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DISPARA PRIMERO

Aunque tanto hombres como mujeres experimentamos emociones, las Procesamos


de manera distinta.
En términos generales, las mujeres hablan y los hombres actúan.
La mayor parte del tiempo, cuando una mujer está enojada por algo, habla al respecto. Y habla
y habla y habla.

La mayoría de los hombres no hacemos eso. (Un artículo que leí afirma que los hombres
hablamos 7 mil palabras diarias mientras las mujeres pronuncian 20 mil… ¡con ráfagas de hasta
30 mil!)
Cuando nos sentimos frustrados, algo está a punto de salir mal.
Los hombres actuamos.

En ocasiones en que LA MUJER debe procesar algunas emociones difíciles invita a una de sus
amigas a hablar (generalmente por horas).
Nunca en mi vida he tenido un amigo que me llame y me diga:
«Hola, Craig, ¿podrías venir a mi casa y sentarte conmigo todo un medio día en mi sofá y
beber un poco de té para que podamos hablar?»

La mayoría de los hombres no cree que con hablar se logre mucho.


«Actuar» sí que lo consigue.

El problema es que cuando dejamos que nuestras emociones nos lleven a hacer
algo, a menudo es algo que no debíamos haber hecho.

El problema que la mayoría de nosotros enfrentamos es que solo actuamos CON


nuestras emociones.
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Mientras ser controlados por la emoción con frecuencia nos lleva a cometer algo
inadecuado.
Ser guiados por el Espíritu nunca lo hace.
Si tratas de veras de hacer lo que es correcto, dejando que tus emociones te Controlen, casi
nunca obtendrás el resultado que quieres.

No sé cómo funciona esto en tu casa.


- Tal vez quieras relacionarte más con tus hijos.
Pero trabajas duro todo el día, y entonces una vez que llegas a casa estás mentalmente
agotado y emocionalmente hecho añicos.

El camino de más fácil resistencia siempre te está llamando.


Te sientas solo por un momento a ver televisión.
30 minutos se extienden a 1 hora que se convierte a 4, y antes de que te des cuenta, es hora de
dormir.

¿Lo peor de todo? Que esto ni siquiera es lo que deseabas hacer.

Tal vez metas la pata


diciendo algo estúpido, algo que ni siquiera tenías intención de decir.
Sabes que deberías pedir perdón, pero imaginas:
«Bueno, si abro esa puerta no se sabe qué podría resultar de esto».

O estás en tu espíritu de creer que tienes derechos («Yo no debería ser quien tenga que
disculparse; ella fue quien se enojó»)

Así que dejas que tu soberbia te impida hacer lo que sabes de


corazón que debes hacer.

Eso es ser controlado por la emoción, no ser guiado por el Espíritu.

Tal vez no fuiste tú quien hizo algo ridículo, sino alguien cercano a ti.
Cuando puedes ser tú mismo, eres un tipo tranquilo.
Nadie quiere explotar de ira.
Pero en ese momento sientes como si ni siquiera pudieras evitarlo.
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Ese volcán estalla dentro de ti, y eres tan solo un espectador que observa lo
que ocurre.
Es como si tu configuración predeterminada estirara la pata (el impulso de pelear o de huir)
y para sentirte un «verdadero hombre» (según las normas culturales, no necesariamente las
de Dios), la mayoría de los individuos prefiere pelear).

Sí, estoy convencido de que Dios nos hizo guerreros a los hombres, razón de más
para ser guiados por su Espíritu.
Debemos saber qué, cuándo, dónde y cómo pelear.
Debemos pelear por lo que es justo.

Es por eso que no podemos confiar en que nuestras emociones nos guíen.
Es como decidir disparar primero teniendo los ojos vendados.

Reaccionas, aunque ni siquiera puedes ver el objetivo con el fin de apuntar


correctamente.
Pablo describe esta tendencia en Romanos 7.15, 19:
«No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que
aborrezco…. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no
quiero».

¿Por qué cedemos a los instintos que crean los resultados que
despreciamos?

Porque dejamos que la emoción nos domine, no que nos llene


el Espíritu.

Ser guiados por el Espíritu es una decisión que tomamos.


Dejamos que el Espíritu de Dios dirija, y entonces vamos a donde él nos dirige.
Sencillo, ¿verdad?
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Bueno, es probable que todos sepamos que eso es lo que


deberíamos hacer.

Sin embargo, cuando deja que sus emociones lo controlen, en


realidad
muchas personas, terminan haciendo lo que no deberían hacer

Afortunadamente, en Gálatas 5.16–17, Pablo brinda una solución a la lucha:


«Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa.
Porque ésta desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu desea lo que es
contrario a ella.
Los dos se oponen entre sí, de modo que ustedes no pueden
hacer lo que quieren».

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