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La Cuaresma

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la


gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo
de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la


Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del
domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que
debemos vivir como hijos de Dios.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de
reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.

En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma
como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el
prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos
ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más
de Dios.

Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante
toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que
se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y
apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para
alcanzar la gloria de la resurrección.

Como se debe vivir la cuaresma


Ante todo, la vida de oración, condición indispensable para el encuentro con Dios. En
la oración, si el creyente ingresa en el diálogo íntimo con el Señor, deja que la gracia
divina penetre su corazón y, a semejanza de Santa María, se abre la oración del
Espíritu cooperando a ella con su respuesta libre y generosa (ver Lc 1,38).

Asimismo, también debemos intensificar la escucha y la meditación atenta a la Palabra


de Dios, la asistencia frecuente al Sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía, lo
mismo la práctica del ayuno, según las posibilidades de cada uno.

La mortificación y la renuncia en las circunstancias ordinarias de nuestra vida, también


constituyen un medio concreto para vivir el espíritu de Cuaresma. No se trata tanto de
crear ocasiones extraordinarias, sino más bien, de saber ofrecer aquellas
circunstancias cotidianas que nos son molestas, de aceptar con humildad, gozo y
alegría, los distintos contratiempos que se nos presentan a diario. De la misma
manera, el saber renunciar a ciertas cosas legítimas nos ayuda a vivir el desapego y
desprendimiento.

De entre las distintas prácticas cuaresmales que nos propone la Iglesia, Ia vivencia de
Ia caridad ocupa un lugar especial. Así nos lo recuerda San León Magno: "Estos días
cuaresmales nos invitan de manera apremiante al ejercicio de Ia caridad; si deseamos
Ilegar a la Pascua santificados en nuestro ser, debemos poner un interés especialisimo
en la adquisición de esta virtud, que contiene en si a las demás y cubre multitud de
pecados".

Esta vivencia de la caridad debemos vivirla de manera especial con aquél a quien
tenemos más cerca, en el ambiente concreto en el que nos movemos. Así, vamos
construyendo en el otro "el bien más precioso y efectivo, que es el de Ia coherencia
con la propia vocación cristiana" (Juan Pablo II).

Cómo vivir la Cuaresma

1. Arrepintiéndome de mis pecados y confesándome.

Pensar en qué he ofendido a Dios, Nuestro Señor, si me duele haberlo ofendido, si


realmente estoy arrepentido. Éste es un muy buen momento del año para llevar a
cabo una confesión preparada y de corazón. Revisa los mandamientos de Dios y de la
Iglesia para poder hacer una buena confesión. Ayúdate de un libro para estructurar tu
confesión. Busca el tiempo para llevarla a cabo.

2. Luchando por cambiar.

Analiza tu conducta para conocer en qué estás fallando. Hazte propósitos para cumplir
día con día y revisa en la noche si lo lograste. Recuerda no ponerte demasiados porque
te va a ser muy difícil cumplirlos todos. Hay que subir las escaleras de un escalón en un
escalón, no se puede subir toda de un brinco. Conoce cuál es tu defecto dominante y
haz un plan para luchar contra éste. Tu plan debe ser realista, práctico y concreto para
poderlo cumplir.

3. Haciendo sacrificios.

La palabra sacrificio viene del latín sacrum-facere, que significa "hacer sagrado".
Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es decir, ofrecerla a Dios por
amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios, porque lo amas, cosas que te cuestan trabajo.
Por ejemplo, ser amable con el vecino que no te simpatiza o ayudar a otro en su
trabajo. A cada uno de nosotros hay algo que nos cuesta trabajo hacer en la vida de
todos los días. Si esto se lo ofrecemos a Dios por amor, estamos haciendo sacrificio.

4. Haciendo oración.

Aprovecha estos días para orar, para platicar con Dios, para decirle que lo quieres y
que quieres estar con Él. Te puedes ayudar de un buen libro de meditación para
Cuaresma. Puedes leer en la Biblia pasajes relacionados con la Cuaresma.

Ayuno y Abstinencia
El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día. La abstinencia consiste en no
comer carne. Son días de abstinencia y ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes
Santo.
La abstinencia obliga a partir de los catorce años y el ayuno de los dieciocho hasta los
cincuenta y nueve años de edad.

Con estos sacrificios, se trata de que todo nuestro ser (espíritu, alma y cuerpo)
participe en un acto donde reconozca la necesidad de hacer obras con las que
reparemos el daño ocasionado con nuestros pecados y para el bien de la Iglesia.

El ayuno y la abstinencia se pueden cambiar por otro sacrificio, dependiendo de lo que


dicten las Conferencias Episcopales de cada país, pues ellas son las que tienen
autoridad para determinar las diversas formas de penitencia cristiana.

¿Por qué el Ayuno?

Es necesario dar una respuesta profunda a esta pregunta, para que quede clara la
relación entre el ayuno y la conversión, esto es, la transformación espiritual que acerca
del hombre a Dios.

El abstenerse de la comida y la bebida tienen como fin introducir en la existencia del


hombre no sólo el equilibrio necesario, sino también el desprendimiento de lo que se
podría definir como "actitud consumística".

Tal actitud ha venido a ser en nuestro tiempo una de las características de Ia


civilización occidental. El hombre, orientado hacia los bienes materiales, muy
frecuentemente abusa de ellos. La civilización se mide entonces según Ia cantidad y Ia
calidad de las cosas que están en condiciones de proveer al hombre y no se mide con
el metro adecuado al hombre.

Esta civilización de consumo suministra los bienes materiales no sólo para que sirvan al
hombre en orden a desarrollar las actividades creativas y útiles, sino cada vez más para
satisfacer los sentidos, Ia excitación que se deriva de ellos, el placer, una multiplicación
de sensaciones cada vez mayor.

El hombre de hoy debe abstenerse de muchos medios de consumo, de estímulos, de


satisfacción de los sentidos: ayunar significa abstenerse de algo. El hombre es él mismo
sólo cuando logra decirse a sí mismo: No.

No es Ia renuncia por Ia renuncia: sino para el mejor y más equilibrado desarrollo de sí


mismo, para vivir mejor los valores superiores, para el dominio de sí mismo.

Como vivian los primeros cristianos la cuaresma


La celebración de la Pascua del Señor, constituye, sin duda, la fiesta primordial del año
litúrgico. De aquí que, cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar anualmente el
misterio pascual de Cristo, advirtió la necesidad de una preparación adecuada, por
medio de la oración y del ayuno, según el modo prescrito por el Señor. Surgió así la
piadosa costumbre del ayuno Infra-pascual del viernes y sábado santos, como
preparación al Domingo de Resurrección.

Los primeros pasos

Paso a paso, mediante un proceso de sedimentación, este período de preparación


pascual fue consolidándose hasta llegar a constituir la realidad litúrgica que hoy
conocemos como Tiempo de Cuaresma. Influyeron también, sin duda, las exigencias
del catecumenado y la disciplina penitencial para la reconciliación de los penitentes.

La primitiva celebración de la Pascua del Señor conoció la praxis de un ayuno


preparatorio el viernes y sábado previos a dicha conmemoración.

A esta práctica podría aludir la Traditio Apostolica, documento de comienzos del siglo
III, cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen el viernes y transcurran la
noche del sábado en vela. Por otra parte, en el siglo III, la Iglesia de Alejandría, de
hondas y mutuas relaciones con la sede romana, vivía una semana de ayuno previo a
las fiestas pascuales.

En el siglo IV se consolida la estructura cuaresmal de cuarenta días

De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar
hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este
tiempo litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi
todas las Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de
preparación pascual se circunscribía en Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto
sábados y domingos. Este ayuno pre-pascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo
en vigor, pues a finales del siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de
cuarenta días.

El período cuaresmal de seis semanas de duración nació probablemente vinculado a la


práctica penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto
domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la
reconciliación, que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo. Como
este período de penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre de Quadragesima
o cuaresma.

Durante el primer estadio de organización cuaresmal se celebraban tan sólo las


reuniones eucarísticas dominicales, si bien entre semana existían asambleas no
eucarísticas: los miércoles y viernes.

Pero a finales del siglo VI las reuniones del lunes, miércoles y viernes celebraban ya la
eucaristía. Más tarde, se añadieron nuevas asambleas eucarísticas los martes y
sábados. Por último, el proceso se cerró bajo el pontificado de Gregorio II (715-731),
con la asignación de un formulario eucarístico para los jueves de cuaresma.

¿Por qué la ceniza?


Hacia finales del siglo V, el miércoles y viernes previos al primer domingo de cuaresma
comenzaron a celebrarse como si formaran parte del período penitencial,
probablemente como medio de compensar los domingos y días en los que se rompía el
ayuno.

Dicho miércoles, los penitentes, por la imposición de la ceniza, ingresaban en el orden


que regulaba la penitencia canónica.

Cuando la institución penitencial desapareció, el rito se extendió a toda la comunidad


cristiana: este es el origen del Miércoles de Ceniza o «Feria IV anerum».

El proceso de alargamiento del período penitencial continuó de forma irremediable.


Esta anticipación del ayuno cuaresmal no es una práctica exclusivamente romana: se
encuentra también en Oriente, y en diversas regiones de Occidente.

Probablemente se trata de una praxis originada en la ascesis monástica y más tarde


propagada entre la comunidad cristiana, aunque resulte difícil conocer sus
características.

¿Por qué cuarenta días?

El significado teológico de la Cuaresma es muy rico. Su estructura de cuarentena


conlleva un enfoque doctrinal peculiar.

En efecto, cuando el ayuno se limitaba a dos días —o una semana a lo sumo—, esta
praxis litúrgica podía justificarse simplemente por la tristeza de la Iglesia ante la
ausencia del Esposo, o por el clima de ansiosa espera; mientras que el ayuno
cuaresmal supone desde el principio unas connotaciones propias, impuestas por el
significado simbólico del número cuarenta.

En primer lugar, no debe pasarse por alto que toda la tradición occidental inicia la
Cuaresma con la lectura del evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el
período cuaresmal constituye, pues, una experiencia de desierto, que al igual que en el
caso del Señor, se prolonga durante cuarenta días.

En la Cuaresma, la Iglesia vive un combate espiritual intenso, como tiempo de ayuno y


de prueba. Así lo manifiestan también los cuarenta años de peregrinación del pueblo
de Israel por el Sinaí.

Otros simbolismos enriquecen el número cuarenta, como se advierte en el Antiguo y


Nuevo Testamento. Así, la cuarentena evoca la idea de preparación: cuarenta días de
Moisés y Elías previos al encuentro de Yahveh; cuarenta días empleados por Jonás para
alcanzar la penitencia y el perdón; cuarenta días de ayuno de Jesús antes del comienzo
de su ministerio público. La Cuaresma es un período de preparación para la
celebración de las solemnidades pascuales: iniciación cristiana y reconciliación de los
penitentes.
Por último, la tradición cristiana ha interpretado también el número cuarenta como
expresión del tiempo de la vida presente, anticipo del mundo futuro. El Concilio
Vaticano II(cfr. SC 109) ha señalado que la Cuaresma posee una doble dimensión,
bautismal y penitencial, y ha subrayado su carácter de tiempo de preparación para la
Pascua en un clima de atenta escucha a la Palabra de Dios y oración incesante.

El período cuaresmal concluye la mañana del Jueves Santo con la Misa crismal —Missa
Chrismalis— que el obispo concelebra con sus presbíteros. Esta Misa manifiesta la
comunión del obispo y sus presbíteros en el único e idéntico sacerdocio y ministerio de
Cristo. Durante la celebración se bendicen, además, los santos óleos y se consagra el
crisma.

El tiempo de Cuaresma se extiende desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la


cena del Señor exclusive. El miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia; los
viernes de Cuaresma se observa la abstinencia de carne. El Viernes Santo también se
viven el ayuno y la abstinencia.

Explicación de la cuaresma
CUARENTA DÍAS DE TRABAJO

1. Cuaresma significa "cuarenta" y se aplica a los 40 días de intensa preparación a la


fiesta de PASCUA.

2. Jesús se retiró durante 40 días. Moisés aguardó 40 días antes de subir al Sinaí. Elías
caminó durante 40 días hacia el Horeb. Y la marcha de los judíos por el desierto duró
40 años.

3. "40" es pues, un número simbólico que expresa víspera, "preparación" intensa de


algo importantísimo que, para nosotros, es la PASCUA

4. No se entiende la Cuaresma si no es en función de la PASCUA.

5. El tiempo de Cuaresma empieza el Miércoles de Ceniza y acaba el Jueves Santo. En


ese período no se canta el "Aleluya" ni se recita el "Gloria".

6. En los primeros tiempos, la Cuaresma era un período de preparación intensiva al


Bautismo, que se celebra en la noche de Pascua.

7. El ser bautizado exige una coherencia y un cambio de mentalidad.

II. TIEMPO DE CAMBIO


1. El Miércoles de Ceniza se nos dice: "Convertíos y creed en el Evangelio". La
Cuaresma es pues, un tiempo de conversión.

2. Convertirse significa "volver", "cambiar", "corregir el camino" "Renovarse"

3. El cambio que queremos es pasar del "hombre viejo" al "hombre nuevo"

4. "Hombre viejo" es el que vive a espaldas de Cristo y del Evangelio. "Hombre nuevo"
es el que sigue a Jesús y vive según el Evangelio.

5. ¿Tú eres un "hombre viejo" o un "hombre nuevo"? Piénsalo bien, ¡hombre!

6. Algunos cristianos creen que la conversión es sólo para los paganos y herejes.. Y,
claro, no necesitan la Cuaresma.

7. Otros piensan que con no comer carne los viernes o dejar de fumar ya han
cumplido... ¡No! Si no hay cambio, no hay Cuaresma.

8. Cuaresma es cambiar de vida.

III. CAMBIAR EL CORAZÓN

1. El Miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia. Los Viernes de Cuaresma son


días de abstinencia.

2. Ayunar por ayunar no tiene sentido y no hace a la gente mejor... Sobre todo en un
mundo en que muchos ayunan, no porque es Cuaresma, sino porque no tienen qué
comer.

3. Abstenerse de comer carne es un signo que tiene su importancia por lo que significa.

4. El ayuno y la abstinencia son "signos de conversión". No son "la conversión".

5. El ayuno es signo de que tú:


- quieres "ayunar de pecados"
- te solidarizas con los hambrientos
- prefieres el pan de la Palabra
- frenas el consumismo
- quieres compartir lo tuyo.

6. La abstinencia es signo de que tú:


- quieres abstenerte del pecado
- no te comes el pan de los pobres
- te "mantienes en forma" por dentro.

7. Lo que interesa es cambiar el corazón.


IV. "CONVERTÍOS Y CREED EN EL EVANGELIO"

1. La Cuaresma es un tiempo de renovación para la comunidad. 0 la hacemos todos


juntos o no es Cuaresma.

2. Hace Cuaresma: la pareja, la familia, el grupo, la parroquia, la comunidad. Nadie


hace la Cuaresma solo

3. Si los creyentes de este país cambian, todo el país hará el cambio. La Cuaresma
ayuda a cambiar la sociedad.

4. El modelo del cambio está en el Evangelio, la Palabra de Dios. Cuaresma es un


tiempo favorable para el anuncio y la escucha de la Palabra.

5. San Jerónimo decía: "Ignorar el Evangelio es ignorar a Cristo".

6. Jesús decía: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la
boca de mi Padre".

7. La lectura del Evangelio en familia, las convivencias, los Ejercicios Espirituales, los
cultos de las Hermandades... son momentos privilegiados para escuchar la Palabra de
Dios. No cierres tus oídos a la Palabra.

V. LA CUARESMA Y EL HOMBRE DE HOY

1. El hombre de hoy es un poco autosuficiente y algo olvidado de Dios. Confía


demasiado en la razón y, a veces se cierra a la fe, ¿no te parece?

2. El hombre de hoy piensa que la Cuaresma es para los "carrozas" y los "carcas": "ya
no se estila".

3. Dicen que el hombre de hoy ha perdido la conciencia de pecado. ¿Será verdad que
ya no hay pecados?

4. ¿0 será que el hombre de hoy necesita más que ningún otro convertirse?

5. Lo que pasa es que convertirse es algo complicado.

6. Cuando el hombre de hoy comprenda lo serio que es cambiar de vida y poner en


cuarentena el corazón, entonces se dará cuenta que necesita la Cuaresma.

7. El hombre de hoy es el hombre del evangelio, porque el evangelio siempre es de


hoy.

8. Todos somos hombres de hoy, que necesitamos una Cuaresma de "hoy".

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