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Éstos
para la educación son: la naturaleza, la cultura y la sociedad, tan-
to familiar, como las sociedades intermedias en sus distintas formas, la so-
ciedad política (el Estado) y la sociedad religiosa (la Iglesia). Como sintesis
de todas las influencias educativas, analizaremos el tipo de causalidad del
maestro. Éste actúa siempre por delegación de la familia, de la Iglesia, del
Estado, o de otras sociedades. Pero la causa eficiente principal, que será
movida por los agentes exteriores, es el mismo educando en cuanto se edu-
ca en cierto modo a sí mismo. Siguiendo a San Agustin, podemos decir que
encuentra en sí el Maestro que lo educa.
En cada caso es necesario puntualizar en qué consiste el agente, en qué
sentido educa o qué hábitos son los específicos de su competencia; de dón-
de proviene su deber y derecho para educar, y mediante qué educa.
Para poder educar hay que tener título o derecho de índole ético jurídico
y también habilitación profesional. No todos están capacitados para enseñar,
ni a todos los agentes les corresponde con el mismo deber y derecho la
educación en uno u otro ámbito. Así habrá ámbitos en que un agente edu-
cativo tiene una competencia principal o exclusiva, mientras que otros la
tendrán de una manera secundaria o accesoria. De hecho cuando no se
clarifica bien esta cuestión, los agentes usurpan unos a otros los derechos,
competencias y ámbitos. Así, por influencia del liberalismo y el positivismo
francés en su origen, el Estado, en la Argentina, ha usurpado y usurpa ám-
bitos que no le corresponden y se ha constituido en Estado Educador, a
veces en forma exclusiva, superando aún sus modelos foráneos. Por otra
parte, la educación es un proceso esencialmente social y la sociedad prime-
ra encargada de la educación es la familia. Pero ella aisladamente no puede
alcanzar sus fines, incluso los educativos, ya que es sociedad imperfecta.
Por ello es necesaria la participación de las otras sociedades. En orden al
bien mún, la sociedad civil tiene preeminencia sobre la familia, la cual
alcanza en aquella su conveniente perfección temporal. A la Iglesia, por otra
parte, le corresponde toda la esfera de la fe y de las costumbres, es decir lo
religioso y moral, directamente. Pero su magisterio se extiende a todo el
ámbito cultural y científico, en tanto se necesita que el mundo de la cultura,
el de la ciencia y el de la fe, funcionen armónicamente. La verdad es una,
el educando es una unidad también, por lo tanto, no puede haber hiatos
entre las distintas esferas.
Analizaremos a continuación cada uno de estos agentes.
3.1. Naturaleza
Naturaleza es lo dado, el conjunto de todas las cosas creadas. Es el
principio de los actos de conocimiento y el término de las tendencias ape-
titivas del hombre. Éste no llegaría nunca a conocer nada, si no hubiera
cosas naturales para conocer. En sí es una tabla rasa, que en diálogo con la
realidad pone en acto su capacidad de conocer y amar. ¿En qué sentido у
medida la naturaleza educa al hombre? En tanto participa de un logos uni-
versal. En efecto, el mero contacto con la naturaleza no educa de suyo.
Cuando decimos que la tierra, los frutos de la naturaleza, los animales,
"educan", nos dan alegría, enseñan y ayudan en la perseverancia y constan-
cia, o en la intuición del ritmo de los tiempos y la vida, en realidad, estamos
valiéndonos de ellos como indicios o signos. Lo son de una idea o de una
inteligencia (o mejor de una Persona), que nos disemina señales que debemos
decodificar. Hay una inteligencia y un amor detrás de esas pistas. Es esa
Causa de la naturaleza Quien las utiliza instrumentalmente, como "material
didáctico", Quien está educando. Es un camino, escrito fuera del hombre y
en el mismo hombre, para que éste lo recorra.
Las cosas naturales son principio activo de nuestros actos de conoci-
miento [...] y son término de nuestras tendencias apetitivas. Sin la naturale-
za exterior no se producirían en el hombre esas dos acciones inmanentes
perfectivas que responden a los nombres genéricos de conocimiento y
amor”"172. Santo Tomás describe estas operaciones del hombre en relación
con las cosas en su doble dirección: de atracción de las cosas por parte del
hombre en las operaciones de tipo cognoscitivo, y de atracción del hombre
por las cosas, en las operaciones tendenciales y de amor 73
3.2. Cultura
La cultura es todo lo que el hombre añade a la naturaleza. Lo que el
hombre ha cultivado en ella. Esa naturaleza puede ser la del mismo hombre,
y en ese sentido hablamos de un hombre cultivado, culto. Ésta es la cultura subjetiva. Si la
naturaleza cultivada es la exterior al hombre, se trata de la
cultura objetiva. Así hablamos del cultivo de la tierra, de un producto alimen-
ticio como el queso, de un cuadro o de una obra musical. En todos los casos
es un producto artificial, se constituye como un gran edificio construido por
sucesivas generaciones, que no surge espontáneamente por fuerzas naturales.
La cultura objetiva es fruto de la cultura subjetiva, pero a su vez, en la
medida en que es objetivada y tiene una vida independiente del hombre
mismo, es también causa del cultivo y de la educación de él.
El concepto de educación y el de cultura están intimamente unidos ya
que no se da una sin la otra: La educación es posible en tanto transmite un
legado cultural. Y éste no puede pensarse sino como causa y efecto de
aquélla. La cultura se constituye en una herencia social no biológica. La
educación en un sentido amplio es un proceso de enculturación, por el que
la cultura es dada por la sociedad y el hombre se apropia de ella. La educa-
ción formal no sería en este sentido sino una clase especial de enculturación.
La adquisición del habla, anterior a la educación formal, es el proceso más
importante de culturalización.
El ámbito en que la cultura educa abarca toda la vida del hombre, desde
lo sensible hasta lo religioso. Aqui se da un caso similar a lo que sucede con
la naturaleza, ya que a los objetos y ambientes culturales, les faltaría la in-
tencionalidad para ser educativos. Dicha intencionalidad la pone el creador
del objeto cultural. Éste se convierte así en causa instrumental de esta edu-
cación. Así el idioma, las ciencias, el arte, las técnicas, concretados en sus
diversos productos, un texto científico, narrativo, una escultura o un cuadro.
3.3. Sociedad
El hombre es un animal social. La sociabilidad es una propiedad, es
decir, un accidente que se deriva necesariamente de su esencia. Y la educa-
ción se constituye en este contexto vital, ya que por definición se da entre
dos. Y se da en el marco de distintas sociedades naturales: familia, Iglesia
o sociedad religiosa, y Estado o sociedad civil. Además se inserta desde su
nacimiento en distintas sociedades más o menos artificiales, en el seno de
las cuales también se desenvuelve, como pueden ser las distintas asociacio-
nes culturales y deportivas.
3.3.1. Familia
El hombre nace en una familia, sociedad con fundamento biológico. Es
la comunidad natural e imperfecta, necesaria, cuyo fin es la procreación y
educación de la prole y la ayuda mutua de sus miembros. La familia es
necesaria para que existan las otras comunidades y la nación misma. Parti-
cipa de algo sagrado por la generación de la vida en su seno. Pero además
por la continuación de dicha generación por la educación con la que actua-
liza su espiritualidad e introduce al hombre en la esfera de la trascendencia.
Es en la familia donde se transmiten los bienes y creencias fundamentales.
Es en su seno donde se forma la conciencia más elemental y en la que surge
espontáneamente una postura frente a la vida, especialmente respecto a su
sentido. Es allí donde se forma la cosmovisión que acompañará al ser hu-
mano, positiva o negativamente, durante toda su vida.
Santo Tomás ve el fundamento de la misión de los padres en la educación
como la continuación o complemento natural de la generación. El padre es
"principio de la generación, educación, disciplina y de todo cuanto se refie-
re al perfeccionamiento de la vida"74 Alfonso X el Sabio en su legislación
establece el deber de los padres para que lleven a sus hijos al acabamiento
de ser hombres, no sólo en los cuerpos y en sus miembros sino también en
las costumbres. Los padres son así los educadores natos de sus hijos.
Las funciones de los padres se sintetizan en que deben dirigir, regir y
corregir a sus hijos. Éste es su deber y su derecho: “Dirigir por los cauces
de su autentica finalidad al desarrollo perfectivo de los hijos; sostener y
regir, aumentando y favoreciendo el desenvolvimiento de los gérmenes
perfectivos de la naturaleza y corregir, enmendando y extirpando aquellos
otros que pueden imperfeccionar y degradar la naturaleza por no ser según
razón".
El derecho y el deber de educar le corresponden a la familia de modo
primario, y tienen su fundamento en el fin de la misma, en la razón de su
existencia. "El derecho de la familia tiene prioridad de tiempo y de natura-
leza respecto de toda otra sociedad posterior especialmente el Estado [...]
El Estado, que es posterior a la familia, tiene la obligación de respetar y
proteger la autonomía de la familia en orden a la educación de los hijos y
es por completo contrario a la naturaleza la sustitución y usurpación, por
parte del Estado, de este derecho inalienable de la familia. Debe decirse,
pues, que la educación es originariamente natural, libre, privada, en cuanto
emergente de la misma esencia de la primera sociedad que es la familia" 136.
El ámbito de competencia de la familia es en primer término la vida
sensible. El valor de ésta, la salud, cae bajo su responsabilidad directa. Esto
que siempre ha sido admitido como obvio, es cada vez más frecuentemente
mutilado o discutido. El fortalecer los lazos familiares es, además, la mejor
medida preventiva de problemas de salud en el sentido integral de ésta.
Le corresponde naturalmente también a la familia la educación moral y
social. En el seno familiar es donde se fortalece y encamina la voluntad
mediante los hábitos básicos que regulan la afectividad, los de laboriosidad,
constancia, perseverancia, control de sí mismo, veracidad, orden, respeto,
estima de la propia dignidad. La formación del criterio para juzgar acerca
de lo bueno y lo malo, de lo bello y lo feo, lo digno y lo despreciable, por
afirmación u omisión, se forman en la familia. Es muy difícil suplir luego
esta función básica. Esto exige una determinación y un esfuerzo consciente
y constante, y siempre quedan deudas y cuestiones pendientes cuando se
pierde la oportunidad que da la situación educativa natural del seno familiar.
Es aquí también donde se adquiere el sentido de pertenencia a una nación,
el respeto a los símbolos patrios, las costumbres básicas que hacen a la
convivencia cívica más elemental. La primera óptica mental que incluso
distingue a los hijos de una familia de otra, es fruto de esa primera postura
práctica ante la vida, de esa decisión diaria y vital de elegir unos valores en
lugar de otros como forma de vida.
Es también en la familia donde se aprende el catecismo básico. Ella es
la “Iglesia doméstica". Por ella el individuo se inserta también en la comu-
nidad religiosa.
Si bien la estimulación y disposición de la inteligencia son producto de la
intervención familiar, la educación científica no le corresponde directamente
Los medios de que dispone la familia son en primer lugar, el ejemplo y
el clima o ambiente que se crea en el hogar. El diálogo y el decir cotidianos
son auxilios importantísimos, pero secundarios respecto a las vivencias
cotidianas. Un clima de respeto, de trabajo, de veracidad, de amor, deja
huellas indelebles en la formación de la persona. Permiten conocer y cono-
cerse a sí mismo sin perturbaciones. Especialmente el autoconcepto y la
autovaloración que se aprenden como reflejos de la opinión del entorno
primario, quedan grabados y son difíciles de modificar. Son, además, los
principios explicativos de las conductas futuras.
3.3.2. Sociedades intermedias
Hoy la sociedad toda debe asumir, y de hecho lo hace, aunque no siem-
pre ordenada y eficazmente, la función de la educación. Así los profesiona-
les de los distintos sectores se incorporan a esta tarea a través de las asocia-
ciones profesionales, de los sectores públicos o de los sindicatos. En gene-
ral todo grupo intermedio (entre el hombre y el Estado) participa del carác-
ter de educador, ya que contribuye -o debería hacerlo-a que el ser humano
desarrolle y perfeccione sus potencias y logre su personalidad acabada.
Las empresas estatales o privadas pueden asumir y apoyar programas de
formación de cuadros profesionales de mando medio. Con ello se vería
también fortalecido y replanteado el sistema de Educación Técnica de una
manera eficaz y funcional.
El ámbito
que
a las distintas instituciones les corresponde depende de la
especificidad de las mismas. Así las corporaciones científicas tendrán que
ver con la formación en las ciencias y en las artes. Las profesionales, con la
formación y con el ejercicio competente y regulado de las profesiones. Las
deportivas, en su ámbito.
Todas, ya sea por extensión o por cuestiones prácticas, pueden tomar
aquellos ámbitos que le sean delegados. Así un club puede tener su escuela
deportiva e ir agregando, por razones de economía y unificación de esfuer-
zos, contenidos culturales generales, científicos, académicos, etc.
Los medios que pueden utilizar estas distintas sociedades tienen que ver
con sus fines. Los de comunicación deberían ser utilizados por todos los
agentes educativos, no sólo para informar y entretener, sino para dar educa-
ción sistemática. La incorporación de los medios virtuales, y las nuevas
tecnologías, con su fluir permanente, condicionan un cambio de dimensiones
de todo el sistema. De hecho son agentes educativos muy eficaces, aunque
muchas veces lo que transmiten y comunican es la crisis educativa, agudi-
zándola. Pero bien utilizados, constituyen un recurso excelente dada su
flexibilidad para corregir defectos у llenar lagunas de los otros agentes,
además de posibilitar la superación de tasas de analfabetismo, repitencia,
deserción, bajo rendimiento y desmotivación. Pueden contribuir a mejorar
la calidad y actualización de los contenidos pedagógicos que se imparten
dentro del sistema establecido, más rígido y anquilosado.
3.3.3. Iglesia
La Iglesia es la sociedad natural sobrenatural perfecta que tiene por fin
la salvación de las almas. Es suprema en su orden.
La Iglesia Católica fundó escuelas desde sus orígenes, tanto en Europa
cuanto en Argentina, en Occidente y en Oriente, con el fin primario de en-
señar el catecismo. Inmediatamente se fue extendiendo a la enseñanza de la
lecto-escritura y de oficios básicos. Así surgieron instituciones educativas
varias, desde las de enseñanza y formación general, hasta la universitaria,
pasando por escuelas de artes y oficios y técnicas. Las primeras universida-
des surgen en el seno de la Iglesia.
La necesidad de educar en un ambiente moral y científico coherente, con
la verdad como centro y motor, donde no haya contradicción entre los con-
tenidos de las ciencias profanas y las de contenido religioso, es lo que le dio
y le da un gran impulso a la obra educadora de la Iglesia.
En el orden sobrenatural tiene dos títulos para educar: 1) La expresa
misión y autoridad suprema que le dio el mismo Cristo. “Id, pues y ense-
ñad"177. 2) La maternidad sobrenatural por la que engendra, alimenta y
educa a todos los hombres para cumplir su fin: salvar a todos los hombres78.
En este plano corresponde a la Iglesia el derecho a la fundación de institu-
ciones educativas propias ordenadas a la salvación de los hombres, con
plena autonomía respecto del Estado. También por subsidiariedad puede y
debe ocuparse de la educación en todos aquellos ámbitos y aspectos en que
los otros agentes, de hecho, no pueden hacerlo.
Los medios que tiene la Iglesia para educar son: el ambiente educativo
que genera; los sacramentos, ritos y liturgia; el templo y su arquitectura; el
arte en sus distintas formas, las asociaciones y congregaciones, los medios
de comunicación; las escuelas e instituciones educativas de todos los nive-
les establecidas especialmente con fines de diverso orden.
Toda la educación de la Iglesia y de las distintas instituciones es pública.
El Bien Común es público en cuanto perteneciente a toda la sociedad civil
por lo que la escuela (como educación institucionalizada) es siempre públi-
ca, ya sea de gestión privada o estatal. La escuela pública es, con anteriori-
dad de tiempo y de naturaleza y en el orden natural, privada, emergente de
la libre iniciativa de las sociedades esenciales de primer grado (las familias)
y aún de las sociedades menores de segundo grado como los gremios, em-
presas y otras semejantes, que se fundan en el derecho natural de asociación
En el mismo orden natural, la escuela pública puede ser estatal (u 'oficial')
con posterioridad de tiempo y de naturaleza. El Estado, en cumplimiento de
su misión propia que es el cuidado y consecución del bien común, cumple
una función supletoria fundando escuelas allí donde la iniciativa privada no
puede cumplir con su misión educativa.
3.3.4. Estado
El hombre nace en el seno de una comunidad política, que es el Estado.
Éste constituye una comunidad natural, perfectamente autárquica cuyo fin
es el Bien Común Temporal. Éste consiste en la buena vida de sus miembros.
El Estado debe garantizar entonces, la creación de las disposiciones nece-
sarias para que todos sus miembros, todos los ciudadanos que lo integran,
puedan llegar a la realización de sus fines y vivan una vida feliz. Para que
esto se pueda dar la educación es necesaria. El Estado debe proteger y pro-
mover y no absorber a la familia y al individuo, ni tampoco suplantarlos.
Por tanto es deber del Estado, proteger en sus leyes el derecho a la educación
anterior de la familia. También el derecho de la prole cuando falte física o
moralmente la obra de los padres, por defecto, incapacidad o indignidad.
Debe promover asimismo la educación e instrucción de la juventud, favo-reciendo y
ayudando a la iniciativa de la Iglesia y las familias, completando
esta obra, donde ella no alcanza o no basta. Para esto puede tener escuelas
e instituciones propias ya que el Estado está provisto de medios, puestos a
su disposición para las necesidades de todos. Es justo entonces que los
emplee para provecho de aquellos mismos de quienes proceden. Además el
Estado puede exigir, y por tanto procurar, que todos los ciudadanos tengan
el conocimiento necesario de sus deberes civiles y nacionales, y cierto gra-
do de cultura intelectual, moral y física, que el bien común, atendidas las
condiciones de nuestros tiempos, verdaderamente exija!79. "El Estado debe
dejar hacer lo que puede llevar a cabo la iniciativa privada, ayudar a hacer
lo que la iniciativa privada puede realizar hasta cierto punto, y hacer por si
lo que la iniciativa privada de ninguna manera puede efectuar [...] no siendo
el Estado educador por naturaleza, [...] su deber debería reducirse al pru-
dente control de que la escuela pública (privada o del Estado) cumpla su fin
de ordenamiento al bien común”180.
La competencia del Estado para educar es de tipo práctico moral y social.
Le incumbe la formación básica cultural especialmente en lo que se refiere
a lo nacional y su inserción en el mundo. También la formación científica,
aunque la puede delegar. Lo que le es específico e indelegable es la forma-
ción militar.
Por el principio de subsidiariedad, el Estado tiene el derecho y el deber
de ocuparse de la educación allí donde la familia y las otras sociedades no
pueden llegar.
Los medios de que se vale el Estado para educar son ante todo las leyes.
La ley tiene una enorme fuerza educadora. Por otra parte, la existencia de
un ambiente socio político fuerte y sano crea un marco adecuado para que
las virtudes cívicas y morales crezcan y se desarrollen. La ejemplaridad de
los gobernantes constituye una causa eficiente y ejemplar eficaz. Así también
los medios de comunicación propios o que caen bajo su control son instru-
mentos valiosos. Y el sistema educativo formal, con sus escuelas, Univer-
sidades e instituciones varias, terminan de explicitar la fuerza del Estado
como causa eficiente de la educación.
Resumiendo lo que hemos dicho respecto de los agentes educativos:
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