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POLÍTICAS PÚBLICAS DE CUIDADO, RETOS CIUDADANOS

La Economía del cuidado


De acuerdo con Corina Rodríguez, la economía feminista explica las raíces
económicas de las desigualdades de género y para ello crea la noción de economía la cual
busca poner en evidencia las relaciones de género como variable de análisis en el sistema
económico y en la vida cotidiana. El acento de esta teoría se encuentra en la visibilización
de “las formas de organización de la reproducción social y el reconocimiento del impacto
de estas en la reproducción de la desigualdad” (Rodríguez, 2015: 1).

Es así, que el concepto de economía del cuidado toma lugar y se entiende, según
Rodríguez, como todas las actividades y prácticas necesarias para la supervivencia cotidiana
de las personas en la sociedad en que viven, incluye el autocuidado, el cuidado directo del
otro, la provisión de las precondiciones en que se realiza el cuidado y la gestión del cuidado.
El cuidado permite atender las necesidades de las personas dependientes, por su edad o
por sus condiciones/capacidades (niñez, personas mayores, con enfermedad o con
deficiencia funcional) y también de las que deben auto proveerse dicho cuidado (Rodríguez,
2015).

El análisis de los cuidados dentro de la economía, significa comprender que el hecho


de cuidar produce y contribuye a la generación de valor económico en función de la
dinamización social, sobre todo en la economía capitalista puesto que sostiene la
reproducción de la fuerza de trabajo productiva. En efecto, el análisis ortodoxo de la
economía, el trabajo y la fuerza laboral invisibiliza la economía del cuidado: “no se tiene en
cuenta ni el trabajo que esa fuerza laboral tiene incorporada (al estar cuidada, higienizada,
alimentada, descansada), ni el trabajo del cual se la libera al eximir de responsabilidades de
cuidado de aquellos con quienes convive.” (Rodríguez, 2015, 37).

El Cuidado en la agenda pública internacional


Las luchas del movimiento feminista han derivado en algunos avances en términos
de igualdad entre hombres y mujeres, sin embargo, uno de los elementos en los que aún
hay retos importantes es en lo que respecta a la división sexual del trabajo y sus
implicaciones de desventaja para las mujeres. Esta situación, posiciona la creencia y
naturalización “de la mujer cuidadora de los otros”, tanto en el trabajo productivo como en
el reproductivo.

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Plantear entonces que el cuidado es derecho, es revolucionario y le otorga un
estatus político que es propio de la ciudadanía y de la universalidad de los derechos
humanos. De esta manera se avanza en el reconocimiento de las implicaciones que tiene la
acción de cuidar y de lo fundamental que es para la existencia misma de la vida y el
desarrollo de todas sus dimensiones. Esto implica asumir que no es la familia y en ella las
mujeres, las únicas responsables de provisionar los cuidados y que por tanto se extiende a
ser otorgados por otros estamentos y actores implicados: otros miembros de la familia, en
especial los hombres, el Estado y el sector privado.

El reconocimiento del cuidado como derecho fundamental contiene una dimensión


objetiva y otra subjetiva. La objetiva, indica que debe existir una reglamentación general
que regule su desarrollo al interior de la sociedad y por tanto, genere obligaciones puntuales
para el Estado; la dimensión subjetiva, reconoce las facultades, los beneficios y las
libertades que corresponden a toda persona los cuales puede exigir ante el Estado cuando
considera que el derecho al cuidado le es vulnerado.

En la primera década del siglo XXI se iniciaron las primeras discusiones internacionales
formales frente al cuidado, discusiones que ya venía generando el movimiento feminista,
se incorporan entonces a la agenda internacional y nacional generando normatividad que
plantean precedentes importantes para su constitución como derecho.
El cuidado como derechos fue presentado por primera vez en la en la X Conferencia
Regional de la Mujer de América Latina y el Caribe, celebrada en Ecuador en el año 2007, el
resultado del diálogo entre la sociedad civil y los gobiernos, fue conocido como el Consenso
de Quito, donde se planteó el compromiso de avanzar en la formulación de políticas que
promuevan la corresponsabilidad en el cuidado entre hombres y mujeres, el compromiso
de: “formular y aplicar políticas de Estado que favorezcan la responsabilidad compartida
equitativamente entre mujeres y hombres en el ámbito familiar, superando los estereotipos
de género, reconociendo la importancia del cuidado y del trabajo doméstico para la
reproducción económica y el bienestar de la sociedad como una de las formas de superar
la división sexual del trabajo”. Asimismo, se acordó “adoptar medidas en todas las esferas
de la vida particular, en los ámbitos económico y social, incluidas reformas institucionales,
para garantizar el reconocimiento y el aporte al bienestar de las familias y al desarrollo
promover su inclusión en las cuentas nacionales”.

Estos acuerdos fueron retomados nuevamente en el Consenso de Brasilia (2010) durante la


XI Conferencia Regional de la Mujer de América Latina y el Caribe, donde los Estados han
avanzado aún más en el reconocimiento explícito del cuidado.
En la siguiente Conferencia, se aprueba el Consenso de Santo Domingo (2013) en su
apartado 57 se dispone: “Reconocer el cuidado como un derecho de las personas y, por lo
tanto, como una responsabilidad que debe ser compartida por hombres y mujeres de todos
los sectores de la sociedad, las familias, las empresas privadas y el Estado, adoptando

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medidas, políticas y programas de cuidado y de promoción de la corresponsabilidad entre
mujeres y hombres en la vida familiar, laboral y social que liberen tiempo para que las
mujeres puedan incorporarse al empleo, al estudio y a la política y disfrutar plenamente de
su autonomía”

Posteriormente, en el año 2015, la Asamblea General de la Organización de Estados


Americanos (OEA) aprueba la Convención Interamericana sobre la Protección de los
Derechos Humanos de las Personas Adultas Mayores, que define la obligación de los
Estados de implementar medidas tendientes al desarrollo de un sistema integral de cuidado
para este grupo de la población, de manera que establece en el artículo 12 que las personas
adultas tienen “derecho a un sistema integral de cuidados que provea la protección y
promoción de la salud, cobertura de servicios sociales, seguridad alimentaria y nutricional,
agua, vestuario y vivienda; promoviendo que la persona mayor pueda decidir permanecer
en su hogar y mantener su independencia y autonomía”, este es el primer instrumento de
derechos humanos vinculante que reconoce el derecho al cuidado.

La Agenda 2030 con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ha dedicado un objetivo


completo, el número 5 a la igualdad de género, al proponerse: “Lograr la igualdad de género
y empoderar a todas las mujeres y a las niñas”. Y específicamente en la Meta 5.4 establece:
“Reconocer y valorar los cuidados y el trabajo doméstico no remunerados mediante
servicios públicos, infraestructuras y políticas de protección social, y promoviendo la
responsabilidad compartida en el hogar y la familia, según proceda en cada país”

El cuidado figura también centralmente entre las medidas tendientes a la implementación


y al seguimiento del Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo (CEPAL 2015).

En junio de 2011, en la reunión número 100 de la Conferencia Internacional del Trabajo, es


aprobado el Convenio 189 sobre trabajo decente para las trabajadoras y trabajadores
domésticos y su respectiva Recomendación 201 que lo complementa.

Los movimientos sociales, especialmente de mujeres han presionado la construcción de


normativa e instrumentos internacionales en materia de economía de cuidado, pero hay
grandes vacíos en términos de información, mecanismos de exigibilidad y seguimiento de
su implementación en los países.

Políticas públicas de Cuidado, un ejemplo en la región

Uruguay se ha convertido en la experiencia regional más importante en materia de política


pública de cuidado. Han posicionado el cuidado como derecho gracias al papel y la presión
de la academia, las organizaciones de mujeres, el Instituto Nacional de las Mujeres y la
cooperación internacional. (Batthyány, 2015).

En el marco de un gobierno de izquierda y en un país que se caracteriza por su fuerte legado


histórico en materia de protección social, se avanzó en la necesidad de un Sistema Nacional

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del Cuidados, el cual recorrió un camino importante desde la agenda social a la agenda
política y la de gobierno. Fue el movimiento social de mujeres quienes colocaron el tema de
los cuidados en la agenda social y desde la institucionalidad gubernamental de este sector
poblacional (Instituto Nacional de las Mujeres) se trazaron las líneas de acción en este
sentido en el período de gobierno 2005-2010.

Este sistema busca adecuar y promover procesos de cambio en la población (natalidad,


envejecimiento), en las familias (división sexual del trabajo, déficit de cuidados) y en el
mercado de empleo (aumento en la tasa de actividad femenina, reducción de la tasa
femenina de desempleo y condiciones equitativas para varones y mujeres en el mercado
laboral). Se enmarca en las políticas de la Reforma Social, de corte universal basada en la
perspectiva de derechos. También se conjuga la creación de servicios con la posibilidad de
apoyo a las familias para la contratación de servicios de cuidados en el hogar o fuera de
éste. La descentralización territorial es un eje fundamental en este sistema, buscando
generar “servicios de cercanía” lo suficientemente flexibles como para tener en cuenta las
necesidades específicas de cada comunidad en el servicio otorgado. La participación de la
comunidad, en formatos nuevos y aprovechando los existentes, es una piedra angular de
un sistema de cuidados pensado desde un enfoque de derechos. Por último, fortalece y
profesionaliza la tarea de cuidado a través de la capacitación de los cuidadores tanto
familiares como formales, desde la perspectiva de género, generaciones y étnico-racial.
(Batthyány, 2015) (www.sistemadecuidados.gub.uy)

Normatividad nacional y avances

A nivel nacional se cuenta con normatividad que fundamenta las posibilidades de creación
de una política pública y más específicamente, de un Sistema de Economía de Cuidado para
el país, pero su concreción ha tomado más de 7 años, sin que se avizoren avances
contundentes en la materia, por el contrario, los planteamientos logrados en el plan de
desarrollo 2014 – 2018 y la construcción de lineamientos de política pública vuelven a ser
materia de revisión por el gobierno actual.

En el Plan de Desarrollo “Pacto por Colombia, pacto por la Equidad” 2018 – 2022, el cuidado
está incluido en el capítulo XIV Pacto de Equidad por las mujeres, específicamente el
numeral C. “El cuidado, una apuesta de articulación y corresponsabilidad.” Pero los avances
son limitados, hasta ahora la implementación se reduce a la revisión de los lineamientos
construidos en el gobierno anterior a través de encuentros con actores del diamante del
cuidado. A pesar del panorama nacional, se cuenta con progresos importantes desde los
gobiernos departamentales y municipales, como lo están mostrando ciudades como
Medellín y Bogotá y departamentos como Antioquia y Nariño, y con ello, la presión de abajo
hacia arriba en su concreción a nivel nacional.

Línea del tiempo Economía de cuidado en Colombia:

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2010. Ley 1413 de 2010. Insta a la medición Economía del cuidado en las cuentas
nacionales, a través de la Encuesta de Uso del Tiempo – ENUT
Ley 1595 de 2012 por medio de la cual se ratifica el convenio 189 de la OIT
2013. Decreto 2490 de 2013. Crea la Comisión Intersectorial de Economía de
Cuidado
2014 se publican los resultados de la Primera Encuesta Nacional de Uso del Tiempo
ENUT (2013) que evidencia la sobrecarga de trabajo de cuidado en las mujeres.
2015. Ley 1753 de 2015 – Plan Nacional de Desarrollo 2014 – 2018 Ordena crear el
Sistema Nacional de Cuidado –SINACU-
2016 – 2020 Construcción de las bases del Sistema Nacional de Economía de
Cuidado con la interlocución de la Mesa Intersectorial de Economía de Cuidado de
Bogotá.
2018 se publican los resultados de la segunda Encuesta Nacional de Uso del Tiempo
(2017)
2020 – 2021. Tercera encuesta de Uso del Tiempo, ENUT – DANE

Dando cumplimiento a La ley 1413 se han realizado tres mediciones de la Encuesta Nacional
de Uso del Tiempo (ENUT), la primera entre 2012 – 2013 y la segunda 2016 – 2017, y la
tercera en 2020 - 2021 en el marco de los efectos de la pandemia en el cuidado de la vida.
Estas mediciones junto con la creación de la cuenta satélite de economía del cuidado
permitieron valorar la contribución del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, el
cual, si se remunerara significaría el más del 20% del PIB.
Diamante de cuidados, El trabajo de cuidado en corresponsabilidad

La organización social del cuidado involucra al menos a cuatro estamentos de la


sociedad: Estado, mercado, familia y comunidad. Con mayor responsabilidad del Estado en
la provisión de servicios y la regulación de los privados. La distribución del cuidado entre
estos actores genera mayor bienestar social, y reduce las sobrecargas de cuidado no
remunerado.
Diamante de cuidados de Shahra Razavi

Familias

Cuidado

Estado Mercado

Comunidad

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Fuente: Imagen creada por Shahra Razavi, académica iraní y representantes de las
Naciones Unidas en temas de género y desarrollo social.

En Colombia prevalece un modelo de cuidado familiarista, es decir, que las


responsabilidades de cuidado recaen sobre todo en la familia, con arreglos informales y con
una carga mayor sobre las mujeres. Aún son incipientes los trabajos de cuidado asumidos y
apoyados por el Estado y por el mercado y por los hombres que conforman las familias.

Las acciones sobre el cuidado han estado focalizadas hasta ahora, en las personas
que requieren cuidado, con programas con enfoques de asistencia y reducción de riesgo
social. Por su parte, las personas cuidadoras han estado ausentes de las políticas públicas,
programas y proyectos, desconociendo la función vital, social y económica que han
cumplido hasta ahora. Son dos los grandes retos de las políticas públicas de cuidado, por un
lado, fortalecer en calidad y cobertura el sistema de servicios de cuidado y por otro, crear
circunstancias para que las personas cuidadoras puedan llevar a cabo su labor en
condiciones de dignidad y la posibilidad de elección de la cantidad de tiempo invertido sin
detrimento de su autocuidado y el goce de derechos.

Escenarios de acción ciudadana

• Propiciar espacios de discusión sobre las dinámicas de cuidado en los territorios


con enfoque feminista y étnico y territorial.
• Incidir en las políticas públicas territoriales con el enfoque de economía de
cuidado.
• Promover la creación de políticas públicas, planes y programas y proyectos de
economía de cuidado en los territorios.
• Constituir colectivos de personas cuidadoras y personas dependientes de cuidado
con herramientas para la participación en la promoción y deliberación de políticas
públicas de cuidado.
• Generar espacios de deliberación sobre las políticas alrededor del cuidado
existentes en los territorios.
• Crear campañas de promoción de la redistribución del cuidado entre hombres y
mujeres.
• Constituir iniciativas de empresa social de cuidado lideradas por las comunidades,
por ejemplo, lavadoras comunitarias, comedores comunitarios, etc.
• Incorporar el enfoque de economía de cuidado en los colectivos de hombres desde
las llamadas nuevas masculinidades.

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• Exigir a las empresas públicas y privadas el cumplimiento de normativa alrededor
del cuidado
• Promover acciones afirmativas de cuidado desde el sector privado. (ampliación de
licencias para hombres y mujeres, espacios de cuidado, flexibilización de horarios,
etc)

Bibliografía
Batthyány, K. (2015) Las políticas de cuidado en América Latina. Una mirada a las
experiencias regionales. CEPAL
DANE. Encuesta Nacional de Uso del Tiempo – ENUT-
Pautassi, L. (2007) El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos. CEPAL
Rodríguez, C. (2015) Economía feminista y economía de Cuidado. Nueva sociedad. #256

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