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presentación y antecedentes
Mily Crevels y Pieter Muysken
1. Introducción1
En este tomo II de Lenguas de Bolivia se presentan las lenguas de la Amazonía boliviana, que corresponden
tanto a lenguas aún no clasificadas como a lenguas que pertenecen a familias lingüísticas ya establecidas. En
casi todos los casos se trata de lenguas con un alto grado de peligro de extinción.
Para este tomo colaboraron lingüistas y antropólogos de Alemania, Argentina, Francia, Holanda, y
Perú.
Hasta hace poco las lenguas de la Amazonía boliviana no habían sido estudiadas muy detenidamente.
Durante su estadía en Bolivia, el Instituto Lingüístico de Verano (ILV) (1954-1985) desarrolló materiales
educativos para la enseñanza y aprendizaje de un número de lenguas amazónicas,2 capacitando a la vez a
maestros bilingües de las propias comunidades que hablaban estas lenguas. Además, se produjeron un número
de esbozos gramaticales dentro del marco tagmémico, un marco teórico desafortunadamente poco accesible.
Para otras lenguas sólo existían listas de vocabulario coleccionadas desde el siglo XVIII y observaciones pre-
liminares sobre la base de estas listas.
En el período en el cual el ILV estuvo presente en Bolivia, se produjeron alfabetos para algunas de estas
lenguas, pero en los últimos años estos abecedarios fueron revisados y otros elaborados con la participación
directa de hablantes de las respectivas lenguas. En el proceso éstos contaron con una formación básica y
con apoyo y orientación especializadas; todo ello ocurrió en el marco de la Reforma Educativa, iniciada en
1994, cuando un equipo de lingüistas de procedencia diversa trabajó bajo la dirección de Colette Grinevald,
entonces en la Universidad de Oregón, Estados Unidos, y en interacción permanente con las organizaciones
y líderes de los pueblos en cuestión.
La inspiración inicial para algunas investigaciones presentadas en el presente tomo fue el proyecto
de investigación Bolivia/Rondonia que se llevó a cabo en la Universidad Radboud de Nimega (anteriormente
llamada Universidad Católica de Nimega) dentro del ramo del Programa Spinoza Léxico y Sintaxis, y, a partir
de 2000, se han realizado una serie de investigaciones de campo por equipos de varios países. Las lenguas
tacanas fueron estudiadas por lingüistas de la Universidad La Trobe (Melbourne, Australia) y siguen siendo
estudiadas en Francia por un equipo del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) y la Universidad
Lumière Lyon 2. En Holanda, el equipo de la Universidad Radboud de Nimega ha estado trabajando en las
lenguas no clasificadas y en la lengua arahuaca baure, en la que sigue trabajando actualmente un equipo de
la Universidad de Leipzig (Alemania).
2. La Amazonía boliviana
La Amazonía boliviana –la ecorregión sudoeste de la Amazonía– está subdividida en distintas subregiones
ecológicas, tales como el piedemonte,3 la selva densa del noreste, y las pampas benianas. La mayoría de los
ríos más importantes de Bolivia se encuentran hacia el norte de esta región, sobre todo en el Alto Beni, donde
la tierra es apta para cultivos como café y cacao.
Desde una perspectiva político-administrativa, los departamentos de Pando y Beni y el norte de los
departamentos de Cochabamba y La Paz forman parte de la Amazonía boliviana. Desde una perspectiva
ecológica, el norte del departamento de Santa Cruz también pertenece a la región –por ser parte de la misma
cuenca hidrográfica del Amazonas; sin embargo, desde una perspectiva sociológica, pertenece más bien al
llamado Oriente, igual que el resto del departamento de Santa Cruz (cf. Lema 1998). Desde una perspectiva
lingüística y cultural, la Amazonía boliviana pertenece al área Guaporé-Mamoré (cf. Crevels & van der Voort
2008), la gran área irrigada por los ríos del mismo nombre, sus afluentes y cabeceras, comprendiendo las tierras
bajas bolivianas y el estado federal de Rondonia (Brasil). En las tierras bajas tropicales drenadas por el Mamoré
y el Guaporé (llamado Iténez en Bolivia) se hablan más de 50 distintas lenguas indígenas, representando a
numerosas familias lingüísticas y lenguas no clasificadas que probablemente constituyen lenguas aisladas. Por
lo tanto, lingüísticamente la región es una de las más diversas de Sudamérica e incluso del mundo.
Los pueblos de la Amazonía boliviana entraron en contacto con la sociedad occidental por primera vez en el
siglo XVI (1536-1537), cuando las primeras expediciones españolas con exploradores y conquistadores pene-
traban el área en busca del oro de El Dorado. Fueron seguidas inmediatamente por las expediciones desde
Santa Cruz en busca de mano de obra esclava. Aunque normalmente estas expediciones no se quedaran mucho
tiempo en el área de Mojos, permanecían el tiempo suficiente como para contaminar a las poblaciones nativas
con pestes epidémicas y desequilibrarlas llevándose hombres jóvenes y fuertes. A finales del siglo XVII, los
jesuitas, en busca de almas, constituyeron el tercer grupo que entró a Mojos. Después de la expulsión de los
jesuitas en 1767, los habitantes indígenas de las misiones fueron tratados a menudo de una forma más que
inhumana por el clero local y los administradores gobernantes. La cultura misionera terminó cuando, a finales
del siglo XIX, el auge del caucho o goma atraía a colonos blancos, criollos y mestizos en suficientes números
como para arrollar la cultura indígena –por lo menos en la medida en que todavía existía.
Los indígenas resultaron cada vez más marginados de la sociedad occidental que se había desarrollado en
las regiones urbanas, y en las que el dominio del castellano, la riqueza, y una piel clara se habían convertido
en los principales valores. Obviamente, cuatro siglos de contacto con la cultura occidental han aniquilado
las culturas tradicionales en su mayor parte, causando la desaparición de muchas lenguas en el proceso (cf.
Crevels 2002).
Hasta los años 1990 la relación entre los grupos nativos y el gobierno boliviano estuvo basada en la ex-
clusión de los propios indígenas de la sociedad envolvente, resultando a veces incluso en la exterminación. Sin
3 Tome nota que el capítulo sobre el leko y el capítulo sobre el mosetén/chimane (tsimane’), lenguas habladas en el piedemonte,
están incluidos en el tomo I, Ámbito andino. El capítulo sobre el yurakaré, otra lengua que fue hablada en el piedemonte, y cuyos
hablantes se desplazaron hacia el noreste (TIPNIS, Mamoré y sus afluentes superiores) bajo la presión de la colonización de sus
tierras por colonos andinos, figura en el tomo III, Oriente.
presentación y antecedentes 15
embargo, esta relación cambió a principios de los años 90, cuando el Estado empezó a tomar en cuenta las
demandas de los pueblos indígenas. Las marchas de 1990 y 1996, realizadas en demanda de reivindicaciones
territoriales, han llevado al reconocimiento del hecho de que la lucha por el territorio constituye la base de
todas las demandas indígenas y, por lo tanto, debe ser priorizado. Al final del milenio, la Amazonía boliviana
no sólo había capturado la atención del Estado, sino también la de la sociedad civil. En el contexto de la des-
centralización administrativa, por un lado, y el creciente interés de las ONG, por otro lado, la atención por
los problemas indígenas regionales y locales ha crecido considerablemente.
La mayor parte de la población indígena de la Amazonía boliviana vive en áreas rurales, donde las prin-
cipales actividades de producción y subsistencia incluyen la agricultura, la caza, la pesca, la producción de
alimentos en pequeña escala para autoconsumo, el intercambio o venta, el aprovechamiento de la madera,
la recolección de productos forestales no maderables, tales como la castaña y el palmito, etc. La agricultura
de roce y quema rinde, entre otros, los siguientes productos para el autoconsumo, intercambio o, a veces, la
venta: arroz, maíz, yuca, caña de azúcar y frejol. En general se cultivan muy pocos vegetales en la Amazonía
boliviana y las hortalizas –si las hay– se limitan en la mayoría de los casos a cebolla y zapallo (calabaza). Entre
las frutas que se encuentran en los canchones y chacos figuran, entre otras: la toronja (pomelo), el plátano, el
guineo, la papaya, el mango, la naranja, y la sandía.
Aparte de los pueblos que se mencionan en la sección 4, es posible que haya aún algunos grupos no con-
tactados en la Amazonía boliviana; o sea, grupos que han optado por vivir en aislamiento voluntario o forzado,
evitando así el contacto con otros grupos indígenas y la sociedad boliviana. Así, se dice que a la hora de la
conquista española, en el siglo XVI, los toromonas, supuestamente un grupo tacana bajo el mando del cacique
mítico Tarona, formaron una barrera sumamente eficaz contra la incursión europea en la parte meridional de
la Amazonía. El genocidio a raíz del auge del caucho (1880-1914) borró a los toromonas no contactados de
los registros oficiales. Hoy todavía no está claro si el grupo pereció durante el auge del caucho o si se retiró
a partes inaccesibles de la selva. Hay rumores de que hay un grupo misterioso deambulando por la selva al
sur del territorio de los araonas en Puerto Araona (provincia de Iturralde, departamento de La Paz). Sigue
siendo un misterio si se trata efectivamente del grupo ‘fantasma’ toromona o de otro. Además, hay rumores
sobre otros dos posibles grupos sin contacto en la región fronteriza entre Bolivia y Perú, a saber, ese ejjas
(tacana) y nahuas (pano).
Según el antropólogo francés Mickaël Brohan, todavía existen familias araonas (tacana) no contactadas
en la Tierra Comunitaria de Origen (TCO) Araona, algo que ha sido confirmado por la Organización del
Pueblo Indígena Mosetén (Fischermann 2007: 255). Aparte de los pocos pacahuaras (pano) que hoy viven
en la comunidad de Tujuré, cerca de los chácobos del Alto Ivón, sigue habiendo un grupo de pacahuaras no
contactados de unas 50 personas en su territorio original entre los ríos Negro y Pacahuara, cerca de la frontera
con Brasil en el departamento de Pando. Asimismo, hay un grupo de yukis (tupí-guaraní) no contactados de
unas cuatro familias en la zona del río Usurinta en el centro de la TCO Yuqui, bordeada por los ríos Chapare
y Chimoré (Fischermann 2007: 55, citando al biólogo francés David Jabin).
está sumamente amenazada por la extinción, ya que los números de hablantes han ido disminuyendo bajo la
continua presión ecológica, física, social y cultural de las sociedades nacionales. Hoy más de la mitad de las
lenguas tienen menos de 50 hablantes y un tercio incluso menos de 10 hablantes.
Desde una perspectiva puramente lingüística el área no sólo es una región interesante por su enorme
diversidad lingüística, sino también porque es una de las regiones de Sudamérica en las que existen lenguas
que, por una parte, divergen considerablemente al nivel del léxico, pero que, por otra parte, muestran una
profunda semejanza gramatical. El grado de diversidad lingüística excepcionalmente alto del área Mamoré-
Guaporé alimenta, además, la hipótesis de que esta área pudo haber sido uno de los centros de difusión de la
población del continente sudamericano.
El Censo 2001 presenta unas diferencias sorprendentes con respecto al Censo Indígena Rural de las
Tierras Bajas (CIRTB) de 1994. El pueblo leko, por ejemplo, creció de manera explosiva de 9 personas en
1994 a un grupo de 4.186 personas en 2001. Según Molina & Albó (2006: 97), no se trata en este caso de una
enumeración errónea en 1994, sino de un tipo de etnogénesis, similar al que ha experimentado el pueblo ta-
cana (Herrera 2005), igualmente estimulado por la Ley del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) de
1996, cuya meta era sanear la propiedad de la tierra en Bolivia, en un período de 10 años. El hecho de que el
Censo 2001 contabilice 132 hablantes de la lengua leko probablemente se puede adscribir a la misma razón,
ya que la recuperación de una lengua, aunque de forma simbólica, parece ser una condición fundamental
en la demanda territorial de algunos pueblos. El lingüista holandés Simon van de Kerke apenas localizó 20
hablantes de leko a mediados de los años 90.
Asimismo, el Censo 2001 registra 389 hablantes de la lengua itonama, mientras que hoy no quedan más
de dos hablantes ancianos. Cabe notar en este lugar que hay una diferencia muy grande entre hablar una
lengua y desear hablarla y, por lo tanto, a la hora de analizar los datos censales siempre cabe reflexionar sobre
las distintas interpretaciones acerca de lo que se concibe por hablar una lengua.
De las lenguas indígenas habladas en la Amazonía boliviana, 15 se hablan en el departamento del Beni:
mojeño (trinitario/ignaciano), baure, moré, chácobo, pacahuara, ese ejja, cavineña, maropa, sirionó, yurakaré,
mosetén, canichana, movima, cayubaba, e itonama.
Aparte de las reservas expuestas líneas arriba en cuanto a las cifras dadas por el Censo 2001 para el nú-
mero de hablantes de ciertas lenguas, este censo tiene una ventaja mayor en cuanto que distingue preguntas
sobre autopertenencia y preguntas sobre las lenguas indígenas habladas. Al establecer el número estimado
de hablantes de cada lengua en el pasado, generalmente el problema mayor era la confusión continua entre
el dato sobre la población del pueblo indígena y el verdadero número de hablantes.
El cuadro 1 muestra las cifras de población de los pueblos amazónicos bolivianos y los números de ha-
blantes tal como fueron recogidos en el Censo 2001. Sin embargo, en la columna de números de hablantes
se ha añadido otra cifra en negritas en el caso de las siguientes lenguas: mojeño javeriano, mojeño loretano,
joaquiniano, tacana, maropa, leko, canichana, cayubaba e itonama. Estas cifras en negritas se basan en las
propias observaciones de los autores o las de colegas lingüistas que trabajan en las respectivas áreas.
Los datos del cuadro 1 muestran que el estado de las lenguas amazónicas es sumamente precario, con
dos idiomas mojeños (javeriano y loretano; aquí no se entra en discusión sobre el estatuto lingüístico de
las distintas variedades del mojeño, o sea de si se trata de varias lenguas genéticamente relacionadas o de
dialectos de una misma lengua), un dialecto del baure (joaquiniano) y la lengua aislada canichana posible-
mente ya extintos, y no menos de cinco lenguas moribundas. El grado de riesgo para las lenguas depende
de muchos factores, tales como el porcentaje de hablantes en la etnia, la edad media de los hablantes, el
número de niños que las aprenden como lengua materna, el tamaño del grupo étnico, etc. Así, el yurakaré,
con 1.809 hablantes, está clasificado como ‘en peligro’, porque los hablantes en general son mayores de 25
años, mientras que el movima, con 1.173 hablantes, está clasificado como ‘en serio peligro’ debido al hecho
de que todos los hablantes tienen más de 50-60 años de edad. Además el porcentaje de hablantes de movima
es mucho menor al porcentaje de hablantes de yurakaré. Por otra parte, se clasifica el ignaciano como ‘en
serio peligro’ con 1.080 hablantes –o sea el 54% de la población– en un grupo étnico de 2.000, mientras
que el trinitario se encuentra ‘en peligro’ con sólo 3.140 hablantes (el 10,5%) en un grupo étnico de 30.000.
presentación y antecedentes 17
Aparte del hecho de que el porcentaje de hablantes de ignaciano esté bastante favorecido, los hablantes
en general son mayores que los de trinitario y, además, todavía no parece haber la misma organización en
torno al rescate de la lengua que hay para el trinitario. Aunque la viabilidad del ese ejja es bastante buena,
la lengua está clasificada como ‘en peligro’ porque el grupo étnico es relativamente reducido –aunque en
este caso habría también que tomar en cuenta lo que ocurre con este mismo idioma en territorio peruano.
Igualmente, el araona, una lengua hablada básicamente por toda la comunidad, está clasificado como ‘en
serio peligro’, porque el grupo étnico es muy reducido. El tsimane’, finalmente, una de las variedades de la
familia aislada mosetén, es con mucho la lengua más viable hablada en el departamento de Beni, y, por lo
tanto aparece clasificada como ‘en peligro potencial’.
Cuadro 1
Lenguas indígenas de la Amazonía boliviana4
Fuentes: Elaboración propia con base en PROEIB Andes 2000, Molina & Albó 2006, Crevels 2007 y propias observaciones de los autores y colegas lingüistas.
4 Por las razones arriba expuestas, los capítulos sobre el leko y el mosetén/tsimane’ están incluidos en el tomo I (Ámbito andino),
mientras que los capítulos sobre el ignaciano, el trinitario, el sirionó, el yuki, y el yurakaré figuran en el tomo III (Oriente).
5 Aunque el pueblo joaquiniano hoy en día es un pueblo multiétnico, el idioma es un dialecto del baure.
6 Por analogía con el nombre ‘tumupaseña’ para la lengua tacana, los cavineños suelen llamar a su lengua ‘cavineña’ en vez de
‘cavineño’ (comunicación personal de Antoine Guillaume).
7 Comunicación personal de Antoine Guillaume (2011).
8 Comunicación personal de Simon van de Kerke (2009).
18 lenguas de bolivia
En un estudio llevado a cabo en 2006, con estudiantes que asistían a escuelas ubicadas en territorios de
cinco pueblos indígenas amazónicos (cavineño, mosetén, movima, tacana, tsimane’), se detectó que, en una
muestra de un poco más de 2.000 estudiantes que asistían a escuelas primarias, el 92,13% manifestó hablar
con mayor frecuencia en castellano. Los alumnos que más hablaban en su idioma ancestral eran los tsimane’s.
El castellano se habla por todos los pueblos en porcentajes que oscilan entre un 74,6% como mínimo y un
99,8% como máximo. Sólo en el caso del tsimane’ se detectó, si bien en un contexto de bilingüismo, que la
población entrevistada manifestaba usar más la lengua ancestral que el castellano (Plaza 2006).
En el Art. 5 del texto constitucional de noviembre de 2007, todas las lenguas amazónicas menos los dia-
lectos mojeños javeriano y loretano y el joaquiniano son reconocidas como idiomas oficiales del Estado.
5. Clasificación genética
Como ya hemos subrayado, la característica más notable de la Amazonía boliviana es, sin duda, el alto número
de lenguas hasta ahora clasificadas como lenguas aisladas, independientes, o no clasificadas.
Brinton (1891) proporciona la primera clasificación de idiomas sudamericanos, que puede considerarse
la base para todo trabajo posterior en la región. En su clasificación inicial Brinton postula unas 80 familias
lingüísticas para América del Sur. Similares intentos de clasificación son realizados por Chamberlain (1910,
1913), Rivet (1924) y Loukotka (1935, 1944, 1968). Véase Adelaar con Muysken (2004: 28-33) y Ruhlen (1987:
205-227) para un relato detallado sobre la historia de la clasificación de lenguas en las Américas. En 1956,
Greenberg tentativamente hace su afirmación de que todas las lenguas de las Américas (del Norte, Central, y
del Sur) podrían asignarse a no más de tres familias genéticas: esquimo-aleutiana, na-dené y amerindia (véase
Greenberg 1956). En las siguientes casi tres décadas, Greenberg compila veintitrés cuadernos con listas com-
parativas de unas ochenta lenguas, con hasta 400 entradas léxicas para cada idioma (un total estimado de un
cuarto de millón de entradas). Además, compila seis cuadernos con comparaciones gramaticales. En 1987, el
trabajo de Greenberg en idiomas nativos culmina en la publicación de Language in the Americas. A pesar del
hecho de que presenta más de 300 etimologías (incluyendo vocabulario básico y pronombres) en apoyo del
filo amerindio, y a pesar de que su solicitud es apoyada por antropólogos, físicos y genetistas (cf. Greenberg,
Turner & Zegura 1986; Cavalli-Sforza et al. 1988), la hipótesis amerindia de Greenberg ha sido fuertemente
criticada por la mayoría de los lingüistas trabajando en las Américas. En la propuesta de Greenberg, las lenguas
aisladas de la Amazonía boliviana pertenecen a ciertas subramas de la familia amerindia.
Ubicadas en el centro del gran continente sudamericano, las lenguas de Bolivia ofrecen una excelente
perspectiva sobre la diversidad y riqueza lingüística del continente.
6. El presente tomo
ron al área cultural de Mojos, en la que millares y millares de camellones o lomas artificiales, con una altura
de hasta 20 metros, fueron construidos junto con centenares de estanques artificiales rectangulares con una
profundidad de hasta un metro, como parte de un extenso y complejo sistema de cultivo e irrigación, que a la
vez sacaba provecho de las inundaciones periódicas que se dan en ese territorio, orientando el curso de agua,
para utilizar las tierras para la agricultura intensiva. Cuando los españoles entraron en contacto por primera
vez con los baures a finales del siglo XVII, encontraron muchas aldeas y granjas en el área, e incluso los restos
de los grandes trabajos hidráulicos, que proporcionaron un símbolo claro de las habilidades técnicas y de
organización de la gente indígena de la región. Hoy quedan unos 60 hablantes de baure, casi todos mayores
de 60 años, por lo que la lengua se considera en serio peligro de extinción.
La reconstrucción de lo que se puede saber sobre el cayubaba (o cayuvava) por Mily Crevels y Pieter
Muysken se basa sobre todo en los datos recopilados por Harold Key. Es una lengua hablada en el departamento
del Beni, en la provincia de Yacuma, al oeste del río Mamoré, en el municipio de Exaltación, principalmente en
el pueblo de Exaltación, que se ubica a unos 65 km al norte de Santa Ana del Yacuma. Es una lengua aislada.
Antes de que los cayubabas fueran reunidos en la misión de Exaltación en 1704, vivían en las pampas drenadas
en aldeas con unos 100 habitantes en 20 casas. Sin embargo, el P. Agustín Zapata –quien fue el primero en
establecer contacto con los cayubabas en 1693– vio siete pueblos, de los cuales seis tenían aproximadamente
1.800 habitantes y uno incluso más de 2.000. Exaltación se convirtió en un centro comercial floreciente du-
rante el auge del caucho (1870-1910), cuando la mayor parte del caucho transportado sobre el río Mamoré
fue embarcado en su puerto. Como otros grupos, el grupo cayubaba fue reclutado de forma masiva para la
explotación del caucho y diezmado como consecuencia de ello. Hoy en día el grupo hace frente a un proceso
extremadamente rápido de extinción étnica. Con dos hablantes ancianos y unos cuantos recordantes en una
población de 664 miembros, la lengua debe ser considerada moribunda.
El movima, hablado en el pueblo de Santa Ana de Movima, ha sido el foco de estudio de Katharina Haude
en una serie de trabajos. Es hablado en el departamento de Beni, en la provincia de Yacuma, en Santa Ana del
Yacuma y El Perú. Es una lengua aislada. Incluyendo hablantes fluidos y personas con sólo una competencia
pasiva, hay unos 1.170 hablantes –casi todos mayores de 50-60 años– de entre un total de 8.615 habitantes.
Afortunadamente existe un fuerte movimiento entre los movimas para revitalizar el uso de su lengua. Por
iniciativa de un grupo de jóvenes del cabildo indígenal, se fundó el 3 de septiembre de 2006 el Centro Cultural
Bilingüe Movima, donde el profesor Eligardo Chirimani Mahue dictó clases de movima. Además, se imple-
mentan clases de movima en la Casa de Cultura y en algunas escuelas. Es de esperar que los esfuerzos de los
profesores, en combinación con la sólida descripción lingüística de la lengua, conduzcan a su preservación.
Sin embargo, debido al hecho de que casi todos los hablantes fluidos por el momento siguen siendo personas
de edad avanzada, se considera la lengua en serio peligro de extinción.
Los pocos datos accesibles sobre la lengua posiblemente ya extinta canichana han sido compliados y
parcialmente analizados por Mily Crevels. Se hablaba en el departamento del Beni, en la provincia de Cercado,
en el pueblo de San Pedro Nuevo, que se ubica a 62 km al norte de Trinidad, y en Trinidad. Es una lengua
aislada. A la hora del primer contacto con los españoles (1693), los canichanas eran conocidos como un grupo
feroz y beligerante que atacaba continuamente a los cayubabas y los itonamas. En 1696, los jesuitas establecie-
ron la misión de San Pedro, que debido a su posición central pronto llegó a ser la capital de la provincia. La
misión de San Pedro era la más próspera de todas las misiones jesuíticas, pero declinó rápidamente después
de la expulsión de los jesuitas en 1767. En 2001, sólo tres ancianos de 75-80 años todavía recordaban algunas
palabras y una o dos frases de la lengua canichana. El grupo étnico canichana consiste en aproximadamente
400 personas. Las fuertes sensaciones de renacimiento étnico entre los canichanas en los últimos años han
emergido, desafortunadamente, demasiado tarde para restablecer la lengua.
Sobre todo por falta de datos, este tomo desafortunadamente no incluye esbozos de las siguientes cinco
lenguas de la amazonía boliviana: yaminahua (pano), tacana (tacana), moré (chapacura), machineri y
joaquiniano (arahuaca).
El yaminahua (o yaminawa) se habla en el departamento de Pando, en la provincia de Nicolás Suárez,
cabeceras del Alto Yurúa y Púrus, en Puerto Yaminawa. Forma parte de la familia pano (subrama yurúa-
22 lenguas de bolivia
purús). Hay unos 50 hablantes de entre 160 personas. Durante el auge del caucho los yaminahuas fueron
prácticamente exterminados. En la actualidad forman un grupo pequeño que deambula entre Perú, Brasil y
Bolivia, cada vez más a punto de la extinción. La mayoría de los yaminahuas reside ahora permanentemente
en Puerto Yaminawa. En Bolivia, la lengua se encuentra en serio peligro de extinción, pero cuenta con más
hablantes en Brasil y Perú.
El tacana se habla en el departamento de La Paz, en la provincia de Iturralde, cantones de Tumupasa y
Ixiamas, al norte de La Paz; hay algunos grupos dispersos a lo largo de las orillas del Orton, Beni y Madre
de Dios. Pertenece a la familia tacana. Sólo quedan entre 50-500 hablantes –todos mayores de 40 años– de
entre 7.345 personas. En 1965, se estimó el número de hablantes entre 3.000 y 4.000 personas. Esto implica
un cambio masivo al castellano, hoy lengua hablada por el 100% de la población tacana. En vista del hecho
de que ya no hay niños o jóvenes que hablen la lengua, el tacana debe ser considerado en serio peligro de
extinción. Estudios recientes, sin embargo, dan cuenta de un proceso inicial de recuperación de la lengua,
con el cual estaría comprometida la organización indígena tacana (Plaza 2006).
El machineri (o yine) se habla en el departamento de Pando, en la provincia de Nicolás Suárez, municipio
de Bolpebra, en San Miguel sobre el río Acre. Pertenece a la familia arahuaca. Hay 13 hablantes de entre un total
de 30 personas. La presión social negativa que sufrían en Brasil causó que este grupo de machineris se mudara en
1985 del Estado Federal de Acre (Brasil) al departamento de Pando (Bolivia), o sea a la otra banda del río Acre.
Se han asentado en San Miguel, una plantación de caucho manejada por brasileños con quienes siempre hablan
en portugués. En Bolivia, la lengua debe ser considerada en serio peligro de extinción, aunque existen hablantes
de machineri o yine tanto en Brasil, como en Perú.
El moré (itene) se habla en el departamento del Beni, en la provincia de Mamoré, en la confluencia de los
ríos Mamoré y Iténez (Guaporé) y el arroyo Azul, en las comunidades de Monte Azul y Vuelta Grande. Pertenece
a la familia chapacura. Entre 1762 y 1763, los jesuitas congregaron a los morés beligerantes en la misión de San
Miguel. Apenas un año más tarde la misión dejó de existir y los morés volvieron a su anterior vida libre. Hay
hoy aproximadamente 44 hablantes de alrededor de 70 años, de entre 64 habitantes, por lo que se considera la
lengua en serio peligro de extinción. La lingüista brasileña Geralda Angenot-de Lima publicó una descripción
fonológica, gramatical y lexical sobre la lengua en 2001.
El joaquiniano se hablaba en el departamento de Beni, en la provincia de Mamoré, municipios de San Joa-
quín, San Ramón y Puerto Siles, en el pueblo de San Joaquín. Pertenece a la familia arahuaca y es generalmente
considerado un dialecto del baure. La misión jesuita de San Joaquín fue fundada y organizada con baures en
1709 en la orilla izquierda del río San Martín. En 1796 fue trasladada a su sitio actual sobre el río Machupo.
Hoy los joaquinianos forman un pueblo multiétnico de 296 personas. Ya no quedan hablantes del joaquiniano,
por lo que se debe considerar extinto.
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