El Bautismo de Jesús

Presencia Considerar cómo Dios me mira.

de Dios
Historia 9 Ocurrió en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de
Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.

10 
Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al
Espíritu como paloma que descendía sobre él.

11 
Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo
amado; en ti tengo puesta toda mi complacencia.

Petición Señor, haz que te conozca internamente,

para que conociéndote más te ame,
y amándote más te siga, permanezca más unido a vos

Contemplación V 9 Jesús se despide de su Madre

Vamos a recordar cómo Jesús, cuando ya tenía como 30 años y vivía
con su mamá, sintió que el Padre le pedía que dejara su casa y fuera
a cumplir su misión: predicar y entregar su vida. Vamos a
imaginarnos a Jesús caminando, alejándose de su casa… con la
nostalgia de dejar a su mamá pero deseoso de cumplir la misión que
le encomendaba su Padre.
v 9 Jesús nos purifica
Una vez Jesús comenzó a hablar a las multitudes acerca de Juan y
decía así "¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida
por el viento?” (Lc 7,24)¿Cómo una veleta que la mueve el viento?
¡NO!, Juan era un hombre hecho y derecho, una estaca firme en sus
convicciones. No buscó la comodidad, sino servir a Dios.
Vivía en el desierto y su misión era bautizar para purificar a la gente
antes de que llegara el Mesías.
Como era un hombre de Dios, la gente que se sentía mal iba a verlo:
los que tenían “manchas” en sus vidas, pecados, peleas, robos,
corrupción, sentían la necesidad de ser limpiados, e iban a pedir
perdón a Dios, y Juan los purificaba sumergiéndolos en el río
Jordán.
Un día se apareció en la cola de los pecadores Jesús. ¿Tenía
manchas? ¿qué manchas quería purificar? Isaías había profetizado
que el Mesías cargaría con nuestros pecados para purificarlos, él
que era limpio, inocente.(cfr. Isaías 53, 3 – 4).
Imaginate a Jesús cargando con todas las manchas de la Humanidad
y sentí cómo está bajo el agua (signo de su muerte, de su entrega por
nosotros). Es Jesús que se somete, por obediencia, a la Pasión y a la
muerte por nosotros. Imaginate cómo el agua purifica toda la
maldad de la Humanidad. Imaginate ¿qué siente Jesús bajo el agua
que corre y limpia todas nuestras manchas que Él cargó en su
Cuerpo?
v 10 Jesús ungido por el Espíritu Santo
Bajo agua sería todo oscuro, como el sepulcro. Cuando sale, abre los
ojos y el Espíritu Santo (que baja en forma de paloma) lo invade
interiormente. El Espíritu Santo es luz, alegría, paz, amor.
El Espíritu es la fuerza de toda la creación. Cuando Dios crea al
hombre, lo hace de materia, y al soplar su Espíritu, el aliento de
vida, el hombre resulta un ser viviente (cfr. Gn 2,7). El Espíritu
invade a los profetas y les da el poder de hablar en nombre de Dios
(Ez 11,5; Miqueas 3,8), el Espíritu invade a los elegidos para reyes,
como David, y les da poder de sabiduría y coraje para gobernar y
defender al pueblo de Dios (1Samuel 16,13).
Ahora ese Espíritu, la tercera persona de la Trinidad, la Persona
AMOR, llena al Hijo hecho hombre, Jesús, y lo llena de vida y de
fuerza para la misión de tener que hablarle al mundo sobre el Padre
y de tener que entregar su vida para purificar a toda la Humanidad.
Imaginate a Jesús cuando sale del agua y se ve pleno del Espíritu
Santo que lo llena de fuerza para cumplir su misión: predicar, hacer
milagros, entregarse en la cruz.
Todas las religiones tienen ritos de
purificación, porque hay algo que no nos
gusta a los seres humanos, y es estar
manchados. Todos queremos vivir
limpios, delante de nuestros padres,
hermanos, amigos, de toda la gente, y de
Dios.
Isaías 53, 3-4 Fue despreciado y
desechado de los hombres, varón de
dolores y sabedor de dolencias; cier-
tamente El llevó nuestras enfermedades,
y cargó con nuestros dolores.
El Bautismo es prefiguración de su
entrega en la cruz: muerto va a estar
sepultado (baptizar significa sepultar).
En nuestro bautismo, se nos regala el
mérito de la muerte y resurrección de
Jesús. Cómo estuvo tres días sepultado,
se nos va a echar tres veces agua en la
cabeza.
Jesús es el “Mesías”, que en griego se
dice “Xristos”, y en castellano “ungido”.
El “ungido” es elegido por Dios y dotado
del Espíritu que da vida, que sostiene,
que fortalece, que da coraje, que
ilumina, que alegra, que pacifica.
Por la fuerza de ese Espíritu, que es el
Amor que lo une al Padre, Jesús cumple
la Voluntad de su Padre a cada paso de
su vida.
Lo que dice y lo que hace, lo realiza
movido por ese Amor Espíritu. Así
cumple la misión del Padre, amándolo
apasionadamente.
 v 11 El Padre ama al Hijo
Cuando el Padre ve a su Hijo que se abaja, que se mete bajo agua,
que obedece a cualquier precio, que es capaz de entregar su vida en
la cruz para cumplir la misión de salvarnos, se emociona de lo bueno
que es el Hijo, se enorgullece de su Hijo y grita a todo el mundo
“este es mi Hijo muy amado en quien tengo puesta toda mi
complacencia”.
Imaginate la alegría que siente el Padre porque Jesús es humilde y
está dispuesto a cumplir con su misión: que todos los hombres
perdidos podamos volver a su Casa. Escuchá las palabras de Dios y
percibí la alegría del Padre que le cuenta a todo el mundo que Jesús
es su Hijo amado.

Coloquio Vamos a la alfombra, a la tierra sagrada cerquita de Dios, para

encontrarnos con Él en el silencio.
Imaginemos que estamos junto a Jesús cuando se mete bajo el agua,
y agradecele que se haya jugado por vos, para limpiarte y para
limpiar a todo el mundo.