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Nació en Lima el 20 de abril de 1586.

Fueron sus padres don Gaspar Flores,


natural de Puerto Rico, y la limeña María de
Oliva. En el bautizo le pusieron el nombre de
Isabel.

Un día mientras se mecía a la pequeña de


tres meses en la cuna, vio con maravilla
cómo se transformaba su rostro en una
hermosa rosa.

En virtud del prodigio empezaron a llamarle


Rosa, fue el nombre que prevaleció y con él
fue confirmada por Santo Toribio de
Mogrovejo el que más tarde añadió el de Santa María, por voluntad de la Reina de los
Angeles.

La niña fue creciendo. Era muy silenciosa y rezadora. Y su vocación la hizo un día
dirigirse al Convento de los Padres Dominicos y pidió el hábito blanco y negro de la
terciaria Dominicana. Consagrose a practicar la caridad con todo género de pobres y
necesitados, y más de una vez cuando no tenía fondos que le proporcionaban
personas piadosas, Dios suplió con milagros. Debilitada de salud, por el rigor de sus
grandes penitencias, Rosa de Lima dejó de existir el 24 de agosto de 1617. En 1670
Clemente X declaraba a Rosa, patrona no sólo del Perú sino de toda la América,
Indias y Filipinas y el año siguiente sería elevada al honor máximo que la iglesia
concede a sus hijos.

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