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El pensamiento social de Jean-Jacques Rousseau en la cultura

individualista-Colectivista, el retorno al estado de la naturaleza social.

Alumno
Ricardo Iván Vértiz Osores

Docente:
Dr. Javier Muñoz Orozco

Introducción
Este breve ensayo trató de revisar el pensamiento social de Rousseau, hacer
un recorrido somero por las sendas de la historia, y compararlo con la
propuesta hofstediana. Pues el retorno, la revalorización al estado natural es la
base y soporte de la edificación de su pensamiento. El hombre en el estado de
naturaleza es un ser libre y social, en igualdad de derechos con los demás. La
libertad no es un derecho adquirido, conquistado, sino que es inherente al
hombre. La libertad es la base fundamental de la democracia, del ejercicio
ciudadano y la convivencia social. El hombre requiere aprender a ser libre
mediante la razón y el corazón.
Un aporte, para comprender las relaciones humanas dentro de la
sociedad, y desde luego, si se piensa en lo empresarial, se comprendería
desde la temática que toda empresa es una sociedad humana que mantiene
una cultural estructurada en las bases de las organizaciones.

Contenido
Según el informe anual Mobile Economy de la GSMA, asociación que organiza
el Mobile World Congress (MWC) que se celebró en Barcelona, el 66% de la
población mundial tiene un celular, con una proyección que al 2025 el 71%
tendría acceso a los dispositivos móviles (2018, párr.1). Su uso se ha
multiplicado. El Smartphone, las tabletas y laptops están cambiando la forma
como se relacionan las personas: desde la forma de hacer negocios,
teletrabajo, diversión y entretenimiento hasta consolidar relaciones sociales.
Más aún en una situación de pandemia generada por la COVID-19 (Vértiz
Osores et al., 2020), ahora las empresas se han visto en la necesidad de

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reinventarse y buscar nuevas formas de posicionarse o adquirir el poder en el
mercado (Cienfuegos-Martínez et al., 2016). En este sentido, el pensamiento
social propuesto por Rousseau expone la representación icónica del
individualismo, una especie distinta de esclavitud de la posmodernidad
(Bauman, 2004), conllevado por la virtualización, en desmedro de la condición
natural del hombre.
La actual cultura ha transformado la naturaleza. Así como la estatua de
Glauco, que fue desfigurado por completo por el mar y las tempestades hasta
lograr que se parezca a una bestia cruel en lugar que, a un dios; el hombre
afectado por la sociedad por muchos motivos, por el constante enfrentamiento
con sus pasiones ha cambiado de aspecto, hasta el punto de llegar a ser casi
irreconocible. Ya no se guía bajos principios morales otorgados por su creador,
sino que se encuentra entre sus pasiones que cree razonas y su propio
raciocinio ensimismado y autónomo (Reale, 1992, p. 641).
Resulta paradójico que a medida que la ciencia y tecnología ha
avanzado y traído grandes beneficios a la humanidad, también lo ha sometido
a muchas formas de esclavitud y ha incrementado brechas de desigualdad
social (Stiglitz, 2017). La concepción del poder adquisitivo de las empresas, es
una construcción de la ilustración, al darse las corrientes del pensamiento, y
por ende las concepciones del capital con Marx, el liberalismo de Smith y el
protestantismo weberiano fueron las bases tanto del colectivismo como del
individualismo (Sánchez-Rodriguez, et al., 2020a). El pensamiento de
Rousseau es la antítesis del pensamiento del gran economista inglés Adam
Smith. Al respeto, sostuvo Bellod (2016) que el pensamiento económico de los
ilustrados consistió en entender la libertad como libre cambio, libre comercio de
tierras y mercancías, libre contratación de trabajadores, libertad para abrir
negocios. La libertad permitiría el pleno desarrollo de las potencialidades del
individuo, y habría de conducirle necesariamente a la prosperidad y la felicidad.
Ese es el optimismo que relejó la célebre frase de Adam Smith que los
manuales repiten como un mantra, glorificando la propiedad y el interés
privado. (pp.35 – 36). Rousseau fue un fisiócrata y no un liberal.
Estas revoluciones conllevaron a un cambio cualitativo de las
sociedades occidentales, derrocando a “regímenes caducos” autoritarios y

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absolutistas, permitiendo que emerja la figura del ciudadano libre, los derechos
individuales y la razón. Se dio paso a los gobiernos republicanos, los mismos
que configuraban a las empresas en los sistemas económicos que adoptaban
como parte de la historia del pensamiento humano (Sánchez-Rodriguez, et al.,
2020b). En este sentido, Rousseau (cómo se citó en Reale, 1994) al referirse al
individualismo, lo toma como la desigualdad, la misma que nace junto con la
propiedad, y es con esta que se genera con la hostilidad entre los sujetos. En la
era primitiva, todos los bienes era de todos, pero en el momento en que un
hombre tuvo la necesidad de la ayuda de otro, en el instante en el que se cayó
en la cuenta de que para un individuo era útil tener provisiones como para dos,
desapareció la igualdad, apareció la propiedad, se hizo necesario el trabajo, y
los extensos bosques se transformaron en amenos campos, que había que
regar con el sudor humano y en los que muy pronto germinaron la esclavitud y
la miseria y crecieron juntas con las mieses. (p. 642)
El hombre está inserto en la sociedad, por tanto, es inherente de cultura
personal y nacional (Hofstede, et al., 2010). La cultura entre otras cosas es la
programación colectiva de la mente que distingue a los miembros de un grupo
o categoría de personas de otros, una especie de fenómeno colectivo, pero se
puede conectar a diferentes colectivos. Dentro de cada colectivo hay una
variedad de individuos (Hofstede, 2011).
En su obra el contrato social (1995, p.1), Rousseau sostuvo que “El
hombre nació libre, y sin embargo en todas partes se encuentra encadenado”.
Esta frase es contundente y como fondo sostiene que es el egoísmo del
hombre el que lo hace esclavo porque lo vuelve ensimismado e incapaz de
trascender. Dicho contrato no propuso un retorno a la naturaleza originaria,
pero exigió un modelo social que no se funde en los instintos e impulsos
pasionales, pero tampoco meramente en la razón aislada y contrapuesta a los
sentimientos. Este nuevo modelo deberá de apoyarse en la voz de la
conciencia humana con perspectiva de bien común. El hombre será
auténticamente libre cediendo su libertad a la voluntad general por el bien
común.
Por lo tanto, la sociedad ni el Estado, pueden anular la riqueza interior
de los instintos, sentimientos y emociones del hombre. Al contrario, tiene que

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considerarlos para un buen gobierno, para la voluntad general, que será la
forma más auténtica de encaminar a una nación libre y soberana, donde el
poder no se concentra en las manos de un solo personaje, sino del pueblo y su
participación directa. En suma, el contrato social propuso la idea reguladora de
una organización política que tendería a la perfección mediante una
desnaturalización del hombre, que hallará por fin su unidad, en el “entero” que
es el cuerpo social.
En suma, Cisneros (2013) sostuvo que el hombre libre de Rousseau es
una especie de "buen salvaje", un individuo que no aspira a los lustres sociales,
dueño de una vida naturalmente justa y razonable, desarrollada en un "Estado
de Naturaleza" moderados por la templanza contrario al de Thomas Hobbes,
un hombre de apetitos salvajes. (p.126).
Se diferenció de Hobbes porque sostuvo que el origen de la desigualdad
está en la propiedad privada y no en la naturaleza humana como él lo sostuvo.
Se diferenció de Locke, porque él sostuvo que la propiedad privada era un
derecho natural cuyo origen estaba en el trabajo. Rousseau (1995) consideró
que estas propuestas políticas beneficiarían a los propietarios, a los ricos,
perpetuando una estructura social a favor de las desigualdades. La bondad es
natural y la corrupción humana es artificial, construida y por lo tanto se podría
deconstruir.
el hombre desde la perspectiva rousseauniana, es un ser libre, dotado
de racionalidad, pero que está expuesto a corromperse, pues dependerá en
cierta parte del entorno social. Aunque según Alfaro (2017) Rousseau sostuvo
que los atributos del hombre son innatos que no se adquieren en la formación
estética, sino en su naturaleza propiamente, pero tiene una conducta virtuosa
de un alma bella no podía ser evaluada con criterios sustentados en la opinión
pública, en las costumbres, ni tampoco por medio de la razón. Consideró la
virtud como principio rector de su vida. Su identidad con la conciencia del
deber, que debe concretarse con la disposición de ayudar al prójimo y servir a
los demás. Su inclinación natural no sólo trasciende la conciencia del deber,
sino que entra en conflicto con esta última.
La solución sería reformar la sociedad, mejorar el estado histórico
mediante un contrato social, en el cual propone un pacto de unión entre

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iguales. Rousseau criticó con mucha energía la reducción del ser humano a
manifestaciones meramente racionales y la elevación de sus productos
culturales, porque no han permitido avanzar a la humanidad, sino que lo han
hecho retroceder. En este pacto debe de existir una renuncia altruista de los
intereses privados a favor de los intereses colectivos. De este modo surge la
voluntad general, donde el sometimiento ya no es a un soberano sino a la
voluntad general. El soberano será la colectividad y operaría mediante el
Estado que haría las leyes. Es la obediencia a la voluntad general, que no es lo
mismo que la voluntad de todos. Para poder alcanzarlo, propone una
democracia directa, la votación del pueblo en referéndum, es decir votación
directa.
Los estudios de Hofstede (1980) establecieron un punto de inflexión para
la concepción rousseauniana del contrato social, entendida como la aceptación
inherente del individuo en un todo “colectivo”. En este sentido, para Hofstede
(1980) en las sociedades individualistas los vínculos entre los mismos
individuos son laxos e intercambiables (Sánchez-Rodriguez, et al., 2020a),
mientras que en las sociedades colectivas son los individuos los que estipulan
relaciones consensuadas, comunitarias, que si bien es cierto es obligatorio el
patrón recíproco, pero al mismo tiempo difuso (Hofstede, 2011).
Ahora haciendo un análisis más detallado, se puede decir que la
propuesta de Hofstede (2011), sobre el individualismo, existe un acercamiento
con el pensamiento de Rousseau, pues el individualismo se muestra en
sociedades “intolerantes”, afianzándose lazos débiles entre ellos mismos, pues
cada quién debe ser por sí mismo y por su familia. Y como tal, éste refiere a
“una mentalidad social centrada en el individuo, valorando y reconociendo los
logros individuales y fomentando el pensamiento y la acción independientes
(Arasaratnam, 2011). Por otro lado, el colectivismo – lo plural para Rousseau –
se muestra en sociedades donde las personas se integran en fuertes grupos
desde el nacimiento, y entre ellos se protegen a cambio de lealtad. Por tanto, el
grupo social – aun cuando la libertad del hombre tenga que reducirse a la voz
del grupo – no tiene significado político, y como tal tiene autonomía frente al
Estado (McSweeney, 2002).

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Conclusión

En consecuencia, en la concepción rousseauniana, el hombre es un ser libre,


que está inserto en la sociedad, ésta la acoge y lo forma, sin embargo, el
hombre está dotado de cultura, la misma que se muestra mediante las
acciones, valores, pero también se condiciona al entorno social. El hombre
nació libre, y sin embargo en todas partes se encuentra encadenado. Pues es
el egoísmo del hombre el que lo hace esclavo porque lo vuelve ensimismado e
incapaz de trascender. Frente a ello, se ha tratado de hacer una comparación
con la perspectiva de Hofstede, quien propone que la cultura es una
programación colectiva de la mente que distingue a los miembros de un grupo
o categoría de personas de otros, una especie de fenómeno colectivo, pero se
puede conectar a diferentes colectivos. Por otro lado, también trató del
individualismo, categoría que lo esclaviza y lo hace egoísta. En este sentido,
para Hofstede en las sociedades individualistas los vínculos entre los mismos
individuos son laxos e intercambiables. No obstante, es necesario en el
pensamiento social de Rousseau entender que la sociedad es colectiva, pues
bajo este patrón, los individuos establecen relaciones consensuadas,
comunitarias, buscan el bien común, aunque difuso en palabras de Hofstede.

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Referencias:

Alfaro, C. (2017). La concepción de “alma bella” en el pensamiento de


Rousseau y su diferencia con la concepción de “alma bella” en la
filosofía de Hegel. Revista de estudios filosóficos LXVI (23 – 38).
Universidad Nacional del Rosario, Argentina.
Arasaratnam, L. A. (2011). Perception and communication in intercultural
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Bauman, Z. (2004) La modernidad Líquida. México, Fondo de Cultura
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Cisneros, A. (2013). Rousseau, el hombre libre. Fuentes humanísticas. Año 26.
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Hofstede, G. (2011). Dimensionalizing cultures: The Hofstede model in context.
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McSweeney, B. (2002) Hofstede’s model of national cultural differences and
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Human Relations [0018-7267(200201)55:1] Volume 55(1): 89–118: 020602,
New Delhi
Rousseau, J. (1995). El contrato social o principios del derecho político.
Techos: Madrid,

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Sánchez-Rodriguez, A., Rodriguez-Bailón, R., & Willis, G., (2020a) Efectos de
la actividad económica sobre el individualismo-colectivismo. Escritos de
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Sánchez-Rodriguez, A., Rodriguez-Bailón, R., & Willis, G., (2020b) Economic
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