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_idealismo y materialismo | en la concepeién de la historia controversia JAURES TAFARGUE os ler coleccion panorama 3 IDEALISMO Y MATERIALISMO por J. JAURES - P. LAFARGUE Los dos trabajos que se redinen en este volumens tienen tna importa excepelo- nol. La Historia preocupa mucho al bre, parque quiere conocer el pasado, avi- zorar el presente y columbrar el porvenir. Esta ineludible ¢ inquieta aspiracién le ha pulsado a intentar fu taciones: nocer y para prever, ¢Cuél es el resorte fundamental de Ja Historia? La tela intrin- cada y maravillosa que rodea al mundo humano ha sido torcionada por el pensa- miento en procura de una explicacién plausible de csa fuerza que nos envuelve, que nos domina, y de cuyo sccreto quere- mos apoderarnos ‘para sujetarla a y tiarla. El gran esfuerzo que realiza Jau- Serpe aliens an une ‘amplia sintesis conciliadora las fuerzas inconscientes y conscientes de la historia, los motives ma- teriales y los joie » los desvanecimientos las aspiraciones humanas, posee una se- uceida encantadora yun fondo de segu- ridad que se apadera del dnimo del lector y lo exalta, Lo material y lo ideal se mez- clan en una gran armonia, y parece en verdad scortads que Jourts pucks decir que. “es imposible aplicar a los movimien- tos humanos y a la complejidad cast infi- nita de Ja historia la simplicidad abstracta de una formula”. La respuesta de Paul Lafargue gno incurte un poco en ¢sa sim- plificacion? Preciso es leer con atencién ambas conferencias, penetrar en Jas dos opuestas tesis, para que surja en el espi- th claridad’o In dada, Lo cierto es que bas tesis, tan bien tas i- wamente por y Lafargoe, Suen preocupande al espirita humano. El medio siglo transeurrido desde su exposicién no les ha quitado vivacidad ni actualidad, La misma forma polémica les comunica una vibraciin ardiente que contagia al lector, por poco que esté interesado en compren- der qué papel desempefia él mismo en la evoluciin, dltimamente tan atormentada, de la Historia, ~M. H. A. jean jaurés - paul lafargue idealismo y materialismo en la concepcion de la historia controversia siglo veinte / buenos aires LIBRO PE EDICIGN = ANGENTINA ‘Queda hecho el depdésico que pre- viene Ia ley 11.723. Copyright by EDIGIONES SIGLO VEINTE Juncal 1131 — Buenos Aires IMPRESO EN LA ARGENTINA PRINTED IN ARGENTINA jean jaurés el idealismo en la historia conferencia pronunciada en diciembre de 1894, auspiciada por Jos etudiants collectivistes de paris JEAN JAURES. —Nacido en Castres (Francia) el 3 de setiembre de 1859 y asesinado el 31 de julio de 1914 como consecuencia de su intensa accién antiguerrera. Profesor de filosofia en Albi y Inego en Toulouse; elegido diputado en 1885, desde 1893 lo fue hasta su muerte, con sdlo una interrupcién de cuatro afios, que aproveché para planear y escribir la mayor parte de su monu- mental Historia socialista - 1789-1900. En 189] publicé Le realidad del mundo sensible, tesis para la Pacultad de Letras de Paris, y en la mis- ma fecha su tesis latina, que verso sobre Los origenes del socialismo alemdn. En 1904 fundé el diario L’Humenité, convertido en érgano del Partido socialista en 1910, En 1911 estuyo en nuestro pais. Fue escritor meritisimo, gran ora- dor, lena y brillante, y uno de los socialistas més eminentes del mundo. Ciudadanas y ciudadanos. Os pido, desde luego, que tengais paciencia, por- que voy a entregarme a una deduccién puramente doctrinal. Quiero también desde luego preveniros contra un error que podria resultar del hecho de que el tema que trataré lo he abordado hace algu- nos meses, Expuse entonces la tesis del materia- lismo econémico, la interpretacién de la historia y de su movimiento segiin Marx, y me consagré de tal modo a justificar la doctrina del mismo, que podria parecer que me adheria a ella sin restric- cién alguna. Esta vez, en cambio, quiero mostrar que la con- cepcién materialista de la historia no impide su interpretacién idealista; y como en esta segunda parte de mi demostracién se podria perder de vista Ja fuerza de las razones que di en favor de la tesis de Marx, os ruego, para que no exista menosprecio sobre el conjunto de mi pensamiento, que corrijais 1 Jaurés alude a una conferencia que en julio de 1894 dio a los Etudiants collectivistes sobre el tema “El materialismo econémico de Karl Marx”. El editor de las “Ocuvres compléies" de Jaurts, advierte que sus bisquedas para encontrar cl texto de esa’ confe- rencia han sido indtiles. Supone que no fue exenografiada. (N. del T,) la una con la otra, que completéis mutuamente las dos partes de la exposicién que hemos tenido que separar. Sostuve entonces que se podian interpretar to- dos los fenémenos de la historia desde el punto de vista del materialismo econémico, que —lo recuer- do solamente— no es de ningun modo el materia- lismo fisiolégico. Marx jamds pretendié sostener que todo fenémeno de conciencia o de pensamien- to se cxplica por simples agrupaciones de molécu- las materiales; es una hipdétesis que Marx, y Engels, recientemente, califican de metafisica, y es recha- zada tanto por la escuela cientifica como por la escuela espiritualista. ‘Tampoco se trata de lo que se llama a veces ma- terialismo moral, es decir, de la subordinacion de toda la actividad del hombre a la satisfaccién de los apetitos fisicos y a la busca del bienestar in- dividual. Por el contrario, si recorddis c6mo en su libro Ei Capital trata Marx el concepto utilitario inglés; si recorddis con qué desdén, con qué desprecio, habla de los tedricos del utilitarismo que, como Je- remias Bentham, pretenden que el hombre no se mueve sino en vista de un interés personal, cons- cientemente buscado por él, veréis que no existe nada de comin entre estas dos doctrinas, Hasta diriamos que ¢s a la inversa. Precisamente porque Marx estima que los modos mismos del senti- miento y del pensamiento son determinados en el hombre por la forma esencial de las relaciones econdémicas de la sociedad en que vive, hace inter- 10 venir en la conducta del individuo fuerzas sociales, fuerzas colectivas, fuerzas histéricas, cuya potencia sobrepuja la de los méviles individuales y egoistas. Lo que consideraba esencial en la historia, son las relaciones econémicas y las relaciones de produc- cién de los hombres entre sf. ¥ segtin que los hombres estén unidos los unos a los otros por esta u otra forma de la sociedad econémica, la sociedad ticne este o el otro caracter, este o el otro concepto de vida, esta o la otra moral, y da esta u otra direcciédn general a sus empresas. Ademas, segiin Marx, los hombres no se mueven por virtud de una idea abstracta de la justicia o del derecho; los hombres se mueven porque el sistema social formado entre ellos, en un momento dado de la historia, por las relaciones econédmicas de produccién, es un sistema inestable, que forzo- samente se transforma para ceder el campo a otros sistemas. Y la sustitucién de un sistema econdmico por otro, por ejemplo, de la antropofagia por la esclavitud, acarrea, por una correspondencia natu- ral, una transformacién equivalente en los concep- tos politicos, cient{ficos y religiosos. De suerte que, segtin Marx, cl mévil mds intimo y mds profundo de la historia es el modo de organizacion de los intereses econdmicos. El nombre de materialismo econdémico se expli- ca, pues, por cl hecho de que el hombre no saca de su cerebro una idea formada de la justicia, sino que se limita a reflejar en si, en su sustancia cere- bral, las relaciones econdémicas de produccién. Frente a la concepcién materialista esta la con- ll cepcién idealista, que se manifiesta bajo distintas formas. La resumiré asi: es la concepcién segin la cual la humanidad, desde su punto de partida, tie- ne, por decirlo asi, una idea oscura, un primer presentimiento de su destino, de su desenvol- vimiento. Antes de la experiencia histérica, antes de la constitucién de tal o cual sistema econémico, la humanidad eva en s{ misma una idea previa de la justicia y del derecho; y ese ideal preconcebido es el que persigue, pasando de una forma de civi- lizacién a otra superior. Asi resulta que cuando la humanidad se mueve, no ¢s por la transformacién mecdnica y automatica de los modos de produc- cién, sino bajo la influencia oscura o claramente sentida de este ideal, De suerte que la idea misma se convierte en el principio de la accién y del movimiento, y que, lejos de derivar los conceptos intelectuales de los hechos econdémicos, son los hechos econdmicos los que traducen poco a poco, los que poco a poco in- corporan en la realidad y en la historia el ideal de Ja humanidad. ‘Tal es, con independencia de las innumerables férmulas que la diversidad de los sistemas filosé- ficos o religiosos ha dado a esta tesis, la concepcién del idealismo en la historia. Y ahora notad, ciudadanos, que, en realidad, estas dos concepciones, que parecen oponerse, que parecen excluirse rec{procamente, estan, me atre- veré a decir, en la conciencia contemporanea, casi confundidas y reconciliadas. 12 Practicamente, no hay un solo idealista que no convenga en que no puede realizarse un ideal su- perior del hombre sin una transformacién previa del organismo econdémico, y, como desquite, hay muy pocos adeptos del materialismo econémico que no apelen a la idea de Ja justicia y del derecho, y muy pocos que se limiten a prever en la sociedad comunista de mafiana la consecuencia necesaria, fatal, de la evolucién econdémica; saludan también en la sociedad comunista de mafiana una realiza- cién mds elevada de la justicia y del derecho. ¢Existe contradiccién? Marx quiso mantener siempre la integridad algo 4spera de su formula y satirizé a los que creen dar mds fuerza a la evo- lucién econémica y al movimiento socialista in- vocando la idea pura de justicia; se burlé de quie- nes, segiin sus propias palabras, “quieren echar sobre la realidad de la historia, sobre el cuerpo de los hechos, una especie de velo tejido con los hi- Jos mas inmateriales de la dialéctica, bordado con flores de retérica y festoneado con el rosicler del sentimentalismo,” Se tata, pues, para nosotros, de saber si esta conciliacién entre la concepcién materialista y la idealista de la historia, de hecho realizada en nues- tro pais por el instinto, acaso ciego, de la concien- cia socialista, es tedrica y doctrinariamente posible, o si hay aqui una insoluble contradiccién; si esta- mos obligados a hacer una eleccién decisiva entre los dos conceptos, o si podemos ldgica y razonable- mente considerar al uno y al otro como dos aspec- tos diferentes de una misma verdad. 18 Me es imposible resolver esta cuestién particular sin vincularla a un problema mis general, sin de- cir cémo, a mi entender, estA plantcado hoy al espiritu humano el mismo problema del cono- cimiento. Desde el punto de vista en que yo me he colo- cado, digo y creo comprobar que el esfuerzo del pensamiento humano, desde hace cuatro siglos, desde el Renacimiento, reside en la conciliacién, ‘en la sintesis de los contrarios y aun de los contra- dictorios: aqui est4 la marca, la caracteristica de todo el movimiento filoséfico ¢ intelectual. El Renacimiento se encontraba ante una especie de contradiccién insoluble en apariencia: el espi- ritu cristiano persistente y el espiritu de la anti- giiedad reanimado. El espiritu de la antigiiedad era el culto, mas que la aceptacién, la adoracién de la Naturaleza; el espiritu cristiano era la condena- cién, la negacién de la Naturaleza. De modo que los hombres pensadores, al salir de la Edad Media, se encontraban en posesién de una herencia intelectual contradictoria, de un dua- lismo que habifan de conciliar, de conducir a la unidad. EI problema era agravado singularmente por el desarrollo mismo del espiritu cientifico y de la ciencia experimental, porque por el estudio rigu- roso, positivo, de los fenémenos naturales, por la aplicacién de la mecdnica, de las matematicas, al estudio de las fuerzas naturales, la naturaleza per- dia ese prestigio de belleza, esa apariencia de vida 14 ea ee interior y divina que habia tenido para los hom- bres antiguos. Era preciso, de una parte, conciliar la natura- leza, tal como la habia concebido la antigitedad, con la concepcién cristiana; y era preciso, por otra parte, conciliar la naturaleza tal como la presen- taba la ciencia nueva; Ja naturaleza, simple enca- denamiento de fenémenos determinados por nece- sidades puramente mecdnicas, con la libre aspira- cién del espiritu humano. Descartes, desde luego, por un singular artifi- cio de método, comienza por encerrarse, como el cristiano, en el interior de su conciencia, por rechazar la vida exterior y desechar la naturaleza como un fantasma problematico. Reducido a la comprobacién de su pensamiento, encuentra la idea de Dios, y realiza asi esa suerte de aislamiento de la conciencia y de Dios que, con Ta repudiacién de la naturaleza, es la marca del cristianismo. Después, cuando se ha creado asi una primera certidumbre y un primer método, en lugar de organizar simplemente su vida interior, como el cristiano, quiere conocer con certeza la naturaleza misma; de modo que después de haber atravesado el estado de espiritu cristiano, no hace mds que servirse de él para fundar la ciencia positiva, expe- rimental y deductiva. En Leibniz veis la misma tentativa por reducir a la unidad el hombre y la naturaleza, mostrando por doquiera, hasta en las fuerzas puramente ma- teriales, hasta en esta mesa, hasta en el suelo sobre 15 el cual andamos, alguna cosa andloga al espiritu; el deseo, el sentido mismo de la belleza, relaciones arménicas, matematicas y ciertas, cn las leyes de la fisica y en las combinaciones de la quimica. Es la conciliaci6n completa entre el universal deter- minismo y la libertad universal. Por una parte afirma que no hay en el mundo un solo movimiento que no esté ligado en el infi- nito a otros moyimientos. El movimiento que yo determino en la atmésfera con la emisién de la voz es la consecuencia de innumerables movimien- tos anteriores, y éste repercutira hasta el infinito, quebrantando imperceptiblemente los muros de este recinto, Iegando a través de ellos al exterior, y transmitiéndose en formas oscuras, que no pode- mos seguir, pero que nada detiene; de tal suerte, que nosotros no podemos producir un solo movi- miento, alterar la colocacién de un solo grano de arena, sin modificar el equilibrio del universo en- tero. Pero al propio tiempo que esta ligazén de los movimientos, de los fendmenos, de los hechos, es universal ¢ ilimitada, no hay una sola fuerza que sea violentada; cuando una bola de billar choca contra otra, esta ultima se pone en movimiento; pero lo hace en yirtud de ciertas leyes de elastici- dad que le son propias, que resultan de su contex- tura, y este movimiento, que parece venir de fuera, esta dentro; hay a la vez continuidad y espontancei- dad absolutas. Para Spinoza existe la misma conciliacién entre la naturaleza y Dios, entre el hecho y la idea, entre Ja fuerza y el derecho. 16 Para Kant, lo sabéis, el problema filosdfico con- siste expresamente en encontrar la sintesis de las __ afirmaciones contradictorias que se presentan al es- piritu del hombre: el universo, ses limitado o infi- nito? El tiempo ¢es limitado o infinito? La serie de las causas, ges limitada o infinita? :Esta todo some- tido a la universal e inflexible necesidad, o hay una parte para Ja libertad de las acciones humanas? jCuntas tesis y antitesis, cudntas afirmaciones y negaciones ante las cuales vacila el espiritu! El esfuerzo de la filosofia kantiana reside ente- ramente en la solucién de estas contradicciones, de estas antinomias fundamentales. En fin, fue Hegel quien vino a dar la formula de este largo trabajo, diciendo que la verdad esta en la contradiccién, Se equivocan, son juguetes de légica estrecha, ilusoria, los que afirman una tesis sin oponerle la tesis contraria. De hecho, en naturaleza, en la realidad, los contrarios se pene- in, lo infinito, por ejemplo, y lo finito: esta pla- taforma es limitada, es una superficie restringida, , sin embargo, en el limite de esta superficie puedo yo trazar indefinidamente figuras y figuras, de suerte que si os concretais a afirmar la limitacién de este rectangulo, sdlo decis una parte de la ver- dad, estdis en el error; es a la vez finito e infinito. De igual modo os equivocaréis separando lo que €s racional de lo que es real, lo que es real de lo que es racional. Habitualmente se cree que una cosa, puesto que €s, es derogacién del ideal, que ella no puede ser, _ por ejemplo, la belleza, la verdad absoluta; se cree 17 que el ideal no puede ser sino un concepto, y que en cuanto se realiza se disminuye. Son ideas arbi- trarias, falsas; todo lo que es racional entra necesa- riamente en la vida, y no hay una idea racional que no se traduzca en la realidad, ni una sola rea- lidad que no pueda referirse a una idea y recibir una explicacién racional. Esta gran formula de la sintesis de los contrarios, * de la conciliacién de las contradicciones por la identidad de lo racional y de lo ideal, tuyo una profunda influencia. Nosotros no decimos ya de este o del otro pe- riedo de la historia simplemente que fue un perio- do de barbaric; nosotros decimos: todo lo que es, s6lo por ser, todo lo que fue, sélo por haber sido, tenia su razén y sus raices en la razon, pero no era la razén completa. Creo intitil recordar a los adeptos de la doctrina de Marx que Marx fue el discfpulo intelectual de Hegel, y él mismo lo declara y lo proclama en su introduccién a El Capital (y Engels desde hace al- gunos afios, por esa tendencia que lleva al hombre que ha vivido mucho tiempo a volver a su origen, parece dedicarse al estudio profundo de Hegel mis- mo). Hay una aplicacién sorprendente de esta fér- mula de los contrarios cuando Marx comprueba hoy el antagonismo de las clases, el estado de gue- tra econémica, oponiendo la clase capitalista a la clase proletaria; porque este antagonismo ha na- cido bajo el régimen capitalista, bajo un régimen de guerra y divisién, prepara un régimen nuevo de paz y de armonf{a. 18 ee Seguin la vieja formula de Herdclito, que Marx se complacia en citar, “la paz no es mas que una forma, un aspecto de la guerra; la guerra no es mas que un aspecto, una forma de la paz”. No hay que oponer la una a la otra; lo que hoy es lucha es el comienzo de la reconciliacién de majiana. El pensamiento moderno de la identidad de los contrarios se encuentra también en esta otra admi- _ table concepcién del marxismo: la humanidad ha sido conducida hasta aqui, digamoslo asi, por la fuerza inconsciente de la historia; hasta aqui los hombres no se han movido por si mismos; se agi- _ taban, y la evolucién econémica los conducia; crefan producir los acontecimientos o se imagina- ban vegetar y permanecer en el mismo sitio, pero las transformaciones econdmicas se operaban a pe- Sar suyo, y a pesar suyo obraban sobre ellos. La humanidad ha sido en cierto modo como un pasa- jero dormido que fuera transportado por el curso de un rio sin contribuir él al menor movimiento, 0 al menos sin darse cuenta de su direccién, y des- pertdandose a intervalos y percatandose de que el paisaje habia cambiado. Pues bien: cuando se haya realizado la revolucién _ Socialista; cuando el antagonismo de las clases haya cesado; cuando la comunidad humana sea dueia de los grandes medios de produccién, segtin las necesidades conocidas y comprobadas de los hom- bres, entonces habra terminado para la humanidad el largo periodo de inconsciencia en que marcha desde hace siglos, empujada por la fuerza ciega de los acontecimientos, y entrara en la nueva era, en Te iatn- 19 af la que el hombre, en lugar de estar sometido a las cosas, regulard la marcha de ellas. Mas esta era préxima de plena conciencia y de plena claridad no ha sido posible sino por un largo periodo de inconsciencia y de oscuridad. $i los hombres, en el incierto origen de la histo- ria, hubieran querido deliberadamente regular la marcha de los acontecimientos y de las cosas, ha- brian sencillamente contrariado el curso de los acontecimientos y malgastado los recursos del por- yenir, y por haber querido proceder demasiado pronto con plena conciencia, habrian perdido para _ siempre el medio de accionar con plena conciencia, como el nifo a quien se hubiese llevado demasiado pronto a la vida plenamente consciente de la razon reflexiva y en quien no se hubiera dejado producir la evolucién inconsciente de la vida organica y de las primeras manifestaciones de la vida moral; por haber sido un pensador desde la primera hora de su vida, seria incapaz de pensar después. Para Marx, esta vida inconsciente era la condi- cién misma y la preparacién de la vida consciente de majiana, y asi todavia la historia se encarga de resolver una contradiccién esencial. Pues bien; yo pregunto si no se puede, si no se debe, sin faltar por ello al espiritu mismo del mar- xismo, llevar mas lejos este método de conciliacién de los contrarios, de sintesis de los contradictorios, y buscar la conciliacién fundamental del materia- lismo econémico y del idealismo aplicado al desen- volvimiento de la historia. Notad bien con qué espiritu —y os pido perdén 20 por estos largos preliminares, pero no hay cuestién particular que pucda ser resuelta sin una inteligen- de filosofia general—; notad con qué espiritu sco esta conciliacién del materialismo econd- _ Yo no quiero dar a cada uno su -parte; yo no quiero decir que hay una parte de la historia que t4 gobernada por las necesidades econdémicas y a dirigida por una idea pura, por un concepto, la idea, por ejemplo, de la humanidad, de la icia o del derecho; yo no quiero poner el con- conceptos deben penctrarse el uno en el otro, como € penetran en la vida organica del hombre la me- cinica cerebral y la espontaneidad consciente, _ Xo digo que no hay en el cerebro un solo movi- miento que no corresponda de una manera clara Ul oscura a un estado de conciencia, y que no hay n solo estado de conciencia que no corresponda a Si se pudiera abrir el cerebro y seguir la infinita delicadeza de los movimientos que en él se produ- se determinan y se encadenan, se podria se- ir fisiolégicamente todo el trabajo psicolégico € nuestros pensamientos, de nuestros conceptos, nuestras voluntades; y hay aqui, no obstante, a singular antinomia resuelta por la vida, sin i parezcamos advertirlo. _ En este mismo momento en que yo hablo, zpor ‘qué esti determinada mi idea? Esta determinada por una idea anterior, con la 21 cual tiene relaciones ldgicas, y todas nuestras ideas se encadenan las unas a las otras, segiin ciertas re- laciones Idgicas, intcligibles, o de semejanza, de oposicién o de causalidad. De suerte que en la trama de nuestros pensa- mientos no intervienen en apariencia sino fuerzas légicas, y ademds, parece que toda la actividad pre- sente en mi espfritu consciente estd determinada por una idea del porvenir. Si yo pronuncio palabras en este momento, es porque la idea que expreso en este minuto ha sido légicamente traida por una idea anterior y por toda la serie de las ideas anteriores; pero es tam- bién porque quiero realizar en el porvenir que veo ante mi, un objetivo, una intencién, un fin; porque quiero llegar a una demostracién completa conduzco, en este momento, mis pensamientos en la direccién que siguen, de suerte que mi pensa- miento presente, al mismo tiempo que es determi- nado por la serie de los pensamientos anteriores, parece provocado por una idea de porvenir. Por el contrario, en el desarrollo fisiolégico, me- cdnico, de los movimientos cerebrales, el que acom- pafia en este momento al pensamiento que expreso no esta determinado sino por un movimiento ante- rior, de suerte, ciudadanos, que nuestra vida es a la vez fisiolégica y consciente, a la vez mecanica y espontanea. En el encandenamiento de los movi- mientos cerebrales, el presente no es determinado sino por el pasado, mientras que en el encadena- miento de las ideas, de los conceptos conscientes, el presente parece determinado por el porvenir, 22 Se diri, pues, que hay contradiccién entre el modo segun el cual funciona mi vida cerebral y el modo segun el cual funciona el desarrollo cons- _ ciente de nuestras ideas y pensamientos. Y sin embargo, aunque haya antinomia aparente entre esos dos modos, entre esos dos puntos de vis- ta, la sintesis esté hecha, la conciliacién estd reali- zada, y no hay uno solo de mis pensamientos que ‘no corresponda a un movimiento cerebral, como no hay un solo movimiento cerebral que no corres- da al menos a un principio de pensamiento. Otro tanto ocurre en la historia; y al mismo mpo que podéis explicar todos los fenémenos téricos por la pura evolucién econdmica, podéis aqui, ciudadanos, como, en mi sentir, se plantea problema, he aqui las explicaciones complemen- jas que me veo obligado a pedir a los tedricos del marxismo. Marx dice: “El cerebro humano no crea por si mismo una idea del derecho que seria yana y vacia; no hay en toda la vida, aun intelectual y moral, de la humanidad, sino un reflejo de los fenémenos _€condémicos en el cerebro humano”. jPues bien, acepto! Si; no hay en todo el desarro- Ilo de la vida intelectual, moral, religiosa, de la hu- Manidad, sino el reflejo de los fenédmenos econd- “Miiicos en el cerebro humano; si, pero hay al mismo _ tiempo el cerebro humano, y por consiguiente, la preformacién cerebral de la humanidad. 28 La humanidad es el producto de una larga evo- lucién fisiolégica que ha precedido a la evolucién histérica, y cuando el hombre, segtin esta evolu- cién fisiolégica, ha emergido de la animalidad, inmediatamente inferior, existian ya en el primer cerebro de la humanidad naciente predisposicio- nes, tendencias. ¢Cudles eran? Existfa desde luego la aptitud para lo que Ila- maré las sensaciones desinteresadas. A medida que nos elevamos en la escala de la vida animal, se comprucba que los sentidos puramente egoistas se subordinan poco a poco a los sentidos estéticos y desinteresados. En las lineas inferiores de la anima- lidad, la vista est4 poco desarrollada; cl ofdo, lo mismo; lo que estd desarrollado es el olfato, es la facultad de aprehensién, es el gusto, es decir, todos los sentidos que son puestos especialmente en fun- cién para la presa, todos los sentidos que ponen sobre todo en movimiento el apetito fisico y egois- ta. Por lo contrario, a medida que nos elevamos en Ja escala de Ja animalidad, vemos desarrollarse el] sentido del oido, el sentido de la vista; es cierto que por los ojos le llega al animal la imagen de la presa que deberd coger, pero al mismo tiempo le llegan muchas otras imagenes que no pueden po- ner en movimiento su apetito animal. Por el oido, si cl animal percibe ruidos, rumores, que lo pue- den poner en Jas hucllas de una presa o advertirle de peligros, le llegan también armonias que no tie- nen relacién alguna inmediata con su apetito fisico y con las condiciones positivas de su seguridad. De 24 suerte que por la vista, inundada de imagenes que van mds alld de la sensibilidad inmediata del ani- mal, y por el ofdo, penctrado de sonoridades que asimismo mds all4 de la necesidad inmediata del animal, el universo penetra en la animalidad bajo otra forma que la de la lucha por la vida. Existe ya en el animal la necesidad, la alegria y el slumbramiento de la luz; la necesidad, el gozo y hechizo de la melodia y de la armonia; del abrirse poco a poco el sentido estético y desinte- esado, y en la selva profunda, toda trémula de rumores y de claridad, el universo entra en el ani- mal como un rey. Ademas de esta predisposicién primera que el bre animal aportaba al comienzo de la larga evolucién econémica, tenia la facultad, ya despierta en los animales mismos, de ver lo general en lo icular, el tipo de la especie en el individuo, de inguir la semejanza genérica a través de las di- ersidades individuales. _ En los otros individuos que van a pasar ante él, con los cuales las leyes del desarrollo econémico Io pendrin en contacto, el individuo hombre, el animal hombre, no verd solamente fuerzas asocia- $ o enemigas; vera fuerzas semejantes, y enton- s hay en ¢l un primer instinto de simpatfa ima- tiva que, por la semejanza adquirida y com- obada, le permitira adivinar y sentir las alegrias de los demas, adivinar y experimentar sus dolores. Desde el comienzo de la vida, junto al egoismo brutal se encuentra este sentimiento simpatico 25 preparando la reconciliacién fraternal de todos los hombres después de los combates seculares. En fin, desde los comienzos de su vida, aun an- tes de la primera manifestacién de su pensamiento, el hombre tiene lo que podemos Hamar el sentido de Ja unidad; la primera manifestacién de su mo- vimiento intelectual es la reduccién de todos los seres, de todas las formas y de todas las fuerzas a una unidad vagamente entrevista; por lo que puede decirse que el hombre es desde la primera hora un animal metafisico, puesto que la esencia misma de la metaffsica es la investigacién de Ja unidad total, en la cual estarian comprendidos to- dos los fenémenos y envueltas todas las leyes. La prueba de ese sentido primero de la unidad esta cn la creacién espontanea del lenguaje con sus jerarquias de palabras, que sélo representan jerar- quias de ideas envolviéndose las unas a las otras, con sus categorias verbales que expresan las cate- gorias intelectuales. En resumen, concedo a Marx que todo el des- arrollo ulterior no’sera sino el reflejo de los fend- menos econdémicos en el cerebro; pero a condicién de que digamos que hay ya en el cerebro, por el sentido estético, por la simpatia imaginativa y por la necesidad de unidad, fuerzas fundamentales que intervienen en la vida econémica. Notad una vez mds que yo no yuxtapongo las facultades intelectuales a las fuerzas econdmicas; que no quiero reconstituir ese conjunto de facto- res histéricos que con tanto vigor ha dispersado, hace algunso meses, nuestro eminente amigo Ga- briel Deville. 26 No; yo no quiero esta yuxtaposicién; pero digo que cs imposible que los fendmenos econémicos comprobades penetren en el cerebro humano sin hacer funcionar en él los resortes primitivos que alizaba hace un momento. Y he aqui por qué no cedo a Marx que los conceptos religiosos, poli- cos, morales, no son sino un reflejo de los fend- menos econémicos. Hay en el hombre tal penetra- ginica consciente, no se puede cortar en dos a la mumanidad histérica y disociar en ella la vida ideal di la vida econémica. Tal es mi tesis, cuya confir- € ibobres ¥ ricos, para proyectar en i sus vaciones de orden econdmico en el universo; los fenédmenaos econémicos y los fenédmenos ales. Ved a Heraclito, Empédocles, Anaxi- landro; comprueban en férmulas tinicas los nexos y las contradicciones de los elementos, pertenezcan €stos elementos a la naturaleza —el calor, el frio, lo inoso y lo tenebroso— o al organismo fisiold- co —los sanos y los enfermos—, o a la vida inte- tual —lo perfecto y lo imperfecto, lo igual y lo a7 desigual—; hacen una tabla unica de estas oposi- ciones, tomadas, ya de la naturaleza, ya de la socie- dad; y en Herdclito es la misma voz, Cosmos, la que formula a la vez el orden del mundo, resul- tante de la conciliacién de los contrarios, y el or- den en la ciudad, resultante de la conciliacién de las facciones. De una sola mirada, los pensadores griegos abarcaban el orden del mundo desembro- llindose del caos social. Como no puedo con algunas palabras, a la vez demasiado largas y demasiado breves, sino desflo- rar el asunto, me limito a dirigir a los teéricos mar- xistas otro pedido de explicaciones, y les digo: ¢Qué juicio tenéis formado, si es que tenis al- no —y de ello estoy muy cierto— acerca de la direccién del movimiento econémico y del movi- miento humano? No basta decir que una forma de produccién su- cede a otra forma de produccidn; tampoco basta decir que la esclavitud sucede a la antropofagia: que la servidumbre sucede a la esclavitud; que el salariado sucede a la servidumbre, y que el régimen colectivista o comunista sucedera al salariado. No: hay que decidirse. sHay evolucién o progreso? Y si hay progreso, gcual es la idea decisiva y ultima por la cual se miden las diversas formas del desarrollo humano? Y aun, si se quiere descartar como dema- siado metafisica esta idea de progreso, gpor qué el movimiento de la historia ha sido asi regulado de forma en forma, de etapa econédmica en etapa eco- némica, de la antropofagia a la esclavitud, de la esclavitud a la servidumbre, de la servidumbre al 28 iado, del salariado al régimen socialista, y no le otra mancra? ¢Por qué, en virtud de qué mévil -no digo decreto providencial, porque tengo el concepto matecrialista y positivo de la historia—, ro: por qué, de forma en forma, el desarrollo umano ha seguido tal direccién y no tal otra? mi, su razén es sencilla, si se quiere admitir dmitir la accién de Jas fuerzas humanas iniciales e que he hablado. Yes precisamente porque las relaciones econd- de produccién se dirigen a los hombres por no hay una sola forma de produceién que 9 encierre una contradiccidn esencial, mientras la lena libertad y la plena solidaridad no se hayan itradiccién {ntima de todo régimen tiranico, de da explotacién politica o social del hombre por ‘derecho abstracto, sino mostrando que se esta M ante una contradiccién de hecho. O bien la a har a quienes oprime tanto dafio, que de temer las consecuencias de una insu- n, y entonces los oprimidos se sublevarin a el opresor, o bien éste, para prevenir las 1 iones, conducira de cierto modo las ne- sidades y los instintos de sus stibditos, prepa- ndolos asi para la libertad. Asi, de cualquier nera, la tiranfa debe desaparecer en virtud de la cl - las fuerzas, porque estas fuerzas son m1 S. 29 Y lo mismo sucederd mientras no tenga término la explotacién del hombre por el hombre. Fue Hegel quien dijo con precisién soberana: “La con- tradiccién esencial de toda tirania politica 0 eco- némica, es que estd obligada a tratar como instru- mentos inertes a los hombres, los cuales, sean lo que fueren, jamds picnsan descender a la inercia de maquinas materiales”, Y notad que esta con- tradiccién es, a la vez, una contradiccién légica y una contradiccién de hecho. Es una contradiccién légica, porque hay opo- sicién entre la idea misma del hombre, es decir, de un ser dotado de sensibilidad, de espontanei- dad y de reflexién, y la idea de maquina. Es una contradiccién de hecho, porque sirviéndose del hombre, instrumento viviente, como de un ins- trumento muerto, se violenta la fucrza misma que se quicre utilizar, y se Iega asi a un mecanis- mo social discordante y precario, Porque esta con- tradiccién viola a la vez Ja idea del hombre y la ley misma de mecanica, segin la cual la fuerza hombre puede ser utilizada, el movimiento de la historia es a la vez una protesta idealista de la con- ciencia contra los regimenes que rebajan al hom- bre y una reaccién automiatica de las fuerzas hu- manas contra todo ordenamiento social inestable y violento. Qué era la antropofagia? Era doble- mente contradictoria, porque, obligando al hom- bre a degollar a su semejante, aun fuera de la excitacién de la lucha, violentaba el primer ins- tinto de simpatia, del cual os he hablado: contradiccién moral; y ademas porque hacia del 30 hombre, que tiene cierta aptitud para el trabajo gulado, para la produccién, una especie de ani- mal de presa, del cual no se puede utilizar sino a carne: contradiccién econdémica. Desde enton- ce la esclavitud debia nacer, porque la domes- ticacién del hombre heria menos el instinto de npatia y cuidaba mejor el interés del amo, en obtenia del hombre, por el trabajo, mucho is de lo que daba con su sustancia. Y sin esfuerzo podria demostrarse lo propio respecto de la esclavitud, de la servidumbre, del salariado, Desde entonces se comprende, puesto que todo el movimiento de la historia resulta de que se hace del hombre, que ese movimiento tien- e, como a su limite, a un orden econémico en el que se hard del hombre un uso conforme al hom- . Es la humanidad que, a través de las formas omicas que repugnan cada vez menos a su a, se realiza ella misma. Y hay en la historia jumana no sdélo una evolucién necesaria, sino una direccién inteligible y un sentido ideal. Luego, en toda la extensién de los siglos, el hombre no a podido aspirar a la justicia sino aspirando a un den social menos contradictorio con el hombre e el orden presente y preparado por este orden ente; y asi, la evolucién de sus ideas morales ta ciertamente regulada por la evolucién de las as econdémicas; pero al mismo tiempo, a tra- s de esos ordenamientos sucesivos, la humanidad busca y se afirma a si misma, y sea cualquiera la diversidad de medios, de tiempos, de reivindi- 31 caciones econdmicas, es un mismo aliento de que- ja y de esperanza lo que sale de la boca del esclavo, del sieryo y del proletario; ese aliento inmortal de la humanidad es el alma de lo que se llama el de- recho. No hay que oponer, pues, la concepcién materialista a la concepcién idealista de la histo- ria. Ambas se confunden en un desarrollo unico e indisoluble, porque si no se pucde abstraer al hombre de las relaciones econémicas, tampoco se pucden abstraer las relaciones econémicas del hom- bre; y la historia, al propio tiempo que es un fe- némeno que se desarrolla segtin una ley mecanica, ¢s una aspiraciOn que se realiza segiin una ley ideal. Y después de todo, sno sucede en la evolucién de la vida como en la evolucién de la historia? Sin duda que la vida no pasa de una forma a otra, de una especie a otra, sino bajo la doble accién del medio y de las condiciones bioldgicas inmediata- mente preexistentes, y todo el desarrollo de Ja vida es susceptible de una explicacién materialista; pe- ro al mismo tiempo puede decirse que la fuerza inicial de la vida coneentrada en las primeras gra- nulaciones vivientes y las condiciones generales de la existencia planetaria, determinaban de antema- no la marcha general y como el plan de la vida en nuestro planeta. Asi, los seres innumerables que han evolucionado, al propio tiempo que han cum- plido una ley, han colaborado, por una aspiracién secreta, a la realizacién de un plan de vida. El desarrollo de la vida fisiolégica, como el de la vida histérica, ha sido, pues, conjuntamente idea- lista y materialista. Y la sintesis que os propongo 32 , refiere a una sintesis mas general, que yo no o sino indicar sin fundamentarla. ero —para volver a la cuestién econémica— jacaso Marx no reintrodujo en su concepcidn his- érica la idea, la nocién del ideal, del progreso, del derecho? No anuncié solamente Ja sociedad camunista como la consecuencia necesaria del or- capitalista; mostré que con ella cesard al fin antagonismo de clases que agota a la huma- ; mostré asimismo que por primera vez se ara por el hombre la vida libre y plena; que trabajadores tendran juntamente la delicadeza viosa del obrero y el vigor tranquilo del cam- no y que la humanidad se erguira mds feliz y nis noble, sobre la tierra renovada. 1 _éNo es esto reconocer que la palabra justicia ene algtin sentido, aun en la concepcién mate- ta de la historia, y la conciliacién que os pro- pongo no es desde entonces aceptada por vosotros? 85 paul lafargue idealismo y materialismo en la concepcion de la historia t respuesta a jaurés, promunciada de 1895, en conferencia organizada por los etudiants collectivistes de paris PAUL LAFARGUE.—Nacié en Santiago de Cuba, de padres franceses, el 15 de enero d 1842 y murié el 25 de noviembre de 1911. és de sus estudios secundarios en Burdeos ‘oulouse, inicié en Parfs los de medicina; per debido a su intervencién en los movimientos repu blicano y socialista y a su participacién, en 1865, en el congreso de estudiantes de Lieja y porqu a su vuelta se negé a marchar tras la bandera tri color de Napoleén III, fue excluido de todas la Facultades de Francia. ‘Terminé sus estudios en Inglaterra, donde se vinculé con Marx, y Ilegé ser miembro del consejo de la Internacional. pus de Ja Comuna (1871) huyé a Espaita luego a Londres, donde permanecié hasta la aw nistia. Con Guesde, fue uno de los que mé: hicieron por la difusién del socialismo en Fran: cia, Escritor de talento y de ingenio, publicé v: tios libros y numerosos folletos y mantuvo asic colaboracién en diarios y revistas. Ciudadanas y ciudadanos. Comprender¢is que no sin vacilar he asumido la tarea de contestar a Jaurés, cuya fogosa elocuencia sabe dar pasién a las tesis mas abstractas de la me- taffsica. Mientras hablaba me he dicho mas de una yez, y vosotros os habréis dicho sin duda conmigo: Fortuna es que este demonio de hombre esté con nosotros. Los mineros de Carmaux han pagado bien su deuda con el partido socialista que les dio el triunfo en su huelga, liberando a Jaurts de la Universidad y lanzdndolo en la politica. Pero esta noche habéis sido invitados, no a un torneo oratorio, sino a un combate de ideas. Sin embargo, si no poddis pedirme la elocuencia de Jaurés, tenéis derecho a exigirme que mantenga el debate a la altura filosdéfica cn que 1 lo ha co- locado, Lo haré, Y¥ esto dicho, entremos inmedia- tamente en materia. 37 Los filésofos de la escuela cartesiana recomen- daban que no se comenzara ninguna discusién sino después de haber definido los términos del debate. Planteemos, pues, cl problema que hemos de resolver. Sabemos hoy que todos los pueblos, cualquiera que sea el grado de civilizacién a que hayan Lle- gado, han tenido el mismo punto de partida: sus antepasados han sido salvajes. ¢Cémo los salvajes, habitando en las selvas, ali- mentandose de los productos esponténeos de la tierra y de las aguas, aglomerandose en hordas de treinta o cuarenta individuos, lo mismo que los caballos salvajes, para procurarse la nutricién, han podido transformarse en naciones civilizadas, vi- viendo en ciudades donde se aglomeran millares y millones de individuos, alumbrados por el gas y por la electricidad, servidos por los ferrocarriles, y cuyos habitantes, divididos en clases enemigas, se han especializado en una infinita varicdad de oficios y de profesiones? Otro problema viene a complicar este primero. 39 Jaurés lo ha sefialado cuando decia que todas las lenguas, a pesar de su extrema diversidad, po- dian reducirse a las mismas formas gramaticales. Y puesto que del lenguaje hablamos, voy a sena- laros un fenédmeno que tiene relacién con el asun- to que nos ocupa. ‘Todas las palabras que tienen para nosotros un sentido abstracto, han comenza- do por tener un sentido concreto en el cerebro de los salvajes que las han inventado. Por ejemplo, aomos, antes de tencr en griego la significacién abstracta de ley, queria decir pasturaje, morada. Nuestra voz derecho, que significa lo que esta de acuerdo con la justicia, equivalia en un principio a un objeto que no tenia curva ni flexién. :Debe- mos deducir de este fendmeno lingiiistico que lo concreto ha engendrado lo abstracto en el cerebro humano? La unidad que Jaurés comprobaba en cl len- guaje la encontramos en todas las manifestaciones mentales del hombre, tanto en Ja religién, como en la filosofia y en la literatura. Asi, los cuentos con que nuestras nodrizas han entretenido nues- tra infantil imaginacién, y que son, en su mayor parte, de origen salvaje o barbaro, se los encuen- tra en todos los paises del mundo; y la novela de costumbres, esta ultima, aunque no superior for- ma literaria, florece en todos los pueblos capi- talistas. La historia comparada de los pueblos nos los muestra pasando por las mismas formas familia- res y politicas. Vico, que con razén ha sido de- nominado e! padre de la filosofia de ia historia, 40 cia que habia “una historia ideal, eterna, que corren en el tiempo las historias de todas las na- jones, cualquiera que sea el estado de salvajismo, le ferocidad y de bestialidad de que parten los jombres para civilizarse’. Y como todos los puc nente no hace mas que ensefar a los que le guen, en la escala industrial, la imagen de su i porvenir”. Geoffroy Saint-Hilaire, el gran scipulo de nuestro genial Lamarck, pensaba que n la formacién de las plantas y de los animales bia “una unidad de plan”. 25e deben buscar las causas de la evolucién de los hombres, de los animales y de las plantas segdn in plan uniforme, en el mundo mismo, o se las lebe buscar fuera de él? Los dejstas no vacilan en responder, con Vol- aire, que asi como el reloj presupone un relojero, J universo necesita un creador. Pero esta solucién limplista, que ha sido encontrada por los salvajes, Mo resuclve el problema, no hace sino recularlo, porque si el universo supone un creador, el crea- a su vez necesita otro creador. Los gnésticos istianos de los primeros siglos pretendian que si esis era hijo de Jehova, éste, dotado de las bru- lales y malas pasiones de los judios barbaros, era, a la yez, hijo de un dios desconocido. La explica- deista, que nada explica, no puede ser acep- a por los espiritus cientificos. Abrid un libro ciencia cualquiera, y no encontraréis en él el Hombre de Dios. El quimico, el fisidlogo, el ged- 41 logo, el astrénomo, en vez de recurrir a la cémo- da hipdtesis de Dios, procuran explicar los fend- menos de que se ocupan por las solas propiedades de la materia, Cada sabio expulsa a Dios de la ciencia que cultiva, aunque tenga necesidad de un dios para explicarse la causa de los fenémenos que no entran en el dominio especial de sus estu- dios. El historiador, porque la historia no es atin una ciencia, recurre a menudo a Dios para dar la explicacién de hechos cuyas causas es incapaz de comprender, Marx ha arrojado a Dios de la histo- ria, su tiltimo refugio, y sirviéndonos del método materialista del pensador comunista crearemos la historia cientifica, Hegel, del cual Jaurés adopta en parte la teoria idealista, no creia que Dios preexistiera al mundo; pensaba, por lo contrario, que se encontraba en eterno devenir. Para ¢l, la Idea preexistiendo a todo, mas reducida a una expresidn atémica, opo- niéndose a si misma, y componiéndose con su oposicién, engendra la primera sintesis, que a su vez llega a ser tesis y antitesis, después sintesis, y esta segunda s{ntesis se conyierte a su vez en el punto de partida para una nueva serie trinitaria, y as{ sucesivamente. La Idea, desarrollindose, de esta suerte, automiticamente, se exterioriza y en- gendra el mundo a su imagen. Jaurés no vuelve tan atras; se sirve del método de Platén, quien, estudiando y jerarquizando sus ideas, llega a la Idea suprema y absoluta del bien. Jaurés, analizando y clasificando las ideas de jus- ticia y de fraternidad, que nosotros, civilizados, 42 tenemos en el cerebro, no llega a la Idea absoluta de justicia y de fraternidad, sino a su expresién minima, que sitia en la cabeza del salvaje, donde duerme inconsciente. Esta Idea, cuando adquiere conciencia de si misma, entra en contradiccidén con el mundo exterior, con el cual lucha hasta que resuelye la contradiccién; de suerte que la historia no es mds que una serie ininterrumpida de batallas, que terminan siempre con el triunfo de la Idea de justicia. Objetaré primeramente a la teorfa de Jaurés que es impotente para suministrar la explicacién del mundo, porque no es una idea de justicia y de fraternidad la que ha guiado la evolucién de los organismos del reino vegetal y animal, y hoy una filosofia debe abarcar todo el universo. Y le diré en seguida: por qué detenerse en el cerebro del salvaje? ;Por qué no descender mas abajo y buscar la idea en la cabeza de los anima- les? Un perro pastor o guardian tiene perfecta- mente ¢l sentimiento del deber y sabe muy bien cuando comete una falta. Me diréis que estas ideas de deber son anticaninas y que han sido llevadas por el hombre a la cabeza del perro; pero los ani- males salvajes, viviendo agrupados, como los bi- falos y los cuervos, tienen ideas de deber que les son propias. Los bifalos machos se dejan matar por defender a las hembras y a los pequejios del rebafio, y los cuervos que estén colocados de cen- tinela vigilan el horizonte y advierten a sus cama- radas que picotean el grano recién sembrado por el labrador. 48 Se puede, pues, encontrar en estado consciente, entre los animales, las ideas que Jaurés coloca en estado inconsciente en la cabeza del salvaje. Mas, Zpor qué detenerse en los animales y no buscar la idea en el estado atémico, si puedo expresarme asi, en el protoplasma amorfo que debe formar la célula, punto de partida de la serie organica de la cual el hombre es el coronamiento? Y diré atin a Jaurés: :Por qué limitarse a la investigacién de las ideas morales? zPor qué no ocuparse del origen de las ideas cientificas? {Por qué no preguntarse si la teorfa atémica, que no existe sino en el cerebro de algunos millares de quimicos, no ducrme inconsciente en la ostra, que no tiene cabeza? :Por qué no decir, como el ma- terialista, que todo debe existir en todo, puesto que el pensamiento no es en definitiva mas que un fenémeno fisico-quimico, una transformacién del movimiento? Pero decir esto no explica como han nacido las ideas en cl cerebro humano. Jaurés nos ha dicho que el sentido de la yista y el del ofdo eran superiores, porque los animales que de ellos estén dotados pueden gozar de las armonias de la naturaleza y del esplendor del sol; jles ha colocado por encima de la mano, que, con su pulgar oponible, es la caracteristica de los mo- nos y de los hombres! La mano ha creado al hom- bre, Pero responder a Jaurés que el sentido de la vista y el del ofdo no son en definitiva sino una localizacién y una especializacién de la sensibili- dad téetil, y que los animales desprovistos de ojos son sensibles a la luz por toda su superficie cuta- 44 nea, y que las células vegetales sélo producen sus- tancia verde bajo la accién del sol; decir todo esto no es explicar la formacién de los 6rganos de los sentidos, Ya lo veis; el debate entre Jaurés y nosotros, marxistas, vuelve a la discusién acerca del origen y la formacién de las ideas. Este problema ha pre- ocupado y preocupard atin el pensamiento filo- s6fico. Descartes pensaba que nacemos con ideas inna- tas de lo general, de causa, de efecto... Locke, primero, Condillac y los sensualistas despuds, crefan, por el contrario, que todo lo que estaba en la inteligencia habia estado antes en los senti- dos. “La inteligencia —decfa Diderot— es una ta- bla rasa en la cual los fenémenos de la naturaleza graban su impresién”. Los griegos, a quienes se encuentra en la entrada de todas las avenidas del pensamiento, habian ya agitado la cuestién del origen de las ideas. Platén pretendia que nuestras ideas de Justicia eran reminiscencias de la idea del Bien absoluto, mientras que Arquelao, maes- tro de Sécrates, decia que las leyes del pafs en que vivia eran la fuente de las ideas morales que se poseian, Se puede, en efecto, comprobar que las conciencias mas exigentes se acomodaron a la es- clavitud alli donde ésta fue reconocida por las leyes, Nosotros, marxistas, volvemos a la tesis de Ar- quelao y de Locke, completdndola y afiadiendo que si es imposible al civilizado determinar el momento preciso en que ha adquirido ciertas 45 ideas, éstas no caen del cielo, sino que han sido adquiridas por la experiencia de nuestros antepa- sados, que nos han transmitido cerebros de tal for- ma modelados por una serie de generaciones, que adquirimos, por decirlo asi, espontineamente, ciertas ideas, que, por eso, parecen innatas. 46 I El hombre y los animales no piensan sino por- que tienen cerebro; el cerebro transforma en ideas las sensaciones, como las dinamos transforman en electricidad el movimiento que se les imprime. Es fa naturaleza, o mds bien el medio natural, para no emplear una expresién que idealizaria la Na- turaleza en una entidad metafisica, como hacian los fildsofos del siglo xv, lo que forma el cere- bro y los dems érganos, y digo adrede los demas 6rganos porque, asi como los espiritualistas desta- can al hombre de la serie animal, a fin de hacer de él un ser milagroso, para quien Dios vino a la tierra y se hizo crucificar, los idealistas aislan el cerebro de los demas érganos, para someter su funcidn, es decir, el pensamiento, a causas seme- jantes a la hechicerfa. El medio natural que ha creado los drganos y el cerebro del hombre, los ha llevado a tal grado de perfeccién, que son capaces de las mds extraor- dinarias y de las m4s maravillosas adaptaciones. Asi, durante siglos, cristianos y civilizados se han apoderado de los negros de las costas de Africa 47

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