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Fallos penal.

Defensa en juicio
FALLO NUÑEZ
La Cámara Quinta en lo Criminal de la ciudad de Córdoba condenó a Ricardo Alberto Núñez a la pena de 6
años de prisión por considerarlo autor del delito de lesiones graves (art. 90 CP), declarándolo reincidente (art.
50 CP) y costas. Dicha condena fue unificada con otra que Núñez registraba de la Cámara Novena del Crimen
de esa ciudad del 13 de diciembre de 1993, dictando en consecuencia una pena única de 9 años de prisión y
revocando la libertad condicional que le había sido otorgada anteriormente.
Al notificarse de la sentencia, Nuñez interpuso un recurso de hecho “in pauperis” donde planteó la nulidad de
aquella sentencia condenatoria y el Tribunal decidió correr una vista a la Asesora Letrada interviniente por la
Defensa de Nuñez, quien mantuvo el recurso y se remitió a los fundamentos esgrimidos por su asistido.
El recurso fue rechazado tanto por la Cámara como por el TSJ de Córdoba , por lo que interpuso un recurso
extraordinario federal, arribando el caso a conocimiento de la CSJN.
- Consid 7°: “En materia criminal, en la que se encuentran en juego los derechos esenciales de la libertad y el
honor, deben extremarse los recaudos que garanticen plenamente el ejercicio del derecho de defensa. La
tutela de dicha garantía ha sido preocupación del Tribunal desde sus orígenes, en los que señaló que el
ejercicio de la defensa debe ser cierto, de modo tal que quien sufre un proceso penal ha de ser provisto de un
adecuado asesoramiento legal…”;
- Consid 8°: “los reclamos de quienes se encuentran privados de su libertad, más allá de los reparos formales
que pudieran merecer, deben ser considerados como una manifestación de voluntad de interponer los
recursos de ley, y que es obligación de los tribunales suministrar la debida asistencia letrada que permita
ejercer la defensa sustancial que corresponda”;
- Consid 10°: “Más allá de la designación formal de un defensor oficial, de los antecedentes de la causa surge
con claridad que no se han cumplido las exigencias de un auténtico patrocinio exigido por la garantía
consagrada en el art. 18 de la CN. Es insuficiente a esos efectos, la sola circunstancia de que con motivo del
recurso extraordinario federal interpuesto in pauperis por Ricardo Alberto Núñez se hubiera corrido vista a la
asesora letrada para su fundamentación y que ella se haya limitado a plantear la arbitrariedad de la
denegación de acceso a la instancia de casación por "excesivo rigor formal…”;
- Consid 15°: “La transgresión a la defensa en juicio de Ricardo Alberto Núñez que se refleja en esta instancia
no es sino producto de la que se verificó en la etapa de casación local, también caracterizada por una
intervención meramente formal”;
- Consid 16°: “El deber de garantizar a toda persona sometida a proceso penal un auténtico patrocinio como el
exigido por el art. 18 de la Constitución Nacional, no es función exclusiva de esta Corte sino que debió ser
resguardada por los tribunales de las instancias anteriores a los cuales correspondía salvar la insuficiencia de
asistencia técnica antes aludida”;
- Consid 17°: “la actividad jurisdiccional no sólo se mostró indiferente frente a tamaña falencia en la defensa
técnica de Núñez sino que además contribuyó a agravar ese estado de indefensión al denegar primero el
acceso a la instancia de casación con relación a los agravios individualizados como (i), (ii) y (iii) en el
considerando 12 y luego a la extraordinaria federal por la totalidad de los llevados en casación incluidos los
referidos como (iv) y (v) en el mismo considerando con la invocación de deficiencias formales que a todas
luces no eran sino producto del estado de indefensión al que estaba sometido el nombrado”.
CSJN declara la nulidad de todo lo actuado desde el recurso de casación (aclarando que aquel deberá ser
resuelto una vez que Núñez reciba una efectiva y sustancial asistencia letrada).
FALLO BENITEZ
El Tribunal Oral en lo Criminal N° 8 condenó a Benítez a la pena de 2 años y 6 meses de prisión por resultar
autor del delito de lesiones graves (art. 90 CP), calificado por haber sido cometido con un arma de fuego (art.
41 bis CP).
La acusación del MPF al requerir la elevación a juicio se valió del testimonio de la víctima y otros testigos, un
informe médico y un peritaje balístico.
Al momento del debate, el TOC no logró la comparecencia de los testigos a la audiencia y, en función del art.
391 CPPN decidió incorporar por lectura los testimonios brindados por aquellos en la instrucción (sin el
control previo de Benítez) y en base a ellos condenó al imputado.
Nota: el imputado no pudo controlar aquellos testimonios ya que se colectaron antes de su comparecencia al
proceso y, al prestar declaración indagatoria, sostuvo una versión contraria a la de aquellos (referida a que la
víctima fue quien le apuntó con el arma que en el forcejeo se produjo el disparo y la lesión).
- Consid 11°: “El tribunal de juicio fundó la sentencia de condena en prueba de cargo decisiva que la Defensa
NO tuvo la oportunidad adecuada de controlar, en desmedro del derecho consagrado en los arts. 8.2 “f”
CADH y 14.3 “e” PIDCyP.”
ART 8.2 “f” CADH Derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y de obtener la
comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas que puedan arrojar luz sobre los hechos.
ART 14.3 “e” PIDCyP A interrogar o hacer interrogar a los testigos de cargo y a obtener la comparecencia de
los testigos de descargo y que éstos sean interrogados en las mismas condiciones que los testigos de cargo.
- Consid 13°: “La circunstancia señalada por el a quo con relación a que la incorporación por lectura de las
declaraciones se produjo en el marco del art. 391 CPPN “en razón de resultados infructuosos de las diligencias
para hacer comparecer a los testigos” NO basta para subsanar la lesión al derecho de defensa producida
durante el debate...”.
“Lo decisivo no es la legitimidad del procedimiento de “incorporación por lectura” ya que, bajo ciertas
condiciones, bien puede resultar admisible. Lo que se debe garantizar al utilizar esas declaraciones es que se
respete el derecho de defensa del acusado.”
Cita antecedente “Castillo Petruzzi c/Perú” (CIDH - 1999), “Dentro de las prerrogativas que deben concederse
a quienes hayan sido acusados, está la de examinar a los testigos en su contra y a favor (examen y contra
examen), bajo las mismas condiciones, con el objeto de ejercer la defensa”.

Principio de inocencia
FALLO GIMÉNEZ
El Tribunal Oral Federal de Bahía Blanca condenó a Vega Giménez a la pena de 1 año y 2 meses de prisión en
suspenso por resultar autor del delito de tenencia simple de estupefacientes (art. 14, primer párrafo Ley
23.737). La defensa interpuso recurso de casación, el fue rechazado por la Sala II CNCP.
La discusión planteada por la Defensa versaba respecto de si se aplicaba el supuesto de la tenencia simple de
estupefacientes (art. 14, primer párrafo Ley 23.737) o bien la figura de tenencia de estupefacientes con fines
de consumo (art. 14, segundo párrafo Ley 23.737).
Argumentos Sala II CNCP para rechazar el recurso: Cita los precedentes “Pantoja Gómez” y “San Martín” de
aquella sala en cuanto a que: “El plexo probatorio arrimado al sumario debe permitir al Tribunal con arreglo
de las reglas de la sana crítica, concluir inequívocamente que el tóxico se encontraba destinado al consumo
personal. Si el sentenciante abrigara dudas respecto del destino de la droga, la conducta debe ser encuadrada
en la figura de tenencia simple de estupefacientes (art. 14, primer párrafo Ley 23.737).”
- Consid 5°: En autos existe cuestión federal suficiente ya que lo resuelto pone en tela de juicio el alcance del
tipo penal contenido en el art. 14, segundo párrafo Ley 23.737, comprometiéndose el principio in dubio pro
reo.
- Consid 8° y 9°: La duda del Tribunal respecto al destino de la sustancia no puede hacer que se aplique la
figura más gravosa ya que esto supone vaciar de contenido al principio antes mencionado.
La valoración de los hechos o circunstancias fácticas alcanzadas por el principio in dubio pro reo incluye
también los elementos subjetivos del tipo penal. La falta de certeza de éstos debe computarse en favor del
imputado.

Principio acusatorio
FALLO TARIFEÑO
La Cámara Criminal de Neuquén condena a Tarifeño como autor del delito establecido en el art. 274 CP a
la pena de 1 año de prisión y 6 meses inhabilitación absoluta.
Nota: En el debate, el MPF postuló la absolución de Tarifeño y el Tribunal interviniente lo condenó
igualmente, tomando como acusación el requerimiento de elevación a juicio formulado por el MPF en la
anterior instancia.
- Consid 2°: “…la lectura del expediente pone al descubierto una trasgresión a las garantías
constitucionales de la defensa en juicio y el debido proceso…”.
- Consid 3° y 4°: “Esta Corte tiene dicho reiteradamente que en materia criminal la garantía consagrada por
el art. 18 de la Constitución Nacional exige la observancia de las formas sustanciales del juicio relativas a la
acusación, defensa, prueba y sentencia dictada por los jueces naturales.”
En el sub lite no han sido respetadas esas formas, en la medida en que se ha dictado sentencia
condenatoria sin que mediase acusación.
FALLO MOSTACCIO
El Cuarto Juzgado Correccional de Mendoza condenó a Julio Gabriel Mostaccio a la pena de 6 meses de
prisión de efectivo cumplimiento y 5 años de inhabilitación especial para conducir vehículos automotores,
por considerarlo autor penalmente responsable del delito de homicidio culposo (art. 84 del Código Penal),
no obstante que el fiscal —en oportunidad de alegar— se abstuvo de pedir condena por duda y estimó de
aplicación el art. 4 del Código Procesal Penal local.
Nota: el voto mayoritario de la CSJN (Petracchi, Belluscio, Boggiano, Maqueda y Zaffaroni) hace lugar al
REF, se remiten a lo ya dicho anteriormente en la causa “Marcilese” y revocan la sentencia.
En el caso de Fayt y Vasquez votan en disidencia.
- VOTOS EN DISIDENCIA: Consid 5°, Cita un viejo precedente de la CSJN “Fiscal c/Fernández”: “el ejercicio
de la jurisdicción está precedido por una acusación previa formulada al requerir la elevación de la causa a
juicio en la que se fijan los hechos en forma clara, precisa y circunstanciada, su calificación legal y los
motivos en que se funda, presupuestos éstos que no deben ser violados a fin de asegurar el derecho de
defensa en juicio, de raigambre constitucional”.
“El requerimiento de absolución por parte del fiscal no desapodera al tribunal del ejercicio de la
jurisdicción, pues el pedido desincriminatorio por parte del acusador no se encuentra necesariamente
previsto como causal que determine el cese de la acción penal. Asimismo, el requerimiento de absolución
del representante del Ministerio Público no afecta el debido proceso legal en tanto la acusación, como tal,
se ha llevado a cabo en una etapa anterior, de manera que la defensa haya podido tomar conocimiento de
los cargos que permiten el pleno ejercicio de sus derechos”.
FALLO SANTILLAN
El Tribunal Oral en lo Criminal absuelve a Santillán por el delito de abandono de personas agravado (art.
106, segundo párrafo) luego de que, al finalizar el debate, el MPF solicitara –en su alegato- la absolución.
En aquella oportunidad, la parte querellante solicitó la condena. Dicha resolución fue luego confirmada
por la Cámara Nacional de Casación Penal.
Nota: lo central del fallo es la discusión que se da en torno al carácter del querellante (si su participación es
accesoria a la del MPF o si bien es autónomo y puede procurar por si sola una condena).
- Consid 11°: Si bien incumbe a la discreción del legislador regular el marco y las condiciones del ejercicio
de la acción penal y la participación asignada al querellante particular en su promoción y desarrollo, desde
que se trata de lo atinente a la más acertada organización del juicio criminal, todo aquel a quien la ley
reconoce personería para actuar en juicio en defensa de sus derechos está amparado por la garantía del
debido proceso legal consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional, que asegura a todos los
litigantes por igual el derecho a obtener una sentencia fundada previo juicio llevado en legal forma.
Doctrina establecida por la CSJN en “Santillán”: 1) Si la Querella puede andar en soledad durante el
proceso, puede también procurar obtener una condena en el juicio (“capacidad de rendimiento de la
Querella”).
2) Debe existir una Acusación (pública o privada) para que el Tribunal pueda condenar.
3) Acopla toda la jurisprudencia que hasta el momento existía de la CSJN y establece el carácter autónomo
de la Querella.
FALLO SABIO
La Cámara de Apelaciones de Zapata (Neuquén) había condenado a Sabio y a otros imputados por los
delitos de falsificación de documento privado en concurso ideal con estafa procesal en grado de tentativa
en virtud de un pedido de condena de la Querella y pese a que el MPF había solicitado la absolución.
El TSJ de Neuquén revocó la condena indicando que la doctrina de la CSJN sentada en “Santillán” no era
aplicable al caso ya que la composición del máximo tribunal había cambiado desde ese entonces.
Nota: En ese momento, el CPP de Neuquén establecía que el ejercicio de la acción penal únicamente lo
ejercía el MPF.
CSJN: Remitiéndose a los argumentos del procurador fiscal ante la CSJN indican que el argumento del TSJ
Neuquén no es válido y que debe aplicarse lo establecido en “Santillán”.
FALLO AMODIO
El Juzgado Nacional en lo Correccional N° 8 anuló el alegato de la Querella en el debate (por omitir el
pedido de pena) y en base al alegato fiscal (pedido de 2 años de prisión en suspenso) condenó a Amodio a
la pena de 3 años de prisión en suspenso e inhabilitación especial para ejercer la medicina por 4 años por
considerarlo autor del delito de lesiones culposas gravísimas (arts. 91 y 94 CP).
Ello en virtud de lo comprobado en el debate en cuanto a la negligencia del obrar de Amodio
(anestesiólogo) que omitió suministrar la asistencia necesaria y urgente a la paciente Shor en el parto,
provocando con ello que aquella evolucionara hacia un estado vegetativo, la que a momento del fallo aún
la tenia en una situación de incapacidad psicofísica total y permanente.
Voto mayoritario CSJN: Declara inadmisible el recurso.
Voto minoritario CSJN (Lorenzetti y Zaffaroni): Si bien deja asentado que el alegato de la Querella en el
debate fue inválido (por omitir el pedido de pena), aclara que la decisión del Tribunal de imponer más
pena que la pedida por el MPF viola el principio acusatorio por cuanto su intervención se halla limitada a
los términos de lo que surge en el contradictorio.
FALLO DEL’OLIO
El Tribunal Oral en lo Criminal N° 12 condena a Del´Olio a la pena de 2 años de prisión en suspenso por
considerarlo coautor del delito de defraudación por administración fraudulenta. En el debate, el MPF
había pedido la absolución del imputado y la Querella la condena.
Nota: En la instrucción, al momento en que el Juzgado de Instrucción le corrió la vista del art. 246 CPPN a
la Querella y al MPF (para que indiquen si consideraban cerrada la instrucción y si iban a efectuar REJ), la
Querella no contestó en tiempo y forma.
CSJN: El voto mayoritario (Petracchi, Highton de Nolasco, Maqueda, Zaffaroni y Lorenzetti) admitieron el
recurso y revocaron la condena.
El voto minoritario (Argibay) consideró que no había cuestión federal suficiente y no abrió el recurso (art.
280 CPCCyN).
- Consid 6°: La decisión del juez de instrucción de dar por decaído el derecho a responder la vista que
prevé el art. 346 del Código Procesal aparejó la pérdida de los derechos procesales vinculados al acto
precluido.
Si el particular ofendido no concretó objetivamente y subjetivamente su pretensión, no podría integrar
legítimamente una incriminación que no formuló previamente.
Doctrina establecida por la CSJN en “Del´Olio”: 1) La Acusación se compone de 2 partes: El Requerimiento
de Elevación a Juicio (arts. 346 y 347 CPPN) y El Alegato Final en el debate (art. 393 CPPN).
Si no existió REJ de la Querella en la instrucción entonces no puede pedir pena durante el debate.

Juez natural. Imparcialidad e independencia


GRISOLÍA: La garantía de los jueces naturales tiene por objeto asegurar una justicia imparcial, a cuyo efecto
prohíbe substraer arbitrariamente una causa a la jurisdicción del juez que continúa teniéndola para casos
semejantes, con el fin de atribuir su conocimiento a uno que no la tenía, constituyendo de tal modo, por vía
indirecta, una verdadera comisión especial disimulada.
Se cuestiona en autos la jurisdicción del juzgado de instrucción para conocer en los delitos denunciados por
Grisolía.
Este proceso viene a conocimiento del tribunal en virtud del recurso de apelación interpuesto por el acusador
particular, contra la resolución dictada, por la que el Sr Juez de 1° instancia declaró la incompetencia de su
jurisdicción para conocer en este asunto.
Se trata en estos autos de determinar si existen en la actualidad jueces competentes para investigar los
delitos de privación ilegal de libertad, lesiones, abuso de autoridad y violación de los deberes de los
funcionarios públicos, cuya comisión se atribuye a personal de la comisaría de la sección 10ma de la Cap
Federal y de los que habría resultado víctima el querellante Grisolía.
La clausula CN en juego, en este caso, se refiere a 2 situaciones distintas, que es preciso no confundir: la de q
ningún habitante puede ser juzgado por comisiones especiales se relaciona con el carácter meramente
accidental del tribunal, con el hecho de que haya sido instituido especialmente para juzgar determinado caso
o grupo de casos considerados en concreto; la segunda, o sea la de que nadie puede ser sacado de los jueces
designados por la ley antes del hecho de la causa, se relacionaría, con los límites de la competencia judicial en
función temporal, es decir con la posibilidad de que las normas sobre competencia, en materia penal, puedan
aplicarse con efecto retroactivo.
La conclusión última de este enfoque es que sólo los jueces competentes al momento de cometerse el hecho
están habilitados para juzgarlo, y en su defecto ninguno, aunque la ley haya privado de su jurisdicción a
aquellos para conferírsela a otros jueces.
La declaración de que ningún habitante de la Nación puede ser sacado de los jueces designados por la ley
antes del hecho de la causa presupone que esos jueces siguen conservando la jurisdicción en cuya virtud
estaban llamados a conocer de una determinada causa, xq claro está que la sustracción de un caso particular a
la jurisdicción de jueces que siguen teniendo el poder de juzgar en otros casos similares implica la negación de
esa justicia imparcial e igual para todos que la CN garantiza.
Si esos jueces han dejado de serlo, o su jurisdicción ha sido restringida por obra de la ley, entonces no puede
afirmarse que sigan teniendo poder para juzgar las causas de que se trate, por donde resulta evidente que
cuando otros tribunales permanentes asumen el poder jurisdiccional que a ellos correspondía no les quitan o
sacan algo que siguiera estando dentro de sus atribuciones.
Por estas razones corresponde dejar sin efecto la resolución apelada, declarando que la justicia nacional en lo
penal ordinaria de la Cap Federal debe seguir conociendo del sub judice.
Zenzerovich: Contra la sentencia de la Sala III de la Cámara Nacional de Casación Penal que, al confirmar la
decisión de la titular del Juzgado Nacional en lo Correccional n°8, no hizo lugar a la recusación planteada por
la asistencia técnica del procesado, aquélla dedujo el recurso extraordinario fundado en la garantía
constitucional del juez imparcial, consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional y diversos tratados de
derechos humanos.
El fallo impugnado tiene carácter definitivo aun cuando no se pronuncie de modo final sobre el hecho
imputado, pues de los antecedentes de la causa surge que el ejercicio imparcial de la administración de
justicia se encuentra tan severamente cuestionado que el derecho de defensa comprometido exige una
consideración inmediata en tanto constituye la única oportunidad para su adecuada tutela.
En consecuencia, encontrándose alcanzada la garantía del art. 18 de la Constitución Nacional y diversos
tratados internacionales en su aplicación al caso y, asimismo, la validez constitucional del art. 88 de la ley
24.121, corresponde declarar la admisibilidad.
No obsta a lo precedentemente expuesto, la circunstancia de que el apelante haya manifestado que la idea
subyacente en la recusación no era que la juez fuera efectivamente parcial, "sino que podía llegar a serlo" por
acumular las funciones de instrucción y decisión. Ello es así, por cuanto el examen integral de los planteos
pone en evidencia que éstos tienden a justificar la existencia de la grave restricción al debido proceso,
mencionada en el considerando precedente.
Los tratados internacionales en los que el recurrente funda su postura (art. 8.1 de la Convención Americana
de Derechos Humanos, art. XXVI de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y art. 10
de la Declaración Universal de los Derechos Humano), no establecen en forma expresa que la investigación y
el juicio deban llevarse a cabo por órganos distintos. Sólo establecen el derecho a ser oído por un juez o
tribunal competente, independiente e imparcial. Es decir, que no resulta imperativa la diversificación del
órgano jurisdiccional.
La doctrina de la causa "Piersack" fallada por dicho tribunal el 1° de octubre de 1982 no guarda relación con el
caso sub examine. En efecto se trataba de una condena impuesta por un tribunal de jurados y la audiencia
había sido presidida por un juez que, con anterioridad, se desempeñó como director de la Fiscalía de Bruselas
durante el desarrollo del proceso contra el acusado.
En la causa "De Cubber", el tribunal estableció que: "Se puede comprender que el acusado puede sentir cierta
sospecha en el caso de que vea sentado en el banco del tribunal, llamado a determinar los cargos contra él, al
juez que ha ordenado que él sea puesto en prisión preventiva y que lo ha interrogado en numerosas
ocasiones durante la investigación preparatoria, aun cuando las preguntas estén enderezadas a encontrar la
verdad" y que "la imparcialidad del tribunal era idónea para aparecer ante el recurrente como abierta a
duda".
Sin embargo no pueden soslayarse dos circunstancias relevantes del citado precedente. En primer lugar, que
la Corte ponderó que "Adicionalmente el tribunal criminal puede, como el tribunal de apelación...tener que
revisar la legalidad de las medidas tomadas u ordenadas por el juez de instrucción. El acusado puede ver con
cierta alarma la perspectiva del juez de instrucción activamente envuelto en el proceso de revisión”. En
segundo lugar, se valoró que bajo la ley belga la investigación preparatoria es de naturaleza inquisitoria,
secreta y no conducida en presencia de ambas partes.
De lo precedentemente expuesto, cabe concluir que la mera circunstancia de que un juez cumpla la función
de instruir y de juzgar no significa per se una violación a la garantía del juez imparcial y que, en definitiva, la
cuestión depende de las particularidades de cada caso concreto. Es pues, sobre tales bases que debe
evaluarse la actuación de la juez cuestionada en la especie.
En el sub judice, el planteo del recurrente, se funda, en lo sustancial, en que la juez dictó una inhabilitación
provisoria para conducir automotores y dispuso la elevación a juicio y que tales medidas sustentan la
sospecha de parcialidad.
Las medidas cautelares dictadas durante la instrucción tienen naturaleza provisoria, pueden ser revocadas o
apeladas, y en modo alguno implican pronunciarse sobre la culpabilidad del acusado. Las medidas cautelares
dictadas durante el curso del procedimiento no importan prejuzgamiento.
Tampoco se advierte que el procesamiento o la elevación a juicio pueda ser tachada de parcialidad, por un
doble orden de consideraciones. En primer lugar, tal decisión está precedida por actos procesales que
garantizan la intervención de todos los partícipes del proceso y, específicamente la del defensor, que podrá
oponerse a esa elevación o deducir excepciones (art. 349), lo cual descarta que la investigación preparatoria
sea de naturaleza secreta y no conducida en presencia de ambas partes. En segundo lugar, sólo importa
establecer que existe mérito para debatir la responsabilidad penal del imputado, sin que ello implique
decisión definitiva alguna.
En el sub examine, no surge del auto de elevación a juicio elemento alguno que autorice a poner en tela de
juicio la imparcialidad de la magistrada.
No puede afirmarse que necesariamente el juez que instruyó esté prejuzgando, si no median razones
objetivas o subjetivas que permitan poner en tela de juicio su imparcialidad. Tal conclusión, encuentra
inequívoco apoyo en la exégesis integral del código. En efecto, cabe observar que el juez que ordena el
procesamiento sobre la base de la existencia de "elementos de convicción suficientes" que autorizan a estimar
que existe un hecho delictuoso en el que el procesado es partícipe (art. 306), puede sobreseer en los
supuestos previstos por el art. 336, que derivan del resultado de la instrucción.
Lo expuesto, conduce a desestimar la tacha de inconstitucionalidad articulada, así como los agravios atinentes
a la violación de tratados internacionales.
Llerena: Contra la sentencia de la Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal, que declaró la competencia
del Juzgado Nacional en lo Correccional N°3 de esta ciudad para seguir interviniendo en la causa seguida
contra Horacio Luis Llerena, en orden a la presunta comisión de los delitos de amenazas agravadas por el uso
de arma de fuego y abuso de armas, ambos en concurso real, la defensa interpuso recurso extraordinario,
cuya denegación originó la presente queja.
Surge de las constancias de la causa que la defensa luego de notificarse de la clausura de la instrucción del
sumario y la elevación a juicio, planteó la recusación de la jueza a cargo del Juzgado Correccional N°3 de esta
ciudad, fundada en la sospecha y el temor de parcialidad que siente su pupilo, en virtud de que la recusada ya
había dictado resoluciones en su contra para avanzar en el proceso, con sustento en las pruebas recolectadas
en la etapa de investigación instructoria; y en consecuencia no se encontraba en posición de neutralidad
frente al caso, como para realizar el debate. Por ello, solicitó el apartamiento de la doctora María Susana
Nocetti de Angeleri, amparándose en la garantía que posee el imputado de ser juzgado por un tribunal
imparcial, consagrada en los instrumentos internacionales incorporados a la Constitución Nacional por el art.
75, inc. 22.
La jueza a cargo de la causa hizo lugar al planteo de la defensa y remitió las actuaciones a la Cámara Nacional
de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de esta ciudad para que sorteara el juez que continuaría el
proceso, habiendo resultado ser éste el titular del Juzgado Correccional N°1 de esta ciudad.
El magistrado desinsaculado no aceptó la competencia atribuida y remitió la causa a la Cámara Nacional de
Casación Penal por considerar que la resolución que hizo lugar a la recusación carecía de fundamentos, puesto
que no encuadraba en ninguno de los supuestos previstos en el art. 55 del Código Procesal Penal de la Nación.
A su turno, el tribunal a quo resolvió la cuestión y devolvió las actuaciones al Juzgado Nacional en lo
Correccional N°3, al sostener que las causales de recusación deben interpretarse en sentido restrictivo, y que
sólo resulta procedente el instituto cuando se verifica alguno de los motivos previstos taxativamente en el art.
55 del Código Procesal Penal de la Nación, supuesto que según su criterio no se daba en las presentes.
Que la recurrente fundó su planteo en el temor o sospecha de parcialidad de la juez interviniente ya que
ejerció funciones instructorias que pudieron haber afectado objetivamente su ajenidad con el caso. En este
sentido toma en cuenta el principio acusatorio de división de funciones, a partir del cual deriva que quien
investiga no puede juzgar, y con base en esta fórmula argumenta la recusación.
Dieser: La defensa de M. G. Dieser interpuso un recurso de inconstitucionalidad contra la sentencia de la
Cámara de Apelaciones en lo Penal de Venado Tuerto que con el voto de dos de los tres jueces que habían
intervenido con anterioridad en el proceso (confirmando el procesamiento y la prisión preventiva) confirmó la
condena dictada por el Juez de primera instancia de Distrito en lo Penal de Sentencia de la ciudad de
Melincué. El recurso fue denegado y la defensa de la imputada interpuso un recurso de queja que fue
rechazada por la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa Fe. 
La defensa interpuso un recurso extraordinario, argumentando que se habían afectado las garantías de
imparcialidad y de doble instancia.
El recurso fue denegado y motivó la presentación de una queja.
La Corte, haciendo suyos los términos y conclusiones del dictamen del señor Procurador Fiscal, hizo lugar a la
queja, declaró procedente el recurso extraordinario y revocó la sentencia apelada. Manteniendo lo
establecido en el precedente “Llerena”, consideró que la revisión de una sentencia condenatoria por los
mismos jueces que habían intervenido en la apelación del auto de procesamiento violaba la garantía de
imparcialidad por que podía haberse afectado la posibilidad de un reexamen de la condena sin
prejuzgamiento del caso. 
Asimismo, sostuvo que violaba la garantía de la doble instancia que exige que los magistrados que no
conocieron anteriormente el hecho revisen las decisiones del inferior (voto de los jueces Petracchi, Highton de
Nolasco, Fayt, Maqueda, Zaffaroni y Argibay — ésta última hizo su propio voto. El Dr. Lorenzetti no votó).

Prohibición de persecución múltiple


Belozercovsky
En 1975, en el caso “Jacobo Belozercovsky”(29) se dejó sin efecto una resolución que no atendía
adecuadamente un planteo de cosa juzgada basado en la existencia de un proceso anterior concluido con un
sobreseimiento. Aunque la Corte en ese caso no mencionó expresamente la regla ne bis in idem pues se basó
en la defectuosa fundamentación del tribunal al que ordenó emitir nuevo pronunciamiento, sí invocó, en
sustento de su determinación, el dictamen del procurador general que aludía de manera expresa a esa regla.
Este último, por su parte, contenía una afirmación que iba a repetirse en casos posteriores con relativa
frecuencia, la del rango constitucional que, según decía, había sido reconocido reiteradamente por la CSJN. No
estaba claro, tampoco en ese dictamen, cuál era la norma constitucional que respaldaba la afirmación ni eran
tantos en ese entonces los precedentes que se decían reiterados.
Weissbrod
La cámara de apelaciones confirmó la condena del acusado por varios hechos y lo absolvió por uno de ellos. La
defensa interpuso recurso extraordinario agraviándose de una resolución anterior de la misma cámara que
había decretado la nulidad de la sentencia absolutoria, la acusación y la defensa, retrotrayendo el proceso
hasta el sumario por no haberse indagado al procesado por todos los hechos investigados. La defensa señaló
que el pronunciamiento final de condena, que era consecuencia de aquella anulación, en tanto condenaba al
imputado por un hecho por el que no había sido acusado, configuraba una reformatio in pejus. El Procurador
General entendió que debía abrirse el recurso porque era cierto que había sido condenado por un hecho sin
haber sido acusado, lo cual afectaba la garantía de la defensa en juicio.
La Corte, sin embargo, sostuvo que no puede entenderse como que la causa fue juzgada dos veces ni que se
produjo la retrogradación del juicio en violación al non bis in idem, porque de ser así, la nulidad carecería de
todo sentido en tanto jamás se podría condenar al imputado sin que se lesionase el non bis in idem. Dado que
la sentencia anulada carece de efectos, no puede decirse que al dictarse una nueva haya dos fallos que
juzguen el mismo hecho, pues hay sólo uno que puede considerarse válido.
Agregó que el caso era diferente a "Mattei" (Fallos: 272:188) porque ahí se había interpuesto recurso
extraordinario contra la sentencia anulatoria, mientras que en el presente la sentencia que dispuso la nulidad
no fue oportunamente recurrida por lo que la apelación federal era tardía (doctrina de Fallos: 248:232).
En cambio, asistía razón al apelante en cuanto al hecho por el que fue condenado sin acusación. Deja sin
efecto la sentencia sólo en ese aspecto.
Polak
En esta causa el fiscal había consentido el procesamiento del imputado por el delito de incumplimiento de los
deberes de funcionario público, que en la provincia donde tramitaba el expediente era de competencia de la
justicia correccional; con posterioridad requirió la elevación de la causa a juicio por ese delito, al descartar la
existencia de uno más grave -administración fraudulenta- por ausencia de perjuicio real o potencial; ofreció
pruebas para fundar su acusación y participó del debate durante el primer día, sin cuestionar en momento
alguno la competencia del juez correccional. Pero al reabrirse la audiencia el segundo día, planteó la
incompetencia material del magistrado por entender que se había comprobado la existencia del perjuicio que
hasta ese momento había juzgado inexistente, sin que hubiera elementos nuevos incorporados al juicio pudo
apoyar esa conclusión, ni una ampliación del requerimiento, ni nuevos hechos. El juez rechazó el planteo de
incompetencia y dictó sentencia absolutoria respecto del imputado en orden al delito de incumplimiento de
los deberes de funcionario público.
Recurrida en casación por el mismo fiscal, el Superior Tribunal de la Provincia anuló la sentencia y el debate
precedente y remitió la causa a la cámara criminal a los efectos de la celebración de un nuevo juicio oral cuyo
objeto fuera la investigación del delito de administración fraudulenta, con fundamento en que las cuestiones
de competencia eran de orden público y declarables de oficio, lo cual estaba previsto en el ordenamiento
procesal de modo que se descartaba cualquier violación a los principios de preclusión y progresividad.
Consideró también que no había hechos nuevos sino de una distinta calificación de ellos y que de todos
modos la cámara criminal tenía competencia para juzgar un delito más grave y no a la inversa, además de que
no había violación al non bis in idem porque se trataba de una sentencia anulada que carecía de efectos.
La Corte nacional comenzó el análisis de este caso plantéandose la pregunta de si había habido un juicio
desarrollado legalmente para establecer si la decisión del tribunal provincial había violado el principio que
impide retrogradar las actuaciones a etapas válidamente cumplidas. En este sentido concluyó que la sanción
de nulidad a la que había arribado el superior tribunal de provincia no había sido causada por el procesado
sino por la contradictoria conducta asumida por el agente fiscal.
Recordó que la garantía del debido proceso, en la que se integra la del juez natural determinado por las
normas de competencia, ha sido consagrada fundamentalmente en favor del acusado, por lo que no era
válido recurrir al argumento de la incompetencia para adoptar una decisión que importe someterlo
nuevamente a juicio (confr. doctrina de Fallos: 234:786 y 240:456), temperamento éste que lesiona el
fundamento garantizador -como tal de raigambre constitucional- que ha inspirado la consagración legislativa
de ciertos pilares básicos del ordenamiento penal, entre los cuales se encuentra el principio del non bis in
idem, admitido ya en el caso de Fallos: 272:188.
Siguió la Corte: que con posterioridad a ese precedente (se) reconoció a partir del registrado en Fallos:
299:221, por remisión al dictamen del Procurador General en ese entonces, que dicha garantía no sólo vedaba
la aplicación de una segunda pena por un mismo hecho ya penado, “... sino también la exposición al riesgo de
que ello ocurra mediante un nuevo sometimiento a juicio de quien ya lo ha sufrido por el mismo hecho...”
(confr. también entre otros, Fallos: 315:2680, considerando 4°).
Una interpretación amplia de la garantía contra el múltiple juzgamiento conduce no sólo a la inadmisibilidad
de imponer una nueva pena por el mismo delito, sino que lleva a la prohibición de un segundo proceso por el
mismo delito, sea que el acusado haya sufrido pena o no la haya sufrido, y sea que en el primer proceso haya
sido absuelto o condenado. Y ello es así porque a partir del fundamento material de la citada garantía no es
posible permitir que el Estado, con todos sus recursos y poder, lleve a cabo esfuerzos repetidos para condenar
a un individuo por un supuesto delito, sometiéndolo así a molestias, gastos y sufrimientos, y obligándolo a
vivir en un continuo estado de ansiedad e inseguridad, y a aumentar, también, la posibilidad de que, aun
siendo inocente, sea hallado culpable (confr. citas en Fallos: 310:2845, disidencia de los jueces Petracchi y
Bacqué).
Ese mismo alcance ha asignado a la cláusula en examen la Corte Suprema de los Estados Unidos de América
en distintos precedentes, en los que sostuvo que si bien el imputado no tiene un derecho a la absolución
cuando el reenvío del juicio se funda en errores ordinarios del procedimiento (“Lockhart v. Nelson”, 488 U.S.
33.38, 1988; “Oregon v. Kennedy”, 456 U.S., at. 685; “Tribbs v. Florida”, 457 U.S. 31, 40, 1982), ello no debe
hacer perder de vista que el gobierno -en nuestro caso el fiscal- no puede manipular el primer juicio para
evitar una posible absolución y mantener abierta la chance de un nuevo juicio al imputado (“Jorn”, 400 U.S.
at. 484), de modo que también se ha incluido en el fundamento de la cláusula que el Estado no tiene derecho
a un nuevo juicio cuando es él quien origina esos errores, porque la situación se equipara al supuesto en que
ha fallado al presentar el caso (“Oregon v. Kennedy”, 456 U.S. 667, 1982).
Por todo lo expuesto -finaliza la Corte- cabe concluir en que lo resuelto por el a quo ha lesionado el derecho
de Polak a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho, ya que dicha garantía tiene vigencia para el
imputado a partir de que éste adquirió el derecho a que se lo declarase culpable o inocente del hecho por el
que se lo acusó, siempre, claro está, que -como en el sub examine- se hayan observado las formas esenciales
del juicio y la causa que determine uno nuevo no le sea imputable.
Cabe aclarar que los jueces Petracchi, Boggiano y Vázquez formularon cada su respectivo voto concordante
por separado.
Gramajo
El Tribunal Oral condenó al imputado a la pena de 2 años de prisión por considerarlo autor del delito de robo
en grado de tentativa, declarándolo reincidente.
Asimismo, declaró la inconstitucionalidad del art. 52 del Cód. Penal sobre cuya base el fiscal de juicio había
solicitado que se aplicara al penado la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado.
Sostuvo que la reclusión accesoria por tiempo indeterminado constituye una pena y no una medida de
seguridad, y que desconoce el principio constitucional "nulla poena sine culpa" consagrado en el artículo 18
de la Constitución Nacional, al sustentarse en los antecedentes personales del autor y no en el hecho
cometido. El fiscal interpuso recurso de inconstitucionalidad.
La Cámara de Casación Penal, con sustento en el precedente “Sosa”, declaró la constitucionalidad del art. 52 y
aplicó al condenado la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado.
La defensa interpuso recurso extraordinario, argumentando que la sentencia violaba el principio de
culpabilidad al justificar la imposición de una sanción en la peligrosidad del delincuente, sin tener en cuenta
que la Constitución Nacional consagra un derecho penal de acto.
El recurso fue denegado y dio origen a una queja.
Decisión de la Corte: La Corte declaró la inconstitucionalidad del art. 52 del Cód. Penal en el caso concreto por
considerar que la pena de reclusión indeterminada allí prevista viola el principio de culpabilidad, el principio
de proporcionalidad de la pena, el principio de reserva, el principio de legalidad, el derecho penal de acto, el
principio que prohíbe la persecución penal múltiple y la prohibición de imponer penas crueles, inhumanas y
degradantes.
Sostuvo que la pena de reclusión indeterminada es una clara manifestación de derecho penal de autor porque
tiende a encerrar a una persona en prisión por un tiempo mayor al que correspondería de acuerdo con la
pena establecida para el delito cometido, debido a la forma en que conduce su vida.
Asimismo, consideró que el principio de reserva impide imponer una pena en razón de lo que la persona es,
por lo que la pena sólo puede aplicarse como consecuencia del hecho que el individuo cometió.
Por otra parte, sostuvo que la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado prevista en el art. 52 del Cód.
Penal es una pena, y no una medida de seguridad fundada en la peligrosidad del agente.
Por último, consideró que ante la afirmación de que la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado
violaba el principio de proporcionalidad de la pena, no era válido afirmar que aquélla no se impone en razón
del hecho juzgado en último término sino de los hechos por los que fuera condenado anteriormente porque si
fuera así se estaría violando la prohibición de persecución penal múltiple.
Por estos motivos la Corte declaró procedente el recurso extraordinario y dejó sin efecto la sentencia apelada
(voto de los jueces Highton de Nolasco, Maqueda, Zaffaroni y Lorenzetti. Los Dres. Petracchi, Fayt y Argibay
hicieron su propio voto).
Sandoval
La Corte Suprema declaró procedente el recurso extraordinario presentado por un hombre que pasó casi 10
años en prisión acusado de un triple crimen en Cipoletti y revocó la sentencia del Superior Tribunal de Justicia
(STJ) de Río Negro. En su voto, el juez Eugenio Zaffaroni señaló la falta de una implementación plena del
sistema acusatorio, especialmente por la carencia del juicio por jurados.
El 23 de mayo de 2002, uno o más individuos ingresaron a un laboratorio de análisis clínicos, en pleno centro
de Cipolletti, redujeron a la psicóloga Carmen Marcovecchio, a su paciente, Alejandra Carbajales y a la
bioquímica Mónica García y luego de atarlas y amordazarlas, las mataron.
En noviembre de 2004, la Cámara Criminal Segunda de General Roca absolvió al David Sandoval por el
beneficio de la duda. La causa llegó hasta el STJ de Río Negro que ordenó que se hiciera un nuevo juicio dado
que las pericias de la Gendarmería señalaban que había huellas digitales de Sandoval en el lugar de los hechos
mientras que las de la Policía Federal señalaban que no se podía afirmar que el hombre hubiera estado
presente en la escena del crimen.
El nuevo proceso, a cargo del mismo tribunal pero con jueces subrogantes, condenó a Sandoval a la pena de
prisión perpetua por considerarlo coautor del delito de homicidio calificado por alevosía reiterado (tres
hechos). Además, revocó la excarcelación que se le había concedido en junio de 2006 y se le renovó la prisión
preventiva.
En la sentencia de la Corte, la mayoría, integrada por el presidente del Máximo Tribunal, Ricardo Lorenzetti y
los jueces Carlos Fayt, Enrique Petracchi y Eugenio Raúl Zaffaroni (que votó por sus argumentos) hizo lugar al
recurso presentado por Sandoval y revocó la sentencia del STJ de Río Negro. En su voto, Zaffaroni señaló que
la defensa de Sandoval hizo dos cuestionamientos a la sentencia: la afectación al principio de ne bis in idem y
a la garantía de imparcialidad.
Zaffaroni hizo alusión que la Constitución argentina está inspirada en el “modelo norteamericano”. En ese
sentido, recordó que, en un fallo anterior, la Corte señaló que “el proceso penal de un sistema judicial
horizontalmente organizado no puede ser otro que el acusatorio, público, porque de alguna forma es
necesario compensar los inconvenientes de la disparidad interpretativa y valorativa de las sentencias. De allí
que nuestra Constitución previera como meta el juicio criminal por jurados, necesariamente oral y, por ende,
público”, que sin embargo no fue legislado por ninguna de las Cámaras del Congreso.
Añadió que “la función jurisdiccional que compete al tribunal de juicio se halla limitada por los términos del
contradictorio, pues cualquier ejercicio de ella que trascienda el ámbito trazado por la propia controversia
jurídica atenta contra la esencia misma de la etapa acusatoria del modelo de enjuiciamiento penal adoptado
por la provincia de Río Negro; máxime si se tiene en cuenta que en el logro del propósito de asegurar la
administración de justicia los jueces no deben estar cegados al principio de supremacía constitucional para
que esa función sea plena y cabalmente eficaz”.
Zaffaroni recordó la distinción que hizo Ferrajoli entre el sistema acusatorio y el inquisitivo (que prevén
distintos roles para los jueces) y dijo que las “máximas” apuntadas en la sentencia de la Corte no fueron
tenidas en cuenta por el STJ provincial “por cuanto (…), al señalar que la sentencia absolutoria no debió
haberse inclinado por salvaguardar el estado de inocencia sino que debió haber ordenado la producción de
nuevas pruebas, ha conferido prioridad a la búsqueda de la verdad sustancial, informada por criterios
esencialmente discrecionales que hacen del juez un órgano activo en la investigación de esa verdad”.
En disidencia se pronunciaron los jueces Elena Highton de Nolasco, que pidió desestimar la queja; Juan Carlos
Maqueda, que consideró inadmisible al recurso presentado por Sandoval; y Carmen Argibay que dijo que el
recurso había sido interpuesto fuera de tiempo.
Alvarez Ordoñez
El fallo a análisis, la defensora oficial del Sr. Rafael Luis Álvarez Ordoñez, interpuso recurso de queja ante la
CSJN en virtud de recurso extraordinario denegado. Lo que nos interesa destacar en este fallo, es el único voto
en disidencia que tuvo dicha resolución, la que fue rechazada, realizada por el Dr. Raúl Eugenio Zaffaroni,
donde en el considerando estableció que: el Sr. Rafael Luis Álvarez Ordoñez fue condenado en fecha 23 de
abril de 2008 a la pena única de prisión de treinta y tres años y seis meses, y se lo declaro reincidente. En
septiembre de 2008 la defensa solicitó la libertad condicional basada en el tiempo de detención cumplido, que
superaría el plazo previsto por el artículo 13 del Código Penal, para acceder a la libertad condicional. El juez a
cargo del Juzgado de Ejecución n°1, no concedió la libertad asistida al condenado, ni declaro la
inconstitucionalidad del art. 14 del C.P como le fue solicitado. Contra esa resolución la Defensa Oficial,
interpone recurso de Casación, el que fue concedido y luego la CFCP sala III no hace lugar y mantiene la
denegatoria de la libertad asistida a Ordoñez. Cabe agregar, que esa decisión se funda en el análisis del
artículo 50 del Código Penal, que define la modalidad de reincidencia adoptada por nuestro Código, citando
varios fallos de la CSJN que avalan esta decisión. Contra esa resolución la defensa presenta recurso
extraordinario, el que fue denegado y finalmente presenta recuso de queja, la que resuelve el Dr. 39 Zaffaroni
en voto minoritario, hacer lugar a la misma y en consecuencia considerar procedente el recurso extraordinario
interpuesto por la defensa oficial. Entre los fundamentos refirió que la reincidencia es un instituto que se ha
mantenido en el tiempo a pesar de que la doctrina desde en la antigüedad le ha negado fundamento, no
acertando con argumentos satisfactorios, mucho menos coincidentes, ni siquiera compatible. Agrega, que “se
ha apelado a sostener que el reincidente, lesiona dos bienes jurídicos, uno es la victima y el otro político, que
es la alarma que provoca. Este es claramente el criterio que adopto Zanardelli y que fue criticado duramente
por autores de todos los tiempos”. Respecto a la peligrosidad sostenida por todos los autores positivistas en
sus diversas variantes, “es un supuesto juicio de probabilidad y como tal un juicio fáctico, que debe realizarse
en cada caso en concreto, pues el pronóstico de probable conducta futura referido a una persona concreta, de
carne y hueso, o sea que cuando se pretende que la reincidencia tenga por fundamento el juicio de
peligrosidad queda sin explicación una clausula, que para todos los delitos, en todos los casos y para todas las
personas, imponga una agravación de la pena”. El Dr. Zaffaroni continúa con su voto diciendo que “tampoco
puede sostenerse el argumento basado en cuestiones de prevención general negativa que afirma que el
instituto de la reincidencia se sustenta en el desprecio que manifiesta por la pena quien, pese a haberla
sufrido antes, recae en el delito. Lo que interesa en ese aspecto es que el autor haya experimentado el
encierro que importa la condena, no obstante lo cual reincide demostrando su insensibilidad ante la amenaza
de un nuevo reproche de esa naturaleza, cuyo alcance ya conoce”. Lo que destacamos es que lo manifestado
anteriormente por el Dr. Zafaronni alude que ello no solo choca con el principio de non bis in ídem, si no que
además se reclama obediencia al estado, ya que este se encuentra ofendido 40 porque lo ha penado y el
sujeto ha incurrido en una nuevo delito. Lo que se reclama es que el sujeto no vuelva a desobedecer al estado,
no importando si la reincidencia es mas o menos específica y si la primera pena fue por lesiones y la segunda
por cheques sin fondo. Otro punto que queremos resaltar en este fallo es que la mención que hace el Dr.
Zaffaronni, respecto al principal efecto que trae aparejada la declaración de la reincidencia, esto es, la
prohibición de la libertad condicional del articulo 14 de nuestro Código Penal. Por ello, agrega el magistrado,
el artículo 14 es violatorio de la Constitución48, en la medida que se lo interprete como un texto que obliga al
cumplimiento de las penas que solo se agotan con la muerte. Tampoco podemos dejar de referirnos a la
mención que hace en el fallo del artículo 52 del código penal donde se establecía que hasta antes de la
reforma de la ley 23.057 se consideraba a la multirreincidencia independiente del artículo 50 por la doctrina y
la jurisprudencia. Esto impone que el artículo 14 se integre con el artículo 52 y consiguientemente con el 53
del Código Penal. Por ello, el magistrado expresa que: “si el código penal autoriza la libertad condicional en los
casos de multirreincidencia o de reincidencia calificada, a fortiori no puede entenderse que la impida en los
casos de reincidencia simple”. Finalmente, el Dr. Zaffaroni concluye diciendo que “cualquier agravamiento de
pena o de sus modalidades de ejecución en función de la declaración de reincidencia del articulo 50 del
Código Penal, como así también la imposibilidad de obtener la libertad condicional prevista en el articulo 14
del C.P, deben ser consideradas inconstitucionales, pues demuestran un trato diferencial de personas, que no
se vincula ni con el injusto que se pena, ni con el grado de culpabilidad por el mismo, y en 48 Articulo 14 del
Código Penal Argentino 41 consecuencia toman en cuenta características propias de la persona que exceden
el hecho y se enmarcan dentro del derecho penal de autor”.
Arévalo
Arévalo había sido condenado por ser autor de los delitos de portación ilegal de arma de fuego y de robo
doblemente agravado por su comisión con arma de fuego y por la intervención de un menor de dieciocho
años, en grado de tentativa. Asimismo, había sido declarado reincidente y se le impuso la pena única de 16
años de prisión al unificarse la pena de 7 años impuesta por esta nueva condena con la de 9 años que le había
sido impuesta anteriormente por otros hechos. La Sala III de la Cámara Federal de Casación Penal, por
mayoría, confirmó la declaración de reincidencia de Arévalo y su defensa presentó un recurso extraordinario
federal cuestionando, entre otros puntos, la constitucionalidad de esta declaración.
En febrero de este año, el Procurador Fiscal Eduardo Casal dictaminó que eran constitucionales las normas del
Código Penal que imponen esta declaración de reincidencia.
Para decidir en este sentido, los Ministros que suscribieron el fallo, se basaron en precedentes anteriores y
resolvieron que el sistema de reincidencia es válido porque sólo toma en cuenta el dato objetivo de la anterior
pena para ajustar el tratamiento penitenciario que corresponde aplicarle a quien comete un nuevo delito.
De este modo, consideraron que esta valoración no implica volver a castigar el primer delito.
Asimismo, el Tribunal también refutó la tesis de que con este sistema se castigue a una persona por lo que es
y no por lo que haya hecho. Para ello, concluyó que la mayor severidad en el cumplimiento de la nueva
sanción no se debe a la mera circunstancia de que el sujeto haya cometido antes un delito sino al "mayor
grado de culpabilidad de la conducta posterior a raíz del desprecio que manifiesta por la pena quien, pese a
haberla sufrido antes, recae en el delito".
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, con el voto de los ministros Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de
Nolasco, Carlos Fayt, Enrique Petracchi y Juan Carlos Maqueda, resolvió que es constitucional el sistema de
reincidencia previsto en el Código Penal.
De este modo, confirmó la validez de la norma por la que se declara reincidente a quien, habiendo antes
cumplido una condena de prisión efectiva, comete luego un nuevo delito. La declaración de reincidencia tiene
por principal consecuencia impedir al condenado obtener la libertad condicional por la que, si cumplió con los
reglamentos carcelarios, puede salir de la prisión al cumplir las dos terceras partes de la pena impuesta.

Garantía de ser juzgado en un plazo razonable


Mattei
La Corte advierte que, en principio, el recurso extraordinario es improcedente contra resoluciones que
decretan nulidades de carácter procesal, dado que por su índole ellas no constituyen sentencia definitiva
(Fallos: 250:22; 252:373; 263:299, entre otros). Sin embargo, se ha admitido por vía de excepción que son
equiparables a sentencia definitiva, a los fines del recurso del art. 14 de la ley 48, los pronunciamientos
anteriores a aquélla, que por su índole y consecuencias pueden llegar a frustrar el derecho federal invocado
acarreando perjuicios de imposible o tardía reparación ulterior (Fallos: 182:293; 185:188; 188:286; y
especialmente, Fallos: 256:491 y 257:132).
Luego describe que el recurrente sostiene que se ha violado la garantía de la defensa porque el proceso se
encontraba en condiciones de ser fallado por la cámara, donde estaba en apelación, que en lugar de dictar la
sentencia definitiva, declaró la nulidad de todas las actuaciones a partir del cierre del sumario inclusive. La
Corte considera que se trata de un caso de "gravedad" y que por ello el recurso extraordinario es procedente.
En febrero de 1964 se lo indagó y en abril de 1967 se decretó el cierre del sumario. Se pasó al plenario que se
desarrolló sin observaciones formales. Contra el fallo de primera instancia se dedujo apelación y la cámara
anuló de oficio desde aquella actuación por considerar que no se había agotado la investigación. La Corte
concluye que de este modo el juicio ha sido retrogradado a su etapa inicial, el sumario, cuando se encontraba
ya en condiciones de ser definitivamente fallado con relación al apelante, y cuando éste lleva más de cuatro
años en condición de procesado.
La Corte centra el problema de la causa en saber sí, substanciado un proceso en la forma que indica la ley, el
tribunal a quo ha podido invalidar todo lo actuado, no por omisión o vicio de formas esenciales del juicio
-hubo acusación, defensa, oportunidad de producir prueba de cargo y descargo- sino con el exclusivo
fundamento de que el inferior no realizó durante la instrucción diversas diligencias que se estiman de interés
para el esclarecimiento del caso.
El proceso penal se integra con una serie de etapas a través de las cuales y en forma progresiva se tiende a
poner al juez en condiciones de pronunciar un veredicto de absolución o de condena; y por ello, cada una de
esas etapas constituye el presupuesto necesario de la que le subsigue, en forma tal que no es posible eliminar
una de ellas sin afectar la validez de las que le suceden. El respeto a la garantía de la defensa en juicio consiste
en la observancia de las formas sustanciales relativas a acusación, defensa, prueba y sentencia (cita varios
fallos).
El principio de la progresividad impide que el juicio se retrotraiga a etapas ya superadas, porque también debe
considerarse axiomático que los actos procesales se precluyen cuando han sido cumplidos observando las
formas que la ley establece, es decir, salvo supuesto de nulidad.
Tanto el principio de progresividad como el de preclusión reconocen su fundamento en motivos de seguridad
jurídica y en la necesidad de lograr una administración de justicia rápida dentro de lo razonable, evitando así
que los procesos se prolonguen indefinidamente; pero además, y esto es esencial atento los valores que
entran en juego en el juicio penal, obedecen al imperativo de satisfacer una exigencia consubstancial con el
respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reconocimiento del derecho que tiene toda persona a
liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito, mediante una
sentencia que establezca, de una vez para siempre, su situación frente a la ley penal.
La garantía del debido proceso legal ha sido arbirtrada fundamentalmente a favor del acusado, no cabe
admitir que la posible deficiencia de la prueba de cargo constituya causal de nulidad de lo regularmente
actuado dentro del juicio, sobre todo si se tiene presente que el Estado cuenta, a través de órganos
específicamente instituidos al efecto -en especial el juez de instrucción y el fiscal- con todos los medios
conducentes para aportar los elementos de juicio que estime útiles en abono de la procedencia de su
pretensión punitiva.
La Corte trae a colación otro principio, el de bilateralidad e igualdad de las partes, que rige el plenario.
Sostiene que en esa etapa el juez debe observar una actitud de equidistancia ante las partes. Y que se violaría
aquel principio si se acepta el derecho de los jueces del plenario a invalidar actuaciones precluidas, so color de
falta de producción de diligencias probatorias en el período de la instrucción.
Que, en suma, debe reputarse incluido en la garantía de la defensa en juicio consagrada por el art. 18 de la
Constitución Nacional el derecho de todo imputado a obtener -luego de un juicio tramitado en legal forma- un
pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga término, del modo más
rápido posible, a la situación de incertidumbre y de innegable restricción de la libertad que comporta el
enjuiciamiento penal.
Que tal derecho a un juicio razonablemente rápido se frustraría si se aceptara que, cumplidas las etapas
esenciales del juicio y cuando no falta más que el veredicto definitivo, es posible anular lo actuado en razón de
no haberse reunido pruebas de cargo, cuya omisión sólo cabría imputar a los encargados de producirlas, pero
no por cierto al encausado. Todo ello con perjuicio para éste en cuanto, sin falta de su parte, lo obliga a volver
a soportar todas las penosas contingencias propias de un juicio criminal, inclusive la prolongación de la prisión
preventiva; y con desmedro a la vez, del fundamento garantizador -como tal de raigambre constitucional- que
ha inspirado la consagración legislativa de ciertos pilares básicos del ordenamiento penal vinculados con el
problema en debate, cuales son el del "non bis in idem", el de "in dubbio pro reo" y el que prohibe la "simple
absolución de la instancia".
Moira
La Sala Tercera de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional del departamento judicial de San
Isidro, el 7 de octubre de 1996, confirmó, en lo que aquí interesa, la condena a dos años de prisión en
suspenso impuesta a Moira Virginia Santander Kohler, como coautora del delito de robo simple cometido en
perjuicio de Víctor Manuel Ojeda y Raquel Itatí De Luca.
Por su parte, ante el recurso de inaplicabilidad de ley articulado por el fiscal, la Suprema Corte de la provincia
de Buenos Aires revocó dicho pronunciamiento y calificó el hecho como constitutivo del delito de robo
agravado por el uso de armas, razón por la cual dispuso el reenvío de las actuaciones a la instancia de origen
para que se gradúe la pena a imponer a la encausada y a su consorte de causa. Para arribar a ese
temperamento, sucintamente sus integrantes concluyeron por los fundamentos que cada uno invoca, que
encontrándose demostrado en autos el empleo de un arma de fuego resultaba ociosa toda discusión en torno
a la necesidad de acreditar su funcionamiento o poder ofensivo, en la medida que tal exigencia no se
encuentra contemplada en el artículo 166, inciso 2°, del Código Penal (fs. 277/289). Contra esa decisión, la
imputada interpuso recurso extraordinario, que fue concedido.
Que esta Corte comparte lo expuesto por el señor Procurador Fiscal en el punto IV de su dictamen, a cuyos
términos se remite en razón de brevedad. Por ende, una vez devueltas las actuaciones, deberá examinarse
previamente la cuestión relativa a la posible extinción de la acción penal por prescripción que hubiera podido
operarse, habida cuenta de que la sentencia condenatoria fue dictada el 16 de noviembre de 1994 (arts. 62,
inciso 2°; 67, inciso d; y 166, inciso 2°, último párrafo, según ley 25.882). Que, por lo demás, la duración
indebidamente prolongada de esta causa por casi quince años (que no puede ser atribuida al imputado ni a la
complejidad del caso, toda vez que se trata de un hecho sencillo de robo con un arma ocurrido el 15 de
noviembre de 1993) viola ostensiblemente el derecho a ser juzgado en un plazo razonable (art. 8.1 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos). Por ello y de conformidad con lo dictaminado en lo
pertinente por el señor Procurador Fiscal, se declara procedente el recurso extraordinario y se deja sin efecto
la sentencia apelada. Hágase saber y vuelvan los autos al tribunal de origen a fin de que se dicte un nuevo
pronunciamiento con arreglo a lo expuesto. El recurso extraordinario concedido es inadmisible (art. 280 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación). Por ello, se declara improcedente el recurso extraordinario.
Con costas.
Argüelles y otros vs. Argentina
El caso trata de la alegada violación del derecho a la libertad personal y el derecho a un juicio justo en el
proceso interno iniciado en 1980 contra veinte oficiales militares argentinos por el delito de fraude militar.
Esos delitos consistieron en: i) la asignación irregular de créditos de diversas unidades de la Fuerza Aérea
Argentina para posteriormente obtener, en beneficio propio, el importe de tales fondos; ii) la apropiación
personal de fondos de las respectivas unidades de la Fuerza Aérea, y iii) la falsificación de documentos para
los propósitos anteriores.
-En septiembre de 1980, a raíz de irregularidades en servicios contables y administrativos de organismos y
unidades de las Fuerzas Aéreas de Argentina, se inició ante el Juzgado de Instrucción Militar un proceso en
contra de las víctimas por el delito de defraudación militar. Las conductas imputadas fueron: i) la asignación
de créditos de las diversas unidades de la Fuerza Aérea para posteriormente obtener en beneficio propio el
importe de esas liquidaciones y fondos, y ii) la no devolución de los sobrantes de los créditos legítimamente
otorgados a las unidades, en beneficio propio. Entre setiembre y noviembre se dictó medida de prisión
preventiva contra los imputados. El 6 de diciembre de 1980, el caso pasó al Juzgado de Instrucción Militar N°
1; sin embargo, el 4 de octubre de 1982 la causa se elevó al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, foro
competente toda vez que se encontraban implicados Oficiales Superiores. 
-Entre setiembre de 1983 y agosto de 1984, los imputados solicitaron acogerse a la amnistía concedida por la
Ley de Pacificación Nacional N° 22.924, alegando pertenecer al “Organismo Vulcano” que había sido creado
para la recaudación de fondos para la lucha contra la subversión. Sin embargo, estas solicitudes fueron
denegadas por el Consejo Supremo toda vez que no se había probado la existencia de dicho organismo y los
fondos obtenidos por los imputados no tenían como destino la lucha contra el terrorismo.
-El 5 de setiembre de 1984, Argentina reconoció la competencia contenciosa de la Corte IDH.
-Entre marzo y agosto de 1987 diversos imputados fueron puestos en libertad debido a la excesiva duración
de la prisión preventiva sin que el proceso tenga inicio. El 19 de agosto de 1988 el Fiscal General de las Fuerzas
Armadas presentó acusación contra las víctimas del presente proceso por el delito de asociación ilícita, con
agravantes por defraudación militar y falsificación. El 5 de junio de 1989, el Consejo Supremo condenó a los
acusados al pago de sumas de dinero a favor de la Fuerza Aérea y a reclusión e inhabilitación absoluta
perpetua con la pena accesoria de destitución por el delito de defraudación militar. Como parte del
cumplimiento de la reclusión, se abonó el tiempo que permanecieron detenidos en prisión preventiva. Ese
mismo día se ordenó la detención de aquellos cuya pena privativa de libertad excedía el término de la prisión
preventiva. Días después se presentaron recursos de amparo y hábeas corpus, el amparo fue rechazado por
considerarse que se invadiría la jurisdicción militar.
-Tanto el Fiscal General como los imputados apelaron la sentencia y el 14 de junio de 1989 el caso se elevó a
la Cámara Nacional de Apelaciones, la cual en julio de 1989 ordenó la puesta en libertad de los detenidos en
ejecución de la sentencia del Consejo Supremo. El 5 de diciembre de 1990 la Cámara Nacional de Apelaciones
declaró extinta por prescripción la acción penal respecto los hechos calificados como defraudación militar y
falsificación y rechazó la prescripción en relación con el delito de asociación ilícita. No obstante, el 30 de julio
de 1991, ante un recurso interpuesto por el Fiscal de la Cámara en contra de la prescripción concedida, la
Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió revocar la resolución de la Cámara Nacional de Apelaciones y,
por tanto, dejó sin efecto la prescripción anteriormente concedida.
-Debido a un cambio en la composición del Poder Judicial argentino, el caso pasó a la Cámara Nacional de
Casación Penal, la cual dictó sentencia el 20 de marzo de 1995 reduciendo las penas impuestas por el Consejo
Supremo debido a que declaró nulos algunos de los planteamientos realizados por el Fiscal General respecto
de la agravante de asociación ilícita. El 20 de abril de 1995 la defensa interpuso recurso extraordinario, el cual
no fue admitido por la Cámara Nacional de Casación Penal al considerarse que lo allí expuesto ya se había
discutido en la etapa procesal anterior. Finalmente, el 7 de agosto de 1995 se presentaron recursos de queja
ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación por la denegación de recurso extraordinario, los cuales fueron
rechazados el 28 de abril de 1998 por falta de fundamentación autónoma del recurso extraordinario.
La Corte dispone que:
-Esta Sentencia constituye per se una forma de reparación.
-El Estado debe […] [en el plazo de seis meses, contado a partir de la notificación de la presente Sentencia,
publicar el resumen oficial de la Sentencia elaborado por la Corte, por una sola vez, en el Diario Oficial del
Estado de Argentina].
-El Estado debe pagar las cantidades fijadas […] [en] la presente Sentencia por concepto de daño inmaterial
[US$ 3,000 para cada una de las 20 víctimas en el presente caso] y reintegro de costas y gastos
[US$10,000.00  a los representantes Vega y Sommer, US$10,000.00 a los representantes De Vita y Cueto, y
US$ 630.00 a los Defensores Interamericanos Gustavo Luis Vitale y Clara Leite] en el plazo de un año, contado
a partir de la notificación de la misma.
-El Estado debe reintegrar al Fondo de Asistencia Legal de Víctimas de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos la cantidad [de US$7,244.95] erogada durante la tramitación del presente caso […].
-El Estado debe, dentro del plazo de un año contado a partir de la notificación de esta Sentencia, rendir al
Tribunal un informe sobre las medidas adoptadas para cumplir con la misma.
-La Corte supervisará el cumplimiento íntegro de esta Sentencia, en ejercicio de sus atribuciones y en
cumplimiento de sus deberes conforme a la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y dará por
concluido el presente caso una vez que el Estado haya dado cabal cumplimiento a lo dispuesto en la misma.
La Corte decide: -Admitir la excepción preliminar interpuesta por el Estado de falta de competencia ratione
temporis […].
-Admitir la excepción preliminar interpuesta por el Estado de falta de competencia ratione materiae […].
-Desestimar la excepción preliminar interpuesta por el Estado de falta de agotamiento de los recursos
internos […].
La Corte declara que: -El Estado es responsable por la violación del derecho a la libertad personal, así como
por la violación del derecho a la presunción de inocencia, en relación con el artículo 1.1, en perjuicio de los
señores Argüelles, Aracena, Arancibia, Candurra, Cardozo, Di Rosa, Galluzzi, Giordano, Machín, Maluf, Marcial,
Mercau, Morón, Muñoz, Óbolo, Pérez, Pontecorvo, y Tomasek.
-El Estado es responsable por la violación del derecho a ser asistido por un defensor letrado de su elección, en
relación con el artículo 1.1, en perjuicio de los señores Allendes, Argüelles, Aracena, Arancibia, Candurra,
Cardozo, Di Rosa, Galluzzi, Giordano, Machín, Maluf, Marcial, Mattheus, Mercau, Morón, Muñoz, Óbolo,
Pérez, Pontecorvo, y Tomasek.
-El Estado es responsable por la violación del derecho a las garantías judiciales, en relación con el artículo 1.1,
en relación con el plazo razonable del proceso, en perjuicio de los señores Allendes, Argüelles, Aracena,
Arancibia, Candurra, Cardozo, Di Rosa, Galluzzi, Giordano, Machín, Maluf, Marcial, Mattheus, Mercau, Morón,
Muñoz, Óbolo, Pérez, Pontecorvo, y Tomasek.
-El Estado no es responsable por la violación del derecho a las garantías judiciales y a la protección judicial,
reconocidos en los artículos 8.1 y 25 [toda vez que la jurisdicción ordinaria, donde se revisaron las sentencias
adoptas en el fuero militar, no contravino las garantías judiciales de competencia, independencia e
imparcialidad judicial].
-El Estado no es responsable por la violación del principio de legalidad y de retroactividad, reconocido en el
artículo 9.
-El Estado no es responsable por la violación de los derechos políticos, reconocidos en el artículo 23.
Trabajadores de la Hacienda Brasil Verde vs Brasil
La Corte interamericana de Derechos Humanos condenando al Estado brasilero de ser internacionalmente
responsable por no garantizar la protección de 85 trabajadores sometidos a formas de esclavitud
contemporánea y trata de personas, además de no haber garantizado el acceso a la justicia de otros 43
trabajadores, rescatados en estas mismas circunstancias.
En su sentencia, la Corte ordenó al Estado de Brasil a retomar las investigaciones sobre el caso, a adoptar
medidas para evitar que el delito de esclavitud prescriba y a reparar a las víctimas por los daños inmateriales
sufridos, pagando indemnizaciones pecuniarias a 127 trabajadores y a una trabajadora. Además de los 85
trabajadores rescatados durante la fiscalización del 2000 ¾que recibirán 40.000 dólares cada uno, por haber
sido sometidos a trabajo esclavo y trata de personas¾, se suman, en razón de denegación de justicia, otros 43
trabajadores rescatados durante la fiscalización del 1997, los cuales recibirán 30.000 dólares cada uno.
Los trabajadores fueron reclutados por un 'gato' (persona que hace de intermediario en este tipo de
contratación) en el interior de Piauí. Tras días de viaje, una vez en la hacienda, los documentos de los
trabajadores fueron confiscados y les hicieron firmar contratos en blanco. Las jornadas eran de 12 horas o
más, con un descanso de media hora para almorzar y apenas un día libre a la semana. En la hacienda, bajo un
techo de lona, dormían confinados en galpones, sin electricidad, camas o armarios. La alimentación era
insuficiente, de pésima calidad y se les descontaba de sus salarios. Como consecuencia de ello, enfermaban
con regularidad y no recibían atención médica. El trabajo se realizaba bajo amenaza y vigilancia armada.
Valle Jaramillo vs. Colombia
Los hechos del presente caso se relacionan con el señor Jesús María Valle Jaramillo, quien era un conocido
defensor de derechos humanos. A partir de 1996 el señor Valle Jaramillo empezó a denunciar las actividades
de grupos paramilitares, particularmente en el municipio de Ituango.
- El 27 de febrero de 1998, dos hombres armados irrumpieron en la oficina del señor Valle Jaramillo en la
ciudad de Medellín y le dispararon, lo cual ocasionó su muerte instantánea. Asimismo, en el lugar de los
hechos se encontraban la señora Nelly Valle Jaramillo y el señor Carlos Fernando Jaramillo Correa, quienes
fueron amarrados y posteriormente amenazados con armas de fuego. A pesar de haberse interpuesto una
serie de recursos judiciales, no se realizaron mayores investigaciones ni se sancionaron a los responsables de
los hechos.
La Corte dictamina que,
- Acepta el reconocimiento parcial de responsabilidad internacional efectuado por el Estado y manifiesta que
existió violación de los derechos a la libertad personal, a la integridad personal y a la vida, reconocidos en los
artículos 7.1, 5.1 y 4.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, respectivamente, en relación
con la obligación general de garantía contemplada en el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio del defensor de
derechos humanos Jesús María Valle Jaramillo.
- Acepta el reconocimiento parcial de responsabilidad internacional efectuado por el Estado y manifiesta que
existió violación de los derechos a la libertad personal y a la integridad personal, reconocidos en los artículos
7.1 y 5.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, respectivamente, en relación con la
obligación general de garantía contemplada en el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de la señora Nelly
Valle Jaramillo y del señor Carlos Fernando Jaramillo Correa.
- Acepta el reconocimiento parcial de responsabilidad internacional efectuado por el Estado y manifiesta que
existió violación del derecho a la integridad personal, reconocido en el artículo 5.1 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en relación con la obligación general de garantía contemplada en el
artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de María Leticia Valle Jaramillo, Ligia Valle Jaramillo, Luzmila Valle
Jaramillo, Magdalena Valle Jaramillo, Romelia Valle Jaramillo, Marina Valle Jaramillo, Darío Valle Jaramillo,
Octavio Valle Jaramillo, Alfonso Montoya Restrepo, Luis Fernando Montoya Valle, Gloria Lucía Correa, Carlos
Enrique Jaramillo Correa, María Lucía Jaramillo Correa, Ana Carolina Jaramillo Correa, Jesús Emilio Jaramillo
Barrera, Adela Correa de Jaramillo, Blanca Lucía Jaramillo Correa, Romelia Jaramillo Correa, Nellyda Jaramillo
Correa, José María Jaramillo Correa, Luis Eugenio Jaramillo Correa, Gloria Elena Jaramillo Correa y Adriana
María Jaramillo Correa.
- Acepta el reconocimiento de responsabilidad internacional efectuado por el Estado y manifiesta que existió
violación del derecho de circulación, reconocido en el artículo 22.1 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en relación con la obligación general de garantía contemplada en el artículo 1.1 de la
misma, en perjuicio de Carlos Fernando Jaramillo Correa, su cónyuge Gloria Lucía Correa, su hijo Carlos
Enrique Jaramillo Correa y sus hijas, María Lucía Jaramillo Correa y Ana Carolina Jaramillo Correa.
- Acepta el reconocimiento parcial de responsabilidad internacional efectuado por el Estado y manifiesta que
existió violación de los derechos a las garantías judiciales y a la protección judicial, reconocidos en los artículos
8.1 y 25.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, respectivamente, en relación con la
obligación general de garantía contemplada en el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de Nelly Valle
Jaramillo, Alfonso Montoya Restrepo, Luis Fernando Montoya Valle, Carlos Fernando Jaramillo Correa, Gloria
Lucía Correa, Carlos Enrique Jaramillo Correa, María Lucía Jaramillo Correa, Ana Carolina Jaramillo Correa,
Jesús Emilio Jaramillo Barrera, Adela Correa de Jaramillo, Blanca Lucía Jaramillo Correa, Romelia Jaramillo
Correa, Nellyda Jaramillo Correa, José María Jaramillo Correa, Luis Eugenio Jaramillo Correa, Gloria Elena
Jaramillo Correa, Adriana María Jaramillo Correa, María Leticia Valle Jaramillo, Ligia Valle Jaramillo, Luzmila
Valle Jaramillo, Magdalena Valle Jaramillo, Romelia Valle Jaramillo, Marina Valle Jaramillo, Darío Valle
Jaramillo y Octavio Valle Jaramillo.
- El Estado violó el derecho a la integridad personal reconocido en el artículo 5.1 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, en relación con la obligación general de garantía contemplada en el artículo 1.1 de
la misma, en perjuicio de Blanca Inés Valle Jaramillo, Gonzalo de Jesús Jaramillo Correa, Juan Guillermo Valle
Noreña, John Jairo Valle Noreña y Luz Adriana Valle Noreña.
- No se ha comprobado en el presente caso la violación del derecho a la integridad personal reconocido en el
artículo 5.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con la obligación general de
garantía contemplada en el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de las siguientes personas: Mauricio Alberto
Herrera Valle, Claudia Helena Herrera Valle, Liliana María Herrera Valle, Berta Lucía Valle Noreña, Adriana
María Londoño Del Valle, Ana María Valle Villegas, Andrés Felipe Valle Villegas, Claudia María García Valle,
Diana Patricia García Valle, Francisco Javier García Valle, Franklin Henao Valle, Fredy Henao Valle, Jairo Alberto
Londoño Del Valle, Jeannette Henao Valle, John Alberto Henao Valle, Juliana Patricia Londoño Del Valle, María
Victoria García Valle y Marta Luz García Valle (familiares de Jesús María Valle Jaramillo); y de Alejandro
Jaramillo Mejía, Ana Catalina Hoyos Jaramillo, Andrés Felipe Ochoa Jaramillo, César Augusto Jaramillo
Gutiérrez, Diego Alejandro Ochoa Jaramillo, Gabriela Gómez Jaramillo, Jorge Mario Jaramillo Gutiérrez, José
Miguel Jaramillo Gutiérrez , Juan Camilo Jaramillo Gutiérrez, Juan Gonzalo Jaramillo Mejía, Juliana Jaramillo
Tobón, Luis Jairo Jaramillo Gutiérrez, Luisa María Gómez Jaramillo, María Isabel Jaramillo Mejía, Oscar
Fernando Hoyos Jaramillo, Luis Santiago Jaramillo Tobón y Victoria Alejandra Gómez Jaramillo (familiares de
Carlos Fernando Jaramillo Correa).
- No se ha comprobado en el presente caso la violación del derecho a la protección de la honra y de la
dignidad, reconocido en el artículo 11.1 y 11.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
- No se ha comprobado en el presente caso la violación del derecho a la protección de la familia, reconocido
en el artículo 17 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
- No corresponde pronunciarse acerca de la alegada violación de los derechos a la integridad personal, a la
libertad de pensamiento y de expresión y a la libertad de asociación, reconocidos en los artículos 5, 13 y 16 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, respectivamente, en perjuicio de los defensores y las
defensoras de derechos humanos, al no ser estos presuntas víctimas en el presente caso.
- No se ha comprobado en el presente caso la violación del derecho a la libertad de pensamiento y de
expresión, reconocido en el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.

Garantía de la doble instancia


Giroldi
El Tribunal Oral en lo Criminal Nº 6 de la Cap. Fed. condenó a H. D. Giroldi a la pena de un mes de prisión en
suspenso, como autor penalmente responsable del delito de robo simple en grado de tentativa. 
La defensora oficial interpuso recurso de casación. El fondo del litigio radicó en la inconstitucionalidad del
límite impuesto por el Art. 459, inc. 2, del Código Procesal Penal de la Nación, por contrariar lo dispuesto en el
Art. 8, inc. 2, ap. h) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que otorga a toda persona
inculpada de un delito el derecho “de recurrir el fallo ante juez o tribunal superior”. 
La Cámara Nacional de Casación Penal, Sala I, rechazó el planteo de inconstitucionalidad y dio origen a la
queja ante la CSJN, la que declaró admisible el recurso.
Fundamentos
El a quo sostuvo que “por virtud de los límites objetivos fijados en los Arts. 458 a 462 del Código Procesal
Penal no hay posibilidad de recurso de casación ni inconstitucionalidad… y la causa ha fenecido en instancia
única, por lo que su sentencia es final y contra ella cabe el recurso extraordinario de apelación”
La Corte expresó que ante la reforma constitucional de 1994 que ha conferido jerarquía constitucional a varios
acuerdos internacionales (Art. 75, inc. 22, parr. 2), corresponde determinar si dentro del ordenamiento
procesal penal existen el órgano y los procedimientos para dar adecuada satisfacción a la garantía
constitucional en cuestión.
Puede sostenerse que en la hipótesis de autos, el recurso extraordinario no constituye un remedio eficaz para
la salvaguarda de la garantía de la doble instancia que debe observarse dentro del marco del proceso penal
como garantía mínima para toda persona inculpada de un delito
La Cámara de Casación Penal ha sido creada, precisamente, para conocer, por vía de los recursos de casación
e inconstitucionalidad – y aun de revisión – de las sentencias que dicten, sobre los puntos que hacen a su
competencia, tanto los tribunales orales en lo criminal como los juzgados en lo correccional.
“Que lo expuesto determina que la forma más adecuada para asegurar la garantía de la doble instancia en
materia penal prevista en la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Art. 8, inc. 2, ap. h), es declarar
la invalidez constitucional de la limitación establecida en el Art. 459, inc. 2 del Código Procesal Penal de la
Nación, en cuanto veda la admisibilidad del recurso de casación contra las sentencias de los tribunales en lo
criminal en razón del monto de la pena”.
La jerarquía constitucional de la Convención Americana sobre Derechos Humanos ha sido establecida por
voluntad expresa del constituyente.
“Que, en consecuencia, a esta Corte, como órgano supremo de uno de los poderes del Gobierno Federal, le
corresponde – en la medida de su jurisdicción – aplicar los tratados internacionales que el país esta vinculado
en los términos anteriormente expuestos, ya que de lo contrario podría implicar responsabilidad de la Nación
frente a la comunidad internacional. 
En tal sentido, la corte Interamericana precisó el alcance del Art. 1 de la Convención, en cuanto los Estados
parte deben no solamente “respetar los derechos y libertades reconocidos en ella”, sino además “garantizar
su libre y pleno ejercicio a toda persona sujeta a su jurisdicción”. Según dicha Corte, “garantizar” implica el
deber del Estado de tomar todas las medidas necesarias para remover los obstáculos que puedan existir para
que los individuos puedan disfrutar de los derechos que la convención reconoce. 
Por consiguiente, la tolerancia del Estado a circunstancias o condiciones que impidan a los individuos acceder
a los recursos internos adecuados para proteger sus derechos, constituye una violación del Art. 1.1 de la
Convención (opinión consultiva Nº 11/90 del 10/8/90 – “excepciones al agotamiento de los recursos
internos” – párr. 34). Garantizar comprende, asimismo, “el deber de los Estados parte de organizar todo el
aparato gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las cuales se manifiesta el ejercicio del
poder público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los
derechos humanos” (id., parágrafo 23).”
Por todo esto se declara procedente la queja y el recurso extraordinario y se deja sin efecto el
pronunciamiento apelado.
Arce
Contra la sentencia del Tribunal Oral en lo Criminal n° 15 que condenó a Jorge Daniel Arce y a Pablo Armando
Miranda o José Antonio Gramajo a las penas de cinco y seis años de prisión respectivamente, la señora fiscal
ante dicho tribunal interpuso recurso de casación mediante el cual controvirtió la aplicación del art. 458 del
Código Procesal Penal de la Nación en cuanto impide al Ministerio Público deducir ese recurso cuando, como
en el caso, se da alguna de las situaciones previstas en los incs. 1° ó 2° de esa norma. Que la Cámara Nacional
de Casación.
Penal declaró erróneamente concedido el recurso de casación y resolvió, con apoyo en precedentes de ese
tribunal, que era de aplicación el límite establecido por el art. 458 del Código Procesal Penal de la Nación,
asimismo dispuso que la Convención Americana sobre Derechos Humanos -que consagra la garantía de la
doble instancia- no ampara a quien ejecuta la acción penal como órgano del Estado (fs. 639/641) en tanto
tiene como finalidad principal asegurar la plena vigencia y el respeto de los derechos fundamentales
referentes al ser humano. Contra esa decisión el representante del Ministerio Público interpuso recurso
extraordinario con fundamento en que el Pacto de San José de Costa Rica no lo excluye del ámbito de
protección y en cuanto consideró violadas las garantías del debido proceso y de igualdad ante la ley (arts. 18 y
16 de la CN).

Casal
M. Casal fue condenado por el delito de robo con armas y se le impuso una pena de cinco años de prisión. 
Casal apeló esa sentencia argumentando que no estaba probado que hubiera usado un arma y que la
sustracción sólo había quedado en grado de tentativa. Si estos argumentos prosperaban, le correspondía
recibir una pena significativamente menor. 
La Cámara Nacional de Casación Penal, que era la que tenía que resolver su recurso, lo rechazó. El
fundamento fue que Casal pretendía la revisión de los hechos que se dieron por probados en la sentencia y
que esto era ajeno a la competencia de la Cámara, que sólo puede revisar la manera en que se interpretaron y
aplicaron las leyes penales y procesales.
Así, Casal llevó el caso ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Argumentó que el criterio adoptado por
la Cámara de Casación había desconocido el derecho a apelar su condena reconocido en la Convención
Americana y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, con jerarquía constitucional.
La Corte Suprema hizo lugar al planteo de Casal y ordenó a la Cámara Nacional de Casación Penal que revisara
la condena de Casal (voto de los jueces Petracchi, Maqueda, Zaffaroni, Lorenzetti, Argibay, Highton de Nolasco
y Fayt).
La Corte remarcó que era indiscutible que a partir de la reforma constitucional del año 1994 todo condenado
tenía derecho a recurrir el fallo. 
Luego analizó el fundamento mediante el cual la Casación había rehusado revisar la condena de Casal. 
La Corte señaló que la Casación había basado su postura restrictiva en la concepción histórica y tradicional
sobre el rol de un tribunal de casación: la unificación de la aplicación de las leyes penales y procesales. Sin
embargo, según sostuvo la Corte, además de ser éste un objetivo difícilmente realizable en un sistema federal,
debido a su multiplicidad de jurisdicciones, no constituía en sí mismo razón suficiente para privar al
condenado del derecho a obtener una revisión de su condena.
La Corte analizó luego el argumento de que como la condena, en los procedimientos federal y nacional, es
dictada al final de un juicio oral y público, ello ponía un límite al alcance de esa revisión. Teniendo en cuenta
que la jurisprudencia internacional establece que la revisión de la condena debe ser integral, el Tribunal
sostuvo que los únicos aspectos de la condena que no pueden ser reexaminados por la Casación son los que
éstan íntimamente ligados a la inmediación. Es decir, aquellos aspectos excepcionales que se relacionen con
ciertas consideraciones relativas a la prueba rendida ante los magistrados que sentenciaron, y que los jueces
que revisan la condena por definición no pueden llegar a evaluar.
De este modo, si bien los jueces de Casación no pueden revisar la impresión que un testigo causó en los
magistrados sentenciantes, sí puede controlar la coherencia de su declaración testimonial y si esta tiene la
fuerza necesaria para probar o no el hecho por el que el imputado ha sido acusado.
Seguidamente la Corte remarcó que la norma procesal que regula el recurso de casación -art. 456 CPPN- no
restringe el alcance del recurso entendido de este modo. Señaló que esta norma había sido interpretada
restrictivamente -y por ende de modo inconstitucional- por haber sido leída a la luz de la mencionada
justificación histórica, pero que su formulación en sí no era inconstitucional. Por ello, la Corte no declaró la
inconstitucionalidad de la norma, sino que estableció cuál es el criterio con que debe ser interpretada y
aplicada.
Duarte
Después de que el tribunal oral hubiera absuelto a la imputada, la Cámara Federal de Casación Penal la
condenó a la pena de cuatro años y seis meses de prisión. Contra esa decisión interpuso recurso
extraordinario federal la defensa.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación hizo lugar a la impugnación. A tal efecto, el tribunal explicó que “…el
núcleo de decisión a adoptar pasa[ba] por dilucidar si lo que se ha dado en llamar en doctrina ‘casación
positiva’ deb[ía] ser revisado en forma amplia en los términos del precedente de fallos 328:3399 y de la
sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos ‘Mohamed vs. Argentina’ -Excepción preliminar,
fondo, reparaciones y costas- del 23 de noviembre de 2012”. En este marco, la Corte Suprema entendió que
“[e]l derecho reconocido que prioriza la Convención Americana sobre Derechos Humanos en el art. 8.2.h) es el
doble conforme en resguardo de la inocencia presumida, aún con la primera sentencia adversa, pues la propia
Corte Interamericana excepciona la intervención de un tribunal superior –cuando no existe otro en el
organigrama de competencias– aunque exige como único requisito que sean magistrados diferentes a los que
ya juzgaron el caso los que cumplan con la revisión amplia (cfr. Páragrafo 90 del caso –de competencia
originaria local- ‘Barreto Leiva vs. Venezuela’ Corte Interamericana de Derechos Humanos)”. Asimismo, la
Corte agregó: “…el escaso margen revisor que tiene esta Corte mediante el recurso extraordinario federal,
dejaría afuera una cantidad de aspectos esenciales que no podrían ser abordados sin poner en crisis el propio
alcance de la excepcional vía de competencia del máximo tribunal constitucional, por el contrario el nuevo
examen del caso –primera condena mediante- en la mecánica de funcionamiento de la Cámara de Casación –
máxime luego de la adecuación al recurso a partir del citado precedente ‘Casal’- no haría mella en su
cotidianeidad desde lo eminentemente práctico (…) Así, el recurso extraordinario federal no cumpliría con la
exigencia convencional tal como advierte la propia Corte Interamericana en el párrafo 104 del caso 11.618
‘Mohamed vs. Argentina’…”. Finalmente, el tribunal resolvió “[q]ue la concreta afectación a la garantía del
doble conforme (art. 18 de la Constitución Nacional y 8.2.h de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos) que impidió la revisión de la condena dictada contra Felisa Duarte mediante un recurso ordinario,
accesible y eficaz, impone –conforme los antecedentes y lo puesto de manifiesto en este fallo– que se designe
a otra sala de la Cámara Federal de Casación Penal para que actúe como tribunal revisor”.
Carrascosa
Carrascosa, Carlos A. Tribunal de Casación Penal de Buenos Aires, sala 1ª
En la Ciudad de La Plata a los dieciocho días del mes de junio del año dos mil nueve reunidos en Acuerdo
Ordinario, los Señores Jueces de la Sala Primera del Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos
Aires, doctores Carlos Angel Natiello, Horacio Daniel Piombo y Benjamín Ramón Sal Llargués, bajo la
presidencia del primero de los nombrados, para resolver los recursos de casación en causas Nº 29.151
caratulada: "CARRASCOSA, Carlos Alberto s/ Recurso de Casación interpuesto por Fiscal de Juicio ” y su
acollarada N° 29.152 caratulada: “CARRASCOSA, Carlos Alberto s/Recurso de Casación”, interpuesto este
último por la Defensa del nombrado Carlos Alberto Carrascosa; practicado el sorteo de ley, resultó que en la
votación debía observarse el orden siguiente: NATIELLO - SAL LLARGUES - PIOMBO, procediendo los
mencionados magistrados al estudio de los siguientes ANTECEDENTES I.- Se inicia la causa n° 29.151 de
referencia por recurso de casación interpuesto por el Sr. Agente Fiscal Dr. Diego Molina Pico, quien solicita se
case el veredicto absolutorio dictado a favor de Carlos Alberto Carrascosa en causa 1.537 del Tribunal en lo
Criminal Nº 6 del Departamento Judicial San Isidro, respecto del delito de homicidio calificado por el vínculo
(art. 80 inc. 1° del CP).
Centra el agravio en la absurda valoración de la prueba efectuada por el Tribunal de juicio a la hora de
determinar la autoría responsable del encartado en el evento. Sostiene que la principal falencia que se
observa en el tratamiento de la cuestión segunda del veredicto que impugna, radica en la falta de
fundamentación de ciertas afirmaciones utilizadas para descartar dicha autoría, lo cual conlleva al absurdo
valorativo en punto a la apreciación de la coartada de Carrascosa con la cual éste intenta desincriminarse.
Entiende, que ello surge del errado razonamiento que fundamenta el fallo. Asigna gran importancia a la
llamada telefónica de las 19:07:58 hs.; a las contradicciones en los dichos de Carrascosa y de Bártoli y a la
declaración de la “masajista” Michelini. Sostiene que una adecuada valoración de estos elementos, permitiría
afirmar con certeza que quienes se encontraban a la hora de los hechos en ese lugar, fueron el imputado
Carrascosa y por lo menos otras dos personas. El señor agente fiscal, otorga a esas circunstancias suficiente
entidad para fundamentar la imputación que le enrostra al encartado pues, a su criterio, siguiendo los
lineamientos de la teoría de la coautoría funcional, aunque el dominio completo del hecho resida en manos
de varias personas, cada uno es coautor del todo, teniendo cada una de ellas en sus manos el destino del
mismo. Entiende que, en línea con esa idea, el interviniente no puede ejecutar nada solo. Únicamente si el
cómplice o los cómplices cooperan, funciona el plan, el cual sólo puede ser llevado adelante si actúan
conjuntamente. Afirma que eso es lo que ocurrió en este caso. A su juicio, hubo distribución de tareas, pues
cada uno de los intervinientes tuvo algo más que el dominio sobre su porción del hecho y todo hubiese tenido
un final diferente con la sola intención de uno sólo de los partícipes, de impedir el resultado mortal.
Manifiesta que ello no sucedió, sino que por el contrario, existió cooperación funcional en el plan homicida
entre Carrascosa y los demás ejecutantes pues todos habrían actuado en la especie libremente y sin
coacciones. Alega, por lo tanto, errónea apreciación de la prueba y defecto de motivación en el acto
jurisdiccional puesto en crisis, lo que se ha dado en llamar “absurdo notorio”. Entiende que, si bien el “a quo”
ha enumerado largamente la prueba incorporada a la investigación y al debate, no puede sólo limitarse a ello
y a la afirmación de que a través de las mismas se llegara al convencimiento, sino que debió explicar en forma
clara y de acuerdo a las reglas de la lógica y la experiencia, de qué manera se produjo esa operación
intelectual o nexo racional entre las premisas y las conclusiones a las que arribara, y cómo se apoyan éstas en
la prueba producida. Se agravia de que el “a quo” optara, respecto de la coartada de Carrascosa, por la prueba
desincriminante en desmedro de la incriminante separándose de datos objetivos, sobre la base de una
apreciación subjetiva carente de toda verificación empírica, pues el fallo llegó a tal conclusión apontocado en
el testimonio del “vigilador” Ortiz en oposición de la llamada telefónica de las 19:07:58 hs. Pretende
demostrar la mendacidad del mentado Ortiz sobre la base de que este “vigilador” no se encontraba a las
19:00 hs. en la casa de Carrascosa sino que habría arribado al lugar pasadas las 19:13 hs., manifestando que
por tal razón hubo de solicitar que fuera investigado por encubrimiento, al relatar una versión diferente a la
real, es decir, presentar las cosas como ocurridas de otra manera. El agraviodicente también destaca una seria
contradicción en el razonamiento empleado por los sentenciantes que –a su juicio- amerita la casación del
fallo, y es el relativo a la hora en la que el encartado Carrascosa se habría encontrado en la escena del crimen.
Manifiesta que, si se sostiene que Carrascosa no estaba en la casa a la hora 19:00 no se puede afirmar luego
que empleó el lapso mal justificado (entre las 18:20 y las 19:00 hs.) para alterar los rastros en la escena del
crimen, pues –esto último- supone la presencia del encartado en el lugar del hecho ilícito a la hora en que éste
se cometiera, con lo cual el propio juzgador no llega lógicamente a explicar la exclusión de Carrascosa de dicha
escena en el horario en el cual éste aconteciera. En mérito a ello impetra se case el fallo recurrido y
asumiendo competencia positiva, se condene al encartado a la pena de prisión perpetua, como coautor del
delito de homicidio calificado por el vínculo (art. 80 inc. 1° del CP). II.- Bajo el n° 29.152, obra el recurso de
casación interpuesto por los Sres. Defensores particulares del encartado, Dres. Hernán Diego Ferrari y Alberto
Néstor Cafetzóglus, contra el veredicto y sentencia dictado el 11 de julio de 2007 en causa 1.537 del Tribunal
en lo Criminal N° 6 del Departamento Judicial San Isidro que condenara a Carlos Alberto Carrascosa a la pena
de cinco años y seis meses de prisión, accesorias legales y costas, por el delito de encubrimiento agravado por
tratarse el hecho precedente de un delito especialmente grave (arts. 12, 19, 29 inc. 3, 45 y 277 incs. 1° b) y
3°a), este último en función del art. 79 del Código Penal.). La defensa centra sus motivos de agravio en los
siguientes puntos, a saber: a) Obtención de prueba de modo ilegal, violándose el principio que prohíbe que se
obligue a un ciudadano a declarar contra sí mismo y la garantía de defensa en juicio. b) Impedimento de
convocar a testigos que contaban con información para decidir el caso. c) Nulidad de la acusación alternativa
por hechos que se excluyen entre sí, como posibilidad de reproche estatal. d) Errónea aplicación del derecho
que utilizó el tribunal para solucionar el caso: omisión de la excusa absolutoria del art. 277 del CP. e) Violación
del principio de legalidad, al condenar por hechos no típicos. f) Arbitrariedad de la sentencia por incoherencia
en la interpretación de los hechos y deficiente valoración de la prueba. g) Desproporción de la pena aplicada
por el hecho atribuido. También se agravia por la –a su juicio- absurda valoración de la prueba efectuada por
el Tribunal a la hora de determinar la autoría responsable del encartado en el evento por inobservancia y
errónea aplicación de preceptos legales (arts. 210 y 373 del CPP), solicitando en consecuencia se anule la
sentencia y se dicte nuevo pronunciamiento conforme a derecho, el que deberá ser absolutorio en su parecer.
III.- A fojas 467, se incorporó el recurso de casación interpuesto por Carlos Alberto Carrascosa por derecho
propio, con el patrocinio letrado de los defensores ut supra mencionados. Este recurso esencialmente
reproduce los agravios antes enumerados. De tal forma esto resulta así, que los resúmenes de ambos recursos
(fs. 425 y 468) son notoriamente similares. IV.- A fs. 475/480 obra acta de la audiencia prevista en el art. 456
del CPP para el informe oral , oportunidad en la cual el señor Fiscal ante esta Casación, Dr. Carlos Arturo
Altuve, mantuvo en todas sus partes el remedio propiciado por el Sr. Fiscal de Juicio, Dr. Diego Molina Pico.
Postula, en esencia, que en caso de acreditarse que el imputado se encontró efectivamente en el lugar del
hecho al momento de la muerte de su esposa, se lo condene por el delito de homicidio calificado. En
respuesta al recurso Fiscal, la Defensa de Carlos Alberto Carrascosa contestó esos agravios, planteando como
cuestión previa a resolver, que la principal falencia que se observa en la sentencia que condenara a su pupilo,
es que se formuló una acusación condicional. Por un lado, una en orden al delito de homicidio calificado y por
el otro, una en relación al delito de encubrimiento calificado. Entiende que -más allá de que se haya
interpuesto un recurso-, el Fiscal habría perdido el derecho a proseguir la acción pública respecto al delito de
homicidio, habiendo quedado firme la sentencia a ese respecto, no pudiendo por ello el Fiscal de Casación
proseguir la acción. Agregó el co-defensor doctor Ferrari, que la impugnación del Fiscal de Juicio fue sobre
cuestiones de horarios y lugares en los que se encontró el imputado, y que la nueva Investigación Penal
Preparatoria suplementaria abierta en Pilar, haría caer la pretensión original, toda vez que varios testigos
rectificaron sus dichos sobre los movimientos de Carrascosa aquel día. En uso de la palabra, el doctor
Cafetzóglus expuso sus argumentos en punto a sostener el recurso de Casación N° 29.152 interpuesto por su
parte, ratificando el remedio incoado originariamente. Con cita en doctrina de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación, adujo que los hechos y el derecho deben ser razonados, y que cuando esto no ocurre, la sentencia
es arbitraria, afirmando que es la mera expresión del poder por el poder mismo, y que estas arbitrariedades
señaladas las ha encontrado a través de toda la sentencia, por lo que el pronunciamiento atacado viola el
principio de congruencia, ya que la acusación originaria fue sólo por dos hechos, incorporándose luego siete
hechos más. Subsiguientemente, critica la utilización para acreditar la materialidad infraccionaria, de prueba
indirecta, advirtiendo irregularidades en la sentencia. Menciona al respecto el art. 26 (sic) de la Constitución
Nacional. Asimismo, señala la desproporción de la pena aplicada, ya que por seis meses no se le impuso a su
asistido el máximo de la sanción amenazada. Considera que se aplicó inconstitucionalmente el art. 41 del CP,
pues no se pudo acreditar el móvil, siendo ésta una norma sustancial que se encuentra por encima de
cualquier normativa procesal. Menciona la imposibilidad que tuvo Carrascosa de alegar la excusa absolutoria
prevista en el art. 277 inc. 4° del CP. A su turno, el doctor Ferrari ratifica todos los argumentos expuestos en
ambos recursos, manteniendo las cuestiones federales planteadas y peticionando se declare la nulidad de la
sentencia, apoyándose en la doctrina sentada por la C.S.J.N. en el caso “Mathei”, por la cual no se puede
volver a juzgar a un ciudadano por errores de los órganos del Estado. Retomando la palabra el doctor
Cafetzóglus, solicita que este Tribunal case la sentencia, absolviendo a Carlos Alberto Carrascosa. En la misma
audiencia, y contestando los agravios de la Defensa, el Sr. Fiscal ante esta Casación Dr. Altuve, replicó los
embates defensistas relativos a la admisibilidad de una acusación principal por homicidio y otra alternativa o
subsidiaria respecto de encubrimiento. Del mismo modo respondió en punto a los agravios de la defensa
respecto de la condena traída, solicitando -en subsidio del resultado que pueda recaer en el remedio
planteado por la Fiscalía de Juicio, que oportunamente sostuviera-, que se confirme el veredicto y sentencia
condenatorios en orden al delito de encubrimiento agravado. Sostiene que el remedio casatorio interpuesto
por la Defensa, resulta improcedente, pues el “a-quo” dio una suficiente explicación –apoyada en prueba
sustanciada en el debate- acerca de cómo encontrara acreditada la acción ilícita endilgada. V.- Hallándose la
causa en estado de dictar sentencia, se decidió plantear y resolver las siguientes: CUESTIONES 1ra.) ¿Es
admisible el recurso de casación n° 29.151 interpuesto por el Sr. Fiscal Dr. Molina Pico respecto del veredicto
absolutorio recaído en orden a la acusación principal por homicidio calificado por el vínculo? 2da.) ¿Resulta
admisible el presentado por la defensa del encartado Carrascosa respecto del hecho tratado en la acusación
alternativa por encubrimiento agravado por tratarse el hecho precedente de un delito especialmente grave?
3ra.) ¿Se han verificado las violaciones a principios constitucionales y procesales alegadas por la Defensa?
4ta.) En mérito a lo resuelto en las cuestiones precedentes: ¿Resulta fundado el recurso fiscal? 5ta.)¿Lo es el
presentado por la defensa? 6ta) ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar? A la primera cuestión planteada,
el señor Juez doctor Natiello dijo: El presente es un recurso interpuesto contra un veredicto absolutorio,
supuesto expresamente previsto en el art. 452 del CPP, habiéndose expresado asimismo los motivos del art.
448 de ese digesto e interpuesto en tiempo y forma (art. 451 del CPP). .... SENTENCIA Por lo expuesto en el
Acuerdo que antecede, El Tribunal Resuelve: I.- Declarar admisible el recurso interpuesto por el señor Fiscal
de Juicio Dr. Diego Molina Pico contra el veredicto absolutorio dictado respecto de Carlos Alberto Carrascosa
en orden al delito de homicidio agravado por el vínculo. II.- Declarar admisible el recurso interpuesto por la
Defensa del encartado respecto de la sentencia que condena al encartado Carlos Alberto Carrascosa como
coautor penalmente responsable del delito de encubrimiento agravado. III.- Hacer lugar, por los motivos
expuestos, al recurso de Casación interpuesto por el Sr. Fiscal de Juicio Dr. Diego Molina Pico, sostenido por el
de esta Casación provincial Dr. Carlos Arturo Altuve, respecto del veredicto absolutorio dictado a favor de
Carlos Alberto Carrascosa, y asumiendo competencia positiva, condenar al nombrado imputado a la pena de
prisión perpetua, con accesorias legales y las costas del proceso, por resultar coautor penalmente responsable
del delito de homicidio calificado por el vínculo. IV.- Rechazar, conforme los fundamentos dados, el recurso de
casación interpuesto por los defensores particulares, Dres. Hernán Diego Ferrari y Alberto Néstor Cafetzóglus,
en favor de Carlos Alberto Carrascosa, con costas. Arts. 45 y 80 inc. 1° del CP, 20 inc. 1°, 210, 335 in fine, 373,
421, 448, 451, 452 inc. 1°, 454 inc. 1°, 456, 460, 530, 531 y 532 del CPP. V.- Remitir copia de la presente a la
Unidad Funcional de Instrucción pertinente para que –en caso que a la fecha no se encuentre en curso- se
investigue la eventual participación y coautoría funcional de al menos otras dos personas en el hecho
investigado y materia de acusación principal. VI.- R egular los honorarios profesionales a los letrados
intervinientes, Dr. Hernán Diego Ferrari (T° XXIV F° 353 C.A.S.I.) en la cantidad de cincuenta (50) unidades Jus
y al Dr. Alberto Néstor Cafetzóglus (T. II F. 195 C.A.S.I.) en la cantidad de cincuenta (50) unidades Jus, por la
labor desplegada en esta sede, con más los aportes de ley. Arts. 171 de la Constitución Provincial; 1, 9, 16, 31,
33 y 51 de la ley 8904; 1 y 12 inciso a) de la ley N° 8455 y artículo 534 del CPP -ley N° 11.922- debiendo
procederse como lo determina el artículo 22 de la ley N° 6716, modificado por el artículo 12 de la ley N°
10.268. VII.

Principio de congruencia
Zurita
En el caso “Zurita” donde a la imputación original de robo con el empleo de un arma que traía el sujeto activo,
ante la ausencia de su secuestro, para mantener la agravante, la sentencia le sumó el empleo del arma que
había sido objeto de desapoderamiento en el mismo robo. Para evitar malentendidos, debe advertirse que no
se trataba de dudas acerca del uso del arma que se acababa de sustraer, sino que la falla radicó en que esa
circunstancia no le fue imputada oportunamente.
El hecho del proceso define su objeto. Es su columna vertebral o hilo conductor. De ahí deriva también el
principio de que todo lo que no esté vinculado al objeto será impertinente.
La introducción de otro objeto, cualquiera sea la relación que guarde con el primero, generará la necesidad de
una nueva columna vertebral que correrá paralelamente y que deberá ser anunciada a la defensa.
Por ello también, si el sobreseimiento o la absolución no se refieren al hecho del proceso, serán nulos.
Si se trata de una condena, además de su inconsistencia lógica, su incongruencia generará el problema de la
condena sin acusación y los clásicos casos de arbitrariedad de sentencias, como en delitos culposos, cuando se
reprocha una violación a un deber de cuidado, distinta de la descripta en la imputación.
Sircovich
Los jueces Enrique Petracchi, Elena Highton de Nolasco, Carlos Fayt, Juan Maqueda y Eugenio Zaffaroni,
integrantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en los autos caratulados “Sircovich, Jorge Oscar y
otros s/defraudación por desbaratamiento de derechos acordados”, entendieron que habiendo sido la
imputación la “defraudación por desbaratamiento de derechos acordados” mal puede la Cámara condenar a
los imputados por estafa procesal.
Por su parte, Ricardo Lorenzetti y Carmen Argibay consideraron que el recurso extraordinario interpuesto es
inadmisible en los términos del artículo 280 C.P.C.C.N., sin dar explicación alguna del por qué.
Los imputados habían adquirido en una subasta en 1986 un inmueble, del cual abonaron un porcentaje en el
momento y el resto fue financiado. Luego que estos no abonaran ninguna de las cuotas subsiguientes, se
inició el juicio ejecutivo.
Los demandados en el juicio de ejecución habrían realizado una serie de actos para entorpecer el trámite del
litigio y la subasta del inmueble.
Estas maniobras habrían consistido en la invención de acreedores en el concurso personal de la demandada,
la simulación contractual de una locación, el uso de documento privado falso, la obstrucción del trabajo del
oficial de justicia y de los martilleros, etc.
Posteriormente, se les inició una acción penal con el fin que respondan de los delitos supuestamente
cometidos en la realización de las conductas anteriormente mencionadas.
Tanto al momento de la indagatoria, como también durante el proceso, los delitos que se les había adjudicado
a los imputados fueron la de defraudación por desbaratamiento de derechos acordados y uso de documento
privado falso.
El juez de primera instancia condenó a los imputados por autoría en caso de uno de ellos y por participación
respecto de los restantes, en el delito de estafa procesal en concurso ideal con uso de documento privado
falso; sentencia que fue confirmada por la Sala VI de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y
Correccional.
Los condenados interpusieron recurso extraordinario federal, agraviándose de la violación del principio de
congruencia y del ne bis in idem, toda vez que habían sido sentenciados por un delito del cual no pudieron
oponer defensa alguna, y que el tribunal habría tomado en consideración hechos anteriores a los imputados
de los cuales habían sido sobreseído los condenados.
El Procurador Fiscal subrogante, Luis González Warcalde, tuvo en cuenta tan sólo la violación del principio de
congruencia, ya que dicha falta procesal invalida por sí la sentencia.
Para decidir tuvo en cuenta que, efectivamente en ningún momento se les había imputado a los acusados de
estafa procesal, lo que indicaría que, en principio, la sentencia sería arbitraria por violar el principio de
congruencia.
Se preguntó si la violación al citado principio le había traído algún tipo de gravamen a los imputados, o sea,
que se hubieron privados de formular defensas, discutir hechos o refutar la hipótesis acusatoria.
Observando que desde el elemento subjetivo del tipo del delito por el que fueron sentenciados es diferente al
del delito por el que fueron acusados, es obvio que a los encartados se les fue privado del ejercicio del
derecho a defenderse, y que el acusador sin necesidad de formular prueba sobre su hipótesis acusadora logró
la condena.
La mayoría de los miembros de la Corte adhirieron a lo expuesto por el procurador fiscal subrogante,
haciendo suyas sus conclusiones, por lo que resolvieron revocar la sentencia de Cámara y remitir los autos
ante el tribunal que corresponda a fin que se dicte un nuevo pronunciamiento.
Antognazza
María Alexandra Antognazza causó un resultado delictivo a través de una comisión por omisión: privó a su hija
de tres años de edad, Florencia Agustina Awstin, de la necesaria alimentación e hidratación, lo cual llevó a la
damnificada a un cuadro peligroso para su vida.
Que contra dicha resolución se interpuso el recurso extraordinario federal, cuya denegación dio origen a esta
queja, en el que se sostiene que la decisión recurrida resulta arbitraria y violatoria de los Artículos 18 de la
Constitución Nacional y apartados b y c- y de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, toda vez
que se condenó a la imputada por un hecho distinto del que fue motivo de juzgamiento y por el cual había
sido sobreseída parcial y definitivamente (fs. 178) por el juez de instrucción "en orden al delito de lesiones
leves calificadas por el vínculo" (respecto de los múltiples hematomas y quemaduras que se habían
constatado en los informes médicos que obran en la causa). Que el recurso extraordinario resulta procedente
toda vez que se encuentra en juego la aplicación del principio de congruencia, como derivación del derecho
de defensa en juicio (Artículo 18 de la Constitución Nacional) y la resolución ha sido contraria al derecho que
el apelante funda en esa regla (Artículo 14 de la Ley Nº 48). Que el recurso extraordinario resulta procedente
toda vez que se encuentra en juego la aplicación del principio de congruencia, como derivación del derecho
de defensa en juicio (Artículo 18 de la Constitución Nacional) y la resolución ha sido contraria al derecho que
el apelante funda en esa regla (Artículo 14 de la Ley Nº 48). Que sin embargo, esta correlación no ha sido
respetada en el caso, toda vez que la modificación de la subsunción típica efectuada por el a quo, al sustituir el
tipo de abandono de persona (que es un tipo impropio de omisión) por el de lesiones graves (que un tipo
doloso activo), implicó una alteración de la imputación fáctica. Que, en efecto, esta modificación en la
calificación legal no podía hacerse sin alterar la imputación fáctica, pues resulta groseramente contrario al
sentido común afirmar que es exactamente lo mismo abandonar (a consecuencia de lo cual resultare un grave
daño en el cuerpo o en la salud de la víctima) que causar lesiones, cuando es evidente que se trata de
supuestos de hecho distintos y que, por otra parte, no existe cláusula legal alguna en nuestro ordenamiento
jurídico que establezca que no evitar un resultado típico equivalga a causarlo. En consecuencia, toda vez que
ni en la indagatoria, ni en el procesamiento, ni como acusación alternativa se le atribuyó a la imputada la
conducta de causar un daño en el cuerpo o en la salud de la niña, el pronunciamiento del a quo excedió el
marco del principio iura novit curia al pasar a subsumir el hecho en un tipo doloso activo porque no consideró
probado que la hubiese abandonado o colocado en situación de desamparo, e incurrió en una violación del
principio de congruencia al no haberse ajustado al contenido de la imputación respecto del cual la encartada
había ejercido su derecho a ser oída.
En virtud de lo expuesto, corresponde revocar la decisión recurrida para que se dicte una nueva con ajuste a
los agravios expresados en el recurso de casación, pues cualquier exceso de jurisdicción que evidencie un
interés acusato rio resultará incompatible con el principio de imparcialidad.
Por ello y oído el señor Procurador Fiscal, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso
extraordinario y se deja sin efecto la sentencia apelada. Notifíquese, agréguese la queja al principal y vuelvan
los autos al tribunal de origen para que por quien corresponda se dicte una nueva sentencia con arreglo a lo
expuesto.
Cuiffo
En el caso "Recurso de hecho deducido por Javier Daniel Ciuffo en la causa Ciuffo, Javier Daniel s/ causa Nº
5579", se le atribuyó al imputado, durante el proceso, el delito de transporte de estupefacientes. Sin
embargo, en la sentencia se lo condenó por contrabando agravado de estupefacientes.
Esto demuestra que el imputado fue juzgado con una calificación legal diferente entre la solicitada en el
requerimiento de elevación a juicio y la determinada por los jueces en la sentencia.
La causa se originó a comienzos del 2003, cuando Javier Ciuffo se disponía a traspasar la frontera de San
Sebastián con dirección a la ciudad de Río Grande, acompañado de su pareja Nazarena Arnold. Ambos fueron
sometidos a un control aduanero.
Una vez finalizada la inspección personal de Arnold, la funcionaria aduanera Gomis, observó cómo la acusada
arrojaba un paquete al interior de la mochila de agua de desagote del inodoro, que al ser extraído y abierto en
presencia de testigos, éstos pudieron percibir una sustancia de color blanca, cuyo narcotest dio cocaína en un
total de 226,50 gramos.
Posteriormente, a través de las tareas de inteligencia desarrolladas por personal de Gendarmería Nacional, se
precisó que Javier Daniel Ciuffo, se dedicaría en río Grande y en Ushuaia a la distribución y comercialización de
sustancias estupefacientes.
Al profundizarse la investigación, se determinó que aquél, estaría efectuando el envío de estupefacientes
desde Buenos Aires con la colaboración de otro individuo.
Con ese relato de hechos, se le atribuyó al imputado el delito de transporte de estupefacientes. Sin embargo,
en la sentencia se lo condenó por contrabando agravado de estupefacientes.
Se presentó el recurso directamente ante la Sala I de la Cámara Nacional de Casación Penal que confirmó la
sentencia dictada por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tierra del Fuego.
Aquél había condenado a Javier Daniel Ciuffo a la pena de cuatro años y seis meses de prisión por considerarlo
coautor del delito de contrabando agravado por tratarse de estupefacientes, con el fin de ser comercializados
dentro del territorio nacional, en grado de tentativa. Frente a ello se llegó a la Corte por recurso de queja ante
el rechazo del extraordinario.
La Corte consideró que la Cámara Nacional de Casación, tuvo “una interpretación inadecuada sobre el alcance
que cabe atribuir a la regla que exige congruencia entre la acusación y la sentencia, al convalidar una
sorpresiva calificación jurídica más gravosa que desvirtuó la defensa del acusado y determinó la imposición de
un monto de pena mayor”.
Así, explicó que si bien “el principio de congruencia exige que el hecho que se juzga debe ser exactamente el
mismo que fue objeto de imputación y debate en el proceso… Sin embargo, de ello no se sigue que los
cambios de calificación no generan agravio constitucional alguno si versan sobre los mismos hechos que
fueron objeto de debate en el juicio, pues sólo se ajustarán al art. 18 de la Constitución Nacional los que no
hayan desbaratado la estrategia defensiva del acusado impidiéndole formular sus descargos”.
Y continuaron diciendo que “los argumentos que se hubiesen podido esgrimir en respuesta a una imputación
de contrabando agravado eran mayores que los que permitía la calificación de transporte.” Entendieron pues
que, en tales circunstancias, se “constituyó una subsunción sorpresiva sobre la cual el imputado y su defensor
no pudieron expedirse en el juicio”.
Por lo que finalmente, se hizo lugar a la queja, se declaró procedente el recurso extraordinario y se dejó sin
efecto la sentencia apelada, con la finalidad de que se dicte un nuevo pronunciamiento al respecto.
Delgado
En el requerimiento fiscal de elevación a juicio se imputó a los encartados Orlando Antonio Delgado y Mónica
Juliana López corno autor y participe secundario, respectivamente, del delito de abuso sexual. con acceso
carnal (articulo 119, párrafo tercero, en función del primero, del Código Penal) . No obstante ello, la acusación
de ese ministerio público al momento de alegar en el debate y su ulterior planteo en el recurso de casación
contra la sentencia absolutoria descartaron -por insuficiencia probatoria- la existencia de penetración. De ese
modo, la pretensión fiscal quedó ceñida a la imputación por abuso sexual simple de una niña menor de trece
años (articulo 119, primer párrafo de la mentada ley de fondo).
Conforme lo señala el señor Procurador Fiscal ante esta Corte, no asiste razón a la máxima instancia provincial
sobre este punto, pues al volver a incluir la penetración como aspecto integrante del hecho endilgado, el
tribunal a qua modificó el supuesto de hecho incluyendo en él una circunstancia agravante que dio sustento a
la calificación más gravosa finalmente adoptada. Dicha modificación -y esto es lo decisivo- ha resultado
sorpresiva para la defensa (y ésta asi lo alega en el remedio federal), pues la sentencia definitiva de la casación
provincial ha reincorporado a la base fáctica de reproche una circunstancia que la asistencia técnica de los
imputados habia dejado de tener en consideración a partir de la acusación fiscal en el debate.
Que esta Corte comparte y hace suyos, en lo pertinente, los fundamentos y conclusiones del señor Procurador
Fiscal, a cuyos términos y conclusiones se remite en razón de brevedad, con exclusión del primer párrafo del
capítulo 111 del dictamen. Por ello, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y
se deja sin efecto la sentencia apelada. Agréguese al principal. Vuelvan los autos al tribunal de origen para
que, por quien corresponda, se dicte un nuevo pronunciamiento con arreglo a ~1(). Notifíquese y cúmplase.

Reformatio in pejus
Tomaselli: No es arbitraria la sentencia que consideró que la conducta del imputado no constituía la figura
prevista por el art 1° de la ley 20840, sino que encuadraba en las previsiones del art 213 bis del CP, delito que
contiene una sanción más severa y que desplaza la aplicación subsidiaria de aquella otra ley.
Corresponde dejar sin efecto el pronunciamiento que elevó la pena impuesta por el juez de primer grado. Ello
así, pues los efectos atribuidos a la apelación y la interpretación de los términos del art 693 del Cód de
Procedimientos en Materia Penal, se traducen en una efectiva reformatio in pejus, violatoria de la garantía
constitucional de la defensa en juicio.
Rodolfo Caso fue condenado por el juez federal de primera instancia de la prov de Chubut, como autor de los
ilícitos previstos y reprimidos por los arts 1° de la ley 20840 y 189 bis del CP, a la pena de 6 años de prisión e
inhabilitación absoluta.
Contra esta decisión apelaron tanto la defensa como el Procurador Fiscal, quien manifestó que lo hacía “por
no acordar la sentencia” lo solicitado por su parte, toda vez que había requerido, sobre la base de imputar a
Caso la comisión de los mismos delitos, la pena de 4 años de prisión.
El tribunal a quo, con fundamento en que “el recurso fiscal desplaza la limitación de los poderes de la alzada,
o sea la prohibición de la reformatio in pejus”, decidió, tras encuadrar la conducta delictiva del encausado en
el art 213 bis del CP, en concurso real con los tipos previstos en el art 189 bis y en el art 2° inc c) de la ley
20840, imponerle a aquél la pena de 8 años de prisión.
Contra este pronunciamiento dedujo recurso extraordinario la defensora oficial, fundándolo en la violación de
garantías constitucionales y en la doctrina de la arbitrariedad elaborada por la Corte.
El tribunal a quo sostiene la tesis de que la mera apelación fiscal desplaza la prohibición de la reformatio in
pejus, atento a lo dispuesto por el art 693 del CP.
El citado art 693 no conduce a posibilitar el desplazamiento de ese básico instituto vinculado con la garantía
fundamental de la defensa, desde que sólo se limita a decir que la prohibición del juzgador de no modificar la
pena impuesta al condenado en un sentido desfavorable, cuando éste no hubiera interpuesto recurso en
primera instancia, no expresare agravios, cede cuando existe asimismo apelación del fiscal o del acusador
particular, pero obviamente persiguiendo el aumento de la pena recaída, extremo que, por tanto, faculta a la
Cámara a revisarla sin violar dicho principio.
Corresponde hacer lugar al recurso extraordinario interpuesto, anular la sentencia apelada y devolver los
autos al tribunal de origen para que por quien corresponda dicte nuevo pronunciamiento.
Los efectos atribuidos a la apelación aludida y la interpretación que se hace en los términos del art 693 del
Cód de Procedimientos en Materia Penal se traducen en una efectiva reformatio in pejus, violatoria de la
garantía constitucional e la defensa en juicio. En tal sentido, el Tribunal comparte los argumentos expuestos
en el dictamen precedente a cuyos términos cabe remitirse por razón de brevedad.
Se deja sin efecto la sentencia apelada, en cuanto pudo ser materia de recurso extraordinario.
- Capristo: El Tribunal Oral en lo Criminal n°7 de esta ciudad condenó a Jonathan Víctor Abel Capristo a la pena
de 16 años de prisión como autor del delito de homicidio cometido con arma de fuego en concurso ideal con
robo, y a Adrián Grossman a la pena de 9 años de prisión como autor del delito de homicidio cometido con
arma de fuego, en grado de tentativa. Estas condenas sólo fueron apeladas por el defensor de los nombrados
a través de un recurso de casación que fue concedido, a raíz de lo cual la Sala I de la Cámara Nacional de
Casación Penal confirmó la decisión recurrida corrigiendo la calificación de los hechos sin alterar las penas
impuestas. En el caso de Capristo, por la de autor del delito de homicidio criminis causa agravado por haberse
cometido con arma de fuego en grado de tentativa, en concurso real con el de robo doblemente agravado por
haber sido cometido con armas de fuego y en poblado y en banda en grado de conato, en calidad de coautor,
ambos en concurso material con el de robo, en calidad de autor.
Como lo señala el señor Procurador Fiscal, el defensor alega en esta instancia que se ha vulnerado la
prohibición de la reformatio in pejus dado que el cambio de calificación adoptado por el a quo implicó un
agravamiento de la situación procesal de sus defendidos al haberles vedado la posibilidad de obtener el
beneficio de la libertad condicional, en función de lo dispuesto en el artículo 14 del Código Penal.
Según doctrina establecida por esta Corte, la prohibición de la reformatio in pejus cuando no media recurso
acusatorio tiene jerarquía constitucional, por lo cual toda sentencia que ignore este principio resulta inválida
en tanto importa que ha sido dictada sin jurisdicción, afectando de manera ilegítima la situación obtenida por
el encausado merced al pronunciamiento consentido por el Ministerio Público en la instancia inferior, lo que
lesiona la garantía contemplada en el art. 18 de la Constitución Nacional.
Desde esta perspectiva, asiste razón a la defensa en cuanto a que se violó dicho principio toda vez que el
pronunciamiento apelado implicó un agravamiento de las condenas que habían sido dictadas por el tribunal
oral. En efecto, la modificación del encuadre típico efectuada por el a quo consistente en la aplicación del tipo
penal del art. 80 del Código Penal determinó la sujeción de los condenados a un régimen más severo de
ejecución de la pena en el que se los priva del derecho a obtener la libertad condicional, de acuerdo a lo
dispuesto en el artículo 14 del Código Penal, según el texto de la ley 25.892. Esta modificación en perjuicio de
los imputados resulta inaceptable, pues no es razonable concederle al inculpado la facultad de impugnación y,
al mismo tiempo, exponerlo al riesgo de que por el ejercicio de esta potestad su situación procesal se vea
empeorada, puesto que de esta manera se lo colocaría en la disyuntiva de correr ese riesgo o consentir una
sentencia que considera injusta.
Se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia
apelada.

Garantía de no declarar contra sí mismo


Montenegro: Toda vez que de las actuaciones no se desprende que con motivo de tal hecho puedan estar en
juego intereses federales ni que el suceso haya incidido en manera alguna en la prestación del servicio de
Aeropuerto, la mera consumación del ilícito motivo de la investigación dentro de los límites de un
establecimiento nacional, no basta para que el proceso se sustancia ante el fuero federal.
Si la cuestión de hecho relativa a la existencia de coacción fue resuelta afirmativamente por los jueces de
Cámara, que coinciden en que la aplicación de la tortura fue decisiva para la solución de la causa, corresponde
revocar la sentencia condenatoria a la que se arribó como consecuencia de hechos que se consideraron
probados a través de una investigación basada en la confesión extrajudicial obtenida del reo mediante los
apremios ilegales a que fuera sometido.
La defensa del condenado interpuso recurso extraordinario contra el fallo que considero a su defendido autor
del delito de robo con armas. Sostiene que lo resuelto transgredió el principio contenido en el art 18 de la CN
en cuanto manda que nadie puede ser obligado a declarar contra si mismo, y con ello la inviolabilidad de la
defensa en juicio.
Funda su presentación en que, según las constancias obrantes en la causa, el imputado habría sido victima de
apremios ilegales lo que invalida a la declaración en sede policial en la que confiesa el ilícito.
En la sentencia, la mayoría del tribunal expresa que, si bien se constataron lesiones en el prevenido que
demostrarían que fue apremiado físicamente, sus dichos permitieron esclarecer un hecho ilícito que no había
sido denunciado. Así se ubicó un comercio de discos fonográficos cuya duela admitió haber sido asaltada y
despojada. En el domicilio del acusado se comprobó que había allí guardados parte de los efectos robados,
entre ellos un anillo tipo alianza grabado, con iniciales y una fecha, lo que concordaba con la declaración de la
damnificada.
Las manifestaciones del ahora condenado en ningún momento se consideraron confesión pero si constituyen
una presunción grave que halló adecuada corroboración en el relato de la víctima y el secuestro de parte de
los sustraídos, acreditándose de tal manera tanto la materialidad del hecho cuanto la autoría del acusado.
Estos importantes elementos de juicio conectan a Montenegro con el ilícito investigado, sin embargo, el
tribunal a quo no ha demostrado que, sin tener en cuenta la declaración del imputado, pueda probarse en
autos que es autor del hecho que se le reprocha.
Debe dejarse sin efecto el fallo recurrido y disponerse que, por quien corresponda, dicte uno nuevo conforme
a derecho.
El acatamiento por parte de los jueces de ese mandato constitucional no puede reducirse a disponer el
procesamiento y castigo de los eventuales responsables de los apremios, porque otorgar valor al resultado de
su delito y apoyar sobre él una sentencia judicial, no sólo es contradictorio con el reproche formulado, sino
que compromete la buena administración de justicia al pretender constituirla en beneficiaria del hecho ilícito.
De acuerdo a lo dictaminado por el señor Procurador General, se declara mal denegado el recurso
extraordinario y se revoca la sentencia apelada en cuanto fue objeto de él a fin de que se dicte un nuevo
pronunciamiento acorde a derecho.
Fiorentino: Procede el recurso extraordinario en el caso en que el agravio que formula el recurrente suscita
cuestión federal bastante para la apretura de la instancia del art 14 de la ley 48, pues la sustancia del plateo
conduce en definitiva a determinar el alcance de la referida garantía constitucional.
El art 18 de la CN consagra el dd individual de la privacidad del domicilio de todo habitante en cuyo resguardo
se determina la garantía de su inviolabilidad, oponible a cualquier extraño, sea particular o funcionario
público.
Resulta ilegítimo el allanamiento efectuado por personal policial si, en el caso, no se ha configurado ninguna
de las excepciones previstas en el art 189 del Cód de Procedimiento en Materia Penal, ni ha mediado
consentimiento válido que permitiera dicha intromisión en el domicilio del procesado, dado que la prueba
examinada revela la falta de fundamentación de la sentencia apelada.
La Sala VI de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional confirmó el fallo de primera
instancia por el cual se condenó al imputado por el delito de tenencia de estupefacientes. Entendieron esos
magistrados que el operativo policial realizado, por el cual se procedió al secuestro de cigarrillos que
contenían marihuana en el domicilio de los padres del procesado, no constituía un allanamiento ilegal. Para
llegar a esta conclusión elaboró el a quo 2 fundamentos alternativos. El 1° referido a que la autorización,
según constancias de la causa, había sido otorgada por el propio encausado. En el 2° señaló que aun partiendo
del supuesto de que pudiera cuestionarse el valor de ese permiso “en vista de tratarse de un menos de edad a
los fines legales, ya que contaba con diecinueve años al momento del hecho, y admitiendo que los padres no
la acordaron como lo expresaban en sus declaraciones, debe reconocerse, que tampoco se opusieron,
pudiendo hacerlo, ya que estaban presentes, expresando concretamente su voluntad de oponerse al personal
policial, consintiendo que la inspección se llevara a cabo.
El recurrente coincide en que el carácter de menor de edad del condenado impide considerar válido su
consentimiento. Pero destaca que los padres, no acordaron autorización alguna al personal policial. Entiende
que no se puede pretender actitudes heroicas por parte de los ciudadanos para defensa de sus dd.
La invalidez del permiso otorgado por el encausado no deriva exclusivamente de su edad, como lo afirma el a
quo, sino que a esa conclusión debe arribarse ponderando esa circunstancia con la restricción a la libre
expresión de voluntad que implica el haber sido detenido previamente y con la presencia de ambos padres en
el domicilio al momento del hecho.
Ya que las garantías constitucionales deben aplicarse en la plenitud de su sentido, sin alterar o debilitar con
vagas interpretaciones y ambigüedades la expresa significación de su texto y establecido en el sub lite que la
autorización dada por el menor resultó inválida, no cabe duda que el obrar de los funcionarios policiales
vulneró el dd a la inviolabilidad del domicilio al que nos referimos.
Dado que los jueces de la causa supeditaron el valor probatorio del secuestro realizado a la legitimidad de la
inspección domiciliaria, de acuerdo a lo resuelto por esos mismos magistrados, la ilegalidad del procedimiento
determina la invalidez del referido secuestro, que no puede, en consecuencia, servir de fundamento a la
sentencia condenatoria.
Corresponde anular el fallo dictado y mandar emitir por quien corresponda un nuevo pronunciamiento.
La Corte Suprema de conformidad con lo dictaminado por el Procurador Gral declara procedente el recurso
deducido y deja sin efecto la sentencia apelada.
Cabral: La Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal Económico, confirmó la sentencia de 1°
instancia que condeno a Agustín Cabral a las penas de diez meses de prisión; pérdida de las concesiones,
regímenes especiales, privilegios y prerrogativas de que gozare; un año de inhabilitación especial para el
ejercicio del comercio; un año y ocho meses de inhabilitación absoluta para desempeñarse como miembro de
las fuerzas de seguridad, por considerarlo autor del delito de encubrimiento de contrabando, previsto en el
art 874 inc d) del Cód Aduanero.
El recurrente cuestiona el allanamiento llevado a cabo en la avenida Independencia N° ..., planta baja,
departamento "A" de esta Capital Federal, pues sostiene que dicha diligencia fue consecuencia de la
manifestación extrajudicial brindada por el encausado a la autoridad policial que lo detuvo en la vía pública y,
por lo tanto, en virtud de lo dispuesto en el art. 316, inc. 1°, del Cód. de Proced. en Materia Penal, se trata de
una confesión que carece de valor probatorio e, invalida, además, todo lo obrado sobre esa base. En virtud de
lo expuesto, considera que la eficacia otorgada por el a quo a dicho procedimiento, importó atentar contra las
garantías consagradas en los arts. 18 y 95 de la Constitución Nacional. En este sentido, afirma que la orden de
allanamiento extendida por el magistrado interviniente en razón de lo manifestado por Cabral ante los
preventores, significó, precisamente, su utilización en la causa, circunstancia vedada expresamente en la
norma procesal antes citada.
Los agravios invocados por el apelante no pueden ser acogidos favorablemente. En efecto, cabe advertir en
primer término, que V. E. se ha pronunciado sobre el alcance que cabe atribuir a la cláusula constitucional que
establece que "nadie puede ser obligado a declarar contra si mismo" (art. 18), al afirmar que ello importa
impedir que se obligue a una persona a declarar respecto de hechos o circunstancias que pudieren
incriminarlo penalmente
Compete a la Corte determinar si en el caso, la norma procesal -tal como ha sido entendida y aplicada por la
Cámara- afectó las garantías constitucionales que dice conculcadas.
Corresponde insistir en este sentido, que en primera instancia, el hecho único que en calidad de autor se le
reprocha a Cabral, incluyó también el secuestro en la vía pública de los dos monitores de computación
ilegalmente ingresados al país que aquél tenía en su poder, aspecto no cuestionado en el recurso en estudio.
Corresponde desestimar la presente queja.
La CS establece que lo concordemente dictaminado por el Procurador General, se desestima la queja.
Jofré: Contra la sentencia de la Sala VI de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional que
absolvió a Hilda Nélida Jofré en orden al delito de hurto reiterado, el señor fiscal de cámara interpuso recurso
extraordinario cuya denegación dio origen a la presente queja.
Esta causa se inició con motivo de la detención de la procesada junto con otras dos mujeres y un hombre en
las inmediaciones de las calles Santa Fe y Pueyrredón en circunstancias en que entraban y salían
reiteradamente de negocios de venta de ropa de la zona. Al no dar una respuesta satisfactoria sobre tal
comportamiento fueron conducidas a la comisaría para averiguación de antecedentes. Al llegar a esa
dependencia se encontraron entre sus pertenencias varias prendas de vestir, y en esa oportunidad Jofré
admitió ante el preventor el apoderamiento de dos polleras de un comercio sito en Corrientes 3126, mientras
que la otra mujer manifestó la sustracción de un pantalón del negocio ubicado en Paso 428.
La policía visitó ambos locales, lugares en los que comprobó por los dichos de sus dueños que las prendas
eran de su propiedad y les habían sido sustraídas, pues no habían vendido ropas similares a las secuestradas.
Al prestar declaración indagatoria, Jofré confesó ser la única autora de los delitos investigados.
El juez de primera instancia consideró que el proceso estaba viciado de nulidad toda vez que la pesquisa se
había originado en una confesión extrajudicial que carecía de valor probatorio y no podía ser usada en la
causa, y resolvió absolver a la procesada.
En el recurso extraordinario deducido por el señor fiscal se invoca la violación de la garantía de la defensa en
juicio por desconocimiento de prueba regularmente incorporada a la causa, idónea para acreditar la
materialidad de los hechos y la responsabilidad penal de la acusada, sobre la base de argumentos irrazonables
que otorgan a la sentencia un sustento aparente.
El remedio federal es formalmente admisible pues los agravios del apelante -si bien conducen al examen de
cuestiones de hecho y derecho procesal, extrañas como principio a esta vía extraordinaria- remiten al alcance
que cabe atribuir a la garantía constitucional del debido proceso lo resuelto guarda relación directa e
inmediata con aquélla.
Habida cuenta de que el auto de prisión preventiva obrante se dictó sobre la base de la confesión prestada en
sede judicial y pruebas recogidas por el personal policial, la absolución dictada deviene violatoria de la
garantía constitucional del debido proceso ya que se descalificó prueba conducente para la adecuada solución
de la causa.
Se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se revoca la sentencia apelada.
Zambana Daza: Para la Corte Suprema de Justicia, cuando se trata de delitos vinculados al narcotráfico, el
secreto profesional puede ser violado y dar lugar a una denuncia policial.
Asi lo decidió la Corte, en una resolución firmada por cinco votos a favor y cuatro en contra, en una causa en
la que se condenó a una mujer boliviana a cuatro años de prisión por tráfico de cocaína.
Esta resolución no fue apoyada por cuatro miembros de la Corte, para quienes la declaración de una médica
ante la Policía, sin tener en cuenta el secreto profesional, es motivo de anulación del proceso judicial, tal
como había considerado en segunda instancia la Cámara del Crimen.
La discusión sobre si un profesional de un hospital público debe respetar en primer lugar el secreto
profesional o la obligación de denunciar un delito, llegó a la Corte en una causa penal iniciada contra Norma
Beatriz Zambrana Daza.
Esta mujer acudió al hospital Piñero el 2 de abril de 1992 porque, tal como declaró luego ante la Justicia, de
pronto se sintió muy mal y sospechó que se le podían haber "reventado" alguna de las 44 bolsitas de látex con
cocaína que había tragado para poder ingresarlas al país.
Allí fue sometida a un proceso de desintoxicación, hasta que expulsó todas las bolsas, cuatro de ellas vacías.
La médica de guardia que la atendió habló con la Policía y le entregó las cuatro bolsitas vacías que había
expulsado la paciente por vía oral. El resto de la cocaína fue luego secuestrada por personal policial.
A partir de ahí se realizó un sumario, que dio lugar a un juicio en el que la mujer resultó condenada a cuatro
años de prisión por tráfico de estupefacientes. Pero la causa fue apelada, y la Sala I de la Cámara en lo
Criminal revocó esa sentencia.
El fiscal de Cámara, Gustavo Hornos, acudió entonces a la Corte, que revocó a su vez la sentencia de la Cámara
y ordenó que el juicio vuelva al juzgado para que se dicte una nueva condena.
Posiciones encontradas: Para los jueces de la Corte Julio Nazareno, Eduardo Moliné OConnor, Adolfo Vázquez
y Guillermo López, la condena contra la mujer es válida porque "la comunicación del delito" que hizo la
médica "fue realizada por la funcionaria de un hospital público, es decir una de las personas obligadas por la
ley a notificar a la autoridad competente los delitos de acción pública que llegaren a su conocimiento".
Entre otras consideraciones, el juez de la Corte Antonio Boggiano, que coincidió con esta postura, agregó en
un voto propio que "no cabe construir, sobre la base del derecho a la asistencia médica, una regla abstracta"
que convierta en nulo un proceso judicial "cuando el imputado recibe tratamiento en un hospital público,
pues ello impediría la persecución de graves delitos de acción pública".
El voto de los jueces Gustavo Bossert, Carlos Fayt, Augusto Belluscio y Enrique Petracchi, sostuvo -por el
contrario- que debía seguir vigente el fallo de la Cámara, que declaró nulo el juicio contra la mujer, y que
debía ser rechazada la apelación.
Sostuvieron que el secreto profesional médico "no se ve alterado por el carácter de funcionario que pueden
tener los médicos que integran los servicios de salud estatales. Admitir lo contrario conduciría a la
consagración de un privilegio irritante, pues solo contarían con el secreto de los médicos aquellos que
pudieran pagar sus servicios privados", concluyeron.
Baldivieso: En octubre de 2002 César Baldivieso sufrió una tremenda descompostura que lo catapultó a la
guardia del Hospital San Bernardo en la ciudad de Salta. Claro, se había tragado 26 envoltorios de látex que
contenían clorhidrato de cocaína, y que le causaron una severa obstrucción intestinal. El hombre pudo
expulsar trece por vía normal pero hubo que apelar a una cirugía para extraerle la otra mitad. La policía,
(presuntamente) advertida por los galenos, recogió prolijamente los envoltorios y Baldivieso fue encausado,
procesado y condenado por un Tribunal salteño a prisión, multa, inhabilitación y accesorias como autor del
delito de transporte de estupefacientes. El pasado 20 de abril, la Corte Suprema anuló todo lo actuado y
absolvió a Baldivieso.
Éste y los dos precedentes más relevantes citados en la sentencia tratan sobre la asistencia médica de una
persona en un hospital público como consecuencia de una, digamos, “emergencia in itinere” (no del trabajo,
sino del delito): (a) la mujer sufre una hemorragia producida por las maniobras abortivas (plenario de la
Cámara Criminal Natividad Frías, del 26/08/66 ); ó (b) la droga protegida en cápsulas o látex que tragó el
sujeto para ocultar el traslado ilegal, le ha sentado decididamente mal o se resiste a ser expulsada del cuerpo
(Fallos Zambrana Daza del 12/08/97 y “Baldivieso”). Fácil resulta además imaginar otros supuestos
susceptibles de plantear las mismas cuestiones, como el del ladrón que resulta herido en el atraco y acude al
Hospital Publico para que lo curen.
¿Y cuáles son esas cuestiones? El sujeto, se afirma, enfrenta tremenda disyuntiva: “cárcel o muerte” ya que
ora se esconde (y acaso sucumbe) o bien se expone a ser descubierto y denunciado por los médicos. Los
galenos suelen temblar ante estas situaciones pues también enfrentan su dilema: “¿Denuncio el hecho y
cumplo con mi obligación legal o, exponiéndome a un proceso por encubrimiento, omito hacerlo y privilegio el
secreto profesional, que está amparado por la ley y cuya violación acarrea también sanción penal?”
Finalmente el propio sistema de justicia se pone en crisis pues, si es que el médico, entre esos dos deberes
legales de actuar, debe privilegiar el secreto y no la denuncia y se decide por lo segundo, todo el proceso se
edificará sobre una ilegalidad y no quedará otro remedio que fulminarlo con la nulidad. Tampoco resulta
legitimo y hasta se advierte “inmoral”, que el Estado se beneficie de una situación que no implica otra cosa
que la “confesión” del imputado obligada por las circunstancias (“si no voy, me muero”).
Merece la pena recordar el precedente del que la Corte no sólo se aparta sino, casi, defenestra. “Zambrana
Daza” se había tragado 44 bolsitas de látex con cocaína dentro. Descompuesta, acudió al Hospital Piñeyro y,
en cuanto expulsó algunas, la médico llamó a la policía. Zambrana, como Baldivieso, terminó condenada por
igual delito.
La Cámara Federal, anuló todo lo actuado pues consideró inadmisible que el Estado se beneficie de un hecho
delictivo para facilitar la investigación de los delitos. Ello, porque, dijo, se violó el secreto profesional y la
garantía constitucional de que nadie está obligado a declarar contra sí mismo pues “la imputada no actuó
libremente sino por miedo a la muerte”.
La Corte revocó esa decisión. Sostuvo que no existió coacción ni engaño que viciaran la voluntad de la mujer y
tampoco una intromisión del Estado en su privacidad, pues fue su propia conducta discrecional la que
permitió dar a conocer a la autoridad los hechos que luego dieron lugar a la causa. Recordó que lo prohibido
por la Constitución es compeler física o moralmente a una persona con el fin de obtener comunicaciones o
expresiones que debieran provenir de su libre voluntad, lo que no incluye los casos en los que la evidencia es
material y producto de la libre voluntad del procesado. Que el riesgo que toma a su cargo el individuo que
delinque y que (luego) decide concurrir a un hospital público en procura de asistencia médica, incluye el de
que la autoridad pública tome conocimiento del delito cuando, como en el caso, la evidencia es de índole
material (consid. 8). Hizo además importantes consideraciones en torno a otros valores en juego como la
obligación de los jueces de resguardar “la razón de justicia” que exige que el delito comprobado no rinda
beneficios (consid. 13); sobre la importancia excepcional en el proceso penal del interés público, que reclama
la determinación de la verdad en el juicio, “ya que aquel no es sino el medio para alcanzar los valores mas
altos, la verdad y la justicia” y recordó que nuestro país tiene asumidos compromisos internacionales en
cuanto al esfuerzo y eficacia en el combate al trafico de drogas. Finalmente, respecto del deber de denunciar y
el secreto médico, afirmó que cuando el médico es además funcionario público tiene la obligación de
denunciar.
La mayoría, el dato no es menor, fue de los Jueces Nazareno, Moliné, López, Vásquez y Boggiano. La disidencia
–básicamente por entender que el caso planteaba cuestiones de derecho común, ajenas a la competencia de
la Corte y que la decisión no se apreciaba irrazonable ni arbitraria, la conformaron dos jueces que ya no
integran el Tribunal, Belluscio y Bossert y dos que sí están, Fayt y Petracchi.
Bien, la cuestión se reedita en Baldivieso. La defensa que cuestionó inicialmente en Casación sólo la
calificación (estimó el hecho tentado y no consumado), posteriormente introdujo, básicamente, los mismos
agravios referidos a la violación de la garantía que protege contra la autoincriminación “ya que la decisión (de
ir al Hospital) no fue libre sino forzada por las circunstancias; b) que al violarse el secreto profesional el origen
del procedimiento está viciado y c) que la tensión entre los valores protegidos, la intimidad (y, mediatamente,
la integridad física y la vida) y el interés en la persecución de los delitos, debe ser resuelta a favor de los
primeros.
El Procurador General luego de examinar las cuestiones relativas al secreto, entendió que la cuestión debe ser
resuelta, no en el nivel de la ley sino en el de los principios. Que el caso plantea el conflicto referido y que
debe resolverse a favor de la intimidad. Argumentó que la confidencialidad médico paciente promueve la
confianza general y redunda en beneficio de la salud pública y que el deber de guardar el secreto sólo debe
ceder frente a la existencia de un peligro concreto para otros y no de un fin abstracto y general.
La Corte absolvió sin disidencias. La mayoría remite a lo dictaminado por el Procurador, pero aclara que, en
concreto y en el caso, no se trata de un conflicto entre la intimidad y el interés del Estado en la persecución de
los delitos, sino “nada menos que … entre el derecho a la vida y ese interés del Estado”, pues Baldivieso
enfrentaba un riesgo cierto de muerte. Así, corresponde reafirmar la antigua línea jurisprudencial sentada por
la Cámara del Crimen en el Plenario “Natividad Frías” (de 1966), pues más allá de las distintas razones de la
concurrencia al Hospital, allí y aquí el procesado se hallaba en la disyuntiva de morir o de afrontar un proceso
y una pena, frente al “inhumano dilema: la muerte o la cárcel”. Concluye que la dignidad de la persona es un
valor supremo en nuestro orden constitucional, claramente personalista, por lo que la opción es también
clara. Asimismo, utiliza el argumento de que el Estado no puede perseguir el delito “valiéndose de medios
inmorales, como sería aprovecharse del inminente peligro de muerte que pesa sobre el procesado que acude
a la atención médica mediante la imposición de un deber al médico que lo convierta en un agente de
persecución penal…”.
Termina para marcar aún más diferencias con su precedente “Fermina Daza”, considerando “insostenible” el
argumento esgrimido entonces de que el riesgo de muerte inminente resulta de la propia conducta del
procesado, pues remite a una actio libera in causa que podría llevar a cualquier extremo, dado que son
excepcionales los riesgos que en alguna medida no sean previsibles y reconducibles a conductas precedentes.
Sólo he podido reflexionar algunas horas sobre cuestiones complejas que le ha llevado mucho tiempo a
nuestra Corte decidir. De todos modos me surgen, de inmediato, algunas dudas que lanzo a la consideración
en forma desprolija, casi a bocajarro.
Entiendo que a cualquiera que emprenda un delito y requiera asistencia médica, le bastará elegir y utilizar los
servicios o auxilios de la sanidad pública (gratuitos y pagados por todos, incluso por la víctima) para sortear,
además de su emergencia, la persecución penal. No lo percibo razonable. Por otro lado, no está claro en el
caso (el Procurador lo destaca en su dictamen), que hayan sido los médicos quienes denunciaron el hecho a la
policía (que tenía consigna en el lugar); bien pudo haber obtenido esa noticia de otros muchos modos
(enfermero que avisa, tercero que visualiza los envoltorios etc.). Me pregunto ahora qué hace o debe hacer
un médico con la evidencia material que el sujeto porta consigo (en su panza, o en su bolso; cocaína, una
granada, un fusil). Aunque no denuncie el hecho, por cierto que no puede disponer de ese material y a alguno
habrá que entregarlos (si los desaparece, lo procesarán por encubrimiento). Las gentes llaman a la policía para
ello, y no se me ocurre otra alternativa aceptable. De otro lado, son muchos los casos en los que el
delincuente “no actúa libremente” sino “por miedo a la muerte” a la hora de “autoincriminarse”, como aquí
se plantea. Por ejemplo, cuando rodeado por agentes armados, decide entregarse a la policía. ¿Deberemos
estimar también entonces vulnerado el privilegio constitucional? El sujeto actuó en el caso con plena
capacidad de culpabilidad cuando emprendió y hasta que abortó la acción típica (el traslado prohibido), por lo
que no encuentro razones para preterir el análisis de su responsabilidad a algún momento anterior (actio
praecedens) que son los supuestos de la actio libera in causa. Finalmente, la doctrina plenaria que se rescata,
terminaba diciendo que aunque no correspondía instruir sumario a la mujer que había causado su aborto… “sí
corresponde hacerlo en todos los casos respecto de sus coautores, instigadores o cómplices” y la decisión
adoptada parece impedirlo ya que, por lo general, no existirá otra fuente de conocimiento del hecho que la
situación que se presente en el Hospital y que, por lo visto, habrá que ignorar.
Rau: La Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal, resolvió absolver a Alejandro Oscar Rau luego de
anular la sentencia del Tribunal Oral en lo Criminal n° 4 de esta ciudad, que lo había condenado a cumplir
ocho meses de prisión por ser autor del delito de estafa cometida mediante el uso de documento privado
falso, y a la pena única de un año y seis meses de prisión.
Para así decidir, los Jueces que conformaron la mayoría, entendieron que se había vulnerado la garantía
constitucional que prohíbe la auto incriminación forzada, al utilizarse como indubitables para arribar a una
prueba dirimente, las firmas que estampó el imputado en las actuaciones sin que se le hicieran conocer las
consecuencias que podrían resultar, lo que habría implicado, en definitiva, un VICIO en su consentimiento.
También sostuvieron que, eliminado ese elemento probatorio, las restantes constancias no resultaban
suficientes para arribar a una condena.
El fiscal sostuvo que se había efectuado un análisis arbitrario de los elementos de juicio obrantes en la causa,
para arribar a una conclusión dogmática acerca de la existencia de una presunta violación al precepto
constitucional contra la auto incriminación. Sostuvo, a diferencia de lo argumentado por el a qua, que no
hubo coacción ni engaño alguno al imputado para la obtención de la evidencia de carácter material que luego
fue utilizada para la realización del informe pericial caligráfico. Finalmente, agregó que, en todo caso las
restantes pruebas, especialmente el mecanismo de control que tienen las entidades financieras, eran
suficientes para individualizar al condenado como la persona que se presentó a cobrar el caratular.
Corresponde habilitar esta instancia excepcional en la medida que el apelante se agravia, con sustento en la
doctrina de la arbitrariedad, del alcance otorgado a la garantía que impide que nadie pueda ser obligado a
declarar contra sí mismo.
Sobre esa base, cabe recordar que el Tribunal también ha resuelto que la debida tutela de aquel precepto
constitucional, en necesaria relación con el debido proceso legal, requiere un examen exhaustivo de las
circunstancias que rodearon cada situación en concreto para arribar a una conclusión acerca de la existencia
de vicios que hayan podido afectar la voluntad del imputado.
El a quo no ha procedido de acuerdo a aquella doctrina de V.E. Y entendió vulnerada la garantía, al confundir
el respeto de los recaudos que tienden a asegurar su ejercicio con la incolumidad de la garantía misma a partir
de la suposición de un hipotético vicio del consentimiento que no ha justificado en las circunstancias obrantes
en el expediente.
Es útil recordar que la Corte Interamericana de Derechos Humanos al interpretar el artículo 8.3 del Pacto de
San J osé de Costa Rica aunque referido caso de exhortación a decir la verdad- ha juzgado que no debe
considerarse que exista violación a esa norma SI no hay constancia de que esa advertencia implicara amenaza
de pena u otra consecuencia jurídica adversa para el caso que el exhortado faltara a la verdad.
Resulta relevante señalar que, en el caso, ni siquiera es posible hablar de un error ya que sólo fueron
utilizadas firmas insertas en documentos públicos y que la extensión del razonamiento que pretende el a qua
pareciera llevar a que, una vez iniciado un proceso penal en el que se hubiese pretendido la confección de un
cuerpo de escritura, no podría ser aprovechada ninguna grafía que insertase el imputado en cualquier ámbito
que fuera sino se le hubiesen dado a conocer las implicancias que se podrían derivar de esa actividad.
Adquiere relevancia también la doctrina de V.E. en cuanto a que, en materia de nulidades procesales prima un
criterio de interpretación restrictiva y sólo cabe anular las actuaciones cuando el vicio afecte un derecho o
interés legítimo y cause un perjuicio irreparable, sin admitirlas cuando no existe una finalidad práctica, que es
razón ineludible de su procedencia. Las nulidades por vicios formales exigen, como presupuesto esencial, que
el acto impugnado tenga trascendencia sobre la garantía de la defensa en juicio o se traduzca en la restricción
a algún otro derecho porque, de otro modo, se estaría respondiendo a un formalismo vacío, en desmedro de
la idea de justicia y de la pronta solución de las causas, en lo que también está interesado el orden público.
Con base en esas consideraciones y los demás fundamentos expuesto por el señor Fiscal General, mantengo
esta queja.

Requisa y detención por autoridad competente


Fato
Se condenó a Juan José Fato a cumplir la pena de cuatro años y seis meses de prisión, multa de ciento veinte
australes, accesorias legales y costas, como autor del delito de almacenamiento de estupefacientes (art. 2°,
inc. c, de la ley 20.771)).//-
Contra ese fallo la defensa interpuso recurso extraordinario que fue concedido a fs. 145.-
Sostiene el recurrente que el procedimiento que culminara con el secuestro del material estupefaciente en
poder de Fato es violatorio de la garantía establecida por el art. 18 de la Constitución Nacional en cuanto a la
inviolabilidad del domicilio, pues según su criterio, el consentimiento prestado por su titular -aspecto éste de
la sentencia que consiente expresamente- no () exime a la autoridad policial de requerir orden judicial de
allanamiento.- Aun cuando el primero de los agravios que trae la defensa se refiere a la apreciación de normas
de derecho procesal, que en principio resulta ajena al ámbito del recurso extraordinario, éste resulta
procedente, habida cuenta de la estrecha relación y dependencia que aquéllas guardan con la interpretación y
alcance de la garantía constitucional que se invoca (Fallos: 306:1752). No dejo de advertir que también en este
aspecto sostiene el recurrente que el fallo es arbitrario, pero teniendo en consideración que este agravio se
refiere a la aplicación de las mismas normas procesales, no corresponde darle a esta cuestión un tratamiento
por separado.-
El art. 18 de la Constitución Nacional establece que "el domicilio es inviolable... ;;y una ley determinará en qué
casos y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y ocupación". En el procedimiento penal el
art. 188 del Cód. de Proc. Criminal es el que determina esos límites al prescribir que cuando con el mismo
objeto de la investigación criminal o aprehensión del delincuente fuere necesario penetrar en el domicilio de
algún particular, el funcionario de policía deberá recabar del Juez competente la respectiva orden de
allanamiento.-
La Corte adhirió al dictamen del Procurador General, quien sostuvo que el allanamiento de domicilio supone
necesariamente una actividad dirigida a vencer la voluntad de su titular, lo que no sucedió en el caso, puesto
que el condenado prestó su consentimiento para el ingreso del personal policial. Con este fallo se desprende
que mediando consentimiento para el ingreso, no hay allanamiento de domicilio. Al no haber allanamiento,
las distintas disposiciones procesales tendientes a limitar los alcances de un allanamiento son, todas esas
disposiciones inaplicables. Así, el principio consagrado por la Corte en “Fato” es fácil y altamente criticable. El
Juez al librar una orden de allanamiento lo hace con total prescindencia de si su destinatario la va a consentir
o no. El policía que lleva la orden escrita de allanamiento tiene un mandato judicial para ingresar en un
domicilio, finca o morada, sin importar si la persona a allanar la acepta o pretende oponerse. Esgrimir que el
allanamiento se trata de un procedimiento “dirigido a vencer la voluntad” de alguien 5 es equivocado. El
allanamiento se dirige o bien a obtener prueba o a capturar al imputado, no tiene nada que ver la “voluntad”.-
Daray
El proceso se inició con la detención de una persona que circulaba en un automóvil por la ciudad de San
Rafael, provincia de Mendoza. A pesar de presentar la documentación correspondiente, el detenido fue
trasladado a la sede de la policía. En la comisaría, declaró que sus hijos poseían “vehículos de industria
extranjera con patentes colocadas diplomáticas”. Los funcionarios se dirigieron entonces al lugar señalado por
el detenido. Luego de ello, se comunicó la detención al juez de la causa solicitando la orden de allanamiento al
lugar donde se encontraban los automóviles.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación analizó, en primer lugar, la legitimidad de la detención y llegó a la
conclusión de que la policía federal “carecía de facultades legales para detener en el caso al señor Garbin”
(considerando 11º). A su vez, consideró que la “invitación” a concurrir a la dependencia policial fue en
realidad una verdadera detención. Finalmente, entendió con cita del precedente Rayford que la detención del
Sr. Garbín era ilegal por no emanar de autoridad competente en franca vulneración con el artículo 18 de la
Constitución Nacional. En consecuencia, se decretó la nulidad de todo el procedimiento por encontrarse
viciado y no existir un cause de investigación independiente (la mayoría estuvo conformada por los ministros
Julio S. Nazareno, Eduardo Moline O'connor, Carlos S. Fayt, Augusto Cesar Belluscio, Enrique Santiago
Petracchi y Ricardo Levene).
Fernandez Prieto
El presente caso se relaciona con las presuntas detenciones ilegales y arbitrarias en perjuicio de los señores
Carlos Alberto Fernández Prieto y Carlos Alejandro Tumbeiro en mayo de 1992 y enero de 1998,
respectivamente, por parte de agentes de la Policía de Buenos Aires. Se alega que ambas detenciones se
habrían realizado sin una orden judicial y sin estado de flagrancia, así como que en ninguno de estos casos se
estableció de manera detallada, en la documentación policial respectiva, cuáles fueron los elementos
objetivos que dieron lugar a un grado de sospecha razonable en la comisión de un delito. Se argumenta que
en el caso del señor Fernández Prieto existía una falta de explicación absoluta, mientras que en el caso del
señor Tumbeiro la explicación estaba relacionada con un supuesto “estado de nerviosismo” e “inconsistencia”
entre la vestimenta y los objetos que llevaba consigo con la zona en la cual se encontraba, argumentos que no
serían suficientes para justificar la sospecha de la comisión de un delito. Asimismo, se aduce que la
justificación de las detenciones revelaría contenido discriminatorio con base en prejuicios sobre la apariencia.
En este sentido, se arguye que las detenciones y requisas realizadas habrían incumplido con el estándar de
legalidad y no arbitrariedad, y que las autoridades no habrían ofrecido recursos efectivos frente a esta
situación. Finalmente, se alega que Argentina es presuntamente responsable por la violación de los derechos
a la libertad personal, garantías judiciales, honra y dignidad, y protección judicial, en perjuicio de los señores
Fernández Prieto y Tumbeiro.
Tumbeiro
En estos autos, la Sala I de la Cámara Nacional de Casación Penal, resolvió -por mayoría- dejar sin efecto la
condena impuesta a Carlos Alejandro Tumbeiro y absolverlo del delito de tenencia de estupefacientes por el
que había sido condenado. Ello, como consecuencia de haber declarado la nulidad de la diligencia de
secuestro practicada por el personal policial al inicio de las actuaciones. Tal como surge del expediente, el 15
de enero de 1998 a las 13.45 horas, en las inmediaciones de la calle Corea al 1700 de la ciudad de Buenos
Aires, el personal policial identificó a Carlos Alejandro Tumbeiro al considerar que su actitud en la vía pública
resultaba sospechosa, porque su vestimenta era inusual para la zona y por mostrarse evasivo ante la
presencia del patrullero. No obstante acreditar su identidad con el documento que llevaba en su poder, ante
el nerviosismo que exhibía se lo condujo al interior del vehículo policial a fin de establecer, a través del
sistema dígito radial, si registraba pedido de captura, lo que arrojó resultado negativo. Mientras se obtenía
ese informe, se detectó que dentro del diario perteneciente al nombrado, que estaba a su lado en el asiento,
había una bolsita con una sustancia que resultó ser cocaína. Ante este hallazgo, se convocó a testigos, se labró
acta de estilo y se procedió a la detención. A partir de esos hechos, el tribunal a quo consideró que la
interceptación de una persona en la vía pública con fines identificatorios y su posterior alojamiento en un
vehículo policial a la espera de la recepción de los antecedentes que pudiera registrar, constituye una
verdadera detención que no encuadra en ninguno de los supuestos del artículo 284, inciso 3º, del Código
Procesal Penal, sin que pueda invocarse una hipótesis de flagrancia porque la verificación del presunto delito
fue posterior a esa detención. Asimismo, juzgó que el estado de nerviosismo de Tumbeiro era una
circunstancia equívoca y, como tal, insusceptible para habilitar esa medida. Por último, descartó la aplicación
del artículo 1º de la ley 23.950, pues no mediaron las condiciones que fija esa norma para la detención por
averiguación de antecedentes
En el dictamen del Procurador Eduardo Ezequiel Casal, se empezó por analizar si la mera actitud sospechosa o
el nerviosismo que exterioriza una persona en la vía pública ante la presencia de funcionarios policiales,
autoriza a averiguar, en el lugar, si registra pedido de captura aún cuando pueda acreditar su identidad con la
exhibición del documento respectivo; o si esa diligencia afecta la garantía que consagra el artículo 18 de la
Constitución Nacional frente al arresto arbitrario.
Finalmente el tribunal sostuvo que "cuando un oficial de policía advierte una conducta extraña que
razonablemente lo lleva a concluir, a la luz de su experiencia, que se está preparando alguna actividad
delictuosa y que las personas que tiene enfrente pueden estar armadas y ser peligrosas, y en el curso de su
investigación se identifica como policía y formula preguntas razonables, sin que nada en las etapas iniciales
del procedimiento contribuya a disipar el temor razonable por su seguridad o la de los demás, tiene derecho
para su propia protección y la de los demás en la zona, a efectuar una revisación limitada de las ropas
externas de tales personas tratando de descubrir armas que podrían usarse para asaltarlo. 
Peralta Cano
Un funcionario policial recibió una llamada anónima que informaba que en la intersección de dos calles había
dos jóvenes en actitud sospechosa. Con esa información se dirigió al lugar, interceptó a las personas que allí se
encontraba, las detuvo y las condujo al destacamento policial. Posteriormente se las requisó y se encontró
entre sus ropas un envoltorio con marihuana. En virtud de ello, el Juzgado Federal de Primera Instancia Nro. 1
de Mendoza lo condenó a un mes de prisión en suspenso por el delito de tenencia de estupefacientes para
consumo personal. Además, sustituyó la pena por una medida de seguridad. Contra esa resolución, la defensa
interpuso un recurso de casación, el que fue denegado. En virtud de ello, se presentó un recurso
extraordinario federal, cuyo rechazó motivó la interposición de un recurso de queja. La Corte Suprema de
Justicia de la Nación -con voto de los ministros Lorenzetti, Highton De Nolasco, Petracchi, Maqueda y Argibay-
revocó la decisión impugnada. Para ello, se remitió al dictamen del Procurador General de la Nación. En su
dictamen, el Procurador entendió que “los actos preventivos cumplidos por el policía [...], esto es la
aprehensión del imputado, su traslado a la dependencia policial, la requisa y secuestro de la droga
supuestamente en su poder, carecen de los estándares mínimos y la calidad procesal exigida por las leyes del
caso”. A su vez, resaltó que el acta policial no daba cuentas de las circunstancias objetivas que justificaban la
detención del imputado y que no se daban en el presente caso las excepciones previstas por los artículos 284,
230 bis y 231 del CPPN”. En este sentido, el Procurador explicó que “[l]a mera existencia de una denuncia
anónima y la alegación del policía de que uno de los dos jóvenes detenidos llevaba en su mano un
destornillador que no fue secuestrado, no son razones suficientes, en este caso, para que nos encontremos
dentro de los conceptos de “causa probable”, “sospecha razonable” o “razones urgentes”, tal como los ha
delineado la jurisprudencia del Tribunal, y así se desencadene lícitamente el procedimiento policial. Al
contrario de lo resuelto por la mayoría del Tribunal en el precedente “Fernández Prieto” (Fallos: 321:2947),
aquí la “totalidad de las circunstancias” nos permiten concluir en que no se respetaron las garantías
constitucionales del imputado”.

Minaglia
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, el pasado 04 de septiembre de 2007, en el marco del Recurso
Extraordinario interpuesto en la causa registrada como M. 3710. XXXVIII. “Minaglia, Mauro Omar y otra s/
infracción ley 23.737 (art. 5 inc. c)” resolvió declarar mal concedido en parte y rechazar por mayoría el recurso
interpuesto por la defensa de Minaglia contra la resolución de la Sala II de la Cámara en lo Criminal y
Correccional Federal de Capital Federal. La citada Cámara había resuelto revocar los puntos I y II de la
sentencia dictada por el titular del Juzgado de Primera Instancia de ese fuero, mediante los cuales se había
decretado la nulidad del allanamiento realizado en la vivienda de Mauro Omar Minaglia, se lo absolvió
libremente de culpa y cargo, y en consecuencia, condenó al nombrado a la pena de cuatro años de prisión,
multa, costas y accesorias legales por resulta autor del delito de Tenencia Ilegítima de Estupefacientes con
fines de comercialización, a quien además, declaró reincidente. Contra ese fallo la Defensa del nombrado
interpuso Recurso Extraordinario. El fundamento de la mayoría de los magistrados que componen la Corte
Suprema de Justicia se fundó en que las bases del recurso en lo referente al horario y presencia de testigos en
el marco del allanamiento, remiten a cuestiones de interpretación y alcance de la ley procesal las cuales
resultan ajenas al ámbito extraordinario Federal. En lo que respecta a los dichos espontáneos de un imputado
frente al personal policial que lo lleva detenido, entiende que cuando existe uniforme 2 jurisprudencia
aplicable, respecto de determinadas cuestiones procesales, estas se convierten en insustanciales ante ese
órgano judicial. Y finalmente, en cuanto al tema de la fundamentación de la orden de allanamiento, rechaza el
recurso federal, atento que considera que en este caso no se ve afectada la garantía constitucional de la
inviolabilidad del domicilio, comportando sólo una infracción a la regla procesal que ya fue resuelta en última
instancia por la Cámara. No obstante todo ello, la Corte excede el mero marco de admisibilidad y realiza
consideraciones sobre los tópicos más importantes, las cuales son objeto de este trabajo.-
La mayoría de los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación dejó firme, por estos fundamentos,
la sentencia que dispuso la condena de Mauro Minaglia a la pena de cuatro años de prisión y multa de
$200.000.
Ciraolo
La Cámara Nacional de Casación Penal rechazó un recurso de casación interpuesto por la defensa. Dicha
impugnación postulaba, entre otras cosas, la nulidad de la detención y requisa del imputado. Contra esa
sentencia se presentó un recurso extraordinario federal que fue declarado inadmisible. Por tal razón, se
presentó un recurso de queja.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, en mayoría, desestimó la queja. En disidencia, los ministros
Lorenzetti, Maqueda y Zaffaroni consideraron que correspondía revocar la sentencia apelada. Los ministros
entendieron que “…la detención y requisa que sufrió [el imputado] se apartó del marco legal y en esas
condiciones, es forzoso concluir que la misma ha sido dispuesta a extramuros del art. 18 de la Constitución
Nacional y del art. 7 de la Convención Americana”. Además, tuvieron en cuenta que “…el legislador prescribió
la existencia previa de determinadas circunstancias, que generen un grado de sospecha para llevar a cabo la
detención o la requisa corporal, tales como ‘indicios vehementes’, ‘circunstancias debidamente fundadas’ o
‘motivos para presumir’. […] De modo que, […] no hay dudas de que un policía no está autorizado a realizar
detenciones indiscriminadas”. A su vez, sostuvieron que “una vez que el agente de prevención se encuentra
ante alguna de esas hipótesis exigidas por la ley para proceder, es necesario que describa fundadamente
cuáles son las conductas u actos –en especial actitudes del imputado– que generaron sus sospechas. En
efecto, si la autoridad para llevar a cabo la requisa o la detención, conforme a la ley, es el Juez y sólo en casos
excepcionales y de urgencia las normas permiten delegarlo en la policía, la única forma de que luego el Juez
pueda supervisar la legitimidad de la actuación policial, es que estos funcionarios funden
circunstanciadamente las razones del procedimiento”.
Vera Lucas Abel
El Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de la Ciudad estableció que "la policía posee la potestad de requerir la
exhibición del documento de identidad siempre que la medida sea ejercida razonablemente, tenga por
finalidad prevenir el delito y no viole una garantía constitucional”.
La causa se dio en los autos “Vera, Lucas Abel s/ infr. art. 85, CC”, donde la Sala II de la Cámara de Apelaciones
había confirmado la nulidad de un procedimiento policial al considerar que “la policía no tenía facultades para
interceptar a un hombre en la Estación Constitución con fines de identificación, porque ese proceder
constituye una privación de la libertad ambulatoria -aunque sea breve- y por esa razón, sólo podría realizarlo
cuando mediara un supuesto de sospecha, que en el caso no se dio”.
Los vocales también sostuvieron que “exigir la exhibición de documentación no son potestades de la policía si
no cuenta con un motivo válido para hacerlo (…) aquel motivo no existió toda vez que el control en virtud del
cual se procedió a solicitar que se exhiba la documentación fue realizado al azar”.
No obstante, los jueces del Máximo Tribunal porteño por mayoría señalaron que “la solicitud de documentos
en la vía pública a las personas en ejercicio de controles generales por parte de la policía, constituye una de
las facultades implícitas a que se refiere la norma precitada, en tanto puede considerársela como emanada
del poder de policía del Estado y lícita mientras se la ejercite razonablemente”.
“La facultad de requerir la identificación de las personas, en lugares públicos o de acceso público, por parte de
la autoridad policial no exige la concurrencia de circunstancias sospechosas o indiciarias acerca de la
hipotética comisión de un ilícito que deba ser conjurado, sino que dicha facultad razonablemente se justifica
en la propia función de prevención y disuasión que les concierne como funcionarios públicos (…)", concluyó el
fallo.
En este contexto, diferentes organizaciones defensoras de los Derechos Humanos anunciaron su presentación
como “amicus curiae” en la causa. Por su parte, el Ministerio Público de la Defensa (MPD) de la Ciudad
recurrió el fallo ante la Corte Suprema al expresar que “el deterioro de la calidad institucional democrática y
de las garantías propias del Estado de Derecho se inicia con esta clase de resoluciones”.
Stancatti
Personal de inspección sanitaria abrió una encomienda remitida en un transporte de larga distancia. Así, se
encontró un paquete con 800 grs. de marihuana. El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Bahía Blanca
condenó al imputado por el delito de transporte de estupefacientes. Posteriormente, la Cámara Federal de
Casación Penal anuló todo lo actuado por considerar inválida la apertura de encomienda sin la debida
intervención de autoridad jurisdiccional. Contra esa resolución la fiscalía interpuso un recurso extraordinario
federal que denegado motivó la presentación de un recurso de queja.
La Corte Suprema hizo lugar a la impugnación y dejó sin efecto la sentencia apelada. Para llegar a esta
conclusión el máximo tribunal consideró que en el fallo impugnado no se tuvo en cuenta “…la normativa
específica en materia de sanidad agroalimentaria que facultaba expresamente a los funcionarios de la barrera
zoofitosanitaria a inspeccionar todo vehículo y, particularmente en lo que hace al transporte público de
pasajeros, a revisar todo bulto, equipaje, contendor, paquete o encomienda, ello como medida de prevención
destinada a evitar el traspaso de la plaga de la Mosca de los Frutos a las áreas protegidas”. Asimismo, la Corte
indicó que, el objeto hallado en el interior de la encomienda “…estaba embalado de la manera en que suelen
embalarse los estupefacientes, tenía la consistencia compacta que suele tener ese tipo de sustancias y olía
como marihuana” y, en ese contexto “…el personal policial percibió […] circunstancias que le permitieron
válidamente sospechar que estaba ante un delito flagrante de transporte de estupefacientes…”. Por último, el
tribunal recordó que “…todos los órganos del Estado Argentino que intervengan en un proceso en el que se
investigue el tráfico ilícito de estupefacientes deben comprometer sus mejores y máximos esfuerzos, en el
ámbito de sus competencias, para que el enjuiciamiento sea agotado sin que queden impunes tramos de la
actividad ilícita por la que la República Argentina asumió jurisdicción”.
Informe 129/17 sobre Fernandez Prieto y Tumbeiro
El 30 de julio de 1999 y 31 de marzo de 2003 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (en adelante
“la Comisión”, “la Comisión Interamericana” o “la CIDH”) recibió dos peticiones en las cuales se alegó la
responsabilidad internacional de la República de Argentina (en adelante “el Estado”, “el Estado de Argentina”,
“el Estado argentino” o “Argentina”) por las alegadas detenciones ilegales y arbitrarias en perjuicio de Carlos
Alberto Fernández Prieto y Carlos Alejandro Tumbeiro en mayo de 1992 y enero de 1998, respectivamente,
por parte de agentes de la Policía de Buenos Aires. La Defensoría General de la Nación, como parte
peticionaria, indicó que las detenciones no tuvieron una orden judicial ni se efectuaron bajo flagrancia sino
que se basaron exclusivamente en presuntas actitudes sospechosas de las presuntas víctimas. 2. El Estado
alegó que no es responsable internacionalmente en tanto las detenciones fueron legales y acordes con la
Convención Americana sobre Derechos Humanos (en adelante “ la Convención Americana” o “la
Convención”). El Estado sostuvo que la decisión de los agentes policiales de interceptar los vehículos donde se
encontraban los señores Fernández y Tumbeiro se debió a su “actitud sospechosa”. Indicó que el arresto y
posterior inicio de procesos penales en contra de las presuntas víctimas se debió a que se incautaron drogas y
armas en sus vehículos. Agregó que los procesos penales y las consecuentes condenas se realizaron
respetando las garantías del debido proceso. 3. Tras analizar la información disponible, la Comisión concluyó
que el Estado argentino es responsable por la violación de los derechos a la libertad personal, garantías
judiciales y protección judicial, establecidos en los artículos 7.1, 7.2, 7.3, 7.5, 8.1, 11.2 y 25.1 de la Convención
Americana, en relación con las obligaciones establecidas en los artículos 1.1 y 2 del mismo instrumento, en
perjuicio de Carlos Alberto Fernández Prieto y Carlos Alejandro Tumbeiro.

Protección del domicilio, papeles privados y comunicaciones


Francomano
En virtud de la sanción de la ley 23.077 que derogó una serie de conductas consideradas ilícitas, sólo queda
ante la Corte la sentencia de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de
Capital Federal (Sala I) que condenó a Graciela Cristina Chein como autora penalmente responsable del delito
de asociación ilícita calificada (art. 213 bis del Código Penal). “4º) Que el domicilio de la imputada, lugar donde
ésta fue detenida y se hallaron los elementos de cargo esenciales en su contra, fue localizado por medio de las
informaciones que proporcionara Alberto José Francomano en su „manifestación espontánea‟ prestada ante
las autoridades policiales…Por otra parte, existen graves presunciones en autos que indican que la
mencionada declaración de Francomano no fue producto de una libre expresión de su voluntad, por lo menos
en lo que se refiere a la ubicación del domicilio de la acusada…”. “5º) …hacen aplicables al caso la doctrina
desarrollada por esta Corte…según la cual debe excluirse del proceso cualquier medio de prueba obtenido por
vías ilegítimas”. “7º) Que, una vez descartado el elemento probatorio arriba mencionado, sólo quedaría como
pieza de convicción en contra de la procesada Chein su confesión prestada ante la policía…la cual fuera
rectificada en ede judicial. Parece evidente que no se le puede otorgar ningún valor autoincriminatorio a una
confesión policial, rectificada posteriormente ante el juez de la causa, ni aún a título indiciario…Los principios
aquí sentados responden a la imperiosa necesidad de que el mandato del art. 18 de la Constitución Nacional
(„nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo‟) tenga efectiva vigencia y no se convierta en una mera
„fórmula verbal‟ (ver en ese sentido, „Miranda vs. Arizona, 384, U.S. 436, 1966)”.
3º) Que resulta evidente que la captura de la acusada Vilas y el secuestro de los elementos que la incriminan
se originó a partir de las informaciones que proporcionara a las autoridades policiales Alberto José
Francomano en su „manifestación espontánea‟…obran en la causa graves presunciones que indican que la
mencionada declaración de Francomano no fue producto de una libre expresión de voluntad, por lo menos en
lo que respecta a la procesada Aurora Nélida Vilas…”. “4º) Que, en consecuencia, aparece en autos un cauce
probatorio inválido que parte de la declaración de Francomano y, en una cadena causal ininterrumpida, para
por la coimputada Margarita Cristina Palacios, hasta llegar a la captura de la recurrente…Tal circunstancia
hace aplicable al caso la doctrina desarrollada por esta Corte…según la cual debe excluirse del proceso
cualquier medio de prueba obtenido por vías ilegítimas. Esta exclusión también debe extenderse a los
elementos de cargo que incriminasen a un tercero cuando aquéllos, como ocurre en el caso de autos, se
originasen en un cauce de investigación viciado de nulidad, atento lo resuelto por esta Corte in re „Rayford,
Reginald y otros s/ consumo de estupefacientes‟…Por otra parte, no existe en la causa una fuente
independiente de conocimiento que permita acreditar el cuerpo del delito y la autoría de la acusada,
prescindiendo de las pruebas viciadas de nulidad…”.
Ventura
La Aduana allanó sin orden judicial una oficina en el microcentro de la Ciudad de Buenos Aires.,
El procedimiento fue el siguiente: tres inspectores se presentaron en este domicilio y fueron atendidos por
una persona -que no era el imputado- quien, manifestó no tener inconveniente en que accedieran al lugar.
Del acta no surgía cuales eran los motivos por los que estos inspectores se habían presentado en ese domicilio
y por los que solicitaban ese consentimiento.
El imputado V. Ventura, junto con otras personas que se encontraban en el domicilio, firmó el acta del
procedimiento.
Cuando declaró ante el juez, Ventura también ratificó esa acta.
Pero cuando fue condenado, Ventura apeló la sentencia sosteniendo que la prueba de cargo obtenida en
ese allanamiento no podía ser usada en su contra. Ventura alegó que según la Constitución
Nacional el allanamiento debe ser realizado conforme a la ley y que la ley procesal establece que
el allanamiento debe ser realizado con orden judicial.
Decisión de la Corte:
La Corte Suprema acogió el planteo de Ventura y declaró inválido el allanamiento del domicilio porque había
sido realizado sin orden judicial.
De este modo, ante la falta de orden judicial, consideró irrelevantes tanto el consentimiento brindado por la
persona que atendió a los inspectores como la ratificación del imputado de ese procedimiento realizada al
firmar el acta de allanamiento y al prestar declaración (Voto de los jueces Petracchi, Fayt, Boggiano, Maqueda,
Zaffaroni, Highton de Nolasco. Belluscio en disidencia).
El juez Belluscio votó en disidencia. Para este juez era aplicable la jurisprudencia de la Corte según la cual
el allanamiento sin orden judicial es válido cuando medió consentimiento válido para su realización.
Esta decisión constituye un leading case porque la Corte se aparta de su jurisprudencia anterior y establece
como nueva regla que el allanamiento realizado sin orden judicial es inválido.
Quaranta
A través de una denuncia anónima, se informó que una mujer vendía troqueles de LSD y anfetaminas desde su
domicilio. Sobre esa base, el juzgado ordenó la realización de tareas de investigación y la intervención de su
línea telefónica. A partir de la información obtenida se ordenaron otras interceptaciones, tanto telefónicas
como de aparatos de radiollamada. Di-chas medidas permitieron la identificación de varios integrantes de una
organización. La Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal declaró la
nulidad de las resoluciones que dispusieron las intervenciones telefónicas. Para decidir de ese modo,
consideró que no existían justificativos que motivaran la medida. Contra esa decisión, la fiscalía interpuso un
recurso de casación. La Sala IV de la CFCP anuló la resolución y sostuvo que la intervención no había sido
arbitraria, ya que había sido ordenada con el objeto de constatar la denuncia recibida por la policía. En la
etapa de juicio, el Tribunal Oral declaró nuevamente la nulidad de la disposición que había ordenado la
medida y señaló que los elementos con los que contaba el juzgado habían sido insuficientes para proceder de
tal modo. La Sala IV de la CFCP anuló la resolución y sostuvo que no se habían incorporado nuevos elementos
que permitieran apartarse de lo que se había resuelto con anterioridad. Contra esa decisión, la defensa
interpuso un recurso extraordinario federal que, denegado, dio lugar a la presentación de un recurso de
queja.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación hizo lugar a la queja, declaró procedente el recurso extraordinario,
revocó la sentencia impugnada y absolvió al imputado (ministros Fayt, Petracchi, Maqueda, Zaffaroni y
ministra Highton de Nolasco). 1. Intervención de las telecomunicaciones. Derecho a la privacidad. Derecho a la
intimidad. “Que esta Corte, al referirse al art. 18 de la Constitución Nacional, ha expresado que en él se
consagra ‘el derecho individual a la privacidad del domicilio de todo habitante correlativo al principio general
del art. 19 en cuyo resguardo se determina la garantía de su inviolabilidad, oponible a cualquier extraño, sea
particular o funcionario público’ […]. Si bien allí no se hizo mención a las comunicaciones telefónicas ni a la
protección de su secreto, una interpretación dinámica de su texto más lo previsto en su artículo 33 y en los
artículos 11, inciso 2°, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y 17, inciso 1°, del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en cuanto contemplan, en redacción casi idéntica, que nadie
puede ser objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, en la de su familia, en su domicilio o en su
correspondencia, permiten hacer extensivas aquellas consideraciones a casos como el presente”
(considerando 17). 2. Intervención de las telecomunicaciones. Orden judicial. Deber de fundamentación. “Que
tal derecho federal sólo es realizable de modo efectivo restringiendo ex ante las facultades de los órganos
administrativos para penetrar en él, sujetando la intromisión a la existencia de una orden judicial previa
debidamente fundamentada, exigencia esta última que se deriva del mismo artículo 18 de la Constitución
Nacional. Sólo en este sentido puede asegurarse que los jueces, como custodios de esa garantía fundamental,
constituyen una valla contra el ejercicio arbitrario de la coacción estatal, pues, si su actuación sólo se limitara
al con-trol ex post, el agravio a la inviolabilidad de este derecho estaría ya consumado de modo in-susceptible
de ser reparado, ya que la Constitución no se restringe a asegurar la reparación sino la inviolabilidad misma
[...]. Que, de tal modo, si los jueces no estuvieran obligados a examinar las razones y antecedentes que
motivan el pedido formulado por aquéllas y estuviesen facultados a expedir las órdenes sin necesidad de
expresar fundamentos, la intervención judicial carecería de sentido pues no constituiría control ni garantía
alguna [...]. Esa es la inteligencia que, por otra parte, acuerda el Código Procesal Penal Nacional, al establecer
que la resolución del juez que ordene la intervención judicial deberá ser siempre fundada (ver art. 236 del
Código Procesal Penal de la Nación)” (considerando 18). 3. Intervención de las telecomunicaciones. Orden
judicial. Deber de fundamentación. Denuncia anónima. “Que, en el caso, el juez no expresó […] las razones
por las cuales consideró procedente la intervención telefónica dispuesta, tampoco remitió a ningún elemento
objetivo de la causa que pudiera fundar una mínima sospecha razonable y, por último, ni siquiera obra
información de esas características como antecedente inmediato de la decisión judicial examinada. En efecto,
lo único con que se contaba a ese momento consistía, simplemente, en datos aislados y afirmaciones
infundadas aportadas por un llamado telefónico anónimo –irrelevantes la mayoría de ellos a los fines del
objetivo perseguido y meramente conjetural– […] los que resultan manifiestamente insuficientes para
brindarle al juez una base sustancial, objetiva, que le permita determinar la existencia de una sospecha
razonable. Que, asimismo, ninguna investigación se encontraba en marcha en ocasión de disponerse la
intervención ordenada […] sino que esa medida de coerción puso en marcha una investigación judicial
vulnerando derechos amparados constitucionalmente sin justificación conocida, revelándose así –una vez
más– la falta de presupuestos para llevarla a cabo” (considerando 20). “Que, en definitiva, si la mera
expresión de la sospecha de un funcionario público no constituye per se la base objetiva […], tampoco puede
entenderse que lo sean las vagas afirmaciones formuladas en un llamado telefónico anónimo. Que si el Estado
pudiera entrometerse en el secreto de las comunicaciones telefónicas a partir de ‘sospechas’ de [esa] entidad
[…], el derecho reconocido constitucionalmente resultaría –ciertamente– de poca o ninguna relevancia”
(considerando 21).

Regla de exclusión
Ruiz Roque
HECHOS: La Cámara confirmó la sentencia que condena al acusado a la pena de 7 años de prisión como autor
responsable del delito de robo calificado, la que fue unificada con una condena anterior en 9 años de dicha
especie de pena. Para así decidir, los magistrados sentenciantes sostuvieron que los presuntos apremios
ilegales sufridos por el justiciable determinaban la invalidación de la declaración extrajudicial obtenida
mediante el empleo de aquéllos, pero, no las demás pruebas labradas en sede policial. Contra ese
pronunciamiento, la defensa interpuso recurso extraordinario, que fue concedido. La Corte Suprema de
Justicia de la Nación, por mayoría, modificó la sentencia apelada.
SUMARIOS:
1. La regla es la exclusión de cualquier medio probatorio obtenido por vías ilegítimas, pero teniendo en cuenta
el concurso de factores que puedan atenuar los efectos derivados de una aplicación automática e irracional de
aquélla.
2. Carecen de validez las manifestaciones que fueron fruto de apremios ilegales, aun cuando hubieran
prestado utilidad para la investigación.
3. Si no se toman en consideración como prueba de cargo las manifestaciones vertidas por el acusado
mediante apremio ilegal, la condena es legítima no dándose el supuesto de exclusión de probanzas ilegales.
(Del voto en disidencia del doctor Belluscio).
4. Aun en el supuesto de comprobarse una transgresión a alguna de las garantías constitucionales que se
tutelan en el proceso penal, la prueba habida en la causa sólo será ineficaz en tanto su obtención depende
directa y necesariamente de la violación a la garantía constitucional de que se trate o sea consecuencia de
dicha violación. (Del voto en disidencia del doctor Belluscio).
5. Suscita cuestión federal bastante para la apertura de la instancia prevista en el art. 14 de la ley 48 (Adla,
1852-1880, 364), el agravio que formula el recurrente en cuanto a que la condena se basó en la violación del
art. 18 de la Constitución Nacional, pues la sustancia del planteo conduce en definitiva a determinar el alcance
de la garantía constitucional que establece que nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo.
Plenario "Diaz Bessone" sobre inaplicabilidad de la ley.
El 30 de octubre de 2008 la Cámara Nacional de Casación Penal celebró el acuerdo Plenario Nº 13 en la causa
"Díaz Bessone".
RESOLUCIÓN DEL PLENARIO:
I-DECLARAR como doctrina plenaria: "No basta en materia de excarcelación o eximición de prisión para su
denegación la imposibilidad de futura condena de ejecución condicional, o que pudiere corresponderle al
imputado una pena privativa de la libertad superior a ocho años (arts. 316 y 317 del C.P.P.N.), sino que deben
valorarse en forma conjunta con otros parámetros tales como los establecidos en el art. 319 del
ordenamiento ritual a los fines de determinar la existencia de riesgo procesal".//- Art. 319.
Restricciones. Podrá denegarse la exención de prisión o excarcelación, respetándose el principio de inocencia
y el artículo 2º de este Código, cuando la objetiva y provisional valoración de las características del hecho, la
posibilidad de la declaración de reincidencia, las condiciones personales del imputado o si éste hubiere
gozado de excarcelaciones anteriores, hicieren presumir, fundadamente, que el mismo intentará eludir la
acción de la justicia o entorpecer las investigaciones.

PRINCIPIOS RECTORES
Equivale a señalar que como correlato de este estado de inocencia, surge el derecho de la persona a gozar de
libertad durante el proceso, que tiene jerarquía constitucional (Fallos: 314:451, considerando 2º).-
Sin embargo, "los derechos de cada persona están limitados por los derechos de los demás, por la seguridad
de todos y por las justas exigencias del bien común, en una sociedad democrática (art. 32 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, Pacto de San José de Costa Rica); y el derecho a la libertad durante el
proceso está condicionado a las leyes que reglamentan su ejercicio" (Fallos: 304:319, 1524).-
Resulta que, "si bien es cierto que existe un derecho constitucional a la libertad durante el trámite del proceso
penal no lo es menos que ese derecho (como todos) no es absoluto; ello significa que los habitantes gozan de
él, conforme las leyes que lo reglamentan; el Estado puede reglamentarlo en función de una legítima
finalidad: la de evitar que el individuo sometido a proceso eluda la acción de la justicia, sea impidiendo u
obstaculizando la investigación del hecho o no cumpliendo la eventual pena que se imponga . En este
entendimiento, "el derecho de gozar de libertad hasta el momento en que se dicte la sentencia de condena no
constituye una salvaguardia contra el arresto, detención o prisión preventiva, medidas cautelares éstas que
cuentan con respaldo constitucional" (Fallos: 305:1022).-
El respeto debido a la libertad individual –ha dicho la Corte- no puede excluir el legítimo derecho de la
sociedad a adoptar todas las medidas de precaución que sean necesarias no sólo para asegurar el éxito de la
investigación sino también para garantizar, en casos graves, que no se siga delinquiendo y que no se frustre la
ejecución de la eventual condena por la incomparecencia del reo.
Ahora bien, en virtud de los Pactos Internacionales incorporados a la Constitución Nacional (art. 75, inc. 22),
"la prisión preventiva solo puede tener carácter excepcional de acuerdo con las disposiciones de este Código,
en los límites absolutamente indispensables para asegurar el descubrimiento de la verdad y la aplicación de la
ley.
CASO RAYFORD
Reginald Rayford, un americano con escaso dominio del castellano y en tránsito por nuestro país, había sido
detenido por el delito de tenencia de estupefacientes. La sustancia en cuestión había sido secuestrada de su
domicilio por personal policial, luego de que aquél "no opusiera reparos" a la inspección de su vivienda.
Los agentes policiales habían actuado sin orden judicial. Luego de ello, en camino a la comisaría, Rayford
entregó a los policías una tarjeta personal de quien le había suministrado la droga: el menor "B.". En base a
ese dato, fue también detenido este último. Otro menor, de nombre "L. S.", proveedor a su vez de "B.", fue
igualmente detenido. Ambos menores de edad confesaron su participación en los eventos que culminaron
con el suministro a Ra3rford de los estupefacientes secuestrados. Rayford fue acusado por el delito de
tenencia, y los menores por el de suministro.
Recién en la oportunidad de alegar, la defensa de Rayford cuestionó la validez del allanamiento y secuestro de
los estupefacientes. Los tres procesados fueron absueltos en primera instancia, sobre la base de que el
allanamiento que diera origen al procedimiento había sido ilegítimo, y que no estaba por ende acreditado el
cuerpo del delito. Apelado este pronunciamiento por el Fiscal, la Cámara revocó.
Luego de desestimar otras defensas de los procesados, éstos fueron condenados a penas de prisión en
suspenso.
Sólo la defensa del menor "B." interpuso recurso extraordinario. Ra5^ord, presumiblemente presuroso por
salir del país, consintió la sentencia condenatoria recaída. La defensa de "B." basó su recurso en la ilegalidad
de los actos iniciales de la investigación lo cual a su juicio debía determinar la nulidad de todo lo que fue su
consecuencia.
La Corte dijo que no era posible sostener que la validez o invalidez de tales actos afectara sólo el interés del
coprocesado Rayford, puesto que "fue a partir de la inspección realizada en el domicilio (de Rayford) que se
desenvolvieron los distintos pasos de la pesquisa que llevaron a su incriminación (la de 'B.') en esta causa".
Agregó la Corte, los acontecimientos sucedidos en el domicilio de Rayford "resultan indisolublemente
relacionados" con la situación del menor "B,", "la garantía del debido proceso que (lo) ampara lo legitima para
perseguir la nulidad de dichas actuaciones".
Una vez admitida la legitimación de "B." para obtener la nulidad del secuestro inicial del estupefaciente, la
Corte analizó la validez del resto de la prueba que incriminaba a "B.".
Para ello, la Corte comenzó señalando que "la regla es la exclusión de cualquier medio probatorio obtenido de
vías ilegítimas". Agregó que lo contrario implicaría "desconocer el derecho al debido proceso", al par que
reiteró los fundamentos éticos de la regla de exclusión expuestos en "Montenegro".
Así, la Corte distinguió por un lado "los elementos materiales indebidamente obtenidos", los que, dada su
"inmutabilidad", por lo general "perderán su valor de una vez y para siempre". Otro tratamiento, en cambio,
merecería "la prueba que proviene directamente de las personas a través de sus dichos, por hallarse ellas
dotadas de voluntad autónoma". Para la exclusión de este tipo de evidencia, se requerirá "un vínculo más
inmediato entre la ilegalidad y el testimonio que el exigido para descalificar la prueba material".
Respecto de los dichos de Rayford incriminando a "B.", y de la entrega de la tarjeta con el nombre de éste, el
tribunal señaló que era posible aseverar que a la individualización de "B." se había llegado como efecto
exclusivo del procedimiento ilegítimo en el que se secuestró el estupefaciente. La Corte razonó entonces que,
de no haber sido por ese medio ilegítimo, resultaba harto conjetural suponer que Rayford hubiese involucrado
a "B." espontáneamente. En base a ello, concluyó, existe un nexo directo entre el secuestro ilegítimo y la
mención que Rayford trae de "B.", todo lo cual "autoriza a descartar que sus manifestaciones sean el fruto de
una libre expresión de voluntad".
Una vez resuelta la exclusión de estas evidencias, la Corte señaló que igual suerte debía correr la confesión de
"B." y las manifestaciones de "L. S.", atento a que no había habido "varios cauces de investigación sino uno
solo, cuya vertiente original estuvo viciada y contaminó todo su curso".
Una primera excepción a la regla de exclusión mencionada por la Corte en "Rayford" existiría en caso de que
hubiese un cauce de investigación distinto del que culmina con el procedimiento ilegítimo, de resultas de lo
cual pueda afirmarse que existía la posibilidad de adquirir la prueba cuestionada por una fuente distinta o
autónoma.

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