ARELLANO, Sergio. Más Allá Del Abismo

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“Un libro revelador” opina Emilio Filippi en su presentacién. Y ciertamente, MAS ALLA DEL ABISMO descorre el velo que hasta ahora impedia conocer el verdadero trasfondo del golpe militar de 1973. Sin concesiones demagégicas, desde una posicion de inalterable consecuencia, Sergio Arellano entrega un testimonio inédito de un perfodo histérico que vivié intensamente y aporta una valiosa y profunda reflexion sobre lo que llama el proceso de desintegracién nacional. Pero MAS ALLA DEL ABISMO es mucho mas que un testimonio. Es un libro inteligente. Es un llamado vehemente a salir de nuestros ghettos para refundar la patria sobre la base del dislogo y el entendimiento reciproco entre las Fuerzas Armadas y la civilidad. Es una invitacién a abandonar la politica en blanco y negro, a asumir compromisos individuales y colectivos y a desterrar Ia indiferencia frente a lo que para muchos es un presente indtil con un porvenir incierto, para asi lograr el necesario reencuentro... antes que sea demasiado tarde. "Bio eccion MAS ALLA DEL ABISMO- Sergio Arellano Iturriaga Mas alla del abismo ee YUNA PERSPECTIVA “BIO Kccion Mas alla . del abismo UN TESTIMONIO Y UNA PERSPECTIVA. SERGIO ARELLANO ITURRIAGA, 3 ©Sergio Arellano Iturriaga Inseripcin N° 62.559 Editorial ““Proyeccién”” Futocomposicién y Disefo: Impresiones y Comunicaciones Lida. Portada: Hernan Vidal 1 Edici6n, Julio de 1985 PRESENTACION Periddicamente cae en nuestras manos algin libro de testimonios. La historia reciente, con todo su dinamis- mo, se presta para la rélacién de hechos que, aunque puntuales, tienen incidencia en lo global. A veces, la ‘ocurrencia de determinadas situaciones sirve al testigo presencial o al protagonista ocasional como material primero de una cadena de coincidencias que van for- mando el trasfondo histérico dela época. Es probable, también, que el cronista no siempre logre captar la proyeccién profunda de los acontecimientos y que se involucre en ellos més all4 de lo aceptable. Por eso, los libros de testimonios, con ser todo lo va- lioso que resultan, son objeto muchas veces de reticen- cias. Explicable posicién ésta que asumen los criticos exigentes cuando piensan que a los crunistas de sus pro- pias vivencias muchas veces los arboles no les han deja- do ver el bosque. De all que sea frecuente decir que la Historia sera en definitiva la tinica y suprema jueza. A ella se deja la 5 responsabilidad tltima de definir el sentido de lo ocurrido, la verdadera perspectiva, ésa que ubica alos personajes y sus obras insertos en un contexto. Todo tiene as{ una explicacién mucho més trascen- dental y perdurable. Con tales limitaciones, sin embargo, el cronista de hechos vividos y protagonizados de alguna manera por él mismo, es el mas calificado testigo que la His- toria puede acoger. Justamente de alli los historiadores —miés frios y distantes— tienen la oportunidad de sa- car la documentacién de primera agua, el relato fide- digno y la dimensién humana de los actores principa- les, A veces, pequefias anécdotas o hechos casuales al- teran las imAgenes que en raz6n de la publicidad o de los silencios tienen determinado cariz inauténtico. Todas estas reflexiones se nos antojan al leer con de- tencién, y reconozedmoslo, con fruicién, este pequefio libro de Sergio Arellano Iturriaga. Libro pequeio, entre paréntesis, por las pocas paginas que tiene, pero que estd destinado a jugar un importante papel. Por- que Més allé del abismo es una obra reveladora. Apre- tada de datos, escrita con una rigurosidad profesional que sobrecoge, no hay palabras de mds en el relato. Y Io que sugiere es profundo y determinante. Arellano es un joven abogado que brilla con luz pro- pia. Pero, ala vez, es hijo de un general de Ejército en Tetiro, que fuera uno de los principales I{deres del mo- vimiento militar que culminé con el derrocamiento del gobierno del Presidente Salvador Allende. Esto sirva como presentacién esencial. No hay explicaciones ni excusas vanas en el trabajo del autor. No lo eseribié, por lo demés, para justificar- se, porque Arellano no hace concesiones demagégicas ni anda tras la busqueda de un “perdén” espurio. Por el contrario, al leer y releer Mds alld del abismo uno se encuentra con un hombre auténtico, fiel a sus princi- pios, que reconoce naturalmente haberse equivocado en alguna apreciacién apresurada acerca de personas y hechos, pero que no santifica frivolamente lo que ayer combatié ni abjura de los ideales que abrazara en su juventud primera ni de las instituciones que los encar- naban. El pormenorizado recuerdo de aquellos. dias que Arellano vivié tan intensamente, y su andlisis de lo ocurrido con posterioridad, logran fundirse en un solo todo. La obra tiene, por cierto, un propésito, porque Sergio Arellano Iturriaga no esté en edad —y, supon- go, en dnimo— de escribir meras memorias. En Més alld del abismo, el autor nos trae un mensaje de racionalidad, de reconciliacién, para provocar el necesario reencuentro entre los chilenos. El entiende que en Chile jamés nos volveremos a abrazar todos si mantenemos en el sigilo la sospecha, el rencor y, me- nos, el odio disfrazado de indiferencia. La tnica m nera de reconciliamos es a través de una gran terapia de grupo, para que termine ese absurdo maniqueismo de ubicar a los “buenos” junto ala luz y alos “malos”, enel fondo de las tinieblas, Un fariseismo presuntucso con el que se denigra al préjimo para sacar supuestas ventajas personales. Es indispensable, pues, que para el reencuentro fi- gure en primer término el “poner las cartas sobre la mesa”. Debemos decir todo lo que procesamos, sacar Jo que tenemos adentro, como \inica forma de conven- cernos de que hay buenos y malos en todos lados, que no todos los que parecen criminales lo son, ni que los que posan de buenos tienen derecho a tal arrogancia Contar la verdad, mas que no sea una versién perso- nal de esa verdad, es no sélo wtil para acumnular ante- cedentes para la Historia, sino que resulta saludable para la vida presente y una manera eficaz de desconta- minar el ambiente de tanta odiosidad. Arellano es, antes que nada, un demécrata. Como Maritain, piensa que “una democracia auténtica 7 implica un acuerdo radical de los espiritus y de las vo- luntades acerca de las bases de una vida en comin”. Porque la democracia “tiene conciencia de si misma y de sus propios principios y debe ser capaz de promover sus propias concepciones de la vida politica y social; debe alimentar dentro de si un credo comin humano, el Credo de la Libertad”. Sobre estos fundamentos, cualquiera solucién a los problemas de Chile deberia estar regida por el signo de la consecuencia. No puede decir que cree en la libertad quien esté dispuesto a transigir con el totalitarismo. No puede hablar de derechos humanos, si hace caso omiso de los excesos que, en virtud del “orden o la tranquili- dad”, se cometen contra las personas. En fin, quien se proclama demécrata debe creer en la libertad no slo como un lema propagandistico sino como una forma de vida, de permitir a los demas que vivan, de compar- tir derechos y deberes, de participar en la construccién y desarrollo de su pais, Son bases esenciales. Por otro lado, tampoco se puede convertir las tesis en dogmas. El “principismo", por ejemplo, puede ser un mal muy parecido al sectarismo 0, en menor nivel, a la tozudez irresponsable. Alguien ha dicho que la politica es el arte de lo po- sible. Por cierto los esquemas tedricos son indispen- sables, E] mismo Maritain sostiene que “no hay politi- casin filosofia politica”. O sea, sin una concepcién del hombre, de la sociedad, del bien comin, de la ley y del Derecho. No existe, en realidad, ninguna contienda politica que pueda prescindir de la contienda filos6fi- ca. Puede haber choque de intereses, pero una contien- da politica propiamente tal supone necesariamente un pensamiento filoséfico que se contraponga a otro. E] ideal para uno es que si cree que su filosofia es la verdadera, la tinica aceptable, fuesen esos principios los que predominasen sobre cualquiera otra considera- cidn. Pero en politica se dan circunstancias diversas. 8 Hay realidades que uno debe asumir con racionalidad. Y, en esa perspectiva, determinar con franqueza si prefiere morir por los principios 0, relativizdndolos sin claudicaciones, alcanzar algun grado de eficiencia a través del didlogo y el intercambio. El juego democra- tico, por ejemplo, nos pone siempre a prueba, El Presi- dente Rail Alfonsin, en una frase que lo ha definido, dijo una vez: “Es tan malo triunfar a costa de los prin- cipios como no triunfar nunca para mantener incélu- mes los principios”. La salida a la grave crisis que vive Chile deber4 te- ner en cuenta esta verdad. El problema deber4 abordarse alrededor de en qué se conviene transar. Menuda tarea, pero no por eso menos indispensable. El lider debe tener una visi6n a largo plazo y un sen- tido global de la politica. Medir4 los costos, es cierto, concederd lo que estime transable, pero es absurdo que se niegue a conversar si el bien comin esta de por me- dio. Es el propio Papa Juan Pablo II —mencionado por Sergio Arellano en su libro— el que pone las cosas en un lugar preciso: “El hombre de pez no debe recurrir a desacreditar sistematica y radicalmente al adversario y sus actuaciones sino reconocer la parte de verdad que hay en otros”. Y agrega: “La verdad no tiene miedo de los acuerdos honestos sin sacrificar convic- ciones y valores esenciales” porque no puede “haber paz sin una disponibilidad al didlogo sincero y conti- nuo”. Este es el sentido del libro de Sergio Arellano. Un Iamado sincero, sin adjetivos y sin maliciosas alu- siones. Deherd ser entendido como un aporte para la comprensién de la gran crisis que ha vivido Chile en estos Ultimos quince afios. Ni el autor lo pretende ni podria esperarse de Mds allé del abismo otra cosa que una contribucién valiosa. Seguramente habra otras 9 versiones, otros enfoques y otras maneras de entender los acontecimientos. Arellano'est seguro, si, que noha omitido detalle til ni ha manipulado la verdad para evar las aguas a su molino. Tiene, como hemos dicho, el valor de la autenticidad. Y de sus conclusiones se puede sacar una leccién que, quisiéramos también, sir- viera en el futuro, EMILIO FILIPPI 10 EL AUTOR Sergio Arellano Iturriaga, abogado recibido en Ia Universidad de Chile, a su paso por las aulas universi- tarias, se comprometié en forma militante con el pen- samiento humanista cristiano. Testigo y joven partici- pante en el proceso que Ilevé al poder a Eduardo Frei en 1964, més tarde, durante los turbulentos mil dias del Gobierno de Salvador Allende, su afan democrati- co lo situé en lugar preferenteen la lucha por la preser- vacién de la democracia en Chile. Comprometido, como tantos otros jévenes, en la de- fensa de los valores amagados por la pasién, la dema- gogia y el dogmatismo rayano en lo fanético, creyé ver, al igual que la mayorfa de los chilenos, la llegada de una etapa renovadora para éste, su pafs y, en pos de esos ideales, asumié el riesgo personal como demostra- _ cién efectiva de la firmeza de sus creencias. Su decepcién fue casi inmediata y, doce afios des- pués, al no ver florecer lo que se esperé de un movi- miento militar anunciado como el gran renovador y promotor de la unidad entre los chilenos, contintia con la misma conviccién inalterable trabajando sin claudi- eacién ni pausa, para que imperen otra vez en Chile las normas que tigen a las sociedades democraticas. Jurista racional, estudioso, sensitivo, esté compro- metido con la denuncia reetificadora a la vez que a pugnar por el reencuentro y la reconciliacién de los chilenos, pensando que atin es tiempo y tarea de todos el crear esas condiciones de fructifera convivencia entre hermanos. Sus actos y palabras cotidianas, ahora contenidas en un mensaje digno de recoger, se en- cuentran en las apretadas paginas de este libro con el cual muestra otra faceta de su espléndida personali- dad. ERIC CAMPANA BARRIOS " A mis hijos UNA REFLEXION PREVIA “Yo soy yo y mi circunstancia”, La conocida frase de Ortega y Gasset, mas que un axioma, es el fiel reflejo de nuestras vidas. Nosotros po- nemos lo nuestro y ello gravita algo més 0 algo menos en el destino individual, pero los factores circundan- tes, la conjuncién de otras voluntades, nuestra ubica- cién en un nticleo social o familiar, e incluso circuns- tancias generadas por nosotros pero que adquieren su propia dinamica, condicionan en definitiva nuestras vidas y marcan los planos afectivos, intelectuales, axiolégicos y de intereses. Una vez radicados en ese contexto, que normalmen- te no es definitivo, adoptamos opciones con un criterio primordialmente emocional, influido por el signo de nuestro medio, o lo que snele ser peor, por el vehemen- te rechazo a nuestros factores de influencia, lo que casi invariablemente acerca a los jvenes con inquietudes al nihilismo para luego madurar posiciones al amparo de nuevas —o atin antiguas— circunstancias, a lo que 2 ——————————————————————— se afiade, a veces, un proceso de intelectualizacién que es también: posibilitado por aquéllas. Cuando las opciones adoptadas inciden en concep- tos de orden social o politico, teorias econémices, valo- res religiosos u otros planos ideolégicos, y por tanto abstractos, y por lo mismo relativos, los homo sapiens —estos seres que pretendemos poseer la imagen de Dios— absolutizamos las verdades tan circunstancial- mente adquiridas, descalificamos a quienes han llega- do —o sido levados— a conclusiones o principios dis- tintos y hasta promovemos “guerras santas” contra los infieles que pretenden imponernos el imperio de la mentira. Lo que incluso resulta eémodo. Porque casi, casi, podemos dejar de pensar, a menos que se trate de buscar respaldo argumental para las convicciones ya ad- quiridas, Pero ni hablar de intentar comprender al ad- yersario, cuando no “enemigo”, porque la dialéctica de Santo Tomés no es util para aplastar al contrario. La generosidad se circunscribe al propio reducto y la inteligencia pasa a ser solo una herramienta al servicio de la pasién. Blaise Pascal sostenia que “la volunted es uno de los principales factores de las creencias; no es quella las produzea, sino que las cosas son verdaderas 0 falsas desde el punto de vista en que se las mire. La voluntad —afirmaba—, que prefiere un aspecto sobre otro, impide que la mente considere las cualidades de todo lo que no le gusta ver; y de este modo, la mente, moviéndose de acuerdo con la voluntad, se detiene pa- ra considerar los aspectos que a ésta ultima le agradan, y asi juzga por lo que ella ve”. Por cierto que los procesos sociales y los factores que condicionan el desarrollo politico de una nacién son de naturaleza més compleja que la reflexion que antece- Ge; pero, gno es acaso esta exacerbacién de las emo- ciones individuales y colectivas lo que ha producido en Chile la destruccién de la voluntad de didlogo, el dete- rioro de nuestra capacidad de entendimiento de la ” problemética politica con la consiguiente incapacidad para buscarle soluciones y un sentido maniqueista, cultivado y alimentado en algtin momento por todos los sectores politicos, que hace imposible el reen- cuentro y atin la comunicacién y que es mas bien pro- pio de un pais en plena guerra intestina? Si en 1973 no hubo guerra civil fue porque no exis- tian dos bandos con posibilidades de enfrentarse en términos de relativa equiparidad, pero no porque no estuviese vigente el propésito belicista. Lo tenfan los partidarios del gobierno de Allende, algunos de cuyos dirigentes lamaban a prepararse para la eventuali- dad, establecian organizaciones paramilitares y exal- taban los espiritus con sus ataques al “fascismo” y sus anuncios de “‘quemar Chile de Norte a Sur”. Y lo te- nfamos los opositores, que desedbamos el término de ese gobierno en forma tan vehemente como para no importarnos la forma en que se le pusiera término. En nuestras almas el conflicto estallé, y como suele suceder en tales casos, el odio dominé nuestras volun- tades y nuestros actos. Estuvimos en guerra, tal como lo estamos hoy, al cabo de doce largos ¢ intitiles aifos, y con una muy diferente composicién de bandos, porque nuevamente hay odio... si es que alguna vez dejé de haberlo. La historia de los tltimos quince afos esta atin por escribirse, y falta para ello mucho por decir, por con- tar y por investigar. Pero el andlisis de las causas que Mevaron a Chile a su actual situacién debe comenzar ahora, con una autocritica colectiva, con un firme pro- posito de comprender al adversario y con la voluntad de reconstruir una patria justa, solidaria y democréti- ca, donde tengamos cabida todos los chilenos. Mi testimonio sdlo pretende entregar esa porcién de la verdad que yo percibi desde mi perspectiva durante 15 ese periodo aciago en que dejamos de comunicarnos y en que, unos primero y otros después, nos convencimos que en los cimientos del. odio podrfamos construir nuestra grandeza, utilizando para ello el molde de la verdad, que no era mas que nuestra verdad... 0 nuestra mentira. “Todos hemos pecado”, decia monsefior Fresno. “Ninguno de nosotros esté libre de culpas”. Y las conse- cuencias de nuestros sucesivos pecados y errores han si- do draméticas. Chile ha caido en lo més profundo de la ciénaga: el exilio, la tortura, el crimen, la corrup- cién, la soberbia, el hambre, la ineptitud, la injusticia y la desesperanza son algunas de las caracterfsticas de una situacién a la que no tenfamos por qué llegar y de Ia que tenemos el deber de salir. Ha sido la Iglesia y, en particular uno de sus hombres —el cardenal Silva Henriquez— quien ha se- falado una vez més el camino hacia la luz. Por ello hoy podemos tomarnos las manos quienes antes nos combatiamos para cantar a la vida; podemos procla- mar al mundo nuestra solidaridad; podemos soar jun- tos nuestra unidad. Los ideales no han cambiado. Quizé no compartamos jamés el mismo proyecto de so- ciedad, pero hemos aprendido a conocer al ser humano més allé de su ideologia y eso nos ha dado humanidad y humildad. Y nos permite creer que los hombres vol- verdn a ser hermanos. Estas fueron mis circunstancias. 16 A PARTIR DEL ‘‘TANQUETAZO” 29 de Junio de 1973, Son las nueve de la mafiana. ‘Tanques del Regimiento Blindado N° 2 rodean La Moneda. No ha habido ni habré proclama; no se ha ‘ccupado ninguna emisora; no se desarrollan otras ac- ciones militares. Pasan las horas y todo est confuso. Los tanques no han hecho fuego. Sélo se escuchan disparos de metralla y fusil. Parece evidente que la accién de los blindados no estd coordinada con otras unidades. Hay tensién € incertidumbre. Todo es descabellado. Después de tres horas de desconcertada espera y de algunas confusas escaramuzas en el propio regimiento involucrado; los sublevados se rinden. La intentona golpista deja un tragico saldo de uniformados cafdos a manos de compafieros de armas. Todos se preguntan quién pudo estar detrds de estos hechos. En el curso de la tarde surgirian algunas respuestas: Pablo Rodriguez Crez y otros dirigentes del Movimien- to Patria y Libertad se asilan en la Embajada de Ecuador. Su conducta no les seria perdonada por el Ejército, o al menos, por la mayor parte de sus jefes... El panorama politico chileno sufrirfa desde entonces sustanciales modificaciones. Cada sector social, cada partido, cada individuo comienza a definir posiciones frente a la posibilided de un golpe militar. Hacia el in- terior de las Fuerzas Armadas se genera un amplio e inédito debate. En el gobierno los ultras se consolidan, a pesar de los honestos intentos de los sectores modera- 7 dos por evitar que la polarizacin se profundice avin més. En los dfas siguientes recrudecen los asaltos a casas particulares, fundos y sedes partidistas. El Movimien- to de Izquierda Revolucionaria conyoca “a la guerra civil ahora” en la portada de su publicacién oficial. Todo el mundo siente la necesidad de armarse. En los barrios se organizan comandos de defensa. En algunos sacos de azticar importada desde Cuba y adquiridos por particulares aparecen metralletas. Un oficial de Ejército y un carabinero son asesinados s6lo para robar su revdlver de servicio. El panico se generaliza y cada cual se aprovisiona en la medida de sus posibilidades para enfrentar un perfodo de incertidumbre. Nadie sa- be qué pasaré, pero nadie duda que algo pasar4... El mes de Julio fue dominado por el rumor, normal- mente relacionado con acciones militares: divisiones del Sur avanzaban sobre Santiago, Antofagasta habia sido ocupada por el Ejército, sublevaciones de tropas, etc. Y el rumor penetraba en todas las esferas: un s4ba- do, aproximadamente a las 10 de la noche, el general Carlos Prats presidfa una reunién-con oficiales de su institucién, Recibe una llamada del Secretario General de Gobiemo, Fernando Flores, quien le informa que los tanques del Blindado N° 2 avanzaban nuevamente hacia el centro. Luego de un momento dexdesconcierto alguien pregunt6: ¢Quién conduce los tanques si les tripulaciones estén detenidas? Volvié la calma, se hi- cieron consulta, Todo estaba en orden. ¢Estaba todo en orden? La alternativa militar ya estaba en juego. Para quienes la vefan como una esperanza, habia que alen- tarla y legitimarla. Para quienes constitufa un peligro, debia ser neutralizada. 18 MILITARES EN EL GOBIERNO Las Fuerzas Armadas no se habian embarcado en la lucha politica y, al parecer, no desaban hacerlo, Celo- sas y orgullosas de su profesionalismo, prefirieron siempre dejar a los politicos los asuntos piblicos y las opiniones personales de sus miembros sobre temas poli- ticos eran normalmente conservadas en el fuero inter- no. Enel presente siglo sdlo Ibafiez y los gobernantes de facto de 1932 habian incorporado a su ministerio ofi- ciales en servicio activo. Allende resolvié hacerlo en Octubre de 1972, en medio de uno de los perfodos més conflictivos de nuestra historia. Cuando los primeros ministros militares abandonaron el gobierno, éste ha- bia obtenido algunos resultados de corto plazo, como la solucién transitoria del conflicto con los gremios en huuelga, y llegé a inspirar mayor confianza en la ciuda- danfa conteniendo el deterioro de su base electoral, entre otros logros. Pero hubo un costo, que no era facil de percibir. Los jefes institucionales adquirieron una imagen de identificacién con el gobierno, circunstancia més aparente que real, pero que fue politicamente explota- da en forma reiterada. Ello originé una creciente mo- lestia entre la oficialidad que, indiscutiblemente, no sentia simpatfa por la Unidad Popular. A su vez, esta situacién contribuyé decisivamente a socavar el ascen- diente de los comandantes en jefe, en particular del Ejército y la Armada. Este sentimiento, si bien no se proyecto a la opinion publica, se lleg6’a convertir en una impotencia sorda y dolorosa que se extendié a to- dos los estamentos, En los primeros dias de Julio de 1973, el Presidente Hegé més lejos en el mismo sentido. Dispuso un Conse- 19 jo de Generales de Ejército y les ofrecié tres cargos en su gabinete, entre los cuales el Gnico con relevancia politica seria el Ministerio del Interior, que ocuparia el general Prats. La respuesta no fue la esperada: s6lo habria generales en el gobierno si estaban representa- das las tres ramas de la Defensa Nacional, en cargos de mayor importancia y con facultades para introducir rectificaciones. El Comandante en Jefe asigné a los generales Bo- nilla, Pickering, Urbina y Septilveda la responsabili- dad de entregar la respuesta al Jefe de Estado. Este se mostr6 desconcertado y vehemente. Insistié en que sus 6rdenes debfan ser acatadas y que las Fuerzas Armadas debfan absoluta obediencia a su investidura. Los emi- sarios hicieron notar que la decisién que se les solicité ya habia sido tomada y que ellos no hacfan ms que transmitirla. El encuentro terminé con una desafortu- nada amenaza del mandatario: “Se arrepentirdn de es- ta actitud. Algén dfa nos encontraremos en trincheras opuestas Esa noche se informaba al pais que las Fuerzas Ar- madas no serfan integradas al Ministerio “para evitar que se vean mezcladas en contingencias politicas”. HACIA EL DESQUICIAMIENTO En los mismos dies en que se daba cuenta que la infla- cién legaba a un uno por ciento diario, l ministro del Trabajo, Jorge Godoy, informaba que se encontraban ocupadas o “tomadas” 34.000 empresas industriales, artesanales y agricolas. El Diario Oficial debié aume: tar su némero de paginas para incluir 526 requi 20 ciones de industrias en una semana. Parafraseando a Lenin, Luis Corvalan Ilamaba a crear “fortalezas de la revolucién” en cada establecimiento industrial. El lider comunista aclaré los motivos del acuartela- miento: “Derrotar con la maxima rapidez y energia a los que desencadenen la guerra civil y liquidar ésta apenas estalle para evitarle a Chile los dafios de una prolongada contienda. Serd una guerra civil cortita”. La revista Punto Final titulaba su portada: “Ahora la Dictadura Popular®. El semanario Chile Hoy invita- baa “controlar y requisar alimentos, medicinas, com- bustibles y vehiculos”. En Ercilla, el periodista Hernén Millas informaba que un dirigente del MIR le habia confidenciado: “Contamos con 10.000 pobladores y 50.000 trabajado- res de cordones industriales. Disponemos de 12.000 metralletas y 40.000 armas cortas, més bombas incen- diarias, linchacos, cadenas y laques para la lucha cuer- po acuerpo”, Algunos recuerdan que, a fines de 1972, desde un avién procedente de Cuba, se habian desembarcado varios contenedores, que el director de Investigaciones retir6 personalmente. La tentativa de eludir el control aduanero se habfa visto en un comienzo obstaculizada, pero, a pesar del escéndalo, los lamados “bultos cuba- nos” ingresaron sin registro. A fines de Julio choca espectacularmente una ca- mioneta de la Corporacién de la Reforma Agraria. En su interior aparecen metralletas, pistolas y muni- ciunes. En su Buletin Lufurmativo, el MAPU lama a sus afiliados ‘‘a desarrollar el Poder Popular Armado y a echar las bases para constituir el Ejército del Pueblo”. Agrega que ‘‘cada militante debe participar en la ofensiva ideoldgica hacia oficiales, suboficiales y 24 soldados”. El secretario general del Partido Socialista expresa: “La legalidad burguesa se agoté. Ahora corresponde establecer la legalidad revolucionaria” “Si el fascismo no se somete, el pueblo quemar4 Chile de Norte a Sur”. El gobierno, entretanto, se negaba a: promulgar una reforma constitucional, aprobada ya por ambas ramas del Congreso, que delimitaba tres areas de propiedad. Esta negativa, que excedié el plazo que la Constitu- cidn conferfa al Poder Ejecutivo para su promulga- cién, fue un factor de conflicto que se haria insupe- rable. En las prolongadas reuniones de las directivas de los partidos oficialistas se trataba invariablemente el tema de las Fuerzas Armadas. Se consideraba improbable un golpe de Estado por cuanto en él tendrfa que tomar parte el Ejército, lo que se descartaba atendida la leal- tad demostrada por el general Prats y quienes le se- guian en antigtiedad. Los sectores mds radicalizados, sin embargo, pre- fieren introducir cuitas que aseguren un quiebre. Ast, inician esporddicas aproximaciones a suboficiales y oficiales jévenes y se pone en marcha un plan para ins- tar a la captura de los eruceros de guerra Almirante Latorre y Blanco Encalada. Simulténeamente se pide la no aplicacién de la Ley de Control de Armas, que facultaba a las Fuerzas Armadas para atender directa- mente las denuncias efectuadas en relacién a depésitos clandestinos de armamentos. Miguel Henriquez la ca- lifica de “nueva ley maldita”. El MIR reclama “el legi- timo derecho del pueblo a construir su propio Ejército, el Ejército del Pueblo”. “Dirdn los reaccionarios que esto es trasgredir las leyes, la Constitucion y el De- recho. Si que lo es. Aquf en Chile la clase obrera esté levantando en la préctica sus propias leyes...”. El Movimiento de Pobladores Revolucionarios con- voca a “defender e impulsar los Almacenes del Pueblo 22 en todas las comunas, a tomar el control de la distribu- cién y expropiar todas las grandes distribuidoras y to- dos los grandes almacenes que existan en las comunas...”. “A democratizar las Fuerzas Armadas ahora; a luchar por el alimento para los soldados, ca- rabineros y todo el pueblo; a lograr la unidad en los hogares de los soldades y suboficiales por el pan para sus hijos, la libertad y el socialismo”. El “Instructivo N° 7” del Cord6n Industrial Vieuiia Mackenna, distribuido en las empresas ocupadas del sector, planteaba otro punto de vista: “Ya no es hora de didlogos con nuestros enemigos de clase. Ni politi- queros fascistas, ni curas, ni militares, ni masones esta- r4n nunea de nuestra parte, porque sus bastardos inte- reses no son los nuestros. Exigimos la derogaci6n total dela nueva ley maldita sobre control de armas. Hace- mos presente al compaero Allende que, ante los ru- mores existentes, el Poder Popular de los Cordones no aceptard la presencia de militares en ningtin nuevo ga- binete”. En el mismo instructivo se ordena “a los jefes de brigada orientar a su gente sobre la manera de usar armas cortas y explosivos”. Termina recordando ins- trucciones anteriores en el sentido de juntar en sus lu- gares de trabajo y en sus hogares el maximo de alimen- tos no perecibles, tiles de primeros auxilios, velas y parafina”, En las calles céntricas de Santiago, casi diariamente se efectuaban manifestaciones en que una de las con- signas més coreadas era: “La tarea del momento, di- solver el Parlamento”. En otro plano, los inteadentes provinciales rehusa- ban proporctonar el auxilio de la fuerza publica para posibilitar el cumplimiento de las resoluciones emana- das de los Tribunales de Justicia, con lo que de hecho se estimularon las tomas, usurpaciones y acciones arma- das, que quedaban en completa impunidad. 23 El 25 de Junio el Pleno de la Corte Suprema adopté un acuerdo que fue transcrito en oficio al Presidente de la Republica. En él se expresaba que “la administra- cién cumple con el requerimiento de fuerza publica cuando y como quiere”, violando con ello disposiciones constitucionales y normas del Cédigo Orgénico de Tri- bunales, relativas a su facultad de imperio. Poco después, el intendente de Santiago manifesta- ba en una concentracién politica: “Habria que asaltar Jos Tribunales y masacrar a todos esos viejos momios”. En su edicién del 26 de Junio, que informaba del acuerdo de la Corte, el diario comunista Puro Chile ti- tulé en su portada “VIEJOS DE MIERDA”. El mismo periddico confirié varios de sus “huevos de oro” al Contralor General de la Republica, a jefes militares y 4 los politicos opositores. Al mismo tiempo, la capaci- dad fisealizadora de la Contralorfa se vefa desvirtuada por la habitual utilizacién del mecanismo excepcional del decreto de insistencia, con el que se obviaban los reparos de ilegalidad formulados a los decretos supre- mos. No existia en Chile ningtin poder del Estado o ins- titucién republicana a la que no se hubiese debilitado notablemente su prestigio. En la misma linea entré a actuar alguna prensa opo- sitora, surgiendo al menos un diario y algunas revistas que utilizaban la peor de las virulencias contra el Pre- sidente, sus ministros y los dirigentes de la Unidad Po- pular. Se denuncié la pérdida de numerosos vehiculos del Estanco Automotriz. La abundante documentaciéa que al respecto entregé un semanario no fue desmenti- da. Las radios opositoras son silenciadas una y otra vez por los més variados procedimientes: sustraccién:de cristales, corte de alambres, ete... La Contralorfa for- mula reparos a estos métodos, pero no es escuchada. 24 La muerte pasa a ser noticia de todos los dias: el extrafio asesinato del edecén presidencial, capitan de navio Arturo Araya, causa conmocién. Dos obreros son vietimados en La Reina. Un vigilante de un equipo ilegal que interferfa las transmisiones de canal 5 en Concepcién muere, al parecer, a manos de un nortea- mericano de apellido Townley. El joven teniente Lacrampette es secuestrado y asesinado por extremis- tas extranjeros. Comandos de Patria y Libertad destru- yen un gasoducto en Curicé y torres de alta tensién en toda la zona central. El local de la CUT de Santiago. dirigida por democratacristianos, es incendiado. Las escuelas universitarias son “tomadas” por uno u otro bando. Paran los comerciantes, los mineros, los trans- portistas. Las industrias ocupadas ya no producen, Se agota la existencia de casi todos los productos de pri-’ mera necesidad. El Presidente Allende anuncia que el pan alcanza para pocos dias. La frustracién se trans- forma en angustia. El miedo se hace sentir. Chile se estaba desquiciando... EL DIALOGO Con motivo de la delicada situacién generada en el Ejército por la intentana del 29 de Junio, el Consejo de Generales de esa institucién se abocs a la tarea de estu- diary elaborar un conjunto de proposiciones para entregar al gobierno a fin de presionar para obtener rectificaciones de fondo. Al efecto, se convino con la Armada y la Fuerza Aérea la nominacién de cinco ofi- ciales generales de cada reparticién para integrar un grupo de trabajo. Asi nacié el “Comité de los Quince”. El 16 de Julio los obispos catélicos formularon un 25 dramético llamado al diélogo entre gobierno y oposi- cidn, De uno y otro extremo del espectro politico sur- gieron contundentes argumentos para no iniciar con- ‘versaciones sin condiciones previas. Pero otros reco- sieron el desaffo, entendiendo que constituia la dnica alternativa a la violencia, y comenzé a gestarse el ciélogo entre el Partido Demécrata Cristiano y el Go- bierno, En esos mismos dias las Fuerzas Armadas entrega- ron al Gobierno, por intermedio del general Prats, el documento preparado por el Comité de los Quince. En él destacan la magnitud de la crisis en el plano politi- co, econémico, social y de seguridad exterior. Plantean la urgente necesidad de efectuar sustanciales madifica- ciones a las politicas gubernamentales, de promulgar le reforma coristitucional, de definir y respetar cada 4vea de propiedad, de restituir las empresas requisadas u ocupadas, de posibilitar el cumplimiento de las reso- luciones judiciales, de aplacar la agresividad de diri- gentes y prensa oficialistas, de participar activamente en el desarme de los grupos violentistas y de iniciar un didlogo con los partidos de oposicién orientado a bus- car consensos minimos. Es lamentable que dicho documento no se haya da- do a conocer hasta hoy a la opinién pablica, al menos en cuanto se refiere a sus consideraciones politicas y econémicas, ya que entiendo que sus comentarios sobre materias de Defensa pueden tener caracter con- fidencial. Ese trabajo representé en su oportunidad el pensamiento de las instituciones castrenses sobre la cri- sis que afectaba a Chile y sus posiciones no apuntaban otra cosa que a consolidar las instituciones democré- ticas, ertadicar las causas de la violencia y evitar el in- minente colapso. Si bien no legué a conocer el docu- mento, pienso que sus planteamientos constitufan un vehemente clamor de cambio y, atendidos los remiten-' 26 tes, podfa considerarse una exigencia. Pero el docu- mento jamAs fue respondido. En los dltimos dias del mes, los méximos directivos del Partido Demécrata Cristiano manifestaron su coin- cidencia con la inquietud planteada por la Iglesia y su plena disposicién al didlogo con el Gobierno. Desde ambos extremos se escucharon criticas al po- sible acercamiento y recrudecieron las descalifica- ciones. El vespertino Ultima Hora expres6 que las con- ‘versaciones podrian constituir “una traicién al pueblo”. El presidente del Partido Nacional, Sergio Onofre Jarpa, manifestaba que no participaria en didlogos con el Gobierno. Allende y Carlos Briones se declararon dispuestos a dialogar “con la oposicién demoerdtica y sin transar un 4pice nuestro programa”. E] 30 de Julio llegaron a La Moneda Patricio Aylwin y Osvaldo Olguin, presidente y vicepresidente del Par- tido Demécrata Cristiano, respectivamente. Entre las medidas solicitadas por el partido opositor habia cuatro quese planteaban con el mayor rango de importancia y urgencia: desarme de los grupos para- militares, devolucién de las empresas y predios agrico- las ocupados después del 29 de Junio, promulgacién completa de la reforma constitucional sobre las Areas de propiedad y gabinete integrado en parte importan- te por militares (se habl6 de siete u ocho y de ministe- rios claves). Allende deslindé su responsabilidad en los dos pri- meros puntos y reiterd su disconformidad con la modi- ficacién constitucional, por lo que no se encontraba dispuesto a promulgarla en su totalidad, atin cuando se le imputara estar violando la Carta Fundamental. Sobre la posibilidad de un gabinete militar, el Pr 27 dente sostuvo que las Fuerzas Armadas le habian hecho saber que no aceptarfan cargos de gobierno. ‘Transcurrié casi una semana antes que la directiva demécratacristiana diera por desahuciadas las infrue- tuosas convesaciones. Las esperanzas de solucién paci- fica se desvanecieron dramaticamente. gQué nos quedaba ahora? Hasta la prensa extranjera anunciaba la inminencia de un conflicto. The New York Times ti- tulaba: “Chile al borde del abismo”. LA ULTIMA OPORTUNIDAD ‘Allende sabia que le quedaba poco tiempo para adop- tar definiciones y el margen de decisién se habia estrechado considerablemente. Hasta ese momento ha- bia logrado contener las acciones de los grupos ultra, pero el odio se palpaba en el ambiente y tarde 0 temprano se desencadenarfa. Venciendo la resistencia de quienes deseaban es- tablecer “la dictadura popular”, el Presidente solicité ‘a los tres Comandantes en Jefe y al Director General de Carabineros que asumieran cargos en su ministerio. La reticencia del general de Aviacién César Ruiz Dan- yau fue vencida por la resuelta aceptacién de los ge~ nerales Prats y Septilveda y del almirante Montero. E19 de Agosto, Prats asumié la cartera de Defensa, Montero recibié el dificil cargo de ministro de Hacien- da, Ruiz fue nominado en Obras Piblicas y Transpor- tes y Sepulveda Calindo en Tierras y Colonizacién. Al informar esa noche al pais, Allende calificd esta for- mula como la “tltima oportunidad”... En el Ejéreito hubo molestias. Anteriormente el 28 _ cuerpo de generales habia establecido condiciones pa- ra pasticipar en el gabinete, las que no se habian cumplido. Por otra parte, el jefe institucional no con- sult6 con ellos su decisién, limitandose a informar a quien lo subrogaria en el mando, el general Augusto Pinochet. No estaba en discusién la bonestidad y cali- dad moral de Carlos Prats, oficial querido y presti- giado, pero sus compaiieros consideraban que el Co- mandante en Jefe no debia adoptar decisiones politicas que comprometian a su institucién sin consultarlos previamente, por lo que el no hacerlo le significé una importante merma en su autoridad El mayor desaffo en el corto plazo lo tenfa el general Ruiz Danyau. El conflicto. de los transportistas no mostraba visos de solucién sin un dréstico cambio de politica en el sector, que no podfa Ilevarse a la practica desde su Ministerio. ‘Ademis parecia poco factible que se entendiera con su radicalizado subsecretario, el socialista Jaime Faivovich ‘Al Sindicato Nacional de Duefios de Camiones se le habia cancelado su personalidad jurfdica y los ca- mioneros se vieron impedidos de adquirir repuestos para sus vehfculos, los que ya no se encontraban en el mercado y debfan ser importados directamente en mo- mentos en que, por laescasez de divisas, era casi impo- sible obtener que se cursara un registro de importa- cién. Y el conflicto estall6. Mientras el flamante ministro iniciaba infructuosos didlogos con los dirigentes gre- miales que encabezaba Leén Vilarin, Faivovich diri- gié un operativo policial destinado a desalojar a los huelguistas de la tibera del rio Maipo. La accién fue transmitida a todo el pats por la televisin. #1 general Ruiz no esperé mas y present al Presidente su Fenun- cia indeclinable al cargo de ministro. ‘Allende le exigié también la entrega de su cargo 29 castrense, lo que dio origen a una fuerte discusién. Fi- nalmente, César Ruiz renuncié a ambas responsabili- dades. El decreto respectivo fue tramitado integra- mente en menos de tres horas. Los oficiales de las bases aéreas de El Bosque y Los Cerrillos, luego de acuartelarse, comunicaron a Ruiz su decisién de seguir considerdndolo como Comandan- te en Jefe del arma. Asf lo hizo saber, en un eomunica- do oficial de la FACH, su jefe de Relaciones Publicas, comandante Gallegos, Se informé de acuartelamientos en diversas unidades navales. Luego de un perfodo de indecisién, el general Ruiz insistié en que la renuneia ya habia sido presentada y tramitada, por lo que no proced{a volver atrés, En la tarde del 20 de Agosto. asumié la comandancia de la Fuerza Aérea el general Gustavo Leigh. Entonces comenzé una nueva batalla para Allende. Atendidas las circunstancias, Leigh se negé a aceptar el Ministerio de Obras Publicas y Transportes que le fue ofrecido. La insistencia del Presidente fue vehe- mente, pero intitil. El encuentro fue dspero. La rela- cién entre ambos hombres partié trizada y ya no mejo- rarfa, Finalmente, se acordé que asumiese la cartera el ge- neral que estuviese, por si, dispuesto a aceptarla, for- mulandose la oferta por orden de antigtiedad. Luego de algunas negativas por parte de los més antiguos, el nombramiento recayé en el general Humberto Magliochetti. 30 EL PROBLEMA MILITAR El Cuerpo de Carabineros parecia no tener divisiones internas. Ello se vio desmentido cuando se ordené el traslado a Santiago —en época desusada, como es ‘Agosto— del Prefecto de Valparaiso, general Arturo Yovane, quien disfrutaba de gran popularidad entre sus subordinados. Hubo sorpresa, malestar y hasta proposiciones de resistir la orden, la que en todo caso se cumplié. Pero cada vez mAs oficiales y suboficiales tomaban posiciones, en uno y otro sentido ENTRE PRESIONES Y ACUERDOS El grito acufiado en la manifestacién femenina conoci- da como “la marcha de las cacerolas” era voceado dia adia frente a las unidades militares y al Ministerio de Defensa: “Los militares al poder.,.”. Partidos politi- cos, colegios profesionales, federaciones estudiantiles, sindicatos mineros y campesinos pedian ptiblicamente la dimisi6n del Presidente Allende. El Consejo Nacional del Colegio de Abogados, en un extenso acuerdo, concluye: “Estas circunstancias (enu- meradas en los considerandos) crean_impedinientos que dificultan el desempefio del Presidente de la Re- publica en los términos, con las prerrogativas y con la dignidad que la Constitucién Politica del Estado le confieren al cargo”. El ministro de Defensa efectéa consultas con diri- gentes opositores sobre la posibilidad de dictar una ley 31 que declarase el estado de sitio. La negativa fue undni- me. El 22 de Agosto, la Camara de Diputados aprobé una mocién por la que se representé la conducta ilegal del Gobierno y se establecia que el Jefe de Estado se ha- bia puesto al margen de la Constitucién. En el acuerdo se expresa, entre otras consideraciones, que el Gobier- no se encontraba “empefiado en conquistar el poder total, con el evidente propésito de someter a todas las personas al més estricto control econémico y politico por parte del Estado y lograr de este modo la instaura- cin de un sistema totalitario...”, habiendo, para ello, hecho de las violaciones a la Constitucién y la ley “un sistema permanente de conducta.... con todo lo cual ha destruido elementos esenciales de la institucionalidad y del Estado de Derecho”. Después de una extensa enumeracién de los actos de usurpacién de atribu- ciones de otros poderes del Estado y violaciones a ga- rantias individuales, la Camara acord6: PRIMERO. Representar a $.E. el Presidente de la Reptiblica (a quien se oficiaba) y a los sefiores Mi- nistros de Estado miembros de las Fuerzas Armadas y del Cuerpo de Carabineros, el grave quebrantamiento del orden constitucional y legal de la Repiblica que entrafan los hechos y circunstancias referidos en los considerandos N°s. 5 al 12 precedentes; SEGUNDO. Representarles, asimismo, que, en ra- z6n de sus funciones, del juramento de fidelidad a la Constitucién y a las leyes que han prestado y, en el ca- so de dichos sefiores Ministros, de la naturaleza de las instituciones de las cuales son altos miembros y cuyo nombre se ha invocado para incorporarlos al Ministe- rio, les corresponde poner inmediato término a todas las situaciones de hecho referidas, que infringen la Constitucién y las leyes, con el fin de encauzar la ac- 32 cién gubernativa por las vias del Derecho y asegurar el orden constitucional de nuestra patria y las bases esen- ciales de convivencia democrdtica entre los chilenos; TERCERO. Declarar que, si asi se hiciere, la pre- sencia de dichos sefiores Ministros en el Gobierno im- portarfa un valioso servicio a la Reptblica. En caso contrario, comprometerfan gravemente el cardcter na- cional y profesional de las Fuerzas Armadas y del Cuerpo de Carabineros, con abierta infraccién de lo dispuesto en el articulo 22 de la Constitucién Politica y con grave deterioro de su prestigio institucional. CUARTO, Transmitir este acuerdo a S.E. el Presi- dente de la Republica y a los sefiores Ministros de Ha- cienda, Defensa Nacional, Obras Pablicas y Transpor- tes y Tierras y Colonizacién. En los mismos dfas se popularizaba un chiste: el es- tandarte de la Escuela Militar seré desde ahora de co- lor celeste... por si sale un hombrecito. Allende invit6 a cenar a la residencia de calle Tomas Moro a once generales de Ejército, entre los cuales no estaba e] Comandante en Jefe ni los reconocidamente opositores. El tema central de la conversacién fue la creciente inquietud en las filas de esa institucién. El anfitrién insistié en su férrea vocacién democratica y en su confianza en las Fuerzas Armadas. Casi al térmi- no de la reunién, el general Herman Brady manifesté que el Ejército tenia grandes inquietudes relativas ala seguridad nacional y a la estabilidad institucional. Agregé que Prats constitufa un dique de contencién del pensamiento del alto mando y que su permanencia en el cargo militar era un factor de conflicto interno. Allende se sorprendié ya que no esperaba este comen- 33 tario de Brady. Pero la peticién implicita no podia ser atendida. UNA CARTA CON SECUELAS El 21 de Agosto numerosas esposas de generales y ofi- ciales de distintos rangos concurrieron a la casa del Co- mandante en Jefe a dejar una carta a la Sra. Sofia de Prats. Actuarén sin conocimiento de sus eényuges. En la misiva le decian: “Soffa. Coro esposas de oficiales y madres ante to- do, nos atrevaffnos a acercarnos a ti para que sirvas de portadora de wrt angustiado llamado que le hacemos a tu esposo”. “Nuestros maridos ya no pueden usar el uniforme que con tanto orgullo siempre vistieron, para evitar ser insultados”. “Nuestros Hogares han visto llegar armas que se mantienen alerta ante un peligro y eso afecta a nuestros hijos’% “Nuestros hombres salen a sus trabajos y quedamos en muda plegaria rogando porque vuelvan”, “El desconcierto del futuro de un pais que progresa- bay hoy sufte el descalabro econémico mas desastroso del mundo no nos permite ofrecer seguridad a nuestros ‘La angustiada e impotente rebeldia de nuestros maridos al estar sometidos a una disciplina mientras se juega con ellog, invocéndose falsamente el nombre de su institucién,'y que en este tréfago de politica deben permanecer al margen de ella por su doctrina, es tam- bién nuestra angustia y nuestra impotencia”. “Te rogamos, amiga Soffa, intercedas ante tu esposo 34 y eves este ruego de tantas mujeres que loran calla- das”. El general Prats, quien en esos momentos estaba en su casa, se encontraba en un estado de gran tensién, por lo demés explicable. Hacfa algunas semanas ello se habia reflejado en un incidente automovilistico en ‘Avenida Costanera. Las damas, en namero cercano a cien, no legaron a entregar la misiva por cuanto el personal de guardia se negé a revibirla, Ante esta si- tuacién, la mayorfa resolvié permanecer frente a la ca- sa hasta lograr su objetivo. A los pocos minutos, cuando las esposas de los gene- rales se hab{an retirado, varias radioemisoras informa- ron de lo sucedido y una muchedumbre se reunié en el lugar. Un capitén uniformado, Renén Ballas, se acer- 6 a la puerta exterior de la residencia y pronuncié un apasionado discurso en contra del jefe militar, lo que exalt6 los 4nimos de la multitud y causé perceptible nerviosismo entre los soldados ubicados en el interior, Jos que se apostaron detrs del orador apuntando a su espalda antes que manos amigas le hicieran retirarse del lugar. El oficial, de brillante trayectoria profe- sional, fue dias después llamado a retiro por el nuevo Comandante en Jefe. Poco después hizo su aparicién un escuadrén de las Fuerzas Especiales de Carabineros y el lugar se Ilend de gases lacrimégenos y lumazos. Va- rias esposas de oficiales y vecinas del sector resultaron heridas y contusas. Al dia siguiente, Pinochet intenté obtener de los ge- nerales una manifestacién de solidaridad y desagravio hacia Prats, pero el divorcio era ya demasiado profun- do. La negativa fue rotunda, El jueves 23, Prats legé a La Moneda con su renuncia redactada. Su acendrado sentido de la dignidad y del honor le impedia conti- nuar en ninguno de sus cargos atendida la dimension que alcanzaron los acontecimientos del 21 de Agosto, que por cierto fue mucho més alla de lo que sus prota- 35 | | |

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