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Tema:
ROL DE LA FARMACOLOGÍA EN EL MANEJO DE LAS ENFERMEDADES
CRÓNICAS NO TRANSMISIBLES
Autor:
Docente.
Jhon Alexander Ponce Alencastro
Periodo académico.
Mayo 2021 - Agosto 2021.
ROL DE LA FARMACOLOGÍA EN EL MANEJO DE LAS
ENFERMEDADES CRÓNICAS NO TRANSMISIBLES
Abordaje clínico terapéutico de la enfermedad renal crónica
lburgos7474@utm.edu.ec
Resumen:
La enfermedad renal crónica (ERC) con patología desencadenante presenta
manifestaciones clínicas muy variadas, es enfermedad crónica degenerativa, afecta
la mayoría de los órganos desordenando las complejas funciones que cumple el
riñón, por lo tanto, es de primordial interés atender las complicaciones que
sobrelleva la disfunción renal.
Chronic kidney disease (CKD) with triggering pathology presents very varied
clinical manifestations, it is a chronic degenerative disease, it affects most of
the organs, disorderly the complex functions that the kidney performs,
therefore, it is of primary interest to attend to the complications that the kidney
dysfunction.
Introducción:
La enfermedad renal crónica (ERC) constituye un grupo heterogéneo de
desórdenes caracterizados por alteraciones en la estructura y función renal, la cual
se manifiesta de diversas formas dependiendo de la causa subyacente y severidad
de la enfermedad (Ministerio de Salud Pública del Ecuador, 2018).
El filtrado glomerular es una medida directa del tejido renal funcionante, y se utiliza
como parámetro para la estimación del daño renal.
Una TFG < 60 ml/min/1,73 m2 por sí sola, define la ERC, pues implica la pérdida de
al menos la mitad de la función renal. Si la VFG ≥ 60 ml/min/1,73 m2 para el
diagnóstico de ERC se requieren evidencias de daño renal: alteraciones urinarias,
anormalidades estructurales, enfermedad renal genética o alteraciones histológicas
(Díaz et al., 2018).
Metodología:
Se efectúo una revisión bibliográfica, descriptiva/explicativa bajo la modalidad de
investigación cualitativa. El tipo de investigación es retrospectivo por que se busca
información de acuerdo con investigaciones ya realizadas. Se utilizaron como
fuentes de información bases de datos científicas como Pubmed, Scielo Y Centro
Nacional de Información Biotecnológica, describiendo las líneas teóricas y aportes
del rol de la farmacología en el manejo de las enfermedades crónicas no
transmisibles, mención abordaje clínico terapéutico de la enfermedad renal crónica.
Los criterios de inclusión fueron la disponibilidad de artículos de revista indexadas
con una antigüedad no mayor a los últimos 10 años.
Desarrollo:
A nivel mundial, el número de pacientes con Enfermedad Renal Crónica (ERC) ha
aumentado de manera exponencial, convirtiéndose en un importante problema de
salud pública dada sus altas tasas de incidencia, morbilidad, mortalidad y
sobrecarga de los sistemas de salud, que amenaza con alcanzar proporciones
epidémicas en las próximas décadas. Es una enfermedad crónica, debilitante, en la
cual se pierde de manera gradual y progresiva la función renal (Ramírez Perdomo,
2019).
Diagnostico:
Se diagnostica cuando existe evidencia de daño renal por más de tres meses, y se
divide en cinco estadios, dependiendo del volumen de filtración glomerular.2
La ERC es una condición relativamente común (1 de cada 10 personas la
padecen), generalmente cursa asintomática y con frecuencia su progreso a
insuficiencia renal terminal pasa inadvertido, por lo que es vital su prevención
y detección en etapas tempranas (Gárate-Campoverde I et al., 2019)
Por ello la función del clínico en el diagnóstico y valoración del paciente es de vital
importancia, cabe recalcar que mediante una buena anamnesis y exploración física
para llegar a un diagnostico temprano de injuria renal es de suma importante para
evitar evolucionar a enfermedad renal crónica.
Entre los diagnósticos por imagen, la ecografía es la prueba obligada en todos los
casos para comprobar en primer lugar que existen dos riñones, medir su tamaño,
analizar su morfología y descartar la obstrucción urinaria (Espinosa, 2016).
Tratamiento:
Lo que vamos a indicar ante un caso de enfermedad renal crónica será, el control
del trastorno subyacente, posible restricción dietética de proteínas, fosfatos y
potasio, suplementos de vitamina D, tratamiento de la anemia y tratamiento de las
comorbilidades contribuyentes como la insuficiencia cardiaca, diabetes mellitus,
nefrolitiasis, hipertrofia prostática. También indicar diálisis para la disminución grave
de la tasa de filtración glomerular si el cuadro clínico no mejora mediante
intervenciones médicas. Es necesario además mantener la concentración de
bicarbonato sodico en el intervalo normal entre 23-29 mmol/L (Stevens et al., 2011).
Los diuréticos reducen la presión arterial sobre todo agotando las reservas de sodio
en el cuerpo, inicialmente los diuréticos reducen la presión arterial al disminuir
volumen sanguíneo y el gasto cardiaco. los diuréticos son efectivos para reducir la
presión arterial en 10 a 15 mm Hg en la mayoría de los pacientes y los diuréticos
solos a menudo proporcionan el tratamiento adecuado para la hipertensión esencial
leve o moderada.(Lorenzo et al., 2018).
Para tratar los trastornos minerales y óseos la guía de práctica clínica KDIGO 2017,
recomienda controlar los niveles séricos de calcio, fosfato, PTH, vitamina D 25-OH
y fosfatasa alcalina a partir del estadio 3a de la enfermedad renal crónica. La biopsia
ósea es la evaluación más definitiva para determinar el tipo de osteodistrofia
renal.(Zhou & Fu, 2017).
La restricción de fosfato a 0,8 a 1 g/día de ingesta dietética suele ser suficiente para
normalizar el nivel sérico de fosfato en pacientes con eTFG < 60 mL/min/1,73 m2.
Pueden ser necesarios fijadores adicionales de fosfato intestinal (que contengan o
no calcio) para un control adecuado de la hiperfosfatemia, que se han asociado con
un aumento del riesgo cardiovascular (Zhou & Fu, 2017).
Los aglutinantes que contienen calcio son preferidos en pacientes
con hipercalcemia , sospecha de enfermedad ósea adinámica o evidencia de
calcificación vascular en las imágenes. Si se prescriben fijadores que contienen
calcio, las fuentes dietéticas y de medicación que aportan calcio no deben exceder
los 2.000 mg/día en pacientes con eTFG < 60 mL/min/1,73 m2 (Zhou & Fu, 2017).
La acidosis puede ser corregida con fuentes de bases por vía oral tales como
bicarbonato de sodio o una dieta alcalina (principalmente frutas y verduras) (Matzke
et al., 2011).
No deben realizarse transfusiones a menos que la anemia sea grave (Hb < 8 g/dL)
o produzca síntomas. La tendencia a las hemorragias en la enfermedad renal
crónica rara vez requiere tratamiento. De ser necesario, se utilizan crioprecipitados,
transfusiones de eritrocitos, desmopresina en dosis de 0,3 a 0,4 mcg/kg (máximo
20 mcg) en 20 mL de solución fisiológica isotónica IV durante 20 a 30 min, o
estrógenos conjugados en dosis de 2,5 a 5 mg por vía oral 1 vez al día. Los efectos
de estos tratamientos se mantienen entre 12 y 48 h, excepto los de
los estrógenos conjugados, que pueden durar varios días (Stevens et al., 2017).
• Restricción de sodio
• Diuréticos
• En ocasiones, diálisis
Los diuréticos de asa como la furosemida suelen ser eficaces aun cuando la función
renal esté muy reducida, aunque pueden necesitarse dosis más elevadas. Si está
deprimida la función ventricular izquierda, deben administrarse IECA o ARA II
y beta-bloqueantes (carvedilol o metoprolol). Los antagonistas de los receptores de
aldosterona se recomiendan en pacientes con etapas avanzadas de insuficiencia
cardíaca. Puede agregarse digoxina, pero la dosis debe reducirse de acuerdo con
el grado de función renal (Zhou & Fu, 2017).
La hipertensión moderada o grave debe tratarse para evitar su efecto nocivo sobre
la función renal y cardíaca. Los pacientes que no responden a la restricción de sodio
(1,5 g/día) deben recibir diuréticos. Los diuréticos de asa (p. ej., furosemida 80 a
240 mg por vía oral 2 veces al día) se pueden combinar con diuréticos tiazídicos (p.
ej., clortalidona 12,5 a 100 mg por vía oral 1 vez al día, hidroclorotiazida 25 a 100
mg por vía oral en una a dos dosis divididas al día, metolazona 2,5 a 20 mg por vía
oral 1 vez al día) (Zhou & Fu, 2017).
Las tiazidas inhiben la reabsorción NaCl desde el lado luminal de las células
epiteliales en el DCT al bloquear el transportador de Na/Ct (NCC). En contraste con
la situación en la TAL, en el que los diuréticos de asa inhiben la reabsorción de Ca2+,
las tiazidas en realidad mejoran la reabsorción de Ca2+. Se ha postulado que esta
mejora es el resultado de los efectos en los túbulos contorneados proximales y
distales. En el túbulo proximal, la depresión de volumen inducida por la tiazida
conduce a una mayor reabsorción pasiva de sodio y calcio. En el DCT la disminución
de Na intracelular por el bloqueo inducido por la tiazida de la entrada de Na mejora
el intercambio de sodio y calcio la membrana baso lateral, y aumenta la reabsorción
general de calcio. Aunque las tiazidas rara vez causan hipercalcemia como
resultado de esta reabsorción mejorada, pueden desenmascarar la hipercalcemia
debida a otras causas. Son útiles en la prevención de cálculos renales que
contienen calcio causados por la hipercalciuria. También pueden reducir
modestamente el riesgo de fracturas osteoporóticas. La acción de las tías depende
en parte de la producción renal de las prostaglandinas. Como se describió para los
diuréticos de asa, las acciones de las tiazidas también pueden ser inhibidas por los
NSAID bajo ciertas condiciones (Lorenzo et al., 2018).
Todas las tiazidas pueden administrarse por vía oral, pero existen diferencias en su
metabolismo. La clorotiazida no es muy soluble en los lípidos y debe administrarse
en dosis grandes. Es la única tiazida disponible para administración parenteral. La
clortalidona se absorbe con lentitud y tiene una mayor duración de acción. Aunque
la indapamida se excreta en esencia por el sistema biliar, una cantidad suficiente de
la forma activa se elimina por el riñón para ejercer su efecto diurético en el DCT.
Todas las tiazidas son secretadas por el sistema secretor de ácido orgánico en el
túbulo proximal y compiten con la secreción de ácido úrico por ese sistema (Lorenzo
et al., 2018).
Si la hipertensión o el edema no están controlados. Aun en la insuficiencia renal, la
combinación de un diurético tiazidcico con un diurético del asa es bastante potente
y debe usarse con precaución para evitar la diuresis excesiva.
Ideas destacadas:
La enfermedad renal crónica es una patología con manifestaciones clínicas muy
variadas, que afecta a la mayor parte de órganos y sistemas, que son reflejo de las
complejas funciones que el riñón desempeña y las importantes consecuencias que
comporta la disfunción renal. Una vez que se produce la lesión y se desarrolla, se
desencadenan distintos mecanismos que inducen deterioro progresivo de la función
renal, con probabilidad de evolucionar a la perdida funcional.
El despistaje de la ERC debe hacerse en poblaciones de riesgo como los diabéticos,
hipertensos, obesos, dislipidémicos, personas con antecedente familiar de
nefropatía y consumidores de antiinflamatorios no esteroideos. En estos pacientes
se deberá evaluar la presencia de marcadores de daño renal y controlar la
enfermedad de fondo.
Cuando la función renal está mínimamente alterada (FG 70-100% del normal), la
adaptación es completa y los pacientes no tienen síntomas urémicos. A medida que
la destrucción de las nefronas progresa, disminuye la capacidad de concentración
del riñón y aumenta la diuresis para eliminar la carga obligatoria de solutos. La
poliuria y la nicturia son los primeros síntomas.
Aportes a mi información:
Los riñones filtran los desechos de la sangre y regulan otras funciones del
organismo. Estos purifican la sangre al quitarle el exceso de líquidos, minerales y
productos de desecho, además de producir hormonas que mantienen la salud de lo
huesos y la sangre. La actividad de los riñones puede verse afectada por diferentes
causas, muchas de ellas relacionadas con la calidad de vida y estilos de vida que
asumen a las personas. Cuando los riñones son incapaces de cumplir las funciones
anteriormente mencionadas estamos en presencia de una enfermedad renal
crónica. La mayoría de las veces se presenta lentamente, no tiene cura y llega hasta
una etapa terminal en la que el enfermo necesita un tratamiento renal sustitutivo del
tipo de la hemodiálisis, diálisis peritoneal o trasplante renal (Gonzáles et al; .2011).
Conclusiones:
El tratamiento antihipertensivo es primordial, ya que tiene un efecto triple: reducir la
presión arterial, reducir el riesgo de complicaciones cardiovasculares y retardar la
progresión de la ERC. En la mayoría de los pacientes será necesario más de un
fármaco antiHTA.
Para preservar la función renal, tanto normal como patológica, es necesario tener
en cuenta qué medicamentos nefrotóxicos pueden ser especialmente peligrosos en
personas de edad avanzada, diabéticas o con insuficiencia cardíaca, especialmente
en situaciones de deshidratación o hipovolemia. Además de mantener la ingesta de
líquidos y dar los fármacos estrictamente necesarios con dosis, intervalos y tiempo
adecuados, si el filtrado glomerular está alterado será necesario un ajuste de dosis
y controles que detecten un deterioro de la función renal o la hiperpotasemia
asociada a fármacos.