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com/2009/11/21/new-translation-of-laruelles-biography-of-
the-eye/

“El hombre es esta noche, esta Nada vacía que contiene toda su indivisa simplicidad… [él] es la
noche que uno percibe/ve si mira a un hombre a los ojos”.

Suplemento al juicio de Hegel sobre el hombre

Un filósofo nunca ha mirado a un hombre directamente a los ojos. El filósofo es el


hombre que aparta los ojos para mirar al hombre a los ojos[suyos]: es un hombre con la mirada
distorsionada. El filósofo yerra en reconocer lo inmediato porque él mismo no es inmediato.

Mirar a los ojos: una máxima de la curiosidad filosófica, de su indiscreción oblicua. El


filósofo es el hombre de la mirada oblicua que carece de la sencilla franqueza del hombre.

Mirar a los ojos: este múltiplo suena singular, como la penetración en las únicas
profundidades del alma, si no es simplemente una posibilidad de falsedad o contradicción entre
los ojos, rápidamente borrada.

El filósofo mira al hombre desde fuera: a los ojos, y él solo puede ver el vacío y la
noche, una bruma que espesa en la nada o se disipa a la luz del día.

El filósofo mira a los ojos del hombre para disolver el Mundo en el hombre y el hombre
en la nada. El filósofo no ve al hombre en el hombre, y ve la nada del Mundo.

Los ojos pueden ser sentidos, quemados, penetrados, acariciados, pero solo son ojos –
ojos que ven- si uno puede ver en ellos. Al igual que las bestias se apegan a sus crías
llenándolas con su propio alimento, el filósofo cree apegarse al hombre lanzando su propia
mirada a la profundidad de sus ojos. Así hace de él un nuevo filósofo.

Reglas de la visión filosófica: 1. El hombre es un ser que debe ser mirado en las
profundidades de los ojos; 2. Solo otro hombre puede acceder a las profundidades del hombre;
3. Ser mirado así a los ojos lo hace hombre, es decir, filósofo.

Mirar a los ojos es una inversión de la trascendencia, su reversión y duplicación. Dos


miradas se enlazan en una sola y se devienen reversibles –deseo abismal donde el hombre se
desborda y se pierde en el otro, donde ambos son reunidos sin llegar nunca a la máxima
reducción.

Penetrar en el otro con los ojos va más allá de la indiscreción si se puede tocar su deseo
y desestabilizar su nada.

Para el filósofo, el ojo es convertible en el ojo, reversible con otro ojo. El ojo es un
hombre para el ojo, el hombre es un ojo para el hombre.
El hombre es abismo para el hombre, es decir, para el filósofo que mira al hombre. El
ojo que se ve en el ojo es especulación infinita. El ojo es un abismo especulativo para el ojo, es
lo que el filósofo ve si ve a un hombre en la profundidad de sus ojos.

El filósofo es este hombre a los ojos en un cara-a-cara, esto es, lentamente desviado,
esta noche y esta nada que se miran cada una en la otra; es el filósofo el que una vez que mira,
es reflejado en el otro ojo.

Lección de la noche

El hombre no mira a los ojos, pero ve-en-Uno. Un hombre es esta noche que mira en la noche,
con la excepción del Todo.

No hay un ojo que no sea Uno (ojo). El ojo que contiene un ojo como otro no es más Uno (ojo)
que el Otro-del-Otro es Uno (Otro).

Los ojos no contienen todo. O contienen todo con la excepción de la visión, de ahí los ojos
suplementarios del filósofo. O el ojo contiene en sí mismo su indivisa simplicidad, con la
excepción del Todo.

“Mirar a los ojos” es o bien la tautología reflexiva de una especulación filosófica, o la identidad
de la no-especulación que el hombre trae con él.

Si el Ser es el ojo distorsionado y no ve más que la sombre del Otro en su vecindad, el Uno es el
ojo que ver al Otro en persona.

Lo que un hombre como ver-en-el-hombre ve cuando mira al hombre es esta simplicidad


indivisa, con la excepción del Todo.

El hombre es esta simplicidad indivisa, esta noche mística antes de la nada, que mira en sí
mismo y contiene una nada y el sí mismo a la vez, y se manifiesta como nada cuando mira a un
hombre a los ojos.

Solo el hombre –ni Dios ni los animales- puede ser mirado al fondo de los ojos y más aún,
desde el fondo de los ojos.

El hombre que mira en sí mismo ve la noche-en-él, la nada y el todo afuera-de-él.

Mirar a los ojos o bien es imposible por la oblicuidad o bien significa que el ojo mira al ojo
como el Uno en el Uno.

La mirada fijada en el fondo de los ojos es el reflejo de lo visto-en-Uno.

La visión es fundacional cuando abandona la percepción y ve-en-la-noche.


El hombre como lo que es visto en-él o en-Uno es el contenido real de toda teoría de la visión.

Para el filósofo, el hombre es el reflejo de la nada del Mundo o el Todo. Para el hombre, el
Mundo o el Todo es el reflejo de la noche del hombre.

La simplicidad indivisa del hombre es lo único que no contiene todo y que mira lo que no
contiene todo porque mira el Todo en una nada fuera de sí misma.

La visión-en-Uno mira al ojo-en-Uno. Pero el ojo-en-Uno es o bien simplemente el Uno-en-Uno


o es la visión del ojo en la nada más allá del Uno.

Los filósofos han divido la simplicidad indivisa de la nada y el todo, pero los ojos humanos
jamás han dividido la noche única.

El hombre es esta simplicidad indivisa que mira a la noche cuando mira en la noche indivisible;
la nada cuando mira en la nada indivisible; el todo cuando mira en el todo indivisible.

La visión-en-la-noche es la identidad de la visión y la noche, de los ojos y el fondo de los ojos,


de la ventana y el cruce de la misma.

El hombre es una lección de la noche.

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