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Ser autónomos de nosotros mismos

Este artículo se propone compartir algunas reflexiones acerca de nuestra situación social actual,
considerando que la mayoría de las notas publicadas, no solamente en este medio, parecen
reducirse a un esquema en donde nosotros constatamos una vez más el capitalismo es malo, los
gobernantes son corruptos lacayos del imperialismo, y que lo que hace falta es armar un bloque
popular que sea una “alternativa de gobierno”.

Empiezo por preguntarme, ya que ningún partido político no sólo no me representa (ni tampoco, en
el contexto actual, puede hacerlo), qué puedo hacer para que podamos salir de la desocupación, de
la expulsión del mercado, y vivir una sociedad sin mandones y sin acumulación de recursos
económicos y de todo tipo.

Y me encuentro con que la mayoría de las agrupaciones, partidarias, sindicales o incluso


autónomas de los mismos, me ofrecen un lugar en donde mi función es la de... explicar que el
capitalismo es malo, los gobernantes corruptos lacayos del FMI, y de que tenemos que armar un
gran frente contra el enemigo neoliberal.

Quizá sea un poco caricaturesco, pero el grado cero del discurso izquierdista se reduce a esto.
Algunas cosas quiero compartir para pensar nuestras condiciones contemporáneas para ser sujetos
de la emancipación social.

Nuestra fascinación frente al poder del Amo no explica que él nos impida realizarnos como sujetos
colectivos, sino que él existe por nuestro propio bloqueo para constituirnos como tales.

Ser sujetos colectivos no significa sumar individuos para ser más fuertes y torcerle el brazo al
enemigo, significa utilizar nuestras fuerzas, inteligencias y afectos para realizar dispositivos
organizativos en donde la cooperación, el intercambio de saberes y de bienes se realice
autónomamente, es decir, a pesar de los problemas que genera el capitalismo, la competencia, la
desigualdad.

No nos unimos para la toma del poder, nos unimos para que el poder lo tengamos nosotros, de tal
forma que no sea un poder “sobre nosotros”, sino un “poder hacer”.

No hace falta un programa de gobierno, nuestro único proyecto son las prácticas que nos permitan
ser más potentes y no impotentes.

No se trata de un idealismo de la espera incontaminado de los problemas que genera el poder con
sus decisiones. Se trata de que las decisiones de “las altas esferas” respeten, cuando no
obstaculicen, los necesarios desarrollos de la vida colectiva que se desenvuelve según el criterio de
lo justo e igualitario.

La única violencia posible es la defensa de lo conquistado, de lo inventado. Ya basta de violencia


por ideas religiosas, por nacionalidades, por territorios, por dinero.

Debemos romper de una vez por todas con la ilusión de que “la política” pasa por el parlamento y
los partidos. La política es lo que nos libera de las relaciones de poder.

Parece mentira que gran parte de la izquierda, que en sus siempre recordados años setenta, se
olvidó de lo que ella misma clamaba, a saber, que la política que juega en el terreno burgués no es
política sino participación en ese mismo terreno.
No logramos salir del borramiento del trauma de la dictadura que operó la democracia. Aún no
salimos de la defensa de los derechos humanos y de la denuncia democrática “responsable”. 1

Nuestros derechos, conquistados por nuestros abuelos, han sido pisoteados y convertidos en viles
mercancías a ser vendidas al mejor postor.

El Estado, que se encargó de pisotearlos, no nos concederá la gracia de devolvérnoslos. Hará falta
conquistarlos de nuevo. La crisis de los sindicatos y de los partidos no es más que la otra cara de la
moneda de la privatización de todos los espacios públicos y colectivos.

Entonces, luchar por nuestros derechos ya no puede limitarse a un aumento de sueldo o a


denunciar los abusos policiales. Una nueva organización tiene que organizarse para poder
garantizar lo que nadie va a poder resolver por nosotros.

Pero para no entrar en los consejitos tipo “hay que armar un frente, un bloque, un nosequé”, por
ahora invito a seguir el ejemplo (que no es el único, por suerte) de los trabajadores del Tigre. Ellos
están trabajando para que el tiempo no los domine a ellos, sino para que ellos puedan dominarlo.

Un proyecto colectivo SIEMPRE es viable, porque, al depender mutuamente, la gente se hace


responsable de la gestión y de los recursos necesarios. Nunca es viable para el político tecnócrata
que decide con su firma la “viabilidad o inviabilidad” de un proyecto.

La cooperación siempre fue más productiva que la apropiación privada de la que unos pocos se
benefician.

Jorge Iacobsohn

Noviembre de 2001

1
Nada tengo en contra de los movimientos de DD.HH. Si hay algún movimiento que pudo continuar el sesgo
emancipatorio de la política son las Madres de Plaza de Mayo. Sin embargo, no fuimos capaces de pensar
políticamente su llamado. No se trata de falta de voluntad revolucionaria, se trata de repensar la práctica
transformadora a la altura de nuestra época. En 1994 Chiapas nos hace otro llamado, que no es el de
conquistar el mundo sino hacerlo de nuevo. Se ve que tampoco pudimos escucharlo...

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