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Calidad de Vida: Envejeciendo con Sentido Vital

Sergio Trujillo García


Pontificia Universidad Javeriana
Bogotá 2009

Hace ocho años nos preguntábamos1 por los componentes psicológicos


de la calidad de la vida (CV). Para delinear algunas respuestas
emprendimos varios frentes de trabajo: por una parte, comenzamos a
leer lo que, desde varias disciplinas, se había escrito sobre el tema; por
otra parte, indagamos lo propio en la psicología e iniciamos una labor
de contrastación y debate.

Dado que veníamos trabajando con ancianas y ancianos en el Proyecto


de   Prácticas   “Calidad   de   Vida   y   Ciclo   Vital”   para   estudiantes   de   último  
año de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana,
también propusimos a nuestra Alma Mater adelantar una investigación
sobre los componentes psicológicos de la calidad de la vida con adultos
mayores residentes en dos municipios cercanos a la capital de
Colombia: Soacha y Sibaté. La Javeriana respaldó nuestra iniciativa y
desarrollamos la investigación con la participación de 122 personas
mayores.

Como fruto de los adelantos en estos tres frentes de trabajo diseñamos


un modelo teórico de la CV, desde la psicología, el cual quedó delineado
y formulado en sus planteamientos más generales y que publicamos en
el número 1 del tercer volumen de la Revista Universitas Psychologica,
en el primer semestre de 2004.

Los hallazgos de nuestra investigación, en su complejidad, fueron


evidenciando desde nuestro modelo algunas tensiones que nos
permitieron caracterizar aspectos psicológicos de la CV de las personas
con quienes realizamos la investigación. Entre tales tensiones
destacamos:

La que se genera entre el conformismo, asumido como estilo de


vida por algunos adultos mayores y la mirada optimista con que,
en ocasiones, manifiestan sus anhelos;
Las contradicciones entre las precarias condiciones de vida y las
posibilidades de auto-agenciamiento personal y colectivo;

1
Sergio Trujillo García, Martha Cecilia Lozano Ardila, Cecilia Uribe Valdivieso y Claudia
Tovar Guerra, profesoras(es) de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad
Javeriana de Bogotá, Colombia.
La tirantez que se produce entre la protensión y la desesperanza
aprendida, entre la necesaria prospectiva para la realización de
proyectos y la frustración asumida de antemano con base en
experiencias previas;
También entre la religiosidad vivida de manera sumisa y la
religiosidad asumida como fermento de liberación.

Sobre dos de tales tensiones hemos podido ahondar: aquella que se


produce entre las condiciones de vida y las posibilidades para el
agenciamiento individual y la que se patentiza entre el optimismo y el
conformismo en los viejos. Sobre ambas bipolaridades y algunos de los
conflictos y espirales evolutivas que conllevan, escribimos sendos
artículos en la Revista de nuestra Facultad. Al respecto recordemos:

“Así   pues,   se   hizo   evidente   una   fuerte   tensión   entre   la  


posibilidad de ejercicio de la autonomía decisoria, que permite
a los individuos desarrollar su capacidad de previsión y de
control sobre sus propias vidas, y las limitadas oportunidades
que, para que ello sea posible, ha brindado y brinda el
contexto social y cultural en el cual vivieron y viven
actualmente  los  adultos  mayores.”  (Trujillo,  2005, Pág.222)

“Dice el refrán popular que el pesimista es un optimista con


experiencia. Ello refleja que si queremos conocer las vicisitudes
psicológicas que tienen lugar entre el pesimismo y el
optimismo hay que atender, en primer lugar, al tipo de
experiencias que pueden transformar al segundo en el
primero.”  (Trujillo,  Tovar y Lozano, 2007, Pág. 264)

A partir de nuestras discusiones acerca de esas cuatro tensiones fuimos


perfilando una pregunta cuyas repercusiones nos inquietaban y exigían
que nos detuviéramos a examinar sus resonancias en la CV, así, emergió
una primera intuición acerca del sentido de la vida como factor central en
la CV de las personas, el cual se fue definiendo como un común
denominador de las oposiciones dinámicas que se gestan en las
tensiones mencionadas. Veamos detenidamente por qué.

De acuerdo con Amartya Sen (2001), el desarrollo y la CV de una


persona están en relación directa con su libertad, mayor cuanto mayor
sea su capacidad de agenciamiento, que a su vez es más amplia en
tanto mejores sean las oportunidades que brinde el contexto social, es
decir, las condiciones de vida. Así, el grado de libertad personal
potencia mejores oportunidades sociales y mejores oportunidades
sociales potencian un mayor grado de libertad a grupos e individuos.
Esa espiralidad virtuosa, posible en tanto superación de la circularidad
viciosa, es decir, en tanto relación dialéctica que produce
develamientos, rupturas y crecimientos resilientes, pues implica
desarrollo – “Desarrollo  como  Libertad”  -, describe un proceso evolutivo
y de mejoramiento en la CV de individuos y grupos humanos, con el
cual nos identificamos plenamente dado que expresa, bellamente, tanto
algunos de los resultados de nuestra investigación, como nuestras
propias reflexiones al respecto pues, bien lo decíamos:

“Como se mencionó, otros investigadores llegaron a precisar


que en el ámbito psicológico, la calidad de la vida tiene que ver
con la posibilidad de previsión, la autonomía decisoria y el
control de la propia vida. En esta investigación también salen a
la luz estos elementos, como componentes psicológicos de la
calidad de la vida. El ejercicio de la autonomía se inserta
precisamente en la posibilidad o imposibilidad de
agenciamiento del propio proyecto vital que tienen los sujetos
a lo largo de su vida, de modo que no resulta redundante
afirmar nuevamente que la calidad de la vida puede evaluarse
en relación con el grado de consecución de los objetivos
propios y también con la percepción personal de la
autorrealización o satisfacción personal.”  (Trujillo,  2005,  224)

Notemos pues como fuimos llegando a precisar que la CV de una


persona, en especial la dimensión psicológica de esta CV, es algo que
necesariamente atraviesa por la cuestión del sentido vital de un ser
humano, que tiene que ver con la apreciación personal de la definición y
logro de sus principales propósitos y por la valoración de los recursos
con que cuenta para realizar los propios proyectos. Como lo
anotábamos:

“Quienes manifiestan tener autoestima positiva también


afirman estar en proceso de realización de un proyecto de vida
y expresan su satisfacción con la existencia. Quienes tienen
baja autoestima se quejan de la vida, tienen perspectiva
temporal futura a más corto plazo y expresan desesperanza.”  
(Trujillo, 2005, Pág. 228)

Estos   señalamientos   articulan   fluidamente   con   la   categoría   “Influencias  


No  Normativas”  formulada  por  Baltes  (1979)  en  relación  con  la  vida  de  
las personas, su calidad y su desarrollo, pues lo que cada persona hace
con lo que le pasa, es decir, cómo las personas se autodeterminan en
medio de las determinaciones naturales y culturales, es algo que hace
parte de su CV dentro del ámbito de tales Influencias, más allá de las
Influencias Normativas relacionadas con la edad en tanto hecho
biológico o social, o de las Influencias Normativas relacionadas con la
historia. Al respecto comentábamos sobre nuestros hallazgos:

“Este es un aporte significativo a la investigación de la calidad


de la vida, en tanto es uno de los factores que evidencia cómo
la calidad de la vida – y por tanto su evaluación - tiene una
relación muy estrecha con los proyectos de vida personales y
con su grado de realización. Más allá de las influencias
biológicas y sociales, las personas pueden conferir una
dirección personal a sus propias vidas.”   (Trujillo,   2005,   Pág.  
224)

Tales dimensiones de la CV pueden incluirse en el Eje Ecológico de


nuestro modelo de la CV, especialmente porque en él interactúan
dimensiones personales con dimensiones sociales de la CV en sistemas
de complejidad creciente, al estilo de la Ecología del Desarrollo Humano
que formuló Urie Bronfenbrenner (1979).

En tanto bienestar subjetivo, que guarda íntima relación con el grado de


realización o de frustración de los propios proyectos, con la satisfacción
respecto de los propios esfuerzos y el equilibrio entre logros y fracasos,
entre pérdidas y ganancias, un ser humano podrá valorar su propia CV
en términos del acercamiento o alejamiento a sus propias metas, y claro
está, en función de la evaluación que puede hacer de los recursos –
externos e internos – con que cuenta para la consecución de los fines
elegidos y auto-asignados.

El Eje Temporal del modelo de la CV propuesto por nosotros, ya


aludido, nos permite relacionar las dimensiones biográficas de la CV con
las históricas, al estilo del Método Psico-Histórico propuesto por Erikson
(1979) en su trabajo “Historia  personal  y  circunstancia  histórica”. En este
eje caben las iniciativas personales para la realización del propio sentido
vital, es decir, caben los proyectos y los planes que constituyen la
orientación temporal de la personalidad. El sujeto inserto en la corriente
histórica que cubre a toda la humanidad y afecta a grandes grupos de
personas, hace parte de las generaciones (la edad procesada por la
cultura) y está condicionado por los efectos epocales que cobijan el
desarrollo de comunidades e individuos. Acerca de la interacción
compleja entre Historia y biografías aún nos queda mucho por estudiar.

Bronfenbrenner (1979), quien distinguía los cronosistemas históricos


(macro y exo) de los cronosistemas biográficos (micro y meso), ya había
resaltado que, para la valoración del propio desarrollo, el entorno cuenta
más  en  cuanto  es  percibido  por  la  persona,  que  como  “realidad  objetiva”,  
lo cual converge con nuestras afirmaciones previas y que también
evidenciamos en el modelo de la CV cuando visualizamos en el Eje
Epistemológico las relaciones entre lo sujetual y lo objetivo de la CV.
Anotábamos en otro escrito sobre estos asuntos:

“No sobra recordar que algunos autores (Aragó, 1984; Buela-


Casal, Fernández-Ríos & Carrasco, 1997; Contreras de Lehr,
1980; Dulcey-Ruiz, Uribe 2000; Fernández-Ballesteros, Maciá
1996, Fernandez-Ballesteros, 1998) han estudiado la potente
influencia de las actitudes y de las percepciones de la realidad
–factores subjetivos– sobre la valoración de los factores
objetivos de la CdeV. Dentro de éstos se encuentran, por
ejemplo, la salud, las relaciones sociales, la longevidad, y
añadiríamos que incluso influyen en la estimación que se hace
con respecto a indicadores objetivos u objetibables de la
calidad vital, tales como la vivienda, la educación, el
transporte,  etc.”  (Trujillo,  Tovar  y  Lozano,  2007, Pág 264)

Y más adelante afirmamos:

“Aquí no se asume una postura subjetivista, que afirme que


las personas pueden considerar que tienen una excelente CdeV
en situaciones de extrema pobreza, siempre y cuando
mantengan una actitud positiva, o, por el contrario, una
postura objetivista, que supedite el bienestar a un alto nivel de
vida. Por el contrario, se asume una opción constitutiva que
propone centrarse en la relación entre condición y percepción e
interpretación, entre objeto y sujeto, entre lo real y la realidad.
Sin justificar la disminución de esfuerzos por mejorar las
condiciones objetivas para todos, se propone reconocer la
importancia de las percepciones y las actitudes sujetuales, lo
cual exige, considerar además de las condiciones objetivas de
vida la satisfacción y el bienestar subjetivos. (Max Neef,
Elizalde y Openhayn 1986; Nussbaum & Sen, 1993/1998; Sen
2001). En otras palabras, este artículo se orienta a
dimensionar el papel que el sentir, el pensar y el obrar del
sujeto tienen, en interacción con las características objetivas
de su entorno, en la configuración de su CdeV.”  (Trujillo,  Tovar  
y Lozano, 2007, Pág. 264)

Por supuesto, tanto la dirección u orientación de las propias decisiones y


acciones, como el valor que se les asigne y la significación que unas y
otras puedan representar para las personas, es algo que solo puede
apreciarse desde la perspectiva del propio sentido de vida, desde esa
“totalidad”   con   que   los   seres   humanos   podemos   “envolver”   nuestra  
existencia y en cuyo interior podemos visualizar los tramos que avanzan,
retroceden o se desvían, como en una suma de vectores, puesto que
esta totalidad brinda un marco de referencia que nos permite apreciar en
el curso de nuestra propia vida el camino recorrido y el que aún queda
por recorrer.

El sentido vital (SV), comprendido como justificación última de la


existencia, brinda motivos, da dirección, orienta, guía, pero, para su
realización se requieren, además, los proyectos que aterrizan en metas a
mediano plazo los propósitos lejanos del sentido vital y permiten
administrar los recursos necesarios, tanto como los planes a corto plazo
nos permiten concretar en la cotidianeidad los pasos con que afianzamos
la construcción de los proyectos. En pocas palabras, el sentido orienta los
proyectos que a su vez guían los planes y los planes concretan los
proyectos que van construyendo el sentido. (Trujillo, 2007)

“Al propósito límpido que justifica toda la existencia, que le


daría dirección a las acciones si éstas llegasen a realizarse,
ahora hay que traducirlo en obras, darle dimensiones temporal
y espacial. En otras palabras, al sueño que ilumina la
existencia hay que ponerle patas. (…)   Hay mucho de
relacionalidad entre su sentido y la vida de los hombres: el
sentido se insinúa y el ser humano responde, la respuesta
satisface en tanto se acerque al sentido, o frustra, en tanto se
aleje. Hay un juego, una danza, un baile rítmico entre la
persona humana y su sentido vital: éste jamás se alcanza
plenamente, pero siempre parece que se acerca lo suficiente
como para lograr asirlo. Así, jugando, pasa la vida de quien se
divierte porque tiene mil razones para estar contento, mientras
sabe que tiene toda la vida por delante para jugar al juego que
eligió.”  (Trujillo,  2007,  Págs.  49  y  50)

Al calor de los debates que sostuvimos nace un nuevo proyecto


pedagógico: el Énfasis en Biografía y Sentido Vital, en el cual nos
propusimos entrevistar a profundidad, con la participación de estudiantes
de cuarto año de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad
Javeriana, a las personas mayores de tres instituciones bogotanas
dedicadas a su cuidado, y a escribir sus relatos biográficos, para
posteriormente realizar el análisis del sentido vital presente en cada una
de tales narraciones.
Hasta el momento hemos tejido, junto con estas ancianas y ancianos
144 biografías que les han sido leídas y luego entregadas físicamente en
un hermoso libro que procura respetar, con su estilo literario fiel al
sentido vital de cada una(o) y la finura de sus detalles, el talante de cada
vida, contada por su testigo de excepción: una o un estudiante de
psicología en proceso de formación integral. Además, aproximadamente
275 personas mayores han participado de otras de las actividades del
Énfasis: talleres, grupos de apoyo, grupos auto-gestionados, consultas
individuales.

Respecto de algunas ventajas de utilizar la biografía o la autobiografía


para aproximarse a la comprensión del SV afirmábamos en otro escrito:

“Al   escribir   una   narración   autobiográfica,   el   autor   se   conoce  


mejor a sí mismo y procura dar coherencia a su relato, de
modo que gracias a la consistencia argumental de lo narrado,
su identidad, su mismidad histórica, se fortalece; también
comprende mejor la naturaleza de los cambios y de las
transiciones vividas, dándole sentido a la propia trayectoria
vital en el contexto histórico y cultural en el cual se encuentra
inmerso. Por   ello   menciona   Froma   Walsh:   “la   recuperación   de  
relatos perdidos puede restablecer un sentido vital de conexión
y significado.”  (Walsh,  2004,  Pág.  86)”  (Trujillo,  2008b)

Tales relatos pueden potenciar la resignificación resiliente de


acontecimientos difíciles en la vida de las personas, la reinterpretación de
rupturas, adversidades y dolores, dotándolos de significación, de sentido:

“Así   pues,   solo   es   posible   dotar   de   sentido   a   la   adversidad  


incluyéndola dentro del sistema general de orientación
temporal de la personalidad, por medio del cual las personas
otorgamos sentido a nuestras vidas e impregnamos de sentido
todo lo que hacemos. Dice Froma Walsh:

“(…)   la   adversidad   genera   una   crisis   de   significado   y   una


ruptura potencial de la integridad personal. Esa tensión da
lugar a la construcción o reorganización de nuestra
historia   de   vida   y   nuestras   creencias   (…)”   (Walsh, 2004,
Pág. 87)

Tal es la fuerza interna de los relatos biográficos, que su


coherencia narrativa permite, a quien la va escribiendo y a
quien la lee, comprender sucesos disruptivos, organizándolos y
resignificándolos. Va dibujándose del propio proceso evolutivo,
aquello que se conserva y permanece con nitidez sobre el
fondo, a veces difuso e incluso confuso, de aquello que cambia,
suave o bruscamente. Así las cosas, la fuerza narrativa logra
perfilar el contorno definido del sentido vital no solo gracias a
su propia claridad, sino también a su contraste con aquellas
circunstancias vitales cuyo desorden produce desconciertos y
solo admite vagas e inseguras interpretaciones polisémicas.”  
(Trujillo, 2007)

Nótese cómo los relatos biográficos presentan la vida de su protagonista


como una narración con sentido, como una totalidad coherente a los
ojos de su autor, plena de significados para éste, pero sin pretender ser
la presentación uniforme de una realidad monolítica o de una línea
unidireccional organizada cronológicamente o según algún otro criterio
jerárquico. Las narraciones no buscan, entonces, ser verdades
comprobables o cronologías precisas, sino narraciones verosímiles de la
trayectoria vital desde el punto de vista de quien la ha vivido y la relata
dando mayor o menor énfasis a los acontecimientos según su valor y
significado personal, que puede ser interpretado de modo diverso según
quien la lee. Por ello, vislumbrar el sentido de la vida a través de la
lectura de una biografía exige de aproximaciones hermenéuticas.

Como toda etopeya, las biografías no buscan dar cuenta de


acontecimientos grandilocuentes sino, más bien, ser ocasión para la
expresión de los acontecimientos sencillos y singulares que caracterizan
la cotidianeidad de quien se narra. Al igual que el sentido está en su
búsqueda, en el proceso de su realización, la biografía encuentra su
principal motivo, no en su cierre o punto final, sino en su apertura, la
cual podría quedar significada por el punto seguido, la coma, el punto y
coma, los dos puntos, o quizás los puntos suspensivos. A propósito
George Gusdorf propone:

“Al  dialogar consigo mismo, el escritor no busca decir la última


palabra, la cual cerraría su vida; se esfuerza solamente por
acercarse un poco más al sentido, siempre secreto e
inalcanzable,  de  su  propio  destino.”  (Gusdorf,  s.f.e.,  Pág.  17)

Fue a través de la lectura de autores latinoamericanos como Ovidio


D’Angelo   Hernandez   (1996) y Fernando González Rey (2008), como
fuimos encontrando categorías teóricas que nos permitieron aclarar
conceptos y afinar las interpretaciones que íbamos haciendo, tanto de los
hallazgos de la investigación terminada sobre la CV, como del análisis del
SV   en   las   biografías   escritas.   D’Angelo   Hernández   y   González   Rey,   y  
algunos autores colombianos como Jaime Samudio Díaz siguiendo la
tradición de pensadores como Lev Semionovich Vigotsky y, más
recientemente, de Joseph Nuttin, han desarrollado y precisado la
categoría   “Orientación   Temporal   de   la   Personalidad”   que   concuerda   con  
el Eje Temporal de nuestro modelo teórico de la CV y que lo precisa y
permite pormenorizar pinceladas sobre aspectos y matices que les son
propios.

Por su parte, Trujillo (2008), ha profundizado en la categoría


“sujetualidad”,  en  la  cual  el  sujeto  recobra  su  papel  protagónico  frente  a  
un objeto y una objetividad magnificados por el proceso de positivación
de las ciencias y, en particular, de las ciencias humanas y sociales, que
pretende hacer una disciplina psicológica aséptica de sujeto. Para este
autor, sujeto es quien asume un proyecto histórico concreto (Freire,
2007), es quien agencia su propio desarrollo (Sen, 2001) con autonomía
decisoria y control sobre su propia vida (Dulcey-Ruíz 1997, y Dulcey-Ruíz
y Uribe 2000,a, 2000b), sujeto es quien, de manera integral,
biopsicosocial y gracias al ejercicio de la voluntad (Vigotsky, 1995),
órgano de la libertad (Remolina, 1998), dirige sus acciones
conduciéndolas convenientemente para la realización de sus proyectos y
de los proyectos colectivos en los cuales participa. Sujeto es quien se
autodetermina, en medio de las determinaciones naturales y sociales,
sujeto es quien se constituye en agente de su propio sentido vital.

Desde la psicología, varios autores confirman la interacción entre calidad


y agenciamiento. Ello supone que la calidad de la vida tiene que ver de
manera medular y permanente y no tangencial u ocasional, con la
autogestión, con la posibilidad de deliberar y decidir y con la dirección de
las decisiones y las acciones de las personas. En otras palabras, cuando
las decisiones y acciones de las personas son fruto de procesos de
discernimiento que están vinculados a proyectos históricos concretos,
personales y/o comunitarios, que dan sentido a la vida, estas personas y
estas comunidades se constituyen a sí mismas en sujetos de su propia
historia y ello mejora sustancialmente su calidad vital, la cual será
evaluada en relación con el transcurso de tales vectores. La sujetualidad,
por tanto, es índice tanto de sentido vital como de calidad vital, en
función de la mayor proximidad o lejanía de los propios propósitos vitales
y en relación con los recursos disponibles y su balance relativo.

Nosotros también hemos venido desarrollando una propuesta para


comprender la orientación temporal de la personalidad. Como citábamos
más arriba, pensamos que la orientación de la personalidad en el tiempo
cuenta con una dimensión histórica y una biográfica. En la dimensión
biográfica hay un margen de maniobra de cada individuo: su capacidad
de agenciamiento, su autonomía decisoria, el control sobre su propia
vida. Este margen de maniobra personal permite a una persona
“diseñar”  y  “realizar”  el  proyecto  de  su  propia  vida  buscando  alcanzar  su  
sentido, como decíamos más arriba.

A  ese  margen  de  maniobra  le  llamamos  “libertad”.  Es  evidente  que   no
entendemos aquí a la libertad como la ausencia de determinaciones,
sino como la posibilidad de auto-determinarse en medio de las
determinaciones naturales y sociales. Por ello adherimos a Paulo Freire
cuando enuncia:

“La libertad no consiste en que el hombre pueda deliberar


largamente sobre sus posibilidades; ni siquiera en que tenga
una gama más amplia de posibilidades; el hombre es más libre
cuando tiene una más amplia y esclarecida comprensión de su
proyecto   histórico   concreto.”   (Freire,   citado   por   Gaitán,   Págs.  
19 y 20 en Parra, O., 2007)

Claro, a mayor grado de propositividad2, de deliberación de medios y de


fines al decidir, tanto mayor conciencia del alcance de los propósitos
auto-asignados o, por el contario, tanto menor conciencia de los fines
impuestos por otros. Mayor liberación o mayor alienación.

Encontramos así una aporía que podría ser, quizás, nuestra humilde
contribución original al debate: ¿Cómo pueden, personas que viven bajo
condiciones desfavorables, desarrollar el grado de libertad necesario
para potenciar su CV?, en otras palabras, ¿Qué factor resiliente les
permite romper con el techo de su CV presente para alcanzar un mayor
grado de libertad y desarrollo? ¿Cómo pueden algunas personas valorar
de modo positivo su CV, a pesar de no romper el techo de sus precarias
condiciones? ¿Es acaso, precisamente, el sentido vital, y lo que implican
sus exigencias, en tanto parámetro para la evaluación de la propia CV,
el que permite la ruptura del círculo de las esclavitudes para superarlo
en la espiralidad virtuosa de la liberación y el desarrollo?

Leguízamo A., Trujillo L., Trujillo N., y Trujillo S., (2009), a propósito de
la relación entre las condiciones de vida y las oportunidades de
desarrollo de la autonomía en dos adolescentes transgresores de la ley
y Gómez C., Restrepo M.C., Trujillo S., (2009) respecto de las
posibilidades de desarrollo resiliente de dos adultos desplazados por la
violencia en Colombia, formulan que no hay manera de desarrollar la
autonomía decisoria, es decir, no hay posibilidades de desarrollar los
procesos psicológicos superiores, especialmente la voluntad, órgano de

2
Ver de William McDougall “La  Psicología  Hórmica”
la libertad, cuando las condiciones de alimentación, educación, vivienda,
salud, etc., no lo permiten, generándose un círculo vicioso muy difícil de
romper: condiciones inadecuadas que generan dependencias,
dependencias que no permiten cambiar las condiciones inadecuadas.
(Trujillo 2005, 2007) Heteronomía moral que no permite ser crítico con
el sistema jurídico autoritario que genera heteronomía, y por tanto,
imposibilidad de desarrollo de la autonomía cuando las circunstancias,
con sus urgencias de supervivencia y de perpetuación de ciertos
patrones culturales repetitivos, no ofrecen cabida a la crítica autónoma
de la ley que podría instaurar la justicia. (Trujillo 1990, 2005, 2007)

Este círculo vicioso se puede transformar en espiral virtuosa, cuando la


resiliencia, el proceso por medio del cual una dificultad grande o
pequeña se convierte en ocasión de mejoramiento personal o colectivo
(Campo 2008, Trujillo 2009) permite a individuos y comunidades
asumir la dirección y el control, al menos en parte, de sus propias vidas.

En este proceso, la participación democrática, el desarrollo de proyectos


autogestionados, el foco de control interno y la autoestima positiva
como fruto de los logros, son dinámicas que rompen la desesperanza
aprendida, las profecías autocumplidas, la autoestima negativa, el
desarraigo, el foco de control externo, el asistencialismo que
empobrece, y otras consecuencias del destierro, el maltrato, el abuso y
el abandono, propios de nuestro contexto violento, sembrando
participación, empoderamiento, emprendimiento, autonomía,
cooperación, liderazgo proactivo, trabajo en equipo, foco de control
interno, autoestima positiva, sentido comunitario, disfrute de la vida,
amistad, esperanza.

Así, el modelo de la C.V. que habíamos formulado, con su


tridimensionalidad, nos ha permitido precisar que la compleja CV integra
varias dimensiones, a su vez complejas. Una de las cuales, la psicológica,
se configura como el cruce de sistemas personales, sujetuales 3 y
biográficos, en interconexión dinámica entre sí y con las dimensiones
sociales, objetivas e históricas.

3
Como enunciábamos, nos ha parecido mejor utilizar esta expresión porque centra
nuestra atención en el sujeto, a diferencia de la palabra “subjetivo”  que  por  su  carga  
cultural en Occidente tiende a menospreciar lo propio de la subjetividad,
considerándolo relativo, blando, poco digno de fiar.
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