contrato o bien en otros
títulos; en otras palabras, el hecho de que un hombre se comprometa por un contrato es uno
de los muchos hechos de investidura de los cuales puede originarse el derecho de recibirlos.
Véase el cap. XVII [Límites], § iv.
SÍ la palabra servicios fuera tomada en su máxima extensión (negativa tanto como posi­
tiva) esta categoría abarcaría todo el derecho. Pero aquí han de considerarse sólo aquellos
servicios cuya retención no coincide con ninguna de las otras ofensas, para las cuales se han
asignado denominaciones separadas.
236 / J e r e m y B e n t h a m

S i la c a u s a d e q u e la c o s a p ie r d a su c a p a c id a d d e s e r le ú t il a u s te d , r e s id e
e n la s it u a c ió n e x te r n a d e é s ta c o n r e la c ió n a u s te d , la o f e n s a p u e d e s e r lla ­
m ada retención ilegal2í,s. L a r e t e n c ió n o d e t e n c ió n ile g a l d u r a n te c u a lq u ie r
la p s o d a d o , p u e d e s e r a c o m p a ñ a d a c o n la in t e n c ió n d e r e te n e r la c o s a p a ra
s ie m p r e ( e s d ecir, d u r a n te u n p e r ío d o in d e f i n id o d e t ie m p o ) o n o h a c e r lo . S i
l o e s , y s e a c o m p a ñ a al m is m o t ie m p o d e la in t e n c ió n d e n o a c e p ta r la l e y p o r
l o q u e s e h a h e c h o , p a r e c e r e s p o n d e r a la id e a c o m ú n m e n t e e x p r e s a d a p o r la
p a la b r a desfalco, u n a o fe n s a q u e es c o m ú n m e n t e a c o m p a ñ a d a p o r la v io la ­
c i ó n d e la c o n f ia n z a 265266. E n e l c a s o d e o c u p a c ió n ile g a l, la f a c u lta d f ís ic a d e
o c u p a r p u e d e h a b e r s id o o b te n id a s in e l a u x ilio o e l c o n s e n t im ie n t o d e l p r o ­
p ie t a r io , o d e o t r a p e r s o n a q u e p a r e z c a t e n e r d e r e c h o a p r o p o r c io n a r tal
a u x ilio o c o n s e n t im ie n t o . Si n o s e c u e n ta c o n e llo s y la o c u p a c ió n s e a c o m ­
p a ñ a d e la in t e n c ió n d e r e te n e r el b ie n p a r a s ie m p r e , j u n t o c o n la in t e n c ió n
d e n o a ca ta r la l e y p o r e l h e c h o c o m e t id o , la o f e n s a p a r e c e c o r r e s p o n d e r a la
id e a q u e s e a s ig n a c o m ú n m e n t e a la p a la b r a robo o hurto. S i e n la s m is m a s
c ir c u n s ta n c ia s s e a d ju d ic a u n a fu e r z a al c u e r p o d e la p e r s o n a q u e u sa , o p a r e ­
c e d is p u e s t a a u s a r c u a lq u ie r e s fu e r z o p a ra im p e d ir e l a c t o , é s te p a r e c e se r
u n o d e lo s c a s o s e n q u e la o fe n s a es g e n e r a lm e n te c o m p r e n d id a b a jo e l n o m ­
b re de pillaje.
S i la f a c u lta d f ís ic a m e n c io n a d a f u e o b t e n id a c o n e l a u x ilio o c o n s e n t i­
m ie n t o d e u n p r o p ie t a r io u o tr a s p e r s o n a s d e la s q u e s e h a h a b la d o a n te s, y
s in e m b a r g o la o c u p a c ió n d e la c o s a es u n a o f e n s a , p u e d e h a b e r s id o , o b ie n
p o r q u e e l a u x ilio o c o n s e n t im ie n t o n o f u e r o n o b t e n id o s e q u ita t iv a m e n te o
n o lo f u e r o n lib r e m e n te . S i n o f u e r o n o b t e n id o s equitativamente, fu e ro n

265 E n el derecho inglés, las palabras decirme [pleito para recobrar algo ilegalmente rete­
nido] y detainer [retener algo para obligar a una persona a pagar una deuda]: detinue se apli­
ca principalmente a bienes muebles; detainer, a inmuebles. C on estos títulos se comprenden
también los casos en los que la ofensa consiste en im pedir la transferencia la posesión legai
de la cosa; tales casos pueden también ser incluidos en la categoría de no-inversiones ilega­
les. La distinción entre la m era posesión física y la legal, en que la segunda es efímera y anu-
lable, parece haber sido hasta ahora poco tratada. En innumerables casos se las confunde
bajo una misma expresión. La causa es que, probablemente en todas las leyes, y a menudo
por m uy buenas razones, la posesión legal, cualquiera sea la seguridad de perderla en caso
de juicio, es, hasta el m om ento de ese hecho, en muchos casos conectada a la apariencia de
la posesión física.
Al intentar m ostrar ia importancia de éste y otros nombres de ofensas de uso común,
debe entenderse que hablo todo el tiempo con la m ayor modestia. La verdad es que la rele­
vancia que se les concede, no es por lo común determinada ni uniforme; de m odo que en la
naturaleza de las cosas, ninguna definición que pueda ser dada de ellas por una persona pri­
vada puede ser del todo exacta. Fijar su sentido corresponde sólo al legislador.
L O S P R IN C IP IO S DE L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 3 7

o b t e n id o s c o n fa lse d a d , la c u a l, s i e lla f u e deliberada , e s e n e s e c a s o lla m a d a


fra u d e , y la o fe n s a , si fu e a c o m p a ñ a d a c o n la in t e n c ió n d e n o s e r a c e p t a b le
p o r la le y , p u e d e lla m a r se obtención frau du len ta o estafa 267. S i n o f u e o b t e ­
n id a librem ente , f u e o b te n id a p o r la fu erza; es d e c ir , p o r u n a f u e r z a e je r c id a
s o b r e e l c u e r p o , q u e y a h a s id o m e n c io n a d a , o e je r c id a s o b r e la m e n t e . S i p o r
f u e r z a e je r c id a s o b r e la m e n te , o e n o tr a s p a la b r a s p o r a p lic a c ió n d e m o t i v o s
c o e r c it iv o s 268, d e b e se r p o r p r o d u c ir la a p r e h e n s ió n d e a lg ú n m a l; e l c u a l, si
e l a c to es u n a o fe n s a , d e b e se r a lg ú n m a l al q u e u n a p e r s o n a , e n la o c a s i ó n e n
c u e s t ió n , n o t ie n e d e r e c h o a e x p o n e r a o tr a . E s t e e s u n c a s o e n e l c u a l, si la
o f e n s a s e a c o m p a ñ a d e la in t e n c ió n d e r e t e n e r la c o s a p a ra s ie m p r e , y a e s té
o n o a c o m p a ñ a d a d e la in te n c ió n d e n o s e r s u s c e p t ib le d e s e r s o m e t id a a la
le y , p a r e c e esta r d e a c u e r d o c o n la id e a d e lo q u e c o m ú n m e n t e s e q u ie r e s ig ­
n ific a r c o n extorsión. A h o r a b ie n , la p a r te q u e u n h o m b r e a s u m e al e x p o n e r
a o t r o al m a l en c u e s tió n , d e b e se r p o s it iv a o n e g a tiv a . E n e l p r im e r c a s o ,
n u e v a m e n t e , el m a l d e b e se r p r e s e n t e o d is ta n te . E n e l c a s o e n q u e e l a u x ilio
o c o n s e n t im ie n t o s o n o b t e n id o s p o r u n a fu e r z a e je r c id a s o b r e e l c u e r p o , o
c u a n d o es e je rcid a s o b r e la m e n te , la p a r te a s u m id a al e x p o n e r a u n h o m b r e
a la a p r e h e n s ió n d e u n m a l es p o s it iv a , e l m a l es a c tu a l y s u o b j e t o , s u p e r ­
so n a ; y si d e t o d o s m o d o s la e x t o r s ió n , a s í a p lic a d a , s e a c o m p a ñ a d e la i n t e n ­
c i ó n d e n o s o m e t e r s e a la ley , p a r e c e e s ta r d e a c u e r d o c o n el c a s o r e s ta n te d e
lo q u e c a e b a jo el n o m b r e áe pillaje.
E n c u a n to a la d is ip a c ió n e n la v i o l a c i ó n d e la c o n f ia n z a , c u a n d o e lla p r o ­
d u c e u n p r o v e c h o p e c u n ia r io a l o s f id e ic o m is a r io s , p a r e c e s e r d e la e s p e c ie
q u e s u e le se r s ig n ific a d a p o r la p a la b r a peculado. O tr a , y la ú n ic a r e s ta n te ,
p a r e c e c o n s is tir e n a c to s d e o c u p a c ió n e f e c t u a d o s p o r lo s f id e ic o m is a r io s
s o b r e las c o s a s q u e s o n o b je to d e la p r o p ie d a d fid u c ia r ia , p a r a s u p r o p i o b e ­
n e f ic io , y p a ra p e r j u ic io d e l b e n e fic ia r io . E n c u a n t o al p illa je , e s ta o f e n s a , p o r
la m a n e r a e n q u e es o b t e n id o e l a u x ilio o e l c o n s e n t im ie n t o , s e c o n v ie r t e e n
u n a o f e n s a c o n tr a la p r o p ie d a d y la p e r s o n a s im u ltá n e a m e n t e . L a d is ip a c ió n
e n la v io la c ió n d e la c o n fia n z a , y e l p e c u la d o , p u e d e n q u iz á se r m á s c o n v e ­
n ie n t e m e n t e in c lu id a s e n la c a t e g o r ía d e o f e n s a s c o n t r a la c o n f ia n z a 269. D e s -

267 Los casos restantes se incluyen en la categoría de usurpación o investidura ilegal de


propiedad. La distinción no parece haber sido reconocida hasta ahora; se refiere, com o otra
arriba mencionada, a la distinción entre posesión legal y física. La misma observación puede
aplicarse al caso de la extorsión, que trataremos a continuación.
26S \/¡L{e supra , XXVII.
-Ó9 La usura, si se la considera una ofensa, es una ofensa cometida con consentimiento,
es decir, con el consentimiento de la parte que se supone dañada, no amerita un lugar en el
238 / J e r e m y B enth am

p u é s d e e s ta s e x c e p c io n e s , t e n e m o s tr e c e g é n e r o s d e las p r in c ip a le s o f e n s a s
c o n t r a la p r o p ie d a d q u e , c u a n d o o r g a n iz a d a s e n el o r d e n m á s c o n v e n ie n t e
p a ra s u e x a m e n , p u e d e n s e r e n u n c ia d a s así, es d ecir:

1. N o in v e s t id u r a ile g a l d e la p r o p ie d a d .
2 . I n t e r c e p t a c ió n ile g a l d e la p r o p ie d a d .
3 . D e s p o j o ile g a l d e la p r o p ie d a d .
4 . U s u r p a c i ó n d e la p r o p ie d a d .
5 . I n v e s t id u r a ile g a l d e la p r o p ie d a d .
6 . A b s t e n c i ó n ile g a l d e s e r v ic io s .
7. D e s t r u c c i ó n o d a ñ o ile g a l.
8. O c u p a c i ó n ile g a l.
9. R e t e n c i ó n ile g a l.
1 0 . D e s f a lc o .
11. R o b o .
12. F r a u d e .
13. E x t o r s ió n 2™.
P r o c e d e m o s a b o r a a c o n s id e r a r o f e n s a s q u e t ie n e n e fe c to s c o m p le j o s . R e ­
g u la r m e n te , p o r c ie r to , n o s r e fe r ir ía m o s a o f e n s a s c o n tr a la c o n d ic ió n ; p e r o
es m á s c o n v e n ie n t e P a b la r p r im e r o d e o f e n s a s p o r las q u e lo s in te r e s e s d e u n
h o m b r e s o n a fe c ta d o s e n d o s d e lo s p u n t o s p r e c e d e n te s s im u ltá n e a m e n te .
X X X V I . P r im e r o , e n t o n c e s , n o s o c u p a r e m o s d e la s o f e n s a s q u e a fe c ta n
c o n j u n t a m e n t e a la p e r s o n a y a su r e p u ta c ió n . C u a n d o c u a lq u ie r h o m b r e ,
p o r su f o r m a d e tr a t a m ie n to q u e a fe c ta a u n a p e r s o n a , p e r ju d ic a la r e p u ta ­
c i ó n d e o tr a , su fin y su p r o p ó s it o d e b e n h a b e r s id o in m e d ia ta m e n te p la ­
c e n t e r o s p a r a sí, o e s a c la s e d e p la c e r e s r e fle jo s q u e e n cie r ta s c ir c u n s ta n c ia s
p u e d e n se r o b t e n id o s p o r el s u fr im ie n to d e o tr o . A h o r a b ie n , el ú n ic o p la ­
c e r in m e d ia t o q u e v a le la p e n a c o n sid e r a r , q u e c u a lq u ie r a p u e d e o b t e n e r d e

catálogo de las ofensas, a menos que el conocimiento fuera injustamente o no libremente


obtenido;, en el primer caso, coincide con el fraude; en el otro, con la extorsión.
- 70 I. Ofensas semipúblicas: 1. Ilegal desp oj amiento, interceptación, usurpación, etc., de
valores que son propiedad de un cuerpo corporativo; o que son ocupadas indiscriminada­
mente en un vecindario; tales como iglesias parroquiales, altares, reliquias, y otros elementos
apropiados para los fines de la religión; o cosas que son indiscriminadamente ocupadas por
el público en general, tales como mojones, mercados, casa de cambio, jardines públicos y ca­
tedrales. 2. Establecimiento de lo que se ha llamado proyectos visionarios o sociedades frau­
dulentas, o aventuras de juego; propagación de noticias falsas para elevar o hacer caer el valor
de las acciones; o cualquier otra denominación de propiedad.
II. Ofensas contra sí mismo: 1. Holgazanería. 2. Juego. 3. Otras especies de prodigalidad.
L o s PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 239

la p e r s o n a d e o t r o , y q u e al m is m o t ie m p o t ie n d e a a fe c ta r la r e p u t a c ió n d el
o t r o , es el p la c e r d e l a p e t ito s e x u a l271. E s te p la ce r, e n t o n c e s , c u a n d o s e lo o b ­
tie n e , d e b e h a b e r s id o o b t e n id o c o n tr a e l c o n s e n t im ie n t o d e la o tr a p a r te , o
c o n él. Si c o n c o n s e n t im ie n t o , é s te d e b e h a b e r s id o o b t e n id o , o b ie n lib re y
j u s ta m e n te , o lib r e p e r o n o ju s ta m e n te , o a u n n i s iq u ie r a lib r e m e n te , e n c u y o
c a s o la ju s tic ia e s tá fu e r a d e c u e s tió n . Si fa lta t o t a lm e n t e e l c o n s e n t im ie n t o ,
la o fe n s a s e lla m a violación; si n o es o b t e n id o c o n ju s tic ia , s im p le m e n t e se­
ducción. Si n o lo h a s id o lib r e m e n te , p u e d e lla m á r s e lo seducción forzada. E n
c u a lq u ie r a d e lo s c a s o s , o b ie n la o fe n s a h a lle g a d o a c o n s u m a r s e , o n o h a lle ­
g a d o a e llo . SÍ s e h a c o n s u m a d o , t o m a u n o u o t r o d e l o s n o m b r e s q u e aca­
b a m o s d e m e n c io n a r ; si n o s e h a c o n s u m a d o , p u e d e s e r e n t o d o s lo s c a s o s
in c lu id a b a jo la d e n o m in a c i ó n d e u n daño simplemente por lascivia. P o r ú lti­
m o , p ara c o n s id e r a r e l c a s o e n q u e u n h o m b r e p e r j u d ic a s u r e p u t a c ió n p o r
p r o c e d im ie n t o s q u e r e s p e c ta n a su p e r s o n a , lo h a c e p o r e s a c la s e d e p la c e r
q u e e n o c a s io n e s r e s u lta d e la c o n t e m p la c ió n d e l d o l o r d e o t r o . B a jo esta s
cir c u n sta n c ia s, la o f e n s a h a lle g a d o a se r u n d a ñ o c o r p o r a l, o s e h a r e d u c id o
a u n a a m en a za ; e n e l p r im e r c a s o , p u e d e s e r lla m a d a insulto corporal, e n el
segu n d o, amenaza insultante. A s í t e n e m o s s e is g é n e r o s o c la s e s d e o fe n s a ,
q u e s o n a la v e z c o n t r a la p e r s o n a y su r e p u ta c ió n ; q u e , c u a n d o s e las a lin ea
e n e l o r d e n m á s c o n v e n ie n t e p a r a s u c o n s id e r a c ió n , s e r á n lo s sig u ie n te s :
1. I n s u lto s c o r p o r a le s .
2 . A m e n a z a I n su lta n te .
3. S e d u c c ió n .
4 . V io la c ió n .
5. S e d u c c ió n fo r z a d a .
6. S im p le s in ju r ia s la sc iv a s272.
X X X V I I . E n s e g u n d o lu g a r, r e s p e c to d e a q u é lla s q u e c o n c ie r n e n al
m is m o t ie m p o a la p e r s o n a y a la p r o p ie d a d ; p u e s y a s e a h a d ic h o q u e u n a
fu e r z a ejercid a s o b r e la p e r s o n a d e u n h o m b r e p u e d e e sta r e n tr e lo s m e d io s
p o r lo s cu a le s s u t ít u lo d e p r o p ie d a d p u e d e s e r le ile g a lm e n t e a r r e b a ta d o o
a d q u ir id o 273. U n a f u e r z a d e e s ta c ía se es, e n t o n c e s , u n a c ir c u n s ta n c ia q u e
p u e d e a c o m p a ñ a r la s o fe n s a s d e in te r c e p ta c ió n ile g a l, d e s p o j o ile g a l, u s u r ­
p a c ió n e in v e r s ió n ile g a l. P e r o e n e s to s c a s o s la in t e r v e n c ió n d e la s c ir c u n s -

27í Véase el cap. V [Placeres y dolores].


272 l. Ofensas semipúblicas: ninguna. II. Ofensas contra sí mismo: 1. Sacrificio de la vir­
ginidad. 2. Indecencias no públicas.
272 Supra.
240 / J e r e m y Bentham

ta n c ia s n o h a n d a d o lu g a r a n in g u n a n u e v a d e n o m in a c ió n d e la o fe n s a 274. E n
t o d o s o a lg u n o s d e e s t o s c a s o s , a n t e p o n ie n d o el e p ít e t o forzoso, p o d e m o s
o b t e n e r t a n t o s n o m b r e s d e o f e n s a s , q u e p u e d e n o b ie n se r c o n s id e r a d a s
c o m o c o n s t it u y e n d o o tr a s ta n ta s e s p e c ie s d e lo s g é n e r o s q u e c o r r e s p o n d e n
a la d iv is ió n d e la s o f e n s a s c o n t r a la p r o p ie d a d , o b ie n c o m o o tr a s ta n ta s e s ­
p e c ie s c o r r e s p o n d ie n t e s a la s d iv is io n e s q u e e s ta m o s c o n s id e r a n d o a h o r a .
E n t r e la s o f e n s a s q u e c o n c ie r n e n al g o c e d e la c o s a , el c a s o e s el m is m o r e s ­
p e c t o d e la d e s t r u c c ió n ile g a l y el d a ñ o ile g a l, c o m o t a m b ié n d e la o c u p a c ió n
y la r e t e n c ió n ile g a le s . E n c u a n to a la o f e n s a d e o c u p a c ió n ile g a l, es s ó l o e n
el c a s o e n q u e la c o s a o c u p a d a c o r r e s p o n d e a la c la s e d e lo s in m u e b le s , q u e
c u a n d o s e a c o m p a ñ a d e la fu e r z a e n c u e s t ió n , h a o b t e n id o u n n o m b r e p a r ­
tic u la r q u e e s d e u s o c o m ú n : acceso forzoso. L a r e t e n c ió n f o r z o s a s e a p lic a
t a m b ié n a lo s in m u e b le s , p e r o s ó l o e n e s te c a s o s e le d a , al m e n o s e n tr e lo s
a b o g a d o s , el n o m b r e d e retención forzosa175.Y a s í p o d e m o s d is tin g u ir d ie z
g é n e r o s o c la se s d e o f e n s a s , c o n t r a la p e r s o n a y la p r o p ie d a d s im u ltá n e a ­
m e n te , o m it i e n d o , e n p r o d e la c o n c i s ió n , e l e p ít e t o ilegal:
1. I n t e r c e p t a c ió n f o r z a d a d e la p r o p ie d a d .
2 . D e s p o j o f o r z a d o d e la p r o p ie d a d .
3 . U s u r p a c ió n fo r z a d a .
4 . I n v e r s ió n fo r z a d a .
5. D e s t r u c c ió n o d a ñ o f o r z a d o s .
6 . O c u p a c ió n f o r z a d a d e b ie n e s m u e b le s .
7. A c c e s o f o r z a d o .
8. R e t e n c i ó n f o r z a d a d e m u e b le s .
9. R e t e n c i ó n fo r z a d a d e in m u e b le s .
1 0 . P illa je 276.

27¿*E n el lenguaje técnico del derecho inglés, la propiedad así adquirida se dice que lo ha
sido por duress [coacción].
275 Aplicado a los bienes muebles, nunca se ha tenido en cuenta, ai menos en el sentido
técnico del lenguaje; ninguna combinación de términos como ocupación forzosa es de uso co­
rriente. La palabra deúnue [pleito para recobrar algo retenido ilegalmente] es aplicada sólo a
los bienes muebles, y (en el lenguaje del derecho) la palabra forzoso nunca se ha combinado
ton ella. La palabra aplicada a los inmuebles es retención; ésta se combina con la palabra for­
zoso, y lo notable es que rara vez se la usa sin esa otra palabra. H a sido imposible apartarse
otalmente de esta nomenclatura técnica, debido a la influencia que tiene en el cuerpo de la
ongua.
2761. Ofensas semipúbhcas: L Incendio intencional. 2. Inundación criminal. ÍL Ofensas
ontra sí mismo: ninguna.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 4 1

X X X V I I I . L le g a m o s a h o r a a la s o f e n s a s c o n t r a la condición. L a c o n d i ­
c i ó n d e u n h o m b r e o su c la se s o c ia l s e c o n s t it u y e n p o r la s r e la c io n e s le g a le s
q u e tie n e c o n la s p e r s o n a s q u e lo r o d e a n ; o se a , c o m o y a h e m o s t e n id o o c a ­
s i ó n d e m o s tr a r 277*, p o r deberes , q u e al se r im p u e s t o s a u n a d e las p a r te s , d a n
o r ig e n a derechos o poderes a la o tr a . E s e v id e n t e q u e e sta s r e la c io n e s d e b e n
se r c a s i in f in it a m e n t e d iv e r sific a d a s. D e b e n e n c o n t r a r s e , s in e m b a r g o , a lg u ­
n o s m e d io s d e c ir c u n s c r ib ir e l c a m p o d e n tr o d e l c u a l s e m u e s tr a n d ic h a s
v a r ia n te s . E n p r im e r lu gar, d e b e n ser, o b ie n ta le s q u e se a n s u s c e p t ib le s d e
m o s tr a r s e d e n t r o d e l c ír c u lo d e u n a f a m ilia p r iv a d a , o b ie n ta le s q u e r e q u ie ­
r a n m a y o r e s p a c io . L a s c o n d ic io n e s c o n s t it u id a s p o r la p r im e r a f o r m a d e
r e la c io n e s p u e d e n s e r lla m a d a s dom ésticas ; la s c o n s t it u id a s p o r las s e g u n d a s ,
civiles.
X X X IX . E n c u a n to a las c o n d i c i o n e s d o m é s tic a s , la s r e la c io n e s le g a le s
p o r la s q u e s e c o n s t it u y e n p u e d e n d is t in g u ir s e en:
1. L a s q u e s e so b r e a g r e g a n a r e la c io n e s p u r a m e n t e n a tu r a le s.
2 . L a s q u e s in b a s e n a tu ra l a lg u n a , s u b s is t e n s ó l o p o r in s t it u c ió n .
P o r r e la c io n e s p u r a m e n te n a tu r a le s e n t ie n d o a q u é lla s q u e p u e d e d e c ir s e
q u e s u b s is t e n e n tr e c ie it a s p e r s o n a s , e n v ir tu d d e l in te r é s q u e e lla s m is m a s
h a n t e n id o e n e l p r o c e s o n e c e s a r io p a r a la c o n t in u a c ió n d e la e s p e c ie . E s ta s
r e la c io n e s p u e d e n d is tin g u ir s e , e n p r im e r lu g a r, e n c o n t ig u a s y n o c o n t ig u a s .
L a s n o c o n t ig u a s s u b s is te n a tr a v é s d e la in t e r v e n c ió n d e la s c o n t ig u a s . L a s
c o n t ig u a s p u e d e n d is tin g u ir s e , e n p r im e r lu g a r, e n connubiales y post-con-
nubialesm . L a s q u e p u e d e n lla m a r se c o n n u b ia le s son d o s:
1. L a q u e e l v a r ó n tie n e c o n la m u jer .
2 . L a q u e la m u je r tie n e c o n e l v a r ó n 279.

277 Supra, x x v . nota.


27§ p or los términos connubial y post-connubial, todo lo que quiero en este momento es
llamar la atención sobre la mera unión física, aparte de las ceremonias y compromisos legales
que luego se considerarán como sus acompañantes.
27^ La vaga e indeterminada naturaleza de la entidad ficticia llamada relación, es, en oca­
siones como la presente, susceptible de producir una gran confusión. Se dice que una relación
es mantenida po r uno de los objetos que tiene parte en ella, o que subsiste entre ellas. La se­
gunda manera de expresarlo es, tal vez, bastante más común. En tal caso, la idea parece ser, que
de la consideración de los dos objetos resulta sólo una relación, que corresponde como si
fuera en común a ambos. En algunos casos esto puede responder m uy bien al propósito. Sin
embargo, no lo hará en el caso presente. Para el propósito actual será necesario que conciba­
mos dos relaciones, como resultado de los dos objetos, y mantenida, pues así se lo expresa,
por uno de ellos hacia el otro; una relación mantenida por el prim er objeto con el segundo;
otra relación mantenida por el segundo objeto con el primero. Esto es necesario p o r dos ra-
2 4 2 / JH R E M Y B E N T H A M

L a s p o s t - c o n n u b ia le s s o n , o b i en productivas o derivativas. L a p r o d u c ­
tiv a es la q u e e l v a r ó n y la m u j e r a n te s m e n c io n a d o s t ie n e n , c a d a u n o d e
e llo s , c o n lo s h ijo s q u e s o n e l f r u t o in m e d ia to d e s u u n ió n : é s ta e s lla m a d a
r e la c ió n d t paternidad. A h o r a b ie n , a sí c o m o lo s p a d r e s d e b e n ser, lo s h ijo s
p u e d e n ser, d e s e x o s d ife r e n te s . E n c o n s e c u e n c ia , la r e la c ió n d e p a te r n id a d
p u e d e d is t in g u ir s e e n c u a tr o e s p e c ie s :

1. L a q u e el p a d r e t ie n e c o n s u h ijo : é s ta es lla m a d a paternidad.


2 . L a q u e u n p a d r e tie n e c o n s u hija: é s ta t a m b ié n es lla m a d a p a te r ­
n id a d .
3 . L a q u e u n a m a d r e t ie n e c o n s u h ijo : é s ta es lla m a d a maternidad.
4. L a q u e u n a m a d r e t ie n e c o n s u hija: é s ta es t a m b ié n lla m a d a m a ­
te r n id a d .

L a s r e la c io n e s n a tu r a le s n o c o n t ig u a s , p u e d e n d is t in g u ir s e e n tr e inme­
diatas y remotas. L a s in m e d ia ta s s o n las q u e u n a p e r s o n a t ie n e c o n o tr a , a
c o n s e c u e n c ia d e te n e r c a d a u n a d e e lla s u n a r e la c ió n s im p le c o n u n a te r c e r a
p e r s o n a . A s í, el a b u e lo p a te r n o s e r e la c io n a c o n e l n ie t o p a te r n o p o r m e d io
d e d o s r e la c io n e s d ife r e n te s q u e t ie n e n ju n ta m e n t e c o n e l p a d r e ; el h e r m a n o
p o r p a r te d e p a d r e , al h e r m a n o , p o r m e d io d e las d o s r e la c io n e s d é la m is m a
c la s e q u e t ie n e n ju n ta m e n t e c o n e l p a d r e . D e la m is m a m a n e r a p o d r ía m o s
p r o c e d e r a e n c o n tr a r lu g a r e s e n e l s is te m a p a r a la s r e la c io n e s i n f i n it a m e n ­
t e d iv e r s a s q u e r e su lta n d e la s c o m b in a c io n e s q u e p u e d e n e s ta b le c e r s e c o m ­
b in a n d o las v a ria s c la se s d e r e la c io n e s ascendentes, r e la c io n e s descendentes,
r e la c io n e s colaterales y r e la c io n e s p o r afinidad. E s ta s ú ltim a s , c u a n d o la
u n i ó n e n tr e la s d o s p a r te s, e n tr e q u ie n e s e x is te a fin id a d , es s a n c io n a d a p o r
s o le m n id a d e s m a tr im o n ia le s , s e lla m a n r e la c io n e s p o r m a t r im o n io . P e r o
ésta , q u e se ría u n a tarea s u m a m e n t e in tr ic a d a y te d io s a , es f e li z m e n t e i n n e ­
c e sa r ia p a ra lo s fin e s a c tu a le s. L a s ú n ic a s r e la c io n e s n a tu r a le s a la s q u e se r á
n e c e s a r io p r e s ta r a lg u n a a t e n c ió n p a rticu la r , s o n a q u e lla s q u e , c u a n d o s o n
s a n c io n a d a s p o r la ley , d a n o r ig e n a la r e la c ió n d e e s p o s o y e s p o s a , la s d o s
r e la c io n e s c o m p r e n d id a s b a jo el t ít u lo d e p a te r n id a d , y la s r e la c io n e s c o m ­
p r e n d id a s b a jo e l t ítu lo d e filia c ió n .

zones: 1. Porque para las relaciones mismas hay en muchos casos nombres diferentes; por
ejemplo en las relaciones de guarda y tutelaje; en cuyo caso, al hablar de ellas como si fue­
ran sólo una, puede producir m ucha confusión. 2. Debido a que las dos diferentes relacio­
nes dan origen a tantas condiciones, las cuales son diferentes, lo que es predicado y servirá
para una, no servirá, en vanos particulares, según veremos, para la otra.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N i 24 3

l C u á le s s o n e n t o n c e s las r e la c io n e s d e c a r á c te r le g a l q u e p u e d e n se r s u -
p e r in d u c id a s s o b r e la s r e la c io n e s n a tu r a le s a n te s m e n c io n a d a s ? D e b e n se r
ta le s q u e c o r r e s p o n d a a la n a tu r a le z a d e la l e y o r ig in a r y e s ta b le c e r . P e r o la s
r e la c io n e s q u e s u b s is t e n p u r a m e n t e p o r in s t it u c i ó n , a g o ta n , c o m o v e r e m o s ,
t o d a la r e s e r v a d e r e la c io n e s q u e c o r r e s p o n d e a la n a tu r a le z a d e la l e y d a r
o r i g e n y e s ta b le c e r . L a s r e la c io n e s , p u e s , q u e p u e d e n s e r s u p e r in d u c id a s
s o b r e a q u e lla s q u e s o n p u r a m e n t e n a tu r a le s, n o p u e d e n s e r e n s í m is m a s
o tra s q u e la s q u é p e r t e n e c e n al n ú m e r o d e a q u e lla s q u e s u b s is t e n p u r a m e n ­
te p o r in s t itu c ió n ; d e m o d o q u e , to d a la d ife r e n c ia q u e p u e d e e x is tir en tre
u n a r e la c ió n le g a l d e u n a c la s e y d e la o tr a , e s q u e , e n e l p r im e r c a s o , la c ir ­
c u n s ta n c ia q u e d io o r ig e n a la r e la c ió n n a tu r a l, s ir v e c o m o u n a m a r c a p ara
in d ic a r d ó n d e h a d e fija rse la r e la c ió n legal; e n e l s e g u n d o c a s o , e l lu g a r al q u e
d e b e lig a r s e la r e la c ió n le g a l, n o es d e t e r m in a d o p o r e s a c ir c u n s ta n c ia , s in o
p o r a lg u n a o tr a . A p a rtir d e e s ta s c o n s id e r a c io n e s , q u e d a r á s u fic ie n t e m e n t e
e n e v id e n c ia q u e , p a r a tratar d e la s v a ria s c la se s d e c o n d ic io n e s , t a n t o n a tu ­
ra les c o m o p u r a m e n t e c o n v e n c io n a le s , d e la m a n e r a m á s c o n v e n ie n t e , será
n e c e s a r io d a r p r e c e d e n c ia a la s e g u n d a . P r o c e d ie n d o t o d o el t ie m p o s o b r e la
b a se d e l m is m o p r in c ip io , d a r e m o s sie m p r e p r io r id a d , n o a a q u e llo s q u e s o n
p r im e r o s p o r n a tu r a le z a , s in o a a q u e llo s c u y a d e s c r ip c ió n es m á s s im p le . N o
h a y o tr a m a n e r a d e e v ita r p e r p e tu a s a n tic ip a c io n e s y r e p e tic io n e s .
X L . V a m o s a c o n s id e r a r a h o r a las r e la c io n e s d e fa m ilia o d o m é s t ic a s q u e
s o n p u r a m e n t e in s titu id a s p o r la le y . E s a é s ta s, e n e f e c t o , q u e a m b a s c la se s
d e r e la c io n e s d o m é s tic a s d e b e n s u o r ig e n . C u a n d o la le y , n o im p o r ta c o n
q u e f in , a s u m e la ta rea d e a c tu a r e n c a s o s e n l o s c u a le s n o lo h a h e c h o a n te s,
s ó l o p u e d e h a c e r lo im p o n ie n d o u n a obligación™. A h o r a b ie n , c u a n d o u n a
o b lig a c i ó n le g a l es im p u e s ta a c u a lq u ie r h o m b r e , h a y s ó lo d o s m a n e r a s e n las
c u a le s p u e d e s e r p u e s ta e n v ig o r e n p r im e r a in sta n c ia . U n a , es d a n d o el
p o d e r d e p o n e r la e n v ig o r a la p a r te e n c u y o f a v o r e s im p u e s ta ; la o tr a , es r e ­
s e r v a n d o d ic h o p o d e r a cie r ta s te r c e r a s p e r s o n a s q u ie n e s , e n v ir tu d d e p o ­
s e e r lo , s o n lla m a d o s m in is tr o s d e ju stic ia . E n e l p r im e r c a s o , s e d ic e q u e la
p a r te f a v o r e c id a p o s e e n o s ó lo u n derecho c o n tr a la p a r te o b lig a d a , s in o ta m ­
b ié n u n poder s o b r e ella; e n e l s e g u n d o c a s o , s ó l o u n derecho, n o c o r r o b o ­
r a d o p o r u n p o d e r . E n el p r im e r c a s o , s e d ic e q u e la p a r te fa v o r e c id a p u e d e
superior, y c o m o a m b o s s o n m ie m b r o s d e la m is m a fa m ilia ,
s e r lla m a d a u n
un superior doméstico r e s p e c to d e la p a r te o b lig a d a q u e , e n el m is m o c a s o ,

2S0 V éase el cap'. XVII [lim ite s ], § III.


244 / J e r e m y B e n t h a m

p u e d e s e r lla m a d a u n inferior doméstico, c o n r e f e r e n c ia a la p a r te fa v o r e c id a .


A h o r a b ie n , e n c u a n to a p o s ib ilid a d , es e v id e n t e q u e la s c o n d ic io n e s d o m é s ­
ticas o u n a e s p e c ie d e p o s e s i ó n fic tic ia a n á lo g a a la s c o n d ic io n e s d o m é s tic a s ,
p o d r ía n h a b e r s id o c o n s id e r a d a s c o m o c o n s t it u id a s t a n t o p o r d e r e c h o s s o la ­
m e n te , s in p o d e r e s d e n in g u n a d e la s p a r te s , c o m o p o r p o d e r e s . P e r o e n
c u a n to a la u tilid a d 381, n o p a r e c e e x p e d it iv o , y d e h e c h o , p r o b a b le m e n t e a la
in v a r ia b le p e r c e p c i ó n q u e l o s h o m b r e s d e b e n h a b e r t e n id o d e s u in e fic a c ia ,
ta les c o n d ic io n e s n o p a r e c e n h a b e r s id o in s t it u id a s p o r m a n o s ta n d é b ile s .
D e las r e la c io n e s le g a le s , e n t o n c e s , q u e s o n a p ta s p a r a s e r h e c h a s s u b s is tir
d e n tr o d e l c ír c u lo fa m ilia r, s ó l o p e r m a n e c e n a q u e lla s e n q u e la o b lig a c ió n es
p u e s ta e n v ig o r p o r u n p o d e r A h o r a b ie n , s ie m p r e q u e tal p o d e r es c o n c e ­
d id o , e l f in o p r o p ó s i t o p a r a e l c u a l f u e c o n f e r id o (a m e n o s q u e s e s u p o n g a
q u e el le g is la d o r a c tú a s in m o t iv o ) d e b e h a b e r s id o la p r o d u c c ió n d e u n
b e n e f ic io p a r a a lg u ie n ; e n o tr a s p a la b r a s, d e b e h a b e r s i d o c o n f e r id o e n pro
d e a lg u ie n . L a p e r s o n a , e n t o n c e s , p o r c u y o b e n e f ic i o es c o n f e r id o , d e b e ser,
o b ie n u n a d e la s p a r te s q u e s e a c a b a n d e m e n c io n a r , o u n te r c e r o ; e n e s to s
d o s c a s o s , d e b e s e r el s u p e r io r o b ie n e l in fe r io r . S i es e l su p e r io r , s e lo lla m a
el amo, y al in f e r io r s e lo lla m a el sirviente; y e l p o d e r p u e d e se r lla m a d o
beneficioso. SÍ e l p o d e r es e s t a b le c id o e n p r o d e l in fe r io r , e l s u p e r io r es 11a-

281 D os personas, que por cualquier medio están comprometidas a vivir juntas, no
podrán hacerlo po r mucho tiempo, en tanto una de ellas elija que tal o cual acto debe ser rea­
lizado, mientras la otra opta porque no se realice. Cuando éste es el caso ¿Cómo ha de deci­
dirse la competición? Dejando de lado la generosidad y la buena educación, que es el fruto
tardío e incierto de leyes establecidas desde antiguo, es evidente que no hay otro medio de
decidirlo, excepto por la fuerza física; que p o r cierto ha de haber sido el medio por el cual una
competición, sea familiar o de otra índole, debe haber sido decidida, antes que ninguna fun­
ción como la del legislador existiese. Siendo, pues, éste el orden de cosas que el legislador
encuentra establecido por naturaleza ¿qué cosa mejor puede hacer que conformarse a ello?
"Las personas que, po r la influencia de causas que prevalecen en todas partes, están com pro­
metidas a vivir juntas, son: 1. Progenitor e hijo, durante la infancia del segundo. 2. Marido y
mujer. 3. Hijos de los mismos padres. El progenitor y su hijo, por necesidad; pues si el hijo
no viviera con éste (o con alguien que ocupe su lugar) no podría sobrevivir; el esposo y la
esposa, por una elección cercana a la necesidad; hijos de los mismos padres, p o r la necesidad
que tiene cada uno de vivir con sus padres. Entre progenitor e hijo, la necesidad de que el pri­
mero tenga un poder para la preservación del segundo sustituye a todo razonamiento ulte­
rior. Entre marido y mujer, dicha necesidad no subsiste. La única razón que se aplica a este
caso es la necesidad de poner fin a la competición: El hombre prefiere la carne asada, la mujer,
hervida. ¿Deberán ayunar ambos hasta que venga el juez a cocinarla para ellos? La mujer
quiere que el hijo vista de verde; el padre, de azul. ¿Deberá el niño permanecer desnudo hasta
que el juez venga a vestirlo? Esto proporciona una razón para conceder poder a una u otra
de las partes; pero no ofrece ninguna para otorgarlo a una antes que a la otra, ¿Cómo ha de
L O S P R IN C IP IO S DE L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 4 5

m ado guardián, y e l in fe r io r s u protegido, y e l p o d e r , q u e s e a c o m p a ñ a d e


c o n f ia n z a , p u e d e lla m a r se fiduciario. S i el p o d e r s e e s ta b le c e e n p r o d e u n
te r c e r o , el s u p e r io r p u e d e s e r lla m a d o superintendente, y e l in f e r io r s u sub­
ordinado. E s t e te r c e r o se r á , o b ie n u n in d iv id u o o g r u p o d e in d i v id u o s id e n -
tific a b le s , o u n g r u p o d e in d i v id u o s in id e n tific a b le s . E n e s te ú l t i m o c a s o , la
c o n f ia n z a es o p ú b lic a o s e m ip ú b lic a , y la c o n d ic ió n q u e e s ta b le c e n o es
d o m é s tic a s in o d e la c la s e c iv il. E n el p r im e r c a s o , esta te r c e r a p a r te o prin­
cipal, c o m o p u e d e lla m á r se la , t ie n e u n p o d e r b e n e fíc ia l s o b r e el s u p e r in t e n ­
d e n te o n o l o tie n e . S i l o t ie n e , e l s u p e r in t e n d e n t e e s s u s ir v ie n te , y e n c o n ­
s e c u e n c ia t a m b ié n lo es e l s u b o r d in a d o . S i n o , el s u p e r in t e n d e n t e es e l a m o
d e l s u b o r d in a d o , y t o d a la v e n ta ja q u e e l p r in c ip a l tie n e s o b r e el s u p e r in t e n ­
d e n te e s la d e p o s e e r u n c o n j u n t o d e d e r e c h o s , n o c o n f ir m a d o s p o r p o d e r ;
y p o r t a n t o , s e g ú n h e m o s v i s t o 332, n o a d e c u a d o s p a ra c o n s t it u ir u n a c o n d i ­
c ió n d e t ip o d o m é s t ic o . P e r o s e a c u a l fu e r e la c o n d ic ió n c o n s t it u id a p o r
e s to s d e r e c h o s , ¿ d e q u é n a tu r a le z a p u e d e n s e r la s o b lig a c io n e s a la s c u a le s e l
s u p e r in t e n d e n t e es s u s c e p t ib le d e s e r s o m e t id o p o r m e d io d e ella s? N o s o n
n i m á s n i m e n o s q u e a q u e lla s a las q u e u n h o m b r e es s u s c e p t ib le d e se r
s o m e t id o p o r p o d e r e s . S e s ig u e , p o r ta n t o , q u e las f u n c io n e s d e u n p r in c ip a l
y s u s u p e r in t e n d e n t e c o i n c id e n c o n a q u e lla s d e u n a m o y s u sir v ie n te ; y e n
c o n s e c u e n c ia , q u e las o f e n s a s r e la tiv a s a la s d o s c o n d ic io n e s p r im e r a s c o i n ­
c id ir á n c o n la s re la tiv a s a la s d o s ú ltim a s .

determinarlo entonces el legislador? Suponiendo que es igualmente fácil darlo a cualquiera de


los dos, buscará largamente una razón para resolverlo, y puede ser en vano. ¿Pero cómo es
actualmente el estado de cosas? Porque ha habido esposos y esposas (o lo que es lo mismo,
varones y mujeres viviendo juntos como esposos) antes de que existieran legisladores. M iran­
do, pues, a su alrededor, encuentra casi en todas partes que el hombre es el más fuerte de los
dos; y por tanto poseyendo ya, por medios puramente físicos, el poder que piensa otorgar a
uno de ellos por medio de la ley. ¿Qué mejor puede hacer entonces que poner el poder legal
en las mismas manos que, más allá de toda comparación, es más probable que estén en pose­
sión deí físico? D e este modo, habrá pocas transgresiones y pocas demandas de castigo; del
otro, perpetuas transgresiones y perpetuas demandas de castigo. Se dice que Solón empleó la
misma idea para la distribución de los poderes estatales. H e aquí una generalización; he aquí
la obra del genio. Pero en la disposición del poder doméstico, todo legislador, sin ningún
esfuerzo genial, ha sido un Solón. Esto es suficiente en cuanto a razones (motivos sociales:
simpatía por el público; amor a la reputación, etc.). Y añadamos en cuanto a motivos (los m o­
tivos contra sí mismo, o sociales, que son sociales en menor medida; la simpatía por personas
de un carácter particular; personas del mismo sexo), que los legisladores han sido todos del
sexo masculino, hasta los tiempos de Catalina. Me refiero aquí a quienes hacen las leyes, no
a los que las tocan con un cetro.
2S2 Sufra, nota, p. 244.
246 / J e r e m y B en th a m

X L I . L a s o f e n s a s a la s q u e e s tá e x p u e s ta la c o n d ic ió n d e u n a m o , c o m o
c u a lq u ie r o tr a c la se d e c o n d ic ió n , p u e d e n , c o m o y a s e h a in s in u a d o 2®3, d is ­
t in g u ir s e e n tr e la s q u e c o n c ie r n e n a la e x is te n c ia d e la c o n d ic ió n m is m a y las
q u e c o n c i e r n e n al d e s e m p e ñ o d e su s f u n c io n e s , m ie n tr a s s u b s is te n . P r im e r o ,
e n t o n c e s , n o s o c u p a r e m o s d e a q u e lla s q u e a fe c ta n s u e x is te n c ia . E s b a sta n te
o b v io q u e l o s s e r v ic io s d e u n h o m b r e p u e d e n s e r u n b e n e f ic io p a r a o tr o ; p o r
ta n t o , la c o n d ic ió n d e a m o p u e d e se r b e n e f ic io s a . E s tá e x p u e s ta , p o r c o n s i­
g u ie n te , a las o f e n s a s d e no-inversión ilegal' interceptación ilegal, usurpa­
ción, inversión ilegal y despojo ilegal. ¿ P e r o c ó m o p o d r ía e s ta r e x p u e s t a a las
o f e n s a s d e abdicación ilegal\ retractación ilegal e imposición ilegal? C ie r t a ­
m e n t e , n o p u e d e e s ta r lo p o r s í m ism a ; p o r q u e lo s s e r v ic io s , c u a n d o u n
h o m b r e t ie n e el p o d e r d e e x ig ir lo s o n o , s e g ú n le p a r e z c a a d e c u a d o , n o pue­
den n u n c a s e r u n a ca rg a . P e r o si a lo s p o d e r e s , p o r lo s c u a le s s e c o n s t it u y e
la c o n d i c i ó n d e a m o , la l e y c o n s id e r a a d e c u a d o a g r e g a r a lg u n a o b lig a c ió n
d e p a r te d e l a m o , p o r e j e m p lo , p r o p o r c io n a r le m a n t e n im ie n t o o p a g á n d o ­
le jo r n a le s al s ir v ie n te , o e n t r e g a n d o d in e r o e n p a g o a c u a lq u ie r o t r o , la c o n ­
d ic ió n p u e d e c o n v e r t ir s e e n u n a carga. E n e s te c a s o , s in e m b a r g o , la c o n d i­
c i ó n p o s e íd a p o r el a m o n o se r á , h a b la n d o c o n p r o p ie d a d , la p u r a y s im p le
c o n d i c i ó n d e u n a m o ; se r á u n a e s p e c ie d e o b j e t o c o m p le j o , r e s o lu b l e e n la
c o n d i c i ó n b e n e f ic io s a d e l a m o y la o b lig a c ió n d e ca r g a q u e s e a ñ a d e a ella.
N o o b s t a n t e , si la n a tu r a le z a d e la o b lig a c ió n t ie n e u n a lc a n c e e s tr e c h o y n o
in te r fie r e , a la m a n e r a d e l o q u e c o n s t it u y e u n a c o n f ia n z a , c o n e l e je r c ic io d e
a q u e llo s p o d e r e s p o r l o s c u a le s s e c o n s t it u y e la n a tu r a le z a d e l s u p e r io r , este
ú lt i m o , a p e s a r d e su m e z c la e x te r n a , r e te n d r á t o d a v ía e l n o m b r e d e a m o 2®4.
E n e s te c a s o , p o r ta n to , p e r o n o d e o tr o m o d o , la c o n d ic ió n d e a m o p u e d e
esta r e x p u e s t a a las o fe n s a s d e abdicación ilegal, detractaóón ilegal e imposi­
ción ilegal. A c o n t in u a c ió n n o s r e fe r ir e m o s al c o m p o r t a m ie n t o d e las p e r s o ­
n a s c o n r e fe r e n c ia a esta c o n d ic ió n , m ie n tr a s s e c o n s id e r a q u e s u b s is te . E n
r a z ó n d e s e r u n b e n e fic io , e s tá e x p u e sta a perturbación. E s ta p e r tu r b a c ió n
p u e d e ser, o b ie n la o f e n s a d e u n e x tr a ñ o , o la o fe n s a d e l p r o p io sir v ie n te .
C u a n d o s e trata d e la o fe n s a d e u n e x tr a ñ o y es c o m e tid a a p r o p iá n d o s e d e la
p e r s o n a d e l sir v ie n te , e n c ir c u n sta n c ia s e n q u e la a p r o p ia c ió n d e u n o b je to

283 Vicie supra, xxvii.


28/* E n k mayoría de las naciones civilizadas hay una especie de condición doméstica en
la cual el superior es llamado amo, mientras que el inferior es ciertamente llamado algunas
veces sirviente, pero más particular y frecuentemente, aprendiz. En este caso, si bien el supe­
rior, en razón de la costumbre, no es conocido por otro nombre que el de amo, la relación en
cuestión es de hecho mixta, compuesta por la de amo y la de guardián.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y LA L E G IS L A C IÓ N / 2 4 7

p e r t e n e c ie n t e a la c la se d e la s c o s a s , se ria u n a c t o d e r o b o o ( lo q u e a p e n a s si
v a le la p e n a d is t in g u ir lo d e él) u n a c to d e d e s f a lc o , p u e d e s e r lla m a d o robo
de sirviente. C u a n d o la o f e n s a p a r te d e l p r o p io s ir v ie n te , s e la lla m a viola­
ción de deber. A h o r a b ie n , e l c a s o m á s fla g ra n te d e v io la c ió n d e d eb e r , y q u e
in c lu y e p o r c ie r to to d a s la s o tr a s, es la q u e c o n s is t e e n q u e e l s ir v ie n te a b a n ­
d o n e el lu g a r e n q u e d e b e c u m p lir e s e d eb er. E s ta e s p e c ie d e v i o la c ió n d e
d e b e r es lla m a d a fuga. N u e v a m e n t e , e n v ir tu d d e l p o d e r q u e c o r r e s p o n d e a
e s ta c o n d ic ió n , tie n d e , p o r p a r te d e l a m o , al abuso. P e r o e s te p o d e r n o e stá
a la p a r c o n la c o n fia n z a . L a c o n d ic ió n d e l a m o , p o r ta n to , n o e s tá e x p u e s ta a
n in g u n a o f e n s a q u e s e a a n á lo g a a la v io la c ió n d e c o n f ia n z a . P o r ú lt i m o , d e b i­
d o a e s ta r e x p u e s ta a a b u s o , p u e d e se r c o n s id e r a d a c o m o p o s ib ilid a d , c o m o
e s ta n d o e x p u e s ta a soborno. P e r o e x a m in a n d o c u á n p o c a s y c u á n in s ig n if i­
c a n te s s o n e n la a c tu a lid a d la s p e r s o n a s s u s c e p tib le s d e e sta r s o m e t id a s al
p o d e r a q u í e n c u e s tió n , é s ta es u n a o fe n s a q u e , d e b id o a la fa lta d e te n ta c ió n ,
rara v e z s e dará e n la p r á c tic a u n e je m p lo d e ella . P o d e m o s , p o r ta n t o , c a lc u ­
lar tr e c e c la se s d e o f e n s a s a la s c u a le s la c o n d ic ió n d e u n a m o e s tá e x p u e sta :

1. N o - i n v e s t i d u r a ile g a l d e la c u a lid a d d e a m o .
2 . I n te r c e p ta c ió n ile g a l d e la c u a lid a d d e a m o .
3 . D e s p o j o ile g a l d e la c u a lid a d d e a m o .
4 . U s u r p a c ió n d e la c u a lid a d d e a m o .
5. I n v e s tid u r a ile g a l d e la c u a lid a d d e a m o .
6. A b d ic a c ió n ile g a l d e la c u a lid a d d e a m o .
7. D e t r a c c ió n ile g a l d e la c u a lid a d d e a m o .
8. I m p o s i c ió n ile g a l d e la c u a lid a d d e a m o ,
9. A b u s o d e la c u a lid a d d e a m o ,
10 . P e r tu r b a c ió n d e la c u a lid a d d e a m o .
11. V io la c ió n d e d e b e r e s d e lo s sir v ie n te s.
1 2 . F u g a d e s ir v ie n te s .
13 . R o b o d e s ir v ie n te s .

X L I I . E n c u a n to al poder p o r e l c u a l la* c o n d ic ió n d e a m o e s c o n s t it u id a ,
é s te p u e d e se r limitado o ilimitado. C u a n d o es a b s o lu t a m e n te ilim ita d a , la
c o n d ic ió n d e l s ir v ie n te es lla m a d a esclavitud pura. P e r o c o m o la s r e g la s d e l
le n g u a je , e n la m e d id a e n q u e p u e d e n se r c o n sid e r a d a s c o n s ta n te s e n e s te
a s p e c to , e l té r m in o e s c la v itu d es e m p le a d o c o m ú n m e n t e c u a n d o la s lim ita ­
c io n e s p r e sc r ita s al p o d e r d e l a m o s o n v ista s c o m o n o c o n s id e r a b le s . S ie m p r e
q u e c u a lq u ie r lim it a c ió n e s p r e s c r ita , s e cr ea u n a e s p e c ie d e e n tid a d fic tic ia y,
e n c a lid a d d e u n o b je to in c o r p o r a l d e p o s e s ió n , es o to r g a d a al s ir v ie n te . E s te
248 / J e r e m y B entham

objeto es de la clase de los que son llamados derechos; y en el caso presente


es denom inado, de manera más particular, una libertad, y a veces un p rivile­
gio, una in m u n idad o una exención. Ahora bien, estas limitaciones por una
parte, y estas libertades por otra, es evidente que pueden ser tan variadas
com o los actos (positivos o negativos) que el amo puede tener o no el poder
de obligar al sirviente a som eterse o a realizar. E n correspondencia, enton­
ces, co n la infinitud de m odificaciones que la condición de am o (o, com o es
más com ú n decir en tal caso, la de servidumbre) admiten. Es evidente que
estas modificaciones pueden, en diferentes países, ser infinitamente diversas.
En diferentes países, por tanto, las ofensas caracterizadas por los nombres
arriba m encionados admitirán, si se las considera específicamente, m u y dis­
tintas descripciones. Si hay un lugar sobre la Tierra tan miserable com o para
exhibir el espectáculo de una esclavitud pura y absolutamente ilimitada, en
ese lugar n o existirá tal cosa com o un abuso de la cualidad de amo; lo que
significa nada menos que ningún abuso de esa clase será allí tratado a la par
de una ofensa. En cuanto a la cuestión de si algunos y cuáles m odos de ser­
vidum bre deberían ser establecidos o mantenidos, es una cuestión cuya so ­
lución com pete a la rama civil del arte de la legislación.
XLIII. N o s referiremos ahora a las ofensas que pueden concernir a la
condición de sirviente. Podría parecer a primera vista que a una condición de
esta clase no puede corresponderle el más m ínim o beneficio; que no podría
tener otras consecuencias que convertirlo en una mera carga. Pero una carga
puede ser en sí misma un beneficio, en comparación con otra más grande.
Concibas la situación de un hombre com o tal que deba de todos m odos en­
contrarse en un estado de pura esclavitud. N o obstante, puede ser importan­
te para él, y sumamente importante, quién es la persona que tiene com o amo.
U n estado de esclavitud puede, entonces, bajo un amo, ser un estado benefi­
cioso para él, en comparación con un estado de esclavitud bajo otro amo. La
condición de un sirviente, entonces, está expuesta a las diversas ofensas a las
cuales una condición, en virtud de ser beneficiosa, está expuesta285. Más aún,

2S5 p ue¿ c parecer al principio que una persona que está en la condición de esclavo no
podría tener en su poder la posibilidad de emprender una tal vía de procedimiento como sería
necesaria para otorgarle un título aparente que fuese esdmado entre los esclavos de otro amo.
Pero aunque sea un esclavo en lo tocante a derecho, puede suceder que se haya fugado, por
ejemplo, y no sea de hecho un esclavo. O , supongamos que de hecho es un esclavo, y bajo
estricta vigilancia; no obstante, una persona conectada con él por lazos de simpatía, podría
hacer por él algo que, aunque lo desease y aprobase, no podría hacer por sí mismo. Podría,
por ejemplo, falsificar una escritura de donación, de un amo a otro.
L o s PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN ! 249

cuando el poder del amo es limitado, y las limitaciones son agregadas a aquél,
las libertades del sirviente son en consecuencia limitadas, Ja servidumbre
puede llegar a ser positivamente elegible. Porque entre dichas limitaciones
puede haber algunas tales que basten para permitir al sirviente poseer pro-
piedades a su nombre. A l tener este derecho, puede recibirlas de su propio
amo. En resumen, puede recibir jornales u otros em olum entos de su amo; y
el beneficio resultante de esos jornales puede ser tan considerable, que con­
trabalancee el peso de la servidumbre y, por ese m edio, haga esa condición
más beneficiosa en general y más deseable que aquella de alguien que no está
en ningún sentido bajo el control de una tal persona com o su amo. Según
esto, por estos medios la condición del sirviente puede ser tan elegible, que
su com ienzo y continuación en ella pueden haber sido totalm ente el resulta­
do de su propia elección. Para que la naturaleza de ambas condiciones pueda
ser más claramente comprendida, puede ser útil mostrar la clase de corres­
pondencia que hay entre las ofensas que afectan la existencia de uno, y las
que afectan la existencia del otro. Q ue esta correspondencia no puede sino
ser m uy íntima, es obvio a primera vista. N o se trata, sin embargo, de que
una ofensa incluida en el primer catálogo coincida con una ofensa del mismo
nom bre en el segundo catálogo: por ejemplo, la usurpación de servidumbre
con la usurpación de la cualidad de amo. Pero el caso es que una ofensa de
cierta denom inación en uno de los catálogos coincide con una ofensa de dife­
rente denom inación en otro catálogo. N i tam poco es la coincidencia cons­
tante y segura, sino sujeta a contingencias, com o verem os.
1. La no-investidura ilegal de la condición de un sirviente, si es la
ofensa de alguien que debió ser amo, coincide con la detracción ile­
gal de la cualidad de amo. Si se trata de la ofensa de una tercera per­
sona, implica no-investidura de la cualidad de amo, la cual, siempre
que la cualidad de amo sea a los ojos de aquel que debería haberlo
sido, algo beneficioso, pero no en caso contrarío, es ilegal.
2. Intercepción ilegal de la condición de sirviente, si se trata de la
ofensa de quien debió haber sido amo, coincide con la detracción
ilegal de la cualidad de amo. Si se trata de la ofensa de una tercera
persona y la cualidad de amo es beneficiosa, implica la intercep­
ción ilegal de dicha cualidad.
3. El despojamiento ilegal de la servidumbre, si constituye las ofensas
del amo, pero no lo contrario, coincide con la abdicación ilegal del
amo. SÍ se trata de la ofensa a un extraño, implica el despojamien-
250 / JE R E M Y B E N T H A M

t o d e la c u a lid a d d e a m o , q u e , e n la m e d id a e n q u e d ic h a c u a lid a d
es a lg o b e n e f ic io s o , es ile g a l.
4 . L a u s u r p a c ió n d e s e r v id u m b r e c o i n c id e n e c e s a r ia m e n te c o n la
i m p o s ic ió n ile g a l d e la c u a lid a d d e a m o . S erá p u e s s u s c e p t ib le d e
im p lic a r e n ella el d e s p o j a m ie n t o ile g a l d e la c u a lid a d d e a m o , p e r o
e s to s ó l o e n el c a s o e n q u e e l u s u r p a d o r , a n te s d e la u s u r p a c ió n ,
h u b ie r a e s ta d o e n e s ta d o d e s e r v id u m b r e b a jo o t r o a m o .
5. L a in v e s tid u r a ile g a l d e s e r v id u m b r e ( s ie n d o la s e r v id u m b r e c o n ­
sid e r a d a c o m o a lg o b e n e f ic i o s o ) c o i n c id e c o n la im p o s ic ió n d e la
c u a lid a d d e a m o ; la c u a l, si e n lo s o j o s d e l f in g id o a m o e s ta c u a li­
d a d re su lta r a se r u n a ca r g a , se r á ile g a l.
6. L a a b d ic a c ió n ile g a l d e s e r v id u m b r e c o in c id e c o n el d e s p o j a m ie n -
t o ile g a l d e la c u a lid a d d e a m o .
7 . D e t r a c c ió n ile g a l d e s e r v id u m b r e , c o n n o - in v e s t id u r a ile g a l d e la
c u a lid a d d e a m o .
8 . I m p o s ic ió n ile g a l d e s e r v id u m b r e , si es u n a o fe n s a d e l f in g id o a m o ,
c o i n c id e c o n la u s u r p a c ió n d e la c u a lid a d d e a m o ; si la o fe n s a es d e
u n e x tr a ñ o , im p lic a c o n e llo la im p o s ic ió n d e la c u a lid a d d e a m o ,
q u e a lo s o j o s d e l f in g i d o a m o se r ía u n a ca r g a , se r á ile g a l.
E n c u a n to al a b u s o d e la c u a lid a d d e a m o , p e r t u r b a c ió n d e ésta , v i o l a ­
c i ó n d e d e b e r e s d e lo s s ir v ie n te s , f u g a d e l o s s ir v ie n te s y r o b o d e s ir v ie n t e s ,
s o n o fe n s a s q u e , s in n in g ú n c a m b io d e d e n o m in a c ió n , t ie n e n la m is m a r e la ­
c i ó n c o n a m b a s c o n d ic io n e s . A s í, e n t o n c e s , p o d e m o s e s tim a r tr e c e c la s e s d e
o fe n s a s a las q u e e s tá e x p u e s ta la c o n d ic ió n d e sir v ie n te :

1. N o - i n v e s t i d u r a ile g a l d e s e r v id u m b r e .
2 . I n te r c e p c ió n ile g a l d e s e r v id u m b r e .
3. D e s p o j a m ie n to ile g a l d e s e r v id u m b r e .
4. U su rp ació n de servidum bre.
5. I n v e s tid u r a ile g a l d e s e r v id u m b r e .
6. A b d ic a c ió n ile g a l d e s e iv id u m b r e .
7 . D e t r a c c ió n ile g a l d e s e r v id u m b r e .
8. I m p o s i c ió n ile g a l d e s e r v id u m b r e .
9. A b u s o d e la c u a lid a d d e a m o .
10. P e r tu r b a c ió n d e la c u a lid a d d e a m o .
11. V io la c ió n d e d e b e r d e lo s s ir v ie n te s .
12 . F u g a d e sir v ie n te s.
13. R o b o d e sir v ie n te s.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 5 1

X L I Y L le g a m o s a h o r a a la s o fe n s a s a las q u e e s tá e x p u e s t o u n g u a r d iá n .
U n g u a r d iá n es a lg u ie n q u e e s tá in v e s t id o d e p o d e r s o b r e o t r o , v iv ie n d o
d e n tr o d e l c ír c u lo d e u n a fa m ilia , y lla m a d o tu te la r , s ie n d o e je r c id o e l p o d e r
p a r a b e n e f ic io d e l tu tela r . A h o r a b ien : ¿ c u á le s s o n l o s c a s o s e n q u e p u e d e r e ­
su lta r b e n e f ic io s o p a r a u n h o m b r e , q u e o t r o , v iv ie n d o d e n tr o d e l c ír c u lo d e
la m is m a fa m ilia , e je r z a p o d e r s o b r e él. C o n s i d e r e m o s u n a d e las p a r te s p o r
s í m is m a , y s u p o n g a m o s q u e e lla e s tá al m is m o n iv e l q u e la o tr a e n c u a n t o a
e n t e n d im ie n t o ; p a r e c e b a s ta n te e v id e n t e q u e n in g ú n c a s o s e m e ja n te p u e d e
e x istir ja m á s286. A la p r o d u c c ió n d e la f e lic id a d d e c u a lq u ie r p e r s o n a d a d a (d e
la m is m a m a n e r a q u e e n c u a n to a la p r o d u c c ió n d e c u a lq u ie r o t r o e f e c t o q u e
es el r e s u lta d o d e la a c c ió n h u m a n a ) es n e c e s a r io q u e c o n c u r r a n tre s c o sa s:
c o n o c i m i e n t o , in c lin a c ió n y p o d e r fís ic o . A h o r a b ie n , c o m o n o h a y n in g ú n
h o m b r e q u e e s té ta n s e g u r o d e s e n tir s e in c lin a d o , e n t o d a o c a s ió n , a p r o ­
m o v e r su fe lic id a d , c o m o lo e s tá u s te d , t a m p o c o h a y n in g ú n h o m b r e q u e , e n
g e n e r a l, t e n g a ta n b u e n a s o p o r t u n id a d e s c o m o h a d e b id o te n e r u s te d , d e
saber q u é es lo m á s c o n d u c e n t e p a ra e s e fin . ¿ P o r q u e q u ié n h a b r ía d e s a b e r
ta n b ie n c o m o u s te d , q u é es l o q u e le p r o d u c e d o l o r o p la c e r 287? A d e m á s , e n
c u a n to al p o d e r , es m a n if ie s to q u e n in g u n a s u p e r io r id a d e n e s te a s p e c to p o r
p a r te d e u n e x tr a ñ o , p o d r ía , c o m o c o n s t a n c ia , s u p lir u n a d e f ic ie n c ia ta n
g r a n d e c o m o la q u e d e b e e x p e r im e n ta r r e s p e c to d e d o s p u n t o s ta n i m p o r ­
ta n te s c o m o c o n o c i m i e n t o e in c lin a c ió n . P o r t a n t o , s i h u b ie r a u n c a s o e n q u e
fu e s e v e n t a j o s o p a ra u n h o m b r e e s ta r b a jo e l p o d e r d e o t r o , d e b e se r a c a u sa
d e u n a d e f ic ie n c ia p a lp a b le y m u y c o n s id e r a b le d e s u p a r te r e s p e c to d e l in t e ­
le c to o ( lo q u e e s lo m is m o , e n o tr a s p a la b r a s) r e s p e c t o d e l c o n o c i m i e n t o o
e n t e n d im ie n t o . A h o r a b ie n , h a y d o s c a s o s e n q u e s e s a b e q u é ta n p a lp a b le
d ife r e n c ia t ie n e lugar. E llo s so n :
1. C u a n d o e l in t e le c t o d e u n h o m b r e n o h a lle g a d o a ú n al e s ta d o e n
q u e es c a p a z d e d ir ig ir s u p r o p ia in c lin a c ió n e n b u sc a d e la f e lic i­
dad: é s te e s el c a s o d e la infancia288.
2. D o n d e p o r a lg u n a c ir c u n s ta n c ia c o n o c i d a o n o d e s u in te le c t o , n o
h a lle g a d o n u n c a a e s e e s ta d o , o h a b ie n d o lle g a d o , lo h a p e r d id o ,
q u e es e l c a s o d e la insania.

286 Considérelos en conjunto, sumemos los dos intereses, y el caso, como liemos visto
(supm XL), es el inverso. Ese caso, debe recordarse, procede sólo sobre la base de la suposi­
ción de que ambas paites están obligadas a vivir juntas; porque si suponemos que es optati­
vo para ellos separarse, la necesidad de ^establecer el poder cesa.
287 Véase el cap. x v u [Límites], § I.
288 Véase el cap. XIII [Casos no susceptibles], § III.
252 / J er em y BENTHAM

¿ P o r q u é m e d io s , e n t o n c e s , h a d e a se g u r a r se s i e l in t e le c t o d e u n h o m ­
b re e s tá o n o e n e s e e s ta d o ? P a r a m o str a r el g r a d o d e c a lo r s e n s ib le e n u n
c u e r p o h u m a n o t e n e m o s u n a c la s e m u y a c e p ta b le d e in s t r u m e n t o : e l t e r m ó ­
m e tr o ; p e r o p a r a m o s tr a r el g r a d o d e in te lig e n c ia , c a r e c e m o s d e s e m e ja n te
in s t r u m e n t o . E s e v id e n t e , p o r ta n t o , q u e la lín e a q u e s e p a r a e l g r a d o d e in t e ­
lig e n c ia q u e es s u f ic ie n t e p a r a lo s fin e s d e a u t o g o b ie r n o , d e a q u e l q u e no lo
es, d e b e s e r e n g ra n m e d id a a r b itr a r io . C u a n d o la in s u f ic ie n c ia es e l r e s u lta ­
d o d e la fa lta d e a ñ o s , la c a n tid a d s u fic ie n te d e in te lig e n c ia , s e a c u a l se a , n o
les lle g a a t o d o s e n el m i s m o p e r í o d o d e su v id a . P o r ta n t o , s e h a c e n e c e s a ­
rio p a r a lo s le g is la d o r e s c o r ta r e l n u d o g o r d ia n o y e s ta b le c e r u n p e r í o d o p a r ­
ticu lar, e n e l c u a l y n o a n te s , c o n v e r d a d o s in ella , s e e s tá e n p o s e s i ó n d e la
c a n tid a d s u f ic ie n t e 289. E n e s te c a s o , e n t o n c e s , u n a lín e a e s tr a z a d a , q u e p u e d e
se r la m is m a p a r a t o d o s lo s h o m b r e s , y e n c u y a d e s c r ip c ió n , ta l c o m o es,
c u a le s q u ie r a p e r s o n a s a q u ie n e s c o n c ie r n a s e g u r a m e n t e a se n tir á n , d a d o q u e
la c ir c u n s ta n c ia d e t i e m p o p r o p o r c i o n a u n a m a r c a , p o r la c u a l la lín e a e n
c u e s t ió n p u e d e s e r tr a z a d a c o n el m á x im o g r a d o d e p r e c is ió n . P o r o tr a p a r te ,
c u a n d o la in s u f ic ie n c ia e s el r e s u lta d o d e la in s a n ia , n o e x is te siq u ie r a e s te
c a m in o ; d e m o d o q u e a q u í el le g is la d o r n o tie n e o t r o r e c u r s o q u e d e s ig n a r
a lg u n a p e r s o n a o p e r s o n a s p a r tic u la r e s p a r a d e t e r m in a r p a r tic u la r m e n te la
c u e s t ió n , e n t o d o c a s o e n q u e o c u r r a , d e a c u e r d o a s u a r b itr a r ia d is c r e c ió n
o la d e l o s in d i v i d u o s d e s ig n a d o s . B a s ta n te a r b itr a r ia d e b e ser, d e t o d o s
m o d o s , p u e s t o q u e la ú n ic a m a n e r a e n q u e p u e d e s e r e je r c id a e s c o n s i d e ­
r a n d o si e l g r a d o d e in te lig e n c ia p o s e í d o p o r e l in d i v i d u o e n c u e s t ió n a lc a n ­
z a o n o la v a g a e in d e te r m in a d a id e a q u e las p e r s o n a s a s í d e s ig n a d a s p u e d e n
a z a r o s a m e n te t e n e r r e s p e c t o d e la c a n tid a d q u e s e c o n s id e r a s u fic ie n t e .
X L V . H a b i é n d o s e t r a z a d o la lín e a , o h a b ié n d o lo s u p u e s t a m e n t e h e c h o ,
es c o n v e n ie n t e p a r a a lg u ie n q u e n o p u e d e , d e m a n e r a s e g u r a p a r a é l, se r d e ja ­
d o e n p o d e r d e s í m is m o , q u e s e a p u e s t o b a jo e l p o d e r d e o t r o . ¿ C u á n to
tie m p o d e b e p e r m a n e c e r así? T a n to c o m o s e s u p o n e q u e su d is c a p a c id a d

En ciertos países, las mujeres, casadas o no, han sido puestas en estado de tutela per­
petua; lo cual se ha evidentemente fundado en la noción de la decidida inferioridad de inteli­
gencia del sexo femenino, análoga a la que se da en el varón en la infancia o en caso de insa­
nia. Este no es el único caso en que la tiranía ha sacado ventaja de su propio error, alegando
como razón para la dominación que ejerce, una imbecilidad que, en la medida en que fuese
real, habría sido producida por el abuso de ese mismo poder que ha de justificar. Aristóteles,
fascinado por los prejuicios de la época, divide a la humanidad en dos especies distintas: la de
los hombres libres y la de los esclavos. Ciertos hombres nacieron para ser esclavos y por
tanto deben serlo. ¿Por qué? Porque lo son,.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 2 5 3

c o n t in ú a ; es d ecir, e n e l c a s o d e la in fa n c ia , h a s ta q u e a lc a n z a e l p e r í o d o e n
q u e la l e y l o c o n s id e r a m a y o r d e ed a d ; e n c a s o d e in s a n ia , h a s ta q u e s a n e n
s u m e n t e y e n t e n d im ie n t o . A h o r a b ie n , es e v id e n t e q u e e s te p e r í o d o , e n e l
c a s o d e la in fa n c ia , p u e d e n o lle g a r p o r u n t ie m p o c o n s id e r a b le ; y e n e l c a s o
d e la in sa n ia , tal v e z n u n c a . L a d u r a c ió n d e l p o d e r c o r r e s p o n d ie n t e a e s ta
t u t e la p u e d e , p o r t a n t o , e n u n o d e lo s c a s o s , s e r c o n s id e r a b le ; e n e l o t r o ,
in d e f i n id o .
X L V I . E l p u n t o s ig u ie n t e a c o n s id e r a r e s c u á l puede s e r s u d u r a c ió n .
P o r q u e e n c u a n to c u á l debe ser, es u n a c u e s t ió n q u e d e b e se r e s ta b le c id a , n o
e n u n r e s u m e n a n a lític o g e n e r a l, s in o e n u n a d is e r ta c ió n p a r tic u la r y c ir ­
c u n s ta n c ia d a . E s p o s ib le , e n t o n c e s , q u e e s te p o d e r t e n g a c u a lq u ie r e x t e n s ió n
q u e p o d a m o s im a g in a r. P u e d e e x te n d e r s e a a c t o s c u a le s q u ie r a q u e , e n té r ­
m in o s f ís ic o s , tal v e z e l t u t e la d o e s té e n c o n d ic io n e s d e r e a liz a r él m is m o , o
q u e d e b a e je rce rlo s e l g u a r d iá n . C o n c ib a m o s p o r u n m o m e n t o q u e el p o d e r
e s tá e n la s ig u ie n t e p o s ic ió n : la c o n d ic ió n d e l t u t e la d o e s tá a h o r a a la p a r c o n
la s im p le e s c la v itu d . A g r e g u e m o s la o b lig a c ió n p o r la c u a l el p o d e r s e tr a n s­
f o r m a e n c o n fia n z a ; e n c u y o c a s o lo s lím it e s d e l p o d e r s e e s tr e c h a n c o n s i d e ­
r a b le m e n te . ¿ C u á l es, e n t o n c e s , el p r o p ó s it o d e e s ta o b lig a c ió n ? ¿ D e q u é
n a tu r a le z a es la c o n d u c ta q u e p r e s c r ib e ? E s u n a c o n d u c t a ta l q u e e s té c a lc u ­
la d a l o m e j o r p o s ib le p a r a p r o c u r a r al t u t e la d o e l m a y o r g r a d o d e fe lic id a d
q u e su s fa c u lta d e s y c ir c u n s ta n c ia s a d m ita n ; g u a r d a n d o s ie m p r e , e n p r im e r
lu gar, la c o n s id e r a c ió n p e r m it id a al g u a r d iá n d e s u p r o p ia fe lic id a d ; y e n
s e g u n d o lu gar, a q u e lla a q u e e s tá o b lig a d o , a sí c o m o a u t o r iz a d o , a c o n c e d e r
a la f e lic id a d d e o tr o s h o m b r e s . E s ta es, d e h e c h o , n o o tr a q u e la c o n d u c t a
q u e el tu t e la d o , si s u p ie r a c ó m o h a c e r lo , d e b e r ía , p o i prudencia, m a n t e n e r
p o r s í m is m o . D e m o d o q u e la ta re a d e l p r im e r o e s g o b e r n a r a l s e g u n d o p r e ­
c is a m e n t e d e la m a n e r a e n q u e é s te d e b e r ía g o b e r n a r s e a s í m is m o . A h o r a
b ie n , p a r a in str u ir a c a d a in d iv id u o s o b r e la m a n e r a e n q u e d e b e d ir ig ir s u s
c o n d u c t a en l o s avata res d e s u v id a , es la ta r e a p a r tic u la r d e la é tic a p r iv a d a ;
in s t r u ir a lo s in d iv id u o s e n la m a n e r a e n q u e d e b e g o b e r n a r la c o n d u c t a d e
a q u e llo s c u y a fe lic id a d , d u r a n te la m in o r id a d , e s tá a su c a r g o , es la ta rea d e l
a rte d e la e d u c a c ió n p r iv a d a . L o s d e ta lle s, p o r ta n t o , d e las r e g la s a s e r d ic t a ­
d a s c o n e s e fin , c o m o t a m p o c o lo s a c to s q u e p u e d e n se r c o m e t id o s v io l á n ­
d o la s , n o c o r r e s p o n d e n al a r te d e la le g is la c ió n ; p u e s t o q u e , c o m o se v e r á c o n
m a y o r p r e c is ió n m á s a d e la n te 290, ta le s d e ta lle s n o p o d r ía n , c o n n in g u n a v e n -

Véase el cap. XVII [Límites], § I.


254 / J e r é m y B entham

taja, s e r p r o p o r c i o n a d o s p o r e l le g is la d o r . A lg u n a s lín e a s g e n e r a le s p o d r ía n
p o r c ie r t o se r tr a z a d a s b a jo su a u to r id a d , y d e h e c h o s e e n c u e n t r a n a lg u n a s
e n t o d o s lo s E s t a d o s c iv iliz a d o s , P e r o e s e v id e n t e q u e ta le s r e g u la c io n e s
d e b e n s e r s u s c e p t ib le s d e g r a n d e s v a r ia c io n e s ,’ e n p r im e r lu g a r, d e b id o a la
in fin it a d iv e r s id a d d e c o n d ic io n e s c iv ile s d e las q u e p u e d e e sta r in v e s t id o u n
h o m b r e e n c u a lq u ie r E s t a d o d a d o ; e n s e g u n d o lu gar, d e a c u e r d o c o n la d i­
v e r s id a d d e c ir c u n s ta n c ia s lo c a le s q u e p u e d e n in flu ir e n la n a tu r a le z a d e la s
c o n d ic io n e s q u e p o r a z a r p u e d e n e s ta r e s ta b le c id a s e n d ife r e n te s E s ta d o s .
D e b i d o a e llo , las o f e n s a s q u e se r ía n c o n s t it u id a s p o r ta le s r e g u la c io n e s n o
p o d r ía n s e r c o m p r e n d id a s b a jo d e n o m in a c io n e s c o n c is a s y d e fin itiv a s , s u s ­
c e p t ib le s d e u n a a p lic a c ió n p e r m a n e n te y e x te n siv a . P o r t a n to , n o s e le s
p u e d e a s ig n a r n in g ú n lu g a r a q u í.
X L V I I . P o r l o q u e s e h a d ic h o e s ta m o s m e j o r p r e p a r a d o s p a r a te n e r e n
c u e n t a la s o f e n s a s a la s q u e e s tá e x p u e s t a la c o n d ic ió n e n c u e s tió n . L a c u s t o ­
d ia , p o r se r u n a c o n f ia n z a p r iv a d a , e s tá n a tu r a lm e n te e x p u e s t a a a q u e lla s
o f e n s a s , y n o a o tr a s , p o r las c u a le s p u e d e se r a fe c ta d a la c o n f ia n z a p r iv a d a .
A lg u n a s d e ella s, s in e m b a r g o , d e b id o a la c u a lid a d e s p e c ia l d e la c o n f ia n z a ,
a d m it e n u n a d e s c r ip c i ó n m á s d e ta lla d a . E n p r im e r lu g a r, la v io la c ió n d e e s ta
c la s e d e c o n f ia n z a p u e d e s e r lla m a d a mala gestión d e l tu te ía je . E n s e g u n d o
lu gar, c u a lq u ie r a s e a la n a tu r a le z a d e l o s d e b e r e s s u s c e p t ib le s d e s e r a n e x a ­
d o s a e s ta c o n d ic ió n , d e b e s u c e d e r a m e n u d o q u e , a fin d e c u m p lir lo s , e s
n e c e s a r io q u e e l g u a r d iá n e s té e n a lg ú n lu g a r d e te r m in a d o . L a m a la g e s t ió n
d e l tu te ía je , c u a n d o c o n s is t e e n n o e s ta r e n e l lu g a r d e b id o e n la o c a s ió n e n
c u e s t ió n , p u e d e s e r lla m a d a deserción d e l tu te ía je . E n t e r c e r lu gar, es b a s ta n ­
t e m a n if ie s t o q u e e l o b j e t o q u e e l g u a r d iá n d e b e p r o p o n e r s e a s í m is m o , e n
el e j e r c ic io d e lo s p o d e r e s al c u a l d ic h o s d e b e r e s s e a n e x a n , es p r o c u r a r p a r a
el t u t e la d o e l m a y o r g r a d o d e f e lic id a d q u e p u e d a p r o c u r á r s e le , c o n s e c u e n ­
t e m e n t e c o n la c o n s id e r a c i ó n d e b id a a l o s o t r o s in te r e s e s q u e s e h a n m e n ­
c io n a d o ; p u e s é s t e e s el o b j e t o q u e e l t u t e la d o s e h u b ie r a p r o p u e s t o a s í
m is m o , s í h u b ie r a s i d o c a p a z d e g o b e r n a r su p r o p ia c o n d u c ta . A h o r a b ie n ,
a fin d e p r o c u r a r le e s ta fe lic id a d , es n e c e s a r io q u e p o s e a c ie r to p o d e r s o b r e
lo s o b j e t o s d e c u y o u s o e lla d e p e n d e . E s t o s o b je to s s o n , o b ie n la p e r s o n a
m is m a d e l t u t e la d o , u o t r o s o b je to s e x t e r n o s a él. E s to s o t r o s o b j e t o s s o n , o
b ie n c o s a s , o b ie n p e r s o n a s . E n c u a n to a la s cosas, lo s o b je to s d e e s a c la s e e n
la m e d id a e n q u e la fe lic id a d d e u n h o m b r e d e p e n d e d e l u s o d e e llo s , s o n lla ­
m adas su propiedad. E l c a s o e s e l m is m o r e s p e c to d e lo s s e r v ic io s d e c u a le s ­
q u ie r a personas s o b r e la s q u e p u e d e p o s e e r u n p o d e r b e n e f ic io s o . A hora
L O S P R IN C IP IO S DE LA M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 5 5

b ie n , c u a n d o la p r o p ie d a d d e c u a lq u ie r c la se , q u e le e s c o n f ia d a , s u f r e p o r la
d e lin c u e n c ia d e a q u e l e n c u y a c o n f ia n z a h a s id o d e p o s ita d a , s e m e j a n t e o f e n ­
sa, c u a lq u ie r a s e a s u n a tu r a le z a e n o t r o s r e s p e c to s , p u e d e lla m a r s e disipación
e n la v io la c ió n d e c o n f ia n z a ; y si s e a c o m p a ñ a d e a lg ú n p r o v e c h o p a r a e l
f id e ic o m is a r io , p u e d e s e r d e n o m in a d a peculado m. E n c u a r t o lu g a r, p a r a q u e
u n a p e r s o n a eje r z a p o d e r s o b r e o tr a , es n e c e s a r io q u e la s e g u n d a r e a lic e c ie r ­
t o s a c t o s q u e la p r im e r a le o r d e n a rea liz a r, o al m e n o s q u e t o le r e q u e c ie r t o s
a c t o s s e a n e je r c id o s s o b r e él. E n e s te s e n t id o , u n t u t e la d o d e b e e s ta r a la p a r
d e u n sir v ie n te; y s u c o n d ic ió n d e b e , e n e s te s e n t id o , e s ta r e x p u e s t a a la s m is ­
m a s o fe n s a s a la s q u e lo e s tá u n sir v ie n te ; es d ecir, si es p o r p a r te d e u n e x tr a ­
ñ o , a la perturbación, q u e , e n c ir c u n s ta n c ia s p a r tic u la r e s, e q u iv a ld r á a u n
robo, y p o r p a r te d e l t u t e la d o a violación de deberes, q u e , e n c ir c u n s ta n c ia s
p a r tic u la r e s, p u e d e c o n s is t ir e n s u fuga. E n q u in to lu g a r, n o p arece haber
n in g u n a o fe n s a q u e c o n c ie r n a a la tu t e la q u e c o r r e s p o n d a al abuso de con­
fianza. Q u ie r o d ecir, e n q u e e s ta ú lt im a d e n o m in a c ió n h a s id o lim ita d a 292. L a
r a z ó n es q u e e l tu te ía je , s ie n d o u n a a t r ib u c ió n d e c o n f ia n z a d e n a tu r a le z a
p r iv a d a , n o c o n f ie r e , c o m o tal, n in g ú n p o d e r al fid e ic o m is a r io , y a s e a s o b r e
la s p e r s o n a s o s o b r e la p r o p ie d a d d e n in g u n a d e las p a r te s , e x c e p t o s o b r e el
beneficiario m is m o . S i a c c id e n ta lm e n t e c o n f ie r e al f id e ic o m is a r io u n p o d e r
s o b r e c u a le s q u ie r a p e r s o n a s c u y o s s e r v ic io s c o n s t it u y e n u n a p a r te d e la p r o ­
p ie d a d d e l b e n e fic ia r io , e l f id e ic o m is a r io s e c o n v ie r t e e n t o n c e s , e n c ie r t o s
r e s p e c t o s , e n el a m o d e ta le s s ir v ie n t e s 292. E n s e x t o lu g a r, e l s o b o r n o e s t a m ­
b ié n u n a e s p e c ie d e o f e n s a h a c ia la c u a l, p o r l o c o m ú n , n o s e e x p e r im e n ta
u n a g ra n t e n ta c ió n . E s u n a o fe n s a , s in e m b a r g o , q u e t ie n e la p o s ib i lid a d d e
t o m a r e s a d ir e c c ió n ; y , p o r t a n t o , d e b e se r a g r e g a d a al n ú m e r o d e la s o f e n s a s
a la s q u e e stá e x p u e s t a la c o n d ic ió n d e g u a r d iá n . A s í, t e n e m o s e n t o ta l d ie c i­
s ie t e d e esta s o fe n s a s :
1. I le g a l n o in v e s tid u r a d e tu te ía je .
2 . I n te r c e p ta c ió n ile g a l d e tu te ía je .
3 . D e s p o j a m ie n t o ile g a l d e tu te ía je .
4 . U s u r p a c ió n d e tu te ía je .
5. I n v e s tid u r a ile g a l d e tu te ía je .
6. A b d ic a c ió n ile g a l.

291 Véase Supra, XXXV.


292 Véase supra, XXV.
293 Véase supra, XL.
2 5 6 / JEREMY BENTHAM

7. Retractación de tuteiaje.
8. Im posición ilegal de tuteiaje.
9. Mala gestión de de tuteiaje.
10. D eserción de tuteiaje.
11. D isipación en perjuicio del tutelado.
12. Peculado en perjuicio del tutelado.
13. Perturbación del tuteiaje.
14. Violación de deber bacía los guardianes.
13. Fuga de guardianes.
16. R ob e de tutelado.
17. Soborno en perjuicio de la tutela.
XLVIII. A continuación consideraremos las ofensas a las que está ex
puesta la condición de tutela. Aquellas que en primer lugar afectan la exis
tencia misma de la condición son las siguientes:
1. N o investidura ilegal de la condición de tutelado. Si ésta es la ofen­
sa de alguien que debió ser guardián, coincide con la retractación
ilegal del tuteiaje. Si es la ofensa de una tercera persona, implica la
no investidura de tuteiaje, lo cual, siempre que sea algo deseable a
los ojos de quien debería haber sido guardián, es ilegal.
2. Intercepción ilegal de tutela. Ésta, si es la ofensa de quien debería
haber sido guardián, coincide con la retractación ilegal del tutela-
je. Si es la ofensa de una tercera persona, im plica la interceptación
de tuteiaje, que, si es algo deseable a los ojos de quien debió haber
sido guardián, es ilegal.
3. D espojam iento ilegal de tuteiaje. Esto, si es ofensa del guardián,
pero no otra, coincide con la abdicación ilegal del tuteiaje. Si es la
ofensa a una tercera persona, implica despoj amiento de tuteiaje,
que en caso de que éste sea algo deseable a los ojos del guardián,
es ilegal.
4. Usurpación de la condición de tutelado: una ofensa que no es m uy
probable que se cometa. Coincide, de tod os m odos, con la im po­
sición ilegal de tuteiaje; y si el usurpador estaba ya bajo la tutela de
otro guardián, implicará el despojamiento ilegal de tal tutela294.

294 Puede pensarse que este efecto no tendrá necesariamente lugar, puesto que un tute­
lado puede tener dos guardianes. U no de ellos es entonces guardián por derecho; otro hom ­
bre llega y se hace guardián por usurpación. Esto puede m uy bien suceder y, no obstante,
continuar el primero siendo guardián. Puede entonces preguntarse: ¿cómo es despojado de la
L o s PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 257

5. La ilegal investidura de tutela (siendo ésta considerada com o algo


beneficioso), coincide con ía im posición de la tutela que, si a los
ojos del fingido guardián resultase ser una carga, será ilegal.
6. Abdicación ilegal de la tutela. Esto coincide con el despojamiento
ilegal de la tutela,
7. Retractación ilegal de la tutela. Esto coincide con la interceptación
ilegal de la tutela.
8. Im posición ilegal de tutela. Esto, si el ofensor es el fingido guar­
dián, coincide con la usurpación de tutela; si se trata de un extra­
ño, implica im posición ilegal de tutela.
En cuanto a las ofensas relativas a esta condición, en tanto conciernen a
sus consecuencias, mientras subsisten, son de tal naturaleza que, sin ningún
cambio de denom inación, pertenecen igualmente a la condición del guardián
y a la del tutelado. Podem os, por tanto, enumerar diecisiete clases de ofen­
sas relativas a la condición de un tutelado:
1. N o-investidura ilegal de tutela.
2. Interceptación ilegal de tutela.
3. D espojam iento ilegal de tutela.
4. Usurpación de tutela.
5. Investidura ilegal de tutela.
6. A bdicación ilegal de tutela.
7. Detracción ilegal de tutela.
8. Im posición ilegal de tutela.
9. Mala gestión de tutela.
10. D eserción de tutela paternal,
11. Disipación en perjuicio de la tutela.
12. Peculado en perjuicio de la tutela.
13. Perturbación de tutela.
14. Violación de los derechos de ios guardianes.
15. Fuga [del tutelado] de sus guardianes.
16. R obo de tutela.
17. Soborno en peijuicio de la tutela.
X L IX . N o s avocam os ahora a las ofensas a que está expuesta la condi­
ción de progenitor; y en primer lugar, de aquellas que afectan a la existencia

tutela? La respuesta es: por cierto, no de ía totalidad de ella; pero, no obstante, de una parte.
De dicha parte ocupada, si puede decirse así, es aquella parte de los poderes y derechos que
le corresponden ejercidos p o r el usurpador.
258 / JEREMY BENTHAM

m is m a d e la c o n d ic ió n . E n e s ta o c a s ió n , a f in d e e x a m in a r c o n m a y o r c la r i­
d a d e l t e m a , se r á n e c e s a r io d is t in g u ir e n tr e la r e la c ió n n a tu r a l y la le g a l, q u e
es e n c ie r to m o d o s o b r e a g r e g a d a a la n a tu r a l. L a n a tu r a l, a l e s ta r c o n s t it u id a
p o r u n h e c h o p a r tic u la r q u e , o b ie n d e b id o a q u e y a p e r t e n e c e a l p a s a d o o
p o r a lg u n a o t r a c a u sa , e s tá ig u a lm e n t e fu e r a d e l p o d e r d e la le y , n ó e s n i p u e ­
d e tr a n s fo r m a r s e e n s u je to d e u n a o f e n s a . ¿Es u n h o m b re su p ad re? N in g u ­
n a o f e n s a m ía p u e d e h a c e r q u e u s t e d n o s e a s u h ijo . ¿No es s u p adre? N i n ­
g u n a o f e n s a m ía p u e d e c o n v e r t ir lo e n ta l. P e r o a u n q u e d e h e c h o t e n g a e s a
r e la c ió n c o n u s te d , y o , m e d ia n t e u n a o f e n s a m ía , p u e d o , ta l v e z , te r g iv e r sa r
lo s h e c h o s d e m o d o q u e n o s e c r e a q u e l o es. R e s p e c t o d e c u a lq u ie r v e n ta ja
le g a l q u e u s t e d o él p u d ie s e n d e r iv a r d e e s a r e la c ió n , se r á la m is m a s i n o e x i s ­
tie s e . E n ca r á c te r d e t e s t ig o , p u e d o h a c e r q u e lo s ju e c e s c r e a n q u e é l n o es s u
p a d r e y s e n t e n c ie n d e a c u e r d o a e llo ; o b ie n , e n ca r á c te r d e j u e z , p u e d o y o
m is m o p r o m u lg a r la s e n t e n c ia d e q u e n o e s su p a d r e . D e j a n d o , p u e s , la p u r a
r e la c ió n n a tu r a l c o m o u n o b j e t o q u e e s c a p a ta n to a la ju s t ic ia c o m o a la
in ju s tic ia , e s e v id e n t e q u e la c o n d i c i ó n le g a l esta rá e x p u e s t a a la s m is m a s
o f e n s a s , n i m á s n i m e n o s , q u e t o d a o tr a c o n d i c i ó n s u s c e p t ib le d e s e r b e n e f i­
c io s a u o n e r o s a . A h o r a n o s r e f e r ir e m o s ai e je r c ic io d e la s f u n c io n e s q u e
c o r r e s p o n d e n a e s ta c o n d ic ió n , c o n s id e r a d a s c o m o t o d a v ía s u b s is te n t e s . E n
la p r o g e n it u r a d e b e h a b e r d o s p e r s o n a s im p lic a d a s , e l p a d r e y la m a d r e . L a
c o n d i c i ó n d e p r o g e n it o r in c lu y e , p o r ta n t o , d o s c o n d ic io n e s : la d e u n p a d r e
y la d e u n a m a d r e , r e s p e c to d e ta l o c u a l h ijo . A h o r a b ie n , e s e v id e n t e q u e
e n tr e e s ta s d o s p a r te s, c u a le s q u ie r a p o d e r e s b e n e f ic io s o s y o t r o s d e r e c h o s ,
a s í c o m o c u a le s q u ie r a o b lig a c io n e s , e s tá n lig a s a Ja c o n d ic ió n d e p r o g e n it o r ,
p u e d e n s e r c o m p a r tid a s e n c u a lq u ie r p r o p o r c i ó n im a g in a b le . P e r o si e n
e s to s d iv e r s o s o b j e t o s c r e a d o s p o r la le y , c a d a u n a d e e sta s p a r te s t ie n e u n a
p a r t ic ip a c ió n d iv e r sa , y s í lo s in te r e s e s d e e sta s p a r te s e s tá n e s tip u la d o s e n
a lg u n a m e d id a , es e v id e n t e q u e c a d a u n o d e l o s p a d r e s esta rá , e n r e la c ió n al
h ijo , e n d o s d is tin ta s p o s ic io n e s : la d e a m o y la d e p r o te c to r . L a c o n d ic ió n
d e p r o g e n it o r , e n t o n c e s , e n la m e d id a e n q u e es ta rea d e la ley, p u e d e se r c o n ­
sid e r a d a c o m o u n a c o n d ic ió n c o m p le j a , c o m p u e s t a d e la d e p r o t e c t o r y la
d e a m o . A l o s p r o g e n it o r e s , e n t o n c e s , e n c a lid a d d e p r o t e c t o r e s , le s t o c a n
u n a s e r ie d e d e b e r e s , q u e im p lic a n n e c e s a r ia m e n t e , p a r a su c u m p li m ie n t o ,
c ie r t o s p o d e r e s ; al h ijo , e n c a lid a d d e t u t e la d o , u n c o n j u n t o d e d e r e c h o s
c o r r e s p o n d ie n t e s a lo s d e b e r e s d e l o s p r o g e n it o r e s , y u n c o n j u n t o d e d e b e ­
res, c o r r e s p o n d ie n t e s a l o s p o d e r e s b e n e f ic i o s o s d e a q u e llo s . A l o s p r o g e ­
n it o r e s , a su v e z , e n c a lid a d d e a m o s , le s c o r r e s p o n d e n u n c o n j u n t o d e
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2b

p o d e r e s b e n e f ic i o s o s , s in o tr a lim it a c ió n n e c e s a r ia (m ie n tr a s t ie n e n v ig e n c ia
q u e la q u e l o s v in c u la c o n el h ijo p o r l o s d e b e r e s q u e le s i n c u m b e n e n cali
d a d d e g u a r d ia n e s . A l h ijo , e n e l c a r á c te r d e s ir v ie n te , u n c o n j u n t o d e d e
b e r e s c o r r e s p o n d ie n t e s a lo s p o d e r e s b e n é f ic o s d e lo s p a d r e s , s in n in gú n ;;
o tr a lim it a c i ó n n e c e s a r ia (m ie n tr a s t ie n e n v ig e n c ia ) q u e la q u e lo s v in c u la
c o n lo s p a d r e s p o r lo s d e r e c h o s q u e c o r r e s p o n d e n al h ijo e n c a lid a d d e tu te
la d o . L a c o n d ic ió n d e u n p r o g e n ito r , p o r ta n to , esta rá e x p u e s t a a t o d a s las
o fe n s a s , t a n t o e n c a lid a d d e g u a r d ia n e s c o m o d e a m o s ; y c o m o c a d a u n o de.
e llo s p a r tic ip a r á , e n m a y o r o m e n o r m e d id a , d e a m b a s f u n c io n e s , la s o fe n s a s
a la s q u e e s a s d o s c o n d ic io n e s e s tá n e x p u e s ta s p u e d e n s e r n o m in a lm e n te ,
c o m o lo s o n s u s ta n c ia lm e n te , las m is m a s . T o m á n d o la s to d a s e n c o n j u n to , las
c o n d ic io n e s a las q u e e s tá e x p u e s to u n p r o g e n it o r , se rá n la s sig u ie n te s :

1. N o in v e s t id u r a ile g a l d e p r o g e n it u r a 295.
2 . I n t e r c e p t a c ió n ile g a l d e p r o g e n itu r a .
3. D e s p o j a m i e n t o ile g a l d e p r o g e n itu r a .
4 . U s u r p a c i ó n ile g a l d e p r o g e n itu r a .
5. I n v e s t id u r a ile g a l d e p r o g e n itu r a .
6. A b d i c a c i ó n ile g a l d e p r o g e n itu r a .
7. D e t r a c c ió n ile g a l d e p r o g e n itu r a .
8 I m p o s i c i ó n ile g a l d e p r o g e n itu r a .
9. M a la g e s t ió n d e tu te la je d e lo s p a d r e s .
10. D e s e r c i ó n d e tu te la je d e lo s p a d r e s.
11. D i s i p a c i ó n e n p e r j u ic io d e la tu t e la filia l.
12. P e c u l a d o e n p e r j u ic io d e l tu te la je filia l.
1 3 . A b u s o d e p o d e r e s p a te r n a le s.
1 4 . P e r tu r b a c ió n d e tu te la je p a te r n a l.

295 A prim era vista puede parecer un solecismo hablar de la condición de progenitura,
como una de la que una persona puede necesitar ser invesddo. La razón es que no es común
que se requiera ninguna ceremonia para que un hom bre sea considerado legalmente el padre
de tal o cual niño. Peto la institución de esa ceremonia, sea aconsejable o no, es al menos per­
fectamente concebible. N i tampoco faltan casos en que se ha ejemplificado en la realidad. Por
un artículo del derecho romano, adoptado por muchas naciones modernas, un hijo ilegítimo
se hace legítimo p o r el casamiento de sus padres. Sí un. sacerdote u otra persona que desem­
peñara esa función, se negara a unir a un hombre y una mujer en matrimonio, además de tra­
tarse de una no-investidura ilegal respecto de las dos condiciones matrimoniales, sería una
no-investidura ilegal de progenitura y filiación, en perjuicio de cualesquiera hijos que debe­
rían haber sido legitimados.
260 / J e r e m y B en th am

15. V io la c ió n d e d e b e r e s a lo s p a d r e s.
16 F u g a [d e l b o g a r ] d e l o s h ijo s .
17. R o b o d e hijos.
1 8 . S o b o r n o e n p e r j u ic io d e la t u t e la filia l.
L . A c o n t in u a c ió n n o s r e f e r ir e m o s a la s o f e n s a s a la s q u e e s tá e x p u e s t a la
condición filial296, o s e a la c o n d i c i ó n d e h ijo o h ija . L o s p r in c ip io s a a p lic a r ­
s e e n la in v e s t ig a c ió n d e la s o f e n s a s d e e s ta c la s e , y a h a n s id o c o n v e n ie n t e ­
m e n t e d e s a r r o lla d o s . S erá s u fic ie n t e , p o r t a n t o , e n u m e r a r lo s s in u n a d is c u ­
s i ó n u lte r io r . L a s ú n ic a s p e c u lia r id a d e s p o r la s c u a le s la s o f e n s a s r e la tiv a s a
la c o n d ic ió n e n c u e s t ió n s e d is t in g u e n d e la s o f e n s a s r e la tiv a s a t o d a s la s c o n ­
d ic io n e s p r e c e d e n t e s , d e p e n d e n d e u n a ú n ic a c ir c u n s ta n c ia , o se a , q u e es
s e g u r o q u e c a d a u n o h a d e h a b e r t e n id o u n p a d r e y u n a m a d r e , u n s ir v ie n ­
te , u n g u a r d iá n o u n tu to r . S e o b s e r v a r á s ie m p r e q u e , d e a q u e lla p e r s o n a d e
q u ie n e n v id a s e o b te n d r ía u n b e n e f ic io , o s o b r e q u ie n s e im p o n d r ía u n a
ca rg a , al m o r ir s e e x tin g u ir ía e l p e r j u ic io j u n t o c o n e l o b j e t o d e la o f e n s a . N o
o b s ta n te , a ú n s e c o n s e r v a t a n t o d e l p e r j u ic io , c u a n t o d e p e n d e d e la v e n ta ja o
d e sv e n ta ja q u e p o d r ía r e c a e r s o b r e la s p e r s o n a s r e a l o s u p u e s t a m e n t e r e la ­
c io n a d a s c o n ella , e n d is t in t o s g r a d o s d e d is ta n c ia .
E l c a t á lo g o , p u e s , d e e s ta s o f e n s a s , es e l s ig u ie n te :
1. N o - i n v e s t i d u r a ile g a l d e f ilia c ió n . E s ta , s i e s la o f e n s a d e a q u e l o
a q u e lla q u e d e b e r ía h a b e r s id o r e c o n o c i d o c o m o e l p r o g e n ito r ,
c o in c id e c o n d e t r a c c ió n ile g a l d e p r o g e n itu r a ; si e s la o f e n s a d e u n a
ter cer a p e r s o n a , im p lic a n o - in v e s t id u r a d e p r o g e n itu r a , q u e , s ie m ­
p r e q u e é s ta sea, a l o s o j o s d e a q u e l o a q u e lla q u e d e b e r ía n h a b e r
s id o r e c o n o c i d o s c o m o p r o g e n it o r c o m o a lg o d e s e a b le , e s ile g a l.
2 . I n t e r c e p c ió n ile g a l d e f ilia c ió n . E s ta , s i es la o f e n s a d e q u ie n d e b ió
h a b e r s id o r e c o n o c i d o c o m o p r o g e n it o r o p r o g e n ít o r a , c o i n c id e
c o n la in te r c e p c ió n ile g a l d e p r o g e n itu r a ; s i e s la o f e n s a d e u n a te r ­
cera p e r s o n a , im p lic a e l d e s p o j o d e la p r o g e n itu r a ; a sa b er , d e la
p a te r n id a d o la m a te r n id a d , o a m b o s , lo c u a l, si a l o s o j o s d e q u ie n
d e b ía s e r c o n s id e r a d o c o m o p r o g e n it o r , e s a lg o d e s e a b le , e s ile g a l.

En inglés no tenemos ninguna palabra que sirva para expresar con propiedad a la per­
sona que tiene la relación opuesta a la de progenitor. La palabra hijo [cbild] es ambigua, ya
que se emplea en otro sentido, tal vez con mayor frecuencia, como opuesta a persona mayor
de edad y adulto, que en correlación con progenitor. Para la condición misma, no tenemos otra
palabra que filiación, un término no bien formado, no análogo a paternidad y maternidad; el
término correcto debió serfüiality; la palabra filiación es tal vez tan frecuentemente y con más
coherencia para el acto de establecer a una persona en la condición de ser hijo o hija.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 6 1

3. D e s p o j o ile g a l d e filia c ió n . É s ta , si es la o f e n s a d e q u ie n d e b ió h a b e r
s id o r e c o n o c id o c o m o p r o g e n it o r o p r o g e n it o r a , c o in c id e c o n la
a b d ic a c ió n ile g a l d e p r o g e n itu r a ; s i es la o fe n s a d e u n a te r c e r a p e r ­
s o n a , im p lic a e l d e s p o j o d e la p r o g e n itu r a ; a sab er, d e la p a te r n id a d
o la m a te r n id a d , o a m b o s , lo c u a l, sí a lo s o j o s d e q u ie n d e b ía se r
c o n s id e r a d o c o m o p r o g e n it o r , e s a lg o d e s e a b le , e s ile g a l.
4 . U s u r p a c ió n d e f ilia c ió n . E s t o c o i n c id e c o n la im p o s ic ió n ile g a l d e
p r o g e n itu r a ; e s d ecir, d e p a te r n id a d o d e m a te r n id a d , o d e a m b a s;
y n e c e s a r ia m e n te im p lic a d e s p o j a m ie n t o d e p r o g e n itu r a , q u e , si a
lo s o j o s d e q u ie n e s d e s p o j a d o , er a a lg o d e s e a b le , es ile g a l.
5. I n v e s tid u r a ile g a l d e f ilia c ió n ( s ie n d o c o n s id e r a d a la filia c ió n c o m o
a lg o b e n e f ic io s o ). E s t o c o in c id e c o n la im p o s ic ió n d e p r o g e n itu r a ,
q u e , s í a lo s o jo s d e lo s s u p u e s t o s p a d r e o m a d r e fu e s e u n a c o s a
in d e s e a b le , se r á ile g a l.
6. A b d ic a c ió n ile g a l d e filia c ió n . E s t o c o i n c id e n e c e s a r ia m e n t e c o n el
d e s p o j o ile g a l d e p r o g e n itu r a ; lo q u e t a m b ié n t ie n d e a im p lic a r s u
i m p o s ic ió n ile g a l; a u n q u e n o n e c e s a r ia m e n t e e n b e n e f ic io o p e r ­
j u ic io d e n in g u n a p e r s o n a e n p a r tic u la r . P o r q u e si u n h o m b r e , q u e
al p r in c ip io s e s u p o n e q u e es s u h ijo , r e s u lta d e s p u é s n o s e r lo , es
s e g u r o p o r c ie r to q u e e s e l h ijo d e a lg ú n o t r o h o m b r e , p e r o p u e d e
n o s a b e r s e q u ié n es e s e o t r o h o m b r e .
7. D e t r a c c ió n ile g a l d e filia c ió n . E s t o c o i n c id e c o n in v e s tid u r a o
in te r c e p c ió n ile g a l d e p r o g e n it u r a .
8. I m p o s i c ió n ile g a l d e filia c ió n . E s t o , s i e s la o f e n s a d e l s u p u e s t o
p r o g e n it o r , c o i n c id e n e c e s a r ia m e n t e c o n u s u r p a c ió n d e p r im o g e -
n ítu ra ; si es la o f e n s a d e u n a te r c e r a p e r s o n a , im p lic a n e c e s a r ia ­
m e n t e im p o s ic ió n d e p r o g e n it u r a , c o m o t a m b ié n d e s p o j a m ie n to
d e é s ta , en c u y o c a s o u n a d e e lla s, o a m b a s , s e g ú n la s c ir c u n s ta n ­
c ia s m e n c io n a d a s , p u e d e s e r o n o ile g a l.
9. M a la g e s t ió n p a te r n a l d e tu te la .
10. D e s e r c i ó n d e tu t e la p a te r n a l.
1 1 . D is ip a c i ó n e n p e r j u ic io d e t u te la p a te r n a l.
12. P e c u la d o en p e r j u ic io d e tu te la filia l.
13. A b u s o d e p o d e r p a te r n a l.
14. P e r tu r b a c ió n d e tu te la p a te r n a l.
15. V io la c ió n d e d e b e r e s h a c ia lo s p a d r e s .
1 6 . F u g a d e l h o g a r p a te r n o .
262 / J e r e m y Bentham

1 7 . R o b o d e h ijo s .
18. S o b o r n o e n p e r j u ic io d e la tu te la p a te r n a l.

L I . A h o r a p o d r e m o s d e d ic a m o s c o n a lg u n a v e n ta ja a l e x a m e n d e la s
d iv e r sa s o f e n s a s a la s q u e e s tá e x p u e s t a la c o n d ic ió n m a r ita l, o la c o n d ic ió n
d e e s p o s o . U n e s p o s o e s u n h o m b r e , e n tr e e l c u a l y u n a d e t e r m in a d a m u jer,
q u e e n e s te c a s o es lla m a d a su e s p o s a , e x is t e u n a o b lig a c i ó n le g a l d e v iv ir j u n ­
t o s , y e n p a r tic u la r c o n e l fin d e m a n t e n e r r e la c io n e s s e x u a le s e n tr e e llo s.
E s ta o b lig a c ió n será n a tu r a lm e n te c o n s id e r a d a d e s d e d o s p u n t o s d e v ista:

1. R e s p e c t o d e su in ic ia c ió n .

2. R e s p e c t o d e la s it u a c ió n .

3. R e s p e c t o d e su n a tu r a le z a .

4. R e s p e c t o d e su d u r a c ió n .

E n p r im e r lu gar, p o r ta n to , es e v id e n t e q u e e n c u a n t o a p o s ib ilid a d u n
m é t o d o d e in ic ia c ió n e s ta n c o n c e b ib le c o m o o t r o . E l t i e m p o d e su in ic ia ­
c i ó n p o d r ía h a b e r s id o s e ñ a la d o p o r u n a c la s e d e h e c h o ( p o r u n a c la se d e
señal, c o m o p u e d e s e r a q u í lla m a d a ) a sí c o m o p o r o tr a . P e r o e n la p r á c tic a la
s e ñ a l h a s id o h a b itu a lm e n te , c o m o p o r c u e s t ió n d e u tilid a d d e b e r ía s e r lo
s ie m p r e , u n c o n t r a t o a c o r d a d o p o r las p a r te s; es d ecir, u n c o n j u n t o d e s ig ­
n o s e le g id o s p o r la le y , q u e e x p r e sa n su consentimiento mutuo a a c e p ta r esta
c o n d ic ió n . E n s e g u n d o y te r c e r lu gar, r e s p e c t o d e la a d ju d ic a c ió n d e la s o b li­
g a c io n e s q u e s o n el r e s u lta d o d e l c o n tr a to , es e v id e n t e q u e d e b e n c o r r e s p o n ­
der, o b ie n s ó lo a u n a d e la s p a r te s, o m u t u a m e n t e a a m b a s. S e g ú n la p r im e r a
s u p o s ic ió n , la c o n d ic ió n n o s e d is t in g u e d e la p u r a e s c la v itu d . E n e s te c a s o , o
b ie n la e s p o s a d e b e se r e s c la v a d e l e s p o s o , o e l e s p o s o d e la e s p o s a . L a s e g u n ­
d a d e es ta s s u p o s ic io n e s ta l v e z n o s e h a d a d o n u n c a ; p o r se r la in flu e n c ia
o p u e s t a d e c a u sa s físic a s, d e m a s ia d o u n iv e r s a l p a ra h a b e r s i d o ja m á s su p e r a ­
da. L a p r im e r a p a r e c e h a b e r t e n id o lu g a r d e m a s ia d o f r e c u e n te m e n te ; q u iz á s
e n tr e lo s p r im e r o s r o m a n o s o al m e n o s e n m u c h a s n a c io n e s b á rb a ra s. E n te r ­
c e r lu gar, c o n s id e r a r e m o s la n a tu r a le z a d e las o b lig a c io n e s . S i n o es to le r a d o
q u e c o r r e s p o n d a n to d a s a u n a d e la s p a r te s, s e c o n c e d e n c ie r to s d e r e c h o s a la
otra . D e b e n , p o r ta n to , e x is tir d e r e c h o s d e a m b a s p a r te s. A h o r a b ie n , c u a n ­
d o h a y d e r e c h o s m u t u o s p o s e íd o s p o r d o s p e r s o n a s , o b ie n h a y p o d e r e s
c o r r e s p o n d ie n te s a d ic h o s d e r e c h o s , o n o lo s h a y . P e r o las p e r s o n a s e n c u e s ­
t ió n d e b e n s u p u e s t a m e n t e v iv ir ju n ta s , e n c u y o c a s o h e m o s m o s t r a d o 297 q u e

S u p ra , XL, n o ta.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 263

n o s ó lo e s c o n v e n ie n t e s in o e n c ie r to m o d o n e c e sa r io , q u e h a y a p o d e r e s e n
u n a d e la s p a r te s. A h o r a b ie n , d ic h o s p o d e r e s s ó lo p u e d e n c o r r e s p o n d e r a
u n a d e las p a r te s, p u e s s i s e s u p o n e q u e e s tá n e n a m b a s, s e d e s tr u ir á n la u n a a
la o tra . L a c u e s d ó n e s, e n t o n c e s , e n c u á l d e las p a rtes r e sid ir á n d ic h o s p o d e ­
res. H e m o s m o s tr a d o q u e , p o r e l p r in c ip io d e u tilid a d , d e b e n p e r t e n e c e r al
e s p o s o . L a p r ó x im a p r e g u n ta e s s i p a r a su e je r c ic io s e c o n s u lta r á s o la m e n t e a
u n a d e las p a r te s, o a a m b a s. E s e v id e n t e q u e , s e g ú n e l p r in c ip io d e u tilid a d ,
d e b e n se r c o n s u lt a d o s ig u a lm e n te lo s in te r e s e s d e am b as; p u e s t o q u e se p r o ­
d u c ir á m á s f e lic id a d e n d o s p e r s o n a s t o m a d a s c o n ju n ta m e n te q u e e n u n a s o la .
S ie n d o é s te e l c a s o , e s o b v io q u e la r e la c ió n le g a l q u e e l e s p o s o t ie n e c o n la
e s p o s a se rá c o m p le ja ; c o m p u e s t a d e la d e a m o y la d e g u a r d iá n .
L I Í . L a s o f e n s a s , p o r ta n t o , a la s q u e esta r á e x p u e s ta la c o n d i c i ó n d e
e s p o s o , se r á n la s u m a d e a q u e lla s a la s q u e e s tá n e x p u e s ta s la s d o s c o n d i c i o ­
n e s d e a m o y g u a r d iá n . H a s t a e s t e p u n t o , la c o n d ic ió n d e u n e s p o s o e s tá a la
p a r d e la d e u n p r o g e n it o r . P e r o h a y c ie r to s s e r v ic io s r e c íp r o c o s , q u e al c o n s ­
t itu ir el te m a p r in c ip a l d e l c o n t r a t o m a tr im o n ia l, c o n s t it u y e n la e s e n c ia d e
la s d o s r e la c io n e s m a tr im o n ia le s , y q u e n i a u n a m o o a u n g u a r d iá n , c o m o
ta les, n i a u n p r o g e n it o r , d e t o d o s m o d o s , s e le s p e r m it id o h a b it u a lm e n t e
re cib ir . É s t o s , p o r s u p u e s t o , d e b e n h a b e r s e d ife r e n c ia d o d e la in d is c r im in a ­
d a s e r ie d e s e r v ic io s q u e , e n g e n e r a l, e l e s p o s o , e n su c a r á c te r d e a m o , e stá
a u t o r iz a d o a exigir, y d e a q u e llo s q u e e n s u c a r á c te r d e g u a r d iá n e s tá o b lig a ­
d o a p resta r . D is t in g u id a s d e e s ta m a n e r a , e n m u c h o s c a s o s , la s o f e n s a s r e la ­
tiv a s a la s d o s c o n d ic io n e s , e n la m e d id a e n q u e c o r r e s p o n d e n a e s to s d o s
s e r v ic io s p e c u lia r e s , h a n a d q u ir id o u n a d e n o m in a c ió n p a rticu la r . E n p r im e r
lu g a r, r e s p e c to d e l c o n t r a t o , a p a r tir d e c u y a c e le b r a c ió n s u r g e n la s c o n d i ­
c i o n e s le g a le s . E s o b v i o q u e , e n c u a n t o a p o s ib ilid a d , e s te c o n t r a t o p o d r ía ,
p o r p a r te d e ca d a s e x o , s u b s is tir c o n r e s p e c t o a p e r s o n a s d e l o t r o s e x o al m is ­
m o t ie m p o : E l e s p o s o p o d r ía t e n e r c u a lq u ie r n ú m e r o d e e s p o s a s y la e s p o s a
p o d r ía te n e r c u a lq u ie r n ú m e r o d e e s p o s o s . E l e s p o s o p o d r ía c e le b r a r u n
c o n t r a t o c o n varia s m u je r e s al m i s m o t ie m p o , o si c o n s ó l o u n a p o r v e z ,
p o d r ía r e se r v a r s e el d e r e c h o d e f o r m a liz a r u n c o n tr a to sim ila r c o n c u a lq u ie r
n ú m e r o , o d e tal o c u a l n ú m e r o , d e o tr a s m u je r e s , d u r a n te la c o n t in u a c ió n
d e ca d a c o n t r a t o a n te r io r . E s t e ú l t i m o e s la c o n d ic ió n s e g ú n la c u a l, c o m o
b ie n s e sa b e , el m a t r im o n io t ie n e lu g a r a c t u a lm e n t e y s e h a e s ta b le c id o e n
m u c h o s e x t e n s o s p a ís e s , p a r t ic u la r m e n t e e n a q u e llo s q u e p r o f e s a n la r e lig ió n
m a h o m e t a n a . C o m o p o s ib ilid a d , e s e v id e n t e q u e esa m is m a lib e r ta d p o d r ía
se r c o m p a r tid a p o r la e s p o sa ; p e r o e n la p r á c tic a n u n c a p a r e c e h a b e r e x is tid o
264 / JEREMY BENTHAM

e j e m p lo s d e s e m e ja n te a c u e r d o . C u á l d e e s to s a c u e r d o s e s , e n c u a n t o a u t il i­
d a d , e l m á s c o n v e n ie n t e , e s u n a c u e s t ió n q u e r e q u e r ir ía d e m a s ia d a d is c u s ió n
c o m o p a r a s e r r e s p o n d id a e n e l c u r s o d e u n p r o c e s o a n a lít ic o c o m o e l p r e ­
s e n te , y q u e p o r c ie r to c o r r e s p o n d e a la r a m a c iv il, m á s b ie n q u e a la p e n a l,
d e la le g is la c ió n 395. E n p a ís e s c r is tia n o s , la s o le m n iz a c ió n d e c u a lq u ie r m a t r i­
m o n i o s u b s i g u ie n t e d u r a n te la c o n t in u a c ió n d e l a n te r io r , y la s o le m n iz a c ió n
d e c u a lq u ie r c o n t r a t o s u b s e c u e n te d e e sa n a tu r a le z a es tr a ta d a e n c o n s e c u e n ­
c ia c o m o u n a o f e n s a , b a jo el n o m b r e de poligamia. L a p o lig a m ia , d e t o d o s
m o d o s , es p o r p a r te d e l h o m b r e , u n a m o d if ic a c ió n d e la p a r tic u la r o f e n s a q u e
p u e d e lla m a r s e u s u r p a c ió n d e la c o n d ic ió n d e e s p o s o . E n c u a n to a su s o t r o s
e f e c t o s , s e r á n d ife r e n te s , s e g ú n si f u e s ó lo e l h o m b r e , o s ó l o la m u je r , o
a m b o s , l o s q u e e s ta b a n e n e s ta d o m a tr im o n ia l al m o m e n t o d e c o m e t e r s e la
o f e n s a . SÍ f u e s ó l o el h o m b r e , e n t o n c e s la o f e n s a im p lic a e n sí pro tanto la de
d e s p o j a m ie n t o ile g a l d e la c o n d i c i ó n d e e s p o s a , e n p e r j u ic io d e s u e s p o s a
a n te r io r 399. Si f u e s ó l o la m u je r , e n t o n c e s im p lic a pro tanto la d e d e s p o j a ­
m ie n t o ile g a l d e la c o n d ic ió n d e e s p o s o , e n p e r j u ic io d e s u e s p o s o a n te r io r .
S i a m b o s e s ta b a n y a c a s a d o s , im p lic a p o r s u p u e s t o lo s d o s d e s p o j a m ie n t o s
ile g a le s q u e a c a b a n d e se r n o m b r a d o s . Y p o r o tr a p a r te , t a m b ié n la in v e r s a
d e t o d o e s t o p u e d e o b s e r v a r s e r e s p e c t o d e la p o lig a m ia p o r p a r t e d e la e s p o ­
sa. E n s e g u n d o lu gar, e n c u a n to al c o m p r o m is o d e n o e n tr a r e n n in g ú n o t r o
s u b s ig u ie n t e , d e la m is m a c la se , d u r a n te la c o n t in u a c ió n d e l p r im e r o , e s u n a
d e la s c o n d ic io n e s e n las c u a le s la l e y d a su s a n c ió n a é s te . O t r a c o n d ic ió n e s
la in s e r c ió n c o m o u n o d e lo s a r tíc u lo s d e e s te c o m p r o m is o , u n a d is p o s ic i ó n
d e n o p r e s ta r o a ce p ta r d e n in g u n a o tr a p e r s o n a lo s s e r v ic io s q u e c o n s t it u y e n
s u o b j e t o c a r a c te r ístic o . L a p r e s ta c ió n o a c e p ta c ió n d e c u a le s q u ie r a s e r v ic io s
s e m e j a n t e s s o n e n c o n s e c u e n c ia tr a t a d o s c o m o u n a o f e n s a , c o n e l n o m b r e
de adulterio, n o m b r e b a jo el c u a l e s tá c o m p r e n d id a t a m b ié n la o f e n s a d e
u n e x t r a ñ o , q u e e s e l c ó m p lic e n e c e s a r io e n la c o m i s i ó n d e d ic h a o f e n s a .
E n t e r c e r lu g a r , p e r t u r b a r a u n a d e la s d o s p a r t e s d e e s t e c o m p r o m i s o , e n
p o s e s i ó n d e e s o s s e r v ic io s c a r a c t e r ís t ic o s , p u e d e , d e la m is m a m a n e r a , d is ­
t in g u ir s e d e la o f e n s a d e p e r tu r b a r lo s e n el g o c e d e la s m is c e lá n e a s -ventajas
d e r iv a b le s d e la m is m a c o n d ic ió n ; y e n c u a lq u ie r a d e lo s la d o s e n q u e r e sid a
la c u lp a , s e a d e las p a r te s o d e u n a te r c e r a p e r s o n a , p u e d e lla m a r s e negativa

29%Véase el cap. XVII [Límites], § IV,


299 este caso también, si la mujer no sabía del matrimonio anterior, es además una
especie de seducción; y en la medida en que la afecta, pertenece a otra división de las ofensas
ile esta clase, Vide supray xxxvi.
L O S PRINCIPIOS D E LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 265

ilegal de servidos matrimoniales. Y así, t e n e m o s v e i n t iu n a c la s e s d e o fe n s a s


a la s q u e e s tá e x p u e s t a la c o n d i c i ó n d e e s p o s o , s e g ú n la l e y e n v ig e n c ia
a c tu a lm e n te e n lo s p a ís e s c r is tia n o s .

1. N o - i n v e s t i d u r a ile g a l d e la c o n d ic ió n d e e s p o s o .
2. I n t e r c e p c ió n ile g a l d e la c o n d ic ió n d e e s p o s o .
3. D e s p o j a m ie n t o ile g a l d e la c o n d ic ió n d e e s p o s o .
4. U s u r p a c ió n d e la c o n d i c i ó n d e e s p o s o .
5. Poligamia.
6. I n v e s t id u r a ile g a l d e la c o n d i c i ó n d e e s p o s o .
7. A b d ic a c ió n ile g a l d e la c o n d i c i ó n d e e s p o s o .
8. D e t r a c c ió n ile g a l d e la c o n d i c i ó n d e e s p o s o .
9. I m p o s i c i ó n ile g a l d e la c o n d i c i ó n d e e s p o s o .
10. M a la g e s t ió n d e la g u a r d ia m a rita l.
11. D e s e r c i ó n d e la g u a r d ia m a rita l.
12. D is ip a c i ó n e n p e r j u ic io d e la tu te la m a rita l.
13. P e c u la d o e n p e r j u ic io d e la tu te la m a rita l.
14. A b u s o d e l p o d e r m a rita l.
15. P e r tu r b a c ió n d e la g u a r d ia m a rita l.
16. N e g a c i ó n ile g a l d e s e r v ic io s m a tr im o n ia le s .
17. A d u lt e r io .
18. V io la c ió n d e d e b e r e s al e s p o s o .
19. H u i d a d e [las e s p o s a s ] d e s u s e s p o s o s .
20. R o b o d e e s p o s a .
21 . S o b o r n o e n p e r ju ic io d e g u a r d ia m a rita l300.

L i l i . A c o n t in u a c i ó n n o s o c u p a r e m o s d e las o f e n s a s a la s q u e la c o n d i ­
c i ó n d e e s p o s a está e x p u e s ta . D e l o s m o d e lo s q u e y a s e h a n m o s t r a d o , las
c o in c id e n c ia s y a s o c ia c io n e s q u e t ie n e n lu g a r e n tr e o f e n s a s q u e c o n c ie r n e n
a la e x is te n c ia d e e s ta c o n d ic ió n y a q u e lla s q u e c o n c i e r n e n a la e x is te n c ia d e
la c o n d ic ió n d e e s p o s o , p u e d e n se r fá c ilm e n t e e n t e n d id a s s in m a y o r e s r e p e ­
tic io n e s . E l c a t á lo g o d e a q u e lla s q u e e s tá n a h o r a b a jo c o n s id e r a c i ó n se r á p r e ­
c is a m e n te e l m is m o e n c a d a a r tíc u lo d e l c a t á lo g o q u e a c a b a m o s d e m o str a r .
L IV . Y a es s u fic ie n t e p a ra las d iv e r sa s c la se s d e o f e n s a s r e la tiv a s a las
d iv er sa s c la s e s d e c o n d ic io n e s d o m é s t ic a s , in c lu id a s a q u e lla s q u e e s tá n c o n s -

^00 I. Ofensas semipúblicas: Com petición de falsedades, u ofensa contra la anulación


por la justicia de la validez del matrimonio de personas de ciertas clases, tales como los ju ­
díos, los cuáqueros, los hugonotes, etcétera, ff. Ofensas contra si mismo'. M atrim onio im pru­
dente por parte de menores.
26 6 / JER EM Y B E N TH A M

tím id a s p o r r e la c io n e s n a tu r a le s c o m o la c o n t ig ü id a d . R e s t a n a q u e lla s q u e
s o n n o - c o n t ig u a s , d e la s c u a le s , d e s p u é s d e t o d o lo q u e s e h a d ic h o a c e r c a d e
las o tr a s, s e e s p e r a r á n a tu r a lm e n te q u e s e Ies p r e s te a lg u n a a te n c ió n . E s ta s,
s in e m b a r g o , n o p r o p o r c i o n a n n in g u n o d e e s o s e le m e n t o s q u e s o n n e c e s a ­
r io s p a r a c o n s t it u ir u n a c o n d ic ió n . D e h e c h o , n in g ú n p o d e r p a r e c e a ñ a d ir se
a n in g u n a d e ella s. U n a b u e lo , p o r e j e m p lo , p u e d e s e r c o m is i o n a d o p o r la
l e y a a s u m ir la g u a r d ia d e su n ie t o h u é r f a n o , p e r o el p o d e r q u e d e t e n ta n o le
c o r r e s p o n d e c o m o a b u e lo s in o c o m o g u a r d iá n . C o m o p o s ib ilid a d , u n p o d e r
p o d r ía p o r c ie r to a ñ a d ir s e a e s ta s r e la c io n e s , c o m o a c u a le s q u ie r a o tr a s. P e r o ,
a u n así, n o r e su lta r ía d e e lla n in g u n a c o n d i c i ó n d o m é s tic a , p u e s t o q u e s e h a
m o s t r a d o q u e n o p u e d e h a b e r n in g u n a o tr a q u e , s ie n d o c o n s t it u id a p o r
p o d e r , se r á d is tin ta d e a q u e lla s q u e y a h a n s i d o n o m b r a d a s . T a les c o m o s o n ,
n o o b s ta n te , t ie n e n e n c o m ú n c o n las r e la c io n e s a n te s m e n c io n a d a s , q u e s o n
c a p a c e s d e a p o r ta r u n b e n e f ic io o u n a ca rg a . P o r ta n t o , e s tá n e x p u e s ta s a las
d iv e r s a s o f e n s a s p o r la s c u a le s ésa s o c u a le s q u ie r a o tr a s r e la c io n e s s o n s u s ­
c e p t ib le s d e s e r a fe c ta d a s e n c u a n t o a s u e x is te n c ia . P o d r ía e s p e r a r se q u e e n
v ir tu d d e d ic h a s o f e n s a s , d e b e r ía n se r a ñ a d id a s a la lis ta d e la s r e la c io n e s s u s ­
c e p t ib le s d e se r o b je to s d e d e lin c u e n c ia . P e r o e l h e c h o es q u e y a e s tá n in c lu i­
d as e n ella; y a u n q u e n o n o m b r a d a s e x p r e s a m e n te , lo e s tá n ta n e f e c t iv a m e n ­
t e c o m o si lo fu e r a n . P o r u n a p a r te , es s ó l o p o r a fe c ta r ta l o c u a l r e la c ió n
c o n t ig u a q u e p u e d e te n e r lu g a r c u a lq u ie r o f e n s a q u e a fe c te a r e la c io n e s n o
c o n t ig u a s . P o r o tr a p a r te , t a m p o c o p u e d e c o m e t e r s e n in g u n a o f e n s a q u e
a fe c te la e x is te n c ia d e r e la c io n e s c o n t ig u a s , s in a fe c ta r la e x is te n c ia d e u n a
m u lt it u d in d e f in id a d e a q u e lla s q u e n o s o n c o n t ig u a s . L le g a u n fa ls o t e s t i­
g o y c a u s a q u e s e c r e a q u e u s t e d es h ijo d e u n a m u je r q u e , e n v e r d a d , n o e s
su m a d r e . ¿ Q u é s u c e d e a c o n t in u a c ió n ? U n a in t e r m in a b le s e n e d e o tr a s
fa lsa s c r e e n c ia s : q u e u s t e d es e l n ie t o d e l p a d r e y la m a d r e d e e s ta s u p u e s ­
ta m a d r e ; q u e u s t e d es h ijo d e c ie r to e s p o s o d e e lla o , al m e n o s , d e c ie r to
h o m b r e c o n q u ie n e lla h a c o h a b ita d o ; e l n ie t o d e l p a d r e y la m a d r e d e e s e
h o m b r e , y a s í e n m á s: e l h e r m a n o d e sus o t r o s hijos, en caso d e q u e lo s te n ­
g a n , e l c u ñ a d o d e l o s e s p o s o s y e s p o s a s d e e s o s h ij o s , e n c a s o d e q u e e llo s
e s t é n c a s a d o s , e l t ío d e lo s h ij o s d e e s o s h ij o s , y a s í e n m á s . P o r o t r a p a r te ,
la fa ls a a f ir m a c ió n d e l t e s t ig o p u e d e s e r q u e u s t e d n o e s h ijo d e s u m a d r e
re a l n i s u p a d r e real; q u e u s te d n o es el n ie t o d e s u s a b u e lo s o a b u e la s re a le s,
y a s í s u c e s iv a m e n te , s in fin . T o d a s e sta s c r e e n c ia s r e s u lta n d e la fa lsa c r e e n ­
cia o r ig in a l — y q u e d a n in c lu id a s e n ella — d e q u e u s te d es e l h ijo d e e sta
s u p u e s t a m a d r e su y a .
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 6 7

P a r e c e r ía p o r ta n t o , a p r im e r a v is ta , q u e n in g u n a d e la s o fe n s a s c o n tr a
es ta s r e la c io n e s n o c o n t ig u a s p o d r ía p o n e r s e e n c u e s t ió n e x p r e s a m e n te a lg u ­
n a v e z ; p o r q u e p o r la m is m a re g la , p a r e c e r ía p o d e r s e d a r o r ig e n a m ile s d e
o tra s, al m e z c la r s e , e n c ie r to m o d o , la s o f e n s a s c o n t r a lo n o c o n t ig u o c o n
a q u e lla s q u e a fe c ta n la s r e la c io n e s c o n t ig u a s . H a s t a a q u í, s in e m b a r g o , é s te
está ta n le jo s d e s e r el c a s o , q u e al h a b la r d e u n a o f e n s a d e e s t e t ip o , n o e s i n ­
f r e c u e n te o ír d e c ir m u c h a s c o s a s d e tal o c u a l r e la c ió n n o c o n t ig u a a la q u e
a fec ta , al m is m o t ie m p o q u e n o s e tie n e e n c u e n ta e n a b s o lu t o a q u e lla s q u e
s o n c o n t ig u a s . ¿ C ó m o s u c e d e e s to ? P o r q u e a las r e la c io n e s n o c o n tig u a s se
a ñ a d e n ta l v e z cier ta s n o t a b le s v e n ta ja s o d e s v e n ta ja s , m ie n tr a s q u e a t o d a s
las r e la c io n e s in te r m e d ia s n o s e a g r e g a n in g u n a q u e v a lg a la p e n a t e n e r e n
c u e n ta e n c o m p a r a c ió n . S u p o n g a m o s q u e A n t o n i o o L é p id o h a n c u e s t io n a ­
d o la r e la c ió n d e O c t a v i o (lu e g o A u g u s t o ) c o n C a y o J u lio C é sa r . ¿ C ó m o
p o d r ía h a b e r s e h e c h o ? S ó lo p o d r ía h a b e r s e h e c h o c u e s t io n a n d o q u e O c ­
ta v io f u e s e e l h ijo d e A tia , o q u e A t ia era la h ija d e J u lia , o q u e J u lia f u e s e la
h ija d e L u c i o J u lio C é sa r , o q u e é s te fu e r a e l p a d r e d e C a y o . P e r o h a b e r s id o
h ijo d e A tía , o n ie t o d e J u lia , o b is n ie t o d e L u c i o J u lio C ésa r , era, e n d e f e n i-
tiv a , d e p o c a im p o r ta n c ia . E s a s r e la c io n e s in te r m e d ia s eran, c o m p a r a tiv a ­
m e n t e h a b la n d o , d e n in g u n a o tr a u tilid a d p a r a é l q u e e n v ir tu d d e se r o t r o s
t a n to s e s la b o n e s n e c e s a r io s e n la c a d e n a g e n e a ló g ic a q u e lo c o n e c t a b a c o n el
s o b e r a n o d e l im p e r io .
E n c u a n t o a la s v e n ta ja s y d e s v e n ta ja s q u e p u e d e n e sta r u n id a s a c u a l­
q u ie r a d e e sa s r e la c io n e s n o c o n t ig u a s , y a h e m o s v is t o q u e n o e s tá n in c lu i­
d o s p o d e r e s a lg u n o s s o b r e la p e r s o n a c o r r e la tiv a , c o m o t a m p o c o n in g u n a
o b lig a c ió n c o r r e s p o n d ie n te . ¿ C u á l p u e d e s e r s u n a tu r a le z a ? N o s o n , e n v e r ­
d a d , n in g u n a o tr a c o s a q u e el r e s u lta d o , o b ie n d e in s t it u c io n e s lo c a le s y
a c c id e n ta le s , o d e a lg ú n s e s g o e s p o n t á n e o q u e h a s id o t o m a d o p o r la s a n c ió n
m o r a l. P o r t a n to , se ría p o c o ú til in te n ta r r a s tr e a r lo s apriori p o r m e d io de un
p r o c e s o e x h a u s tiv o . T o d o lo q u e se p u e d e h a c e r e s s e le c c io n a r y r e u n ir a lg u ­
n o s d e l o s a r tíc u lo s p r in c ip a le s e n ca d a c a t á lo g o , c o m o u n a m u e s tr a . L a s
v en ta ja s q u e p a r e c e t e n d e r a b r in d a r u n a r e la c ió n d a d a , p a r e c e n c a e r p r in c i­
p a lm e n t e d e n t r o d e lo s t ít u lo s sig u ie n te s :
1. O p o r t u n id a d d e la p e r s o n a c o r r e la tiv a d e s u c e d e r a la p r o p ie d a d ,
o a u n a p a r te d e ella.
2. O p o r t u n id a d d e a p o y o p e c u n ia r io , q u e se r á o t o r g a d o p o r la p e r ­
s o n a c o r r e la tiv a , s e a p o r d e c is ió n d e la c o r t e o p o r d o n a c ió n e s ­
p o n tá n e a .
268 / JEREMY BENTHAM

3 . A c c e s i ó n a r a n g o le g a l, in c l u y e n d o c u a le s q u ie r a p r iv ile g io s le g a le s
q u e p u e d a n esta r u n id o s a él; c o m o la c a p a c id a d d e d e s e m p e ñ a r
ta le s o c u a le s f u n c io n e s b e n e f ic io s a s ; e x e n c ió n d e ta le s o c u a le s
c a r g a s o b lig a to r ia s , p o r e j e m p lo , p a g a r im p u e s t o s , d e s e m p e ñ a r
ta r e a s p e s a d a s , etc é te r a .
4 . A c c e s i ó n a r a n g o p o r c o r t e s ía , in c lu y e n d o la c la s e d e r e p u t a c ió n
q u e v a h a b it u a l y e s p o n t á n e a m e n t e u n id a a u n n a c im ie n t o d is t in ­
g u id o y a d is tin g u id a s a lia n z a s fa m ilia r e s; d e la s c u a le s p u e d e d e ­
p e n d e r la o p o r t u n id a d d e p r o m o c i ó n p o r v ía d e m a t r im o n io , o e n
m ile s d e o tr a s f o r m a s m e n o s o b v ia s .

L a s d e s v e n ta ja s q u e u n a r e la c ió n d a d a es s u s c e p t ib le d e acarrear, p a r e c e n
r e fe r ir se p r in c ip a lm e n t e a lo s s ig u ie n t e s títu lo s :

1. P o s ib ilid a d d e se r o b lig a d o , p o r l e y o p o r la fu e r z a d e la s a n c ió n
m o r a l, a p r o p o r c io n a r a p o y o p e c u n ia r io a la p a r te c o r r e la tiv a .
2 . P é r d id a d e r a n g o le g a l, i n c l u y e n d o la s in c a p a c it a c io n e s le g a le s , a s í
c o m o la s o b lig a c i o n e s p e n o s a s , q u e la l e y t ie n d e a a d o sa r , a v e c e s
b a s ta n te in ju s t a m e n t e , a la s c la s e s m á s b ajas.
3. P é r d id a d e r a n g o , in c lu id a la p é r d id a d e la s v e n ta ja s a ñ a d id a s p o r
la c o s t u m b r e a d ic h o r a n g o .
4 . I n c a p a c id a d d e c o n tr a e r m a t r im o n io c o n la p e r s o n a c o r r e la tiv a ,
c u a n d o la s u p u e s t a c o n s a n g u in id a d o a fin id a d y a c e d e n tr o d e lo s
lím it e s p r o h ib i d o s 301.

301 En seguimiento del plan adoptado con relación a ofensas semipúbHcas y contra sí
mismo, puede ser adecuado aquím ostrar un catálogo que la naturaleza de dicho plan perm i­
ta, de los diversos géneros o divisiones inferiores de ofensas públicas.
I. Ofensas contra la seguridad externa del Estado: 1. Traición (a favor de enemigos ex­
tranjeros). Puede ser positiva o negativa (la negativa consiste, p o r ejemplo, en no oponerse a
la comisión de ofensas positivas). 2. Espionaje (a favor de rivales, extranjeros, aun no enemi­
gos). 3. Perjuicios a extranjeros en general (incluyendo piratería). Perjuicios a extranjeros pri­
vilegiados (tales como embajadores).
II. Ofensas contra lajusticia; Ofensas contra la confianza judicial, por ejemplo, no-inves-
tidura ilegal de confianza judicial, intercepción ilegal de confianza judicial, despoj amiento ile­
gal de confianza judicial, usurpación de confianza judicial, investidura ilegal de confianza
judicial, abdicación ilegal de confianza judicial, detracción ilegal de confianza judicial, im po­
sición ilegal de confianza judicial, violación de confianza judicial, abuso de confianza judicial,
perturbación de confianza judicial y soborno en perjuicio de confianza judicial.
La violación y el abuso de la confianza judicial pueden ser intencionales o bien no-intcn-
cionales. Las intencionales son en todos los casos culpables. Las no-intencionales pueden
proceder de inadvertencia o suposición errónea: sí la inadvertencia se da junto con desaten­
ción y la suposición errónea con precipitación, son culpables; en caso contrario son libres de
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 269

L V L l e g a m o s a h o r a a las c o n d ic io n e s c iv ile s q u e , c o m o p u e d e m u y b ie n
im a g in a r s e , s o n in fin it a m e n te v a r ia d a s, t a n t o c o m o l o s a c t o s q u e p u e d e o r ­
d e n á r s e le o p e r m it ír s e le a u n h o m b r e a b s te n e r s e d e e llo s o r e a liz a r lo s . C o n
ta n ta s d e n o m in a c io n e s d ife r e n te s c o m o h a y a p e r s o n a s se ñ a la d a s c o n v is ta s a

culpa. Para los actos particulares que pueden perturbar el ejercicio de la confianza judicial,
véase B. I. tit. [Ofensas contra la justicia]. Son demasiado diversas y casi totalmente carentes
de nom bre como para ser incluidas aquí.
Si un hom bre falla en cumplir sus deberes de confianza, y por tanto llega a violarlos o
abusar de ellos, debe ser por deficiencia en las tres únicas dotes requeridas, de conocimiento,
inclinación y poder [Véase supra, XXVll]. U na deficiencia en cualquiera de esos puntos, si
alguien está en falta, puede proceder de su propia falta o de la falta de aquellos que deberían
actuar con él o bajo sus órdenes. Si las personas que están en falta son personas investidas de
confianza judicial, la ofensa cae bajo el rubro de violación o abuso de confianza; si se trata de
otras personas, bajo el de perturbación de la confianza.
Los malos efectos de cualquier violación, abuso o perturbación de confianza judicial, con­
sistirán en la producción de algún artículo o artículos en la lista de perjuicios que deberían ser
el fin original del procedimiento judicial remediar o evitar, y de aquellos que debería ser su pro­
pósito incidental evitar que se produzcan. Estos son, o bien primarios (o sea inmediatos) o
remotos, los cuales son del segundo, tercero o cuarto orden, y así en más. Las primarios son
aquellos que acarrean dolor real a personas identificables, y son por tanto perjudiciales en sí
mismos; los secundarios son perjudiciales debido a la tendencia que tienen de producir algún
artículo o artículos en el catálogo de aquellos del primer orden; y p o r tanto son perjudiciales
en sus efectos. Aquellos de tercer orden son perjudiciales sólo debido a la conexión que tienen
a la manera de una tendencia productiva, como antes, con los de segundo orden, y así en más.
Los inconvenientes primarios, que debería ser objeto de procedimiento prevenir contra
ellos, son: 1. La continuidad de la ofensa individual misma, y p o r tanto la continuidad así
como el aum ento de dicho perjuicio. 2. La continuidad del perjuicio total de la ofensa indi­
vidual. 3. La continuidad de una parte del perjuicio de la ofensa individual. 4. Total carencia
de reparación a la parte de las personas perjudicadas p o r la ofensa. 5. Parcial falta de repara­
ción a la parte de las personas perjudicadas p o r la ofensa. 6. Castigo superfluo de delincuen­
tes. 7. Castigo injusto de las personas acusadas. 8. Exceso de trabajo forzado, gasto, u otro
sufrimiento o peligro a la parte de funcionarios judiciales superiores. 9. Trabajo, gasto u otro
sufrimiento o peligro innecesarios a la parte de funcionarios ministeriales u otros funciona­
rios judiciales subordinados. 10. Trabajo, gasto u otro sufrimiento o peligro innecesarios por
parte de personas cuya cooperación es requerida pro re nata, a fin de constituir el comple­
mento necesario de conocimiento y poder po r parte de funcionarios judiciales profesionales.
11. Trabajo, gasto, u otro sufrimiento o peligro innecesario por parte de personas en general,
que entran en la esfera de operaciones de las personas arriba mencionadas.
Inconvenientes secundarios son, en la rama consultiva, prcinterpretativa (o puram ente
civil) de procedimiento: 1. Mala interpretación o adjudicación en la rama ejecutiva (incluyen­
do la penal), 2. Impunidad total de los delincuentes (favoreciendo así la producción de otras
ofensas de naturaleza semejante). 3. Impunidad parcial de los delincuentes. 4. Aplicación de
castigos incorrectos en la especie, aunque quizá no en el grado, lo que disminuye la eficacia
beneficiosa de la cantidad aplicada. 5. Aplicación ineconómica de castigo, si bien correcto, tal
vez, tanto en especie como en grado. 6. Gasto pecuniario innecesario por parte del Estado.
270 / Je r e m y Benth am

r e c ib ir e s a s ó r d e n e s o p e r m is o s (e x c e p tu a n d o s ó l o a q u e lla s d e n o m in a c io n e s
q u e s e r e la c io n a n c o n las c o n d ic io n e s arrib a m e n c io n a d a s b a jo el n o m b r e d e
d o m é s tic a s ) p o d r á n e n u m e r a r s e c o n d ic io n e s c iv ile s. N o o b s ta n te , p o d r á n e n ­
c o n tr a r s e m e d io s m á s o m e n o s im p líc ito s d e c ir c u n sc r ib ir su in fin itu d .

Inconvenientes de tercer orden son: I. Demora innecesaria. 2. Complejidad innecesaria.


Los inconvenientes de cuarto orden son: í. Violación. 2. Abuso. 3. Perturbación de la
confianza judicial, como arriba; es decir, si son preliminares y distintos de los de segundo y
tercer órdenes.
Los inconvenientes del quinto orden son: Violación de las diversas reglas de procedi­
miento, u otras reglas, con vistas a obviar los inconvenientes arriba enumerados, es decir, si
son preliminares y distintos, com o antes.
III. Ofensas contra la rama prevendría de la.policía: 1. Ofensas contra la confianza/?/;
no-paranomic (phthano: prevenir; paranomía: una ofensa). 2. Ofensas contra la confianza
phthano-symphoric (symfopá: calamidad). Las dos formas de confianza pueden ser nombradas
con el apelativo común d eprophylactic (pró: de antemano, y fylátto : guardar contra).
IV. Ofensas contra la fuerza policial: 1. Ofensas contra la confianza militar, corres­
pondientes a aquellas contra la confianza judicial. Deserción militar es una violación de los
deberes militares, o de la confianza militar. Favorecer la deserción es una perturbación de
ella. 2. Ofensas contra aquella ram a de la confianza pública que consiste en la administración
de las diversas clases de cosas apropiadas a los fines de la guerra, tales como arsenales, fortifi­
caciones, astilleros, barcos de guerra, artillería, municiones, polvorines militares, etc. Podrían
ser llamadas polemo-tamieutic, de polemos, guerra y, tamíeus, un auxiliar. (Un número de
diferentes ramas de la confianza pública, a ninguna de las cuales le ha sido dado todavía un
nombre, han sido traídos a cuenta aquí. ¿Qué sería, entonces, mejor? ¿Acuñar nuevos nom­
bres para ellos, tomados del griego; o, en lugar de una palabra, usar una entera oración? En
inglés o francés no hay otra alternativa; no más que en cualquiera de las otras lenguas sep­
tentrionales. Le queda al lector determinarlo).
V. Ofensas contra el aumento positivo de la feliádad nacional: 1 Ofensas contra la con­
fianza episte-threptic (promoción del conocimiento). 2. Ofensas contra la confianza eupoeda-
gogic (buena educación). 3. Ofensa contra la confianza nosocómica (cuidado de enfermedad).
4. Ofensas contra la confianza morocómica (cuidado de enfermos mentales). 5. Ofensa contra
la confianza p to chócumie (cuidado de los pobres). 6. Ofensas contra la confianza antembléüca
(reparación de una pérdida). Ofensas contra la confianza hedonárqulca (comando de placeres).
Éstos son ejemplos de las principales instituciones que deberían o podrían establecerse con el
fin de hacer, de maneras tan diversas, un agregado positivo al total de la felicidad nacional.
Realizar un análisis exhaustivo de la posible totalidad de estas instituciones no sería tarea fácil;
ni es necesario hacerlo en la ocasión actual; porque de cualquier naturaleza y número que fue­
ran, las ofendas a las que están expuestos, en cuanto son ofensas contra la confianza, serían de­
nominadas de la misma manera; y en cuanto se refiere a la naturaleza particular de cada clase
de confianza, serán de una naturaleza demasiado local como para caer dentro de este plan.
Todas estas formas de confianza podrían ser comprendidas con el nombre general de
confianza agathopoiética (de hacer el bien a alguien).
VI. Ofensas contra la saludpública: 1. N o pago de pérdidas. 2. N o pago de impuestos (in­
cluyendo el contrabando). 3. Violación de las distintas regulaciones instituidas para prevenir la
evasión de impuestos. 4. Ofensas contra la confianza fiscal; las mismas ofensas contra la con­
fianza judicial y la militar. Las ofensas contra la renta original, no acumulada, sea por impues-
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 7 1

Y a l i e m o s v is t o c u á le s s o n lo s m a te r ia le s, s i a s í p u e d e lla m á r s e lo s , d e lo s
q u e p u e d e n esta r c o n s t it u id a s las c o n d ic io n e s o c u a lq u ie r o tr a c la s e d e p o s e ­
s io n e s le g a les: p o d e r e s b e n e f ic io s o s , p o d e r e s fid u c ia r io s , d e r e c h o s b e n e f i c i o ­
s o s , d e b e r e s r e la tiv o s y d e b e r e s a b s o lu t o s . P e r o c o m o m u c h a s c o n d ic io n e s

tos o pérdidas, tales como los que surgen de propiedades públicas, están a la par con las ofen­
sas contra la propiedad privada. 5. Contra la confianza demosio-tamiéutica (administración de
las pertenencias del público), o sea, contra la confianza cuyo objeto es aplicar a sus distintos
destinos aquellos artículos de la riqueza pública provistos para la conveniencia indiscriminada
de individuos; tales como carreteras y aguas públicas, puertos públicos, oficinas de correos,
paquebotes, y las cargas que Ies pertenecen, mercados y otros edificios públicos semejantes,
pistas de carreras, paseos públicos, etc. Las ofensas de este tipo tienden a coincidir contra ofen­
sas contra la confianza agatbo-poiética, antes mencionada, o con ofensas contra la confianza
etno-plutística que mencionaremos luego, según el beneficio en cuestión sea considerado en sí
mismo o como resultante de la aplicación de tal o cual rama o parte de la salud pública.
VIL Ofensas contra la población: 1. Emigración. 2. Suicidio. 3. Producción de im poten­
cia o esterilidad. 4. A borto. 5. Coito no prolífico. 6. Celibato.
VIII. Ofensas contra la riqueza nacional. 1. Holgazanería. 2. Violación de las regulacio­
nes establecidas con vistas a impedir la aplicación de la industria a fines menos provechosos,
en perjuicio de fines más provechosos. 3. Ofensas contra la confianza etno-plutística (enri­
quecimiento de la nación en general).
IX. Ofensas contra la soberanía. I. Ofensas contra la confianza soberana; correspon­
dientes a aquellas contra la confianza judicial, profiláctica, militar y fiscal. La rebelión ofensi­
va incluye intercepción ilegal, despojamiento ilegal, usurpación e investidura ilegal, de la con­
fianza soberana, incluyendo ofensas accesorias. Cuando la confianza está puesta en una sola
persona, la intercepción ilegal, el despojamiento ilegal, la usurpación y la investidura ilegal, no
pueden, ninguno de ellos, ser cometido sin rebelión; la abdicación y la detracción nunca p u e­
den ser consideradas ilegales; y la violación y abuso de la confianza soberana no pueden,
salvo en pequeña medida, ser castigadas, lo mismo que la imposición ilegal del soborno no
puede en m ayor medida ser practicable. Cuando la soberanía es compartida entre varios, la
intercepción ilegal, el despojamiento ilegal, k usurpación y la investidura ilegal, pueden ser
cometidos sin rebelión. N inguna de las ofensas contra esta confianza son impracticables, ni
tampoco ninguna de ellas podría ser castigada. La rebelión defensiva es perturbación de la
confianza. Los tumultos políticos, la difamación pública, y el envilecimiento político son
ofensas accesorias de tales perturbaciones.
El poder soberano (que según el principio de utilidad, no puede ser sino fiduciario) es
ejercido, o bien por regla o sin ella. E n el último caso, puede llamarse autocrítico; en el p ri­
mero, se divide en dos ramas: la legislativa y la ejecutiva. (Véase el cap. XVII {Límites], § ni).
En ambos casos, cuando la designación de la persona que ha de detentar el poder depende no
sólo meramente de hechos físicos, como el de la sucesión natural, sino de la voluntad de otra
persona, ésta posee un poder de investidura, o derecho a investidura respecto del poder en
cuestión; de la misma manera, una persona puede detentar un poder de despojamiento. P or
tanto, los poderes antes enumerados, tales como el judicial, el militar, etc., pueden ser ejer­
cidos por un hom bre directamente (propria manü) o indirectamente {manu aliena). [En el
prim er caso, el poder podría ser designado por una sola palabra: autochiros; en la segunda
heterocbirous (por su propia mano, o por la de otro)]. El poder ejercido manu aliena es in-
vestitivo, que puede o no ser acompañado de poder de despojamiento. Del poder soberano,
272 i Jerem y B entham

q u e im p lic a n u n p o d e r o u n d e r e c h o d e c la s e f id u c ia r ia , e n c u a n to p o s e íd a s
p o r las p e r s o n a s c u y a c o n d ic ió n e s tá e n c u e s t ió n , p e r t e n e c e n a la s c a te g o r ía
d e c o n fia n z a . E l c a t á lo g o d e la s o f e n s a s a las q u e e s tá n e x p u e s t a s e s ta s c o n ­
d ic io n e s , c o i n c id e , p o r ta n t o , e x a c t a m e n t e , c o n e l c a t á lo g o d e la s o f e n s a s
c o n tr a la c o n fia n z a ; y la s q u e e n tr e e lla s s o n d e n a t u r a le z a d o m é s t ic a , d e m a ­
n e r a m á s p a r tic u la r e n su c a r á c te r d e o f e n s a s c o n t r a la s d iv e r s a s c o n d ic io n e s
d o m é s tic a s . L a s c o n d ic io n e s c o n s t it u id a s p o r d e b e r e s d e c la s e r e la tiv a , e n
ta n to t ie n e n c o m o c o n tr a p a r t e la c o n f ia n z a c o n s t i t u i d a p o r p o d e r e s f id u ­
c ia r io s , a s í c o m o d e r e c h o s r e s p e c t o d e la p a r t e c o r r e la t iv a , y lo s d e n a tu r a ­
le z a p r iv a d a , h a n s i d o t a m b ié n d is c u t id o s b a jo la a p e la c ió n d e c o n d ic io n e s
d o m é s tic a s . L a m is m a o b s e r v a c ió n p u e d e a p lic a r s e a la s c o n d i c i o n e s c o n s ­
titu id a s p o r p o d e r e s d e la c la s e b e n e f ic i o s a s o b r e la s p e r s o n a s , q u e s o n d e
n a tu r a le z a p r iv a d a , a s í c o m o las c o n d i c i o n e s c o r r e la t iv a s s u b o r d in a d a s ,
c o n s t it u id a s p o r lo s d e b e r e s c o r r e s p o n d ie n t e s a a q u e llo s d e r e c h o s y p o d e ­
re s. E n c u a n t o a d e b e r e s a b s o lu t o s , n o h a y n i n g ú n c a s o d e u n a c o n d ic ió n
c r e a d a d e m a n e r a q u e s u in s t it u c i ó n h a d e s e r j u s t if ic a d a p o r el p r in c ip io d e
u tilid a d ; a m e n o s q u e las d iv e r s a s c o n d ic io n e s r e lig io s a s d e t ip o m o n á s t ic o
fu e r a n a d m itid a s c o m o e j e m p lo s . Q u e d a n , e n t o n c e s , c o m o lo s ú n ic o s e le ­
m e n t o s d e l o s c u a le s p u e d e n e s ta r c o m p u e s t a s la s c o n d i c i o n e s q u e a ú n n o
h e m o s c o n s id e r a d o : c o n d ic io n e s c o n s t it u id a s p o r p o d e r e s b e n e f ic i o s o s s o ­
b r e las co s a s; c o n d ic io n e s c o n s t it u id a s p o r d e r e c h o s b e n e f ic i o s o s a la s c o s a s
(e s d ecir, d e r e c h o s a l o s p o d e r e s s o b r e la s c o s a s ) o p o r d e r e c h o a e s o s d e r e -

ya sea autocrítico, legislativo o ejecutivo, las diversas formas de confianza pública mencio­
nadas más arriba, forman otras tantas ramas subordinadas. Cualquiera de estos poderes
puede ser adjudicado, o bien: 1. a un individuo; o 2. a un cuerpo político, que a su vez puede
ser supremo o subordinado. La subordinación por paite del magistrado puede ser estableci­
da: 1. Por ser la persona susceptible de castigo. 2. Por ser removible. 3. Por ser reversibles las
órdenes.
X. Ofensas contra la religión: 1. Ofensas que tienden a debilitar la fuerza de la sanción
religiosa, incluyendo la blasfemia y la profanación. 2. Ofensas que tienden a una mala aplica­
ción de la sanción religiosa, incluyendo falsas profecías y otras pretendidas revelaciones; tam­
bién la herejía, cuando la doctrina enunciada es perniciosa para los intereses temporales de la
comunidad. 3. Ofensas contra la confianza religiosa, cuando se considera conveniente que ella
se establezca.
XI. Ofensas contra el interés nacional en general. 1. Publicaciones inmorales. 2. Ofen­
sas contra la confianza de un embajador; o, como podría llamarse, confianza presbéutica.
3. Ofensa contra la confianza de un consejero privado; o, como podría llamarse, confianza
symbulética. 4. En las monarquías puras o mixtas, la prodigalidad por parte de personas que
rodean a la persona del soberano, aunque sin haber sido investidas de ninguna confianza
específica. 5. Exceso de juego por paite de las mismas personas. 6. Apoderarse de bienes de
poderes rivales sin autorización.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 273

c l io s , etc .; c o n d ic io n e s c o n s t it u id a s p o r d e r e c h o s a s e r v ic io s ; y c o n d ic io n e s
c o n s t it u id a s p o r lo s d e b e r e s c o r r e s p o n d ie n t e s a e s o s r e s p e c t iv o s d e r e c h o s .
D e é s t o s h a n d e e x tr a e r s e a q u e llo s c u y o s e l e m e n t o s s o n lo s in g r e d ie n t e s d e
la s d iv e r s a s m o d if ic a c io n e s d e la p r o p ie d a d , d e la s d iv e r sa s c o n d ic io n e s d e
p r o p ie d a d . É s ta s s o n la s c o n d ic io n e s , s i p o r u n m o m e n t o p u e d e lla m á r se la s
así, q u e h a b ie n d o t e n id o s ó lo a q u í y a llá a lg ú n n o m b r e e s p e c íf ic o , n o s o n
c o m ú n m e n t e c o n s id e r a d a s a la p a r d e la s c o n d ic io n e s ; d e m o d o q u e lo s a c t o s
q u e , si ta le s c o n d ic io n e s fu e r a n r e c o n o c id a s , p o d r ía n se r c o n s id e r a d o s c o m o
o fe n s a s c o n t r a ella s, n o s o n h a b it u a lm e n t e c o n s id e r a d o s d e s d e o t r o p u n t o d e
v ís ta q u e c o m o o fe n s a s a la p r o p ie d a d .
A h o r a b ie n , e l c a s o es, c o m o y a s e h a in s in u a d o 302, q u e e sa s c o n d i c i o n e s
c iv ile s q u e s o n h a b it u a lm e n t e c o n s id e r a d a s c o n e s e n o m b r e , n o s e d is t in ­
g u e n d e m a n e r a u n if o r m e o e x p líc it a d e a q u e lla s c u y o s e le m e n t o s s o n h a b i­
t u a lm e n t e in c lu id o s e n la c a t e g o r ía d e p r o p ie d a d ; u n c o n j u n t o d e d e r e c h o s
será , e n u n c a s o , c o n s id e r a d o c o m o c o n s t it u y e n d o u n e le m e n t o d e la p r o ­
p ie d a d a n te s b ie n q u e c o m o u n a c o n d ic ió n ; m ie n tr a s q u e e n o t r o c a s o , u n
c o n j u n t o d e d e r e c h o s d e l m is m o t ip o e s c o n s id e r a d o c o m o c o n s t i t u y e n d o
u n a c o n d i c i ó n m á s b ie n q u e u n e l e m e n t o d e la p r o p ie d a d . E s t o p r o b a b le ­
m e n t e se r á e l c a s o d e to d a s las le n g u a s; y e l u s o es d ife r e n te a su v e z e n u n a
le n g u a q u e lo q u e es e n o tr a . P o r e s ta s c a u sa s p a r e c e im p r a c tic a b le s o m e t e r
la c la se la c la s e d e c o n d ic io n e s c iv ile s a n in g ú n m é t o d o e x h a u s tiv o ; d e m o d o
q u e p a r a c o n s t it u ir u n a c o l e c c i ó n c o m p le t a d e e lla s, p a r e c e n o h a b e r o t r o
r e c u r s o q u e r e v isa r la le n g u a m in u c i o s a m e n t e y t o m a r lo s c o m o s e p r e s e n ­
ta n . P a ra e je m p lific a r e s ta o b s e r v a c ió n , p u e d e s e r ú t il d e v e la r la e s tr u c tu r a d e
d o s o tres d e la s p r in c ip a le s c la s e s d e c o n d ic io n e s , c o m p a r á n d o la s c o n d o s o
tr e s e l e m e n t o s d e la p r o p ie d a d q u e p a r e c e n s e r c a si d e l m is m o c a r iz ; p o r e s te
m e d io , la n a tu r a le z a y g e n e r a c ió n , s i a s í p u e d e lla m á r s e lo s , d e e s ta s d o s c la ­
s e s d e o b j e t o s id e a le s , p u e d e n s e r c o m p r e n d id o s m á s c la r a m e n te .
L a s d iv e r s a s c la s e s d e c o n d i c i o n e s c iv ile s q u e n o son f id u c ia r io s pueden
t o d o s , o al m e n o s u n a g r a n p a r te d e e llo s , s e r c o m p r e n d id o s e n la c a te g o r ía
de rango, o la de profesión; s ie n d o e s ta ú ltim a p a la b r a t o m a d a e n s u s e n t id o
m á s e x t e n s iv o , d e m o d o d e in c lu ir n o s ó lo la s lla m a d a s p r o f e s io n e s lib e r a le s ,
s i n o t a m b ié n a q u e lla s q u e s o n e je r c id a s p o r la s d iv e r sa s c la s e s d e c o m e r ­
c ia n te s , a rtista s, fa b r ic a n te s y o tr a s p e r s o n a s , c u a lq u ie r a s e a su p o s i c i ó n , q u e
s a c a n p r o v e c h o d e s u tr a b a jo . E n t r e lo s r a n g o s , e n t o n c e s , a sí c o m o e n tr e la s
p r o f e s io n e s , t o m e m o s lo s e j e m p lo s , e n p r o d e la c la rid a d , lo s e le m e n t o s q u e

502 Supra, xvn.


274 / J b r e m y B e n t h a m

c o n t ie n e n la m e n o r m e z c la p o s ib l e d e p o d e r f id u c ia r io o b e n e f ic io s o . ¿ C ó m o
s e c o n s t it u y e el r a n g o d e s e ñ o r ío ? P r o h ib ie n d o a t o d a o tr a p e r s o n a r e a liz a r
c ie r to s a c t o s , c u y a e j e c u c ió n e s e l s ím b o lo d e la o r d e n , a l m i s m o t ie m p o q u e
s e p e r m it e al s e ñ o r e n c u e s t ió n y a su s c o m p a ñ e r o s , p o r e j e m p lo , u sa r u n a
c ie r ta c in ta d e u n c ie r to c o l o r d e c ie r ta m a n e r a ; lla m a r s e c o n u n c ie r to t ít u ­
lo ; u s a r u n s e llo h e r á ld ic o c o n c ie r ta m a rc a . A l p r o h ib i r a t o d o s e x c e p t o al
s e ñ o r e s t o s p r iv ile g io s , la l e y s o m e t e a a q u e llo s a u n a s e r ie d e d e b e r e s; y
p u e s t o q u e d e l c u m p li m ie n t o d e e s t o s d e b e r e s r e s u lta u n b e n e f ic io p a ra la
p e r s o n a e n c u y o f a v o r f u e r o n c r e a d o s , o s e a el b e n e f ic io d e g o z a r d e ta l
g r a d o d e e x tr a o r d in a r ia r e p u t a c ió n y r e s p e t o c o m o e l q u e lo s h o m b r e s a c o s ­
t u m b r a n o t o r g a r a u n a p e r s o n a a sí d is tin g u id a , c u m p li r lo s es p r e s ta r le u n
s e r v ic io ; y s ie n d o e l d e b e r d e c la s e n e g a tiv a , o s e a u n d e b e r q u e c o n s is t e e n
la e j e c u c ió n d e c ie r to s a c to s d e c la s e n e g a tiv a 303, e l s e r v ic io es l o q u e p u e d e
lla m a r se u n servicio de dominio sobre sí mismo. S e a d v ie r te , e n t o n c e s , q u e
p a ra g e n e r a r e s ta c o n d ic ió n d e b e h a b e r d o s c la se s d e s e r v ic io s : u n o q u e es s u
c a u sa in m e d ia ta , u n s e r v ic io d e c la se n e g a tiv a , q u e d e b e s e r p r e s ta d o p o r
t o d a la c o m u n id a d ; y a q u e l q u e t a m b ié n e s la c a u s a d e e s te s e r v ic io , u n s e r ­
v ic io d e c la s e p o s it iv a , q u e d e b e se r p r e s ta d o p o r la le y .
L a c o n d i c i ó n d e u n p r o f e s io n a l s e a p o y a e n u n a p o s i c i ó n m á s e s tr e c h a .
P a ra c o n s t it u ir e s ta c o n d i c i ó n n o s e n e c e s it a n a d a m á s q u e u n p e r m is o o t o r ­
g a d o a é l p o r p a r te d e l le g is la d o r , p a r a r e a liz a r e s o s a c t o s , e n c u y a e j e c u c ió n
c o n s is t e e l e j e r c ic io d e s u p r o f e s ió n : d a r o v e n d e r s u a y u d a e n c u e s t io n e s d e
d e r e c h o o físic a ; d a r o v e n d e r s u s s e r v ic io s , c o n s is t e n t e s e n la e j e c u c ió n o
s u p e r v is ió n d e u n a m a n u fa c tu r a o p r o d u c t o s d e t r a b a jo d e ta l ó c u a l cía se ;
v e n d e r u n a r t íc u lo d e p r im e r a n e c e s id a d d e ta l o c u a l c la se . A q u í v e m o s ,
e n t o n c e s , q u e h a y s ó l o u n a c la s e d e s e r v ic io n e c e s a r io ; u n s e r v ic io q u e
p u e d e s e r m e r a m e n t e d e c ía s e n e g a tiv a , q u e d e b e s e r p r e s t a d o p o r la le y : el
s e r v ic io d e p e r m it ir le e je r c e r s u p r o f e s ió n ; u n s e r v ic io q u e , si n o h a s id o
a n t e r io r m e n t e o b j e t o d e p r o h ib i c ió n , e s p r e s t a d o p o r la s im p le a b s t e n c ió n
d e p r o h ib ir lo .
A h o r a b ie n , lo s o b j e t o s id e a le s , q u e e n e l e j e m p lo a rr ib a e s p e c if ic a d o s e
d ic e q u e s o n c o n f e r id o s a u n h o m b r e p o r l o s s e r v ic io s q u e e s tá n r e s p e c tiv a ­
m e n t e e n c u e s t ió n , n o s o n , e n n in g u n o d e lo s d o s c a s o s , e le m e n t o s d e p r o ­
p ie d a d s in o c o n d ic io n e s . T al c o m p o r t a m i e n t o p o r p a r te d e la le y , q u e se rá el
r e v e r s o d e a q u e l p o r el c u a l f u e r o n r e s p e c tiv a m e n t e p r o d u c id o s , p u e d e o b li-

Véase eí cap. vn [Acciones], v il.


L O S P R IN C IPIO S DE L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 7 5

g a r a u n h o m b r e a a b a n d o n a r lo s ; y lo q u e s e d ic e q u e a b a n d o n a n o es e n n in ­
g u n o d e lo s c a s o s s u p r o p ie d a d , s in o , e n u n o , s u r a n g o o d ig n id a d ; e n e l o t r o ,
s u o f i c i o o p r o f e s ió n ; y e n a m b o s c a s o s , s u c o n d ic ió n .
H a y o t r o s c a s o s e n q u e la le y , n u e v a m e n te , p o r u n p r o c e s o d e la m is m a
c la s e q u e a q u e l p o r e l c u a l s e c o n s t it u y e la p r im e r a d e las a rr ib a m e n c io n a ­
d a s c o n d ic io n e s , le c o n f ie r e u n o b j e t o id e a l, q u e la s le y e s d e l le n g u a je h a n
in c lu id o e n la c a t e g o r ía d e p r o p ie d a d . L a l e y p e r m it e a u n h o m b r e v e n d e r
lib r o s : e s d ecir, t o d a c la s e d e lib r o s e n g en er a l. H a s t a e s e p u n t o t o d o l o q u e
s e h a h e c h o e s in v e s t ir lo d e u n a c o n d ic ió n ; y d ic h a c o n d i c i ó n la p o s e e r ía
ig u a lm e n te , a u n q u e t o d o s lo s d e m á s v e n d ie r a n d e la m is m a m a n e r a lib r o s e n
t o d o e l m u n d o . P e r o la l e y p u e d e a h o r a a su m ir u n a p a r te a c tiv a a su fa v o r, y
p r o h ib ir a t o d a s la s d e m á s p e r s o n a s v e n d e r lib r o s d e u n d e t e r m in a d o t ip o ,
d e j á n d o lo a é l e n lib e r ta d d e v e n d e r lo s c o m o a n te s. P o r ta n t o , le c o n f ie r e a
é l u n a e s p e c ie d e p r iv ile g io o m o n o p o lio , q u e s e lla m a copyright. P e r o al in ­
v e s tir lo c o n e s e d e r e c h o , n o s e e s tá d ic ie n d o q u e lo in v is t e c o n n in g u n a c la s e
o c o n d ic ió n n u e v a . S e d ic e d e a q u e llo d e q u e lo in v is t e q u e e s u n e le m e n to
d e p r o p ie d a d ; a sa b er , e s a c la s e d e p r o p ie d a d q u e e s lla m a d a in c o r p ó r e a 354, y
a sí e n m á s en e l c a s o d e u n g r a b a d o , u n a r te fa c to m e c á n ic o , u n a m e d ic in a ; o ,
e n r e s u m id a s c u e n ta s , d e u n a r tíc u lo v e n d ib le d e c u a lq u ie r o t r a cla se. N o
o b s ta n te , c u a n d o la l e y c o n c e d ía a a lg u ie n u n d e r e c h o e x c lu s iv o a u sa r u n a
c la s e e s p e c ia l d e c in ta , d ic h o o b je to n o s e c o n s id e r a b a u n e l e m e n t o d e p r o ­
p ie d a d s in o u n a c o n d ic ió n .
P e r o e v ita n d o s o m e t e r lo a u s te d a cier ta s d e s v e n ta ja s , a las q u e s o m e t e a
u n ex tr a n je r o , la l e y le c o n f ie r e a u s te d la c o n d ic ió n d e u n s u j e t o n a tiv o ; al
s o m e t e r a o t r o a ella s, le s im p o n e la c o n d ic ió n d e e x tr a n je r o s . A l c o n fe r ir le
a u s te d c ie r to s p r iv ile g io s o d e r e c h o s , q u e n ie g a a u n roturier, la l e y le c o n ­
fie r e a u s te d la c o n d i c i ó n d e u n gentilhomme; al e v ita r c o n fe r ir le a a lg u ie n
roturier™. L o s d e r e c h o s d e
e s o s p r iv ile g io s , le i m p o n e la c o n d ic ió n d e u n
q u e e n cier ta m a n e r a s e c o m p o n e n las d o s c o n d ic io n e s v e n ta jo s a s a q u í e je m ­
p lific a d a s , t ie n e n c o m o c o n tr a p a r t e u n a e s p e c ie d e s e r v ic io s d e a u to c o n t r o l,
p r e s ta d o s , s e g ú n h e m o s v i s t o , n o p o r in d iv id u o s p r iv a d o s , s in o p o r la p r o -

304 La razón, probablemente, por la que un objeto de la clase aquí en cuestión es inclui­
do en la categoría de propiedad, es que su principal valor deriva de ser capaz de convertirse
en una fuente de propiedad en la acepción más común de la palabra; es decir, de dinero, ar­
tículos de consumo, etcétera.
305 Dado que dichas condiciones no tienen nada que les corresponda en Inglaterra, fue
necesario hacer uso de términos en un idioma extranjero.
276 i jE R É M Y BENTH AM

p ía le y . E n c u a n t o a lo s d e r e c h o s q u e c r e a al b r in d a r le a u s t e d e s o s s e r v ic io s ,
d e b e n s e r c o n s id e r a d o s c o m o d e b e r e s im p u e s t o s p o r e l le g is la d o r s o b r e lo s
m in is t r o s d e ju s tic ia .
P u e d e o b s e r v a r s e , r e s p e c to d e la m a y o r p a r t e d e la s c o n d ic io n e s c o m ­
p r e n d id a s a q u í b a jo e l a p e la tiv o g e n e r a l d e c iv il, q u e la s r e la c io n e s c o r r e s ­
p o n d ie n t e s a a q u e lla s p o r la s c u a le s s e c o n s t it u y e n r e s p e c tiv a m e n t e , n o e s tá n
p r o v is t a s d e a p e la tiv o s . L a r e la c ió n q u e t ie n e u n n o m b r e es a q u e lla q u e t ie n e
la p a r t e f a v o r e c id a c o n la p a r te s o m e tid a ; la q u e t ie n e la p a r te s o m e t id a c o n
la f a v o r e c id a , n o t ie n e n in g ú n n o m b r e . E s ta e s u n a c ir c u n s ta n c ia q u e p u e d e
a y u d a r a d is tin g u ir la s d e a q u e lla s c o n d ic io n e s q u e h e m o s lla m a d o d o m é s t i­
ca s. E n la s c o n d ic io n e s d o m é s tic a s , s i p o r u n la d o , la p a r te a q u ie n es e n tr e ­
g a d o el p o d e r r e c ib e e l n o m b r e d e a m o ; p o r o t r o la d o , la p a r t e s o b r e la c u a l
e s o t o r g a d o e s e p o d e r , o se a , la p a r te q u e e s o b j e t o d e d ic h o p o d e r , e s lla m a ­
d a s ir v ie n t e . E n la s c o n d ic io n e s c iv ile s é s t e n o es el c a s o . P o r u n la d o , u n
h o m b r e , e n v ir t u d d e c ie r to s s e r v ic io s d e a u t o c o n t r o l q u e e l r e s t o d e la
c o m u n id a d e s tá o b lig a d a a r e n d ir le , s e d e n o m in a s e ñ o r d e ta l o c u a l o r d e n ,
p e r o p o r o t r o la d o , e s ta d e n o m in a c ió n n o o t o r g a n in g u n a d e s ig n a c ió n p a r ­
tic u la r a la s p e r s o n a s q u e le d e b e n d ic h o s s e r v ic io s . O t r o h o m b r e , e n v ir tu d
d e p r e s ta r le e l le g is la d o r e sa c la se d e s e r v ic io n e g a t iv o q u e c o n s i s t e e n n o
p r o h ib ir le eje r c e r u n o f ic i o , lo in v is t e , s e g ú n s u o p c ió n , d e la c o n d ic ió n d e
o p e r a r io ; d e la m is m a m a n e r a , l o d e n o m in a c a m p e s in o , p a n a d e r o , tejed o r,
etc étera ; p e r o l o s m in is tr o s d e la l e y n o a d q u ie r e n p a ra s í m is m o s n in g ú n
n o m b r e p a r tic u la r e n v ir tu d d e p r e s ta r le e s ta c la s e d e s e r v ic io n e g a tiv o .
S u p o n g a m o s i n c lu s o q u e e l o f ic i o q u e u s te d t ie n e el d e r e c h o d e e je rce r es
in c id e n t a lm e n t e o b j e t o d e u n m o n o p o l i o , y q u e e l le g is la d o r , a d e m á s d e
p r e s ta r le é l m is m o e s o s s e r v ic io s q u e u s te d d e r iv a d e l p e r m is o q u e le c o n c e ­
d e, o b lig a a o tr a s p e r s o n a s a r e n d ir le a u s te d c ie r to s s e r v ic io s u lte r io r e s , q u e
u s t e d r e c ib e p o r la a b s t e n c ió n d e e llo s d e p r a c tic a r e l m is m o o f ic io ; n o o b s ­
ta n te, t a m p o c o e llo s , e n v ir tu d d e e sta r d e ta l m o d o o b lig a d o s , a d q u ie r e n
n in g ú n n o m b r e p a r tic u la r .
D e s p u é s d e l o d ic h o a c e r c a d e la n a tu r a le z a d e la s d ife r e n t e s c la se s d e
c o n d ic io n e s c iv ile s q u e t ie n e n n o m b r e , p u e d e n im a g in a r s e s in m u c h a d ific u l­
ta d las o f e n s a s a la s q u e e s tá n e x p u e sta s. T o m a d a e n s í m is m a , t o d a c o n d ic ió n
q u e es a s í c o n s t it u id a p o r u n p e r m is o o to r g a d o al p o s e e d o r , es n a tu r a lm e n te
d e n a tu r a le z a b e n e fic io s a . P o r ta n to , está e x p u e s t a a t o d a s a q u e lla s o f e n s a s a
las q u e e s tá e x p u e s t a la p o s e s i ó n d e u n b e n e f ic io . P e r o , o b ie n d e b id o a q u e
u n h o m b r e e s tá o b lig a d o a p e r s e v e r a r c u a n d o s e h a c o m p r o m e t i d o a e llo , o
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 2 7 7

d e b id o a o tr a s o b lig a c io n e s ta le s c o m o p u e d e n a g r e g a r s e a su p o s e s i ó n , o
d e b id o al g r a d o c o m p a r a t iv o d e d e s p r e s tig io q u e p u e d e a ñ a d ir se p o r la s a n ­
c ió n m o r a l, p u e d e s e r a c c id e n ta lm e n t e u n a carga; d e b id o a e s to , es p o s i b l e
q u e e s t é e x p u e s t o a la s o f e n s a s q u e s u fr e t o d o a q u e l q u e p a r tic ip a d e la n a ­
tu r a le z a d e u n a ca rg a . E n c u a n t o a c u a le s q u ie r a o f e n s a s q u e p u e d e n r e fe r ir ­
s e al e j e r c ic io d e la s f u n c io n e s c o r r e s p o n d ie n t e s a e l lo , s i s u c e d e q u e h a y
d e r e c h o s q u e s e a g r e g a n , ta le s c o m o a q u e llo s , p o r e j e m p lo , c o n s t it u id o s p o r
r e g u la c io n e s r e s p e c t o d e l d e s e m p e ñ o d e l o f i c i o , e s ta r á n e x p u e s t o s a o tr a s
ta n ta s v i o la c io n e s d e l d e b e r . Y f in a lm e n t e , c u a le s q u ie r a s e a n la s f u n c io n e s
q u e le c o r r e s p o n d e n , e s ta r á e x p u e s t o d e t o d o s m o d o s a perturbación.
E n la f o r m a c ió n d e l c a t á lo g o d e e s ta s o f e n s a s , s in e m b a r g o , la e x a c titu d
e s lo m e n o s im p o r ta n t e , p o r c u a n to u n a c t o , s i n o e s tu v ie r a c o m p r e n d id o e n
es te c a t á lo g o , y n o o b s ta n te fu e r a e n c u a lq u ie r s e n t id o d e n a tu r a le z a p e r n i­
c io sa , s e e n c o n tr a r á s e g u r a m e n t e e n a lg u n a o t r a d iv is ió n d e l s is te m a d e o f e n ­
sas. Si u n p a n a d e r o v e n d e p a n m a lo al p r e c io d e l b u e n o , e s u n a e s p e c ie d e
fra u d e c o n t r a el c o m p r a d o r , y tal v e z u n p e r j u ic io d e n a tu r a le z a s im p le m e n ­
te c o r p o r a l c o n t r a la s a lu d d e l in d iv id u o o d e l v e c in d a r io . S i u n t e n d e r o
v e n d e e n s u p a ís u n a te la m a la h a c ié n d o la p a s a r p o r b u e n a , s e tra ta d e u n
frau d e; s i la v e n d e e n e l e x te r io r , p u e d e , a d e m á s d e l f r a u d e c o m e t id o c o n t r a
el c o m p r a d o r e x tr a n je r o , te n e r e f e c t o s p e r n ic io s o s e n la p r o s p e r id a d d e l
c o m e r c io lo c a l, y c o n v e r t ir s e a s í e n u n a o f e n s a c o n t r a la r iq u e z a n a c io n a l. A
s u v e z , r e s p e c t o a la perturbación, si u n h o m b r e es p e r t u r b a d o e n e l e je r c ic io
d e su o f ic io , la o f e n s a p r o b a b le m e n t e será u n a íntercepdóti del benefido q u e
p o d r ía s u p o n e r s e q u e e s ta b a e n c a m in o d e o b te n e r . Y a u n si a p a r e c ie r a e n
a lg ú n c a s o q u e u n h o m b r e e je r c ie s e u n o f ic i o o , l o q u e e s m e n o s im p r o b a ­
b le, u n a p r o f e s ió n lib e r a l, s in o b t e n e r b e n e f ic io s a s u c r it e r io , la o f e n s a se rá
a u n r e d u c íb le a la c a t e g o r ía d e simple restriedón perju dicial o simple com­
pulsión perjudicial.

§ 4. Ventajas del presente m étodo

L V I. U n a s p o c a s p a la b r a s, c o n el p r o p ó s i t o d e d a r u n p a n o r a m a g e n e r a l
d e l m é t o d o d e d iv is ió n q u e a p lic a m o s a q u í, y d e la s v e n ta ja s q u e p o s e e , p u e ­
d e n se r ú tile s . P o d e m o s o b s e r v a r q u e e l s is te m a d e o f e n s a s e n su to ta lid a d ,
s e d iv id e e n c i n c o c la se s. E n la s tr e s p r im e r a s , la s d iv is io n e s s u b o r d in a d a s s e
t o m a n d e la m is m a f u e n t e , o se a , d e la c o n s id e r a c ió n d e l o s d ife r e n te s p u n ­
t o s d e v ís t a r e s p e c t o d e l o s c u a le s e l in te r é s d e u n in d i v i d u o e s tá e x p u e s t o a
278 / J e r e m y B enth am

su frir. C o n e s ta u n if o r m id a d , p a r e c e a r r o ja r se u n g r a d o c o n s id e r a b le d e l u z
s o b r e t o d o el s is te m a , p a r tic u la r m e n te s o b r e la s o f e n s a s q u e c a e n b a jo Ja t e r ­
c e r a c la se , c o n s t it u id a p o r o b j e t o s q u e h a s ta a h o r a n u n c a h a n s id o o r d e n a ­
d o s d e m a n e r a a lg u n a . R e s p e c t o d e la c u a r ta c la se , al e s ta b le c e r la p r e c e ­
d e n c ia e n t r e s u s d iv e r s a s d iv is io n e s s u b o r d in a d a s , p a r e c ió l o m á s n a tu r a l y
s a t is f a c t o r io c o l o c a r p r im e r o a q u e lla s c u y a c o n e x i ó n c o n e l b ie n e s t a r i n d i ­
v id u a l p a r e c ía m á s o b v i o e in m e d ia t o . L o s e f e c t o s p e r j u d ic ia le s d e e sa s
o f e n s a s , q u e t ie n d e n e n f o r m a in m e d ia ta a p r iv a r a lo s in d i v id u o s d e la p r o ­
t e c c i ó n p r o p o r c io n a d a a e llo s c o n t r a l o s a ta q u e s d e o t r o s , y d e la s q u e t i e n ­
d e n a e x p o n e r l o s a lo s a ta q u e s d e a g r e s o r e s f o r á n e o s , p a r e c e n ig u a lm e n t e
o b v ia s y p a lp a b le s . L a c u a lid a d d a ñ in a d e a q u e lla s q u e t ie n d e n a d e b ilita r la
f u e r z a p r o v is t a p a ra c o m b a t ir e s o s a ta q u e s , p e r o p a r t ic u la r m e n t e la s ú l t i ­
m a s , a u n q u e s u f ic ie n t e m e n t e e v id e n t e s , c o n s t it u y e n u n e s la b ó n m á s le ja n o
e n la c a d e n a d e ca u sa s y e f e c t o s . L o s m a lo s e f e c t o s d e ta le s o f e n s a s , q u e s ó l o
d i s m i n u y e n el f o n d o p a r tic u la r d e l c u a l h a d e s e r e x tr a íd a d ic h a fu e r z a , a u n ­
q u e in d is c u t ib le s , s o n a ú n m á s d is ta n te y o c u l t o s a la v is ta . L o m i s m o p u e d e
o b s e r v a r s e r e s p e c to d e la s q u e s ó l o s o n p e r j u d ic ia le s p o r a fe c ta r e l f o n d o
u n iv e r s a l. L a s o f e n s a s c o n t r a la s o b e r a n ía e n g e n e r a l n o s e r ía n p e r ju d ic ia le s ,
s i la s o f e n s a s d e d is t in t o t ip o q u e la s p r e c e d e n n o lo fu e r a n . T a m p o c o d e s d e
u n p u n t o d e v is ta t e m p o r a l s o n p e r ju d ic ia le s c o n tr a la r e lig ió n , e x c e p t o e n la
m e d id a e n q u e , al su p r im ir , o d e b ilita r o a p lic a r m a l u n o d e l o s g r a n d e s i n ­
c e n t iv o s d e la v ir tu d , y d e lo s f r e n o s p a r a e l v ic io , t ie n d e n a a b r ir la p u e r ta
a l o s d iv e r s o s p e r j u ic io s q u e d ic h a s o f e n s a s p r o d u c e n p o r n a tu r a le z a . E n
c u a n t o a la q u in ta c la se , ella , c o m o y a s e h a o b s e r v a d o , e x h ib e a p r im e r a
v is t a u n a ir r e g u la r id a d q u e , n o o b s ta n te , p a r e c e se r in e v ita b le . P e r o e s ta ir r e ­
g u la r id a d es lu e g o c o r r e g id a , c u a n d o e l a n á lisis v u e lv e atrá s, c o m o lo h a c e
d e s p u é s d e u n o o d o s p a s o s , al c a m in o d e l c u a l la tir a n ía d e l le n g u a je lo h a b ía
f o r z a d o a d e sv ia r se m o m e n t á n e a m e n t e .
E r a n e c e s a r io te n e r d o s fin e s e n v ista : u n o , p a ra m o s tr a r e n u n a esc a la
m á s o m e n o s ín fim a , u n a e n u m e r a c ió n s is te m á tic a d e la s d iv e r s a s p o s ib l e s
m o d if ic a c io n e s d e Ja d e lin c u e n c ia , d e n o m in a d a s o n o , y o tr a p a r a e n c o n tr a r
lu g a r e s e n la lis ta d e n o m b r e s d e o fe n s a s q u e er a n d e u s o c o r r ie n te . P a r a e l
p r im e r fin , la n a tu r a le z a d e b ía d ic ta r la le y ; p a r a la s e g u n d a , la c o s t u m b r e . S i
la n a tu r a le z a d e la s c o s a s m is m a s h u b ie s e s id o la ú n ic a g u ía , t o d a d ife r e n c ia
e n la f o r m a d e p e r p e tr a c ió n , y s ó l o ella , h a b r ía s e r v id o d e f u n d a m e n t o p a r a
u n a d e n o m in a c ió n d ife r e n te , e n ta n t o era a c o m p a ñ a d a d e u n a d ife r e n c ia e n
c u a n t o al e fe c to . E s to , s in e m b a r g o , p o r s í m is m o , n u n c a h a b r ía s id o su r i-
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 7 9

cíente; pues mientras que, por una parte, la nueva lengua que habría sido ne­
cesario inventar, habría sido tosca, y en cien o m od o ininteligible; por otra
p a n e los nombres, que eran antes de u so corriente, y que, a pesar de todos
lo s sistemas, buenos o malos, habrían perm anecido en el uso corriente,
habrían quedado sin explicación. H aberse adherido exclusivamente al len­
guaje ordinario habría sido, por otra parte, igualm ente malo; porque en ese
caso, el catálogo de ofensas, cuando com parado con los perjuicios suscep­
tibles de producirse, habría quedado absolutam ente desmembrado e in­
com pleto.
Reconciliar estos dos objetos, en la medida en que parecían reconcilia­
bles, se ha seguido en consecuencia el curso siguiente. El todo lógico, cons­
tituido por la suma total de ofensas posibles, ha sido seccionado en tantas
direcciones diferentes como- fueron necesarias, y el proceso, en cada direc­
ción, llevado a esa etapa en la cual las ideas particulares así divididas encon­
traban nombres de uso corriente para denominarlas. A l llegar a esa etapa, me
detuve, dejando cualesquiera distinciones más pequeñas para ser enumeradas
en el cuerpo de la obra, com o tantas otras especies del género caracterizado
p o r tal o cual nombre. Si en el curso de cualquier proceso semejante, llegué a
una forma de conducta que, aunque debía ser advertida, y tal vez lo había
sido bajo todas las leyes, con el carácter de ofensa, había sido hasta ese m o­
m ento expresada, bajo leyes diferentes, con diferentes circunloquios, sin
nunca haber recibido un nombre que pudiese ocupar el lugar de un sustan­
tivo en una oración, me he aventurado a m enudo hasta el punto de haber
fabricado un término nuevo para ella, de manera tal que fuese admitido por
los m odism os de la lengua y el conocim iento que y o tenía de ellos. Estos
nom bres, al consistir en la mayoría de los casos, inevitablemente, de dos o
tres palabras reunidas, en una lengua que no admite, com o el alemán y el
griego, ser fundidas en una, no pueden compararse en cuanto a convenien­
cia, co n esos apelativos unívocos que forman parte del bagaje establecido.
E n la elección de nombres de uso corriente, se ha tenido cuidado de evi­
tar todos los que se han fundado en distinciones locales, tal vez mal fundados
en la nación en que nacieron, y de todos m odos, no aplicables a las circuns­
tancias de otros países.
E l análisis, hasta este punto, es tan aplicable a los intereses legales de un
país co m o de otro; y donde, si hubiera descendido a m ayores detalles, habría
dejado de serlo, he tenido la precaución de detenerme; y de allí que haya lle­
gado a ser tanto más particular en la clase de ofensas contra individuos, que
2 8 0 / JER EM Y B E N T H A M

e n c u a lq u ie r a d e la s o tr a s c la s e s . U n a u tilid a d , e n t o n c e s , d e e s ta o r g a n iz a ­
c ió n , si s e e n c u e n t r a q u e h a s i d o c o r r e c t a m e n t e c o n d u c id a , se r á la d e se r v ir
p a r a s e ñ a la r e n q u é c o n c u e r d a n l o s in te r e s e s le g a le s d e t o d o s l o s p a ís e s , y e n
q u é s o n s u s c e p t ib le s d e d ife r ir ; h a s ta q u é p u n t o u n a r e g la q u e es a d e c u a d a
p a ra u n o , n o s e r v ir á p a r a o t r o . Q u e lo s in te r e s e s le g a le s d e d ife r e n t e s é p o c a s
y p a ís e s n o t ie n e n n a d a e n c o m ú n , y q u e lo d e n e n t o d o e n c o m ú n , s o n s u p o ­
s ic io n e s ig u a lm e n t e a p a r ta d a s d e la v e r d a d 306.
L V II. U n m é t o d o n a tu r a l, ta l c o m o el q u e h e m o s i n t e n t a d o e m p le a r
a q u í, p a r e c e p r e s e n ta r c u a t r o v e n ta ja s ca p ita le s; p a r a n o m e n c io n a r o tr a s
m e n o s n o t a b le s . E n p r im e r lu g a r, p r o p o r c i o n a u n a u x ilio ta n g r a n d e a la
a p r e h e n s ió n y a la m e m o r ia , q u e e sa s fa c u lta d e s l o b u s c a r ía n e n v a n o e n
c u a lq u ie r o r g a n iz a c ió n t é c n ic a 307. E s a o r g a n iz a c ió n d e lo s o b j e t o s d e c u a l­
q u ie r c ie n c ia p u e d e , al p a r e c e r , se r lla m a d a n a tu r a l, y a q u e t ie n e ta le s p r o ­
p ie d a d e s p a r a c a r a c t e r iz a r lo s , q u e l o s h o m b r e s e n g e n e r a l e s tá n a c o s t u m ­
b r a d o s a p r e s ta r le s a t e n c ió n p o r la c o n s t it u c ió n c o m ú n d e s u n a tu r a le z a ,
in d e p e n d ie n t e m e n t e d e c u a le s q u ie r a im p r e s io n e s a c c id e n ta le s q u e p u e d a n
h a b e r r e c ib id o p o r la in f lu e n c ia d e c a u sa s lo c a le s o p a r tic u la r e s . S o n ta le s , e n
u n a p a la b r a , q u e fija n n a tu r a lm e n t e , e s d e c ir p r o n t a m e n t e y a p r im e r a v ista ,
f ir m e m e n t e la a t e n c ió n d e c u a lq u ie r a a q u ie n a lg u n a v e z s e l o s h a s e ñ a la d o .
A h o r a b ie n , ¿ p o r q u é o t r o m e d i o u n o b je to o c u p a r ía o fija r ía la a t e n c ió n d e
u n h o m b r e , a m e n o s q u e l e in te r e sa r a ? ¿ Y q u é c ir c u n s ta n c ia s c o r r e s p o n ­
d ie n te s a e llo p u e d e n se r e n a b s o lu t o in te r e sa n te s p a r a él, m á s q u e la d e la
in flu e n c ia q u e p r o m e t e t e n e r s o b r e su p r o p ia fe lic id a d y la d e a q u e llo s q u e
l o r o d e a n ? ¿ P o r q u é o tr a s e ñ a l, e n t o n c e s , e n c o n tr a r ía m á s f á c ilm e n t e e l lu g a r
q u e c u a lq u ie r o f e n s a o c u p a e n e l s is te m a , o p o r q u é o t r o in d i c io lo r e c o r d a ­
ría m á s r á p id a m e n te ?
L V III. E n s ig u ie n t e lu g a r , n o s ó lo o fr e c e a p r im e r a v is t a u n a in s in u a c ió n
g e n e r a l d e la n a tu r a le z a d e c a d a d iv is ió n d e las o f e n s a s , e n la m e d id a e n q u e
d ic h a n a tu r a le z a e s d e t e r m in a d a p o r a lg u n a p r o p ie d a d c a r a c te r ístic a , s in o
q u e d a lu g a r a u n n ú m e r o d e p r o p o s ic i o n e s g e n e r a le s , a s e r f o r m a d a s r e s ­
p e c t o d e las o f e n s a s p a r tic u la r e s q u e c a e n b a jo e s ta d iv is ió n , d e m a n e r a d e

306 Estas indicaciones se ofrecen a la consideración de los pocos que pueden estar dis­
puestos a emplear su mente en disquisiciones de naturaleza no tentadora. Escudriñar el asun­
to hasta el fondo y ocuparse de los detalles de la ilustración, requeriría más espacio que el que
podría coherentemente dedicársele.
307 Véase Fragment on Government, pref. p. XIV, editado en 1776, pref. p. XLVTi., edición
de 1823.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 8 1

e x h ib ir u n a v a r ie d a d d e p r o p ie d a d e s q u e p u e d e n p e r t e n e c e r a e lla s e n
c o m ú n . D a lu gar, p o r t a n t o , a la f o r m a c ió n d e u n n ú m e r o d e p r o p o s i c i o n e s
r e la tiv a s a e lla s q u e , a u n q u e m u y g e n e r a le s , p o r q u e s e p r e d ic a n d e u n g r a n
n ú m e r o d e e le m e n t o s , s e r á n g e n e r a lm e n te v e r d a d e r a s 308.
L I X . E n te r c e r t é r m in o , e s tá e s tr u c tu r a d o d e m a n e r a q u e el lu g a r m i s m o
q u e s e h a c e o c u p a r a c u a lq u ie r o fe n s a s u g ie r e la r a z ó n p a r a e s a u b ic a c ió n .
S ir v e p a r a in d ica r, n o s ó l o q u e ta les y c u a le s a c to s s e c o n v ie r t e n e n o f e n s a s ,
p ero por qué deben se r lo . P o r e s te m e d io , m ie n tr a s s e d ir ig e al e n t e n d im ie n ­
t o , t a m b ié n r e p e r c u te e n a lg u n a m e d id a e n l o s s e n t im ie n t o s . P o r la in s in u a ­
c i ó n q u e p r o p o r c io n a s o b r e la n a tu r a le z a y t e n d e n c ia d e c a d a a c to n o c iv o ,
e x p lic a , y e n c ie r to m o d o ju stific a , e l tr a ta m ie n to q u e p u e d e p a r e c e r a d e c u a ­
d o d e a p lic a r a e s e a c to a m a n e r a d e c a s tig o . P a r a e l s u j e t o , e n t o n c e s , e s u n a
e s p e c ie d e a p o lo g ía p e r p e tu a , m o s tr a n d o la n e c e s id a d d e t o d o q u it e q u e ,
p a r a la s e g u r id a d y p r o s p e r id a d d e c a d a in d i v id u o , es n e c e s a r io h a c e r d e la
lib e r ta d d e t o d o s lo s d e m á s . P a ra e l le g is la d o r es u n a s u e r t e d e p e r p e t u a l e c ­
c ió n , q u e s ir v e a la v e z c o m o u n c o r r e c t iv o p a r a s u s p r e j u ic io s y u n f r e n o
p a r a s u s p a s io n e s . ¿ H a y a lg ú n p e r ju ic io q u e s e le h a e s c a p a d o ? E n u n a o r g a ­
n iz a c ió n n a tu r a l, si al m is m o t ie m p o es e x h a u s tiv a , n o p u e d e d eja r d e e n c o n ­
tra rlo . ¿S e s ie n t e a lg u n a v e z t e n ta d o d e h a c e r p a s a r la in o c e n c ia p o r c u lp a ?
L a d ific u lta d d e p o d e r h a c e r lo , le a d v ie r te d e s u erro r. T a le s s o n lo s u s o s d e
u n m a p a d e la d e lin c u e n c ia u n iv e r s a l tr a z a d o s o b r e el f u n d a m e n t o d e l p r i n ­
c i p io d e u tilid a d ; ta les s o n las v e n ta ja s q u e t a n t o e l le g is la d o r c o m o e l s u j e t o
p u e d e n d e r iv a r d e él. A t é n g a s e a é l y t o d o lo q u e es a r b itr a r io e n la le g is la -

3CS Imaginemos en qué condición debe estar una ciencia, cuando todavía no hay manera
de formular ninguna proposición extensiva relativa a ella, que sea al mismo tiempo verdadera;
en el caso de que, si una proposición es verdadera respecto de algunos particulares contenidos
en ella, será falsa respecto de otros. ¿En qué estado, po r ejemplo, estaría la botánica, si las cla­
ses estuvieran conformadas de tal manera, que no se encontraran para ellas ningunos caracte­
res comunes? N o obstante, en este estado, y no en uno mejor, parecen estar todos los sistemas
de derecho penal, autorizados o no, que hayan aparecido hasta el momento. Trate de ver si es
de otro modo, por ejemplo, con los d elicia p r iv a ta e t p u b lic a , y con las p u b lic a o rd in a ria y
p u b lic a e x tr a o r d in a r ia del derecho romano (véase H e in e c c , Eiem., p. Vil, § 79, 80). Todo esto
sucede por falta de método, y de ahí la necesidad de establecer uno nuevo.
Tampoco debe asombrarnos esta falta de método. U na ciencia tan nueva como la de la
legislación penal a duras penas podría haber logrado un mejor estado. H asta que los objetos
son distinguidos, no pueden ordenarse. Es así como la verdad y el orden van de la mano. Es
sólo en la medida en que se descubre la primera, que el último puede ser mejorado. Antes de
que se establezca un cierto orden, la verdad sólo puede ser anunciada imperfectamente; pero
hasta que cierta medida de verdad se haya desarrollado y traída a la luz, dicho orden no puede
ser establecido. El descubrimiento de la verdad conduce al establecimiento del orden; y el
establecimiento del orden fija y propaga el descubrimiento de la verdad.
282 l J er e m y B jen t h a m

c i ó n s e d e s v a n e c e . U n le g is la d o r m a lin t e n c io n a d o o p r e j u ic i o s o n o o s a
m ir a r lo a la cara. L o p r o s c r ib ir ía , y c o n r a z ó n ; se r ía u n a sá tir a d e su s le y e s ,
L X . E n c u a r to lu g a r , u n a r r e g lo n a tu r a l, g o b e r n a d o c o m o e s tá p o r u n
p r in c ip io r e c o n o c i d o p o r t o d o s l o s h o m b r e s , se r v ir á ig u a lm e n t e p a r a la j u ­
r is p r u d e n c ia d e t o d a s la s n a c io n e s . E n u n s is t e m a d e d e r e c h o p r o p u e s t o ,
e s tr u c tu r a d o m e d ia n t e e l e m p le o d e ta l m é t o d o , e l le n g u a je s e r v ir á c o m o u n
g lo s a r io p o r e l q u e p o d r ía n e x p lic a r s e t o d o s l o s s is te m a s d e d e r e c h o p o s i t i ­
v o , m ie n tr a s q u e la m a te r ia s ir v e c o m o u n c r ite r io s e g ú n e l c u a l p o d r ía n
p o n e r s e a p r u e b a . A s í ilu s tr a d a , la p r á c tic a d e c a d a n a c ió n p o d r ía s e r u n a
l e c c ió n p a r a t o d a s la s o tr a s; y la h u m a n id a d p o d r ía lle v a r a c a b o u n in t e r ­
c a m b io m u t u o d e e x p e r ie n c ia s y m e jo r a s , t a n f á c ilm e n t e e n é s ta c o m o e n
t o d a s las d e m á s r a m a s d e la c ie n c ia . S i s e lo g r a r a e n a lg u n a m e d id a c u a l­
q u ie r a d e e s t o s o b j e t iv o s , la ta re a d e e s te a n á lisis, se v e r a c o m o h a s id o , n o
h a b r ía s id o h e c h a e n b a ld e .

§ 5. Características de las cinco clases


L X I . S e h a m e n c io n a d o 309*31c o m o u n a v e n ta ja p o s e íd a p o r e s te m é t o d o , y
n o p o r o t r o a lg u n o , q u e l o s o b je to s c o m p r e n d id o s e n é l s e p r e s e n ta n e n g r u ­
p o s , a l o s c u a le s u n a v a r ie d a d d e p r o p o s ic io n e s p u e d e se r a p lic a d a e n c o m ú n .
U n a c o le c c ió n d e e s ta s p r o p o s ic io n e s , s e g ú n s e a p lic a n a la s d iv e r s a s c la se s,
p u e d e s e r c o n s id e r a d a c o m o m o s tr a n d o lo s ca r a c te r e s d is t in t iv o s d e c a d a u n a
d e ella s. T a n ta s d e e sta s p r o p o s ic i o n e s c o m o p u e d e n a p lic a r se a la s o f e n s a s
p e r t e n e c ie n t e s a c u a lq u ie r c la se d a d a , ta n ta s s e r á n las p r o p ie d a d e s q u e s e
o b s e r v a q u e t ie n e n e n c o m ú n . T a n ta s d e e s ta s p r o p ie d a d e s c o m u n e s c o m o
p u e d e n s e r r e s p e c tiv a m e n t e a tr ib u id a s a e lla s, o tr a s ta n ta s p r o p ie d a d e s p u e ­
d e n e s ta b le c e r s e p a ra s e r v ir c o m o c a r a c te r e s d e ía c la se . P u e d e s e r a d e c u a d o
m o s tr a r a q u í u n a c o l e c c i ó n d e e s t o s c a r a c te r e s. C u a n t o s m á s p o d a m o s r e u ­
nir, m á s clara y p le n a m e n t e s e e n te n d e r á n la n a tu r a le z a d e la s d iv e r s a s c la se s
y d e la s o f e n s a s d e q u e s e c o m p o n e n .
L X I L C a r a c te r e s d e C la s e I; c o m p u e s t o s d e o fe n s a s p r iv a d a s , u o f e n s a s
c o n t r a in d iv id u o s identifícalales.
1. C u a n d o lle g a n a s u ú ltim a e ta p a (la e ta p a d e consumación’1^ p ro­
d u c e n , t o d o s e llo s , ta n t o u n p e r ju ic io p r im a r io c o m o u n o s e c u n ­
d a r io 31’.

309 Supra, LVllí.


3*° Véase el cap. VII [Acciones], XIV.
311 Véase el cap. XII [Consecuencias], III.
L O S P R IN C IP IO S DE L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 8 3

2 . L o s in d iv id u o s a lo s q u e a fe c ta n e n p r im e r a in s t a n c ia s o n c o n s ­
identificables™. E s t o s e e x t ie n d e a t o d o s : a intentos y
ta n te m e n te
preparativos, a s í c o m o a. a q u e llo s q u e h a n lle g a d o a la e ta p a d e
c o n s u m a c ió n 312313*.
3 . E n c o n s e c u e n c ia , a d m it e n compensación3H, e n lo q u e d ifie r e n t a m ­
b ié n d e la s o f e n s a s d e t o d a s la s o tr a s c la se s.
4 . A d m it e n 315*t a m b ié n represalias™; e n lo q u e t a m b ié n d if ie r e n d e la s
o f e n s a s d e to d a s la s o tr a s c la se s.
5. H a y s ie m p r e a lg u n a p e r s o n a q u e tie n e u n in te r é s n a tu r a l y p e c u ­
liar e n p r o c e s a r lo s . E n e s to d ifie r e n d e la s o f e n s a s c o n t r a s í m is m o ;
a sí c o m o t a m b ié n d e la s s e m ip ú b lic a s y p ú b lic a s , e x c e p t o e n la m e ­
d id a e n q u e las d o s ú ltim a s p u e d e n in c id e n t a lm e n t e im p lic a r u n
p e r ju ic io p r iv a d o .
6. E l p e r ju ic io q u e p r o d u c e n es o b v i o , m á s q u e la s o f e n s a s s e m i p ú ­
b lica s, y m á s a ú n q u e e l d e la s o f e n s a s c o n tr a s í m is m o , o a u n la s
p ú b lic a s.
7. S o n en to d a s p a r te s, y d e b e n s ie m p r e s e r lo , d e te s t a b le s p a r a la c e n ­
su ra d e l m u n d o , m á s a ú n q u e la s o f e n s a s s e m ip ú b lic a s c o m o ta les;
y a ú n m á s q u e la s p ú b lic a s .
8. S o n m á s constantemente d e te s t a b le s p a r a la c e n s u r a d e l m u n d o
q u e la s o f e n s a s c o n t r a s í m is m o , y lo se r ía n u n iv e r s a lm e n t e s i n o
fu e r a p o r la in flu e n c ia d e l o s d o s p r in c ip io s fa lso s: e l p r in c ip io d e
a s c e t is m o y e l p r in c ip io d e a n tip a tía 317.
9. S o n m e n o s s u s c e p t ib le s d e r e q u e r ir d is tin ta s d e s c r ip c io n e s 318 e n
d ife r e n te s E s ta d o s y p a ís e s , q u e la s o f e n s a s p ú b lic a s y s e m ip ú b li­
cas, e n lo q u e e s tá n m u y a la p a r c o n las o f e n s a s c o n t r a s í m i s m o .

312 Es decir, por su perjuicio primario.


3*3 Véase snpra, XXXI nota, y B. I. tit. [Ofensas accesorias].
Véase el cap. XIII [Casos no susceptibles], II. nota.
3*3 Quiero decir que la represalia es apta para ser aplicada en los casos en cuestión; no
que siempre deba ser empleada. Tampoco es susceptible de ser aplicada en todos los casos
individuales de cada ofensa, pero sólo en algún caso individual de cada especie de ofensa.
31í>Véase el cap. xv [Propiedades], VIII.
317 Véase el cap. II [Principios adversos].
3^ Parece proceder de su posesión de estas tres dirimas propiedades, que ha surgido la
costumbre de hablar de ellas, o al menos de muchas de ellas, con el nombre de ofensas con­
tra la ley de naturaleza, una expresión vaga y productora de una multitud de inconvenientes.
Véase el cap. II [Principios adversos], XIV, nota.
28 4 / J e r e m y Bentham

1 0. P o r cierras c ir c u n s ta n c ia s a g r a v a n te s , s o n s u s c e p t ib le s d e tr a n s­
f o r m a r s e e n o fe n s a s s e m ip ú b lic a s , y p o r c ie r ta s o tr a s , e n p ú b lic a s .
1 1. N o p u e d e h a b e r f u n d a m e n t o p a r a c a s tig a r la s , h a s ta q u e p u e d a
p r o b a r s e q u e h a n o c a s io n a d o o e s t á n a p u n t o d e h a c e r lo , a lg ú n
p e r j u ic i o p a r t ic u la r a a lg ú n in d i v i d u o p a r tic u la r . E n e s t o d if ie ­
r e n d e la s o f e n s a s s e m ip ú b lic a s y d e la s p ú b lic a s .
12. E n c a s o s d e e sc a sa im p o r ta n c ia , la compensación o t o r g a d a al in d i­
v i d u o a fe c ta d o p o r e lla s, p u e d e s e r u n f u n d a m e n t o s u f ic ie n t e
p a r a p e r d o n a r el c a s tig o ; p o r q u e s i e l p e r j u ic io p r im a r io n o h a
s i d o s u fic ie n t e p a r a p r o d u c ir n in g u n a a la r m a , la t o t a lid a d d e l
p e r j u ic io p u e d e se r re p a r a d a p o r c o m p e n s a c ió n . E n e s t o t a m ­
b ié n d ifie r e n d e o f e n s a s s e m ip ú b lic a s y p ú b lic a s .

L X I I I . C a r a c te r e s d e C la s e 2 , c o m p u e s t o s d e o f e n s a s s e m ip ú b lic a s
o f e n s a s q u e a fe c ta n a la to ta lid a d d e u n a clase de personas.
1. C o m o ta le s, n o p r o d u c e n n in g ú n p e r j u ic io p r im a r io . E l p e r j u ic io
q u e p r o d u c e n c o n s is t e e n u n a u o tr a d e las d o s r a m a s d e l p e r j u i­
c i o s e c u n d a r io p r o d u c id o p o r o f e n s a s c o n t r a i n d i v id u o s , s in e l
p r im a r io .
2 . E n la m e d id a e n q u e h a n d e s e r c o n s id e r a d a s c o m o p e r t e n e c ie n t e s
a e s ta c la s e , las p e r s o n a s a q u ie n e s a fe c ta n e n p r im e r a in s t a n c ia n o
s o n in d iv id u a lm e n t e id e n tific a b le s .
3 . S o n s u s c e p t ib le s , s in e m b a r g o , d e im p lic a r o t e r m in a r e n a lg ú n
p e r j u ic io p r im a r io d e l p r im e r o r d e n , y c u a n d o l o h a c e n , a v a n z a n
h a s ta la p r im e r a c la se y s e c o n v ie r t e n e n o f e n s a s p r iv a d a s .
4 . C o m o ta le s, n o a d m it e n c o m p e n s a c ió n .
5. T am p o co ad m iten represalia.
6 . C o m o ta le s, n o e x is te n u n c a n in g ú n i n d i v id u o p a r t ic u la r c u y o
in te r é s e x c lu s iv o s e a p r o c e s a r a a lg u ie n ; n o o b s t a n t e , u n c ír c u lo d e
p e r s o n a s p u e d e s ie m p r e se r s e ñ a la d o , d e n t r o d e l c u a l p u e d e n
e n c o n t r a r s e a lg u n a s q u e t ie n e n m a y o r in te r é s e n u n p r o c e s o q u e
e l q u e t ie n e n l o s q u e e s tá n fu e r a d e e s e c ír c u lo .
7. E l p e r j u ic io q u e c a u s a n es e n g e n e r a l m u y e v id e n te ; a u n q u e n o
t a n t o , p o r c ie r to , c o m o e l d e la s o f e n s a s p r iv a d a s , p e r o m á s e n
g e n e r a l q u e el d e las o f e n s a s c o n t r a s í m is m o o p ú b lic a s .
8. S o n m á s b ie n m e n o s d e te s ta b le s p a ra la c e n s u r a d e l m u n d o q u e las
o f e n s a s p r iv a d a s, p e r o lo s o n m á s q u e la s p ú b lic a s; t a m b ié n lo s e ­
r ía n m á s q u e la s o f e n s a s c o n t r a s í m is m o , s i n o fu e r a p o r la in -
L O S P R IN C IP IO S DE L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 8 5

flu e n c ia d e l o s d o s f a ls o s p r in c ip io s , e l d e s im p a tía y a n tip a tía y el


d e a s c e t is m o .
9. S o n m á s p r o c liv e s a r e q u e r ir d ife r e n te s d e s c r ip c io n e s e n d ife r e n ­
t e s p a ís e s q u e la s o fe n s a s p r iv a d a s y la s c o n t r a s í m is m o , p e r o m e ­
n o s q u e la s p ú b lic a s .
10. P u e d e h a b e r f u n d a m e n t o s p a r a c a stig a r la s a n te s d e q u e s e p r u e ­
b e q u e h a n o c a s io n a d o , o e s tá n a p u n t o d e o c a s io n a r , u n p e r ju ic io
a a lg ú n in d i v i d u o p a rticu la r ; lo q u e n o es e l c a s o r e s p e c t o d e la s
o fe n s a s p r iv a d a s .
11. E n n in g ú n c a s o la s a tis fa c c ió n d a d a a u n in d i v id u o p a r tic u la r a fe c ­
ta d o p o r e lla s p u e d e se r f u n d a m e n t o s u fic ie n t e p a r a p e r d o n a r e l
c a stig o ; p u e s c o n d ic h a s a tis fa c c ió n s ó lo s e r e p a r a u n a p a r te d e l p e r ­
ju ic io c a u s a d o p o r ellas. E n e s t o d ifie r e n d e la s o f e n s a s p r iv a d a s,
p e r o c o n c u e r d a n c o n las p ú b lic a s .

L X I V . C a r a c te r ís tic a s d e C la s e 3 , c o n s is t e n t e e n o f e n s a s c o n t r a s í m is m o .

1. E n c a s o s in d iv id u a le s se r á a m e n u d o c u e s t io n a b le sí p r o d u c e n
n in g ú n p e r j u ic io p r im a r io 319 e n a b s o lu t o . N o p r o d u c e n n in g u n o
s e c u n d a r io .
2 . N o a fe c ta n a n in g ú n o t r o in d iv id u o , id e n tific a b le o n o , e n la m e d i­
d a q u e a fe c ta n al p r o p io o fe n s o r ; a m e n o s p o s ib l e m e n t e e n c a s o s
p a r tic u la r e s, y d e u n a m a n e r a le v e y r e m o ta , a t o d o e l E s ta d o .
3. P o r ta n to , n o a d m it e n compensación.
4. T a m p o c o a d m it e n represalia.
5. N i n g u n a p e r s o n a t ie n e n a tu r a lm e n te n in g ú n in te r é s p a r tic u la r e n
s o m e t e r la s a p r o c e s o , e x c e p t o q u e e n v ir tu d d e a lg u n a conexión
q u e p u e d e t e n e r c o n e l o fe n s o r , y a s e a e n c u a n to a simpatía o inte­
rés™, u n p e r j u ic io d e c la se derivada321 p u e d e s u c e d e r q u e r e c a ig a
s o b r e é l322.

319 Porque la persona que en general es probable que sea sensible al daño de cualquier
ofensa (si hay alguna), o sea la persona a quien afecta más, muestra por su conducta que no
es sensible a ella.
320 Véase el cap. vi [Sensibilidad], xxv, xxvi.
321 Véase el cap. XII [Consecuencias], IV.
322 Sin embargo, entre las ofensas que pertenecen a esta clase, hay algunas que en ciertos
países haya personas dispuestas a someter a proceso sin ningún incentivo artificial, y mera­
mente debido a la antipatía que tales actos son propensos a producir. Véase el cap. II [Princi­
pios adversos], XI.
286 / J e r e m y B e n t h a m

6. E l p e r j u ic io q u e p r o d u c e n t ie n d e a n o se r o b v i o y e n g e n e r a l e s
m á s c u e s t io n a b le q u e e l d e c u a lq u ie r a d e las o tr a s c la s e s 323.
7. M u c h a s d e e lla s, n o o b s ta n te , t ie n d e n a s e r m á s d e te s ta b le s p a r a la
c e n s u r a d e l m u n d o q u e la s o f e n s a s p ú b lic a s , d e b id o a la in f lu e n c ia
d e l o s d o s p r in c ip io s f a ls o s , e l p r in c ip io d e a s c e t is m o y el d e a n ti­
p a tía . A l g u n o s d e e llo s a ú n m á s q u e la s s e m ip ú b lic a s o a u n q u e la s
p r iv a d a s .
8. S o n m e n o s s u s c e p t ib le s q u e la s o f e n s a s d e c u a lq u ie r o tr a c la s e , d e
r e q u e r ir d ife r e n t e s d e s c r ip c io n e s e n d ife r e n t e s E s ta d o s y p a ís e s 324.
9 . E n t r e l o s in c e n t iv o s 325 p a ra c a s tig a r la s, la a n tip a tía c o n tr a e l o f e n ­
s o r t ie n d e a t e n e r m á s p e s o q u e la s im p a tía p o r e l p ú b lic o .
10. E l m e j o r a le g a to p a r a c a s tig a r la s s e f u n d a e n u n a lig e r a p r o b a b i­
lid a d d e q u e p u e d a n p r o d u c ir u n p e r j u ic io , q u e s i es rea l, la s u b i­
ca rá e n la c la s e d e la s o f e n s a s p ú b lic a s , p r in c ip a lm e n te e n a q u e lla s
d iv is io n e s d e la m is m a q u e s e c o m p o n e n d e o f e n s a s c o n t r a la p o ­
b la c ió n y o f e n s a s c o n t r a la r iq u e z a n a c io n a l.

L X V . C a r a c te r e s d e la C la s e 4 , q u e c o n s is t e n e n OFENSAS PÚBLICAS u
o f e n s a s c o n t r a e l E s t a d o e n g en er a l.
1. C o m o ta le s, n o p r o d u c e n n in g ú n p e r j u ic io p r im a r io ; y el p e r ju ic io
s e c u n d a r io q u e p r o d u c e n , q u e c o n s is t e g e n e r a lm e n te e n p e lig r o sin
a larm a , a u n q u e d e g r a n valor, e s e n la specie m u y in d e te r m in a d o .
2 . L o s in d iv id u o s a q u ie n e s a fe c ta n , e n p r im e r a in sta n c ia , s o n c o n s ­
t a n t e m e n te in id e n tific a b le s , e x c e p t o e n la m e d id a e n q u e a c c id e n ­
t a lm e n t e p u e d e s u c e d e r q u e im p liq u e n o t e r m in e n e n ta le s o c u a le s
o f e n s a s c o n t r a in d i v id u o s .
3. E n c o n s e c u e n c ia , n o a d m it e n n in g u n a c o m p e n s a c ió n .
4 . T a m p o c o a d m it e n re p r e sa lia .
5 . T a m p o c o h a y n in g u n a p e r s o n a q u e t e n g a n a tu r a lm e n te n in g ú n
in te r é s e n s u p r o c e s a m ie n t o , e x c e p t o e n c u a n to p a r e c e n a fe c ta r e l
p o d e r o d e c u a lq u ie r o tr a f o r m a e l in te r é s p r iv a d o d e a lg u n a p e r ­
s o n a c o n a u to r id a d .

323 Véase nota 313.


324 Según esto, la mayoría ele ellas son susceptibles de ser incluidas entre las ofensas con­
tra la ley de naturaleza. Véase supra, Caracteres de la primera clase, LXH. nota.
323 Q uiero decir, las consideraciones, correctas o incorrectas, que inducen o disponen al
legislador a tratadas a la par de las ofensas.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN -

6. E l p e r j u ic io q u e p r o d u c e n , c o m o ta l, es c o m p a r a t iv a m e n te n o
o b v io ; m u c h o m á s q u e el d e las o f e n s a s p r iv a d a s y m á s , d e la m is m a
m a n e r a , q u e e l d e la s s e m ip ú b lic a s .
7. E lla s s o n , c o m o ta le s, m u c h o m e n o s d e te s ta b le s p a r a la c e n s u r a d e l
m u n d o q u e la s o f e n s a s p r iv a d a s, m e n o s a u n q u e la s s e m ip ú b lic a s
o a u n q u e la s o f e n s a s c o n tr a s í m is m o ; e x c e p t o e n c a s o s p a r tic u la ­
r e s, p o r in t e r m e d io d e la sim p a tía p o r cie r ta s p e r s o n a s c o n a u to r i­
d a d , c u y o in te r é s p r iv a d o p a r e c e n a fecta r.
8. S o n m á s s u s c e p t ib le s q u e c u a lq u ie r a d e la s o tr a s c la s e s , d e a d m itir
u n a d e s c r ip c i ó n d ife r e n t e e n d is t in t o s E s ta d o s y p a ís e s .
9. E s tá n c o n s t it u id a s , e n m u c h o s c a s o s , p o r a lg u n a s c ir c u n s ta n c ia s
a g r a v a n te s s o b r e a g r e g a d a s a la o f e n s a p r iv a d a , y p o r t a n t o , e n e s o s
c a s o s , im p lic a n p e r j u ic io y e x h ib e n la s o tr a s c a r a c te r ístic a s c o r r e s ­
p o n d ie n t e s a a m b a s c la se s. N o o b s t a n t e , a u n e n t a le s c a s o s , s o n
b a s ta n te a d e c u a d a m e n t e in c lu id a s e n la c u a r ta c la s e , e n la m e d i ­
d a e n q u e e l p e r j u ic i o q u e p r o d u c e n e n v ir t u d d e la s p r o p i e d a ­
d e s q u e la s a g r e g a n a e sa c la s e , e c lip s a n y e n g u lle n a q u e llo q u e
p r o d u c e n , e n v ir t u d d e a q u e lla s p r o p ie d a d e s q u e la s i n c l u y e n e n
la p r im e r a c la s e .
1 0 . P u e d e h a b e r f u n d a m e n t o s u fic ie n t e p a r a c a stig a r la s, s in p r o b a r
q u e h a y a n o c a s io n a d o , o e s té n a p u n t o d e h a c e r lo , n i n g ú n p e r ju i­
c i o p a r tic u la r a c u a lq u ie r in d iv id u o p a rticu la r . E n e s t o d ifie r e n d e
la s o f e n s a s p r iv a d a s , p e r o c o n c u e r d a n c o n las s e m ip ú b lic a s . E n
e s ta s ú ltim a s o f e n s a s , el alcance d e l p e r j u ic io c o m p e n s a su falta de
certeza.
11. E n n in g ú n c a s o la s a tis fa c c ió n d a d a a c u a lq u ie r in d i v id u o a fe c ta ­
d o p o r e lla s, se r á f u n d a m e n t o s u f ic ie n t e p a r a p e r d o n a r e l c a s tig o .
E n e s to d ifie r e n d e la s o f e n s a s p r iv a d a s p e r o c o n c u e r d a n c o n la s
s e m ip ú b lic a s .
L X V I , C a r a c te r e s d e C la s e 5, o a p é n d ic e : c o m p u e s t o d e OFENSAS MUL­
TIFORMES o ANÓMALAS, q u e c o n t ie n e n o f e n s a s p o r fa ls e d a d y o f e n s a s q u e
c o n c ie r n e n a la c o n f ia n z a .
1. T o m a d a s c o le c t iv a m e n t e , e n las p a r c e la s m a r c a d a s p o r s u s d e n o ­
m in a c io n e s p o p u la r e s , n o s o n s u s c e p t ib le s d e se r in c lu id a s p o r
n in g ú n m é t o d o s is te m á t ic o d e d is t r ib u c ió n , fu n d a d o e n e l p e r j u i­
c i o d e la o fe n s a .
2. P u e d e n , s in e m b a r g o , s e r s u b d iv id id a s , lo q u e p u e d e s e r a ñ a d id o
a s e m e ja n te m é t o d o d e d is tr ib u c ió n .
288 / J erem y B entham

3 . E s ta s s u b d iv is io n e s , n a tu r a lm e n t e , s e a g r u p a r á n f á c ilm e n t e b a jo
las d iv is io n e s d e la s c la se s p r e c e d e n t e s d e e s te s is te m a .
4 . C a d a u n a d e la s g r a n d e s d iv is io n e s d e e s ta c la s e s e d if u n d e d e esa
m a n e r a s o b r e t o d a s la s c la s e s p r e c e d e n t e s .
5 . E n a lg u n o s a c t o s d e e s ta c la se , la c ir c u n s ta n c ia q u e l o s d is t in g u e ,
q u e c o n s t it u y e el c a r á c te r e s e n c ia l d e la o f e n s a , e n tr a r á n e c e s a r ia ­
m e n te , en c a r á cte r d e c ir c u n s ta n c ia in c r im in a to r ia , e n la c o n s t i t u ­
c i ó n d e la o fe n sa ; e n la m e d id a e n q u e , s in la in t e r v e n c ió n d e d ic h a
c ir c u n sta n c ia , n o p u e d e c o m e t e r s e n in g u n a o f e n s a e n a b s o lu t o d e
esa d e n o m in a c i ó n 326. E n o t r o s c a s o s , la o f e n s a p u e d e s u b s is tir s in
ella , y c u a n d o in te r fie r e , a c o n t e c e e n u n a c ir c u n s ta n c ia in d e p e n ­
d ie n t e a c c id e n ta l, c a p a z d e c o n s t it u ir u n f u n d a m e n t o d e a g r a v a ­
m ie n t o 327.

■*26 Ejemplo: ofensa de falsedad, en caso de defraudación.


Ejemplo: ofensas p o r falsedad, en el caso de daños corporales simples, y otras ofensas
contra la persona.
C a p ít u l o XVII

Acerca de los límites


de la rama penal de la jurisprudencia

§ I. Límites entre la Ética Privada y el Arte de la Legislación


I. E s s u fic ie n t e c o n lo d ic h o a c e r c a d e la d iv is ió n d e la s o f e n s a s e n g e n e r a l.
A h o r a b ie n , u n a o f e n s a e s u n a c t o p r o h ib i d o , o ( lo q u e v ie n e a se r lo m is m o )
u n a c t o c u y o o p u e s t o es o r d e n a d o p o r la le y . ¿ Y e n q u é o tr a c o s a p u e d e
e m p le a r s e la le y , a d e m á s d e p r o h ib ir y o r d e n a r ? P a r e c e r ía , e n t o n c e s , s e g ú n
e s te p u n t o d e v is t a s o b r e e l a s u n to , q u e si h u b ié r a m o s e s ta b le c id o l o q u e es
a p r o p ia d o h a c e r e n r e la c ió n c o n la s o f e n s a s , h a b r ía m o s c o n e llo e s ta b le c id o
t o d o lo q u e es a p r o p ia d o h a c e r p o r v ía d e la le y . N o o b s ta n te , e sa r a m a q u e
c o n c ie r n e al m é t o d o d e tra ta r la s o fe n s a s , y q u e a v e c e s es lla m a d a la r a m a
criminal, o tr a s v e c e s l a penal, es u n iv e r s a lm e n t e e n t e n d id a c o m o s ie n d o s ó l o
u n a d e la s d o s r a m a s q u e c o m p o n e n el t e m a c o m p le t o d e l a rte d e la le g is la ­
c ió n ; m ie n tr a s q u e la lla m a d a c iv il e s la o tr a ra m a 32*328. E s e v id e n te , e n t o n c e s ,
q u e e n tr e e s ta s d o s r a m a s n o p u e d e s in o h a b e r u n a c o n e x i ó n m u y ín tim a , ta n
ín tim a p o r c ie r to , q u e lo s lím it e s e n tr e e lla s n o s o n d e n in g ú n m o d o fá c ile s
d e trazar. E l c a s o es h a sta c ie r to p u n t o e l m is m o e n tr e la ta rea t o t a l d e la
le g is la c ió n ( t o m a n d o ju n ta s la s r a m a s c iv il y p e n a l) y la é tic a p r iv a d a . D e

32S ¿Y qué ha sucedido con la rama constitucional? Tal es la pregunta que muchos de los
lectores probablemente se formulen? Una respuesta que podría darse es que su m aten a se
repartiera, sin mayor violencia, entre las otras dos. Pero en la medida en que los recuerdos
nos ayudan, esa rama, a pesar de su importancia, y su capacidad de ser ubicada separadamente
respecto de las otras, se había en ese momento presentado apenas a mi consideración con el
carácter de una distinta. El hilo de mis investigaciones no la había alcanzado aún. Pero en la
conclusión de este mismo capítulo, desde el párrafo XXII hasta el final, puede advertirse que
la omisión ha sido en cierta medida salvada.
2 9 0 / JE R E M Y B E N T H A M

estos diversos límites, sin embargo, será en cierto m odo necesario dar algu­
na idea; no sea que, por una parte, dejáramos sin tratar algún aspecto del
asunto que sí nos corresponde considerar; y, por otra parte, nos desviáramos
a uno u otro lado por una senda que no nos corresponde transitar.
En el curso de esta investigación sobre la parte que concierne a los limi­
tes entre las ramas civil y penal de la ley, será necesario establecer un cieno
número de puntos, cuya conexión con la cuestión principal podría no so:-
pecharse a primera vista. Averiguar qué clase de cosa es una ley; qué partís
se encontrarán en ella; qué debe contener a fin de ser completa; qué cone­
xión existe entre esa parte de un cuerpo de leyes que pertenece al tema dtl
proce dim iento, y el resto del derecho en general: todos éstos, según se veri,
son otros tantos problemas a resolver -antes de que pueda darse ninguna rey
puesta satisfactoria a la cuestión principal arriba mencionada.
Tampoco es éste su único uso; porque es bastante evidente que la nociói
de una ley com pleta debe ser fijada primeramente, antes de que el legislado:
pueda saber en cualquier caso qué es lo que debe hacer, o cuándo su tara
está hecha.
II. La ética en general puede ser definida com o el arte de dirigir las accic-
nes de los hombres hacia la producción de la m ayor cantidad posible de feli­
cidad para aquellos cu yo interés es tenido en cuenta.
III. ¿Cuáles son, pues, las acciones que pueden estar en el poder de ui
hombre dirigir? D eb en ser, o bien sus propias acciones, o aquellas de otra
agentes. La ética, en la medida en que es el arte de dirigir las acciones de ui
hombre, puede ser llamada arte d el autogobierno o ética p riva d a .
IV ¿Q ué otros agentes existen que, al mismo tiem po que están bajo 1
influencia de la dirección de un hombre, son susceptibles de producir felici
dad? Ellos son de dos clases:
1. Otros seres hum anos, llamados personas.
2. Otros animales que, debido a que sus intereses fueron descuida­
dos por la sensibilidad de los juristas antiguos, fueron degradados
a la clase de las cosas™.

329 Bajo la religión mahometana, parecen haber sido tenidos algo en cuenta los interese;
del resto de la creación animal. ¿Por qué no se ha hecho lugar universalmente a la diferenci;
en cuanto a sensibilidad, como se ha hecho con las criaturas humanas? Porque las leyes exis­
tentes han sido la obra del mutuo temor, un sentimiento que los animales menos raciónale:
no han tenido los mismos medios que el hombre para que fuese tenido en cuenta. ¿Por que
L O S P R IN C IP IO S D E LA M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 2 9 1

En cuanto a otros seres hum anos, el arte de dirigir sus acciones al fin
mencionado es lo que querem os decir, o al m enos la única cosa que, según
el principio de utilidad, deberíamos querer decir, cuando nos referimos al
arte del gobierno; que, en cuanto a las medidas en que se despliega son de
naturaleza permanente, es generalmente distinguido por el nom bre de legis­
lación; mientras que cuando ellas son temporarias, determinadas por los
hechos del m om ento, se lo distingue por el nombre de adm inistración.
V A hora bien, las criaturas humanas, consideradas respecto de la m adu­
rez de sus facultades, están en estado de adu ltez o n o-adu ltez. El arte de
gobernar, en la medida en que concierne a la dirección de las acciones de per­
sonas que aún no han alcanzado la adultez, puede ser llamado el arte de la
educación. E n la medida en que esta cuestión es confiada a aquellos que, en
virtud de alguna relación privada son en general los más dispuestos a asumir
esta función, y los más aptos para cumplirla, puede llamarse el arte de la edu­
cación privada. En la medida en que es ejercida por aquellos cuya función es
supervisar la conducta de toda la com unidad, puede ser llamada el arte de la
educación pública.

no debería serlo? N o puede darse ninguna razón. Si el ser comidos fuera todo, hay una muy
buena razón para que se tolere que comamos a aquellos que nos gustan: estamos mejor pót­
ese motivo y ellos no están peor. N o tienen esas anticipaciones de miseria futura que tenemos
nosotros. La muerte que sufren p o r nuestras manos comúnmente es, y siempre puede serlo,
más rápida, y en consecuencia menos dolorosa, que la que les esperaría en el curso inevitable
de la naturaleza. Si ser matados fuera todo, hay m uy buenas razones para que se tolere que
matemos a aquellos que nos molestan; estaríamos peor si vivieran y ellos nunca están peor
por estar muertos. ¿Pero hay alguna razón para que se tolere que los toiturem os? N inguna
que yo pueda ver. ¿Hay alguna para que no se tolere que los torturemos? Sí, varias. (Véase
B. I. tit. [Crueldad con los animales]). H u b o una época-lam ento decir que en muchos luga­
res persiste a ú n - en que la mayor parte de la especie, bajo la denominación de esclavos, fue­
ron tratados por la ley -en Inglaterra, p o r ejemplo- exactamente a la par de las razas infe
riores de animales, que aún reciben ese tratamiento. Puede llegar el día en que el resto de la
creación animal adquiera esos derechos de los que nunca podría haber sido privada, excep
to a manos de la tiranía. Los franceses ya han descubierto que la pigmentación negra de la
piel no es razón para que un ser hum ano sea abandonado sin remedio a los caprichos de un
torturador [Véase el Código Negro de Luis XIV]. Puede que un día sea reconocido que el
número de miembros inferiores, la vellosidad de la piel, o la terminación del os sacrum, son
razones igualmente insuficientes para abandonar a un ser sensible al mismo destino. ¿Qué
otra cosa trazaría la línea insuperable? ¿Será la facultad de la razón o, quizá, la facultad del
habla? Pero un caballo adulto o un perro son, más allá de toda comparación, seres más racio
nales, así como animales más hablantes que un niño de pocos días, de una semana, o aun de un
mes de edad. Pero supongamos que el caso sea distinto. ¿Qué significaría? La pregunta no es:
¿Pueden razonará ni ¿Pueden conversar} Si no ¿Pueden sufrir?
292 / Je r e m y Bentham

VI. En cuanto a la ética en general, la felicidad de un hom bre depende­


rá, en primer lugar, de tales aspectos de su conducta en los que nadie sino él
están interesados. En segundo lugar, de aquellos aspectos que pueden afec­
tar la felicidad de quienes los rodean. En la medida en que su felicidad de­
penda del aspecto de su conducta m encionado en primer lugar, se dice que
depende de su deberpara consigo mismo. La ética, entonces, en la medida en
que es el arte de dirigir las acciones de un hombre en este sentido, puede ser
llamada el arte de cum plir nuestro deber para con nosotros mismos; y la cua­
lidad que un hom bre manifiesta al cumplir con esta rama del deber (sí ha de
llamárselo deber) es la prudencia. En la medida en que su felicidad y la de
cualquier otra persona o personas cuyos intereses son tenidos en cuenta,
dependen de aquellos aspectos de su conducta que pueden afectar los inte­
reses de quienes lo rodean, puede decirse que dependen de su deber para con
los demás, o, para usar una frase ahora algo anticuada, su deber para con su
vecino. La ética, entonces, en la medida en que es el arte de dirigir las accio­
nes del orden en este aspecto, puede llamarse el arte de cumplir nuestro
deber con nuestro vecino. Ahora bien, la felicidad de nuestro vecino puede
ser tenida en cuenta de dos maneras.
1. En forma negativa, evitando disminuirla.
2 . En forma positiva, intentando aumentarla.
El deber de un hom bre hacia su vecino es, en consecuencia, en parte
negativo y en parte positivo. Cumplir la fase negativa de él, es probidad;
cumplir la positiva, beneficencia.
VIL E n este pun to podem os preguntarnos: ¿cóm o es que, dejando de
lado el principio de la ética privada, la legislación y la religión, la felicidad de
un hom bre depende de aquellos aspectos de su conducta que n o afectan, al
m enos en forma inmediata, la felicidad de nadie excepto él m ism o? ¿Q ué
m otivos (con independencia de aquellos que pueden ocasionalm ente pro­
porcionar la legislación y la religión) puede un hom bre tener para preocu­
parse por la felicidad de otro? ¿Por qué m otivos o, lo que viene a ser lo m is­
m o, por qué obligaciones, puede estar sujeto a obedecer los dictados de la
probidad y la beneficencia? En respuesta a esto, no" puede sino admitirse que
los únicos intereses que un hombre, en todo m om ento y ocasión, encontra­
rá adecuados para tener en cuenta, son los suyos. A pesar de esto, no hay
ocasión en que un hom bre no tenga algún m otivo para preocuparse por la
felicidad de otros. En primer lugar, tiene, en toda ocasión, el m otivo pura­
mente social de la simpatía o la benevolencia. En segundo lugar, en la m ayo­
LOS PRINCIPIOS D E LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 2 9 3

ría de las ocasiones, tiene los m otivos semisociales de amistad y amor a la


reputación. El m otivo de simpatía actuará sobre él con m ayor o m enor efec­
to, de acuerdo con la inclinación de su sensibilidad330; los otros dos m otivos,
de acuerdo con una variedad de circunstancias, principalmente de acuerdo
con la fuerza de sus facultades intelectuales, la firmeza y constancia de su
mente, el quantum de su sensibilidad moral, y el carácter de las personas con
que debe tratan
VIII. Ahora bien, la ética privada tiene com o fin la felicidad; y la legisla-
ción no puede tener otro. La ética privada concierne a cada m iem bro, es
decir, a la felicidad y las acciones de cada miembro, de cualquier comunidad
de que se trate; y la legislación no puede concernir a más. H asta aquí, la ética
privada y el arte de la legislación van de la mano. El fin que tienen, o debe­
rían tener en cuenta, es de la misma naturaleza. Las personas a cuya felicidad
deben atender, así com o las personas cuya conducta deberían ocuparse en
dirigir, son precisamente las mismas. Los actos m ism os en que deberían estar
versados son en gran m edida los mismos. ¿Dónde, entonces, reside la dife­
rencia? En que los actos en que deberían estar versados, aunque en buena
medida lo son, no son perfecta y enteram ente los m ism os. N o h ay ningún
caso en que un sujeto privado no debería dirigir su conducta a la producción
de su propia felicidad y la de su prójimo; pero hay casos en que el legislador
no debería (de manera directa al m enos, y por medio de castigos aplicados
en forma inmediata a actos particulares individuales) intentar dirigir la con­
ducta de los diversos otros m iem bros de la comunidad. Cada individuo
debería realizar por sí m ism o todo acto que prom ete ser beneficioso para
toda la comunidad (él m ism o incluido); pero el legislador no debe obligarlo
a realizarlos todos. Igualmente, cada individuo debería por sí m ism o abste­
nerse de realizar todo acto que amenaza con ser pernicioso para toda la
comunidad (él m ism o incluido); pero el legislador no debe obligarlo a abs­
tenerse de todos los actos de esa naturaleza.
IX. ¿Dónde, pues, debe trazarse la línea? N o tendremos que buscar
mucho. La cuestión es dar una idea de los casos en que la ética debe y la legis­
lación no debe interferir (al m enos en forma directa). C uando la legislación
interfiere en forma directa, debe ser mediante el castigo331. A hora bien, los

330 Cap. Vi [Sensibilidad], iii .


331 N o digo nada aquí acerca de la recompensa, porque sólo en algunos casos extraordi­
narios puede aplicarse, y porque aun cuando se la aplica, puede dudarse, tal vez, si su aplica­
ción puede, hablando con propiedad, ser llamada un acto de la legislación. Véase infra, § 3.
2 9 4 / J e r e m y B en th a m

c a s o s e n q u e el c a s tig o , e n el s e n t id o d e l d e la s a n c ió n p o lít ic a , n o d e b e se r
in f l ig id o , y a h a n s id o m e n c io n a d o s 332. P o r ta n t o , si h a y a lg u n o s d e e s to s
c a s o s e n l o s q u e , a u n q u e la le g is la c ió n n o d e b e h a c e r lo , la é tic a p r iv a d a s í
in te r fie r e , o al m e n o s d e b e h a c e r lo , d ic h o s c a s o s s e r v ir á n p a r a se ñ a la r lo s
lím it e s e n t r e la s d o s a rte s o ra m a s d e la c ie n c ia . E s t o s c a s o s , s e g ú n p u e d e r e ­
c o r d a r s e , s o n d e c u a tr o cla ses:
1. C u a n d o e l c a s tig o c a r e c e r ía d e f u n d a m e n t o .
2 . C u a n d o se r ía in e f ic a z .
3. C u a n d o n o se r ía p r o v e c h o s o .
4 . C u a n d o se ría in n e c e s a r io .
R e p a s e m o s t o d o s e s t o s c a s o s, y v e a m o s si e n a lg u n o d e e l lo s h a y o c a s ió n
p a r a la in te r f e r e n c ia d e la é tic a p r iv a d a , al m is m o t ie m p o q u e n o h a y n in g u ­
n a p a r a la in te r fe r e n c ia d ir e c ta d e la le g is la c ió n .
X . 1. P r im e r o , e n t o n c e s , c o n s id e r e m o s lo s c a s o s e n q u e e l c a s tig o se r ía
infundado, E n e s t o s c a s o s es e v id e n t e q u e la in te r fe r e n c ia r e str ic tiv a d e la
é tic a s e r ía ig u a lm e n te in fu n d a d a . E s p o r q u e , e n g e n e r a l, n o h a y n in g ú n m a l
e n e l a c t o , q u e la le g is la c ió n n o d e b e r ía p r e t e n d e r im p e d ir lo . P o r la m is m a
r a z ó n , t a m p o c o d e b e r ía h a c e r lo la é tic a p r iv a d a .
X I . 2 . C o n s i d e r e m o s lo s c a s o s e n q u e el c a s tig o se r ía in e fic a z . E s to s ,
s e g ú n p o d e m o s o b se r v a r , p u e d e n d iv id ir s e e n d o s g r u p o s o c la se s. L o s p r i­
m e r o s n o d e p e n d e n e n a b s o lu t o d e la n a tu r a le z a d e l a cto ; s ó l o s e r e fie r e n a
u n d e f e c t o e n el m o m e n t o e le g id o p a r a e l c a s tig o . E l c a s tig o e n c u e s tió n n o
e s m á s q u e , s e g ú n t o d a s la s a p a r ie n c ia s, d e b e r ía h a b e r s id o a p lic a d o al a c to
e n c u e s t ió n . N o o b s ta n te , d e b e r ía h a b e r s id o a p lic a d o e n o t r o m o m e n t o ; o
se a , n o h a s ta d e s p u é s d e q u e e l a c to h u b ie r a s id o c o r r e c t a m e n t e d e n u n c ia d o .
E s t o s s o n l o s c a s o s d e le y e s ex post facto; d e u n a s e n t e n c ia j u d ic ia l fu e r a d e
la le y , y d e u n a l e y n o s u fic ie n t e m e n t e p r o m u lg a d a . L o s a c t o s a q u í e n c u e s ­
t ió n p o d r ía n , p o r ta n t o , s e g ú n to d a s las a p a r ie n c ia s, c a e r e n la s e c c ió n d e la
le g is la c ió n c o e r c itiv a ; p o r s u p u e s t o , t a m b ié n e n la d e la é tic a p riv a d a . E n
c u a n t o al o t r o c o n j u n t o d e a c to s , e n lo s q u e e l c a s tig o se r ía in e f ic a z , t a m p o ­
c o d e p e n d e d e la n a tu r a le z a d e é s to s , es d ecir, d e la c la s e d e a c to ; s ó lo d e p e n ­
d e d e a lg u n a s circunstancias ex tr a ñ a s, d e la s c u a le s u n a c t o d e c u a lq u ie r c la s e
p u e d e e s ta r a c o m p a ñ a d o . É sta s, s in e m b a r g o , s o n d e ta l n a tu r a le z a q u e n o
s ó l o e x c lu y e n la a p lic a c ió n d e u n c a s tig o le g a l, s in o q u e e n g e n e r a l d e ja n
p o c o m a r g e n p a ra la in flu e n c ia d e la é tic a p r iv a d a . E x is t e n c a s o s e n q u e la

332 Véase el cap. XIII [Casos no susceptibles].


L o s PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 295

v o lu n t a d n o p o d r ía se r d is u a d id a d e r e a liz a r a lg ú n a c t o , a u n p o r la fu e r z a
e x tr a o r d in a r ia d e u n c a s tig o a r tific ia l, c o m o e n l o s c a s o s d e in fa n te s m u y
p e q u e ñ o s , in s a n ia y e b r ie d a d to ta l. P o r s u p u e s t o , n o p o d r ía p o r la fu e r z a
d é b il y p r e c a r ia a p lic a d a p o r la é tic a p r iv a d a . E n e s t e s e n t id o , e l c a s o es el
m is m o b a jo c ir c u n s ta n c ia s r í o in te n c io n a le s r e s p e c t o d e í a c o n t e c im ie n t o d e
la a c c ió n , la in c o n s c ie n c ia r e s p e c to d e la s c ir c u n s ta n c ia s , y fa lsa s u p o s ic ió n
r e s p e c t o d e c ir c u n s ta n c ia s q u e n o h a n e x is t id o , a s í c o m o t a m b ié n c u a n d o la
fu e r z a , a u n d e u n c a s tig o e x tr a o r d in a r io , s e h a c e in o p e r a n t e p o r la f u e r z a
s u p e r io r d e u n p e lig r o f ís ic o o a m e n a z a d e d a ñ o . E s e v id e n t e q u e e n e s to s
c a s o s, si e l tr o n a r d e la le y r e su lta im p o t e n t e , lo s m u r m u llo s d e la s im p le
m o r a lid a d p u e d e n te n e r s ó lo m u y p o c a in flu e n c ia .
X II. 3. N o s r e fe r ir e m o s a h o r a a lo s c a s o s e n q u e e l c a s tig o se ría impro
ductivo. E s t o s s o n l o s c a s o s q u e c o n s t it u y e n el g r a n c a m p o p a r a la in te r fe ­
r e n c ia e x c lu s iv a d e la é tic a p r iv a d a . C u a n d o u n c a s t ig o e s im p r o d u c t iv o , o en
o tra s p a la b r a s, d e m a s ia d o c a r o , es p o r q u e el m a l d e l c a s tig o e x c e d e al d e la
o fe n s a . A h o r a b ie n , e l m a l d e l c a s tig o , s e g ú n r e c o r d a r e m o s 333, s e d is t in g u e en
c u a tr o ram as:
1. E l m a l d e la c o e r c ió n , i n c lu y e n d o c o n s t r ic c i ó n o r e s t r ic c ió n , s e g ú n
e l a c t o o r d e n a d o s e a d e c la s e p o s it iv a o n e g a t iv a .
2. E l m a l d e la a p r e n s ió n .
3. E l m a l d e l s u fr im ie n to .
4 . L o s m a le s d e r iv a d o s , q u e r e c a e n s o b r e p e r s o n a s relacionadas c o n
a q u e lla s q u e p a d e c e n lo s tr e s m a le s o r ig in a le s a rr ib a m e n c io n a d o s .
A h o r a b ie n , c o n r e s p e c to a d ic h o s m a le s o r ig in a le s , lo s q u e e s tá n e x ­
p u e s t o s a e l lo s p u e d e n s e r d o s c o n j u n t o s m u y d ife r e n t e s d e p e r s o n a s . E n
p r im e r lu g a r, la s p e r s o n a s q u e h a n c o m e t id o r e a lm e n te , o h a n s id o in d u c i­
d as a c o m e te r , l o s a c t o s q u e e f e c t iv a m e n t e d e b e n s e r p r o h ib i d o s . E n s e g u n ­
d o lu gar, la s p e r s o n a s q u e h a n r e a liz a d o , o h a n s i d o in d u c id a s a realizar,
o t r o s a c t o s ta le s q u e p u e d e n t e m e r e s ta r im p lic a d a s e n e l c a s tig o c o n c e b i d o
s ó lo p a r a la s p r im e r a s . P e r o d e e s t o s d o s c o n j u n t o s d e a c to s , s ó lo lo s p r i­
m e r o s s o n p e r n ic io s o s ' p o r ta n t o , s ó l o d e e llo s p u e d e s e r tarea d e la é tic a
p r iv a d a e s f o r z a r s e p o r evitar. L o s s e g u n d o s , s i e n d o s u p u e s t a m e n t e n o p e r ­
n ic io s o s , n o p u e d e s e r a s u n to d e la é tic a n i d e la le g is la c ió n e s fo r z a r s e p o r
e v ita r lo s . Q u e d a p o r m o s tr a r c ó m o p u e d e s u c e d e r q u e h a y a a c to s r e a lm e n ­
te p e r n ic io s o s q u e , a u n q u e p u e d e n a p r o p ia d a m e n t e c a e r b a jo la c e n s u r a d e

Véase el cap. XIII [Casos no susceptibles], § IV.


2 9 6 / JE R E M Y B E N T H A M

la ética privada, n o pueden, sin embargo, ser objetos que deba controlar el
legislador.
XIII. El castigo, entonces, en cuanto se aplica a la delincuencia, puede ser
infructuoso de d o s maneras, o al m enos de una de ellas:
1. Por el gasto que implicaría, aun suponiendo que su aplicación se lim i­
tara exclusivam ente a la delincuencia.
2. Por el p eligro que puede haber de que implique a inocentes en el des­
tino concebido s ó lo para los culpables.
En primer lugar, entonces, siempre que el costo del castigo, en cuanto
aplicado a los culpables, superara el beneficio obtenido de él. Estos casos,
evidentemente, d ep en den de cierta proporción entre el castigo y el daño de
la ofensa. A hora bien, cuando la ofensa es de tal naturaleza que un castigo
que, respecto de su m agnitud, excede apenas el beneficio que brinda, fuera
suficiente para evitarla, sería tal vez bastante difícil encontrar un caso en el
que tal castigo pareciera infructuoso. Pero el hecho es que hay m uchos casos
en que el castigo, a fin de tener alguna posibilidad de ser eficaz, debe, en
cuanto a su m agnitud, ser elevado m uy por encima de ese nivel. Tal es el caso
cuando el riesgo d e ser detectado es, o lo que es lo m ism o, parecería ser, tan
pequeño, que hiciera que el castigo pareciera altamente incierto. En este caso
es necesario, co m o se ha m ostrado334, si el castigo se aplica en absoluto, au­
mentar sü m agnitud tanto com o le falta para alcanzar certeza. Es evidente,
sin embargo, que esto no puede ser sino una conjetura, y que el efecto de
dicha proporción resultará precario por diversas circunstancias: por la falta
de prom ulgación suficiente de la ley333; p or las circunstancias de la tenta­
ción33336, y por las circunstancias que influyen sobre la sensibilidad de los
diversos individuos que están expuestos a ella337. Si los m otivos de seducción
son fuertes, la ofensa, en to d o caso, será com etida con frecuencia. D e vez en
cuando, por cierto, d ebido a una coincidencia de circunstancias más o m enos
extraordinaria, será detectada, y por ese m edio castigada. Pero con el p ro­
p ósito de ejemplaridad, que es el principal, un acto de castigo considerado
en sí mism o, no sirve para nada. La utilidad que puede tener depende total­
mente de las expectativas que suscita de un castigo similar, en casos futuros
de delincuencia sim ilares. Pero evidentem ente, este futuro castigo siempre

334 Véase el cap. XIV [Proporción], XVlll. Regla 7.


-335 Véase el cap. XIII [Casos no susceptibles], § III. Apéndice tit. [Promulgación],
336 Véase el cap. XI [Disposición], xxxv. etcétera.
337 Véase el cap. VI [Sensibilidad].
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 2 9 7

depende de que sea detectado. Si, entonces, la falta de detección es tal com o
debe en general (especialmente ante ojos fascinados por la fuerza de los m oti­
vos seductores) parecer demasiado improbable com o para contar con ella, el
castigo, aun cuando fuera infligido, puede resultar inútil. Aquí, pues, tendre­
mos dos males opuestos presentándose al m ism o tiempo, sin que ninguno de
ellos reduzca el quantum del otro: el mal de la enfermedad y el del d oloro­
so e ineficaz remedio. Parece ser en parte debido a tales consideraciones que
la fornicación, por ejemplo, o el com ercio ilícito entre los sexos, com ún­
mente no ha sido castigado, o castigado en un grado inferior al que, p or otras
causas, los legisladores podrían haber estado dispuestos a castigarlo.
XIV. En segundo lugar, nos referiremos a los casos en que el castigo p olí­
tico, en tanto aplicado a la delincuencia, puede ser infructuoso, en virtud del
peligro que puede haber de que implique a los inocentes en el destino con­
cebido sólo para los culpables. ¿De dónde puede surgir este peligro? D e la
dificultad que puede haber en determinar la idea de la acción culpable, es
decir, en som eterla a una definición que sea lo bastante clara y precisa com o
para proteger eficientemente contra una mala aplicación. Esta dificultad
puede surgir de una de dos fuentes: U na permanente, o sea la naturaleza de
las acciones mismas; otra ocasional, es decir, las cualidades de los hombres
que pueden tener que ocuparse de esas acciones por vía gubernamental. En
la medida en que surge de la segunda de estas fuentes, puede depender en
parte del uso que el legisladorpuede hacer del lenguaje; en parte del uso que,
según la aprehensión del legislador, el ju e z puede estar dispuesto a hacer de
él. En cuanto corresponde a la legislación, dependerá del grado de perfección
que el arte del lenguaje puede haber alcanzado, en primer lugar, en la nación
en general; en segundo lugar, por el legislador en particular. A l parecer es a
un sentido de esta: dificultad, que podríam os atribuir la cautela con que la
m ayor parte de los legisladores se han abstenido de someter a censura, por
parte de la ley, de acciones tales com o las que caen bajo el nom bre de grose­
ría, p or ejem plo, de traición, o de ingratitud. El intento de poner actos de
una naturaleza tan vaga y cuestionable bajo el control de la ley, se debe, o
bien a la gran inmadurez de la época, en que las dificultades que dan origen
a ese peligro n o son discernidas, o una época m u y ilustrada, en la que son
superadas338.

3:58 E n ciertos países, en los cuales la voz del pueblo tiene un control más especial sobre
la acción del legislador, nada puede exceder el temor que experimentan al ver que se toma una
medida efectiva contra las ofensas que entran en 3a categoría de difamación, especialmente la
2 9 8 / JEREMY B E N T H A M

X V C on el fin de alcanzar una idea más clara de los límites entre el arte
de la legislación y la ética privada, puede ser el m om ento de recordar las dis­
tinciones efectuadas más arriba respecto de la ética en general El grado en
que la ética privada necesita del auxilio de la legislación, es diferente en las
tres ramas del deber anteriormente distinguidas. D e las regías del deber
moral, aquellas que parecen necesitar m enos de la ayuda de la legislación,
son las reglas de prudencia. Sólo puede ser a consecuencia de algún defecto
del entendimiento, si un hom bre falla alguna vez respecto del deber para
consigo mismo. Si actúa mal, no hay nada a lo que pueda deberse, excepto a
una inadvertencia™ o a una suposición falsa™ respecto de las circunstancias
de las que depende su felicidad. Es una cuestión constante de queja, que un
hom bre sabe demasiado p o co sobre sí m ism o. SÍ admitimos que esto es así,
¿es tan seguro que el legislador deba saber más*394041? Es obvio que el legislador
no puede saber nada acerca de individuos, por tanto, respecto de aquellos
aspectos de su conducta que dependen de las circunstancias particulares de
cada individuo. Es evidente, por tanto, que no puede determinar nada ven­
tajosamente. En consecuencia, sólo puede tener alguna pretensión de inter­
ferir respecto de las líneas generales de conducta en que todas las personas
(o una m u y amplia y permanente caracterización de las ellas) pueden estar
por incurrir, y aun así, lo apropiado de su interferencia estará, en la mayoría
de los casos, abierto a discusión. D e todos m odos, nunca debe esperar una
conform idad perfecta p or la mera fuerza de la sanción de la que él m ism o es
autor. Todo lo que puede esperar hacer, es aumentar la eficacia de la ética pri­
vada, imprimiendo fuerza y dirección a la influencia de la sanción moral.
¿C on qué posibilidades de éxito, por ejemplo, un legislador podría intentar
extirpar la ebriedad y la fornicación a fuerza de castigos legales? N i todas las

rama de ella que puede ser llamada política. Este tem or parece depender, en parte, de la apre­
hensión que pueden considerar prudente abrigar respecto de la habilidad o integridad del
legislador, en parte de una aprehensión similar respecto de la integridad del juez.
339 Véase el cap. IX [Conciencia],
340 Véase el cap. xvi [División], LII.
3 En ocasiones como ésta, el legislador nunca debería perder de vista ia conocida his­
toria del oculista y el bebedor. U n campesino, que se había dañado los ojos por el exceso de
bebida, visitó a un famoso oculista para pedirle consejo. Lo encontró sentado a la mesa, con
un vaso de vino delante de él. “U sted debe dejar la bebida”, dijo el oculista. “¿Cómo dijo?”,
dice el campesino, “Usted no lo ha hecho, y me parece que sus propios ojos no están muy
bien”. “Eso es verdad”, replicó el oculista, “pero debe saber que me gusta más la botella que
mis ojos”.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 2 9 9

torturas que su ingenio pudiera inventar lo lograrían; y antes de que hubie ■


ra h ed ió algún progreso digno de ser considerado, tal acumulación de males
sería producida por el castigo, que excedería m il veces el m ayor perjuicio
posible causado por la ofensa. La gran dificultad residiría en conseguir prue­
bas; un fin que no podría alcanzarse sin difundir consternación en todas las
familias342, destruyendo los vínculos de simpatía343 y anulando la influencia
de los vínculos sociales. Todo lo que puede hacer, entonces, contra ofensas
de esta naturaleza, con alguna perspectiva de éxito, por vía de la legislación
directa, es someterlos, en caso de que fueran casos notorios, a una leve cen­
sura, de m odo de proyectar sobre ellos una ligera sombra de desprestigio
artificial.
.. XVI. Puede observarse que, respecto de esta rama del deber, los legisla­
dores han estado, en general, dispuestos a llevar su interferencia hasta donde
sea necesario. La gran dificultad en esto, es persuadirlos de que se manten­
gan dentro de ciertos límites. M iles de pequeñas pasiones y prejuicios los
han conducido a disminuir la libertad del sujeto en este orden, en casos en
que el castigo no produce ningún beneficio en absoluto, o ninguno que
com pense el costo.
XVII. El perjuicio de esta clase de interferencia es más particularmente
conspicuo respecto de la religión. El razonam iento, en este caso, es del si­
guiente tipo; H ay ciertos errores en cuestión de creencias a los que toda la
humanidad es propensa; y esos errores de juicio determinan a un Ser de infi­
nita benevolencia a castigarlos con una infinidad de tormentos. Pero de estos
errores, el legislador está necesariamente libre; porque los hombres a quie­
nes tiene la oportunidad de consultar, siendo perfectamente ilustrados, sin
ataduras y libres de prejuicios, tienen tales ventajas sobre el resto del m undo,
que cuando se sientan a investigar la verdad relativa a cuestiones tan simples
y familiares, no pueden dejar de encontrarla. Siendo éste el caso, cuando el
soberano ve a su pueblo listo para zambullirse de cabeza en un abismo de
fuego, ¿no les tenderá acaso una mano para salvarlos? Tal parece haber sido,
p o r ejemplo, el curso del razonamiento y tales los m otivos, que condujeron
a Luis X IV a tomar las medidas coercitivas que adoptó para la conversión de
los herejes y la confirmación de los fieles creyentes. El fundamento; pura
simpatía y amorosa bondad; la superestructura: todas las miserias que la más

342 Mal de la aprensión: Tercera rama de los males de un castigo. Cap. XIII, § IV.
343 Males derivados: cuarta rama del mal de un castigo. Ibidem.
3 0 0 / JE R E M Y B E N T H A M

decidida malevolencia podría haber inventado344. Pero esto lo desarrollare­


m os más plenam ente en otro lugar345.
XVIII. Las reglas de -probidad son aquellas que, en cuanto a convenien­
cia, necesitan más auxilio por parte del legislador y cuya interferencia, de
hecho, ha sido más extendida. H a y p ocos casos en qu esería conveniente cas­
tigar a un hombre p or lastimarse a sí m ismo\ pero hay algunos p ocos casos,
si los hay, en que no sería conveniente castigar a un hom bre p o r dañar a su
vecino. Respecto de esa rama de la probidad que se op one a las ofensas co n ­
tra la propiedad, la ética privada depende de cierta manera, para su existen­
cia misma, de la legislación. La legislación debe determinar, en primer lugar,
qué cosas deben ser consideradas com o la propiedad de cada hom bre, antes
de que las reglas generales de la ética, sobre este punto, puedan tener ningu­
na aplicación particular. El caso es el m ism o respecto de las ofensas contra el
Estado. Sin legislación no existiría ninguna cosa com o un Estado; ningún
conjunto de personas particulares investidas de poderes para ser ejercicios en
beneficio del resto. Es evidente, por tanto, que en esta rama n o puede pres-
cindirse de la interferencia del legislador. D ebem os primero saber cuáles son
los dictados de la legislación, antes de que podam os saber cuáles son los dic­
tados de la ética privada346.

N o quiero decir que otros motivos de una naturaleza m enos social no podrían
haberse introducido en el avance de la empresa. Pero respecto de su posibilidad, el m o ti­
vo arriba mencionado, cuando se da acompañado de una tal suerte de razonam iento, es
suficiente, sin ninguna otra cosa, para explicar todos los efectos a que hem os aludido, SÍ
otros interfieren, su interferencia, p o r m uy natural que sea, puede ser considerada com o
una circunstancia accidental y no esencial, no necesaria para la producción del efecto. La
simpatía, un interés p o r el peligro al que parecen estar expuestos, da origen al deseo de
liberarlos de él. Ese deseo tom a la forma de un mandato; este m andato p ro d u ce desobe­
diencia; la desobediencia, de una de las partes, produce decepción en la otra; el dolor de la
decepción produce mala voluntad hacia sus autores. Los afectos a m enudo harán este iti­
nerario en menos tiem po del que lleva describirlo. El sentimiento de orgullo herido y
otras modificaciones del deseo de reputación y la ambición de poder, añaden leña al fuego..
Una especie de venganza exaspera la severidad de la política coercitiva.
345 Véase B. I. tit. [Ofensas contra sí mismo].
346 p cro supongamos que los dictados de la legislación no son lo que deberían ser.
¿Cuáles son entonces o (lo que aquí equivale a lo mismo) cuáles deberían ser los dictados
de la ética privada? ¿Coinciden con los dictados de la legislación o se oponen a ellos, o
permanecen neutrales? E sta es una pregunta m uy interesante, pero que no corresponde al
presente tema. C orresponde exclusivamente al de la ética privada. Los principios que p u e­
den conducir a su solución se encuentran en A Vragment on Government, Londres, 1776,
p. 150, y p. 114 en la edición de 1823.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 3 0 1

X IX . En cuanto a las reglas de beneficencia, en cuanto concierne a cues­


tiones de detalle, deben ser abandonadas en gran medida a la jurisdicción de
la ética privada. E n m uchos casos, la cualidad benéfica del acto, depende
esencialmente de la disposición del agente; es decir, de los m otivos p or los
cuales parece haber sido inducido a realizarlo; por su pertenencia a la cate­
goría de simpatía, gusto por la amistad o amor a la reputación; y n o a nin­
guna categoría de los m otivos contra sí mismo, puestos en juego por la fuer­
za de la constricción política; en una palabra, por ser tales que hacen que su
conducta se denom ine libre y volu n taria, según uno de los m uchos sentidos
dados a esas ambiguas expresiones347. Los límites de este tipo de ley parecen,
sin em bargo, susceptibles de ser extendidos m ucho más allá de lo que pare­
cen haberlo sido hasta ahora. E n particular, en los casos en que una persona
está en peligro ¿por qué no habría de ser deber del hom bre salvar a otro del
perjuicio, cuando puede hacerlo sin perjudicarse a sí misino, así com o de
abstenerse de hacerlo recaer sobre él? Esta, por consiguiente, es la idea per­
seguida en el cuerpo del trabajo343.
XX. Para concluir esta sección, recapacitemos y establezcamos apropia­
damente la diferencia entre la ética privada, considerada com o un arte o una
ciencia, p or una parte, y aquella rama de la jurisprudencia que contiene el
arte o la ciencia de la legislación, p or otra. La ética privada nos enseña cóm o
cada hom bre puede disponerse a seguir el curso que mejor lo conduzca a su
felicidad, por m edio de los m otivos que por sí m ism os se ofrecen. El arte de
la legislación (que puede ser considerado com o una rama de la ciencia de la
jurisprudencia) enseña cóm o una m ultitud de hombres, que com ponen una
com unidad, puede estar dispuesta a seguir aquel curso que, en general, es el
más conducente a la felicidad de toda la com unidad, por m edio de m otivos
a ser aplicados por el legislador.

347 Si podem os creerle a Voltaire, hubo un tiempo en que las damas francesas que pen­
saban que sus maridos las descuidaban, usaban la petición pour etre embesoignées, la palabra
técnica que, según dice, era apropiada para esc fin. Esta clase de procedimientos legales no
parecen m uy bien calculados para cumplir el fin; en consecuencia no oímos hablar de ellos
hoy en día. Las damas francesas de la actualidad parecen no tener semejantes dificultades.
Supongamos que el peinado de una mujer se prende fuego. El agua está a la mano.
U n hombre, en lugar de ayudar a apagar el fuego, lo contempla y se ríe. U n hombre ebrio, al
caer de cabeza en un charco, está en peligro de ahogarse, y levantar su cabeza un poco por un
costado lo salvaría. O tro hombre lo ve y lo deja yacer. U na cantidad de pólvora está despa­
rramada en una habitación. U n hombre está entrando en ella con una vela en la mano. O tro,
sabiendo lo que sucede, lo deja entrar sin advertirle. ¿Quién pensará, en cualquiera de estos
casos, que el castigo estaría mal aplicado? ,
302 / J e r e m y B entham

Llegamos ahora a la determinación de los límites entre la jurisprudencia


penal y civil. Para este propósito puede ser útil ofrecer un esquema, claro
pero somero, de las diferentes ramas en las que la jurisprudencia, considera­
da en su máxima extensión, acostumbra a dividirse.

§ 2. R am as de la jurisprudencia

X X I. La jurisprudencia es una entidad ficticia; y n o puede encontrarse


ningún sentido para dicha palabra, excepto acompañándola de algún voca­
blo que signifique una entidad real. Para saber qué significa jurisprudencia,
debem os saber, por ejemplo, qué significa u n libro de jurisprudencia. U n
libro de jurisprudencia puede tener sólo uno u otro de dos objetivos:
1, Afirmar qué es la ley™.
2. Afirmar qué debería ser.
En el primer caso puede ser llamado un libro expositivo de jurispruden­
cia; en el segundo, un libro crítico de jurisprudencia; o, en otras palabras, un
libro sobre el arte de la legislación.
X X II. U n libro expositivo de jurisprudencia es, o bien au torizado o no
autorizado. Se dice que es autorizado, cuando está com puesto por quien, al
representar el estado del derecho com o siendo de tal o cual forma, causa que
así sea; es decir, está escrito por el propio legislador; no autorizado, cuando
está escrito por cualquier otra persona en general.
X X III. Ahora bien, el derecho, o la ley, si se lo tom a de manera indefi­
nida, es un término abstracto o colectivo que, cuando significa algo, no
puede significar nada más y nada m enos que la suma total de leyes indivi­
duales tomadas en conjunto350. Se sigue que, de cualesquiera otras modifica­
ciones que sea susceptible un libro de jurisprudencia, deben ser tomadas de

349 La palabra law misma, que tanto necesita de una definición, debe esperar por el
momento (véase § 3) pues no puede hacerse todo al mismo tiempo. Entretanto, todos los lec­
tores la entenderán de acuerdo a la idea que están acostumbrados a asociar a ella.
E n la mayor parte de las lenguas europeas existen dos palabras diferentes para dis­
tinguir el sentido abstracto del concreto de la palabra law, palabras tan alejadas una de otra,
que ni siquiera tienen afinidad etimológica. E n latín, por ejemplo, existe lex para el sentido
concreto y jas para el abstracto; en italiano, legge y dvritto; en francés loi y droit; en español,
ley y derecho; en alemán Gesetz y Recht. El inglés no goza en la actualidad de esa ventaja.
E n anglosajón, además de lage y varias otras palabras para el sentido concreto, existía la
palabra right, derivada del alemán recht para el sentido abstracto, como puede verse en el
compuesto fole-right [derecho del pueblo] y en otros casos. Pero, dado que la palabra right
perdió hace mucho este sentido, el inglés moderno ya no posee esta ventaja.
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 303

alguna circunstancia, de la cual tales leyes individuales, o los conjuntos en


que pueden ser reunidas, son susceptibles. Las circunstancias que han dado
origen a las ramas principales de la jurisprudencia de las que solemos oír
hablar, parecen ser las siguientes:
1. El alcance de las leyes en cuestión en cuanto a dominio.
2. La cualidad política de las personas cuya conducta regulan.
3. El tiem po de su vigencia.
4. La forma en que se las expresa.
5. La relación que tienen con el tema del castigo.
XXIV. E n primer lugar, en cuanto al alcance, lo que se expone respecto
de las leyes en cuestión puede referirse, o bien a las leyes de tal o cual nación
en particular, o bien a las leyes de todas las naciones, cualesquiera que ellas
sean. E n el prim er caso, puede decirse que el libro se relaciona con la juris­
prudencia local, en el otro con la universal. Ahora bien, de la infinita varie­
dad de naciones que hay sobre la Tierra, no hay dos que concuerden exac­
tamente en sus leyes; por cierto no en su totalidad; quizá ni siquiera en un
artículo singular. Y si h o y concuerdan, discreparán mañana. Esto es bas­
tante evidente respecto de la sustancia de las leyes, y sería aún más extraor­
dinario si concordaran en cuanto a la form a; es decir, si fueran concebidas
precisamente con las mismas palabras. Lo que es más, com o las lenguas de
las naciones son p or lo com ún diferentes, así com o sus leyes, es raro que,
estrictamente hablando, tengan una sola palabra en común. N o obstante,
entre las palabras que son apropiadas para el tema del derecho, hay algunas
que, en todas las lenguas, son bastante exactamente correspondientes unas a
otras; lo que equivale casi a si fueran las mismas. D e este tipo, por ejemplo,
son las que corresponden a las palabras poder, derecho, obligación, libertad,
y muchas otras.
Se sigue de esto, que si hay libros que pueden, hablando con propiedad,
ser llamados libros de jurisprudencia universal, debe buscárselos dentro de
límites m uy estrechos. Entre los que son expositivos, no puede haber nin­
guno que sea autorizado, ni siquiera, en cuanto se refiere a la sustancia de
las leyes, ninguno que sea no autorizado. Para ser susceptible de aplicación
universal, todo lo que puede tratar un libro de tipo expositivo, es la signifi­
cación de las palabras; para ser estrictamente universal, debe limitarse a la
terminología. Según esto, las definiciones que hem os tenido ocasión de
intercalar aquí y allá en el curso del presente trabajo, y particularmente la
definición de la palabra la w , pueden considerarse com o temas correspon­
dientes a la categoría de jurisprudencia universal. Hasta aquí hemos emplea-
304 / J e r e m y B en th am

do un lenguaje estricto. A unque en materia de uso, cuando un hombre, al


estipular lo que entiende por derecho, extiende sus puntos de vista a algunas
naciones con las que la suya está más conectada, es bastante com ún consi­
derar lo que escribe com o relacionado con la jurisprudencia universal.
Es en el aspecto crítico donde hay más cabida para las disquisiciones que
se aplican igualm ente a las circunstancias de todas las naciones; y en esta
línea, lo que concierne a la sustancia de las leyes en cuestión es tan suscepti­
ble de aplicación universal com o las palabras. Q u e las leyes de todas las
naciones, o aun las de dos de ellas, coincidieran en todos sus aspectos, sería
tan inelegible co m o im posible. N o obstante, parece haber algunos puntos
principales, respecto de los cuales las leyes de todas las naciones civilizadas
podrían, sin inconvenientes, ser las mismas. Señalar algunos de estos puntos
será la tarea del cuerpo de este trabajo.
XXV. En segundo lugar, nos ocuparemos de la cualidad política de las
personas cuya conducta es objeto del derecho. Estas pueden, en cualquier
ocasión dada, ser consideradas, o bien com o miem bros del m ism o Estado, o
bien de diferentes Estados. En el primer caso, el derecho puede ser incluido
en la categoría de jurisprudencia interna; en el segundo, de la jurisprudencia
internacional™.
A hora bien, cualesquiera transacciones que pueden tener lugar entre
individuos que son súbditos de distintos Estados, están reguladas por leyes
internas y acordadas por tribunales internos, sea de u n o u otro de esos dos
Estados. El caso es el m ism o cuando el soberano de uno de ellos realiza cual­
quier transacción inmediata con un miembro privado del otro, reduciéndo­
se el soberano, p r o re n ata, a la condición de persona privada, toda vez que
som ete su caso a uno de los dos tribunales, ya sea reclamando u n beneficio,
o defendiéndose contra un cargo. Restan entonces las transacciones mutuas
entre soberanos com o tales, com o objeto de esa rama de la jurisprudencia
que puede ser propia y exclusivamente llamada internacional351352.

351 D ebe reconocerse que k palabra internacional es un neologismo, aunque, esperamos,


suficientemente análogo e inteligible. Está calculado para expresar, de una manera más signi­
ficativa, la rama del derecho que cae usualmente bajo la denominación de derecho de las
naciones, un apelativo tan característico, que, si no fuera por la fuerza de la costumbre, pare­
cería más bien referirse a la jurisprudencia interna. El canciller D ’Aguesseau ya ha hecho,
según veo, un comentario similar. Dice que lo que se llama comúnmente droit des gens, debe-
:ía más bien llamarse droit entre les gens. [XEuvres, t. II, edit. 1773].
E n tiempos de Jacob o I de Inglaterra y Felipe III de España, ciertos mercaderes de
^ondres tenían incidentalmente una demanda contra Felipe, cuyo embajador, Gondemar, no
LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL Y LA LEGISLACIÓN / 3 0 5

C on qué grado de corrección las reglas de conducta para las personas de


este tipo pueden ser llamadas leyes, es una cuestión que debe esperar hasta
que la naturaleza de la cosa llamada ley pueda ser más particularmente de­
sarrollada.
Es bastante evidente que la jurisprudencia internacional puede, tanto
com o la interna, ser crítica, así com o expositiva, no autorizada, así com o au­
torizada.
X X V I. La jurisprudencia interna, a su vez, puede concernir indiscrimi­
nadamente a tod os los miembros de un Estado, o a aquellos que sólo están
conectados con él por residencia, o de otro m od o, co n un distrito particular.
En consecuencia, la jurisprudencia se divide a veces en nacional y provin cial
Pero com o el adjetivo provincial es difícilm ente aplicable a distritos tan p e­
queños com o suelen ser muchos de los que tienen leyes propias, tales com o
pueblos, parroquias y feudos, el término local (cuando la jurisprudencia uni­
versal está obviam ente fuera de cuestión) o particular? aunque este último no
es m u y característico, podrían uno u otro resultar más convenientes353.
X X V II. En tercer lugar, nos referiremos al tiem po. E n una obra de tipo
expositivo, las leyes en cuestión pueden ser aquellas que, o bien tienen
vigencia aun cuando se está escribiendo el libro, o han perdido su vigencia.
En este últim o caso, su tema podría llamarse antiguo; en el primero, juris­
prudencia actual o v iv a , o sea, cuando el sustantivo jurisprudencia y no otro
debe de todos m od os ser usado, y acompañado de un adjetivo en ambos
casos. Pero la verdad es que un libro de la primera clase es más bien un libro

consideraba conveniente satisfacer. Solicitaron, consejo a Sellen, quien íes recomendó deman­
dar al monarca español en la C orte del Rey [Klmg’s Benchj y considerarlo como un forajido.
Lo hicieron, y en consecuencia se ordenó a los representantes de Londres, en la forma usual,
arrestar al acusado Felipe cuando se lo encontrase dentro de su jurisdicción. En cuanto a los
representantes, podem os creer que Felipe no les tenía gran temor; pero, lo que respondía al
mismo propósito, tenía por su parte acusaciones contra algunos otros mercaderes, a los cua­
les no les podía iniciar proceso mientras la demanda contra él se mantuviese en pie. Gon-
demar pagó el dinero. [Conversación de Sobremesa de Seíden, tk. Derecho]. Esto era asunto
de jurisprudencia interna. Si la disputa hubiese sido entre Felipe y el propio Jacobo, habría
sido internacional.
En cuanto a la palabra internacional a partir de este trabajo o del primero de los traba­
jos editados en francés p or D um ont, se ha arraigado en la lengua. Consultar reseñas y perió­
dicos.
353 El término municipal parecía responder m uy bien a este propósito, hasta que fue
adoptado por un autor inglés m uy eminente para significar el derecho interno en general, en
contraposición a derecho internacional, y la imaginaria ley de naturaleza. Podría aún ser
usado sin escrúpulos en este sentido, en cualquier otra lengua.
3 0 6 / JE R E M Y B E N T H A M

de historia que de jurisprudencia; y si la palabra jurisprudencia expresa ade­


cuadamente el tema, es sólo con el acom pañam iento de algunas palabras
co m o historia o antigüedades. Si com o las leyes que están en todas partes
en cuestión, si nada parece contrariarlas, se supone que son aquellas que
están en vigencia, no se agrega com únm ente ningún adjetivo, com o actua­
les o viva s.
Si las circunstancias de un libro son que las leyes que constituyen su
tema, aunque estaban en vigencia cuando aquél fue escrito, ya no lo están
más, dicho libro no es ni un libro sobre la jurisprudencia viva, ni sobre la h is­
toria de la jurisprudencia; ya no es del primer tipo y nunca lo fue del segun­
do. Es evidente que, debido a los cam bios que deben tener lugar de tiem po
en tiem po, en m ayor o menor medida, en todo cuerpo de leyes, tod o libro
de jurisprudencia de naturaleza expositiva debe, en el curso de los años, lle­
gar a participar más o m enos de esta condición.
El objeto más com ún y útil de una historia de la jurisprudencia es m o s­
trar las circunstancias que han acom pañado el establecimiento de leyes que
están actualmente en vigor. Pero la exposición de leyes muertas, que han
sido reemplazadas, está inseparablemente entretejida con la de las leyes vivas
que las han sustituido. La gran utilidad de estas dos ramas de la ciencia es
proporcionar ejemplos para el arte de la legislación354.
X X V IIL En cuarto lugar, en lo que concierne a la expresión, las leyes en
cuestión pueden subsistir, o bien en la forma de un estatuto, o en la del dere­
ch o consuetudinario.
En cuanto a la diferencia entre estas dos ramas (que sólo concierne al ele­
m ento de forma o expresión) no puede hacerse notar apropiadamente, hasta
haber hecho algún progreso en la definición de una ley.
X X IX . Por último, la distinción más intrincada de todas, y la que se hace
presente más a menudo, es la que se hace entre la rama civil de la jurispru-

-5+¿De qué tipo son las obras de Grocio, Puffendorf y Burlainaqui? ¿Son políticas o éti­
cas, históricas o jurídicas, expositivas o críticas? A veces una cosa, a veces otra. Parecen no
haber zanjado la cuestión consigo mismos. Este es un defecto del que son susceptibles casi
inevitablemente todos los libros que eligen como tema la supuesta ley de naturaleza, un oscu­
ro fantasma que, en la imaginación de aquellos que salen a cazarlo, apunta a veces a las cos­
tumbres, a veces a las leyes, a veces a establecer que es el Derecho y a veces a lo que debería
ser. [Véase el cap. II [Principios adversos], xiv], Montesquieu comienza a veces en plan de
crítica; pero mucho antes de la conclusión, como si hubiera olvidado de su propósito inicial,
expulsa al crítico y en su lugar pone al anticuario. El libro del Marqués de Beccaria, el pri­
mero de alguna importancia que es uniformemente crítico, concluye, como comienza, con
la jurisprudencia penal.
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 3 0 7

dencia y la pen al, a la cual, en ciertas circunstancias, se acostumbra a dar el


nom bre de criminal.
¿Q ué es un código penal de leyes? ¿Q ué es un código civil? ¿D e qué
naturaleza son sus contenidos ?¿Es que hay dos clases de leyes, una Jas pena­
les y otra las civiles, de m odo que las leyes en un código penal son todas
penales, mientras que las leyes en un código civil son todas civiles? ¿O es que
en toda ley hay algún elem ento que es de naturaleza penal, y que en conse­
cuencia corresponde al código penal, y al m ism o tiem po otro elem ento que
es de naturaleza civil y que por tanto pertenece al código civil? ¿O es que
algunas leyes pertenecen a uno u otro código exclusivamente, mientras que
otras se dividen entre los dos? Para responder a estas preguntas en forma
tolerablemente satisfactoria, será necesario asegurarse de qué es una ley, en
el sentido de una ley com pleta pero singular, y de cuáles son las partes en las
que una ley, com o tal, es susceptible de ser distinguida; o, en otras palabras,
asegurarse de qué propiedades son las que se encuentran en todo objeto que
puede con propiedad recibir el apelativo de ley. Ésta, entonces, será la tarea
de las secciones tercera y cuarta. L o que concierne a la significación de la
palabra criminal, en cuanto aplicada a la ley, será discutida separadamente en
la quinta355.

255 A quí termina la obra original, en el estado en que fue terminada, en noviembre de
1780. Lo qué sigue es agregado ahora, en enero de 1789.
!4
Anexo<r

La tercera, cuarta y quinta secciones que era mi intención — com o lo expre­


sé en eí texto— haber añadido a este capítulo n o serán presentadas ni aquí ni
ahora, porque para exponerlas en una form a tolerablemente com pleta y
satisfactoria, requeriría un espacio considerable. Este volum en constituirá
una obra separada, cerrando la serie de trabajos m encionados en el prefacio.
L o que sigue a continuación puede servir para dar una ligera idea de la
naturaleza de la tarca que semejante obra deberá representar. A l m ism o
tiem po proporcionará, no algo com o una respuesta satisfactoria a las pre­
guntas formuladas en el texto, sino una indicación ligera y general del curso
a seguir para darles una respuesta semejante.
¿Q ué es una ley? ¿Cuáles son las partes de una ley? El tema de estas pre­
guntas, según se advertirá, es el todo lógico, ideal e intelectual, no el físico: la
ley y no el estatuto. U na investigación que estuviese dirigida a esta última
clase de objetos no podría admitir dificultades ni proporcionar instrucción.
En este sentido, tod o cuanto es considerado ley por la persona o personas
reconocidas com o poseyendo el poder de hacer leyes, es ley. Las M etam or­
fosis de O vidio, si fueran así presentadas, serían ley. Todo cuanto fue abar­
cado p o r uno y el m ism o acto de autenticación, todo cuanto recibió el
toque del cetro en un m ism o m om ento, es una ley: com pleta y nada más.
U n estatuto de Jorge II formulado para sustituir una o en lugar de una y en
un estatuto anterior, es una ley completa; un estatuto que contuviera un
cuerpo com pleto de leyes, perfecto en todas sus partes, no podría serlo más.
Por la palabra ley, entonces, toda vez que aparezca en las páginas siguientes,
quiero significar ese objeto ideal, cuya parte, el todo o lo múltiple, o una reu-

Agregada por el autor, en enero de 1789. (N. de la T.)


UO / Jl'RKMY BtNTHAM

mVm tic partes, todos y múltiples mezclados, es presentado por un estatuto,


no el estatuto que los presenta.
Toda ley, cuando es completa, es de naturaleza coercitiva o no coercitiva.
Una ley coercitiva es una orden.
Una ley no coercitiva es la revocación, en form a total o parcial, de una
ley coercitiva.
Lo que ha sido llamado una ley declarativa, en la medida en que se la dis­
tingue de una coercitiva o no coercitiva, no es propiam ente hablando una
ley. N o es la expresión de un acto de la voluntad ejercido en ese m om ento;
es una mera m odificación de la existencia de una ley, sea coercitiva o n o coer­
citiva, que todavía subsiste; o de la existencia de algún docum ento que ex­
presa algún acto de la voluntad, no ejercido en el m om ento sino en algún
período anterior. Si hace algo más que dar información de este hecho, o sea
de la previa existencia de una ley coercitiva o no coercitiva, cesa pro tanto de
ser lo que significa una ley declarativa y asume la cualidad de coercitiva o no
coercitiva.
Toda ley coercitiva crea una ofensa, es decir, convierte un acto de una u
otra clase en una ofensa. Es sólo haciendo esto que puede im poner una obli­
gación, es decir, que p u ed e producir coerción.
U na ley que se limita a la creación de una ofensa, y una ley que ordena
que sea administrado un castigo en caso de que dicha ofensa sea cometida,
son dos leyes distintas, n o partes (com o parece habérselas considerado hasta
ahora) de una y la misma ley. Los actos que ordenan son totalmente diferen­
tes; las personas a las que están dirigidas son totalmente diferentes. Ejemplos:
N o robar y Q u e un ju e z haga que todo convicto de robo sea ahorcado.
Podrían ser llamadas: la primera, una simple ley im perativa; la otra,pu ni­
tiva. Pero la punitiva, si ordena que el castigo sea infligido, y no sólo lo per­
mite, es tan auténticamente im perativa com o la otra; sólo que además es
punitiva, mientras que la otra no lo es.
U n a ley de la clase no coercitiva, considerada en sí misma, n o puede
tener una ley punitiva correspondiente. Para recibir el auxilio y ap oyo de
una ley punitiva, debe primero recibir los de una ley simplemente imperati­
va o coercitiva, y es a esta última a la que se adjuntará la ley punitiva, y no a
la no coercitiva. Ejem plo de ley no coercitiva: E l representante tiene el p o d e r
de. ahorcar a todos aquellos a quienes el juez, procediendo según el curso nor­
m al de la ley, le ordene ahorcar. Ejemplo de una ley coercitiva, formulada en
apoyo de la no coercitiva recién mencionada: Q ue ningún hom bre im pida a l
L O S P R IN C IP IO S D E LA M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 3 1 1

representante ahorcar a quien el ju ez, procediendo según el curso n orm al de


la ley, le ordene ahorcar. Ejem plo de una ley punitiva, dictada en ap oyo de
la coercitiva arriba mencionada: Q u e el ju e z haga que sea encarcelado quien­
quiera intente im pedir a l representante ahorcar a alguien, a quien e l juez,
procediendo según el curso n orm al de la ley, le ha orde7iado ahorcar.
Pero aunque una ley simplemente imperativa, y la punitiva que la acom ­
paña, son hasta este punto leyes tan distintas, que la primera no contiene nada
de la segunda, y la segunda, en su tenor directo, no contiene nada de la pri­
mera; no obstante, por implicación, en este caso necesaria, la punitiva no
implica la significación de la simple ley imperativa a la que es adjuntada. Decir
al juez: H aga que sea ahorcado quienquiera que, según la legitim idad de la
ley, es convicto de robo, es una manera, si bien no directa, inteligible, de insi­
nuar a los hombres en general que no deben robar; es com o decirles directa­
mente: N o robéis; y se puede ver cuánto más probable es que sea eficaz.
Parecería, entonces, que siempre que una ley simplemente imperativa, ha
de tener una punitiva adjunta a ella, la primera podría ser obviada totalm en­
te; en cu yo caso, excepto en un caso excepcional (que naturalmente no pare­
cería probable que fuera frecuente) de que una ley responda a su propósito
sin tal agregado, no habría ocasión en todo el cuerpo de la ley para ninguna
otra clase de leyes que las punitorias, o en otras palabras, penales. Y esto tal
vez sería el caso, si no fuera p or la necesidad de una gran cantidad de ele­
m entos de naturaleza expositiva, de lo que ahora hablaremos.
En el caso de muchas órdenes, posiblem ente de todas, dotadas de la fuer­
za de una ley pública, sucederá que, en la expresión de éstas, sea necesario
recurrir a términos demasiado complejos en su significado para mostrar las
ideas requeridas sin la ayuda de una mayor o m enor cantidad de elem entos
de naturaleza expositiva. Tales términos, com o los sím bolos usados en la
notación algebraica, son más bien sustitutos e indicadores de los términos
capaces p or sí m ism os de mostrar las ideas en cuestión, más que los repre­
sentantes reales e inmediatos de dichas ideas.
Tom em os, por ejemplo, la ley: N o robarás. U na orden tal, si quedara así,
nunca podría responder lo bastante al propósito de una ley. U na palabra de
significado tan vago y p oco explícito no puede cumplir esa función de otro
m odo que haciendo una referencia general a una variedad de proposiciones,
cada una de las cuales requeriría, para conducir a su aprehensión, un con­
junto de términos más particular y amplio. Robar, por ejemplo (según una
definición no lo bastante exacta com o para un uso específico, pero suficien­
te para el propósito actual), es el apoderarse de una cosa que es de otro, p o r
312 / J e r e m y B en th a m

parte de alguien que no tiene DERECHO para hacerlo, y es consciente de no


tenerlo. A un después de esta exposición, suponiendo que ella sea correcta,
¿puede la ley ser considerada com o plenam ente expresada? Por cierto que
no. ¿Porque qué significa que un hombre tiene DERECHOpara apoderarse de
una cosal Para ser com pleta, la ley fia de haber mostrado, entre una multi­
tud de otras cosas, dos catálogos: uno, de los hechos a los que ha otorgado
la cualidad de conferir un derecho en tales casos; el otro, de los hechos a los
que otorgado la cualidad de llevárselo. ¿Q ué se sigue de esto? Q ue para un
hombre que ha robado , para un hom bre que no tenía derecho sobre lo que
se llevó, o bien ninguno de los artículos contenidos en la primera de esas dos
listas debe de haber estado a su favor, o si lo estaba, alguno del núm ero con­
tenido en la segunda lista debe de haber estado en su contra.
Tal es, entonces, la naturaleza de una ley general, que mientras que la
parte imperativa de ella, el punctum saliens, com o puede llamársela, de este
cuerpo artificial, no tomará más de dos o tres palabras, su apéndice exposi­
tivo, sin el cual esa parte imperativa no podría realizar su función correcta­
mente, puede ocupar un volum en considerable.
Pero éste puede ser igualmente el caso en el orden privado correspon­
diente a una familia. T om em os el caso de un librero con su empleado: L leve
de este negocio a l nuevo todas mis existencias, de acuerdo co?t este catálogo
impreso. L leve de este negocio a l nuevo todas m is existencias, es el elemento
imperativo de esta orden. El catálogo al que se refiere contiene el apéndice
expositivo.
La misma masa de elem entos expositivos puede servir en com ún a m u­
chas órdenes, a m uchos elem entos de la parte imperativa. Así, entre otras
cosas, el catálogo de los hechos colativos y ablativos respecto de los títulos
de que hablamos más arriba (véase suprd) pertenecerá en com ún a todas o la
mayoría de las leyes constitutivas de las diversas ofensas contra la propiedad.
Así, en los diagramas matemáticos, una y la misma base servirá para todo un
grupo de triángulos.
Tal materia expositiva, siendo de una estructura tan diferente de la im pe­
rativa, no sería de asombrarse si la conexión de la primera con la última esca­
para a la observación; lo que, por cierto, es generalmente el caso. Y en cuan­
to se presenta cualquier cantidad de materia legislativa, que no es en sí misma
imperativa o lo contrarío, o de la cual no se aprehende la conexión con la
materia de una de estas dos características; tanto y en la medida que la ver­
dad de la proposición, que toda ley es una orden o su opuesto, puede no ser
sospechada o aparecer cuestionada. En la misma medida, respecto de la in-
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 3 13

com pletitud de la m ayor parte de esas masas de materia legislativa, que pre­
sentan por su aspecto la estructura de leyes completas, el m étodo para com ­
pletarlas realmente tam poco ha sido hasta ahora descubierto.
U na circunstancia, que naturalmente contribuirá a aumentar la dificul­
tad del descubrim iento, es la gran variedad de formas en que el aspecto im ­
perativo de una ley puede ser trasmitido, algunas más directamente, otras
menos directamente expresivas de la cualidad imperativa: N o robarás. Q u e
ningún hom bre robe. E l que robe será castigado de la siguiente manera... Si
un hom bre roba, será castigado de la siguiente manera... R obo es cuando el
hom bre hace ta l y ta l cosa... A los jueces así llamados y constituidos, corres­
po n d e el conocim iento de tales y tales ofensas, por ejemplo, robar, etcétera.
Estas son sólo una parte de la multitud de formas verbales, en cualquiera de
las cuales la prohibición de robar podría igualm ente ser expresada; y es ma­
nifiesto hasta qué punto, en algunas de ellas, la cualidad imperativa está ocul­
ta de la aprehensión ordinaria.
D espués de esta explicación, una proposición general o dos que pueden
formularse, pueden ayudar a proporcionar alguna ligera percepción de la
estructura y los contenidos de un cuerpo com pleto de leyes. ¡Tantas clases
diferentes de ofensas creadas, tantas diferentes leyes de la clase coercitiva,
tantas excepciones extraídas de las descripciones de esas ofensas, tantas leyes
de la clase no coercitiva!
Clasificar ofensas, com o se ha intentado hacer en el capítulo precedente,
es por tanto, clasificar leyes; exhibir un catálogo com pleto de todas las ofen­
sas creadas por el derecho, incluyendo la masa total de material expositivo
necesario para fijar y mostrar la significación de los términos contenidos en
las diversas leyes, p o r los cuales esas ofensas son respectivamente creadas,
sería exhibir una colección completa de las leyes en vigor; en una palabra, un
cuerpo com pleto de leyes, u n pannom ion, si así pudiera llamárselo.
D e la oscuridad en que están envueltos los límites de una ley, y la dis­
tinción entre una ley de clase civil o sim plem ente imperativa, y una ley puni-
toria, resulta la oscuridad de los límites entre un código civil y uno penal,
entre la rama civil de la ley y la penal.
La pregunta: ¿ Q u é partes de la m asa to ta l de la m ateria legislativa co­
rresponden a la ram a civil y cuáles a la pen alf, supone que se encontrarán
diversos Estados políticos, o al menos u n o de ellos, que tengan tanto un
código civil com o uno penal, cada uno de ellos com pleto en su cíase y deter­
minado por ciertos límites. Pero aún no se ha encontrado siquiera un esta­
do semejante en existencia.
3 1 4 / J e B-Em y B e n t h a m

Para formular una pregunta a la que pueda darse una respuesta veraz,
debem os reemplazar la pregunta precedente por alguna otras com o la se­
guiente:
Supongam os que existen dos masas de materia legislativa que puedan str
expuestas en este m om ento, una con el nombre de código civil, la otra coa
el de código penal, cada una supuestam ente com pleta en su especie. ¿D e qué
manera general es natural suponer que las diferentes clases de materia, segua
arriba distinguidas, se distribuirían entre ellas?
A esta pregunta, la siguiente respuesta parece probablem ente estar tan
cerca de la verdad com o cualquier otra.
El código civil n o consistiría en una colección de leyes civiles, cada una.
com pleta en sí misma, así com o distinta de todas las leyes penales.
Tampoco el código p en a l (ya que hem os visto que no podría) consistiría
en una colección de leyes punitorias cada una no sólo completa en sí misma,
sino distinta de todas las leyes civiles. Pero:
El código civil consistiría principalmente de meras masas de materia
expositiva. El material imperativo, con el cual tendría que ver respectiva­
mente, se encontraría, no en ese m ism o código, ni en el código civil, ni en un
estado puro, libre de toda mezcla de leyes punitorias, sino en el código penal,
en estado de com binación, im plicado, de la forma arriba explicada, en otras
tantas leyes punitorias correspondientes.
El código penal, entonces, consistiría principalmente de leyes punitorias,
com prendiendo la anateria imperativa de todo el número de leyes civiles,
junto con la cual probablem ente también se encontrarían varias masas de
material expositivo, perteneciente no sólo a las leyes civiles, sino también a
las punitorias. El cuerpo de ley penal, puesto en vigor por la emperatriz
María Teresa, acuerda m u y bien con esta explicación.
La masa de materia legislativa publicada en francés, así com o en alemán,
con los auspicios de Federico II de Prusia, titulada Código Federico, pero
nunca establecido con fuerza de ley [M irabeau sur la M onarchie Prussiene,
t. V, Lib. 8, p. 215], parece, por ejemplo, estar com puesto casi en su totali­
dad, de masas de materia expositiva, en las que la relación con cualquier
asunto imperativo parecer haber sido m u y imperfectamente aprehendida.
E n esa enorme masa de confusión e inconsistencias, el derecho romano
de la antigüedad, o com o es llamado para destacarlo, el derecho civil, y aun
todo rastro de carácter imperativo, parece por fin haber sido eliminado en el
expositivo. Esto había sido el lenguaje de la simplicidad primitiva; esto había
L O S P R IN C IP IO S DE LA M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 3 1 5

sido el lenguaje de las doce tablas. Para los tiem pos de Justiniano (tan densa
era la oscuridad proyectada por las nubes de los com entadores) el derecho
penal había sido am ontonado en un rincón desocupado del civil; mientras
que el catálogo total de ofensas, y aun de crímenes, yacía enterrado bajo una
pila de obligaciones y la voluntad se ocultaba tras la opinión; y el esto origi­
nal se había transformado en vid etu r, en boca de aun los más despóticos
soberanos.
Entre las naciones bárbaras que surgieron de las ruinas del Imperio R o ­
mano, el Derecho, emergiendo de debajo de la m ontaña de basura expositi­
va, reasumió por un tiempo el lenguaje del mandato; y entonces tenía al
menos simplicidad, aunque ninguna otra cosa, para resultar aceptable.
A dem ás de las ramas civil y penal, todo cuerpo de leyes debe contener
una tercera, la constitucional
La rama constitucional es principalmente empleada en conferir, a clases
particulares de personas, poderes para ser ejercidos para el bien de toda la
sociedad o de partes considerables de ella, y prescribir deberes a las perso­
nas investidas con esos poderes.
Los poderes están principalmente constituidos, en primer lugar, por
leyes no coercitivas o permisivas, que operan com o excepciones a ciertas
leyes de la clase imperativa o coercitiva. Por ejemplo: Un recaudador de im ­
puestos com o tal, pu ede, en tal o cual ocasión, apoderarse de tales y cuales
cosas, sin ningún otro D E R E C H O .
Los deberes son creados por leyes imperativas, dirigidas a las personas a
quienes son conferidos los poderes. Por ejemplo: En tales y tales ocasiones,
un tal recaudador de impuestos se apoderara de tales y tales cosas. T al y tal
ju ez, en tales y tales casos, hará que personas que com etan ciertas ofensas sean
ahorcadas.
Las partes que cumplen la función de indicar quiénes son los individuos
que, en todos los casos, serán considerados com o pertenecientes a esas cla­
ses , no tienen un cariz permisivo ni imperativo.
Son otras tantas masas de materia expositiva, relacionadas en com ún con
todas las leyes, en cuya estructura los nombres de personas tienen la ocasión
de insertarse. Ejemplo de materia imperativa: Q u e el ju e z haga que quien­
quiera que, en el curso debido de la ley, es convicto de robo, sea ahorcado.
Naturaleza de la materia expositiva:. ¿Q uién es la persona denominada con
la palabra ju e z } A quel que ha sido investido de esa función de tal manera; y
respecto de quien no se ha producido ningún hecho de aquellos cuyo efec­
to es reducirlo a la condición de alguien despojado de esa función.
;i 16 / J e r e m y B e n t h a m

Es así com o, una y la m ism a ley, uno y el m ism o mandato, tendrán su


materia dividida, no sólo entre dos grandes códigos o ramas principales del
cuerpo total de las leyes, la civil y la penal, sino entre tres grandes ramas: la
civil, la penal y la constitucional
En países donde una gran parte del derecho no existe en ninguna otra
forma que aquella que en Inglaterra es llamada com m on la w , pero podría ser
mejor expresada con los térm inos p o d e r judicial, debe haber una gran canti­
dad de leyes, cuya significación no puede ser suficientem ente dada a enten­
der en la práctica sin referirse a esta com m on law , para la m ayor o m enor
parte de la materia expositiva correspondiente a ellas. A sí, en Inglaterra, la
exposición de la palabra título, base de la estructura total de las leyes de pro­
piedad, no se encuentra en ninguna otra parte. Y com o la incertidumbre es
la base de cada partícula del derecho así denominada (la cual está p or el m o ­
m ento revestida de una cierta form a verbal autorizada, que cambia su natu­
raleza y se transfiere a la otra denom inación) a ello se debe que una gran
parte de las leyes vigentes en dichos países continúe siendo incierta e in com ­
pleta. ¿Cuáles son esos países? H asta el m om ento, todos los que existen
sobre la superficie del globo.
Si la ciencia de la arquitectura no tuviera una nomenclatura fija que le
pertenece, si no hubiera nom bres establecidos para distinguir los diferentes
tipos de edificios, ni las diferentes partes de los edificios entre sí, ¿qué seria
ella? Sería lo que la ciencia de la legislación, considerada con respecto a su
fo rm a , continúa siendo en el presente.
Si no hubiera arquitectos que pudieran distinguir una casa particular de
un granero, o una pared medianera de un cielo raso ¿qué serian esos arqui­
tectos ? Serían lo que son los legisladores actualmente.
Partiendo de este ligero e imperfecto boceto, no puede extraerse una res­
puesta a las preguntas del texto sino una insinuación, y ella sólo imperfecta,
del curso a tomar para responder a ellas; y, de todos m odos, alguna idea de
la dificultad, así com o de la necesidad, de emprender esa tarea.
Si se creyera necesario recurrir a la experiencia para obtener pruebas de
esta dificultad y esta necesidad, no faltarán por m ucho tiem po.
Tom em os, p or ejemplo, tantos bienintencionados esfuerzos por parte de
los cuerpos populares, y tantas bienintencionadas recom endaciones en
libros ingeniosos, para impedir a las supremas asambleas de representantes
hacer ley es en determinados casos, o para tal o cual efecto. Tales leyes, para
responder al propósito perseguido, requieren un perfecto dom inio de la
ciencia del derecho respecto de su forma, en la especie de anatomía de que
L O S P R IN C IP IO S D E L A M O R A L Y L A L E G IS L A C IÓ N / 3 1 7

hablamos en el prefacio de esta obra. Pero una perfecta, o aun moderada


penetración en esa ciencia, im pediría que sus conceptos fueran expresados
en esos términos vagos e inadecuados en que se observa tan a m enudo que
son concebidos; tal com o un perfecto con ocim iento de los dictados de la uti­
lidad al respecto desaconsejaría intentarlo, en m uchos, si no en la m ayoría de
esas instancias. Si nos atenem os a la letra, y en u n intento de impedir la crea­
ción de malas leyes, encontrarem os que prohíben la creación de las leyes más
necesarias, tal vez hasta de todas las leyes. Si n os apartamos de la letra, vere­
m os que no expresan nada más que co m o si cada hom bre dijera: Sus leyes se
tom arán ipso facto nulas, tantas veces com o contengan algo con lo que no
estoy de acuerdo.
D e tan desafortunados intentos pueden encontrarse ejem plos en la legis­
lación de muchas naciones, pero en ninguna más frecuentemente com o en
esa recientemente creada nación, una de las más ilustrada, si no la más ilus­
trada del m undo en este m om ento.
Tom em os p or ejemplo la Declaración de Derechos, promulgada en una
convención p o r el Estado de Carolina del N orte, alrededor del mes de sep­
tiembre de 1788, y que se dice fue copiada, co n una mínima excepción, de
una promulgada del m ism o m o d o p or el E stado de Virginia. {Reherches sur
les É tats Unis, 8vo., 1788, vol I, p. 158].
El siguiente, para no seguir más adelante, es el artículo primero y funda­
mental: Q u e h ay ciertos derechos naturales, de los cuales los hombres, cuan­
do realizan un pacto social, no p u ed en p r iv a r o despojar as su posteridad,
entre los que están el goce de la v id a y la libertad, qu e significan los m edios
de adquirir, poseer y p ro teg er la p ro p ied a d y buscar y obtener la felicid a d y
¡a seguridad.
Para n o d eten em o s en el descuido de limitar a la posteridad el beneficio
de los derechos así declarados, n os preguntam os qué se sigue. Q u e — contra
aquellos incluidos entre los que deben recibir protección— toda ley u otro
mandato que despoje al hom bre del goce de la fe lic id a d o la libertad, es nulo.
Por lo tanto, éste es el caso, entre otros, de toda ley coercitiva.
Por tanto, com o contra las personas así protegidas, toda orden, por
ejemplo, de pagar dinero en calidad de im puestos, o de deudas entre indivi­
duos, o cualquier otra de este tipo, es nula; a cu y o efecto, si se la acata, equi­
vale a “p r iv a r y despojarlos”, p ro tanto, del goce de la libertad, o sea la liber­
tad de pagar o no pagar según lo considere correcto, para no mencionar la
especie opuesta a prisión, en el caso de que se recurra a tal forma de eoer-
3 1 8 / J er em y B en th am

ción. Lo m ism o respecto de la propiedad, que es en sí mism a “un m edio de


adquirir, poseer y proteger la propiedad y de perseguir y obtener felicidad y
seguridad”.
Por tanto, lo m ism o que, contra tales personas, toda orden de atacar a un
enem igo armado en tiem pos de guerra, es también nula; dado que el efecto
necesario de una orden semejante es “privar a algunos de ellos del goce de la
vida”.
Las mencionadas consecuencias pueden bastar com o ejemplos, dentro
de una sucesión interminable de otras similares''1'.
A poyándose sobre el codo, en una actitud de profunda y solem ne medi­
tación, el maestro de baile Marcel exclamó: “ ¡Q ué multitud de cosas hay en
un m inué!” Puedo añadir: “¿Y en una ley?”

I
i
I
1
1
i * La Declaración de Derechos de Virginia decía, según la citada obra francesa [Mira-
j beaa], que había sido promulgada el Io de junio de 1776 pero no aparece en la publicación
I titulada The Constitutions of the several independent States of America, etc. Publicado por
i orden del Congreso, impreso en Filadelfia y luego en Stockdale and Walter, Londres, 1782;
i aunque esa publicación contiene la forma de gobierno promulgada en la misma convención,
I entre el 6 de mayo y el 5 de julio del mismo año.
j Pero en esa misma publicación se incluye una Declaración de Derechos de la provincia
de Massachussetts, fechada en los años 1779 y 17S0, que es algo similar en sus primeros ar-
j tículos; también una de la provincia de Pennsylvania, fechada entre el 15 de julio y el 28 de
| septiembre, en la cual la similitud es más considerable.
{ Además, la famosa Declaración de la Independencia, publicada p o r el Congreso el 5 de
¡ julio de 1776, después de iniciarse con un preámbulo, continúa con estas palabras: "Soste­
nemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales; que están
; - dotados po r el Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la liber­
tad, y la búsqueda de la felicidad”.
1 La Declaración de Derechos de Virginia es la que, al parecer, reivindica el honor de
1 haber servido de modelo a aquellas de las otras provincias; y al menos respecto del artículo
i principal enunciado arriba, de la Declaración de la Independencia general. [Véase Recher-
! ches, i, 197],
¿Quién puede evitar lamentarse de que una causa tan racional, se apoye sobre razones
I tanto más adecuadas para engendrar objeciones que para eliminarlas ?
¡ Pero dado que los hombres son unánimes y entusiastas acerca de medidas, nada es tan
i débil que no pueda pasar po r una razón; ni es éste el primer caso en el m undo en que la con-
l! clusión ha apoyado a las premisas, en lugar do las premisas apoyar la conclusión).

i
índice

Prólogo .......................................................................................................... 7
I - Acerca del principio de utilidad .......................................................... 11
II - Acerca de los principios contrarios al de utlidad............................ 17
III - D e las cuatro sanciones o fuentes de dolor y placer....................... 31
IV - Cóm o medir el valor de una cantidad de dolor y p la c e r ............. 35
V - Las distintas clase de placeres y dolores ......................................... 39
VI - Acerca de las circunstancias que influyen en la sensibilidad ... 49^
VII - Acerca de las acciones humanas en general ................................. 73
VIH - Acerca de la intencionalidad ...................................................... 85
IX - Acerca de la conciencia ..................................................................... 9L
X - Acerca de los motivos ....................................................................... 99
XI - D e las disposiciones humanas en general ..................................... 129 j
XII - Acerca de las consecuencias de un acto perjudicial .................... 147
XIII - Casos no susceptibles de castigo ................................................. 163
XIV - Acerca de la proporción entre castigos y ofensas ...................... 171
X V - Acerca de las propiedades que han de otorgarse
a una parcela de c a stig o ...................................................... 181 ™

XVI - División de las ofensas ................................................................... 195 '


XVII - Acerca de los límites de la rama penal de la jurisprudencia . . 289 í
Anexo ............................................................................................................ 309-

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