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Lectio divina sobre Jn 1,35-42. Pastoral Juvenil.

Diócesis de San Pedro Apóstol (5 de setiembre del 2020)

Según los pasos simplificados: lectio, meditatio y contemplatio

I.Lectio: 35 Al día siguiente, estaba Juan con dos de sus discípulos y, 36 fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es
el Cordero de Dios». 37 Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. 38 Jesús se volvió y, al ver que lo
seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». 39 Él
les dijo: «Venid y veréis». Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora
décima. 40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a
Jesús; 41 encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa
Cristo)». 42 Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás
Cefas (que se traduce: Pedro)».

*Se repiten las frases que más ha resonado en el corazón.

El relato nos ofrece una cadena de escenas bien conectadas. Es el inicio de la formación del grupo de Jesús, los
discípulos que vivirán con él, según este Evangelio, durante 3 años y estarán presentes hasta la última página del
Evangelio (cf. 21,24-25). El pasaje puede divirse en cinco escenas: vv.35-36. Juan el Bautista presenta a sus
discípulos la persona de Jesús; vv. 37-39ª.Los discípulos de Juan dejan a su maestro y siguen esús; v. 39bc. Los
discípulos visitan donde mora Jesús; vv. 40-41. Andrés, uno de ellos habla de Jesús a su hermano Simón Pedro
(vv.; y finalmente, v. 42.Andrés presenta Simón a Jesús.

Nueva lectio...

II.Meditatio

Estamos al inicio del Evangelio de Juan, en Betania, la que se encuentra al otro lado del Jordán (cf. Jn 1,28), donde
Juan Bautista se encontró con Jesús. Este encuentro es ocasión para el Bautista a dar su testimonio sobre Jesús
(1,19.34). La primera lo hizo ante los enviados de los sacerdotes, levitas y fariseos de Jerusalén para preguntarle si
él era el Cristo y les dijo que no lo era (1,19-28).

1)La segunda ocasión es en nuestro pasaje y lo hace ante sus propios discípulos señalando a Jesús a modo de
presentación: ‘miren o he aquí el Cordero de Dios’ (vv. 35-36). Esta presentación generará el grupo de discípulos,
es decir, el germen de la Iglesia. Muy significativo es de dónde proviene esta presentación: en la boca del profeta
Juan el Bautista: Cordero de Dios, un título que equivale a ‘Siervo del Señor’ aquella figura misteriosa, mansa y
silenciosa que aparece en el libro del profeta Isaías 52,13-53,12. Cordero de Dios es uno de los títulos cristológicos
o apellidos de Jesús en el evangelio de Juan donde Jesús muere en el día de la Preparación de la Pascua (cf.
19,31), cuando se sacrificaba el cordero pascual, se le aplica Ex 12,46b una prescripción ritual sobre el cordero
pascual: “no se le quebrará hueso alguno” (cf. 19,36). Así Jesús aparece en el Evangelio como el cordero manso y
pacífico.

2)La reacción de los díscípulos y el encuentro con Jesús (vv 37-39 ª). Nada más que escuchan en boca de su
maestro que aquel desconocido era el Cordero de Dios, los dos discípulos se ponen en camino detrás de Jesús.
Ellos son los primeros vocacionados, dejan a Juan para seguir a Jesús. Este movimiento sorpendente arranca de
Jesús sus primeras palabras en este Evangelio. Desde el cap. 1,1 el Evangelista nos presenta a Jesús como la
Palabra de Dios pero hasta ahora no ha hablado Jesús. Sus primeras palabras son interrogantes: ¿Qué buscan? Y
da inicio a una conversación amena e inesperada: “Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde
permaneces?». 39 Él les dijo: «Venid y veréis». Están interesados del lugar donde, habita o permanece....El verbo
permanecer es uno de los verbos claves del Evangelio y son invitados a ponerse en movimiento y a abrir los ojos:
vengan y lo verán...

3)La visita de los discípulos de Juan Bautista donde vive Jesús (v. 39b-c). En 1,18 se nos dijo que Jesús “está en el
seno del Padre” (1,18), es el Hijo único de Dios. Ahora como Cordero de Dios invita a dos discípulos del Bautista
que se ponen en camino detrás de él a entrar en el lugar donde vive, donde permanece.... tiene doble sentido,
parece referirse a una casa pero en el nivel más profundo se refiere a su casa, el seno del Padre, invita a entrar en

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relación con su Padre. Dice el evangelista, “entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día;
era como la hora décima”. Hicieron una experiencia inolvidable, tanto que se consigna por escrito la hora de ese
encuentro.

4)Fue un encuentro generador de otros encuentros determinantes en el Evangelio. Uno de los dos discípulos era
Andrés quien a su vez habla de Jesús a su hermano Simón (vv. 40-41). Así como el Bautista presentó Jesús a sus
discípulos, ahora Andrés sigue la misma dinámica, comunica a su hermano el hallazgo que han hecho: “hemos
encontrado al Mesías...” antes de ir a ver donde vivía y quedarse con él aquel día lo habían reconocido como
maestro, ahora ya dicen que es el Mesías esperado de hace siglos...han hecho un proceso de conocimiento del
misterio de Jesús. En realidad, un largo camino tenían aún por delante esos discípulos. La historia no termina
aquí.

5)Andrés presenta a Simón a Jesús (v. 42): “Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón,
el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas». Andrés consiguió poner en movimiento a Simón...parece que había buena
honda entre estos hermanos. Jesús es testigo de esta relación....mira esta relación...dice de Simón: ‘se le quedó
mirando’...es decir, un buen rato y luego pronuncia la tercera frase: ... «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te
llamarás Cefas”. Le revela su identidad y su vocación que se halla contenida en su nombre, ser piedra,
fundamento sobre el cual descansa la comunidad apostólica, el tener que ser pisado para dar firmeza a los demás.

El evangelista nos dice que eran dos discípulos: uno Andres y el otro anónimo...éste es un discípulo que aparecerá
en momentos claves del evangelio de Juan, bajo el apelativo de “discípulo amadao”: en la cena de despedida
recostando su cabeza sobre el seno de Jesús en conversación con Pedro (cf. 13,21-30...) que reclama 1,18 donde
se nos dice que Jesús está en el seno del Padre Dios; luego en la noche de la pasión en el patio de la casa de Sumo
Sacerdote también en compañía de Pedro (cf. 18,12-16); junto a la cruz de Jesús en compañía de la madre de
Jesús a quien acoge en su casa tras la muerte de Jesús y las mujeres amigas del Maestro (cf. 19,25-27), en la
mañana de Pascua en compañía de Pedro tras ser avisado por María Magdalena de la desaparición del cuerpo de
Jesús (cf. 20,1-10) y finalmente en la noche de la pesca infructuosa en compañía de Pedro, Tomás, Natanael y
otros discípulos innominados donde es capaz de reconocer al Señor que se les aparece al amanecer de esa noche
oscura y estéril (cf. 21,1-23). Es éste discípulo anónimo que se presenta como garantía de la autencidad de lo
narrado y anunciado en el cuarto evangelio. Es el mismo de nuestro pasaje. Ha permanecido con Jesús, le ha
llegado a conocer, ha convivido con él, lo ha escuchado, ha aprendido a amarlo, ha creído en él y lo anuncia a las
generaciones venideras que alcanza hasta nosotros y seguirá compartiendo su seguimiento e invitando a
adherirse a la persona de Jesús jugándose la propia vida.

Interrogantes para meditar

Tenemos una secuencia de las primeras palabras de Jesús en el Ev 2 Juan: 1.Interrogante: ¿qué buscan?,
2.Invitación al movimiento y a la contemplación: venid y veréis; y finalmente al descubrimiento de la propia
identidad que es la propia vocación: tú eres Simón, hijo de Juan, te llamarás Cefas...

1.La primera palabra de Jesús se nos dirige hoy a nosotros: “¿Qué estás buscando?; “¿buscas algo? ¿Y qué?”.

2.La búsqueda, cuando es asumida y consciente, nos pide que nos movamos, que vayamos, es decir, que hagamos
camino con quienes han sido capaces de plantear la pregunta: ¿maestro, dónde vives? Y ha recibido la “Ven y
verás”. Poniéndonos en movimiento detrás de Jesús llegaremos donde él mora, donde él permanece, podremos
quedarnos con él para iniciar un día y luego toda la vida como corresponde a un discípulo, sentirnos en casa con
Jésus. ¿En qué momento estoy? Me he decidido caminar detrás de Jesús?

3.Ese día en que los primeros discípulos buscaron a Jesús, lo siguieron y permanecieron con él, fue un encuentro
decisivo para toda su vida. Ante el discípulo hay siempre un Cordero, un Siervo, en todo caso una criatura mansa
e inofensiva que “lleva” (cf. Jn 1, 29) las cargas de los demás y no las pone sobre los hombros de los demás; hay
alguien que da la vida, pasa la vida y la ofrece en sacrificio hasta el día de hoy, cada día en la Eucaristía renovamos
esa entrega de Jesús... y nos invita a unirnos a él.

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4.Conocer a Jesús entusiasma, inyecta ganas de invitar a los otros a hacer la misma experiencia... a mí quién me
ha llevado hasta Jesús? Agradezco por esa persona... y yo ya he intentado llevar junto a Jesús a otras personas?
Jesús nos espera para mostrarnos dónde vive y compartir con nostros su propia vida

III.Contemplatio y luego rato de compartir y oración final. Padrenuestro....

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