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SINALOA
Actividad 8: Resumen
Este término ha alcanzado, desde hace mucho tiempo, y a pesar de una gran reluctancia, a las
ciencias sociales y humanas. A partir del análisis detenido las distintas concepciones de este,
estas se pueden sintetizar de manera básica como: a) una forma concreta de ver el mundo (la
realidad), b) una forma concreta de ver el mundo compartida por un grupo peculiar de
personas, y c) algo subyacente a la tarea de investigación, una visión a partir de la cual se
escogen los métodos, estrategias y técnicas designados como adecuados. Esta última
conclusión es el punto de vista denominado como "controversial", si se puede decir así, ya
que afirma la existencia de una relación entre paradigma y planteamiento metodológico (la
selección de estrategias que ocurre de manera previa al proceso de indagación).
Ante este intento de alcanzar un pluralismo metodológico, Sandín señala el trabajo llevado a
cabo por los autores Walkers y Evers (2003), quienes proponen que se encuentran tres
opiniones o posturas posibles: a) la de incompatibilidad entre las cuestiones
teóricas/paradigmáticas, avistando diferencias irremediables que impedirán su integración
armoniosa en un método, b) la de complementariedad, proponiendo que, aunque existan unas
diferencias definitivas entre perspectivas, estas dos son capaces de añadirse y
complementarse la una a la otra, y c) la de la unidad epistemológica de la ciencia, en donde
se le ve a esta como un objeto singular, no fragmentado, rechazando de esta manera la
existencia de los paradigmas mencionados y la posibilidad de una realidad en la que varios
métodos encajen bajo las particularidades de cada perspectiva diferenciada.
La cuestión central de los debates recién mencionados se formula, esencialmente, así: si los
distintos paradigmas se fundamentan de manera profundamente diferente, es decir, si cada
uno parte de una percepción de la dimensión ontológica diversa a la otra, entonces, ¿los
planteamientos epistemológicos y, por consecuente, los metodológicos son obligatoriamente
específicos para cada uno? Esa es la disputa entera: los autores que abogan por la
complementariedad paradigmática y metodológica lo niegan, los que argumentan por la
incompatibilidad inevitable y permanente entre métodos concuerdan con lo enunciado y,
como en todos los demás temas de opinión, otros toman una postura intermedia, acordando
con las amplias diferencias en la cuestión epistemológica pero comprometiendo una
conjunción bien realizada en cuanto al aspecto metodológico y técnico.
Bericat (citado en Sandín, 2003) engloba todos estos argumentos con la metáfora de "la doble
pirámide de la investigación social", representando mediante ella los clásicos enfoques de la
investigación. La cúspide de la pirámide representa lo metateórico, mientras la base lo
empírico. El vértice de la figura, es decir, el punto más alto, vendría siendo el intérprete de
la coherencia entre los distintos aspectos (ontológico, epistemológico y metateórico) de un
paradigma: al estar en una locación tan alta, más alejado se encuentra de lo que, recordamos,
es empírico, y, en el caso de la investigación social, esto es la realidad humana, representando
así una desconexión entre lo teórico y lo cognoscible. La base, al ser más amplia, ancha, y
directamente paralela a la realidad mencionada, trae consigo una mayor incoherencia y
cantidad de ideas y una firmeza incomparable en cuanto a estas últimas. Así, según este autor,
la legitimidad de la integración de métodos va de la mano con la respuesta de las dos
cuestiones presentes en la metáfora, representando de manera eficiente las dos posiciones
opuestas ante el problema. La de la incompatibilidad es la epistemológica, y la de
complementariedad, la técnica. La epistemológica visualiza a una pirámide única,
indestructible, mientras la técnica señala su capacidad de flexibilidad y el potencial de agarrar
fragmentos y pedazos (o “bloques”) de ella para construir una respuesta definitoria.
Tras todos los argumentos, se reitera que la opinión orientada hacia una integración de
métodos es, de manera general, la más compartida en el campo de la investigación social y
educativa. No puede haber una perspectiva predominante, ya que la educación es divergente
por sí misma.
El mismo Bericat (citado en Sandín, 2003) propone distintas estrategias para la unión de los
supuestos metodológicos en uno solo:
Al analizar los puntos pasados, resulta obvio que la integridad metodológica es una postura
altamente popular en el campo de la investigación educativa. Es tan común que, usualmente,
en la práctica, se suele dar, aún sin entrar en un debate o discurso propio en torno a esta. Se
une a los métodos de completamente distintas características sin conocer a profundidad las
cuestiones teóricas de las cuales parten, algo que debe ser inmediatamente rectificado, ya que
la formación en investigación en la realidad social requiere de un conocimiento amplio de
esta misma relación evidente. No es por decir que los investigadores deben de tener un
dominio virtualmente perfecto de dichas cuestiones, pero no saber las nociones
fundamentales de estas sería realizar una indagación irreflexiva y superficial. Por ejemplo,
en otros casos, se ha implantado fuertemente la idea de que se debe abogar por y emplear un
cierto método al ver lo que resulta conveniente en el panorama investigativo: "escoge las
estrategias y técnicas a partir de las características y realidad del objeto... responde, así, al
por qué y para qué de la investigación". Sin embargo, este proceso jamás es así de lineal y
sencillo. Esta formación tan especialmente rígida ha posibilitado la construcción de unos
objetos y sujetos de investigación específicos, sin salir nunca del mismo molde: no se debe
de encasillar al investigador en una sola idea de su labor. En otras palabras, y de manera de
conclusión, citando a Sandín (2003):