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2.

- Relato Arturo Prat: (Isaias)


PRAT: En cuanto abordé la Esmeralda, tomé la decisión de revisar las calderas del buque y muy
preocupado, me di cuenta de que la presión del vapor estaba baja… lo que significaba que, si se
entraba en combate, la Esmeralda no podría rendir su máximo. Sin comprender bien, vuelvo a
revisar la orden que me enviaron desde Santiago para bloquear el puerto peruano de Iquique…
también pienso en la seguridad de mis marinos. 
Paso revista a cada uno de mis tripulantes y me aseguro de que el ánimo y la voluntad de lucha
estén altos, fuertes y convencidos de la justicia de nuestra causa. 
Hay sospechas de que el Perú ha enviado a dos de sus mejores buques contra nosotros. Nuestra
Esmeralda y la Covadonga serían incapaces de poder enfrentarse a tales monstruos de la
tecnología británica. 
 ¡Vigía!
VIGÍA: ¡Sí, mi comandante!
PRAT: Quédese muy atento. La llegada del enemigo está pronta a ocurrir. Cada segundo que
podamos ganar es fundamental en el combate.
VIGÍA: ¡Quedaré muy atento, mi comandante!
PRAT: La mejor decisión será dejar a la Esmeralda cerca de la costa peruana de Iquique. 
Pienso que la Covadonga es tanto o más débil que la Esmeralda, por lo que decido darle
instrucciones.
(hacia Condell, con un altavoz): ¡Covadonga, salga de la Bahía! ¡Sostenga su marcha! 
Condell (desde la Covadonga): all right
La Covadonga se aleja hacia el sur.
VIGÍA: ¡Humos al norte! ¡Humos al norte!
PRAT: Mis sospechas se convierten en certezas: eran los dos buques enviados por Perú para
desbloquear el puerto de Iquique. El momento de la verdad había llegado. 
(a la tripulación)¡Artilleros, a sus puestos! ¡Primer grupo, a la sentina! ¡Resto de la tripulación, a
tomar fusiles, sables, hachas y corvos! ¡Tomar posiciones de batalla!
(con ánimo) “¡Muchachos!… la contienda es desigual… pero, ánimo y valor. Nunca se ha arriado
nuestra bandera ante el enemigo y espero no sea ésta la ocasión de hacerlo. Por mi parte, yo os
aseguro que mientras yo viva, esa bandera flameará en su lugar… y si yo muero, mis oficiales
sabrán cumplir con su deber. ¡Viva Chile!”
PRAT: Uribe, reúna a mis hombres, es necesario que conversemos de esta situación.
URIBE: Por supuesto, mi comandante.
PRAT: (A Serrano) Teniente Serrano, cuénteme del estado de las calderas, estamos en alerta y
necesitamos del máximo rendimiento de nuestro buque.
SERRANO: Mi comandante, lamento informarle que las calderas no están óptimas, debemos hacer
frente a todo esto con mucho cuidado.
PRAT: (preocupado) Entiendo lo que me dice, Serrano, pero acá lo importante es conocer y
recordar el fin último de esta batalla… darle honor a nuestra bandera, la que nunca debe rendirse,
bajo ninguna circunstancia, ¿me oyó?
SERRANO: Sí, mi comandante. (Se retiran los demás)
PRAT: ¡Zegers!
ZEGERS: Sí, mi comandante.
PRAT: (preocupado) Cuando vuelva Ud. a Valparaíso, dígale a mi mujer, a mi Carmela, que mis
recuerdos y mis pensamientos siempre estuvieron con ella y nuestros hijos, hasta el final.
ZEGERS: Pero, señor…
PRAT: ¿Puede hacer eso por mí? ¿Hará eso por mí?
ZEGERS: (con tristeza) Si, mi comandante.
PRAT: Otra cosa, ¿almorzó la tripulación?
ZEGERS: Aún no, mi comandante.
PRAT: Ordene que toda la tripulación tome su almuerzo… combatir con el estómago vacío no nos
conducirá a la victoria.
ZEGERS: A su orden, mi comandante.
Vicente Zegers (guardiamarina) para repasar las últimas instrucciones de defender el pabellón
nacional hasta las últimas consecuencias . Consulto si almorzó la gente.  

A las 11:30 am el Huáscar nos dispara por primera vez, levantando una inmensa columna de agua
frente a nosotros y durante media hora ninguno de sus disparos acertaron en nuestro buque;
podíamos ver como más bien herían a los curiosos que estaban mirando desde la playa. Dos de las
calderas de la Esmeralda estallaron dejándonos con un andar muy muy lento, ahí tomo la decisión
de alejarnos al norte, unos mil metros y observo con sorpresa que el poderoso Huáscar gira su
proa preparando su primer espolonazo que viene directo hacia nosotros. Recibimos el golpe y veo
que una gran parte de mi tripulación muere en esa emboscada. Alzo mi vista al cielo y veo la
bandera tricolor, pienso en mi patria, en mi familia y en mis muchachos y tomo la decisión más
importante, la que sería la última de mi vida.
(gritando) ¡Al abordaje, muchachos!
Me sigue el Sargento Juan de Dios Aldea y el valiente marinero Arsenio Canales, quien cae al agua.
Mis únicas armas eran un sable y una pistola y con esta última doy muerte a un oficial peruano.
Segundos después, mi vida se apaga completamente.

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