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2011

Acuerdo entre
medios:
¿Cómo informar sobre la violencia en
México?
Reflexiones de académicos vinculados al proyecto “Cultura de la legalidad y
construcción de paz” del Observatorio de Medios de la Universidad
Iberoamericana.

Edición: Regina Santiago


OMCIM
01/01/2011
CONTENIDO
Presentación ........................................................................................................................... 2
Acuerdo contra la violencia: Un periodismo del lado de la sociedad .................................... 3
Acuerdo de medios: Terrorismo definido .............................................................................. 6
La cobertura de la violencia: El acuerdo de Iniciativa México ............................................... 9
Los convocantes ................................................................................................................. 9
El acuerdo ......................................................................................................................... 10
El “Acuerdo para la cobertura informativa de la violencia”, una perspectiva legal ............ 14

1
ACUERDO ENTRE MEDIOS: ¿CÓMO INFORMAR SOBRE
LA VIOLENCIA EN MÉXICO?

PRESENTACIÓN

El jueves 24 de marzo más de 700 medios de comunicación de todo el país firmaron un


Acuerdo para la Cobertura Informativo de la Violencia. Su objetivo explícito es tener un
marco de referencia común que permita garantizar la libertad de expresión en un entorno
de criminalidad y violencia como el que se da en México.

El Observatorio de Medios de la Universidad Iberoamericana convocó a sus académicos a


reflexionar sobre el tema.

Regina Santiago (Universidad Iberoamericana, México) plantea que hoy México no tiene
una comunicación responsable, a la altura de las necesidades de la sociedad. Subraya que
urge transparentar los criterios editoriales para la cobertura de la violencia.; urge
transparentar los criterios de acción de los organismos no gubernamentales; urge
fomentar la participación de audiencias críticas y retomar sus inquietudes y
recomendaciones.

Mauricio Meschoulam (Universidad Iberoamericana, México) pone el acento que el


acuerdo es un primer paso pero muy importante en e reconocimiento de los efectos
psicosociales del terrorismo. Reconocer la existencia del fenómeno permite sugerir
estrategias para atenuar su impacto.

Manuel de Santiago (Universidad Complutense, España) señala que transparentar los


criterios editoriales no es criticable per se, pero conviene analizar la forma y el fondo.
Pregunta: Estamos frente a un acurdo de medios y periodistas o sólo de medios? Advierte
que habría que precisar cómo se protegerán los derechos de las víctimas y cómo se
protegerá a los periodistas. Critica el intento de algunos legisladores del PRI de dar
carácter legal al pacto de los medios (que actualmente tiene carácter de autorregulación).

Esteban Illades (ITAM) analiza puntos específicos del acuerdo, desde la óptica del derecho.

Abril, 2011.

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ACUERDO CONTRA LA VIOLENCIA: UN PERIODISMO DEL LADO
DE LA SOCIEDAD

Por Regina Santiago Núñez, especial para OMCIM.[i]

“A mi sobrino lo mató una ráfaga de metralleta disparada contra un grupo de personas


con el que coincidió al salir de un salón de fiestas. Lo volvieron a matar los diarios con su
manejo informativo carente de respeto hacia las víctimas, hacia sus familiares y hacia la
vida misma”. Las palabras de mi amiga fueron un nuevo dardo en la conciencia.
Desafortunadamente, no era la primera vez que escuchaba una reflexión en ese sentido.

El lunes 23 de agosto de 2010 decidí analizar con mis alumnos las portadas del periódico El
Gráfico (vinculado a El Universal) y del Metro (vinculado a Reforma). Ambas llevaban
fotografías de decapitados en Morelos. Cuando planteé el ejercicio, una alumna me dijo:
“Entiendo lo que buscas, pero yo no puedo participar. Hace algunos años encontré en este
tipo de publicaciones las fotografías de un amigo mío. Desde entonces me enferman y no
las puedo ni quiero ver”.

Aquel lunes negro, comprendí el dolor de la alumna y respeté su decisión; y comprendí


que actualmente es el dolor de muchos mexicanos… como fue también el dolor de los
académicos colombianos que promovieron el Acuerdo sobre la Discreción bajo el lema:
“Más vale perder una noticia que perder una vida”. De las experiencias internacionales
que en 2005 estudiamos para la creación del Observatorio Ciudadano de Medios de la
Universidad Iberoamericana (OMCIM), esa fue una de las que más me impactaron.

El documento guía para el observatorio de medios de Colombia estaba fechado a finales


de 1999 y el académico Germán Ortiz Leiva defendía la pertinencia del Acuerdo para la
Discreción con un diagnóstico preocupante: La sociedad colombiana percibía a los medios
como parte del problema de violencia que asolaba al país, pues los consideraba cajas de
resonancia de los mensajes de los criminales. La información de los medios colombianos
no reflejaba el punto de vista de una sociedad dolida y temerosa, sino la perspectiva de
quienes competían por el poder enviando mensajes de terror en un afán de control social.
Era en ese contexto que los académicos habían convocado a una reflexión que, sin
cancelar las libertades garantizadas por la Constitución, buscaba redefinir el rumbo de la

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cobertura de la violencia. Se trataba de recuperar al periodismo para que se le percibiera
nuevamente del lado de la sociedad.

En diciembre de 2005, cuando se creó el OMCIM la violencia en México iba en ascenso


pero faltaba todavía para que tuviera los alcances de 2010 y de este 2011. Aquel lunes 23
de agosto les llevé a mis alumnos las fotografías publicadas por El Gráfico y Metro,
acompañadas de un documento publicado en OMCIM. Era el registro de un debate en
Twitter que tuvo lugar la noche anterior. Fabiola Guarneros (subdirectora editorial de
Excelsior) había escrito en su espacio de Twitter: “Esta es la parte que duele en mi oficio.
Ver las imágenes que llegan de los colgados y decapitados en Morelos, son excesivamente
crueles”. Carlos Vargas: @lolomexo, le preguntó: “¿Van a publicar las imágenes?” Fabiola
respondió: No. Le escribí entonces a Fabiola: “Para #audienciascriticas, ¿nos recuerdas
por favor por qué no lo hacen?”. Comenzó entonces un intenso debate entre Fabiola,
otros periodistas, otros académicos y público en general, sobre la pertinencia o no de
publicar las fotografías y, sobre todo, los mensajes que suelen acompañarlas.

Tras leer el registro que hizo OMCIM de ese intercambio de ideas sobre los criterios
editoriales de los medios, mis alumnos del Laboratorio de Comunicación Periodística
discutieron el documento y publicaron sus reflexiones en el blog de OMCIM. Luego me
pidieron que invitara a Fabiola a la clase para preguntarle más sobre los dilemas que
enfrentan los editores al decidir no sólo qué publicar, sino también cómo publicar la
información sobre violencia. (El documento se puede consultar en OMCIM:
http://bit.ly/br4TNF).

Con Pascal Beltrán del Río (director editorial de Excélsior) los académicos de OMCIM
hemos intercambiado puntos de vista respecto al Blog del Narco y por qué Excélsior, a
diferencia de otros medios , no considera que ese espacio deba ser tratado como fuente
de información.

El 2 de abril de 2010, OMCIM convocó a Héctor Aguilar Camín a un debate en Twitter para
que confrontara puntos de vista con el público de Twitter respecto a su polémica serie de
artículos sobre la cobertura periodística de hechos violentos: ¿Quién miente, las
estadísticas o los medios? (El documento se puede consultar en OMCIM:
http://bit.ly/bZQxSv)

El viernes 19 de noviembre, OMCIM promovió un intercambio de reflexiones con el


subsecretario de Medios de Segob, Héctor Villarreal, sobre la comunicación responsable
en todos los ámbitos, pero especialmente en el de la cobertura de hechos violentos. (El
documento se puede consultar en OMCIM: http://bit.ly/d4Nvdb).

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Vaya este recuento de algunas experiencias para refutar a quienes critican el acuerdo
firmado el 24 de marzo de 2011, aduciendo que es un proyecto del gobierno y de Televisa
en el que nadie más ha participado. Aquí está documentado parte del trabajo que realizó
OMCIM al actuar como enlace entre alumnos de periodismo, académicos, periodistas y
funcionarios.

Como en aquellos difíciles tiempos en que los académicos colombianos promovieron su


Acuerdo para la Discreción, hoy México no tiene una comunicación responsable, a la
altura de las necesidades de la sociedad. Urge transparentar los criterios editoriales para
la cobertura de la violencia. Urge transparentar las políticas de comunicación de las
empresas públicas y privadas. Urge transparentar los criterios de acción de los organismos
no gubernamentales. Urge fomentar la participación de audiencias críticas y retomar sus
inquietudes y recomendaciones. Si medios como Reforma, Proceso, La Jornada y MVS no
están dispuestos a firmar el acuerdo porque desconfían de los otros firmantes, deberán
entonces transparentar por su cuenta los criterios para la cobertura de la violencia y
deberán asumir un compromiso con sus audiencias. No se trata de firmar o no firmar
papeles. No se trata de tomarse la foto o aparecer en un promocional. Se trata de asumir
compromisos y cumplirlos. Esa reflexión que deberá llevar a la acción, se la debemos a las
víctimas de la violencia criminal, a los familiares y a los amigos. El periodismo debe de
estar del lado de la sociedad.

[i]
Regina Santiago Núñez es académica del Departamento de Comunicación de la
Universidad Iberoamericana. Correo: rsantiagmx@yahoo.com.mx

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ACUERDO DE MEDIOS: TERRORISMO DEFINIDO

Por Mauricio Meschoulam[i], especial para OMCIM.

En México hay terrorismo no porque lo diga Clinton, Televisa o TV Azteca. Hay


terrorismo porque resulta una estrategia altamente eficaz para cumplir con determinados
objetivos. Para la academia, las manifestaciones ocurren en una realidad social de manera
independiente al hecho de que ciertos actores decidan emplear el discurso para cumplir con
sus intereses. Siempre es válido poner en cuestión el lenguaje, pero sacar la conclusión, sin
examen, de que el fenómeno es inexistente debido a quien lo emplea, resulta problemático
para con toda esa amplia población que padece sus efectos psicosociales.

“Por un pacto ético frente al terrorismo” se titulaba el artículo que Federico Reyes Heroles
publicó en la edición de agosto de 2010 en Este País. Si se lee su propuesta se verá que ahí
se esbozaban ya las nociones principales que constituyen el Acuerdo de Medios para la
Cobertura de la Violencia. El mayor problema del texto de Reyes Heroles es que utiliza el
término de terrorismo de manera indiscriminada usando una definición de la Real
Academia, en lugar de la literatura especializada. Determinar si un suceso violento es
terrorista o no, tiene muy poco de glamour o de presunción académica y mucho más de
pragmatismo: nos permite sugerir estrategias para atenuar su impacto.

Retomamos por tanto la literatura más reciente sobre el fenómeno: El terrorismo es una
categoría específica de la violencia que se caracteriza por su uso psicológico. Las víctimas
del acto violento no son el target central del ataque, sino un instrumento para poder
transmitir un mensaje a otra población (Bongar et al., 2007). El campo de batalla no es en
este caso el material, sino el de la psique colectiva.

Estudiar el terrorismo sólo desde los ámbitos de la ciencia política, o el de la estrategia


militar, sin considerar los de la psicología social y la psicología de la comunicación, es
superfluo e incompleto. La violencia se comete en una especie de escenario en donde se
efectúa el acto para alcanzar una amplia audiencia que pueda atestiguarlo. La transmisión
del pánico se consigue a través de hacer que una mayor cantidad de gente tenga contacto no
con los hechos, sino con la narrativa de los mismos. La percepción por parte de quienes no
fueron testigos presenciales de los sucesos acerca de esta clase de incidentes es siempre por
lo tanto mediada. Los estudios muestran que al narrar los “hechos”, el cronista como sujeto

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que es, está siendo también afectado psicológicamente por los eventos que narra
(www.dartcenter.org). No solo entonces no es capaz de transmitir una “realidad tal cuál es”,
sino que se convierte en reproductor de los propios síntomas de trauma psicológico (aún si
son leves) que padece. Cuando la narrativa (a través de texto o imágenes) llega a las
audiencias, se detonan mecanismos que operan por debajo del nivel de consciencia de las
mismas. La sociedad es entonces afectada en su capacidad de valorar estos sucesos
violentos de manera racional. Esto no es una opinión, se trata de manifestaciones
demostradas por estudios efectuados desde hace por lo menos dos décadas en contextos de
terrorismo y violencia (Beutler et al., 2007; Nacos, 2010).

El objetivo de hacerlo de esta manera es influir en las conductas de los receptores del
mensaje a través de impactar en sus opiniones, actitudes y comportamientos para conseguir
algún beneficio político o de otra índole.

Por consiguiente hay dos fenómenos y dos tipos de víctimas. Uno es el acto violento en sí
mismo que arroja las víctimas directas del suceso. El segundo es el fenómeno de la
narrativa del incidente, reproducido por gente de boca en boca, por medios de
comunicación tradicionales, y no tradicionales. A través de ellos una mucha más amplia
gama de población hace contacto con la historia del suceso y la manifestación de estrés
colectivo comienza a gestarse entre círculos cada vez más alejados de los eventos, ahora
víctimas de trauma secundario. En este contexto, el empleo de los medios de comunicación
no solo es instrumental sino crucial para los objetos del ataque violento.

En efecto, no todo lo que sucede en México puede ser catalogado como terrorismo. Muchas
veces el target del mensaje es simplemente otra banda criminal, o las fuerzas de seguridad.
Sin embargo, para la sociedad psicológicamente alterada por estos incidentes, es irrelevante
saber si el mensaje era específicamente dirigido a otros carteles, a la policía, o a la
población en general. Hay un acto violento, hay un escenario, hay una amplia audiencia, y
hay medios de comunicación que lo transmiten.

Esa es la naturaleza del fenómeno que estamos viviendo. Y los medios, me temo, juegan un
rol primordial. En los países en los que estos temas han sido discutidos se ha concluido que
ninguna de las soluciones implica dejar de informar lo que pasa, ni siquiera meter la
información a planas interiores en los diarios. Ocultar los datos sólo genera vacíos que son
llenados con rumores.

El reto según se discute en la literatura (Pries-Shimishi, 2005) es aprender a usar nuestra


imaginación para poder cumplir con los requisitos de proporcionar información que sea a la
vez periodísticamente valiosa, útil para esa sociedad a la que se sirve, veraz, oportuna,
contextualizada, éticamente responsable, de-centrando la agenda cuando ello es viable, y
sometiendo nuestro propio discurso a revisión y escrutinio, siempre en un marco del mayor
apego a la libertad de expresión. Si el acuerdo para la cobertura de la violencia ayuda a

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fomentar dichas condiciones, es bienvenido. Pero aún si se descartara, ello no implicaría
que los fenómenos de terrorismo y sus consecuentes efectos psicosociales vayan a
desaparecer por arte de magia.

[i]
Mauricio Meschoulam es académico del Departamento de Estudios Internacionales de
la Universidad Iberoamericana.

8
LA COBERTURA DE LA VIOLENCIA: EL ACUERDO DE INICIATIVA
MÉXICO

Manuel de Santiago Freda, especial para OMCIM[1]

En los últimos años, la discusión sobre la manera en que periodistas y medios


mexicanos deben consignar lo relativo al combate del gobierno federal al crimen
organizado ha polarizado a periodistas y demás actores sociales. Así ha sucedido con
el anuncio de un grupo de medios convocados por Iniciativa México, proyecto
impulsado por Televisa y Tv Azteca, sobre la adopción de un acuerdo para la cobertura
informativa de la violencia.

En un texto publicado el año pasado dimos cuenta de las dos posiciones dominantes
sobre el particular, y advertimos lo complejo de producir un arreglo similar al
colombiano de 1999 (La cobertura de la violencia en México: lo que está en juego,
Observatorio de Medios de la Universidad Iberoamericana, 09/08/2010
http://bit.ly/ceKrT8). Señalamos que un acuerdo muy general corría el riesgo de ser
difuso y uno excesivamente específico el de ser muy restrictivo. Igualmente
planteamos que, de darse, era importante precisar si los promotores estaban
legitimados para hacerlo, si las universidades o algún organismo de la sociedad
vigilarían su cumplimiento y si se establecerían sanciones morales.

La decisión de algunos medios de transparentar sus criterios editoriales no es


criticable per se, no obstante conviene analizar la forma y el fondo: por un lado están
los convocantes y por el otro el acuerdo en sí mismo. Aunque no se pueden
desvincular ambos aspectos, es necesario detenerse en cada uno de ellos, porque se
puede estar en contra de uno o de ambos pero, al menos, la cordura obliga a la
disección, so pena de ser injustos en el análisis.

LOS CONVOCANTES
Enmarcar un pacto de estas características en el proyecto específico -y ampliamente
criticado- de dos televisoras genera sospechas. Para que el acuerdo tuviera la
legitimidad social buscada resultaba imprescindible eliminar cualquier atisbo de
protagonismo y sumar el mayor número de voces, cosa que no ocurrió. Sobre todo
porque sus principales promotores están inmersos en una disputa con Telmex por el

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mercado de las telecomunicaciones en el país. El convenio ha nacido en el seno de uno
de los bandos en pugna y con la exclusión de los medios que, según el duopolio
televisivo, representan los intereses del otro bando, amén de que quienes no
participan han sostenido una posición más crítica de la estrategia del gobierno federal
en el combate a la delincuencia organizada: La Jornada, MVS, Proceso, entre otros. Sin
duda, el carácter protagónico de Televisa en Iniciativa México ha jugado en contra de
su propuesta.

Los mecanismos de autorregulación y autocontrol de los medios, tales como los


códigos deontológicos, las defensorías o los colegios de profesionales, son útiles
siempre y cuando cumplan con la característica fundamental de toda actuación ética:
la voluntad en condiciones de libertad. Es decir, que los encargados de traducir el
decálogo en hechos concretos, los periodistas, estén convencidos del mecanismo que
los regula. Es necesario preguntar, ¿se trata de un acuerdo de medios y periodistas o
sólo de medios?, ¿fueron consultados los reporteros al respecto?

Pascual Serrano, en su libro Medios violentos. Palabras e imágenes para el odio y la


guerra, señala que “los códigos de autorregulación para los periodistas suponen el
abandono y desprecio de toda la comunidad ciudadana y de las instituciones
democráticamente elegidas, puesto que deja a los directivos de los medios la absoluta
competencia y autoridad para cumplir u obviar los principios de rigor, pluralidad,
imparcialidad, respeto a las fuentes, acceso a los medios y derecho ciudadano a estar
informado (Serrano, 2008: 173)”.

EL ACUERDO
El documento recoge una serie de consideraciones y diez puntos que los firmantes se
comprometen a respetar. Entre ellos destacan: asumir una postura en contra de la
violencia; no convertirse en su vocero involuntario; atribuir responsabilidades
explícitamente; no prejuzgar culpables; cuidar a las víctimas y a los menores de edad;
proteger a los periodistas y no interferir en el combate a la delincuencia.

Llama la atención el énfasis puesto en “la violencia que genera la delincuencia


organizada”, como si ésta fuese producida exclusivamente por los grupos criminales.
También se hace hincapié en el papel del gobierno federal en su combate. Dice el texto
que puede debatirse la estrategia gubernamental, pero a partir “del reconocimiento de
la obligación constitucional que tiene el gobierno de cumplir y hacer cumplir la ley”.

Este planteamiento -clásico de la teoría del Estado- parece minimizar las acciones que
el gobierno lleva a cabo fuera del marco legal, como las ejecuciones extrajudiciales y
otras violaciones a los derechos humanos más elementales, que han sido ampliamente
documentadas por periodistas y organismos civiles nacionales e internacionales como

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una constante y no como casos puntuales. En el cuarto punto del acuerdo se menciona
que “en caso” de que “alguna” acción del Estado en el combate a la delincuencia
organizada “caiga en excesos, esté fuera de la ley o viole derechos humanos, siempre
habrá que consignarla”. Es cierto que el Estado tiene el legítimo monopolio de la
violencia, pero ello no quiere decir que toda la violencia que ejerce sea legítima. No se
puede obviar que hay un conjunto de normas que regulan su uso.

Resulta positivo que se considere la protección a los derechos de las víctimas y los
periodistas, aunque no se precisa mucho al respecto. A la mañana siguiente de la
presentación del decálogo, Televisa Monterrey trasmitió en directo las imágenes del
cadáver de su conductor José Luis Cerda, asesinado días antes, y dio cuenta del
narcomensaje dejado. De hecho, en uno de los enlaces, cuando se había identificado
plenamente al presentador a través de la televisión, el reportero mencionó que tenía
que abandonar la escena porque un comando armado se dirigía hacia ella. Milenio,
periódico firmante del acuerdo, publicó una nota en que se refirió a Cerda como
víctima de un “levantón”, palabra que forma parte del léxico utilizado por el crimen
organizado. En este caso concreto, ¿qué acciones ha emprendido Televisa para
proteger a sus reporteros? El acuerdo recomienda no hacer reportajes en vivo desde
las zonas más violentas.

En relación con las víctimas, ¿cómo debe entenderse la frase “nunca debe darse
información que ponga en riesgo su identidad”? Poner nombre a las víctimas
contribuye a dimensionar los efectos de la violencia, a saber que son personas de
carne y hueso quienes la sufren. Por ejemplo, la defensora de los derechos humanos
Marisela Escobedo o la familia Reyes Salazar.

El Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI) ha


considerado que los datos ofrecidos por las autoridades sobre las víctimas son
insuficientes y ha instruido al Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN)
para que entregue información, no sólo sobre el número total de los muertos de 2000
a 2010, sino también el desglose por mes y entidad, “identificando si los fallecidos
eran servidores públicos de este organismo, policías federales, elementos de la
Agencia Federal de Investigación, elementos de la Policía Federal, militares, marinos,
policías municipales y estatales, ciudadanos civiles y/o personas extranjeras (El
Universal, 23/03/2011)”.

No se puede soslayar que los voceros del Ejecutivo no han sido capaces de transmitir a
la población la certidumbre de que las decisiones tomadas siguen un plan de acción
integral. En buena parte de los ciudadanos existe la percepción de que el Estado ha
perdido el control de algunas zonas del país y que las acciones no obedecen a un plan
bien trazado sino que son producto de la improvisación y la falta de pericia. También

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mucha gente cree que el gobierno oculta información sobre los operativos y sus
resultados.

Una consecuencia de la cobertura informativa de los conflictos armados suele ser la


repulsa social hacia éstos. Naief Yehya, en su libro Guerra y propaganda. Medios
masivos y el mito bélico en Estados Unidos, señala que fue la cobertura periodística de
la guerra de Vietnam la que provocó el rechazo social del conflicto. “El público logró
desmantelar el mito de la guerra al ver dosis diarias de atrocidades, aun cuando las
cadenas televisivas eran extraordinariamente cautelosas con lo que mostraban. […]

Para no cometer el mismo error, el Pentágono se aseguró de que las siguientes


guerras estuvieran rodeadas de censura y sofisticados métodos de propaganda
(Yehya, 2003: 55)”. Pese a que no estamos frente a una guerra como tal, el saldo en
materia de vidas humanas es muy similar. ¿Hasta dónde el acuerdo procurará
minimizar ese rechazo?, ¿hará renunciar al periodismo a su legítimo deber de
incomodar al poder o a su vocación investigadora?

Por otra parte, ¿el acuerdo es exclusivo para la violencia dentro de las fronteras
mexicanas o se extiende a la que sucede en otros países? Si se trata de dar una
respuesta ética a la presentación de la violencia en los medios de comunicación no
debería existir lo que el periodista Pascual Serrano llama “doble rasero”, que mantiene
dentro de un mismo espacio coberturas éticamente contradictorias. También se
anuncia la creación de un observatorio ciudadano que vigilará el cumplimiento del
acuerdo, aunque se desconoce si ello implicará el establecimiento de sanciones
morales, útiles en el fortalecimiento de las audiencias críticas.

El viernes 25 de marzo, el presidente de la Comisión de Comunicaciones y


Transportes del Senado, el priísta Fernando Castro Trenti, reveló la intención de dar
carácter legal al pacto de los medios. Preocupan estas declaraciones porque no es lo
mismo un mecanismo de autocontrol, asumido voluntariamente y con una visión del
quehacer periodístico, que trascender la garantía constitucional a la libertad de
expresión e información para imponer un criterio monolítico a todos los
informadores.

De ninguna manera se deben juridificar los instrumentos de autorregulación, dado


que éstos implican posicionamientos ideológicos de grupos que no tienen por qué ser
compartidos por la sociedad en su conjunto. Es deseable que el acuerdo logre, en
palabras de Fernando Savater, “no aumentar la confusión sino aclarar los términos”,
tarea que todavía parece lejana.

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[1]
Manuel de Santiago Freda es periodista e investigador de la Universidad Complutense
de Madrid (UCM), especializado en Derecho de la Información. Es director de la revista
electrónica Derecom y secretario ejecutivo del grupo de investigación “Transparencia,
Buena Gobernanza y Comunicación”, de la UCM. Correo electrónico:
manuel@derecom.com

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EL “ACUERDO PARA LA COBERTURA INFORMATIVA DE LA
VIOLENCIA”, UNA PERSPECTIVA LEGAL

Esteban Illades, especial para OMCIM[i]

El 24 de marzo de este año, más de 700 medios de comunicación suscribieron un


acuerdo que sentará bases comunes para la cobertura de violencia en nuestro país.
Desde la óptica del Derecho, este acuerdo presenta algunos puntos que merecen
reflexión.

De los 10 puntos, la mayoría toca, aunque sea de forma periférica, temas legales.

El número 2, se titula “No convertirse en vocero involuntario de la delincuencia


organizada”. Este apartado exhorta a “abstenernos de usar inadecuadamente términos
jurídicos que compliquen la comprensión de los procesos judiciales...”. Es importante
que se separen dos cosas: el uso de los términos jurídicos en general, y su mal uso por
otro lado. En materia de periodismo jurídico, lo importante es poder dar a conocer
información complicada para el público común de forma sencilla sin distorsionar la
información con su simplificación. Lo ideal es que se mantenga el uso de terminología
jurídica para evitar la distorsión de la información, pero con una explicación conjunta
de su significado. Para poder cumplir con los objetivos de este apartado debería
proponerse la capacitación en Derecho de los reporteros que cubren temas de
violencia.

Dentro de este mismo punto, también se llama a “impedir que los delincuentes o
presuntos delincuentes se conviertan en víctimas o héroes públicos”. El uso de la
expresión “presunto delincuente” choca claramente con el punto número 5, “No
prejuzgar culpables”. De acuerdo con el artículo 20 de la Constitución, en México rige
la presunción de inocencia. Al hablar de “presuntos delincuentes”, se está
prejuzgando, pues se le da una carga negativa al inculpado. Entiéndase, es de inicio
culpable y deberá mostrar su inocencia, al menos ante los medios de comunicación.
Esto debe evitarse a toda costa.

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El punto número 4 establece que los medios deben “atribuir responsabilidades
explícitamente”. El acuerdo elabora que en los casos que “el Estado... esté fuera de la
ley o viole derechos humanos, siempre habrá que consignarla [la acción que cause
esto]”. Asimismo, “cuando la acción del Estado se realice dentro de la ley, debe quedar
claro que la violencia es producto de los grupos criminales”. Este punto es, quizás, el
más importante y controvertido de los 10. Al menos, en materia legal, fincar
responsabilidades no es un proceso inmediato. Generalmente, dados los tiempos tanto
del Poder judicial como de las Comisiones de Derechos Humanos, es difícil establecer
responsabilidad -tanto del Estado como de los delincuentes- de forma inmediata. Lo
ético y lo jurídicamente responsable, sería que los medios cubrieran la información -al
momento- de la forma más imparcial posible, y se le diera un seguimiento a los hechos
y a su investigación legal posterior para poder, de manera efectiva, atribuir las
responsabilidades a los culpables.

Salvo la contradicción con el punto 2, el punto 5 -“no prejuzgar culpables”- establece


un criterio adecuado para los reportajes en materia jurídica/judicial.

El punto 6, “cuidar a las víctimas y a los menores de edad” es algo que no sólo por
ética, sino por ley, debe realizarse. A nivel internacional, la Organización de las
Naciones Unidas y países como España tienen criterios sobre la revelación de
identidad e imagen de los menores de edad.1 Sería deseable que en México, a partir
del punto 6, los medios de comunicación mexicanos suscribieran un Código en la
materia, para establecer con claridad, las guías a seguir.

Los puntos 8 y 9 hablan de “proteger a los periodistas” y “solidarizarse ante cualquier


amenaza o acción contra reporteros y medios”. La firma de este acuerdo debe ser base
y debe empujar a los periodistas a exigir mayor regulación al Ejecutivo y al Legislativo.
Actualmente existen los cimientos de un “Sistema de Alerta Temprana para
Periodistas”, que no ha sido implementado.

También la “Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad


de Expresión”. No obstante, a pesar de lo apremiante de la situación -vale la pena
recordar que México ha sido catalogado por diversas organizaciones como el país más
peligroso para ejercer la profesión de periodista-, el Estado se ha retrasado en la
implementación de este sistema.

Los medios, junto con la sociedad civil, deberían utilizar el acuerdo para exigir mayor
seguridad y ayuda por parte del Estado.

1
Ver, por ejemplo, el "Código de autorregulación sobre contenidos televisivos e infancia",
disponible en: http://www.tvinfancia.es/Textos/CodigoAutorregulacion/Codigo.htm, fecha de
consulta: 28 de marzo de 2011.
15
Independientemente del seguimiento que le den los más de 700 firmantes del
acuerdo, creo que los puntos anteriores merecen ser discutidos por la sociedad en
general.

[i]
Esteban Illades es licenciado en Derecho por el ITAM con la tesis La cobertura
periodística de los tribunales: una introducción al periodismo judicial.

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