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La arena es un recurso utilizado en multitud de procesos industriales e

imprescindible en la construcción, pero engrosa la lista de recursos naturales por


los que es necesario preocuparse, ya que su extracción masiva provoca graves
daños.
Como otros recursos naturales, la arena ha acompañado a la humanidad desde
sus inicios a través de joyas de vidrio o como material para la edificación de las
pirámides. En la actualidad lo sigue haciendo: está presente en objetos y
elementos cotidianos como cerámicas, cristales —desde el de las ventanas hasta
el de las gafas—, aparatos electrónicos, pinturas o carreteras. A esto se suma el
uso industrial, que abarca prácticamente todos los sectores, desde la aeronáutica
y la eléctrica hasta la cosmética o la alimentación. También tiene usos puramente
recreativos, como la elaboración de material deportivo o de pistas de tenis y, en
relación a los territorios, la arena puede usarse para recuperar playas o ganarle
terreno al mar. Es curioso que algo tan pequeño como un grano de arena
constituya el que se ha convertido en el segundo recurso natural más usado
después del agua, o el tercero si se tiene en cuenta el aire. Porque, por encima de
todo, la arena se utiliza para la construcción: es fundamental para elaborar
hormigón, cuya composición es de entre 60 y 75% de arena. Y para ese uso en
particular, debe usarse un tipo concreto de arena.

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