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AC67
(03) FUNDAMENTOS DE CREACIÓN LITERARIA
Unidad 4. Tiempo y Literatura (Actividad Sumativa)

Lunes 26 de julio de 2021


EL CAZADOR DE BURLAS

Era casi el final del verano. Erika se encontraba ante la larga fila de la atracción; que sin
previo aviso, se había vuelto doble y que, de una manera (odiosamente) familiar le hacía
sentir miedo y necesidad de salir de la misma pero, dos cosas le detuvieron: la promesa
de diversión que había hecho con Ana y Mari sus amigas de la secundaria y el tumulto
mismo; que ya, tampoco tenía suficiente con sus sombreros para el sol, sus gafas o
alguna chuchería helada para el momento.

Fue entonces que, en un acto reflejo, Erika atrapó un objeto. Una botella de agua.
— Has mejorado bastante. Dijo una chica de piel morena, con con una camisa color
crema y shorts en azul con dobladillo y un par de tenis blancos. Era Ana.
Se hace lo que se puede — contestó Erika— mientras hacía un signo de la paz, en señal
de victoria.
— Eso es bueno — agregó Mari quien al ser de asendencia extranjera mostraba una
piel y cabello claro. Sujeto con una bandana color cielo, haciendo juego.Igual una
blusa blanca sin hombros, un abrigo ligero y abierto de un tono similar a la camisa
de Ana, un par de pantalones cortos celestes y tenis rosados.

Erika asintió con la cabeza, dejando salir un «ajá» teniendo la boca cerrada. Sabía que
este día llegaría y tendría que implementar la exposición gradual, en vivo con prevención
de respuesta. —“Me esforzaré”— pensaba para sí misma; mientras las chicas se hacían
de un pequeño hueco, (para acomodarse) mientras, esperaban en fila.

Todo marchaba con relativa normalidad, no hacía falta el llanto de algún niño a la
distancia, trayendo consigo la sensasión de solitud, el resoplido del exausto o bien el
secreto cuchicheo de algunos acompañantes o presententes.

Entonces ocurrió, la chica del cabello a los hombros, castaña y con tupé; que llevaba una
camiseta blanca con un estampado de auto vintage a juego; Erika comenzó a sentir el
efecto, aquella falsa sensasión de movimento, llevándole a una pérdida del equilibrio. —
No, no quiero — decía en su interior pero, solo hubo silencio y oscuridad.
Poco a poco, la claridad se hizo presente pero ahora, ya no sé encontraba en la eterna
doble fila. No estaba Ana ni Mari. Sólo ella en ese cuarto, sobre la cama. Era puro, estéril
y de un extraño blanco…
—¡Erika! Erika! — Oyó al unísono. Eran esas voces de siempre; calidas, familiares y
coloridas: eran sus amigas.
—¡Me… Nos asustaste! — Dijo Ana — con un claro tono de sobresalto en su voz.
Mientras Mari, sonreía con alivio. — ¿Qué sucedió?— preguntó la castaña, al
incorporarse y tratar de salir de la cama. — Te desmallaste, se hizo un “revuelo”, nos
sacaron de la fila y terminamos aquí, gracias a la seguridad del parque — continuó la
chica de piel morena y pequeño chongo (a modo de lista con los dedos).
— Lo siento — añadió la castaña apenadamente. Sin embargo, las dos chicas que
estaban frente a ella no parecian tener algo más importante que, aquella otra alma
en la habitación.
— “No te preocupes por eso” — hizo mención la de cabello claro, a fin de cuentas —
terminó de decir Ana socarrona — “es solo el fin del verano”.

El ambiente en la habitación cambió, era más ligero y conciliador (o al menos así fue)
hasta que Erika, pudo notar que algo (como un liquído) brotaba lentamente del cuerpo de
la susodicha.
Ante esto; con cierto desconcierto preguntó, sin embargo la respuesta de su amiga fue “es
algo que me hice cuando fuimos a comprar” — creo — dijo dubitativamente.

Sin embargo la “herida” no era natural… Ésta comenzó a abrir la piel dejando ver, una
gran y espesa masa amorfa y negra; como sí se uniera la carne, la sangre y la “tinta más
espeza” que haya visto; de un solo vistazo horrorizó a las tres. Y lo que iba mal, se
encaminó hacía lo peor.

La joven del estampado, solo podía ver como dos de las personas más importates para
ella, eran hechas pedazos por aquella cosa que había invadido ya, cada espacio de sus
cuerpos.
Dándoles una forma final químerica, exagerada e irreconocible de su anterior yo.

«Huye» le dijo su interior, respuesta nacida del instinto; que se encuentra en todo ser vivo
que tiene potencial de convertirse en presa.
Y así lo hizo, corrió, se alejo lo más que sus piernas le permitieron. Pero, al salir pareciera
que hubiera entrado a la “Dimención Desconocida” el impacto fue mayor, a tal grado que
se había olvidado que aquello, le seguía.

Atónita observaba como todo lucía gastado, podrído, viejo. En verdad en el olvido: basto y
carente de vida.
Se acercó a modo de impulso a la atracción “LA STORMDUST” aquella montaña rusa,
donde había esperado, sucumbido a su trastornado cuerpo; y donde, hace apenas unas
horas era el fin del verano.
De repente algo la trajo de vuelta de su estado adsorto. Eran ellas o en este caso eso;
casí como tener a dos crIaturas nacidas del averno, así como con esa “piel” suya, tras de
sí…

Casi de inmediato, pudo distinguirles. Ana era la de la derecha, su aspecto ahora era
como el de Argos Panoptes «que todo lo ve, de todos los ojos» un gigante pastor y
guardían de rasgos monstruosos; mientras que, a la izquierda quien, solía ser Mari ahora;
una sempertina creatura con rasgos de mujer, calva y con unas extrañas protuberancias.

Equidna, Lilit o Astarté dirían los entendidos… Siintió un nudo en la garganta, no sabía si
era por sus identidades o si por saber, lo que harían con ella en un santiamén.

Intentó abogar por su pasado en unión, pero nada parecía funcionar, ella era lo que
queían; alcanzar, atezorar, poseer... Entoces, se abalanzaron sobre ella, mientras; la
castaña solo cerró sus ojos llorando, diciendo «no» por lo bajo. Hasta que él apareció.

Anunció su llegada con un estruendo tal, que una cortina de polvo y escombro mantenía
al margen la identidad del desconocido. Un hombre o ¿una bestia?
Una creatura dispuesta a luchar por ella… ¿O lo que, quedaría de sus restos?

De pronto ocurrió algo, que nisiquiera el ojo más atento habría notado. Fue como si una
ráfaga de dagas de ardiente brillo se clavaran, en la piel de aquellos enemigos; y fue
entonces cuando la misteriosa presencia; dando un salto gritó el nombre “Arlequín”;
momento seguido una de las cuchillas que traía consigo; habló con refunfuño ( era un ser
caricaturesco, una cabeza con brazos, similar a la de un payaso común) e hizo retornar a
las demás, hasta fundirse en una estructura disforme y brillante antes, de cambiar a una
sierra mécanica.
Aterrizando ambos, primeramente en la criatura de muchos ojos.

Mientras tanto Erika; que se había logrado sostener de escombros para no salir por los
aires observaba la escena ahora ya, sin lágrimas miraba como su salvador volvía una
“masa” de a aquellas dos personas; tan importantes para ella; tomó valor, para acercarse
y acabar con tan viseral escena, sin embargo fue inutil, su presencia ahí era como la de
un árbol que al caer, en un lugar vacío sería capaz de ser escuchado… O no.

Miles de imágenes lleganban a su mente como el recuerdo, de su séptimo cumpleaños


donde descubrió que ella y Ana, eran primas, gracias a su apellido Yoo. O Mari
diciéndole: “eres una flor tardía pero, igual florecerás” después de eso sus recuerdos se
esfumaron; coincidiendo con el fin de de la grotesca batalla y fue cuando al fin, pudo ver
al “verdugo”, aquel que se alzó victorioso ante la ahora ya, colina de carcaza.

Era realmente alto, un humanoide con carácteristicas propias de un conejo; de algo a


nada natural ya que, poseía pelaje rosa, con partes blancas en cara, pecho y punta de las
patas. Llevaba consigo una gorra adornada con detalles dorados, un abrigo largo y abierto
en tono negro, guantes sin dedos y vendajes en sus patas a juego; como sí, de un líder
pandillero salido de una historia (del país del Sol) se tratara.

Aunque lo más notorio fue aquella mirada carmesí que, ironicamente estaba tranquila
(casi como de aburrimiento); al girarse y encontrar su mirada con la de la chica; que sin
querer ni deber había formado parte de la escena. «Cómo pudiste» tal pensamiento le
hizo actuar, a tal grado que no le importó que quién; estaba enfrente sería su única salida
o lo último que vería…
— Logró darle varios golpes — en el pecho pero, cada vez débiles a medida que la
mirada de ella comenzó a nublarse y a sentirse desvanecer.

Pero no tocó el suelo aquél extraño evitó su caída de forma firme pero suave; aún
estando cubierto de sangre, la sostuvo acercadole a su pecho.
— ¡Vaya! Tanto tanto por una humana — comentó el cara de payaso, en un tono que
dejaba saber su agotamiento e irritación.
— Silencio — sentenció el conejo severamente.
— Ararara. ¿dije algo malo? — inquirió de forma mordáz, tras su cantada muletilla.

No hubo respuesta del otro, sin embargo se habían encaminado a una pequeña
población; en busca de posada, cosa que para muchos era encontrar un oasis, en un
mundo tan poco prometedor.

Al tomar la medida de tiempo su memoria siempre fallaba, sin embargo de algo estaba
segura; alguien o algo la había traido procurandole hasta cierto punto: con barras
dulces o energeticas; no lo sabía con seguridad, nunca había visto tales letras;
recipientes de un material similar al barro (posiblemente para agua y beber de ellos),
también cierto agujero en el suelo…

Por demás, notó que el techo y la estructura eran del mismo material que las cosas
para el agua; era como un iglú de tierra y continuó palpando, hasta que algo la distrajo
de su actividad.

— ¿Está despierta? — Dijo un chico, que bien podría ser humano, tenía
caracteristicas muy adornadas como una galleta navideña, túnica y pintura facial.
Acababa de entrar, (posiblemente para estar al tanto de su condición). —¡Ay sí!
¡Sí, está despierta! Ella intentó calmarlo pero el chico, no dejaba de hacer
alboroto, no tuvo más opción que avalanzarce sobre él y dirigir su mano a la boca
del muchacho, de ojos verdes y piel oscura. Que llevaba consigo un atuendo que,
rápidamente le hacia saber su posición: Un clérigo.

Después de un leve forsejeo las cosas parecían calmarse.

— Mi nombre es Erika — dijo mientras se sentaba en forma de mariposa, con los ojos
entreserrados — ¿Cúal es el tuyo? — continuó.
— Jerome — respondió el muchachito de ojos y cabello, tan verdes como el sabor de
los helados de chispas y menta.
— El gusto es mío — dijo, una vez más la castaña, estirando su brazo, para saludar,
(dejando el recelo a un lado) y continuar animadamente, con quien tenía delante
suyo.
Él temió un poco, pero al final emuló el gesto. De repente se oyó un gran grupo
llegar a las afueras de donde estaban. Después de eso una criatura, como una
galleta de gengibre, vieja, arrugada y de baja estatura caminó hacia ellos;
guardando cierta distancia.

— ¡Abuelo! — Dijo Jerome, con grata emoción. Se dirigió hacia este y fue cuando la
envejecida galleta habló:
— Veo, que ya estás recuperada, e incluso le has dado un buen susto a mi nieto —
“juventud, divino tesoro” — sentenció con una sonora risa.

Más tarde Erika ya se encontraba en plena convivencia con la Gente galleta quienes a
su vez, estaban muy atentos a algo tan poco común: una humana.

Todo marchaba bien, hasta que el anciano lider tomó la palabra y habló:
— Hoy a sido un día bendito, conociendo una cara nueva y reforzando nuestros lazos
Sin embargo — prosiguió, ésta cara nueva, y ahora alma gemela de nuestra aldea,
no puede quedarze — terminó por decir — ante la atonita y acalorada respuesta
negativa de los suyos.
— Es un hecho, le prometimos encargarnos de ella, hasta que despertara y estuviera
“bien” — recordó Soren. — Un miembro que sí, se apegara a alguna jerarquía de
la Tierra, sería parte de una casta guerrera.
— “El vendrá pronto”. — Al instante, su hablar fue interrumpido por la propia chica
que se había levantado con estrépito. «Quién es él». (Preguntaba para sus
adentros); hasta que, finalmente hizo salir tal duda.
— Es Roman, el cazador; pero no es un cazador cualquiera… como toda cosa de
éste mundo — prosiguió con seriedad — Él caza burlas.

— Burlas… Esa palabra hacía sentir de forma extraña a Erika como sí la hubiera
sabido o vivido… Algo estaba fuera de lugar e institivamente pidió buscó aclarar
aquello que le mareaba.
— ¿Qué son las burlas dices? — habló Soren.
— Las burlas son todos aquellos que ha “perdido su camino, que ha dejado todo
atrás” para convertirse en grotescas, exageradas y monstruosas versiones de ellos
mismos. — Incluso — agregó, en el pasado fueron conocidos como Los dioses
envidiosos.
— Los… Dioses… — dijo Erika con gran sorpresa y temor en su voz. A tal grado que
sentía su garganta e interior secar.
— ¡¿Pero cómo puede ser?! — dijo con alarma — ¡Ustedes me encontraron y vieron
por mí! Somos amigos…
— No, no necesariamente — interrumpió la anciana galleta— que comenzó a contar:

Hace un tiempo, nuestra comunidad vivía bajo el terror de una entidad como esa,
tenía la forma de un ciclomotor y hubieramos encontrado nuestro final, bajo el
sonido de sus bestiales motores, sino hubiera sido por él, sin embargo el día que
lo conocimos traía a alguien entre sus brazos; una joven humana, ya que, no
habían podido encontrar un lugar donde tratarte. Mostraba un gran procuramiento
hacía ti a tal grado, que le importaron sus propias heridas. Entonces al dar a
conocer su identidad y contar nuestra situación; a un acuerdo se llegó. Sí él vencía
a la burla; nosotros le ayudaríamos.
Pero al final, tomó a la moto recien domada y se fue no sin antes decir que si
despertabas el volvería por ti sin “rechistar”.

Al acabar, un silencio penumbral se hizo presente en todos los que habían


escuchado tal testimonio.
Mientras tanto, una motocicleta leventaba una gran nuve de polvo, por el terreno
árido que transitaba mientras que, su conductor; un conejo alto y con modos de
delicuente (miraba atentamente a una pantalla digital y retractil).

Observando los datos, en rojo con mayúscula de cierta chica castaña, piel clara y
otros rasgos, comunes en una adolescente.

— “Té encontré… Erika Yoo”.

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