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Universidad de El Salvador

Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales


Escuela de Relaciones Internacionales
Derecho Económico Internacional
Ciclo II-2021

Guía de lectura 3
10.08.2021

Objetivo:
• Conocer el marco normativo constitucional de la vida económica nacional.

Indicaciones:
a. Leer la sentencia pronunciada el día 02 de marzo de 2012, por la Sala de lo Constitucional de la
Corte Suprema de Justicia, en el proceso de inconstitucionalidad 121-2007.
b. Leer la sentencia pronunciada el día 06 de noviembre de 2013, por la Sala de lo Civil de la Corte
Suprema de Justicia, en el incidente de casación 255-C-2007.

Tomando en cuenta los documentos anteriores, analice el siguiente supuesto y responda:

La sociedad El Imperio S.A. de C.V., de origen salvadoreño, suscribió un contrato de agencia


representación o distribución con la sociedad McCOMPU Corp., de origen estadounidense. El contrato
es de fecha 01 de enero de 1950. Por medio de ese contrato, la sociedad extranjera perseguía extender
su actividad comercial en El Salvador, sin necesidad de instalar una agencia o sucursal en este país, pues
para dichos efectos facultó a la sociedad El Imperio para que pudiera desarrollar la distribución y
comercialización de los productos que fabrica. En dicho contrato, establecieron que en caso de
controversia respeto del cumplimiento del mismo, se someterían a los tribunales del país del país de la
fabricante. Luego de 70 años de vigencia del contrato, en 2020 la fabricante, es decir, McCOMPU Corp.
decidió dar por terminado el contrato de forma unilateral, es decir, sin tomar en cuenta la opinión de la
distribuidora (El Imperio) y sin respetar las causas legales. Ante tal situación, la distribuidora ha
demandado a McCOMPU ante un tribunal salvadoreño. Sin embargo, la fabricante sostiene que dicha
forma de proceder vulnera las reglas del comercio nacional e internacional, así como los principios de la
buena fe contractual (pacta sunt servanda), por cuanto las partes contratantes acordaron que las
controversias debían resolverse en los tribunales estadounidenses. En reacción a ello, la sociedad El
Imperio sostiene que debe darse cumplimiento a lo establecido en el artículo 399-A del Código de
Comercio, por medio del cual no se permite que las controversias derivados de los contratos de agencia
representación-distribución se decidirán por los tribunales del domicilio del representante, en este caso,
por tribunales salvadoreños.
1. ¿Cuál fue el foro convencional al que se sometieron las partes en el contrato?
2. Ese foro convencional, ¿puede hacerse valer en este caso?
3. ¿Puede el tribunal salvadoreño resolver la controversia suscitada o dicha controversia debe
decidirse en Estados Unidos?
4. ¿El artículo 399-A del Código de Comercio vulnera la libertad de contratación? Si o no, y por
qué.

Nota: Se verificará el cumplimiento de esta actividad el día miércoles 18 de agosto, durante la sesión
sincrónica.
121-2007
Inconstitucionalidad

Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia. San Salvador, a las catorce horas del
día dos de marzo de dos mil doce.

El presente proceso de inconstitucionalidad fue iniciado de conformidad con el art. 77-F


de la Ley de Procedimientos Constitucionales (L. Pr. Cn.), en virtud de la certificación remitida
por la Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección del Centro (en adelante "la Cámara") de
su sentencia de 22-X-2007, la cual constituye requerimiento para que esta Sala se pronuncie de
modo general y obligatorio sobre la constitucionalidad del art. 399-A del Código de Comercio
(C. Cm., en lo sucesivo), contenido en el D. L. n° 671, de 8-V-1970, publicado en el D. O. n°
140, de 31-VII-1970, disposición que fue adicionada por D. L. n° 247, del 9-1-1973, publicado
en el D. O. n° 23, de 2-II-1973; por la supuesta contradicción al art. 23 de la Constitución (Cn.).
La disposición inaplicada establece:
"Art. 399-A.- Las controversias que se susciten en la aplicación de lo dispuesto en esta
Sección, se tramitarán en juicio sumario por los tribunales competentes del domicilio del agente
representante o distribuidor".
Han intervenido en el presente proceso, además de la Cámara requirente, la Asamblea
Legislativa y el Fiscal General de la República.
Analizados los argumentos y considerando:
I. En el trámite del presente proceso, los intervinientes expusieron:
1. A. Al fundamentar la inaplicabilidad del art. 399-A del C. Cm., la Cámara expuso el
contenido de la libertad de contratación, para lo cual se apoyó en la sentencia de 13-VIII-2002,
pronunciada en el proceso de Inc. 15-99, sobre la cual no es pertinente transcribir todas sus citas
textuales.
En todo caso, con base en dicha sentencia, el tribunal requirente afirmó la necesidad de
reconocer que la literalidad de los contratos es uno de los "sistemas de interpretación" más fieles
y más congruentes con el principio de la autonomía de la voluntad, que no debe verse como un
"lirismo abstracto", sino como un principio fundamental de las relaciones contractuales en todo el
Derecho Privado y que, hoy por hoy, constituye la expresión de la máxima libertad de
contratación sin más sujeción que a la ley y, consecuentemente, tal libertad goza de una "garantía
constitucional".
Por otro lado, apuntó que, aun cuando el art. 399-A del C. Cm. establece que las
controversias se decidirán por los tribunales competentes del domicilio del agente representante o
distribuidor, la referida disposición no establece que tal derecho sea de carácter irrenunciable.
B. A lo anterior agregó que, de conformidad con el art. 12 del Código Civil (C. C.),
relativo a la renuncia de derechos, esta solo se encuentra limitada por dos circunstancias: (i)
cuando las leyes lo prohíben; y (ii) cuando la renuncia afecte intereses de terceros. En
consecuencia, el principio de la autonomía de la voluntad —establecido en el art. 12 del C. C.—,
que fundamenta la renuncia de los derechos conferidos por las leyes, es también una garantía
constitucional consagrada en varias disposiciones que reconocen derechos derivados de ese
principio, por ejemplo: la libertad de testar y la de contratar conforme a las leyes, que aparecen en
los arts. 22 y 23 Cn.
Así, al contratar, las partes pueden hacerlo libremente, siempre que no violen las
disposiciones legales y, dentro de esa libertad, pueden válidamente renunciar a los derechos si así
lo desean, aceptando voluntariamente todas las consecuencias de su manifestación. Si en el
ejercicio voluntario de esa facultad legal resulta una limitación en los derechos, la cual no está
prohibida por las leyes ni perjudica a terceros, ese ejercicio es lícito, así como sus consecuencias,
sin que por ello se viole la seguridad jurídica del renunciante, ni se sitúe en desventaja o en
situación de desigualdad; si alguna afectación o consecuencia resulta de la renuncia, ella sería la
consecuencia de su propia decisión, la que tomó en uso pleno de su libertad y de sus derechos.
C. Posteriormente, definió al "contrato" como "la convención generadora de
obligaciones o bien el acuerdo de las voluntades de dos o más personas destinado a crear
obligaciones". Dicha acepción —afirmó— fue retomada en el art. 1309 de nuestro C. C., del cual
se deduce las características primordiales de un contrato: (i) acuerdo de voluntades de dos o más
personas; y (ii) que genere obligaciones.
A continuación pasó a referirse al principio de la autonomía de la voluntad y al respecto,
dijo que el acuerdo de voluntades es el que determina con entera libertad los efectos del contrato,
salvo en aquellos casos en que se riña con la ley, la moral, el orden público y las buenas
costumbres.
De acuerdo con este principio —siguió—, toda persona capaz de obligarse es libre de
pactar los contratos que le plazcan, según convenga a sus intereses, siempre y cuando tenga un
objeto y causa lícita. De manera que las partes pueden celebrar toda clase de contratos, estén o no
regulados por ley, pues no puede limitarse la actuación de las personas únicamente a la
celebración de los contratos nominados y regulados por aquélla, debido a que la realidad supera a
la legislación, por lo que ellas pueden, inclusive, atribuir a los contratos efectos diferentes a los
que les señala la ley, modificar su estructura, ampliarlos, limitarlos o hasta suprimir obligaciones
que son de la naturaleza de un contrato, determinar el contenido y objeto del mismo, la extensión
de los derechos y obligaciones que genere, así como —si lo desean— pactar sanciones al
incumplimiento de lo convenido.
En razón de ello expuso la necesidad de que "las leyes relativas a los contratos, sean por
lo general, supletorias de la voluntad de las partes; solo se aplican en silencio de éstas. Y que la
misión del Juez, en caso de litigio, sea interpretar o restablecer esa voluntad, pero no crearla, ni
mucho menos sustituirla por la suya". Obviamente la voluntad de las partes no es absoluta —
agregó—, tiene las limitaciones que le impone el contrato, dados los elementos que lo
conforman; así están: los de su esencia, los de su naturaleza y los accidentales.
D. De otra parte, señaló que el sometimiento expreso de las partes a una jurisdicción
especial tiene como fundamento la libre disponibilidad y la libertad contractual de las partes. Es
por ello que la esfera de juzgamiento, es decir, la competencia en cuanto al conocimiento y
posterior resolución de un determinado conflicto, depende exclusivamente de la voluntad misma
de las partes, quienes delimitan qué tribunal es el competente para conocer del conflicto que surja
entre las mismas, devenido del incumplimiento de las estipulaciones contractuales.
En tal sentido —explicó—, de conformidad con el art. 1416 C. C., todo contrato
legalmente celebrado es una ley para los contratantes y no puede ser invalidado sino por su
consentimiento mutuo o por causas legales. Esta disposición significa que tiene fuerza
obligatoria, esto es, fuerza de ley para las personas que lo han celebrado, de manera que ninguno
de los contratantes puede por su sola voluntad eximirse de la ejecución de lo convenido y el que
por su parte lo cumpliere tiene derecho para compeler judicialmente al otro a que lo cumpla
también por la suya o le indemnice los perjuicios que le ocasiona su incumplimiento.
El juez encargado de aplicar el contrato —sostuvo— no puede modificarlo ni alterarlo en
modo alguno, ni aun con el pretexto de que sus condiciones son demasiado rigurosas; solo puede
interpretarlo y establecer la verdadera intención de las partes, en caso de desacuerdo.
El contrato, como ley obligatoria para los contratantes —prosiguió—, tiene sus
particularidades, a saber: (i) se entienden incorporadas las leyes vigentes al tiempo de su
celebración (art. 22 Cn.), de modo que, aunque una ley posterior modifique en general los efectos
jurídicos de un contrato, el juez no puede aplicarla a las relaciones provenientes del contrato
celebrado con anterioridad porque modificaría los términos del convenio celebrado por las partes;
y (ii) el juez debe interpretar la ley del contrato, atendiendo más a la intención de las partes que a
lo literal de las palabras (art. 1431 C. C.).
E. En cuanto al control difuso que efectuó, la Cámara manifestó que al confrontar el art.
399-A C. Cm. con el art. 23 Cn., se advierte que el primero limita el derecho de las partes a
decidir qué ley es aplicable y ante qué jurisdicción se someten en caso de conflicto, devenido de
los contratos de agencia representación.
Esa limitación —concluyó— vulnera la autonomía de la voluntad de las partes, que es
inspirador del ámbito contractual y supone la libertad de las partes en la elección de la ley
aplicable al contrato y —aclaró-- no es una libertad independiente, sino que se trata de un poder
otorgado a éstas por la norma constitucional apuntada, siendo, por otra parte, las necesidades del
comercio internacional las que han fomentado el reconocimiento del papel de las partes en la
elección del Derecho aplicable a los contratos.
Por lo anterior, consideró que era procedente la inaplicación del art. 399-A C. Cm., en
cuanto limita la libertad de contratación, recogida en el art. 23 Cn.
2. Habiendo analizado las consideraciones de la Cámara, esta Sala en auto de 13-XI-
2007 dio trámite al presente proceso de inconstitucionalidad y concluyó que en el mismo la
declaratoria de inaplicabilidad reunía los requisitos mínimos derivados de los arts. 77-A y 77-C
de la L. Pr. Cn. para iniciar un proceso de inconstitucionalidad
En el auto relacionado, esta Sala también aclaró que el motivo que analizaría para resolver
sobre la constitucionalidad del objeto de control —el art. 399-A del C. Cm.— sería la
confrontación internormativa señalada por la Cámara, tendiente a evidenciar que tal disposición
vulneraba el art. 23 Cn.; en ese sentido, se precisó que el examen radicaría —concretamente— en
dilucidar, de un modo general y obligatorio, si el objeto de control constituye una limitación
inconstitucional a la libertad de contratación.
Por esas razones, y con fundamento en los arts. 7 y 77-C de la L. Pr. Cn., se tuvo por
recibida la certificación de la sentencia de 22-X-2007 —remitida por la citada Cámara—,
constitutiva de requerimiento a esta Sala para que se pronunciara sobre la constitucionalidad del
art. 399-A del C. Cm., y se ordenó a la Asamblea Legislativa que rindiera un informe mediante el
cual justificara, desde el punto de vista constitucional, la emisión de la disposición precitada.
3. La Asamblea Legislativa evacuó el informe prescrito en el art. 7 de la L. Pr. Cn. con
los siguientes argumentos:
El art. 23 Cn. —alegó— es una disposición que se refiere específicamente a la libertad de
contratación, es decir, a una manifestación más del derecho de libertad, entendido como la
posibilidad de obrar o de no obrar, sin ser obligado a ello o sin que se lo impidan otros sujetos
(libertad negativa), así como a la posibilidad de orientar su voluntad hacía un objetivo, es decir, la
facultad de tomar decisiones sin verse determinado por la voluntad de otros, incluido el Estado
(libertad positiva).
El derecho de contratar —siguió— es un principio que se da por mandato constitucional y
que, no obstante ser una actividad humana, puede estar limitada o, en su caso, regulada por
razones de interés público y de distintos modos. Así, el Estado puede alterar ex post facto los
efectos de los contratos celebrados con anterioridad al pronunciamiento de una norma; puede
establecer de forma obligatoria el contenido de los contratos; y puede imponer razonablemente a
determinados individuos la celebración o no de un contrato, aun en contra de la voluntad de los
interesados.
Es a partir de la libertad de contratación —continuó— que la jurisprudencia ha
desprendido el derecho que tienen los particulares que intervienen en un contrato a determinar el
contenido del mismo, es decir, la forma y modo en que quedarán consignados los derechos y
obligaciones de las partes; sin embargo —acotó—, este derecho a la libertad de contratación,
como todo derecho fundamental, también tiene límites, y es por ello que la determinación en un
caso concreto del contenido protegido por un derecho fundamental no puede efectuarse al margen
de los principios, los valores y los demás derechos establecidos, no solo en la Constitución, sino
también en el resto del ordenamiento jurídico.
En tal sentido —dijo—, es menester considerar que el derecho a la libertad de
contratación no es absoluto, pues se encuentra evidentemente condicionado en sus alcances, no
solo por límites explícitos, sino también implícitos. Límites explícitos a la contratación, conforme
a la norma pertinente, son el objeto ilícito de todo contrato y el respeto a las normas de orden
público; límites implícitos, en cambio, serían las restricciones del derecho de contratación frente
al alcance de otros derechos y la correlativa exigencia de no poder pactarse contra ellos.
Asimismo, afirmó que del contenido de la Constitución puede colegirse la carga
institucional de todo derecho, que da lugar a que la libertad de contratación no pueda ser
apreciada como una isla oponible a costa de la desprotección de los otros derechos; es por ello
que de manera general se considera que, en un Estado social y democrático de derecho, el orden
público y el bien común se encuentran instituidos en el propio contenido protegido del derecho
fundamental a la libre contratación, actuando sobre él, una doble perspectiva: prohibitiva —en el
sentido, que ningún pacto contractual se oponga al contenido protegido por otros derechos— y
promotora —en cuanto cabe que el Estado exija a la persona la celebración de determinados
contratos, siempre que, de un lado no se afecte el contenido esencial del derecho a la libertad de
contratación, y de otro, se tenga por objeto conceder la debida protección a otros derechos, que
son reconocidos por nuestro ordenamiento.
Posteriormente, definió el contrato como un acuerdo privado, oral o escrito, entre partes
que se obligan sobre una materia o cosa determinada y a cuyo cumplimiento pueden ser
compelidas. Es un acuerdo de voluntades que genera derechos y obligaciones para las partes. Por
ello —sostuvo—, existe un contrato cuando varias partes se ponen de acuerdo sobre una
manifestación de voluntad destinada a reglar sus derechos.
Las posibilidades que ofrece este principio a las partes —argumentó-- deben ser objeto de
estudio, pues de su desarrollo se derivan una serie de características que servirán para configurar
su verdadero marco de actuación; en este sentido, esta autonomía es objeto de una serie de
limitaciones impuestas, tanto por la práctica legislativa como jurisprudencial, que han sido
impuestas por los legisladores bajo la justificación de que tenga una mayor certeza y seguridad en
su aplicación.
La autonomía de la voluntad de las partes -continuó- no es un punto de conexión aislado,
sino que se adopta en los diferentes principios que inspiran los ordenamientos jurídicos en los
que se enmarca, destacando en materia contractual la confrontación entre la libertad y la
seguridad o certeza jurídica, que ha inspirado a establecer los límites a la misma.
El ordenamiento jurídico privado -explicó- no preestablece moldes en cuanto a la
naturaleza de las relaciones jurídicas que puedan surgir en el ámbito privado, sino que, por el
contrario, deja en manos de los propios interesados la regulación de éstos, lo que significa que los
sujetos de esta relación puedan diseñarla a su gusto, y establecer derechos, deberes, alcances y
contenido, según les convengan, siempre con la finalidad de alcanzar los objetivos propuestos.
La autonomía privada —definió— es la capacidad de los sujetos de autorregular sus
relaciones en la forma que deseen. Sin embargo, esta posibilidad de establecer las relaciones
jurídicas que estimen y darles el alcance que deseen no es absoluta. La moral, por ejemplo, es un
límite a la autonomía, en el sentido de reputar ineficaces los acuerdos que contradigan la moral
que socialmente es aceptada en una comunidad. El orden público es otro límite de la misma, pues
se configura como el conjunto de principios e ideas que inspiran el ordenamiento jurídico. Y por
último, la ley, la cual precisamente se constituye como el límite más importante de este principio,
haciendo referencia a las leyes imperativas, cuya aplicación es obligatoria, así como a todas
aquellas que por su naturaleza no admiten ser sustituidas por la voluntad de las partes.
En relación con el asunto debatido, concluyó que el art. 399-A del C. Cm. no podría
vulnerar el principio de la autonomía de la voluntad, pues si bien es cierto que el sometimiento
expreso de las partes a reglas específicas tiene su asidero en la libre disposición de sus bienes y
pueden dar a sus relaciones el destino que estimen conveniente, ello tiene como excepción a los
criterios de competencia jurisdiccional que la misma ley regula, lo que significa que la esfera de
juzgamiento (referida a la competencia de los tribunales), en cuanto a la resolución de un
conflicto determinado, no depende de la voluntad de las partes, así como tampoco está dentro de
sus facultades determinar qué tribunal es el competente para conocer del conflicto que surja entre
las mismas, una vez suscitado el incumplimiento de las estipulaciones contractuales, por lo que la
ley secundaria no contraría lo dispuesto en la Constitución, sino que, por el contrario, se
constituye como un medio garantizador de lo que ella establece.
Por estas razones, la Asamblea Legislativa solicitó a esta Sala que declare que no existe la
inconstitucionalidad del art. 399-A del C. Cm. en relación con la libertad de contratación.
4. El Fiscal General de la República evacuó el traslado que establece el art. 8 de la L. Pr.
Cn., emitiendo la siguiente opinión:
Utilizó una aproximación de la libertad de contratación idéntica a la expuesta por la
Asamblea Legislativa. Luego manifestó que, aunque la Constitución no contiene ninguna
disposición expresa que defina una opción por un determinado sistema económico, la ideología
de libertad que inspira y da contenido a la misma obliga a sostener que en materia económica y
comercial debe existir un espacio suficiente de libertad para la actividad privada, que quede
exenta de intervencionismo y dirigismo estatal.
No obstante lo anterior, recalcó que una presencia estatal razonable para la gestión de la
política y de la actividad económica y comercial es requerida por la Constitución. Entonces, la
libertad de contratar se encuentra garantizada por la Constitución en el sentido de que los
contratos entre particulares no pueden ser arbitrariamente condicionados, ya sea por el Estado o
por cualquier otro particular.
En caso de intentarse su vulneración —agregó—, deben ponerse en marcha los
mecanismos de protección de tal manifestación de la libertad, sin que ello haga incurrir en el
error de pensar que la iniciativa privada es absoluta, cuando lo cierto es que la libertad de
contratar de cada uno, en cuanto libertad jurídica, únicamente puede existir y operar con sujeción
a una serie de limitaciones constitucionales y legales, encaminadas a asegurar su ejercicio
armónico y congruente con la libertad de los demás y con el interés y bienestar de la comunidad.
Luego citó el art. 23 Cn. y dijo que éste no es absoluto, pues la libertad de contratar, no
obstante es una actividad humana, puede estar limitada o regulada por el ordenamiento jurídico
"y son asegurados, en tanto no cumplan con los requisitos de forma que establecen las leyes, por
razones de interés público".
En su opinión, a partir del derecho a la libertad de contratación, la jurisprudencia ha
desprendido el derecho que tienen los particulares que intervienen en un contrato a determinar el
contenido del mismo, es decir, la forma y modo en que quedarán consignados los derechos y
obligaciones de las partes.
Al respecto, citó la sentencia de 13-VIII-2002, pronunciada en el proceso de Inc. 15-99, y
argumentó que el espíritu del "legislador constituyente" va encaminado a que el derecho de
libertad de contratación puede y debe regularse, con la finalidad de garantizar el interés social,
por lo que el art. 23 Cn. se encuentra estrechamente vinculado con otros "derechos" reconocidos
en la Constitución, como son: el régimen económico (art. 101 Cn.), que responde esencialmente a
principios de justicia social; y la libertad económica (art. 102 Cn.), que está garantizada en lo que
no se oponga al interés social.
Concluyó que "la ejecución de la prestación a cargo del representante, beneficia a la
persona domiciliada y residente en el extranjero; si bien esa actuación tiene una doble dimensión:
para servir a éste, entra en contacto con clientes residentes en el territorio nacional;
colateralmente, sus actuaciones también afectan a éstos. Pero esta situación no hace desaparecer
el hecho que tales servicios, visualizados desde la perspectiva del contrato de Agencia
Representación [sic], solo trasladan beneficios al exterior".
No debe perderse de vista -añadió- que "esta figura opera cuando el Agente Representante
[sic] actúa en cumplimiento de la prestación, ya sea que deseen adquirir bienes o recibir servicios
de parte de la persona que reside en el extranjero, en ese sentido el objeto del contrato de Agencia
Representación [sic] surgida a su cargo y en favor del usuario extranjero, como consecuencia del
contrato de Agencia Representación [sic], aun cuando en esa prestación de servicios entra en
contacto con salvadoreños: él solo actúa en cumplimiento de las obligaciones que surgieron para
él, del contrato de Agencia Representación [sic]".
El Fiscal General de la República finalizó solicitando a esta Sala que declare que no existe
la inconstitucionalidad del art. 399-A del C. Cm. en relación con el art. 23 Cn.
II. Habiendo expuesto las consideraciones de la Cámara, los argumentos de la Asamblea
Legislativa, así como la opinión del Fiscal General de la República, se enunciarán los motivos de
inconstitucionalidad que constituyen el objeto de la presente decisión (1) y luego se indicará el
orden lógico que seguirá esta Sala para fundamentar su fallo (2).
1. Por medio de la interlocutoria de 13-XI-2007, esta Sala tuvo por recibida la
certificación remitida por la Cámara de su sentencia de 22-X-2007, circunscribiendo el objeto del
proceso al control de constitucionalidad del art. 399-A C. Cm., en cuanto establece que las
controversias se decidirán por los tribunales competentes del domicilio del agente representante
o distribuidor, por la supuesta violación al art. 23 Cn., en lo relativo a la libertad de
contratación.
2. Así delimitado el objeto del proceso, se establece el siguiente orden para la
fundamentación de la decisión: inicialmente (III), se determinará la vigencia de la disposición
inaplicada; en seguida (IV), se abordará la configuración constitucional de la potestad
jurisdiccional, sus límites y alcances, así como también la competencia y los criterios para
determinarla, y la posibilidad de disposición de la misma cuando atiende a un criterio territorial;
para luego (V), exponer algunas consideraciones sobre los contratos internacionales, la libertad
de contratación y la autonomía de la voluntad, en relación con la elección de la ley aplicable a
dichos contratos y la cláusula de foro convencional; y, finalmente (VI), de conformidad con lo
expuesto, se determinará si efectivamente la disposición inaplicada constituye una vulneración a
la libertad de contratación.
III. Previo al análisis constitucional sobre el fondo del asunto que da origen a este
proceso, este Tribunal advierte que el art. 705 del Código Procesal Civil y Mercantil (C.Pr.C.M),
emitido mediante Decreto Legislativo N° 712, de fecha 14-XI-2008, publicado en el Diario
Oficial N° 224, Tomo N° 381, de fecha 27-XI-2008, que entró en vigencia con fecha 1-VII-2010,
contiene la derogatoria de todas aquellas leyes o disposiciones contenidas en otros cuerpos
normativos referidos a las materias que regula el citado cuerpo legal.
1. En ese orden de ideas, el contenido del art. 399-A del C. Cm. —disposición
inaplicada— contiene regulación en materia procesal mercantil, lo que hace necesario exponer
algunas ideas sobre la derogación, los conflictos normativos y la clasificación de las normas en
generales y especiales, con la finalidad de establecer si la disposición inaplicada ha sido derogada
por el art. 705 C.Pr.C.M. o continúa vigente y, en consecuencia, determinar la forma de
finalización de este proceso ya sea a través de la figura del sobreseimiento, o a través de
sentencia.
En este punto es pertinente manifestar que toda derogación expresa posee el mismo
carácter normativo que el resto de disposiciones que integran el ordenamiento jurídico y requiere
de una actividad interpretativa compleja para extraer su significado al igual que cualquier otro
texto legal, especialmente si se trata de disposiciones derogatorias indeterminadas —cuyo objeto
de derogación queda a discernimiento del intérprete mediante el criterio de la incompatibilidad o
de la materia regulada—.
Tal es el caso del citado art. 705 C.Pr.C.M. en el que se establece que quedan derogadas
las disposiciones que regulen las mismas materias que dicho cuerpo legal, por lo que requiere que
el intérprete constate de manera previa en cada caso si existe incompatibilidad entre la nueva
normativa y la supuestamente derogada para establecer si surge una sucesión de normas en el
tiempo.
En atención a lo anterior, también es ineludible exponer algunas ideas sobre los conflictos
de leyes, para determinar si en efecto el art. 399-A C. Cm. ha sido derogado.
3. A. Así, habrá un conflicto entre normas que pertenecen al mismo ordenamiento
jurídico, cuando dos de ellas regulen el mismo supuesto, sean contradictorias o incompatibles y
posean el mismo ámbito de validez temporal, espacial, personal o material.
B. Para terminar de abordar este aspecto, es preciso tener presente la clasificación de las
leyes en generales y especiales. Así, las leyes generales son entendidas, creadas y promulgadas
con la finalidad de regular situaciones comunes aplicables con un mayor grado de abstracción a
ciertos sectores de la población o a un rubro indeterminado de sujetos y cuestiones; comúnmente
las leyes tienen este carácter, pues son emitidas para regular situaciones generales de la
coexistencia de todos los sujetos como garantía de la igualdad. Por su parte, las leyes especiales o
específicas son elaboradas con mayor precisión con la idea de regir situaciones particularizadas o
rubros determinables por características diferenciables entre sectores, sujetos o situaciones.
La anterior clasificación resulta relevante a los efectos de la derogatoria de las normas,
puesto que en caso de surgir un conflicto entre una ley especial previa y una ley general posterior,
prevalece el criterio de especialidad —lex especialis derogat generali— y nunca a la inversa, aun
cuando la ley general posterior trate de una forma diferente el mismo supuesto ya regulado por la
ley especial previa, en cuyo caso, si se genera un conflicto entre normas, se resuelve siempre por
el criterio de la especialidad, es decir, prevalece la ley especial.
4. Aplicado lo anterior al caso que nos ocupa, se tiene que la disposición derogatoria —
art. 705 C.Pr.C.M.- pertenece a un cuerpo de normas de carácter general que regulan las materias
procesal civil y mercantil, mientras que la disposición inaplicada pertenece a un cuerpo legal
previo y regula un supuesto especial de competencia en materia procesal mercantil para los
supuestos del contrato de agencia representación —no regulado en el Código Procesal Civil y
Mercantil—.
Así, dado el carácter especial de la ley previa (C. Cm), ante los actuales criterios de
competencia que regula el C. Pr. C. M., no es posible afirmar que exista de un conflicto entre
normas, en razón de que el supuesto regulado por el art. 399-A C. Cm. no ha sido regulado de
manera expresa y diferente por el Código Procesal Civil y Mercantil; es decir, la disposición
inaplicada continúa vigente en el ordenamiento jurídico y por tanto puede ser objeto de control en
el presente proceso de inconstitucionalidad.
IV. 1. La exclusividad de la jurisdicción hace referencia a un aspecto interno del Estado,
es decir, que establece un límite potestativo en relación con el territorio y los demás entes u
órganos que lo integran —que carecen de las mismas características que el Órgano Judicial—, ya
sea el Ejecutivo, el Legislativo o las entidades autónomas.
En ese orden de ideas, las normas que se refieren a la jurisdicción no reparten dicha
potestad entre los tribunales nacionales y otros tribunales extranjeros que puedan o que pretendan
tener jurisdicción para resolver el conflicto, ello porque existen una serie de relaciones en las
que, además de los elementos nacionales, se incluyen elementos reales, subjetivos o materiales
que delimitan conexiones de posibles competencias hacia jurisdicciones extranjeras; en
consecuencia, las normas referidas a la potestad jurisdiccional se limitan a establecer cuándo un
asunto debe ser del conocimiento de los tribunales salvadoreños, sin determinar cuándo debe o
puede ser conocido por la jurisdicción de otro país.
Lo anterior debe precisarse puesto que, salvo algunas excepciones —normas de derecho
internacional privado en relaciones internacionales en las que interviene El Salvador con otros
Estados o instrumentos en los que el Estado interviene aceptando el sometimiento a una
jurisdicción internacional—, las normas legales internas no efectúan un reparto de la potestad
jurisdiccional, sino que establecen los alcances y límites de la misma dentro del territorio
nacional.
En ese sentido, la jurisdicción tiene por objeto resolver los conflictos de relevancia
jurídica que se promuevan dentro del territorio de la República; al ser una función pública, que
deriva de la soberanía y que se encomienda para su ejercicio al Órgano Judicial establecido en la
Constitución, debe reconocer como límite para su ejercicio el territorio de la República y de esa
forma lo establecen las normas que regulan su ejercicio.
2. En una primera aproximación, la competencia jurisdiccional puede concebirse como un
conjunto de procesos en que un tribunal puede ejercer, conforme con la Constitución y las leyes,
su potestad jurisdiccional; entendida así, se constituye en una medida o límite al alcance de la
jurisdicción, es decir, el marco o espacio que la ley señala para el ejercicio de la potestad
jurisdiccional a cargo de cada órgano jurisdiccional, ya que resultaría inimaginable, además de
adverso para el justiciable, que los juzgadores conocieran de todos los asuntos de manera
simultánea en el territorio nacional, sin distinción alguna en razón de alguno de los criterios de
distribución de la competencia, provocando así, que varios tribunales, o incluso todos ellos,
pudieran conocer del mismo asunto en un mismo espacio de tiempo.
A. La competencia es una capacidad conferida a los jueces por la ley para conocer
determinados asuntos de acuerdo con determinados criterios que, en nuestro ordenamiento
jurídico —Código Procesal Civil y Mercantil—, pueden clasificarse de la siguiente manera: (i)
territorial, que principalmente atiende al domicilio o residencia del demandado e, incluso, a la
voluntad de las partes, siempre que ello pueda ser comprobado por instrumentos fehacientes —
art. 33 C.Pr.C.M.—; (ii) objetivo, que puede ser a su vez en razón de la materia o de la cuantía —
art. 37 C.Pr.C.M.—; y, (iii) funcional, que atiende al grado de conocimiento, según la posición
que ocupe en el Órgano Judicial, el Tribunal que conocerá del asunto —art. 38 C.Pr.C.M.—. Lo
anterior sin dejar fuera los criterios especiales, los cuales no serán detallados en esta ocasión, por
carecer de relevancia para la solución del caso.
B. De los criterios básicos de atribución de competencia expuestos, es importante
establecer que la competencia por regla general es indisponible, y que el único criterio
prorrogable o con posibilidades de ser dispuesto por las partes es el criterio territorial —art. 26
C.Pr.C.M.—, situación que también se establecía en los arts. 32, 38 y 130 del Código de
Procedimientos Civiles derogado —C.Pr.C.—.
En ese sentido, se ha afirmado que, en materia de procedimientos, la legislación habilita a
los Magistrados y Jueces a examinar el cumplimiento del requisito de su competencia, porque
para ellos su observancia no es dispositiva, salvo el caso de la competencia territorial, que es
disponible solo para las partes procesales —sentencia de 5-XII-2008, pronunciada en el proceso
de Amp. 453-2007—.
C. Los criterios que se utilizan para fijar las reglas de competencia territorial se
denominan fueros y se encuentran directamente relacionados con la persona del demandado, la
voluntad de las partes —lo que se considera una cuestión de oportunidad con carácter dispositivo
para las partes, que además impide al juzgador cuestionar la competencia territorial— y el objeto
del litigio.
De los anteriores criterios, surge la posibilidad doctrinaria de agrupar los fueros en dos
grandes grupos: los convencionales —por sumisión tácita o expresa— y los legales —
establecidos con carácter obligatorio por la ley—.
En nuestro ordenamiento jurídico la competencia territorial puede agruparse en razón del:
(i) domicilio del demandado; (ii) domicilio contractual —fuero convencional—; (iii) domicilio
laboral, donde el demandado realiza su actividad laboral; y (iv) lugar donde la situación o
relación jurídica a que se refiera el proceso haya nacido o deba surtir sus efectos.
D. Interesa a los efectos de esta sentencia el fuero convencional, que en nuestro
ordenamiento jurídico se establece en los arts. 33 inc. 2° y 46 C.Pr.C.M. referidos a la sumisión
expresa y a la tácita, respectivamente; de igual forma se contemplaba en el art. 32 inc. 1° C.Pr.C.
derogado.
En relación con la sumisión tácita, se afirma que constituye una ficción legal, cuyo
supuesto es que el demandado conteste la demanda ante juez incompetente o deje transcurrir el
plazo señalado para dicha contestación sin denunciar su falta de competencia.
Ahora bien, el juez debe controlar de oficio el cumplimiento de aquellos presupuestos que
se requieren para que, por una parte, no exista ningún tipo de obstáculo para la válida tramitación
del proceso y, por otra, para que se dicte una sentencia de fondo.
E. Respecto de la sumisión expresa es preciso manifestar que tal figura posee un carácter
extraprocesal, de índole contractual, es decir, que las partes deben someterse de manera
anticipada —pactum de foro prorrogando—, a través de un instrumento fehaciente, que haga fe
de manera indiscutible de la voluntad de ambas partes para someterse al tribunal mutuamente
elegido.
En ese orden de ideas, debe ser un acuerdo de voluntades expresamente declarado,
bilateral, que no deje la posibilidad de dejar la sumisión de la competencia al arbitrio de una de
las partes.
Otra cuestión no menos importante es el objeto de la sumisión expresa, que lo constituye
la determinación por razón del territorio de los tribunales que conocerán del conflicto, es decir,
que habrá designación del lugar, mas no de un tribunal u órgano jurisdiccional específico, y la
razón de ello es porque el tribunal competente dependerá siempre en última instancia del objeto,
la naturaleza o la cuantía del litigio, que son determinados en las normas objetivas de
competencia que rigen en el territorio convenido por las partes.
Asimismo, no son plenamente admitidas las cláusulas de sumisión expresa genéricas o
indeterminadas, es decir, que la sumisión debe referirse a un negocio o asunto específico sobre el
cual tenga alcance la misma y consecuentemente a los aspectos incidentales que surjan derivados
de ese asunto o negocio.
V. Corresponde ahora referirnos a los contratos internacionales y a la libertad de
contratación, en relación con el fuero convencional, en razón de que la Cámara requirente
fundamenta la inconstitucionalidad de la disposición inaplicada en la supuesta vulneración a la
libertad de contratación, pues —de acuerdo con su criterio— el art. 399-A C. Cm. impide la
posibilidad de elección de un fuero convencional en un contrato internacional.
1. A. Nuestra legislación no posee una definición específica de contrato internacional, por
lo que debemos atender —en principio— al concepto general y básico de contrato, y partir de tal
definición para agregar los elementos extranjeros que generan en el contrato ese carácter
internacional.
El pacto o acuerdo de voluntades se convierte en un contrato internacional, en tanto
intervenga en la relación un elemento extranjero. Por lo tanto, un contrato es internacional si las
partes del mismo tienen distinta nacionalidad; su domicilio, residencia habitual o su
establecimiento en Estados diferentes; y, si el contrato tiene contactos objetivos o recae sobre
bienes que están en conexión con otro Estado.
B. No obstante lo anterior, debe expresarse que aun cuando la presencia de un elemento
extranjero en la relación contractual ha servido de presunción a favor de la calificación del
contrato como internacional, ello no implica una determinación concluyente. Actualmente, la
opinión mayoritaria considera que no es suficiente que uno de los elementos del contrato escape
de la soberanía de un Estado para deducir que el contrato tiene carácter internacional. Es preciso,
como lo señala la doctrina, corroborar la relevancia jurídica del elemento extranjero y verificar si
su trascendencia reclama o no una reglamentación internacionalizada.
C. Sin dejar de un lado lo anterior, lo relevante es que dichos contratos están
potencialmente y en abstracto sometidos parcial o totalmente al derecho de uno o más
ordenamientos jurídicos, aunque siempre pueden presentar el problema de la validez de cláusulas
de elección de derecho extranjero aplicables a contratos cuyos elementos, o la mayoría de ellos,
se encuentran localizados en un determinado país.
Aun cuando existen tratados o convenciones de Derecho Internacional que pretenden una
legislación material uniforme aplicable a todos estos contratos, surgen problemas tales como
compatibilidad con el derecho interno y diversidad de ordenamientos, lo que no permite la
aplicación de una legislación de carácter universal en cuanto a la regulación aplicable a la
totalidad de los contratos internacionales.
2. En virtud de lo anterior, el principio de la autonomía de la voluntad y la libertad de
contratación constituyen un factor esencial de conexión en materia de contratación internacional,
ya que de ello dependerá la legislación aplicable.
A. Así, sin importar si un contrato es interno o si está sometido a diferentes
ordenamientos jurídicos, para su existencia debe predominar el consentimiento de las partes, debe
contener un objeto que pueda ser materia de contrato —objeto lícito— y debe tratarse de una
causa lícita. Lo evidente es que, tanto a nivel interno como en el ámbito internacional, en los
contratos prevalece la voluntad de las partes, por ello es esencial que exista un acuerdo bilateral
entre los contratantes, por lo que la aquiescencia de los participantes en el contrato debe ser
comprobable.
B. En el mismo sentido se pronunció este Tribunal en la sentencia de 25-VI-2009
pronunciada en el proceso de Inc. 26-2008, manifestando que entre individuos libres e iguales
solo puede haber una forma de relación contractual: la que se basa en el acuerdo de voluntades,
como principal modo de ejercicio de la libertad de contratación —art. 23 Cn.—.
Asimismo, se indicó que —como principio constitucionalmente reconocido— la
contratación debe ser libre, es decir, ser el resultado de una decisión personal de los contratantes.
No es posible que el Estado pueda obligar a contratar, sobre todo dentro de las relaciones
privadas. Como todo principio, esta connotación admite excepciones de interpretación restrictiva
en casos muy especiales de razonabilidad suficiente; sin embargo, en este ámbito la autonomía de
la voluntad nos muestra al contrato como un reparto (o manera de distribuir cargas jurídicas)
autónomo y como fuente no estatal de producción de obligaciones jurídicas.
C. Así, el principio de la autonomía de la voluntad consiste en la posibilidad de que los
particulares celebren convenciones de cualquier tipo, aún no reglamentadas expresamente por la
ley; sin que el principio se reduzca a permitir la celebración de contratos no tipificados, sino que
se extiende a la libertad que tienen los particulares para la determinación del contenido de los
contratos —siempre dentro del marco constitucional—.
El principio de autonomía de la voluntad reside en el poder que la ley reconoce a los
particulares para reglamentar por sí mismos (libremente y sin intervención de la ley) el contenido
y modalidades de las obligaciones que se imponen contractualmente. Es así como en materia de
contratos la mayor parte de las normas son de carácter supletorio o dispositivo y no imperativas.
D. En ese orden de ideas, y siendo una de las principales formas de interacción
voluntaria el intercambio interpersonal, es posible afirmar que la libertad de contratación es la
libertad de imponer limitaciones a nuestra conducta futura, es decir, la posibilidad de regular y
establecer restricciones de manera voluntaria, siempre dentro del marco constitucional.
Pero debe quedar claro que la libertad de contratación no es un derecho absoluto, pues en
cuanto los actos de libertad o determinación de la propia conducta han de estar ordenados al bien
común, la justicia, libertad e igualdad.
En un sistema racional y legítimo, el ordenamiento jurídico tiene que intervenir,
estrechando la voluntad de los sujetos con una regulación pertinente, para su desarrollo práctico y
con función social de las ideas que iluminan el derecho contractual: proteger al contratante contra
la lesión a su propia voluntad.
E. En ese orden de ideas, esta Sala ha señalado que los aspectos que ofrece el derecho a
la libre contratación son: (i) el derecho a decidir si se quiere o no contratar, esto es, el derecho a
decidir la celebración o no celebración de un contrato; (ii) el derecho a elegir con quién se quiere
contratar; y (iii) el derecho a determinar el contenido del contrato, es decir la forma y modo en
que quedarán consignados los derechos y obligaciones de las partes —sentencia de 13-VIII-2002,
pronunciada en el proceso de Inc. 15-99—.
De tal manera que la libertad contractual implica que: a) ninguna de las partes del
contrato puede imponer unilateralmente a la otra el contenido de las obligaciones que lo
conforman, pues el contrato debe ser fruto de un acuerdo previo entre las partes; b) las partes
tienen la facultad de autodisciplinarse, aunque sin lesionar normas jurídicas imperativas; y c) las
partes están facultadas para concluir contratos con finalidades prácticas incluso no previstas por
la ley.
F. Consecuente con lo anterior, es imperativo el respeto al principio de la autonomía de
la voluntad, dentro del cual está comprendido el que la ley que rige la relación contractual
pueda ser elegida libremente por las partes, por lo que es posible deducir que de esa forma —
con base en la autonomía de la voluntad y la libertad de contratación— se determina la ley
aplicable al contrato y a sus efectos.
Resultan interesantes los ejemplos que se encuentran en diversos tratados y convenciones
internacionales que, aun cuando El Salvador no forma parte de ellos a través de la adhesión y la
ratificación de los mismos, son ilustrativos y consagran principios de aplicación universal, en
relación con el tema que nos ocupa.
Una muestra importante de la aplicación de la autonomía de la voluntad se encuentra en el
sistema legal europeo, por ejemplo, el Convenio sobre la ley aplicable a las obligaciones
contractuales de 1980 —Convenio de Roma— prescribe la libertad de elección de los sujetos
contratantes para escoger la ley aplicable, en el art. 3.1: "los contratos se regirán por la ley
elegida por las partes. Esta elección deberá ser expresa o resultar de manera cierta de los términos
del contrato o de las circunstancias del caso. Para esta elección, las partes podrán designar la ley
aplicable a la totalidad o solamente a una parte del contrato".
De igual forma, la Convención Interamericana sobre el derecho aplicable a los contratos
internacionales —CIDACI— establece en su art. 7 que: "El contrato se rige por el derecho
elegido por las partes. El acuerdo de las partes sobre esta elección debe ser expreso o, en caso de
ausencia de acuerdo expreso, debe desprenderse en forma evidente de la conducta de las partes y
de las cláusulas contractuales, consideradas en su conjunto. Dicha elección podrá referirse a la
totalidad del contrato o a una parte del mismo". En esta Convención se encuentran los Principios
del Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado sobre los Contratos
Comerciales Internacionales —Principios UNIDROIT—.
Los Principios UNIDROIT no son un convenio internacional, ni un instrumento
multilateralmente vinculante, y sus enunciados son dispositivos para las partes contratantes, ya
que pueden excluir su aplicación, e incluso, modificar o derogar sus reglas; pero son un
invaluable aporte que colabora con soluciones prácticas en los conflictos derivados de las
relaciones comerciales internacionales; en ese sentido, tienen el carácter de lex mercatoria.
Los referidos principios postulan la idea de la libertad de contratación en los siguientes
términos: "Las partes son libres para celebrar un contrato y para determinar su contenido" —art.
1.1—. Asimismo, en todo el instrumento, la autonomía de la voluntad juega un papel central,
pero también se establece en el art. 1.4 el respeto a las normas de carácter imperativo.
El amplio juego de la autonomía de la voluntad que se encuentra en los referidos
instrumentos internacionales, deviene en una regla de Derecho Internacional Privado reconocida
en la mayoría de ordenamientos jurídicos, la cual es aceptada por tratados diseñados para unificar
reglas de conflicto en relación con los contratos internacionales, sin dejar de un lado que la
autonomía de la voluntad se basa también en la eficiencia económica, que demanda seguridad y
previsibilidad de las transacciones comerciales internacionales, de forma que debe ser posible
determinar que son las partes las que están en la posición más adecuada para elegir la ley
aplicable a su contrato.
3. A. Ahora bien, el acuerdo que determina la elección de una jurisdicción directa a la
cual someterse en caso de un conflicto a raíz de un contrato internacional es llamado por la
doctrina "cláusula de elección de foro o cláusula de foro convencional" —que en la esfera
internacional se conocen como "cláusulas de elección de foro internacional"—, por medio de la
cual las partes indican en forma expresa una jurisdicción en particular o un tribunal que, de
acuerdo con la ley del lugar en el que se encuentran, es competente en razón del territorio, en
cuyo caso es la autonomía de la voluntad la que efectúa una especie de derogación de la
competencia de un tribunal y, a su vez, sirve de fundamento a la elección de otro.
B. Los beneficios de tal elección son múltiples: previsibilidad y seguridad jurídica en los
contratos internacionales; posibilita el cálculo de las eventualidades que rodean el negocio, lo que
permite elegir el foro que más favorezca a los intereses de todos los participantes en el contrato;
permite superar carencias legales en los casos en los que un sistema legal no ofrece las garantías
mínimas que permitan un proceso adecuado en los negocios internacionales; y, en última
instancia, las partes son los beneficiados o perjudicados con el negocio en el que intervienen, en
consecuencia, corresponde a ellas ser los guardianes de sus intereses, siempre y cuando se
mantengan dentro del marco constitucional y legal.
4. Por otra parte, es indiscutible la existencia de una diversidad de ordenamientos
jurídicos, de tal manera que la voluntad de las partes es una herramienta valiosa para seleccionar
conexiones preexistentes que ayudan a localizar un contrato en un sistema legal determinado.
Por ello, un elemento para otorgar la posibilidad a las partes de determinar la ley
aplicable, o de establecer una cláusula de foro convencional, se establece a través de una serie de
conexiones que debe tener el contrato con el sistema legal elegido para poder ser adscrito al
mismo. Así, se han propuesto la ley del lugar de celebración del contrato (lex loci celebrationis,
lex locus contractus, lex causae), la ley del lugar de la ejecución (lex loci executionis), la ley de la
nacionalidad de las partes, la ley del domicilio del deudor, la ley donde se encuentra ubicado el
objeto (lex rei sitae), la ley que rige el arbitraje (lex arbitri).
Estos puntos de conexión que se eligen pueden ser personales —domicilio,
nacionalidad—, territoriales —lugar de celebración, lugar de ejecución, etc.— o reales —lugar en
el que se encuentra la cosa—.
5. No obstante lo anterior, no hay duda de que la autonomía de las partes posee límites. Y
es que, resulta ser una voluntad jurídica, es decir, aquella que el legislador reconoce como apta
para producir consecuencias tendentes a la realización de los valores sociales, y esta voluntad
jurídica es la facultad de intención que no excede el ámbito de coordinación de intereses que
instrumentan el tráfico comercial.
A. En efecto, la autonomía de la voluntad como centro del contrato no debe en modo
alguno absolutizarse. La presencia razonable del Estado es necesaria, porque son múltiples las
áreas donde actualmente sobreabundan situaciones de disparidad y asimetría entre las partes
contratantes. La intervención del Estado en los contratos se moviliza con carácter permanente y
anticipado, poniendo determinados marcos a la autonomía de la voluntad, y desconociendo los
excesos de la misma.
B. Por ello, un límite a esta autonomía es no actuar en exceso y otro es la imposibilidad
legal de renunciar a aquello que a cada sujeto le corresponde.
Asimismo, la mayoría de sistemas legales determinan que las partes no tienen ninguna
facultad para prescindir —por su elección de ley aplicable al contrato— de las reglas imperativas
consideradas de orden público o características del foro y, esencialmente, de la Constitución en
nuestro caso particular.
Y es que, en materia contractual, existen normas de naturaleza pública, de carácter
imperativo, que prevalecen sobre la autonomía de la voluntad y la libertad contractual. Se trata de
normas que pueden ser de origen nacional, internacional o supranacional, que resulten aplicables
conforme al ordenamiento jurídico interno.
C. La autonomía de la voluntad permite a las partes determinar las cláusulas del
contrato —autonomía material—, y elegir el orden jurídico aplicable, pero esta autonomía tiene
límites en el respeto a las normas de orden público. Es decir, la elección de la ley aplicable tiene
que ser hecha de buena fe, no ser ficticia y tener ciertos puntos de contacto suficientemente
objetivos como para ligar el negocio jurídico a un sistema legal diferente de aquel en el que se
originó —elementos extranjeros—.
Así, para que las partes de un contrato internacional puedan —en virtud de la autonomía
de la voluntad y la libertad de contratación— elegir la ley aplicable al contrato es también preciso
que el ordenamiento jurídico que les autoriza a contratar permita dicha elección.
D. En el mismo orden de ideas, una cláusula de elección de foro a favor de una
jurisdicción extranjera debe hacerse en forma expresa e independiente, y debe basarse en una
interpretación constitucional de la autonomía de la voluntad y de la libertad de contratación,
para evitar la vulneración a otros derechos, tales como la protección jurisdiccional —Sentencia
de 12-XI-20l0, pronunciada en el proceso de Inc. 40-2009—.
6. Para finalizar, es preciso afirmar que la autonomía de la voluntad y la libertad de
contratación, en cuanto al contenido de los contratos y la elección de un foro convencional,
operan generalmente en materia civil y mercantil —cuestiones de índole patrimonial—,
exceptuando aquellas que, aun en estas materias, se reservan a la determinación realizada por el
ordenamiento jurídico. Así, se contemplan en nuestro ordenamiento jurídico supuestos que deben
someterse de manera exclusiva a la jurisdicción salvadoreña —art. 21 C.Pr.C.M.—.
VI Aplicado todo lo anterior al caso en discusión, se tiene que:
1. La norma inaplicada es una norma especial de competencia determinada en razón del
territorio. Dicha disposición, establece un criterio que atiende al domicilio del agente
representante, ello, porque en nuestro ordenamiento jurídico el domicilio es un criterio esencial
para determinar la competencia y garantizar el derecho de defensa del demandado.
No obstante lo anterior, los textos legales no pueden ser interpretados de manera aislada
entre sus mismas disposiciones y en relación con otros cuerpos legales e, incluso, con el orden
jurídico internacional y, en este caso, especialmente con los principios y normas que rigen los
negocios internacionales, ya que es indudable que la actividad económica excede las fronteras
nacionales, siendo un hecho evidente la interdependencia comercial.
Al respecto, este Tribunal, en sentencia de 8-XII-2006, pronunciada en el proceso de
Inconstitucionalidad 19-2006, afirmó que, según dicha máxima hermenéutica, de entre los varios
entendimientos posibles de una disposición —objeto de la interpretación— y para dar una
solución jurídica al caso, debe escogerse la norma —resultado de la interpretación—que mejor se
acomode a la Constitución. Su fundamento es tanto el principio de unidad del ordenamiento
jurídico como la supremacía constitucional, que se proyecta sobre las leyes condicionando el
sentido que a éstas cabe atribuirle.
El efecto práctico que dicha máxima tiene en el control constitucional es que, en los casos
en que la apertura en la formulación lingüística de una determinada prescripción permita el
"juego interpretativo", el juzgador debe buscar un entendimiento de tal disposición que la
acomode al sentido de la Constitución, manteniendo la imperatividad de la ley en aquellas
posibilidades interpretativas que no contradigan a la ley suprema.
Así, si no fuere posible hacer una interpretación conforme a la Constitución de la ley, el
juez debe ejercer el control difuso a que se refiere el art. 185 Cn.
2. En cuanto al art. 399-A C. Cm. —como ya afirmó—, dicha disposición constituye
una norma que determina con carácter especial la competencia en razón del territorio, en el caso
de conflicto en el que intervenga el agente representante o distribuidor
A. En ese sentido, tal como se dijo en el considerando II de esta resolución, la
jurisdicción es una potestad exclusiva del Órgano Jurisdiccional por las características que éste
posee —imparcialidad e independencia—, pero dicha exclusividad se establece en relación con
otros Órganos del Estado que se encuentran en el mismo territorio, y que tienen características
diversas al primero.
Así, las normas que hacen referencia a la jurisdicción establecen los límites y alcances de
la misma dentro del territorio del Estado y, como consecuencia de ello, no distribuyen la
jurisdicción entre nuestros tribunales y otros con potestades también jurisdiccionales pero
dependientes de la soberanía de otros Estados que pudieran entrar a conocer de un conflicto, en la
medida en que también poseen conexiones con el mismo.
B. En ese orden de ideas, la competencia como medida de la jurisdicción, por regla
general, es indisponible, pero tratándose de una competencia en razón del territorio, se habilita
su prórroga permitiendo incluso la elección del foro —foro convencional—, en el caso de que las
partes así lo dispongan de manera fehaciente y siempre que el asunto a tratar no sea de aquellos
que corresponden con carácter exclusivo a la jurisdicción nacional o a un determinado tribunal
establecido por la ley.
3. Por su parte, en los contratos internacionales, al igual que en aquellos de carácter
interno, priva el derecho a la libertad de contratación y la autonomía de la voluntad —material y
litigiosa—, siempre y cuando éstos no excedan los límites constitucional y legalmente
establecidos referidos al respeto a las normas imperativas y de orden público, así como a otros
derechos en juego en la relación contractual.
A. La primacía de la libertad de contratación y la autonomía de la voluntad derivan,
además de nuestro ordenamiento jurídico, de instrumentos internacionales de los que, aun cuando
El Salvador no es Estado parte, debemos reconocer su carácter ilustrativo y como referencias en
la interpretación de los derechos constitucionalmente establecidos, porque no es posible mantener
a nuestro sistema legal aislado de la comunidad internacional en la que se encuentra inmerso y
con la que guarda estrechas relaciones de carácter cooperativo, social, comercial y cultural.
B. Por otra parte, dentro de la libertad de contratación y de la autonomía de la voluntad
se encuentra la posibilidad de que las partes elijan la ley aplicable a su contrato, así como el
establecimiento de una cláusula de foro convencional, en la que las partes elijan —en razón del
territorio— el tribunal que conocerá una posible controversia, lo que es viable siempre que el
ordenamiento jurídico interno lo permita, que se haya expresado de manera fehaciente —es decir
que no haya duda del acuerdo mutuo y libremente pactado—, y que existan puntos de contacto
suficientes como para ligar el negocio jurídico a un sistema legal diferente de aquel en el que se
originó.
4. Con todo lo anterior, y contrario a los fundamentos del tribunal requirente, se advierte
que la norma inaplicada no establece la imposibilidad de que, en un contrato internacional en el
que intervenga el agente representante o distribuidor, las partes decidan qué ley es aplicable y
ante qué jurisdicción se someten en caso de conflicto, sino que regula un presupuesto de la
competencia en razón del domicilio, refiriéndose a relaciones jurídicas que se desarrollan dentro
del territorio, presuponiendo que no existe un pacto previo en el que se haya establecido el
conocimiento de tribunales extranjeros y que todos los elementos vinculados en la relación
jurídica contractual son nacionales o internos —en las que jurisdicción y ley aplicable no son
disponibles—.
En ese sentido, se debe interpretar que en la estructura prescriptiva de la disposición
inaplicada no se deduce la imposibilidad de que otra jurisdicción extranjera intervenga para
resolver los conflictos contractuales que surjan en una relación jurídica de carácter internacional
en la que intervienen elementos extranjeros y es posible la aplicación de otra jurisdicción con
conexiones con el asunto o negocio. Claro está que dichas conexiones deben ser comprobables y
el acuerdo que prorroga la competencia o que determine la ley aplicable al contrato debe estar
expresamente consignado, sin dejar duda sobre el mutuo consentimiento de las partes
intervinientes en el mismo.
En efecto, se advierte que el tribunal requirente no hizo el adecuado esfuerzo
interpretativo para el caso concreto, en virtud de que todos sus argumentos se centran en una
supuesta inconstitucionalidad respecto de asuntos que no son deducibles de la disposición
inaplicada, y que pueden perfectamente resolverse en sede ordinaria mediante la aplicación de las
cláusulas contractuales.
Por tanto, se concluye que el art. 399-A C. Cm. no contradice el art 23 Cn., pues admite
una interpretación en el sentido de que dicha disposición no implica la determinación de la
competencia en casos de contratos con elementos internacionales, cuando las partes han
convenido inequívocamente someterse a otra jurisdicción.
Por tanto
En atención a las razones expuestas, disposiciones constitucionales citadas y artículos 9,
10 y 11 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, en nombre de la República de El Salvador,
esta Sala
Falla:
1. Declarase que no existe la inconstitucionalidad del artículo 399-A del Código de
Comercio por supuesta vulneración de la libertad de contratación consagrada en el art. 23 de la
Constitución, ya que admite una interpretación conforme con la norma fundamental.
2. Notifíquese la presente decisión a todos los sujetos procesales.
3. Publíquese esta sentencia en el Diario Oficial dentro de los 15 días siguientes a esta
fecha, debiendo remitirse copia de la misma al Director de dicha institución.

E. R. GONZALEZ.-------J. N. CASTANEDA S.------E. S. BLANCO R.-----F. MELENDEZ.-


--------PRONUNCIADO POR LOS MAGISTRADOS QUE LO SUSCRIBEN.-----------E.
SOCORRO C.--------RUBRICADAS.
255-C-2007
SALA DE LO CIVIL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA: San Salvador, a las nueve
horas y treinta y cinco minutos del seis de noviembre de dos mil trece.
El presente recurso de casación ha sido interpuesto por el doctor José Fabio C., actuando
como apoderado general judicial de "LAWNDALE COMMERCIAL CORP.", cesionaria de los
derechos litigiosos que correspondían a la "LA UNIVERSAL, SOCIEDAD ANÓNIMA DE
CAPITAL VARIABLE", contra la sentencia definitiva pronunciada en apelación, por la Cámara
Primera de lo Civil de la Primera Sección del Centro, a las diez horas del veintidós de octubre de
dos mil siete, en el Juicio Sumario Mercantil, promovido por la ahora recurrente, contra
"DAIMLER BENZ AKTIENGESELLS CHAFT C/P DAIMLER BENZ, A. G."
Han intervenido en primera instancia los abogados José Fabio C. y Eric Ricardo Z. R., como
apoderados de la parte actora; y, los abogados Carlos Alfredo R. C., Vanessa Beatriz N. B., Silvia
Lorena H. C., Roberto R. P. y Harold César L. B., como apoderados de "DAIMLER BENZ
AKTIENGESELLSCHAFT", conocida por "DAIMLER BENZ, A. G." En segunda instancia,
han intervenido como demandada-apelante el doctor Roberto R. C., quien fue sustituido por los
abogados Pedro Alejandro M. C. y Rafael Alberto M. C., como mandatarios de la sociedad
absorbente "DAIMLER-CHRYSLER AKTIENGESELLSCHAFT"; y, el doctor José Fabio C.
como apoderado de la parte apelada. Y en casación, el recurrente doctor José Fabio C., en la
calidad antes expresada; y, los abogados Pedro Alejandro M. C. y Rafael Alberto M. C. en
representación de la parte recurrida.
VISTOS LOS AUTOS; Y,
CONSIDERANDO:
I. La sentencia definitiva pronunciada por el Juzgado Primero de lo Mercantil de San
Salvador, se resolvió lo siguiente: “”POR TANTO: De acuerdo a las consideraciones anteriores y
en base a lo establecido en los artículos 131, 132, 133, 235,236, 237, 238 y 240, 417, 421, 422,
423, 427, 429, 439, 975 Pr. C., 995 C.Com.49, 63 y, 65 y120 L. Pr. M., a nombre de la República
de El Salvador, FALLO: a) DECLARASE NO HA LUGAR A LA EXCEPCION DE
INEPTITUD DE LA DEMANDA solicitada por los abogados CARLOS ALFREDO R. C. Y
VANESSA BEATRIZ N. B. en su calidad de Apoderados de la sociedad DAIMLER BENZ
AKTIENGESELLSCHAFT conocida por DAIMLER BENZ A.G.; b) DECLARASE LA
EXISTENCIA DE LA OBLIGACION y condenase a la sociedad DAIMLER BENZ
AKTIENGESELLSCHAFT conocida por DAIMLER BENZ A. G., a pagar a la sociedad LA
UNIVERSAL, SOCIEDAD ANONIMA DE CAPITAL VARIABLE que se abrevia LA
UNIVERSAL, S. A. DE C. V. antes LA UNIVERSAL, S. A., ahora continuado por la sociedad
LAWNDALE COMMERCIAL CORP., en vista de haberle cedido los Derechos Litigiosos la
primera a este (sic) última, la cantidad de DOSCIENTOS OCHENTA Y TRES MLLONES
QUINCE MIL TRECE COLONES en concepto de INDEMNIZACION DE PERJUICIOS, por la
denuncia de contrato de Agencia de Representación sin justa causa; y c) Condenase al pago de las
costas procesales generadas en esta Instancia.- HÁGASE SABER.
II. La Cámara de lo Civil de la Primera Sección del Centro resolvió: '""'En base a las
razones expuestas, de conformidad al (sic) los Arts. 1, 2, 11, 18, 23, 172, 185 Cn.; 1189 y 1093
Pr.C., y demás disposiciones relacionadas en la sentencia, a nombre de la República de El
Salvador, FALLAMOS: A) DECLARASE INAPLICABLE el Art. 399-A del Código de
Comercio vigente, por contrariar la Libertad de Contratación protegida por el Art. 23 de la
Constitución de la República; en consecuencia, B) DECLARASE NULA LA SENTENCIA
venida en apelación y todo lo actuado en el proceso, desde la admisión de la demanda; C)
DECLARASE IMPROPONIBLE la demanda incoada por el Dr. José Fabio C., como mandatario
de LA UNIVERSAL SOCIEDAD ANONIMA DE CAPITAL VARIABLE, que se abrevia "LA
UNIVERSAL, S.A. DE C.V.", antes "LA UNIVERSAL, S.A.", contra DAIMLER BENZ
AKTIENGESELLSCHAFT, conocida por DAIMLER BENZ, A.G.; D) Condénase al funcionario
culpable, en las costas, daños y perjuicios a que hubiere lugar; y E) Certifíquese la presente
sentencia, a la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, para los efectos
señalados en el Art.77-E de la Ley de Procedimientos Constitucionales. Vuelva la pieza principal
al juzgado de origen, con certificación de ley.
III. No estando conforme con lo resuelto en segunda instancia la parte demandante-
apelada, interpuso recurso de casación el cual fundamentó en los siguientes términos: "''
Interpongo el recurso de casación contra la resolución proveída por la CÁMARA PRIMERA DE
LO CIVIL DE LA PRIMERA SECCIÓN DEL CENTRO a las diez horas del día veintidós de
octubre, en la tramitación del RECURSO DE APELACIÓN interpuesto por mi contraparte en
dicha instancia. 5.2 Dicha resolución tanto por su NATURALEZA como por el TRIBUNAL que
la pronunció, de conformidad al ARTÍCULO 1 de la LEY DE CASACIÓN admite recurso de
casación. 6. CAUSA EN OUE SE FUNDA Y JUSTIFICACIÓN. 6.1 FUNDAMENTO el recurso
de casación que interpongo —por los dos motivos específicos que señalaré posteriormente- en la
CAUSA INFRACCIÓN DE LEY, previsto en la letra (a) del ARTÍCULO 2 de la LEY DE
CASACIÓN. 6.2 FUNDAMENTO el recurso en la causa INFRACCIÓN DE LEY, EN
RELACIÓN AL PRIMER MOTIVO, ya que al pronunciar la Cámara Primera de lo Civil de la
Primera Sección del Centro la resolución que impugno, a través de este medio de impugnación,
cometió ciertas infracciones que fueron determinantes al momento de resolver el fondo del
asunto, concretamente para inaplicar -aparentemente- el artículo 399-A del Código de Comercio,
declarar nula la sentencia de primera instancia y declarar improponible la demanda que incoé en
primera instancia. Como veremos con posterioridad, al referimos al PRIMER MOTIVO en que
se concreta la infracción, la autoridad judicial que dictó la resolución interlocutoria impugnada,
cometió errores dentro del procedimiento para la aplicación de la norma jurídica, conocido como
técnica jurídica, los cuales conllevaren la vulneración de los requisitos que el juzgador debe tener
en cuenta al tratar el fundamento de su decisión, lo que, en definitiva, se traduce en un desajuste
entre lo resuelto y los mandatos contenidos en la ley y, en general, con todo el ordenamiento
jurídico. 6.3 El SEGUNDO MOTIVO que alegaré, se enmarca, también, en la causal
INFRACCIÓN DE LEY ya que el pronunciamiento contenido en la resolución que impugno no
fue efectuado conforme lo establece la ley, concretamente, el mandato contenido en el
ARTÍCULO 421 DEL CÓDIGO DE PROCEDIMENTOS CIVILES. Se trata de una resolución
en la que hay desajuste entre el contenido de lo resuelto y los pronunciamientos que deben
efectuarse conforme a lo establecido en la disposición últimamente señalada.-------7. MOTIVO
DEL RECURSO. 7.1 El PRIMER MOTIVO en que sustento la INFRACCIÓN DE LEY es
el previsto en el ARTÍCULO 3 ORDINAL 1° DE LA LEY DE CASACIÓN: CUANDO EL
FALLO CONTENGA VIOLACIÓN DE LEY. 7 2 EL SEGUNDO MOTIVO en que sustento la
INFRACCION DE LEY es el previsto en el ARTÍCULO 3 ORDINAL 4° DE LA LEY DE
CASACIÓN; CUANDO EL FALLO FUERE INCONGRUENTE CON LAS PRETENSIONES
DEDUCIDAS POR LOS LITIGANTES AL NO HACER DECLARACIÓN SOBRE ALGÚN
EXTREMO.----8. PRECEPTOS QUE SE CONSIDERAN INFRINGIDOS---------8.1 La
disposición legal cuya violación alegó es el ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO
en relación a la violación de ley. 8.2 Respecto al motivo incongruencia del fallo, alego la
infracción de lo dispuesto en el ARTÍCULO 421 DEL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS
CIVILES.----- 9. CONCEPTO DE LA VIOLACIÓN DE LEY. ASPECTOS GENERALES 9.1
La aplicación de la norma jurídica no constituye una actividad instantánea, ya que el aplicador
del derecho requiere, previo a ello, seguir un conjunto de pasos o un procedimiento, llamado por
la doctrina técnica jurídica. 9.2 Dentro de este procedimiento localizamos etapas bien definidas,
como la (1) búsqueda de la norma, dentro de ésta la ELECCIÓN y la Crítica; (2) la
interpretación; y (3). la aplicación de la norma.-----9.3 El motivo específico de casación que
alego se refiere a un error cometido por la autoridad juzgadora, que en este caso es la Cámara
Primera de lo Civil de la Primera Sección del Centro, en la etapa inicial del procedimiento para la
aplicación de la norma jurídica, el cual conllevó que la interlocutoria que pronunció no estuviera
apegada a derecho.----Concretamente, el error cometido por la Cámara Primera de lo Civil de la
Primera Sección del Centro, lo localizamos en la ETAPA DE LA ELECCIÓN DE LA NORMA
que le sirvió para dictar la interlocutoria a la que he hecho referencia, ya que, a través de una
actividad compleja, eligió una norma de solución que no era aplicable al caso que se le había
planteado.-----No podemos olvidar, que al momento de elegir la norma aplicable al caso o, en
otras palabras, que le servirá al juzgador para hacer el pronunciamiento definitivo, de cualquier
naturaleza, éste lo que tiene son hechos introducidos por las partes al proceso, los que confronta
con los distintos supuestos de hecho que el legislador ha incorporado en las normas, con el fin de
ELEGIR el adecuado a su caso y, por tanto, aplicar la consecuencia jurídica prevista en la norma
para el mismo —el caso-. Se trata de una fase o etapa importante dentro del procedimiento de
aplicación de la norma, ya que un error en la misma se proyecta en el contenido de la decisión
.que pronuncie el juzgador, pues, concretamente, la mala ELECCIÓN DE LA NORMA o
FALSA ELECCIÓN DE LA NORMA conlleva la selección de una norma que no es aplicable al
caso; EN OTROS TÉRMINOS de una norma que contiene una consecuencia jurídica que no
regula el supuesto de hecho que tiene el juzgador que resolver, sino uno distinto, siendo, por
tanto, la resolución que pronuncia el juzgador CONTRARIA A DERECHO. Ese es el vicio que
cometió la Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección del Centro al pronunciar la
resolución de las diez horas del día veintidós de octubre de dos mil siete, ya que la misma tiene
como fundamento una cláusula contractual en la que las partes del contrato se sometieron a una
jurisdicción extranjera y no el ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO, OUE ES EL
OUE EXPRESAMENTE REGULA EL PRESENTE CASO.-----POR TANTO: La resolución
pronunciada por la Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección del Centro, AL NO
APLICAR LA PRECITADA DISPOSICIÓN DEL CÓDIGO DE COMERCIO QUE ES LA
APLICABLE AL CASO, VIOLA DICHA DISPOSICIÓN Y ES POR DICHA RAZÓN, QUE LA
IMPUGNO. 10. CONCEPTO DE LA VIOLACIÓN DE LEY: CASO CONCRETO. ASPECTOS
DESCRIPTIVOS. 10. 1 Como señalé con anterioridad, la Cámara Primera de lo Civil de la
Primera Sección del Centro, al dictar la resolución interlocutoria que impugno, cometió un error
en la etapa de la ELECCION de la norma aplicable al supuesto planteado a través del recurso de
apelación. Dicho error de ELECCIÓN se produce debido a una situación particular, derivada de
la aparente coexistencia de dos reglas para resolver uno de los supuestos planteados a través del
recurso de apelación, concretamente el relativo, a la jurisdicción que debía conocer en caso de
conflicto entre mi poderdante y la contraparte. La anterior situación aparente —insisto- de
coexistencia, se produce en razón de que en el contrato suscrito por mi representada y la
contraparte, existe una cláusula de sometimiento de mi poderdante a la jurisdicción alemana y,
en la legislación nacional, específicamente en el ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE
COMERCIO; una norma que contiene una REGLA AD-HOC de solución de conflictos para el
caso del contrato de representación, en cuya virtud, en caso de controversias, serán competentes
los tribunales del domicilio del agente representante o distribuidor. -En ese sentido, y entiéndase
la siguiente afirmación como meramente descriptiva, decepciones devastadoras estamos ante una
disposición que ESTABLECE FUERO A FAVOR DEL REPRESENTANTE presumiblemente
con domicilio en el territorio nacional, pues e en éste donde se ejecuta el contrato y, además, más
que establecer, como equivocadamente lo afirma en algún momento la sentencia que impugno, un
criterio de competencia, fija LOS LÍMITES ESPACIALES DENTRO DE LOS QUE, EL
ESTADO SALVADOREÑO, EJERCE LA JURISDICCIÓN EN ESTE TIPO DE PROCESOS.
Se trata, por tanto, de una norma que fija en el fondo LÍMITES A UNA MODALIDAD DE
EJERCICIO DE LA SOBERANÍA NACIONAL. 10.2 Que para resolver el aparente conflicto la
Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección del Centro, so pretexto de proteger la
Constitucionalidad, procedió a efectuar un juicio de constitucionalidad, paso que por lógica se
encuentra integrado dentro de la técnica jurídica procesal, entre la AUTONOMÍA DE LA
VOLUNTAD (ART. 23 DE LA CONSTITUCIÓN) Y EL ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO
DE COMERCIO. CONSIDERACIONES JURÍDICAS EN RELACIÓN AL EL (sic) ART .399-
A DEL CÓDIGO DE COMERCIO. 10.3 Que al efectuar el referido juicio de constitucionalidad
la Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección del Centro, confrontó el Art. 399-A del
Código de Comercio con la autonomía de la voluntad (Art. 23 Constitución)- y, como
consecuencia del mismo, declaró que la determinación que hace el Estado de su soberanía en
torno al ejercicio de la potestad jurisdiccional atentaba contra la referida libertad de contratación.-
----- -EN OTRAS PALABRAS: Las partes de un contrato, en todo supuesto, pueden someterse a
una jurisdicción extranjera, incluso contra ley expresa, en este caso el artículo 399-A DEL
CÓDIGO DE COMERCIO; es decir, que la voluntad de las partes, al menos en el tema de la
delimitación de la jurisdicción del Estado, se encuentra por encima de la voluntad del legislador,
pudiendo, en consecuencia, pactar en contra de ley expresa pues ello forma parte del contenido
constitucional de la autonomía de la voluntad (Art 23 Constitución) y, lo más inconstitucional,
EN CUESTIONES DE DERECHO PÚBLICO COMO LA DELIMITACIÓN DE LA
SOBERARÍA EN EL ÁREA JURISDICCIONÁL. 10.4 Para proteger la Constitución de ese
modo, mejor no protegerla, pues LA PREMISA de la que parte la Cámara Primera de lo Civil de
la Primera Sección del Centro ES CONTRARIA A LA MISMA CONSTITUCIÓN; LO
PRIVADO NO ESTÁ SOBRE LA PÚBLICO por el contrario, LO PÚBLICO PREVALECE
SOBRE LO PRIVADO (ART. 246 CONSTITUCIÓN). 10.5 No podemos ignorar que la
autonomía de la voluntad tiene cierta incidencia al momento de la suscripción de los contratos;
sin embargo, hay aspectos sobre los cuales no pueden disponer, concretamente aquellos en los
que, además de ser de derecho público, existe, por ello mismo, una regulación específica. Es
contrario a la Constitución, e ilógico —por la lógica de sistema de fuentes nacional- que un
contrato contenga disposiciones contrarias a la Ley, sobre todo en temas vinculados con el
EJERCICIO DE LA SOBERANÍA DEL ESTADO A TRAVÉS DE LA JURISDICCIÓN. 10.6
Sin duda alguna. las partes de un contrato tienen un ámbito de libre disposición, dentro del cual
no puede incidir el derecho, que es lo que protege el ARTÍCULO 23 DE LA CONSTITUCIÓN,
invocado por la Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección del Centro, pero dicho
ÁMBITO NO ES ABSOLUTO, TIENE SUS LÍMITES, UNO DE ELLOS ES EL DERECHO
PÚBLICO, DENTRO DEL CUAL ESTÁ EL TEMA DEL EJERCICIO DE LA SOBERANÍA.
10.7 De lo contrario estaríamos en la ANARQUÍA, en una situación de INSEGURIDAD
JURÍDICA, en la que lo dispuesto en un contrato estaría por encima de la voluntad del legislador
y del mismo Constituyente. En otros términos: la VOLUNTAD DE LOS CONTRATANTES NO
TENDRÍA NINGÚN MARCO LEGAL Y, POR TANTO, ESTARÍA POR ENCIMA DE LA
VOLUNTAD POPULAR. 10. 8 Al respectó el precitado ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE
COMERCIO DISPONE: "Las controversias que se susciten en la aplicación de lo dispuesto en
esta Sección, se tramitarán en juició sumario por los tribunales competentes del domicilio del
agente representante o distribuidor".------Estimamos que la Cámara Primera de lo Civil, al no
aplicar la precitada disposición, dejó de lado —o ignoró- la razón por la que el legislador
salvadoreño incorporó, para éste tipo de contratos una, disposición que, entre otras cuestiones,
contiene una reserva de jurisdicción. Ciertamente, la sección del Código de Comercio donde se
encuentra ubicado el articulo 399-A, es la relativa a los Contratos de Representación y
Distribución que SURTIRÁN EFECTOS EN EL PAIS (Art 392), independientemente del lugar
donde se suscriban; es decir, el lugar de suscripción, en el contrato de Representación y
suscripción, es irrelevante. En ese sentido, debido a que es en el territorio nacional donde el
contrato surtirá efectos o se desarrollará, es que el Estado –en este caso en el Código de
Comercio- reserva a la jurisdicción nacional el conocimiento de cualquier controversia que se
suscite en la ejecución del contrato. Lo anterior no puede ser de otra manera, ya que cualquier
acto que se realice en territorio nacional, debe de estar sujeto a la justiciabilidad salvadoreña; de
lo contrario, podría suceder que en el territorio nacional se esté infringiendo la ley y dicha
conducta no pueda ser juzgada, so pretexto de que en el territorio extranjero —en este caso en
Alemania- no es contraria a la ley. Aceptar el criterio de la Cámara conllevaría la posibilidad —
al menos en casos como el presente- de que los particulares creen fueros similares a los
diplomáticos. Es en virtud de lo anterior, que el legislador, en el artículo 399-A del Código de
Comercio, establece, entre otros, limites a la libertad de contratación de las partes, en específico,
respecto a la jurisdicción que conocerá en caso de controversias, el cual es razonable —no
arbitrario- pues, cómo vimos antes, se justifican en razón del lugar donde se ejecuta el contrato,
criterio que, como sostuvimos, se sustenta en razones de derecho público.----10.9 Ahora bien, no
podemos olvidar que en la actualidad, en relación al tema de la jurisdicción, el legislador da
libertad a las partes contratantes para someterse a una jurisdicción en concreto, como respuesta al
fenómeno de la globalización, no obstante, se insiste, que este no es el caso de los Contratos de
Representación o Distribución, ya que en éstos EL ESTADO -por las razones antes apuntadas-.
SE HA RESERVADO PARA SI LA SOLUCIÓN DE LAS CONTROVERSIAS.------ 10.10
Distinto es el caso, en el que la ley deja abierta la posibilidad de que las partes, dentro de los
términos del contrato, pueden acordar someterse a la jurisdicción de un Estado. Sin embargo, es
de reiterar, sin dicha habilitación, en virtud de la naturaleza del tema de la jurisdicción, en la
medida que implica el ejercicio de una potestad derivada de la soberanía del Estado, el referido
aspecto trasciende a la voluntad de las partes. Es un ámbito DENTRO DEL CUAL LAS
PARTES NO PUEDEN INGRESAR. FORMA PARTE DE LA INSTITUCIONALIDAD DEL
ESTADO. 10.11 La doctrina del derecho procesal lo confirma. Los procesalistas (GUASP,
FAIRÉN, MONTERO, MORENO CATENA, GIMENO Y OTROS) son unánimes en sostener
que el DERECHO PROCESAL ES PÚBLICO y, además, ABSOLUTO Y NO DISPOSITIVO.
Dicha calificación y caracterización no es arbitraria, sino qué intenta responder a la naturaleza y
función de la referida rama del derecho. Y es que no puede ser de otra forma, pues, con la
eliminación de la autotutela, surge el monopolio del Estado en la solución de los conflictos, lo
cual implica que dicha labor sale de la esfera de los particulares y pasa a la pública. Por ello, si
bien, en muchos casos, el conflicto como tal es de índole privada, la función de solución, al estar
confiada al Estado, es de naturaleza pública. Lo anterior produce importantes consecuencias, que
las vemos a diario, ya que las partes pueden disponer del conflicto como tal —o de los derechos
discutidos-, que es de lo que siguen siendo titulares, no así de las normas que regulan el proceso,
ya que éstas tienen como finalidad regir el ejercicio de una potestad del Estado: la jurisdiccional.
Ahora bien, la anterior afirmación se relativiza en la medida que con alguna frecuencia
encontramos supuestos de disponibilidad de normas procesales, no obstante su carácter público;
sin embargo, dichos supuestos deben de estar permitidos expresamente por la ley, la cual, en todo
caso, queda sujeta al control de constitucionalidad. POR TANTO, la disponibilidad de las normas
procesales —en este caso de la jurisdicción -queda A (sic) SUJETA A LA VOLUNTAD DEL
LEGISLADOR; es decir, EN LA MEDIDA EN QUE LA LEY -COMO MANIFESTACIÓN DE
LA SOBERANÍA DEL ESTADO- NO RESERVE EL CONOCIMIENTO DE UN CASO A LA
JURISDICCIÓN NACIONAL. EN OTROS TÉRMINOS: LOS PARTICULARES PUEDEN
DISPONER DE LA JURISDICCIÓN EN LA MEDIDA QUE NO HAYA LEY EN
CONTRARIO, LO CUAL NO SUCEDE EN EL PRESENTE CASO pues, el ARTÍCULO 399-
A del CÓDIGO DE COMERCIO, ESTABLECE QUE EL CONOCIMIENTO DE LAS
CÓNTROVERSIAS, EN LOS CASOS DE CONTRATOS DE REPRESENTACIÓN,
CORRESPONDE A LA JURISDICCION SALVADÓREÑA. 10.12 En virtud de las razones
constitucionales, legales y doctrinarias señaladas, la Cámara Primera de lo Civil de la Primera
Sección del Centro al resolver sobre el presupuesto procesal de la jurisdicción, tenia que haber
declarado sin lugar la petición de la contraparte; es decir, tenía que haber declarado la
concurrencia dé dicho presupuesto procesal y, por tanto, que los Tribunales nacionales tienen
jurisdicción para conocer del caso. Lo anterior, se hubiera materializado, en primer lugar,
advirtiendo sobre la concurrencia de dos normas aplicables al caso, la legal y la cláusula
contractual; en segundo lugar a través de un análisis de la naturaleza de ambas normas, con el fin
de superar el aparente conflicto existente entre ellas, el cual hubiera desaparecido al efectuar el
análisis de la naturaleza y jerarquía de las mismas.------En concreto, dicho análisis hubiera
llevado a la Cámara de lo Civil a concluir, por un lado en cuanto al tema de la jerarquía de las
normas; que estamos en presencia de una NORMA CONTRACTUAL EN CONFLICTO CON
LA LEY; es decir, que la regla contenida en el contrato ES CONTRARIA A SU FUENTE DE
VALIDEZ y, por otro en relación a la naturaleza del contenido de las reglas, que, al existir
previsión legal EN EL ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO, el contrato NO
PUEDE DISPONER SOBRE EL TEMA DE LA JURISDICCIÓN. POR TANTO: la solución
al aparente conflicto, desde las dos direcciones apuntadas —jerarquía y naturaleza- nos llevan a
lo mismo: PROCEDÍA LA APLICACIÓN DEL ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE
COMERCIO Y NO LA CLÁUSULA CONTRACTUAL, POR SER CONTRARIA A SU
FUENTE DE VALIDEZ: LA LEY.------CABE ACLARAR, en este punto, que el supuesto
control de constitucionalidad efectuado por la Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección
del Centro, no tiene sentido en este caso y, en pocas palabras, rompe con el procedimiento de
aplicación de la norma jurídica.------- En específico: el control de constitucionalidad se
efectúa respecto de normas que han sido ELEGIDAS PARA SU APLICACION y, NO PARA
RESOLVER CONFLICTOS NORMATIVOS QUE NO EXISTEN.-------- La Cámara Primera de
lo Civil eso es lo que hizo, pues, so pretexto de controlar la constitucionalidad, por cierto de una
norma que no ha declarado aplicable al caso —y que por cierto desecha o plantea el
enfrentamiento entre la CLÁUSULA CONTRACTUAL Y EL ARTÍCULO 399-A DEL
CÓDIGO DE COMERCIO. Sin embargo, de entrada, la forma en que pretende resolver el
conflicto es peculiar —o fuera de toda lógica- ya que, en vez de confrontar ambas normas —por
cierto de jerarquía distinta- PROCEDE A SUPERVALORAR LA. CLÁUSULA
CONTRACTUAL, RECURRIENDO A SU FUNDAMENTO CONSTITUCIONAL, SIN
HACER LO MISMO RESPECTO A LA NORMA LEGAL------Por tanto, si era de recurrir a los
fundamentos constitucionales de las normas en conflicto, tendría que haber recurrido —también-
al fundamento constitucional del artículo 399-A y, en consecuencia, tendría pues haber
confrontado LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD (ARTÍCULO 23) CON EL JUEZ
NATURAL (ART. 15), SEGURIDAD JURÍDICA (ARTICULO 2) Y LA NATURALEZA
PÚBLICA DEL REFERIDO ARTÍCULO (ARTÍCULO 172 Y SS). En virtud de lo anterior,
consideramos que si bien la Cámara Primera de lo Civil declaró que había efectuado un juicio de
constitucionalidad, el mismo, además de ser inoportuno —pues no procedía en ese momento- fue
mal hecho. Pero, insisto, lo que había era un aparente conflicto internormativo, el cual tenía que
haberse resuelto confrontando Ley y cláusula contractual.------ En tercer lugar, al ser los jueces
salvadoreños jueces de la Constitución (Arts; 172 y 185 Constitución), si la Cámara hubiera
actuado adecuadamente; es decir, hubiera resuelto el aparente conflicto eligiendo la norma
aplicable al caso -el ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO- hubiera procedido A
CRITICARLA. En otros términos, la Cámara de lo Civil hubiera procedido a efectuar el juicio de
constitucionalidad de la norma, con el fin de confrontar el precitado ARTÍCULO 399-A DEL
CÓDIGO DE COMERCIO CON LA CONSTITUCIÓN. Es acá donde, en casó de duda, hubiera
procedido a juzgar la norma respecto a la LIBERTAD DE CONTRATACIÓN (ARTÍCULO 23
DE LA CONSTITUCIÓN) Y RESPECTO A CUALQUIER OTRA DISPOSICIÓN
CONSTITUCIONAL. Es claro, que el 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO no vulnera desde
ninguna perspectiva ningún derecho reconocido en la Constitución, ni, mucho menos, la libertad
de contratación, reconocida en el artículo 23 de la Constitución, pues, es evidente, que ésta, como
cualquier derecho, tiene límites y es, dentro de dichos límites, que debe ejercerse, tal como lo
señalamos anteriormente. En cuarto lugar, la Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección
del Centro, hubiera procedido a interpretar el precitado ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE
COMERCIO, interpretación que tendría que haber tenido como parámetro a la Constitución y, en
quinto lugar hubiera procedido a aplicar el referido artículo del Código de Comercio. EN
CONCLUSIÓN: La Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección del Centro, cometió, en
términos generales, dos errores graves dentro del procedimiento de aplicación de la norma al caso
concreto, lo cual conllevó la violación de ley alegada.-----Por un lado, resolvió de forma
equivocada el aparente conflicto de reglas existente, pues no era tal, ya que SIMPLEMENTE
ERA ENTRE LEY (ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO) Y CLÁSULA
ILEGAL. NO ERA ENTRE LEY Y CONSTITUCIÓN; Por otro, y, como consecuencia del
anterior, consideró inconstitucional una norma, para APLICAR LA CLÁUSULA
CONTRACTUAL. Dicha aplicación de la cláusula contractual motivó a que se hicieran todos los
pronunciamientos contrarios a ley contenidos en la interlocutoria impugnada: la declaratoria de
nulidad de la sentencia de primera instancia y la improponibilidad de la demanda Por las razones
indicadas y, al ser el vicio alegado DE FONDO, solicito a Vos que oportunamente pronunciéis la
SENTENCIA QUE ESTIMÉIS APEGADA A DERECHO.------11. CONCEPTO DE LA
INCONGRUENCIA DEL FALLO.------ 11.1 El Código de Procedimientos Civiles en el
ARTÍCULO 421, establece la obligación de los órganos judiciales de pronunciar resoluciones
congruentes, al disponer -en la parte pertinente-: "Las cuestiones recaerán sobre las cosas
litigadas y en la manera en que han sido disputadas, sabida que sea la verdad por las pruebas del
mismo proceso (...)". 11.2 También la jurisprudencia constitucional salvadoreña, ha considerado,
desde la perspectiva constitucional, que la CONGRUENCIA DE LAS RESOLUCIONES
JUDICIALES es una categoría que forma parte del DERECHO A LA PROTECCIÓN
JURISDICCIONAL, reconocido en el artículo 2 de la Constitución de la República, y, por tanto,
tutelable a través del amparo. (Sobre el tema Véase: Sentencia pronunciada en el amparo 627-
2000, el 07-05-2002). 11.3 La incongruencia se da cuando existe desajuste entre el fallo judicial y
los términos en que las partes han planteado los términos del debate procesal. Por tanto, para
determinar si existe incongruencia en una resolución judicial, es preciso confrontar su parte
dispositiva con el objeto del proceso.------ 11.4 La incongruencia admite distintas
manifestaciones: (a) la incongruencia omisiva, que es aquella que se produce cuando no se
deciden todos los puntos objeto del debate, ni se da respuesta a una pretensión de la parte y, (b)
incongruencia por extra petitum, que es en la que existe desajuste entre lo resuelto y lo planteado
en la demanda o recurso, de tal forma que el pronunciamiento verse sobre un tema que no esté
incluido en las pretensiones de las partes.------ 11.5 En el presente caso, la interlocutoria
pronunciada por la Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección del Centró, incurrió en él
vicio de la INCONGRUENCIA POR OMISIÓN, ya que, al resolver sobre el tema de la falta de
jurisdicción de los Tribunales Nacionales, aspecto que fue alegado por la contraparte, NO TOMÓ
EN CONSIDERACIÓN Y, POR TANTO, NO SE PRONUNCIÓ SOBRE DOS DE LOS
FUNDAMENTOS A MI OPOSICIÓN A LA ALEGACIÓN DE LA RECURRENTE. Quiero
aclarar, que dichos fundamentos los alegué oportunamente, concretamente al momento en que
CONTESTE AGRAVIOS, razón por la que constituían parte de los TÉRMINOS DEL DEBATE
y, por tanto, tenía derecho a que se me resolviera, independientemente del contenido de la
decisión. ------11.6 En otros términos: la Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección del
Centro, al omitir resolver sobre dos de los fundamentos, de mi oposición a la alegación de falta
de jurisdicción de los Tribunales Nacionales, incumplió la obligación prevista en el ARTÍCULO
421 DEL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS CIVILES, ya que omitió resolver sobre la totalidad
de las cosas litigadas y en la forma que han sido disputadas.------ 11.7 Como señalé, en la
contestación de agravios, en relación a la FALTA DE JURISDICCIÓN ALEGADA -a forma de
conclusión, después de una larga exposición-EXPRESÉ: "Aceptar el criterio, sostenido por los
abogados recurrentes, sería inconstitucional e ilegal. Inconstitucional, ya que vulneraria los
derechos de mi poderdante, concretamente al juez natural y a la seguridad jurídica, pues
conocería un Tribunal distinto al fijado en la ley. E. ilegal, porque a resolución pronunciada
ignoraría la regla de competencia prevista en el artículo 399-A del Código de Comercio.
Finalmente, implicaría un atentado al carácter absoluto y no dispositivo de las normas procesales,
en cuya virtud, los sujetos del proceso deberán someterse a las normas procesales, para este casó
la de competencia (...). 11.8 Como se puede advertir, y así lo comprobará esa Honorable Sala al
conocer del expediente judicial, al CONTESTAR AGRAVIOS, entre otras cuestiones, me opuse
a la alegación de la falta de jurisdicción de los Tribunales Nacionales. Sobre el particular cabe
señalar, que la Cámara de lo Civil de la Primera Sección del Centro, al momento de resolver
sobre el referido presupuesto procesal, no podía limitarse a dar una respuesta afirmativa o
negativa ante mi oposición, ya que, como veremos posteriormente, dicha negativa estaba
sustentada en motivos específicos y variados, en concreto tres. Es decir, mi oposición a la
pretensión de la recurrente —en otros términos, EL OPONERME- es, dentro del diseño de la
oposición a la pretensión, únicamente lo que se pide, EL OBJETO DE LA PRETENSIÓN pero
no LO OUE LA FUNDAMENTA, QUE CONSTITUYEN LA RAZÓN O EL MOTIVO POR
EL QUE SE PIDE, que en este caso en concreto eran tres. Como se advierte en la parte transcrita,
FUNDAMENTE MI OPOSICIÓN en tres MOTIVOS CONCRETOS: (a) VIOLACIÓN AL
PRINCIPIO DE JUEZ NATURAL; (b) SEGURIDAD JURÍDICA, y (c) NATURALEZA
PÚBLICA DE LAS NORMAS PROCESALES, LO CUAL LAS VUELVE INDISPONIBLES.
Ahora bien, como se advierte en la resolución que impugno, la Cámara Primera de lo Civil de la
Primera Sección del Centro se limitó, en la PÁGINA 58 de la interlocutoria atacada a señalar
que no había violación al principio de juez natural, sin hacer ni mínima referencia al contenido
del referido principio. Sin embargo, consideramos que al menos hizo un pronunciamiento al
respecto, aunque, es de aclarar; oscuro y, en todo caso, tirando por el suelo la jurisprudencia y
doctrina sobre la temática.------ A diferencia del caso del juez natural, la Cámara Primera de lo
Civil omitió hacer consideraciones y pronunciamientos respecto a la violación a la SEGURIDAD
JURÍDICA Y AL CARÁCTER PÚBLICO DE LAS NORMAS PROCESALES, las cuales, hay
que aclarar, vinculé con la aplicabilidad del ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE
COMERCIO. Así, la referida Cámara tendría que haber resuelto, en relación a la violación a la
SEGURIDAD JURIDICA, EL POROUÉ NO LA VIOLA EL HECHO DE QUE, habiendo
determinado el ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO que corresponde a la
jurisdicción nacional juzgar las controversias en el caso de los contratos de agencia y
distribución, LAS PARTES SE SOMETAN A UNA JURISDICCIÓN EXTRANJERA, EN
ESTE CASO A LA ALEMANA. Igual sucede con la oposición fundada en el carácter público de
las normas procesales, pues tenía que pronunciarse sobre EL PORQUÉ LAS PARTES DE UN
CONTRATO PODÍAN DISPONER DE LA JURISDICCIÓN —y someterse a una extranjera-,
SI LAS NORMAS QUE LA REGULAN, .EN ESTE CASO EL PRECITADO ARTÍCULO 399-
A DEL CÓDIGO DE COMERCIO, SON DE DERECHO PÚBLICO.------ 11.9 Como se
advierte, Honorable Sala de lo Civil, la Cámara Primera de lo Civil, en la resolución que
impugno, si bien se pronunció sobre la PETICIÓN DE OPOSICIÓN FORMULADA, NO SE
PRONUNCIÓ SOBRE TODOS LOS FUNDAMENTOS DE LA OPOSICIÓN, SINO
RESPECTO A UNO -por cierto defectuosamente-, LO CUAL CONLLEVA QUE LA
RESOLUCIÓN SEA INCONGRUENTE POR OMISIÓN es decir, POR SER EL FALLO
INCONGRUENTE AL NO HACER DECLARACIÓN SOBRE UN EXTREMO DE LA
OPOSICIÓN A LA PRETENSIÓN. Por las razones indicadas y, al ser el vicio alegado DE
FONDO, solicito a Vos que oportunamente pronunciéis la SENTENCIA QUE CONTENGA UN
PRONUNCIAMIENTO SOBRE TODOS LOS EXTREMOS PLANTEADOS EN EL ESCRITO
DE CONTESTACIÓN DE AGRAVIOS.””””
V. Previo haber analizado tanto el escrito de interposición del recurso, la Sala, por
resolución de las doce horas y treinta minutos del doce de diciembre de dos mil siete, admitió el
recurso por la causa genérica Infracción de Ley, preceptuado en el Art. 2 literal a) de la Ley de
Casación, por los sub-motivos a) Violación de Ley, estipulado en el Art. 3 ordinal 1° de la
precitada ley, señalando como disposición legal infringida el Art. 399-A C. Com.; y, b) Fallo
Incongruente con las Pretensiones Deducidas por los Litigantes, Art. 421 Pr. C. De la
interlocutoria en referencia, la parte recurrida interpuso recurso de revocatoria, el cual fue
declarado sin lugar.
VI. ANÁLISIS DEL RECURSO
Infracción de Ley, preceptuado en el Art. 2 literal a) de la Ley de Casación, sub-
motivos: a) Violación de Ley, estipulado en el Art. 3 ordinal 1° de la precitada ley,
señalando como disposición legal infringida el Art. 399-A C. Com.; y, b) Fallo Incongruente
con las Pretensiones Deducidas por los Litigantes, Art. 421 Pr. C.

a) Violación de Ley, Art. 399-A C. Com.


En lo tocante a la transgresión del Art. 399-A C. Com. por el sub-motivo en análisis,
relaciona el impetrante, que ha sido infringido por el Tribunal Ad-quem, en cuanto que la Cámara
Primera de lo Civil de la Primera Sección del Centro, al dictar la resolución interlocutoria que
impugno, cometió un error en la etapa de la ELECCION de la norma aplicable al supuesto
planteado a través del recurso de apelación.---- Dicho error de ELECCIÓN se produce debido a
una situación particular, derivada de la aparente coexistencia de dos reglas para resolver uno de
los supuestos planteados a través del recurso de apelación, concretamente el relativo, a la
jurisdicción que debía conocer en caso de conflicto entre mi poderdante y la contraparte. La
anterior situación aparente —insisto- de coexistencia, se produce en razón de que en el contrato
suscrito por mi representada y la contraparte, existe una cláusula de sometimiento de mi
poderdante a la jurisdicción alemana y, en la legislación nacional, específicamente en el
ARTÍCULO 399,- A DEL CÓDIGO DE COMERCIO; una norma que contiene una REGLA
AD-HOC de solución de conflictos para el caso del contrato de representación, en cuya virtud, en
caso de controversias, serán competentes los tribunales del domicilio del agente representante o
distribuidor.------ En ese sentido, y entiéndase la siguiente afirmación como meramente
descriptiva, decepciones devastadoras estarnos ante una disposición que ESTABLECE FUERO
A FAVOR DEL REPRESENTANTE presumiblemente con domicilio en el territorio nacional,
pues e en éste donde se ejecuta el contrato y, además, más que establecer, como equivocadamente
lo afirma en algún momento la sentencia que impugno, un criterio de competencia, fija LOS
LÍMITES ESPACIALES DENTRO DE LOS QUE, EL ESTADO SALVADOREÑO, EJERCE
LA JURISDICCIÓN EN ESTE TIPO DE PROCESOS. Se trata, por tanto, de una norma que fija
en el fondo LÍMITES A UNA MODALIDAD DE EJERCICIO DE LA SOBERANÍA
NACIONAL.------ 10.2 Que para resolver el aparente conflicto la Cámara Primera de lo Civil de
la Primera Sección del Centro, so pretexto de proteger la Constitucionalidad, procedió a efectuar
un juicio de constitucionalidad, paso que por lógica se encuentra integrado dentro de la técnica
jurídica procesal, entre la AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD (ART. 23 DE LA
CONSTITUCIÓN) Y EL ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO.
CONSIDERACIONES JURÍDICAS EN RELACIÓN AL EL (sic) ART .399-A DEL CÓDIGO
DE COMERCIO. 10.3 Que al efectuar el referido juicio de constitucionalidad la Cámara Primera
de lo Civil de la Primera Sección del Centro, confrontó el Art. 399-A del Código de Comercio
con la autonomía de la voluntad (Art. 23 Constitución)- y, como consecuencia del mismo,
declaró que la determinación que hace el Estado de su soberanía en torno al ejercicio de la
potestad jurisdiccional atentaba contra la referida libertad de contratación. -EN OTRAS
PALABRAS: Las partes de un contrato, en todo supuesto, pueden someterse a una jurisdicción
extranjera, incluso contra ley expresa, en este caso el artículo 399-A DEL CÓDIGO DE
COMERCIO; es decir, que la voluntad de las partes, al menos en el tema de la delimitación de la
jurisdicción del Estado, se encuentra por encima de la voluntad del legislador, pudiendo, en
consecuencia, pactar en contra de ley expresa pues ello forma parte del contenido constitucional
de la autonomía de la voluntad (Art 23 Constitución) y, lo más inconstitucional, EN
CUESTIONES DE DERECHO PÚBLICO COMO LA DELIMITACIÓN DE LA SOBERARÍA
EN EL ÁREA JURISDICCIONAL. 10.4 Para proteger la Constitución de ese modo, mejor no
protegerla, pues LA PREMISA de la que parte la Cámara Primera de lo Civil de la Primera
Sección del Centro ES CONTRARIA A LA MISMA CONSTITUCIÓN; LO PRIVADO NO
ESTÁ SOBRE LA PÚBLICO por el contrario, LO PÚBLICO PREVALECE SOBRE LO
PRIVADO (ART. 246 CONSTITUCIÓN).------ 10.5 No podemos ignorar que la autonomía de la
voluntad tiene cierta incidencia al momento de la suscripción de los contratos; sin embargo, hay
aspectos sobre los cuales no pueden disponer, concretamente aquellos en los que, además de ser
de derecho público, existe, por ello mismo, una regulación específica. Es contrario a la
Constitución, e ilógico —por la lógica de sistema de fuentes nacional- que un contrato contenga
disposiciones contrarias a la Ley, sobre todo en temas vinculados con el EJERCICIO DE LA
SOBERANÍA DEL ESTADO A TRAVÉS DE LA JURISDICCIÓN. 10.6 Sin duda alguna. las
partes de un contrato tienen un ámbito de libre disposición, dentro del cual no puede incidir el
derecho, que es lo que protege el ARTÍCULO 23 DE LA CONSTITUCIÓN, invocado por la
Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección del Centro, pero dicho ÁMBITO NO ES
ABSOLUTO, TIENE SUS LÍMITES, UNO DE ELLOS ES EL DERECHO PÚBLICO,
DENTRO DEL CUAL ESTÁ EL TEMA DEL EJERCICIO DE LA SOBERANÍA.------ 10.7 De
lo contrario estaríamos en la ANARQUÍA, en una situación de INSEGURIDAD JURÍDICA, en
la que lo dispuesto en un contrato estaría por encima de la voluntad del legislador y del mismo
Constituyente. En otros términos: la VOLUNTAD DE LOS CONTRATANTES NO TENDRÍA
NINGÚN MARCO LEGAL Y, POR TANTO, ESTARÍA POR ENCIMA DE LA VOLUNTAD
POPULAR. 10. 8 Al respectó el precitado ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO
DISPONE: "Las controversias que se susciten en la aplicación de lo dispuesto en esta Sección, se
tramitarán en juicio sumario por los tribunales competentes del domicilio del agente
representante o distribuidor".------Estimamos que la Cámara Primera de lo Civil, al no aplicar la
precitada disposición, dejó de lado —o ignoró- la razón por la que el legislador salvadoreño
incorporó, para éste tipo de contratos una, disposición que, entre otras cuestiones, contiene una
reserva de jurisdicción. Ciertamente, la sección del Código de Comercio donde se encuentra
ubicado el articulo 399-A, es la relativa a los Contratos de Representación y Distribución que
SURTIRÁN EFECTOS EN EL PAIS (Art 392), independientemente del lugar donde se
suscriban; es decir, el lugar de suscripción, en el contrato de Representación y suscripción, es
irrelevante. En ese sentido, debido a que es en el territorio nacional donde el contrato surtirá
efectos o se desarrollará, es que el Estado —en este caso en el Código de Comercio- reserva a la
jurisdicción nacional el conocimiento de cualquier controversia que se suscite en la ejecución del
contrato. ------Lo anterior no puede ser de otra manera, ya que cualquier acto que se realice en
territorio nacional, debe de estar sujeto a la justiciabilidad salvadoreña; de lo contrario, podría
suceder que en el territorio nacional se esté infringiendo la ley y dicha conducta no pueda ser
juzgada, so pretexto de que en el territorio extranjero —en este caso en Alemania- no es contraria
a la ley. Aceptar el criterio de la Cámara conllevaría la posibilidad —al menos en casos como el
presente- de que los particulares creen fueros similares a los diplomáticos. Es en virtud de lo
anterior, que el legislador, en el artículo 399-A del Código de Comercio, establece, entre otros,
límites a la libertad de contratación de las partes, en específico, respecto a la jurisdicción que
conocerá en caso de controversias, el cual es razonable —no arbitrario- pues, cómo vimos antes,
se justifican en razón del lugar donde se ejecuta el contrato, criterio que, como sostuvimos, se
sustenta en razones de derecho público.----10.9 Ahora bien, no podemos olvidar que en la
actualidad, en relación al tema de la jurisdicción, el legislador da libertad a las partes contratantes
para someterse a una jurisdicción en concreto, como respuesta al fenómeno de la globalización,
no obstante, se insiste, que este no es el caso de los Contratos de Representación o Distribución,
ya que en éstos EL ESTADO -por las razones antes apuntadas-. SE HA RESERVADO PARA SI
LA SOLUCIÓN DE LAS CONTROVERSIAS. 10.10 Distinto es el caso, en el que la ley deja
abierta la posibilidad de que las partes, dentro de los términos del contrato, pueden acordar
someterse a la jurisdicción de un Estado. Sin embargo, es de reiterar, sin dicha habilitación, en
virtud de la naturaleza del tema de la jurisdicción, en la medida que implica el ejercicio de una
potestad derivada de la soberanía del Estado, el referido aspecto trasciende a la voluntad de las
partes. Es un ámbito DENTRO DEL CUAL LAS PARTES NO PUEDEN INGRESAR.
FORMA PARTE DE LA INSTITUCIONALIDAD DEL ESTADO.------ 10.11 La doctrina del
derecho procesal lo confirma. Los procesalistas (GUASP, FAIRÉN, MONTERO, MORENO
CATENA, GIMENO Y OTROS) son unánimes en sostener que el DERECHO PROCESAL ES
PÚBLICO y, además, ABSOLUTO Y NO DISPOSITIVO.------Dicha calificación y
caracterización no es arbitraria, sino qué intenta responder a la naturaleza y función de la referida
rama del derecho. Y es que no puede ser de otra forma, pues, con la eliminación de la autotutela,
surge el monopolio del Estado en la solución de los conflictos, lo cual implica que dicha labor
sale de la esfera de los particulares y pasa a la pública. Por ello, si bien, en muchos casos, el
conflicto como tal es de índole privada, la función de solución, al estar confiada al Estado, es de
naturaleza pública.---- Lo anterior produce importantes consecuencias, que las vemos a diario, ya
que las partes pueden disponer del conflicto como tal —o de los derechos discutidos-, que es de
lo que siguen siendo titulares, no así de las normas que regulan el proceso, ya que éstas tienen
como finalidad regir el ejercicio de una potestad del Estado: la jurisdiccional.------ Ahora bien, la
anterior afirmación se relativiza en la medida que con alguna frecuencia encontramos supuestos
de disponibilidad de normas procesales, no obstante su carácter público; sin embargo, dichos
supuestos deben de estar permitidos expresamente por la ley, la cual, en todo caso, queda sujeta
al control de constitucionalidad.------ POR TANTO, la disponibilidad de las normas procesales
—en este caso de la jurisdicción -queda A (SIC) SUJETA A LA VOLUNTAD DEL
LEGISLADOR; es decir, EN LA MEDIDA EN QUE LA LEY-COMO MANIFESTACIÓN DE
LA SOBERANÍA DEL ESTADO- NO RESERVE EL CONOCIMIENTO DE UN CASO A LA
JURISDICCIÓN NACIONAL.------EN OTROS TÉRMINOS: LOS PARTICULARES
PUEDEN DISPONER DE LA JURISDICCIÓN EN LA MEDIDA QUE NO HAYA LEY EN
CONTRARIO, LO CUAL NO SUCEDE EN EL PRESENTE CASO pues, el ARTÍCULO 399-
A del CÓDIGO DE COMERCIO, ESTABLECE QUE EL CONOCIMIENTO DE LAS
CÓNTROVERSIAS, EN LOS CASOS DE CONTRATOS DE REPRESENTACIÓN,
CORRESPONDE A LA JURISDICCION SALVADÓREÑA. 10.12 En virtud de las razones
constitucionales, legales y doctrinarias señaladas, la Cámara Primera de lo Civil de la Primera
Sección del Centro al resolver sobre el presupuesto procesal de la jurisdicción, tenía que haber
declarado sin lugar la petición de la contraparte; es decir, tenía que haber declarado la
concurrencia dé dicho presupuesto procesal y, por tanto, que los Tribunales nacionales tienen
jurisdicción para conocer del caso. Lo anterior, se hubiera materializado, en primer lugar,
advirtiendo sobre la concurrencia de dos normas aplicables al caso, la legal y la cláusula
contractual; en segundo lugar a través de un análisis de la naturaleza de ambas normas, con el fin
de superar el aparente conflicto existente entre ellas, el cual hubiera desaparecido al efectuar el
análisis de la naturaleza y jerarquía de las mismas. En concreto, dicho análisis hubiera llevado a
la Cámara de lo Civil a concluir, por un lado en cuanto al tema de la jerarquía de las normas; que
estamos en presencia de una NORMA CONTRACTUAL EN CONFLICTO CON LA LEY; es
decir, que la regla contenida en el contrato ES CONTRARIA A SU FUENTE DE VALIDEZ y,
por otro en relación a la naturaleza del contenido de las reglas, que, al existir previsión legal EN
EL ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO, el contrato NO PUEDE DISPONER
SOBRE EL TEMA DE LA JURISDICCIÓN POR TANTO: la solución al aparente conflicto,
desde las dos direcciones apuntadas —jerarquía y naturaleza- nos llevan a lo mismo: PROCEDÍA
LA APLICACIÓN DEL ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO Y NO LA
CLÁUSULA CONTRACTUAL, POR SER CONTRARIA A SU FUENTE DE VALIDEZ: LA
LEY.------CABE ACLARAR, en este punto, que el supuesto control de constitucionalidad
efectuado por la Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección del Centro, no tiene sentido en
este caso y, en pocas palabras, rompe con el procedimiento de aplicación de la norma jurídica. ---
---En específico: el control de constitucionalidad se efectúa respecto de normas que han sido
ELEGIDAS PARA SU APLICACION y, NO PARA RESOLVER CONFLICTOS
NORMATIVOS QUE NO EXISTEN. La Cámara Primera de lo Civil eso es lo que hizo, pues, so
pretexto de controlar la constitucionalidad, por cierto de una norma que no ha declarado aplicable
al caso —y que por cierto desecha o plantea el enfrentamiento entre la CLÁUSULA
CONTRACTUAL Y EL ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO. Sin embargo, de
entrada, la forma en que pretende resolver el conflicto es peculiar —o fuera de toda lógica- ya
que, en vez de confrontar ambas normas —por cierto de jerarquía distinta- PROCEDE A
SUPERVALORAR LA. CLÁUSULA CONTRACTUAL, RECURRIENDO A SU
FUNDAMENTO CONSTITUCIONAL SIN HACER LO MISMO RESPECTO A LA NORMA
LEGAL.------Por tanto, si era de recurrir a los fundamentos constitucionales de las normas en
conflicto, tendría que haber recurrido —también- al fundamento constitucional del artículo 399-A
y, en consecuencia, tendría que haber confrontado LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD
(ARTÍCULO 23) CON EL JUEZ NATURAL (ART. 15) , SEGURIDAD JURÍDICA
(ARTICULO 2) Y LA NATURALEZA PÚBLICA DEL REFERIDO ARTÍCULO
(ARTÍCULO 172 Y SS). En virtud de lo anterior, consideramos pie si bien la Cámara Primera de
lo Civil declaró que había efectuado un juicio de constitucionalidad, el mismo, además de ser
inoportuno —pues no procedía en ese momento- fue mal hecho. Pero, insisto, lo que había era un
aparente conflicto internormativo, el cual tenía que haberse resuelto confrontando Ley y cláusula
contractual. En tercer lugar, al ser los jueces salvadoreños jueces de la Constitución (Arts; 172 y
185 Constitución), si la Cámara hubiera actuado adecuadamente; es decir, hubiera resuelto el
aparente conflicto eligiendo la norma aplicable al caso -el ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE
COMERCIO- hubiera procedido A CRITICARLA. En otros términos, la Cámara de lo Civil
hubiera procedido a efectuar el juicio de constitucionalidad de la norma, con el fin de confrontar
el precitado ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO CON LA CONSTITUCIÓN.
Es acá donde, en casó de duda, hubiera procedido a juzgar la norma respecto a la LIBERTAD DE
CONTRATACIÓN (ARTÍCULO 23 DE LA CONSTITUCIÓN) Y RESPECTO A CUALQUIER
OTRA DISPOSICIÓN CONSTITUCIONAL. Es claro, que el 399-A DEL CÓDIGO DE
COMERCIO no vulnera desde ninguna perspectiva ningún derecho reconocido en la
Constitución, ni, mucho menos, la libertad de contratación, reconocida en el artículo 23 de la
Constitución, pues, es evidente, que ésta, como cualquier derecho, tiene limites y es, dentro de
dichos limites, que debe ejercerse, tal como lo señalarnos anteriormente. En cuarto lugar, la
Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección del Centro, hubiera procedido a interpretar el
precitado ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO, interpretación que tendría que
haber tenido como parámetro a la Constitución y, en quinto lugar hubiera procedido a aplicar el
referido artículo del Código de Comercio. EN CONCLUSIÓN: La Cámara Primera de lo Civil de
la Primera Sección del Centro, cometió, en términos generales, dos errores graves dentro del
procedimiento de aplicación de la norma al caso concreto, lo cual conllevó la violación de ley
alegada.-----Por un lado, resolvió de forma equivocada el aparente conflicto de reglas existente,
pues no era tal, ya que SIMPLEMENTE ERA ENTRE LEY (ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO
DE COMERCIO) Y CLÁSULA ILEGAL. NO ERA ENTRE LEY Y CONSTITUCIÓN; Por
otro, y, como consecuencia del anterior, consideró inconstitucional una norma, para APLICAR
LA CLÁUSULA CONTRACTUAL. Dicha aplicación de la cláusula contractual motivó a que se
hicieran todos los pronunciamientos contrarios a ley contenidos en la interlocutoria impugnada:
la declaratoria de nulidad de la sentencia de primera instancia y la improponibilidad de la
demanda Por las razones indicadas y, al ser el vicio alegado DE FONDO, solicito a Vos que
oportunamente pronunciéis la SENTENCIA QUE ESTIMÉIS APEGADA A DERECHO.””””
Al realizar un estudio en las consideraciones jurídicas vertidas en la sentencia
pronunciada por la Cámara Ad-quem, la Sala, constata que —en efecto- el Art. 399-A C. Com.
fue inaplicado por contrariar el Derecho a la Libertad de Contratación configurado en el Art. 23
de la Constitución de la República de El Salvador, por lo que se realizará el análisis jurídico de
rigor a fin de determinar si se ha verificado o no el vicio denunciado.
El sub-motivo Violación de Ley se configura siempre que, independientemente de la
apreciación del aspecto probatorio del caso que se litiga, el Juez se abstenga de aplicar un texto
sustantivo o adjetivo conducente o aplicar uno improcedente. Se trata de hechos cuya existencia y
estimación no se discute, pero los cuales han venido a regular la sentencia de un modo
equivocado, aplicándoles una norma de derecho que no los comprende o dejando de aplicarles
aquella que precisamente los contempla. La no aplicación o violación aludida, difiere —vale
aclarar- de la inaplicación de norma o normas de carácter secundario en ejercicio del control
difuso de la constitucionalidad —tal cual se ha verificado en la sentencia recurrida Art. 185 Cn. y
77-.A y siguientes de la Ley de Procedimientos Constitucionales.
En el proceso clasificado bajo el número de referencia 121-2007, por medio de sentencia
de inconstitucionalidad de las catorce horas del dos de marzo de dos mil doce, la Sala de lo
Constitucional, declaró la inexistencia de inconstitucionalidad del Art. 399-A C. Com. Al
respecto, pertinente es traer a cuento lo que jurisprudencialmente dicho Tribunal ha establecido,
en lo tocante a que aquélla resolución, no vincula, incide o tiene efectos en cuanto a la decisión
del Juzgador, sino que surte efectos a futuro en la disposición declarada inaplicable, en otras
palabras, constituye una sentencia con efectos erga omnes.
Denotado lo anterior, se vuelve imperioso significar de forma apriori al análisis casacional
del Art. 399-A C.Com., que constituyendo la competencia un presupuesto de carácter procesal sin
el cuál es inexistente cualquier relación procesal válida, la ley impone al Juzgador la obligación
de examinarla una vez sea presentada la demanda, así como de negarse a intervenir en ella
cuando de sus términos aparezca que por razón de la materia, valor, territorio o grado no deba
conocer del objeto litigioso.
En la actualidad, existe una tendencia legislativa, consistente en restricciones o
limitaciones de las facultades dispositivas para la determinación del tribunal territorialmente
competente. Tales restrictores se producen en supuestos de intereses concurrentes, dignos de
protección, que pueden verse afectados cuando la determinación de la competencia territorial, no
venga establecida por normas imperativas; y que por tanto, su concreción radique en la libre
voluntad de las partes, que con frecuencia, suele quedar reducida a la de una de ellas. Las normas
de competencia territorial, sirven para fijar el concreto juez, de entre todos los del mismo tipo, es
decir, con jurisdicción civil y competencia objetiva, que deberá conocer de un determinado
litigio.
La competencia territorial puede definirse, como la distribución de la competencia entre
órganos del mismo tipo jerárquico o grado con circunscripciones diferentes. La atribución del
conocimiento del proceso a un determinado juez o tribunal de los varios existentes del mismo
tipo, se lleva a cabo mediante la aplicación de las normas de competencia territorial, las cuales
reciben la denominación de "fueros". Los fueros a que se ha hecho referencia, pueden ser,
convencionales y legales (generales o especiales). La prelación o prioridad es la siguiente: En
primer lugar, entrarían en juego los fueros convencionales; es decir, la mención expresa o tácita,
y en su defecto, serán de aplicación los fueros legales, en primer lugar los de carácter especial y,
en defecto de estos, los de carácter general.
El artículo 32 Pr. C., regula como regla general, que las normas sobre competencia
territorial son disponibles o prorrogables, lo que supone también que por regla general, los fueros
legales son de aplicación solo en los casos en los que no se haya producido sumisión tácita o
expresa de los litigantes. La ley presupone, por tanto, que sea tribunal competente
territorialmente, en primer lugar, aquél al que las partes se hayan sometido expresa o tácitamente
teniendo en cuenta que para ser válida y eficaz la sumisión, ha de acomodarse a los presupuestos
de validez y demás requisitos previstos en la propia ley. Ahora bien, cabe distinguir que los
fueros legales pueden ser: especiales y generales. Y los especiales se sub-dividen en no
imperativos, e imperativos.
Los fueros legales especiales imperativos, y que, por tanto imponen la prohibición de
fueros convencionales, son los siguientes: a) Cuando se ejercen acciones reales sobre bienes
inmuebles; b) En los juicios sobre cuestiones hereditarias, y, c) En los juicios sobre
arrendamiento de inmuebles. La fueros legales o Restricción de las facultades dispositivas de las
partes, plantean una reducción de la autonomía de la voluntad en la determinación de la
competencia territorial, la cual tiene su fundamento en la tutela o protección de la parte más débil
de la relación jurídica contractual, a la cual la parte más fuerte impone la determinación de la
competencia territorial, generando de esta manera una tangible o manifiesta indefensión. Con los
fundamentos aludidos, el legislador limitó la disponibilidad para determinar la competencia
territorial en toda una serie de supuestos en los que así se consideraba procedente.
En determinadas relaciones jurídicas sustantivas (como en el caso del Art. 399-A C.
Com.), el legislador, ha advertido un desequilibrio entre las partes, y ello a derivado en la
restricción de la eficacia de los pactos sobre el fuero. La intención o propósito de dicha
legislatura, no es más, que imposibilitar a una de las partes para que pueda imponer a la otra un
fuero en perjuicio de los intereses de ésta o que pueda ponerse en peligro la inmediación objetiva,
por ejemplo, que tengan que rendirse declaraciones al Tribunal extranjero por medio de auxilio
judicial, etc....
El Artículo 399–A C. Com. viene a recoger y consolidar una realidad existente y apoyada
en la aparición de una tendencia doctrinaría que considera imperativos todos los fueros que se
han introducido en las leyes especiales, tales como los contratos de adhesión y en aquellos que
contengan condiciones generales impuestas por una de las partes, como lo es el contrato de
Agencia y Representación. Esta tesis, si bien, es cierto conlleva una ruptura de la tradición
histórica mantenida en nuestro país de otorgarle primacía al fuero convencional (aunque no así en
la mayoría de países europeos), no tiene que suponer una afectación al principio dispositivo del
proceso civil, sino que tal vez sea conveniente considerar como acertado el cambio si se tiene en
cuenta su mejor adaptación a la realidad jurídica y social existente en un momento histórico en el
que la proliferación de contratos de adhesión puede provocar graves abusos que deriven en una
inevitable indefensión de la parte menos favorecida. (Revista de Derecho-Universidad de
Valencia España, Septiembre 2002. Sergio González Malabia-Becario del área de Derecho
Procesal de la Universidad de Valencia)
A mayor abundamiento, vale significar, que el juez del lugar en que ejecuta el contrato es
el que en mejores condiciones se haya para resolver el conflicto, ello en razón de su proximidad
respecto de los elementos probatorios. Como consecuencia de la autonomía de la voluntad, se
admite la facultad de disponer de la competencia territorial, sin embargo, dicha facultad quiebra o
decae cuando existen intereses dignos de protección, por ejemplo, evitar la indefensión del
demandado (Moreno Catena 2005, pag. 60). Lo cual, constituye un acercamiento de la justicia a
los ciudadanos y al territorio en que tiene lugar los hechos acaecidos.
Previo a reseñar las consideraciones vertidas en el Decreto Legislativo 247 del nueve de
enero de mil novecientos setenta y tres, por medio del cual el legislador sustituyó la Sección "B"
del Código de Comercio referente a los Agentes Representantes o Distribuidores, pertinente es
hacer referencia a que por medio del Decreto Legislativo N° 61 del treinta y uno de julio de mil
novecientos setenta, publicado en el D.O. N° 142, Tomo N° 228, del diez de agosto de ese mismo
año, se aprobó la "LEY REGULADORA DE LAS ACTIVIDADES DE AGENCIA
REPRESENTACIÓN O DISTRIBUCIÓN EN EL SALVADOR", la cual tenía por objeto o
finalidad la protección efectiva de los agentes, representantes y distribuidores, e introdujo
algunos avances o mejoras a las garantías que establecía el Código de Comercio.
La vigencia prolongada de la regulación referida en el párrafo precedente, fue superada
con la promulgación legislativa del Capítulo III, Sección "B" en el Código de Comercio, que —
dicho sea de paso-sigue regulado de la misma forma en la actualidad. El Art. 399-A C. Com.
literalmente dispone: "Las controversias que se susciten en la aplicación de lo dispuesto en esta
Sección, se tramitarán en juicio sumario por los tribunales competentes del domicilio del agente
representante o distribuidor." Las motivaciones o consideraciones que llevaron al legislador a
verificar una especie de reserva o limitación de jurisdicción respecto de los contratos de
Agencia, Representación o Distribución, se circunscriben a dos puntos medulares, a saber: a) Los
esfuerzos y gastos del Agente, Representante o Distribuidor para establecer el prestigio y la venta
efectiva de determinados productos y servicios, constituyendo eficazmente el desarrollo
económico del país; y, b) La indubitable desventaja en que se encuentra el agente,
representante o distribuidor nacional, por resoluciones unilaterales que han dado por terminados
los correspondientes contratos por parte del principal "sin ninguna clase de indemnización",
situaciones que fue necesario contrarestar por motivos de justicia. De ahí, que vale significar que
tales motivaciones se encuentran plasmadas de forma implícita, en el DICTAMEN
FAVORABLE N° 32 dado por la comisión especial de la Asamblea Legislativa el trece de
diciembre de mil novecientos setenta y dos.
En materia contractual, la voluntad es soberana y es ella la que dicta el derecho. El
contrato nace del acuerdo de voluntades, y es este acuerdo el que, salvas las restricciones
impuestas por razones de orden público o de moral o con el propósito de proteger a los incapaces
o creación de normas basadas en igualdades compensadas (leyes desiguales para desiguales),
determina con entera libertad los efectos que el contrato ha de producir y la extensión y duración
del mismo. No obstante lo anterior, dicha autonomía —tal como se ha señalado en párrafos
precedentes- no es absoluta, tiene sus limitaciones, y las partes no pueden convenir nada que vaya
contra las prohibiciones legales, orden público o buenas costumbres. Al respecto, la Sala de lo
constitucional se ha pronunciado en cuanto a la inexistencia de inconstitucionalidad del precepto
en análisis, por tanto, el presupuesto hipotético contemplado en el Art. 399-A C.Com., no
infringe derechos constitucionalmente configurados.
El ordenamiento jurídico salvadoreño estatuye al Órgano Judicial la exclusividad
funcional de la potestad jurisdiccional, es decir, "la competencia" constitucionalmente
establecida, el ámbito de acción judicial, la cual consiste en "Juzgar y hacer ejecutar lo juzgado"
Art. 172 Cn., así como también, impone al Juzgador la declaratoria de "inaplicabilidad de
cualquier ley o disposición de los otros Órganos, contraria a los o preceptos constitucionales".
Dicho en otras palabras, investidos de jurisdicción los Juzgados y Tribunales, con carácter
exclusivo y excluyente sólo a ellos incumbe su ejercicio. Pero es nuestra Carta Magna y nuestra
legislación secundaria la que desarrollan excepciones a dicha potestad, tales como los juicios por
arbitramento para citar un ejemplo.
El Derecho a la Libre Contratación regido por el Principio de la Autonomía de la
Voluntad, faculta a las partes contratantes para que pacten los contratos que les plazcan,
determinando su contenido, duración, modalidades que han de afectarles, así como también
estipular, de entre las diferentes circunscripciones jurisdiccionales, aquella por la cual han de
decidirse las controversias suscitadas de dicho contrato, etc... (De ahí que las leyes relativas a los
contratos sean, por lo general, supletorias de la voluntad de las partes y sólo se aplican en el
silencio de éstas.) En ese sentido, los alcances del ejercicio del derecho en cuestión, tiene como
límite la ley y de soslayarse tal límite en verificación de convención respecto a la competencia
territorial, la misma tiene que tenerse por no escrita.
El Art. 23 de la Constitución de la República a la letra dispone: "Se garantiza la libertad
de contratar conforme a las leyes. Ninguna persona que tenga libre administración de sus bienes
puede ser privada del derecho de terminar sus asuntos civiles o comerciales por transacción o
arbitramento. En cuanto a las que no tengan esa libre administración, la ley determinará los casos
en que puedan hacerlo y los requisitos exigibles." Tal como se ha expresado en párrafos
precedentes, el derecho de contratación y la autonomía de la voluntad no son de carácter
absoluto, pues el legislador puede y debe regularlos, con la finalidad de garantizar el interés
social, por lo que la Sala de lo Constitucional ha sostenido que tal libertad reconocida y
garantizada "debe entenderse y tiene vigencia dentro del marco fundamental que preceptúa la
Constitución sobre el régimen económico Art. 101 Cn., y que responde esencialmente a
principios de justicia social, lo mismo que la libertad económica Art. 102 Cn., que está
garantizada en tanto no se oponga a dicho interés social.
Partiendo de lo argüido en el párrafo que antecede, no cabe duda que atendiendo los
antecedentes históricos, es decir, las causas que dieron origen a las reformas aludidas en las
presentes consideraciones jurídicas, la intención del legislador al regular lo presupuestado en el
Art. 399-A C. Com., era limitar el derecho a la libre contratación, y por ende, la autonomía de
la voluntad en los contratos de Agencia, Representación y Distribuidores; pues, aún en la
actualidad —reiteramos-, siguen imperando las marcadas desigualdades o desventajas entre la
principal y el agente, representante o distribuidor. El Art. 399-A C.Com. solo en apariencia es de
carácter restrictivo o limitativo de los relacionados derechos, pues no es más que una norma
desigual para contrarestar desigualdades entre las partes contratantes (Principio de Igualdad
Compensada). Así pues, atendiendo a los considerandos jurídicos esgrimidos en las
argumentaciones jurídicas de que se tratan, la convención verificada por las partes contratantes
—indubitablemente-, cede a la intención del legislador o espíritu de la norma, pues el Art.
399-A C. Com. es de naturaleza especial y priva sobre la regulación general.
Por tanto, no obstante, que las partes convinieron el sometimiento a la jurisdicción de la
capital del Estado Alemán Baden-Wüttemberg, Stuttgard en casos de controversias, en virtud de
la restricción o especie de reserva legal de jurisdicción, la competencia para conocer del proceso
de que se trata, corresponde a los Tribunales de El Salvador, Art. 399-A C. Com. En
consecuencia, verificada la declaratoria de inaplicabilidad de dicho precepto por parte del
Tribunal de Segunda Instancia, que —demás está decir-constituye la base legal para pronunciar
sentencia en el proceso objeto del recurso de mérito, ha lugar a casar la sentencia de que se trata y
así se impone declararlo.
b) Fallo Incongruente con las Pretensiones Deducidas por los Litigantes, Art. 421 Pr.
C.
En cuanto a la infracción del Art. 421 Pr. C. el interponente expone que el vicio tuvo lugar
cuando la Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección del Centro, omitió resolver dos de
tres de los fundamentos a su oposición a la alegación de falta de jurisdicción de los Tribunales
Nacionales, consecuentemente, al incumplir con la obligación prevista en el Art. 421 Pr. C. se dio
lugar a la configuración del vicio en análisis. La oposición a la excepción de falta de jurisdicción
nacional, el recurrente la fundamentó en tres motivos concretos: "(a) VIOLACIÓN AL
PRINCIPIO DE JUEZ NATURAL; (B) SEGURIDAD JURÍDICA, y (C) NATURALEZA
PÚBLICA DE LAS NORMAS PROCESALES, LO CUAL LAS VUELVE INDISPONIBLES.'
Sigue expresando el impetrante: "''...la Cámara Primera de lo Civil de la Primera sección del
Centro se limitó, en la PÁGINA 58 de la interlocutoria atacada, a señalar que no había violación
al principio de juez natural, sin hacer ni mínima referencia al contenido del referido principio. Sin
embargo, consideramos que al menos hizo un pronunciamiento al respecto, aunque, es de aclarar,
oscuro y, en todo caso, tirando por el suelo la jurisprudencia y doctrina sobre la temática.--- A
diferencia del caso del juez natural, la Cámara Primera de lo Civil omitió hacer consideraciones y
pronunciamientos respecto a la violación a la SEGURIDAD JURÍDICA Y AL CARÁCTER
PÚBLICO DE LAS NORMAS PROCESALES, las cuales, hay que aclarar, vinculé con la
aplicabilidad del ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO.--- Así la referida Cámara
tendría que haber resuelto, en relación a la violación a la SEGURIDAD JURÍDICA, EL POR
QUÉ NO LA VIOLA EL HECHO DE QUE, habiendo determinado el ARTÍCULO 399-A DEL
CÓDIGO DE COMERCIO que corresponde a la jurisdicción nacional juzgar las controversias en
el caso de los contratos de agencia y distribución, LAS PARTES SE SOMETAN A UNA
JURISDICCIÓN EXTRANJERA, EN ESTE CASO A LA ALEMANA.--- Igual sucede con la
oposición fundada en el carácter público de las normas procesales, pues tenía que pronunciarse
sobre EL POR QUÉ LAS PARTES DE UN CONTRATO PODÍAN DISPONER DE LA
JURISDICCIÓN —y someterse a una extranjera -, SI LAS NORMAS QUE LA REGULAN, EN
ESTE CASO EL PRECITADO ARTÍCULO 399-A DEL CÓDIGO DE COMERCIO, SON
DEDERECHO PÚBLICO.' "''Afirma que el Tribunal Adquem, en la resolución impugnada, si
bien se pronunció sobre la "PETICIÓN DE OPOSICIÓN FORMULADA, NO SE PRONUNCIÓ
SOBRE TODOS LOS FUNDAMENTOS DE LA OPOSICIÓN SINO RESPECTO A UNO —
por cierto defectuosamente-, LO CUAL CONLLEVA QUE LA RESOLUCIÓN SEA
INCONGRUENTE POR OMISIÓN; es decir, POR SER EL FALLO INCONGRUENTE AL NO
HACER DECLARACIÓN SOBRE UN EXTREMO DE LA OPOSICIÓN A LA
PRETENSIÓN."
Sobre tal alegación, esta Sala, advierte que el Tribunal Adquem, al pronunciar su sentencia
ha declarado inaplicable el Art. 399-A del Código de Comercio, por contrariar la Libertad de
Contratación tutelada por el Art. 23 Cn., declarándose nula la sentencia de primera instancia e
improponible la demanda incoada por el ahora interponerte. Tal como lo afirma el impetrante, no
se verificó motivación alguna respecto a la oposición de la excepción de falta de jurisdicción
nacional en alegación de infracción a la seguridad jurídica y la naturaleza pública de las normas
procesales.
La seguridad jurídica constituye un derecho fundamental que posee toda persona frente al
Estado y a su vez es un deber primordial que tiene el mismo hacia el gobernado. Es la certeza del
imperio de la ley, que no es más que la idea de Estado tutelando los derechos de sus
administrados tal y como la ley lo declara. En lo tocante al carácter público de las normas
procesales, deben aplicarse las normas vigentes en el momento en que el respectivo derecho se
ejercita; lo que equivale a decir, que la ley aplicable es la del momento en la que se hace valer el
derecho en el proceso. Se tiene en cuenta no el momento en que nace el derecho, si no el
momento en que se lo pone en acción; por ello, si se tenía un derecho procesal de acuerdo con la
ley anterior, pero no había sido ejercitado, al entrar a regir la nueva legislación y ésta lo suprimió
o modificó, es infructuoso hacerlo valer o alegarlo en el proceso. En tal sentido, en ponderación
al Principio de Seguridad Jurídica, entendido como la certeza que el individuo posee de que su
situación jurídica no será modificada más que por procedimientos regulares y autoridades
competentes, de acuerdo a lo presupuestado en el Art. 399-A C- Com. cualquier controversia
suscitada en torno a relaciones contractuales de agentes, representantes o distribuidores, serán
tramitados en juicio sumario por los tribunales competentes del domicilio de éstos; asimismo, no
obstante, que dicha disposición legal se encuentra regulada en el derecho sustantivo mercantil,
esta es de naturaleza adjetiva o procesal por lo que es de carácter público y en consecuencia el
presupuesto estipulado no es susceptible de negociación entre las partes contratantes.
Como se ha dejado concretizado en el literal a) de la presente sentencia, el Estado se ha
reservado la jurisdicción en los conflictos suscitados en los contratos de agencia, representación y
distribución, por lo que no está a disposición de las partes el convenir la forma de solución de
conflictos en los mismos, y tal medida legislativa obedeció principalmente para impedir
injusticias en contra de nuestros nacionales, que en definitiva se traduce en afectaciones de
interés social y económico; por tanto, resulta ineludible la intervención del juzgador para
subsanar las controversias a las que se ha hecho alusión. Y para no incurrir en redundancias, nos
remitimos a las consideraciones jurídicas del Decreto Legislativo 247 del nueve de enero de mil
novecientos setenta y tres, denotadas en las presentes consideraciones jurídicas, y que dicho sea
de paso, constituyeron el soporte argumentativo que recogía la petición ciudadana que dio lugar a
la reforma verificada por el aludido Decreto Legislativo, y que a su vez, fue comprendido en el
dictamen referido en el párrafo catorce del literal a) del análisis jurídico de mérito.
Dado que la cláusula contractual que otorga competencia a los Tribunales de la capital del
Estado Alemán Baden-Wüttemberg, Stuttgard, en casos de controversias suscitadas en los
contratos de agencia, representación y distribución se tiene por no escrita, en virtud de la
restricción legal —a que ya hemos hecho referencia-, para efectos del contrato de autos, la
normativa que sustenta tanto la pretensión como los Tribunales competentes para decidir sobre la
misma, es la contenida en el Capítulo III, Sección "B" del C. Com. y 120 de la Ley de
Procedimientos Mercantiles. Por tanto, atendiendo a lo acentuado en la parte inicial de este y el
párrafo precedente, la Cámara Ad-quem de haberse pronunciado sobre la Violación a la
Seguridad Jurídica y el carácter público de las normas procesales alegada por el ahora impetrante
en virtud de la inaplicabilidad de la mencionada normativa, habría inexcusablemente aplicado la
misma y conocido del fondo del asunto sometido a su conocimiento pues hubiese advertido la
competencia nacional; en ese sentido, al no haberse pronunciado sobre la Violación a la
Seguridad Jurídica y el carácter público de las normas procesales alegada, incurrió en el vicio
denunciado por lo que por este sub-motivo también habrá que casar la sentencia de que se trata.
JUSTIFICACIÓN DE LA SENTENCIA
El recurso de casación, constituye un proceso de impugnación de una resolución judicial
sea ésta una interlocutoria que le pone término al proceso haciendo imposible su continuación
o una sentencia definitiva pronunciada por Tribunales de Segunda Instancia, por lo que dicho
recurso no es más, que un ataque directo a las aludidas resoluciones que le ponen término a la
segunda instancia. Así pues, atendiendo al principio de limitación que rige el recurso de casación,
al ocurrirse en éste, las partes no pueden hacerlo en base a su simple interés, sino que —a parte-
de contar con una causa determinada, tiene que atacarse indubitablemente una sentencia
definitiva o una interlocutoria que le ponga término al juicio haciendo imposible su
continuación, pronunciadas en apelación por las Cámaras de Segunda Instancia o por la Sala de
lo Civil, cuando conoce como Tribunal de Segunda Instancia Art. 1 Ordinal 1° L. Cas.
No obstante, que en el proceso de mérito la interlocutoria recurrida es casada o anulada
por haberse verificado infracciones que afectan el fondo de la cuestión debatida (pues no se
aplicó una norma que debió aplicarse ni se resolvieron puntos alegados en segunda instancia), lo
cierto, es que aquélla la constituye una resolución interlocutoria de naturaleza inhibitoria con
formalidades de sentencia, que de conformidad a lo presupuestado en el Art. 1 Ordinal 1° L.
Cas., no es susceptible de ser recurrida en casación, pues pese a que se le ha puesto término al
proceso, no ha habido un pronunciamiento que resuelva la pretensión sometida a decisión del
Juzgador o lo que es lo mismo, el objeto litigioso, lo cual —ineludiblemente- se traduce, en
una transgresión directa al derecho a la segunda instancia. Respecto a éste, en el proceso
casacional clasificado bajo el número de referencia 189-CAC-2009 en lo pertinente se
argumentó, que la nulidad y consecuente mandato u orden de pronunciamiento de
sentencia definitiva al Tribunal de Segunda Instancia, viene determinado en la no privación
de los derechos "de los justiciables de la garantía de rever el proceso en Segunda Instancia,
esto no obstante ser el presente recurso que se interpuso por infracción de ley..." De igual
forma, se recoge el criterio apuntado, en el proceso de casación 230- CAC-2010 en tanto se
sostiene que, ante "la ausencia de resoluciones definitivas tanto de Primera como de
Segunda Instancia, esta Sala considerando que existen elementos el Principio de la DOBLE
INSTANCIA, es una garantía a la que tiene derecho todo justiciable, y las partes no han
obtenido un pronunciamiento sobre el fondo, privándolas de un derecho fundamental
respecto de la revisión del material fáctico y jurídico, de manera que es preciso en el
presente caso ordenar que se dicten las sentencias en las instancias."
En ese sentido, puede afirmarse que existe un vacío legal que contempla el caso en
examen, por lo que para garantizar una tutela judicial efectiva en cumplimiento del debido
proceso, deberá declararse sin efecto la inaplicabilidad, nulidad e improponibilidad declarada en
Segunda Instancia, así como deberá ordenársele a la Cámara Primera de lo Civil de la Primera
Sección del Centro verifique el pronunciamiento de fondo respectivo.
A mayor abundamiento, es de señalar la inadecuada motivación de la improponibilidad
declarada por el Tribunal Ad-quem, pues la misma se hace descansar en la falta de jurisdicción y
competencia. Al respecto, debe subrayarse que "la improponibilidad objetiva que padece una
pretensión siempre nace de alguna deficiencia sufrida por el objeto de ésta y a resultas de la cual
concurre un "defecto absoluto de juzgar" t en el Tribunal interviniente, defecto que provocará la
emisión de una respuesta jurisdiccional discordante en cuya virtud rechazará in limine la
demanda interpuesta."2; en otras, palabras, la institución de la improponibilidad presupone un
defecto de la pretensión, que suscita imposibilidad de conocimiento para el Tribunal
interviniente en un proceso determinado.
POR TANTO: De acuerdo a las razones expuestas y disposiciones legales citadas y Arts.
428, 1060 Pr. C. y 18 de la Ley de Casación, a nombre de la República esta Sala FALLA: A)
CÁSASE la sentencia de que se ha hecho mérito; B) DÉJASE SIN EFECTO LA
INAPLICABILIDAD DEL ART. 399-A C. COM., declarada por contrariar la Libertad de
Contratación tutelada por el Art. 23 de la Constitución de la República; C) DÉJASE SIN
EFECTO LA NULIDAD de la sentencia apelada y todo lo actuado en el proceso desde la
admisión de la demanda; D) DÉJASE SIN EFECTO LA DECLARATORIA DE
IMPROPONIBILIDAD de la demanda incoada por el Dr. José Fabio C., en carácter de
mandatario de la "UNIVERSAL, S. A. DE C.V., antes "LA UNIVERSAL, S. A.", continuado por
"LAWNDALE COMMERCIAL CORP.", cesionaria de los derechos litigiosos que correspondían
a la actora, contra "DAIMLER BENZ AKTIENGESELLSCHAFT", conocida por "DAIMLER
BENZ, A.G.; H) ORDÉNASELE a la Cámara Primera de lo Civil de la Primera Sección del
Centro, pronuncie la sentencia definitiva que conforme a derecho corresponda; I) No hay especial
condenación en costas.
Vuelvan los autos al Tribunal de origen, con certificación de esta sentencia para los
efectos de ley.
HÁGASE SABER.-

-------O. BON. F. ------ M. F. VALDIV. ------ RICARDO IGLESIAS. -------PRONUNCIADO POR LOS
SEÑORES MAGISTRADOS QUE LO SUSCRIBEN. ------- SRIO. ------ILEGIBLE. ------
RUBRICADAS. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------

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