todo el cariño que siento por usted, que es a la que amo y veo merecedora de todo mi amor . . . . con el andar de los días comprendo más y más que te estoy queriendo, que mi alma y mi amor no tienen otra imagen que la suya. Cuando las tardes invernales hacen gala de su presencia solo mis pensamientos están cifrado hacia usted . . . . me siento como un niño que busca un juguete y no lo puede hallar.
Usted jovencita que la he tenido impregnada en lo
profundo de mis entrañas; es por ello que hoy pongo mi suerte en sus divinos labios, para que ellos se encarguen de darme la felicidad o la desesperación. . . . . . Decida usted. . . . . .