Jurídico, ¿necesaria o superflua? Publicado el 24 enero, 2016 por LuisArman
El jueves de la semana pasada, durante la clase de
“Derecho de las Obligaciones”, estuvimos analizando el Acto Jurídico por medio de las teorías Bipartita y Tripartita del mismo.
La Teoría Francesa del Acto Jurídico, también conocida
como Bipartita, fue relativamente sencilla de entender, ya que es lo que se nos ha enseñado desde el principio: el hecho jurídico en lato sensu (todo acontecer que tiene consecuencias de Derecho) se divide en hecho jurídico stricto sensu (situación donde no interviene la voluntad del hombre pero que genera consecuencias de Derecho) y en acto jurídico (sucesos realizados por el hombre con plena voluntad, con consecuencias jurídicas).
El hecho jurídico stricto sensu se clasifica a su vez en
hechos naturales (fenómenos de la naturaleza con consecuencias jurídicas) y en hechos del hombre (actos del hombre donde no se pudo apreciar las consecuencias), mientras que el acto jurídico se subdivide en unilaterales (voluntad de un solo individuo) y bilaterales o plurilaterales (conjunto de voluntades).
Sin embargo, las cosas se complicaron al revisar la Teoría
Alemana del Acto Jurídico, también conocida como Tripartita, ya que en esta clasificación, el hecho jurídico lato sensu no se limita a una división en hecho jurídico stricto sensu y en acto jurídico, sino que al lado de estas dos, se puede encontrar otro tipo algo desconocido para aquellos que no posean amplia experiencia en el Derecho: el negocio jurídico, consistente en aquellos actos producidos y procedentes de la voluntad humana que siguen determinado fin o propósito. Esta Teoría Tripartita ya no es tan universalmente conocida como la Bipartita, razón por la cual se podría preguntar: ¿existe realmente una diferencia entre la figura del negocio jurídico y el acto jurídico?
A primera vista se podría deducir que el negocio jurídico,
como un acto propio de la voluntad humana, no difiere mucho de la esencia del acto jurídico, siendo esto perfectamente comprensible, ya que es precisamente la voluntad lo que le da sentido a ambas figuras. Sin embargo, Huerta Valdés (1993) nos dice que una de las principales características que diferencian el negocio jurídico del acto jurídico consiste en que el primero fue elaborado para pertenecer únicamente al Derecho privado, a razón de que se sustenta en el concepto de autonomía privada (el individuo tiene la capacidad de determinar de qué forma obligarse mediante la “creación” de normas a nivel privado).
Siguiendo esta línea de pensamiento, tenemos entonces
que el negocio jurídico es una manifestación de voluntad tendiente a producir y a su vez condicionar a ella misma los efectos jurídicos que se producen o se quieren conseguir, concluyendo así que efectivamente existe una diferencia sustancial entre acto y negocio jurídico.
Una vez respondido esto, surge otra pregunta: ¿es
necesaria la ubicación del negocio jurídico dentro de la clasificación del hecho jurídico stricto sensu?
Obviamente, para los juristas alemanes de la corriente
pandectista la creación del negocio jurídico fue algo indispensable, ya que tanto ellos como los italianos, establecieron en su normatividad dicha figura. Lamentablemente, ubicando los puntos de mira en la realidad positiva mexicana, no se puede decir lo mismo.
El negocio jurídico en México no se encuentra reconocido
formalmente en los Códigos Civiles del país, a pesar de saberse que esta figura es altamente utilizada en diversos ámbitos del Derecho mexicano (principalmente en la doctrina). Por esta razón, Ortiz-Urquidi considera que más allá de desecharse, debe fomentarse su uso, ya que más allá de enriquecer la linguística de la ciencia del Derecho, la utilidad del negocio como figura jurídica resulta cómoda ante la marca distinción pretendida desde hace tanto tiempo entre hecho y acto jurídicos.
Enlazando todos los puntos anteriores, me atrevo a decir
que la integración del negocio jurídico en la legislación de una nación (especialmente la mexicana), depende ampliamente de la realidad en que se vaya a desenvolver y las necesidades propias de cada cultura.
Si nuestros legisladores deciden que nuestro contexto
permite y requiere la inclusión del negocio jurídico significaría un acontecer grande para el Derecho mexicano, aunque si deciden que la Teoría Bipartita es suficiente, seguirá siendo una más de las tantas figuras posee la doctrina.
BIBLIOGRAFÍA
Acosta, M. Naturaleza Jurídica del
Fideicomiso. Recuperado de: http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/facderm x/cont/191/dtr/dtr2.pdf
Huerta, R. (1993). El Negocio Jurídico
Procesal. Recuperado de: http://www.letrasjuridicas.com/Volumenes/7/delahuerta 7.pdf
Ortiz-Urquidi, R. Hechos, Actos y Negocios Jurídicos.
Ensayo de Revisión a las Bases de su Teoría General. Recuperado de: http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/facderm x/cont/35/dtr/dtr10.pdf